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MÓDULO I
José Manuel
Pozueco Romero
Experto en Psicología Jurídico-Forense y
Criminológica
INSTITUCIÓN-ORGANIZACIÓN: 10 AUTOR Y DOCENTE DEL CURSO:
Psiquiatria.com / EduSalud (Campus Virtual) José Manuel Pozueco Romero
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 11 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
MÓDULO I:
Psicópatas Criminales Versus Psicópatas Integrados:
Diferencias Muy Sutiles
1. INTRODUCCIÓN
Controversia y Debate 1. La psicopatía como un concepto esquivo con matices moralistas
y atavistas: Perspectivas obsoletas y mentalidades bizantinas aún por superar
5. RESUMEN Y CONCLUSIONES
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 13 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
TEMA 1
¿QUÉ, QUIÉN Y CÓMO ES UN
PSICÓPATA?: ACLARANDO ASPECTOS
CONFUSOS Y CONTROVERSIALES
¿Qué es la psicopatía? ¿Quién puede ser un psicópata? ¿Cómo son este tipo de personas? Son tantas
las cuestiones al respecto y tan diversos los aspectos confusos y controversiales que giran en torno a la
problemática de la psicopatía que se hace necesario comenzar este curso con un tema como el presente.
Palabras clave: conducta, edad, emociones, género, matices moralistas y atavistas, perfil,
personalidad, psicópata.
1. INTRODUCCIÓN
Permítanme empezar con un marco de referencia que me ayude a dar sentido a lo que a
menudo parece un comportamiento sin sentido:
Los psicópatas pueden ser descritos como depredadores de su propia especie que utilizan el encanto, la
manipulación, la intimidación y la violencia para controlar a los demás y satisfacer sus propias necesidades
egoístas. Faltos de conciencia y de sentimientos hacia los demás, toman con extraordinaria sangre fría lo que les
viene en gana y cuando lo desean, violando las normas y expectativas sociales sin el menor sentimiento de culpa ni
remordimiento alguno (HARE, 1996a, p. 25).
Esta cita magistral pertenece al doctor canadiense ROBERT DOUGLAS HARE, el mayor experto
mundial en psicópatas. En esta cita ha descrito la esencia misma de la “psicopatía”, recogiendo
casi todas sus características definitorias y, lo más importante, sin mencionar los términos
“criminalidad” ni “delincuencia”: sin embargo, la realidad es más compleja. Aquí, el profesor HARE
describe a un tipo de persona que reúne una serie de rasgos o características que bien usted
mismo pudiera ya haber identificado o asociado a alguien de su alrededor o a alguien que conoce:
de nuevo, la realidad es mucho más compleja.
Sin duda, el gran escritor británico WILLIAM SHAKESPEARE tenía razón. Se suele decir que «Nada
es lo que parece» o, también, que «No todo lo que reluce es oro». Frases tan populares como éstas
bien las podemos aplicar, desde luego, al controvertido y polémico caso de los denominados
psicópatas integrados. De los psicópatas criminales sabemos ya bastante. Sin embargo, ¿qué
hay de aquellos sujetos que, sin llegar a involucrarse en actividades delictivas, ya sean éstas de
mucha o de poca trascendencia social y jurídica, se parecen y/o se comportan de manera parecida
a los psicópatas delincuentes? ¿Es posible que existan psicópatas que no delincan, es decir,
psicópatas no criminales? Las últimas investigaciones al respecto lo tienen muy claro: no sólo es
que sea posible la existencia de este tipo de sujetos entre y dentro de la población normal, sino
que este tipo de individuos viven y conviven entre nosotros, pasando desapercibidos ante nuestros
propios ojos, al menos hasta que nos cruzamos personal o circunstancialmente con alguno de ellos.
estereotipos, como muchos otros términos que ya se han quedado incrustados en el imaginario
popular a través de unas ideas y creencias muy mediatizadas y sensacionalistas que, en su mayor
parte, proceden de la difusión dada por parte de los medios de comunicación, si bien hay que
admitir que algunos autores también han contribuido desde el ámbito académico a incrementar
este sensacionalismo y populachería cotidiana. Es evidente, como nos demuestra la revisión
histórica de este término, que la psicopatía es un concepto esquivo/elusivo con matices
tanto moralistas como atavistas; en la siguiente controversia y debate.
CONTROVERSIA Y DEBATE 1.
La psicopatía como un concepto esquivo con matices moralistas y atavistas:
Perspectivas obsoletas y mentalidades bizantinas aún por superar
En parte, y si tenemos en cuenta los alejadísimos orígenes del término (que tiene ya más de 200
años de historia), podemos afirmar, sin lugar a dudas, que el concepto de “psicópata” ha resultado ser
una especie de cajón de sastre donde los antiguos médicos, psiquiatras y psicoanalistas encuadraban a
todos aquellos individuos cuyas personalidades y conductas no eran capaces de explicar mediante los
enfoques teóricos con los que contaban por entonces (BABIAK y HARE, 2006; HARE, 1993). Toda esta
situación sigue aún resonando incluso en la actualidad, ya que hay autores que continúan manteniendo
que la psicopatía no es más que un artificio conceptual que tiene unas implicaciones psicosociales y
legales muy graves (POZUECO, 2010b, 2011d).
El doctor JOHN GUNN, profesor del Departamento de Psiquiatría Forense de la Universidad de Londres,
es uno de estos autores actuales que niegan y rechazan la validez y utilidad del concepto de “psicópata”.
Para GUNN (1998, pp. 32-39), el término “psicopatía” es un concepto elusivo con matices moralistas. El
debate empeora y se agria aún más si echamos un pequeño vistazo a las profundidades de la
incertidumbre psiquiátrica.
En la base de las objeciones del doctor GUNN reside la idea de que buena parte de la investigación
actual ha dado una imagen falsa al psicópata, es decir, ha construido una realidad que no es tal, ya que
no se sustenta en el conocimiento de los procesos etiológicos u originarios del “trastorno”. En este
sentido, el autor arguye, incluso con cierta ironía lo siguiente:
Pero, además de los matices morales del término “psicopatía” procedentes de los pensadores del
siglo XIX, asimismo existen los matices atavistas, también procedentes de los enfoques clásicos del
siglo XIX y las dos primeras décadas del XX, matices que igualmente siguen resonando aún en la
actualidad entre aquellos autores más nostálgicos que continúan empleando clasificaciones psiquiátricas
que, bajo la moderna y actualizada investigación, ya han pasado de moda. Conceptos y etiquetas como
“defectos morales”, “imbéciles morales”, “intratabilidad”, “cerebros malvados”, “inferioridad psicopática
constitucional”, “degenerados constitucionales”, “criminales natos/atávicos”, etc., fueron la tónica general
en el pensamiento de aquellos autores de los siglos XIX y parte del XX, que estaban férreamente
empeñados en hallar bien una base fisiopatológica o fisionómica –tener “cara de psicópata”, “cara de
delincuente”, “cara de…”–, bien una base patológica de índole psicoanalítica –traumas infantiles, por
ejemplo– como causantes de lo que hoy conocemos como psicopatía.
¡Qué duda cabe que todos estos vocablos le hicieron un flaco favor al concepto de psicopatía para la
posteridad! Los franceses estaban empecinados con el término manie sans délire (“manía sin delirio”), los
ingleses estaban obsesionados con el de moral insanity (“insania moral”) y los alemanes vinieron a
empeorar aún más el estado de la cuestión cuando el psiquiatra KURT SCHNEIDER, en 1923, publicó su
obra maestra Las Personalidades Psicopáticas, en la que estableció una clasificación de 10 tipos de
personalidades psicopáticas en las que metía o aglutinaba cualquier forma de psicopatología. Por
ejemplo, habló de psicópatas lábiles de ánimo, depresivos, hipertímicos, inseguros de sí mismos,
necesitados de estimación, fanáticos, explosivos, desalmados, abúlicos y asténicos.
Sin duda alguna, lo que hizo SCHNEIDER no fue otra cosa que llamar personalidades psicopáticas a
todas aquellas personalidades anormales que actualmente se conciben en la Psiquiatría como trastornos
mentales (POZUECO, ROMERO y CASAS, 2011a). Así, por ejemplo, los psicópatas explosivos de
SCHNEIDER se llaman ahora –según la APA– trastorno límite de la personalidad, trastorno histriónico de
la personalidad e incluso trastorno explosivo-intermitente. En suma, que para el autor alemán, todas las
enfermedades mentales actuales eran personalidades psicopáticas. Probablemente, el mayor acierto que
quizás tuvo SCHNEIDER respecto al moderno concepto de psicopatía fue cuando señaló que los psicópatas
no sólo se hallan en las prisiones e instituciones psiquiátricas, sino en toda la sociedad, ya que muchas
veces eran personas que tenían éxito en los negocios y la vida social mundana, ostentando incluso
posiciones de poder en la política y en otros ámbitos socialmente bien considerados.
Tuvo que ser el psiquiatra norteamericano HERVEY MILTON CLECLEY quien, en 1941, viniera a poner
orden a todo este caos terminológico. En su obra cumbre, The Mask of Sanity (La Máscara de la
Cordura), realizó una serie de descripciones clínicas que cristalizaron en las primeras 16 características
realmente definitorias del moderno constructo de psicopatía. Estas características fueron posteriormente
recogidas por el doctor ROBERT D. HARE para ir creando, desde 1980 hasta 2003, la única herramienta
que en la actualidad sirve para evaluar y diagnosticar psicopatía criminal: el PCL-R o Psychopathy
Checklist-Revised (Listado de Psicopatía Revisado). Como ya veremos, el PCL comenzó en 1980 –en 1985
ya existía un “borrador” al uso– con 22 ítems o rasgos psicopáticos hasta que se fue depurando para, en
1991, cristalizar con 20 ítems o rasgos en el actual PCL-R. En 2003 se publicó su segunda edición,
incluyendo esta vez datos normativos y validados procedentes de muestras con mujeres psicópatas.
Desde 1991 hasta la fecha de hoy, los diversos instrumentos derivados del original PCL-R (el PCL: SV, el
PCL: YV, el APSD y el P-SCAN) han sido una continuidad científica imparable con el objetivo de adaptar la
evaluación y diagnóstico de la psicopatía tanto a nivel de sexo –hombres y mujeres– como a nivel de
edades –para niños, jóvenes y adultos–, así como también generalizar su empleo no sólo en el ámbito
penitenciario, sino también en los ámbitos clínico-forenses, civiles y empresariales, una muestra científica
más de que los psicópatas no solamente aparecen en el submundo o subcultura de la delincuencia.
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La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
Sin embargo, desde entonces hasta ahora, como suele decirse coloquialmente, “ha llovido mucho”: el
término psicópata se ha venido aplicando a una inusual variedad de personas, incluyendo a algunas que,
como T. E. Lawrence, por ejemplo, realizaron singulares hazañas. Como se refleja en la ácida historia
del concepto de psicopatía (MILLON, SIMONSEN y BIRKET-SMITH, 1998), los individuos crónicamente
inadecuados y dependientes también ha solido recibir el calificativo de psicópatas; al igual que los
pervertidos sexuales, los esquizoides, los alcohólicos, los drogadictos y los vagabundos. Este
injustamente tratado término, en fin, ha venido cubriendo una variedad tan amplia de seres humanos
inusuales que extravió casi por completo su significado esencial, exceptuando la connotación que indica
desaprobación o falta de comprensión.
