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HISTORIA Y

SIMBOLISMO DEL
CANNABIS
Marina Martín, Roque Lahulla y María Pérez

ANTROPOLOGÍA SIMBÓLICA
DOCENTE: MARTA PÉREZ PÉREZ
GRUPO 34 · 2023-24
HISTORIA Y SIMBOLISMO DEL CANNABIS

MARÍA PÉREZ CABRERA, MARINA MARTÍN RUBIO Y ROQUE LAHULLA

GRADO EN ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL

ANTROPOLOGÍA SIMBÓLICA

09/01/2023

DOCENTE: MARTA PÉREZ Y FERNANDO BARBOSA


1

Índice
Introducción. 3
Breve historia del Cannabis 4
Ejercicio de traducciones 6
Traducción médica 6
Traducción legal 7
Traducción política 7
Traducción económica. 8
Traducción sociocultural. 12
Conclusiones. 15
Bibliografía. 16
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Introducción.
El cannabis, una droga extraída de la planta Cannabis sativa, esta se convierte, a través
de procesos específicos que involucran la resina, hojas, tallos y flores, en dos de las
sustancias ilegales más consumidas en España: el hachís y la marihuana. Aparte de la
ello, de la misma planta se pueden extraer fibras textiles para la manufactura de
vestimenta, cuerdas, textiles industriales, papel…

En las siguientes líneas, orientaremos el estudio del Cannabis como droga desde la
Antropología Simbólica, tratando de discernir su papel en varios ámbitos, desde el
médico al social, pasando por el legal, el político, económico y cultural, y la intersección
entre todas ellas. Haremos hincapié en los aspectos económicos y sociocultural, dado el
debate candente que se da sobre esos dos aspectos en la actualidad, y siendo los que más
cambios están experimentando.

La objetivación del problema del cannabis ha sido un proceso multifacético, influido por
diversos campos semánticos. En el ámbito de la traducción médica, el cannabis ha
transitado de ser visto como una droga recreativa a ser considerado una posible
medicina, impulsado por estudios científicos que exploran sus componentes
terapéuticos. Desde la perspectiva legal, la dicotomía entre despenalización y
penalización ha generado debates sobre la regulación y los límites legales en torno al
cannabis. En el ámbito político, diferentes partidos han adoptado posturas que van desde
la prohibición hasta la regularización, moldeando la formulación de leyes y la
percepción pública. Económicamente, la marihuana ha transitado de formar parte del
mercado negro asociado al narcotráfico a convertirse en una industria legalizada en
crecimiento. La traducción cultural ha aportado complejidad, ya que el cannabis ha sido
parte integral de diversas culturas, desde rituales religiosos hasta movimientos
contraculturales. Socialmente, la objetivación ha abordado el estigma y la marginación
asociados al consumo de cannabis, evidenciando disparidades en la percepción y el
impacto en comunidades específicas. En conjunto, estos campos semánticos han
contribuido a una objetivación dinámica, resaltando la interconexión entre medicina,
legalidad, política, economía, cultura y sociedad en la construcción de significados en
torno al cannabis.
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Pero para tener la base para este análisis y poder entender de mejor manera el alcance y
evolución del mismo, debemos primero repasar la historia de la planta y sus derivados.

Breve historia del Cannabis


Se encuentran vestigios de cultivo de Cannabis sativa desde el Neolítico, hace 12.000
años en Asia central, que posteriormente se difunden hasta el este y oeste. Los usos en
esta época eran alimenticios y religiosos, bien como tés o como inhalación del humo. A
pesar de la antigüedad de su uso, no encontramos la primera mención escrita a ella hasta
el año 2.727 a.C en un escrito del emperador Shen Ning sobre medicina herbal, aquí se
hace también referencia al Cannabis para la producción de textiles, papel, cuerdas, entre
otras cosas. La forma que Nung recomendaba era la toma en té, el cual servía para curar
más de 100 enfermedades, incluyendo dolencias digestivas y distracción mental. A su
vez, dentro de la cosmovisión se relacionaba con el concepto del Yin y el Yang por sus
diferentes efectos. También en forma de infusión, conocida como bhang, era usado en
India y Nepal para liberar tensiones.

