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Prohibido Suicidarse en Primavera (Alejandro Casona)

Alicia

Fue un momento de desesperación. Había oído hablar de una Casa de Suicidas. El


hambre... la soledad. Nunca he conocido amigos, hermanos ni amor. Trabajaba más de
lo que podía resistir. ¡Y en tantas cosas! Primero fui enfermera: pero no servía: le
tomaba demasiado cariño a mis enfermos, ponía toda mi alma en ellos. Y era tan
amargo después verlos morir... o verles curar, y marchar, también para siempre. La
salud es demasiado egoísta. Sólo uno me escribió una vez, pero ¡desde tan lejos! Había
ido al Canadá a cortar árboles para hacerse una casa... y meterse dentro con otra
mujer.
Fue anoche. No podía más. Estaba sin trabajo hacía quince días. Tenía hambre: un
hambre dolorosa y sucia; un hambre tan cruel que me producía vómitos. En una calle
oscura me asaltó un hombre; me dijo una grosería atroz enseñándome una moneda...
Y era tan brutal aquello que yo rompí a reír como una loca, hasta que caí sin fuerzas
sobre el asfalto, de asco, de vergüenza, de hambre, insultada... No, no, usted no
comprende. Aquí los árboles y las montañas, no pueden comprender esas cosas. El
hambre y la soledad verdaderos existen en la ciudad. ¡Allí sí que se siente uno solo
entre millones de seres indiferentes y de ventanas iluminadas! ¡Allí sí que se sabe lo
que es el hambre, delante de los escaparates y los restaurantes de lujo! ... Yo he sido
modelo en una casa de modas. Nunca había sabido hasta entonces lo triste que es
después dormir en una casa fría, desnuda de cien vestidos, y con los dedos llenos de
recuerdos de pieles. Nunca le he pedido demasiado a la vida. ¡Pero es que la vida no
ha querido darme nada! Al hambre se la vence; ya la he vencido otras veces. Pero... ¿la
soledad? ¿Sabe usted por qué he venido aquí, Doctor? En un momento de
desesperación, una se mata en cualquier parte. Pero yo, que he vivido siempre sola,
¡no quería morir sola también! ¿Lo entiende ahora? Pensé que en este refugio
encontraría otros desdichados dispuestos a morir, y que alguno me tendería su mano...
Y llegué a soñar con felicidad con esta locura de morir abrazada a alguien; de entrar al
fin en una vida nueva con un compañero de viaje. Es una idea ridícula, ¿verdad?
Cuando llegué aquí ya no sentía más que el miedo. Me perdí por esas galerías, me
pareció ver una sombra extraña que me buscaba... y eché a correr, gritando, hacia la
luz. Fue como una llamada de toda mi sangre. Entonces comprendí mi tremenda
equivocación; venía huyendo de la soledad... y la muerte es la soledad absoluta.

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