Si por distintos motivos y variables, en los que no vamos a profundizar aquí, la delincuencia
está masculinizada, en el caso de la psicopatía, el estado de la cuestión se recrudece aún más si
cabe. Y aún en peor estatus científico parece quedar la psicopatía cuando hablamos de niños,
adolescentes y jóvenes psicópatas.
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Ante todo este panorama, las diversas ciencias o áreas de estudio han salido a “dar la cara”
para demostrar que este actual estado de la cuestión tiene una razón de ser. En primer lugar, el
sexo de la psicopatía está tremendamente edulcorado cuando se hace referencia a la psicopatía
femenina, y la edad de los psicópatas tienen muy mala prensa cuando hablamos de una realidad
muy dura y cruda pero real: la psicopatía infanto-juvenil. Estos dos tópicos son los que vamos a
estudiar en detalles en los siguientes subepígrafes.
Al igual que es cierto que la mayoría de los estudios sobre la psicopatía se han centrado en la
población de sujetos delincuentes –de ahí que la psicopatía esté tan sobrerepresentada en las
prisiones–, igual de cierto es el hecho de que la mayoría de los estudios sobre la psicopatía se han
llevado a cabo con sujetos varones adultos. Sin embargo, la realidad también es otra.
Sin ánimos de pretender crear mayor alarma social ni ningún tipo de impacto de estilo
mediático, lo que tampoco podemos hacer es enmascarar la realidad social y criminológica. La
psicopatía, aunque en menor proporción, también se da entre las mujeres. Por otro lado, la
psicopatía infantil, a la luz de las investigaciones que se vienen llevando a cabo desde los años 60
hasta la actualidad, dejan muy a las claras que la problemática es un asunto muy serio al que
debemos comenzar a prestarle una mayor atención personal e interés científico. Sin embargo, bien
es cierto que para que todo el estado actual de la cuestión cambie, antes se hace necesario que los
especialistas de hoy día comiencen a desprenderse tanto de los prejuicios socio-personales que aún
circundan al respecto como de las ya obsoletas clasificaciones diagnósticas y de los modelos y
teorías clásicos y generales que no sirven para poder explicar una nueva realidad que necesita
otros enfoques y miradas más avanzados.
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La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
En una sociedad lamentablemente machista aún en pleno siglo XXI, es evidente que existe
una notable sexualización de las mujeres, y esto viene ya de lejos e incluso inmerso en el
propio lenguaje de la sociedad, cargado de un sexismo que muchos varones han pretendido
banalizar y que es, por utilizar una expresión coloquial, vomitivo. En este sentido, hay aspectos
que no se pueden pasar por alto ni tolerar. En un capítulo del libro Mujeres, Derecho Penal y
Criminología, titulado “Sexismo y Lenguaje: Las Implicaciones Lingüísticas de Ser Mujer”, las
doctoras KAREN L. ADAMS y NORMA C. WARE (1994) revisan la literatura al respecto y nos explican en
detalles esta problemática, precisamente, dentro de un subepígrafe al que titulan La sexualización
de las mujeres.
Son tantos y tan vulgares los estereotipos y prejuicios en torno a la mujer que considero
importantísimo que los revisemos en la siguiente realidad psicosocial porque, de un modo u otro,
influyen en las actuales creencias que se tienen respecto a la psicopatía femenina, la cual
también está llena de mitos –sobre todo cuando se hace referencia al caso de las mujeres
asesinas en serie psicópatas–.
LA REALIDAD PSICO-SOCIAL 1.
La sexualización de las mujeres:
Un lenguaje aparentemente inocuo, pero cargado de sexismo
Según ADAMS y WARE (1994), las palabras que se utilizan para designar a las mujeres están
normalmente «cargadas de sexo». Ello es evidente en algunos sustantivos que tienen un equivalente
masculino, pero cuya forma femenina ha adquirido connotaciones sexuales. Un primer ejemplo de ello es
el uso de los términos de “dueño” -master– y “dueña” –mistress–. En el idioma inglés, ambas palabras se
refieren a alguien que posee y/o tiene poder sobre algo o alguien más, como, por ejemplo, es “El dueño
de su destino” o es “La dueña de una gran fortuna”.
De todas formas, como ROBIN LAKOFF, profesora del Departamento de Lingüística de la Universidad
de California, Berkeley, ha mostrado en varios escritos (LAKOFF, 1973, 1975, 1981), «la palabra mistress
ha adquirido una connotación sexual que no tiene su homónimo masculino» (LAKOFF, 1975, p. 29). Hasta
qué punto la palabra mistress se usa en su sentido originario es discutible. Por ejemplo, en su libro
Language and Woman’s Place –con traducción al castellano como El Lenguaje y el Lugar de la Mujer–,
LAKOFF (1975) indica que esta palabra se usa «exclusivamente en tonos sexuales». Por otro lado, una de
las autoras señala que ella no tiene inconveniente en decir que es la mistress de su perro y gato.
También BETTY LOU DUBOIS e ISABEL CROUCH, en su artículo “The Question of Tag Questions in Women’s
Speech: They Don't Really Use More of Them: Do They?” critican el trabajo de LAKOFF y citan las
ocasiones en las cuales la palabra no se utiliza con sentido sexual: «No es que ella quisiera realizar
ninguna demostración. Sencillamente, no quería que la mirasen cuando no era mistress de sí misma».
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Por ello, «podemos utilizar la frase “Jane es la mistress de Tom” para señalar que ambos duermen
juntos y todos lo entenderán, pero si intentamos describir la misma situación con “Tom es el master de
Jane” estaremos promoviendo un desastre comunicativo. La última frase no consigue expresar lo mismo
porque la palabra master no tiene connotaciones sexuales» (ADAMS y WARE, 1994, p. 44).
Como señala LAUREL RICHARDSON WALUM en su libro Dynamics of Sex and Gender: A Sociological
Perspective (WALUM, 1977, p. 18), este tipo de relación asimétrica entre lo que ostensiblemente son
equivalentes femeninos/masculinos no está restringida a un solo ejemplo. En el par señor –sir– y señora
–madam–, la última sirve tanto para designar a la propietaria de un burdel como para dirigirse a una
mujer. Incluso las palabras hombre y mujer parecen reproducir este esquema. Las connotaciones
sexuales de la palabra mujer se muestran en frases como: “Después de seis meses en el mar, lo primero
que Bill quería era una mujer”. Luego está el caso de aquel profesor que se opuso al título de un nuevo
curso porque era “demasiado sugerente” –el título era “Las mujeres en el orden social”–. WALUM también
advierte que la misma palabra puede tener connotaciones sexuales dependiendo si se refiere a él o a ella.
Por ejemplo: «un sintecho –tramp– masculino es simplemente un vagabundo, pero una tramp femenina
es una furcia».
Otra indicación de la sexualización de las mujeres en el idioma inglés es que el lenguaje parece tener
muchas más formas de describir a las mujeres en términos de su sexualidad que las que tiene para los
hombres. MURIEL R. SCHULZ (1975) ha mostrado los resultados de dos investigadoras, quienes, en un
proyecto más amplio de argot, consiguieron recoger 500 sinónimos de prostituta, pero sólo 65 para el
término masculino de proxeneta –por ejemplo, un rufián, según el Webster’s Third New International
Dictionary of the English Language Unabridged (de 1966, p. 2612), es un término arcaico que significa:
«un hombre que vive con prostitutas o con tendencias lascivas», y sus sinónimos son proxeneta o chulo.
Y la misma SCHULZ localizó «aproximadamente 1000 palabras y frases que describían a la mujer en
términos sexuales derogatorios. No existe nada similar para los hombres» (SCHULZ, 1975, pp. 64-75).
SCHULZ (1975, pp. 66-68) también mostró cómo los antaño considerados términos neutros,
refiriéndose a las mujeres, han degenerado en términos que tienen connotaciones sexuales o negativas o
ambas. Explica, por ejemplo, cómo la palabra inglesa zorra –hussy– se deriva del antiguo término de
ama de casa huswif –housewife–, cuyo significado era, simplemente, “la cabeza femenina de la casa”.
Una solterona –spinster– era alguien que hacía funcionar la rueca, una fulana –broad– era, simplemente,
una mujer joven, y repipi –tart– y puritana –biddy– eran ambos, originariamente, términos cariñosos.
En la misma línea y en otro capítulo dentro del libro Mujeres, Derecho Penal y Criminología,
las doctoras NANETTE J. DAVIS y KARLENE FAITH (1994) nos hablan sobre la sexualización de la
delincuencia femenina en un subepígrafe homónimo.
La Criminología es una ciencia aún joven, que si bien ha conseguido en apenas un siglo de
historia un alto nivel de desarrollo, tanto teórico como empírico, todavía adolece de importantes
déficits en el conocimiento de aquellos temas que son su objeto de estudio. Parte de estos déficits
se derivan de la existencia de áreas relacionadas con el fenómeno criminal sobre las que apenas sí
se ha incidido hasta ahora. Es el caso, por ejemplo, de la criminalidad femenina, y de las
diferencias en la conducta antisocial entre sexos. El interés de los criminólogos por la delincuencia
femenina ha sido tan escaso que ha estado prácticamente ausente de los trabajos criminológicos
(BROWN, 1989, MORRIS, 1987; WARREN, 1979), lo que la convierte en uno de los fenómenos menos
conocidos de la Criminología. Y esto a pesar de que la persona delincuente ha sido, y sigue siendo,
uno de los objetos básicos de investigación en criminología (GARCÍA-PABLOS, 1988).
Las razones que explican esta falta de interés son, básicamente, dos (CANTERAS, 1992): el
puesto “marginal” que la mujer ha ocupado en la sociedad hasta las últimas décadas, y el escaso
volumen de delitos femeninos, lo que se interpretó desde el inicio de la Criminología científica como
una supuesta incompatibilidad mujer-delito (EXNER, 1946; LOMBROSO, 1903). Esta tesis, según la
cual la actividad criminal se contrapone y es prácticamente incompatible con la “naturaleza
femenina”, ha sido defendida durante décadas, sin base científica alguna que la apoyara, para
explicar por qué la mujer delinque en una proporción muy inferior al hombre y para justificar la
falta estudios sobre el tema. Curiosamente, esta contraposición mujer-crimen, no se entendía
como una mayor resistencia de la mujer a la opción criminal y, por tanto, como un valor positivo
del que los hombres carecen, sino como una muestra de su inferioridad respecto a éstos (GIMÉNEZ-
SALINAS y RIFÁ, 1993).
También las tesis argüidas por las teorías clásicas –que equiparaban la delincuencia femenina
con trastornos biológicos (anormalidades bioantropológicas, desarrollo sexual, delincuencia
catamenial, etc.) y/o psíquicos– han tenido una gran repercusión en los trabajos criminológicos,
pudiéndose encontrar prácticamente hasta nuestros dios (POLLACK, 1961). De hecho la concepción
de la delincuencia femenina como expresión de un problema mental continúa fuertemente
arraigada en la sociedad e influye en las reacciones de control sobre la mujer (SMART, 1979).