En el 500 a.C llega al Norte de Europa por el pueblo escita y simultáneamente llega al
Sur de Europa a través de la transmisión en Oriente Medio y el Norte de África. Es
usado por los griegos, romanos, vikingos, egipcios, asirios, escitas y cartagineses como
medicina, y para la fabricación de cuerdas, velas y tejidos.

En el año 1000 d.C los musulmanes, ante la prohibición de Corán de consumir alcohol,
comienzan a consumirlo, adoptando la forma del hachís, originaria de oriente medio y
norte de África para el uso recreativo.

Sin embargo, el uso que más se extiende no es el relacionado con sus efectos, si no con
su variante más industrial, el cáñamo, por su resistencia y duración, para papel (el
primer folio impreso se encuentra en China, datado en el siglo II), velas de barcos (las
velas de los barcos de Cristóbal Colon derivaban del cannabis. Enrique VIII fomentó la
plantación de Cannabis para promocionar su aventura imperialista), cuerdas y textiles (la
primera bandera de EE. UU. está fabricada en cáñamo).

Adelantamos hasta el siglo XVI, para encontrar su extensión en Latinoamérica, la cual


comenzó por Chile. Es entonces, y junto con el aumento del cultivo del tabaco, que se
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empieza también a consumir en forma de cigarrillo o porro. Extendiéndose desde


América hasta Asia, donde anteriormente se había comido, bebido o inhalado. En el
siglo XVIII Napoleón lo distribuye a las tropas acorraladas en Egipto bajo esta forma,
que de aquí lo llevan a Europa, provocando una nueva ola de difusión en el continente.
En 1850 llega a Jamaica con los esclavos Indios traídos por Inglaterra a la isla, es por
ello que muchos términos de la cultura cannábica, como charas, kush o ganjah,
provienen de la india. Tradicionalmente, el uso del cannabis se daba con más frecuencia
en el creciente meridional que se extiende desde Marruecos hasta la India, sin embargo,
con la llegada del siglo XIX y el colonialismo su uso se fue expandiendo también a
Europa, sobre todo de forma recreativa (Gamella, et al. 2004).

Es con las revoluciones industriales, tanto en los siglos XVIII como XIX y XX, cuando
se vive el mayor cambio en el uso de Cannabis y en sus connotaciones. Comienza a ser
un material poco rentable, las cuerdas de barcos hasta entonces hechas de cáñamo se
sustituyen por cables de alambre y se prescinde de las velas de cáñamo por la invención
de la máquina de vapor. Aparte, en la industria farmacéutica aparecen otras opciones
más estables y fiables para el tratamiento de los dolores, como las aspirinas, el hidrato
de cloral y los barbitúricos, lo que poco a poco quita terreno al Cannabis. Con la
disminución de su rentabilidad económica, se vive cada vez más un desprestigio de su
consumo. A pesar de ello, su reflejo es social y no legal, ya que no tenemos
conocimiento hasta el siglo XX de su prohibición expresa.

En el siglo XX, el territorio estadounidense vive un aumento del consumo de cannabis.


Por un lado, la inmigración mexicana aumenta tras la Revolución mexicana, esta
población era más propensa al consumo de marihuana y, por otro lado, el país está en
esos momentos bajo la llamada Ley Seca, que prohibió fabricar, vender, transportar o
importar bebidas alcohólicas, por lo que el cannabis sirve como sustituto a estas. Ante
esta situación, en los años 30, los conservadores y la prensa sensacionalista, la
relacionan con los mexicanos y los negros, y a la delincuencia, provocando que en el
1937 se prohíba el cultivo del cannabis. Posteriormente, en los años 60, su uso político
queda constatado, entra de lleno el movimiento hippie, que en el contexto de la Guerra
Fría y el nacionalismo estadounidense, defendían el antibelicismo y usaban el cannabis
de manera recreativa, si anteriormente las connotaciones eran de violencia, pasaron a ser
de un extremado pacifismo, lo cual amenazaba los intereses estatales. Siguiendo esta
estela, a mediados del siglo XIX el cannabis fue añadido en el sistema de control
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internacional de narcóticos y en 1961 las Naciones Unidas prohibió la utilización


psicoactiva del cannabis en todo el mundo (Leal, et al. 2018).

