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EXILIADO | Lorena Díaz Meza

Ni el país, ni la ciudad, ni las calles, ni el barrio, ni mi casa. Ni los olores, ni el clima, ni la comida. Ni
los amigos, ni la familia, ni mi mujer. Ni la vida, ni el amor. Ya nada es lo mismo. Ahora, en el
deambular errante al que me condenado, me deshago en memorias truncas.

EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS

Alicia Aguilar Carvajal no escuchará cuentos antes de ir a dormir, no probará las frutas del verano
que viene ni abrirá regalos en Navidad. No volverá a la escuela ni se sentará a la mesa con sus
manitos mugrosas de tanto jugar. Esa tarde, a sus seis años, la niña partió sin despedirse,
albergando en su pecho una bala y el grito ensordecedor de su abuela que marcó su ausencia para
siempre.

DICTADOR

Los fantasmas de mi abuelo me persiguen por la casa, se meten en mis sueños, me muerden las
orejas, larvan en mis huesos. Me carcomen. Esas almas en pena que me heredó mi ancestro me
ayudan hoy a sostener el arma con que los liberaré. Con que me liberaré.

CONSTELACIÓN

Dejo contigo, abuela, el dolor de perder un hijo. La angustia eterna de no encontrar su cuerpo y la
horrible condena de mirar el mar con los ojos cargados de tristeza y desesperanza. Hoy, honro tu
dolor, abuela y enciendo una vela blanca por mi tío, por tu hijo, por nuestra familia. Para que a
ninguna de las que viene en nuestro linaje le ocurra. Para que ninguna vuelva a cargar el martirio
de llevar un detenido desaparecido en el vientre.

PENSIÓN DE REPARACIÓN

¡Asesinos de mierda! ¡Devuélvanme a mi hijo! ¿Creen que con plata me van a quitar este dolor?
¿Creen que una pensión es suficiente? Yo lo parí, yo lo crié, yo lo amaba. Dejen de mentirnos. Ni
mi hijo, ni los hijos de estas mujeres van a aparecer, porque los tiraron al mar atados de rieles y
miserias. Guarden sus billetes, malditos, y dispárenme, mátenme si quieren. Callen mis gritos con
sus fusiles. Pero les advierto, yo morí el día en que me arrebataron a mi hijo, pero mis maldiciones
vivirán por siempre en ustedes.

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