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DEVIL’S LOVE

Kim Jones

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Contenido

Prologo
Capítulo 1 Capítulo 2
Capítulo 3 Capítulo 4
Capítulo 5 Capítulo 6
Capítulo 7 Capítulo 8
Capítulo 9 Capítulo 10
Capítulo 11 Capítulo 12
Capítulo 13 Capítulo 14
Capítulo 15 Capítulo 16
Capítulo 17 Capítulo 18
Capítulo 19 Capítulo 20
Capítulo 21 Capítulo 22
Capítulo 23 Capítulo 24
Epílogo

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Sinopsis:

Me llamo Marty.
Sargento de Armas de los Devil’s Renegades de Hattiesburg, Mississippi.
Luché como el demonio para llegar a donde estoy. He sacrificado todo para
ser miembro de la mejor hermandad que he conocido. Aparte de ella, este
club es lo único que amo en mi vida.
Incluso cuando me dejó, todavía la quería. Mi amor nunca vaciló. No pudo.
Alguna mierda es demasiado fuerte para romperla. O al menos eso creía.

Mi nombre es Maddie.
Pertenezco al Club de Motociclistas Devil's Renegades.
He sido criada por ellos. Amada por ellos. Protegida por ellos. Ellos son mi
familia. Para todos yo soy una hermana de camada, todos menos él.
Traté de negar su amor, pero aun así lo quería. Lo necesitaba. Hay cosas
que no puedes rechazar. Pero cinco años es mucho tiempo. La gente
cambia. Supongo que soy una de esas personas.

La traeré de vuelta...
Intentará salvarme...
Sólo está perdida....
He encontrado mi camino...
Moriría por ella...
...mataría por mí, y se lo hará.
Esta es una novela de larga duración, independiente, Devil's Renegades
MC. Contiene temas de adultos.

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Prólogo

—¡Prospecto!
Mis músculos se tensan. Mis ojos buscan la voz que me llama. Empiezo a
pararme, pero luego recuerdo que ya no soy un prospecto. Como si
necesitara más confirmación, miro hacia los parches nuevos en mi chaleco.
Trescientos sesenta y ocho días de Prospección, y finalmente tengo lo que
siempre he querido: un asiento en la mesa del Club de Motocicletas Devil’s
Renegades.
—Los viejos hábitos son difíciles de erradicar, ¿eh? —Levanto la vista para
encontrar a Maddie mirándome desde el final del bar. Me sorprende no
haberla visto antes.
El año de prospección ha agudizado mi visión. Hizo que mi atención este
más enfocada. Lo veo todo: parches, damas viejas, signos de peligro ... Y al
igual que mi vista, mi oído ha sido afinado.
Puedo notar la diferencia de las conversaciones de los hombres entre
amistosas y las forzadas. No tengo que mirar a las mujeres mayores para
saber si se están divirtiendo, si están aburridas, irritadas o zumbando.
Entonces, el hecho de que la mujer más hermosa que alguna vez ha
honrado este lugar con su presencia, ha estado de pie a pocos metros de mí
por un tiempo desconocido, me hace sentir que estoy perdiendo mi juego.
Y solo he tenido mi parche por dos días.
—Sí, —le digo, finalmente respondiendo a su pregunta—. Supongo que sí.
—Bien. —Ella fuerza una sonrisa y extiende su vaso hacia mí.
—Felicitaciones, Marty. Te lo mereces. —Le doy un asentimiento y tomo
un trago de mi cerveza. Pero los pensamientos acerca de convertirme en el
nuevo parchado por el episodio de Hattiesburg es ahora un recuerdo lejano.
Todo en lo que puedo pensar es si ella está bien.

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Hace menos de un mes, Maddie y su hermana, Dallas, fueron
secuestradas.
Ahora están en casa y a salvo, pero Maddie no ha sido la misma. Me temo
que todo lo que ha pasado finalmente le está pasando factura.
Está distante. Parece perdida. Se ha separado del mundo. Habiendo
crecido como una hermana pequeña en el club, siempre se sintió segura,
nunca le falto protección. Ahora, esa red de seguridad se ha ido. Como club,
no logramos mantenerla fuera de peligro. Nos decimos a nosotros mismos
que hay algunas cosas que no podemos controlar. Esas palabras tienen el
propósito de ayudar a disminuir la culpa que todos sentimos por no hacer
más para prevenir lo que sucedió. Pero son sólo palabras. Al final,
seguimos siendo responsables. Y llevaremos esa carga por el resto de
nuestras vidas.
La puerta se abre de par en par y Luke, presidente de los Devil’s
Renegades, entra.
Mi presidente.
Mi hermano.
Se detiene para darle a Maddie un beso en la mejilla antes de caminar por
el bar hacia mí. Hace un gesto con su mano para que lo siga mientras entra
en la habitación donde tenemos la capilla. Cierro las puertas detrás de
nosotros y me siento en la tercera silla a su izquierda. Mi asiento.
Tengo poco tiempo para deleitarme en el sentimiento de poder antes de
que Luke hable.
—Estoy preocupado por Maddie —comienza, arrastrando su mano por su
cara. Parece cansado y envejecido—, no está lidiando bien con esta mierda.
Y no sé qué hacer para ayudarla.
Comparto su preocupación, pero sé que la suya está en un nivel mucho
más profundo. Luke no sólo ve a Maddie como su hermana y su

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responsabilidad, sino que ha hecho de su hijo de siete años su preocupación
desde el día en que nació.
—¿Quieres que la vigile? —Me mira un minuto, advirtiéndome de lo que
siempre he sabido. Maddie está fuera de los límites. A todos.
Especialmente del club.
—Puedes confiar en mí, Luke.
—Ya lo sé. —Se ve desgarrado. Estoy seguro de que está relacionado con
el hecho de que tiene una relación seria con Dallas, la hermana de Maddie.
Y siente que está poniendo el bienestar de una por encima de la otra.
—Dime qué hacer.
Miro a este hombre: mi hermano, mi superior, mi amigo. El hombre que es
fuerte cuando nosotros no podemos serlo. El que ha mantenido este club
unido a pesar de la mierda que lo ha alcanzado. Pedirme ayuda no lo
debilita, aunque probablemente se sienta así. Muestra su fuerza. Eso
demuestra que sigue dispuesto entregar su orgullo por su club.
—Eres lo único que tiene Dallas. No tiene una conexión con el club como
Maddie si la tiene. Aún no. Así que haz de ella tu prioridad, y déjanos
manejar a Maddie. La haré mi responsabilidad personal y me asegurare
que este bien cuidada.
Le lleva unos minutos estar de acuerdo, pero finalmente lo hace.
—Voy a llevar a Dallas a Tupelo por un par de semanas. Dale algo de
tiempo para procesar toda esta mierda. Me aseguraré de que se manejen
las cosas con el club. Sólo… —Baja los ojos, pero no antes de que vea la
culpa en ellos—. Cuida a mi chica.
—Considéralo hecho... hermano.
Mi pecho se llena de orgullo ante el sonido de las palabras en mis labios.
Luke me da una sonrisa firme y veo un poco de vida volver a sus ojos. —
Se siente bien, ¿no?

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—No tienes ni idea. —Pero eso es una mentira. Lo sabe. Todos mis
hermanos lo saben. Al igual que yo, se comprometieron y dedicaron su
tiempo a demostrar su valía al club. Fue difícil. Un infierno. Pero valió la
pena. Al final, tenemos la única cosa que sólo pocos experimentarán jamás:
ser miembros de la mayor hermandad del sur.
Los Devil’s Renegades.

Es poco después de las diez de la noche cuando toco la puerta de Maddie.


La casa está a oscuras, no hay señales de vida que vengan desde adentro
y estoy justo por patearla cuando se abre. El alivio se apodera de mí al
verla. Incluso con círculos oscuros bajo sus ojos, vestida con una camiseta
holgada y pantalones cortos, sigue siendo la cosa más sexy que he visto en
mi vida. Su cabello rubio que solo roza sus hombros está escondido debajo
de un gorro. Sus grandes ojos azules están libres de maquillaje y parecen
inyectados con sangre y sin vida, pero no menos impresionantes.
Pongo mi mirada en sus pies descalzos y ella enrosca sus dedos pintados
de color rosa en la gruesa alfombra. Algo sobre eso hace que mi polla se
agite bajo mi cremallera. Mierda.

—Te traje algo, —digo, mi tono es bajo y áspero.

Siempre me ha parecido atractiva, pero hay algo en su vulnerabilidad que


me hace sentir más hombre. Un hombre que quiere envolverla en sus
brazos, besarla hasta que esté sin aliento, luego follarla hasta que se
deshaga debajo de mí. Pero esta es Maddie... Y no puedo tocarla. No
importa cuánto lo desee.

Le extiendo su regalo y lo toma, dando un paso hacia un costado para que


pueda entrar. La observo por dos segundos mientras cruza la habitación
antes de que baje los ojos. No lo hagas Maldito. No hagas eso. Joder.
Piensa. Repito las palabras una y otra vez mientras cierro la puerta. Para
cuando me uno a ella en la cocina, me siento más en control. Entonces
sonríe. Una sonrisa de verdad. La que he visto durante años, pero ha
perdido en las últimas semanas.

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—Manzanas verdes y mantequilla de maní. ¿Cómo lo supiste?

—Presto atención, —Respondo simplemente. Parece que se ablanda un


poco con mi admisión. Y juro que la oigo suspirar—. También tengo
algunas cosas para Logan. —Sostengo una bolsa que contiene dos potes de
helado, ambos de sus sabores favoritos.

Su sonrisa cae y niega con la cabeza. —Pasará la semana con Red y Regg.
Lo están llevando al rodeo. Y le encanta esa maldita granja de pollos. —
Frunce el labio con disgusto—. No veo cómo soportan el olor.

—Regg me dijo que para él huele a dinero, —le digo, tomando asiento en
uno de los taburetes. Veo como Maddie sumerge una rebanada de manzana
en la mantequilla de maní y luego lo mete entre sus labios. Me siento
incómodamente atraído por el movimiento de su boca cuando se pasa la
lengua por encima del labio inferior.
Habla unos minutos sobre cómo lo agrio de la manzana y el dulce de la
mantequilla de maní juntos hacen el bocadillo perfecto. Luego se dedica a
la cocina, preparando té, enjuagando unas tazas y limpiando los
mostradores sin pensar.
Todo el tiempo, sólo observo y escucho como salta de un tema a otro. Sé lo
que está haciendo, evitando la pregunta que está bastante segura que voy
a hacer. ¿Cómo está?

No voy a hacerla. Puedo ver la respuesta en sus acciones. En vez de eso,


hago otra pregunta.

—¿Tienes planes para esta noche? —Maddie se calla, luego sacude la


cabeza antes de continuar removiendo el té.

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—Pensé en salir, pero hay una nueva película en Lifetime esta noche que
me gustaría ver y no tengo cable.

Esta vez, me mira y levanta una ceja. —Estás bromeando, ¿verdad?

La esquina de mi labio se levanta y asiento con la cabeza. —Sí. No veo


Lifetime.

Ella deja escapar una pequeña risa. No es mucho, pero es algo. Y me


sorprende lo mucho que he extrañado el sonido.

—Yo, eh... quiero decir...

Madie se esfuerza por decirme qué es lo que realmente tiene en mente y


silenciosamente le insto a que lo diga. Sea lo que sea, estoy de acuerdo.
Siempre y cuando haya una posibilidad de que la haga feliz.

—Podemos ver una película. Si quieres, —agrega rápidamente— .Pero


puedes salir. No quiero que te sientas…

La corté antes que pueda terminar. —Quiero hacerlo. —Su alivio es un


poco demasiado obvio, y sus mejillas se sonrojan cuando se da cuenta. Para
evitar que se sienta avergonzada, agrego—: Pero sólo si te parece bien. Mi
cable no funciona. —Darle una razón real de porque estoy aquí hace que
la mentira valga la pena.

____________________________________________

Lifetime: canal de televisión de Estados Unidos que pasan películas.

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Lo último que quiero es que se sienta como un caso de caridad. No es por
eso que estoy aquí. Podría haber sido mi intención venir porque le dije a
Luke que lo haría, pero rápidamente me estoy dando cuenta de que no hay
otro lugar en el que quisiera estar.

Se encoge de hombros con indiferencia y tengo que luchar contra mi


sonrisa. —Es genial. No me importa.

Me pongo de pie y me quito el chaleco de encima de los hombros. Me mira


por el rabillo del ojo. Pero cuando me pongo mi sudadera con capucha sobre
mi cabeza, haciendo que mi camiseta se levante, sus ojos están en mi
estómago. Y la chispa del deseo no pasa desapercibida. Mi polla se mueve
en mis pantalones nuevamente, y estoy agradecido cuando ella me da la
espalda, evitando mi mirada mientras lleva el té al refrigerador.

He estado en la casa de Maddie con el club un par de veces, pero es la


primera vez que estoy solo. Su casa es sencilla, pero tiene un ambiente
acogedor. La distribución abierta permite ver el salón, la cocina y el
comedor al mismo tiempo.

Fotos de Logan, obras de arte de la tienda de segunda mano y algunas del


club están esparcidas en las paredes y en la mesa de café. Hay un sofá en
la sala junto a una silla plegable que pertenece a Logan. Me siento en un
extremo del sofá y ella se me une en el otro.

—¿Tienes alguna preferencia? —Pregunta, presionando los botones en el


control remoto hasta que la guía aparece en la pantalla.

—Cualquier cosa es buena conmigo.

No es que vaya a ver la maldita cosa de todos modos. No puedo quitarle los
ojos de encima, la forma en que dobla las piernas por debajo de ella. O la

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manera en que se frota el pulgar sobre la rodilla sin pensar. Maldita sea.
¿Quién iba a decir que las rodillas podían ser sexys? Aprieto mis manos en
puños a mis costados para evitar estirarme y tocar esas rodillas. Esa piel.
Esta mujer.

—¿Qué tal Rocky? —Una película de acción. Un hombre medio desnudo y


sudoroso. Una gran manera de no empalmarme.

—Perfecto.

Introduciendo el número de canal, se acomoda en el sofá. Diez minutos


después de comenzada la película, ella cambia su posición estirando sus
piernas. Su pie cuelga de un lado del sofá, peligrosamente cerca de mi
pierna.

Quiero tocarla. Deseo saber si su pierna es tan suave como creo que es.
Nunca he sido el tipo de hombre que no persigue lo que quiere. El problema
con esta mujer es que no puedo tenerla.

A la mierda.

Agarrándole el tobillo, pongo su pie en mi regazo. No le doy tiempo a su


cerebro para que registre lo que está sucediendo o al mío para que me
convenza de que no lo haga, solo pongo mis pulgares en el talón de su pie.
Se siente pequeño en mi mano, suave y liso, como sabía que lo sería.

Me encuentro con su mirada incrédula, retándola a que me diga que pare.


Me sorprende muchísimo cuando pone su otro pie en mi regazo. —Si
hubiese sabido que eras tan bueno en dar masajes en los pies, te habría
invitado hace mucho tiempo.

—No tienes mucho tiempo para hacer demasiadas cosas cuando estas
ocupado siendo un prospecto, —admito, sin dejar de trabajar en su talón
mientras sus ojos se entrecierran.

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—¿De verdad? — ¿Con que pedazo de mierda ha estado saliendo en el
pasado? Pensé que eso era obligatorio en una relación Y no solo los masajes
en los pies, también en la espalda, los hombros y el cuello, que a su vez
conducen al sexo.

—¿Has olvidado el código de no toques a Maddie por el que viven todos


los habitantes de la faz de la tierra? —pregunta con una mirada de tristeza
en sus ojos.

No. No lo he olvidado. Y el recordatorio de que estoy traicionando a mi


hermano es como un puñetazo en el estómago.

—Pensé que eso sólo se aplicaba al club.

Sacude la cabeza. —No. Esto se aplica a todo el mundo. Además, ¿Quién


quiere conocer a una chica que constantemente tiene un motociclista como
guardaespaldas?

Después del infierno que el padre de Logan le hizo pasar a Maddie, Luke
se aseguró de mantenerla vigilada cuando ella salía. He estado dando
vueltas por el club durante mucho tiempo lo suficiente como para saber
que dondequiera que fuera, alguien asociado con los Renegades no estaba
muy lejos. Supongo que nunca presté mucha atención a lo protector que
era Luke en realidad.

—Durante mucho tiempo fue imposible encontrar a un chico que sólo


estuviera dispuesto a una aventura de una noche. Pero entonces —dice,
levantándome un dedo y sonriéndome—, descubrí que
los baños de los bares. Son los mejores lugares para tener sexo.

No me gusta que hable de follar con otros hombres, demonios mi sangre


está hirviendo de sólo pensar en un hijo de puta sin nombre que quiero
partir en dos ahora mismo, pero sonrío de todos modos. —No creo que estés
teniendo un buen sexo.

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Le lanzo una mirada que dice que podría estar mejor.

Estoy jugando con fuego. Estamos coqueteando. Debería estar viendo a


Rocky, beber una buena cantidad, sudar y no ponerme duro. En cambio,
estoy hablando de buen sexo con la chica a mi lado que huele a miel y se
ve como pecado.

—Puede que no tenga mucho sexo, pero cuando lo hago es bueno. No todo
el mundo puede tener tanta experiencia como tú, Marty. —Me lanza una
sonrisa juguetona, y espero que no haya sentido el salto de mi polla cuando
dijo mi nombre. Pero no es solo saltar. Esta palpitante. Dura.

—Te lo prometo, cariño. —Mi voz es baja—. Hay un montón de placer que
no puedes conseguir follando en un baño. Placer que requiere que estés
boca arriba, no contra una pared o doblada sobre un lavabo. —Mis ojos se
posan sobre sus muslos y estoy seguro de que guardan un delicioso tesoro
entre ellos. Me tomaría menos de un segundo separar sus rodillas y
enterrar mi cara en su coño.

Lentamente, vuelvo a poner mis ojos en los suyos cuando ella susurra —
Muéstrame. —Está respirando un poco más fuerte. Sus ojos están
entrecerrados. Ella me quiere a mí. Y la quiero. En este sofá. Apoyada en
su espalda. Y si puede pararse cuando hayamos terminado, sobre el lavabo
del baño, solo para demostrar que también puedo hacer esa mierda.

Pero le hice una promesa a un hermano.

Puede que no haya dicho las palabras, pero hay un acuerdo tácito. Luke
no quiere que sus hermanos la jodan. Nada bueno podría salir de ello. El
MC es su familia. Es mi familia. Y si la mierda entre nosotros no
funcionara, entonces esa familia se desgarraría.
Quiero dejar de pensar, extender la mano y agarrar un puñado de su
cabello, y tirarla hacia mí hasta que sus labios se derritan bajo los míos.
Respiro hondo y toco el parche en mi chaleco. Joder, soy mejor que un

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animal deseándola. No me patearan el trasero y perderlo todo por una
chica.
Apretando mi mandíbula con frustración, me estoy preparando para
disculparme por haberla engañado antes de explicarle que esto no puede
suceder. Ahora no. Nunca jamás. Pero ella no me da la oportunidad.
Parece que está leyendo mi maldita mente.
—No soy una niña pequeña, Marty. Soy una mujer adulta que es lo
suficientemente inteligente para tomar sus propias decisiones. Y tú eres
un hombre adulto.
Se mueve arreglando el dobladillo de su camiseta, girando para estar
frente a la televisión y no a mí.
—Lo entiendo, sin embargo. —Una pizca de tristeza suena en su voz—.
Estoy cansada de estar sola. Especialmente en este momento. —Sus ojos
parecen dilatados, sus párpados pesados, y maldita sea si esa boca no se
mueve de una manera que ruega que la besen.
Joder. ¿A qué coño está jugando conmigo? No tengo ninguna duda de que
sabe que Luke me pidió que la cuidara. Por lo tanto, hay muchas
posibilidades de que lo esté usando eso a su favor, con la esperanza de
romperme hasta que me rinda. Y está funcionando.
—No voy a dejarte sola, Maddie. Voy a estar aquí. Pero eso es todo. Nada
más, —gruño, sonando severo.
No me responde.
Sólo sube el volumen de la tele, rueda de lado y se acuesta como si no
existiera. Siento que mis ojos se dirigen involuntariamente a su trasero.
No haría falta nada para presionarla ahora mismo y tomar lo que quiero.
Lo que ambos queremos.
Quiero decir algo más. Explicarme mejor. Siento como si lo necesitara.
Pero entonces, mueve los dedos de los pies que aún están en mi regazo y
me mira por encima del hombro con una sonrisa.

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—¿Todavía puedo tener ese masaje en los pies?
Y sé que estoy perdonado.

Cuando los créditos empiezan a pasar al final de la película, me siento


como si tuviera ganas de darle una paliza a alguien. Rocky tiene una forma
especial de estimularte. Y nunca he estado más agradecido por algo que
me ha mantenido ocupado luego de la incómoda situación entre los dos.

Pero la incomodidad se ha desvanecido. Sus piernas están sobre mis


muslos, y mis manos descansan sobre sus pantorrillas. De vez en cuando,
me pillaba tocando su piel sedosa con el pulgar. Se sentía natural, nosotros
en el sofá, sus piernas sobre las mías. Como amigos. El problema es que
quiero follarme a mi amiga. Y ella quiere follarse al suyo.

A juzgar por la espesa tensión sexual en la habitación, sé que es sólo


cuestión de tiempo antes de que las cosas se intensifiquen entre nosotros.
No puedo relajarme a su lado. Puedo decir que lo que hay entre nosotros
es amistad, pero la verdad es que esta chica no es sólo mi amiga. Es mi
maldita obsesión.

Y Luke es mi hermano. Mierda.

—Vístete, —digo, levantando sus piernas de mi regazo antes de pararse.


Tengo que poner distancia entre nosotros, y esa mirada penetrante de ojos
azules.

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—¿Adónde vamos? —Su pregunta está teñida de emoción, pero no hace
ningún movimiento para levantarse del sofá.

—Fuera. —En algún lugar con gente. Música. Cerveza. En cualquier otro
lugar que no sea esta casa que parece que se hace cada vez más pequeña,
lo que hace inevitable que acabemos bautizando cada mueble.

—Afuera ¿dónde? Necesito saber cómo vestirme. —La tensión en su voz


me hace girar para encontrarla de pie, estirando sus brazos sobre su
cabeza. Ese pequeño y sexy ombligo suyo me mira desde debajo de su
camiseta. Y estoy realmente agradecido cuando baja los brazos y
desaparece.

¡Maldita sea, soy débil! Sé que he caído en picada porque los malditos
ombligos me excitan.

—Nos llevamos la moto.

Es la única explicación que necesita, e inmediatamente me arrepiento de


mi decisión. Sé cómo se viste Maddie cuando monta.

—¿Diez minutos? —Asiento con la cabeza mientras desaparece por el


pasillo. La sonrisa en su cara vale más que el caso de las bolas azules que
estoy seguro que tendré para cuando volvamos.

Diez minutos se convierten en veinte. Estoy preparado y en mi segundo


cigarrillo cuando oigo el chasquido de sus tacones en el suelo del pasillo.
Mi cara se convierte en una máscara mientras trato de prepararme
mentalmente para lo que estoy a punto de ver. Ni siquiera debería haberlo
intentado. En el momento en que la sexy mujer sale a la luz, estoy
derribado.

De la cabeza a los pies está vestida de negro. Botas de caña alta. Vaqueros
ajustados. Chaqueta de cuero. El único color son las letras anaranjadas en
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su cinturón que dicen, PROPIEDAD DE LOS DEVIL’S RENEGADES. No
puedo evitar preguntarme cómo se sentiría ver mi nombre detrás de esas
palabras.

—Vamos, —gruño, ignorando su mirada confusa mientras salgo por la


puerta. Ya me siento posesivo con ella. No quiero que nadie vea lo que es
mío.

Si.

Es mía.

Tal vez no en todas las formas que quiero que lo sea, pero esta noche, me
pertenece.

Vamos al bar de mierda más destartalado del condado. La multitud aquí


suele estar formada por viejos borrachos, música country y un poco de
drama. Pero me doy cuenta de que mi racha de mala suerte ha continuado
cuando un par de camiones llegan detrás de nosotros. Están cargados de
la peor clase de idiotas, alimentados con pan de maíz, amantes del fútbol,
con las manos rústicas que algunos llaman los buenos chicos del campo.

Inmediatamente agarro la mano de Maddie mientras caminamos hacia


adentro, manteniéndola cerca de mí. Disparando una mirada mortal al
ruidoso grupo hombres, advirtiéndoles. Puede que sientan que tienen
seguridad por la cantidad. Pero no la tienen.

—No seas imbécil, Marty —Mi cabeza se gira hacia Maddie, quien me está
disparando una mirada dura—. No han hecho nada malo.

—Lo harán —murmuro—. Confía en mí.

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—Ni siquiera los conoces.

Nos sentamos en el bar donde ordeno unos tragos y un par de cervezas


antes de girarme para enfrentarla. —Conozco a los de su clase.

Madie resopla. —¿En serio? Porque creo que les estas poniendo una
etiqueta. —Me estrecha los ojos, pero la sonrisa en sus labios es
juguetona—. Como motociclista, no creo que debas juzgar. Especialmente
desde que todos ustedes se quejan de ese tipo de cosas.

—No estoy poniendo etiquetas ni juzgando. —Devolví el tiro y miré a los


hombres mientras se agolpaban en la barra a nuestro lado—. Hablo por
experiencia. Yo solía ser uno de ellos.

Su risa es tan fuerte y sincera que se gana la atención de casi todas las
personas en la pequeña habitación.

—Marty es un pueblerino —Me devuelve el tiro y me guiña un ojo—.


Habría pagado una fortuna por ver eso.

Esa sonrisa que luce es contagiosa, y siento que se me está formando una
en mi propia cara. Me relajo un poco mientras los chicos se mueven a
través de la habitación hacia las mesas de billar.

Levantando mis dedos hacia el camarero, y ordeno otra ronda. Apenas nos
entrega el pedido, brindamos por los campesinos y vaciamos nuestros
tragos hasta el final. Las mejillas de Maddie, que ya están sonrojadas por
el paseo, se oscurecen un poco más cuando el licor comienza a afectarla.

—¿Bailarás conmigo, vaquero?

Lucho contra el impulso de poner los ojos en blanco mientras la agarro de


la mano y la conduzco a la pista de baile. La sorpresa en su cara cuando

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hábilmente la llevo al ritmo de la melodía de un clásico de Merle Haggard
me hace sonreír.

—Monta una Harley. Da masajes. Y sabe bailar. ¿Cómo he tenido tanta


suerte?

—Me gusta la buena vida.

Riendo, presiona su cuerpo más cerca del mío. Está relajada, feliz... segura.
Una mano está en la mía, la otra en mi hombro. Las pongo alrededor del
cuello antes de agarrar su cintura. Nuestros movimientos son lentos, ya
que me concentro más en abrazarla que en bailar.

Su pequeño cuerpo en mis brazos se siente bien. Su cabeza en mi pecho se


siente maravilloso. Ella en mi motocicleta. Yo en su casa. Nosotros riendo.
Bailando. Viendo películas. Todo se siente tan bien, que incluso la idea de
traicionar no puede impedirme disfrutar el momento. O de sentir la
necesidad de ir un paso más allá y darle a Maddie lo que realmente
necesita, un hombre en su cama. Uno que puede hacer que se olvide de
todo menos de él.

Mi club me prohíbe ser ese hombre. Si no puedo, entonces no será nadie.


Porque mataré a cualquier hijo de puta que la toque. Le romperé las
extremidades a cualquier imbécil que la mire. He querido a Maddie desde
hace mucho tiempo. Pero hasta esta noche, no me había dado cuenta de lo
mucho que la necesitaba. O lo lejos que he caído.

Hay muchas partes de Maddie con las que estoy familiarizado, su


vulnerabilidad, dulzura, carácter juguetón e incluso su terquedad. Pero a
medida que avanza la noche, empiezo a creer que Maddie tiene más
matices de los que me imaginé.
Le apasiona el peligro.
Tiene una sed de rebelión.
El mismo Diablo ocupa una parte de su mente.

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No lo pensé demasiado cuando accidentalmente paseó su sexy trasero por
las mesas de billar buscando el baño. Incluso ignoré la mirada que me dio
cuando me pilló cerrando mis manos en puños y apretando la mandíbula
cuando los hombres la miraron con audacia, una mirada que me desafió a
hacer algo al respecto.

Cuando desapareció, mientras colocaba dinero en la máquina de discos, no


pensé en el motivo de porque lo hizo, a pesar de que le dije que se quedara
quieta y que no vagara sola.

Pero cuando uno de esos cabrones ignorantes se me acercó hace unos


minutos y acusó a Maddie de robarle la billetera, no pude evitar
preguntarme si el imbécil estaba diciendo la verdad. Cuando me vuelvo
para ver a Maddie salir del baño con una sonrisa, obtengo mi respuesta.

—Me quitaste la billetera, —dice, su voz demasiado dura para mi gusto.

Queriendo estar listo para lo peor, me paro y lo enfrento. —Creo que


deberías haber preguntar primero. No lo supongas.

Su cuello se balancea, pero retrocede. Mirando a Maddie, sigue mi consejo


y le pregunta. —¿Te llevaste mi billetera?

Por el rabillo del ojo, la veo encogerse de hombros. —Tal vez.

Maldita sea.

—Nena....devuélvele al hombre su billetera. —Mi tono está lleno de


autoridad, pero está bastante claro de qué lado estoy mientras estrecho
mis ojos sobre el hombre, desafiándolo a que haga algo.

—No dije que la tomé. Solo que podría haberlo hecho, —bromea Maddie,
envolviendo su mano alrededor de mi hombro. No se da cuenta, pero su

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posición reduce al mínimo el daño que le puedo hacer a su maldita cara.
Mi gancho de izquierda no es tan fuerte como el de derecha.

—¿Está borracha o algo así?

—Su estado no es de tu incumbencia, —le digo, ganándome un apretón de


Maddie. Creo que esta mierda la está excitando.

Levantando el dedo en su dirección, empieza a decir algo que no le


perdonaré. —Mira…

—No. —Con una palabra de advertencia, me acerco para enfrentarlo—.


Tus amigos no llegaran a tiempo para evitar que te rompa la cara. Si
deciden intervenir después de que termine contigo, será peor para ellos.
Así que haz un favor a todos y termina tu partida de billar. Si sigo viendo
tu mierda, te sacare a patadas.

Sin querer parecer un cobarde, el tipo se toma un segundo para decidir.


Pero ya sé lo que va a pasar. Me doy cuenta por el miedo en sus ojos.
Maddie, por otro lado, siente la necesidad de reforzar mi amenaza.

—Si estuviese en tu lugar haría lo que te dijo. Por algo lo llaman asesino.

Tienes que estar jodidamente bromeando.

En mi interior, estoy pensando en toda la tortura sexual que quiero infligir


a Maddie, para asegurarme de que mantenga la boca cerrada en el futuro.
Por fuera, no me estremezco. Y unos segundos después, el hombre da tres
pasos hacia atrás, se da la vuelta, para alejarse.

Espero hasta que su atención regresa al juego de billar antes de encender


la música que está a mi lado. —¿Te llevaste su mierda?
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Algo en mis ojos hace que los suyos se caigan al suelo antes de susurrar,
—Sí.

—Dámelo, Maddie.

—Sólo quería divertirme un poco, —se queja, y debería encontrarme


molesto. Pero en cambio, estoy muy excitado.

—Dámelo antes de que me vea obligado a pintar las paredes con su maldita
sangre. —Sus ojos se abren de par en par, pero no con miedo. Está tan
excitada como yo.

A regañadientes, saca la billetera por detrás de su espalda. —No tenía


dinero, de todos modos, —murmura. Estoy tratando de no pensar en que
acaba de robar a este hombre.

Tiro un par de billetes en la barra para cubrir nuestra cuenta, sacudiendo


mi cabeza hacia un taburete vacío le digo. —Siéntate. No te muevas.
Necesito saber dónde estás si pasa algo.

—¿Va a pasar algo? —pregunta, la esperanza llenando su voz.

—No. Sólo quiero estar tranquilo.

Me doy la vuelta para que no me vea luchando con una sonrisa ante la
desilusión en su cara. Es tan desconcertante como divertida. No puedo
decir si está decepcionada porque no me van a dar una paliza, o si cree que
puedo manejar a los seis tipos solo. Un pensamiento me excita. El
otro…todavía estoy elaborando.

Sin palabras, me acerco a la mesa de billar. El juego se detiene y todos se


amontonan frente a mí, con los palos en la mano. Coloco la cartera sobre
la mesa y espero en silencio a que diga algo estúpido. No lo hace.

23
Pero cuando me voy, comete un gran error y dice la única cosa que ya he
decidido no quedará impune.

—Sabía que esa perra se la había llevado.

Con los ojos en Maddie, crujo mi cuello, giro los hombros y le hago un guiño.
Luego, empiezo a entregarle golpes a ese hijo de puta, asegurándome de
reservar energía en caso de que sus amigos también quieran recibir.

La pelea duró treinta segundos antes de que agarre el brazo de Maddie y


la lleve a mi motocicleta. Sus manos tiemblan tanto por la adrenalina que
tengo que abrocharle el casco. El viaje de vuelta a su casa fue en un tiempo
récord. Movernos a más de cien millas por hora sólo contribuyó a aumentar
la emoción de nuestra agitada noche. Ahora, estamos sentados en el
mostrador, compartiendo las sobras de una pizza fría mientras revivimos
el momento.

—No puedo creer que no lo ayudaran, —dice Maddie, su emoción es


evidente en sus brillantes ojos azules.

—No puedo creer que le robaras su billetera.

Deja salir una carcajada, no siente ni un poco de culpa por su participación


en lo que pasó. —Estaba ahí sentado, así que pensé, ¿por qué no? —Toma
otro bocado de pizza—. Sin embargo, tienes que admitirlo —Sus cejas se
mueven—. Fue divertido.

—Diversión no sería la palabra que usaría para describirlo. Más bien…


inesperado.

—Nos podemos poner de acuerdo y lo llamaremos diversión inesperada. —


Un bostezo irrumpe su brillante sonrisa. Y al bajar la adrenalina, me doy
cuenta de que también estoy cansando.

24
—Mantengamos esta noche entre nosotros. Conozco a algunas personas
que no saben apreciar el humor que hay en esto.

—Sí, —resopla, limpiando el desorden del mostrador—. Si Luke se


enterara me tiraría su mierda encima.

Esta noche no estaría resultando muy graciosa. Pero no puedo negar lo


bien que se siente ver esa chispa de vida en los ojos de Maddie. Llevan
demasiado tiempo apagados. Si esto es todo lo que se necesita para sacarla
de su depresión, entonces robaremos carteras y joderemos a la gente tanto
como quiera.

—No estoy cansada —Le levanto una ceja a Maddie mientras lucha con
otro bostezo—. Bueno, no estoy lista para ir a la cama. ¿Quieres ver la
televisión conmigo? Creo que tengo Rocky II en DVR.

Es una mujer divertida. —Claro. Sólo necesito hacer unas llamadas.


Adelante, empieza. Voy a salir.

Llamo a Luke primero para ver cómo se encuentran Dallas y él. Se


apresura a preguntar qué hemos estado haciendo y le cuento sobre nuestra
velada, dejando fuera la escena del bar, pero asegurándome de mencionar
que fuimos a uno. La noticia de que Maddie está bien parece darle un poco
de alivio.

Después de colgar, llamo a Regg para ver cómo está Logan. No me


sorprende que todos estén despiertos. Debido a que Regg y Red no tienen
hijos, prácticamente arruinan a todos aquellos que los visitan.

Me dice que Maddie ha llamado tres veces hoy, y amenazó con no


responder si llama de nuevo. Luego, me informa que, si supiera que la
razón de mi llamada era para verificar sobre Logan, no habría perdido el
tiempo en detener la película. Escucho su mensaje alto y claro, y termino
la llamada.

25
Guardo mi motocicleta, agarro mi bolso y camino hacia adentro para
encontrar a Maddie en pijama y dormida en el sofá. Cuando apago la
televisión, el sonido de sus ronquidos llenan la habitación. Luke me dijo
que no había dormido mucho. Sabiendo que ahora puede hacerlo, tiene a
me pecho hinchándose de orgullo. Tengo un instinto naturalmente
protector, pero se siente aún más poderoso sabiendo que es a Maddie a
quien estoy protegiendo.

La dejo dormir, mientras encuentro el baño al final del pasillo. Mi reflejo


me dice que Maddie no es la única que no está durmiendo mucho. Todavía
sufro las consecuencias de los periodos de treinta minutos de sueño que
tenía cuando estuve internado en el hospital durante tres semanas, no
tengo mis días y noches bien calculados.
Al recordarlo, una capa de culpa se extiende sobre mi alma. Si hubiera sido
más inteligente, prestado más atención o confiado en mis instintos, no
habría estado tirado en una zanja mientras las mujeres de mi club estaban
sufriendo. La ventaja de diez minutos que tenía sobre el resto del club
podría haber evitado que Maddie fuera secuestrada. En vez de eso, estaba
atrapado debajo de mi moto completamente indefenso, mientras ellos
sufrían.

Me quito los pensamientos de la cabeza mientras estoy bajo el agua


caliente. Saber que Maddie está a salvo y que se encuentra a sólo unos
metros de mí, me ayuda a aliviar la presión en mi pecho. Para cuando salgo
de la ducha, he guardado al pasado en mi memoria y estoy de vuelta en el
presente.

Me pongo una sudadera, agarro la manta de la parte de atrás del sofá y la


tiro sobre una Maddie que aún duerme. No quiero despertarla, y no me
atrevo a llevarla a la cama. En vez de eso, la dejo y busco en la casa un
cuarto de huéspedes donde dormir.

No hay ninguno.

26
La cama de Logan tiene forma de camión de bomberos y es demasiado
pequeña para mí. Considero dormir en el suelo, pero la cama de Maddie
parece bastante cómoda y no creo que le importe que la use. Si tengo
suerte, tal vez se despierte y se una a mí.

—Idiota, —murmuro, arrojándome en la cama que huele demasiado a ella.


La tengo en mi cabeza. En realidad, en las dos. Mi mente está consumida
por Maddie. Y mi polla se sacude al recordar cómo estaba vestida esta
noche.

Cómo se sentían mis manos en su cuerpo.


La forma en que se inclinó hacia mí cuando bailábamos.
Esa risa.
Su sonrisa.
Esos ojos

Joder, la quiero. Deseo probarla. Tocarla. Mostrarle lo bien que puedo


hacerla sentir. Estoy agradecido de que esté al otro lado de la casa. Lo
suficientemente lejos para que no pueda verla. Pero su olor está en todas
partes, y no está haciendo que mi intento de ignorarla sea más fácil.

Cierro los ojos y trato de obligarme a dormir. Empiezo a contar ovejas, y


sorprendentemente, funciona. Mi cuerpo comienza a relajarse. Mi
respiración se hace más profunda. Y los pensamientos de las ovejas
comienzan a derivar hacia otros pensamientos a medida que mi mente se
despliega. Pero luego siento que unos ojos me miran. El aire de la
habitación ha cambiado y sé que está aquí.

Abriendo un ojo, miro hacia arriba y ahí está. De pie justo al lado de la
cama. Las sombras oscuras de la habitación no me permiten tener una
vista clara de su rostro, pero puedo ver su boca. Esos labios que ruegan ser
besados. Cuando se aprietan sus muslos, mi visión se nubla y es dominada
por la lujuria y el deseo.

27
—A la mierda, —gruño, la agarro por la cintura y la tiro hacia abajo
encima de mí. Inmediatamente la volteo para que esté por debajo, y no le
doy tiempo para que recupere el aliento. Tampoco me doy tiempo para
cambiar de opinión. Y sólo la beso.

Sus labios son suaves y cálidos, tal como esperaba que fueran. Me abre la
boca y la reclamo, acariciando suavemente su lengua con la mía. Sabe a
miel. Su cuerpo se siente tan pequeño y vulnerable debajo mío, pero noto
que está ansiosa. Casi desesperada. Gime en mi boca mientras sus uñas
encuentran mis hombros y cavan. Cuando tuerce las caderas para
frotarme el muslo, casi pierdo el control.

—Vamos a ir al infierno por esto, —le digo, con voz baja y gruesa mientras
le bajo los pantalones cortos por las piernas.

—Esto es el infierno, —suspira, separando sus rodillas y abriéndose a mí—


. Y quiero follarme al diablo.

Mierda.

Por un momento fugaz, la culpa se asienta en mi pecho al recordar que soy


un diablo, un Devil’s Renegades que sabe lo malo que es esto. Pero cuando
el calor de su coño me quema como un puto infierno, la culpa cede. Prometí
cuidarla. Por completo. Y eso incluye su coño que está empapado de
necesidad. La quiero. Y deseo. Toda para mí.

Me deslizo por su cuerpo mientras paso mis manos por debajo de su trasero
levantándolo, para acercar su humedad a mi cara, y lentamente arrastro
mi lengua a lo largo de su coño. Sus manos se cierran en puños agarrando
las sabanas mientras suelta un largo y bajo gemido que me hace gruñir
contra su suave carne. Las vibraciones de mi voz envían placer a su cuerpo,
y sus muslos se tensan alrededor de mi cabeza en un intento de acercarme.

No quiero burlarme de ella. Quiero que se venga. Ahora. En mi cara, para


que pueda saborearse a sí misma cuando la bese mientras meto mi polla

28
en las paredes húmedas de su coño. Así que encuentro el pequeño e
hinchado clítoris que contiene la promesa de su placer. Y la mía.

Mi lengua trabaja en círculos sobre el pequeño nudo mientras lo chupo con


fuerza en mi boca. Lucha para alejarse de mí, el sentimiento es intenso y
casi demasiado. Me ruega algo, pero no sabe qué. Momentos después se
calla y explota a mi alrededor. Suavizo los golpes de mi lengua mientras
se sacude y convulsiona alrededor de mi cara. La dulce esencia de su
liberación cubre la parte posterior de mi garganta. Cuando sus piernas
caen flojas de mis hombros, subo sobre su cuerpo y la beso con fuerza,
dejándola saborearse en mis labios.

Con mi boca aún en la suya, busco a tientas la mierda en la mesita de


noche hasta que encuentro mi billetera. Sentado sobre mis rodillas, tomo
un condón y empuño mi polla con mi mano, mi ropa ahora está en el suelo
junto con la suya.

—Dime cómo quieres que te folle, Maddie, —exijo, manteniendo mis ojos
en los de ella mientras coloco el condón en mi polla. Todavía está sin
aliento y tambaleándose, tratando de concentrarse en mis palabras—.
Dime, nena, —le digo, en voz baja. Le froto las piernas con las manos de
arriba hacia abajo, tratando de sacarla de ese estado de euforia en el que
todavía parece estar.

—Sólo lo quiero. Por favor...

Está suplicando. Me gusta eso. Estoy listo para darle lo que pida. Así que
alineo la cabeza de mi polla en la entrada resbaladiza de su coño. —Joder...
—siseo. Esta tan apretada. Realmente estrecha. Me temo que la estoy
lastimando, pero ensancha sus piernas y levanta sus caderas en invitación.
Empujo más lejos, ignorando el impulso de volver, aunque mi cuerpo lo
exija.

—Tan bueno... tan jodidamente bueno... —murmura—. Así de fácil.


Follame así. —Le gustan los golpes lentos y largos, así que eso es lo que le

29
doy. Me entierro por completo, saco casi todo de su cuerpo y vuelvo a
entrar.

El ritmo es lento y medido. Largo y duro. Puedo mantener la calma así, y


prolongar la ansiedad que siento por ella. Me la follaré durante horas, de
esta forma, si me deja.

—Háblame.

Mis labios se curvan ante su dulce demanda. Esta chica es perversa. A mí


también me gusta eso.

—¿Te gusta sentir esta polla en ese dulce y pequeño coño? —Su respuesta
es un gemido suave. Empujo fuerte en su interior—. Te hice una pregunta.

—Si.

Empujo con fuerza otra vez. —¿Sí qué? —Le toma un momento, pero
finalmente encuentra el aliento para responderme.

—Me gusta sentir tu polla dentro de mí.

—Buena chica, —la elogio.

Sus ojos se abren y se fijan en los míos. Son anchos y están en estado de
shock. Sus mejillas están rosadas por la vergüenza. Pero su coño se aprieta
mucho a mi alrededor.

—¿Te gusta cuando te digo que te has portado bien? —Me mira fijamente
con la boca abierta. Pero asiente con la cabeza.
La inocencia en su cara es demasiado. Esta chica es una zorra sexual y ni
siquiera lo sabe. Soy su protector. Prometí cuidarla. Y lo estoy haciendo.
Hay algo deliciosamente pervertido en decirle cuando ha hecho algo que
me enorgullece. O hay algo aún más pervertido en su vulnerabilidad que
la hace naturalmente sumisa.

30
—Ponte de rodillas, Maddie. —Espero que se someta instantáneamente a
mi demanda, pero me sorprende cuando sacude la cabeza. Le levanto una
ceja—. Alguien quiere ver qué pasa cuando es una chica mala.

Sus mejillas se oscurecen, pero no lo niega.

Agarrándole las caderas, la volteo sobre su estómago. Ella jadea cuando la


pongo de rodillas y le agarro el cabello con la mano en un puño tirando
hasta que su espalda se encuentra con mi pecho. Su cabeza está
ligeramente inclinada y beso tiernamente la piel suave del costado de su
cuello. Mis acciones van de un extremo al otro. Por el fuerte latido de su
pulso, sé que está disfrutando de todo.

—Cuando me desafías, Maddie… —le digo, besando un lado de su cuello


hasta la oreja— .Hace que desee tomar lo que quiera.
Gimotea, empujando su trasero contra mí. Pidiéndome más. Empujo
dentro de sus apretadas paredes una vez más, hundiéndome
profundamente antes de detenerme. Está llena con mi polla. Su cuerpo
tiembla de emoción y un poco de nerviosismo mientras espera mi próximo
movimiento. Me quedo en su interior mientras bajo su cara al colchón.
Inclinado sobre su espalda, presiono mis labios contra su oreja.

—¿Prometes quedarte así mientras te follo?

Asiente con la cabeza, sus caderas meciéndose contra mí con cada palabra.

—Buena chica, —susurro, luego la enderezo, salgo y golpeo más fuerte.


Grita mientras me la follo de manera salvaje reclamando su cuerpo.
Tomando mi placer y dándole una cantidad igual a cambio.
Mis dedos se clavan en la suave carne de su trasero, agarrando sus nalgas
y abriéndolas para que pueda ver todo. Esta rosada, húmeda, caliente y su
dulce aroma está en todas partes. La humillación de exponerla de esta
manera, junto con la charla sucia y la polla dura que está entrando y

31
saliendo de su interior, todo junto hace que se venga con fuerza a mi
alrededor.

Reduciendo mis golpes, espero a que baje antes de tirar y voltearla hacia
su espalda. Sus están párpados pesados y eso me hacen sonreír.

—Despierta, cariño. —La levanto sobre mí, alineando mi polla y


hundiéndome dentro de ella.

—Acabamos de empezar.

Muevo mis labios por su cuello mientras lanza su cabeza hacia atrás con
un gemido. Sus uñas se clavan en mis hombros cuando muevo mis caderas,
provocándola hasta que choca contra mi cuerpo. Mis manos se aprietan en
su cintura, deteniéndola, forzándola a tomar sólo lo que quiero darle.

—Quiero oírte rogar, —le digo, mi boca bajando hasta su pezón fruncido.
Me tomo mi tiempo, lo masajeo con mi lengua y lo muerdo con mis dientes
cuando ella se niega a darme lo que quiero.

—Por favor...

—Vas a tener que hacerlo mejor que eso, Maddie. —Sacudiendo mis
caderas, le doy una muestra de lo que puede tener. Si la chica testaruda e
irritante lo pidiera—. ¿Quieres que te folle contra la pared? ¿Follarte con
fuerza? —Empujo de nuevo.

—Quiero tu boca en mí, —dice. Tiene los ojos cerrados. Se niega a mirarme.

—¿Lo quieres aquí? —Le beso el cuello y se queja.

—Más abajo.

Vuelvo a sus pechos, mi lengua dibuja perezosamente círculos alrededor


de su pezón. —¿Aquí?

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—Ya sabes dónde. —sonrío. Lo único que me impide explotar dentro de
suyo es esa mirada en su cara. Sea lo que sea por lo que haya pasado, no
importa en este momento. Sólo está pensando en mí, en mi boca, mi lengua,
mis manos…. Y por supuesto, mi polla. Saber que tengo el poder de
reemplazar toda la mierda que hay en su vida, me prende fuego.

Empujándola contra la pared, la levanto y acomodo mis brazos hasta que


estén debajo de sus muslos. Luego se desliza por la pared, su coño a la
altura de mi cara, sus piernas sobre mis hombros. Sus dedos se clavan en
mi cabello, tirando hasta el punto del dolor cuando entierro mi lengua
dentro de ella.

Soy como una bestia hambrienta alimentándose de su coño. Su gusto es


adictivo. Sus gemidos son una melodía. Y sus reacciones me hacen sentir
como un dios. Mi polla cuelga pesada e hinchada entre mis piernas.
Latiendo para estar en su interior. Pero espero, queriendo probar su dulce
liberación en mi lengua otra vez. Cuando se viene, ni siquiera tiene la
fuerza para apretarme los muslos alrededor de mi cara. Sus gemidos se
convierten en lamentos por la intensidad de su placer.

—¿Demasiado, cariño? —le pregunto, dejando que su cuerpo se deslice por


el mío. Asiente con la cabeza. Y luego sacude la cabeza, insegura de lo que
quiere. Pero tengo algo que demostrar, aunque sea para mí mismo.

Con las piernas temblorosas, la conduzco los pocos pasos hasta el baño.
Creo que piensa que nos estamos preparando para una ducha. Esta muy
equivocada. La giro para mirar hacia el espejo, presionando su cuerpo
contra el lavabo. Me mira por el espejo. Parezco un asesino. Se ve deliciosa
y completamente follada con sus mejillas sonrojadas y su mirada
ligeramente cerrada.

Tomo su cabello en un puño con unas de mis manos, pateo sus pies para
separarlas y alineo mi polla hacia los húmedos labios de su coño. —Voy a
mostrarte lo bueno que debería ser el sexo en el baño. —Sus ojos se abren
de par en par y luego se cierran cuando me hundo en su interior.

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No me tomo mi tiempo. No soy suave ni lento. Me la follo duro y crudo,
como si estuviéramos en un bar. Sus gritos se hacen más fuertes y los
amortiguo con mi mano, dándole la experiencia completa de cómo sería el
sexo en público conmigo. Y le encanta.

En el momento en que su coño late con su orgasmo, voy a chocar con ella
por última vez antes de venirme.

Está flácida y sin vida cuando la saco. Sus ojos están cerrados, o me la he
follado hasta la muerte, o está durmiendo de pie. Voy a ir con lo último.
Tiro el condón a la basura y luego la llevo de vuelta a la cama, con un solo
pensamiento mientras la acomodo en mis brazos.

La he cagado.

Me entregué a mi debilidad. Lo he puesto todo en juego, por esta chica.


Una parte de mí quiere deshacer lo que hice, pero ahora que la he tenido,
sé que no puedo. Y cuando acaricio con mi mano posesivamente su cuerpo,
sé que no lo haré. No me detendré.

Le aprieto el trasero y la toco, bebiéndola con mis ojos. Y mientras lo hago,


sé que con cada respiro que tomo, con cada gramo de mis huesos, incluso
sabiendo que habrá un infierno que pagar por engañar a mi propio club, a
mi hermano, no me voy a alejar de esta mujer.

Yo soy su Diablo.
Y voy a hacer que nos quememos.

34
Capítulo 1
Maddie

Seis meses después

Si algo me enseñó un MC es esto, nunca le des tu corazón a un hombre que


lleva un parche. Desde que era una niña, las palabras me fueron
inculcadas. Hasta los hombres me lo advirtieron. Pero no escuché. En
cambio, dejé que mi corazón me manipulara una vez más. Y esta noche me
encuentro sola en el bar de un restaurante, esperando al amor de mi vida,
ignorando ese regaño en mi cabeza que dice, no va a venir.
—¿Seguro que no quieres pedir? —Miro al camarero cuyos ojos están llenos
de compasión—. La cocina cerrará pronto.
Fuerzo una sonrisa y sacudo la cabeza. —Vendrá. ¿Diez minutos más?
El camarero parece estar luchando consigo mismo si debe o no darme una
sesión de terapia, como la mayoría de los camareros lo hacen. Algo en mi
cara le dice que no estoy de humor, porque sólo asiente con la cabeza y
dice, —Diez minutos.
Mi teléfono vibra en mi regazo. Cierro los ojos, rezo por buenas noticias y
hago clic en el mensaje.
Marty—Lo siento, cariño. Algo surgió con el club. ¿Lo dejamos para
otro día?
Escribo una respuesta rápida, asegurándole que está bien.
No lo está.
Es la tercera vez esta semana que lo cancela. Uno pensaría que después
de un año de prospección, y más de tres meses de ocultar nuestra relación,

35
estaría más dispuesto a pasar algún tiempo conmigo en lugar de estar con
el club, especialmente ahora que estamos saliendo abiertamente y todo el
mundo es consciente de ello. Pero parece que desde que nos hicimos
oficiales, he pasado a un segundo plano en su vida. Quedar en segundo
lugar es una sensación de mierda.
El camarero me da un Martini con vodka, por cuenta de la casa, hasta que
se cumplan los diez minutos. Incluso me permite beber después de horas
mientras limpian el local. Así que eso es exactamente lo que hago. Bebo,
ignorando todo lo que me rodea y ahogando todas mis penas en vodka
hasta que llego al punto que he estado buscando conocido como
jodidamente mierda. Es en estos momentos de estar en un aturdimiento
por esta borrachera que no me importa lo que Marty haga con su vida y
hago un plan para dejar su lamentable trasero y encontrar otro. Y hago
todo esto sabiendo que esta noche lloraré hasta quedarme dormida. Luego
lo dejaré entrar, me despertaré, me hará el amor y me pedirá perdón, el
cual le daré. Como siempre lo hago.