En la actualidad, el uso del cannabis en sus diferentes formas vive un periodo de gracia,
motivado por la recuperación del material para la industria debido a su sostenibilidad y
la perdida del estigma sobre su consumo tanto de manera medicinal como recreativa. En
el siguiente mapa, podemos observar la legalización en diferentes territorios:

Con esto, podemos tener una visión más global de los usos que se han dado al Cannabis
históricamente, y aunque no podemos aventurarnos a dar una traducción certera en todos
estos momentos, podemos concluir que los significados y connotaciones del mismo
están sujetos a los contextos de uso y necesidad. Desde las antiguas civilizaciones que
incorporaban la planta en rituales sagrados hasta la contemporaneidad marcada por
debates legales, médicos, sociopolíticos y económicos, el Cannabis ha participado
activamente en diversos diálogos que han impactado y manifestado la dinámica social de
cada periodo, reflejando, así las interpretaciones cambiantes de la planta.

Ejercicio de traducciones
Dentro de un problema social, como es el uso del Cannabis como droga, bien medicinal
o bien recreativa, podemos encontrar diferentes imaginarios a la hora de tratarlo y
referirse a él. Estos imaginarios o significados se encuadran dentro de diferentes campos
semánticos que crean todo un simbolismo dentro del problema, estos se comunican, se
alimentan, se relacionan… A su vez, tienen efectos materiales, por como afectan a la
vida de las personas, a los recursos o las políticas públicas. Como ya hemos adelantado
y explicado brevemente, estas traducciones son la médico, la legal, la política, la
económica y la sociocultural, estos dos últimos, se analizaran más en profundidad dada
su actualidad.

Traducción médica
El Cannabis, como hemos visto, lleva usándose para tratar dolencias desde el neolítico,
aunque dependiendo de las culturas ha estado más ligado a la medicina o lo ritual, lo
cierto es que la separación de estos dos ámbitos es algo que pertenece más al mundo
occidental y a su medicina moderna. Esto desencadena unas consecuencias, y es como
en occidente se ha ido sustituyendo por otras sustancias con unos efectos más
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controlables, como pueden ser aspirinas y barbitúricos, que en ocasiones hacen uso de
ciertos componentes del Cannabis, pero bajo unas premisas de efectos y dosis
controladas. En el contexto contemporáneo, la legalización del cannabis con fines
medicinales ha suscitado un debate de gran complejidad en el ámbito de la salud. Dada
su condición aun de droga ilegal, los estudios sobre sus efectos, sobre todo a largo plazo,
son aún escasos y de poca fiabilidad, lo cual provoca que la perspectiva
científico-médica se base más en antiguas creencias, la cultura y las experiencias
individuales que en la realidad.

A pesar de la estigmatización histórica del cannabis debido a su aplicación recreativa, se


ha observado un aumento significativo en la investigación científica centrada en el
sistema endocannabinoide, se reconocen los potenciales beneficios médicos de la
marihuana, abarcando áreas como el alivio del dolor, la reducción de las náuseas y la
estimulación del apetito. Este reconocimiento se intensifica, especialmente, en casos de
pacientes que enfrentan condiciones específicas, como el VIH/Sida o aquellos sometidos
a tratamientos de quimioterapia (Roca, 2014). Sin embargo, la comunidad médica
también expresa inquietudes significativas en relación con el uso de la marihuana
medicinal, centradas principalmente en los posibles efectos adversos asociados con su
uso prolongado y la limitada información e investigación.

