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3/30/24, 12:58 PM José A.

Gabelas Barroso

Las TIC en la educación. Una perspectiva


desmitificadora y práctica sobre los entornos de
aprendizaje generados por las nuevas
tecnologías[*]
José A. Gabelas Barroso

Profesor de Multimedia y Comunicación de la UOC


jgabelas@uoc.edu

Resumen: Algunos autores afirman, y nosotros lo firmamos, que la tecnología es


ideología. No se trata sólo de saber "usar" los medios y las llamadas nuevas
tecnologías. Ni la tecnología es neutra, ni la mirada inocente. Desde una
perspectiva desmitificadora y crítica planteamos un análisis del impacto de las TIC,
partiendo de que el reduccionismo tecnológico al que nos conduce y somete el
imperio del marketing, exige un planteamiento. Un por qué y para qué utilizamos
estos medios. La compleja fenomenología de las pantallas invita, hoy más que
nunca, a que los educadores hagamos una reflexión sobre el valor de la
comunicación en el encuentro presencial y virtual.

1. Introducción

Internet hoy forma parte del oxígeno que respiramos. Este ecosistema digital
impregna todas y cada una de las actividades humanas. Sin embargo, como
todo fenómeno que agiganta su impacto en poco tiempo, precisa una reflexión y
un debate. Hace treinta y cuatro años U. Eco escribió Apocalípticos e integrados,
en donde calificaba a los que estaban en contra y a favor de los medios de
comunicación de masas (a partir de este momento MCM). Ahora tenemos otro
debate abierto frente a las llamadas tecnologías de la información y la
comunicación (TIC). Desde las instituciones escolares y académicas este debate
adquiere una polémica paradoja. Por un lado, los organismos gubernamentales
nos dicen que es necesario ampliar la cultura de las humanidades –estaríamos
en una línea apocalíptica, puesto que esto implica reducir los horarios de otras
materias más tecnológicas, así como algunas optativas–, pero, por el otro, al
mismo tiempo nos venden grandes proyectos que se sostienen en el reparto de
ordenadores, planes de conexión y muchos cursos informáticos. Mientras tanto,
en los centros y escuelas sigue funcionando la pizarra y, salvo honrosas
excepciones, las salas de informática sólo sirven para repetir los tradicionales
esquemas de transmisión de conocimientos en los que sólo interesan los
programas y el docente.

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Hay quien dice que nada cambia si no cambia la mentalidad. La compleja


fenomenología de las pantallas mete mucho miedo en el cuerpo de los docentes.
Los motivos son muchos y diversos, pero qué duda cabe que el tren de la
sociedad corre más que el de la escuela. ¿Podemos seguir enseñando desde las
batallitas de los libros de texto cuando la información circula a velocidades de
vértigo por las autopistas de la Red? Es obvio que el rol del profesor no debería
ser el de depositario del saber, el de portador de la palabra y de la información.
Tampoco la comunicación puede ser unidireccional y jerárquica. Ni podemos
seguir teniendo como referencia la unidad espacial de las cuatro paredes del
aula, ni como tiempo de aprendizaje el horario lectivo. Quizás podríamos
empezar a perfilar un educador mediador, facilitador de procesos de
aprendizaje, en el que lo esencial es el sujeto estudiante. ¿Qué retos y
exigencias conlleva una revolución digital que se implica e integra en los
distintos entornos educativos?

Desde el año 1996, la universidad virtual[1] desarrolla un modelo educativo con


una metodología educativa no presencial, que podemos explicitar del siguiente
modo: "Conjunto de espacios, servicios, informaciones, comunicaciones,
contenidos generados por personas que se sirven de técnicos informáticos y
telemáticos, a partir de un entramado de estrategias orientadas a tomar,
manipular, transferir y dirigir información, con la finalidad de transmitir
conocimiento en unas coordenadas espacio-temporales asincrónicas y no físicas,
tan reales como las presenciales". Este modelo integra plenamente la revolución
digital, lo que supone romper las tres unidades de la escuela tradicional: la
unidad de espacio, representada en el aula; la de tiempo, determinada en las
programaciones curriculares, y la de contenido, centrada en las materias o
áreas. También supone, por otro lado, un cambio de mentalidad y de rol en el
educador. De profesor transmisor a facilitador, a mediador de procesos de
aprendizaje, con una capacidad, habilidad y aptitudes para transformar la
información en conocimiento.

