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CAPITULO IV

EL DERECHO DE LA HISPANIA ROMANA

1. LA INSERCIÓN DE HISPANIA EN EL MUNDO ROMANO: CONQUISTA Y ROMANI-


ZACIÓN

Con la incorporación de la Península Ibérica al mundo romano se produjo


por primera vez en la historia una situación común a todos los pobladores de
aquélla: su dependencia de un mismo poder político, el de Roma.
Pero como la conquista fue muy lenta y difícil, y como el dominio efectivo
Je Roma fue muy desigual según las regiones, la unidad política de la Hispania
romana no se implantó pronto y con facilidad, sino que fue el resultado de un
largo y conflictivo proceso, y no tuvo en todas partes la misma eficacia.
Por otra parte, la incorporación de Hispania al mundo regido por Roma no
se redujo al hecho de la conquista en cuanto dominación militar, sino que dio
lugar a la asimilación en Hispania de las formas de vida romana, es decir, de
una romanización más o menos profunda. Trataremos brevemente de ambos
aspectos, la conquista y la romanización, para pasar después al estudio de la
faceta de la romanización más interesante para nosotros: la romanización ju-
rídica.
La conquista duró dos siglos. Comienza en el año 218 a. C., con la batalla de
Cissa (Tarragona) colitra los cartagineses. A los motivos iniciales de la conquista,
de carácter estratégico y militar (guerras contra Cartago, dominio de los con-
fines del mundo conocido) se añadieron pronto otros de índole económica, que
acabaron predominando hasta configurar a Hispania como una auténtica colonia
de explotación para la metrópoli. Pero aunque el interés de Roma hacia His-
pania fue creciente, la conquista fue sumamente difícil. El último episodio de la
misma, las guerras contra cántabros y asaltes, que requirió la presencia y la di-
rección del propio Augusto, tuvo lugar en los años 29 a 19 a. C.; sólo después
de estas victorias, Hispania se convirtió en una tierra pacificada ("Hispania pa-
cata") y pudo hablarse de la paz de Augusto.
Sin embargo, no todos los pueblos ofrecieron un mismo grado de resistencia
a la conquista y a la colonización de Roma. Hubo algunos que pactaron y se
sometieron a Roma sin oposición; otros que lucharon hasta casi su aniquilación.
El hecho mismo de esta desigual resistencia indica ya la diferente permeabilidad
que los pueblos prerromanos mostraron ante la romanización. Mientras las re-
giones costeras del Mediterráneo y algunas del interior, como el valle del Gua-
dalquivir (Bctis, Bética) se romanitaron pronto e intensamente, la admisión de
los modos de vida, de la organización social y de la cultura introducidos por
Roma fue mucho menor entre los pobladores de la Meseta central, y menor toda-
vía entre los pueblos del noroeste y del norte de la cordillera cantábrica.
La romanización de Hispania no fue, pues, uniforme, y en muchas zonas
quedó reducida al uso del latín, hecho. sin embargo, de gran importancia, pues
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pueblos prerromanos de un vehículo CO.


significó la adquisición por todos los
ceptual y comunicativo común.
para romanizar a Hispania
Uno de los principales procedimientos utilizados
el desarrollo de ciudades indí-
fue la expansión de la vida urbana. Fomentando
genas o fundando nuevos centros de población, Roma extendió una economía y
una organización social y administrativa que tenía su núcleo en la ciudad
Aunque en el mundo antiguo siempre fue la tierra, explotada de forma precio:
minante mediante el trabajo de los esclavos, la principal fuente de riqueza, 1a
romanización de Hispartia significó la extensión a ésta de una economía mone.
taria, de unas actividades artesanales y de unas relaciones comerciales centradas
en el ámbito urbano. La sociedad antigua regida por Roma es fundamentalmente
una sociedad esclavista y ciudadana. Por consecuencia de esta segunda caracte-
rística, el peso político de Roma, sus formas de organización social y económica
y, más especialmente, su Derecho, se hicieron presentes sobre todo en las ciu-
dades, incluso en algunas situadas en zonas poco romanizadas.
A la inversa, puede decirse que en las zonas rurales y muy particularmente
en las pertenecientes a regiones poco o nada romanizadas, se conservaron du-
rante mucho tiempo la economía natural y las formas de organización social de
los pueblos prerromanos.