Es evidente, pues, que la criminalidad femenina no sólo ha sido muy poco investigada, sino
que es un «campo cargado de prejuicios ideológicos» (GOPPINGER, 1975), en el que se han dado
como válidas explicaciones biológicas y/o psicológicas que habían sido rechazadas para explicar la
delincuencia masculina (MIRALLES, 1983) y se ha preferido aceptar manidos estereotipos sobre la
mujer delincuente a llevar a cabo estudios serios y rigurosos que se acercaran a la realidad.
En la siguiente realidad psicosocial queremos poner de manifiesto esto mismo que acabamos
de decir respecto a los estereotipos sobre la mujer delincuente, revisando la polémica aún vigente
sobre la archicitada sexualización de la delincuencia femenina.
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LA REALIDAD PSICO-SOCIAL 2.
La sexualización de la delincuencia femenina:
Una justicia injusta y sexista-machista
«La sexualización de la
delincuencia femenina implica que
los tribunales castigan a las mujeres
que mantienen una sexualidad
socialmente “inadecuada”, mientras que los hombres reciben penas proporcionales a la mayor
gravedad de los delitos. La frase del sistema de justicia juvenil “por su bien” es utilizada para justificar la
mayor rigidez del control de las chicas jóvenes respecto a la de sus coetáneos masculinos» (DAVIS y
FAITH, 1994, p. 126). Los actos de fuga, incorregibilidad, promiscuidad y prostitución son considerados
“ofensas morales” que requieren la “protección” de los tribunales (CHESNEY-LIND, 1977).
Según STEFFENSMEIER (1980), existen tres factores que explican el incremento de detenciones de
mujeres durante la pasada década. El primer factor consiste en la mayor tendencia a procesar por delitos
de hurto en los almacenes y por estafa. El segundo se basa en la mayor voluntad de los ciudadanos de
denunciar delitos cometidos por mujeres. Y, finalmente, la nueva política del sistema penal, que
promueve más detenciones, procesos y condenas de mujeres, lo cual ha alterado los índices de
criminalidad. Globalmente, las mujeres continúan representando menos del 15% de las personas
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detenidas, y siguen existiendo las diferencias entre hombres y mujeres por lo que se refiere a la comisión
de delitos violentos y de cuello blanco (STEFFENSMEIER, 1980). Por el contrario, las actuales
investigaciones sobre los roles sexuales destacan que, a pesar del incremento de la flexibilidad del rol de
la mujer y de los cambios legales que se han producido, se mantienen los roles tradicionales de la mujer
como esposa-madre y como objeto sexual (BLAKE, 1974; STEFFENSMEIER, 1980; WEITZ, 1977). «Esta tesis
se puede ilustrar claramente en las investigaciones sobre la prostitución» (DAVIS y FAITH, 1994, p. 126).
En cuanto a la psicopatía femenina, y como bien advierten varios autores, no es justo negar
que existen mujeres psicópatas, ciertamente en porcentajes mucho menores que sus contrapartes
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masculinas (JACKSON y RICHARDS, 2007; VERONA y VITALE, 2006), pero también mujeres que adoptan
formas muy peculiares (GARRIDO, 2004), como ya veremos. El problema es que, como sucede con
otras problemáticas referidas a las mujeres, la psicopatía femenina está tremendamente
edulcorada (POZUECO, 2010b).
CASO DE ESTUDIO 1.
Pilar Prades Expósito (“La Envenenadora de Valencia”), Margarita Sánchez
Gutiérrez (“La Viuda Negra de L’Hospitalet”) y Francisca González Navarro
(“La Parricida de Santomera”)
historia de que unos ladrones habían entrado en su casa y que la habían paralizado con un aerosol,
mentira que posteriormente fue detectada porque el reconocimiento médico probó que tal aerosol no
estaba en su cuerpo. La Audencia Provincial de Murcia, en sesión de tarde del 30 de octubre de 2003,
condenó a Francisca 40 años de prisión por ambos asesinatos con alevosía.
La investigación
sobre la psicopatía
femenina no deja lugar a
dudas, y cada vez son
más los estudios de
investigación al respecto
(VERONA y VITALE, 2006).
Una prueba aclaratoria de esto que estamos diciendo la constituyen, por ejemplo, los diversos
programas de intervención y tratamiento psicológicos diseñados para estos niños: ¿por qué
funcionan bien en niños con TD y no en el caso de los niños psicópatas?
Aportemos a ésta otra prueba mucho más cercana a la sociedad, más palpable de la gravedad
del problema que aquí estamos presentando. Para ello, vamos a hacernos eco de la misma noticia
que el profesor VICENTE GARRIDO recoge en su anterior libro respecto a un caso de jóvenes que nos
conmocionó y a la vez nos produjo repulsa a todos los españoles. Seguro que enseguida nos suena
si recordamos, por ejemplo, aquel caso aún reciente de aquellos tres jóvenes de 16 y 18 años que,
en la madrugada del jueves 19 diciembre de 2005, en Barcelona, vejaron, apalearon y finalmente
quemaron viva a María Rosario Endrinal Petit, una vagabunda que simplemente se limitaba a
dormir en un cajero automático del barrio de Sant Gervasi y que solamente les pidió que la dejaran
en paz. Pero no vamos a exponer este caso concreto. El caso que vamos a exponer a continuación
en la siguiente realidad criminológica es aquel otro caso, parecido al anterior y en la misma ciudad,
en el que un grupo de jóvenes se divertía en Barcelona grabando en vídeo sus agresiones
cometidas contra vagabundos. Casos similares a éstos también se dieron en Valencia y en Madrid.
LA REALIDAD CRIMINOLÓGICA 1.
Agresión de jóvenes a vagabundos
La Policía de Barcelona detuvo a un grupo de siete jóvenes de entre 18 y 20 años, tres de ellos de
estética skin, que “se divertían” pegando y vejando a determinadas personas, sobre todo a indigentes y
ancianos, y que grababan sus actos vandálicos con una cámara de vídeo. Según la Policía, los detenidos,
que actuaban en el distrito barcelonés Nou Barris, casi siempre bajo los efectos de las drogas,
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aprovechaban sus salidas nocturnas para apalear a indigentes que dormían en la vía pública, o a otras
personas que se encontraban por la calle, y grababan sus agresiones, en las que abundaban las burlas a
sus víctimas.
Las investigaciones se iniciaron a raíz de un aviso dado por un vecino de la plaza Maragall, que alertó
hace varios días de la existencia de un grupo de jóvenes que estaba agrediendo a un indigente. La
patrulla policial que llegó a auxiliar al indigente localizó e identificó poco después en las inmediaciones de
la plaza Maragall a seis jóvenes que coincidían con la descripción aportada por la víctima, y se incautó de
una cinta de vídeo en la que aparecían escenas de agresiones a indigentes y varios actos vandálicos.
Ninguno de los jóvenes tenía antecedentes penales. Uno de los arrestados estudiaba Ingeniería, otro
cursaba estudios de Protésico Dental, y el resto eran bachilleres o trabajaban en profesiones manuales.
En las grabaciones se observan agresiones y vejaciones a cuatro mendigos que dormían en la vía
pública o en el interior de cajeros automáticos, insultos a dos jóvenes que llevaban una bandera catalana
durante la Diada del 11 de septiembre, golpes a un vehículo que querían abrir y daños en la vivienda de
una anciana a la que amenazaron, así como destrozos en el mobiliario urbano de las inmediaciones de la
casa. En el contenido de la cinta de la que la policía dio detalles se pueden observar también hechos
como los siguientes. El día 6 de septiembre lanzan una botella a un indigente que duerme en la calle.
Cuando despierta, le quitan los cojines y se los arrojan a la cara, junto a unos cigarrillos que le habían
sustraído y una cerilla encendida. Todo eso estaba intercalado con insultos como “portugués de mierda”,
“gilipollas, hijo de puta y payaso”. El día 23 insultan, humillan y agreden con un palo a un vagabundo. Le
cogen la radio que llevaba y la destrozan contra el suelo.
Ante la reiteración de las agresiones y la posibilidad de que éstas se pudieran repetir y derivar en
hechos de mayor gravedad, la Policía contactó con la Fiscalía, que vio en estas acciones indicios de
posibles delitos contra la integridad moral y daños. El Juez sentenciador escribió en su resolución por la
que encarceló a tres de los detenidos lo siguiente: “Los tratos degradantes ocasionados a los mendigos
constituyen no únicamente un menosprecio o vejamen a uno o varios seres humanos, sino también una
transgresión de la condición humana en la esfera del infranqueable claustro de la ética y la moral de la
persona”.
FUENTE: Elaboración propia a partir del periódico Elaboración propia a partir de: El País, de 2 de noviembre de 2002.
¿Seguro que el caso de estos jóvenes agresores de vagabundos son simples casos que
podamos encuadrar dentro de la generalista categoría diagnóstica psiquiátrica de TD o TAP? Por
otro lado: ¿crees que, como sucede con el término de “asesinos en serie”, los psicópatas solamente
son casos que se dan en los Estados Unidos (y lo digo por aquello de las películas que de allí nos
vienen vendiendo desde antaño)? Pues bien. El caso anteriormente expuesto (como tantos otros
que no caben aquí) es español. Recojamos ahora un peculiar caso norteamericano que parece estar
actualmente de moda en aquel país y que, al igual que las películas procedentes de allí, veremos
cuánto tiempo tardamos en importarlo a España. En la siguiente realidad criminológica exponemos
dicho caso, esta vez de grabaciones de peleas entre vagabundos para posteriormente difundirlas
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 35 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
también por Internet, un lugar que, por cierto, últimamente se está convirtiendo en un gran
escondite de cobardes, pseudo-“tarados” y psico-frikies que no se atreven a dar la cara y que
creen que por este medio sus acciones quedarán impunes.
LA REALIDAD CRIMINOLÓGICA 2.
Las peleas entre vagabundos: Última “moda” en internet generada por
psico-frikies y cobardes en el anonimato
En Estados Unidos, la nueva moda se llama “Pelea entre Vagabundos”. Por apenas un dólar, o incluso
ofreciendo alcohol y drogas, los creadores del macabro pasatiempo consiguen que algunos mendigos se
peleen ante las cámaras. Todo para formar parte de un recopilatorio de vejaciones que sus instigadores
venden a través de internet. En los primeros meses facturaron más de 200.000 euros. Pocas veces la
humillación sale tan barata. Totalmente indefensos, en ocasiones completamente ebrios, los mendigos
son objeto de todo tipo de vejaciones. Su dramática situación es motivo de burla. Los más perturbados
grababan la agresión para poder exhibirlo en internet.
Es su idea de diversión, pero en Estados Unidos, además, se ha convertido en un negocio. Las peleas
entre vagabundos. Es la nueva moda. Sus instigadores aprovechan la necesidad de estas personas para
poner precio a su humillación. Un dólar, 6 latas de cerveza, es el precio que pagan para grabar las
imágenes de sus peleas. A los ideólogos de este esperpento les sale barato. Algunos de estos vídeos han
facturado más de 200.000 euros en sus primeros meses en la red.
