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La especificidad de los mestizos

Jonathan Ahovi
En L'Autre Número 2, 2007 , páginas 213 a 220
Publishers La Pensée sauvage
ISSN 1626-5378
© La Pensée sauvage | Téléchargé le 22/02/2024 sur www.cairn.info (IP: 190.11.79.115)

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sea permitida por la ley francesa.
La especificidad
de los mestizos
Jonathan Ahovi1

Traducido y revisado por Cadenza Academic Translations2

No basta con tener la apariencia de una «mezcla» para ser mestizo. Los ma-
grebíes no son, desde este punto de vista, una mezcla entre negro y blanco;
no son «grises». Las personas de piel trigueña no son mestizas por su color
de piel. Si lo son, es porque el padre y la madre pertenecen respectivamente
a grupos culturales suficientemente diferentes, algo que, en el caso de los
mestizos blanco-negro, corresponde a colores de piel distintos. Pero los
mestizos son reconocidos, en primer lugar y, ante todo, por el color de su
piel, por su apariencia física.
El de los mestizajes es tema de actualidad porque los desplazamientos son
más fáciles que antes y los intercambios entre las poblaciones aumentan por
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razones económicas, cuando la pobreza aleja de sus países a los refugiados
del sur o del este, o cuando el interés comercial hace que los occidentales se
muevan hacia estos países. Todavía hoy muchos exilios son la consecuencia
de situaciones políticas. También hay más adopciones de niños de otros lu-
gares. Esta cuestión de los mestizajes genera a menudo la preocupación de la
disolución de la identidad, pero, como sabemos, no es algo nuevo, puesto que
los hombres y las mujeres siempre han viajado, ya sea de forma voluntaria
u obligada. El miedo al otro nunca constituyó un obstáculo insuperable para
el ser humano. Estos desplazamientos hacen que se relacione con otros. Aun
cuando no compartan totalmente las representaciones de estos semejantes,
hombres y mujeres pueden unirse a ellos, sexualmente, transgrediendo las
prohibiciones, bien mediante una violación para consolidar su dominación o
voluntariamente, desobedeciendo de ese modo la prescripción de la cultura
de sus propios padres. A veces es un acto de lealtad al dominador como, por

1. Psiquiatra y médico responsable de la Unidad de Psicopatología Adolescente del


hospital Louis Pasteur de la ciudad de Dole (departamento de Jura, Francia). jonathan.
ahovi@wanadoo.fr.
2. Traductor: Yago Mellado Lopez, Editor: Jaime Velásquez, Editores sénior: María Florencia
Fernández y Mark Mellor

L’autre , Cliniques, cultures et sociétés , 2007, Vol. 8, n°2, pp. I-IX I


Mestizajes – La especificidad de los mestizos

ejemplo, en el Congo después de la colonización belga. De estas relaciones


sexuales voluntarias o forzadas nacen seres llamados «mestizos». Los mes-
tizajes no se limitan al nacimiento de seres, sino que afectan también a las
prácticas y a las teorías. Es así como se crean y viven las culturas. Mi con-
tribución se centrará en la cuestión de los seres que llamamos «mestizos».