2. LA ROSIANIZACION JURÍDICA DE HISPANIA

En el mundo antiguo, no sólo en el romano, regía el principio de personalidad


del Derecho, en virtud del cual cada individuo vivía sujeto al Derecho de su
propio pueblo. Así, sólo el ciudadano romano ("civis optimo iurc") gozaba de
la plena ciudadanía y estaba por tanto sometido al Derecho romano en todas las
relaciones y facetas de su vida. Frente a él, el lenguaje jurídico romano situaba
al "percgrinus", hombre libre que vivía dentro de las fronteras romanas, pero
sometido a su Derecho de origen. Entre ciudadanos y peregrinos existían los
latinos, que se regían por el Derecho romano en algunos aspectos y podían acce-
der a la ciudadanía con relativa facilidad. Quienes viven fuera de las fronteras son
"Barbad", extranjeros. Y por debajo de todos ello, puesto que no son libres y
carecen de capacidad jurídica, están los esclavos.
Las diferencias de condición jurídica no eran tan simples como podría dar a
entender esta exposición, necesariamente esquemática, ni tampoco fueron está-
ticas a lo largo de la historia del Derecho romano; hubo, por el contrario, dis-
tintos tipos de "peregrini" y varias clases de "latini"; sin entrar en la descripción
de todo ello, bástenos señalar la existencia de distintos grados de sometimiento
al Derecho de Roma. Y, sobre todo, retengamos una idea:
para los romanos, el
poder regirse por su Derecho era un privilegio que, naturalmente,
no se imponía
por la fuerza, sino que se otorgaba como concesión
beneficiosa y como arma
política.
Por consecuencia de todo ello, la aplicación
del Derecho romano en Hispanii
fue gradual y diferenciada. La
conquista no implicó sin más la vigencia del De-
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recho romano en los territorios militarmente dominados. En un principio éste


rigió tan sólo para los ciudadanos (y. en parte, para los latinos) establecidos en
HiSpania, estuvieran o no asentados en colonias.
Pero desde fechas bastante tempranas Roma utilizó la concesión de la ciuda-
danía romana a los indígenas (a los "peregrini") como arma para facilitar su
integración en la sociedad romana. Ya en el año 179 a. C. Sempronio Graco hizo
numerosas concesiones de ciudadanía a grupos de celtíberos. Tras él. Metelo,
Sertorio, Coco Pompeyo Strabon, César y Marco Antonio practicaron esta misma
política. cuyo efecto fue el aumento del número de individuos a quienes se apli-
caba el Derecho romano en todas las facetas de su vida. Con frecuencia estas
concesiones se hicieron en favor de miembros de las aristocracias indízenas. Di-
versos datos indican que ya a finales del siglo r a. C.. al menos en las regiones
más romanizadas, como la Rética, eran muchos los individuos que querían vivir
y vivían a la manera romana y con arreglo al Derecho romano.
En el ámbito jurídico público Roma dictó numerosas disposiciones para orga-
nizar su gobierno en Hispania. Tras algunas muy tempranas de contenido res-
tringido. en el año 133 a. C., inmediatamente después de la derrota y destruc-
ción de Numancia. Roma organizó Hispania como un territorio provincial. por
medio de una lex" o "formula provinciae", hoy perdida. en la que se establecía
la condición jurídica de las ciudades y distritos rurales indígenas, que continuaron •
organizándose por sus Derechos respectivos en todos los aspectos no tratados -
expresamente en la "lex provinciae"; por lo mismo, los habitantes de dichas ciu-
dades y zonas rurales, salvo quienes !pesen ciudadanos romanos por concesión
especial, siguieron sometidos, en cuanto peregrinos, a su Derecho prerromano
en todo lo concerniente a materias de Derecho privado.
Pues bien. poco a poco Se régimen cambió para dar entrada cada vez mayor
al Derecho de Roma. Un medio importantísimo para ello fue la ampliación del
número de colonias y de municipios. esto es. de ciudades sometidas al Derecho
romano. Las diferencias entre unas y otras aluden a su origen: las colonias se
fundan "ex novo", se crean ("dedttctio coloniae"). mientras que los municipios
son ciudades indígenas a las que se concede la ciudadanía romana o la latinidad
("municipium constituere"). Había, pues, municipios romanos ("municipia civium
romanortm") y municipios latinos; aunque también hubo algunas colonias de
latinos (por ejemplo, Canela, fundada en el año 171 a. C.. como "colonia civium
latinonim et libertorum"), la gran mayoría de las colonias eran de ciudadanos
