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Es invierno.

La noche anterior, una tormenta de nieve hizo que las temperaturas descendieran
bajo cero. Sin embargo, a diferencia del frío exterior, el ambiente dentro de la casa de Ron era
cálido. Es por ello que últimamente a Toto le costaba levantarse por las mañanas cuando dormía
en su casa.

El sonido de la fuerte alarma retumbó en la habitación; los amantes se removieron, firmemente


abrazados debajo de algunas mantas, compartiendo su calor.

Toto abrió un ojo, pensando que el incesante estruendo se había detenido, solo para minutos
después, volver a escucharlo. Quiere dormir un poco más, estaba cansado e incluso la sola idea
de salir del agradable calor le parecía descabellada.

Después de estar un rato debatiendo entre si levantarse o no, la alarma vuelve a sonar.
Somnoliento, buscó a tientas su teléfono por el piso de la pereza hasta encontrarlo. Eran las 10 de
la mañana. Sin muchos ánimos, observó las quince llamadas perdidas de Amamiya.

Inmediatamente, Totomaru se incorporó. El celular vibró en su mano y la pantalla brilló con el


nombre de su superior. Con algo de miedo, contestó la llamada y esperó la reprimenda de su jefa.

– ¿Isshiki?

El tono de la mujer era calmado, lo cual puso aún más nervioso al joven policía. Tuvo que tragar
fuerte para calmar su corazón.

– Buenos días, Amamiya. ¿Cómo te encuentras hoy?

– Tienes 10 minutos.
Y entonces colgó.

Toto entró en pánico. En 10 minutos era imposible que llegara a la comisaría desde ahí.

Cuando trató de levantarse, el hombre a su costado apretó con más fuerza su cintura y fue
entonces cuando recordó que había dormido en casa de Ron. Mirando el rostro dormido de su
compañero, Toto a menudo olvidaba que debajo de su aspecto desaliñado, había un joven
bastante guapo.

Él, que era una persona de aspecto simple, nunca pensó que despertaría el interés de una persona
de semejante calibre. Aún sin ni siquiera ser amantes.

Después de lograr quitarse a Ron de encima, rápidamente Toto corrió al baño. Cepilló sus
dientes, lavó su cara y fue corriendo a buscar un traje y un abrigo al armario donde guardaba su
ropa para emergencias como estas. Aún le quedaban 7 minutos cuando terminó.

Después de tomar un pedazo de pan y beber un poco de leche, el joven se despidió del aún
dormido Ron y salió del apartamento.

Corrió hacia el primer piso lo más rápido que pudo. Por el camino, pensó en cómo había llegado
a estar en esta situación.

Han pasado seis meses desde que se conocieron y cuatro desde que comenzaron a tener sexo.
Fue tan solo un desliz aquella vez, pero fue suficiente para volverlos bestias salvajes llenos de
pasión desenfrenada. Cuando se dio cuenta, habían empezado una extraña relación que no era ni
de amigos ni de novios.
Los dos son hombres jóvenes. Ellos también tenían deseo sexual. Es por ello que todo el sexo
que tenían era brusco, salvaje e intenso.

De hecho, anoche tuvieron una noche más movida que de costumbre. Ron parecía una bestia
sexual insaciable.

Recibió una llamada justo cuando volvía a casa. Dijo que era algo de urgencia y lo citó en su
casa, sin embargo, tan pronto cruzó el umbral de la puerta, su amigo se lanzó sobre él y lo tiró al
piso de la pereza. Cuando sus labios se encontraron deseosos de afecto, Toto supo que la noche
sería larga.

Sacudió la cabeza y apartó esos pensamientos, no era buen momento de pensar en ese tipo de
cosas.

A toda velocidad, Toto corrió por las calles como si su vida dependiera de ello. Nunca antes
había llegado tarde, siempre era muy cuidadoso con eso.

Por fortuna, se encontró con un compañero que volvía de una patrulla nocturna y lo llevó.

Llegó faltando 15 minutos para las 11 am.

Cuando entró en el campo de visión de su superior, Amamiya lo miró furiosa, claramente


conteniendo las ganas de reprenderlo frente a todos, pero no podía hacerlo. El equipo de
Kawasemi acababa de llegar como un apoyo para tratar el caso de un famoso asesino en serie
que merodeaba la ciudad recientemente.

—Buenos días, detective Isshiki


Ante el repentino saludo, Toto saltó y se asustó un poco. Quien le saludaba era Kawasemi, con
sus extrañas pinzas, arreglando su pelo revuelto y su corbata a medio atar. Miró algo que lo hizo
fruncir el ceño y apartó la mirada. Podía escucharlo murmurando algo que no lograba
comprender.

— Ah, Kawasemi, buenos días. ¿Cómo te encuentras?

— Me encuentro bien. Sin embargo, son casi las 12 de la tarde, ¿todos en este departamento se
acostumbran a llegar tarde?

— Ja ja ja

Podía sentir como la mirada de su jefa le quemaba la nuca.

— De todas formas, ¿qué hace tu equipo aquí? ¿Hay un caso imposible de resolver?