El nacimiento de los mestizos


El proyecto del que surgen los mestizos es una transgresión. Esta transgre-
sión es deliberada porque el hombre o la mujer que elige a una pareja sexual
de un grupo distinto del de sus padres desobedece y lo sabe. Esto va acom-
pañado de sufrimiento durante un tiempo. Se fuerza a los padres a aceptar
esta elección. En los abuelos de los mestizos siempre hay algo de resigna-
ción; incluso cuando —o tal vez debido a ello— la relación entre abuelos y
nietos más tarde suele ser pasional. Cabe preguntarse si no es al fin y al cabo
una forma de realización de ese deseo de transgresión inscrito en todos los
sujetos. En las peores barbaries se dan violaciones, pero también relaciones
voluntarias entre hombres y mujeres enemigos. Debe existir un placer de po-
sesión o de apropiación del otro que funciona como fantasma. Los mestizos
que nacen de estas relaciones forzadas o voluntarias no pueden ser limpios,
son una «corrupción de la pureza», como diría François Laplantine, en el
sentido de que no pueden pertenecer totalmente a ninguno de los dos grupos.
Son diferentes, rebeldes, sorprendentes, fascinantes. Superan a los dos gru-
pos y se sitúan más allá de ellos. Los mestizos nunca están donde queremos
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que estén. Es su especificidad. Desde la primera mirada, los mestizos que son
fruto de una transgresión realizan una transgresión al situarse fuera de lugar.
No son parecidos a sus padres; son diferentes y esto se ve a simple vista. Hay
una forma de provocación implícita desde su nacimiento. El nacimiento de
estos mestizos plantea siempre algunos problemas. Entre estos, hay uno que
surge al verse físicamente diferentes de sus padres. El principio de realidad
—que no es otro que el cuerpo humano como condición del alma— se reco-
noce en el rostro, las formas, el color, el olor, el llanto. Y esto es así para cual-
quier hombre y cualquier mujer. Distinguiremos por lo tanto entre el niño,
el adulto, la joven, el joven, el hombre, el animal y el monstruo, el mestizo.
Esta realidad hace que perciban los datos del mundo de manera dife-
rente y que, por ello, no piensen como sus padres; existe un pensamiento
mestizo. El nacimiento de los mestizos es problemático porque, como se-
ñalan François Laplantine y Alexis Nouss (2001) en el prefacio de su obra
Métissages, «tanto en la vida de los individuos como en la de las socieda-
des, el antimestizaje es la norma, o al menos la tendencia principal».3

3. Traducción propia (todas las traducciones de citas textuales en este artículo lo son).

II L’autre , Cliniques, cultures et sociétés , 2007, Vol. 8, n°2


El mestizaje como fuente de diferenciación
El término mestizaje procede de las ciencias naturales y hace referencia a
la noción de cruce, de mezcla de personas que pertenecen a culturas dife-
rentes. En la sociedad actual, marcada por la globalización, el mestizaje
hace pensar en la homogeneización de las culturas, algo que desencadena
un movimiento de repliegue identitario en algunos. Pero la historia nos en-
seña que el fenómeno del mestizaje no es nuevo; existe desde el inicio de
los tiempos; a pesar de ello, el mito de la pérdida de identidad persiste y
alimenta el miedo al otro y su rechazo.
El mestizaje se presenta como la solución natural que subyace al mo-
vimiento continuo de creación de nuevas entidades culturales. Esto puede
parecer una paradoja; el mestizaje como fuente de diferenciación.
Existe en la actualidad mucho entusiasmo por todo lo que está coloreado
con un trasfondo de pensamiento comercial. Lo «étnico» está de moda, los
mestizos son populares porque generan ventas. Yannick Noah o Amel Bent
son dos ejemplos actuales de esto, pero, más allá del fenómeno, ni Amel
Bent ni Yannick Noah han sido «fabricados» por la moda. Ciertamente,
el mestizaje nos hace pensar en mezcla de materiales, mezcla de colores,
pero no podríamos resumir el resultado en un simple producto en todos los
sentidos del término. Lo que caracteriza a los mestizos es la dificultad para
clasificarlos en una categoría, porque las fronteras sociológicas establecidas
entre las categorías identitarias se confunden, y esto hace que los mestizos
fascinen. La mirada se detiene en ellos. Los referentes clásicos ya no fun-
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cionan, o mejor dicho, funcionan de otro modo. Los mestizos no juegan
necesariamente con esto. Tienen una identidad propia.
Como afirma muy bien Marika Moïsseeff (2005), «para quien se ve a sí
mismo como mestizo y es considerado como tal porque sus ascendientes
pertenecían supuestamente a grupos fundamentalmente distintos en natu-
raleza, en razón de la diferencia de sus apariencias físicas, las cuestiones
identitarias son claramente específicas y negarlas equivale a privarse del
análisis de los datos efectivos a los que remite el racismo». Sin esta realidad
física, el asunto de los mestizajes se plantearía de otro modo. Se debatiría
esencialmente qué es normal y qué no lo es. Se hablaría de la intensidad de
los trastornos y de su clasificación. Se hablaría de locura.
El trabajo con los niños y los adolescentes mestizos nos muestra en todos
los casos que las cosas no son como decidimos que sean. Para poder tratar-
los hay que aceptar su diferencia y reconocerlos en su identidad.