("colonia civium romanorum"). En su organización todas las colonias y todos
los municipios se regían por normas romanas, y ya en el sido I a. C. su régimen
administrativo se había unificado, borrando anteriores y secundarias diferencias.
Al margen de ello, la penetración del Derecho romano era total en las colonias
o municipios "civium romanorum", pues éstos se regían por él en todas sus rela-
ciones. Sin embargo, en los municipios latinos, sus habitantes, aunque dejaban
de ser "peregrini" para gozar de la latinidad ("ius Latii", "Latium") no se regían
Por el Derecho romano en todos los aspectos de su vida, sino tan sólo en lo rela-
tivo a la adquisición y transmisión de la propiedad y en todo tipo de relaciones
contractuales, pues sólo poseían el "ius commercii", mientras que carecían por
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lo general del "ius connubir, del ..jus honcruni- y del "ius suffragii": en toda,
estas esferas jurídicas ccntinuaban rigiéndose por sus respectivos Derechos p .
rromanos.
fueron m t ntensas reen
Aunque la política de César y también la de Aagusto
la proporción
uy de unas y
orden al aumento del número de colonias y municipios,
minoritaria. Por refe-
otros en relación con las ciudades indígenas era claramente
podemos recordar que. según
rirnos tan sólo a la provincia más romanizada,
la Bética tenía 175 ciudades,
Plinio (que vivió entre los años 23 6 24 y 79 d. C.),
"status" jurídico romano
de las cuales sólo 46 (m decir, un 26 por 100) poseían
(9 colonias, 10 municipios romanos y 27 municipios latinos).
por Vespasiano en el año 23
De ahí la gran importancia que tuvo la concesión
"Latium minus") a todos los
o en el 74 de la latinidad menor ("ius Latii minus".
merced a otro texto del
núcleos urbanos de Hispania, hecho que conocemos
sólo la transformación de
mismo Plinio. Los efectos de tal concesión fueron no
también el disfrute por
todas las ciudades peregrinas en municipios latinos, sino
lugar, la implan-
parte de todos sus habitantes del "ius oammercii", y, en tercer
tación de una vía indirecta para lograr el acceso a la ciudadanía. En efecto, la
una magis-
latinidad menor permitía que todos los latinos que hubieran ejercido
tratura municipal en su ciudad se convirtieran por ello, junto con sus mujeres
ascendientes y descendientes en ciudadanos runia" El número de magistratura'
municipales no era muy elevado, pero como se renovaban anualmente, la aplica-
ción de esta vertiente de .a latinidad elevó a la ciudadanía al cabo de los años a
muchas familias de la población urbana.
Por otra parte, en la primera mitad del sig:c ti, y muy probablemente durante
el gobierno de Adriano (117 a 138) se ampliaron los efectos de la latinidad en
cuanto forma de acceso a la ciudadanía, pues desde entonces se estableció que
ésta se alcanzase también por haber sido miembro de la Curia municipal, especie
de asamblea municipal que se componía de unos Cien miembros (latinidad mayor.
"los Latii maius", "majos 13titim") El número de familias urbanas que lograron
en Hispania la ciudadanía a partir de entonces fue muy elevado.
Por eso, los efectos de :a famosa "constitutio Antoniniana" del año 212 fueron
en Hispania menas importantes que en el resto del Imperio. En cl 212 el empe-
rador Antonino Caracalla concedió la ciudadanía romana a todos los súbditos
del Imperio y a sus descendientes en el futuro. Probablemente la constitución de
Caracalla no tuvo como finalidad la destrucción de los Derechos indígenas; más
bien su intención sería la de incrementar la recaudación fiscal como consecuencia
del aumento de los ciudadanos. La "constitutio" del 212 no afectó. por supuesto,
a los esclavos y tal vez exceptuó también a los "dediticii"; respecto a estos últi-
mos, parecen insuperables las dudas: el fragmento del texto que los menciona es
de muy difícil lectura, y aun suponiendo segura y auténtica su exclusión de los
beneficios concedidos por Caracalla, continuaría siendo dudosa la interpretación
del término "dediticii", pues no se sabe si se refería a los "peregrini dediticii"
(peregrinos rendidos sin condiciones tras luchar contra Roma) o a los "declinen
Aeliani" (libertos que hubían sufrido durante la esclavitud penas infamantes).
Al margen de este problema y por lo que respecta a Hispania, la "constitutio
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ntoniniana" fue muy importante y favorable para la población rural y para l as