Traducción legal
En el momento en el que el Cannabis es percibido como un problema social, al ser
relacionado con la delincuencia y la inmigración, originariamente en Estados Unidos,
comienza la necesidad de legislar sobre el mismo. Poco a poco, esta necesidad se
extendió por todo occidente, llegando la incursión total en 1961, momento en el cual las
Naciones Unidas asumieron como compromiso acabar con el consumo del mismo. Esta
prohibición es confusa para los defensores del Cannabis, ya que sustancias que se han
demostrado más nocivas para la salud, como el tabaco y el alcohol, no sufren esa misma
consideración. De igual manera, hay un extenso debate sobre que cosas debe el estado
legislar, poniendo en duda si esto no coarta las libertades individuales, pero a su vez, si
esta prohibición responde a marcos de convivencia y cuidados colectivos dentro del
Estado de Bienestar.

Traducción política
De igual manera, como la incursión del Cannabis en el marco legal, en la política
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comienza cuando este se torna un problema social. Si fueron los sectores conservadores
los que consiguieron la estigmatización de la misma, podemos encontrar hoy en día un
posicionamiento similar en los partidos políticos del espectro actual, siendo la derecha la
heredera de estas ideas de estigmatización al Cannabis, sobre todo en su uso recreativo,
mientras que el sector progresista hace bandera de la búsqueda de su legalización. Es,
sin embargo, en la izquierda más tradicional y obrerista donde encontramos una
situación complicada, ya que la relación con las drogas, como el Cannabis, es de rechazo
al mantener que esta ha sido y es usada para desalentar la lucha de clases, siendo
probado que en varias ocasiones los estados han introducido drogas en zonas obreras
con este fin. Es aquí donde vemos como la dicotomía de derecha e izquierda se rompe.

Traducción económica.
La evolución económica del cannabis ha experimentado una transformación de gran
envergadura, desplazándose de las operaciones en las sombras del mercado negro hacia
la visibilidad de una industria legal que actualmente se manifiesta como un sector en
expansión. Este cambio no solo implica una modificación en la comercialización del
cannabis, sino que también conlleva una transición en la percepción, pasando de
considerarse una actividad económica ilícita a ser vista como una ocupación legítima en
crecimiento.

Durante décadas, el mercado negro ha sido el principal escenario para la compra-venta


de marihuana, dado su estatus ilegal. Aunque la marihuana ha sido considerada un bien
valioso en este mercado ilícito, su comercio ha estado asociado con la violencia, la
ausencia de regulación y la marginalización social, alimentando así estructuras
económicas ocultas y complejas. Según el informe de la Onudd (2005) dentro del valor
total del mercado del narcotráfico la mayor representatividad se la llevaba el tráfico de
marihuana (140.000 millones), seguida de la cocaína (70.000 millones), opiáceos
(64.000 millones) y drogas sintéticas (44. 000 millones); aunque cabe recalcar que es la
que menor impacto genera en el poder económico de las grandes organizaciones
criminales, debido a la gran dispersión y accesibilidad de la producción de marihuana a
nivel mundial. La relación entre criminalidad y el comercio del cannabis radica en el
control de las rutas de comercio de la marihuana por parte de carteles. Asumir el
dominio de estas rutas estratégicas no solo implica el control de la gestión logística de
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las operaciones, sino que también se caracteriza por la imposición de su autoridad a


través de tácticas violentas e intimidatorias. La competencia por estas rutas ha
desencadenado conflictos sangrientos entre carteles y, en algunos casos, la corrupción de
las fuerzas de seguridad y del propio estado.

Este fenómeno, conjugado con otros factores como la incapacidad del Estado para hacer
cumplir sus leyes, controles sociales debilitados y controles débiles internalizados en
cada individuo, ha dado lugar a lo que se conoce como“estados corruptos”, una situación
en la cual la presencia y el poder de los carteles son tan significativos que desafían la
autoridad del estado y manipulan sus instituciones para sus propios fines (Thoumi,
1999).

