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Bianca Pocci

M. Audiovisuales
1er año / 2018.
Guión Nº2
Rocco.

Siete de la mañana, un golpe seco al reloj que no para


de sonar, casi como todas las mañanas.
Se levanta lentamente y suspira, se gira sobre sí para
estirar la espalda y estira su brazo hacia donde debería
estar Rocco, pero no. Se sobresalta y va hacia la cocina, y
lo ve recostado esperando al lado de la puerta, como hace
cuando quiere salir al patio. Se relaja y va a abrirle, pero
cuando lo hace Rocco no se levanta, es más, apenas lo observa
desde el piso y mueve lentamente la cola.
Se agacha y lo acaricia, a lo que el perrito mueve la
cola con mayor velocidad. Sonríe para sí, tantos años de
compañía que ya se olvida exactamente cuántos, y ya olvidó
cuando fue la última vez que se tomó un momento para
acariciarlo en silencio.
Pero ya es demasiado tarde y si se toma un minuto más
seguro que vuelve a llegar impuntual al trabajo. Se levanta
e intenta levantar a Rocco con ambas manos para que se ponga
de pie y salga antes de que él se vaya, así no hace de sus
cosas dentro de la casa. Pero cuando sus manos tocan su
cuerpo, Rocco lanza un aullido de dolor. El hombre se
sobresalta y le pide perdón al animal mientras tantea la zona
baja del estómago que parece ser el lugar del dolor.
Cuando entiende que Rocco no va a ser capaz de
levantarse por sus propios medios , agarra su celular y le
escribe a su jefe anunciando que no va a ir a trabajar porque
tiene una emergencia, sin importarle su reacción, ni la de él
ni la de nadie.
Camino a su veterinario de confianza, Rocco parecía
animado por volver a viajar en coche como lo hacía hace años,
y su dueño se limitaba a sonreír en silencio.
Ya en el lugar, el profesional tantea al perrito y
realiza todos los chequeos correspondientes, pero parece no
encontrar nada. Le dice a su dueño que no se preocupe, que
seguramente comió o bebió agua demasiado rápido, que es común
en los perros ancianos que cosas cotidianas afecten su
sistema, pero que no hay nada de lo que preocuparse.
Conformes con el diagnostico, dueño y perro vuelven a casa.
No dan más de las 11 de la mañana y las corridas
hicieron que el tiempo se pasara mucho más rápido. Aprovecha
el día libre para realizar sus actividades mucho más relajado
que si estuviera trabajando, y no pierde la oportunidad de
incluir a Rocco donde pueda.
Sentado en el sillón viendo televisión con el animal a
su lado, observa sus fotos sobre el mueble donde, en muchas
de ellas, aparece Rocco en varias etapas de su vida: cuando
llegó hace unos 13 años, cuando ambos se mudaron a la nueva
casa, cuando él conoció a su pareja, y tiempo después, cuando
se separaron. Inevitablemente el perrito había sido esa
figura crucial que había estado siempre presente, de una
forma u otra, y con el tiempo se hacían cada vez menos
cotidianas las oportunidades en las que dueño y perro pasaban
tiempo juntos sin ninguna razón.
Entre tantos pensamientos y recuerdos, se queda dormido.
No recuerda si pasaron 2, 5 o 10 horas, pero se despierta
sobresaltado, y el ambiente está frío. Afuera llueve y el
cielo oscureció de repente. El agua entra por la puerta
trasera, que está abierta, así que se levanta a cerrarla.
Cuando lo hace, nota la ausencia y empieza a dar vueltas por
la casa, llamándolo en voz alta.
Pasan los minutos y el perro no aparece, los pasos se
vuelven más rápidos y la respiración más agitada, hasta que
su mente hace un corto, y como un mecanismo, abre la puerta
que acababa de cerrar y sale corriendo hacia el patio.
Corre y corre, y el patio se hace interminable. Se
frena, sobresaltado, cuando ve una figura negra recostada,
como durmiendo sobre el pasto al lado del árbol de manzanas.
Se acerca, con la mano en la boca como intentando acallar los
sollozos y las lagrimas comienzan a emerger.

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