1. Es un día frío, lluvioso y oscuro de invierno en el pueblo de Kington.
Leigh, un poco cansada pero contenta sale de la cafetería donde trabaja como camarera. Su jornada del día terminó unos 15 minutos antes de las 7 asique, con ganas de llegar a su casa lo más pronto posible, se quita el delantal y lo mete dentro del bolso. Ya no quedan muchos locales abiertos, y las calles no están muy iluminadas. Su trabajo le queda a tan solo 10 minutos andando de su casa, asique comienza a andar. Leigh está acostumbrada a caminar bajo la lluvia y tampoco le molesta, por tanto, no suele llevar paraguas. Pero hoy, a diferencia de la semana anterior, no es una llovizna suave de esas que se sienten como un simple rocío, sino que llueve torrencialmente y el viento arrasa con todo. Nadie está en la calle, y la poca gente que hay va en coche. Tampoco lleva un abrigo que le cubra la cabeza, simplemente una chaqueta negra violeta abrigada, pero sin capucha. Como todos sus recorridos a casa, Leigh se pone música. Es una chica fanática del rock clásico antiguo y no hay momento en el que no esté con sus auriculares Sony escuchando a sus bandas favoritas. Leigh, lo más rápido posible para evitar que su celular se empape en agua, saca el móvil del bolsillo, abre Spotify y le da reproducir a su playlist favorita “this is my life”. En esos milisegundos que saca el móvil y le da a la canción, cae una gota gorda y explosiva a la pantalla. Leigh no puede evitar reírse y con su manga de la chaqueta la seca como puede. Suena “Roxanne” de The Police, una de las canciones favoritas de Leigh. Caminar se le hace cada vez más difícil con la lluvia y el viento en contra. Su cuerpo entero le pesa y tiene que hacer fuerza para poder avanzar. Ella no puede evitar sentirse en un videoclip, con una canción como lo es Roxanne, sus pelos ondulados húmedos estampados en su cara, sus zapatos llenos de agua por dentro y el rímel que se le corrió por los ojos, pareciendo un mapache o una novia recién divorciada. Un cuadro. Pero ella sigue, conectada con su música, cantando con toda la fuerza y agitando sus manos como tocando la batería. Bailando y gozando por la calle cruza la calle, pero olvida mirar hacia el lado. En ese momento pasa un coche a toda velocidad que la esquiva justo antes de haberle podido dar un golpe mortal. Se escucha un grito del conductor diciéndole cualquier grosería. A Leigh se le calienta el cuerpo, le sube el pulso y el corazón le late a mil por segundo. Su cara en shock. Con ese susto e incomodidad, se quita los auriculares y sigue caminando desconcertada hasta su casa, donde se encuentra con la sorpresa de su novio con la cena preparada: un guiso calentito. Manuel Mac Donnell 1ºA
2. Es una mañana fría de febrero. Suena la alarma de mi móvil. He
dormido bien y me noto descansado y con mucha energía para este nuevo día asique apenas escucho la alarma, la apago y me levanto de la cama. Cojo el vaso de agua que tengo en la mesita de luz y tomo un buen sorbo. Estiro el acolchado, ordeno un poco los almohadones y abro la ventana para que se ventile la habitación. Pienso en el café calentito que me espera. Me dirijo al baño para lavarme la cara y hacer pis, pero veo que está ocupado: uno de mis compañeros del piso se está duchando, pero por suerte hay otro baño, donde no hay nadie, asique con un suspiro de alivio entro y hago lo que tengo que hacer. Siento el estómago un poco lleno y no sé si me apetece comer algo, pero me invade un poco de culpa y me obligo, aunque sea a acompañar el café con unas galletas que trajo mi hermana de su viaje a Argentina. El café comienza a hervir y apago la hornalla. El ambiente se inunda de ese aroma tostado a café molido, un gusto! Y un rayo de sol mañanero que me pega en la espalda. Cojo del estante mi taza favorita, y no una taza con dibujos ni muy interesante, sino que es negra y lisa pero es la taza que me acompaña hace 3 años. Le pongo apenas un poco de leche, y un par de galletas sobre un platito y me lo llevo todo a la habitación. Me siento en mi escritorio, enciendo el ordenador para ponerme un poco de música. Apenas muevo la sillo para sentarme veo unas pelusas atrapadas sobre las patas del escritorio, asique por mi toc con la limpieza no puedo evitar dejar todo e ir a buscar la escoba. Aprovecho y barro toda la habitación. En esos cinco minutos que pasaron, el café se me enfrió, y pienso en calentarlo en el microondas, pero las veces que lo he hecho el gustito al café se pierde un poco y para mí pasa a ser de un café casero y romántico a un café instantáneo, de esos que parecen agua… Y me siento como estafado, como si me quitaran la ilusión de repente. Pero respiro, acepto las diferencias, pongo mi música y me bebo el café poco a poco, así como está. El de la tarde estará quizás mejor…