Me tropiezo en el aparcamiento casi vacío. Cuando me imagino lo


enfadados que estarán todos cuando se enteren de que conduje a casa
borracha, eso me causa risa. Es típico de ellos preocuparse por mí. Pobre
Maddie. Cuidemos de Maddie. Ella nos necesita. Pero no los necesitaré
entonces. Los necesito ahora. Necesito que Marty aparezca cuando diga
que lo hará. Necesito que Luke sea ese hermano mayor que siempre ha
sido, no el marica enamorado que probablemente está metido en la ropa
interior de mi hermana ahora mismo.

—¿Necesitas que te lleve a casa? —Miro por encima de mi hombro para


ver al camarero en pisando mis talones, pero es otro hombre que quiere
protegerme. Al menos este si apareció.

—Estoy bien, —balbuceo enfadada, volviendo mi atención hacia donde


estoy caminando. El movimiento me marea y me detengo hasta que el
mundo deja de girar.

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—Apuesto a que sí. —El gruñido bajo es depredador. Las manos alrededor
de mi cintura son posesivas. Mi espalda contra mi auto se siente fría. Y el
camarero no está aquí porque está preocupado. Está aquí porque está
buscando un sexo fácil.

—Para. —La demanda no es tan fuerte como quisiera. Es más bien un


murmullo. Empujo sus manos y su boca hambrienta de mi cuello, pero mis
intentos son débiles—. Por favor, detente. —A medida que mi visión
comienza a desvanecerse, siento que el miedo y la desesperación me
atraviesan. Miedo de que me haya drogado. Y desesperada por estar
equivocada.

Sus manos están en mis vaqueros ahora. Está gimiendo contra mi oído,
escupiendo líneas sucias y explícitas que me niego a procesar. En vez de
eso, bloqueo el sonido de su voz y cierro los ojos, tratando de averiguar
cómo llegué aquí.

Estoy vulnerable. Débil. Demasiado dependiente de otros para


protegerme. Pero hasta ahora, no me ha hecho ningún bien. Mi familia es
el MC más poderoso del estado. Sin embargo, la tragedia sigue
encontrándome.

He sido malcriada por el MC, protegida por mis hermanos. Cada vez que
algo malo pasa en mi vida, soy consentida. Cuidada. Rodeada por un
ejército de hombres. Asegurada por mis hermanas. Y mientras paso
semanas después de cada incidente acurrucada en una bola y llorando
hasta quedarme dormida, el club está manejando mis problemas.

Tal vez si no hubiera estado tan protegida, podría haber frenado esta noche
antes de que empezara. Pero una vez más, mi debilidad es la ganancia de
otro. Esta noche, ese alguien es el camarero. Mientras me presiona con
fuerza, dejándome sentir su enferma erección, encuentro la fuerza para
susurrar mi propia serie de líneas explícitas en su oído.
—Voy a matarte por esto. Juro por mi vida que pagarás por cada mujer a
la que hayas lastimado.

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Me sonríe, la vista es aún más repulsiva porque estoy viendo a dos de él.
—Me gusta cuando me hablas sucio.

Entonces su sonrisa se desvanece. Sus ojos giran hacia atrás en su cabeza,


y se derrumba en el suelo frente a mí. Justo antes de que mi visión se
oscurezca, veo a mi salvador.

No es uno de mis hermanos.


No es una de mis hermanas.
Y seguro que no es Marty.

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Capítulo 2
Marty

Un año después.

Durante las últimas seiscientas mañanas, me desperté como cualquier


otra persona. Bebí café, me duché, afeité, comí y respiré como cualquier
otro hombre en el mundo. No soy especial. No hay nada inusual en mí. Sólo
soy otro tipo.

Pero en un instante, puedo cambiar eso, logro separarme de lo ordinario.


Sólo toma un momento para que mi transformación surta efecto. Con el
gesto más simple, me vuelvo poderoso y letal. Me convierto en el tipo de
hombre que sólo unos pocos logran ser.

Hoy, mientras me pongo el grueso y pesado cuero en la espalda, realizo


nuevamente mi ritual matutino. Seiscientos uno.

Mis ojos se conectan con el hombre en el espejo. Le juro en silencio que


haré todo lo que pueda para que se sienta orgulloso. Luego veo los parches
en mi chaleco. Ellos me ofrecen una promesa que sólo yo comprendo
plenamente. Y un recordatorio del dolor que sufro cada día por su causa.

Mis dedos se deslizan sobre los sucios y naranjas hilos, cada uno de los
cuales representa una parte diferente de mí.

SARGENTO DE ARMAS, DFFD


SOY EL GUARDIÁN DE MI HERMANO, DRMC.

39
Pero no hay parche para la parte de mí que sufre por la pérdida de Maddie.
Me rompió el corazón, y este chaleco es la razón por la que me dejó. Una
razón que nunca explicó del todo, porque no sentía que tuviera que hacerlo.
Supongo que nuestro amor era una calle de un solo sentido. Así que ahora,
sólo tengo un propósito en esta vida.

Me abrocho las cadenas de plata en el abdomen. Luego miro hacia atrás


por encima de mi hombro al parche de la parca color naranja cuyos ojos
están escondidos bajo una capucha de color negro. Es un recordatorio de lo
que estoy dispuesto a sacrificar por mi club. Y quien quiero ser…que es
exactamente lo que soy.

Un Devil’s Renegade.

—Tenemos un problema. —Es el saludo que recibo cuando entro en la casa


club de los Devil’s Renegade de Hattiesburg, Mississippi.

—No lo tenemos siempre, —le murmuro a Luke, el presidente de nuestro


club.

Acompañándolo a la barra, solicito una taza de café al prospecto. Nervioso


y torpe, se las arregla para verter más en el mostrador que en la taza.
Recuerdo esos días.

—El club de los Madness MC tiene tres nuevas secciones en el norte de


Mississippi. —Perfecto.

—¿Y recién ahora te das cuenta?

Se vuelve hacia mí, el fuego ardiendo en sus azules ojos. —Lo hicieron
durante el fin de semana.

Sacando un cigarrillo de mi chaleco, noto que el prospecto casi se rompe el


cuello para acercarse lo suficiente como para encenderlo. Con el ánimo de
humillarlo, espero pacientemente a que saque el encendedor de su bolsillo.
Le lleva tres intentos, pero finalmente consigue una llama.

40
Inhalando, le doy la bienvenida a la sensación que me produce la primera
pitada matutina. Ahora que puedo pensar con más claridad, vuelvo a
prestar atención a mi presidente que está muy cabreado. —¿De dónde
diablos sacan la idea de que pueden montar un negocio donde quieran?

Los Madness se llama a sí mismo un MC, pero no acatan las reglas


establecidas por la Confederación de Clubes. Hemos tenido problemas con
ellos antes, pero nos las arreglamos para mantener las cosas bajo control.
Ahora, se están saliendo de las manos.

—Creen que sólo porque tienen abogados y policías usando parches,


pueden hacer lo que quieran. —Deja escapar un suspiro. Maldición, parece
exhausto. Sólo puedo imaginar las presiones que tiene como presidente.
Pero por mucho que odie verlo así, es el mejor para el puesto—. Tenemos
que ser inteligentes en esto, Marty. No quiero que nadie vaya a la cárcel.
Me gusta pasar los domingos con mi familia, no quiero tener que visitar a
un hermano en el condado.

—Déjame ir hoy a ver qué pasa. Les daré un pequeño regalo de bienvenida.

Comienza a decir algo, pero la puerta se abre y ambos nos giramos para
ver quién es. A primera vista, mi cara permanece fría y parece
completamente inalterable. Pero mi cuerpo se detiene.... contengo la
respiración... y mi corazón se acelera. Porque es ella, Maddie.

Es hermosa. Un sueño. Mi polla se sacude. Empiezo a salivar. Sus pezones


están endurecidos. 1.70, cabello rubio, una zorra de ojos azules. Y sólo lleva
puesto un pijama. En una época, me amaba. Solía ser mía. Y al verla, mi
alma sufre con los recuerdos vividos.

Cuando conocí a Maddie, estaba en un lugar oscuro. Y como un faro de luz


al final del túnel, ahí estaba para iluminar mi vida. Al principio era sólo
sexo sin sentido, poderoso, sin ataduras, follando duro. Pero en medio de
todo esto, Maddie fue víctima de la vida del club. Eso la dañó no sólo

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físicamente, sino también mentalmente. Después de eso, necesitaba algo
más que sexo. Así que se lo di, quería hacerlo.

No tardé mucho en darme cuenta de que Maddie no era sólo una


distracción. No era sólo porque me necesitara. Estaba con ella porque me
había enamorado. Escondimos nuestra relación por un tiempo, pero
cuando el secreto se hizo demasiado pesado, le confesé a Luke mi amor por
Maddie.

Viéndola crecer, había asumido un papel de hermano sobreprotector en su


vida. No se tomó bien las noticias. Pensó que se merecía algo mejor que un
pedazo de mierda como nosotros. Pero se mantuvo firme, se negó a
sucumbir a sus demandas y finalmente Luke cedió.

Con la bendición de Luke, fuimos más felices que nunca. Tenía mi familia,
mi club y la mujer perfecta. Me volvía loco, y me encantaba. Estar a su
lado fue una emoción constante y una prueba de mi paciencia y fortaleza.
Era como si estuviera viviendo al límite, esperando a que diera el siguiente
paso que finalmente la pondría en peligro, para que luego la pudiera ir a
rescatar.

Unos meses después, esa emoción empezó lentamente a extinguirse. Ya no


andábamos a escondidas, así que la excitación se volvió aburrida. Entonces
un día, se fue. Sus razones eran una mierda. Decía que no estábamos bien
juntos. Que no era el mismo hombre. Que había cambiado. Pero todo eran
mentiras.

—No estoy lista, Marty. Creí que sí, pero he estado en el club toda mi vida.
Quiero asegurarme de que lo que tenemos es real, es decir, que no es solo
está en mi cabeza.

Eso fue hace casi un año. Pero sigo sin poder librarme de ella. Cada vez
que la veo tengo esta sensación. Es como la nicotina de un cigarrillo, el
alcohol del whisky. Es una sensación relajada y feliz que tienes cuando
fumas hierba. Todas las cosas que me hacen sentir bien vienen de Maddie.
Y sin esa bondad... Ya no quiero sentir.

42
Una parte de mí se pregunta si está pensando sobre nosotros como también
lo hago. Aunque intente ignorarme, sabe que estoy aquí. No hay forma de
que no vea mi cuerpo de doscientas veinte libras en el taburete. Pero, de
todas formas, me pasa completamente por alto y busca a Luke. Cuando
desliza un juego de llaves por la barra, me acerco para detenerlas. Con el
movimiento repentino, finalmente pone esos grandes ojos azules sobre mí.

Veo un destello de dolor... una pizca de arrepentimiento... un toque de


tristeza. Pero rápidamente lo oculta y mira por encima de mi cabeza a
Luke. —Dallas tuvo que ir a la oficina. Me dijo que me asegurara de que
recibieras el mensaje. —Sin una segunda mirada en mi dirección,
desaparece.

Me quedo mirando a la puerta cerrada, dispuesto a ir por ella. Pero mi


orgullo y mi miedo al rechazo hace que me quede en mi lugar. Luke se
aclara la garganta y eso hace que vuelva a la realidad.

—Jack, —le digo al prospecto, y en silencio le agradezco que me lo haya


entregado rápidamente y sin derramar nada. Tomando un trago
directamente de la botella, le doy la bienvenida al líquido que me anima,
quemando la parte posterior de mi garganta.

—Entonces, —dice Luke, y no tengo que mirarlo para saber que lleva esa
sonrisa engreída y tan característica suya. Está claro que le divierte el
efecto que Maddie tiene todavía sobre mí, y el hecho de que prefiero
ahogarme en licor que hacer algo al respecto—. ¿Todavía quieres ir al
norte?

El humor de sus palabras no pasa desapercibido. Así que me aseguro de


que la convicción en la mía tampoco.

—Jodidamente sí.

43
Elvira es el nombre de mi perra, una Harley Street Glide hecha a medida
con un motor de 110 que se pondrá en marcha de primera. Mi chica llega
a 140, y debido a mi mañana de mierda, la estoy pisando a fondo. Con la
velocidad reduzco a la mitad mi tiempo de viaje, y dos horas más tarde a
la ciudad donde pronto sabrán quien soy.

Water Valley es una pequeña ciudad ubicada justo al sur de Oxford, hogar
de Ole Miss College y la granja de marihuana medicinal más grande del
país. Debido a que no tenemos ningún club a menos de cien millas de esta
área, Madness ha elegido este lugar en particular para establecer su
negocio. Por desgracia para ellos, estoy a punto de cerrarlo.

Compraron Willie's Place, un pequeño bar de cerveza en las afueras de la


ciudad, y lo están usando como casa club. Mientras me detengo en el
estacionamiento de grava, observo cómo uno por uno salen a la calle.

Apagando el motor, puedo sentir sus ojos en mí. No estoy nervioso de que
me superen en número. No temo por mi vida. Tampoco son estúpidos como
para matarme, pero no son tan listos como para mantener la boca cerrada.

—¿Estás perdido, amigo? —Alguien grita desde una distancia segura. Sólo
sonrío y sacudo la cabeza mientras desmonto mi motocicleta. ¿Amigo? ¿En
serio?

Caminando hacia la entrada, observo a mis alrededores y no me


impresiona lo que veo. Es un lugar de mierda. La estructura de madera se
está pudriendo, el porche se está cayendo y el estacionamiento es una
trampa mortal. Las motocicletas dispersas por los baches están en mal
estado y son de fabricación barata. Sólo hay una Harley que honra este
lugar con su belleza, y esa dulce perra me pertenece.

Los diez hombres que se alinean en la parte delantera del edificio tampoco
son muy impresionantes. Son jóvenes, arrogantes y tres de ellos ni siquiera
llevan camisa, a pesar de que es un día inusualmente frío por ser octubre.

44
Paso de largo, ignorando las miradas y el cuchillo en la mano de un
muchacho. En el interior, la iluminación es tenue, el humo es denso y las
paredes están cubiertas de yeso en todos lados. Carteles, banderas,
calcomanías y fotografías cubren todas y cada una de las superficies.
Incluso las losas del techo están pintadas en blanco y negro. Han trabajado
muy duro en este lugar. Y por eso, será aún más satisfactorio cuando lo
queme hasta los cimientos.

—Budweiser, por favor. —pongo una sonrisa en mi cara y el viejo detrás


de la barra me la devuelve. Por su hospitalidad, le dejaré conservar sus
dientes. Me da la cerveza helada, asegurándose de no quitarle la tapa. Es
obvio que es experto en sus conocimientos de MC. A un motociclista nunca
le das una cerveza abierta. Podría ser drogado. Y de esta forma estarías
jodido.

Coloco un billete de diez sobre la barra y le digo que se quede con el cambio.
Soy consciente de los hombres que están detrás de mí. Puedo sentir sus
miradas letales en mi espalda. Están tratando de amedrentarme con su
silencio. Pero no soy tan fácil de intimidar.

A la mitad de mi cerveza, veo al camarero asentir con la cabeza a uno de


ellos. Con una mirada nerviosa en mi dirección, se va. Pensando que sería
mejor que me diera la vuelta en caso de que tuviera una pistola
apuntándome a mi cabeza, lentamente hago girar mi taburete para
enfrentarme a ellos.

Quiero reírme de lo que veo. Incluso con chalecos de cuero, siguen sin
parecerse a unos motociclistas. Sienten que tienen una ventaja porque el
número de personas es mayor. Pero, este no es mi primer rodeo en
solitario. Y además de eso, parecen un montón de tipos recién llegados de
un campo de refugiados. Qué jodida broma.

—Tienes una buena cerveza, —digo, sosteniendo la botella. Mis ojos


buscan el parche que me indicará el oficial de más alto rango a cargo. No
me lleva mucho tiempo encontrarlo. Uno ochenta de alto, unos veinticinco

45
años de edad y su parche muestra ser el vicepresidente. Sólo tengo
veintinueve años, pero la inocencia de su cara me hace sentir mucho
mayor.

Inclino mi cabeza, entrecerrando mis ojos sobre él. Centrándome en la


elevación y caída de su pecho, espero a que se acelere cada vez más antes
de hablar. — Snake, ¿no? —Apunto a las letras de su chaleco que revelan
su nombre.

—Nadie habla con mi vicepresidente sin pasar primero por mí. —Poco a
poco, vuelvo mi mirada hacia uno de los imbéciles sin camisa. Por
supuesto, Sargento de Armas, el hombre responsable de mantener el orden
en el club. Si no tienes la fuerza suficiente para ocupar esa posición, pasas
a ser un estúpido.

—Bien, —me encojo de hombros—. ¿Cuánto me va a costar llegar a él?

La escena dramática me recuerda mi primera pelea en la escuela


secundaria. Esta respirando fuerte, golpeando su pecho desnudo y
rebotando como una maldita pelota de ping pong. Este chico
probablemente nunca ha dado un puñetazo. Pero, si lo pide, se lo daré. Soy
así de generoso.

—Tú y yo, —dice, señalando entre nosotros. Supongo que en breve estará
recibiendo.

Vaciando mi cerveza, dejo la botella en la barra y me paro. Le ofrecería


una salida, pero tengo ganas de golpear algo. Y como se tomó su tiempo
para animarse, no debería decepcionarlo.

Como el tonto que es, trata de apurarme. Mis pies ni siquiera se mueven
al extender mi brazo derecho y darle un golpe en la mandíbula que lo deja
inconsciente.

—Entonces Snake, —comienzo, encontrándolo entre la multitud


nuevamente. Sus ojos están un poco más abiertos, pero aparte de eso, hace

46
un buen trabajo ocultando sus emociones—. Tú eres el hombre que está a
cargo aquí. ¿Te importaría decirme qué demonios estás haciendo en mi
ciudad?

—Esta no es tu ciudad, —dice, manteniendo la voz tranquila.


Probablemente no debería subestimar a este.

—Esta es mi región. Mi estado... Mi condado... Mi ciudad. —Saco un


cigarrillo de mi chaleco, notando que el hombre más cercano a mí mueve
su mano a la espalda. No digo que estoy al tanto de que tiene un arma. En
cambio, enciendo el cigarrillo y mantengo mi atención en el vicepresidente
que parece estar perdiendo la paciencia.

—Vete. Ahora.

No lo demuestro, pero estoy impresionado por su demanda. Incluso hay un


indicio de amenaza en sus palabras. Es un pequeño cabrón con pelotas.
Pero de repente, empiezo a aburrirme. Estoy cansado de jugar a este
estúpido juego de ida y vuelta. Así que, ya basta de esta mierda.

—Tienes dos minutos para largarte. —Anuncio. El aire cambia en la


habitación al oír mi tono. Ahora, saben que hablo en serio.

—No nos vamos a ir...

—Entonces morirás. —Le corté el paso al vicepresidente, escupiendo mis


palabras mientras lo nivelaba con una mirada—. No me jodas, Snake.
Tienes un minuto.

Les doy la espalda a todos y camino detrás de la barra. Tomando dos


botellas de vodka Everclear de la estantería, comienzo la cuenta hacia
atrás desde sesenta en mi cabeza. Para cuando llego a la puerta, ya estoy
en los cuarenta y cinco. Ocho segundos después, estoy en mi motocicleta.
Ignorando sus voces, abro mi alforja y saco un par de pañuelos naranjas.

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—Diez, nueve... —Silencio mi cuenta regresiva mientras abro las botellas
con los dientes. Cuando pongo los pañuelos en sus cuellos, golpeo mi
encendedor contra mis vaqueros. Les toma un momento entender mi plan,
y en el momento en que lo hacen, me doy cuenta de que el tipo de antes
pone su mano detrás de su espalda de nuevo.

Con un movimiento rápido, me quito la pistola de la espalda y la apunto


entre sus ojos. —¿Realmente quieres matar al sargento de armas de los
Devil’s Renegades? —Pregunto. Incluso a tres metros de distancia, puedo
ver el movimiento de su garganta mientras intenta tragar su miedo.
Levanta sus manos en señal de rendición, y agito mi arma hasta que los
demás siguen su ejemplo.

Miran al VP y este sacude la cabeza, advirtiéndoles que no hagan nada


estúpido. Sonrío. —Eso es lo que pensaba. —Acomodo el arma en mi alforja
y enciendo los pañuelos. Justo cuando estoy cerca de la puerta, el camarero
sale seguido por el Sargento de Armas inconsciente que está siendo llevado
por sus hermanos.

Tan pronto como sus pies golpeen la grava, lanzo la primera botella por el
aire. Se rompe contra la pared exterior y su bandera en blanco y negro se
enciende inmediatamente.

Tiro la segunda botella y oigo que se rompe por dentro. Pronto, las llamas
se abren paso a través de las paredes. Estoy al lado de los Madness,
deleitándome con la mirada en sus rostros. Están enojados, tristes,
conmocionados.... y no pueden hacer nada al respecto.

—Oye, amigo, —no hablo con nadie en particular—. Anda, llama a tus
secciones de ColdWater y Falkner. —Sacando una tarjeta de contacto de
mi chaleco, la lanzo en su dirección—. Dile a esos hijos de puta que voy
para allá.

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Capítulo 3
Marty

En vez de ir al norte, decido ir a casa. Envié un mensaje. Ahora, la pelota


está en su campo. Al hacerles creer que estaba en camino a sus otras
secciones, llamarían a un ejército. No pasaría mucho tiempo antes de que
planearan un contraataque. Los estaremos esperando.

Son más de las dos de la mañana cuando vuelvo a Hattiesburg. Me dirijo


a la casa club, seguro que todo el mundo estará durmiendo. Pero al menos
estaré allí para cuando despierten. A Luke probablemente no le gustará lo
que he hecho, simplemente porque no se lo dije antes. Estaba al tanto de
que les iba a hacer una visita, lo que normalmente implicaría en darles
una advertencia para que se fueran. No que quemara su maldito bar. No
le gusta que suceda nada sin su permiso. Supongo que es una de las
ventajas de ser presidente.

Al bajar la velocidad, levanto la vista antes de apagar el motor y las luces.


Voy cuesta abajo la distancia que falta, así no despierto a todos en la casa.
La casa de Luke sirvió como la casa club original hasta que el club pudo
permitirse construir la suya propia. Debido a que la casa de Luke está
fuera de la ciudad y aislada, escogieron su patio trasero para construirla.
Ahora, la casa de Luke se encuentra a unos veinte metros de la casa club
de los Devil’s Renegades.

Esta noche, el cielo está nublado, la luz de la luna no alcanza para iluminar
esta oscura noche. Mis ojos se ajustan para cuando llego al cobertizo que
está al lado de la casa de Luke. La única luz proviene de un cigarrillo. Creo
que la silueta que lo sostiene no es otra que la de Maddie.

Mi sangre hierve cuando una sacudida de electricidad me atraviesa. Todos


los pelos de mi cuerpo están en alerta y sudo a pesar de la fría brisa

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nocturna. Este es el tipo de efecto que esta mujer tiene sobre mí. En
realidad, es bastante patético.

Me bajo de la moto y me doy cuenta por el rabillo del ojo de que me está
observando, y recordando. Al quitarme los guantes, flexiono mis dedos
entumecidos, los que solían bombear dentro de su cuerpo hasta que se
corría. Luego me saco el chaleco y lo cuelgo del manillar mientras me quito
la chaqueta, la que tantas veces colgué en el poste de su cama todas esas
noches que estuvo envuelta en mis brazos. Después de quitarme la
chaqueta, me deslizo el chaleco nuevamente alrededor de mis hombros,
como lo hacía antes de despedirme de ella. Se paraba en la puerta y me
veía marchar, hasta que ya no era visible. Eran buenos tiempos.

—¿Dónde has estado? —pregunta, en un intento de evitar el hecho de que


la viera follándome con sus ojos.

—Fuera.

Exhala una pequeña risa, bajando la cabeza para mirar el teléfono en su


regazo antes de murmurar en voz baja, —Idiota. —Si soy un imbécil, su
actitud de mierda me hizo así.

Me derrumbo en la silla a su lado y enciendo un cigarrillo. Me ignora, el


silencio se hace cada vez más incómodo con el paso del tiempo. El espacio
entre nosotros está lleno de mierda de la que ambos nos negamos a hablar.
La tensión sexual es tan fuerte que juro que puedo olerla. Para castigarme,
la miro.

Tiene los zapatos de Luke en los pies, y una camiseta que le queda
demasiado grande que cuelga por debajo de las rodillas. No hay un par de
pantalones cortos a la vista, y me muerdo la lengua para no quejarme al
pensar que está casi desnuda, a sólo un metro de mí.

Puede evitarme todo lo que quiera, pero sé que también la afecto. Si los
pezones duros que presionan su camisa no son suficientes para delatarla,
el apretar de sus muslos en busca de algún alivio lo es.

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—¿Cuánto tiempo planeas ignorarme, Maddie? —pregunto, de repente
abrumado por la necesidad de detener este estúpido juego que hemos
estado jugando durante casi un año.

Retorciéndose en su asiento, levanta las rodillas y tira de la camisa hacia


abajo por encima de sus piernas para cubrirlas, pero no sin antes echar un
vistazo a la oscura ropa interior que apenas cubre los labios de su coño. Al
ver eso, mi lengua se desliza por mi labio inferior. Cuando arrastro mi
mirada hacia su cara, sus labios se abren y sus ojos se centran en mi boca.
Le doy una sonrisa arrogante y el deseo que hay en sus ojos se convierte
en ira.

—Eres un imbécil, ¿lo sabías?

Sacudo la cabeza y miro hacia abajo a mi regazo. Mi voz es sombría. —


Nunca he sido un idiota contigo, Maddie.

—Y también eres un mentiroso.

Ahora es mi turno de estar cabreado. —¿Yo soy el mentiroso? Tú eres la


única que se negó a darme una razón cuando te fuiste. Puede que no hayas
mentido, pero estoy seguro que no me dijiste toda la verdad.

—No querías la verdad, Marty. Querías que te dijera solo lo que querías
oír. —Su voz tiembla y evita mi mirada mientras enciende otro cigarrillo,
olvidando el que aún está encendido en el cenicero. Lo que sea que no me
esté diciendo la inquieta. No debería importarme. Ha pasado un año. Pero,
maldita sea, aun así, me mata verla enfadada. Incluso si soy la razón.

Aprovechando su vulnerabilidad, intento una táctica diferente.


Inclinándome hacia adelante coloco una mano en su rodilla. —Sólo dime
qué hice mal, nena. —Me quita la mano de un golpe y pone los ojos en
blanco. La mujer me conoce demasiado bien.

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—No trates de engañarme, —dice, la intranquilidad se desvanece y es
reemplazada por la misma Maddie testaruda con la que he estado lidiando
durante años—. Sabes por qué me fui.

—En realidad, no lo sé.

—Bueno, déjame recordarte —Sus ojos se convierten en pequeñas


rendijas—. Eres un imbécil engreído que me trató como si no existiera
desde el momento en que recibiste tu parche. Podrías haberme dicho, Hey
nena, ahora que tengo este chaleco de cuero alrededor de mis hombros, ya
no te necesito más. Gracias por cuidar de mí durante mi período de
prospecto, aunque no podría haberlo hecho sin ti.

Dejo escapar una breve carcajada, más que nada por su ridícula actuación
de mí que por sus palabras, palabras que he oído a repetición durante
meses. —Oh, ¿así que ahora soy un imbécil porque quería demostrar mi
valía al club?

—Idiota arrogante —corrige—. En tu periodo de prospección te probaste a


ti mismo. Aun así, seguiste actuando como si les debieras más de lo que se
esperaba de ti.

—Le debo todo a mi club, cariño. Tú más que nadie deberías ser capaz de
respetar eso.

La ira que irradia de su cuerpo produce que los nudillos de sus manos se
vuelvan blancos por el agarre de muerte que tiene sobre sus rodillas.

—¿Respetar eso? Crecí en este club, Marty. He sido parte de esta vida
mucho más tiempo que tú. Es más que respetarlo, porque es una parte de
mí.

—Te aburriste, Maddie. Cuando dejamos de escondernos y de


escabullirnos, no fue lo suficientemente emocionante para ti, así que
encontraste una razón para dejarme. Nunca te ignoré, cariño. A decir
verdad, nunca me quisiste, todo lo que querías era la emoción. —Ese

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enfermizo sentimiento de rechazo parece crecer dentro de mí al momento
de la admisión. Durante un tiempo no estuve seguro de que fuera verdad.
Pero nunca lo negó. Y era la única explicación razonable. Incluso ahora,
parece casi aliviada por mis palabras.

—Mira —deja escapar un largo suspiro, y puedo decir por la forma en que
evita mis ojos que, una vez más, no va a confirmar o negar la verdad sobre
por qué me dejó—. Lo que tuvimos fue genial, pero sabes tan bien como yo
que perdimos la chispa.

Estoy bastante seguro de que aún conservo esa chispa. Puede que no sea
amor, pero es algo, sea lo que sea, estoy seguro que lo echo de menos. He
tratado de encontrarlo en otras mujeres, pero no están a la altura de
Maddie.

Alargando la mano, le tomo la suya. Se queda quieta mientras mira hacia


abajo a la conexión de nuestras manos antes de que finalmente me mire.
Esto es todo. Una última oportunidad para que cambie de opinión. Estoy
dispuesto a intentar que esto funcione, pero tiene que poner de ella. Al
diablo con mi orgullo. Quiero esto.

—No puedo esperar para siempre, cariño. ¿Estás segura de que esto es lo
que quieres? —Sin dudarlo, casi como si estuviera mentalmente preparada
para este momento, responde.

—Estoy segura.

Así que la dejo ir. No sólo su mano, sino toda ella. Nuestros recuerdos,
nuestro amor y esa chispa que aparentemente sólo yo siento. Y sin siquiera
mirarme a los ojos, se aleja, matando cualquier esperanza que tuviera para
nosotros.

53
Son las siete de la mañana. Una perra cuyo nombre no recuerdo está
desnuda a mi lado. Hago un gesto de dolor al sentarme, frotando mis sienes
en un intento de aliviar el latido. Miro alrededor de la habitación, notando
que hay ropa desparramada, botellas de whisky esparcidas y huele a
hierba mezclada con sexo.

Miro por encima de mi hombro al error roncando ligeramente a mi lado.


¿Rachael? ¿Amy? ¿Importa, carajo? No pienso mucho en ello. La verdad es
que prefiero olvidar de todas formas.

El agua está al punto de quemarme mientras estoy bajo la ducha, dejando


que el vapor espeso ayude a despejar mi cabeza. Anoche fue una locura.
No puedo evitar sonreír ante el recuerdo de la casa club de los Masness en
llamas. Pero se muere cuando recuerdo mi conversación con Maddie y mi
decisión de dejarla ir, o su decisión. De cualquier manera, se acabó. Cómo
llegamos aquí realmente no importa. Ahora, me estoy ahogando en putas
y alcohol, y probablemente ella esté haciendo lo mismo.

La puerta del baño se abre y eso me saca de mis pensamientos. Antes de


que pueda comprobar quién es, oigo la voz fuerte y agitada de Luke
llenando la habitación. —¿Qué carajo hiciste? —Al correr la cortina, me
mira fijamente. Tengo la cabeza cubierta de jabón, pero parece que no
puede esperar.

—Lo que había que hacer, —digo con indiferencia.

Mi falta de interés lo enfurece aún más. Cuando habla, ruge. —


¿Quemando el maldito edificio?

Elijo ignorarlo mientras enjuago mi pelo y luego cierro el grifo. ¿Desde


cuándo eso es un problema? No es como si no lo hubiésemos hecho antes,
y para un club que era mucho menos merecedor que Madness. —¿Me pasas
una toalla?

Fumando, toma una toalla de la estantería y me la tira.

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—Recibí una llamada hace unos minutos de un tipo llamado Snake. ¿Lo
conoces?

—Sí, es el vicepresidente sección de Water Valley.

—Bueno, ese vicepresidente es un maldito policía. —Mierda.

Sabíamos que había policías en Madness. Médicos, abogados y políticos


también. Pero nunca los hemos visto. Los que habíamos tratado en el
pasado no eran más que aspirantes a escoria. Sabía que no debería haber
subestimado a Snake, pero lo hice. Ahora, puse a todo el club en riesgo.

—Luke, —empiezo, con una actitud de arrepentimiento. Levanta la mano


para silenciarme, antes de sacudir la cabeza y salir. La decepción es un
sentimiento terrible. Pero esa mierda duele mucho más cuando otra
persona la siente por tu culpa.

La puta de anoche se ha ido en cuanto vuelvo al dormitorio. Estoy seguro


de que Luke la ha echado. La habitación sigue oliendo como ella y me
revuelve el estómago porque ese olor no es el de Maddie. Me pongo
vaqueros y una camiseta negra antes de agarrar mi gorra y mi billetera.
Dejo mi chaleco colgado en la esquina de la cama. No lo llevare hoy. No
porque me hayan dicho que no podía, sino porque no lo merezco.

Caminando por el pasillo, puedo oír voces desde el interior de la sala


principal de la casa club. Entro y me encuentro con varios miembros del
club parados y sentados en el bar. El Prospecto me da una taza de café, y
también le pido un paquete de cigarrillos.

—Reunión, —oigo decir a Luke detrás de mí. Evito los ojos de mis
hermanos mientras tomo mi café y me dirijo hacia la habitación donde
tenemos la capilla.

Al tomar mi lugar, el segundo a la derecha de Luke que está sentado en la


cabecera, siento una presión reconfortante en mi hombro. Levanto la vista

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para encontrar a Regg que me muestra una sonrisa antes de tomar su
asiento a mi lado. —También quemaría a ese hijo de puta, —dice para que
sólo yo lo pueda oír. A pesar de la situación y de la furia de mierda que
siento en mi pecho, sonrío.

—¿Qué pasó? —No tengo que mirar a Luke para saber que me está
hablando. Sin dudarlo, instruyo a mis hermanos, asegurándome de
mirarlos a los ojos a cada uno.

En los últimos dos años, nuestro club se ha diversificado y ha traído


muchos cambios a Hattiesburg. Algunos portadores de parches fueron
reubicados. Se unieron nuevos y otros se retiraron. Éramos más jóvenes,
pero prósperos. Y los que quedan son los únicos que importan en este
momento: Luke, nuestro presidente, Regg, VP, Buc, el secretario, el
tesorero Crash, Scratch, el encargado de hacer cumplir la ley y yo, el SA…
por ahora.

Cuando termino, trato de leer sus caras, pero no revelan nada. Regg, que
nunca ha tenido problemas para decir lo que piensa, es el primero en decir
algo. —Creo que recibieron exactamente lo que se merecían. —Todos los
ojos se vuelven hacia él mientras continúa—. Hemos trabajado demasiado
duro por este parche.

Se tira de su chaleco, enfatizando el significado detrás de sus palabras.


Tuvimos que ganarnos nuestro parche con años de sangre, sudor y
lágrimas para construir el nivel de respeto que tienen los Devil's
Renegades. Ahora, estos hombres vienen de la nada, compran sus chalecos
en la red y se llaman a sí mismos una hermandad sólo porque creen que
pueden.

—Es una mierda que puedan entrar y hacer lo que quieran. Digo que los
quememos a todos. —Algunas cabezas asienten en acuerdo con Regg, pero
mantengo mi enfoque en Luke. Puedo ver la vena de su cuello hincharse
con cada latido de su corazón. Lo que sea que esté pensando, lo está
haciendo enojar. Sólo espero que la ira se dirija más hacia los Madness que
hacia mí.

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Finalmente, habla. —Puede ser un policía, pero una vez que se pone ese
chaleco, es considerado un marginal, igual que nosotros. Me importa un
carajo quién dice que es. A los ojos de la ley, él es tan parte de una banda
como nosotros. No es tan estúpido como para entregarnos. Pero incluso si
lo hace, no tiene una base sobre la que apoyarse. —Las palabras de Luke
abren la conversación en la mesa, y pronto el club está construyendo un
plan para eliminar las secciones restantes de los Madness MC que han
invadido nuestro territorio.

Un fuerte golpe en la puerta silencia a todos los hombres en la habitación.


Y lo que sigue, hace que mi corazón se hunda. —Policía del condado de
Yalobusha. Abran.

Crash gira en su silla, y se levanta para abrir la pesada puerta de madera


de nuestra capilla. Lo primero que veo es al Prospecto acostado boca abajo
con las manos esposadas detrás de la espalda. Entonces mis ojos se dirigen
a los tres oficiales uniformados que están de pie con las manos en las
fundas, mirando a todos los que están en la habitación.

—¿Marty Yates? —pregunta uno de ellos.

Me levanto, moviendo mi barbilla en su dirección. —¿Sí?

Sostiene un papel, pero estoy demasiado lejos para leerlo, y no tengo que
hacerlo.

—Tenemos una orden de arresto.

Entran en la habitación y con más fuerza de la necesaria, me tiran boca


abajo sobre la mesa y me esposan mientras leen mis derechos. Con mi
mejilla presionada contra la madera, miro la cara de Luke y lo que veo
duele más que cualquier dolor físico que estos policías puedan infligirme.
Estaba equivocado. Snake fue lo suficientemente estúpido como para
presentar cargos. Y considerando que estos hombres manejaron cuatro

57
horas para atraparme, Luke sabe que deben tener una buena razón para
estar aquí.

—Llama a Alan, —digo mientras me levantan de la mesa. Veo que Buck


saca el teléfono de su bolsillo y llama a nuestro abogado.

Nadie dice una palabra mientras me empujan a través de la casa club y


por la puerta principal. Miro a Dallas, la esposa de Luke, que me mira con
los ojos abiertos. El movimiento detrás de mí atrapa su mirada y la veo
suspirar aliviada. Supongo que acaba de descubrir que Luke no está
esposado.

Cuando me meten en el coche, busco a Maddie. A pesar de lo que ya no


tenemos, siempre han sido sus ojos los que me han ayudado en los
momentos más oscuros. Aunque sea la última vez que la vea. Incluso si
duele cuando no debería. Aunque no le importe que me lleven, sólo necesito
verla.

Le diré de una vez por todas cuánto la amo. Lo mucho que significa para
mí. Cuánto lamento no ser el hombre que ella necesitaba que fuera. Le
rogaré que lo entienda. Suplicare por la verdad. Pediré perdón. Hare todo
lo que pueda en estos últimos momentos de libertad para convencerla de
que ningún otro hombre la amará de la manera en que yo lo hice.
Pero no está aquí.

Cuando el coche se aleja, me doy cuenta de que todo lo que quería decirle
y que debería haber dicho hace meses. Tendría que haberme tragado mi
orgullo. No debería haberme rendido tan fácilmente. No quiero nada más
que corregir lo que está mal.
Ahora, es demasiado tarde.

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Capítulo 4
Marty

Cuatro horas después, me están tomando las huellas dactilares. Entonces


me sacan una foto. Me desnudan, verifican la cantidad de tatuajes, y luego
me entregan un mono color naranja antes de que me metan en una celda
de detención. Mantengo mi cuerpo activo con un sinfín de flexiones, y mi
mente ocupada revisando cada detalle que me han dicho.

Mis cargos son asalto, incendio y allanamiento. En el viaje hasta aquí,


confiaba en que esos cargos quedarían sin validez. Pero después de ver las
caras engreídas de los oficiales cuando llegué, no estoy tan seguro. Actúan
como si realmente tuvieran algo contra mí, y trato de recordar si en algún
momento hice algo que les diera la prueba que necesitaban. No se me
ocurre nada.

Mi tarjeta de contacto tenía mi nombre y el número de un prepago, pero


podría haber sido cualquier Marty. Mantuve los guantes en mis manos
todo el tiempo, así no quedaría ninguna huella dactilar. Los testigos eran
mis rivales, y me asegure de tener una coartada con una filial desconocida
perteneciente al club.

Pete era dueño de un club nocturno a unas sesenta millas al sur de


Hattiesburg. Red, la dama de Regg, había trabajado para él durante varios
años. Era un buen amigo de los clubes, pero nadie se imaginaba eso.
Siempre que me interroguen, diré que estuve en Biloxi, donde se
encontraba su casa. Y Pete lo respaldará. También lo harán las strippers
que nunca bailaron en mi regazo, los camareros que nunca me vendieron
un trago y los gorilas que nunca me cubrieron la espalda cuando alguien
que parecía un Madness nunca intentó joderme. Fácil.

—Recluso —dice el ayudante del sheriff, y levanto la vista para ver que
abre mi celda—, el abogado está aquí.
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Me llevan a una pequeña habitación que consiste en una mesa de metal,
unas cuantas sillas y una ventana de doble sentido. El ayudante del sheriff
se va mientras Alan entra. Sólo tiene 30 años, pero es muy bueno. No sé si
es hábil, o si deja que su guapo rostro gane casos. Me importa una mierda,
sólo necesito que me saque de aquí.

Desliza un paquete de cigarrillos sobre la mesa antes de sentarse. —Este


lugar es bonito —dice, asintiendo con la cabeza mientras mira a su
alrededor. Lucho contra el impulso de pegarle—, lo construyeron hace un
mes. Incluso tiene un gimnasio y la pintura aún huele fresca.

Lo nivelo con una mirada. —Corta el rollo, Alan.

Se ríe: —No te estoy jodiendo, Marty. Sólo estoy admirando tu nuevo


hogar.

—Esta no es mi casa. Y te pagamos mucho dinero para asegurarnos de que


siga así.

Abriendo el expediente, lo da vuelta. —No hay suficiente dinero en el


mundo para sacarte de ésta. —Golpea con el dedo contra los papeles.

Mirando hacia abajo, lo que veo no sólo está en blanco y negro, sino
también en color. Ahí estoy, en carne y hueso. Mueve las imágenes
mientras habla. —Estos son fotogramas tomados cada cinco segundos. Te
acercas al lugar. Vas a tomar una cerveza. Estás golpeando a un hombre.
Vas detrás de la barra. Oh y mira —sostiene una foto frente mío,
sacudiéndola furiosamente en mi cara—, estás lanzando una bomba casera
a un edificio.

—Cálmate, —le digo, encontrando extraño que sea yo quien trate de hacer
que domine su temperamento—. ¿Esto es admisible?

Perdiendo la batalla con su temperamento, se pone de pie. —¿Admisible?


—Se frota las manos sobre su cabello, maldiciendo hacia el techo. Pasan

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varios momentos antes de que recupere el control. Pasando sus manos por
las solapas de su traje, respira profundamente. Agarrando el respaldo de
la silla, se mece hacia adelante y hacia atrás sobre sus talones—.
Admisible, —se ríe a carcajadas.

—¿Te parece gracioso?

—Eres un motociclista, Marty. Un motociclista que es miembro de un club


que ha creado mucha controversia en este estado. Sus cabezas han estado
en una tabla de picar durante años. Pero nunca han tenido suficientes
pruebas para condenarte por nada. Puedes agradecérmelo más tarde. Así
que, para responder a tu pregunta, ya lo creo que es admisible.

Genial. No sólo me había jodido a mí mismo, sino que ahora pondría el


nombre del club en todos los titulares del estado. Llevaban años esperando
a que cometiéramos un error. Al final, fui ese estúpido hijo de puta que
finalmente lo hizo.

—Las opciones son limitadas aquí, Marty. Y tu mejor escenario no se ve


muy bien. Tienes que prepararte para lo peor.

—¿Y qué es lo peor? —Pregunto, sabiendo que no me va a gustar la


respuesta.

Con una mirada de derrota, Alan finalmente me lo dice sin rodeos. —


Cuarenta años de cárcel.

¿Cuarenta años? Sería un hombre viejo. Tenía que haber otra opción. —
No podré soportar tanto tiempo, —digo, sobre todo a mí mismo. Alan no
está escuchando, está al teléfono.

—Bien —dice, mirándome a los ojos—, Pero te voy a cobrar de todos modos.
—Metiéndose el teléfono en el bolsillo, empieza a meter todo en una
carpeta como si estuviera a punto de irse.

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—¿Adónde diablos vas? —Pregunto, un poco más asustado de lo que había
planeado.

—Ese era Luke. Dijo que Punkin está exigiendo que la veas antes de que
vayas a juicio. Intentaré que se aplace el juicio hasta el viernes. Estará
aquí por la mañana. Buena suerte. —Golpea la puerta, esperando a que el
guardia la abra.

—Espera... —Grito, tirando de las esposas que me tienen atado—. ¿Así que
eso es todo?

—Habla con Punkin. Aparentemente ella es la experta. Quiero decir, no es


como si tuviera un título de abogado o algo así. —Sale corriendo,
claramente cabreado por haber sido despedido. No estoy enojado, y ahora
que lo pienso, tampoco estoy preocupado. Nadie conocía el sistema mejor
que Punkin. Y no me importa lo bueno que sea el Alan, nunca será tan leal
como la familia.

Los oficiales del turno de la noche no tienen el mismo palo en el trasero


que los de la mañana. Barnes es un hombre enorme con una piel oscura,
cabeza rapada y un aspecto que te hace pensar que pronto te dará una
inyección letal. Pero por alguna razón, le gusto. Probablemente porque soy
la única persona aquí además de él.

—Por lo general no recibimos muchos reclusos durante la semana, —me


dijo cuando le pregunté dónde diablos estaban todos. Estoy acostado en
una cama en mi celda, mirando al techo, y él se sienta en una silla al otro
lado de las barras—. Es martes, el día con la tasa de criminalidad más
baja.

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—Menos mal que cometí mi crimen el lunes, —sonrío, encontrando en la
conversación fácil una distracción que es bienvenida.

—¿A qué te dedicabas?

Pongo los ojos en blanco ante su pregunta. Como si fuera a decírselo. —


Soy inocente.

Se ríe. —En serio, hombre. Hago esta mierda a tiempo parcial. No busco
una confesión, sólo trato de no quedarme dormido.

Aburrido, le doy la situación, pero dejo de lado cualquier cosa que pueda
ser usada en mi contra. —¿Alguna vez has trabajado duro por algo? ¿Algo
que significaba el mundo para ti? ¿Qué te dio un propósito y una razón
para vivir?

—No realmente, —dice y me hace sonreír. Poca gente lo ha hecho.

Balanceando mis piernas sobre el costado de la cama, me siento para


enfrentarlo. —Bueno, digamos que lo hiciste. Supongamos que te rompiste
el trasero en tu trabajo durante años y finalmente llegaste a la cima.
Entonces un año después, un imbécil viene con nada más que un uniforme
que consiguió por internet y te lo quita todo. ¿Cómo te haría sentir eso?

—Estaría cabreado.

—¿Y qué harías tú?

—Probablemente nada, —se ríe.

—¿Tienes pelotas debajo de ese cinturón? —pregunto, señalando en


dirección a su entrepierna.

Sacude la cabeza. —No sé lo que hiciste. Estoy tratando de entender lo que


estás diciendo, y creo que lo entiendo. Si estás aquí por defender algo que
amas, deberías estar orgulloso de ello. —Se inclina más cerca, apoya los

63
codos sobre sus rodillas y me lanza una mirada fulminante—. Pero ¿Valió
la pena?

Pienso en eso un momento. Quemé la casa club de mis enemigos. La


sensación era de pura euforia. Quería que los Madness supieran que los
Devil’s Renegades no iban a tolerar su mierda. No merecían usar un
parche. No se habían ganado el derecho a reclamar un territorio.

Y aunque, seguramente pagaría el precio, se lo pensarían dos veces antes


de invadirnos de nuevo. Mis acciones no eran inusuales. Pero este no era
ningún otro MC. Estos eran los hijos de puta que no tenían policías en su
nómina, los tenían dentro, en su club. Y al igual que las perras soplonas
que eran, nos habían delatado.

Debido a sus métodos cobardes, mi club estaba ahora en peligro. Si me


condenan, nuestro club será denigrado en todas las noticias. Habíamos
luchado duro para ganarnos la confianza de la comunidad, y
potencialmente perderíamos eso también. Había empezado una guerra, y
ahora no estaría allí para combatirla, dejando a mis hermanos con un
soldado menos.

—Estás pensando demasiado, chico. Tomaré eso como un no.

Me pongo de pie, metiendo las manos en los bolsillos mientras paseo por
la habitación. —No es un no, pero tampoco es un sí. Hay pros y contras en
mis acciones.

—Siempre hay una respuesta correcta, pero tal vez estoy haciendo la
pregunta equivocada. —Oigo el ruido de las llaves y miro para ver cómo
abre mi celda—. Creo que la verdadera pregunta es, ¿lo harías de nuevo?

Sin vacilar, respondo. —Tienes razón, joder, lo haría.

Deslizando la puerta hacia atrás, hace un movimiento con la mano para


que lo siga. —Me imaginé que dirías eso. Lo único que puede romper esa
terquedad es el tiempo, y parece que te espera mucho. —Me pongo detrás

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de él mientras me lleva por el pasillo hacia el patio—. Creo que será mejor
que nos fumemos un cigarrillo. Podría ser el último que consigas en un
tiempo.

Y estoy bastante seguro de que probablemente tenga razón.

A las diez de la mañana del siguiente día, estoy sentado en una silla,
esposado al suelo, esperando a mi visitante. Hay algo en estar fuera de la
celda que me hace sentir humano. Me imagino que estoy en cualquier otro
lugar que no sea este, cuando la puerta se abre y entra el ayudante del
sheriff, revisa mis esposas, le hace señas a mi visitante para que se siente,
y luego nos deja.

— ¿Olvidaste que pasé doce años en este lugar?

— También me alegro de verte, Punkin. —La miro con diversión mientras


mira al espejo de doble sentido con precaución y se sienta. Supongo que su
presencia aquí fue idea de Luke.

— ¿Se puede fumar aquí? —pregunta, oliendo el aire. Asiento con la


cabeza.

—Bueno, voy a por mis cigarrillos. —gritando golpea la puerta para que
alguien la deje salir y eso me reír.

Punkin es la dama de Marshal, el vicepresidente de nuestro club de Lake


Charles. Se habían conocido antes de su condena, y después de su
liberación, habían reavivado la antigua llama. Estuvo doce años en la
cárcel por asesinar a su abusivo esposo. Debido a que no había registro de
su abuso, ella no podía alegar defensa propia. Y no ayudó que lo matara
de una forma muy brutal, apuñalándolo cuarenta y siete veces mientras
dormía.

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La jueza simpatizaba con su caso y había recibido una sentencia
sorprendentemente leve por un crimen tan espantoso. La habían liberado
antes por buena conducta y ahora estaba completamente rehabilitada,
aunque de vez en cuando hacía cosas raras y locas que sólo podían
explicarse por el hecho de estar recluida por tanto tiempo.

De regreso a la oficina, se detiene para encender un cigarrillo antes de


sentarse. —Esto aquí es como el oro, —dice, dándomelo y luego
encendiendo otro para sí—.Una vez una chica me cambió una caja entera
de pasteles Debbie Cakes por una calada de mi cigarrillo. Los mejores
pasteles de avena que he comido.

Sacude su pelo. Esta rubia hoy pero probablemente será de otro color
mañana. —Perdón. Sólo divago cuando estoy nerviosa. No me gusta este
lugar. ¿Qué necesitas?

Me presta toda su atención y apoya la barbilla en su mano, inclinándose


sobre la mesa. Hay muchos recuerdos dolorosos en sus ojos y líneas de
preocupación en su cara. No puedo evitar preguntarme si la prisión me
hará lo mismo a mí.

—¿Vas a hablar o me vas a tomar una foto mental para masturbarte esta
noche? Puedo quitarme la camisa si quieres, —guiña el ojo y mi humor
oscuro se aclara.

—Lograron conseguir imágenes fijas en intervalos de cinco segundos de


todo lo que hice. Mis cargos son incendio premeditado, allanamiento y
asalto.

— ¿Se puede ver tu cara en las fotos?

Asiento con la cabeza.

—¿Tienen una línea de tiempo impresa en las fotos de cuando llegaste y te


fuiste?

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Asiento con la cabeza.

—¿Viste las fotos?

—Sí.

—¿Eran precisas?

—Mucho.

—Estás jodido, —dice con indiferencia, acompañando esas palabras con un


gesto de su mano.

Dejé escapar un aliento exasperado. —Esa no es la noticia que estaba


esperando, Punkin —y luego agrego—. Alan dice que me pueden caer
cuarenta años.

Tira su cabeza hacia atrás y me da una mirada incrédula. —¿No es la


primera vez que cometes un delito? —Asiento y sacude la cabeza con
incredulidad—. Nunca conseguirás el máximo. —Por primera vez desde
que estoy aquí, siento esperanza. Es débil, pero la siento.