población urbana que por su condición modesta tenían difícil acceso
Laos de la
a la Curia municipal.
a' jas magistraturas y
¿Subsistieron a pesar de este proceso de romanización jurídica y al final del
• o los Derechos prerromanos? Es indudable que el alto índice de romaniza-
enliol7alcanzado por Hispania, en especial a partir de la concesión de Vespasiano.
implicó la desaparición de muchas instituciones jurídicas prerromanas. No obs-
tante, es también seguro que un fondo de costumbres jurídicas arraigadas pro-
fundamente en cada pueblo influyó en su modo de entender y de practicar el
Derecho de Roma, fundiéndose con él; sobre este problema volveremos luego.
Por otro lado, es posible que al final de la dominación romana todavía quedasen
costumbres jurídicas prerromanas, aisladas y sin constituir ordenamientos com-
pletos, al menos en las regiones menos romarizadas; algunos historiadores del
Derecho, como García Gallo, creen ver restos fragmentarios y desarticulados de
estos Derechos prerromanos incluso en algunas instituciones altomedievaies.

3. DERECHO PROVINCIAL HISPANORROMANO

El ya descrito proceso de romanización jurídica no significa la aplicación en


todo el Imperio, y en concreto en Hispania, de un mismo y único Derecho roma-
no. Por el contrario, como ha escrito Alvaro d'Ors, "es una realidad que en cada
provincia tiende a formarse un Derecho propio". A ello contribuyeron diversos
factores.
En primer lugar, algunas instituciones debían su existencia a condiciones so-
ciales o políticas exclusivas de la metrópoli y no eran, por lo tanto, aplicables en
las provincias. Por otro lado —y esto fue muy importante—, la jurisprudencia
clásica, que en opinión de W. Kunkel fue con mucho el más potente factor de
configuración del Derecho romano, apenas pudo conocerse y aplicarse en la prác-
tica provincial, porque casi todas las obras de los juristas clásicos (situables cro-
nológicamente entre 130 a. C. y 230 d. C.) estaban concebidas en función del
procedimiento formulario, pero en las provincias no regía éste, sino la "cognitio
extra ordinem". Por ello, puede decirse "que el Derecho romano clásico no tuvo
nunca una aplicación pura y completa fuera de los territorios itálicos" (A. d'Ors).
Junto a estos factores operaron también los específicos de cada provincia.
Aun cl núcleo común de normas romanas era interpretado en cada provincia de
forma desigual. En Hispania los Derechos prerromanos, distintos entre sí, se
fundieron y amalgamaron con el Derecho de Roma, que en cada caso y lugar era
entendido con arreglo a la capacidad cultural, a las situaciones sociales y econó-
micas y a las propias costumbres prerrománas de cada pueblo.
(Finalmente, hemos de considerar la existencia de normas de Derecho romano
peculiares de las provincias hispánicas, esto es, de normas promulgadas sólo en
O para Hispania, unas con validez para toda ella, otras de ámbito más reducido.)
La importancia de estas fuentes jurídicas hispanorromanas es muy desigual, y en
el hecho mismo de su conservación o de su conocimiento han intervenido factores
muy aleatorios; haremos mención aquí tan sólo de las más importantes.
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Dentro de ellas destaca un conjunto de disposiciones que por razón de su


contenido podrían ser denominadas fuentes de Derecho provincial orgánico, pues-
to que tratan del régimen jurídico-administrativo de las provincias, de las colo-
nias y municipios y de los distritos mineros.
De la "lex provinciae" del año 133 a. C. ya hablamos antes. Conviene ahora
añadir que fue modificada en el año 2 d. C. para la Lusitania, en el 42 d. C. para
la Citerior y en fecha no bien conocida, pero seguramente entre los años 41 y 54,
para la Batea.
Las disposiciones organizadoras de las colonias y municipios eran leges
datae", es decir, no eran "leges" votadas directamente por los comicios ("leges
rogatae"), sino dadas por un magistrado, previamente autorizado para ello por
una "lex" comicial. Pero a pesar de proceder cada una de estas "leges" de un
magistrado distinto, es evidente que hay una gran semejanza entre los fragmentos
conservados de leyes municipales hispánicas e barras. Ello se debe probable-
mente a una procedencia común. Parece ser que a mediados del siglo 1 a. C.
César elaboró uno o varios proyectos legislativos para unificar el régimen de
colonias y municipios, proyectos que se encontraban sin terminar en el archivo
de César al ser éste asesinado. De ahí procede la organización municipal del
Imperio; y como las fuentes municipales hispanorromanas tal menos la primera
de ellas), son las más cercanas a ese proyecto codificador atribuido a César. es
lógico el interés que siempre han despertado en los historiadores, mit.; es evidente
su importancia para conocer el régimen municipal no sólo de Hispania, sino del
mundo romano en general.
La Ley de Urso ("lex ursonensis") es una "lex data" promulgada por Marco
Antonio en el año 44 a. C., que deriva muy probablemente de aquel conjunto de
proyectos legislativos de César. Uno se identifica con la actual Osuna y era una
colonia fundada por el propio Julio César, integrada por ciudadanos romanos
procedentes del proletariado urbano. En la confección de la La ursonemis se
pueden distinguir tres momentos: la redacción del proyecto de César, la "datio"
de la ley por Marco Antonio y el hecho material de la grabación de los bronces
de Osuna, que han llegado hasta nosotros, y que contienen no el texto original de
Marco Antonio. sino una reedición posterior, que data del último tercio del
siglo I d. C. Todo el texto de la ley está interpolado, pero es muy difícil asegurar
de quién y de cuándo proceden las interpolaciones; es muy probable que Marco
Antonio modificara ya el proyecto de César; pero también lo es que otras inter-
polaciones sean ulteriores a él. De la ley de Uno conservamos ahora algo más
de 50 capítulos.
La concesión de la latinidad menor por Vespasiano provocó la necesidad de
dar nuevas leyes municipales. De ellas han llegado hasta nosotros (además de
algunos otros fragmentos de menor interés) las leyes de Salpensa y Malaca.
De la Lex salpensaruz sólo se conserva un bronce con ocho capítulos. Su au-
tenticidad se discutió, pero hoy se da por segura. La localización de Salpensa es
difícil; al parecer era un municipio ("municipium Flavium Salpensanun") que re-
cibió la latinidad tan sólo en tiempos da , Vespasiano, y que estaba situado cerca
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de Utrera, acaso en la actual Hacialcázar. Es una "la data" concedida en tiem-