La violencia es lucrativa para el que graba las imágenes. Sus tristes protagonistas se juegan la
integridad física, y en ocasiones, presionados por el sádico que busca el más difícil todavía, se ven
obligados a cometer delitos. Se calcula que más de 86.000 vídeos como éstos circulan por la red.
Tras estas dos crudas informaciones periodísticas sobre nuestra más lamentable y repudiable
realidad social juvenil, volvamos a retomar la pregunta que nos formulaba antes el profesor VICENTE
GARRIDO: ¿se puede hablar de psicopatía en el caso de niños y jóvenes? Como ya dijimos
antes, no sólo se puede, sino que además se debe. Casos como los que figuran en las dos
realidades criminológicas anteriores nos llenan de inquietud, y también de dudas, de muchas dudas
sobre la verdadera personalidad de estos jóvenes; además, casos como ésos nos avisan de que
algunas formas de violencia juvenil son esencialmente predatorias y sádicas, las cuales nos
recuerdan, por ejemplo, a La Naranja Mecánica.
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Una implicación importante derivada de los distintos estudios y hallazgos sobre la psicopatía y
los diversos trastornos de conducta infantiles estriba en que los niños con TD constituyen un
subconjunto específico con las características psicopáticas y un subconjunto mayor sin ellas.
Probablemente, pues, cada subconjunto tenga una historia y un curso de desarrollo distinto y, por
tanto, requiera de estrategias de tratamiento diferentes (SALEKIN y LYNAM, 2010).
EL PERFIL PSICOSOCIAL Y
CRIMINOLÓGICO DEL
3. PSICÓPATA: PERSONALIDAD
Y ESTILO DE VIDA
La psicopatía comenzó a tomar forma como un constructo o concepto clínico formal elaborado
a lo largo del siglo XX, fundamentalmente a partir de los años 40, con los trabajos del doctor
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 37 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
CLECKLEY a la cabeza. Sin embargo, las referencias de las personas que ahora fácilmente
reconocemos por haber sido psicópatas se pueden encontrar incluso dentro de fuentes bíblicas,
clásicas, medievales y otras fuentes históricas (CLECKLEY, 1976; ROTENBERG y DIAMOND, 1971).
Las características del psicópata las podemos identificar fácilmente si analizamos tanto su
personalidad como su conducta y/o estilo de vida. De forma general, podemos conceptualizar
y caracterizar a la psicopatía como una anomalía de la personalidad definida por una
constelación de rasgos afectivos, interpersonales y conductuales, donde se incluyen
egocentrismo, irresponsabilidad, emociones poco profundas, carencia de empatía, de culpabilidad y
de remordimientos, mentira patológica, manipulación y violación persistente de las normas y
expectativas sociales.
INSTITUCIÓN-ORGANIZACIÓN: 38 AUTOR Y DOCENTE DEL CURSO:
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Hace ya unos 45 años, y con el fin de sondear la opinión entre los profesionales y de disponer
de un perfil definitivo del psicópata desde el punto de vista clínico, los psiquiatras KENNETH GEORGE
GRAY y HARRY C. HUTCHINSON llevaron a cabo, en 1964, un estudio entre 937 psiquiatras
canadienses. Se les mandó un cuestionario por correo en el que se les pedía que consideraran
cuáles eran, para ellos, los rasgos más notables de los psicópatas. Entre un total de 29 ítems o
rasgos psicopáticos, los 10 ítems que los 677 psiquiatras respondieron finalmente e identificaron
como los más importantes o esenciales en el diagnóstico de la psicopatía fueron los que se reflejan
en el Cuadro 1.
FUENTE: Elaboración propia a partir de GRAY, K. G. y HUTCHINSON, H. C. (1964). The psychopathic personality: A survey of
Canadian psychiatrists’ opinions. Canadian Psychiatric Association Journal, 9(1), 452-461.
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 39 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
La distinción entre psicopatía y criminalidad común fue resaltada también por la mayoría
de los defensores de esta corriente teórica (LYKKEN, 1984; MILLON, 1981; GACONO, 2000). En su
práctica clínica privada, el doctor CLECKLEY habían tenido la oportunidad de observar que no todos
los individuos con los rasgos de personalidad psicopáticos mostraban comportamientos delictivos;
los psicópatas así definidos también se encontraban desempeñando profesiones socialmente bien
INSTITUCIÓN-ORGANIZACIÓN: 40 AUTOR Y DOCENTE DEL CURSO:
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Fue a partir de todas estas observaciones clínicas y distinciones entre la conducta anormal y la
criminal cuando CLECKLEY se dispuso a elaborar el citado listado de 16 rasgos o características de la
psicopatía. Esos 16 rasgos que el doctor CLECKLEY identificó como principales de los psicópatas se
reflejan en el Cuadro 2.
CUADRO 2. Los 16 rasgos psicopáticos o criterios diagnósticos de la psicopatía según H. M. CLECKLEY (1976)
FUENTE: Elaboración propia a partir de BODHOLDT, R. H., RICHARDS, H. R. y GACONO, C. B. (2000, p. 57). Assessing
psychopathy in adults: The Psychopathy Checklist-Revised and Screening Version. En C. B. Gacono (Ed.), The clinical an
forensic assessment of psychopathy: A practitioner’s guide (pp. 55-86). Mahwah, NJ: Lawrence Earlbaum Associates.
Como podemos observar, las tres primeras características señaladas son, en sí mismas,
positivas, y sirven para subrayar el hecho de que el comportamiento psicopático no es una mera
manifestación de un funcionamiento mental alterado –por ejemplo, un esquizofrénico paranoide
tiene un nivel de inteligencia muy pobre, no es encantador, sí tiene delirios y alucinaciones, y
también suele ser nervioso y neurótico–. Por otro lado, las dos últimas características son
indicativas de que el psicópata jamás termina por integrarse en sociedad; es un individuo
extorsionador, que puede ocultar su verdadera máscara, pero que jamás está ni estará realmente
integrado –precisamente porque parece pasar por alto–.
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 41 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
Como ya establecieron JOHNS y QUAY (1962), el psicópata conoce la letra, pero no la música; es
decir, se sabe la teoría –se la sabe “de guión” y la suelta “de parrafada”–, pero en la práctica,
aunque trate de imitarla, no tardará mucho en cansarse de ella y no poder ni querer seguir
sosteniéndola. Es en este sentido en el que podemos decir que el psicópata no puede mostrar
simpatía o genuino interés por los demás; los manipula y utiliza para satisfacer sus propias
conveniencias, y muchas veces incluso sabe convencer a los mismos que ha utilizado de su
inocencia y de sus propósitos de enmienda, recurriendo a una exuberante sofisticación verbal y a
una aparente sinceridad.
Como decíamos antes, algunos autores como DAVID T. LYKKEN (1984) propusieron también el
argumento inverso que sostenía CLECKLEY, es decir, que los individuos que presentan un
comportamiento antisocial crónico no tienen por qué ser necesariamente psicópatas.
Ante tanta especulación personalística y tanta confusión terminológica, tuvo que ser el doctor
canadiense ROBERT D. HARE quien viniera al auxilio y rescate del concepto de psicopatía. Parecía que
ya estaba superado ese sinfín de sustantivos obsoletos que venían arrastrándose desde antaño
INSTITUCIÓN-ORGANIZACIÓN: 42 AUTOR Y DOCENTE DEL CURSO:
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CUADRO 3. Los 20 rasgos o características del psicópata según el PCL-R de ROBERT D. HARE (1991)
FUENTE: Elaboración propia a partir de: HARE, R. D. (1991). The Hare Psychopathy Checklist-Revised (PCL-R): Manual (1ª
Edición). Toronto, Ontario, Canadá: Multi-Health Systems.
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 43 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
1. Superficial. 7. Impulsividad.
2. Sentido desmesurado de la autovalía. 8. Pobre autocontrol de la conducta.
3. Mentira y manipulación. 9. Ausencia de metas realistas.
4. Ausencia de remordimientos. 10. Irresponsabilidad.
5. Ausencia de empatía. 11. Conducta antisocial adolescente.
6. No aceptación de responsabilidades. 12. Conducta antisocial adulta.
FUENTE: Elaboración propia a partir de HART, S. D., COX, D. N. y HARE, R. D. (1995). The Hare Psychopathy Ckecklist:
Screening Version (PCL: SV). Toronto, Ontario, Canadá: Multi-Health Systems.
INSTITUCIÓN-ORGANIZACIÓN: 44 AUTOR Y DOCENTE DEL CURSO:
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frontalmente con los rasgos principales de la psicopatía. Tal es el caso, por ejemplo, de la
denominada psicopatía secundaria o neurótica, habida cuenta que uno de los rasgos centrales de
los trastornos neuróticos es la presencia de ansiedad, de mucha ansiedad, y ya hemos visto que
uno de los rasgos centrales de la psicopatía es, precisamente, la ausencia total de ansiedad, o al
menos la ausencia de ansiedad tal como la sentimos las personas normales en situaciones que son
claramente ansiógenas. A pesar de esto, muchos autores pasaron por alto este importante matiz, y
hoy día son tantas las posibles tipologías de psicópatas como autores que las postula; pero
revisemos brevemente la configuración de estas tipologías.
Como ya hemos visto, HARE (1980, 1985) comenzó a crear su PCL-R o instrumento de
evaluación de la psicopatía a partir de los 16 criterios que CLECKLEY ya ofreciera entre 1941 y 1976,
probando ser una herramienta clínico-forense de gran utilidad en la identificación de sujetos
psicópatas encarcelados, a los cuales se los conocía con el concepto de psicópatas primarios. No
obstante, el mismo HARE (1970, 1974) y las investigaciones sucesivas establecieron que era
necesario diferenciar entre éstos y los “secundarios”. Así, los psicópatas primarios –también
denominados psicópatas “puros”– serían aquellos individuos que cumplen los 16 criterios de
CLECKLEY, mientras que los psicópatas secundarios –también denominados psicópatas
“neuróticos”– serían aquellos individuos capaces de mostrar culpa y remordimiento, así como de
establecer relaciones afectivas, estando su conducta motivada por problemas de índole neurótica.
En 1978, HARE y COX introdujeron un tercer tipo, al que denominaron psicópata disocial, con
objeto de designar a los sujetos con una remarcada conducta antisocial que pertenecen al mundo
marginal o delictivo y que disponen de una subcultura propia –la subcultura delictiva tan
mencionada en Criminología–; tendrían una personalidad normal y serían capaces de funcionar
dentro de su propio grupo delincuencial, mostrando culpa, afecto y apego a la banda o grupo, pero
operando ante los demás sin el menor atisbo de escrúpulos ni remordimientos (HARE y COX, 1978).
delincuentes dentro de un sistema de clasificación que se supone sólo debería abarcar trastornos
mentales, que es para lo que inicialmente fueron creados estos sistemas psiquiátricos de
clasificación. Al hacer esto, lo que realmente está haciendo la APA, además de un ostensible
intrusismo en el campo de la Criminología, es elevar a la categoría de “enfermos mentales” a todos
los delincuentes, independientemente del delito que hayan cometido. Esto es un gravísimo error,
muy parecido al que cometería la Criminología si tratara de criminalizar a todos los enfermos
mentales diciendo que los “locos” son los sujetos más peligrosos y delincuentes de todos.