Me pone la mano en la boca y me hace callar. —Escúchame. —hace una


pausa, y espero ansiosamente que continúe. Pasan varios momentos y nos
miramos fijamente el uno al otro—. ¿Me estás escuchando? ¿Me estás
tomando el pelo?

—Sí, Punkin. Estoy escuchando, —digo.

—Bien, bien. Solo me aseguraba. — Sacando otro cigarrillo de su paquete,


lo enciende con el fuego de su primer cigarrillo. Estoy a punto de tirar la
mesa al otro lado de la habitación cuando finalmente se arregla—. ¿Dónde
me quedé?

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—Maldita sea, Punkin... —Juro que esta mujer tiene la capacidad de
concentración de una niña de dos años en una sesión de fotos en medio de
Disney World.

—Bien. De acuerdo. ¿Cuándo es la audiencia?

—Viernes, —digo con los dientes apretados. Pero no se ve afectada por mi


ira.

Su cigarrillo cuelga del costado de su boca mientras se frota las manos, un


tic nervioso que ha tenido desde que la conozco. —Se te acusará de un
delito grave. El juez fijará tu fianza el viernes y el tribunal tendrá un año
para enjuiciarte.

—Así que, si consigo una fianza, ¿podría tener un año libre antes de que
tenga que volver?

Me mira como si fuera estúpido. —¿Y renunciar a todo esto? —mueve su


mano alrededor de la habitación—. Este lugar tiene aire acondicionado. Es
nuevo, pequeño y será todo tuyo en dos semanas como máximo.

—¿Sabes qué más tiene aire acondicionado? Mi maldita casa. Ve al grano,


Punkin.

—Lo que quiero decir es que vas a ir a la cárcel. Tiempos difíciles te


esperan en la prisión hombre parchado. —Ahí se va la esperanza—. Y un
año aquí es uno menos que tendrás que hacer allá.

—¿De cuánto tiempo estamos hablando? —Pregunto, ya no estoy enfadado.


Hace los cálculos en su cabeza y con cada segundo que pasa, siento que
estoy dando un paso más cerca de la horca.

—Obtendrás treinta por treinta, lo que significa que por cada treinta días
que sirvas, treinta serán eliminados de tu sentencia, reduciendo tu tiempo
a la mitad. El fiscal querrá hacer un trato contigo. Haz que te ofrezcan diez
años. Servirás un año aquí, cuatro en la cárcel y cinco en papeles. Con un

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cargo de incendio provocado, eso es lo mejor que vas a conseguir. —Sus
palabras son agridulces. Puede que no tenga que servir mucho tiempo,
pero aun así tengo que ir a prisión.

Cinco años. Podría cumplir cinco años. Pero eso si el fiscal me da la oferta.
—¿Seguro que recibiré esa oferta? —Recostada en su asiento, se quita el
cigarrillo de la boca y me da una sonrisa confiada y palabras que me
recuerdan por qué la amo.

—Es un coño asqueroso.

El coño era definitivamente un cerdo. Estuve trescientos sesenta y dos días


en la cárcel del condado de Yalobusha antes de ser acusado por el gran
jurado. El fiscal de distrito me ofreció un trato de diez años por incendio
provocado y retiró el cargo de asalto e invasión a la propiedad privada.

Acepté el trato y esta mañana, el juez me sentenció a Parchman, la


penitenciaría estatal de Mississippi, por diez años con cumplimiento
efectivo, quedándome nueve. Por cada treinta días que esté dentro, treinta
serán eliminados de mi sentencia. Eso significa que me quedan cuatro
años. Cuatro largos y jodidos años.

Me pongo en la fila con los otros prisioneros mientras nos bajamos del
autobús en medio de la nada. El edificio de concreto está rodeado de
guardias armados, alambre de púas y puertas cerradas. En kilómetros a
la redonda no hay nada más que campo abierto. Es la mierda más
deprimente que he visto en mi vida.

Los grilletes en mis tobillos me obligan a arrastrar mis pies hacia mi nuevo
hogar. Desde el momento en que se abre la primera puerta, recuerdo mi

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realidad. Ya no soy propiedad de los Devil’s Renegades. Ahora soy
propiedad del estado.

Sostengo la barbilla en alto mientras entro. No dejo que esa sensación de


hundimiento aparezca en mis tripas. Nadie sabe el vacío que siento en mi
interior. Todo por lo que he trabajado tan duro se ha ido, mi club, mi vida
y mi familia. Hoy, sigo contando los días en los que voy a ser alguien que
no quiero, el mismo hombre que seré durante los próximos cuatro años.

Trescientos sesenta y dos.


No soy un motociclista.
No soy un portador de parches.
Ni siquiera soy Marty.
Soy Yates, el recluso número 31807.

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Capítulo 5
Maddie

—¿Cuatro años? —Mierda. Mierda. Mierda—. ¿Tanto tiempo? —Tal vez la


oí mal. Tal vez dijo cuatro meses.

—Sí. Cuatro años. —O no—. Bueno, en realidad cinco, pero le dieron


tiempo cumplido.

Al arrancarle el cigarrillo de la boca, ignoro la protesta de Red mientras


permanezco perdida en mis pensamientos. ¿Cuatro años? ¿Cómo podría
soportar cuatro años? Un año en la cárcel del condado casi me mata. No
creo que sobreviva a cuatro más sin él.

—Deberías estar en su lista de visitas. Sé que le encantaría verte. —La


sugerencia de Red me hace sacar la vista del piso del baño y mirarla. Está
moviendo las cejas y estoy segura de que no tiene nada que ver con el
maquillaje que se está aplicando.

Dejo salir un fuerte suspiro. Cuando no me mira, lo hago de nuevo. Con un


fuerte suspiro de sí misma, ella mueve una ceja y vuelve esos ojos color
avellana hacia mí. —Eres una idiota, —dice ella, poniendo la mano en su
cadera.

—No soy idiota, Red —Puedo sentir que mi ira aumenta—. No me llames
así. —Rechaza mi advertencia con un movimiento de su mano.

—Bueno, te comportas como una idiota. Estas así de cerca de decir una
frase de Forrest Gump. —Levantando sus brazos y entrecerrando sus ojos,
me muestra sus manos en puños—. No me obligues a hacerlo.

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——Eres muy madura. ¿lo sabes? ——Mi respuesta es una mierda y me cabrea
más. Así que hago lo de siempre cuando no tengo una respuesta decente,
me voy.

Mi sala de estar me da la bienvenida. Las paredes de color marrón con


paneles son originales de los años setenta, pero las fotos que las cubren
siempre me alegran. Bueno, casi siempre. Ahora mismo, quiero romper
todo lo que pueda.

Dejarlo fue lo más difícil que he hecho en mi vida. Pero aún no me


arrepiento de la decisión, a pesar de que puedo sentir que la culpa
comienza a consumirme. Debería haber ido a verlo. Pasó cincuenta y dos
domingos en el condado, y Red no se había perdido uno. Los extrañaba a
todos.

Me tiro en mi sofá viejo y desgastado. Respiro hondo mientras lucho por


recordar la razón por la cual no fui a verlo. No quería darle falsas
esperanzas. No quería que supiera cuánto me importaba. O cuánto me
molestaba que arruinara lo que teníamos. Me merecía más que el segundo
lugar en aquel entonces, y todavía lo merezco. Quiero ser la primera
prioridad. Y nunca lo seré mientras elija estar con alguien que viva como
un MC.

Antes de ir a la cárcel, la lucha por mantenerme alejada de él era casi


imposible. Después de que lo encerraron, fue más fácil alejarse. Ojos que
no ven. Corazón que no siente. Pero cuatro años es mucho tiempo. Ahora
me arrepiento de no habernos dado otra oportunidad. O al menos tratar de
ser su amiga. ¿Qué pasa si se olvida de mí? ¿O si deja de quererme? ¿Y si
dentro de cuatro años no soy más que un recuerdo lejano?

——¡Mamá! ——El grito agudo que sale de la parte de atrás de la casa me


hace sonreír. Estoy más que contenta con la distracción que me da mi hijo
de nueve años.

——¡Logan!

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——¡Tienes esa reunión hoy! ——Nunca he estado más agradecida por los
muros que hay entre nosotros mientras murmuro una serie de palabrotas
mientras y me levanto del sofá. Dejo que mi hijo me recuerde que tengo
cosas que hacer aparte de quedarme aquí y sentir lástima por mí misma.

Me cruzo con Red en el pasillo, poniendo los ojos en blanco ante su sonrisa
engreída. Mirando dentro de la habitación de Logan, lo encuentro jugando
a un videojuego. ——Diez minutos, ¿sí?

——Te veré en veinte minutos, ——dice, sacando sus ojos de la pantalla el


tiempo suficiente para mirarme y darme su mejor imitación de la sonrisa
de Luke Carmical. Sacudo la cabeza, preguntándome cómo diablos terminé
criando a un niño más listo que yo.

Logan es brillante, y no lo digo sólo porque sea mío. Es realmente talentoso


y más inteligente que cualquier otro niño de nueve años que haya conocido.
Pero esto no es sólo la intuición de mamá. Las pruebas a las que se había
sometido durante el verano demostraron que era mucho más que
inteligente.

Sus resultados en el SAT y ACT, junto con su alto coeficiente intelectual,


lo convierten en un genio al límite. Su don intelectual ha llamado la
atención del Superintendente de Educación. Quien quiere conocer a Logan
personalmente, y esta es la causa de la reunión a la que voy a llegar tarde.

Deslizándome sobre una falda negra y una blusa de seda a juego, busco en
el fondo de mi armario tacones que se vean menos sexys y más
profesionales. Frustrada y sudando, grito pidiendo ayuda a Red mientras
me arreglo el pelo y me pongo algo de maquillaje.

_______________________________________

SAT: Test de aptitud para becas universitarias

ACT: Estudio para medir el coeficiente intelectual

73
——Llegas tarde a todo, ——murmura Red, cayendo de rodillas para hurgar
en mi montaña de zapatos—. Esto es ridículo, Maddie. Nadie debería tener
tanta mierda. —Sigue quejándose, pero la ignoro mientras me tuerzo el
pelo con una pinza, me cubro las pestañas con rímel y luego me aplico un
poco de brillo para labios. Para cuando esté lista, Red ya habrá encontrado
mi par de tacones negros más apropiados.

Me pongo los zapatos mientras me coloco los pendientes, cuando la


observo, ella me sonríe. ——¡Logan! ——Grito, sabiendo muy bien que está
listo.

——Llegamos tarde, mamá, ——dice, sosteniendo mi bolso en una mano y mis


llaves en la otra. Me detengo para sonreír y mirarlo. Es un buen chico.
Estaría perdida sin él. De no ser por él, hace tiempo que me habría rendido
ante Marty. Pero necesitaba aprender a ser fuerte por mi cuenta. Aprender
a cuidarme sin la ayuda de un MC o de un hombre. Era mi responsabilidad
para con mi hijo.

Besando la mejilla de Logan, le despeino su cabello, haciendo que dé un


paso atrás y me haga una mueca. ——Eres mi hijo favorito. ¿lo sabes?

——Soy tu único hijo, ——murmura, guiándome por el pasillo.

Con un gesto de mi mano, descarto su comentario mientras apago las luces


cuando salimos. ——Eso es irrelevante. Y, además, si tuviera cien, seguirías
siendo mi favorito.

No tengo que ver su cara para saber que está poniendo los ojos en blanco.
Abriendo la puerta principal, se gira para mirarme. ——Si tuvieras cien
hijos, deberías buscar un nuevo pasatiempo.

Mientras se va, me quedo congelada en el lugar. Mi hijo de nueve años no


puede saber de dónde vienen los bebés. Es demasiado joven para eso. Miro
a Red para que me oriente. ——¿Crees que él... ——Me alejo, incapaz de decir
las palabras.
74
Sacudiendo la cabeza, levanta las manos en defensa. ——Ni siquiera quiero
saberlo. ——Y por primera vez en el día, estoy de acuerdo con ella.

——¡Quieren que vaya a la universidad! ——Logan exclama entusiasmado a


Luke, que está a la par de su entusiasmo. Mientras tanto, estoy aquí
sentada conteniendo las lágrimas y luchando contra la necesidad de
agarrar a mi bebé y llevarlo lejos, alejarlo de cualquiera que respalde la
idea de que me abandone.

Aparentemente, hay un grupo de estudiantes como él de todo el país, que


han sido invitados a asistir a un campamento que Yale está ofreciendo
para niños superdotados.
Yale.
Maldito Yale.
En Connecticut.
Maldito Connecticut.

Y quieren que se vaya en tres semanas y que se quede allí por el resto del
año escolar. Claro, puede venir a casa en Navidad y en las vacaciones de
primavera, y puedo visitarlo tantas veces como quiera. Pero, no puedo
soportar la idea de que mi hijo esté viviendo en otra parte del país cuando
debería estar aquí... conmigo, su mamá.

——Parece que necesitas esto, ——dice Dallas, dándome el vaso de vino que
había estado bebiendo. Veo la lástima en sus ojos y es suficiente para que
me beba el vaso entero. Al darme una palmadita en el hombro, me ofrece
una sonrisa alentadora antes de sacar algo un poco más fuerte del
refrigerador. Este es uno de esos raros momentos en los que puede lucir
como una hermana mayor.

75
Con una botella de Gray Goose y dos vasos en la mano, mueve la cabeza
hacia la puerta. Dudando, la sigo afuera, sin querer dejar a Logan con un
Luke muy animado.

Como el padre de Logan siempre ha estado ausente, ha mirado a Luke en


busca de las cosas que yo no le podía ofrecer. Como lanzar una pelota de
fútbol. O cómo guiñarle un ojo a una chica. No son consejos para la
universidad. Y definitivamente no a los nueve años.

——Pensé que me quedaban por lo menos diez años, ——le digo a Dallas,
cayendo en una de las sillas de jardín debajo del garaje—. No debería tener
que preocuparme de que se vaya a la universidad ahora. Sólo tiene nueve
años. ——Me da un vaso que acepto con impaciencia. Después del primer
trago, no dejo que la quemadura se asiente antes de terminarlo y sostengo
mi vaso para que lo llene de nuevo.

Encendiendo un cigarrillo, cierro los ojos y apoyo la cabeza contra la silla.


——No puedo dejarlo ir, ——admito——. Simplemente no puedo.

——Es sólo por un tiempo. ——El débil intento de Dallas de hacerme sentir
mejor sólo aumenta mi frustración.

——¿Un tiempo? ——Abro los ojos para mirarla fijamente—. ¿Entonces qué?
¿Vuelvo a inscribirlo en cuarto grado? No hay vuelta atrás una vez que
vaya a la universidad, Dallas. Tú lo sabes. Aunque esto es sólo un
campamento en una universidad, para él es algo real.

Antes de que pueda decir algo, la puerta se abre y Logan llega disparado.
——Voy a la casa club, mamá, ——me grita, doblando la esquina sin siquiera
mirarme a los ojos. No actúa ni suena como un genio. Se comporta y habla
como un niño pequeño, mi niño pequeño. Una vez más, echo la cabeza hacia
atrás y gimoteo.

——Está entusiasmado, ——dice Luke, sonriendo de oreja a oreja mientras


levanta una silla y se une a la fiesta de la compasión. Aunque, soy la única

76
que parece estar molesta. Todos los demás, especialmente Luke, son del
equipo Logan.

Miro a Luke con su camisa de vestir blanca con las mangas arremangadas,
sus pantalones caqui y su cara diabólicamente guapa, luciendo como el
CEO de todo lo que es maravilloso y perfecto. Y no quiero nada más que
golpearlo en la cabeza. Necesito al Luke, también conocido como el
presidente de los Devil's Renegades, el intrépido motociclista macho alfa
que miraba a Logan y decía, Escucha a tu mamá. Me importa una mierda
cuál sea tu coeficiente intelectual. Ella es más inteligente que tú. En cambio,
tengo que tratar con el Sr. Apoyo.

—No va a ir. — Trato de sonar firme, pero mi voz tiene un temblor y siento
lágrimas que me pican en la parte posterior de mis ojos.

Ofreciéndome una sonrisa comprensiva lo que no significa nada porque no


entiende una mierda, Luke pone los codos sobre sus rodillas y se inclina
hacia adelante. —Maddie, —empieza a hablarme despacio como si fuese
una retrasada. Pero no lo soy. Soy la madre de un genio. Eso debería decir
algo—. Esta es una gran oportunidad para él. Necesitas tener una mente
abierta al respecto.

—No voy a enviar a mi hijo a una universidad donde estará solo.

—No estará solo.

—Estará sin mí.

—Estará bien. —El tono de Luke es severo pero suave.

Lo miro sin pestañear hasta que se vuelve borroso. —¿Quién le va a


preparar el cereal? —Pregunto, perdiendo la batalla con mis lágrimas—.
¿Y si no tienen lo que a él le gusta? ¿Y si sólo tienen Lucky Charms y no
hay nadie para sacar los malvaviscos verdes? ¿Quién va a estar ahí si se
enferma, se lastima o tiene una pesadilla? —La lista es interminable. Hay
un millón de cosas que una mamá puede hacer mejor que nadie.

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No me importa sentarme aquí y enumerarlas a todos para defender mi
caso. Pero Luke me corta, arrodillándose entre mis piernas y acunando mi
cara en sus manos. —Logan no te necesita para hacer sus cereales.
Escoger sus malvaviscos. O ponerse tiritas. ¿Y cuándo ha tenido ese chico
alguna vez una pesadilla?

Haciendo una pausa, respira hondo y sé que está buscando las palabras
adecuadas para decir. Bueno, puedo ayudarlo, no hay ninguna. —
Necesitas todo eso. Él no. Ha sido autosuficiente durante más tiempo del
que puedo recordar. Esta es una oportunidad para que sea un hombre
extraordinario. Merece esta oportunidad. Se merece todo de lo que te
privaron cuando eras una niña.

Mi aliento se me queda atrapado en la garganta por las palabras de Luke.


Encontró mi talón de Aquiles y lo usó a su favor. Tuve una infancia de
mierda. Mi único consuelo vino del MC, pero aun así, me llevó años
entender que la familia no siempre tenía que ser de sangre. Mi único deseo
para Logan es tener una vida feliz con una familia que lo ame y lo apoye.
Y ahora, estoy haciendo exactamente lo contrario.

Con un fuerte suspiro, mis hombros se encorvan en derrota. Estrechando


mis ojos de nuevo hacia Luke, lucho para no reflejar su sonrisa conocida.
—Odio cuando eres la voz de la razón.

Guiñando un ojo, me hace una sonrisa arrogante. —Y me encanta que lo


odies.

Por la noche estoy acostada en la cama, cubierta de pañuelos de papel y


respirando a través de una fosa nasal. Apenas he tenido oportunidad de

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hablar con Logan desde la reunión de hoy. Está demasiado excitado para
que diga algo que pueda estropear su estado de ánimo.

En tiempos como estos, extraño más a Marty. Lo había salvado una y otra
vez cuando era prospecto, ofreciéndole aliento, comida, orientación y
prestándole una oreja cuando necesitaba desahogarse, lo cual era bastante
frecuente.

A cambio, él también me había dado algo. Supongo que se puede decir que
me salvó. Tal como Julia Roberts le dijo a Richard Gere en Pretty Woman
cuando le preguntó qué hizo la princesa una vez que el príncipe subió a la
torre para rescatarla. Ella lo rescató también.

Eso es lo que Marty hizo por mí. Cuando yo estaba débil, herida, y frágil,
Marty era el fuerte. Fue la única vez que no me importó que me
protegieran y cuidaran. Porque nunca me hizo sentir débil. En realidad,
me hacía sentir como una mujer. Siempre supo qué decir. Como
sostenerme. Fue mi consuelo desde el primer día que se puso el chaleco de
prospecto.

Me alejé, sabiendo en mi corazón que, si alguna vez lo necesitaba, estaría


allí. Entonces tuvo que irse y ser arrestado, abandonándome
completamente. Y me niego a hablar con él a través de un vidrio. Nuestra
relación ya es demasiado complicada y confusa. Estoy segura de que si le
preguntaras a Julia qué pasó entre nosotros, te diría, Ella lo abandonó de
nuevo.

Un suave golpe en la puerta interrumpe mis pensamientos. La puerta se


abre antes de que pueda invitar a quien esté al otro lado a entrar. Usando
pijamas de Spider-Man y llevando un cartón de helado, Logan entra
ofreciendo una cálida sonrisa.

—Hola, mamá. —Incluso en los ojos de mi hijo, veo lástima. Pero su voz es
fuerte y decidida. Está listo para convencerme de que lo deje ir. Y hasta ha
sacado la mejor munición que puede usar contra mí, helado de crema con
nuez de Blue Bell. Maldito tramposo.

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Sacudiendo mi cabeza, le devuelvo la sonrisa y palmeo el colchón. —Ven.

Realizando su patada mitad ninja mitad superhéroe, golpea su pequeño


trasero en la cama a mi lado. Con las manos ocupadas y la espalda contra
la cabecera junto a la mía, empuja las sábanas con los pies descalzos.
Varios minutos después, finalmente se siente cómodo.

Espero pacientemente a que se instale, deleitándome con este momento


que un día echaré de menos. Cuidadosamente coloca la caja entre sus
rodillas, saca la tapa y me la da. La tiro en la mesita de noche, riéndome
de la mirada que me da por ser tan descuidada. Veinte segundos más
tarde, finalmente me da una cuchara sólo después de que él ha recogido
los lados derretidos, que es la mejor parte.

—Menos mal que no me estoy muriendo de hambre.

Ignora mi comentario y no pierde el tiempo mirándome con esos grandes


ojos azules. La inocencia se desprende de él. El amor que tiene por mí
resplandece en el aire. Cualquier cosa que pida, se la daré. No puedo
resistirme a esa cara tan dulce, esos ojos tan grandes o ese pequeño
hoyuelo en su mejilla izquierda. Y lo sabe.

—¿Estas bien? —me pregunta, sorprendiéndome con genuina preocupación


en su voz. ¿Cómo puede alguien como yo tener a alguien tan perfecto como
él? No hay señales de ese pedazo de mierda de padre en su mirada. No
conoció al vago en absoluto. Los únicos padres que ha conocido fueron los
numerosos hombres del club que le enseñaron lo que es el amor, la lealtad
y el respeto.

Golpeando mi hombro con el suyo, le hago un guiño. —Estoy bien. Pero no


me trajiste helado a la cama, ni me mostraste tu patada ninja, ni viniste a
acurrucarte conmigo para ver si estaba bien. ¿Qué es lo que realmente te
preocupa?

80
—Quiero ir al campamento. —Directo al grano, ese es mi Logan. Con sólo
mencionarlo, su entusiasmo crece—. Tomaré clases universitarias de
verdad. No seré el único niño de mi clase que conozca la raíz cuadrada de
Pi. Lo que es el teorema de Pitágoras. O que el conocimiento matemático
que tenemos hoy está acreditado por un hombre que nació en el año
quinientos setenta a.C.

Siento mi rostro retorciéndose en confusión. Al darse cuenta, pone los ojos


en blanco y emite un suspiro exasperado. —Pitágoras, mamá, —dice,
molesto. Como si tuviera que saber quién demonios es.

—¿Esa es la diosa de las serpientes? —En una emoción exagerada, giro mi


cuerpo para enfrentarlo—. ¿La chica con todas las serpientes en su cabeza
que te convertirá en piedra si la miras? —Me congelo, levantando las
manos y abriendo la boca con horror.
Después de un momento, me relajo, y riendo me encuentro con sus ojos.

Me mira fijamente, haciéndome sentir muy, muy estúpida, algo que hace
muy bien y con bastante frecuencia. —Esa es Medusa, mamá. Y no era una
diosa. Era un monstruo.

—Ya lo sé, —le digo, haciéndole señas como si fuera una broma.

—No, no lo sabes. —Mis ojos se convierten en pequeñas rendijas cuando lo


miro fijamente—. ¿Ves cuánto te molesta que sepa algo que tú no sabes?
No me parecen graciosos esos chistes. —Bajando la cabeza y la voz,
añade—. No me gusta no tener amigos.

Mi corazón se rompe en un millón de pedazos. Siempre había sido un


solitario, pero parecía contento con eso. La mayoría de las veces, tenía que
recordarle que el hecho de que los niños de la escuela no fueran tan listos
como él, no significaba que tuviera el derecho de hacerlos sentir estúpidos
o de tratarlos de manera diferente. Jamás había admitido que era a él a
quien trataban de forma diferente.

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A veces, tienes que dejar que tus hijos tomen sus propias decisiones.
Algunas veces la mejor manera de ser un buen padre es dejarlo ir, y
simplemente estar ahí para atraparlos si se caen. Y otras veces, tienes que
hacerlo antes de tiempo.

—Nada de videojuegos después de las nueve. —Levantando su cabeza, veo


la sonrisa más brillante que he visto alguna vez. Comienza a decir algo,
pero yo levanto la mano—. Nada de comida de máquina expendedora
durante la semana. Nada de chicas, alcohol, drogas o cigarrillos.

—Mamá, tengo nueve años.

—Pero vas a ir a la universidad.

Su sonrisa se ensancha. —Te prometo que te haré sentir orgullosa.

Todo lo que puedo hacer es mirarlo y sonreír. Porque, sin que él lo sepa, no
hay mayor grandeza que se pueda lograr que me haga sentir más orgullosa
de lo que estoy en este momento.

Tres semanas después, veo a mi único hijo desaparecer en el congestionado


aeropuerto mientras comienza este nuevo viaje en su vida. Me pongo a
llorar, limpiando rápidamente mis lágrimas para que no me nublen la
vista. Mucho después de que se haya ido, lentamente vuelvo a mi coche.
Con cada paso, siento la depresión que había logrado mantener a raya, que
lentamente comienza a entrar.

Los recuerdos de todas las cosas malas de mi vida vuelven a inundarme


amenazando con arrastrarme a los oscuros pozos del infierno por los que
había luchado tan duro para salir. Siento que mi voluntad de luchar se me

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escapa. La debilidad que una vez me consumió ahora se está apoderando
de los gruesos muros que construí como si no fueran más que papel.

Durante dos años, me las he arreglado sola. Me he distanciado del ojo


vigilante del club y de la protección de Marty. He aprendido a enfrentarme
a mis propios miedos. Manejar mis propios problemas. Y siempre ha sido
Logan quien me ha ayudado a salir adelante cuando sentía que no podía
hacerlo. Ahora mi razón para mantenerme fuerte e independiente ha
desaparecido.

Las voces en mi cabeza me dicen que lo que siempre he temido, está


llegando. La oscuridad está lista para llevarme. El único hombre al que he
amado no está aquí para atraparme. La realidad es tan abrumadora que
no espero a que el impacto de mi pasado me lleve al límite. Ya estoy
derrotada, así que cierro los ojos y me dejo llevar.

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Capítulo 6
Marty

Cuatro años después

Mis ojos se abren hacia las mismas paredes de bloques de cemento gris con
las que me he despertado durante los últimos cuatro años. Sentado, miro
a mi alrededor y veo a la celda de ocho por ocho que llamo mi casa. Una
cosa es segura, no echaría de menos este lugar. Mis pies descalzos golpean
el suelo frío, cuando tomo mi sudadera de la cómoda y la pongo sobre mi
cabeza. Durante el verano, aquí hace mucho calor. En invierno, hace un
frío que te congela. Y en el mes de octubre, hace frío, pero es tolerable.

El tiempo no tiene sentido cuando estás encerrado. Ningún día en la


prisión fue más corto que los demás. En Parchman, los internos cultivan
su propia comida, así que mis mañanas las pasaba en el jardín. Mis tardes
las pasaba en el patio y mis noches en la celda leyendo. Pero a la hora de
apagar las luces, no había nada que hacer más que tumbarse en la
oscuridad y pensar. Al principio, sólo podía pensar en Maddie.

Nunca me escribió. Jamás me visitó. Comienzo a adaptarme a un mundo


sin ella, como me adapté a mi nuevo hogar. En mi tercer año de estadía,
ella era sólo un recuerdo. Todavía la amo, una parte de mí siempre la
amará. Pero sólo porque es parte de mi familia, y no puedo evitar
preguntarme si alguna vez estuve enamorado de ella.

Aunque Maddie no vino, Luke venía todos los domingos, dejando el tiempo
con su familia para pasarla conmigo, manteniéndome al tanto de todo lo
que pasaba, teniendo en cuenta que nuestras conversaciones eran
grabadas. Todos los hombres de mi sección venían a visitarme al menos
una vez al mes. Algunas de las damas vinieron a visitarme, sobre todo Red
y Dallas. Cada vez que lo hicieron, se fueron llorando. Las dos estuvieron

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allí durante mi período de prospección, y me vieron crecer hasta
convertirme en un hermano al que amaban y en el que confiaban. Siempre
fue agridulce verlas.

El domingo pasado en nuestra última visita, Luke me prometió que cuando


saliera mi vida volvería a ser como antes. Todavía tengo un lugar en la
mesa. Mi parche me está esperando. El puesto de sargento que gané sigue
siendo mío. Mi hermano está feliz de que vuelva a casa. Mi club está
ansioso de que vuelva como si nada hubiese cambiado. Y algunas cosas no
lo han hecho. Por lo que me han dicho, el club aún prospera. Mi amor por
ellos sigue siendo fuerte. El único que ha cambiado soy yo.

El silbato suena segundos antes de que la puerta se abra y el guardia pida


el conteo. Me pongo los zapatos y salgo, haciéndome visible para el hombre
con el cuaderno de notas. Nos llama uno por uno, usando nuestros
apellidos.
Cuando llega a mí, sonríe. —Yates. Este es tu recuento final. —Con el
anuncio, mi bloque de celdas estalla en vítores. Me había hecho un nombre
aquí. Luché como el demonio para conseguirlo. Las cuatro cuadrillas de
internos, blancos, negros, latinos y guardias, me mostraron una cortesía
que muchos hombres no recibien. Era neutral, imparcial, y me trataron
con el mismo respeto.

—Toma tus cosas, Yates. Hora de irse.

Tomo mis pocas pertenencias personales, algunas cartas, fotos y libros.


Entonces sigo al oficial al mando. Asiento con la cabeza a los hombres que
cruzo a mi paso, deteniéndome para estrecharles la mano mientras me
llevan a través de una serie de puertas cerradas con llave en mi camino
hacia la libertad.

Apagué mis emociones hace mucho tiempo. No quería sentir nada


mientras estaba aquí. El problema es que no es tan fácil volver a
encenderlas. Trato de sentir algo, pero lo más cercano a lo que llego es a la
anticipación.

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Estoy listo para ver el cielo sin que el alambre de púas bloquee mi vista.
Estoy más que listo para oler algo más que sudor, sangre, orina, vómito o
mierda de rata. Estoy listo para sentir el viento en mi cara a ciento
cuarenta, si es que todavía recuerdo cómo montar.

Justo antes de la última puerta, me llevan a una habitación donde me


entregan un montón de ropa de civil. Sorprendentemente, los vaqueros,
las botas, la camisa y la ropa interior encajan. —Tus amigos las trajeron,
—me dice el comandante, y sonrío sabiendo que esos amigos son mis
hermanos, y que están esperando al otro lado de la puerta.

No hay bienes personales que recoger, pero me detengo en el escritorio a


la salida y me entregan un sobre que contiene doscientos dólares en
billetes que el estado le da a cada prisionero que se va. Pero no necesito su
maldito dinero. Se lo paso a la señorita detrás de la ventana de cristal y le
hago un guiño. —Para ti, nena.

Sus labios gruesos y rojos forman una sonrisa mientras se mete el dinero
entre sus pechos. —Siempre fuiste mi favorito. —Sacudo la cabeza. La
mujer ni siquiera me ha visto antes.

Oigo el clic de la cerradura y con los ojos entrecerrados hacia el sol me


dirijo hacia el camino de hormigón. La última puerta se abre en la torre, y
salgo a la libertad. Cerrando los ojos, inhalo el aire sereno y fresco.

—Hola nena. —Sonrío, reconociendo instantáneamente la voz de Regg—.


Déjame meterme en ese trasero. —Mis ojos se abren, siguiendo el sonido
de la voz de mi hermano hasta que aterrizan en una fila de motos que se
alinean en el estacionamiento.

Una tras otro, me abrazan. No he podido tocar a mis hermanos en años. Y


con ese contacto, mis sentimientos vuelven a estar encendidos. La ira y el
arrepentimiento se han ido, reemplazados por un sentimiento de felicidad
genuina. Pero mis ojos siguen escaneando todas y cada una de las malditas
caras, porque hay una que estaba deseando ver, y no está aquí. La
comprensión disminuye mi felicidad, de repente siento su ausencia como

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un puñetazo en el estómago. Pensé que la había olvidado. Estaba
equivocado. Y si no hubiese tanta distracción, estaría enojado conmigo
mismo por pensar en ella.

—Te traje algo, —dice Luke, alejándose hacia atrás. Entonces, me da mi


chaleco, y me tomo un momento para pasar mis dedos sobre los hilos antes
de deslizarlo sobre mis hombros.

Seiscientos dos.
Y así de fácil, ahora soy exactamente quien quiero ser.
Exactamente quién soy.
Un Devil’s Renegade.

No he olvidado cómo montar. Mi perra todavía se siente exactamente igual


entre mis piernas. Pero 140 se sienten mucho mejor de lo que recordaba.

No hay alarmas. Nada de gritos. No hay sonidos de barras metálicas que


se cierren o el clic de las cerraduras cuando se bloquean. Lo único que oigo
es el viento que silba a mi alrededor, cantando y recordándome que soy
libre.

No huele mal. No hay hedor a sudor. Tampoco hay olor a sangre. Y mucho
menos huele a orina, vómito o mierda de rata. El aire es limpio y puro con
un toque de gases de escape y cuero. Jodidamente perfecto.

Puedo ver el cielo sin que nada obstruya mi visión. Puedo sentir el sol en
mi piel y si quiero, puedo perseguirlo hasta que se ponga. No tengo que
cuidar mi espalda porque mis hermanos lo están haciendo por mí. Y la
felicidad no es lo único que siento. El código por el que vive mi club está
corriendo por mis venas y me golpea directamente en el corazón, amor,
lealtad y respeto.

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Estar en la carretera es liberador. Tanto es así que voy más despacio para
disfrutarlo todo el tiempo que puedo. Dos horas no es suficiente, pero mi
moto está funcionando a pleno rendimiento. Me veo obligado a detenerme
cuando un prospecto llena mi tanque y comparto el primer cigarrillo en
cinco años con mis hermanos. Tan pronto como termino, estoy de nuevo a
horcajadas sobre el asiento de Elvira, y me dirijo hacia el viento.

Una hora y media después, guío el grupo por la entrada que había visto
por última vez desde la parte trasera de un coche de policía. Se siente como
si fuera hace toda una vida, pero no ha cambiado mucho. Los altos pinos
que bordean el camino han crecido. El asfalto ha sido sellado de nuevo.
Más abajo, noto que el frente de la casa tiene nuevos jardines y la casa club
está cubierta con una capa de pintura fresca.

Me meto debajo del porche, apagando el motor. A mi alrededor han llegado


varios miembros de otras secciones. Las sonrisas están en las caras de
todos, las risas cantan a mi alrededor y los niños que no he visto en años
son apenas reconocibles. Pero hay un niño que es inconfundible.

Tiene los ojos de su madre y el pelo rubio arenoso. Como él, nunca conocí
a su padre que había dejado embarazada a su madre y luego la abandonó,
pero a juzgar por la estatura del niño, era un hombre alto. Caminando
hacia mí, extiende su mano. —Bienvenido a casa, Marty. —Sonrío al
escuchar el tono grave de su voz. La pubertad ha sido buena para este
chico. Con un tono así, conseguirá a todas las chicas.

Cuando me levanto, camino alrededor de mi moto, ignorando su mano


extendida lo tiro a mis brazos. —Te extrañé, Logan.

—También te extrañé, —murmura en mi pecho.

Retrocediendo, lo mantengo a distancia. —¿Cuántos años tienes ahora?

—Trece.

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—Parece de veinte.

La voz viene desde atrás, y suena orgullosa. Y tan familiar que casi
necesito apretar los ojos y respirar antes de girar. No lo creo, me vuelvo lo
más casualmente posible para ver a Maddie radiante y feliz. Ella se ve
bien. Ha engordado un poco, y ese peso cae en los lugares correctos.
Estudio sus rasgos para tener una idea de algo... Aceptación, tal vez.
Perdón.

Para saber de una maldita vez qué salió mal entre nosotros. En un segundo
me amó y luego simplemente no lo hizo. Y la perdí.

—Me alegro de verte, Maddie.

Le doy una sonrisa cálida, y muy frustrado porque la llama que se encendía
cuando la miraba parpadea de nuevo. Maldita sea esta chica. No quería
nada de mí y no quiero nada de ella.

— Lo mismo digo, Marty. —Me ofrece un abrazo de un solo brazo que dura
sólo un segundo.

A medida que ella se aleja de mí, no tengo tiempo ni siquiera de procesar


nuestro incómodo intercambio antes de que un cuerpo se estrelle contra el
mío. Las manos vuelan alrededor de mi cuello, las piernas se envuelven
alrededor de mi cintura y me estremezco mientras un chillido me perfora
el tímpano. —¡No puedo creer que finalmente estés en casa! ¡Y estás tan
grande!

— Hola, Red, —le digo, envolviendo un brazo alrededor de su cintura.

Red es la mujer que no puedes evitar amar. La hermana que es leal hasta
el infinito. Ella es extrema. Fuerte. A veces odiosa. Pero al final del día,
ella te cubrirá las espaldas. Bien o mal. No tiene que probarlo. No tienes
que pedirlo. Es un hecho. Es algo que tú sólo.... sabes.

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—Nena... —Regg la llama—. Hace años que no se acuesta con nadie. No
me gusta que estés tan cerca de su polla. —Hay humor en la voz de Regg,
pero no mucho. Me río porque sé que en el fondo no le gusta.

Después de curiosear a mi alrededor, me paso los siguientes quince


minutos saludando a todo el mundo. Para cuando he hecho mis rondas,
estoy exhausto. No he tenido tanto contacto físico en toda mi vida. No es
incómodo, sólo un poco abrumador.

Escapo al baño y me detengo a mirar mi reflejo en el espejo. Red tenía


razón, ahora soy más grande. Mis brazos son gruesos y musculosos,
afilados y definidos, incluso a través de mi camisa, un resultado de años
de pasar el tiempo levantando pesas en el patio y trabajando en el campo.

Soy más ancho y fuerte. Mis manos están callosas y ásperas. Tengo más
cicatrices en mi cuerpo y en mi alma. Incluso mis ojos parecen diferentes,
distantes y fríos. Lo único que permanece igual es mi pelo. Todavía está
oscuro, sin canas, y muy corto.

La puerta se abre sin previo aviso e inmediatamente me pongo a la


defensiva contra el intruso. Mis puños están cerrados a mis lados. Estoy
listo para lanzarme y dar golpes a quienquiera que esté invadiendo mi
privacidad. Probablemente es el nuevo chico tratando de ganarse sus
parches enfrentándose al más grande y al mejor. Sabía desde el momento
en que llegó que iba a causar problemas.

Pero no es él. Y no estoy en prisión. Estoy en la casa de Luke, y estoy


mirando a una Maddie asustada y con los ojos muy abiertos.

—Lo siento, —tartamudea, pero no hace ningún movimiento para irse.


Con el sonido de su voz, mi cuerpo comienza a relajarse.

—Te disculpas, —digo, y luego le ofrezco una media sonrisa que me


devuelve.

90
—Supongo que los viejos hábitos son difíciles de erradicar. ¿Cuántas veces
me lo has dicho?

—Demasiadas para contarlas. —Nunca dices que lo sientes a menos que


lo sientas. No en este club de todos modos. En vez de eso, dices, Me
disculpo. Especialmente Maddie Pittman, porque no hay nada que
lamentar de ella.

Sus ojos se arrastran por mi cuerpo, y brillan en reconocimiento por lo que


ven. Una vez más, el sentimiento es mutuo. Antes estaba demasiado
ocupado para apreciar su cuerpo, pero al igual que ella, ahora lo estoy
aprovechando al máximo.

Su pelo rubio apenas toca sus hombros. La camiseta que lleva baja en la
parte delantera, me permite apreciar sus pechos que han crecido desde la
última vez que las vi. Sus vaqueros acentúan sus caderas que también se
han engrosado, y apuesto a que su culo está fuera de este puto mundo. En
sus pies usa tacones que miden por lo menos cuatro pulgadas de alto. Aun
así, ella es significativamente más baja que yo, la parte superior de su
cabeza sólo me llega a la barbilla.

Podría mirarla todo el día. Y aunque los sentimientos de amor se han


desvanecido un poco, mi deseo de follarla no lo ha hecho. Era su rostro, sus
pechos, su culo... su coño... su olor y sabor con los que me masturbé los
últimos años. Ya no está en mi imaginación. Estoy mirando directamente
a la estrella de mis fantasías. Y para no arrancarle la ropa y enterrarme
dentro de ella, sé que tengo que irme.

—Es todo tuyo. —Evito su mirada cuando salgo. Si veo el más mínimo
destello de necesidad en sus ojos, se lo daré. Y ahora mismo no es el
momento ni el lugar.

91
Capítulo 7
Marty

Por primera vez en cinco años, estoy viendo la puesta de sol. Con la espalda
contra el costado de la casa de Luke, estoy solo y fuera de la vista de todos.
Me habían dado mi espacio y no me habían hecho preguntas sobre mi
tiempo fuera, pero, aun así, la risa y la conversación fácil era algo a lo que
tenía que adaptarme.

Las mujeres habían salido a preparar un banquete para mi llegada. Todas


las cervezas y licores del mercado estaban a mi disposición. Había
suficientes coños en la casa club para satisfacerme durante días. Y aquí
estoy, sentado solo, bebiendo una botella de agua y fumando un cigarrillo
sin filtro. Al igual que Punkin, ahora estoy institucionalizado.

Oigo el sonido de pasos que se acercan, y tengo que recordarme a mí mismo


dónde estoy. Para cuando Luke dobla la esquina, no hay ni un rastro de
ansiedad en mi cara. —¿Te importa si me uno? —pregunta, ya sentado en
el suelo a mi lado.

—Siéntate.

Me da una cerveza y la tomo por respeto, aunque no tengo ganas de


beberla. Después de cinco años de agua, uno pensaría que querría una fría
cerveza. En vez de eso, me encuentro anhelando el líquido turbio al que
me había acostumbrado. —Es bueno tenerte en casa, hermano.

Asiento con la cabeza, no me molesto en quitarme las gafas y mirarlo a los


ojos. —Es bueno estar aquí.

—Sabes que estoy aquí si necesitas hablar.

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—¿Me estás dando un discurso, Prez? —Sonrío, y pienso, A la mierda y
tomo un trago de la cerveza. Es mejor de lo que recordaba.

—Nada de discursos, sólo para que lo sepas —Golpea su botella con la mía
en un brindis silencioso y vuelvo a beber—. Maddie está bien.

Me río. —¿De eso se trata todo esto? —Cuando no responde, mis sospechas
se confirman—. Es un recuerdo lejano, Luke. Uno del que no quiero hablar.
Nunca. —Le hago saber que este tema de conversación está cerrado.

Le estoy diciendo a mi hermano lo mismo que me dije a mí mismo todos


esos días que estuve encerrado viviendo con ese maldito recuerdo de su
cabello envuelto en mi puño, mientras me masturbaba al pensar en ella.

Mierda

—Anotado. —Parándose, me extiende la mano—. Todos esperan en la


capilla. —Tomando su mano, le dejo que me ponga de pie—. Maldita sea,
Marty. Pesas una maldita tonelada.

—Marica, —murmuro, haciendo coincidir su sonrisa con la mía mientras


caminamos hacia la casa club. Para cuando lleguemos a la puerta, mi
cerveza está vacía. Una morena con piernas largas me da otra y le hago un
guiño—. ¿Nos vemos luego? —ronronea, ofreciéndome una mirada
prometedora.

—Dale a mi chico un poco de ese coño, nena. Y estoy seguro que lo tienes
sobre ti. —Regg sonríe, mostrando todos sus dientes mientras se inclina
sobre la barra y arrastra su mirada por las piernas de la chica hasta sus
pechos—. Mmm-mmm-mmm... —Sacude la cabeza, y cierra sus ojos. Mi
suposición es que se está imaginando cómo sería la vida si no lo tuvieran
agarrado de las pelotas.

—El rojo te matará, —le digo, quitando la tapa de mi cerveza.

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Mantiene los ojos cerrados mientras habla. —Ya lo sé, —dice. Con un
suspiro, me mira—. Pero ella está usando esos zapatos... —El dolor en su
voz es real.

Asiento con la cabeza. —Lo entiendo. —Los tacones que lleva son de color
negro y muy altos con tachuelas y si pudieran hablar, gritarían, Follame—
. ¿No era Red una stripper? —Seguro que tenía un millón de pares como
estos.

—Ahora estamos casados, Marty. —Su voz está muerta mientras sus ojos
se estrechan sobre mí—. Ella me tiene a mí. No tiene sentido seguir usando
esa mierda —Hace un gesto con la mano hacia la chica que está
disfrutando de nuestra atención, seguramente un poco demasiado—.
¿Alguna vez te han excitado un par de zapatillas?

Me río mientras me alejo, pero todavía puedo oír a Regg mientras promete
a la niña una muerte lenta y dolorosa si le dice una palabra de esto a Red.
Me hace reír más fuerte.

Justo al entrar a la capilla, me detengo para apreciar nuestro santuario.


Los cortes enmarcados de hermanos caídos cubren las paredes. La gran
mesa de madera se encuentra en el centro de la habitación rodeada de
sillas. Nuestra bandera, con nuestro emblema, se extiende a lo largo del
techo. Se ve exactamente como lo recuerdo, nada ha cambiado.

Me siento y paso las manos por los apoyabrazos de cuero negro. La silla se
siente más pequeña, pero todavía es mía. Regg toma su silla a mi derecha,
y miro como está revisando su teléfono. —¿Crees en el karma? —me
pregunta, mostrándome una foto en su teléfono—, esta es mi esposa,
juraría que está vigilando cada uno de mis movimientos. —En la pantalla
hay un conjunto de piernas largas y tonificadas que pertenecen a Red. Y
en sus pies hay un par de tacones de aguja color naranja.

—Bonitas zapatillas. —Mi comentario de sabelotodo me hace sentir bien


mientras Regg se ajusta los pantalones.

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Luke golpea el martillo contra la mesa y la capilla entra en sesión. Los
primeros quince minutos son negocios como de costumbre, próximos
beneficios, paseos obligatorios, reuniones del CoC y dinero. No me
sorprende que sea tan interesante como parece. Si algo malo estuviera
pasando en el club, Luke habría encontrado la manera de decírmelo. Pero
ahora mismo, las cosas son bastante aburridas y me alegro de ello. Tal vez
tenga tiempo para ordenar mis cosas.

—Marty, ¿tienes alguna pregunta? —Luke dice, y todos los ojos se vuelven
hacia mí.

Mientras estaba adentro, Luke me mantuvo informado sobre lo que pasó


con Madness. En la primera reunión del CoC después de que me acusaron,
los clubes se unieron para sacar a Madness del sur. Desde entonces, no
han tenido problemas con ellos. Como Snake era policía y matarlo me
llevaría a la pena de muerte, accedí a la decisión del club de dejarlo ir. Pero
si volvía a aparecer, lo haría sufrir, sin importar las consecuencias.

—No —digo, respondiendo finalmente a la pregunta de Luke—. Creo que


estoy bien por ahora.

—Bueno, hoy es un día para celebrar. Y hay una habitación llena de coños
lista para darte la bienvenida a casa.

__________________________________________________

CoC : Reuniones de todos los clubes

95
Sonrío, orgulloso de dar a mis hermanos una excusa para estar rodeado de
mujeres. —¿Qué coño estás esperando prez? Golpea el mazo —Sonriendo,
me dirijo a Regg, sabiendo que mis palabras le sacarán de quicio—. Hay
un par de tacones naranjas diciendo mi nombre.

La canción Living Dead Girl de Rob Zombie está sonando por los altavoces,
bloqueando cualquier otro sonido en el club. Oculto en las sombras, estoy
envuelto en mi propio mundo, en un sofá en la esquina de la habitación.
Estoy flotando en una neblina por la gran cantidad de alcohol que he
consumido en las últimas horas. Y en mi regazo, Linda baila sobre mi polla
con una sonrisa y esos malditos tacones.

He considerado follármela desde que me senté hace 30 minutos. Mi polla


está en atención, lista para explotar dentro de mis vaqueros por el
movimiento de su culo que es tan respingón que podría poner mi cerveza
en él. Sus pechos son falsos, grandes, con pezones perfectamente
centrados.

—Te quiero en mi boca, —dice, arrastrando sus labios por mi oreja y por
mi cuello. Sus rodillas golpearon el piso entre mis piernas cuando ella
alcanza mi cremallera.

Tomo su mano en la mía, y sacudo mi cabeza. —Quiero que bailes. —Mi


voz es baja, ronca y de alguna manera la oye por encima de la música y me
da lo que quiero. Me digo a mí mismo que no confío en mi polla cuando se
trata de los cálidos límites de su boca. Podría volarle la tapa de los sesos,
no querríamos eso.

96
Pero la verdad es que estoy cansado de la atención. He estado solo
demasiado tiempo. Todo este ruido y la atmósfera son demasiado extraños
para mí. Prefiero estar afuera, donde hay tranquilidad, el aire es claro y el
olor de una vagina desesperada no está invadiendo mis sentidos.

Agarrándola por las caderas, me paro con ella en mis brazos. Comienza a
envolver sus piernas alrededor de mi cintura, pero yo la pongo de pie. —
En otro momento, nena. —No hay quejas ni lloriqueos, sólo me da una
sonrisa antes de unirse a las dos chicas que están haciendo de Scratch un
hombre muy feliz.

El reloj encima de la barra indica las tres de la mañana. Las únicas


personas que quedan dentro son las strippers, Scratch y Buck. Todos los
demás están en la cama o en casa. Tomo una botella de Gatorade y algunos
analgésicos, con la esperanza de despejar la espesa niebla en mi cabeza.
Cuando salgo a la terraza y el ruido se convierte en nada más que un
zumbido apagado, me siento mucho mejor al instante.

Oigo a alguien silbar a varios metros de mí, y entrecierro los ojos en la


oscuridad hacia el sonido. —No quiero que ahora te vuelvas loco conmigo.
—Puedo oír la sonrisa en la voz de Maddie, aunque no puedo ver su cara.

—¿Dónde estás? —Pregunto en la dirección de su voz.

—Me estoy escondiendo.

Acercándome más, mantengo los ojos bien abiertos tratando de que se


adapten a la repentina oscuridad. —No veo una mierda, —murmuro casi
todo el tiempo.

—Las luces ultravioletas te hacen eso —Tiene razón—. ¿Te divertiste? —


Por la forma en que pregunta, no creo que realmente quiera saberlo.

—Prefiero la tranquilidad —Poco a poco, mis ojos comienzan a enfocarse y


examino lo que me rodea, pero todavía no la veo—. Maddie. —Su nombre
en mis labios suena más como una advertencia de lo que pretendo.

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—Marty. —La mala expresión de su voz me hace sonreír—. Te estás
acercando.

Entonces la veo, sentada con las piernas cruzadas en el asiento de una


moto.... mi moto. —¿Cómoda? —Me siento en la moto de Buck, que está
junto a la mía, y enciendo un cigarrillo.

—Mucho. —Ahora que mis ojos se han adaptado por completo, me doy
cuenta de que no está nada oscuro. La luna brilla en el cielo, iluminando
todo lo que me rodea, incluyendo la sonrisa en su rostro.

—¿Algo gracioso?

Sujetando el manillar para evitar que se caiga, se inclina y saca el


cigarrillo de entre mis dedos. —Pareces un gigante en esa pequeña
motocicleta.

La moto de Buck es una pequeña Sportster, por lo que estoy seguro de que
sí. Pero en vez de mirar, mantengo mis ojos en ella.

Está descalza en pijama de franela y con el pelo mojado. Extendiendo la


mano para probar mi teoría, aprieto unas cuantas hebras entre mis dedos.

—Te va a dar neumonía. —La temperatura no puede ser más alta que
cuatro grados.

—Lo dice el tipo con camiseta de manga corta. Y, de todos modos —me
dice, dándome el cigarrillo—, eso es un mito.

—¿Qué es un mito?

—No se contrae neumonía por el pelo mojado. —Como si el universo


estuviera tratando de probar algo, ella toma ese momento exacto para
temblar.

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—Te ofrecería mi chaqueta, pero no la tengo conmigo.

Se ríe. —Muy caballeroso, Sr. Yates. —Su voz es cálida y relajante. No


como la ronca de Linda, o la de los guardias ruidosos y odiosos. Es un
sonido de bienvenida.

—¿Qué estás haciendo aquí? —No lo había pensado hasta ahora. Supongo
que se está quedando en la casa de Luke, pero ¿por qué no se estaba
quedando en la suya?

Encogiéndose de hombros, mira hacia abajo mientras tira de la parte


inferior de los pantalones sobre sus pies descalzos. —No podía dormir.

—¿Por qué no puedes dormir?