El contexto mediático que se ha ido generando a lo largo de este último siglo y,


sobre todo, los entornos virtuales que han producido las llamadas tecnologías de
la información y de la comunicación (TIC) en estas últimas décadas, nos obligan
a definir con una nueva perspectiva el fenómeno de la comunicación. Ésta se ha
convertido en un concepto comodín que se emplea para todo, de modo que ha
adquirido ciertas connotaciones que merecen un análisis más detallado para
desbrozar ideologías presentes, aunque no aparentes. La comunicación es
poliédrica, nos permite observar al menos tres dimensiones, que están
estrechamente relacionadas y se complementan. En primer lugar, cualquier
pueblo, cualquier civilización ha nacido y ha crecido desde la narración, desde el
relato. Occidente debe a la Ilustración sus principios fundamentales que hoy son
santo y seña de todas las cartas constitucionales. En segundo lugar, entendemos
por comunicación el combinado de los medios de comunicación de masas, que a
lo largo de un siglo ha dejado una huella muy profunda en nuestra sociedad,
especialmente la televisión. Añadamos a ello la creciente importancia que tiene
el entramado informático –telemático y audiovisual–, que ha cambiado
vertiginosamente nuestra manera de entender el mundo y nuestras relaciones.
Por último, no podemos olvidar ese conjunto de símbolos, valores, normas,
representaciones que forman la llamada "cultura posmoderna", con sus
múltiples signos y manifestaciones. Si bien éste es el marco en el que se debería
resituar la comunicación, observamos que el discurso oficial no va en esa
dirección. Se ignora la comunicación como relato y como manifestación cultural
para enfatizar lo tecnológico. Desde este reduccionismo la publicidad vende
números sin fin de ordenadores porque nos dicen que indica el nivel de progreso
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y desarrollo de un país y de sus ciudadanos. Todos los medios en todo momento
se ponen de acuerdo para decirnos lo mismo. Se cumple una vez más la profecía
de M. McLuhan cuando exponía que el medio es el mensaje y también el
masaje, por cuanto desde la repetición de todos los medios en todo momento se
nos impone como cierto lo que no lo es. Pero también observamos que la
realidad es mucho menos multimedia de cómo nos la venden.

¿Por qué nos gusta y nos atrae tanto la tecnología? D. Wolton[2] afirma que se
produce un conjunto de transferencias. Se asocia tecnología a juventud, lo que
supone modernidad, igualdad, libertad de acceso y desplazamiento. De hecho,
el ochenta por ciento de programas informáticos dirigidos al gran público son
juegos, según los datos que ofrecía el periódico Libération en agosto de 1998.
También se asocia tecnología a utopía. La utopía de la Red que predica de modo
directo o implícito el lema que delante de los ordenadores todos somos iguales.

Volviendo a la realidad, observamos que sólo el ochenta por ciento de los


ciudadanos están conectados a la Red. Que el perfil del internauta es varón,
blanco y de clase media o media-alta. Que nunca tantos han sido incomunicados
por tan pocos. Tomamos y hacemos nuestras las palabras de E. Galdeano
cuando afirma que "estamos ante un mundo sin alma; no hay pueblos, sino
mercados; ciudadanos, sino consumidores; naciones, sino empresas; relaciones
humanas, sino competencias mercantiles". Si la comunicación se reduce a
tecnología y mercado estamos convirtiendo nuestras relaciones en puro
intercambio comercial, con lo que alimentamos la triste espiral del que más
tiene, más invierte, para tener más. Las grandes empresas venden a los que
tienen; los que carecen de poder adquisitivo sencillamente no existen. Ya lo
afirma con un amplio registro de eufemismos N. Negroponte en su obra Digital
men: o eres digital o no existes. El costo social ya lo conocemos: grandes
partidas presupuestarias que deberían emplearse en proyectos de educación o
sanidad se destinan a compras de materiales informáticos que sólo son
aprovechados por unos pocos o que se apolillan en los almacenes o estanterías
de los centros porque no hay nadie que los gestione con una visión de desarrollo
comunitario.

Nuestra propuesta parte de un replanteamiento de la comunicación que tenga


en cuenta las otras dimensiones, la social y la cultural. Como manifiesta D.
Wolton, es preciso vaciar el falso discurso de que la comunicación es progreso y
futuro. No puede haber teoría de la comunicación sin la implicación social. Urge,
por tanto, socializar las nuevas tecnologías, humanizar la comunicación. Esto
supone separar la comunicación del problema de la productividad; entrar en el
terreno de la comunicación como valor, no como mercancía. De lo contrario
tropezamos con las duras palabras de F. Colombo: "El Edén de la Red está al

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otro lado de una cancela que se está abriendo… solamente para unos pocos…
Diferentes jerarquías de cerebros manejarán los ordenadores, jugarán y
experimentarán con ellos. Para los excluidos queda el juego interactivo… para
llenar un inmenso tiempo libre". Las alegorías de Blade Runner y Matrix son una
buena ilustración de lo que está ocurriendo.