Afortunadamente, los criminólogos no suelen operar de esta forma, subrayando, de hecho, que los
pacientes enfermos mentales delinquen poquísimo y sólo representan un ínfimo porcentaje del
grueso de la delincuencia en general.
Psicópatas primarios, secundarios y disociales: ¿de veras tiene sentido hablar de “psicópatas”
capaces de expresar afecto, culpa o remordimientos? Sin lugar a dudas, si aceptamos la definición
contenida en el PCL-R, la respuesta a esta pregunta no sólo es que no, sino que además parece
absurdo hablar de psicópatas que puedan exhibir tales rasgos. Por el contrario, si aceptamos
positivamente ese hecho o posibilidad planteada retóricamente, quedará claro que el psicópata se
nos diluirá en los diferentes trastornos de personalidad diseñados por la APA: no es casualidad, y
se da uno cuenta en seguida si echa un pequeño vistazo al DSM, que la psicopatía aglutina varios
rasgos de personalidad de algunos de los denominados trastornos de la personalidad,
fundamentalmente rasgos procedentes de los trastornos narcisista, antisocial e histriónico.
Resulta obvio que la mayor parte de las descripciones sobre la personalidad y conducta de
los psicópatas aluden a su acentuado egocentrismo, a su falta de empatía, a su incapacidad para
trabar relaciones cálidas y afectivas con los demás, razón por la cual los tratan como meros
objetos/cosas en lugar de como personas, no experimentando ni siquiera el menor atisbo de
sentimientos de culpabilidad ni remordimientos por lo que han hecho. Todas estas características
se daban –y se dan–, de manera omnipresente tanto en los psicópatas criminales como en los
psicópatas no criminales. La importancia de esta etiqueta diagnóstica –la psicopatía– nunca fue
baladí (POZUECO, ROMERO y CASAS, 2011a, 2011b); de hecho, llegó a alcanzar tremenda importancia
en conflictos bélicos tan despiadados y sanguinarios como la Segunda Guerra Mundial, donde
paradójicamente se intentaba reclutar, por un lado, a sujetos con la cabeza bien sentada y, por
otro, a sujetos camicaces que fueran capaces de sentir el menor miedo posible y no mostraran
ningún reparo en portar y usar armas de manera indiscriminada.
Sería imposible describir adecuadamente la carrera de este joven sin escribir cientos de páginas. Sus actos
antisociales y la aparente trivialidad de su motivación, así como su incapacidad para aprender de la experiencia
para adaptarse y evitar peligros inminentes que cualquiera podría ver, me hacen pensar que es un ejemplo clásico
de personalidad psicopática. Creo muy posible que continúe comportándose como lo ha hecho hasta ahora y no
conozco ningún tratamiento psiquiátrico que pueda influir en su conducta o ayudarle a adaptarse mejor (CLECKLEY,
1976, pp. 173-174).
Expresiones como “sagacidad o agilidad mental”, “habla de modo muy ameno” o “encanto
excepcional” salpican los textos de CLECKLEY. Este autor se dio cuenta de que, en la cárcel, un
psicópata puede usar sus considerables habilidades sociales para persuadir a un juez de que debe
ir a un hospital psiquiátrico. Una vez en el hospital, donde nadie le quiere –porque es demasiado
molesto e inmiscuye a los demás en problemas–, puede aplicar sus habilidades para obtener un
permiso de salida. Intercaladas entre sus vivas descripciones clínicas se hallan las propias
meditaciones de CLECKLEY (1976) sobre el significado que actualmente se maneja sobre la
conducta psicopática:
El [psicópata] no está familiarizado con los hechos o datos que definen lo que podríamos llamar valores
personales. Tiene una gran incapacidad para entender tales temas. Por ejemplo, le es imposible dedicarle el más
mínimo interés a la tragedia o a la alegría humana representada en la literatura o el arte.
También permanece indiferente a esas mismas emociones en la vida real. Belleza y fealdad (excepto de una
manera muy superficial), bondad, maldad, amor, horror y humor no tienen significado para él, no le motivan.
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 49 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
Le falta, desafortunadamente, la capacidad de ver que los demás se conmueven. Es como si estuviese ciego
para ver el color, a pesar de su inteligencia y su apariencia humana.
Además, todo ello no se le puede explicar porque no hay nada en su órbita de atención que se lo pueda hacer
entender. Puede repetir las palabras y decir que sí lo entiende, pero ni siquiera él puede darse cuenta de que, en
realidad, no entiende (CLECKLEY, 1976, p. 90).
A. Un patrón general de desprecio y violación de los derechos de los demás que se presenta desde la
edad de los 15 años, como lo indican tres (o más) de los siguientes síntomas:
(1) fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta a comportamiento legal, como
lo indica el perpetrar repetidamente actos que son motivo de detención
(2) deshonestidad, indicada por mentir repetidamente, utilizar un alias, estafar a otros para obtener
un beneficio personal o por placer
(3) impulsividad o incapacidad para planificar el futuro
(4) irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas repetidas o agresiones
(5) despreocupación imprudente por su seguridad o la de los demás
(6) irresponsabilidad persistente, indicada por la incapacidad de mantener un trabajo con
constancia o de hacerse cargo de obligaciones económicas
(7) falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o la justificación del haber dañado,
maltratado o robado a otros
EL MUNDO PSICOSOCIAL Y
EMOCIONAL DEL
4. PSICÓPATA: ESCRUTINIO
DE SUS CARACTERÍSTICAS
CENTRALES
La psicopatía es una alteración desviada del desarrollo caracterizada por la ausencia de una capacidad de
relación objetal para establecer vínculos afectivos. La psicopatía es un proceso: una continua interacción de
factores y operaciones que implícitamente están progresando y regresando hacia un particular punto final, una
desidentificación fundamental con la humanidad (MELOY, 1988, p. 5).
La psicopatía describe un
proceso intrapsíquico que tiene
tanto una estructura como una
función. Este proceso, aunque
vulnerable a varios estados
fisiológicos y emocionales, se
caracteriza por patrones
permanentes, o rasgos, que se
expresan comportamentalmente en
las relaciones interpersonales a lo
largo del tiempo. La estructura y
función de la psicopatía, ambas
necesarias y por sí mismas
insuficientes con medidas de
cualquier trastorno de la personalidad, son descriptibles en términos tanto metapsicológicos [primariamente
estructural] como clínicos [primariamente funcional] (MELOY, 1988, p. 17).
Siendo esto así, se nos plantean dos cuestiones de capital importancia: ¿cuál es la
capacidad biológica del psicópata para sentir emoción? y ¿cómo percibe el psicópata sus
propios estados emocionales? En los dos siguientes subepígrafes tratamos de dar respuestas a
estas dos preguntas.
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 53 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
Y en cierto modo, tienes razón, pero sólo en cierto modo. Si has visto también en otros
documentales algo más que ese significativo transporte de sus crías en la boca hacia el agua, te
habrás percatado también de que las mismas madres devoran a sus crías cuando éstas ya están
relativamente crecidas. Tal como expresan los mismos etólogos, hay que tener en cuenta que esa
conducta aparentemente social –la de transportar a las crías sin dañarlas ni comérselas– responde
simplemente al conocido instinto maternal de carácter animal generalizado. En el particular caso de
los cocodrilos, este instinto, dado su primitivo o reptiliano cerebro, está mucho más arraigado que
en cualquier otro subtipo de la especie animal.
Así, pues, desde el punto de vista etológico –que estudia el comportamiento animal– y
psicoevolutivo –un enfoque explicativo procedente de la Psicología Evolutiva o Psicología del
Desarrollo–, el instinto animal, en sentido general, es una pauta biológica que la poseemos todos
los animales –incluidos los humanos–, pero una pauta que poco tiene que ver con los procesos
psicológicos básicos. En este sentido, y para que nos entendamos todos, pongamos un ejemplo:
aquella persona que nunca se ha pinchado con las espinas de una rosa tras cogerla puede
desarrollar y poner en funcionamiento la capacidad de reacción instintiva primaria o primitiva de
soltar y dejar caer la rosa al suelo de la misma forma que la persona que ya haya experimentado
esta experiencia aversiva. Por tanto, puede haber aprendido a reaccionar así tanto a través de la
observación ajena o simplemente porque le hayan dicho que el tallo de las rosas tiene espinas que
pinchan mucho. Así, no será necesario que condicione psicológicamente esta experiencia aversiva
para que en posteriores ocasiones reaccione de manera instintiva.
Pero volvamos de nuevo a nuestra hipótesis de los estados reptilianos de MELOY (1988). La
conducta maternal y aparentemente social de las hembras de cocodrilo simplemente responden a
un instinto biológico –una reacción instintiva, si lo prefieren– muy primitivo que específicamente
los reptiles tienen asentado de manera mucho más fija que el resto de animales, pero no a una
respuesta emotiva hacia sus crías tal como la entendemos en general. El resto de conductas
sociales y de supervivencia las tienen bastante atrofiadas o no desarrolladas, conformándose,
pues, con lo más básico. Por tanto, el instinto maternal, la conducta de almacenar o acumular
como forma de previsión y la conducta social son tres aspectos bien característicos de los
mamíferos, pero no de los reptiles ni de los psicópatas.
Los clínicos frecuentemente describen a los psicópatas como individuos dotados de poderosos mecanismos de
defensa que sofocan perfectamente la ansiedad y el miedo. La investigación de laboratorio apoya esta versión y
sugiere que debe haber una base biológica detrás de esa habilidad para controlar el estrés. Suena como si
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 55 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
tuviésemos que envidiarles. Sin embargo, lo malo del asunto es que la línea que separa la valentía y la temeridad
es muy delgada: los psicópatas están siempre metiéndose en líos, en gran medida porque su conducta no se ve
motivada por la ansiedad o por las claves que les avisan del peligro. Es como si llevasen gafas de sol por la noche:
parecen estar “de moda”, pero se pierden lo que pasa a su alrededor (HARE, 1993, pp. 194-195).
Finalmente, en cuanto a la conducta social, los psicópatas «comparten con los reptiles la
incapacidad para socializar de un modo afectivo y genuinamente expresivo» (MELOY, 1988, p. 68),
lo cual nos recuerda la proverbial ausencia de empatía y de vínculos significativos que CLECKLEY
(1941, 1976) ya postulara sobre este tipo de personas.
Así, puede decirse que los otros son percibidos por el psicópata de forma defensiva, como una
especie de actualizaciones de parte de su estructura grandiosa del “yo”, es decir, que el psicópata
se irá sintiendo más grandioso –se irá actualizando su propio ego– con cuantas más víctimas
cosifique –empleé como meros objetos o cosas que les resulten útil para sus propios fines
egoístas–. La forma defensiva en que percibe y se presenta el psicópata ante los demás,
simplemente, forma parte de su peculiar forma de pensar, y así procede siempre porque cree que
establecer lazos afectivos y duraderos con cualquier persona podría perturbar su continuo e
imparable estilo de vida asocial, antisocial y/o parásito, que no deja de ser tan cotidiano y rutinario
como el de cualquier otra persona normal.