pos de Domiciano, después del año 81 y antes del 84.
De la Lex malacitana sólo se conserva un bronce, hallado junto al de Sal-
pensa, con 19 capítulos. El "municipium Flavium Malacitanum" corresponde a
Málaga. Su fecha es la misma que la de la "lex salpensana". Ambas proceden
de un modelo común.
Conocemos con el nombre de ¿ronces de Vipasca a los fragmentos de dos
textos legales relativos a la organización del distrito minero de Vipasca, pues el
régimen administrativo de tales distritos era independiente del de las ciudades.
Fueron hallados (uno en el siglo xu, otro en el actual) cerca de Aljustrel, en el
Alentejo portugués. El bronce 1 contiene nueve capítulos que tratan del régimen
de arrendamiento de los distintos servicios del distrito minero de Vipasca. El
bronce II parece reproducir una copia dirigida al procurador de las minas de
Vipasca de una reglamentación general para la explotación de :odas las minas
pertenecientes al Fisco; procede probablemente de la época de Adriana (117-138).
Contenido más heterogéneo es el de otras disposiciones conservadas. Por eso
trataremos de ordenarlas atendiendo a su rango formal. No conocemos ningún
Senado consulto referente a Hispania, aunque indirectamente sabemos que los
hubo. Constituciones imperiales referidas a Hispania han llegado hasta nosotros
en número de 27, según relación hecha por Hinojosa; la más antigua es de Ves-
pasiano, la más moderna de Arcadio y Honorio; como es lógico, por lo que luego
diremos, la mayoría son de los Emperadores del Bajo Imperio. Entre las pocas
disposiciones de magistrados consenadas, todas ellas de contenido muy concreto,
destaca el famoso decreto del procónsul de la Hispania Ulterior Lucio Emilio
Paulo, quien en el año 189 a. C. concede la libertad y respeta las posesiones de
los habitantes de la "turris lascutana". que vivían hasta entonces como esclavos
de los habitantes de Hasta; esta pequeña localidad estaría probablemente al norte
del Puerto de Santa María, y la torre de Lascuta, en un lugar cercano; este de-
creto es la inscripción jurídica hispanorromana más antigua que conservamos.

4. DERECHO ROMANO POSTCLÁSICO Y DERECHO ROMANO VULGAR

Existe indudablemente una épcca postclásica tardía en la historia del Derecho


romano, que suele situarse entre la mitad del siglo mi y la caída del Imperio de
Occidente. Uno de los fenómenos que ocurren entonces es la %.ulgarización del
Derecho romano. Pero los términos "postclásico" y "vulgar" no son equivalentes.
Ambos se contraponen, en efecto, al Derecho romano clásico, pero desde dis-
tintos enfoques. El término "postclásica" tiene un significado meramente crono-
lógico; la expresión "vulgar" alude más bien a una transformación o acaso a un
deterioro sufrido por el Derecho romano durante la época postclásica; pero como
no todo el Derecho romano postclásico se vulgarizó, y como la problemática que
atraviesa el Derecho romano desde aproximadamente el 250 d.C. es muy com-
pleja y en modo alguno reductible al fenómeno de la vulgarización, hemos de
procurar relacionar, pero distinguir, ambos conceptos, que, por otra parte, no son
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aparecido la célula básica de una nueva sociedad. En esa nueva sociedad, rural
y señorialinda, el Derecho romano, al menos el clásico y urbano, no podría
subsistir incólume.

b) El absolutismo imperial y las fuentes del Derecho

En parte como réplica, a la larga ineficaz, contta la crisis descrita, y también


por efecto de influencias orientales y como arma para frenar la anarquía militar
del siglo int, se produce un transformación radical de la constitución política
del Imperio, que desde Dioeleciano (284-305) y Constantino (306-337) se or-
ganiza como una monarquía absoluta, asentada sobre una burocracia rígida y
jerárquica, y sobre un ejército cuyo jefe superior es también el Príncipe en cuanto
"Inperator".
El absolutismo político se reflejó en que durante el Bajo Imperio la facultad
de crear Derecho pertenecía exclusivamente al emperador. lo que significó un
cambio profundo respecto a los modos de creación del Derecho en la época clá-
sica. Sólo se promulga Derecho por medio de las constituciones imperiales. pues
el emperador es cl único legislador. Las legas", abundantísimas por cierta!, pro-
ceden ahora sólo de él.
La otra fuente de Derecho en la época postclásica son los "iura", las obras
de las juristas. Pero la distancia de la jurisprudencia de esta etapa con la de la
¿poca clásica es enorme. Los juristas ya no son jurisconsultos, sino funcionarios;
ya ro son consejeros que tratan con su soberano casi en plano de igualdad, sino
instrumentos serviles de la voluntad imperial; ya no ejercen el "ius respondendi".
ya no crean sutiles y admirables construcciones dogmáticas. La jurisprudencia
postzlásica se dedicó principalmente a repetir, resumir y explicar en escritos
elementales algunas obras de la jurisprudencia clásica. Las Regulae Ulpiani, o
las Sententiae de Paulo o las instituriones de Gayo, que entonces circulaba, pro-
fusamente, no eran los textos originales de tales obras y autores, sino resúmenes
y refundiciones de aquéllas.
En ocasiones los juristas formaban colecciones en las que yuxtaponían ex-
tractos de Papiniano, Paulo y Ulpiano. y textos de la legislación imperial; cono-
cemos una de estas colecciones, fragmentariamente conservada, con el nombre
de Fragmenta Vaticana; hubo otra (Collado legan: Mosaicarion el Romanarum)
en la que además de "legas' imperiales y de extractos de Gayo, Papiniano, Paulo.
Ulpiano y Modestino, se incluían normas de la legislación mosaica.
Pero no se crea que sólo estas obras del "ius" cran Derecho vigente; éste
estaba constituido por la abundante y casuística legislación imperial ("legas") y
por el contenido de todas las obras dc los juristas clásicos ('ius", "jura"); en
Principio, pues, podía aplicarse cn juicio cualquier constitución imperial y cual-
quier texto de un jurista clásico. Pero en la práctica surgían grandes dificaltades.
Porque de hecho ambos grupos de fuentes no eran accesibles más que de un modo
muy incompleto. Así, cualquier abogado podía alegar en juicio una cita doctrinal
o un precepto imperial y exigir su observancia; pero el juez en muchas ocasiones
no Fluiría comprobar ni siquiera la autenticidad de los textos citados.
--"1111