El lugar de los mestizos


El país de los mestizos, la «Mestizolandia» es, como diría Edgar Morin
(2003, 175), «una provincia francesa, pero una provincia que no está

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Mestizajes – La especificidad de los mestizos

territorializada». Y la cultura de los mestizos no es una mera adición de la


cultura paterna y materna, de la cultura de aquí y de allí. Es una cultura de
aquí-allí-aquí-ahora.
Todo iría bien si todo el mundo respetara las reglas comunitarias y se
mantuviera en su lugar. Una de dos: o el orden o el desorden, negro o blan-
co, y esto es lo que los mestizos ponen en cuestión.
Los mestizos no están donde se les encasilla. Vienen de dos mundos
diferentes. Tras su nacimiento, viven en un tercer mundo que crean conti-
nuamente. ¡Todos los padres de niños mestizos experimentan esto!
Nunca son una mera mezcla, como podría imaginarse. Están en otro lu-
gar y pasan de un lado a otro sin renegar de sí mismos.
En una entrevista publicada en la revista L’autre, encontramos las si-
guientes declaraciones de Edgar Morin (2003, 175): «¿Cuál es la fuerza
de Cervantes en su genial obra Don Quijote? Que critica lo imaginario a
través de lo real, pero también lo real a través de lo imaginario […] y, por
supuesto, Don Quijote no está loco, es una persona que no puede vivir en el
mundo prosaico, necesita transfigurarlo».
Los mestizos cuestionan el orden establecido.
No me parece posible abordar esta cuestión de los mestizajes si se recha-
za su rastro vivo y, cuando digo vivo, no pienso en los conceptos, pienso en
la gente, los que vemos en el metro, los que esperan en la oficina de correos
y los que están en las salas de espera de los psiquiatras o de los trabajado-
res sociales. Pienso en quienes nacieron mestizos como hijos nuestros y
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que tanto se parecen a los otros niños. Pienso también en la vida de todos
los días en las situaciones humanas, la alegría, la fiesta, el banquete, pero
también en la enfermedad, el dolor, el sufrimiento, el miedo, la angustia, el
amor y también la muerte.
Los mestizos blanco-negro por ejemplo no son blancos hasta cierto lími-
te o, en sentido inverso, no son negros hasta que empieza la «blanquitud».
Pensamos en mezcla de colores y, al mismo tiempo, intentamos separar y
distinguir siempre los dos colores iniciales, como si tuviéramos miedo de
contemplar seres no naturales, híbridos, impuros, que hay que purificar vol-
viendo al origen para humanizarlos, monstruos. Este hecho es observable
en los abuelos de los mestizos, quienes suelen estar vinculados a sus nietos
por un vínculo pasional, con todos los riesgos que esto implica. En estos
abuelos hay, primero, un sentimiento de orgullo. Este sentimiento va unido
al temor de que sus nietos se les escapen, como si su misión fuera la de
transmitirles de manera absoluta su cultura y su descendencia para vincu-
larla a «su» humanidad, para poner orden.
Este sentimiento de orgullo tan solo es equiparable a la turbación que ex-
perimentaron al conocer la unión de su criatura con otra de cultura diferente.