En el marco de esta compleja dinámica, algunos estados han abordado el problema de


las drogas mediante la implementación de políticas de "guerra contra las drogas",
estrategias de corte represivo y militarista influenciadas por corrientes conservadoras del
primer mundo (Quiñones, 2018). Sin embargo, estas medidas han generado críticas al
basarse en argumentos no comprobados científicamente y han contribuido a la
consolidación de estrechos vínculos entre narcotraficantes y sectores de élites políticas y
económicas, generando externalidades como la corrupción que afecta profundamente al
sistema económico y gubernamental (López, 2004; Vázquez, 2015).

La legalización del cannabis representa un cambio paradigmático en esta dinámica,


marcando la transición de un mercado negro a la creación de una industria legalizada de
consumo de cannabis. Esta transformación no solo impacta en la percepción social de la
marihuana, sino que también tiene implicaciones económicas significativas. La
legalización ha permitido la emergencia de empresas y emprendimientos legítimos que
participan en la producción, distribución y comercialización de productos relacionados
con el cannabis. Este nuevo marco legal no solo desmantela estructuras económicas
clandestinas asociadas al mercado negro, sino que también abre nuevas oportunidades
para la generación de empleo, el pago de impuestos y la regulación efectiva de la
industria. Este cambio no solo afecta la forma en que la sociedad aborda el consumo de
cannabis, sino que también tiene el potencial de transformar la dinámica económica y
social asociada a esta sustancia.

En primer lugar, al regularizar la producción, distribución y venta de marihuana, se crea


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un entorno empresarial legal que contribuye al crecimiento económico. La legalización


desmantela el modelo de oligopolio asociado a la narcoeconomía, permitiendo una
competencia más abierta y fomentando la entrada de nuevos competidores en la
industria del cannabis. Desde una perspectiva macroeconómica, la legalización genera
empleo en diversas áreas, como la industria, el comercio, los servicios y la investigación
relacionada con el cannabis. La creación de empleo no solo impacta directamente en el
Producto Nacional Bruto (PNB), sino que también beneficia a la economía formal al
absorber mano de obra desplazada de la economía ilegal. Además, la legalización
permite la recaudación de impuestos indirectos al consumo, generando ingresos fiscales
que pueden destinarse a la educación, la salud, la protección ambiental y la vivienda.
Estos ingresos pueden contrarrestar los costos asociados con la persecución y
penalización, así como contribuir al bienestar social. La legalización también impulsa el
ahorro y la inversión al crear un entorno empresarial estable y al permitir el acceso legal
a la industria por parte de empresas legítimas. El control estatal sobre la producción y el
precio, junto con la imposición de impuestos, proporciona una base para la gestión
eficiente de esta actividad económica (Quiñones, 2018).

Al explorar las diversas formas en que el cannabis es comercializado, resulta


fundamental considerar las teorías de Bourdieu (1979) que destacan cómo las relaciones
de diferenciación y dominación se construyen a través de procesos complejos de
consumo. En su obra “La Distinción” su objetivo es precisamente, describir las
diferentes formas del capital patrimonial (económico, humano y social) y su interacción
en los campos de realización, subrayando la importancia de entender la conexión entre
producción, distribución y consumo en la construcción social de significados.

La apertura de un mercado legal del cannabis ha generado una diversificación notable en


las formas de comercialización de la misma, marcando el surgimiento de nuevos
productos y servicios que van más allá de la simple transacción económica. La planta de
la marihuana, una vez estigmatizada y asociada a la criminalidad, ahora se presenta
como un elemento versátil que se integra en la vida cotidiana a través de múltiples
formas de consumo y aplicación. Esta nueva forma de comprender el cannabis ha
propiciado el desarrollo de diversos segmentos como el uso medicinal, la cosmética, el
turismo cannábico, la industria textil, entre otros; cada uno de estos sectores representa
no sólo una oportunidad económica, sino también una plataforma para la transmisión de
significados culturales y simbólicos únicos. En el contexto del cannabis, la
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diversificación en su comercialización no sólo implica cambios económicos y estrategias


comerciales, sino que también está intrínsecamente relacionada con la producción y
reproducción de identidades personales y colectivas.