—Eres tan entrometido. —Su comentario juguetón no es más que una


distracción. Supongo que no quiere hablar de ello. Así que no sigo adelante.
En vez de eso, me paro y le agarro la parte de abajo de los pantalones y le
doy un tirón—. ¿Qué estás haciendo? —Se tensa, pero me las arreglo para
desenroscar sus piernas de debajo de ella. Ignorando su pregunta, le pongo
los pies sobre mi estómago, frotando mis manos sobre su suave y fría piel.

Un momento después, se relaja y apoya su codo en el tanque de gasolina.

—Te extrañé, —susurra, y mis manos se mantienen inmóviles antes de


seguir acariciando la parte superior de sus pies.

—Me cuesta creerlo. —Evito su mirada, pero por la pronunciada


inspiración, estoy seguro de que me mira con los ojos bien abiertos.

— ¿De verdad?

—He estado fuera durante cinco años, Maddie. Hoy es la primera vez que
te veo desde que me fui. —No estoy enfadado con ella por no venir. Lo
entiendo. Pero no tiene derecho a decirme que me extrañó. Ahora no. No
cinco malditos años después.

99
—¿Qué esperabas que hiciera? —Su tono es defensivo. Se siente culpable,
pero es su maldita culpa. Enrollando mi mano alrededor de sus tobillos, y
los empujo fuera de mi abdomen. Los sacude y mete los pies debajo de las
piernas—. Dime, Marty.

—No esperaba que hicieras nada, Maddie.

—¿Entonces por qué estás enojado conmigo?

Dejé escapar un suspiro de humor, moviendo mi cabeza hacia ella. —No


estoy enojado.

—Sí, lo estás.

—No, no lo estoy. Pero es obvio que quieres que lo esté. —Abre la boca para
hablar, pero no sale nada—. Mira, es agua pasada. Olvidemos lo que sea
que teníamos y tratemos de ser amigos.

Mi solución me parece bastante racional. Pero por alguna razón, eso la


enfurece. —Bien, —dice, bajándose de la moto y metiendo su pequeño dedo
en mi pecho—. Pero ¿Te habría costado mucho decir que tú también me
extrañaste?

—Eres increíble, —murmuro, mirándola. ¿Está hablando en serio?

—Y tú eres un imbécil, Marty, —escupe, como si mi nombre fuera mierda


en su boca. Es como si tratara de hacerme enojar. O alejarme. Pero esa
mirada que me dice que quiere que me la folle sigue resplandeciendo en
sus ojos. No puede negarlo y me niego a ignorarlo.

—Si quieres algo de mí, cariño, todo lo que tienes que hacer es pedirlo. —
Quiero sonreír. Deseaba que mi voz fuera juguetona. Pero no hay nada
gracioso o divertido en este momento. Quiero follárla. Y tan
desesperadamente como lo quiero, ella también lo desea.

100
—No te estoy pidiendo una mierda. —Se da la vuelta para alejarse de mí,
pero le tomo el brazo y le sacudo la espalda. Cuando abre la boca, no sé si
es para gritar o para escupirme en la cara, y jamás lo sabré.

Chocando mis labios contra los de ella, me aprovecho de esa linda boquita
inteligente y meto mi lengua dentro. Ella responde agarrándome por
detrás de la cabeza y acercándome.

Me perdí muchas cosas mientras estaba adentro, pero todo lo que se refiere
a una mujer, fue lo que más extrañé. El calor de su piel, el olor de su pelo
y el sabor de sus labios. La forma en que gime suavemente. La forma en
que pide más. El poder que siento al saber que estoy a punto de llevarla al
límite, empujándola al borde del abismo, y luego atrapándola cuando
caiga. Puede que haya echado de menos a las mujeres en general, pero es
a esta mujer a la que más anhelaba.

—Fóllame, —exige, liberándose de mi beso sólo para susurrar las palabras


contra mi cuello mientras me lame y me muerde el cuello. Cuando desliza
una mano por mi pecho, a través de mi estómago y agarra mi polla a través
de mis vaqueros, dejo salir un gruñido bajo.

—Maldita sea. —Mis dedos se curvan alrededor de su grueso culo que


encaja perfectamente en mis palmas. Deja salir un pequeño jadeo por la
manera fácil que la levanto a mi alrededor y quiero poner los ojos en
blanco. El peso de Maddie no es competencia para mi fuerza, y a pesar de
lo que estoy seguro que ella piensa, su figura nunca se ha visto o sentido
mejor.

Abriendo la puerta de la casa club, las letras de Sad But True de Metallica,
llenan el ahumado y oscuro cuarto. Mirando hacia el pasillo que lleva a los
dormitorios, veo a Scratch y a un grupo de mujeres. Para evitar a la
multitud, camino hacia el bar, mis ojos centrados en Maddie mientras se
masajea sus pechos y trata de apretar sus caderas contra mí.

101
—Fuera —gruño a las dos mujeres en el bar e inmediatamente se van.
Empujo a través de la puerta giratoria que conduce a la pequeña cocina y
busco la primera pared contra la que puedo empujarla.

—Follame con esta canción, —me ordena, antes de agarrar mi cara e


invadir mi boca con su lengua. Le desenredo las piernas de mi alrededor,
forzándola a pararse. Mi lengua continúa girando con la suya mientras le
empujo los pantalones de pijama y la ropa interior hasta las rodillas.

Rompo nuestro beso, la giro y empujándola contra la pared, aplastando


mis caderas contra su trasero mientras mantengo sus brazos sobre su
cabeza con una mano y me desabrocho los vaqueros con la otra.

—Si quieres que te folle con esta canción, va a ser duro y rápido. —Le digo,
mientras le pateo los pies con mi bota.

—¡Sí! —Jadea, empujando su culo desnudo contra mí. La puerta trasera


está abierta y la habitación está fría y húmeda. La piel bronceada y
desnuda está cubierta de piel de gallina, pero su cuerpo está en llamas.
Mis dedos encuentran su coño, asegurándome de que esté mojada y lista
para mí, y no me decepciona lo que encuentro.

—¿Soy yo el que hace que ese coño esté tan mojado? —Pregunto, colocando
la cabeza de mi polla en su entrada. La oigo gemir con anticipación, pero
quiero una respuesta—. ¿Lo soy?

—¡Tú sabes que sí! —Grita por encima del hombro, su cuerpo se mece
impaciente. Espero hasta el momento adecuado en la canción y luego me
entierro completamente en su interior. Sin darle la oportunidad de
recuperar el aliento, empiezo a follarla fuerte y rápido, tal como le prometí.

Mis ojos giran hacia la parte posterior de mi cabeza mientras lucho por
mantener la concentración y no explotar. Se siente mucho mejor de lo que
recordaba. Está apretada, mojada y caliente. Huele a verano, por la loción
de coco y miel que siempre usa. No sabía que su olor podía ser tan sexy.

102
Siento como su coño se aprieta con cada empuje que le doy. Me mantengo
enterrado en ella mientras la muevo hacia la izquierda hasta que se inclina
sobre el fregadero con el trasero en el aire. Me empujo más adentro, mi
polla está tan hinchada y profunda que se queda sin aliento. Por un
momento, temo que le he hecho daño. Pero ella empuja contra mí,
diciéndome que lo quiere y que puede manejarlo.

Salgo casi todo el camino antes de chocar con ella de nuevo, viendo como
su culo perfectamente redondo rebota cuando mi cuerpo choca contra el
suyo. La agarro por las caderas y la tiro hacia atrás para encontrarme,
follándomela más fuerte, más rápido y con el mismo ritmo que me exige la
canción.

Sus gritos de placer son tan fuertes que estoy seguro de que todos en el bar
y en la casa pueden oírlos. Y no me importa un carajo. Aparentemente, a
ella tampoco.

—¡Oh, joder! —El sonido gutural sale de su garganta, y lo siento cuando


se acerca a mi polla. Elevo mi ritmo y levanto su culo en el aire para follarla
lo más profundo posible. Es un momento perfecto. Mientras ella se está
viniendo a mi alrededor, la canción termina y la lleno con mi propia
liberación. Mis ojos giran a la parte de atrás de mi cabeza. Estoy haciendo
un ruido del que no sabía que era capaz. No creo que esto pueda ser mejor.
Pero cuando habla, lo es.

—Olvidé lo bien que se siente cuando te vienes dentro mío.

Al carajo con esta chica será mi muerte. Entro y salgo lentamente,


burlándome de los dos mientras luchamos para recuperar el aliento. Ya
me estoy endureciendo en su interior otra vez, y sé que tengo que salir o ir
por la segunda ronda. Pero, las sacudidas esporádicas que vienen con las
réplicas de su orgasmo han sido reemplazadas por escalofríos constantes
que le sacuden todo el cuerpo, se está congelando, carajo.

Saco mi polla de su interior encogiéndose a un tamaño vergonzoso sin el


calor de su coño para protegerla de la fría habitación. Me pongo mis

103
vaqueros y me ajusto la ropa antes de sacarla del fregadero. Es un peso
muerto y no puedo evitar preguntarme cuánto tiempo hace que no la follan
así.

Le subo rápidamente los pantalones por sus piernas temblorosas, mientras


mete sus brazos dentro de la camiseta en busca de calor. Como está
descalza, la levanto fácilmente en mis brazos y la llevo a través de la
puerta de la cocina hasta la casa de Luke. Para cuando llego allí, se está
esforzando por salir de mi alcance.

—Mmm, —empieza, empujando su pelo detrás de las orejas con


nerviosismo y evitando mi mirada.

—No, nena —Sacudo la cabeza y le doy una pequeña sonrisa cuando


finalmente me mira a los ojos—. No hay obligación de decir nada. Ambos
somos adultos. —Parece aliviada. Estoy satisfecho de que ella se sienta
aliviada.

—Buenas noches, M-Marty —dice a través de sus dientes que castañean.


—. Es bueno tenerte en casa.

Se da la vuelta para entrar, y no puedo evitar reírme con ironía de lo que


acabamos de hacer. Puede que no nos queramos emocionalmente, pero
físicamente, somos perfectos juntos. La canción con la que me la acababa
de follar era más que adecuada a nuestra realidad, podría ser triste, pero
sin duda, cierta.

104
Capítulo 8
Marty

Durante los siguientes días me encuentro metido en mi rutina carcelaria.


Me levanto, me ducho, como y hago ejercicio. Luego, en lugar de trabajar
en el campo o hacer ejercicios de mantenimiento, como hacía en Parchman,
conduzco. Me mantengo alejado, quedándome en mi pequeña casa de dos
dormitorios, que es exactamente como la dejé. El club mantenía las luces
encendidas, el césped cortado y las mujeres se ocupaban del interior.

La propiedad está aislada, a varios kilómetros de la carretera principal y


a sólo quince minutos de la casa club. La casa es antigua, con estructura
de madera que fue construida en los años 50 y que necesita una nueva
capa de pintura. Lo anoté en mi lista de tareas para la semana. No es que
tenga otra cosa que hacer.

Anteriormente era gorila en un gran bar deportivo que el club tenía en


Hattiesburg y que atraía la mayor parte de su negocio de los
universitarios. Es nuestra principal fuente de ingresos y casi todos los
miembros trabajan allí. Hacemos nuestro dinero de la manera legal algo
que Luke prometió cuando asumió la presidencia hace diez años.

Pero no puedo estar cerca de grandes multitudes en este momento. Pasan


demasiadas cosas con mucha gente que no conozco. Y No me fío de mí
mismo como gorila. Mi paciencia es muy escasa y todavía me estoy
adaptando al mundo exterior. Además, no puedo trabajar en un bar porque
es una violación de mi libertad condicional.

Luke me ha dado tiempo para poner mis cosas en orden y me está buscando
algo mejor que hacer. Mientras tanto, me incluyó en la lista de empleados
de su empresa Carmical Construction. Si el trabajo no fuese ahora tan
lento, estaría construyendo casas y cortando madera. Como no tengo nada

105
que hacer, estoy dejando que me pague por estar sentado sobre mi culo, y
el club le está devolviendo el dinero de mi parte. Hermandad.

El jueves por la mañana, cuando me despierto, golpean a mi puerta. Me


devano la cabeza tratando de averiguar quién diablos estaría en mi casa a
las siete de la mañana. Entonces me doy cuenta.

Mierda.

Agarrando mi arma de debajo de mi almohada, levanto la tabla del piso de


mi habitación y la meto dentro del escondite secreto. Mis ojos examinan la
habitación en busca de cualquier otra infracción. Una vez que estoy seguro
de que no hay peligro, abro la puerta para saludar a mi oficial de libertad
condicional.

Me mira fijamente, claramente acostumbrada a esta reacción. Finalmente


superando el shock, doy un paso atrás y le hago señas para que entre. —
Buenos días.

—Soy homosexual, —Dice, esperando que reconozca su admisión antes de


entrar.

Le doy una sonrisa de satisfacción. —No me importa una mierda de todos


modos, señora.

—Soy Emily. Mi abuela es una señora. —puedo decir por su tono y el acero
en sus ojos que no tolera ninguna mierda. Ella ya me gusta.

—¿Café? —cierro la puerta y me dirijo a la cocina, dejándola que merodee


por mi casa.

—Un café estaría bien. Me gusta negro.

Revuelvo los armarios, agradecido de que las damas los hayan abastecidos
justo antes de que saliera. Tomo una caja de galletas y dos tazas mientras
espero a que se termine de preparar el café. Cargando el mío con crema y
106
azúcar, dejo el suyo negro, tomo nuestro desayuno y regreso a la sala de
estar.

Emily está recostada en el sofá, con un aspecto demasiado relajado para


una mujer que está en la casa de un convicto. Le doy el café, le ofrezco una
galleta que acepta y me siento en el sillón. Mientras come, me siento a
apreciar el silencio mientras el café caliente me despierta lentamente.

—¿Ya tienes trabajo? —pregunta casualmente.

—Sí. Carpintero en Carmical Construction.

—¿Hay armas en la casa?

—No.

—¿Algún pensamiento homicida o —hace una pausa, inclinándose para


abrir la carpeta que está a su lado—, pensamientos de piromanía?

Sonrío. —No.

—¿Te estás adaptando a la vida en el exterior de una manera positiva?


¿Has tenido ataques de pánico o de rabia repentinos? ¿Acciones
premeditadas contra los que te acusaron? ¿Has estado en un altercado
físico o en alguna situación en la que hayas pensado en hacer daño a otra
persona?

Espero un poco antes de responder, para asegurarme de que haya


terminado. Cuando me mira expectante, respondo. —No.

Tomando un papel de la carpeta, toma un bolígrafo de entre sus pechos, se


inclina y me lo da. —Firma esto. —Escaneo la página y me doy cuenta de
que ya ha marcado las casillas necesarias. Satisfecho con las respuestas,
firmo y se lo devuelvo.

107
—Buen café. —Me levanta la taza, toma otro sorbo antes de anunciar—.
Bueno, me tengo que ir. —Se para y por respeto, yo también. —Llámame
si tienes alguna pregunta. Odio tener que despertarte tan temprano, pero
planeo tener un gran fin de semana.

—No hay problema. —La sigo hasta la puerta, esperando que se dé la


vuelta en cualquier momento y me diga que sólo está bromeando, antes de
que realmente empiece a acosarme. Había oído historias de horror sobre
los oficiales de libertad condicional cuando estaba dentro, especialmente
de las femeninas. No puede ser tan fácil. Pero, aparentemente lo es. Sin
decir una palabra más, se sube al coche y se va.

Durante las próximas horas, mantengo la guardia alta y las armas ocultas
por si acaso ella regresa. Cuando estoy convencido de que no lo hará, me
doy una ducha y me doy cuenta de la falta de presión del agua. Me arrastro
por debajo de la casa para inspeccionar el problema y encuentro varias de
mis tuberías rotas por el frío de anoche. Mierda. Mi descuido me molesta.
Todavía estoy lanzando mierdas cuando suena mi teléfono.

—Qué? —digo, a quien sea que esté en el otro lado.

— Que te pasa idiota? —Red.

—Nada.

Hay una breve pausa antes de que ella conteste. —Bueno.... —escucho el
sonido de un encendedor y el de una silla raspando el suelo—. Voy a jugar
a las adivinanzas —Considerando que acaba de encender un cigarrillo y
tomó asiento, creo que esta va a ser una larga conversación. Así que
enciendo un cigarrillo para mí—. ¿Te estabas masturbando?

Su pregunta me hace sonreír y alivia algo de mi frustración. —No, Red. No


me estaba masturbando. Mis tuberías se rompieron anoche durante la
helada.

—Awe hombre.... ¡Odio eso!

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—Sí, también yo, —murmuro, temiendo tener que arreglarlas a todas. No
es el trabajo lo que me molesta. Es el pequeño espacio en el que tengo que
trabajar.

—Oh bueno, esto es una mierda para ti —Se ríe, y de repente tengo
visiones de estar estrangulándola—. Voy a cocinar en el club esta noche.
Te llamo para invitarte oficialmente.

—¿Desde cuándo necesito una invitación?

—Desde que te convertiste en ermitaño hace cinco días. Ven. Maddie


estará allí. —dice la última frase, e ignoro la forma en que se me hincha la
polla al mencionar el nombre de Maddie.

Pensé que podía follármela y sacarla de mi sistema. No ha funcionado.


Imaginé que, si la ignoraba, ella vendría a derribar mi puerta, exigiendo
una explicación de por qué no la había llamado. Esa mierda tampoco
funcionó.

— Trataré de ir, —le digo, sabiendo muy bien que voy a ir. Red también lo
debe saber.

—Nos vemos pronto. —cuelga sin despedirse.

Pateo un par de veces más en la tierra antes de entrar a la casa para


ponerme el chaleco. Pero antes de ir al club, necesito un maldito trago.

El letrero intermitente que dice Nuestro Lugar es una vista muy


bienvenida cuando acomodo a Elvira en su estacionamiento de mierda.

109
Asiento con la cabeza a la pareja que está sentada en un banco afuera
mientras camino en la oscura y ahumada sala del bar. El lugar está
inusualmente ocupado considerando que ni siquiera es mediodía. Mis ojos
inmediatamente examinan los seiscientos pies cuadrados en busca de
parches. Pero en lugar de un parche, encuentro otra cosa que me llama la
atención. O debería decir alguien.

Maddie.

Está sentada sola, bebiendo un vaso de whisky barato. Un taburete vacío


la separa del anciano a su izquierda y del joven a su derecha que está
intentando con demasiada insistencia que se fije en él. Caminando detrás
de ella, le hago una mirada de advertencia al joven idiota y le hago un
guiño al hombre mayor.

Le digo al camarero, —Tomaré lo mismo que ella, —y me doy cuenta de


que se pone rígida con el sonido de mi voz antes de girar su taburete para
mirarme. Maldita sea, es preciosa.

No usa maquillaje, pero su cabello está perfectamente arreglado alrededor


de su cara como siempre. Sus piernas están cubiertas con un pantalón
elástico que le queda ajustado y hace que su culo se mueva cuando camina.
Las tiene dobladas debajo de ella y puedo ver los calcetines mal
emparejados en sus pies. Se ha quitado las botas y están al pie de su
taburete. El suéter que lleva puesto se encuentra bien apretado. También
está envejecido, el nombre del club se ha descolorido y estoy seguro de que,
si mirara la etiqueta, mi nombre estaría escrito allí.

—¿Qué estás haciendo aquí? —le sonrío ante sus palabras que no son
torpes, pero sí lentas. Mis ojos se mueven hacia su vaso, preguntando
silenciosamente en qué número de bebida está—. Es mi quinta. ¿Qué estás
haciendo aquí? —Hay algo en la forma en que responde a mi pregunta que
me excita.

Me siento en el taburete vacío entre ella y el joven que no le ha echado un


segundo vistazo desde que entré. —Tomando antes de la cena.

110
Levanta su vaso. —Para mí también. —Como si no quisiera ir.

—¿A qué le temes? —Pregunto, intrigado.

—Lo descubrirás muy pronto —Mira hacia su bebida antes de levantarla


y tomar un sorbo—. Esta es nuestra canción, —dice, y de repente me doy
cuenta de que la canción Old Habits de Hank Williams está sonando a mi
alrededor.

Agarrando mi vaso, tomo un trago de este líquido veneno que me atraviesa


antes de pararme y agarrar su mano. —Entonces será mejor que bailes
conmigo.

La llevo a una improvisada pista de baile y la acerco a mi pecho. Con o sin


sonido, los pasos de Maddie siguen los míos mientras me mira con una
sonrisa perezosa. —Esto me gusta, —dice, relajándose más en mí,
obligándome a soportar su peso. No me molesta.
—Lo único que falta es que se levante un poco el infierno. —Me burlo de
mis palabras. Esto ya lo habíamos hecho con Maddie, pero por lo general
terminaba en un derramamiento de sangre antes de que nos fuéramos a
casa.

—La noche es joven, Sr. Yates. Todavía hay tiempo para el infierno.

—No. —Mi advertencia la hace reír.

—Vamos... —se queja—. Podría ser divertido.

—Estoy en libertad condicional, Maddie. Lo último que necesito es una


pelea en un bar.

Ella mira hacia otro lado y se encoge de hombros. —Bien.

—Maddie...

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—¿Qué? Dije bien. —La inquietud dentro de mí comienza a crecer
rápidamente. Tenemos que irnos. Ahora. No confío en ella. Ni siquiera un
poco.

Siento que empieza a alejarse y a apretarme la mano. —Lo digo en serio,


cariño. —Agarrándole la barbilla, le muevo el rostro para que se vea
obligada a enfrentar mi mirada. Sus ojos son vidriosos y llenos de
travesuras. Mi intranquilidad crece.

—Voy a hacer pis. Paga la cuenta y nos iremos. Nada de provocar un


infierno. Lo prometo. —Esta vez, cuando se aleja, la dejo ir. Mis ojos la
siguen al baño hasta que está a salvo detrás de la puerta. Hago una
llamada al camarero, que asiente con la cabeza y pide nuestra cuenta.

Encendiendo un cigarrillo, sacudo mi cabeza con la ridícula cifra que hay


en el pedazo de papel. Cinco tragos, mi culo. Más bien diez.... Tiro algo de
dinero en efectivo y levanto la vista para decirle a la muchacha que se
quede con el cambio, pero no está por ningún sitio a la vista. Cuando, de
repente, escucho la voz elevada de Maddie y el gruñido de un hombre,
entonces ya sé lo que se avecina. Cerrando los ojos, tomo la pistola de mi
espalda.

Ignoro la conmoción mientras deslizo el arma dentro de una de sus botas


que dejo en el lugar. Tomando lo que queda en mi vaso, me crujo el cuello,
los nudillos y me giro hacia la tormenta de mierda que Maddie ha creado
al otro lado de la habitación. Tenía que elegir al hijo de puta más grande
y fornido del lugar.

—No. —Mi demanda de una sola palabra de alguna manera se extiende a


través de la sala y llega a los oídos del hombre que parece querer darle una
bofetada a Maddie, lo cual estoy seguro que ella se merece.

—¿No qué?

112
Mantengo los ojos en Maddie mientras camino lentamente. Su boca está
abierta, su respiración es dura y la mirada de la lujuria se hace más pesada
en sus ojos. —Sólo... no lo hagas.

—Odio a esta perra. —A pesar de las circunstancias, sonrío.

—No puedo dejarte hacer eso —le digo al hombre que está fumando y que
se encuentra a menos de seis pies de Maddie—, Si alguien merece
estrangular a la perra, soy yo. —Por el rabillo del ojo veo a Maddie
mirarme mal—. ¿Qué hizo? ¿Herir tu ego? ¿Te llamó por un apodo? Está
borracha, hombre, olvídalo.

—Me robó la billetera. —La misma mierda...

Cuando la encuentro sacudiendo la cabeza inocentemente, cierro los ojos.


Demasiado inocentemente. —No, no lo hice.

—Dale al hombre su billetera, nena, —lo exijo a gritos.

—No la tengo. Lo juro.

Bajo mi tono. —Maddie...

—Marty, lo juro —Palmea su ropa y mira a su alrededor, sus ojos se


ensanchan con sinceridad—. No tengo tu billetera, imbécil.

—Perra mentirosa...

—No le hables así. —Mi advertencia lo interrumpe—. Si tienes algo que


decir, habla conmigo.

—No tengo miedo a ti ni a esa perra. —Mi adrenalina se dispara con sus
palabras.

113
—Llámala perra una vez más. —Nos miramos el uno al otro, él me evalúa
y pienso que está perdiendo el tiempo. No me importa lo malo que crea que
es. Soy peor.

—Oye, hombre —El joven que estaba sentado cerca de Maddie en el bar,
se acerca al hombre que todavía me mira—. Encontré esto en el baño.

Mi sangre hierve en mis venas. Estoy cabreado. Este tipo no sólo acusó a
Maddie de hacer algo que no había hecho, sino que me hizo acusarla a mí
también. Ahora, quiero una pelea.

—Te dije que no la tomé, —dice Maddie, cruzando los brazos sobre su
pecho. Por la mirada del tipo, sé lo que va a decir antes de que lo haga.
Estoy cerrando la distancia justo cuando la palabra se desliza por sus
labios.

—Perra...

Le di una advertencia. No hizo caso.

Ahora, pagará el precio. Y como dice Hank, los viejos hábitos son difíciles
de romper.

—Oh, Mier...

Mi mano cubre su boca, amortiguando sus gritos mientras vuelvo a entrar


en ella. Tener sexo dentro de un baño diminuto y poco iluminado que huele
a cerveza y orina no es la forma en que me imaginé tener sexo de
reconciliación después de una pelea, y seguro que tampoco se siente como
pensé que sería. Es mucho mejor.

114
En el momento en que arrastraron el cuerpo inconsciente del hombre del
bar, Maddie estaba moviendo su cabeza hacia el baño diciéndome que la
siguiera. Tan pronto como la puerta se cerró detrás de mí, teníamos
nuestra boca, dientes y lenguas en todas partes. Por la forma en que me
arañaba la piel y se arrastraba por mi cuerpo, me di cuenta de que lo
quería duro, caliente y fuerte como en los viejos tiempos.

Le llevó diez segundos empujar sus pantalones por las piernas, soltar mi
polla de mis vaqueros y empujarla contra la pared. En el momento en que
la cabeza de mi polla rozó sus cálidos, suaves y llenos labios de su coño,
tuve que luchar como el demonio para no venirme.

De manera lenta y punzante, atravesé sus estrechas y suaves paredes y


me enterré profundamente en su interior hasta las bolas. Cerré los ojos
ante un gemido y dejé que me apretara hasta el punto del dolor antes de
sacarla y empujarla dentro de ella de nuevo. Dos empujones, tuve que
hacer una pausa para no explotar en su interior.

Ella esperó pacientemente, mordiéndome el cuello, la oreja y diciéndome


lo mucho que se mojó al verme sangrar. Para explicarlo mejor, se metió mi
labio en la boca y pasó la lengua por el pequeño corte, que era la única
herida que tenía. Tan pronto como cesaron las palpitaciones de mi polla y
se despejó la niebla en mi cabeza, comencé a moverme de nuevo.

Ahora, le doy como le gusta. Me la follo fuerte, la pongo contra la pared


mientras sostengo su culo con una mano y mantengo la otra sobre su boca.
Una parte de mí quiere seguir adelante mientras que la otra parte quiere
parar y llevarla a casa para que podamos hacer esto de una manera un
poco diferente.

Quisiera desnudarla del todo para tener una visión completa de lo que me
he estado perdiendo. Deseo poder olerla, probarla y tocarla en lugares con
los que he soñado durante años. Pero no puedo discutir eso en este
momento, porque así está jodidamente bueno también.

115
Cuando su cuerpo se calma una fracción de segundo antes de gritar contra
mi mano, sé que ha llegado al punto de felicidad. La dejo contraerse a mi
alrededor, golpeando más fuerte y más profundamente dentro de ella
hasta que esté flácida y temblando con las secuelas de su liberación.
Entonces, con un último empujón, encuentro la mía.

Temblorosamente desenreda sus piernas de mi alrededor. Mantengo mi


mano en su cintura hasta que se mantenga firme en sus pies. Todavía
estamos recuperando el aliento incluso después de que ambos estamos
vestidos. La pongo contra la pared, dejando que mis caderas la sostengan
en su lugar. Llevando mi mano a su rostro, froto mi pulgar sobre su mejilla
y bajo mi cabeza dándole un suave beso antes de retirarme para mirarla.

—Marty, esto no...

—¿Qué es lo que tiene el sexo sucio en el baño y las peleas en el bar? —


Pregunto en un intento de evitar escuchar el final de la línea de esto no
significa nada. Cuando sonríe, sé que mi distracción funcionó.

—No lo sé, pero nadie tiene sexo en el baño y peleas en el bar como tú —
Frunzo el ceño ante su admisión. ¿Había hecho esto sin mí? Al notar mi
mirada, pone los ojos en blanco.—. No es que yo lo sepa... —añade, y
aunque está tratando de jugar, sé que está diciendo la verdad.

Pasando por mi lado, se alisa el pelo en el espejo antes de abrir la puerta.


Al detenerse, me mira por encima del hombro. —Oh, y por cierto. Le robé
la billetera.

Por supuesto que lo hizo.

116
Mirando a Maddie al otro lado de la mesa, no pensarías que ha estado
contra la pared con su cerebro jodido hace menos de una hora. Ha hecho
todo lo posible por ignorarme, y le he devuelto el favor. Si nos prestamos
demasiada atención, las personas podrían tener una idea equivocada.

Esta familia es conocida por sacar conclusiones precipitadas. Y no estoy


listo para responder a ninguna pregunta. Diablos, ni siquiera sé qué carajo
está pasando. Lo que sí sé es que me he follado a Maddie dos veces desde
que estoy en casa. Y eso me gustó. Mucho.

—¿Necesitas ayuda con esas tuberías? —Luke pregunta, inclinándose


hacia atrás en su silla y frotándose el estómago como un viejo.

—No. Yo me encargo. Probablemente no empiece hasta la semana que


viene. Este fin de semana va a hacer mucho frío.

—No me digas —dice Regg—, y además tenemos que hacer ese viaje de
cuatro horas hasta el lago Charles.

Es la primera vez que oigo hablar del viaje. No me gusta estar al margen.
Luke, al notar mi frustración, interviene para explicarme.

—Me llamaron esta mañana. Es el cumpleaños de Ronnie. No pensé que


te gustaría ir —Por alguna razón, sus ojos se dirigen a Maddie antes de
volver hacia mí. No sé qué insinúa, pero si tuviese que adivinarlo, diría
que Maddie tampoco va a ir al lago Charles—. Se supone que es una gran
fiesta. Muchas personas.

Asiento con la cabeza en comprensión. Lo último que quiero es estar


rodeado de una multitud. Por mucho que quiera celebrar el cumpleaños de
mi hermano con él, no estoy preparado para ese tipo de ambiente.

—Deberías quedarte con Maddie —sugiere Red—. Quiero decir, ya que tus
tuberías están rotas y todo eso. —Sus cejas se mueven sugestivamente.
Frunzo el ceño. Pero sorprendentemente, Maddie se encoge de hombros.

117
—Me parece perfecto. Tengo una cama grande. —Guiña un ojo y aunque
no lo demuestre, me sorprende su audacia. No es propio de ella en absoluto.
Me imaginé que lo último que deseaba era animar a las personas. Supongo
que me equivoqué.

El sonido de un móvil que suena me desconcentra. Maddie murmura algo


para sí misma antes de vaciar su vaso de vino. Se levanta de la mesa justo
cuando Dallas contesta su móvil. Unos segundos después, sigue a Maddie
fuera del comedor. La repentina tensión en el aire hace que los pelos de mi
nuca se ericen.
Una conversación muy acalorada comienza en la otra habitación. No puedo
distinguir las palabras, pero no hay duda de la animosidad en su tono.
Parece que todos los que están en la mesa son conscientes de lo que está
pasando menos yo. Una vez más, estoy fuera.

Regg se levanta, despidiéndose de mí y de Luke antes de echar un vistazo


a Red. Claramente, no quiere irse. Pero algo en sus ojos la tiene
despidiéndose y siguiéndolo por la puerta principal.

—Hijo de puta, —murmura Luke, mientras la discusión en la otra


habitación estalla en una pelea a gritos. Lo sigo a la sala de estar, y soy
recibido por una Dallas enfurecida.

—¡No voy a hacer esta mierda otra vez! —grita, caminando por el suelo
delante de Maddie que está sentada en el sofá con una expresión en blanco.

—¿Entonces se supone que debo hacer lo que sea que te haga feliz? ¿Vivir
mi vida según tus normas? —Maddie suena exasperada y un poco
aburrida. Tengo la sensación de que esta conversación ya ha sucedido
antes. Esto debe ser por lo que ella no quería venir. Deja escapar un atisbo
de risa mientras deja caer su cabeza—. Eres increíble.

—¡Y tú eres una perra egoísta!

—¡Dallas! —El rugido de Luke es lo suficientemente fuerte como para


sacudir las ventanas. No percibo la reacción de Dallas porque mis ojos

118
siguen puestos en Maddie. Parece entretenida por el arrebato de Dallas,
pero por lo demás no se ve afectada. Sus ojos sostienen los míos un
momento antes de que mire a Luke.

—Está bien, Luke —Le ofrece una pequeña sonrisa antes de sacar el
teléfono de su bolsillo—. No soy egoísta, Dallas. Sólo estoy cansada de vivir
bajo un microscopio.

Presiona algunos números antes de ponerse el móvil en la oreja. —Sí, soy


Maddie Pittman. Necesito hacer una cita. —Mantiene sus ojos en mí
mientras habla quien esté al otro lado de la línea—. El más pronto posible.
Perfecto. —Mirando a Dallas, le ofrece un guiño. Los labios de Dallas se
presionan en una línea delgada, pero ella se abstiene de decir nada. —
Gracias. Nos vemos entonces.

Maddie sostiene el móvil para que todo el mundo lo vea. —¿Ves? Llamada
realizada. Cita reprogramada. Ahora todo está bien para el mundo. —Ella
se aleja con calma, dando palmaditas en el hombro de Luke cuando pasa a
su lado. Cuando él dice su nombre en un intento de detenerla, ella sólo
levanta la mano.

Cuando ella sale por la puerta, vuelvo mi atención a Dallas, y entrecierro


los ojos por la confusión. —¿Hay algo que debería saber?

—No quiere ir a terapia. Y desaparece durante días sin decirle a nadie —


Caminando a la cocina, saca una botella de vino de la nevera—. Sabía que
esta mierda iba a pasar, —murmura para sí misma.

—¿Cómo lo sabes? —El tono frustrado de Luke confirma mis sospechas de


que esta no es la primera vez que esta conversación ha tenido lugar.

—Estuvo desaparecida por casi una semana. Dijo que estaba haciendo
alguna mierda de terapia de grupo. Como un idiota, le creí. Entonces esta
mañana, recibí una llamada de la oficina del doctor, diciéndome que perdió
otra cita... eso fue tres veces seguidas. Lo que significa que ella no ha ido
en tres malditos meses.

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—Mierda... —Pasando su mano por el cabello, Luke deja escapar un
pesado suspiro.

Siento que hay una pieza del rompecabezas que me falta. —¿Cuál es el
problema? —Pregunto, al sentir en el rostro de Dallas una sombra asesina
mientras me quema con sus ojos—. A mí me parece que lo está haciendo
bien. Tal vez deberías ser más tolerante con ella.

—¿Tolerante? —Por su tono, Luke le da una mirada llena de


advertencias—. No me mires así, —dice, señalando a Luke pero
centrándose en mí—. Ella no necesita que le den cuerda. Lo que necesita
es estabilidad. Una estructura. Terapia. Dale un metro y ella tomará un
kilómetro. ¿Por qué? Porque está enferma, Marty. Y haré lo que sea
necesario para asegurarme de que la cuiden. Es mi responsabilidad. —Mi
sangre se convierte en hielo por mis venas. ¿Enferma?

La mano de Luke aterriza en mi brazo. —Mentalmente enferma.


Físicamente está bien. Pero Maddie tiene algunos grandes demonios,
hombre. Tiene graves problemas de ansiedad y depresión. La terapia
funciona. Confía en mí.

Luke es mi hermano. Por supuesto que confío en él. Pero sólo tengo una
versión de esta historia. Así que me niego a emitir un juicio hasta que lo
sepa todo. No tengo todas las respuestas en este momento, pero las tendré
pronto. Y sé exactamente dónde conseguirlas.

120
Capítulo 9
Marty

Antes de irme, le prometí a Luke y a Dallas que vigilaría a Maddie


mientras estuviesen fuera de la ciudad. Eso incluía asegurarme de que
fuera a la cita de mañana. Luego pasé por mi casa para hacer una maleta
antes de ir a casa de Maddie donde pasaría los próximos días. O por el
tiempo que ella me quisiera allí.

No me siento culpable de no ir con mi club. Al parecer me necesitan aquí,


de todas formas. Después de todo, Maddie es responsabilidad del club. Por
lo tanto, es mi trabajo protegerla. Al igual que lo haría con cualquiera de
las otras mujeres.

Luke se veía demasiado feliz de que yo no fuese. Estoy seguro de que tiene
algo que ver con que espera que Maddie y yo podamos resolver nuestras
diferencias. Eso no va a pasar. Cuando lo miré para confirmarlo, cambió
de tema diciéndome que nos iríamos a Mobile la semana que viene. De
manera indirecta, también me hizo saber cuánto tiempo a solas tendría
con Maddie antes de que mi club me necesitara.

Cuando llego a la casa de Maddie, está a oscuras. Golpeo la puerta varias


veces antes de sacar la vieja llave de mi billetera y entrar.

La encuentro sentada en el mostrador de la cocina comiendo un tazón de


cereales. No se sorprende al verme entrar mientras me abro paso por la
pequeña sala de estar y llego a la cocina. —Me imaginé que al final
entrarías.

Dándole una media sonrisa, busco el cenicero a su alrededor y me siento


junto al mostrador. —¿Fumas? —Pregunto, sosteniéndole uno a ella. Lo
toma de entre mis dedos, inclinándose hacia abajo para que pueda

121
encenderlo. Huele a ropa limpia. La camiseta blanca que lleva puesta hace
que su piel ya bronceada parezca aún más oscura.

Manteniendo sus ojos en mí, ella toma un profundo calada antes de soplar
el humo sobre la parte superior de mi cabeza. —Entonces, ¿qué te dijeron?
¿Qué estoy loca?

—No.

Me hace sonreír. —Entonces no te dijeron la verdad. —Sus palabras me


toman desprevenido, pero permanezco imperturbable mientras la miro,
haciéndole saber que sólo estoy aquí para escuchar.

—El mismo día que fuiste a prisión fue cuando descubrí que Logan se iba.
Pensé que podía manejarlo, pero fue así —Se encoge de hombros, tirando
las cenizas de su cigarrillo y haciendo algunas caladas antes de finalmente
continuar—. Después de que Logan se fue, me volví loca. Durante semanas
sufrí. Sentía que no tenía nada. Entonces un día conduje hasta el lago,
caminé por el muelle y me tiré de cabeza. Algunos acampantes me vieron,
llamaron a la policía y me llevaron al hospital. Dallas estaba convencida
de que había intentado suicidarme.

—¿Porque saltaste a al lago?

—En mi defensa, era diciembre. El lago estaba poco profundo. Y había


estado en una profunda depresión durante varias semanas.

—¿Así que no estabas tratando de matarte?

Ella me da una sonrisa malvada. —No. Sólo quería nadar.

Entrecierro los ojos. Maddie siempre ha sido un libro abierto, y por lo que
sé, nunca me ha mentido. Pero esta Maddie parece... diferente. —
Entonces, ¿qué pasó?

122
—Pasé los siguientes dos días en el hospital bajo observación por suicidio
y los últimos cuatro años de mi vida bajo supervisión de un club. Acepté
ver a un terapeuta cada mes para —dice entre comillas—, obtener la ayuda
que necesitaba. Dejé de ir hace un tiempo. No se lo dije a nadie porque no
era asunto de ellos.

—¿Por qué no le aclaraste a todos que no estabas tratando de suicidarte?


Si realmente sólo querías —repito su frase con los dedos haciendo comillas
en el aire—, ir a nadar.

Sonriendo, me golpea el brazo juguetonamente. Luego se pone seria


dejando caer su mirada al cigarrillo que tiene entre sus dedos. —Ver a
Dallas tan enfadada fue la única razón por la que no me resistí. Parecía
que le daba paz el hecho de que estaba recibiendo ayuda. Después de todo
lo que ha hecho ella por mí, era lo menos que podía hacer. La verdad es
que, en ese momento, la necesitaba. Tal vez no por esas razones, sino por
muchas otras.

Estoy bastante seguro de que algunas de esas razones eran por mi culpa.
Me hace sentir como una mierda. —No lo sabía —digo, esperando
disminuir mi culpa—. Luke nunca dijo una palabra sobre eso.

—Le pedí que no lo hiciera. No quería que te preocuparas. —Su expresión


se vuelve pensativa—. No es por cambiar de tema, pero ¿puedo hacerte
una pregunta?

—Dispara. —Recostado en mi asiento, le doy toda mi atención.

—¿Y responderás honestamente?

—Siempre. —Tal vez... supongo que realmente depende de lo que ella


pregunte.

Deja caer su mirada, girando la cuchara alrededor de su tazón de cereal


vacío. —¿Has estado con alguien desde que yo... ya sabes... antes de que
fueses a la cárcel? —Mierda. Aquí vamos.

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—Maddie, —empiezo, sin querer ir por ese camino.

—Marty. —Me da una mirada desafiante que me hace sentir incómodo. No


me gusta.

La miro fijamente mucho tiempo antes de responder. Mantiene su rostro


imperturbable, una táctica que aprendió de Luke. Odio no poder leerla. Si
pudiera, sabría distinguir entre mentir o decir la verdad. Pero mentir no
tiene sentido. Ambos somos adultos.

—Sí. —Mi respuesta corta no la sorprende. En realidad, no está afectada


en absoluto.

—¿Quién? —No es una pregunta, sino una demanda.

Me río, apagando mi cigarrillo y queriendo otro. —¿Importa?

—Importa, —dice, sin molestarse en explicar por qué.

—Nadie que conozcas. Te lo aseguro.

—Conozco a Delilah. —Su rápida respuesta me hace sonreír.

—No me he tirado a Delilah.

Se ríe a carcajadas. —¿Esperas que me crea eso? Antes de que Bryce


apareciera, se follaba a todo el mundo.

—Me importa una mierda que creas o no, nena. Te estoy diciendo que no
me ha follado. Y es la verdad.

Sus ojos se estrechan, estudiándome como si tratara de averiguar si estoy


mintiendo. —Entonces... ¿has estado con alguien desde que saliste? —
Deja caer su cabeza—. Quiero decir, ¿aparte de mí? —Me mira por debajo
de sus pestañas.

124
Esta conversación es tan divertida que quiero mentir sólo para ver su
reacción. Pero me apego a la verdad. —No, Maddie. No lo he hecho.

¿Es esta su manera de proponerme que sea monógamo? —Yo tampoco, —


dice, y siento un alivio que no esperaba. En cinco años, seguramente ha
estado con otros hombres. Pero saber que soy el único hombre que la ha
tocado desde que salí, hace que la posesividad dentro de mí cobre vida.

Agarrando el tazón, se desliza del mostrador su cuerpo peligrosamente


cerca del mío. Cuando nuestros codos se tocan, el pequeño e inocente gesto
hace que mi polla se despierte, y ella se da cuenta.

La comisura de su boca se inclina hacia arriba mientras inclina su cabeza


a centímetros de mi polla. Luego le habla. Y le dice palabras que ninguna
polla debería escuchar.

—Abajo chico.

Después de una ducha fría, me pongo una camiseta y un suéter antes de


reunirme con Maddie en la sala de estar. Está tumbada en el sofá, bajo un
montón de mantas, rodeada de almohadas. Siempre fue adorable y veo que
algunas cosas nunca cambian.

—¿Qué estás mirando? —Pregunto, levantando sus piernas para poder


sentarme en el extremo del sofá. Coloco sus pies en mi regazo, y sin pensar
en ello empiezo a frotarlos. De repente, consciente de lo que estoy haciendo,
me detengo para mirarla. Y ella sonríe.

—Como en los viejos tiempos.

125
Miro hacia abajo a mis manos sobre ella. —Sí. Supongo que sí.

Inclino mi cabeza contra el respaldo del sofá, mientras nos sentamos en


silencio mientras froto sus pies, sus ojos se vuelven pesados... hay un
programa en la televisión que ninguno de los dos está viendo realmente.

Hay algo en este simple toque que encuentro más placentero que cuando
estaba dentro de ella. Es algo más íntimo que no me había dado cuenta
que deseaba hasta ahora. Echo de menos abrazar a una mujer. Extraño la
oleada constante del instinto de protección que viene con el hecho de salvar
a una mujer. Añoro el conjunto de mi mandíbula, el cierre de mis puños y
el brillo en mis ojos cuando advierto a los depredadores que no deben dañar
a una mujer. Pero no es cualquier mujer la que extraño, sino ésta.

Todavía no creo que haya otra mujer que pueda hacerme sentir como ella.
Y sé que no hay otro hombre en este planeta que pueda manejar a Maddie
como yo. Esa etapa de nuestras vidas nos arruinó para tener la esperanza
de encontrar algo tan especial como lo que teníamos. Tal vez fue sólo la
emoción de un nuevo amor. O quizás fue real. De cualquier manera, no
importa ahora. La prisión tiene una forma de quitarte mucho más que
tiempo. Toma toda tu maldita vida. Tus deseos, sueños, esperanzas... todo.
Y no sólo te afecta a ti, sino también a las personas que te importan.

Puede que no sea mi culpa, pero mi ausencia tuvo un gran impacto en


Maddie, algo de lo que no era consciente hasta hace unas horas. Pero no
es el colapso que tuvo Maddie lo que más me preocupa, sino la forma en
que Dallas entró en pánico hoy. Su ira hacia Maddie. El comentario de dale
un metro, ella tomará un kilómetro. ¿Por qué estaba tan empeñada en
controlarla? Más importante aún, ¿cómo manejaba Maddie esta mierda a
diario?

—Estás pensando demasiado —dice, girando ligeramente para poder


verme mejor. Sus dedos de los pies se mueven en mis manos—. Lo sé
porque cuando estás sumido en tus pensamientos, apestas en todo lo
demás que haces. —Mira fijamente a sus pies.

126
Sonrío levantando su pie a mi boca antes de poner un beso en un dedo del
pie. —Mi culpa. Lo haré mejor, jefa.

—Entonces, ¿por qué estás pensando tanto? ¿Extrañas las duchas


comunitarias? —Su broma es divertida para ella, pero le doy una mirada
seria. Su risa se desvanece, reemplazada por una mirada comprensiva—.
¿Fue difícil? Ya sabes, ¿ahí adentro? —Puedo percibir un significado oculto
en su pregunta. Me obliga a quitar la fachada para sonreírle.

—¿Qué quieres saber realmente, Maddie?

Le lleva un minuto, y cuando sus mejillas se sonrojan, ya sé lo que tiene


en mente. Así que, en lugar de avergonzarla, respondo a la pregunta no
formulada. —No, cariño. No me violaron en la cárcel.

El alivio aparece en sus ojos y no hace ningún intento de ocultarlo.


Exhalando una risa, sacudo la cabeza. —¿De verdad crees que dejaría que
eso ocurriera? —Realmente debería dejar de ver los programas sobre
prisiones.

—Me preocupé por ti —susurra, sin mirarme a los ojos—. ¿Me extrañaste?

—Sí. —Mi respuesta inmediata me hace pensar por qué demonios no se lo


he dicho todavía—. ¿Y ahora? —Le doy una mirada confusa y ella se
explica—. ¿Ahora me echas de menos?

¿Lo hago? Tal vez no en este momento, pero eso no es lo que ella está
preguntando. Así que opto por la verdad. —No lo sé.

Me mira, sus cejas se juntan. —Hay algo que necesito decirte. Algo que
debí haberte dicho hace mucho tiempo.

Trago duro preparándome para una admisión que podría potencialmente


cambiar mi vida. No tengo ni idea de lo que es, pero a juzgar por la forma
en que está luchando por decirlo, tengo la sensación de que va a ser
doloroso de admitir. Y cuando Maddie siente dolor, yo también lo siento.

127
—Te he dejado porque era el momento de dar un paso adelante y cuidar
de mí misma —Mi corazón golpea en mi pecho. Aquí está después de tantos
años. Finalmente estoy obteniendo la verdad. Y no es lo que esperaba—.
Mientras te tuve en mi vida, sentí que no tenía que ser fuerte. Sabía que
te encargarías de todo. No tardé mucho en darme cuenta de que mi
dependencia a ti era mi mayor debilidad. Quería salir de debajo de tu
mirada vigilante... lejos del club y de sus formas sobreprotectoras. Quería
libertad.

Cuando me encuentro con sus azules y tristes ojos, siento un dolor que no
se parece en nada a lo que he observado en ellos. —Pero nunca he conocido
la libertad. Mi vida es una maldita prisión. Las decisiones se toman por
mí. Cada detalle de mi existencia está documentado en un libro. Ni
siquiera puedo ir a ver a mi hijo sin que haya una caravana de motos
detrás de mí. —Se le llenan los ojos de lágrimas al mencionar a Logan—.
Incluso él tiene un instinto protector cuando se trata de mí.

Tratando de dar luz a la situación, sonrío. —Tuvo algunos buenos


maestros. —Ella deja salir una risa, frotándose los ojos con sus dedos—.
Deberías estar orgullosa de que tu hijo crecerá y se convertirá en un
hombre que protegerá lo que es suyo. Tener un MC en tu vida es un honor.
Pero he estado en prisión, nena. Y me duele pensar que te sientes como si
estuvieras viviendo en una. Nunca deseo eso para ti. No entonces. No
ahora.

A continuación, los momentos que siguen son prolongados y dolorosos. Los


dos estamos procesando en silencio las palabras del otro. Ella me dejó
porque necesitaba independencia, algo que su familia se negó a darle. Algo
que yo me negué por completo a darle. No hay lugar para el
arrepentimiento ahora. Si la prisión me enseñó algo, es que no puedes
controlar lo que sucedió en el pasado. Todo lo que podemos hacer es
aprender de los errores y seguir adelante.

Enciendo un cigarrillo observando a Maddie mientras lucha en una batalla


interna. No puedo descifrar lo que es. En un momento está dolorida. Al

128
siguiente, pensativa. Triste. Enojada. Confundida. Me inclino más para
poder tomar su barbilla con mis dedos.

—Oye —digo, frotando mi pulgar sobre su mejilla—. No te preocupes,


nena. Mierda como está siempre se resuelve por sí sola.

Sacude la cabeza como si estuviera tratando de aclararla. Cuando me mira


de nuevo, sonríe, no se registra ni un solo rastro de incertidumbre o
tristeza. —No estoy preocupada, cariño —Le sonrío ante el afecto. Y como
ella parece estar mejor, yo también me siento mejor—. Puedo manejar las
escandalosas demandas de Dallas si eso la mantiene alejada de mí y de
mis asuntos. Además...

Sus dedos se curvan alrededor del cigarrillo que está entre mis labios. Lo
toma con calma, la comisura de su labio se levanta con una sonrisa
maliciosa. —He desarrollado mi propia manera de lidiar con la mierda en
mi vida.

—¿Y cómo es eso? —Pregunto, intrigado y un poco aprensivo.

Sonríe, cerrando un ojo con un guiño. —Terapia.

129
Capítulo 10
Maddie

Siempre había imaginado un consultorio psiquiátrico como lo que se ve en


la televisión, un largo sofá de cuero, un reloj en la pared y un juego de bolas
plateadas que van y vienen tratando de volverte jodidamente loca.

Mi predicción fue acertada. Y después de tres años, ni una maldita cosa ha


cambiado.

Me encuentro en el consultorio del Dr. Yarborough, acostada en el sofá de


cuero que es más cómodo que mi propia cama. Oculté las bolas de plata
debajo del sofá, como lo he hecho desde mi primera sesión. Enfrente de mí
está sentado el doctor en un sillón de cuero que hace juego. El cuaderno
que tiene en su regazo guarda mis secretos más profundos. Es decir, cuatro
años de garabatos.

Nuestro acuerdo es bastante bueno. Le digo la verdad. El no la repite. Es


agradable tener a alguien en quien confiar. Especialmente cuando ese
alguien debe guardar tus secretos. O pierde su licencia.

—Hace tres meses que no te veo. ¿Fue por alguna razón? —Empieza el
Dr. Yarborough, con un toque de decepción en su tono.

—He estado ocupada.

—¿Demasiado ocupada para venir a ver a tu terapeuta favorito? —bromea.

—Eres mi único terapeuta. Pero sí. He estado demasiada ocupada como


para venir a verte. La última vez que estuve aquí te dije que tal vez no
volvería por un tiempo.

130
—Ves nuestras reuniones como una especie de confesión en vez de como
una terapia. Algo para ayudar a disminuir la culpa de lo que estás
haciendo. Digo esto porque no importa el consejo que te dé, nunca
escuchas. Así que... —Cruza sus piernas y se acomoda, mirándome por
encima de sus gafas—. Confiesa.

—De hecho, creo que hoy necesito un poco de terapia, doc. —Parece
sorprendido. Garabatea en su cuaderno mientras enciendo un cigarrillo—
. Mi ex acaba de salir de la cárcel. Se está quedando en mi casa. Pienso que
podría estar enamorándome de él. —Decirlo en voz alta lo hace sentir aún
más real. Tomo una profunda calada de mi cigarrillo para calmar mi
acelerado corazón.

