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lo general del "ius connubir, del ..jus honcruni- y del "ius suffragii": en toda,
estas esferas jurídicas ccntinuaban rigiéndose por sus respectivos Derechos p .
rromanos.
fueron m t ntensas reen
Aunque la política de César y también la de Aagusto
la proporción
uy de unas y
orden al aumento del número de colonias y municipios,
minoritaria. Por refe-
otros en relación con las ciudades indígenas era claramente
podemos recordar que. según
rirnos tan sólo a la provincia más romanizada,
la Bética tenía 175 ciudades,
Plinio (que vivió entre los años 23 6 24 y 79 d. C.),
"status" jurídico romano
de las cuales sólo 46 (m decir, un 26 por 100) poseían
(9 colonias, 10 municipios romanos y 27 municipios latinos).
por Vespasiano en el año 23
De ahí la gran importancia que tuvo la concesión
"Latium minus") a todos los
o en el 74 de la latinidad menor ("ius Latii minus".
merced a otro texto del
núcleos urbanos de Hispania, hecho que conocemos
sólo la transformación de
mismo Plinio. Los efectos de tal concesión fueron no
también el disfrute por
todas las ciudades peregrinas en municipios latinos, sino
lugar, la implan-
parte de todos sus habitantes del "ius oammercii", y, en tercer
tación de una vía indirecta para lograr el acceso a la ciudadanía. En efecto, la
una magis-
latinidad menor permitía que todos los latinos que hubieran ejercido
tratura municipal en su ciudad se convirtieran por ello, junto con sus mujeres
ascendientes y descendientes en ciudadanos runia" El número de magistratura'
municipales no era muy elevado, pero como se renovaban anualmente, la aplica-
ción de esta vertiente de .a latinidad elevó a la ciudadanía al cabo de los años a
muchas familias de la población urbana.
Por otra parte, en la primera mitad del sig:c ti, y muy probablemente durante
el gobierno de Adriano (117 a 138) se ampliaron los efectos de la latinidad en
cuanto forma de acceso a la ciudadanía, pues desde entonces se estableció que
ésta se alcanzase también por haber sido miembro de la Curia municipal, especie
de asamblea municipal que se componía de unos Cien miembros (latinidad mayor.
"los Latii maius", "majos 13titim") El número de familias urbanas que lograron
en Hispania la ciudadanía a partir de entonces fue muy elevado.
Por eso, los efectos de :a famosa "constitutio Antoniniana" del año 212 fueron
en Hispania menas importantes que en el resto del Imperio. En cl 212 el empe-
rador Antonino Caracalla concedió la ciudadanía romana a todos los súbditos
del Imperio y a sus descendientes en el futuro. Probablemente la constitución de
Caracalla no tuvo como finalidad la destrucción de los Derechos indígenas; más
bien su intención sería la de incrementar la recaudación fiscal como consecuencia
del aumento de los ciudadanos. La "constitutio" del 212 no afectó. por supuesto,
a los esclavos y tal vez exceptuó también a los "dediticii"; respecto a estos últi-
mos, parecen insuperables las dudas: el fragmento del texto que los menciona es
de muy difícil lectura, y aun suponiendo segura y auténtica su exclusión de los
beneficios concedidos por Caracalla, continuaría siendo dudosa la interpretación
del término "dediticii", pues no se sabe si se refería a los "peregrini dediticii"
(peregrinos rendidos sin condiciones tras luchar contra Roma) o a los "declinen
Aeliani" (libertos que hubían sufrido durante la esclavitud penas infamantes).
Al margen de este problema y por lo que respecta a Hispania, la "constitutio
EL DERECHO EN LA HISPANIA ROMANA 87
aparecido la célula básica de una nueva sociedad. En esa nueva sociedad, rural
y señorialinda, el Derecho romano, al menos el clásico y urbano, no podría
subsistir incólume.
c) La influencia helénica
d) E/ cristianismo X
romano vulgar en cuanto Derecho inspirado por esa actitud o estilo— por recha-
zar las construcciones teóricas, por una sensibilidad aguda ante las necesidades
materiales, por un acentuado pragmatismo, por un propósito consciente de pro-
yectar valoraciones afectivas y consideraciones morales sobre cuestiones jurídicas,
y por una tendencia a la simplificación de conceptos y a la confusión entre nocio-
nes cercanas entre sí.
Muchos autores rechazaron la valoración peyorativa del Derecho romano
vulgar y no lo consideran un Derecho decadente o degenerado. Y subrayan el
hecho de que tal Derecho servía para la práctica, estaba adecuado a la mentali-
dad y a las necesidades reales. De nuevo la comparación con la lengua puede
ser válida, pero cambiando el acento de la valoración; en efecto, hubo un latín
vulgar, pero los lingüistas niegan que éste fuera peor que el literario, sino distinto,
y, desde luego, eficaz. Del mismo modo el Derecho vulgar no debe ser entendido
como una mera deformación del Derecho oficial, que sería el único "puro" o
"auténtico", sino como un Derecho vivo y adaptado a las necesidades reales.
Otros autores, y en esta línea es muy claro el ejemplo de Alvaro d'Ors, sin
enfrentarse abiertamente a lo que podríamos denominar actitud reivindicatoria
del Derecho romano vulgar, subrayan el hecho de que éste significó la corrupción
o la deformación, no tanto de la vida jurídica misma, cuanto de la tradición re-
presentada por los modelos jurisprudenciales clásicos. Con este mismo enfoque
Max Kascr indica que el Derecho romano vulgar "presupone un Derecho prece-
dente o contemporáneo de un nivel estilístico superior, un Derecho clásico del
que le separa la caída de nivel estilístico".
La pérdida de calidad técnica en el Derecho romano vulgar es evidente; su
validez para la práctica y su adaptación a la realidad también. Por ello la valo-
ración despectiva o positiva de aquel fenómeno depende en último término de lo
que cada jurista actual valore más en el Derecho: su rigor técnico o su adapta-
bilidad para las realidades prácticas.
Conviene, finalmente, destacar un hecho: este Derecho romano vulgar es el
que conocieron los pueblos germánicos. Ellos mismos, al vivir durante gran parte
del siglo y en contacto con él, contribuyeron a vulgarizarlo más. En importantes
fuentes legales germánicas, y muy especialmente en las visigodas, penetró este
Derecho romano vulgar, prolongándose su vigencia hasta mucho después de la
caída del Imperio.
Desde las postrimerías del siglo xix, los historiadores del Derecho, al estudiar
las fuentes jurídicas pertenecientes a finales dcl siglo y y a épocas posteriores,
discutieron apasionadamente sobre qué instituciones de las contenidas en ellas
procedían del Derecho germánico y cuáles del Derecho romano. Factores nacio-
nalistas c ideológicos subyacían en aquella polémica entre "germanistas" y "ro-
manistas". Pero la polémica misma estaba mal planteada. Porque ni hubo un solo
Derecho germánico, sino varios, ni el término realmente comparable con aquellos
Derechos germánicos era el Derecho romano clásico, como entendían muchos
historiadores del siglo xix, sino este Derecho romano vulgar del que acabamos
de ocuparnos.