El sector medicinal del cannabis desafía las percepciones tradicionales asociadas con
esta planta, transformándola de una sustancia estigmatizada a un recurso terapéutico
aceptado y legítimo; esto se puede observar por la creciente oferta de establecimientos
que comercializan productos medicinales cannabicos como aceites, cápsulas y
comprimidos, parches transdérmicos, cremas y ungüentos, suplementos nutricionales,
entre otros, demostrando una diversificación que parece no tener límites. Así como en el
sector medicinal, en el ámbito cosmético, la inclusión de cannabinoides y extractos de
cannabis en productos cosméticos refleja una reinterpretación de la planta como un
recurso beneficioso para la piel y el bienestar estético; este sector ha experimentado un
crecimiento notable a medida que las empresas han desarrollado una amplia gama de
productos, desde cremas faciales a champús e incluso maquillaje. El sector del turismo
cannábico, ligado a la despenalización y legalización del cannabis en ciertas regiones
impulsa no solo la venta de productos, sino también servicios relacionados, como
recorridos turísticos, clases de cocina, eventos sociales, etc. Finalmente, señalar que la
industrialización del cannabis para la producción textil ha generado un resurgimiento del
uso de las fibras de cáñamo para la creación de prendas de vestir y textiles, presentando
una alternativa sostenible a las industrias tradicionales.

Al explorar las diferentes formas de comercialización del cannabis, el objetivo es


resaltar que la legalización no solo ha provocado cambios en la estructura económica y
estrategias comerciales relacionadas con la planta, sino que también tiene el potencial de
generar nuevos significados culturales asociados a la marihuana. La legalización se
presenta como un catalizador que, al permitir la ampliación de productos y servicios
relacionados con el cannabis y su integración en sectores como la moda, la alimentación,
el turismo, etc. ha permitido que el cannabis se convierta en un portador de significados
culturales renovados. Desde la perspectiva de Bourdieu (1979), la legalización del
cannabis y la consiguiente aparición de nuevos productos y servicios no solo
transforman la economía, sino que también desempeñan un papel crucial en la
construcción social de significados asociados a esta planta, influyendo en la manera en
que los individuos y colectivos la perciben, la consumen y la incorporan a sus
identidades culturales. Este fenómeno refleja la complejidad de las relaciones sociales
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y la construcción de significados en torno al cannabis, como veremos a continuación.

Traducción sociocultural.
Como se ha visto a comienzos del texto, la marihuana ha sido usada, y lo sabemos por el
comienzo del cultivo de la misma, desde el neolítico, con fines desde alimenticios a
religiosos. Este cultivo comienza en Asia central entorno al años 3000 a. de C., pero
rápidamente se extiende a China y a la India, y en pocos años llega también hasta
Oriente Medio, desde donde se propaga hasta llegar a Europa y, finalmente, con la
llegada de Colón a América también se introduce en el continente americano (Leal, et
al. 2018). Encontramos los primeros registros escritos de ella como planta medicinal en
el siglo VI. Es a partir de estos años cuando justamente se empieza a criminalizar el uso
de la misma, tanto en el Islam como en el catolicismo, aunque deberemos esperar al año
1484 para que sea prohibida de forma explícita en una bula papal.

Es importante entender, que aunque hablemos de cannabis, el uso de esta planta no


solamente era por valor enteógeno, sino que la resistencia pero flexibilidad de sus fibras,
también le daba un valor a la hora de los rituales como material de fabricación, como
por ejemplo para telas o papel. Como mencionamos anteriormente, el propio Cristóbal
Colón llegó con casi 80 toneladas de velas y cuerdas hechas de cáñamo . Otro ejemplo
de la importancia del cannabis no como sustancia psicotrópica sino como medio de
producción sería el hecho de que el primer libro que salió de la imprenta de Gutenberg,
el inventor de la imprenta, estaba hecho de cáñamo (Gamella, et al. 2004).

