Supongo que están muy contentos. Deben saber que yo
también, ya que por primera vez no tengo que indicarles que pongan su mochila debajo de su banca, pero sobre todo por tener el honor de ser su padrino de generación. Incluso mandé hacer tarjetas de presentación que dicen que soy el padrino de ustedes.
Ser padrino es un honor, pero también es una
responsabilidad muy importante, ya que la misión de un padrino es ayudar a sus ahijados para que sus condiciones de vida sean mejores. Ese es el sentido amplio de lo que significa apadrinar.
¿Y en qué podría ayudarles a mejorar sus condiciones de
vida un simple profesor de Historia y Filosofía? No lo sé y cómo no lo sé, voy a aprovechar este tiempo para hablarles de mí, porque no siempre tengo enfrente a más de 2 mil personas obligadas a escucharme. 2
Eso pensaba ayer, pero se me ocurrió que era mejor hablar
de ustedes y eso es lo que voy a hacer realmente. Ustedes pertenecen a la generación que reanudó las clases presenciales y el acto académico generacional. Este retorno es el marco para saber qué aprendimos y también para qué sirve la escuela.
Reconozcamos entonces el tiempo excepcional que vivimos
por la pandemia, que se convirtió en un escenario que les obligó a elegir en qué tipo de alumnos querían convertirse.
Añadamos que la escuela es imperfecta y no siempre lo que
ocurre en ella merece el nombre de educación. Y precisamente por lo que la escuela tiene de imperfecta, ustedes han tenido que elegir en qué clase de alumno y en qué clase de persona quieren convertirse.
Hoy están aquí, portando una toga igual a la de sus demás
compañeros, lo que podría dar la impresión de que son 3
todos iguales. Y ya vimos en clase que esto no es así. Que
las cosas no siempre son lo que parecen. Cada uno de ustedes logró conseguir esa toga de un modo particular, que yo, por razones de tiempo, reduciré solamente a dos modos.
De esos dos caminos que pueden seguirse para obtener la
toga que hoy portan, muchos de ustedes se fueron forjando como los hombres de oro de los que habla Platón, y han aprendido a escoger los senderos del conocimiento, del honor y de la virtud. Esto significa, en términos llanos, que pudiendo plagiar una tarea o trabajo no lo hicieron, que en lugar de conseguir la foto de un examen, estudiaron para resolverlo, o que pudiendo faltar a clase, decidieron asistir. No sólo eso, la pandemia fue la oportunidad para desarrollar habilidades que se unieron a las que habían desarrollado en las clases en el aula. 4
Para ustedes, mis queridos alumnos y alumnas de oro, mi
reconocimiento y mi esperanza de que al salir del Costa, pertenecerán al equipo de las soluciones y no al de los problemas.
Recuerden que soy profesor de Historia y de Filosofía. La
Historia es el registro de lo que hacemos los hombres y con tristeza, frecuentemente se ha convertido en el registro de nuestras equivocaciones. Por su parte la Filosofía surgió precisamente para revisar si nuestras ideas y valores son correctos o si tal vez, estamos equivocados.
Debo, por tanto, decir alguna palabra para quienes de
ustedes todavía se comportan como personas de bronce. Ante todo, debo ofrecerles una disculpa porque les fallé como su profesor. Ni mis palabras ni mi ejemplo, lograron persuadirlos para que evitaran los atajos del menor esfuerzo, de la corrupción y de la impunidad. La pandemia contribuyó para mejorar su competencia para hacer trampa. 5
Quiero por tanto intentar una última lección por qué es
vital que comprendan lo urgente de su cambio. Y para ello, tomo estas palabras de la película El club de los emperadores:
Todos, en algún momento, nos vemos obligados a
observarnos en el espejo y ver cómo somos realmente. Deseo que cuando sea su turno, no vean ante ustedes una vida sin virtud, sin honor y sin principios.
Recuerden que el padrino tiene la misión de acompañar al
ahijado para que sus condiciones de vida sean mejores, así que si me permiten les daré un último consejo.
No sé qué les depare el futuro, pero quiero proponerles, si
fuere el caso de que lleguen a ser padres o madres de familia, que piensen en lo que le dirán a sus hijos la primera vez que los tomen en sus brazos. Créanme que pocos días de todos los que les toque vivir, serán tan memorables. 6
Piensen en las palabras con que les darán la bienvenida a
este mundo y con las que empezarán a prepararlos para que vivan del mejor modo en que debemos vivir los seres humanos, que, como vimos en clase, no es otro que siendo lo más felices que podamos.
Pueden, si quieren, acordarse de su antiguo profesor de
Filosofía y decirles que por fin entendieron lo que les decía cuando afirmaba que lo único que intentaba en clase era ayudarles para qué cada uno de ustedes supiera qué hacer con su vida. Esa es la primera y principal cuestión que todo ser humano debe resolver.
La segunda cuestión en importancia, es precisamente si
vale la pena traer otra vida humana a este mundo precario y frágil. En estos tiempos de incertidumbre, celebraría que muchos de ustedes quisieran tener hijos. Significaría que nuestro mundo todavía tiene oportunidad. Comuníquenle a sus hijos que amorosamente han aceptado la misión más 7
importante de su vida, como es acompañarlos hasta que
cada uno de ellos descubra su manera de ser feliz.
Digan también a sus hijos recién nacidos, que en un mundo
incierto y frágil, todavía es posible decir, junto a una niña llamada Ana Frank, lo maravilloso que es que nadie tenga que esperar un momento antes de empezar a mejorarlo.
Y no les preocupe que por ser tan pequeños, todavía no
entiendan sus palabras. Platiquen con sus hijos todos los días, contemplen sus rostros, comprendan cómo les hablan al principio sólo con la mirada y después con sonrisas, gestos y balbuceos, hasta que llegue el día, igualmente memorable, en que comiencen a hablar.
Hablen entonces aún más con ellos, y comiencen a
presentarles los libros y las historias que aparecen ahí. Llegado el tiempo, les pido que nunca evadan o deleguen su responsabilidad de hacerlos libres, reflexivos y buenos. 8
Sobre todo, no maten la curiosidad de los niños. Todos los
niños son filósofos naturales. Así que cuando comiencen a hacer preguntas, no les contesten que en la escuela les enseñarán lo que deben saber. Sé por experiencia que en las escuelas no siempre se enseña lo que debe saberse. Cuando sus hijos les pregunten el por qué de cualquier cosa, ojalá que su respuesta sea parecida a ésta: ¡Vamos a investigarlo juntos y juntos encontremos la verdad!
Como dice Epicuro, mientras más pronto comprendamos
que nuestra vida y nuestro mundo tienen un límite, será más probable que entendamos la importancia de hacer las elecciones correctas para que podamos seguir teniendo una historia que contar.
Queridos alumnos y alumnas, ha sido un enorme privilegio
haber sido su profesor en este extraordinario tiempo de prueba. En unas horas más, ustedes y yo tendremos algo en común. Como yo, ustedes serán ex- alumnos y ex- alumnas maristas. Eso significa que yo dejaré de ser su 9
profesor y ustedes no serán más mis alumnos. Pero
podemos, si quieren, comenzar a ser amigos.
Reciban mi afectuosa felicitación y, tomando prestadas
unas palabras de Gabriela Mistral, mi deseo de que en la vida de cada uno de ustedes, mis clases volverán a ser escuchadas.