—¿Es algo que esperabas evitar?

Sacudo la cabeza. —Supongo que nunca pensé realmente en ello. Mi mayor


preocupación es lo que pensará de mí cuando descubra lo que he estado
haciendo desde que se fue.

El Dr. Yarborough levanta sus cejas hacia la línea de su cabello. —¿Crees


que se enterará?

Prácticamente me río. —Sé que al final se enterará. Es bastante


perceptivo. Pero verlo me ha hecho recordar por qué estoy haciendo esto.
Ahora que estoy tan cerca de terminar lo que empecé, tengo miedo de que
él intervenga y trate de detenerme. Más que eso, me temo que, si lo hace,
estaré molesta por ello.

—Creo que debes decírselo. Después de todo, fue esa noche de hace seis
años cuando comenzó todo esto. Y por lo que me has dicho, él ni siquiera
se ha dado cuenta.

Sentada, apago el cigarrillo y enciendo otro. —Si se lo digo, se sentirá


responsable.

— ¿Acaso no lo es?

131
Mis ojos se estrechan sobre el doctor. No me gusta que piense que Marty
es un villano, aunque lo haya retratado de esa manera. —Marty no es el
malo aquí. Es uno de los buenos. Cualquier resentimiento que tenía hacia
él se ha desvanecido. No soy de su propiedad. Tampoco soy su problema.
Soy la única responsable de mis acciones. Lo que hago es por mí y por nadie
más.

—Pensé que esto era sobre tu salvador. El que apareció cuando Marty no
lo hizo. —Bueno, ya me tiene ahí.

—Ése es el problema de Whitney.

Él sonríe. —Ah. Whitney. Hace tiempo que no te oigo hablar de ella.

—Ha estado muy ocupada lidiando con su molesta hermana, —murmuro—


. Pero todo eso está a punto de cambiar.

—¿En serio? —Esto captó su atención—. ¿Por qué ahora? ¿Pasó algo?

—Digamos que el final está cerca. En una semana, todo esto habrá
terminado. Y tendremos que encontrar otra cosa de la que hablar.

Su rostro palidece un poco. —Maddie... —empieza, perdiendo ese


comportamiento profesional mientras se pasa los dedos por el pelo y agarra
uno de mis cigarrillos—. No lleves esto demasiado lejos. —No lo dice
directamente, pero sé lo que está insinuando. No quiere que mate a nadie.
Hasta ahora, no lo he hecho. Pero en el fondo resulta inevitable.

—Como dije. Ese será el problema de Whitney.

Pone los ojos en blanco. El movimiento hace que quiera sonreír. —No me
importa si te llamas Maddie, Whitney o Snuffaluffagus. —Arqueo una
ceja—. Al final serás tú quien pague el precio.

132
Tiene razón. Lo sé. Pero me han enseñado a ser leal toda mi vida. Hace
seis años, alguien me salvó. Tres años después de eso, finalmente tuve mi
oportunidad de devolver el favor. Ha llevado tiempo. Estrategia. Días y
noches interminables. Estoy demasiado cerca para echarme atrás ahora.

De pie, le ofrezco al Dr. Yarborough mi mejor y tranquilizadora sonrisa. —


No te preocupes, doc. Yo me encargo de esto.

Al diablo con las consecuencias. Hice una promesa. Y pienso cumplirla. La


semana que viene, seré la mujer que vivirá los próximos siete días al
máximo de su potencial. Una mujer que estará con el único hombre que la
ha amado. La mujer que todos me conocen como Maddie Pittman,
Propiedad de los Devil’s Renegade.

Luego me transformaré en la mujer que siempre supe que existía en lo más


profundo de mi ser. La que recuerda cómo el amor puede arruinarte.
Aquella a la que nadie nunca reclamará.

La Rebelde.
La Vigilante.
La Justa Asesina.
Mi otra mitad, Whitney.

—¿Cómo te fue? —pregunta Marty, encendiendo un cigarrillo para luego


pasármelo.

Llegué a casa hace diez minutos desde mi cita, y ya está recopilando toda
la información que necesita para llevársela a Dallas. No me sorprendería
si ella ya lo hubiese llamado cien veces. Así que como está buscando mierda
para decírselo, le cuento lo que ella querría oír.

—Bien. Me siento mejor. Como siempre. —Le ofrezco un encogimiento de


hombros y evito sus ojos—. No sé por qué a veces me niego a ir. Supongo
que es la parte rebelde en mí. Hay algo liberador en desafiar a Dallas.
Incluso si eso significa perder la oportunidad de algo que me beneficie.

133
Me mira como si supiese que estoy mintiendo. Pero no hace ningún
comentario. Afortunadamente.

—Como sea, —comienzo, apagando el cigarrillo—, ya que tuve que


levantarme temprano en la mañana, voy a tomar una siesta. Pero primero,
voy a ducharme antes de que las moscas empiecen a acecharme. —Sonríe,
pero una vez más, permanece en silencio.

Casi quiero decirle la verdad. Pero conociendo a Marty, lo descubrirá muy


pronto. Sólo espero que todo termine antes de que lo haga.

134
Capítulo 11
Maddie

La chica en el espejo me devuelve la mirada, tratando de convencerme de


que yo soy ella. Limpiando el vapor del espejo, intento encontrarme a mí
misma, pero a quien veo no es a Maddie o al menos no a la Maddie que
Marty recuerda.

Mis pechos son más grandes, y la gravedad es una mierda. Alguna vez
estuvieron firmes, ahora están ligeramente caídos y sólo se ven bien
cuando uso un sostén que los empuja a su posición correcta. Mi estómago,
que una vez fue plano y tonificado, ahora es regordete. Aprieto la grasa
entre mis dedos, y luego la veo sacudirse cuando la suelto.

Mirando por encima de mi hombro veo mi trasero que no sólo se ha


ensanchado, sino que sobresale más y se mueve con el más mínimo
movimiento. Noto hoyuelos en los muslos y una ola de náuseas me golpea.
Es oficial estoy gorda.

Red me dijo que le gustaba cómo me veía con un poco más de peso. Dallas
dijo que una talla doce era la nueva seis. Pero era fácil para ellas decir eso,
pues sus cuerpos no han cambiado nada. He engordado quince kilos desde
que Marty se fue. Y ahora estoy sintiendo cada uno de ellos.

Debido a que las gordas se ven mejor bronceadas que las blancas, me
sometí voluntariamente a una cama solar. Pero ni siquiera el brillo dorado
de mi piel es suficiente para hacerme sentir mejor, considerando que
Marty regresó después de cinco años luciendo con un aspecto como de
pecado y sexo de lo más delicioso. Eso no es justo.

Me ha follado dos veces desde que salió. Y en ninguna de las dos ocasiones
me vio completamente desnuda. Con algo de suerte, tal vez nunca lo haga.

135
Pero no me privaré del sexo sólo porque he aumentado de peso. Tendré que
ser creativa. Hace tiempo que no follamos en un vehículo... tal vez lo
hagamos luego.

Con un último vistazo a mi reflejo, apago la luz y entro en mi dormitorio


que está junto al baño. Reviso mi cómoda en busca de ropa interior. Elijo
un conjunto de ropa interior que, incluso con el aumento de peso, siempre
me han hecho sentir sexy. Después de ponerme una camiseta, no me
molesto en secarme el pelo ni en cepillarlo.

Arrastrándome a mi cama king size, me rodeo de mis compañeras de cama


que son mis almohadas y enciendo la televisión. Aparto el pensamiento y
me permito sumergirme en la película The Amityville Horror, y en el
cuerpo de Ryan Reynolds, dándome cuenta de que no tiene nada que ver
con la perfección que es Marty.

—¿Maddie?

Dejo escapar un grito cuando Marty aparece en mi puerta de la misma


manera que la niña de la película aparece en el armario. Cerca de derribar
mi puerta fuera de las bisagras, Marty irrumpe listo para salvarme el día.

Sus ojos escanean la habitación antes de aterrizar en mí. Parece alarmado,


preocupado y aliviado al mismo tiempo. Y delicioso... se ve jodidamente
delicioso. Su sombrero se encuentra justo por encima de sus brillantes y
verdes ojos. La negra sudadera con capucha que lleva no hace nada para
ocultar la perfección que sé que hay debajo de ella. Sus piernas parecen
largas y gruesas bajo sus descoloridos vaqueros. Y como si eso no fuera
suficiente... está descalzo.

—¿Estás bien?

Esa voz. Es grave, oscura y sexy como el infierno. Mi ropa interior se


humedece inmediatamente, y gorda o no, de repente me siento como una
zorra. Prácticamente me veo arrastrándome por la cama, dándole una

136
vista de mi trasero que le promete más placer del que podría soportar si se
enterrara en él.

—Estoy bien. Sólo estoy viendo una película —digo, logrando mantener mi
voz controlada y no sonar como un idiota—. ¿Qué pasa?

Ignora mi pregunta mientras entrecierra sus ojos mirando la televisión. —


¿Una película de terror? ¿Desde cuándo te gustan las mierdas de miedo?

—Desde ahora. —Me mira con preocupación y sé que está pensando que lo
lamentaré—. ¿Así que vas a decirme lo que necesitas? —Pregunto,
alisando mi cabello. No tiene sentido, así que me detengo.

—Quería ver si tenías hambre.

Le lanzo una sonrisa sexy. —¿Para qué? —¿Por qué de repente estoy tan
caliente? ¿Y por qué estoy ronroneando? ¿Por qué, incluso después de todos
estos años, es el único hombre que me ha hecho mojar sólo por... existir?
—¿Qué hora es? —Digo de golpe, con la esperanza de redimirme.

Baja la cabeza para mirar su reloj que se encuentra en su gran, gruesa y


sexy muñeca. Contrólate, pervertida. —Mediodía. —Es un momento
perfecto para follar...

Mientras camina balanceándose hacia mí, se sienta en la cama.


Maldición... puedo olerlo. —¿Te parece bien que me quede un par de días
más aquí? No puedo comprar todas las piezas que necesito para arreglar
mi casa hasta el martes.

—Por supuesto. —Le ofrezco una sonrisa, y puedo sentir el rubor en mis
mejillas. Se queda. Esta noche. Otra vez. Todo el fin de semana. En mi
casa.

—¿Estás segura de que estás bien?

137
¿Estoy bien? Diablos, no. Estoy cachonda y lista para montar mi almohada.
Además, está sentado demasiado cerca de mí. —Estoy bien. —De alguna
manera, me las arreglo para tranquilizarlo con mi mentira y una sonrisa
falsa. Podría decirle que lo deseo. Pero me esfuerzo por no sonar tan
desesperada cómo me siento.

—¿Necesitas algo? —Sus ojos parecen sonreír suplicándome que se lo pida.


Pero una chica tiene que tener un poco de dignidad. Así que no volveremos
a follar hasta que él me lo pida.

Al recordar que me hizo otra pregunta, sacudo mi cabeza. —No, estoy bien.
—Sólo miento a medias, y siento que él lo sabe. Una parte de mí es
realmente buena. La otra parte, está lista para atacarlo y arrancarle la
ropa.

Por un momento me estudia, y siento la necesidad de tranquilizarlo. —


Palabra de scout. —Empiezo a levantar la mano para darle la señal, pero
luego recuerdo que no la sé. Así que, en vez de eso, le doy la señal de paz.

Con una sonrisa, levanta lo que debe ser el verdadero gesto con la mano
de “Palabra de scout” y sacude la cabeza. —Voy a reparar alguna mierda
en la casa. —Estoy asintiendo con la cabeza antes de que acabe de
convencerlo de que se vaya. Cuando lo que realmente quiero es que se
quede. En mi habitación. Mi cama. Desnuda.

Maldita sea...

Se queda mirándome con curiosidad una última vez antes de salir. Intento
concentrarme en la película, pero estoy demasiada excitada. ÉI me está
haciendo algo que me pone más caliente de lo que he estado en años. Ahora
que lo he tenido, quiero más. Soy insaciable. Y esto es vergonzoso.

Mi mano se desliza por debajo de las sábanas y por fuera de mi ropa


interior. El cálido y húmedo satén contra mis dedos hace que cierre los ojos
y me hunda más en el colchón. Tiemblo al sentir mis labios hinchados y
mis rodillas involuntariamente ensanchándose mientras mi cuerpo se

138
sacude en anticipación. Al empujar mi ropa interior hacia un lado, gimo
mientras deslizo un dedo dentro de mí imaginando que es él.

Salgo de mi estado de euforia y me siento avergonzada cuando oigo a


alguien aclararse la garganta. Abro un ojo, rezando como el infierno para
que sea cualquiera menos Marty. Preferiría que fuera un asesino o el
hombre del saco. Sin embargo, es él.

—Yo... —comienza, pero cierra la boca cuando no puede hallar las palabras
correctas. No puedo ayudarle ahora mismo. Tampoco sé qué demonios
hacer. Y mi dedo sigue enterrado hasta el nudillo dentro de mi coño que se
ha mojado un poco más al verlo.

Nunca he estado más lista para morir. Quiero que el mundo me trague.
¿Por qué la vida real no puede ser como los dibujos animados donde llevan
una bolsa mágica llena de agujeros negros para poder saltar a cualquier
parte?

—¿Qué estás haciendo, Maddie? —pregunta, o bien quiere hacerme sentir


como un idiota, o es así de estúpido.

—Me estoy metiendo un dedo, —le digo, en realidad.

Escucho cómo se le escapa un bajo gruñido, y finalmente noto la mirada


en su rostro. No es por vergüenza o por pena. No hay ningún rastro de
humor o diversión. Lo que veo es una necesidad y un deseo en bruto. Casi
puedo verlo.

Cierra la puerta y mi pulso se acelera con cada paso que da. Estoy
congelada contra las sábanas. La única parte de mi cuerpo que se mueve
son mis ojos que siguen cada uno de sus movimientos y mi corazón que
prácticamente se está saliendo de mi pecho. Ni siquiera estoy respirando.

Trago con fuerza mientras él agarra las sábanas que tengo encima y las
retira lentamente. Con las rodillas abiertas, la mano entre mis piernas y
la camisa sobre el estómago, estoy completamente revelada a él.

139
—¿Puedo? —pregunta, o más bien gruñe. No sé para que pide permiso.
Pero lo tiene. Nunca lo ha pedido, simplemente lo ha tomado y siempre se
lo he dado. Y por el momento, eso no ha cambiado. Aceptaré lo que me
quiera dar.

Agarrándome de las rodillas, me gira para que esté frente a él, haciendo
caer las almohadas al suelo en el proceso. Mi mano se desliza de entre mis
piernas, y la suelto en cualquier lugar que caiga. Mi trasero ahora está en
el borde de la cama. Una pierna está apoyada en su brazo mientras que la
otra cuelga sin vida a un lado.

Con su mano libre, gira su sombrero hacia atrás en su cabeza,


ofreciéndome una mirada prometedora que me tiene al borde del orgasmo
una vez más. Al arrodillarse, coloca mis piernas sobre sus hombros y
agarra los lados de mi ropa interior. Lentamente, me la baja por las
desnudas piernas. Liberando un pie, dejándola colgando del otro.

Veo como sus ojos se acercan a mi coño. Mis labios están mucho más llenos
de lo que solían estar. Sé que la semana pasada no tuvo la misma visión
que tiene ahora. Esta es la primera vez que me ve de cerca y en persona.
Mi cabeza cae hacia atrás mientras cierro los ojos con vergüenza. Por favor,
no digas nada. Por favor, no digas nada.

—Tienes el coño más hermoso que he visto en mi vida, Maddie.

Bien... puede decir eso. Y mi nombre... también lo puede decir. Suena


perfecto en sus labios, casi con reverencia. Y mi autoestima recibe un
impulso que hace que me relaje un poco y me acuerde de respirar.

Con un largo y torturador movimiento, arrastra su lengua por mis labios


desde la entrada hasta mi clítoris. Me sacudo al sentir su cálida lengua y
ni siquiera ha pasado por entre mis pliegues. Agarrando mi trasero en sus
manos, gime con apreciación mientras sus pulgares se mueven hacia mis
labios, separándolos. Siento como el aire golpea mi coño que está
completamente expuesto y juro que lo escucho inhalar. Comienzo a

140
mirarlo, pero su boca se cierra sobre mí y mi espalda se arquea por el
contacto.

Sí la práctica hace al maestro, entonces Marty tiene un doctorado en comer


coños. Siempre ha sido su parte favorita de hacer el amor. Pasaría horas
entre mis piernas si lo dejara. En ocasiones me lo permitía, y ahora estoy
agradecida por ello. Él lame, chupa, besa, reclama y me destruye con su
boca. No sólo usa su lengua, sino sus labios, sus dientes... todo. Y no puedo
decidir qué es lo que se siente mejor porque todo parece tan jodidamente
bueno.

Estoy sudando, acercándome, débil, sin vida y justo cuando estoy a punto
de morir, me revive con otro orgasmo que se enciende dentro mío y me hace
gritar. Estoy destrozada. Me siento rota. Sin aliento. Y él es implacable.

Me arden los pulmones. Me duele la garganta. Mis ojos están nublados y


desenfocados. No puedo pedirle que se detenga porque mi cuerpo no me lo
permite. Mi pobre vagina ha estado lejos de su boca durante demasiado
tiempo y le debo este momento.

Cuando otro orgasmo me atraviesa, tengo miedo de que me mate. Estoy


tan destrozada que no tengo la fuerza para arquear mi espalda o gemir de
placer. Sólo suspiro en silencio mientras mis piernas se sacuden.

Con un tierno beso en la parte superior de mi desnudo coño, lentamente


trepa sobre mí. Siento sus manos mientras se deslizan por mis muslos, mis
caderas y mi estómago exponiendo la parte más incómoda de mí. No puedo
detenerlo. Simplemente no tengo la energía. Pero encuentro la voluntad
para abrir mis ojos y evaluar su reacción.

Sus dedos toman mi carne y me da cariñosos besos de apreciación en mi


estómago. Si le repugno, hace un buen trabajo ocultándolo. Subiendo mi
camisa hasta el cuello, mis pechos quedan a la vista y de repente tengo el
impulso de cubrirme. Pero no lo hago. Esta soy yo, la parte real, cruda y
física de mí que permanece inalterable.

141
Mis pezones se endurecen bajo su mirada, y cuando inclina la cabeza
espero que se meta uno en la boca. En cambio, coloca besos en mis pechos
antes de levantarse para mirarme. —Eres hermosa, nena. Más preciosa de
lo que nunca has sido.

Si no estuviese ya derritiéndome en la cama, sería un charco. La mirada


que lleva es humilde, agradecida y cariñosa. Es diferente a cualquier
manera en que me haya mirado. Es mucho mejor. Algo en la forma de
llamarme hermosa y preciosa implica más que todas las veces que me ha
llamado sexy. No tiene que decirme que soy sexy ahora, porque me hace
sentir así.

Al sentarse, me deja de costado en la cama, y tira de las sábanas a mi


alrededor. Parece que está luchando con algo en su interior, y conozco esa
sensación. Con una última mirada llena de promesas que no puedo
descifrar, se gira para irse. Antes de que la puerta se cierre, me pierdo en
ese estado de saciedad al que sólo él alguna vez me ha conducido. Y se
siente mucho mejor de lo que recordaba.

Soy todo sonrisas, sol y arco iris cuando me despierto más tarde esa noche.
En parte se debe al hecho de que la humedad entre mis piernas no es
causada por pensamientos de Marty, sino que en realidad proviene de
Marty.

Salto a mi vestidor, sacando un pantalón holgado y una camiseta sin


mangas antes de prácticamente volar a la sala de estar, donde su olor
perdura. Bueno, eso es un poco exagerado. En realidad, no puedo olerlo,
pero sé que está aquí.

Excepto que no está.

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La parte delantera de mi casa tiene una superficie abierta, lo que me
permite ver la pequeña cocina, el comedor y la sala de estar a la vez. Mis
ojos escanean una, dos, tres veces y todas las veces termino con el mismo
resultado, no está aquí.

Encorvando mis hombros, dramáticamente arrastro mis pies hacia la


cafetera. ¿Qué esperaba? ¿Que estuviera sentado aquí esperándome?
¿Pasando el día pacientemente esperando la próxima oportunidad de
lanzarme a ese sublime éxtasis que sólo él puede?

—No estés tan decepcionada, nena. —Mis ojos se mueven hacia la gran
obra de arte que está frente a mí con una sonrisa arrogante.

Está aquí. No sólo está aquí, sino que está sin camisa. Mis ojos se abren
de par en par simplemente para ver todo lo que hay en él. Es tan... grande.
Es como una montaña, su cuello se mueve como si fuera una colina sobre
sus enormes hombros. Él le da una nueva dimensión a la palabra armas.
El arte hermoso, tupido y uniforme que tiene su pecho es amplio y extenso.
Mis ojos se dirigen a su plano y tonificado abdomen que es donde se
encuentran los abdominales más amplios que jamás he visto. Y conducen
a esa V que moja mi ropa interior y que es más visible debido a la
sudoración que se extiende muy, muy abajo de sus caderas, tan abajo que
puedo ver una sombra de vello.

Hijo de puta

—Voy a tomar eso como un cumplido. —Mierda. ¿Dije eso en voz alta?
—Deberías… Es decir —digo agitando mi mano hacia su cuerpo mientras
mis ojos se mueven involuntariamente hacia otro lado—. Eres realmente
genial. —Parezco una estúpida. Y no me importa.

—Tú tampoco estás tan mal, cariño. —Mis ojos buscan los suyos, sólo para
descubrir que me están mirando. Sigo su visión. En otro momento, habría
ladeado mi cadera y le habría dado una sonrisa sexy. Ahora, deseo que esa
bolsa con agujeros mágicos regrese otra vez.

143
—Siempre me pregunté cómo te verías con más curvas. Es mejor de lo que
pensaba. —¿Eso fue un cumplido? porque me lo tomaré como un cumplido.
Necesito ese estímulo de confianza ahora mismo. Especialmente mientras
estoy parada aquí luciendo como un infierno machacado y él está aquí
luciendo como... no un infierno machacado.

Mierda. Tengo que recomponerme. Pero está tan cerca. Y maldita sea...
Huele a jabón, a mi jabón. Quiero lamerle los dedos. No sé por qué, pero
tengo el impulso de chuparle sus gruesos dedos y obligarlo a pensar en mi
boca en otra parte de su anatomía. Entonces, quiero que me diga lo que
quiere.

—¿Tienes hambre?

—Muerta de hambre, —digo, sin aliento y de una manera que sugiere que
no tengo hambre de comida.

Lo ignora, o no se da cuenta. —¿Quieres pedir una pizza? ¿Ver una


película? —¿Follar? Quiero que diga la palabra, pero no lo hace.

—Suena genial. Haré el llamado. —Paso a su lado, luchando como un


demonio para que el aire llegue a mis doloridos pulmones y así evitar su
olor. Estoy dentro de mi habitación, con la espalda apoyada contra la
puerta abierta antes de encontrarlo.

Después de varias respiraciones profundas y un ataque de tos, por fin me


recompongo y pido nuestra orden. Todavía recuerdo lo que le gusta,
asumiendo que sus gustos no han cambiado. Para mí no han cambiado.
Dentro de mi habitación, esa sonrisa arrogante finalmente aparece en mi
rostro.

Estoy hablando con la chica del otro lado de la línea, que está claramente
aburrida, mientras entro en mi baño y me veo por primera vez desde que
me desperté.

144
—Oh no, —gimo, mirando mi cabello que parece el trasero de un pavo real
antes de contemplar mis duros pezones que se asoman a través de mi
delgada camiseta de tirantes. Para empeorar las cosas, es blanca
exponiendo mis ligeramente caídos pechos.

—¿Señora? ¿Así que no quiere peperoni extra? —pregunta la chica, molesta.

—Sí, extra de peperoni. —¿Por qué diablos no? Sin duda puedo aprovechar
las pocas calorías extra.

Le doy mi nombre y me pregunta si quiero utilizar la tarjeta de crédito


registrada, lo que me hace sentir aún más gorda. Me promete que la entrega
se hará en treinta minutos y luego cuelga.

Trato de arreglar mi cabello, pero como me fui a dormir con el cabello


mojado y sin cepillarlo, no hay esperanzas. Eventualmente, como ya me ha
visto, me digo a la mierda y arrastro mi trasero de apariencia fea de vuelta
a la sala. El olor del humo de un cigarrillo me golpea y de repente no puedo
arrastrarme lo suficientemente rápido.

Quitando el cigarrillo de los dedos de Marty, doy una profunda calada. No


es suficiente, así que tomo unas cuantas veces más hasta que mis
pulmones arden como el fuego en protesta. Marty levanta una ceja.

—Eso es una buena mamada.

—En lo cual sabes que soy buena, —bromeo. Sus ojos se oscurecen. Doy
otra calada.

Agarra el cigarrillo y lo apaga en el cenicero. —Buscaré una película, —


dice, tratando de cambiar de tema. Pero mis ojos están en su grueso cuello
y en la forma en que su pulso martillea. No puedo ocultar mi sonrisa. Me
desea profundamente.

145
Juro que puedo oler la pizza incluso antes de que llegue. Marty puede que
huela bien, pero mi amor por la comida supera mi deseo por él. Así que
cuando llega la responsable de la obstrucción de las arterias, la acidez
estomacal y el amor por la pizza, me olvido de que está aquí.

Acurrucados en el sofá con un gran vaso de soda fría y la caja de pizza


entre nosotros, con Marty nos acomodamos para ver la película que resulta
ser Avatar una de mis favoritas. Es la primera vez que la ve, y es una de
esas películas que no me importa ver una y otra vez.

Antes de darme cuenta, hemos devorado la pizza y estoy estirada en el sofá


con los pies en el regazo de Marty mientras él los frota sin darse cuenta.
Igual que anoche. Justo como solía hacerlo.

Durante años, me he convencido de que esta parte de mi vida se había


acabado. Nosotros ya no estamos juntos. Pero en este momento, él hace
que sea muy fácil para mí quererlo. Con sólo observar la forma en que sus
verdes ojos brillan con diferentes emociones mientras la película fluye de
una escena a la siguiente. La fuerte y gruesa línea de su mandíbula
cubierta de pelos tras dos días sin afeitarse. Hace que su rostro, ya
bronceado, se oscurezca. La pequeña irregularidad en su nariz por haberla
roto junto con la pequeña cicatriz en su mejilla izquierda, añade peligro y
misterio a su apariencia. Y esos labios... llenos y perfectos con un profundo
surco que sólo aumenta la curvatura de su labio superior.

—¿Por qué me estudias tanto? —pregunta, inclinando la cabeza para


mirarme. Sus brillantes ojos felinos brillan con diversión. Podría mentirle,
pero no quiero hacerlo.

—Estoy pensando en lo mucho que te he echado de menos.

Me hace un guiño.—Bueno, ya estoy aquí.

146
Sí, lo estás. Y esta vez, me temo que no podré dejar que se vaya.

147
Capítulo 12
Maddie

El domingo, alrededor de las dos de la tarde, me despierta de mi siesta en


el sofá el familiar estruendo de los caños de escape. Apenas había logrado
dormir anoche sabiendo que Marty estaba en mi casa, pero no en mi cama.
Me quedé despierta preguntándome si estaba pensando en mí. Si me
echaba de menos. ¿Por qué diablos estaba durmiendo en el sofá cuando
tenía mucho espacio para él a mi lado? O sobre mí. En mí...

Marty se levanta de su lugar al final del sofá, y se dirige a la ventana. Abre


las persianas y murmuramos al unísono. —Malditos entrometidos...

Treinta minutos más tarde, estoy sirviendo café, y escuchando a medias


las muchas conversaciones que hay dentro de mi cocina. No logro
concentrarme en ninguna porque no puedo evitar que mis ojos busquen
constantemente los de Marty. La mirada que tiene es desconcertante. Me
observa como si fuera la única mujer en la habitación. Vigila cada uno de
mis movimientos. Incluso cuando está conversando con alguien, es
consciente de todo lo que hago. ¿Y lo peor de todo? Es que quiero que me
mire sólo a mí.

Tenerlo aquí ha sido mucho mejor de lo que podría haber imaginado. Me


gusta que seamos solo nosotros. Pero deja una vez más, que el club arruine
todo lo bueno que está pasando entre nosotros. No es que esto sea algo
serio... pero, aun así.

—¿Vendrás con nosotras? —La súplica de Red me saca de mis


pensamientos y por mi vida no puedo recordar de qué estábamos hablando.
Afortunadamente, ella refresca mi memoria—. Para celebrar mi
abstinencia... Sólo vamos a salir a comer y tal vez a tomar unos tragos.

148
Su abstinencia no significaba dejar el alcohol, sólo la heroína. Este era su
décimo aniversario de estar limpia, y era algo que había que celebrar. Pero
una cena y unas copas nunca significaron sólo eso. Al final de la noche,
estaríamos completamente borradas y tendríamos que hacer que los chicos
nos recogieran.

Mientras Red defiende su argumento, puedo notar que Marty me observa


mientras espera mi respuesta. Por alguna razón, estoy de acuerdo en ver
cuál será su reacción. —Yo iré. —La conversación alrededor del mostrador
en mi cocina se desvanece cuando todos los ojos se posan en mí.

Esta es la parte en la que cambio de opinión y declino todo lo que se espera


de mí. Durante años no he salido con las chicas porque, sin que ellas lo
sepan, no soy la misma Maddie que conocían. Claro que actúo igual y me
veo igual, pero esa chica débil e indefensa que siempre han conocido ya no
existe. Pero no pueden saber eso. Es mejor para todos que sigan pensando
que necesito que me protejan.

No es así.

Mientras continúan mirándome con una silenciosa incredulidad, las


tranquilizo. —Será divertido. Necesito salir.

Por el rabillo del ojo, puedo ver la mirada curiosa de Marty. Lo más
probable es que Luke le haya contado que ya no hago nada con las chicas.
Cómo me he alejado del club. Cuánto me extraña Dallas y cómo he herido
sus sentimientos al no acercarme... bla, bla, bla. La verdad es que tengo
mejores cosas que hacer. Pero puedo soportar una noche. ¿Quién sabe?
Podría ser realmente... terapéutico.

149
Las fajas son las mejores amigas de una chica. Mirándome desde otro
ángulo, siento una sensación de satisfacción que se extiende a través de mí
cuando veo que mi vientre se ve tonificado y plano como antes. Hace
demasiado frío para un vestido, así que me pongo mis mejores vaqueros y
un top blanco ajustado que cuelga de mis hombros. Poniéndome un par de
Jimmy Choos rojos en los pies, me siento como la delgada y sexy Maddie
que fui una vez.

Conduzco a Apollo's, un pequeño restaurante italiano en el centro de


Hattiesburg, donde prometí encontrarme con Red y Dallas. Me esperan
dentro del bar, no es de extrañar, y cuando entro me silban.

—Te ves... caliente, Maddie, —dice Red, arrastrando sus ojos por mi cuerpo
en genuino aprecio. No les digo que es la faja, sólo desestimo su cumplido
con la mano, como si así fuera mi aspecto al despertar cada mañana.

Pido la misma bebida que mis hermanas, Redbull y Vodka, y ofrezco un


brindis por Red. Ella sonríe mientras lo acepta y así comienza oficialmente
la celebración. Después de cuatro tragos, me encuentro contándoles mis
recientes encuentros sexuales con Marty sin escatimar en un solo detalle.

—Mierda... —dice Dallas—. Eso está caliente.

Le hago un guiño, señalando al camarero para otra ronda. —Lo sé. Y


escucha esto. —Me aseguro de tener toda su atención antes de que las haga
sorprender con mis conocimientos sobre Marty—. Soy la única persona con
la que ha estado desde que salió.

—De ninguna manera, —dice Red, inclinándose hacia atrás y cruzando los
brazos sobre su pecho, sin importarle un carajo su lenguaje soez—. Es un
hombre. Puedo asegurar que ha tenido sexo en más de dos ocasiones.

—Les juro que no lo ha hecho. Sólo ha probado cosas de la buena —Anuncié


un poco demasiado fuerte en defensa de Marty y un poco demasiado

150
presumido de mi parte—. Él no me mentiría. No tiene motivos para
hacerlo.

—Entonces, ¿por qué no ha exigido más de las cosas de las buenas?—


Dallas pregunta, confundida. Red me está dando esa mirada de te lo dije y
empiezo a dudar de la afirmación de Marty.

—Quizás es porque no quiere que piense que sólo me quiere por mi cuerpo.
—Mi respuesta es débil, pero ellas asienten con la cabeza pensando en esa
opción.

—Ya veo. —Las palabras de Red traen una esperanza que se eleva dentro
de mí una vez más—. Él querría tener cuidado contigo. Y después de cinco
años estoy segura de que la precaución es lo último que lograría conseguir.
Así que está siendo paciente.

—Estoy diciendo tonterías —Debbie Downer Dallas no está convencida. Y


Red acaba de quitarle el puesto en mi lista de favoritos—. Pero si quieres
creerlo, entonces lo haré contigo.

Ella sostiene su vaso frente al mío, y yo le doy un educado asentimiento.—


Vaya, gracias, hermana. Es exactamente lo que quería que dijeras.

—Última ronda, —anuncia el camarero, que parece molesto con nosotras


tres. Miro a mi alrededor y veo que somos las únicas personas que quedan.
Supongo que, si nos damos prisa y nos vamos, entonces él también podrá
hacerlo.

—¿Nuestro lugar? —Les sugiero, sabiendo que el pequeño bar mantendrá


las puertas abiertas para nosotras mientras gastemos dinero.

Dando un golpe en la barra con su tarjeta de crédito, Dallas asiente con la


cabeza. Pero Red sacude la cabeza y se apresura a bajar su bebida para
que pueda responder. —Hay un nuevo lugar a una hora de aquí. Vamos a
echarle un vistazo. —Encogiéndome de hombros, acepto como también lo
hace Dallas. Nosotras pagamos la cuenta y Red, es nuestra mejor

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conductora ebria, está nominada al premio DUI por conducir bajo los
efectos del alcohol.

A medida que nos acercamos a nuestro destino, la realidad empieza a


sumergirse en el lugar al que nos dirigimos. Este nuevo lugar puede ser
nuevo para Red y Dallas, pero para mí es una vieja noticia. No dejo de
recordarme a mí misma que hace meses que no estoy aquí. ¿Qué
posibilidades hay de que la misma gente esté allí? Y aunque lo estén, nadie
se acordará de mí. Estoy segura de ello.

—Hola, —el camarero dice en voz alta sobre la música, guiñándome un ojo,
un guiño que dice Me acuerdo de ti.
Frunzo el ceño, lista para decirle que tiene a la chica equivocada, pero se
aleja. —¿Oíste a ese tipo? —Le grito a Red encima de la música.

Suspiro con alivio cuando ella mueve la cabeza. —No, estoy demasiado
ocupada mirando a ese. —Señala y sigo su dedo a un hombre al otro lado
de la habitación que está haciendo una imitación de Magic Mike en la pista
de baile.

Es alto, musculoso y está sin camisa. Su pelo claro tiene unos rizos y
algunos mechones se pegan a su cuello y a los lados de su rostro. Como si
pudiera sentir mis ojos fijos en él, mira hacia arriba desde el suelo
apuntando con su dedo directamente a mí. Luego, con un movimiento
suave como el de Patrick Swayze, me hace un gesto para que me acerque.

Sacudiendo la cabeza, empiezo a protestar. —No... —digo, aunque nadie


pueda oírme.

—¿Qué demonios estás haciendo, Maddie? —Grita Red, mirándome como


si me hubiesen salido cuernos—. Eres soltera. Queremos vivir de forma

152
indirecta a través de ti. —Mira a Dallas que dice algo, y asiente con la
cabeza para dar su aprobación.

Tomando un trago de la bandeja de una camarera que está cerca, ignoro


sus protestas y tomo el líquido estimulante. Al necesitar más, tomo otro
mientras Red saca dinero de su bolsillo trasero y se lo da a la camarera
que aún está enfadada.

Me uno al Sr. Sexy en la pista de baile al tiempo que una serie de gritos
resuena por la habitación. Me toma en sus brazos con un poco más de
fuerza de la que creo necesaria, y entierra su rostro en mi cabello.

—Hola, sexy. —Su voz es baja y sucia, rapeando las palabras mientras las
jadea en mi oído. El saludo del camarero me tiene paranoica y busco su
rostro para reconocerlo. Cuando no veo nada, finalmente me permito
relajarme.

Nuestros cuerpos se amoldan juntos. Me sujeta con fuerza contra él,


manteniendo sus manos firmemente presionadas contra la parte alta de
mi trasero y detrás de mi cuello. Todo esto está fuera de mi zona de confort
habitual. Pero el alcohol, la charla sexy y los empujes de cadera me hacen
renunciar a todo sentido de normalidad y dar un salto al vagón del peligro
con un extraño.

Estoy perdida con la música. Es lo único que siento, escucho y veo. El bajo
suena al mismo ritmo constante que mi corazón. He echado de menos esto.
He extrañado el hecho de dejarme llevar. La sensación es tan eufórica
como si estuviese flotando. Pero todo cambia en un instante cuando me
arrancan de una nube, me cortan las alas para estrellarme y caer de nuevo
en el presente.

—¡Perra! —Si las palabras no hubiesen sido gritadas en mi oído,


probablemente las habría ignorado. Pero miro hacia arriba para ver a un
hombre luchando contra otros dos para llegar hasta mí. Me muevo para
alejarme del hombre con el que estaba bailando y le pregunto a este imbécil
cuál es su problema.

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—¿Ella es Whitney? —Mi compañero de baile dice alto sobre la música.

Mi sangre se enfría. Estoy sacudiendo la cabeza mientras el hombre que


echa espuma por la boca asiente con la suya. Sus ojos se fijan en los míos.
—Sí, es ella. Sólo lleva una peluca. —Mierda. Carajo. Maldición.

Antes de que tenga la oportunidad de moverme, el hombre cuyos brazos


aún están alrededor de mi cintura introduce una mano en mi cabello y me
da una brusca sacudida. Grito, luchando contra su agarre.

De la nada, Red se lanza como una fiera salvaje, saltando sobre la espalda
del hombre y envolviendo sus brazos alrededor de su cuello.
Inmediatamente me libera, luchando por quitarle las manos de su
garganta mientras Dallas lo ataca por el frente.

Me tambaleo hacia atrás, perdiendo el equilibrio y aterrizando sobre mi


trasero justo donde está mi acusador. Gruñe algo, liberando su brazo y
balanceándolo hacia mí. Levanto las manos para bloquear el golpe que
nunca llega. Luego, mis ojos se enfocan en un dibujo con letras anaranjada
y negras sobre una chaqueta negra. No tengo que ver su rostro para saber
quién es. Esos hombros anchos, ese perfecto trasero y ese gorro al revés es
suficiente respuesta, Marty. Pero en este momento, no sólo es él mismo.
Es el Renegado del Diablo, Marty.

El bar entero ha estallado en un caos. Todos están peleando, gritando y


entrando en pánico, pero mi atención se centra en el brazo de Marty
mientras da implacables puñetazos al hombre que tiene delante.

Alguien me agarra por debajo de los brazos y comienzo a luchar cuando me


ponen de pie.—Soy Chuck, —le escucho decir mientras me saca por la
puerta.

Escucho a alguien decir que saquen a las chicas y reconozco la voz de Luke.
Entonces me doy cuenta de que estoy viendo a todo el club entrar en el bar
mientras me llevan. Antes de que mis pies estén en el suelo, Dallas y Red

154
son sacadas también dando patadas y gritando. Una vez que salen, me
preparo para la verdadera pelea.

—¡Qué mierda, Maddie! —grita Dallas, como si fuera mi culpa, que en


realidad lo es—. ¿Conoces a ese tipo?

No respondo. Estoy tratando de arreglar mi cabello y mi ropa. No voy a


hablar de esto con ellas, en realidad, con nadie. Esto no debería haber
pasado.
Sabía que no debía venir aquí.
MIERDA.

—Esto es jodidamente increíble —Red chasquea—. Entre todos los lugares


a los que podríamos haber ido justo fuimos a elegir uno con una persona
parecida a Maddie. —Lanzando sus manos a sus caderas, patea la grava—
. ¿Quién llamó a los chicos? ¿Fuiste tú, Dallas? ¿Le dijiste a Luke dónde
estábamos? —Su tono es acusatorio. Además de fuerte. Y muy alto.

—Diablos no, —gruñe Dallas—. Tengo un marido que me da una paliza


con el cinturón cuando la cago. ¿Qué te hace pensar que se lo diría?

Ambas me miran y me encojo de hombros inocentemente. —Bueno, no fui


yo.

—Bueno —comienza Red, burlándose de mí—. Tal vez fue Whitney. —Elijo
ignorar su comentario y morderme el interior de mi mejilla para no
sonreír, a pesar del jodido peligro en el que nos he metido.

El bar se tranquiliza cuando se apaga la música. Unos momentos después


las puertas se abren de golpe y la gente empieza a salir. Como la cobarde
que esperan que sea, me escondo detrás de Dallas y Red, dejando que se
lleven la peor parte de las miradas furiosas que vienen hacia nosotras.
Esta gente está enfadada porque les hemos estropeado la noche. No puedo
culparlos. También estoy un poco molesta.

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Luke es el primero en salir, y no hay forma de evitar su mirada de muerte.
Observa directamente a través de Dallas y de Red hacia mí. —Qué.
Mierda. Ha. Pasado. Cada palabra es como un puñetazo en mi estómago,
trago y derramo toda la historia, con una mentira que afirma que no
conocía a ese hombre en absoluto.

Dallas palidece a medida que él se acerca. Entonces me doy cuenta de que


sus muslos se frotan entre sí. ¿Entonces está asustada y excitada? Qué
combinación. —¿Estás bien, nena? —pregunta él, metiendo un mechón de
cabello detrás de su oreja.

Me doy la vuelta, dejándolos tener su momento. La tensión es muy fuerte,


pero dejando para que Regg rompa el hielo y haga una escena. —¿Vieron
a mi bebé? —le pregunta a nadie en particular. Con una gran sonrisa, coge
a Red por la cintura y la hace girar—. ¡Como un maldito ninja! —Grita de
alegría antes de plantarle un beso que no es adecuado para que lo vean los
niños. Bueno, para cualquiera que lo vea, en realidad.

Otra vez, soy la tercer rueda. La pobre y solitaria Maddie, suplicando por
un poco de cariño. Busco a Marty, que es lo más parecido a un premio que
obtendré entre esta multitud, pero no lo veo por ninguna parte. Estoy
segura de que le está sacando la verdad a golpes. Si tiene éxito, tendré que
mentir. Eso sí me pregunta. Y sé que lo hará. Esta es exactamente la razón
por la que evité hacer nada con las chicas o el club. Odiaba sentirme, así
como una víctima.

Arrastrando mis pies, me dirijo a la camioneta donde Chuck está


esperando. Me coloco en el asiento delantero y apoyo mi cabeza en la
ventana y miro hacia afuera... mis ojos siguen buscando a Marty. Dallas y
Red se sientan detrás de mí, reviviendo los eventos y dando más detalles
de lo que realmente pasó.

Mientras la camioneta se aleja, veo a Marty parado en la puerta del bar.


Su cuerpo está temblando de rabia. Sus nudillos están destrozados y
ensangrentados. Incluso cuando Luke se acerca a él, mantiene su mirada
en mí. A través de las ranuras estrechas de los brillantes y verdes ojos de

156
Marty, puedo ver que dicen todo lo que no quiere expresa en voz alta.
Tengo miedo, pero siento alivio cuando me doy cuenta de lo que dicen esos
ojos.

Él lo sabe.

157
Capítulos 13
Maddie

—Estoy bien, —digo por millonésima vez mientras me dejan en mi coche.


Pero para asegurarse, Chuck llama a Luke para que lo autorice, sólo
después de escuchar mi voz y comprobar que no estoy borracha.
Finalmente, me libero de la retención del MC y soy libre de conducir hasta
mi casa.

Me detengo en un autocine y pido más de lo que podría comer. Para colmo,


tomo un batido de chocolate que estoy segura contiene más calorías de las
que cualquier humano debería consumir en un día.

Cuando llego a casa, el batido está vacío, todas mis patatas fritas se han
acabado y eso es sólo el principio de mi desesperación. En mi entrada hay
una Harley que conozco muy bien, Elvira. —Aquí vamos, —murmuro para
mí misma, abriendo mi puerta y saliendo de mi coche. La maldita faja
estaba dañando mi capacidad para moverme.

—¿Ahora haces visitas a domicilio? —Pregunto cuando entro para


encontrarlo sentado en mi encimera. No debería hacerme la sabelotodo,
pero mi humor ha caído en picada de repente. Sin importarme una mierda
lo que vea, me quito los zapatos, la camisa y los vaqueros dejando un rastro
de ropa por el pasillo.

Cerrando de golpe la puerta de mi habitación, empiezo a quitarme de la


cintura el artilugio apretado del estómago. Genial. Ahora puedo comer
más. Justo lo que necesito. Agarro una camisa de mi vestidor, me pongo
un par de pantalones cortos de pijama y me mantengo sin ropa interior en
un intento de permitir que mi vagina respire. La pobre chica no sólo fue
privada de una polla, sino que ahora también la estaba asfixiando. Como
parecido a como me siento cuando veo a Marty todavía en mi cocina.

158
No ha hecho nada malo. No puedo culparlo por ser listo o por sacarle la
verdad a golpes a un hombre. Predije que sucedería. Sólo que no tan
pronto.

Porque soy culpable y sé que estoy en la guillotina, de manera inmediata


me pongo a la defensiva. Mi mejor arma en este momento es la ira, y la uso
con todas mis fuerzas contra él.

—Adelante, Marty. Hazme la pregunta. —Comienzo en cuanto nos


miramos. Para quitar el sentimiento de remordimiento, se me ocurren
pensamientos horribles. Quiero hacerlo enojar. Que se enfade conmigo. Tal
vez lo haga enojar lo suficiente como para que me abandone de nuevo por
completo.

Mierda. Eso fue un golpe bajo, Maddie. Incluso cuando lo pienso, sé que es
injusto. Estoy enfadada conmigo misma y me desquito con él.

—¿Estás bien, Maddie? ¿Qué hiciste, Maddie? ¿Estás herida, Maddie? —


Uso una imitación diferente con cada pregunta. Red, Dallas, Luke... Me
han estado haciendo las mismas preguntas durante años. No tiene sentido
romper la tradición justo ahora.

Me mantengo ocupada en la cocina tirando cosas que no merecen tirarse


mientras me desahogo y evito el contacto visual con él. Sé que me está
observando desde el taburete, probablemente a punto de pedir refuerzos
para que lo ayuden a lidiar con mi nuevo nivel de locura. Me importa una
mierda. Puede llamarlos a todos. Tal vez vengan y pueda darles un poco
de mi parecer también.

—Esta noche te veías bien —dice con una voz baja y pensativa—. Todavía
lo haces.

Poniendo mi malhumor temporalmente en pausa, me giro para


encontrarme con su mirada, que parece tan pensativa como sus palabras.
Soy absorbida por esos ojos felinos de color verde brillante. Tiene un rostro

159
tan hermoso, perfectamente marcado por las huellas del dolor que ha
soportado.

—No me gusta hacer preguntas de las que ya sé la respuesta, por cierto,


—Lucha contra una sonrisa y siento que se está formando una en mis
propios labios. Pero lucho contra ella. No estoy lista ni de humor para
perdonar todavía. Quiero estar enojada por un tiempo más. Y necesito
averiguar exactamente qué es lo que él sabe.

—¿Así que crees que sabes las respuestas? Bueno —con un movimiento de
mi mano, le ofrezco la palabra, —adelante, ilumíname.

Aclarando su garganta, ladea la cabeza antes de hablar. —Físicamente


estás bien, pero mentalmente estás jodida. Estás confundida, cansada,
perdida y ahora mismo... enfadada. —Pues ha acertado una. Gran cosa—.
Todo lo que hiciste fue salir esta noche para divertirte con tus hermanas.
Bebiste, bailaste y fuiste víctima de un simple caso de falsa identidad.

Mis rodillas se debilitan con su confesión. No lo sabe. Lucho como el


demonio para no dejar escapar un suspiro de alivio. Marty es bueno
leyendo a la gente. Por suerte para mí, soy buena levantando paredes que
no tienen ni una mirilla.

—A menos que quieras decirme algo más. —Mi alivio es de corta duración.
El desafío en sus ojos me pone nerviosa. ¿Lo sabe? Marty no es el tipo de
hombre que se anda con vueltas. ¿Pero podría estar probándome?

Me aclaro la garganta e ignoro su comentario mientras apoyo los codos en


la encimera para no parecer afectada. Espero que funcione. —¿Y la otra
pregunta? —Digo, logrando mantener mi voz en forma sarcástica—. ¿Estás
herida, Maddie? —Es una mierda la impresión que tengo de él, entonces
se sonríe y sacude la cabeza ante mi débil intento.

—Si estuvieras herida, nena, lo sabría. Mejor que nadie. Porque te he visto
lastimada, Maddie. Y es jodidamente desgarrador. Lo sé, porque cuando
tú sientes dolor, yo también lo siento.

160
¿Qué responde una chica a eso? Nada. Porque no hay suficientes palabras
para expresar lo completa que me hace sentir. Es como si estuviera
besando mi alma. Ahora que lo ha hecho, hay muchos más lugares que se
me ocurren para que me bese.

—Dime lo que estás pensando, Maddie.

Ya sabe lo que estoy pensando. Bien. Quiero que lo sepa.

Puede que no sea la chica que era hace seis años, pero mi atracción por él
es más fuerte que nunca. Sólo porque quiera mantener una parte de mí
escondida un poco más, no significa que ya no quiera que me bese.
Lamerme. Follarme. Y por el tiempo que dure, ayudándome a olvidar este
jodido mundo que he creado para mí.

—Dime, —gruñe. Quiere oírme decirlo. Está bien.

—Estoy pensando en todos los lugares en los que quiero tener tu boca.

Mi aliento se acelera cuando lleva sus ojos a mi boca. —No sólo quiero
besarte, nena —Dilo. Por favor, dilo. Por favor, por favor, por favor, por
favor, dilo—. Quiero follarte.

Lo dijo. Estoy lista. Y él también. Lo único que hay entre nosotros es aire,
una oportunidad y un metro de distancia. Pero se está acercando
rápidamente, aprovechando la oportunidad y cuando está directamente
delante de mí, el aire es expulsado de mis pulmones.

—¿Todavía estás enfadada, Maddie? —pregunta, mirándome.

—Siempre.

Sus ojos se oscurecen y su voz disminuye. —Entonces, ¿qué tal si te saco


esa ira?

161
Conozco esta actuación. Me pregunta cómo lo quiero. ¿Me hace el amor?
¿No lo hace? No hay necesidad de arrancarle los pétalos a una flor con una
pregunta como esta. Sé lo que quiero... y es sólo lo que él me puede dar.
Duro, fuerte y rápido con un estilo propio el cual me ha arruinado para
todos los demás hombres del mundo.

Deslizando sus manos debajo de mis pantalones cortos, me pasa los dedos
por el desnudo trasero. Sin ningún esfuerzo, me levanta hasta que estoy a
horcajadas en su cintura con las piernas trabadas detrás de él. Mantengo
mis manos sobre sus hombros, esperando su orden.

Cuando me folla, me reclama. Controla todo mi cuerpo. Es la única cosa de


la que nunca me he arrepentido en mi vida. Y la única cosa que necesito
más que cualquier otra, su completa dominación.

—Los brazos alrededor de mi cuello, Maddie —Dice mi nombre como si


fuese suya. Y cuando hago lo que dice, tiemblo anticipándome a los halagos
que sé que vendrán después—. Buena chica. —Mierda. Esas dos palabras
son como las tuberías de mi coño e inmediatamente me humedezco al
oírlas.

El camino a mi dormitorio es tortuoso. Está dejando que la anticipación se


construya mientras me atraviesa con su mirada, prometiéndome cosas que
una chica puede sólo soñar. Justo en la puerta, rezo para que ignore el
interruptor de la luz. Como si pudiera leer mi mente, camina en la
oscuridad y cierra la puerta de una patada. La luz del baño está encendida,
iluminando la mayor parte del dormitorio y me maldigo a mí misma por
no haber apagado la maldita cosa.

Sentado en el borde de la cama, me saca de su cintura para que esté de pie


delante de él. Entonces, como el universo apesta tanto como mi suerte, se
acerca y enciende la lámpara junto a la cama. Ahora, no hay sombras en
las que pueda esconderme. Y antes de que abra la boca, ya sé lo que va a
decir.

—Desnúdate para mí, nena.

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Desearía estar borracha. Debí evitar el batido y las patatas fritas que son
en parte responsables de mi estado de sobriedad. Pero ahora que lo pienso,
debería haberme saltado a esos bastardos hace años. Entonces no estaría
en este apuro.

Tirando de mí para estar entre sus piernas, acuna mi rostro con sus manos,
obligándome a mirarlo. Pero en lugar de eso, miro por encima de su cabeza.
—Mírame. —Sin dudarlo, lo hago—. Eres hermosa. No me importa si no
tienes el tamaño que solías tener. Te deseo, Maddie. Y cuanto más de ti
haya, más te deseo. —La sinceridad de su mirada hace que las lágrimas
me quemen la parte posterior de mis ojos.

No llores. No llores. No llores.

