Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Expedicion Guerrillera de 1973 CAAMAÑO. Testimonio de Hammlet
Expedicion Guerrillera de 1973 CAAMAÑO. Testimonio de Hammlet
DO/POLITICA/LA-EXPEDICION-GUERRILLERA-CAAMANO-
1973-TESTIMONIO-HAMLET-HERMANN-1-8430848.HTML
La expedición guerrillera
de Caamaño en 1973:
testimonio de Hamlet
Hermann (1)
Por ALEJANDRO PAULINO RAMOS 15-02-2017 09:30
“ NO ME ENTREGUE, ME CAPTURARON”
Por Juan Bolívar Díaz
Enviado Especial Ultima Hora.
“En interés de contribuir al esclarecimiento del capítulo
político iniciado en Playa Caracoles el 2 de febrero pasado,
ULTIMA HORA pública hoy esta extensa entrevista
concedida por el sobreviviente de esa expedición, ingeniero
Hamlet Hermann, a nuestro reportero Juan Bolívar Díaz,
enviado especialmente a México. La entrevista exclusiva se
realizó en México la semana pasada, días antes de que
Hermann viajara a Cuba, donde ahora se encuentra, junto
con su familia.
--Hamlet Hermann, puedes decirnos cómo fue que se
produjo tu apresamiento o entrega, allá en Villa
Altagracia.
--Luego de la emboscada en que caímos en la noche del 21
de marzo, y de la cual sobrevivimos el compañero Claudio y
yo, y quedamos separados en ese momento, yo me dirigí en
dirección Sureste hacia Villa Altagracia, tratando de alcanzar
una carretera para conseguir un vehículo, que era el plan
original que habíamos trazado los cuatro que quedábamos.
Después de yo pasarme aproximadamente dos días
completos al borde de la carretera, tratando de localizar a
alguna persona que tuviera más o menos la talla mía, para
cambiar la ropa militar por una ropa civil, y al no conseguir
esto, me decidí a alcanzar la ciudad de Villa Altagracia,
donde a lo mejor eso me podría ser más fácil, y donde podría
ya también con mayor facilidad, conseguir un vehículo.
Sucedió que llegando a Villa Altagracia, ocurrió un
accidente automovilístico y eso aproveche yo para entrar en
la ciudad porque las autoridades, los militares que estaban en
la zona más bien se dedicaron a atender el choque.
Pasé por un colmadito y compré un salchichón y unas
galletas, porque en realidad habíamos pasado mucha hambre,
me sentía muy débil y lo que en aquel momento yo
consideraba como actos de audacia, podríamos decir, en
realidad ahora me doy cuenta que un una imprudencia,
porque puedo recordar que una persona se preocupó mucho
de mi apariencia. Yo iba con suéter de mangas largas y un
pantalón verde olivo en muy malas condiciones, y unas botas
que son muy raras de ver en el país. Llamaba la atención;
además que la figura mía es algo rara, no solamente en esa
zona, sino en el país, por la estatura mía. Y me da la
impresión de que esa persona fue que le comunicó a una
oficina de guardacampestres que hay cerca del ingenio
Catarey.
De manera que cuando yo traté de salir de la ciudad de Villa
Altagracia, confiando en algunas zonas oscuras que tenía el
pueblo, pasee por el frente de una oficina de
guardacampestres, donde aparentemente me estaban
esperando y un grupo me llamó, me rodeó. Yo estaba
desarmado y ellos estaban armados con escopetas,
revólveres. Y esa fue—más o menos—la escena de mi
captura por estos guardacampestres, no entrega como han
dicho algunas personas, que con esto tratan de desacreditar la
posición de un guerrillero. Y no solamente del guerrillero,
sino del método de lucha mismo, muchos que se oponen al
método y que no les interesa ni siquiera que eso se comente.
Ahí se dieron unas escenas bastantes simpatías, porque
cuando comenzaron a registrarme me quitaron el reloj y el
dinero que llevaba. Y uno de ellos reparó que yo llevaba
colgado en el cuello una bolsita de cuero y al acercarse a mi
y levantar el suéter se asustó, y me preguntó si eso era un
reguardo. Yo, con esperanza siempre de poderme escapar, y
como era la brujería, fundamental para un guerrillero, le dije
que si, que era un reguardo. Y eso provocó que no solamente
la brújula, sino el anillo matrimonial que también llevaba en
el cuello, lo tuviera por tres días. Ni siquiera los soldados
que me registraron se dieron cuenta que yo llevaba eso ahí,
hasta que me tocó la oportunidad de trasladarme a la base de
San Isidro, donde me dieron un baño, mejor dicho me di un
baño, y eso fue el momento en que la brújula y el anillo,
salieron a relucir.
Bueno, pues entonces me traspasan al comandante policial
de Villa Altagracia, que estaba también ocupado del choque,
y es quien me entrega. Este localiza un jeep manejado por un
veterano de las Fuerzas Armadas y tomamos la carretera
Duarte en dirección a Santo Domingo. Llegamos al control
que tenía el Ejercito, en el kilómetro 40, y ahí se hizo entrega
de mi persona a un capitán de la Fuerza Aérea, y ahí quedé
en calidad de prisionero, en lo que llegaban los jefes
militares.
El primero en llegar fue l que era el jefe de la Policía,
general José Ernesto Cruz Brea. Supe que había gente
disputándose quien me mataba a mi esa noche.