92 MANUAL DE HISTORIA DEL DERECHO ESPAÑOL

Para resolver estos problemas práctico; se arbitraron dos tipos de soluein


promulgar las llamadas "leyes de citas" y elaborar colecciones de la -%-
81slzeión
imperial.
En las "leyes de citas" se indizaba qué escritos jurisprudenciales podía
alceados en juicio y cómo valorarlos en Caso de divergencias entre sus contenriser
dos
Conocemos tres leyes de este carácter, dos de ellas de Constantino; la más
tante es también la más tardía, fue promulgada por Teodosio II y Valentinianolt
en el año 426 y restringió muy notablemente el círculo de los juristas °hable; L -
juicio; sólo podían alegarse en adelante textos de Papiniano, Paulo, uipi an—
Modestino y Gayo; también se reconocía autoridad a las opiniones de otros m:e'
:islas clásicos más antiguos citados a sii vez por los cinco ya nombrados, pe.rn.
tan sólo cuando se demostrara que tales opiniones eran dignas de fe; si eran
alegadas en un mismo caso opiniones distintas procedentes de algunas de estas
autoridades, se decidiría en favor de la mayoría, y en caso de empate, prevale.
ceda el parecer de Papiniano. El valor práctico de la tradición clásica quedaba
así, en especial desde el 426, sumamente reducido
La tendencia recopiladora, que trataba de facilitar el conocimiento de la legis-
lación imperial, dio lugar a dos colecciones privadas: el Coda Gregorianus, da-
borado bada el año 294, que contenía constituciones imperiales a partir de las
de Adriano: y el Codex Ifermogenianus, formado a finales del siglo In o prime-
ros años del tv. que recogía las coas/Una-men desde el año 294 hasta cl año 324.
Ambas eran recopilaciones privadas.
Tras ellas, y ya con carácter oficial, apareció el Coda Theodosianus, pro-
mulgado por Teodosio II de Oriente en el 438 y adoptado por Valentiniano Hl
para Occidente; recoge las constituciones imperiales promulgadas desde Cons-
!antilla' hasta Teodosio II, o más exactamente desde el 313 al 437. Utilizó como
modelo termal los dos códigos privados anteriores; está dividido en 16 libros.
Las constituciones posteriores al Código Teodosiano reciben el nombre de
Novellae postheodosianae; en Hispania tuvieron importancia algunas de Teodo-
sio II, Valentiniano III, Marciano, Mayoriano y Severo.

c) La influencia helénica

La influencia oriental es profunda desde el siglo itt. La crisis económica del


Imperio occidental no afectó a la parte oriental. antcs bien la balanza dc pagos
se inclinó a favor del Oriente. A la muerte de Alejandro Severo (235 d. C.) Roma
ya no es, ni será en adelante, el centro político del Imperio. El centro de grave-
dad se core hacia Oriente y se fija en Constantinopla. Además, desde Dio*
cían°, el Imperio se divide en dos. El absolutismo imperial imitó modelos orien-
tales y por eso se habla dc uui despotismo oriental como forma de gobierno du-
rante los siglos tv y v.
Por debajo de todo ello, pero coincidiendo con esta orientalización general.
el Derecho recibe la intensa influencia de la cultura helénica. El Derecho romaao
al extenderse hacia Occidente había encontrado otros ordenamientos menos des-
arrollados; pero en Oriente tropezó con la cultura griega, de sólida base filosófica,
EL DERECHO EN LA HISPANIA ROMANA 93

especialmente en campos tan vecinos al Derecho como la ética y la lógica. El


influjo helénico fue tan profundo que algunos autores hablan de un Derecho he-
lénico o heleno-romano como fase histórica iniciada en la segunda mitad del
siglo ni y culminada con la figura y la obra de Justiniano (527-565). No es sor-
prendente por ello que la mejor escuela de Derecho en ambos imperios fuera en
los siglos in, iv y y la de Berito (Beirut), seguida en importancia desde el 425 por
la entonces fundada en Constantinopla.