Demasiado tarde. Estoy llorando. Y el sexo rudo, duro, es ahora un


recuerdo tan lejano como mi ira. No se puede follar con rabia a alguien sin
ira. —Estoy tratando de no llorar... —Lloro, y ahora soy un desastre
lloroso. ¿Qué diablos me pasa?

—Háblame, nena, —susurra Marty, sus pulgares trabajando horas extras


para atrapar mis lágrimas.

Tal vez es la culpa que siento por mentirle. O quizás son mis estúpidas
hormonas forzándome a tener una menopausia prematura. O tal vez es
porque sé que, con él, no tengo que contenerme. No tengo que fingir ser
débil o luchar para ser fuerte.

Permaneciendo de pie, Marty me envuelve en sus brazos y le permito que


lleve toda la carga, la angustia, el secreto y el peso que tengo. Dijo que
conoce mi dolor porque cuando algo me duele, a él también. Y sé más allá
de toda duda que es la verdad.

Hay algo en mi tristeza. Una forma de no sentir nada de lo que estoy


sintiendo en este momento. Él lo sabe, y cuando me acuesto en la cama, ya

163
siento que el dolor se desvanece mientras la promesa de placer comienza
a recorrer mi cuerpo.

—Me encantan tus muslos, —dice, bajando mi pantalón corto por mis
piernas lentamente—. Me encanta la forma en que se aprietan a mi
alrededor justo antes de que te vengas —Besando mis muslos, pone sus
manos en mis rodillas, extendiéndome para él—. Me encanta tu coño.

Me quejo mientras presiona un dedo dentro de mí, haciendo que mi


espalda se arquee fuera de la cama. —Siempre estás mojada, apretada, y
me encanta lo gruesos que son tus labios, no puedo esperar a sentir cómo
se frotan a lo largo de mi polla. —Mis manos se extienden hacia él,
tratando de acercarlo. Pero sólo agarran el aire.

—Coloca tus manos detrás de tu espalda, Maddie. —Gimo por necesidad,


sin embargo, las coloco debajo de mí—. Tienes la piel tan suave —Continúa
follándome lentamente con su dedo mientras su otra mano se arrastra por
debajo de mi camisa—. Me encanta la calidez de tu cuerpo. Nada de todo
esto es menos que perfecto. —Doblándose, planta un suave beso en el
centro de mi vientre, mientras hace círculos alrededor de mi ombligo con
su lengua.
—Sacate la camisa. —Cuando dudo, su dedo bombea más fuerte dentro de
mí, llamando mi atención antes de reducir la velocidad—. Dije... sácate la
camisa —Saco las manos de mi espalda, tratando de poner la camisa sobre
mi cabeza antes volver a poner mis manos en la espalda—. Buena chica.
—Ahí está otra vez. Al instante, estoy más húmeda.

No tengo que mirarlo para saber que está sonriendo, pero lo hago y él lo
hace. El cariño en sus ojos es suficiente para que me venga. Pero sé que no
es así. —Y estos, —su atención se centra ahora en mis pechos mientras se
inclina sobre mí con su aliento fresco causando que mis pezones se
endurezcan—. Estos son mejores de los que puedo recordar.

Habla como si estuviese asombrado por mi cuerpo... el cual encuentro


asqueroso. Pero si le encanta, entonces que le den... y a mí también. Haré

164
un striptease para él cuando quiera. Ahora mismo si lo desea. Sólo lo
necesito dentro de mí.

—¿Estás bien? —pregunta, y es como si mi libido se hubiese bañado en el


Ártico. Inclino la cabeza hacia atrás y cierro los ojos, rezando para que lo
haya oído mal. Pero entonces vuelve a hablar—. ¿Seguro que quieres hacer
esto? —Su cuerpo no sólo abandona el mío, sino también la cama por
completo.

Lo mataría. ¿Cómo se pasa de estar enfadada a triste, de estar devastada,


a ser apreciada, y a estar enfadada en cuestión de minutos? ¿Por qué no
puede simplemente follarme de una vez? —Necesito asegurarme, Maddie.
—Incluso su voz sexy se ha ido. No es que este sea nuestro primer rodeo.

—Me estás haciendo enojar, Marty, —le digo mirando al techo.

—Bien.

Antes de que mi cerebro pueda registrar el significado de sus palabras, sus


manos rodean mis tobillos y soy arrastrada al borde de la cama. Cuando
levanto la vista, Marty está de pie ante mí gloriosamente desnudo y con su
polla en un puño y juro que se ha hecho más grande desde la última vez
que lo vi. Nunca he estado tan agradecida por el peso extra. Al mirarlo
ahora, no veo cómo no me rompió cuando tenía menos peso.

—No tengo ningún condón. —Le digo de golpe, sin ninguna razón
aparente. Ya me había follado dos veces sin uno.

—No me importa.

—Aunque tengo una inyección.

—Eso tampoco me importa. —No tiene por qué decirme lo que le importa,
lo sé por el deseo que tiene en sus ojos al acercarse lentamente hacia la
fuerza que ejerce mi coño.

165
Su boca se abre con un gemido y sus ojos se cierran al empujar lentamente
dentro de mí. La sensación cuando me llena es nada menos que increíble.
Me está estirando, y consumiéndome. Nada es tan placentero o gratificante
como él dentro de mí.

Muerdo mi labio y sufro con la incomodidad que probablemente sería peor


si no fuera por esta sensación abrumadora. Su cuerpo está inmóvil. El mío
tiembla de necesidad. Está enterrado por completo y quiero más. Cuando
se lo digo, gime dolorosamente.

—Sólo dame un minuto, nena. —Mi propio egoísmo me ha hecho olvidar


que a menos que haya estado con alguien más, esta es sólo su tercera vez
en cinco años. Soy una maldita, miserable, cachonda y desesperada ahora
mismo. No puedo imaginar cómo se siente.

Se mueve con paso tortuoso. Justo cuando la fricción comienza a calentar


dentro de mí y mi orgasmo comienza a construirse, se inclina sobre mí
reclamando mi boca para suprimir sus gemidos mientras su polla palpita
y su liberación fluye dentro de mí. Ese sentimiento por sí solo es suficiente.

Pasando mis manos por su cuello y espalda, me quedo quieta. Cuando mis
músculos se contraen involuntariamente a su alrededor, siento su cuerpo
sacudirse con lo que sólo puede describirse como una sobrecarga de placer.
Si este va a ser todo el sexo que tenga esta noche, ya es suficiente.

—Pareces decepcionada —Me muestra una sonrisa arrogante—. ¿Dónde


está tu fe, Maddie? —Al besar mi clavícula, susurra contra mi piel dejando
una estela de piel de gallina en su camino—. Seguro que no crees que he
terminado contigo... sólo estoy empezando.

Mis brazos rodean su cuello sosteniéndolo sobre mí. Mis piernas se separan
más, dándole la bienvenida. Mi cuerpo comienza a vibrar en anticipación a
lo que me ha prometido. Y finalmente, en perfectos, medidos y deliciosos
golpes, comienza a moverse.

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Inmediatamente me pierdo en un mundo de placer. Mi vientre está lleno
de mariposas. Mi piel hormiguea en cada lugar que toca. Me consume el no
poder comer, o dormir, o pensar en el sentimiento de un nuevo amor unido
a temblores corporales, hormigueo en la columna, y el aliento que atrapa
múltiples orgasmos. Pero no son sólo los empujes de sus caderas, y su polla
golpeando ese punto dentro de mí que había olvidado que existía, lo que me
hace sentir así. Es una combinación de todo esto.

Es su olor varonil, a Marty, mezclado con un toque de jabón y cuero. Es la


mirada oscura y sexy que me da. La forma en que separa sus labios. La
manera en que su aliento sopla en mi rostro. La forma en que sus ojos se
vuelven más pesados por la lujuria cada vez que mi aliento se agita o mi
espalda se arquea. Es la manera en que suda... la forma en que su cuerpo
cubre el mío... la misma manera en que sus manos callosas se mueven a
mis lados... Es todo perfecto.

Me besa suavemente. Separo mis labios, abro mi boca hacia él y su larga,


hábil y aterciopelada lengua dentro de mí se convierte en gasolina para el
fuego. El suave beso se vuelve feroz, lleno de deseo, necesidad y enciende
una mecha dentro de mí. Quiero más de él. Lo quiero todo.

Levanto mis caderas para encontrarme con las suyas, y siento sus manos
apretando a mi alrededor. Sus labios se introducen más en los míos
mientras me besa con fuerza, sin guardarse nada. Su ritmo se acelera y me
aprieto a su alrededor forzándolo a clavarse más fuerte en mí.

—Joder, Maddie. —Su voz es baja y gutural, y tiemblo al sentir las


vibraciones de su voz contra mi boca. Me he venido tantas veces que estoy
a punto de entrar en coma. Pero quiero esa última experiencia que rompe
el alma antes de entregarme a la oscuridad. Y a juzgar por los movimientos
de mi chico, desea lo mismo.

Esa fracción de segundo justo antes de que los fuegos artificiales estallen
dentro de ti, ese momento es siempre la mejor parte de la liberación. Sabes
que está llegando. No hay nada que puedas hacer para detenerlo, aunque

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quisieras. Tu cuerpo se detiene... El corazón deja de latir. No puedes
respirar. No puedes pensar. Todo lo que puedes hacer es disfrutar de ese
destello de anticipación que se te permite antes de que pierdas
completamente el control. Entonces sucede.

Tratas de pensar en cualquier cosa que puedas hacer para prolongarlo. Tu


mente se dirige hacia visiones de lo que te está sucediendo. Voces en tu
cabeza repiten cada palabra o dicho sucio que sacude tus sentidos y te hace
mojar. En esos pocos momentos de felicidad, puedes ser quien tú quieras,
donde quieras y con quien desees estar. Es la mayor fantasía que has
experimentado.

Mientras gimo, sacudo y aprieto cada músculo de mi cuerpo con mi


liberación, sé que Marty va a hacer que dure tanto como pueda. Mi mente
tiene visiones de él encima de mí, moviéndose una y otra vez, más profundo
de lo que nunca antes haya estado dentro de mí. Me dice cuánto me quiere,
que mi coño le pertenece y que me siento apretada, mojada y perfecta. Sólo
quiero ser Maddie. Quiero que sea Marty. Me importa una mierda dónde
estemos, mientras que estemos juntos. Esta siempre ha sido mi fantasía,
pero ahora... es mi realidad.

Me siento tan débil como un espagueti demasiado cocido. Si el hombre del


saco invadiera mi casa, tendría que matarme. Y moriría como una mujer
feliz, y afortunada. No sé de dónde saca Marty su fuerza. Podría estar
drenando toda mi energía. Pero aún se inclina sobre mí, besándome para
que vuelva a la vida.

La cama se hunde y siento frío por la pérdida del calor de su cuerpo. Sé que
me está mirando. Estoy segura de que soy un espectáculo. Mi coño
probablemente parezca una pelota de fútbol desinflada, pero mantengo las
piernas abiertas porque no tengo la energía para cerrarlas. Si no quisiera
volver a follarme, a mi chica y a mí nos parecería bien. Nadie debería
experimentar lo que acabo de hacer más de una vez en su vida ya que no
es natural.

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—Vamos, cariño. —En un segundo estoy siendo arrastrada a su lado y al
siguiente me carga en sus brazos. El acto me despierta ligeramente y
empiezo a luchar para salir de su agarre. Sería realmente humillante si
sus rodillas no fueran lo suficientemente fuertes para sostenernos a ambos.
Pero estamos en el baño antes de que me dé cuenta y no da señales de
debilidad. Ni siquiera se está esforzando.

Colocándome de pie en la ducha, mantiene su gran brazo alrededor de mi


cintura y voltea mi espalda hacia su frente. Cerrando la cortina con su
mano libre, me da un beso en un lado de la cabeza. —Agua, nena.

Oh. Creo que ese es mi trabajo. Me inclino, todavía usando su brazo como
soporte y ajusto el mando. Segundos después, los dos estamos maldiciendo
en señal de protesta por el agua helada. Luego nos estamos quemando.
Finalmente, pensando como un adulto, cierro el grifo de la ducha hasta que
la temperatura del agua sea la adecuada, antes de volver a abrirlo.

Sus manos se deslizan sobre mi cuerpo, empezando por mi vientre antes de


dirigirse a mis hombros donde ejerce presión. —Los masajes en la ducha
son los mejores, —digo, echando mi cabeza contra su pecho.

—Te he echado de menos, Maddie. —Me tenso por sus palabras—. Pensé
en ti todos los días. —Era la primera vez que realmente decía estas
palabras. Pensé que se sentiría bien al oírlas, pero solamente sentí dolor.
La culpa me da otro mordisco y mi humor lleno de alegría cae en picado
hasta la melancolía.

Girando para enfrentarlo, mis ojos están a la altura de su pecho. Hay


pequeñas cicatrices que no había notado antes. Retrocediendo un poco más,
veo que hay algunas en su vientre también. Me observa mientras paso mis
dedos sobre las heridas curadas. —¿Qué ha pasado? —Susurro, incapaz de
apartar mis ojos de la obra maestra que está cicatrizada.

—Mucho.

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Insatisfecha con su corta respuesta, empujo aún más con mi voz tranquila
y comprensiva. —Dime.

—Estos son mis recuerdos, Maddie. No los tuyos. —El tono final se refleja
en sus ojos. No quiere hablar de ello. Pero necesito que sepa que estoy aquí
para escuchar.

—Si alguna vez...

—No lo hagas. —Me interrumpe con una advertencia. Esto será algo de lo
que nunca hablaremos. Así que hago lo que es mejor. Deslizo mis manos
alrededor de su cintura y lo abrazo contándole todo lo que no me deja decir
con palabras.

El abrazo dura cinco segundos antes de que él rompa el momento. No


quiere esta atención. Le gusta tener el control. Casi puedo sentir su cuerpo
aumentar de tamaño mientras se transforma en el Marty protector,
cariñoso y exigente que conozco.

Estoy limpia, pero sigo oliendo a él. Cada vez que me muevo, recuerdo el
lugar donde ha estado. Y los recuerdos hacen que una chispa de electricidad
circule a través de mí. O tal vez es que está parado en mi habitación.
Vistiendo nada más que ropa interior. Preparándose para subir a mi cama.
Junto a mí.

—¿Estás bien? —Mis ojos se deslizan desde sus gruesas piernas hasta su
rostro. Su ceja está con una expresión de duda.

—Estoy bien. —Pero no lo digo en serio. Así que me aclaro la garganta y lo


intento de nuevo—. Estoy bien. Sólo estoy cansada. —Sabe que estoy
mintiendo. Esa sonrisa come-mierda que lleva puesta lo prueba.

—No seas engreído, —murmuro, bajando la cabeza. No sé por qué de


repente me siento tan tímida y avergonzada. Es sólo Marty. Pero ahora que
lo pienso, es exactamente por eso.

170
Era el último hombre con el que dormí en mi cama. Eso fue hace seis años.
Tener sexo con él era una cosa, pero esto lo lleva a otro nivel. Se está
quedando a dormir. En mi cama. Y no estoy segura de cómo me hace sentir
eso.

—Hola. —Me levanta la barbilla con el dedo. Está tan cerca. Huele tan
bien. Se ve aún mejor—. Deja de pensar en todo. Si esto te hace sentir tan
incómoda, puedo dormir en la otra habitación.

Estoy tentada en decirle que lo haga. Pero sólo pensar en lo bien que se
sentirán sus brazos a mi alrededor me hace descartar la idea. Quiero que
me abracen. Deseo que me sostenga con esas grandes manos. Quiero que
me bese cuando esté despierta en medio de la noche, y luego me vuelva a
dormir, como solía hacer.

—Quiero que te quedes, —digo, las palabras salen de mi boca.

Sonríe. —Bien.

Esta noche, no habrá necesidad de buscar a mis novios de almohada,


tampoco hay lugar para ellos. El cuerpo grande y fuerte de Marty ocupa la
mitad de mi cama mientras me acurruca en sus brazos. Me siento segura,
protegida y sin miedo. Puedo ser Maddie. ¿Pero qué hay de lo que
realmente soy? La nueva yo. La verdadera. ¿Qué pasará cuando lo
descubra? ¿Me aceptará como soy? ¿Es posible que me quiera igual?

Estoy segura que sí...

Me despierto en una cama vacía, pero el olor del café invade mis sentidos
y sé que está aquí. Arrastro mi trasero a la cocina y sirvo una taza tratando
de ignorar a Marty y su alegre voz matutina. No estoy acostumbrada a

171
compartir mis mañanas con nadie, no es que me esté quejando. Tenerlo
aquí no es un inconveniente, sólo deseo que no hable hasta después del
mediodía.

—¿Quién es Whitney? —Sus palabras hacen que me detenga a medio sorbo


y lo mire por encima de mi taza. No dice nada, sólo me observa con sus
verdes y expectantes ojos.

—¿Quién? —Pregunto, fingiendo inocencia. Y deseando como el infierno


tener algo más fuerte que el café. O esa maldita bolsa con agujeros mágicos.

—Nunca fuiste una muy buena mentirosa. —Su voz es extrañamente


tranquila. Su gran cuerpo está demasiado relajado. Está sentado en el
taburete, con los dedos unidos sobre el mostrador delante de él. Mientras
tanto, mi corazón comienza a latir en mi pecho, y escucho un zumbido en
mi cabeza. Reconozco que se trata de pánico, algo que no he sentido en
mucho tiempo.

Mis ojos siguen sus movimientos mientras busca algo en el taburete de al


lado. Siento que la sangre se drena de mi rostro cuando coloca una bolsa de
lona en el mostrador. Pero no es cualquier bolso. Es su bolso.

Whitney.

Joder.

—Tienes dos opciones aquí, nena —comienza, juntando los dedos y


adoptando una vez más esa posición relajada—. Puedes decirme qué coño
está pasando, o puedo averiguarlo por mi cuenta.

No es una elección. Sólo hay una respuesta correcta aquí. Si no se lo digo,


analizará los últimos cinco años de mi vida y lo averiguará por sí mismo.
Sacará los registros telefónicos. Acosará a cualquiera con el que haya
estado en contacto. Involucrará al club. Mi vida estará más expuesta que
si escribiese un diario y publicase esa mierda en Facebook.

172
Si le cuento todo, y lo pongo todo sobre la mesa, las cosas entre nosotros
nunca serán las mismas. Me gusta quiénes hemos sido desde que llegó a
casa. También me gusta saber que, en este momento, todavía me aferro a
esa pequeña independencia por la que he trabajado tan duro. Y no estoy
lista para dejarlo ir todavía. Si eso significa que lo que tenemos ha
terminado, entonces es un sacrificio que estoy dispuesta a hacer.

—Mi vida no es asunto tuyo. —Mi tono de voz está cargado de valor.

—Tú eres mi asunto, Maddie. —No hay lugar para la negociación, no es lo


que esperaba que sucediera. Abre la bolsa, saca una peluca larga, negra y
la coloca en el mostrador—. Ahora, dime por qué te pusiste esto, fuiste a
un bar, fingiste ser alguien que no eras, luego llevaste a un hombre al
estacionamiento y casi lo matas con un bate de béisbol.

—No lo llevé a ninguna parte. Puedo afirmar que se fue voluntariamente.


—Estoy hirviendo de rabia y odio sólo con el recuerdo. La mandíbula de
Marty se aprieta y estoy segura de que siente la misma rabia que yo. Pero
que se joda Marty. A la mierda. Con él—. ¿Y desde cuándo la palabra de un
tipo en un bar es más importante que la mía?

—Nunca dije que le creyera. Por eso te lo pregunto.

La ira me invade, aunque no estoy segura de con quién estoy enfadada.


¿Conmigo? ¿Marty? ¿El idiota de anoche? Lanzo mi taza en el fregadero,
haciéndola pedazos. Esto me hace sentir un poco mejor, así que busco algo
más para tirar. Mis ojos se posan sobre la peluca y la arranco del
mostrador, y luego se la tiro en su rostro. Ni siquiera parpadea.

No sólo estoy enfadada, sino también herida. Puede que me haya pasado
los últimos tres años arrojando gasolina al fuego pero, como dijo el Dr.
Yarborough, Marty es la chispa que lo inició todo. Ahora, estoy cambiando
de opinión. Creo que es hora de dejar todo por él. Empezando por cómo
llegué aquí en primer lugar.

173
—¿Quieres la verdad? —Le escupo—. Esta es una maldita verdad para ti.
En nuestro aniversario de los tres meses me dejaste en un restaurante
esperándote toda la noche. Y nunca apareciste. —Las lágrimas me
queman en la parte de atrás de mis ojos. Empiezo a luchar contra ellas,
pero sé que será una batalla perdida—. Me drogaron. Casi me violan en el
estacionamiento, y cuando alguien me salvó, pensé que serías tú. Pero no
fue así.

Mi visión es borrosa cuando lo miro, y luego se aclara durante un momento


mientras las lágrimas caen por mis mejillas. Antes de que vuelvan a
aparecer y distorsionen mi visión, puedo ver el arrepentimiento escrito en
su rostro. Eso domina su ira. Y aunque no debería, me duele verlo tan
dolorido.

—¿Quién fue, Maddie? —susurra, frunciendo las cejas preparándose para


el golpe que nunca llegará. Ese es un secreto que jamás conocerá. Así que
ignoro su pregunta y le doy la verdad que tanto quería conocer, sabiendo
que no obtendré ninguna satisfacción al hacerle daño.

—He sido mimada y protegida toda mi vida. El club... Luke... tú... ¿y de


qué sirvió? —Dejo salir una pequeña risa que carece de sentido del
humor—. Todo lo que hizo fue hacerme más débil. Me arruinaron. Me volví
tan dependiente de ti, del club y ¿para qué? ¿Para ser secuestrada?
¿Asaltada? ¿Herida? ¿Asustada? Gritar el nombre de las personas que
prometieron protegerme no me sirvió de nada. ¿Sabe por qué? ¡Porque
nunca apareciste! —Grito, pero el sonido es amortiguado por su pecho.

Durante los últimos tres años, he aprendido a depender de una sola


persona. He enfrentado mis miedos. Manejé mis propios problemas. Me
he protegido a mí misma. Y a los demás. Me convertí en Whitney justo lo
opuesto a Maddie. Fuerte. Segura. Libre. Y si ella es quien soy ahora, ¿por
qué se siente tan bien tener sus brazos a mi alrededor? ¿Por qué me estoy
derrumbando? ¿Por qué estoy sollozando en su pecho y me aferro a él como
si fuera la cuerda que cuelga de la ladera de una montaña como única cosa
que impide que me caiga?

174
—Lo siento mucho, nena, —me dice, dejando caer besos sobre mi cabeza
mientras me abraza en silencio prometiéndome que no me dejará ir. No
pregunta por qué nunca se lo dije. No trata de defenderse. Me dice que lo
siente, algo que nunca le he oído decir. Porque en este momento, sí sé que
lo siente. Lamenta no haber estado allí. Y siente haberme lastimado. Pero
también lamenta no haber sido el hombre que yo necesitaba que fuera.

Pero ya no lo necesito. Tal vez nunca lo necesité. En lugar de culparlo, tal


vez deba agradecerle por no aparecer. Después de todo, esa es la razón por
la que tengo confianza en que puedo cuidar de mí misma. Su ausencia fue
toda la seguridad que necesitaba para poder hacer esto.

—Estoy aquí ahora. —Sus palabras activan un interruptor dentro de mí.


Mis lágrimas se detienen. Mi espalda se pone rígida. Y me retiro de su
abrazo ignorando el anhelo de volver a estar en sus brazos. Algo en mis
ojos Io detiene y sus brazos caen a los lados. Parece atormentado y
desgarrado. Pero ese no es mi problema. Al igual que yo no soy su
problema. No ahora. Ya no.

—Ya no soy una víctima, Marty, —empiezo, cruzando los brazos para
evitar acercarme y tocarlo.

—No tienes que ser una víctima para que te cuide.

—No necesito que me cuides, —le respondo. No lo dijo como un insulto,


pero seguro que se sintió como tal—. No puedes venir aquí y decirme cosas
como esas. No es así ahora. No después de haber estado fuera de mi vida
durante tanto tiempo.

Me frunce el ceño, una reacción que no esperaba. Me estudia como si fuera


una criatura extraña. Luego sus cejas se juntan como si algo brillara en
sus ojos. ¿Se da cuenta?

—¿Estás en problemas, Maddie? —pregunta, con la voz baja y


comprensiva. Su rostro está pensativo. Me hace querer arrojarme en sus

175
brazos y contarle todo. Pero me niego a ser débil en este momento. Así que
pongo los hombros rectos y endurezco la columna.

—Lo que sucede en mi vida ya no es de tu incumbencia. La chica que


conociste no es la misma que está aquí ahora. Ella es sólo un recuerdo
muy lejano. Igual que nosotros. —Las palabras duelen más ahora que
cuando las dije hace seis años. Pero sigo adelante, porque he llegado
demasiado lejos para detenerme.

—Nunca te he pedido nada. Pero ahora necesito algo de ti. —Miro


fijamente el puente de su nariz para evitar el dolor en sus ojos.

—Cualquier cosa.

Oculto mis emociones. Al igual que la fachada que he usado durante años,
enmascaro los sentimientos que siento en este momento. Tenerlo de vuelta
en mi vida me ha hecho feliz. Pero esto es más grande de lo que soy. No
seré débil. Ya no puedo.

—Quiero que te vayas. —Inhalo y fuerzo las siguientes palabras de mi


boca. No es justo decirlas, pero podría ser la única manera de conseguir
que me entienda—. Como lo hiciste hace cinco años. Quiero que salgas de
mi vida y no mires hacia atrás. Puede que te necesitara entonces, pero no
lo hago ahora. —Las palabras casi me matan. Sólo puedo imaginar lo que
está sintiendo en este momento.

Su penetrante mirada demanda que me encuentre con sus ojos. Cuando lo


hago, los veo llenos de comprensión, orgullo y remordimiento. Da un paso
adelante, pero estoy preparada para luchar contra él sobre esto. El Marty
que conozco me tomaría en sus brazos, gruñiría diciendo que se niega a
dejarme y exigiría que fuera suya.

Mi protector.
Mi confidente.
Mi roca.
Mi amante.

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Mi hombre.

Pero él no hace ninguna de esas cosas. En su lugar, me da un beso en la


frente, antes de hacer lo que le pedí. Se da la vuelta y se va.

Y no mira hacia atrás.

177
Capítulo 14
Marty

—¿Cuándo vuelves? —Mi oficial de libertad condicional, Emily, ni siquiera


levanta la vista de la carpeta de su escritorio mientras habla.

—Tres días.

Me da una hoja de papel para que la firme. Garabateo mi nombre junto a


la X, y luego saco un fajo de dinero de mi billetera. Cumplir la condena no
fue mi único castigo cuando me condenaron, me multaron con veinticinco
mil dólares aparte de eso. Supongo que debería estar agradecido de que el
estado fuera tan amable de dejarme pagarlo en cuotas sin que eso
importara. Lo habría pagado en su totalidad, pero quería evitar cualquier
sospecha sobre el origen del dinero.

—¿Mil? —Pregunto, tirando los billetes en su escritorio.

—A menos que quieras dejar una propina —Es luchadora—. Avísame


cuando regreses. Si tienes algún problema, llámame. Si te metes en
problemas, llama a un abogado.

Asiento con la cabeza, y luego me doy cuenta de que sigue sin mirar.—De
acuerdo.

—Y aléjate del fuego, —dice, justo cuando cierro la puerta de su oficina. Le


muestro el dedo, y aunque no puede verlo a través del vidrio esmerilado,
me hace sentir mejor.

Luke está esperando afuera, y sacudo la cabeza ante lo que veo. —¿En
serio, Luke? ¿Una maldita máscara de esquí?

178
Sus ojos brillan de diversión. —¿Demasiado? —Lo ignoro mientras me subo
a mi moto y me ajusto el casco al rostro. Nos metemos en el tráfico, y pronto
estamos a menos de medio metro de distancia, viajando a noventa
kilómetros por la carretera principal.

No estoy de buen humor hoy. No por mi maldita oficial de libertad


condicional o por mi hermano, sino por Maddie. Todavía no estoy seguro de
qué es lo que está haciendo, pero tengo una idea bastante aproximada. Se
ha convertido en una especie de Gatúbela moderna que protege a las
mujeres débiles de los mismos imbéciles de los que fue víctima.

Me dijo que me metiera en mis propios asuntos. Sólo que lo endulzó


pidiéndome un favor. A pesar de que ella estaba tratando de hacerme daño,
sabía que todo era una actuación. Así que me alejé, tal y como me pidió.
Pero no acepté una mierda. Lo que significa que no puedo ser acusado de
mentir, aunque estoy seguro de que eso es exactamente lo que dirá cuando
se dé cuenta de que no me voy a echar atrás. Si ella está haciendo algo loco
y peligroso, quiero participar. Y conociendo a Maddie, eso es exactamente
lo que está haciendo.

Maddie puede afirmar que es diferente, y en cierto modo podría serlo. Pero
también es la misma. La única diferencia es que no me necesita a la hora
de buscar problemas. Está manejando la mierda por su cuenta. Antes,
siempre sabía que la respaldaba. Quizá ahora no lo sepa, pero yo sí.

Por eso coloqué un dispositivo de rastreo por GPS en su celular esta


mañana mientras dormía. Con el clic de un botón, sé dónde está en todo
momento. O al menos, dónde está su teléfono.

A lo largo de las tres horas de viaje, no dejo de repetirme que Maddie no es


mi problema. No es mi dama y no soy su protector. Pero me estoy mintiendo
a mí mismo. Somos más. No sé lo que eso implica, sólo sé que donde Maddie
es débil yo soy fuerte. Quiero llevar cualquier carga que tenga. Es mi deber.
Y mi deseo. Después de todo lo que hemos pasado, es mi maldito derecho.

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Estamos sentados alrededor de la mesa en la capilla de nuestra filial en
Mobile, y Luke se está cabreando cada vez más. Como él está enfadado,
también lo estoy. —¿Qué coño quieres decir con que no lo entiendes?

Mis ojos se mueven hacia el discurso del Vicepresidente que le habla a Luke
y no me gusta la forma en que mira por encima de su nariz a mi Presidente.

—Digo que no entiendo por qué estás aquí tratando de jugar al héroe.
Tenemos un presidente.

Estoy de pie en una fracción de segundo. Antes de que pueda defenderse,


le golpeo el rostro contra la mesa, salpicándonos a mí y a su hermano con
sangre. —Él, —digo, girando la cabeza del bastardo para que esté de frente
a Luke—. Es el único presidente que importa. Y tú le mostrarás un poco de
respeto. Si no lo haces, te romperé el cuello en vez de la nariz. —Con un
empujón, lo libero y reclamo mi asiento mirando a todos en la sala para
hacerles saber que mi oferta se extiende a todos.

—Hattiesburg es un capítulo clave. Soy el Presidente Nacional. Estoy a


cargo de la toma de decisiones. Y cuando un miembro se pasa de la raya,
responde ante mí. —La voz de Luke es mortal. Su amenaza es real. Es el
hombre al que te enfrentas cuando la cagas. También soy el hombre al que
te enfrentas cuando lo jodes. No es una batalla que quieras pelear.

Los miembros de esta filial no están pasando por nada que el resto de
nosotros no hayamos pasado. La diferencia es que lo están manejando mal.
El Presidente está dejando que su Vicepresidente cargue con la culpa por
haberla cagado. La vida en el club es simple para aquellos que lo
entendemos. Pero no puedes follarte a la mujer de tu hermano, y no esperar
una fractura en la mesa. Algunos dicen que el dueño del parche merecía
que le quitaran a su esposa. Otros creen que es un desastre, pero intentan

180
mantener el orden en silencio. Con Luke creemos que la propiedad de un
hermano le pertenece sólo a él. Si les faltas el respeto, habrás roto la regla
de oro.

—¿Puedo? —Todas las miradas se dirigen al único parche de Mobile en la


habitación que no parece que se haya cagado en los pantalones. Luke le da
el visto bueno y habla—. En primer lugar, en nombre de mis hermanos y
el mío, queremos agradecerte que nos hayas metido en un negocio legítimo.
El bar está trayendo buen dinero y la mayoría de nosotros hemos dejado
nuestros trabajos para llevarlo a tiempo completo.

Algunas cabezas asienten con la cabeza, mientras hago un recuento de las


que no lo hacen. No me sorprende que el vicepresidente sea uno de ellos.
Para darle el beneficio de la duda, diré que es porque está demasiado
ocupado echando la cabeza hacia atrás y ahogándose en su propia sangre.
Es mi hermano, después de todo.

—El problema es que hemos olvidado lo que significa el parche. No se puede


mostrar afecto si siempre nos estamos peleando. La lealtad es una cosa del
pasado, y el respeto no se puede dar a menos que haya sido dado. Los
Prospectos merecen este parche más que nosotros.

El hombre que habla es el Sargento de armas. Lo conocí antes y es un


hermano tan bueno como yo. Para oírle admitir sus faltas ante el
Presidente Nacional, hay que tener pelotas. Me enorgullece saber que
compartimos la misma faceta. Este es un verdadero Renegado del Diablo.
Y Luke también lo sabe.

Recostado en su silla, estudia al hombre por unos momentos. —Vance,


¿verdad? —pregunta, y el hombre le da un sí verbal, que es otra muestra
de respeto—. Conoces a tus hermanos mejor que yo. ¿Qué crees que se
puede hacer para arreglar esto?

—El hombre que provocó esto, puso a todos los parches bajo libertad
condicional. Puede que un golpe a nuestro orgullo nos ayude a recordar
quiénes somos y qué representamos.

181
El hombre al que quiere expulsar del club, no está presente. Dio una excusa
de mierda para no estar aquí, probablemente porque sabía lo que se
avecinaba. Tendremos que cazarlo, y estoy deseando que llegue la
oportunidad.

Con un guiño de Luke, me paro y saco un cuchillo de mi chaleco. Uno por


uno, cada miembro de Mobile se pone de pie mientras remuevo su parche
esto es nuestra manera de marcar a los que no cumplen con el nombre de
MC. Cada vez que se lo pongan, les recordará el fracaso. Entonces
trabajarán el doble de duro para probarse a sí mismos. Si no lo hacen,
entonces no deben estar en el lugar.

Cuando llego al Sargento de Armas, miro a Luke. —Déjalo.

Así que lo hago. Para cuando termino, sostengo los


seis parches de los hombres de Mobile, cosidos de color naranja. Me paro
en un rincón, esperando que Luke me diga qué hacer a continuación. O
que alguno haga cualquier cosa estúpida. Espero que sea lo último.

Alcanzando su propio chaleco, Luke saca un cuchillo y se inclina, tirando


al presidente del club hacia él. —No te mereces esto. —Cortando los hilos,
Luke le quita el parche de Presidente al hombre—. Me llevaré el tuyo
también, —le dice al Vicepresidente que se acerca a Luke sin dudarlo.
Supongo que no quiere que le rompan el cuello.

—Vance, —llama Luke, sosteniendo el parche de Presidente ante mí. Se


lo entrego a Vance que humildemente lo acepta—. Elige tu nuevo
Vicepresidente y Sargento de Armas. Yo me ocuparé de Sly
personalmente —Golpeando el mazo, Luke termina la reunión antes de
mirarme—. Vamos.

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—Sly... —Llamo, golpeando la puerta otra vez, pero nadie responde.
Mientras Luke revisa las ventanas para ver si hay alguna cortina abierta,
mis ojos se dirigen al columpio en el patio delantero. Me da náuseas al
verlo. Este hombre tenía una esposa, tres hijos y estaba demasiado ocupado
follándose a la dama de su hermano como para cuidar de su propia familia.

Caminando hacia la parte de atrás, mi enojo crece al notar cuán descuidado


está su jardín. Hay mierda por todas partes, juguetes, partes de viejas
motos, una mesa rota y una piscina cubierta de ramas y hojas. Si no puede
ocuparse de su propia mierda, entonces tampoco podrá encargarse de la de
su hermano.

Después de hacer un círculo completo alrededor de la casa, golpeo la puerta


del garaje una vez más. Me impaciento y estoy listo para patear la maldita
cosa cuando abra. Una mujer que no puede tener más de treinta años está
de pie en camisón cubierta de manchas de Kool-Aid. Aún no son ni las seis
de la tarde, pero parece que se acaba de despertar. Un bebé se asienta en
su cadera, y puedo oír a los niños jugando dentro.

—Buscamos a Sly, —digo como saludo. Sus ojos marrones se ponen tristes
al mencionar su nombre. Como soy un imbécil insensible y Luke lo sabe,
interviene.

—Soy Luke, el presidente nacional de los Devil’s Renegade —Se quita el


guante y extiende su mano. Sus labios se separan y ella respira cuando él
la sorprende con esa conocida sonrisa de empresario—. Este es el Devil’s
Renegade, Marty de Hattiesburg. —Asiento en saludo, notando que sus
pezones se endurecen por el frío... o por Luke.

_________________________________________________

Kool-Aid: Jugo para niños

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—Oh, bueno, un placer conocerte. Pasa.—Abriendo más la puerta, ella
retrocede invitándonos a entrar. La casa es cálida y sorprendentemente
está muy limpia. Todo luce impecable, excepto por los tres niños que se
amontonan en la cocina con nada más que su ropa interior, sus rostros
sucios y los dedos pegajosos—. Trabajo de noche, así que estábamos viendo
una película en la cama. Estaba durmiendo un poco y no los escuché.

—Mamá nos deja comer en tu habitación, —uno de los niños se pone


nervioso y se ruboriza.

—Los encierro con llave para que no puedan salir. Con el fin de
mantenerlos callados, les doy comida y películas. Es la perfecta niñera. —
Frunzo el ceño, sintiendo lástima por ella. ¿Dónde está el pedazo de mierda
de su marido? Oh, es cierto. Se está follando a otra mujer.

—¿Dónde está Sly? —Mi ira no está dirigida hacia ella, pero no puedo
disimularla en mi voz.

—Papá tiene una novia, —un niño canta y pronto todos se ríen. No lo
encuentro divertido. En absoluto. Pero son niños, y no saben lo que es
correcto.

Con una risa corta y avergonzada, se pasa la mano por su largo y castaño
cabello.—¿Quieren un café? —Admiro a esta mujer que ha pasado por un
infierno, pero que aún se las arregla para mantener sus modales y
mostrarnos respeto.

—No señora. —Con una sonrisa, Luke parece calmar sus nervios. ¿Cómo
carajo hace eso?—. Esperábamos atrapar a Sly antes de irnos. ¿Sabes
dónde podemos encontrarlo?

—Probablemente en el bar. —Esta vez, oigo un poco de ira en su voz. Es


bueno ver que tiene una fuerza de voluntad—. ¿Dijiste que eras el
Presidente Nacional?

184
—Lo hice.

Haciendo rebotar al bebé en su cadera, deja caer su cabeza. Después de un


momento, se encuentra con la mirada de Luke y las lágrimas brillan en sus
ojos.—¿Puedo hablar contigo? ¿Por favor? —Parece desesperada. En este
momento, sigue siendo parte de esta familia. Y cuando ella sufre, nosotros
también.

Luchando contra su creciente ira por el dolor que uno de los nuestros le ha
hecho pasar, Luke asiente. —Por supuesto.

Hay una película en la televisión y los niños cantan todas las malditas
canciones, mientras junto a Martha, la dama de Sly, nos sentamos en la
cocina y tomamos café. Las lágrimas corren por su rostro mientras nos
cuenta la mierda que Sly ha estado haciendo.

—Ya no viene a casa, —dice, y noto que sus manos se aprietan alrededor
de su taza para que no tiemblen—. Cuando lo hace, siempre está enfadado.
He tenido que hacer turnos extra sólo para pagar las facturas. No puedo
permitirme una niñera, así que mi madre se ha quedado aquí por la noche
con los niños.

—¿Cuánto tiempo ha estado sucediendo esto? —Luke pregunta con calma.

Se encoge de hombros. —Un par de meses. El tiempo parece no tener ya


ninguna importancia. Trabajo tanto, y duermo cuando puedo. No sé cuánto
tiempo más podré hacerlo —Su voz se quiebra, mientras mira a los niños—
. ¿Qué les digo cuando pregunten por su padre?

Alcanzando a través del mostrador, Luke toma su mano.—No puedo


responder a esa pregunta. Pero puedo prometerte que las cosas se están
arreglando para mejorar. —La convicción en la voz de Luke la tranquiliza
y su sonrisa se vuelve cálida.

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—Eres un buen hombre, Luke. Siempre lo he escuchado, pero me alegro de
poder comprobarlo por mí misma.

Incómodo por sus elogios, Luke cambia de tema.—Eres parte de este club,
Martha. Es nuestro trabajo cuidar de ti. Sé que tienes mucho orgullo, pero
no quiero ninguna discusión sobre lo que voy a hacer. ¿Entiendes? —Su
tono no deja lugar a protestas y ella asiente con la cabeza mientras sus ojos
se abren ligeramente con miedo.

Luke mete la mano en su chaleco y cuando veo lo que saca, casi me río. Es
el único hijo de puta que conozco que todavía lleva una chequera. La cuenta
del club de nuestro distrito tiene todos nuestros nombres en ella. Cada
cheque requiere dos firmas. Hasta donde sé, es la primera vez que lo
usamos en algo más que para pagar sueldos o cuentas del club.

Después de rellenarlo, me lo pasa a mí. Firmo con mi nombre, sin pestañear


por la cantidad de cincuenta mil dólares para la cual se ha hecho. Le habría
dado cien. Sosteniendo el cheque doblado y su tarjeta de contacto entre los
dedos, la coloca encima de la mesa mirando.

—Esto es para ti y tus hijos. No le des ni un centavo. Tendré a alguien aquí


mañana para limpiar el patio, y cualquier otra cosa que necesites que haga.
Llámame si tienes algún problema.

Toma el cheque y la tarjeta de la mano de Luke mientras nos paramos. —


Gracias. —Está llorando de nuevo, pero estoy seguro de que, en cuestión
de minutos, estará gritando al ver la cifra. No todos los días alguien te da
cincuenta mil dólares. Probablemente es más de lo que gana en un año.

Mientras nos despedimos, casi me caigo de rodillas por el repentino


impacto de todos los niños aferrándose a mis piernas. Sin saber qué hacer,
les doy una palmadita en la cabeza. Cuando ya no soy una novedad, atacan
a Luke y me sorprende que no saque un puto globo con forma de animal de
su bolsillo trasero. Este es su fuerte. Es el hombre con las palabras justas.
El que tiene la habilidad de poner a una mujer de rodillas con una simple

186
sonrisa. Consigue hacer que los niños lo llamen tío después de conocerlo
sólo por unos minutos. Es un cabrón carismático.

Pero una vez que estamos fuera, la sonrisa y el encanto se desvanecen del
rostro de Luke mientras aprieta los dientes y me mira fijamente.—
Hagámosle una visita a ese hijo de puta. —Estoy más que feliz de
complacerlo. Y ahora, es mi hora de brillar.

Cuando entramos en el bar que proporciona ingresos para la filial de


Mobile, el astuto Sly aparece. Es el que está sentado con las piernas en
alto, bebiendo el whisky del club y coqueteando con las putas del local.

—Señoritas —digo con un movimiento de cabeza. Ignoro a Sly, sabiendo


que una vez que lo mire a los ojos, no habrá forma de detener al monstruo
que vive dentro de mí—. Necesito que nos den unos minutos.

—También podemos manejarte a ti, —dice una de ellas, ignorando mi


cortés petición. Desafortunadamente para ellas, no estoy de humor para
pedirlo una segunda vez.

Inclinándome más cerca, entrecierro los ojos frente a las putas borrachas
que están a tres segundos de recibir una ira como nunca han visto. —Saca.
Fuera. Tú. jodido. Culo... Ahora. —Mi gruñido parece llegar a ellas y se
tropiezan entre si y se alejan de mí.
Mi mano sobre su garganta lo silencia mientras lo pongo de pie. Lo llevo de
espaldas a través de la barra, mientras la multitud se separa para darnos
espacio. Afuera, lo empujo contra la pared, presionando mi brazo contra su
garganta. —Este es Luke, nuestro Presidente Nacional —Sacudo mi
cabeza en dirección a Luke—. Te hará algunas preguntas. Por cada
mentira que digas, te romperé un dedo.

187
—¿Te follaste a la dama de tu hermano? —Luke pregunta directamente,
con la voz en calma, mientras se mantiene tranquilo a mi lado.

—¿Qué? No.

Con mi mano libre, me agacho y le rompo el dedo mayor. Cuando grita, le


meto el brazo en la garganta y le corto sus vías respiratorias hasta que se
calla. Ahora está asintiendo con la cabeza, golpeando mi brazo con la mano.
Le suelto la garganta y él respira.

—Sí, —se las arregla a decir a través de la tos—. Me la follé. Pero fue sólo
una vez. —Supondré que está diciendo la verdad, igual que asumiré que
volverá a mentir. Me recuerdo a mí mismo ser paciente, tiene diez dedos
después de todo.

—¿Por qué no estás en casa con tu esposa e hijos?

—Ella está en el trabajo y los niños están en la casa de la niñera.

Esta vez, le rompo dos dedos. Grita y mi brazo en su garganta lo silencia


de nuevo. —Puedo hacer esto todo el día, Sly. Es tu elección.

—Tu esposa no está en el trabajo, —dice Luke—. Y tus hijos no están en la


guardería porque no puede pagarla.

—Le daré dinero. Haré lo que sea necesario. —Maldito coño. Me avergüenza
incluso pensar que es mi hermano.

Al acercarse, Luke estrecha sus ojos sobre él. —Estás fuera. Hecho. Si te
vuelvo a ver usando un parche, te quemaré la espalda con ese hijo de puta
encima. —Bajando la voz, la amenaza de Luke es lo suficientemente letal
como para matarlo—. Si le pones una mano encima a tu esposa o a esos
niños... Si le levantas la voz a cualquiera de ellos, lo sabré. Y mucho antes
de que termine contigo, rogarás que te mate.

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Sacudiendo la cabeza con asco, Luke vuelve su fría mirada hacia mí. —
Tómalo.

Inmediatamente, le arranco el parche de la espalda a Sly antes de ofrecerle


un regalo de despedida que probablemente lo deje lisiado. Cuando he
terminado, su cuerpo inconsciente yace desplomado en la tierra y ni
siquiera he sudado.

Una pequeña multitud se ha reunido en el estacionamiento. Sus ojos se


llenan de miedo cuando me miran como si fuese un monstruo. Porque una
parte de mí lo es. Incluso cuando estaba dentro, nunca dejé de ser quien
realmente soy.

Este es mi club. Le haré daño a cualquier hombre que le falte el respeto a


lo que me pertenece. Y si es necesario, mataré a ese hijo de puta también.

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Capítulo 15
Marty

El jueves llegamos a Hattiesburg y estaba tan ansioso por ver a Maddie


que ni siquiera fumé cuando nos detuvimos. Tres días era demasiado
tiempo. ¿Cómo demonios logré aguantar cinco años?

El GPS de su teléfono me dice que está aquí, en la casa club, pero llevo aquí
casi dos horas y aún no la he visto. Justo cuando ya no lo soporto más y
estoy a punto de preguntarle a alguien dónde diablos está, entra.

Algo está mal. Puedo notarlo por la mirada en su rostro. Para todos los
demás, parece normal. Pero conozco a Maddie. Sé que la sonrisa que lleva
es forzada, el peso sobre sus hombros es grande y que su cuerpo está muy
apretado por la anticipación y tal vez incluso por el miedo. Y no ayuda el
hecho de que ahora sé que nuestra dulce Maddie, ya no es tan dulce.

—Maddie, —digo, con mi voz grave, lo suficientemente fuerte para que la


escuche en la corta distancia que nos separa. Se gira, y por un momento,
se relaja. Por un instante sus ojos se conectan con los míos y con sólo
mirarme hace que recuerde que todo está bien. Estoy aquí. La tengo. Pero
sólo dura una fracción de segundo.

—Hola. —Me ofrece la misma sonrisa forzada que ha estado usando y una
inclinación de cabeza que dura más de lo que debería, casi como si estuviese
de acuerdo con algo que está dentro de su cabeza. Ojalá supiese lo que está
pensando.

Un silbido bajo viene desde el otro lado de la habitación y veo a Luke


paseando sus ojos sobre Maddie. Diablos, ni siquiera había notado lo bien
que se veía. Estaba demasiado preocupado por tratar de averiguar qué
mierda estaba mal. Lleva un vestido negro con tacones lo suficientemente

190
altos como para ser considerados letales. Maddie parece una zorra, una
guerrera y una reina, todo envuelto en una sola pieza.

—¿Van a salir? —Luke pregunta, mirando entre Maddie y yo.

—No. —Su respuesta corta es definitiva y levanto las cejas en señal de


duda. ¿Por qué demonios está vestida así? Si no es para mí, ¿entonces para
quién?—. Me encuentro con un viejo amigo. Tenemos una reservación.

Mi mandíbula se aprieta y mi estómago se anuda. Estoy furioso de que


salga. Y estoy nervioso por lo que hará en cuanto llegue.

—¿Puedo conseguir algo de dinero? Dejé mi bolso en casa. —Metiendo la


mano en su bolsillo, Luke le lanza su clip de dinero.

—Toma lo que necesites. —Sus ojos se estrechan sobre mí. Supongo que
asegurarme de que tenga dinero es mi responsabilidad. Diablos, tal vez lo
sea.

—Gracias, —le dice a Luke, pero me está mirando—. ¿Nos vemos por ahí?

—Tenemos que hablar.

—No en este momento. —Parece casi desesperada, así que, para


tranquilizarla, estoy de acuerdo e incluso la endulzo con un guiño.
Satisfecha con mi respuesta, da un suspiro de alivio antes de irse. Sólo
sacudo mi cabeza.

Si cree que cederé tan fácilmente, entonces Maddie no me conoce en


absoluto. Supongo que ya es hora de que recuerde quién carajo soy.

191
Capítulo 16
Maddie

Cada vez que un Devil’s Renegade se coloca su chaleco, se transforma. Ya


no es sólo un hombre, sino una fuerza a tener en cuenta. Hay una promesa
tácita a todos los que lo ven que dice, Si me jodes, lo haces con todos. Su
personalidad cambia. Su percepción. La forma en que camina. Las
conversaciones. Las cosas que hace. Dice. ¿Por qué? Porque no es el parche
lo que hace al hombre, sino que es el hombre quien sentido al parche.

Nunca entendí completamente lo que eso significaba, hasta que


experimenté mi propia transformación. ¿Quién diría que alterar tu
apariencia podría ser tan poderoso? Nunca imaginé que una peluca, una
muda de ropa y un nuevo nombre pudiesen ser tan liberadores. Pero así es.

Whitney no permanece en las sombras del MC. Brilla con su propia luz.
Convertirse en ella es más poderoso que ser Maddie. No es su pelo largo y
oscuro, su ropa provocativa y su actitud coqueta lo que usa para llamar la
atención de los hombres. Es lo que les hace cuando la confunden con un
blanco fácil. He estado viviendo dos vidas paralelas durante tres años...

Han sido los tres años más gratificantes y satisfactorios de mi vida. Y se lo


debo todo a una persona.

Claire.

Hace seis años, mató a un hombre por mí. Al principio, sus intenciones eran
simplemente noquearlo. Pero algo se rompió dentro en su interior cuando
sus ojos percibieron el desgarro de mi ropa, el estado de embriaguez y mi
completa impotencia. Cuando el camarero gimió de dolor, lo golpeó de
nuevo. Y otra vez. Y una vez más. Le aplastó el cráneo con un ladrillo, y ni
una sola vez mostró signos de remordimiento.
192
No sabía su nombre. Nunca me preguntó el mío. Sólo me limpió. Me llevó
a casa. Y me aseguró que todo estaría bien. Le creí porque pensé que era la
mujer más valiente y heroica en el mundo.

No era así.

Dos años después tuve una cita en Jackson para una consulta a la que mi
psiquiatra insistió en que fuera. Me escapé, y en su lugar encontré un
restaurante con buen vino. Un par de botellas, un río de lágrimas y sentir
lástima por mí misma era justo la terapia que necesitaba. Mi vida era una
mierda. Le pregunté al mundo, al vino y al camarero, "¿Por qué a mí?"
Entonces, por primera vez en esa noche, la vi. Y de repente, mis problemas
ya no eran tan malos.

En realidad, ésta no era la mujer que recordaba. Esta mujer era débil, tenía
un brazo en cabestrillo, y el otro lo sostenía con fuerza el hombre que estaba
a su lado. A pesar de sus heridas, Claire se veía hermosa. El hombre que
la acompañaba era sorprendentemente guapo. Pero pude ver a través de
su encantadora sonrisa. Sabía que era malvado por la forma en que sus
brillantes ojos la miraban con promesas aterradoras. Fue entonces cuando
decidí devolverle el favor que una vez me había hecho.

La seguí a su casa, esperé hasta que estuviera sola, y luego llamé a su


puerta con la intención de decirle que estaba allí para ayudarla. Pero al
verme, no había ni una chispa de reconocimiento en sus ojos. Claire no me
recordaba. No había ninguna similitud entre la mujer que estaba mirando
y la chica que una vez me salvó. Al igual que Claire, mi vida también había
cambiado. Y en ese momento, surgió Whitney.