IV L’autre , Cliniques, cultures et sociétés , 2007, Vol. 8, n°2


Hacen de su nieto o nieta el extranjero ideal que pasean por su cultura y al
que abren puertas que, por pudor o por falta de representación, suelen per-
manecer cerradas para sus yernos o nueras. Los instruyen en su gusto y
les muestran con mucha aplicación las «buenas maneras», tal y como son
definidas por su propia cultura.
El temor es ante todo el de ver a sus nietos convertirse en otros. Por
ejemplo, en el caso de ascendientes blancos y católicos con un yerno o una
nuera de origen africano, el riesgo puede ser el islam o la delincuencia o
ambos. El miedo a que se conviertan en pendencieros. También puede ser el
miedo a la poligamia, que los otros llevarían en la sangre. Para los abuelos
negros, si la familia política es blanca, será el miedo a que los nietos pier-
dan el sentido de la familia, los gustos culinarios de los negros. Es cierto
que no hay nada más terrible que comer quenelles, pero quienes comen
quenelles ¿son por ello menos humanos? Los mismos que comen quenelles
sueñan con comer ancas de rana, ¡qué horror! Además, sus machos no están
circuncidados. Son como los albinos, blancos, pero no saben bailar. Como
los albinos, no soportan el sol porque sus ojos de gato son frágiles; son
todos zurdos y viven otro mundo. Y algo más, pueden ver claramente en la
oscuridad ¡y no pueden comer los alimentos con especias! También existe
el temor al suicidio y a la violencia en general, porque ciertos colonos de-
jaron tras su paso una imagen de barbarie. En Togo, por ejemplo, el pueblo
ewé suele hablar sobre cómo el gobernador francés Maillet hacía que se
golpeara a los muertos para asegurarse de que no estaban simulando. Esto
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dejó una memoria espantosa de lo que los blancos son capaces de hacer.
O el miedo a que el nieto se sienta atraído por las armas de fuego, por el
tabaco, etc.
Los mestizos, por su parte, aceptan estos viajes en las culturas de sus
abuelos sin angustia. Tienen la capacidad de resolver estos problemas basa-
dos sobre todo en el miedo al otro. Creen siempre en su propia cultura y se
enriquecen sin cesar, y enriquecen también a su entorno.

La atención a los mestizos


En el ámbito de la atención física o psíquica, así como en el trabajo social,
pueden existir estos miedos y existirán si las ciencias sociales y humanas
esquivan la cuestión de la diferencia que es, ante todo, la de la apariencia,
y que es esencial. Siempre hay una reticencia en este ámbito a afrontar la
diferencia física del otro, lo que fundamenta su identidad. Se pasa dema-
siado rápido a la universalidad del alma como noción o concepto que pasa
por alto la realidad corporal que la condiciona. Al mismo tiempo, me parece
que se reflexiona más sobre la ética en el ámbito asistencial y se ha dejado
un poco de lado el cuerpo en su realidad, algo que refleja, desde mi punto de

L’autre , Cliniques, cultures et sociétés , 2007, Vol. 8, n°2 V


Mestizajes – La especificidad de los mestizos

vista, la dificultad que experimentamos para acoger las culturas de la gente


en su diversidad.
Los terapeutas suelen tener miedo a devaluar su método y convertirlo en
una concepción del mundo y caer así en la ideología. Este riesgo no debe
impedir reconocer la importancia de las formaciones del inconsciente, es
decir, los actos fallidos, los lapsus, los síntomas, los sueños, las transferen-
cias, todas ellas condicionadas por la cultura, la lengua y que son aportadas
al terapeuta como material que no puede ser descartado de un plumazo.
Si los mestizos tienen un sentido tan agudo de la metáfora como se obser-
va tan a menudo en la clínica es tal vez porque son como su padre y como
su madre. Una manera de ser otro.