Las tesis de MELOY pueden resumirse en el hecho de que los psicópatas parecen tener una
emocionabilidad condicionada por ciertos sustratos biológicos infrahumanos. El desarrollo de esta
experiencia emocional se realiza mediante un planteamiento psicoanalítico del desarrollo, en el que
un carácter marcadamente narcisista permite la expresión de instintos que no han sido
adecuadamente elaborados por el “yo” consciente y socializado. Muy al contrario, “el yo” del
individuo –grandioso, narcisista– no hace sino potenciar pautas de conducta y deseos que son
impelidos por una biología “reptiliana”, una biología muy básica y primitiva incapaz de posibilitar
una socialización prosocial.
Si la mente del psicópata hemos dicho que es especialmente peculiar por sus marcados
rasgos de personalidad anormales, la conducta de este tipo de sujetos no lo es menos dados
sus rasgos comportamentales desviados. CLECKLEY (1941, 1976) afirmó que la característica
esencial del psicópata consiste en la deficiente respuesta afectiva que manifiesta hacia otras
personas, lo cual explicaría parte de su conducta asocial y/o antisocial.
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 57 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
Siendo esto así: ¿cómo es el mundo psicosocial del psicópata?, ¿cuál y cómo es su
manera de relacionarse con y comportarse ante los demás?
Ya en 1962, JOHNS y QUAY habían señalado que el psicópata es incapaz de mostrar simpatía o
genuino interés por los demás; eso sí, cuando predominan sus propias conveniencias, los autores
afirman que el psicópata recurre a una exuberante sofisticación verbal y a una aparente sinceridad
para manipular, engañar y convencer a los demás. En la misma línea, FOULDS (1965) y BUSS (1966)
consideraban que el egocentrismo y la falta de empatía son los factores responsables de las
anormalidades de los psicópatas en sus relaciones interpersonales.
¿podrían haber sido considerados como psicópatas? Indudablemente, como veremos más adelante
con el caso de los psicópatas integrados, sí.
En general, los y las psicópatas son personas incapaces de establecer lazos afectivos ni
duraderos con nadie; de hecho, ninguno de ellos habrá demostrado algún tipo de sentimiento
genuinamente humano hacia alguien. Sus relaciones con los demás están llenas de connotaciones
egoístas, manipulándolos con gran facilidad y sin el menor atisbo de escrúpulos. Su desarrollo
personal gira en torno a sus propios impulsos y necesidades inmediatas –aquí, ahora y ya–,
manteniendo un estilo de vida inestable, muchas veces errante, ambulante o nómada –sin tener un
lugar fijo, lo que, lógicamente, le supondría una atadura que le impediría seguir moviéndose a su
antojo y libre albedrío–, parásito y sin propósito alguno –un “sin oficio ni beneficio”, que se suele
decir a nivel coloquial–.
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 59 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
Algunos psicópatas tienen un elevado coeficiente de inteligencia –CI–; muchos realizan –los
terminen o no– estudios superiores o son conocedores de temas concretos; viven exclusivamente
el presente y de forma muy intensa, ya que no saben hacer planes de futuro a largo plazo –más
concretamente, los saben trazar o esbozar (de boquilla), pero no saben qué hay que hacer para
llevarlos a cabo y, además, con eficacia–.
Lógicamente, los casos “puros” o “de libro” son difíciles de hallar. Hay muchas teorías que han
intentado explicar la personalidad, emociones y conducta del psicópata, cada cual basada en un
enfoque o modelo propio. A continuación vamos a exponer brevemente tres de las más relevantes,
basadas, fundamentalmente en una perspectiva psico-sociológica.
experimentar vergüenza, lealtad, contrición o identificación con un grupo. No sabe comprender las
razones por las que la sociedad censura su conducta ni tampoco los castigos que le impone. Es
insensible a los deseos y a las necesidades de los demás, carece de inhibiciones y escrúpulos, y no
siente ningún afecto profundo o genuino a causa de su incapacidad para identificarse con las
demás personas.
Otra explicación relacionada con la anterior es la teoría de la fachada social, que se basa en
la sugerencia lanzada por GREENACRE (1945) de que la psicopatía es consecuencia de haber tenido
un padre inflexible y distante, y una madre indulgente, frívola y sólo deseosa de agradar; en una
palabra, de haber tenido unos padres narcisistas y únicamente preocupados por las apariencias
externas. El hijo lleva a cabo una especie de exhibición de escaparate –en España decimos que tal
sujeto se comporta “de cara a la galería”–, en virtud de la cual, los comportamientos que se
reflejan favorablemente en los padres quedan afianzados, y los fallos quedan negados, ocultados o
rechazados. Debido a ello, el niño…:
… queda privado de toda confrontación con lo real y sus actos ya desde la más temprana edad, se miden o
valoran más por su apariencia que por su contenido intrínseco. Se observan en miniatura las actitudes que después
adoptan típicamente los psicópatas; por ejemplo, la superior valoración de lo que parece ser con respecto de lo que
es efectivamente. Esta característica de su modo de ser, junto con el considerable empobrecimiento emocional que
experimenta, tiende a crear en él una visión insuficiente de la realidad, con lo cual la primera consideración se
dirige en todo momento hacia lo más superficial (GREENACRE, 1945, p. 449).
La idea de que los psicópatas pueden adoptar una “fachada” social sin otra coacción moral o
emocional más que lo que “ven considerado como bueno para los demás” es una reminiscencia del
concepto de demencia semántica elaborado por CLECKLEY (1941). Si no hay razones “reales” a
favor de un determinado comportamiento socialmente aceptable, entonces el asombro del
psicópata ante lo que la sociedad le exige resulta incomprensible.
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 61 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
En efecto, debe tenerse presente que, según SILVANO ARIETI (1967), el psicópata parece actuar
exclusivamente según el criterio de lo que es o no es aceptado por la sociedad, pero desde un
punto de vista racional en vez de emocional; es decir, los psicópatas muestran una
racionalización de las emociones, pero según sus propias “reglas”. Así, aunque a veces pueden
obrar de un modo correcto, cuando tratan de relajar su tensión pueden quedar sorprendidos al ver
que se les censura por hacer lo que a ellos les parece lógico y aceptable en aquellas circunstancias.
Cuando estudiamos los factores cognitivos, encontramos que los psicópatas presentan un
rasgo de personalidad muy destacado: nos referimos a su alto egocentrismo-narcisismo. En
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este sentido, podríamos decir que una de las claves definitorias de estos sujetos es su extremado e
inflado sentido de autovaloración grandilocuente, es decir, una exaltación extremada de la
propia personalidad, hasta el punto de considerarla como el centro de la atención y actividad
generales. Los psicópatas se aman muchísimo a sí mismos: intentarán demostrar su estatus y
cualidades superiores pisoteando y humillando a los demás. Tratamos con un ser egoísta,
irresponsable e indiferente ante las normas, incluso con un cierto tono “chulesco” por su idea
personal de que siempre permanecerá impune por sus conductas. Se trata de una persona que
tiende a vivir al día y no le preocupa el futuro lo más mínimo, salvo que algo le haga pensar que
“el mañana” podría verse socavado de alguna forma en la que no pueda ejercer cierto dominio y/o
control, en cuyo caso saldrá huyendo hacia otro ambiente y/o circunstancias que le provean algo
de estabilidad momentánea y le permita seguir parasitando.
Queda claro que, debido a su necesidad inmediata de estimulación, las metas o fines que
busca el psicópata suelen ser a corto plazo, a muy corto plazo: si una situación que ha buscado no
le interesa, la aguantará estoicamente hasta que encuentre otra que le satisfaga más, de ahí el
calificativo que le damos de “parásito” social y nomadismo crónico. Hay que tener en cuenta que
los intereses del psicópata se focalizan en el ambiente inmediato y en el factor oportunidad –de ahí
que digamos que son oportunistas–, por lo que resulta comprensible que perciban a los demás
como meros objetos que manipular para conseguir sus objetivos: lo de que «El fin justifica los
medios» que ya expresara en su tiempo MAQUIAVELO, en el caso del psicópata es un acierto pleno.
Los psicópatas perciben a las personas como un objeto cualquiera, y por ello las cosifican –las
transforman en “cosas” u “objetos”–; en algunos casos harán uso de las personas para beneficio
persona, mientras que en otros casos serán percibidas como un obstáculo ambiental que interfiere
en sus deseos, caprichos y “ensueños”. En general, el psicópata se caracteriza por un estilo de vida
inestable, parásito y sin propósito: a pesar de su propia falsa creencia de que es independiente y
autosuficiente, lo bien cierto es que depende tremendamente de los demás y no intenta conseguir
una estabilidad e independencia reales en su vida. Ya lo hemos dicho antes: todo aquello que les
suponga un vínculo, lazo o atadura que de algún modo perciban que pudiera ligarles de por vida,
sin duda alguna lo rechazarán y comenzarán otra vez con una nueva historia o aventura en la que
siempre repetirán el mismo patrón de personalidad y de conductas.
Con lo dicho anteriormente, uno podría quedar un tanto sorprendido por la capacidad tan
camaleónica con que los psicópatas se mueven entre nosotros. Podríamos preguntarnos algo así
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 63 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
como lo siguiente: ¿cómo lo hace?, ¿cómo es posible que haga lo que haga para conseguir sus
fines y que los demás no nos apercibamos de este tipo de artimañas que, aparentemente, deberían
ser a todas luces visibles?
Pues bien. El mundo psicosocial del psicópata, de nuevo, no deja de desvincularse tanto de
sus rasgos de personalidad como de sus patrones comportamentales. Para obtener los fines
anhelados, el psicópata se provee de una gran locuacidad y encanto superficial (HARE, 1980,
1993, 2003a), algo que es favorecido por tener una personalidad aparentemente –aunque sólo en
los primeros momentos– extrovertida (EYSENCK, 1977; HARE, 1982, 1998b).
Se trata de una persona muy locuaz –no me refiero a la típica persona “parlanchina”, sino a la
que tiene una labia impresionante–, encantadora –casi “hechizadora”, como una especie de
prestidigitador verbal y emocional, un vulgar “comecocos” pero convincente–, amena, entretenida
y muy ingeniosa –dada su impulsividad y constante búsqueda de estimulación y de nuevas
experiencias/juegos–, que suele dar una buena imagen de sí misma. El psicópata es una persona
que se considera muy segura de sí misma y que no se considera –aunque lo sea– como una
persona fracasada: quizás al principio –y esto forma parte de su ciclo de manipulación para llamar
la atención sobre sus víctimas y así poder “engancharlas”– pueda presentarse ante los demás como
una especie de “pobrecita víctima de las circunstancias y/o de la vida”, pero en seguida notarás el
cambio radical cuando comience a desplegar sus encantos más grandilocuentes, así como sus
frecuentes desaires –y/o salidas de tono– y sus aires de superioridad ante los demás y, sobre todo,
ante las figuras de autoridad o de más estatus que ellos (POZUECO, 2010b).
El psicópata es también una persona pendenciera: pleiteará y montará altercados con todo
aquel que se le ponga por medio si de ello percibe que pudiera sacar tajada o pingües beneficios;
es muy difícil tratar con fantasmas de oficio, y los psicópatas lo son, de ahí que negociar con el
psicópata puede resultar, al final, un maldito ejercicio, un mal negocio. Con sus reiteradas mentiras
y su gran capacidad de manipulación y seducción te hará escuchar disparates que van a sacarte de
quicio, pero los psicópatas están tremendamente seguros de que terminarán convenciéndote,
aunque “vean” que las posibilidades de éxito son realmente ínfimas.
