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Marco Teórico.

Aunque parezca que el cannabis siempre ha estado presente en México, lo

cierto es que sus orígenes se encuentran en Asia, concretamente en las cordilleras del

Himalaya, desde donde se extendió a prácticamente cada rincón del planeta. En el

caso de México, fueron los españoles, con la llegada de Cristóbal Colón, quienes

introdujeron el cannabis en el país. Llegó en los barcos que provenían de la península

ibérica, y su uso era el legado de la invasión morisca. Incluso después de la

Reconquista y de la Inquisición, el uso del cannabis en España era una realidad, tanto

para textiles como para su uso medicinal. Así fue como la planta entró en México, en

los galeones españoles que traían sus semillas con el fin de producir textiles en "La

nueva España".

Concretamente, fue Hernán Cortés quien la importó y así fue como los

indígenas mexicanos aprendieron a cultivar cáñamo y rápidamente se desarrolló la

agricultura de la marihuana en el territorio. A su vez, algunos comenzaron también a

consumir cannabis, anteriormente a la llegada de los invasores, la población local ya

tenía la cultura del consumo de plantas y raíces con efectos psicoactivos: hongos,

peyote, toloatzin (semilla de la virgen) y el picietl o yetl conocido como nicotina rústica

(tabaco).

Así que la llegada de esta nueva planta, el cannabis, fue bien recibida, y pronto

la comenzaron a usar tanto para fines recreativos y medicinales como para rituales

religiosos. Con el paso del tiempo, el uso medicinal del cannabis se fue desarrollando

cada vez más en México, pues en el siglo XVI ya se utilizaba para tratar la gonorrea y

para regular el ciclo menstrual, así como para paliar el dolor muscular y de muelas.

El uso del cannabis se popularizó en México hasta tal punto, que al inicio del

siglo XX era ya algo común entre los locales. De hecho, durante la revolución, que

comenzó en 1910, el consumo de cannabis se convirtió en un símbolo más a través de


la famosa canción que ya forma parte de la cultura mexicana "La cucaracha". Una

cultura de consumo de cannabis que no gustó nada a su país vecino, de hecho, el

nombre "marihuana" o "marijuana", acuñado en la región, se convirtió en símbolo y

estigma de la prohibición estadounidense. Ahora explicaremos por qué.

Al inicio del siglo, la inmigración mexicana llevó consigo a USA la costumbre de

consumir cannabis. Comenzaron a migrar al país vecino para trabajar como mano de

obra barata, lo que comenzó a producir algunas tensiones socio-económicas que

terminaron por agravarse con la llegada de la gran depresión de 1929. Por ello,

cuando Harry J. Ansilinger (1929), lanzó su campaña para criminalizar el consumo de

marihuana, la demonización de la inmigración mexicana y de la palabra "marihuana",

fueron claves para su éxito.

La idea era relacionar el consumo de cannabis con actividades delictivas e

inapropiadas para empujar leyes prohibicionistas. La campaña caló hondo y vino

seguida por la primera ley prohibicionista en 1913 en el Estado de California. Tal como

sucedería a la inversa casi decenas de años más tarde, otros Estados se sumaron a

esta fiebre ilegalizadora cannábica. Como consecuencia del marco legal

estadounidense y por presión de este país, México también prohibió la marihuana en

1920, concretamente su producción, venta y uso recreativo. Años más tarde,

concretamente en 1927, prohibió específicamente su exportación.

Tal como explicamos en otros artículos, durante los años 60 los hippies

abanderaron el consumo de marihuana como forma de protesta, así como también

para "abrir la mente". A pesar de las fuertes políticas prohibicionistas de USA, el

consumo de marihuana se propagó entre los jóvenes norteamericanos. Fumaban

cannabis que provenía principalmente de México y Colombia, variedades

landrace mexicanas que eran sativas relativamente tempranas comparadas con las

colombianas o las tailandesas, y que habían sido bautizadas acorde con la región

donde se habían cultivado: Chiapan, Guerreran, Nayarit, Michoacan, Oaxacan, y


Sinoalan. Plantas altas que producían cogollos alargados con un efecto totalmente

cerebral y muy psicoactivo que enamoró a los hippies de la época.

A pesar de que los dos países habían firmado en 1961 la Convención única de

estupefacientes, durante casi toda la década hubo tensión entre los dos países ya que

USA, bajo el mandato del presidente Lyndon B. Johnson, responsabilizaba

directamente al gobierno mexicano (dirigido por Gustavo Díaz Ordaz), de permitir la

exportación de todo tipo de drogas a su país vecino, entre ellas, cannabis. La

explosión del consumo durante aquellos años entre los jóvenes estadounidenses hizo

que el siguiente en tomar el mando, Richard Nixon, endureciera las medidas de control

fronterizo en 1969 con la llamada "Operation Intercept", que no era otra cosa que un

registro de 3 minutos de duración máxima de todos los coches que cruzaban la

frontera desde México a USA. Esto causó protestas por parte de la población

mexicana y mucha indignación. Poco sabían que la cosa no había hecho más que

empezar, pues dos años más tarde Nixon proclamó la llamada “Guerra contra la

droga", y declaró que su objetivo era terminar con el "enemigo número uno de los

Estados Unidos". A partir de entonces los esfuerzos de USA por impedir que los

cogollos mexicanos entraran en su territorio se intensificaron, y en 1978 la DEA

comenzó a destruir campos de cultivo pulverizando paraquat desde avionetas.

Por su lado, el cultivo de cannabis, que tradicionalmente había sido una

actividad llevada a cabo por campesinos, se convirtió en una operación controlada por

los carteles mexicanos que se formaron inicialmente con los beneficios del tráfico de

"mota". Las montañas de Sierra Madre Occidental se convirtieron en el epicentro del

cultivo de cannabis y la zona, que comprendía los Estados de Chihuahua, Durango y

Sinaloa, fue apodada "the golden triangle".

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