d) E/ cristianismo X

El cristianismo, que había nacido en un remoto rincón del Imperio, se exten-


dió por él sin que la autoridad civil le dedicara especial atención hasta el verano
del año 64; pero desde la persecución neroniana, hasta las últimas y feroces de
Diocleciano, los emperadores, aunque hubo intervalos de paz, trataron de elimi-
narlo. Sin embargo, en el 311 Galerio publicó un primer edicto de tolerancia, y
dos años después Constantino abandonó definitivamente la política persecutoria.
Al parecer no existió el llamado Edicto de Milán como tal precepto entonces y
allí promulgado; pero sí es cierto que en Milán y en el 313 los emperadores
Constantino y Licinio decidieron implantar una política de libertad y de protec-
ción respecto al cristianismo. No se trata de una "conversión" personal de Cons-
tantino (que siguió siendo pagano y sólo se bautizó en vísperas de su muerte),
sino de una decisión política. Mejor que perseguida, era pactar con la Iglesia.
Comenzó entonces la "era constantiniana" en la Historia de la Iglesia. El poder
polleo busca el apoyo de la Iglesia y la protege; las dos esferas, la de Dios y la
del César, tratan de ponerse de acuerdo, y se inicia lo que tantas veces se deno-
minó, siglos después, la Alianza entre el Altar y el Trono.
Hasta entonces la influencia del cristianismo en el Derecho romano fue mí-
nima. Pero se ha creído ver una profunda relación entre ambas realidades a lo
largo de la etapa de "los emperadores cristianos". Algunos autores, como Renan
y varios miembros de la Escuela Histórica, negaron tal influjo. Otros, como
Biondi, lo han exaltado; a juicio de éste, no basta hablar de tal influencia; la per-
meabilidad con que la legislación imperial asimiló desde Constantino el cristia-
nismo fue tal, que no cabe hablar de ambos fenómenos como realidades separa-
das, sino de un "Diritto romano cristiano".
No obstante, conviene no exagerar tal influjo, que no debe interpretarse como
una transformación radical del Derecho positivo, sino como una lenta influencia,
más profunda en instituciones concretas y en la dimensión filosófica del Derecho.
Pero algunas innovaciones atribuidas al cristianismo, pueden explicarse por la
presencia previa de la ética estoica; y fenómenos como la paulatina desaparición
de la esclavitud no guardan en modo aláuno relación de causa a efecto con el
cristianismo, sino que se deben a las transformaciones socioeconómicas iniciadas
en el siglo in. La mayoría de los romanistas que se han ocupado de este tema
(Arangio Ruiz, Riccobono, Contardo Ferrini, Ursicino Alvarez...) admiten la in-
fluencia cristiana en el Derecho romano postclásico, pero no hasta el extremo
defendido en 1952 por Biondi.
DERECHO ESPAÑOL
94 MANUAL DE HISTORIA DEL

e) El Derecho romano vulgar


complejo y acerca del cual
Es éste un fenómeno extraordinariamerre existe
una gran divergencia de opiniones entre los historiadores. Hay incluso ala e
una
iwi.
como Puglicse, que en 1951 consideraba que el Derecho vulgar era una Mera sie
que niega la legitimidad del corn.
inútil abstracción; o como Antonio Guarino,
a quienes se dedican a su estudio
cepto mismo de Derecho romano vulgar y acusa
,utilidad. La opinión hipercrí tica
de estar creando un mito o un ídolo de dudosa
de Feenstra y Archi) no han
que Guarino exponía en 1960 (u otras semejantes
impedido, sin embargo, que se siga admitiendo esta categoría conceptual entre
los de Ernst Ley).
los romanistas e historiadores del Derecho. Trabajos como
avalan la fecundidad del término. Pero resulta sumamente difícil delimitar el
concepto, las manifestaciones y las características de tal fenómeno.
La expresión Derecho romano vulgar fue utilizada por vez primera por
Heintich Bruna« en 1880; a semejanza del latín vulgar, en cuanto legua hablada
por el pueblo, distinta y menos correcta que el latín literario, Brunner entiende
por Derecho vulgar la práctica postclásica de las provincias. En 1891 Ludwig
Mitteis afina el análisis y distingue entre un Derecho romano imperial, oficial y
teórico ("Reichsrecht"); un, o varios, Derecho popular, que es el de los pueblos
existentes en cada provincia antes de la llegada de Roma y que se resiste a des-
aparecer ("Volksrecht"); y un Derecho romano vulgar ("Vulgarrecht"), que es
Derecho romano degenerado, producto de una época decadente, que se mani-
fiesta en la práctica, y que era diferente e inferior al de los juristas clásicos.
Años después algunos autores (Sesta, Solmi, Schupfer) propusieron inter-
pretaciones distintas del Derecho romano vulgar, que pronto fueron, sin embar-
go, rechazadas. En 1928 y 1934 Etnst Levy profundizó en la línea apuntada
por Branner y Mitteis y años después publicó dos fundamentales libros sobre el
Derecho de propiedad (1951) y el de obligaciones (1958) en Derecho romano
vulgar. Desde entonces hasta la década de 1960 numerosísimos estudios de
Wieacker, Gaudcmet, Kascr, Paradisi, Braga da Cruz, Alvaro d'Ors y tantos otros
se han dedicado a este tema, que en la actualidad despierta mucho menos interés.
Su origen hay que buscarlo en el pueblo, en el "vulgus", en los hombres que
practican el Derecho, pero que no son juristas. Es, en este sentido, un Derecho
vivo y práctico, nada teórico; es el Derecho romano de la práctica. Por ello
surge siempre como Derecho consuetudinario. Ahora bien, como los juristas del
Bajo Imperio vivían atentos a esa práctica y trataban de reflejarla en sax obras,
recogen también en éstas soluciones del Derecho vulgar. Se cree incluso que el
estilo y las soluciones de) Derecho romano vulgar llegarían a penetrar también
en alguna medida en la legislación imperial.
En este sentido, Wieacker, sin oponerse a admitir
que se trata de un Dereoll°
nacido en la práctica, se resiste a reducir su
concepto a una mera DPosició"
entre Derecho oficial y Derecho practicado.
Wieacker habla de una actitud ¡lite'
lectual, de un estilo, "Vulgarismus", con:rapuesto
al clasicismo, que envuelve
tanto al Derecho oficial como al de la
práctica y que incluso rebasa el ámbito
jurídico. Se caracteriza esta actitud —el
"vulgarismus", y, por tanto, el Derecho
EL DERECHO EN LA HISPAMA ROMANA
95