D. AUSENCIA DE REMORDIMIENTOS Y DE
SENTIMIENTOS DE CULPA: NO LO SIENTO
¿Cómo puedes contrastar esto que te digo para “cazarlo” en su propia mentira y simulación de
emociones? Por ejemplo, no pierdas de vista que el psicópata, en sus relaciones, demuestra un
afecto superficial y poco duradero, siendo realmente incapaz de describir estados afectivos más
profundos (FOULDS, 1965; BUSS, 1966; HARE, 1993, 2003a). En este sentido, y no es ninguna
broma, cuenta las lágrimas que se le caen de los ojos, el tiempo que duran sus falsos sollozos;
pídele que te explique con detalles cuáles son sus sentimientos hacia ti y cuáles son los planes de
futuro que ahora te presenta como nuevos. Pero no te conformes con esto, no seas ingenuo: pídele
que te explique con pelos y señales de qué forma y con qué medios va a hacer realidad todo
aquello que ahora te vuelve a prometer. Como quizás estarás ya pensando y habrás intuido, pronto
te darás cuenta de que ni hay nada nuevo que presentarte ni tampoco existen los medios
adecuados que justifiquen verídicamente y de forma madura y realista los benévolos y románticos
fines o proyectos de vida que otra vez te está intentando vender y colar.
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 65 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
En algunas ocasiones, su actuación será más bien impulsiva por esa necesidad inmediata e
imperiosa de nuevas estimulaciones/sensaciones (HARE, 1982), mientras que, en otras ocasiones,
su actuación demostrará una gran frialdad en actos muy meditados y elaborados (WELLS, 1988). En
cualquiera de los casos, no te olvides de que el psicópata jamás “se calzará” tus zapatos, jamás
podrá ponerse en tu piel.
Otra de las manifestaciones conductuales más típicas del psicópata es su fuerte agresividad,
y no necesariamente tiene que ser de carácter físico: en algunos casos –y es en este sentido
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Aunando todo el análisis realizado hasta aquí sobre la personalidad y conducta del psicópata,
sólo nos queda desgranar el por qué de tanta anormalidad o normalidad, según se enfoque, el por
qué y el por dónde de todo ese recorrido personológico y conductual hasta llegar a un individuo con
tales características.
Para tratar de dar crédito a todo este sinsentido sobre su personalidad, lo que vamos a hacer
a continuación es manejar dos hipótesis de trabajo que creo interesantes y que puedan dar
respuesta sobre la forma de ser de este tipo de individuos. Es bastante probable que el mayor
defecto de los psicópatas resida tanto en un ostensible razonamiento moral inmaduro (REDONDO,
2008) como en un gran fracaso de la conciencia (GARRIDO, 2005a), ambos defectos estrechamente
interconectados entre sí. Estas son, pues, las dos hipótesis de trabajo con las que vamos a finalizar
este análisis sobre la mente y conducta psicopáticas del presente TEMA 1.
En este sentido, uno de los objetivos generales y más frecuentes incluidos en los tratamientos
psicológicos aplicados tanto a los delincuentes como a las personas en situación “de riesgo” y/o
exclusión social consiste en ayudarles a mejorar sus capacidades y habilidades para tomar en
cuenta distintas perspectivas y aspectos de las situaciones a que se enfrentan, en relación con las
opciones de comportamiento que se presentan en la vida diaria. Todo este conjunto de técnicas en
habilidades sociales y potenciar los recursos personales también son empleados en las terapias con
personas normales que acuden a consulta alegando problemas cotidianos para los que o bien no
tienen recursos suficientes de afrontamiento de los mismos o bien los tienen pero no saben cómo
activarlos y practicarlos.
CUADRO 6. Los niveles y estadíos del desarrollo del juicio o razonamiento moral
NIVEL 1: PRE-CONVENCIONAL
La persona que se sitúa en este nivel responde a las normas culturales y a las etiquetas de
“bueno” y “malo”, correcto o incorrecto, pero se interpretan o bien en términos de las consecuencias
físicas o hedonistas de la acción (castigo, recompensa, intercambio de favores), o bien en términos
del poder físico de los que establecen las normas. La persona adopta una perspectiva individual
concreta. El individuo enfoca una cuestión moral desde la perspectiva de los intereses concretos de
los individuos implicados. Busca defender sus intereses concretos y particulares, evitando los riesgos.
No se guía por lo que la sociedad define como correcto.
Este primer nivel caracteriza a niños menores de 9 años, a algunos adolescentes, a muchos
delincuentes adolescentes y adultos, y a muchos adultos con un pensamiento y conducta
infantiloides.
ESTADÍO 1 ESTADÍO 2
NIVEL 2: CONVENCIONAL
En este segundo nivel se encuentra la mayoría de los adolescentes y adultos: hay un cierto
progreso moral.
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ESTADÍO 3 ESTADÍO 4
En este nivel hay un claro esfuerzo por definir los principios o valores morales que tienen validez y
aplicación, al margen de la autoridad de las personas o los grupos que los mantienen y al margen de
la propia identificación del sujeto con esos grupos. Es el nivel de la moralidad de los principios en
virtud de los cuales se juzgan las normas. Por tanto, en este nivel, las personas normales
considerarían que lo prioritario para la sociedad es el ejercicio de los derechos humanos y de las
libertades ciudadanas.
En este tercer y último nivel no están todos los que son ni son todos los que están. Es un nivel
minoritario; KOHLBERG subrayó que pueden acceder a este nivel aquellos sujetos que pongan en
cuestión o en tela de juicio las normas de su sociedad siempre que lo hagan desde principios de la
humanidad.
ESTADÍO 5 ESTADÍO 6
FUENTE: Elaboración propia a partir de MESTRE ESCRIVÁ (2000) y REDONDO ILLESCAS (2008).
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 71 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
Una revisión del modelo de KOHLBERG llevada a cabo en 2003 por JOHN C. GIBBS en su libro
Moral Development and Reality (Desarrollo Moral y Realidad) ha puesto el acento en el papel que
desempeñarían la capacidad del sujeto para adoptar una perspectiva social y su capacidad de
empatía –de poner en el lugar del otro–. La teoría del razonamiento “sociomoral” del doctor
GIBBS abarca tres niveles o fases –razonamiento moral inmaduro, razonamiento moral maduro y
razonamiento existencial– que integran siete estadíos del desarrollo moral. Para los propósitos de
este tema nos centraremos en los dos primeros, los cuales sintetizamos en el Cuadro 7.
ESTADÍO 1: ESTADÍO 3:
Unilateral y Físico Mutualidades (Recíproco y Prosocial)
ESTADÍO 2: ESTADÍO 4:
Intercambios Pragmáticos/Instrumentales Sistemas (Sistémico y Estandarizado)
FUENTE: Elaboración propia a partir de GIBBS, J. C. (2003, pp. 74-75). Moral development and reality: Beyond the theories of
Kohlber and Hoffman. Thousand Oaks, CA: Sage Publications.
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ESTADÍO 1 ESTADÍO 2
Ejemplo: Robar algo de dinero porque tu Ejemplo: Robar un coche sin alarma dentro
padre te lo pide (normalmente un padre debería de un parking sin medidas de seguridad (como
ser la persona que castigase una infracción, el infractor piensa que es imposible que lo pillen
pero en esta situación no sería así). –riesgos–, luego será divertido conducirlo
rápido –recompensa–).
ESTADÍO 3 ESTADÍO 4
ESTADÍO 5
Postulado: El delito se justifica si con ello se preservan los derechos humanos fundamentales o la
justicia social.
FUENTE: Elaboración propia a partir de PALMER, E. J. (2003, p. 100). Offending behavior: Moral reasoning, criminal conduct
and the rehabilitation of offenders. Cullompton, Devon (Reino Unido): Willan Publishing.
Huelga decir que todas estas formas relativamente sutiles de justificar la comisión de
infracciones penales –ya reviertan éstas el carácter de falta o de delito– no sólo se dan entre los
delincuentes, sino que también se dan entre las personas normales que no tienen antecedentes
penales. Ahora, eso sí: dicho tipo de pensamiento justificador de tales acciones es un pensamiento
más o menos pobre en el sentido de que, por generalización, podría terminarse pensándose así en
cualquier otra situación en la que se dieran la oportunidad y las circunstancias propicias.
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En este último aspecto, los sujetos psicópatas son los que más alerta están a este tipo de
situaciones, y no dejarán escapar la más mínima oportunidad si se les presenta o la buscan. Un
ejemplo muy clarificador de esto lo constituyen los denominados en Criminología como
delincuentes de cuello blanco –entre los que destacan los políticos corruptos que meten la
mano allí donde puede –, una tipología de delincuentes que siempre han existido y que ahora están
mucho más en auge que antes porque actualmente el número de sinvergüenzas es mayor que
antaño y entre todos ellos suelen taparse de forma generalizada, hasta que se da con ellos –parece
como si antes hubiera mucho más “pudor” y honradez, pero los tiempos, con y junto a la sociedad,
cambian; de ahí que el físico y criminólogo francés ALEXANDRE LACASSAGNE dijera que «La sociedad
tiene los criminales que se merece», cada unos en sus respectivas épocas–.
hace poco tiempo, HARE y BABIAK (2004) nos ofrecieron una conferencia con el mismo título del
citado libro, sobre este tipo de “serpientes embutidas en trajes de chaqueta”, en Barcelona.
o la gente que nos rodea, todo eso es algo más que una cuestión racional: es una cuestión moral,
un comportamiento que está muy influido también por las emociones de la persona. Lo que une a
gente como el DALAI LAMA y la Madre Teresa de Calcuta es su profunda conciencia. Pero, ¿qué es
la conciencia? una vez más, el profesor VICENTE GARRIDO nos ilustra al respecto:
La conciencia es mucho más que el deseo de mantener una imagen ante los demás, lo que podríamos llamar la
imagen pública. Tampoco es el deseo de evitar la desaprobación de los demás o el castigo por parte de la autoridad
que ha de juzgarnos. Finalmente, tampoco la conciencia puede suponerse porque el agente de la acción haya
actuado de forma bondadosa: incluso sujetos crueles pueden tener gestos positivos, episodios de generosidad que
objetivamente hayan beneficiado a uno o a muchos.
La conciencia es algo que se construye en el mundo de los afectos, de los sentimientos. Las personas tenemos
conciencia porque somos capaces de relacionarnos emocionalmente con los demás: porque sentimos compasión,
piedad, amor hacia los que nos rodean, porque tenemos la sensación íntima de que no podemos maltratar a los
otros –aunque no los conozcamos–, porque nos exige actuar de acuerdo a unos criterios morales que nos dicen lo
que podemos hacer y lo que no (GARRIDO, 2005a, pp. 57-58).