La creatividad de los mestizos y su estatus iniciático


Cuando se le pregunta a la gente por el mestizaje, a menudo lo que se obtie-
ne es una mezcla de «culturas», esto significa sobre todo cocina y música.
Aceptamos ciertas diferencias, siempre hasta cierto punto. El mestizaje se
convierte, de esta manera, en una forma de hablar, de comer, la música que
escuchamos y la manera de vestirse, a veces la decoración o una mezcla
de colores. Esta manera de ver las cosas tiene la ventaja de ser divertida,
al menos en apariencia. Se trata de maneras de hacer y esto deja espacio
para cierta creatividad. Elegimos una receta que podemos adaptar como
queramos. Seleccionamos discos y podemos escucharlos en un orden y un
volumen que podemos modificar según nuestra voluntad. En las recetas de
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cocina podemos poner más o menos sal, aderezar el gusto, añadir o quitar
tal o tal especia, cambiar las medidas para obtener el gusto que más se
ajusta a lo que buscamos. En cuanto a la música, como esta no se come y,
en principio, no tiene ningún olor, basta con seleccionar los discos, poner-
los más visibles y esto da una imagen de la cultura musical y del grado de
apertura que tenemos. Podemos, en función de lo que queremos mostrar, en
función del acontecimiento, de los invitados y del lugar, realizar el «mesti-
zaje» deseado.
Este tipo de mestizaje es como una construcción que tiene una intención,
un objetivo.
No hay en este mestizaje lugar para el desorden, lo inesperado, la sor-
presa. Este mestizaje es concebible, modificable a voluntad, ecléctico, pero
finalmente solo deja posibilidades finitas de existencia. Por ser desechable
pertenece a una categoría de conductas adquiridas. Refleja una interrupción
momentánea de la identidad. Se trata de un mimetismo, «hacer como ellos».
Esta conducta puede ser imperativa cuando necesitamos que nos acepten
en una sociedad de acogida. Detrás de ella está el miedo al rechazo o la ne-
cesidad de un reconocimiento social. Lo que mostramos en este caso suele

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ser deforme, más bien rígido, en cierto modo fuera de lugar, en todo caso
superficial y desafectado, descarnado, un préstamo. Finalmente, lo que se
muestra aquí es una cosa muerta, utilizada con un objetivo preciso. ¿Logrará
su objetivo? Pero el tiempo que se le «concede» pasa y la conducta pierde
todo su valor, dejando al autor un sentimiento variable, según pertenezca a
la clase dominante o dominada. En el primer caso, su poder aumenta y cre-
ce; en el segundo, la duda lo atrapa, porque es consciente de una carencia.
Luego podrá recuperar la confianza según sus medios. En este mestizaje,
el sujeto se esfuerza en dominar su efecto. No hay penetración, pude haber
una adición, nuevos recursos, pero no hay experiencia iniciática.
Tal vez no hemos examinado de manera sucesiva las diferentes formas
de mestizaje, pero sí hemos analizado juntos los problemas que plantea:
problema de identidad, infracción al orden, transgresión, sufrimiento, etc.
Es lo inesperado, lo imprevisto, lo que se manifiesta tras pagar un precio: el
precio de una renuncia después de un encuentro. Lo entenderemos también
como enriquecimiento mutuo y como una necesidad.

Las mujeres mestizas


Este fenómeno es fuente de fantasmas, específicamente sexuales, en las co-
munidades mayoritarias de las sociedades en las que viven estos mestizos.
Las mujeres mestizas tienen una belleza legendaria. Por esta razón no
se las rechaza en todas partes, pero tampoco se las acepta completamente.
Ellas se acercan voluntariamente a la minoría, pero pertenecen al tercer
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grupo que está en el comienzo: 3, 2, 3… y vuelta a empezar.
Cuando se hacen madres, presentan a su hijo un mundo expandido.
¿Experimentan lo mismo todos los bebés?