Para ella, ya no era Maddie la víctima. Era, y sigo siendo Whitney la que
es fuerte cuando ella no puede serlo. La que le dice que es importante
cuando su marido la hace sentir insignificante. La que le recuerda que es
hermosa por debajo de sus moretones. Y le promete que no ha hecho nada
malo, a pesar de que le lavaron el cerebro para que creyera que es la
culpable.

193
Durante tres años, Claire ha creído que soy la mujer más valiente y heroica
que ha conocido.

Y tiene razón.

Le voy a dar la libertad. Abriré sus ojos a una vida que es más de lo que
ella conoce. Voy a eliminar a esa esposa maltratada, amargada, y al hijo de
puta del marido que tiene. Y no hay un alma en esta tierra que pueda
detenerme.

—¡Whitney! —Claire saluda, abriendo la pesada puerta de madera de su


casa. Su prisión. Lleva una cálida sonrisa a pesar del corte en el labio que
obviamente le duele cuando la piel se tensa—. Ya he puesto los nuevos
planos del diseño en el coche, pero ¿te gustaría entrar y tomar una copa
primero? William está en el estudio, así que preparé todo en el patio.

Me reprimo el impulso de gruñir cuando se menciona su nombre y le


devuelvo la sonrisa. —Eso suena encantador.

Claire cree que soy diseñadora de interiores. Cuando me acerqué hace tres
años, fue lo primero que se me ocurrió. No sabía una mierda sobre diseño
de interiores, pero había aprendido mucho sobre ello a lo largo de los años.
Dallas me había ayudado un poco después de que le dijera que estaba
pensando en tomarlo como un hobby. Por suerte para mí, Dallas es
bastante buena en eso.

Sigo a Claire dentro de su hermosa casa que algunos considerarían una


mansión. La hemos transformado ya que originalmente parecía un museo,
reemplazando las lámparas de cristal por un sistema de iluminación más
tenue y los pisos de mármol por madera de calamina.

194
Ahora la casa es algo que se ve y se siente como un hogar. Aunque a William
le gusta usar a Claire como su saco de boxeo personal, también disfruta de
hacerla feliz. En su mente enferma, dejar que remodele la casa es una
disculpa más que suficiente.

—William no está muy satisfecho con el diseño, pero le aseguré que una
vez que lo terminaras, lo aprobaría. Pensé en un color amarillo claro para
la pared, pero después de hablar de ello, estoy de acuerdo en que un color
más neutro se vería mejor. Tiene buen ojo para cosas como esas.

Como cada vez que excusa su comportamiento, quiero gritarle. Pero eso no
me llevará a ninguna parte. Aprendí hace mucho tiempo que William le
lavó el cerebro a Claire para que creyera que es estúpida, indigna y que
debería estar agradecida de haberla elegido como su esposa. Tras seis años
de abuso mental, se lo cree porque es todo lo que conoce.

Así que, como siempre, sonrío y estoy de acuerdo, teniendo en cuenta que
no tendrá que soportar esta mierda por mucho más tiempo. Al principio,
traté de ponerla en su contra y convencerla de que se fuera. Cuando me di
cuenta de que eso no funcionaría, me disculpé por sobrepasar mis límites,
prometí no volver a mencionarlo y me esforcé por decirle cada vez que la
veía que era hermosa, inteligente e importante. Y está funcionando.

Me estoy ganando cada vez más su confianza. Se está abriendo a mí poco a


poco. Lentamente, está empezando a entender que es digna de algo mejor
incluso cuando él insiste en que no lo es. Han sido tres años agotadores,
pero ahora está lista. Cuando esto termine, se recuperará. Ya no lo necesita
como antes. Porque ahora, me tiene a mí.

—Háblame del viaje de negocios de William —Mi falsa emoción la tiene


entusiasmada también—. ¿Te va a llevar con él?

Se ruboriza y deja caer su mirada.—Oh no, —dice con una pequeña risa—
. Esta es su cuenta más grande. No quisiera arruinarle nada.

195
William es un contador independiente que se especializa en la banca
offshore. Sus clientes son multimillonarios y le pagan muy bien para
ocultar su dinero. Me gustaría decirle que tanto si se queda como si se va,
cualquier cosa que no salga bien, seguirá siendo su culpa. Pero la mirada
triste en sus ojos me dice que ya lo sabe.

—Bueno, definitivamente se lo perderán. —Le hago un guiño, pero sus ojos


están enfocados en algo que está detrás de mí.

—¿Quién se lo perderá? —El tono de voz bajo de William me produce


escalofríos en mi espalda. Con el fin de recordar mi papel como profesional,
me paro y me giro para saludarlo.

Sus oscuros ojos recorren codiciosamente mi cuerpo, deteniéndose en el


indicio de mi escote en la blusa de seda.—Sr. Deets, —le digo cálidamente,
cuando lo que realmente quiero hacer es arrancarle los ojos—. Es un placer
volver a verlo.

—El placer es mío, Srta. Whitney —Extiende su gran mano y no dudo en


tomarla. Su agarre es firme y cálido, casi pegajoso—. Pero no has
respondido a mi pregunta.

—Estábamos...

—¿Te estaba hablando a ti, Claire? —William chasquea, cortándola


mientras mantiene sus negros y malvados ojos sobre mí.

—Estábamos discutiendo tu viaje de negocios —Sé que no debo mentir.


Puede que haya estado escuchando todo el tiempo y no quiero que tenga
ninguna razón para no confiar en mí—. Claire me dijo que no se uniría a
ti. Simplemente le decía que se perderían el placer de su compañía. Aunque
entiendo su razón para quedarse.

—¿Lo hace? —Sus cejas se levantan en desafío. Espera que diga algo
equivocado. Pero no lo haré.

196
Hago un gesto de desprecio con la mano. —Por supuesto. Las mujeres como
Claire y yo somos muy ignorantes en ese tema. No es lugar para una mujer.
Nuestro tiempo está mucho mejor empleado aquí, donde pertenecemos. —
Le muestro una sonrisa y noto el brillo del orgullo en sus ojos. Pero se
desvanece rápidamente cuando añado—. Tengo que agradecerle a Claire
por eso. Me ha enseñado mucho sobre cómo ser una esposa respetuosa y
comprensiva. Cuando decida casarme, tendré un gran comienzo.

Gruñe, pero por suerte se abstiene de degradarla delante de mí. —Tengo


una cena de negocios esta noche. Llegaré tarde a casa —Me saluda con la
cabeza antes de darse la vuelta para irse—. Srta. Whitney.

Cierro los ojos, tomándome un momento para recuperarme. Espero el


sonido de la puerta que se cierra detrás de él antes de volverme para
enfrentarme a Claire con una sonrisa. Pero cae cuando la veo llorar.

—Oye —me calmo, sentándome a su lado y envolviendo mi brazo alrededor


de su hombro—, ¿Qué pasa? —Es la primera vez que llora delante de mí.
Siempre ha sido la esposa perfecta y feliz, actuando como si los moretones
y las cicatrices no existieran.

—No te cases con un hombre como William —susurra ella, con tristeza y
derrota en sus ojos—. Te mereces algo mucho mejor.

—Tú también, Claire. —Trago con fuerza, no estoy segura de sí estoy


cometiendo un error. Sabiendo que esta podría ser mi última oportunidad
de conseguir que se vaya voluntariamente, sigo adelante—. Sólo dije esas
cosas para hacerlo feliz. Sin embargo, no creo eso. Lo que sí pienso es que
no tienes que quedarte aquí. Puedes irte. Y ser libre.

Sacude la cabeza, pero sé que está deliberando sobre lo que dije.—No


puedo.

—¿Por qué no? —Pregunto, mi voz un poco más severa.

197
—Sabes por qué, —susurra, pero voy a hacer que diga las palabras aunque
sea lo último que haga.

—No, no lo sé. Dímelo. —Cuando no dice nada, le doy una pequeña


sacudida en el hombro—. Dilo.

—¡Porque me mataría! —Poniendo su mano sobre su boca me mira antes


de escanear el patio en pánico—. Oh no.

—Claire, está bien.

Poniéndose de pie, empieza a recoger nuestras copas de vino.—Tienes que


irte.

—Sólo cálmate.

—Tienes que irte ahora, Whitney. Reprogramaremos nuestra reunión para


otro momento. No me siento bien. —Evita mi mirada mientras camina
hacia la puerta.

—¡Claire, por favor! Háblame. Puedo ayudarte. —Mi voz se eleva a través
de la gran casa mientras la sigo.

Ignorándome, camina directo hasta la puerta principal y la mantiene


abierta. —Te llamaré cuando William vuelva de su viaje de negocios. —Ha
vuelto a su forma de ser. Su sonrisa se ha ido, así como su amabilidad hacia
mí. Y mi plan para esta noche se ha ido al carajo.

Me acerco a ella lentamente. He hecho que admita lo que se ha estado


negando a sí misma durante tanto tiempo, que la mataría. Dándole un
apretón de manos, me detengo para decirle las palabras que he estado
pronunciando durante años.

—Eres hermosa, inteligente e importante. —Cierra los ojos, y espero que


esté repitiendo el mantra en su cabeza. Sabiendo que en este momento no

198
hará ninguna diferencia, le doy una muestra de la Maddie que no es
equilibrada, perfecta y educada como Whitney.

—Y tú eres demasiado buena para él.

Me alejo con el corazón oprimido. He empujado a Claire demasiado lejos.


Todos los años que pasé ganándome su confianza se perdieron en cuestión
de minutos. Con la esperanza de que aparezca, me detuve a tomar una copa
en el restaurante Greek donde se suponía que íbamos a cenar esta noche.
Hemos cenado aquí juntas muchas veces. Es uno de los pocos lugares a los
que William le permite ir, porque conoce al dueño. Estoy bastante segura
de que la tiene vigilada en todo momento.

Después de mi primera copa que baja demasiado rápido, opto por una
botella entera sabiendo que hay un motel justo al final del camino. Ahogo
mi fracaso al tomar una copa tras otra. Claire había estropeado mis planes
al no cenar conmigo. Ahora, tendré que esperar hasta que William esté
fuera de la ciudad para verla, si es que así lo quiere.

Estuve tan cerca. Todo estaba funcionando perfectamente. Pero dejé que
mi bocaza sobrepasara los límites, y en lugar de terminar la noche con una
celebración, la acababa con tristeza. Necesitaba una nueva estrategia. Me
había llevado tres años elaborar este plan, ahora estaba de vuelta en el
punto de partida.

Estoy en la botella número dos cuando veo una gran figura por el rabillo
del ojo. No reconozco al hombre, pero si no fuera por el alcohol que afecta a
mis extremidades, saltaría y correría. Nunca he visto un asesino a sueldo,
pero cuando me imagino uno, este hombre encaja en ese perfil. Es grande
y malvado con un rostro inexpresivo y con fríos ojos cargados de odio.

—¿Whitney? —Trago con fuerza y me niego a responder. No hay nadie más


en el pequeño y solitario restaurante y no puedo evitar preguntarme si
estaba sentado aquí a propósito—. Levántate.

199
No puedo moverme. El miedo me tiene completamente paralizada. No tengo
un arma que me haga sentir poderosa. Tampoco tengo un plan y él no es
parte de mi misión. No importa si soy Whitney o Maddie si no tengo esas
cosas. En este momento, ambas son la misma, sin defensa e inútiles. Y si
quiere que me mueva, tendrá que agarrarme y levantarme él mismo.

Como si pudiera leer mi mente, se estira y me agarra la muñeca con su


gran mano. Doblándola cerca del punto de ruptura, tira hasta que me
encuentro a su lado.—¿Qué...qué estás haciendo? —Tartamudeo, encontrando
finalmente mi voz. Cuando me doy cuenta de que la tengo, abro la boca
para gritar, pero su otra mano golpea con fuerza mi boca.

—Una palabra y te romperé el cuello. —La voz del hombre es baja y


distante, sin importancia. Por alguna razón, su tono es más aterrador que
si las hubiese gruñido. Su indiferencia moral me hace creer lo que dice.

No me defiendo cuando me arrastran a través de una puerta antes de ser


lanzada a un pequeño callejón en la parte de atrás que huele a basura y
aguas residuales. Como un depredador que acecha a su presa, ve cómo mi
miedo aumenta mientras miro a lo largo del callejón con la esperanza de
encontrar algún tipo de escape.

—¿Qué es lo que quieres? —No me importa que haya dicho que me


rompería el cuello. Si va a matarme, quiero saber por qué.

—Estoy aquí para darte un mensaje. Mantente alejado de Claire.

Prácticamente me desvanezco con alivio. No me va a matar. Si lo hiciera,


no me habría informado de que sólo está enviando un mensaje. No me
alejaré de Claire, pero lo convenceré de que lo haré. Considerando que
realmente no tengo otra opción.

—Entiendo. Trato hecho, —digo, asintiendo con la cabeza e incluso


saludando.

200
Sacude su cabeza.—No funciona así. —Al dar un paso hacia adelante, se
extiende y me agarra del cuello. Cuando me tiro hacia atrás, termina
tomando mi camisa en un puñado.

Pensé que no iba a matarme, y probablemente no lo hará. Pero si está


enviando físicamente un mensaje, entonces me estoy preparando para
someterme a un mundo de dolor. Cierro los ojos y pienso en Claire. Ella
soporta una mierda como esta todos los días. Si ella puede sobrevivir, yo
también puedo hacerlo. Tengo que sobrevivir para poder salvarla.

Y entonces lo escucho. Esa exigencia con una sola palabra que me ha


salvado de un mundo de mierda más veces de las que puedo recordar,
pronunciada con esa baja y mortal voz que me resulta tan familiar.

—No...

Marty.

201
Capítulo 17
Marty

No creo que haya otra mujer en el mundo que pueda meterse en más
mierda que Maddie. O Whitney. O quien coño sea. Así que encontrarla
acorralada en un oscuro callejón, detrás de un restaurante propiedad de la
mafia, puede parecer un poco demasiado dramático para la mayoría, pero
para Maddie, es sólo otro día. Estoy bastante irritado con ella que casi
podría volverme loco.

—¿Es tuya? —pregunta el hombre, liberando su agarre sobre Maddie.

—Lo es. —Mi respuesta es simple y mi comportamiento tranquilo haciendo


que estreche sus ojos, preguntándose quién diablos soy. Sin mi corte, no
soy más que un don nadie. La ventaja es que mi club no se meterá en la
mierda de Maddie. La desventaja es que no puedo usarlo como factor de
intimidación. Por suerte para mí, puedo ser bastante aterrador por mí
mismo.

—Tengo negocios con ella. —Lo dice casi como si estuviera haciendo un
pedido. Esto me hace pensar que cree que podría ser alguien importante.

—Ya no. —Mi tono no deja lugar a ninguna negociación.

—¿Quién lo dice?

No me inmuto cuando le doy el nombre del hombre que me debe un favor


de mi tiempo dentro de la prisión. —Demópolis. —Sus ojos se abren de par
en par—. Alex Demopolis.

202
Con un movimiento de cabeza, vuelve a prestar atención a Maddie y
murmura, —Última advertencia. —antes de desaparecer en el interior del
local.

—¿Dónde está tu bolso? —Le pregunto a Maddie, cerrando la corta


distancia entre nosotros.

—¿Qué?
—El bolso. Tu mierda. ¿Dónde está? —Mi paciencia se está agotando cada
vez más. La tomo del brazo y la llevo a través de la puerta trasera, al
restaurante. Aún no me ha respondido y estoy a punto de volver a agarrarla
cuando se aleja de mi mano y toma su bolso de una mesa de al lado.

Con su mano en la mía, la mantengo detrás de mí mientras mis ojos


examinan el restaurante en busca de posibles amenazas hasta que
salgamos. La guío hacia el lado del acompañante de mi camioneta,
ignorando sus preguntas sobre qué hacer con su coche.

Para evitar más preguntas, busco las llaves en su bolso. Justo a tiempo,
llega un parche de una filial de apoyo local, seguido de un coche con dos
prospectos. Le tiro las llaves, le digo que lo lleve a la casa de Maddie y
espero que se vaya antes de hacerlo.

Maddie sigue exigiendo saber lo que pasa mientras salimos de la ciudad


hacia las carreteras secundarias que nos llevan a casa. Agarrando mi
teléfono, introduzco el número del oficial al mando de Parchman que está
en la nómina de la mafia.

—Necesito a Demopolis. Soy Marty. —Unos minutos después, oigo su voz


en la línea. Después de los saludos formales, empiezo a hablar de
negocios—. Hice uso del favor que me debías. —Puedo sentir a Maddie
mirándome mientras le digo dónde estaba y con quién hablé. Descubrí que
el tipo del callejón ni siquiera era pariente de la familia. Había usado el
único favor de la puta mafia, para absolutamente nada.

203
Cuelgo, algo más enojado de lo que estaba hace diez minutos. Girando mi
cabeza hacia la fuente de mi ira, mis ojos se posan en el dulce y angelical
rostro de Maddie. Se ha quitado la peluca y su pelo rubio se ha vuelto
rebelde. Sus amplios y azules ojos están tristes mientras mira fijamente el
parabrisas. Al verla, mi ira se desvanece.

—¿Qué pasó, Maddie? —Pregunto en un tono relajado que la hace


tranquilizarse al instante. No sé por qué estoy siendo tan jodidamente
comprensivo. Hay algo en ella que me pone de rodillas.

Se encoge de hombros, incapaz de mirarme. —Fallé.

¿Era su plan enfrentarse a él? —¿Fallaste? Nena, él era tres veces más
grande que tú.

—No con él. Fue una... inesperada sorpresa. —Las novedades me tienen
aún más confundido. Pero sé hasta dónde presionar a Maddie. Ahora
mismo, es mejor no forzarla a que me cuente todos los detalles. Si la
presiono demasiado fuerte y rápido, me echará completamente fuera.
Mientras esté conmigo, sé que estará a salvo. Pero antes de dejarla fuera
de mi vista, haré que me lo cuente todo.

Sabía que cuando llegáramos a la casa de Maddie, Dallas o Red estarían


allí.

Como ambos habíamos salido de la casa club con sólo unos minutos de
diferencia, pensarían que estábamos juntos. Y querrían la historia de lo
que pasó entre nosotros. Lo último que necesitaba era a las dos husmeando.
Así que, para evitar cualquier interrupción, reservé una habitación en
Jackson a noventa minutos de casa. No estaba seguro de cómo terminaría

204
esta noche, así que me tomé la libertad de entrar en su casa y empacar algo
de su ropa.

Tirando la maleta en la cama de tamaño king, la agarro con la mano e


impido que se siente. A veces una mujer necesita que la pongan en su lugar.
Otras veces necesita que la follen. Y algunas veces, sólo necesita que la
sostengan. Conozco a Maddie, y en este momento, todo lo que necesita es
que la tome en mis brazos. Así que lo hago.

Mi gran mano acuna la parte de atrás de su cabeza acercándola a mi pecho,


mientras que mi otra mano se abre en el centro de su espalda. No levanta
los brazos para abrazarme. Tampoco dice nada o trata de apartarse. Sólo
busca consuelo en mi abrazo, que es exactamente lo que quiero que haga.

Pasan algunos minutos antes de que arrastre lentamente sus manos por
mis lados y las coloque a mi alrededor. Entonces, finalmente, se rompe.
Comienza como un gemido, pero pronto, mi mano comienza a frotar su
espalda mientras solloza sobre mi camisa.

Me resulta imposible contar las veces que he hecho esto. A lo largo de los
años, he sostenido a Maddie más de lo que jamás he contenido a una mujer
en toda mi vida. Es algo que me enorgullece saber que soy el hombre al que
acude para que la consuele. Pero duele como el infierno. Más esta vez,
porque pensó que no me necesitaba.

Le digo que la tengo. Que está a salvo. Que todo está bien, al igual, que sigo
aquí y que no me voy a ir. Las palabras son una promesa que rompí una
vez, pero juro que no lo volveré a hacer. Cuando grita y se aleja, puedo decir
que está lista para hablar. También estoy preparado para escuchar. Y más
que eso, estoy listo para arreglar lo que sea que tenga a mi chica tan
alterada.

Decir que me sorprende lo que me cuenta es quedarse corto.— No


necesitaba tu ayuda esta noche.

205
—¿Estás bromeando? Ese tipo podría haberte destrozado todo tu rostro de
un golpe.

Se encoge de hombros, como si no le importara una mierda el potencial


peligro en el que se ha metido esta noche. —Puedo soportar un golpe.

La furia me atraviesa. —Sabes que mataré a cualquier hijo de puta que te


ponga las manos encima.

—Sí —se burla—. ¿Y qué pasará cuando no estés allí? ¿Entonces qué?

Si me hubiese metido una bala, no me dolería más que esto. Pero no me


voy a acobardar sólo porque ella hirió mis sentimientos. Voy a decirle
exactamente lo que necesita oír. Lo quiera o no.

—Entiendo por qué estás haciendo esto. La he cagado. No estuve ahí


cuando me necesitabas. Eso es culpa mía. ¿Pero esta mierda? Estas
buscando el peligro solo para probar un puto punto... esto se tiene que
terminar. Hoy.

—No...

—No te lo estoy pidiendo —advierto, cortándole el paso—. ¿Quieres


corregir un error? ¿Buscar venganza por alguien? ¿Ser una especie de
maldita justiciera? Bien. Pero no lo harás sola.

Se queda mirándome, luchando como un demonio para mantener su


mierda junta. Sé que está furiosa. Probablemente quiere arrancarme los
ojos. Puede intentarlo. Soy capaz de aguantar una maldita paliza.

—Esto es lo que soy. Quien, quiero ser —Su voz se reduce a un susurro—.
No me quites eso.

Una vez más, esa mirada en sus ojos me pone de rodillas. Nunca la privaría
de algo que quisiera. Robaría para darle todo lo que pidiera. Pero esto es
algo que no puedo hacer por ella. No puedo quedarme en las sombras

206
mientras se pone en peligro. No está en mí. Esto es lo que soy. Y quién
quiero ser.

—Oye —digo, cerrando la distancia entre nosotros. Acuno su rostro en mis


manos, notando cómo se inclina instintivamente hacia mi toque—. Estoy
tan jodidamente orgulloso de ti. —Sus ojos se dirigen a los míos con
sorpresa—. La chica que conocí nunca habría tenido la fuerza para hacer...
lo que sea que hayas hecho hoy. —Sonrío. Y me sonríe. El ambiente parece
relajarse—. No hay nada que desee más que que tengas tu independencia.
Ser resistente y valiente. Porque habrá momentos en los que no estaré allí.

Froto mi pulgar a lo largo de su mandíbula. El arrepentimiento fluye a


través de mí al darme cuenta de todas las veces que me perdí algo tan
simple como tocar su piel. —Si los problemas te encuentran, sé que puedes
manejarlos. Pero no puedo dejar que vayas a su encuentro. No sería un
hombre si me quedara sentado mientras luchas una batalla que me
pertenece. Estoy aquí, Maddie. Ahora mismo. No para eclipsarte o ponerme
en tu camino. Sino para estar a tu lado. Es donde pertenezco. Donde
nosotros debemos estar.

Está buscando algo en mis ojos. ¿Honestidad? ¿Arrepentimiento?


Encontrará ambas cosas. Su mirada es pensativa, una batalla se libra
dentro de ella. No está preparada para confiar en mí. Pero si me da una
oportunidad, se lo demostraré.

—¿Todavía me amas, Marty?

—Nunca dejé de amarte.

—¿Cuánto me amas?

—Más que nada.

Sus cejas se juntan mientras deja caer sus ojos sobre mis labios. Parece
estar deliberando algo. Finalmente, asiente con la cabeza, encontrándose

207
con mi mirada una vez más. Entonces, me da la oportunidad que he estado
esperando. —Ayúdame a terminar esto.

Lo juro por mi vida, se lo prometo. —Lo haré.

Pasaron varias horas desde que acepté ayudar a Maddie. Pero mientras
nos sentamos en el otro lado de la habitación, devorando lo que pedí al
servicio de habitaciones, me doy cuenta de que quizás no debería haber
aceptado nada hasta que conociera toda la historia. Cuando le digo esto,
ella asiente y acepta decirme todo lo que quiero saber. Sigo esperando
pacientemente a que empiece. Pero incluso antes de que lo haga, sé que lo
que voy a obtener no va a ser toda la verdad.

—Claire fue quien me salvó. Ella mató al camarero. En el estacionamiento.


Con un ladrillo. —Levanto una ceja impresionado—. Un par de años
después, descubrí que no era quien pensaba que era en realidad. Es una
víctima... de su propio esposo.

—¿Así que ahora quieres devolver el favor? ¿Matar a su esposo? —Se


encoge de hombros, tomando un sorbo de su vino—. Bueno, eso es bastante
fácil, —murmuro, tomando una cerveza del cubo de hielo—. No debería
llevar mucho tiempo. Vamos allá. Esperamos que salga. Una mañana se va
a trabajar y no vuelve. Mantendremos a Claire fuera del panorama tanto
como sea posible. Cuanto menos sepa, mejor.

Sacude la cabeza.—Eso no es una opción.

—Bien, ella quiere detalles. Lo entiendo.

208
—No. —Los ojos de Maddie son tan duros como también su voz al
levantarlos hasta mí—. Ella no quiere detalles, Marty. Claire no sabe que
estoy haciendo esto.

Bueno, eso cambia las cosas...

Me muevo en mi asiento. La mujer indiferente que está sentada frente a


mí no parece estar ni un poco avergonzada por lo que está planeando. —
¿No crees que es su decisión? ¿No es la tuya?

—Ella lo apreciará. Confía en mí.

¿Confiar en ella? De ninguna manera. La confianza se gana. Y lo único que


Maddie me ha demostrado es su capacidad para meterse en la mierda y
arrastrarme con ella, además me ha costado un favor de la mafia para
sacarla de ahí. —Ella te odiará si alguna vez se entera. Lo sabes, ¿verdad?
A sus ojos, el abuso es por su culpa. Ella no lo culpa.

—Me he acercado mucho a Claire en los últimos años. Está asustada. Débil.
Indefensa. No puede hacer esto por sí sola. Igual que lo estuve yo hace un
tiempo. Así que voy a mostrarle la misma cortesía que ella me ofreció a mí.
No le pedí que matara a ese camarero. Pero lo hizo. Y el mundo es un lugar
mejor gracias a eso.

No voy a lograr que cambie de opinión sobre esto en este momento. Así que
le dejo creer lo que quiera y cambio de tema. —La otra noche cuando estaba
en el bar con Red y Dallas...

—¿Qué pasa con eso?

—¿Eso era parte de este plan maestro? Presumo que te haces pasar por
Whitney cuando estás cerca de Claire. ¿La conociste en ese bar, y luego las
cosas se salieron de control?

—No. No tiene nada que ver con esto.

209
—¿Así que me estás diciendo que has hecho esto antes?

Me sonríe. —Te digo que esa noche en el bar no tuvo nada que ver con
Claire. Mi terapeuta dijo que debía enfrentar mis miedos. Solía entrar en
pánico en lugares como ese. Ya no lo hago más.

—¿Era tu plan también matarlos? —Pregunto.

—¿Qué tienes en mente para William? ¿Algo bueno? —Se está desviando.
Y eso me inquieta. Me está sonriendo porque lo sabe.

—Investiguemos un poco cuando lleguemos a casa. Y seguiremos desde allí.

Acepta fácilmente y nuestra conversación termina. No tarda mucho en que


sus ojos se pongan pesados y se quede dormida. Envío un mensaje al mejor
técnico informático del club, pidiéndole toda la información que pueda
darme sobre este William Deets. Cinco minutos después, la tengo. Para
cuando llego al final de la primera hoja del archivo adjunto, ya sé que
Maddie ha perdido la cabeza.

El hombre trabaja para la mafia. Esas grandes cuentas en el extranjero


que maneja, les pertenecen. No es el tipo de hombre que puede desaparecer
sin que la gente haga preguntas. Es la clase de hombre que mataría a toda
tu familia por joder con su dinero. Llegar a él será casi imposible. Si tengo
la oportunidad de matarlo, no puedo hacerlo persiguiéndolo. Tendré que
traerlo a mí. Hacer que parezca que no me dejó otra opción. Que pidió la
bala en su cráneo.

Mi sencillo plan ya no es tan simple. Puedo intentar pedirle otro favor a mi


viejo amigo. Considerando que le he salvado la vida dos veces, no debería
tener problemas en ayudarme a manejar esto.

Pero aprendí mucho en prisión, incluyendo a no esperar nada de nadie. Lo


más probable es que quiera algo a cambio. Algo que no podré darle. The
Devil’s Renegades no podemos permitirnos estar en deuda con la mafia. Mi
club podría perder todo por lo que tanto ha trabajado.

210
Si le digo a Maddie que no podemos hacer esto, nunca me lo perdonará.
Pero esa es la menor de mis preocupaciones. Con todo lo decidida que está
en hacer esto, sé que no hay forma de convencerla de que no lo haga. No
puedo mantenerla encerrada en una jaula. Ni tampoco puedo vigilar cada
uno de sus movimientos. Puede que no sea hoy, mañana o incluso este año,
pero al final Maddie encontrará su oportunidad. Y lo hará, sin lugar a
dudas.

¿A quién amo más? ¿A mi club?, o ¿a Maddie? En algún momento, pude


haber sabido esa respuesta. Pero después de todo lo que ha pasado, ya no
estoy tan seguro. Esta es la decisión más importante de mi vida. Y una que
no seré capaz de tomar.

Me quedé despierto casi toda la noche pensando en cómo podría hacer que
esto funcionara. Las acciones de Maddie eran otra cosa que me mantenía
la cabeza dando vueltas. ¿Por qué de repente estaba tan dispuesta a
dejarme ayudarla? Obtuve mi respuesta cuando me desperté por la
mañana con la mitad de la cama fría, la habitación vacía y una nota.

Eres un buen amigo. El mejor que he tenido. Pero esta es MI batalla. No la


tuya.
-Maddie

Amigos.
Malditos amigos.
No es sólo mi amiga.
Es mía, toda mía.

Eso significa que sus secretos son míos. Sus preocupaciones son las mías.
Su dolor. Recuerdos. Arrepentimientos. Errores. Logros. Su cuerpo. Mente.

211
Corazón. Alma. Todo lo que la hace ser quien es, me pertenece. Esto no es
una especie de macho alfa, o conversación de cavernícola. Esto es la maldita
realidad. Así que, la mujer que amo me diga que me aleje mientras se pone
en peligro, es algo desconcertante.

Al diablo con todo esto.

Es muy perturbador.

Anoche me preguntó cuánto la amaba. Le dije que más que a nada.


Supongo que no fue suficiente decirle, nunca lo es. Esta vez, planeo
mostrarle lo mucho que este Devil’s Renegades puede amar.

212
Capítulo 18
Marty

Cuando terminé de leer la nota de Maddie esta mañana, fui a orinar y me


vestí, ella estaba en Hattiesburg. Todavía no sé cómo demonios habrá
llegado allí, pero mi mejor conjetura es que una de las putas de la casa club
la debe haber ayudado.

Tan pronto como estuve cerca, ella ya estaba en la ruta de nuevo.


Cambiando mi camión por mi motocicleta, guardo mi chaleco en mi alforja
para no ser identificado, y sigo su GPS que me lleva a Rusty Riders, un
club nocturno que está en el límite de Mississippi con Tennessee.

El bar Country Western es el más popular de todos. Incluso tienen un toro


mecánico y casi todo el mundo lleva botas de vaquero y un sombrero. los
jueves, es la noche para mujeres, y el lugar está lleno de chicas que buscan
ser sacudidas por un aspirante a vaquero.

Estoy sentado solo, manteniéndome en las sombras mientras mis ojos se


centran en el mismo hombre y mujer que han estado coqueteando en una
mesa al otro lado de la habitación durante las últimas dos horas. Está
actuando como un perfecto caballero, colocando su mano en la parte baja
de su espalda para evitar que se deslice del taburete. Ella es la típica chica
borracha que busca una aventura de una noche. Estoy luchando como el
demonio para quedarme en mi asiento y no tirarla por encima del hombro
y sacarla de aquí. Porque ella es Maddie.

No sé quién es él, pero seguro que no soy yo. Y tampoco es William Deets.
Este tipo puede haber sido parte del plan de Maddie todo el tiempo. O tal
vez es sólo un maldito con el que ella decidió reemplazarme. Lo mataré...

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Cuando se inclina y le susurra al oído, ella asiente y se desplazan. Observo
cómo le guiña el ojo a un amigo suyo que le levanta la botella y se ríe. Mis
manos se aprietan más dentro de mi sudadera en un esfuerzo por evitar
sacar mi arma, y poner una bala en las malditas cabezas de los dos
hombres.

Sigo a Maddie y al hombre, manteniendo una distancia segura entre


nosotros. El estacionamiento de grava y lleno se encuentra a unos cien
metros del edificio. Veo a Maddie apuntar en dirección a su coche
estacionado en la parte trasera, cerca de una línea de árboles que separa
el negocio vecino. Se tropieza, dejando que él la ayude a levantarse. Pero
cuando se inclina para darle un beso, ella echa la cabeza hacia atrás y se
ríe evitándolo.

Me muevo entre los coches, manteniéndome oculto a la vista. Observo su


mirada por encima de su hombro un par de veces, mirando para ver si hay
alguien cerca. Mi inquietud se hace más pesada con cada paso que doy. He
efectuado muchas predicciones desde que llegué hace una hora, y Maddie
está haciendo que cada una de ellas se hagan realidad.

Maddie no está borracha. Cuando lo está, no lo hace con tanta intensidad


como se ve ahora. Evita sus insinuaciones con el propósito de burlarse de
él. No está excitada. Ni está buscando en el estacionamiento gente que
pueda salvarla... está buscando testigos.

Desde mi posición en cuclillas junto al baúl de un coche, miro a través del


parabrisas trasero cuando se detienen y se apoyan en el capó. Ahora que
estamos lejos de la alta música, puedo oír lo que dicen.

—Este es mi coche, —dice Maddie, girándose entre sus brazos.

—Bésame. —La voz del hombre es suplicante, pero ella evita sus avances
de nuevo.

—Estoy borracha.

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—Una borracha muy sexy. —Aprieto los dientes, el deseo de arrancarle la
maldita cabeza se vuelve insoportable.

—Creo que sólo necesito ir a casa. —Se aparta, pero él le agarra el codo y
la tira hacia atrás.

—Shhh, —dice él, inclinándose para besarla de nuevo.

Empujando contra su pecho, ella gira la cabeza.—Te dije que no.

—Te gustará.

—No. —Su voz es más dura esta vez, pero no acepta un no por respuesta.

—Jodida provocadora. —Gruñe las palabras, agarrando su rostro en sus


manos y empujándola con fuerza contra el coche. Me paro, listo para
destrozarlo. Al dar la vuelta al coche, me congelo cuando él gime y se dobla.
Con una pistola en la mano, Maddie la apunta a la cabeza del hombre que
ahora está de rodillas.

—Me lo estás poniendo demasiado fácil. —Se han ido sus palabras mal
pronunciadas y su voz de borracha. Ahora, ella suena letal y demasiado
tranquila—. Realmente eres un pedazo de mierda, ¿no?

—Por favor, —ruega, poniendo sus manos frente a su pecho como si


estuviera rezando—. No hagas esto. No quise decir eso.

—Sí, lo hiciste. —Su voz es fría, implacable y nada como la que he


escuchado—. Y ahora vas a pagar.

Al dar un paso adelante, me pongo a su vista. —Maddie.

Al oír mi voz, sus cabezas se mueven hacia mí. Cuando empieza a suplicar,
entrecierro los ojos hacia él. —Cállate. —Se atraganta con mi tono y
asiente con la cabeza. Cuando mi mirada encuentra a Maddie de nuevo, se
ve determinada, un poco enojada y caliente como la mierda.

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—Nena ... Dame el arma. —No responde porque tiene el arma apuntando
al hombre y sus ojos dirigidos a mí—. Piensa en lo que estás haciendo,
Maddie, —le digo, con un poco más de severidad.

—¿Maddie? —El hombre de rodillas pregunta confundido. Mirando a


Maddie, estrecha sus ojos—. Creí que te llamabas Whitney.

Oh, por el amor de Dios... aquí vamos de nuevo con esta mierda de
Whitney. Me importa un carajo quién dice ser. Esta mujer, que es
increíblemente peligrosa y letal, es Maddie. La conozco mejor de lo que me
conozco a mí mismo o al menos eso creía. Obviamente, me equivoqué.

A pesar de que lleva una peluca que altera ligeramente su apariencia, la


curva de sus caderas es la misma. Así como la forma de su trasero. La
turgencia de sus pechos. El color azul profundo de sus ojos. Los pliegues
en las esquinas de ellos y el arco de sus cejas. Sus carnosos labios. La
pequeña nariz. El diminuto hoyuelo en su mejilla izquierda. Físicamente,
es ella, mi Maddie. Pero por dentro, se ve a sí misma como una persona
completamente diferente.

Whitney una mujer letal, sin corazón y enfurecida.

Ya entiendo.

Cada día me despierto siendo un hombre, y por la noche soy otro. El chaleco
no sólo me cambia, me define. Me recuerda que en el fondo, soy un Devil’s
Renegade. Al igual que en el fondo, Maddie ha encontrado quién es
realmente. Pero en este momento, no importa si es Maddie o Whitney.
Todavía no puedo dejarla hacer esto. No bajo mi supervisión. No esta
noche. Ni nunca.

—Maddie, necesito que bajes el arma.

Sacude la cabeza con el rostro de póquer. —No puedo hacer eso. No lo haré.

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—No puedo permitir que hagas esto, —digo, luchando por mantener un
tono uniforme y distante que refleje el suyo propio.

—No tienes elección. Lo que haga no es de tu incumbencia. —La ira en su


voz es inquietante. Su resolución se está desvaneciendo. Parece que se da
cuenta y endereza su columna—. Vete.

Casi me río. Esa mierda no va a pasar. Y está loca si cree que pasará.
Cuando doy un paso hacia ella, saca la otra mano del bolsillo de su
chaqueta. Y me encuentro mirando fijamente el cañón de otra arma.

—Necesito hacer esto. Tengo que hacerlo —Está desesperada. Su voz está
temblorosa y sus ojos nublados—. No te atrevas a quitarme esto. —La miro
fijamente, confundida, tratando de juntar las piezas del rompecabezas.
¿Por qué matar a este hombre es tan importante para ella? Por el rabillo
del ojo, veo que el hombre de rodillas tiene los ojos cerrados y está
murmurando. Estoy bastante seguro de que está rezando. Probablemente
debería estarlo.

—Estás hablando de matar a un hombre, Maddie. No puedes volver de eso.


—Espero como el infierno encontrar algo de compasión en sus ojos. Pero
mis palabras la hacen reír.

—¿Crees que no lo sé?

Una sensación de hundimiento se hincha en mi pecho al darme cuenta de


que Maddie ha hecho esto antes. Ha matado. Ha tomado una vida. Muchas.
Quién sabe el número. Durante seis años he estado ausente en su vida. No
puedo saber qué es lo que ha hecho desde que me fui.

—Tengo que hacer esto por ella.

Ella. Claire. La mujer que la salvó cuando yo no lo hice.

Yo la hice así. Soy responsable de crear este monstruo. Ahora es mi trabajo


arreglar esto.

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—Maddie, —empiezo, y el sonido de su nombre en mis labios debilita las
paredes a su alrededor—. Odio lo que te pasó a ti... lo que le sucedió a ella.
Pero ahora mismo, necesito que me des el arma.

Sacude la cabeza y sus ojos disculpándose por la decisión que ya ha


tomado. —Si alguna vez me amaste, si recuerdas cuál es la definición de
amor, me dejarás hacer esto. —Ha sacado las más grandes armas,
lanzando mi amor por ella en mi rostro.

Pero no puedo.

No puedo. Joder. Hacer. Esto.

No puedo dejar que lo haga.

Puede que no haya podido salvarla las otras veces, pero ahora estoy aquí.
Así que antes de que sus ojos se vuelvan a enfocar en el hombre que aún
está de rodillas, acepto la carga de acabar con su vida, para que ella no
tenga que hacerlo.

Sacando mi arma de mi espalda, libero dos balas, golpeando mi objetivo


directamente en la cabeza. El silenciador en el extremo de mi cañón
amortigua el sonido de las balas, haciendo que el sonido de su cuerpo sin
vida golpee el suelo, más fuerte de lo que sería normalmente.

No me estremezco ante la reacción de Maddie. Pero estoy muy confundido


por ello. Esperaba que se enfadara. Tal vez tristeza. No horror.

—Lo mataste, —susurra, sus ojos del tamaño de un platillo.

—Por supuesto que lo maté.

Ella mira al hombre a sus pies, y luego vuelve a mí. —¿Por qué?

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Me encogí de hombros. Mi respuesta es simple,—Para que no tengas que
hacerlo.

Todo el tiempo que sea necesario.

Tanto como ella piense que tiene que hacer esto.

Mientras haya un aliento en mi cuerpo... nunca tendrá que hacerlo.

Esa es mi definición de amor.

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Capítulo 19
Maddie

Dios mío. Mierda.

No creí que fuera posible, pero mis ojos se abren al ver la escena que me
rodea. Un hombre yace a mis pies. Su sangre está salpicada en la grava y
en mis zapatos. Sus rodillas aún están dobladas y su cuerpo sin vida está
encorvado.

Por millonésima vez, mi mirada se dirige a Marty. Está ahí de pie, con
aspecto de un dios asesino. Su gran y voluminoso cuerpo se asoma en la
oscuridad. Su gorra negra está baja sobre su cabeza, deteniéndose justo por
encima de sus ojos. Los músculos debajo de su sudadera están bien
definidos, a pesar del material holgado que los cubre. Sus descoloridos
vaqueros cuelgan sueltos alrededor de sus gruesos muslos, pero se ajustan
a su entrepierna. Y al verlo, estoy completamente mojada.

Acaba de matar a un hombre... uno que sabe que yo tenía intención de


eliminar. Podría seguir durante horas sobre lo inapropiados que son mis
pensamientos en este momento. Pero no me importa. Todo lo que sé es que
lo deseo.

Para que no tengas que hacerlo. Él lo hizo. Por mí.

Acababa de ser testigo de mi otro yo. Pero no me observaba como si


estuviera loca. Me mira como si me quisiera. El deseo que irradia de sus
ojos refleja los míos. Me hace desearlo más que el oxígeno.

El sonido de sus botas aplastando la grava mientras camina lentamente


hacia mí parece hacer eco en el vacío estacionamiento. Giro mi cuerpo para
enfrentarlo, casi presionando mi pecho contra el suyo en una invitación

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directa. Quiero que me folle aquí mismo. Justo ahora. Pero cuando sus ojos
caen hacia el hombre muerto que está a nuestro lado, recuerdo que tenemos
prioridades.

—Abre el baúl, Maddie. —Su voz es tan baja, oscura y prometedora que me
estremezco anticipando lo que sucederá cuando lleguemos a casa.
Buscando mis llaves en el bolsillo, maldigo en silencio al hombre muerto y
lo condeno al infierno por hacerme esperar la deliciosa compañía de Marty.
Bastardo egoísta.

Presiono el botón y el baúl se abre con un clic. Lo levanto, viendo con


asombro como este hombre fuerte y sexy levanta al vaquero idiota con
facilidad antes de depositarlo suavemente en el maletero, levantando una
ceja cuando ve el plástico que está cubriendo la alfombra.

—¿Qué? —Me encojo de hombros—. Veo una gran cantidad de expedientes


forenses.

Poniendo ambas manos en la tapa del baúl, la cierra y deja caer la cabeza,
necesitando el apoyo del coche para sostenerse. —¿Tienes algún lugar
especial donde colocar los cuerpos? —Lo miro con confusión. Después de un
momento me mira a los ojos, sonriendo con una arruga en su frente—.
Bien... —Sacude la cabeza—. ¿Tiene Whitney un lugar especial donde poner
los cuerpos?

—Cállate, —digo con disgusto—. Sabes que en realidad no creo que tenga
otra personalidad, ¿verdad? Soy muy consciente de que Whitney es sólo el
nombre que uso cuando no estoy siendo la Maddie que todos esperan.

—Nena. —Su voz es suave, pero hay urgencia en su tono—. Acabo de matar
a un hombre y su cuerpo está en el baúl de tu coche. Estamos a menos de
cien metros de un lugar repleto de sus amigos que han visto tu rostro y el
mío. Me importa una mierda si tienes cien personalidades. Ahora mismo,
mi objetivo es salir de aquí.

¿Por qué tiene que sonar tan sexy cuando habla?

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—Maddie, —me dice, y sacudo la cabeza en un esfuerzo por aclarar mi
mente grosera—. ¿Adónde los llevas?

—Llevar ¿A quién? Nunca he matado a nadie.

Sus cejas se elevan hasta la línea de su cabello. —¿Estás bromeando?

Sacudo la cabeza. —No. ¿Estás furioso?

—¿Por qué eso me haría enojar? —Me da una mirada incrédula que es...
bueno, a falta de una palabra mejor, sexy.

—Bueno, suenas como un loco.

—¿Me estás diciendo que es la primera vez que haces algo así? —Todavía
estoy un poco confundida por su tono si no está enojado.

—No... —Miro hacia otro lado, moviendo las manos—. Quiero decir... he
hecho... cosas.

—Dime que estás bromeando. —Sip. Está enojado.

—¿Qué? Nunca he matado a nadie.

Se endereza, pasando las manos por su rostro antes de cruzarlas por detrás
de su cabeza. Por alguna razón, lo encuentro divertido. Tal vez me estoy
volviendo loca. ¿Esto es lo que pasa cuando alguien está en shock?

—Deberías ver la mirada en tu rostro. —Me río cuando su expresión


cambia de nuevo—. Nunca he visto a nadie que pueda parecer confundido,
enojado, sexy y compasivo al mismo tiempo. Eres un maestro en materia
de emociones. —Mi risa muere lentamente mientras todas las expresiones
en su rostro se desvanecen, excepto la de peligro. Pura ira de mierda.

—Maté a este hombre, Maddie. Por ti. Porque pensé que ibas a matarlo.

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Asiento con la cabeza enérgicamente. —Era... Lo juro. Iba a ser mi
primero—. Un sonido que es una mezcla entre un gruñido y un ladrido
comienza a acumularse detrás de sus labios que son presionados en una
delgada línea. Luego, patea la grava antes de poner sus manos en las
caderas y sacudir la cabeza.

—Sólo, —comienza, haciendo una pausa como si no estuviera seguro de qué


decir—. Sube al coche, Maddie. Sólo... sube al maldito coche—. Con un tono
furioso que me hace temblar, escupe mi nombre. Su rabia debería ser un
freno, pero sólo hace que lo quiera más.—Sígueme y quédate cerca, —
resopla antes de ir hacia su motocicleta.

Llego rápidamente al otro lado del coche, casi tropezando con mis pies
mientras miro por encima de mi hombro hacia su espalda en retroceso. Me
deslizo detrás del volante. Mi cuerpo se ruboriza con el calor, pero sin él
tan cerca, comienzo a sentir el aire frío que se filtra en mi piel y me enfría
hasta los huesos. Poniendo la calefacción al máximo, me froto las manos y
espero a que se aleje antes de ponerme detrás de él.

Nos conduce hacia la autopista manteniendo el límite de velocidad. Cuanto


más conducimos, más me doy cuenta de que lo necesito y del peligro que
corremos. —Por favor, Señor, —le ruego, pidiéndole un favor al de arriba,
—Sé que tengo un muerto en mi baúl, pero por favor no permitas que vaya
a la cárcel.

Hago tratos y promesas con el Alfa y el Omega, sabiendo muy bien que
nunca los cumpliré. Pero estoy segura de que él lo sabe. Tengo tanto miedo
de que me detengan, que mis sentidos se agudizan y soy consciente de todo
lo que me rodea. Mis ojos están muy abiertos, mi corazón late fuera de mi
pecho. Si me llegaran a parar, sin duda Marty haría una estupidez sólo
para evitar la posibilidad de que me atraparan.

Llevamos diez minutos en la autopista cuando la luz de Marty se enciende.


Una señal se encuentra en el costado de la autopista que dice Parque

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Estatal Big Hill Pond. En algún momento de nuestro corto viaje,
habíamos cruzado la frontera estatal y entrado en Tennessee.

El camino con muchas curvas nos lleva a una entrada cerrada por un poste
de metal con una gran señal de alto centrada en él. Empujando su soporte
con el talón de su bota, Marty deja su motocicleta en marcha mientras
juguetea con una cabina cerca del final de la entrada.

Momentos después, se levanta para permitirnos el acceso dentro del


parque cerrado. Voy lentamente detrás de él por la estrecha carretera con
curvas y llena de lomas. Con cada una que mi coche pasa, puedo oír el golpe
del cadáver mientras se levanta y luego cae dentro de mi baúl.

—Bueno, se lo merecía, —murmuro para mí misma en un intento de evitar


que la sensación de pánico se apodere de mí. Pero la verdad es que no siento
nada en este momento. Probablemente porque mi adrenalina está en su
punto más alto.

Cuando el agua aparece en el horizonte, Marty continúa hacia un muelle


en la parte trasera del lago. Apartando su motocicleta de la carretera y
metiéndola en los dispersos pinos, sigo el sendero y estaciono a su lado.
Mirando hacia atrás, me doy cuenta de que nuestros vehículos están
ocultos a la vista, no es que haya alguien aquí para vernos.

Escucho un golpe en el baúl que casi me hace saltar por los aires, y luego
me doy cuenta de que Marty ya ha desmontado de su motocicleta. Imbécil.
Podría haberme avisado. Apago el motor y abro el baúl, respirando
profundamente antes de salir del auto.

_________________________________________

Alfa y Omega: Alfa es la primera letra del alfabeto griego; Omega es la


última. Son también nombres que se han dado a Jesucristo, y se emplean
como símbolos para indicar que Cristo es el principio y el fin.

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La luna es brillante en el cielo, reflejándose en el agua y proyectando un
extraño brillo en todo lo que nos rodea. El silencio mezclado con el frío y la
noche es el escenario perfecto para una película de terror. Para estar
segura, miro por encima de mi hombro hacia el bosque para ver si Freddy,
Jason o Michael nos han encontrado.

Me dirijo rápidamente a la parte trasera del coche cerca de Marty. Está


inclinado sobre el baúl, envolviendo el cuerpo con un plástico. Su silencio
da más miedo que la posibilidad de ser atrapados. Puedo manejar cualquier
cosa en este momento, según he descubierto. Pero lo que no puedo soportar
es que esté enojado conmigo.

—Marty, —empiezo, pero ¿qué puedo decir? Siento mucho que hayas tenido
que matar a este hombre por mí, pero gracias por la ayuda...

Enderezándose, me mira y casi me pongo a llorar al verlo.

Cuando continúo parada y mirándolo embobada en vez de continuar, él


mete la mano en el maletero y levanta el cadáver que ahora está envuelto
en plástico y asegurado con cuerdas elásticas sobre su hombro. Me da una
última mirada antes de darse la vuelta y caminar por el muelle. No
queriendo estar sola, le sigo.

Esta parte del lago parece abandonada. Las mesas de madera para el
picnic, el muelle y el cuarto de baño están viejos y desgastados. Mis pasos
son cautelosos mientras camino hacia el final del tembloroso muelle.
Gruesas telarañas y excrementos de pájaros cubren los lados y los rieles.
Me estremezco al pensar en una araña que de alguna manera se envuelve
en mi pelo.

Miro hacia arriba justo cuando Marty se detiene en el borde donde deja
caer el cuerpo descuidadamente sobre las tablas de madera. Me aparto de
su camino cuando camina de vuelta hacia la orilla, encontrándose con mis
ojos al pasar.

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Observo confundida cómo cae sobre su estómago y llega hasta el muelle
donde el agua se encuentra con la orilla. Después de unos momentos de
forcejeo, saca un trozo de cuerda y la pone a su lado antes de volver a bajar.
Acercándose al borde, inclina la parte delantera de su cuerpo sobre el
costado. Siento que el destartalado muelle se balancea con sus
movimientos mientras usa ambos brazos para tirar de algo que debe estar
enterrado en el barro.

Justo cuando el muelle está temblando tan violentamente que temo que me
envíe al agua, se detiene. Con lo que parece una maldita roca en su mano,
Marty camina de regreso al final del muelle, con su aliento aún más
irregular que antes. De nuevo, sus ojos están en mí. No sé si está midiendo
mi reacción, tratando de leer mi mente o asegurándome que todo estará
bien.

Se arrodilla y miro por encima de su hombro viendo como hace un rápido


trabajo de atar la cuerda alrededor de los tobillos del hombre. Sacando su
cuchillo del bolsillo, corta otro tramo de la cuerda antes de hacer una t y
centrar la roca dentro de ella. Mientras está ocupado preparando el cuerpo
para deshacerse de él, una pregunta muy importante, sin respuesta, me
golpea de repente.

—¿Cómo supiste dónde encontrar esas cosas? —Aunque me da la espalda,


hago un movimiento con las manos hacia la cuerda y la roca.

—No hagas preguntas de las que no quieres la respuesta, nena.— Su voz


es áspera y cautelosa.

—Dime, —le exijo, pero mi voz es débil. ¿Realmente quiero saberlo? ¿Acaso
no lo sé ya?

Con un pesado suspiro, se pone de pie y mis ojos caen a los zapatos del
trabajo terminado. Siento sus ojos sobre mí, pero no puedo apartar mi
mirada del cuerpo y de la gran roca atada alrededor de sus tobillos.