Sí, efectivamente: el reino de la tiranía, como bien advierte el profesor GARRIDO. Porque no
hay que olvidar que los psicópatas son tiranos, y que los tiranos, al igual que los psicópatas, no
tienen conciencia. Sin lugar a dudas, cuando una relación está bajo mínimos, la dominación es
parte de lo poco que le queda al psicópata de esta relación para seguir regocijándose en el propio
dolor que tanto disfruta causando. Cuando rechazamos a un psicópata o simplemente se siente
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 77 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
rechazado, es poco probable que deje de controlarte hasta que no termine de aburrirse de ello y
encuentre una nueva víctima a la que socavar nuevamente la moral y la paciencia –recuérdese que
la tendencia al aburrimiento y la búsqueda continua y desmesurada de nuevas sensaciones son dos
de las características esenciales de la psicopatía– (POZUECO, 2010b). Mientras tanto, para no perder
el hilo de su “no conciencia”, el psicópata va a manipular a su ex-pareja con todo el horror del
mundo y a través de las artimañas más impensables.
Un ejemplo de esto es el
interesante libro In A Different Voice:
Psychological Theory and Women’s
Development –En Un Tono Distinto: La
Teoría Psicológica y el Desarrollo de las
Mujeres–. Este libro fue escrito en 1982
por la doctora y profesora
norteamericana CAROL GILLIGAN –re-
editado en 1993–, y se trata de un
texto sobre estudios de género donde
critica las fases del desarrollo moral de
KOHLBERG por el hecho de que este otro
investigador empleó mayoritariamente
sujetos varones para su estudio.
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Como no podía ser de otra manera, no podemos negar la realidad al respecto y debemos
recurrir a esa ya clásica sapiencia popular que asesta que las diferencias existen. Y claro que
existen. No cabe la menor duda, y el tiempo y el curso de la historia así lo ratifican, de que
hombres y mujeres emplean muchas veces la ética de la justicia y la ética del cuidado, así como
también es cierto que las personas y las sociedades varían en las razones que encuentran para
valorar moralmente un acto. En este sentido, y al margen del relativismo cultural, la mayoría de las
personas esperamos que los demás actuemos en el plano de nuestra conciencia y emociones con el
objetivo último de satisfacer la máxima de respetar la integridad moral y la vida de las personas
implicadas por encima de todo. Pero esto no es juicio o razonamiento moral: el razonamiento
moral –es decir, el modo en que pensamos cuando estamos frente a un dilema moral– varía con el
sexo, la edad y la cultura. El elemento clave en el razonamiento moral es la conciencia, algo
que debe permanecer constante en nosotros; se trata de ese vínculo profundo con otros seres
humanos, de la comprensión de que todos dependemos de todos, y cualquiera que sea el origen de
esa comprensión, ésta es la esencia de la conciencia.
Sin embargo, como ya decíamos al principio de este subepígrafe, hay gente que no tiene
conciencia, y la verdad es que nos resulta harto difícil siquiera imaginarlo: ¿cómo es posible no
tener conciencia y, sin embargo, poder seguir moviéndote en este mundo, entre las personas,
como si nada, como si las todas relaciones no fueran más que contratos mercantiles de los cuales
sacar el máximo provecho?
Pues bien. Esto es posible si se tiene una mente psicopática, para lo cual no hay que tener
conciencia, y para no tener conciencia tampoco se tienen sentimientos de culpa ni de
remordimientos por las acciones que se llevan a cabo. Y algo más: tampoco la psicopatía conoce de
edades, sexos, estatus, profesiones, etc. –como ya vimos al principio de este tema– (POZUECO,
PSICÓPATAS INTEGRADOS: 79 TEMA 1
La TRIOPE en las Diversas Relaciones y Contextos ¿Qué, Quién y Cómo Es Un Psicópata?
2010b). Quizás mucha gente piense que, en realidad, la conciencia no existe porque no la podemos
ver, palpar, medir, etc. Esto no es cierto: de nuevo le cedemos la palabra a VICENTE GARRIDO para
que, en extensión y a través de la siguiente realidad psicosocial, aclare algunos matices.
LA REALIDAD PSICO-SOCIAL 3.
Es difícil no tener conciencia, pero los hay
La presencia o ausencia de conciencia es una profunda división humana, mucho más importante que
la inteligencia, la etnia o incluso el sexo. Las personas que tenemos conciencia no la notamos en la vida
diaria, es como respirar, un reflejo vital. Salvo situaciones excepcionales –cuando nuestra moral es
puesta a prueba de modo sorprendente, por ejemplo, por el encuentro azaroso de una cartera llena de
dinero en cualquier lugar– no tenemos que decidir habitualmente si alimentamos a nuestros hijos, si
tratamos de modo honesto a nuestros clientes, o si debemos coger dinero de la máquina registradora de
la tienda… Por eso nos parece tan chocante que alguien “olvide” hacer esas mismas cosas: que no
alimente a su hijo durante dos días, que sierre las patas de los perros de una protectora de animales
(como ocurrió hace siete años en Terrassa), que un letrado se apropie del dinero que el seguro ha puesto
en sus manos como abogado de una mujer que ha quedado tetrapléjica tras un accidente (como hizo el
abogado Luis Pinillos con su clienta Barnadeta)… Y en verdad resulta difícil imaginar que el problema de
lo que vemos y oímos está en la falta de conciencia del autor, porque ciertamente requiere de un gran
esfuerzo por nuestra parte imaginar eso.
No es lo mismo que la depresión, o el “ataque de nervios” tras una pérdida dolorosa. Esta y otras
situaciones las experimentamos muchos de forma cotidiana, en un momento u otro de nuestras vidas,
pero: ¿cómo será el mundo sin conciencia?, ¿cómo podemos percibir la realidad si estamos moralmente
ciegos, si la realidad –con las alegrías y los pesares de los que nos rodean– no nos afecta más que como
un balance puramente egoísta, que nos beneficia o nos perjudica?
Pero ya que esperamos que la gente tenga conciencia, nos resulta difícil ver que no está cuando
debería estar, salvo que se haga muy obvio a través de gestos brutales que nos conmocionan. Además,
si la persona sin conciencia es nuestro hijo, la dificultad en comprender realmente el hecho se hace
mayor, porque buscamos con mayor hincapié cualquier otra razón que pueda explicar lo sucedido: los
celos de un hermano, la tensión derivada de los estudios, las malas relaciones con los amigos que le han
dejado de lado, la dificultad de adaptación a un nuevo país… cualquier cosa vale antes que pensar que el
problema está en el carácter, en el “modo de ser” del hijo. Ya que la ausencia de culpa, la frialdad
absoluta ante el dolor que se causa en otro ser humano, es algo que va más allá de nuestra imaginación,
nos quedamos paralizados y sin comprender nada cuando somos testigos de actos que manifiestan,
claramente, esa libertad frente a los sentimientos ajenos.
¿Cuál es sino la fuente de nuestra angustia ante casos como el homicidio de Sandra Palo, esa chica
con síndrome de Down que resultó violada, torturada y finalmente asesinada por una jauría de jóvenes?
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¿Por qué nos resulta tan difícil de creer que un joven de 16 años se levante un día, después de haber
meditado y esperado la mejor oportunidad, y destroce a sus padres y hermana minusválida a golpes de
catana? [Se refiere a José Rabadán Pardo, más conocido como “El Asesino de la Catan”, de Murcia].
Nos quedamos sin palabras porque no podemos creer lo que vemos o leemos: no es posible que haya
gente sin conciencia, que no sienta nada ante el sufrimiento y destrucción que lleva a la vida de otro. Y
sí, en actos de esta índole es cuando la culpa y las otras emociones morales (la compasión, la piedad, la
responsabilidad por el bien del otro) destacan por no estar cuando deberían estar.
FUENTE: Elaboración propia a partir de: GARRIDO, V. J. (2005a, pp. 60-62). Los hijos tiranos: El síndrome del emperador.
Barcelona: Ariel.
Es importante recalcar aquí varios aspectos fundamentales. Como bien señala el doctor
GARRIDO, las personas que tenemos conciencia no la notamos en la vida diaria, es decir, no es
necesario que apelemos continuamente a ella para ratificar que la poseemos. En el mismo sentido,
ya lo decía ingeniosamente el escritor y novelista suizo ROBERT WALSER –en su genial obra El Paseo,
de 1917– cuando hablaba de la felicidad: «El que es feliz, sencillamente no piensa en serlo». Sin
embargo, el psicópata ni es feliz, ni piensa en serlo, ni tampoco puede apelar ni al sentido común
ni a la conciencia, sencillamente porque no los posee, porque no forman parte de su repertorio
racional y emocional.
RESUMEN Y
5. CONCLUSIONES
Ya lo hemos dicho: la psicopatía es un tema que está tanto edulcorado como tergiversado,
según sea el caso y los fines de cada autor, fundamentalmente por el fuerte influjo del
sensacionalismo característico de los medios de comunicación, quienes no hacen otra cosa que
vender imágenes y/o falsas ideas; quizá no todos, pero sí ya muchos.
Por otro lado, que un o una psicópata delinca es una cuestión en la que tienen que muchos
otros aspectos a parte de una posible personalidad psicopática. El hecho cierto es que la mayoría
de los delincuentes, afortunadamente, no son psicópatas, como tampoco todos los psicópatas son
delincuentes. La psicopatía es una condición psicológica, no criminológica; en este sentido,
cualquier pronóstico podría ser bastante arriesgado, ya que la mayoría de las personas psicópatas
se las ingenia muy bien para seguir “tirando para adelante” sin tener contactos formales con el
sistema de justicia criminal. Por tanto, tampoco psicopatía es sinónimo de criminalidad,
independientemente de que algunos/as psicópatas sean más sociales, otros más asociales y aún
otros más antisociales.
La razón de que tengamos que ser tajantes con todos estos matices es evidente: la historia
del concepto de psicopatía nos ha demostrado que éste ha venido siendo depurado por numerosos
autores dadas las controversias y polémicas que otros le han creado. En este sentido, va a ser
difícil llegar a un acuerdo general, pero, en lo común, la mayoría de los estudiosos de la psicopatía
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tienen claro que ésta, sea del tipo criminal o del tipo integrada/subclínica, se caracteriza por la
misma estructura básica de personalidad y emociones, por lo que la comisión de un concreto
delito, del tipo que sea, es una cuestión más jurídica que psicológica.
Finalmente, como también hemos visto, el mundo psico-social y emocional del psicópata es, al
mismo tiempo, simple –simplón– y complejo –más difícil aún de entender para las personas que se
aproximan a su estudio por primera vez y que parten de modelos y postulados psicopatológicos
que previamente han aprendido en la Universidad, y de los cuales suele ser difícil desprenderse, a
pesar de que, desde luego, la mayoría de la gente ni está mentalmente enferma ni tampoco
necesitan un constante centinela psicológico que les tenga que estar asesorando sobre su
personalidad y conducta–.
Que haya muchas personas de hoy día que destilan rasgos maquiavélicos y narcisistas más
que en ninguna otra época no quiere decir, ni de lejos, que todas sean psicópatas –aunque lo
parezcan (MARIETÁN, 2011)–: es preciso seguir manteniendo una cierta perspectiva profesional ante
rasgos aislados de personalidad y conducta, y no endosar etiquetas “a ojo de buen cubero”. Como
acertadamente decía JOHANN W. GOETHE: «Si juzgas a la gente, no tienes tiempo de amarla».