Pero parece que en ese momento primó más lo político y se
trató de conservar un prisionero político, antes que otro
cadáver.
Hay varias cosas que yo puedo referir, porque las conozco,
porque viví la situación, y otras porque me enteré
posteriormente, como esa que acabo de mencionar. No hay
que sorprenderse que muchas veces yo me refiera a cosas
que podía conocer en el momento que sucede, sino
posteriormente.
--Cómo fueron los interrogatorios?
--La misma noche de mi captura se me traslada como un
buen saco de papas—o de carne diría yo, con muchos
huesos—en un jeep hasta la comandancia que tenían en los
Mogotes, y allá se me hace un interrogatorio, por un grupo
de generales, encabezado por el secretario de las Fuerzas
Armadas. Esta el general Pérez y Pérez, el general
Beauchamps, Ramiro Matos, Frank Amiama, el comodoro, y
ahí me hacen un interrogatorio en el cual básicamente se
trata de implicar a la revolución cubana, al Partido
Revolucionario Dominicano y a la Universidad Autónoma
de Santo Domingo. Ese interrogatorio acaba como a la 1:00
de la madrugada.
--¿Y a qué hora había comenzado?
--Bueno, yo no tenía una noción clara del tiempo en ese
momento, de la hora, pero supongo que fue a eso de las ocho
y media. Se reunió una cantidad de militares para hacer ese
interrogatorio, se veía que eran de diferentes departamentos.
Había uno que luego lo vi, y que era del Departamento
Nacional de Investigaciones, al cual se le preguntaba si tenía
alguna otra cosas que preguntarme y cosas como esa.
En los Mogotes yo permanezco hasta el 27, martes, cuando
se me traslada en helicóptero a la base aérea de San Isidro.
Allí se desalojó un edificio completo, que era donde estaba
la cárcel, para alojarme a mí. Y en él se preparó una
habitación amplia a la cual se le taparon con clavos todas las
ventanas y la puerta, para tratar de evitar que yo viera hacia
afuera y me vieran a mí, aun los propios militares que
estaban ahí. Por supuesto, en la celda hacía mucho calor y en
los primeros momentos se me mantenía esposado en la celda
y durmiendo en el suelo. Ya luego se entró una cama.
Empezaron los interrogatorios el día 28. Ese día fue un
grupo de la Policía, del ministerio de las Fuerzas Armadas,
del DNI, y me hicieron un interrogatorio en el cual yo
mantenía las declaraciones que daba desde el principio.
Prometo afirmar que Claudio Caamaño estaba muerto,
porque yo veía que esa era la única forma que yo podría
atenuar algo de la persecución contra Claudio. Y en ese
momento nadie podía saberlo mejor que yo, de manera que
si decía que estaba muerto, por lo menos sembraba la duda y
eso favorecía al compañero que en estos momentos debía
estar tratando de romper el cerco.
En esos interrogatorios, las preguntas venían copiadas,
numeradas. Ellos lo que hacían era leerlas. En realidad—no
sólo en ese interrogatorio—sino también en todos los otros,
se reflejaba una ineptitud, una incapacidad de gente que iba a
interrogar, pero no sabía siquiera sobre lo que iba a
interrogar y muchas veces con dificultad para leer.
Tan es así que uno de los interrogadores, un teniente coronel
de las Fuerzas Armadas, me preguntó en un momento quien
es Vicentico Valdez. Y yo le digo con una sonrisa—no, no,
es un cantante. Porque en realidad él estaba tratando de
preguntarme por otra persona, pero él tenía problema hasta
para leer. Y no sabía sobre lo que me iba a preguntar. De
manera que había fundamentalmente una incapacidad
tremenda en el personal interrogador, de lo cual yo trato de
aprovecharme con una serie de preguntas que me hacen. En
realidad, la leyenda que yo forjo alrededor de las preguntas
que se me hacen, más bien constituye una burla ante ellos.
Estoy seguro que cuando se lo lleven a sus analistas y
superiores, se dan cuenta y les dicen: : Este se está burlando
de ustedes”.
Entonces empieza ya la fase dura del interrogatorio, donde
predomina, no tanto el maltrato físico, porque yo estaba en
condiciones físicas muy malas.
--Pero hubo alguna vez maltrato físico, torturas?
--No, como torturas yo diría que no, torturas físicas. El
maltrato es cuando mi captura, que a mi se me amarra de
pies y manos y se me lleva tirado detrás de un carro, y luego
se me tira del carro al suelo, y luego a la parte atrás de un
jeep, y voy recibiendo lesiones y golpes. También la forma
como se me cargaba. Yo estaba esposado a la espalda, y no
trataron de cargarme entre tres o cuatro, sino por dos, uno
por un brazo y otro por una pierna que me viraba el hombro,
la cadera. Hay maltrato físico en ese momento.
Hay una cosa que tomar en cuenta, y es que nosotros por el
tipo de entrenamiento que hemos recibido, y el tipo de vida
que lleva el guerrillero, muchas cosa que para un ciudadano
común son malos tratos, para nosotros no. Dormir en el
suelo, pasar frio, pasar hambre. Para nosotros eso deja de ser
maltrato. Ya hemos estado acostumbrados a eso. De manera
que hay detalles que para otra persona podrían parecer
malos, pero yo las paso por alto.