Consideramos que las TIC no sólo consisten en usar el ordenador o aprender


unas nociones de informática. El modelo político en el que hoy se enmarcan es
neoliberal, con una clara y única propuesta tecnócrata. Nos dicen y nos repiten
que la irrupción y su uso generarán abundancia y bienestar. Como apunta R.
Aparici[3], se parte de un problema tecnológico cuando el problema es
económico y social: pobreza e injusto reparto de la riqueza. Así pues, también
se buscan soluciones en la tecnología, cuando no las hay.

La reflexión de un para qué, de unos modelos de sociedad y persona supone


otro modelo de educación. Una nueva forma de aprender y enseñar. Otra
comunicación. Esta reflexión resulta muy difícil sin tener en cuenta una serie de
añadidos y deformaciones que desde la industria del marketing se ha atribuido a
las TIC.

2. Algunos mitos de las TIC

2.1. Con las TIC cambiamos el modelo de la educación a distancia


La educación a distancia ha pasado por tres etapas. En primer lugar, fue el
documento impreso, con la publicación de materiales escritos que se
intercambiaban. Luego vino la etapa llamada "analógica", con la
incorporación del vídeo, la radio y la televisión abierta y por cable. Por
último llegó lo digital, caracterizado básicamente por la videoconferencia,
las redes y la creación de las aulas virtuales. Hoy tenemos una educación a
distancia que integra las tres etapas, pero con la tendencia a repetir con
las TIC lo que siempre se ha hecho sin ellas: transmitir y transmitir
información, de un modo unidireccional. Se nos antoja pensar que esto
ocurre en gran medida porque la jerarquía de las estructuras de mando,
gestión y organización chocan con la horizontalidad de la comunicación y
su coaprendizaje. Lo importante sigue siendo el sistema educativo, sus
contenidos, los saberes y sus portadores (los docentes), los resultados
académicos, en vez de los alumnos. El saber no está en un centro cerrado
llamado libro o aula, tiene muchos accesos y precisa de la participación de
todos para llegar a las redes del conocimiento. César Coll[4] define esta
tendencia afirmando que se está generando la idea de que la introducción
de las nuevas tecnologías va a comportar un cambio metodológico, de una
manera casi mágica, y se pregunta si ese optimismo es sólido o se queda a
menudo en lo potencial, en lo posible, antes que en lo real.

2.2. Con las TIC se facilita la comunicación entre todos


De los seis mil millones de habitantes que pueblan el planeta, más de dos
mil no tienen acceso a las redes. El alto costo de las comunicaciones
virtuales dificulta la igualdad de oportunidades. No en balde, el perfil del
internauta está dibujado como varón, blanco, de clase media. A este
problema económico tenemos que añadir lo ya dicho sobre el empleo
reduccionista de la comunicación. Cuando la escuela incorpora las TIC,
¿qué tipo de comunicación está proponiendo?, ¿qué tipo de educación
plantea?

2.3. Con las TIC se afirma que todos estamos más informados
Vivimos en la sociedad del exceso de la información. Nos resulta difícil
seleccionar, discernir lo necesario de lo superfluo, lo importante de lo
accesorio. Nos falta tiempo y criterios. Mientras el ciudadano usuario se
mueve entre la basura informativa del exceso y las sobras, los productores
y propietarios de los medios y sus estructuras manejan información
selectiva. Ellos conocen e identifican a los consumidores en sus gustos y
consumos. Un servidor de Internet o el uso de la tarjeta electrónica
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permite conocer las necesidades y preferencias. Los lugares, las horas, los
productos y los establecimientos de consumo. Se emplean sistemas de
información muy sofisticados que nos controlan y nos vigilan. Mientras
escribimos estas líneas se publicó, la semana del 16 al 22 de abril de 2001
en el New York Times, un anuncio original que mostraba la fotografía de un
teléfono móvil y un eslogan que podríamos traducir como: "Ahora
equipado con llamada a tres. Tú, la persona con quien hablas y el
gobierno". Resulta ser un anuncio de una campaña publicitaria auspiciada
por la Unión Americana para las Libertades Civiles. Cada mensaje que
enviamos por correo electrónico, cada palabra que escribimos en un chat o
que decimos en un móvil, cada operación o transacción que realizamos con
la tarjeta están almacenados en el ordenador de una empresa.