Kawasemi puso una fea mueca, arrugando su frente, como si algo le molestara de sobremanera.

— Tienes razón. Hemos estado siguiendo el rastro de un asesino en serie que ha estado dejando
cadáveres en diferentes sitios. Contamos más de ocho homicidios en los últimos cinco años con
el mismo modus operandi.

A medida que Kawasemi hablaba sobre el caso, su rostro se mostraba cada vez más sombrío.
Hace aproximadamente un mes, obtuvieron una pista y una muestra de ADN, algo muy bueno
tomando en cuenta que no tenían un perfil claro. Pero pronto descubrieron que la sangre extraña
no los llevó a ninguna parte.
Ninguna de las víctimas se conocía, parecía escogerlas al azar.

— Esa persona volvió a atacar aquí en Tokio. La víctima aún no ha sido identificada. Justo ahora
me dirijo a la escena del crimen, te pasaré los archivos mientras nos dirigimos allí. He pedido a
Amamiya que me ceda a algunos de sus detectives y tu estas incluido.

— Espera, no estoy en una buena situación en este momento.

— ¡Que va! Ya te pedí, vienes conmigo

Mientras caminaba, Toto pensó en una manera de disculparse con Amamiya.

Al salir a la calle, Kawasemi se dirigió directamente al auto que estaba estacionado a pocos
metros de la puerta. A pesar de haber llegado hacía tan solo media hora, el ambiente helado
habían congelado las puertas y tuvo que hacer cierta presión para entrar.

Cuando entraron en la autopista, las calles estaban poco transcurridas por ser hora del almuerzo.
Los largos dedos de Kawasemi agarraban el volante, tarareando melodías algo difíciles de
descifrar. El silencio se extendía por todo el vehículo, escuchándose solamente sus tranquilas
respiraciones.

Isshiki, por su parte, miraba por la ventana pensando en cualquier cosa menos en la reprimenda
que obtendría de Amamiya una vez volviera a la oficina. Suspiró pesadamente.

El detective mayor alzó una ceja y mostró curiosidad por lo que sea que lo hiciera suspirar así.
De hecho, desde que lo vio llegar a la oficina esta mañana, no pasó por alto el claro olor a sexo
que emanaba este subordinado de su compañera.
Ni siquiera se detuvo a tratar de esconder las marcas que tenía en su cuello o arreglarse
adecuadamente. Estaba seguro que la mayoría de la unidad vio este deplorable estado en el que
se presentó a trabajar. De alguna forma, se sintió celoso.

Su curiosidad incrementó al pensar detenidamente en todas las mujeres que por alguna razón se
acostaría con él, encontrándolo ridículo. Nadie sería capaz de tener de novio a semejante idiota
bonachón. Sin embargo, a su mente llegó el rostro del joven alto que estaba con él la última vez.
La mirada de idiota enamorado que tenía aquella vez le repugnaba.

«¡No puede ser cierto!», pensó consternado.

Su coche se detuvo en un semáforo.

— No quise decirlo frente a todos, pero quizás deberías arreglarte un poco el cuello.

Su pequeño amigo le dio una mirada extraña. Se notó que no captó la indirecta.

— ¿Eh? ¿Por qué? ¿Tengo algo extraño?

—Yo no diría “extraño”, más bien curioso. Dime, ¿tienes novia?

Al mirarse en el espejo retrovisor, Toto entendió de inmediato lo que decía. Se sonrojó bastante.

— ¡Ah!

Salió tan rápido está mañana que apena y se dio cuenta que olvidó ocultar las marcas que dejó
Ron la noche anterior. Cada vez que tenían sexo, solía volverse muy posesivo y lo marcaría por
todas partes.

— No tengo novia ni estoy en una relación. Esto es... solo un piquete de un… eh, ¡una araña!

— Si no quieres hablar de eso, está bien. Pero no tienes que mentirme en la cara. Es obvio que
estuviste con alguien anoche
— ¿Podrías no decirle a nadie, por favor?

—¿Al menos es alguien que conozco?

Al decir esas palabras, Kawasemi notó como Toto parecía un tomate radiactivo. Totalmente
mudo, negó con la cabeza, aunque en sus ojos podía sentir el pánico a que lo descubrieran.

El hombre levantó una ceja. Prácticamente, sus acciones daban a entender todo lo contrario.

— Nunca me atrevería. Entiendo que quieras mantenerlo en secreto, respetaré tu decisión

— Gracias

Luego de eso, quedaron en silencio.

***

Ron se despertó con un fuerte dolor de cabeza, la nariz tapada y moqueando. Abrió los ojos,
dándose cuenta para su pesar de que el espacio a su lado yacía frío.

Se incorporó con dificultad, su espalda dolía y su estómago rugía por el hambre. Apenas se
levantó, fue a la cocina a tomar un bocadillo en lo que se preparaba el almuerzo. Su apetito
comenzó a aumentar exponencialmente por las mañanas, se calmaba un poco por las tardes y en
la noche era peor que en la mañana.
Hace apenas pocas semanas, se levantaba cada día con malestares estomacales que lo
esclavizaban al inodoro por al menos hora y media; últimamente, eso fue reemplazado por el
hambre y sueño. Incluso había ganado peso a pesar de mantener sus horas de ejercicio regulares.