El cáñamo tuvo su auge en América con el comercio de esclavos en torno al siglo XVI,
esto fue debido a su valor como material de fabricación. Para hacernos una idea de la
importancia del cannabis por aquella época, sería interesante mencionar el hecho de que
el propio rey Jacobo I de Inglaterra hizo obligatoria la producción de cáñamo en la
colonia británica de Virginia (Godwin, 1967), que fue seguida por Massachusetts y
Connecticut, donde incluso la planta llegó a ser aceptada como moneda. Sin embargo, al
mismo tiempo, los esclavos lo utilizaban para fines religiosos y festivos en sus cortos
períodos de inactividad, ya que este consumo era permitido. Fueron estos mismos
esclavos, la mayoría de origen africano, los que introdujeron al consumo de cannabis a
los indígenas americanos.
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También se trabajó el cannabis con fines medicinales, durante milenios fue utilizada
tanto en Asia como en Europa, y en menor medida en América, lo que innegablemente
le aportaba cierto estatus a la planta. Sin embargo, con el desarrollo de la jeringa,
sumado a otros factores, hicieron que el cannabis dejase de ser un recurso médico y que
dejase paso a los opiáceos (Abel, 1980).
Otro factor clave que determinó el futuro de la cultura del cannabis fue la llegada de la
revolución industrial. El uso del cáñamo como materia prima se vio afectado
drásticamente, reduciéndose hasta quedar prácticamente desaparecido, por lo menos a
niveles industriales. Esto hizo que su uso tanto ritual como recreativo comenzase a verse
de forma negativa, eso sumado a que los principales consumidores solían ser
inmigrantes, por lo menos en Estados Unidos, hizo que se crease un rechazo tanto al
consumo de cannabis como al propio consumidor, que era visto como un sujeto capaz de
cometer actos delictivos con el único fin de consumir. Se empezó a ver al consumidor
como un delincuente y al producto como un veneno que envenenaba a la juventud
(Molina, 2008).

Aun con esta “demonización” del cannabis , el consumo a nivel mundial solo ha ido en
aumento, a pesar de que las penas por su posesión, consumo o distribución han ido cada
vez siendo más fuertes. El mejor ejemplo de esto es fijarnos en la actualidad, ya que aun
cuando su consumo, posesión o venta están prohibidos en muchos países, los derivados
del cáñamo son las drogas más populares a nivel global.

Esta gran popularidad no pasa desapercibida para los grandes mercados globales, que
año tras año consiguen cada vez más cantidad de dinero comercializando productos
derivados del cáñamo. Ya sea mediante la venta directa de la marihuana o derivados, en
aquellos lugares donde está permitido, la venta de productos hechos a partir de cáñamo,
como puede ser ropa o muebles o la venta de productos con los principios activos del
cannabis, el tetrahidrocannabinol, más conocido como THC y el cannabidiol,
comúnmente llamado CBD.

Es interesante, por ejemplo, fijarnos en el caso de Estados Unidos. Si hacemos memoria,


recordaremos que fue el propio Estados Unidos el que en un principio, tras dejar de usar
el cáñamo como materia prima, comenzó a ver con malos ojos el consumo de cannabis.
Se empezó a ver a los consumidores como maleantes y a la marihuana como un veneno
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que estaba matando a la población estadounidense. Fue gracias al propio presidente de