El exceso de información se debe en gran medida a que la tecnología


permite localizarse y distribuir desde cualquier parte; lo esencial para
producir contenido en Internet es tener información y conocimiento, lo que
se traduce –como explica detalladamente M. Castells– en personas con esa
información y ese conocimiento, que están sobre todo concentradas en los
grandes centros culturales y las grandes áreas metropolitanas del mundo.
Con toda la información en la Red, pero no con el conocimiento que se
necesita para lo que se quiere hacer. Se trata de saber dónde está la
información, cómo buscarla, cómo procesarla, cómo transformarla en
conocimiento específico y útil. Se trata de la capacidad de aprender a
aprender que tanto se pregona desde los púlpitos ministeriales, aunque la
diaria realidad manifiesta lo contrario. Sin accesos, sin infraestructura, sin
mentalización, sin preparación es imposible.

2.4. Las TIC y los mitos de la interactividad, la participación y la


libertad de expresión
Con los MCM se construyó el simulacro de la realidad. Liderados por la
televisión, creemos lo que vemos. Sólo existe lo que sale por la televisión y
lo que repiten el resto de medios. Con las TIC se ha impuesto el simulacro
de la participación, de la interactividad, de la igualdad. Se confunde
interactividad con interacción. Lo primero implica una participación activa
de todos los participantes con una máquina, mientras que la interacción
sería el proceso que se produce entre seres humanos. Cuando operamos
con una máquina sólo podemos seguir el itinerario diseñado previamente
por el programador del producto. Como señala R. Aparici en la ponencia
citada, no hay forzosamente una correspondencia entre el grado de
interactividad de un dispositivo técnico y el nivel de democratización del
medio.

En estos últimos años la televisión abandona su epicentro como medio que


modela la opinión pública a favor de las redes. La industria del marketing
integra los modelos de representación tradicionales en los nuevos medios.
La relación entre los tradicionales MCM y las TIC es un tema muy poco
estudiado, por lo que se olvida que unos medios no desplazan a otros, sino
que aprovechan sus sinergias. La fascinación que ejercen las todavía
llamadas "nuevas tecnologías" cubre un deseo muy humano, que poco ha
cambiado con el paso de los años: ser joven. Modernidad, nuevas
solidaridades, libertad de acceso y desplazamientos, igualdad… son rasgos
que aparecen en todos los anuncios. "Delante del ordenador todos somos
iguales" sería el eslogan de esta macrocampaña muy bien orquestada por
las grandes empresas tecnológicas y entidades financieras.

Internet se ha convertido en el corazón que articula el resto de medios. Tal


como apunta M. Castells[5], la Red es el sistema operativo que permite
interactuar y canalizar la información sobre qué pasa, dónde pasa, qué
podemos ver, qué no podemos ver, y ser, por tanto, el sistema interactivo
del conjunto del sistema multimedia. Como ilustración de lo dicho podemos
ver la sala de redacción del Chicago Tribune, totalmente integrada en
Internet, en la que los periodistas procesan información en tiempo real y
de ahí sale hacia éste y otros periódicos en Estados Unidos, una serie de
cadenas de radios y varias estaciones de televisión. ¿Cuál es el cambio?

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Esa información llega y se procesa en tiempo real. Un medio de
comunicación masivo, continuo e interactivo que permite el acceso de sus
usuarios. La escuela debería recoger este testigo y responder a lo que la
actualidad le demanda.

Notas:

[*] Este artículo fue publicado en La mirada futura. Educación y Nuevas Tecnologías.
2001. Prensa Diaria Aragonesa; El Periódico de Aragón (Comunicación y Medios; vol.4).

[1] UOC, universidad virtual que desarrolla el módulo Multimedia y comunicación como
asignatura transversal que se realiza en todos sus estudios.

[2] D. WOLTON (2000). Internet, ¿y después? Barcelona: Ediciones Gedisa.

[3] R. APARICI (2000). Mitos de la educación a distancia y de las nuevas tecnologías.


Madrid.

[4] C. COLL. "Interacción y construcción del pensamiento". Ponencia en el II Seminario


de Primavera de la Fundación Santillana.

[5] M. CASTELLS (2000). "Internet y la sociedad red". Lección inaugural del programa de
doctorado para la UOC de Barcelona.

[Fecha de publicación: enero de 2002]

© José A. Gabelas Barroso, 2002

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