BIBLIOGRAFÍA
Ahovi, Jonathan. 2006 «Place du transculturel dans la consultation psy». Enfance
et psy 30(1): 110-20. doi:10.3917/ep.030.0110.
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Mead, Margaret. 1988. L’un et l’autre sexe. París: Folio essais.
Moïsseeff, Marika. 2005. «Penser le métissage: Une interrogation pour les
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Moro, Marie Rose. 2002. Enfants d’ici venus d’ailleurs. Naître et grandir en
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L’autre , Cliniques, cultures et sociétés , 2007, Vol. 8, n°2 VII


Mestizajes – La especificidad de los mestizos

Moro, Marie Rose. 2001. «L’adolescent de famille migrante». En Psychiatrie de


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La Pensée sauvage.
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Grenoble: La Pensée sauvage.
VVAA. 1999. «Cultures, médiations». Enfance et psy 6(1). París: Erès.

RESUMEN
La especificidad de los mestizos
No basta con la apariencia de una «mezcla» para ser mestizo. Desde este punto de vista,
los magrebíes no son mestizos, no son «grises» —como se les suele llamar peyorativa-
mente en Francia— por el color de la piel, entre blanco y negro. La gente de piel trigueña
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no es mestiza por el color de la piel, sino porque su padre y su madre pertenecen a grupos
culturales diferentes. Sin embargo, a los mestizos se les reconoce, ante todo, por el color
de la piel y la apariencia física. El nacimiento de los mestizos procede de una transgre-
sión y ellos son la manifestación de una «corrupción» de la pureza, con los problemas de
identidad que esto plantea. El mestizaje parece ser, no obstante, la solución natural a un
movimiento perpetuo que crea nuevas entidades culturales y es paradójicamente fuente de
diferenciación. Los hijos mestizos no son ni lo uno ni lo otro, sino algo tercero y esta es
justamente su especificidad. Hay que considerar por tanto esta especificidad, tanto en el
trabajo clínico como en el trabajo social, para poder acceder a la persona mestiza.
Palabras clave:
Mestizaje, transgresión, color, diferenciación, cultura.

ABSTRACT
The specificity of mixed-race people
Looking “in-between” is not enough to make a person mixed-race. From that perspective,
North Africans are not mixed-race, between Black and White; they are not “gray.” People
with light brown skin are not mixed-race because of the color of their skin but because
their father and their mother belong to different cultural groups. But mixed-race people can
be identified, above all, by the color of their skin and their physical appearance. The birth
of mixed-race people is the result of an act of defiance, and they appear like a “corruption”
of purity, with all the identity problems that presents.

VIII L’autre , Cliniques, cultures et sociétés , 2007, Vol. 8, n°2


Métissage nevertheless seems to be a natural solution, a perpetual motion that creates new
cultural entities. It is paradoxically a source of differentiation. Mixed-race children are
neither one nor the other; they are a third thing, and this is precisely their specificity. This
specificity must be taken into account in clinics and in social work in order to make the
encounter with the mixed-race person possible.
Keywords:
Métissage, defiance, color, differentiation, culture.

RÉSUMÉ
La spécificité des métis
Il ne suffit pas de paraître « entre-deux » pour être métis. De ce point de vue, les maghré-
bins ne sont pas métis, entre blanc et noir, ils ne sont pas des « gris ».
Les gens qui ont la peau foncée, ne sont pas métis à cause de la couleur de leur peau mais
parce que leur père et leur mère appartiennent chacun, respectivement à des groupes cultu-
rels différents. Cependant, on reconnaît les métis avant tout, à la couleur de leur peau et à
leur apparence physique.
La naissance des métis est le résultat d’une transgression et ils apparaissent comme une
« corruption » de la pureté, avec les problèmes d’identité que cela pose. Pourtant le métis-
sage apparaît comme la solution naturelle un mouvement perpétuel qui crée de nouvelles
entités culturelles. C’est paradoxalement, une source de différenciation.
Les enfants métis ne sont ni l’un ni l’autre mais un troisième, et c’est précisément leur
spécificité. Il faut donc prendre en compte cette spécificité en clinique, comme en travail
social, pour que la rencontre avec la personne métisse soit possible.
Mots-clés :
Métissage, transgression, couleur, différenciation, culture.
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L’autre , Cliniques, cultures et sociétés , 2007, Vol. 8, n°2 IX

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