los Estados Unidos, Richard Nixon, y a la “Guerra contra las drogas” que él mismo
inició, que se empezó a prohibir su consumo a nivel global prácticamente. Sin embargo,
según el último informe mundial sobre las drogas (Onudd, 2023) a día de hoy el mayor
mercado de venta y consumo de marihuana está, paradójicamente, donde comenzó su
prohibición, en Estados Unidos. ¿Cómo es esto posible? La respuesta es bastante
sencilla, tras décadas tratando de luchar contra su consumo, se dieron cuenta de que es
prácticamente imposible erradicarlo y, además, descubrieron los vertiginosos beneficios
económicos que la producción y venta de marihuana podría tener para la economía. Es a
partir de ahí que se empiezan a cambiar totalmente los significados que hasta entonces
se atribuían a los consumidores. Ya no son personas marginales, maleantes con el único
propósito de consumir, que no pueden controlarse. Ahora los consumidores se
representan como personas modernas, activistas que luchan contra el estigma y la
discriminación, se vende, practicamente, como si fuese un estilo o forma de ser y de
habitar el mundo (Nateras & Sánchez, 2015). También se vuelve a incluir la marihuana
en los discursos de bienestar, se vuelve a apelar a los principios médicos de la misma,
presentándola como una alternativa terapéutica natural. También se ha tratado de
integrar el consumo de marihuana o derivados con la propia cultura recreativa,
intentando hacerla parte de la experiencia social, promoviendo su consumo y venta en
distintos eventos o en productos de entretenimiento.

Resulta curioso fijarse en cómo han ido evolucionando los significados culturales de la
marihuana, por ejemplo en EEUU. En un primer momento cuando llegó y se usaba el
cáñamo como una de las principales materias primas a nadie le importaba que la gente
consumiera, incluso, como he mencionado anteriormente, era obligatorio plantarlo
(Godwin, 1967). Con la llegada de la revolución industrial y distintas materias primas,
ya no había necesidad de seguir usando cáñamo y, por consiguiente, se empezó a
estigmatizar a la gente que consumía. Y ahora, al darse cuenta de los enormes beneficios
que el consumo de marihuana generan al Estado, nuevamente se desestigmatizar al
consumidor, pero no solo eso, sino que se le presenta como alguien moderno y un
ejemplo a seguir, con el único fin de que el mayor número de personas posible empiece
a consumir o consuma más. En definitiva, se puede ver claramente como la percepción
social que se tiene de los consumidores, o la que el Estado quiere que tengamos, va en
concordancia a los beneficios que este mercado le genera, y no a una preocupación real
por el bienestar de sus ciudadanos.
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Conclusiones.
La evolución económica y sociocultural del cannabis ha experimentado una
transformación significativa, pasando de las sombras del mercado negro a la luz de una
industria legalizada en expansión. Este cambio no solo ha modificado la forma en que se
comercializa el cannabis, sino que también ha influido en la percepción social y en la
construcción de significados culturales asociados a esta planta. La transición de la
ilegalidad a la legalidad ha desmantelado estructuras económicas clandestinas, generado
empleo, contribuido a la recaudación de impuestos y diversificado la oferta de productos
y servicios relacionados con el cannabis.

Desde una perspectiva sociocultural, la diversificación en la comercialización del


cannabis ha generado nuevos productos y servicios que van más allá de la transacción
económica simple. La marihuana, una vez estigmatizada y asociada a la criminalidad,
ahora se presenta como un elemento versátil integrado en la vida cotidiana a través de
múltiples formas de consumo y aplicación. Sectores como el uso medicinal, la
cosmética, el turismo cannábico y la industria textil han surgido, cada uno ofreciendo
oportunidades económicas únicas y, al mismo tiempo, sirviendo como plataforma para la
transmisión de significados culturales y simbólicos.

La perspectiva de Bourdieu, que destaca la importancia de entender la conexión entre


producción, distribución y consumo en la construcción social de significados, se vuelve
relevante al explorar la evolución sociocultural del cannabis. La legalización ha
desencadenado una complejidad en la relación entre producción, distribución y
consumo, y ha influido en la construcción de identidades personales y colectivas en
torno al cannabis.

En definitiva, la evolución económica y sociocultural del cannabis, desde su


comercialización en el mercado negro hasta su legalización y diversificación, refleja una
transformación significativa en la percepción y el significado de esta planta. La
legalización ha generado oportunidades económicas, desmantelado estructuras
clandestinas y diversificado la oferta de productos y servicios relacionados con el
cannabis. Además, ha influido en la construcción de significados culturales, desafiando
estigmas y presentando al cannabis como un elemento de la vida cotidiana.
15

Bibliografía.
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