romano vulgar en cuanto Derecho inspirado por esa actitud o estilo— por recha-
zar las construcciones teóricas, por una sensibilidad aguda ante las necesidades
materiales, por un acentuado pragmatismo, por un propósito consciente de pro-
yectar valoraciones afectivas y consideraciones morales sobre cuestiones jurídicas,
y por una tendencia a la simplificación de conceptos y a la confusión entre nocio-
nes cercanas entre sí.
Muchos autores rechazaron la valoración peyorativa del Derecho romano
vulgar y no lo consideran un Derecho decadente o degenerado. Y subrayan el
hecho de que tal Derecho servía para la práctica, estaba adecuado a la mentali-
dad y a las necesidades reales. De nuevo la comparación con la lengua puede
ser válida, pero cambiando el acento de la valoración; en efecto, hubo un latín
vulgar, pero los lingüistas niegan que éste fuera peor que el literario, sino distinto,
y, desde luego, eficaz. Del mismo modo el Derecho vulgar no debe ser entendido
como una mera deformación del Derecho oficial, que sería el único "puro" o
"auténtico", sino como un Derecho vivo y adaptado a las necesidades reales.
Otros autores, y en esta línea es muy claro el ejemplo de Alvaro d'Ors, sin
enfrentarse abiertamente a lo que podríamos denominar actitud reivindicatoria
del Derecho romano vulgar, subrayan el hecho de que éste significó la corrupción
o la deformación, no tanto de la vida jurídica misma, cuanto de la tradición re-
presentada por los modelos jurisprudenciales clásicos. Con este mismo enfoque
Max Kascr indica que el Derecho romano vulgar "presupone un Derecho prece-
dente o contemporáneo de un nivel estilístico superior, un Derecho clásico del
que le separa la caída de nivel estilístico".
La pérdida de calidad técnica en el Derecho romano vulgar es evidente; su
validez para la práctica y su adaptación a la realidad también. Por ello la valo-
ración despectiva o positiva de aquel fenómeno depende en último término de lo
que cada jurista actual valore más en el Derecho: su rigor técnico o su adapta-
bilidad para las realidades prácticas.
Conviene, finalmente, destacar un hecho: este Derecho romano vulgar es el
que conocieron los pueblos germánicos. Ellos mismos, al vivir durante gran parte
del siglo y en contacto con él, contribuyeron a vulgarizarlo más. En importantes
fuentes legales germánicas, y muy especialmente en las visigodas, penetró este
Derecho romano vulgar, prolongándose su vigencia hasta mucho después de la
caída del Imperio.
Desde las postrimerías del siglo xix, los historiadores del Derecho, al estudiar
las fuentes jurídicas pertenecientes a finales dcl siglo y y a épocas posteriores,
discutieron apasionadamente sobre qué instituciones de las contenidas en ellas
procedían del Derecho germánico y cuáles del Derecho romano. Factores nacio-
nalistas c ideológicos subyacían en aquella polémica entre "germanistas" y "ro-
manistas". Pero la polémica misma estaba mal planteada. Porque ni hubo un solo
Derecho germánico, sino varios, ni el término realmente comparable con aquellos
Derechos germánicos era el Derecho romano clásico, como entendían muchos
historiadores del siglo xix, sino este Derecho romano vulgar del que acabamos
de ocuparnos.

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