Pensó que quizás serían los efectos secundarios de la medicina, pero la doctora Mofu dijo que
era imposible, ya que la medicina no tenía dichos efectos adversos.

Originalmente, tenía pensado ir al hospital, pero al recordar todos los malos momentos que vivió,
desistió de esa idea tan pronto la tuvo. Por ahora, solo aguantaría hasta que los síntomas
desaparecieran por si solos.

Después de que Ron se lavó, se apresuró a apagar la estufa y sirvió el desayuno. Vaciló por un
momento al ver la absurda cantidad de comida que había sobre la mesa. Dudaba de si podía con
tal cantidad

Sin embargo, tan pronto masticó su primer bocado, sus ánimos volvieron y exclamó de felicidad.
Nunca se detuvo, cada plato fue desapareciendo uno a uno por el hambre voraz del chico.

En poco tiempo, ya no quedaba nada sobre la mesa, 20 minutos después, Ron lavó todos los
platos pero aún sentía hambre.

No sabía qué hacer, con tanto tiempo libre, algunas actividades se volvieron monótonas y
carentes de sentido. Encendió su televisor, esperando que su programa favorito aún estuviera en
emisión. Mientras pasaba los canales, solo pensó en que quizás debería comprarse también un
celular, para comunicarse con Toto cuando estuviera aburrido.

Su mirada se dirige al reloj en su muñeca, son las 12:30 pm.

Piensa en que podría estar haciendo Toto en este momento, quizás Amamiya lo haya enterrado
nuevamente en papeleo o esté almorzando con sus compañeros de trabajo, riendo y contando
anécdotas.

Nuevamente, sus pensamientos se dirigen hacia su compañero. No ha podido sacarlo de su


cabeza en meses.
El cariño que siente Ron por Toto es el sentimiento más fuerte que ha tenido en toda su vida.
Bajo el manto oscuro en el cual vive, él es la estrella más brillante en el firmamento, haciendo
que cada día de su vida valga la pena y que su corazón se sienta vivo.

Lo ama con todo su corazón.

No puede evitar hacerlo, Totomaru Isshiki ha roto la coraza con la cual se estaba protegiendo
durante cinco miserables años y le ha mostrado nuevamente el mundo, le ha enseñado cómo debe
vivir. Se siente cómo si hubiera renacido.

Ron sabe que no hay nada de malo en estar enamorado, solo que a él le tocó enamorarse de un
idiota despistado. Ron es adicto a este sentimiento de pertenencia. Desde la primera vez que
conoció a Toto, y volvía a latir nuevamente, es por ello que decidió ayudarlo.

Luego, cada día se esforzó por hacer que Toto mostrará siquiera la mitad del interés que
demostraba, sin éxito alguno. Entonces, un día mientras se encontraba en el suelo de la pereza, se
le ocurrió una idea repentina.

Invitó a su amigo a cenar en un restaurante afueras de la ciudad, había elegido un día dónde no
tuviera mucho trabajo, incluso se había asegurado de que Amamiya no le diera un caso, muy a su
pesar, pero él era mucho más especial de lo que significaban los casos. Se preparó para la
ocasión, esperando al menos llevarse un elogio. Compró un traje ajustado, recogió su flequillo y
se calzó los zapatos de cuero lustrado.

El restaurante italiano tenía un ambiente agradable. Sin embargo, no esperó que esa fuera la
noche más desastrosa de su vida. Tuvieron sexo estando borrachos y quedaron peor que antes. Ni
siquiera pudo confesarse.

Recordar eso le enojó.


El timbre sonó, quizás uno de sus inquilinos tenía problemas. Al abrir la puerta, no esperó que la
doctora Mofu estuviera al otro lado.

— Buenos días, señor Kamonohashi. Verá... tiene una llamada.

La chica le pasó su celular, al otro lado, resonó la voz de Toto.

— ¡Ron, que alivio que estes despierto! Tenemos un caso hoy, estamos trabajando en conjunto
con la unidad de Kawasemi, nos dirigimos al lugar justo ahora, aunque el clima es muy malo. Le
pedí que te pasáramos a buscar.

— Esta bien. Te esperaré en la entrada.

— Estaremos allí en 10 minutos, abrígate bien. ¡Nos vemos!

La llamada se cortó. Al intentar devolverle su teléfono a la doctora Mofu, notó la mirada pérdida
que tenía sobre su vientre. Ella estaba un poco atónita. La ropa holgada escondía un poco la
hinchazón, pero aún así era algo visible con este tipo de ropa.

— ¿Doctora?

Ella se quedó mucho rato mirando. Incluso estuvo a punto de tocarlo. Al darse cuenta de lo que
iba a hacer, se quedó quieta en su lugar.

— ¿Eh? ¿Señor Kamonohashi? ¡Lo siento mucho! ¡Felicidades!


Saliendo de su ensoñación, se sonrojó completamente, tomó su celular y corrió hacia su
apartamento. Esta actitud extraña la dejaría pasar por alto, primero debía vestirse para salir.

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