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Doblándose de nuevo, Marty coloca la pesada roca sobre las piernas del
hombre antes de darle un empujón.

Observo como el cuerpo se hunde lentamente en las oscuras aguas. Con


algo del plástico todavía a la vista, exijo la verdad de nuevo. Aunque estoy
segura de que sé la respuesta.—Dime, Marty. ¿Cómo lo supiste? —
Levanto la vista para encontrar sus duros e intensos ojos centrados
únicamente en mí.

—Porque yo solía matar gente. —No está orgulloso. Tampoco está


arrepentido. Habla en un tono natural y sin rodeos, o envuelto en un bonito
lazo. Es sólo la verdad, tan real y cruda como puede ser—. Di algo, —
susurra, pero aun así no hay emoción en su voz.

No puedo encontrar mi voz. Incluso si pudiera, no hay nada que decir. Así
que hago lo que he querido hacer desde que lo vi por primera vez esta
noche. Con esa necesidad que se me mete en mi interior, me lanzo a él.

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Capítulo 20
Marty

Hace diez minutos, hundí el cuerpo de un hombre que maté en el fondo de


un lago mientras Maddie miraba. Hace diez segundos, le pedí que dijera
algo. No lo hizo. En vez de eso, se lanzó a mí sabiendo que mantendría mi
promesa de que la atraparía. Y lo hice.

Ni siquiera me muevo por el impacto. Agarro su trasero en mis manos y la


levanto alrededor de mi cintura. Sus brazos rodean mi cuello en el mismo
momento en que su boca choca contra la mía. Su beso es exigente y
dominante. Está tan excitada que juro que puedo sentir el calor de su coño
incluso a través de nuestros vaqueros.

Hay muchos sentimientos que pueden surgir al matar a un hombre. A veces


es arrepentimiento. Otras veces es justicia. Pero hay una en particular que
es que me da cada vez más poder. Está mal... mierda eso está mal. Pero no
puedo evitarlo. A juzgar por la forma en que Maddie está reaccionando, ella
tampoco puede hacerlo.

No me doy cuenta de que me estoy moviendo hasta que estoy a medio


camino hacia el coche, empujándola contra el lateral para poder dejar mis
manos vagar libremente sobre su cuerpo. La mantengo pegada a la puerta
con mis caderas, a la vez que sus piernas me rodean con fuerza mientras
deslizo mis manos por debajo de su blusa y a través de sus llenos pechos,
que tanto me gustan.

Sus pezones son tan duros que puedo sentirlos perfectamente a través de
la tela de su sostén. Pero quiero más. La quiero toda. Procesaré la mierda
que pasó esta noche más tarde. Ahora mismo, sólo la quiero a ella. Con un
movimiento de mis dedos, el broche de presión en la parte trasera de su
sostén se afloja y sus perfectos pechos se liberan. Se sienten pesados en mi
mano, suaves como el satén y cuando sumerjo mi cabeza para probarlos,

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mi lengua recoge el sabor de todo lo que es dulce como la miel y es
embriagador.

Escucho sus gemidos. Siento el movimiento de sus caderas. Está tan


jodidamente desesperada por tener sexo potenciada por la adrenalina que
está lloriqueando y rogándome por ello. Lo he visto en sus ojos toda la
noche. La salvaje pasión que desea brilla a través de esos azules ojos,
ardiendo en mi alma y dirigiéndose directo a mi polla.

Levantándola con una mano, mantengo la otra a un lado de su cuello


mientras sostengo mi boca en la suya y nos llevo al frente del auto.
Colocándola en el capó, le quito la camisa por encima de la cabeza y le saco
el sujetador. Se sienta delante de mí desnuda de cintura para arriba,
temblando por el frío o la anticipación.

Desenredando sus piernas de mi alrededor, no espero a que sus pies lleguen


a tierra firme para envolver mis brazos alrededor de su cintura y hacerla
girar para que quede boca abajo en el capó del coche. Escucho su aliento en
su garganta al sentir el frío metal contra sus desnudos pechos. El
pensamiento hace que mi polla se hinche increíblemente más grande.

Nunca hemos sido del tipo que hace el amor. Me gusta follar. A ella
también. Este momento no es diferente. Mueve su perfectamente firme
trasero contra mí y le pongo la mano encima con fuerza, soltando un
gemido. Gime tan fuerte que hace eco a través de los árboles. Se
interrumpe, probablemente recordando dónde estamos y lo que acabamos
de hacer.

—Grita tan fuerte como quieras, cariño. No hay nadie en kilómetros a la


redonda. —Sólo para asegurarme de que me escucha, presiono mis caderas
contra su trasero antes de retroceder y poner mi mano en él de nuevo. Esta
vez, cuando suelta un grito de placer, juro que oigo el maldito parabrisas
romperse.

Buscando alrededor, desabrocho sus pantalones, bajo la cremallera y los


arrastro por sus piernas. Poniéndome de rodillas, libero un pie de sus

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vaqueros y me pongo el talón sobre mi hombro antes de arrastrar mi lengua
por el centro de su trasero y por toda su columna vertebral hasta que me
vuelvo a poner de pie. Dando un golpecito a sus pies con mi bota, le doy las
sucias órdenes que sé que está esperando.—Abre ese coño para mí, nena.

—Oh, mierda, mierda. —Sonrío mientras arrastra las palabras en un bajo


gemido. A ella le encanta.

Empujo mis propios vaqueros hasta las rodillas, me acaricio la polla una
vez que está libre y me tomo un momento sólo para mirarla. Es perfecta.
No creí que pudiera mejorar. Pero el tiempo ha sido bueno para esta mujer.
Se ha llenado de la manera más sexy en todos mis lugares favoritos.

Los labios llenos de su coño tiemblan con el frío aire de la noche, ansiosos
de tenerme entre ellos. Las largas, gruesas y, por supuesto, bronceadas
piernas de Maddie me hacen sentir más hambre mientras recorro con mis
ojos su cuerpo. Se balancea sobre su único talón que acentúa los músculos
de sus pantorrillas y añade la altura justa para que mi polla se alinee
perfectamente a su coño que sé que está caliente, húmedo y listo para mí.

Coloco la cabeza de mi polla justo en su entrada y me detengo. Ella sabe lo


que quiero y cuando gira la cabeza para mirar por encima de su hombro,
me lo da.—Fóllame. —Las palabras nunca han sonado más atractivas o
hermosas en los labios de nadie.

Manteniendo mi polla dentro de ella, pongo mis manos en las mejillas de


su culo y la abro. Mis labios se separan, mis ojos se abren y mis fosas
nasales estallan con la hermosa visión de Maddie Pittman siendo
reclamada, tomada y follada por mí.

Un lento empujón de mis caderas hace que ambos cerremos los ojos y nos
perdamos temporalmente en ese mar de éxtasis que sólo ocurre entre
nosotros. Cuando fuerzo mis ojos a abrirlos de nuevo, se cierran con los
suyos. Su boca está ligeramente abierta, sus cejas están juntas y al igual
que sé cuándo está enferma, triste o herida, sé lo que siente en este
momento. Porque yo también lo estoy sintiendo.

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Me muevo dentro de ella, follándola a un ritmo deliberadamente lento para
que pueda sentir cada centímetro de mí. Las paredes aterciopeladas de su
coño se cierran alrededor de mi polla en un apretado agarre que me absorbe
en el momento en que siente que estoy demasiado lejos. Y desde donde
estoy parado, no sólo lo siento, sino que también lo veo. La vista de mi polla
que brilla con su excitación me hace tirar mi control a la basura y darle a
mi chica la forma en que le gusta.

Mis caderas chocan contra su trasero con un sonido de golpeteo que se une
a sus gritos de placer y sale disparado al otro lado del lago. Deslizo mis
manos hacia arriba, agarro sus caderas y empiezo a follarme a esta dama
como se merece. Suplica, grita y gime constantemente, su voz se rompe
cada vez que mis muslos chocan con su trasero que ahora está rosado por
el impacto.

Sus uñas se clavan en el capó de su coche. La peluca que todavía lleva


rebota con cada golpe. Y cada vez que encuentra la energía para mirarme
por encima de su hombro, algo en mis ojos hace que su coño se contraiga a
mi alrededor mientras se acerca. Lo único que me mantiene en marcha es
ver cuánto disfruta de esto. Me la follaré toda la noche sólo para ver esa
mirada en su rostro.

Pero sé cuándo ha tenido suficiente. Cuando el subidón de adrenalina que


ha tenido comienza a desaparecer. Sus gemidos se vuelven más silenciosos.
Sus manos pierden su fuerza. Le falta la energía para mirarme. Todo lo
que puede hacer es quedarse ahí y venirse, una y otra vez, cada orgasmo le
drena un poco más. En este momento, ya me la he follado más allá del
punto de poder caminar. Y, aun así, ruega por más.

—Mírame, Maddie.

Gime ante la orden, luchando contra su fatigado cuerpo para darme lo que
pido. Disminuyo mi ritmo y el siguiente gemido que escucho es de
decepción. Levanto su pierna hasta que su rodilla es empujada contra el

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capó, abriéndola más y permitiéndome golpear un punto diferente que de
repente le da la energía que ha estado buscando. Sonrío cuando me mira.

—Te extraño, nena. Nos echo de menos.

Empujando hacia atrás contra mí, insiste silenciosamente en que me


mueva más rápido en su interior. Pero me contengo, amando la forma en
que gruñe de frustración. Es demasiado débil para luchar contra mí y muy
terca para no intentarlo.—Por favor, —me ruega, tan penosamente que
casi me rindo ante ella. Me mira por encima de su hombro y sé que está
luchando contra las ganas de poner los ojos en blanco.

—También nos extraño, mierda. —Resopla y casi me río. No es lo que


realmente quería, pero seguro que no me duele oírlo.

Arrastrando mis dedos desde su rodilla, hasta el interior de su muslo,


continúo el lento y tortuoso ritmo con mi polla. Frotando la punta de mi
dedo en círculos sobre su clítoris, se relaja y suelta un gemido gutural que
probablemente la avergonzaría si lo escuchara en cualquier otro momento.
—¿Es esto lo que quieres?

No le doy tiempo para responder. Con su pierna aun parcialmente apoyada


en el capó, una mano en el coño y la otra en la cadera, me la follo fuerte y
rápido. Mis bolas están tan apretadas que me duelen. Estoy listo para rugir
su puto nombre mientras la lleno con mi semen. Pero me rehúso a soltarla
hasta que le haya ordeñado ese último orgasmo que hará temblar la tierra.
Cuando se calma por una fracción de segundo, sé que voy a conseguirlo.

Me vengo tan duro que tengo que luchar contra la debilidad de mis rodillas
para no caer. Y todo el tiempo que lo hago, lo único en lo que pienso es en
ella. La forma en que me mira. La manera en que habla. El movimiento de
sus caderas cuando camina y el toque de su mano.

Realizo mi mayor fantasía en mi cabeza para prolongar el momento


sublime que es mi éxtasis. Y no hay mayor fantasía para mí que la realidad
de este momento, Maddie y yo.

232
Mi Maddie.

—Nena... —Estoy vestido, he recogido la ropa desparramada de Maddie e


incluso he comprobado la situación al final del muelle para asegurarme de
que todo estaba bien. Aun así, está tumbada sobre el capó del coche
completamente agotada y temblando como una hoja.

—Me estoy congelando, —tartamudea, pero no hace ningún movimiento


para ponerse la ropa.

Evito mirarle el culo para no volver a tomarla y sacudo la cabeza. Al


levantarla, mantengo mi brazo alrededor de su cintura hasta que
finalmente se las arregla para pararse sobre sus propios pies.—¿Estás
bien? —Sacude la cabeza. Me quito la sudadera y ella levanta los brazos
mientras se la pongo sobre la cabeza. Cerrando los ojos, se relaja en el calor
de la misma.
—Tienes que despertar, preciosa. No puedo poner mi motocicleta en el baúl.
—Me arrodillo para volver a meterle el pie en sus vaqueros y se queja.

—¿Estás seguro? Quiero decir que ni siquiera lo intentaste. —Sus dientes


castañetean y sonrío. Le sostengo el talón, pero sacude la cabeza
deslizándose por el otro. Exhala un suspiro mientras mueve su pie y
flexiona los dedos.

Le subo los vaqueros por las piernas y los agarra a mitad de los muslos
para que se muevan el resto del camino hacia arriba. Con la mano en la
cabeza, se mete los dedos en el cuero cabelludo antes de quitarse la peluca.
Se la mete bajo el brazo y pasa los dedos por su propio pelo, agitándolo
hasta que el rubio pelo se le cae en el rostro.

—¿Estás lista? —Pregunto, un poco ansioso por salir de aquí.

233
—Creo que... ¿Tenemos que ir a casa o podemos conseguir una habitación
en algún lugar? —La esperanza en su voz me hace sentir como una mierda
por no darle lo que quiere.

—No puedo hacer eso. Tenemos que ir a casa. Ahora. —Le agarro el codo y
la saco del capó, dándole un golpe en el culo lo suficientemente fuerte como
para que me dé una mirada sobre su hombro y frote la nalga.

—Maldito cavernícola, —murmura.

—Soy. Un. Hombre. Obedéceme. —Resopla ante mis palabras, y su sonrisa


calma mi creciente ansiedad.

Elvira me recuerda por qué la amo tanto cuando se enciende en el primer


intento. Dejo que el motor se caliente mientras me visto con el chaleco,
estrechando mis ojos en Maddie mientras me hace un gesto sobre estar en
una cabina con calefacción mientras yo sufro el frío. Montando mi moto,
escaneo el lago una vez más antes de salir, asegurándome de que Maddie
esté a mi vista en todo momento.

Pronto salimos a la autopista y por suerte no pasamos por delante de


ninguna otra criatura viviente que no sea un ciervo que casi me tiene
esparcido por toda la autopista. Estoy seguro de que Maddie está
obteniendo unas malditas carcajadas de esto. Mientras tanto, estoy
pensando en un plan. Uno que ya no me gusta. Si Maddie llega a estos
extremos, ¿qué está dispuesta a hacer para acabar con William Deets?
Para calmar mi mente, aprieto el acelerador y dejo que el viento se lleve
mis preocupaciones.

234
—Estoy muy cansada, —dice Maddie, mientras abre la puerta y nos lleva
dentro de su casa—. Necesito una ducha, pero no creo que pueda
mantenerme despierta.

Me paro justo en la entrada, mirando cómo se sienta en el borde del sofá y


apoya su cabeza contra la pared actuando como si no acabara de verme
matar a un hombre y luego sumergir su cuerpo en un lago.—No vas a
dormir, —le digo, de alguna manera logrando mantener mi voz, aunque
todavía me estoy descongelando después del largo y frío viaje hasta casa.

Se pone de pie y me mira, cruzando los brazos sobre su pecho. Su postura


es desafiante. Al igual que sus palabras. —En realidad, eso es lo que haré.

—Al carajo con eso. Quiero respuestas, Maddie. Ahora.

—Y esperaba que te mantuvieras alejado de mis asuntos. Pero no me


escuchaste. Así que, ¿por qué debería escucharte? —Su argumento es
válido, pero no soy un hombre que haga lo justo. Me gusta la mierda a mi
manera.

—No pongas a prueba mi paciencia, nena, —advierto. Noto un destello de


miedo en sus ojos antes de que lo aleje.

—No puedes hacer que te diga nada.

Me acerco, pero me paro en seco cuando da un paso atrás. Parece un poco


preocupada. Nerviosa. No está segura de tenerme tan cerca. Y me rompe
el maldito corazón. De repente, las respuestas a mis preguntas ya no son
tan importantes. Nunca le haría daño a Maddie. Pero la incertidumbre en
sus ojos me dice que no está segura de eso.

—¿Me tienes miedo?

Sus cejas están fruncidas. Después de un momento, sacude la cabeza. —


No. No estoy lista para revivir esta noche. Aún no.

235
Podría hacer que me lo dijera. Pero el escudo que la rodea se está
desmoronando. La mujer por la que ha trabajado tan duro está empezando
a fallarle. Ha llegado muy lejos y estoy demasiado orgulloso de ella para
dejar que eso suceda. Ahora mismo, sólo precisa ser Maddie, la Maddie que
necesita la seguridad de que todo va a estar bien.

—Bien, nena, —susurro antes de levantar mi mano para acunar su rostro.


Cuando se inclina hacia mí, dejo salir un aliento que no me di cuenta que
estaba sosteniendo.

—¿Te quedarás conmigo?

Inclino su cabeza hacia atrás hasta que me mira. Cuando le doy una
sonrisa fácil, la comisura de su boca se inclina hacia arriba.—No voy a
ninguna parte, —lo prometo. Y todavía no lo sabe, pero tampoco ella.

Dejé un brazo sobre Maddie todo el tiempo mientras dormimos anoche para
asegurarme de que no hiciera su acto de desaparición estilo Houdini. Esta
mañana, me levanté temprano para investigar al hombre que maté anoche.
Contengo la respiración mientras abro la billetera que tomé de su bolsillo
esperando que no haya ninguna foto de hijos o esposa. Afortunadamente,
no hay ninguna.

Utilizo para ello el sistema de búsqueda en línea que evitará que la


investigación de su nombre sea rastreada hasta la dirección I.P. de Maddie,
y paso los siguientes cuarenta y cinco minutos averiguando todo lo que
puedo sobre Steve Pillsnir.

Resulta que su rápida muerte fue mucho mejor de lo que en realidad se


merecía. No sólo estaba inscrito en el Registro Nacional de Delincuentes
Sexuales por tocar sexualmente a un niño, sino que tenía un enfermo
fetiche por la urofilia. Si hubiera logrado atrapar a Maddie, su noche habría
terminado con él orinándola por su propio y asqueroso placer.

236
Al principio, asumí que era uno de los objetivos al azar de Maddie. Pero
mientras cavo un poco más profundo, descubro exactamente por qué
insistió tanto en matarlo. Steve Pillsnir es el ex-marido de nada menos que
Claire Deets. Se divorciaron después de estar casados sólo seis meses.
Parece que Claire cambió un pedazo de mierda por otro.

—¿Qué estás haciendo? —Miro por encima de la portátil de Maddie y la


encuentro mirándome fijamente. Sus ojos se dirigen a la licencia de Steve
en el mostrador—. Podrías haber preguntado, ya sabes, —dice, dándome la
espalda mientras se sirve una taza de café.

—Lo intenté. No querías hablar. ¿Recuerdas? —Me da un encogimiento de


hombros de un brazo mientras sorbe su café—. ¿Algo más que quieras
decirme?

—Parece que sabes lo suficiente.

Mi mandíbula se aprieta. —No sé lo suficiente, nena.

—Bueno, no sé qué puedo decirte que Google ya no lo haya hecho. Y


seguramente eres lo suficientemente inteligente para descubrir que la
única razón por la que Claire se enamoró de William es porque es un santo
comparado con este tipo. —Recoge la licencia para estudiarla. No había
pensado en eso. Pero tiene sentido. No es de extrañar que Claire fuera tan
indulgente cuando se trataba de que William la golpeara. Al menos no la
estaba orinando.

—Entonces, ¿cuál es tu gran plan para eliminar a William? —Pregunto,


notando como evita mi mirada.

—No tengo ninguna.

Me río.—Claro que no.

—¿Qué? ¡No, es cierto! Esperaba que tuvieras una idea.

237
—Oh, está bien. Ahora quieres mi ayuda. Ayer mismo querías hacer esta
mierda por tu cuenta. O al menos eso es lo que decía tu maldita nota. —Me
ignora mientras juega con el dobladillo de su camisa. Después de unas
pocas rondas de silencio, me doy cuenta de que no tiene intención de
explicarse. No estoy de humor para discutir, elijo no hacer caso.

—Bueno, no va a ser fácil eliminar a un hombre como él. —Esta vez, se


encuentra con mi mirada. Y sé que tenía razón en que es demasiado para
ella. No tiene ni idea de quién es William en realidad, o con quién está
relacionado.

—Parece bastante simple. Dijiste que se va un día y nunca regresa.

—Oh, no es matarlo lo que va a ser difícil. Es responder a la gente que se


va a enojar cuando descubran que está muerto.

Pone los ojos en blanco. —Claire estará bien.

—No Claire, —me quedo sin palabras.

Frunciendo el ceño, apoya sus codos en el mostrador.—¿Qué sabes tú que


yo no sé? —Estoy sonriendo. El fuego arde en sus ojos cuando se da cuenta
de que no se lo voy a decir—. Te pedí ayuda, Marty. No para que llegues y
te hagas cargo.

—Decidiste que no necesitabas mi ayuda cuando te escabulliste e


intentaste matar a un hombre por tu cuenta. —Mi ira aumenta con el
recordatorio. Al menos tiene la gracia de parecer arrepentida.

—Sobre eso...

—Oh no, cariño —digo, caminando alrededor del mostrador. Se endereza y


la miro fijamente—. Es demasiado tarde para disculparse —Mi voz se
reduce—. Podrías estar muerta, Maddie. ¿Y si no hubiera aparecido? ¿Qué
tal si hubiera sacado el máximo provecho de ti? ¿Y si uno de sus amigos te

238
hubiera seguido? Hay demasiadas cosas que podrían haber salido mal
anoche.

—Pero no lo hizo, —dice—, además, sabía que vendrías. No soy tan


estúpida.

Entrecierro los ojos hacia ella. —Primero, nunca te llamé estúpida.


Segundo, ¿qué coño quieres decir con que sabías que iba a ir?

—¿De verdad creías que no me daría cuenta de una aplicación de rastreo


GPS en mi teléfono? Sólo porque hayas borrado el icono no significa que no
pueda encontrarla. —.¿No me jodas? Malditos teléfonos inteligentes... ¿Por
qué diablos nadie me dijo eso?

—Quiero que me digas lo que sabes de William, —exige, cuadrando sus


hombros—. Y no me digas que lo estás manejando, o que no es de mi
incumbencia.

No muevo una pestaña cuando digo, —Lo estoy manejando y no es asunto


tuyo. —La esquivo para tomar otra taza de café, pero su agarre en mi brazo
me detiene.

—Si me mantienes en la oscuridad en esto, nunca te lo perdonaré. —Su


amenaza es auténtica. Tan real que tengo que recordarme a mí mismo que
lo que hago es lo correcto, aunque signifique el fin de nosotros. Al menos
ella seguirá viva.

Girando, la miro. —Esto es más importante que tú y yo, Maddie. Más


grande que William y Claire. El club no puede...

—¡El club puede besarme el puto trasero! —grita, cortándome el paso—.


¿Qué carajo han hecho por mí? Nada. Eso es. ¡Así que guarda esa línea para
tu próxima propiedad, porque estoy harta de oírla!. —Sale de la habitación
y su reacción fue la que esperaba, pero no la que quería.

239
Una especie de malestar se apodera de mí cuando pienso en lo que voy a
tener que hacer. Mi plan para mantener a todos protegidos no va a
funcionar. Puedo pedirle ese favor a Demopolis. Y pagarlo por mi cuenta.
Puedo eliminar a William. Y liberar a Claire. También puedo mantener a
Maddie y a mi club a salvo. Pero esa mierda sólo ocurre en un mundo
perfecto. En el mundo real, tienes que lidiar con un dolor en el culo como
Maddie. El resultado es el plan B.

Y a nadie le gusta el plan B.

240
Capítulo 21
Maddie

Malditos hombres. Matan por ti, te follan, te preparan café, frotan tus pies,
te mantienen a salvo y creen que eso les da derecho... No es así. No sé qué
cree Marty que sabe que yo no sé, pero no importa. Estoy haciendo esto. Y
si pensó que tirarme el club en mi rostro ayudaría, se equivocó. Todo lo que
hizo fue recordarme por qué nosotros somos una mala idea. El club siempre
será su mayor amor, dejándome con lo que sobre. Bueno, ya no.

—¿Maddie?

Ignoro a Marty mientras sigo metiendo mierda en mi bolsa. No sé a dónde


voy, pero me voy a ir, carajo. Y él no va a detenerme.

—¿Podemos hablar de esto? Por favor.

Oh, mira. Está rogando. Bueno, que se vaya a la mierda.

—¿Estás segura de que puedes hacer esto? —Todavía me siento rígida ante
sus palabras—. Porque si hay alguna duda...

—Puedo hacerlo —digo, cortándole el paso—. Estoy preparada. Lista. —


Mi entusiasmo lo hace sonreír.

—Necesito preguntarte algo. Y espero que me respondas con sinceridad —


Su expresión es sombría. Tiene una mirada insegura. Su voz es profunda.
Y aquí voy... excitándome de nuevo—. Esto no se trata de poder. Tampoco
es sobre mí o sobre ti. Es una pregunta seria que necesita una respuesta
genuina.

Asiento con la cabeza. —Está bien.

241
—¿Confías en mí? —Mierda. Sé a dónde va esto—. No me mires así,
Maddie. Necesito saber. Tengo que asegurarme de que me confías tu vida.

¿Lo hago? Por supuesto que sí. Siempre lo he hecho. Pero sé que, si digo
que sí, va a volver con, entonces confía en que puedo manejar o alguna
mierda.—Si esto es alguna táctica... —Empiezo, pero él da un paso
adelante y me agarra de los hombros, bajando la cabeza para que estemos
a la misma altura.

—No es una maldita táctica, —gruñe—. Te estoy preguntando si saltarías


si te lo dijera. Si estuvieras colgando de un lado de un puente y te dijera
que te soltaras, ¿lo harías sin dudarlo? ¿Confías en mí lo suficiente para
saber que nunca dejaría que te pasara nada? —Su estado de ánimo es de
ira, pero puedo decir que la ira no está realmente dirigida a mí. Algo está
pasando dentro de su gran cabeza. Desearía saber qué es, pero todo lo que
puedo hacer es responderle con la esperanza de que me lo diga.

—Sí —susurro—. Me soltaría. —En lugar de parecer aliviado, parece


desgarrado.

—¡Joder! —grita, haciendo que casi salte de cuerpo mientras pasa sus
manos por su cabeza. Se pasea. Y no me gusta.

—¿Qué te pasa?

Me mira por sobre su hombro y sus manos en sus anchas caderas mientras
me estudia. Siempre pasa antes de que sus cejas se junten y sacuda su
cabeza. En ese momento, sé que cualquier idea que tenía que me
involucraba, ahora no es más que un recuerdo.

—No puedo, Maddie —dice—. No puedo involucrarte en esto.

—Sí, puedes —Cierro la distancia entre nosotros, poniendo mis manos a


cada lado de su rostro—. Puedo manejar esto. Sea lo que sea, por grande
que sea, estoy lista. Estás haciendo esto porque crees que tienes que

242
hacerlo. Lo estoy haciendo porque lo necesito. No sólo por Claire, sino por
mí.

Sus ojos se cierran, probablemente para no ver la determinación en los


míos. Pero no me voy a echar atrás. Sea lo que sea que esté planeando,
quiero participar en ello.

—Necesito un trago, —murmura, saliendo de mi alcance. Abro la boca para


hablar, pero su mirada de advertencia me hace cerrarla—. Dije, que
necesito un trago. Probablemente tú también. —Esas últimas palabras
tienen una esperanza que se eleva a través de mí. Me lo va a decir. Y no
me va a gustar lo que escuche. Pero me está incluyendo, y eso es más de lo
que esperaba de él.

Le estoy pisando los talones en el pasillo.


Ansiosa.
Lista.
Emocionada.
Confiada.
Mentirosa...
Estoy muerta de miedo.

—Siéntate. —Señala el sofá mientras agarra dos vasos del armario. Espero
pacientemente a que termine de servir las bebidas, tratando de ocultar mi
preocupación. Aunque he estado haciendo esto por mi cuenta, añade un
nuevo nivel de emoción al saber que voy a ser entrenada por el mejor. Y
cuando se trata de venganza, el Devil’s Renegades de Marty es
definitivamente el mejor.

Me da un vaso, su rostro completamente vacío de emoción. —Para confiar,


—dice, echando el vodka. Observo la forma en que su garganta se mueve
mientras traga. Sigo mirando cuando se encuentra con mis ojos y me lanza
una mirada expectante—. ¿Acaso no puedo confiar en ti?

243
Estoy asintiendo con la cabeza. Tartamudeo. Poniendo el vaso en mis labios
y tragando. El licor quema, pero me las arreglo para no hacer una mueca.
—Eso estuvo bien, —rechino. Pero no me escucha.

—Envíale un mensaje a Claire —dice, lanzándome mi teléfono—. Dile que


vas a ir esta noche.

—No puedo. William sabrá...

—Envíale un mensaje de texto. Ahora.

¡Una luz se enciende en mi cabeza, sí! Le enviaré un mensaje a Claire.


William sabrá que voy a ir. Y estaremos listos para su ira. Puede llamar a
todos los matones que quiera, yo tengo uno propio. Estoy sonriendo
mientras escribo rápidamente un mensaje diciéndole a Claire exactamente
lo que Marty dijo.

Pulso enviar y miro hacia arriba, esperando encontrar una sonrisa


satisfecha en el rostro de Marty que coincida con la mía. Pero no me está
mirando. Mis ojos se sienten pesados, pero me sacudo el repentino
cansancio mientras observo con curiosidad cómo agarra una manta del
sillón. Y una almohada del armario. Enciende la televisión. En el momento
en que me mira me doy cuenta de mi error.

Confianza.

Ninguno de nosotros conocía la definición de la palabra. Lo había


traicionado hace menos de veinticuatro horas cuando me fui por mi cuenta.
Ahora está devolviendo el favor. Empieza a desdibujarse y parpadeo
fuertemente con la esperanza de aclarar mi visión. Eso sólo lo empeora.
Sus palabras son lentas, pero le entiendo.

—Te amo Maddie. —Intento decirle que coma mierda, pero no puedo
formar palabras. ¿Qué diablos me dio?—. Recuerda esta promesa —¿Lo
prometes? ¿Qué maldita promesa? No puedo decirlo, pero debe haber

244
confusión en mi rostro. Aunque no puedo sentir una maldita cosa—. Vendré
por ti. Siempre.

¿Vienes por mí?


¿Adónde voy?
¿Qué...?
Nada.

Me duele la cabeza. En realidad, me duele todo el cuerpo. Los movimientos


causan un dolor agudo que sube por mis piernas hasta mi cuello. Gruño y
el sonido hace eco a mi alrededor. A lo lejos, escucho música. Siento como
si estuviera en una neblina. Entonces los recuerdos me golpean.

Maldito Marty. Me drogó. Abro un ojo para ver si fue tan amable de dejar
un vaso de agua y algunos analgésicos junto al sofá. Podría al menos haber
silenciado la televisión. Pero mientras observo mi entorno, me doy cuenta
de que no estoy en mi sala de estar. Ni siquiera estoy en mi casa. El brillo
de las luces rojas traseras me dice que estoy en un baúl.

Oh, mierda.

No entres en pánico. No entres en pánico. No entres en pánico.

Estoy entrando en pánico. Mis muñecas están atadas a mi espalda.


También mis tobillos. Por suerte, no tengo una mordaza en la boca o de lo
contrario estaría realmente enloqueciendo. Me contoneo contra las
ataduras. No pasa nada. Grito. No es alto, pero después de unas cuantas
respiraciones profundas, el sonido se apodera de lo que debe ser una radio.
Es la única arma que tengo, y si mi voz fuera un arma, sería una Uzi.

El coche se detiene y sigo gritando. Mis lágrimas de angustia se convierten


en unas de frustración cuando me doy cuenta de que no estaba prestando
atención. He visto suficientes películas de secuestros y programas de
televisión sobre crímenes para saber las señales que hay que buscar.
Debería haber estado escuchando el tráfico. Camino de grava contra
camino pavimentado. Trenes. Aeropuertos. Bocinas. Todo menos el sonido

245
de mis propios gritos. Ahora, si encuentro un teléfono al azar en mi bolsillo
o puedo enviar un mensaje a través de otra persona, no tendré una mierda
que decirles.

La brillante luz inunda mi visión, y un hombre corpulento me mira. Lo


reconozco del restaurante. Él fue el que me dio una advertencia. Que no
hice caso. Ahora, probablemente va a matarme. Grito.

—¡Oye! —Su gran y estruendosa voz me hace callar.

—Cállate. No voy a escuchar esa mierda. —Envolviendo sus carnosos dedos


alrededor de mi brazo, me arrastra del baúl. No peleo. Tampoco es que sea
de mucha ayuda. No es que importe, me está tirando como a una muñeca
de trapo.

Entrecierro los ojos y lo miro. Es difícil de distinguir a la luz del sol, pero
lo que veo es exactamente igual a lo que recuerdo. Parece un Gran asesino
a sueldo, malo, frío y letal. —Sólo tengo una regla, —dice, su tono un poco
más bajo que antes, pero aun así lo suficientemente alto para que se sienta
en mis huesos—. No lo hagas. Maldita sea. Gritar. —Cada palabra está
llena de una promesa subyacente, te mataré si lo haces.
—No gritaré, —susurro. A menos que vea a alguien...

Su labio sube en las esquinas con una sonrisa malvada. Es casi como si
supiera lo que estoy pensando. Por supuesto que sabe que es un profesional.
—Estás en medio de la nada, chica. Nadie te va a escuchar. Pero como dije...
—Su rostro cae y sus ojos se estrechan—. No voy a escuchar esa mierda.
Me vuelve jodidamente loco, —murmura.

Escucho un clic un segundo antes de que mis ojos se vean atraídos por el
brillante reflejo de su cuchillo. La luz del sol que rebota en la hoja es casi
cegadora. Me tiembla el labio y siento el grito subiendo por mi garganta.
Afortunadamente, me las arreglo para retenerlo cuando se me ocurre que
está cortando las ataduras que me sujetan los tobillos.

246
Cuando miro su cuerpo encorvado, tengo el instinto de tratar de escapar,
pero se endereza y me obliga a caminar detrás de él antes de que pueda
hacer algo. La sensibilidad comienza a correr hacia mis pies, y las
implacables rocas debajo de ellos me tienen siseando entre los dientes a
cada paso.

Cuando dejamos de caminar después de varios metros, mi cerebro


finalmente decide tomar nota de la mierda que me rodea. Un gravamen de
hierba nos envuelve. Más allá no hay nada más que agua y altos pinos. El
polvo aún flota en el aire por el camino de grava por el que acabamos de
pasar. Es el único que puedo ver, pero termina en un viejo y destartalado
remolque de camping. No hay otros vehículos. Tampoco hay más casas. Y
las únicas señales de vida somos nosotros y un pitbull de aspecto cruel
encadenado al final del remolque.

El asesino a sueldo señala al perro. —Ese es Bull. Cuando se lo pida, le


arrancará la mano. Una pierna. O tu rostro, dependiendo de la orden que
le dé. —Abre la puerta del remolque y me mira—. Por si te preguntas qué
pasará si gritas.

Mierda. Pobre perro. Incluso cuando me gruñe, con su enorme mandíbula


goteando, no puedo evitar sentir lástima por él. Sé lo que se siente al estar
atado... tu vida a la merced de alguien más. Miro sus malvados y azules
ojos, y le prometo que, si salgo de esta, él también lo hará. Su respuesta es
un bajo y amenazante gruñido.

El interior del remolque está sucio y abarrotado. Huele a moho y a cerveza


añeja. Hay una mesa junto a la ventana con asientos de cabina a cada lado,
justo enfrente de la puerta. Al lado está la cocina que no es más que un
pequeño fregadero, estufa, refrigerador y mostrador. A la derecha hay un
futón que se extiende a lo ancho del remolque, unos dos metros. El otro lado
del remolque está bloqueado por una sábana que cuelga del techo.

—¿Tienes que orinar? —Asiento con la cabeza, feliz de que parezca irritarlo
tanto. Abre de nuevo su cuchillo, haciendo que el pelo de mi nuca se erice,
antes de cortarme las ataduras de las muñecas. Dejo escapar un gemido

247
cuando el dolor se dispara a mis codos mientras ruedo mis hombros hacia
adelante. Froto las marcas en mis muñecas, y luego sacudo mis dedos. Todo
el tiempo, el asesino a sueldo me observa. Miro hacia arriba para ver si hay
una pizca de lástima o arrepentimiento en su rostro. No hay nada.

—Tienes tres minutos. —Corre la cortina y la puerta del baño se abre,


obstruyendo parcialmente mi vista de la parte trasera del remolque. Por lo
que puedo ver, no hay nada más que una cama sin hacer.

Me agacho por debajo de su brazo y me deslizo en el baño. Rápidamente,


antes de que pueda objetar, cierro la puerta tras de mí sin sorprenderme
de que la cerradura no funcione. Dentro, apenas hay suficiente espacio
para dar la vuelta. Una pequeña ducha y un inodoro ocupan el espacio. No
hay ni siquiera un lavabo o un espejo. Nada en la habitación puede ser
usado como un arma. Y a menos que pierda cuarenta kilos en los próximos
minutos, no voy a caber a través de la ventilación que hay en el techo.

Busco algo para limpiar el asiento del inodoro, pero no hay ni siquiera papel
higiénico. Reviso mis bolsillos en busca de una servilleta o pañuelo de papel
descubriendo por primera vez que todavía llevo la ropa de anoche. O de
esta mañana. O de la semana pasada, si es que no me equivoco. Con un
suspiro, bajo mis pantalones cortos de pijama y me pongo en cuclillas sobre
el inodoro más pequeño de la historia, agradecida de que no es tan
asqueroso como el resto del lugar. En realidad, el baño parece que no se ha
usado en mucho tiempo.

—¡Un minuto!

Doy un salto con el sonido de la voz del asesino a sueldo justo fuera de la
puerta. Empiezo a pedirle un pañuelo de papel, pero creo que lo último que
quiero es que entre conmigo medio desnuda. Al menos llevo una sudadera
con capucha. No hace tanto frío afuera, pero si sigo aquí esta noche, es muy
probable que así sea.

Aunque la temperatura es cómoda, mis pies están congelados. Me miro los


sucios dedos de los pies con el esmalte de uñas agrietado, y por alguna

248
razón quiero llorar. Años de enfrentar mis miedos. Meses de
entrenamiento. Semanas de obligarme a ser fuerte e independiente. Y mira
dónde me ha llevado, a estar descalza, sucia y secándome en un inodoro en
medio de la nada. No tuve que ser una genio para saber que estaba en algún
lugar del Delta del Misisipi. Lo que confirma que estoy, en efecto, en el
medio de la nada.

—Se acabó el tiempo, chica.

No me molesto en mirar al asesino a sueldo mientras está en la puerta


observándome. Demonios, tal vez sea bueno para mí. Quizás no me mate
después de todo. Tal vez quiera conservarme para él. Me tratará como una
mierda, pero desarrollaré el Síndrome de Estocolmo y aprenderé a amarlo.
Lo encontraré atractivo. Amoroso. Tierno en los momentos siguientes a los
que me dé una paliza. Entonces, cuando me rescaten, elegiré quedarme. Y
viviremos felices para siempre.

—Muévete, o lo haré yo.

—¿Puedes por favor salir y dejarme vestirme? —Pregunto, cruzando mis


brazos sobre mi estómago y echando una mirada hacia él. Esos negros,
desalmados y malvados ojos no tienen piedad mientras me miran.—. Bien,
—susurro, encorvándome y cubriéndome lo mejor que puedo mientras me
subo la ropa de cama maldiciéndome por no llevar ropa interior. Demonios,
ni siquiera llevo sujetador. Qué lástima. Si lo llevara, tal vez podría usar
el armazón para hacer una estaca y apuñalar al asesino a sueldo en el
cuello.

Encuentro un poco de coraje en alguna parte, y me detengo frente a él,


estrechando mis ojos, esperando que me vea intimidante. —¿Por qué me
has secuestrado?

—Porque me pagaron. —Estoy sorprendida de tener una respuesta. No


esperaba una, aunque trato de que no se note.

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—¿Quién te pagó? —No responde—. ¿Por qué me quieren aquí? —Silencio.
Dejo escapar un suspiro de frustración, aunque ya conozco las respuestas
William Deets. Porque me advirtió que me mantuviera alejado de Claire.
Y no lo hice.

Mierda.

Siempre vendré por ti...

¿Marty me tendió una trampa? ¿Este es su plan? ¿Está él aquí? ¿Estará


escondido en el bosque, esperando el anochecer para poder matar a un
asesino a sueldo, rescatarme, y luego esperar juntos hasta que William
llegue? ¿Y luego matarlo a él también? Bufo, y lucho contra el impulso de
golpearme la cabeza. Es brillante.

—¿Algo divertido? —El rostro del asesino sigue siendo odioso y mezquino,
pero juro que veo un destello de algo en sus ojos. ¡Él debe estar en esto! Y
puede que no sea orgullo lo que veo, pero debe estar impresionado. Al
menos un poco.

Le sonrío, y la comisura de su boca se mueve. Ignoro la mirada sádica que


tiene, atribuyéndosela a la incapacidad de expresar cualquier otra
emoción. Abriendo la boca con una O, exagero un guiño por si hay algún
tipo de dispositivo de escucha aquí.

—Desnúdate.

Mi sonrisa vacila un poco mientras proceso su demanda. Miro a nuestro


alrededor, tratando de localizar una cámara oculta con una luz roja
parpadeante. Entonces tendría sentido que sólo me diga esto porque "se
supone" que lo haga. Cuando no la localizo, suelto una carcajada nerviosa,
tratando de no dejar que el pánico que siento aflore.

—¿Qué has dicho? —Apenas puedo distinguir mi propia voz, así que no
estoy segura de que lo haya oído.

250
—Desnúdate. —Lo he oído. Sus labios ya no están doblados ahora están
rizados en una cruel sonrisa. Se inclina, acercando tanto su rostro al mío
que puedo oler el tabaco en su aliento y ver las manchas en sus dientes—.
Eso es otra cosa por la que me pagaron.

Trago con fuerza. Mis ojos brillan con lágrimas. Sacudo la cabeza. Doy un
paso atrás, sólo para golpear la pared detrás de mí. Cada gramo de
esperanza que tenía se desvanece. No hay manera de que Marty esté en
esto. Nunca permitiría que me lastimaran, mucho menos que me violaran.
Lo cual creo que es exactamente el plan de un asesino a sueldo.

—Estoy embarazada, —miento, esperando que me traiga misericordia.

—Estás mintiendo. Incluso si no lo estuvieras, no me importaría.


Desnúdate o te desnudaré.

Es implacable. Estoy congelada. Cuando me alcanza, cierro los ojos y me


esfuerzo por escuchar esas palabras de aquella voz familiar que pertenece
al hombre que prometió venir a buscarme. Sin embargo, no viene. Así que
grito.

Grito tan fuerte que me retumban los oídos. Incluso cuando el hombre me
golpea con fuerza, sigo gritando. Peleo. Pateo. Golpeo. Empujo. Cae al
suelo. Grito hasta que me arde la garganta. Pero no me hace ningún bien.
Sólo hace que aumente mi ira contra él.

Me arrastra por el sucio suelo por mi pelo. Doy una bofetada a las manos
que me sostienen, clavo mis talones en el barato y agrietado suelo de
linóleo. Mis esfuerzos son inútiles. Cuando estoy en el futón, ya estoy
desnuda, excepto por mis pantalones cortos de pijama que están
amontonados en mis muslos. El asesino mantiene su mano en mi garganta,
presionando lo suficiente para cortar mi suministro de aire y silenciar mis
gritos. Me agarro a sus dedos que se aprietan cuando alcanza algo a cada
lado de mí.

251
Las manchas negras empiezan a aparecer delante de mis ojos antes de que
él finalmente libere su agarre. Estoy demasiado ocupada jadeando como
para recuperar el aliento y luchar contra las ataduras de cada una de mis
muñecas. Con una sacudida, mis pantalones cortos son arrastrados
bruscamente por mis piernas. Algo rodea mis tobillos. Muevo mis pies en
un intento de liberarme, pero sin éxito.

Después de algunos intentos más, finalmente entrego mi cuerpo incapaz de


continuar la lucha. No es el agarre implacable de las ataduras lo que me
hace caer en la derrota, es el sonido.

Cadenas.

Pesadas y frías cadenas de metal se ajustaron alrededor de mis tobillos y


el otro extremo se fijó al suelo. Mis brazos cuelgan flácidos a mis lados.
Levanto uno sintiendo el peso de la cadena mientras la examino más de
cerca. Es la misma con la que bloqueo mis pies, sólo que ésta está sujeta a
la pared. Miro mi cuerpo desnudo, magullado y arañado por mi lucha.
Algunos de los arañazos están marcados con pequeñas gotas de sangre.

Siento los ojos de mi captor sobre mí. Ni siquiera debería mirarlo, pero me
niego a darle el beneficio de no tener que mirarme a los ojos mientras
realiza lo que piensa hacer. Cuando me encuentro con su mirada, estoy
aterrorizada, pero trato de que no se note. Levanto mi barbilla, decidida a
no pensar en el hecho de que estoy desnuda, encadenada y completamente
a su merced. Lo cual sé que él no ha hecho.

—No voy a violarte, —dice, tomando asiento en la cabina. Ahogo un grito


de alivio cuando lo admite. El resultado de mi cuerpo agitado puede deberse
al hecho de que estoy tratando de recuperar el control de mi respiración,
pero también es un acto de alivio. Él, por otro lado, ni siquiera está sin
aliento. Todavía parece malvado, pero no más enojado que antes.

—Podrías haberme dicho eso, —me ahogo, mi voz está ronca de tanto
gritar. La sangre corre hacia mis extremos haciendo que mi cabeza, cuello
y muñecas palpiten con cada latido de mi corazón.

252
—Podrías haber preguntado. —Su respuesta es inexpresiva. Parece un
poco frustrado por no haberle preguntado. Me aseguro de no confundir esto
con la compasión.

—¿Entonces por qué estoy desnuda? —Escupo. Levanta una ceja.

—¿Estás decepcionada?

—Vete a la mierda. —Me muevo para cubrir mis pechos con los brazos, pero
las cadenas lo hacen imposible. Cuando intento cruzar mis piernas, me doy
cuenta de que tampoco puedo hacerlo. Es como si tuviera la cantidad justa
de holgura para evitar que me cubra.

Enciende un cigarrillo, y luego sopla el humo en mi dirección. El aroma por


sí solo me hace desear la nicotina.—Ya que tengo que sentarme aquí atada
para tu placer visual, podrías al menos darme uno de esos.

Sus ojos se estrechan, y me mira fijamente un momento antes de sacar uno


del paquete y ponerse de pie. Lo coloca entre mis labios, y luego lo enciende
asegurándose de hacer un espectáculo de arrastrar sus ojos por mi cuerpo.

—Aunque disfrute de la vista, esto no es para mí. Estoy cumpliendo con lo


que me pagaron para hacer.

—¿Así que alguien te pagó para secuestrarme de mi casa, llevarme al delta,


desnudarme y encadenarme a un futón? —Le pregunto, sin molestarme en
mantener la malicia fuera de mi tono—. ¿Y luego qué? ¿Se supone que
debes sentarte aquí y mirar fijamente mientras esperas más instrucciones?

—Exactamente.

Una vez más, estoy un poco sorprendida por su honestidad. Ahora que lo
pienso, ha sido bastante abierto sobre todo esto. Las únicas preguntas que
no ha respondido son las que ya sabía la respuesta. La curiosidad saca lo

253
mejor de mí, y busco una razón. —¿Por qué me cuentas todo esto? ¿Por qué
me hablas?

Toma una calada de su cigarrillo girando la cabeza ligeramente hacia un


lado mientras me estudia. También doy una calada forzando mi cuello para
que mis dedos puedan sacar el humo de mis labios. —No veo el punto de no
decírtelo.

—Entonces dime qué pasa entonces. —Quería exigirlo. Deseaba que mi voz
fuera fuerte y decidida. En vez de eso, era un susurro lleno de miedo.

El enfermo bastardo sonríe ante mi reacción. —No, —dice, mirando su


cigarrillo. Se lo pone en los labios y hace una profunda calada antes de
soplar el exceso de cenizas del extremo. El cigarrillo permanece en un rojo
brillante incluso a la luz—. Te lo mostraré.

Se pone de pie y lentamente se dirige hacia mí. Mis ojos se quedan fijos en
el cigarrillo que tiene entre sus dedos. Cuando se acerca a mí, trato de
alejarme. Pero no hay ningún lugar donde ir. Permanezco tan quieta como
mis temblorosos miembros me permiten mientras apaga el cigarrillo contra
los gruesos brazaletes de metal. Algunas de las brasas caen en mi mano,
pero rápidamente se extinguen. Quema, pero de alguna manera me las
arreglo para no moverme con miedo de que, si lo hago, sólo le servirá para
hacerme más daño.

—Si fuese tú, me daría prisa y acabaría con eso. —Señala el humo que
cuelga de mis labios antes de abrir la puerta y salir.

Sus palabras me confunden hasta que lo veo volver segundos después con
un cubo de cinco litros en sus manos. Antes de que pueda suplicarle que no
lo haga, o prepararme para lo que viene, me empapa con el agua helada.
Hace tanto frío que me quita el aliento. Aún intento encontrarlo cuando me
lanza otro cubo lleno de agua, empapándome a mí y al futón. Esta vez, me
las arreglo para soltar un jadeo seguido de un fuerte grito.

254
No sé si el agua tiene hielo o está congelada, pero se me pone la piel de
gallina y tiemblo sin control. Tengo tanto frío que no me molesto en
sacudirme mientras me quita el pelo húmedo y enmarañado de los ojos. El
calor de su mano se siente demasiado bien.

Pestañeando para apartar el agua de mis ojos, levanto la cabeza para


descubrir que está en mi pecho. Mis pezones están tan duros que me
duelen, y él se da cuenta. Algo brilla en sus ojos, y un miedo nuevo se
instala. Dijo que no me violaría, pero eso no significa que estuviera diciendo
la verdad. Y estoy más aterrorizada por sus manos sobre mí, que por la
muerte.

—Qué desperdicio, —murmura, lamiéndose los labios. Mi estómago se


revuelve. Me pregunto qué tan atractiva me encontraría si le vomitara en
su rostro... Lentamente se encuentra con mi mirada. Sus rasgos se
endurecen. Su mandíbula se aprieta. Y estoy segura de que es por su propia
debilidad.

Se pone de pie abruptamente, dándome una última mirada amenazadora


antes de salir. Unos momentos después, oigo que su coche arranca.
Después de que el sonido de sus neumáticos aplastando contra la grava se
desvanece, no hay nada más que el ritmo de mi respiración y el traqueteo
de las cadenas de mis temblorosas extremidades para hacerme compañía.

—Bien, perra. Reúne las fuerzas. —Mi charla para mí misma va seguida
de algunas respiraciones profundas, imágenes de una playa soleada y
advertencias para no entrar en pánico.

Miro alrededor del pequeño remolque tratando de encontrar cualquier cosa


que pueda usar para ayudarme a escapar. —Idiota, —murmuro—. No
importa lo que encuentres. No es como si pudieras levantarte y tomarlo. —
Envuelvo mis manos alrededor de las cadenas y tiro con fuerza. Las
paredes parecen bastante delgadas, lo que debería facilitar arrancar los
pernos. Pero no importa cuán fuerte tire, no se mueven. Debe tenerlos
reforzados de alguna manera.

255
Intento lo mismo con los grilletes de mis pies. Nada. Estos también no
tienen resistencia. Sólo han pasado unos minutos, y ya he renunciado a
intentar escapar. No hay ninguna posibilidad. Si la hubiese, seguro que no
me habría dejado. Así que eso me deja con una sola cosa en la que pensar.

Mis pensamientos se dirigen inmediatamente a Marty. ¿Sabe que me han


secuestrado? ¿Prometió venir a buscarme sabiendo que lo haría? ¿O me
imaginé eso? Si esto es parte del plan... ¿Cuándo va a venir? ¿Esta noche?
¿Mañana? ¿Alguna vez?

—Lo que sea, —le digo a las paredes, porque parece que eso me mantiene
cuerda.

—No hay ninguna maldita manera de que él permita que esto suceda.
Quiero decir, seguro que es posible que me secuestren bajo su vigilancia,
pero ¿que él lo arregle? —Sacudo la cabeza. No hay ninguna posibilidad en
el infierno. Lo sé tanto como sé que mi trasero está atascado aquí hasta que
a; alguien aparezca para rescatarme. O b; me muera.

Cuadrando mis hombros, me hago una promesa en voz alta, porque,


maldita sea, me hace sentir mejor. —Morir no es una opción.

256
Capítulo 22
Maddie

Voy a morir. Lo sé. Está oscuro. Hace frío. Todavía estoy mojada. Aún estoy
temblando. Y todavía estoy sola. Excepto por Bull, que no ha hecho ningún
movimiento.

Mis emociones han estado por todas partes. He estado enfadada, gritando
y golpeando, lo que ha acabado por infligir más dolor hacia mi ya cansado
y dolorido cuerpo. Me he esforzado por convencerme a mí misma de que
todo esto es un sueño y que me despertaré en cualquier momento. Incluso
pasé por un estado temporal de delirio riéndome como una maníaca del
universo mientras me aseguraba que esto era sólo una broma. Alguna
táctica de Marty para convencerme de que deje de ser tan imprudente.

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero el sol se ha puesto hace mucho tiempo.


Ahora estoy empezando a sentir lo que estaba esperando evitar. A medida
que la realidad comienza a entrar en escena, y el miedo empieza a tomar
el control, me encuentro justo donde sabía que estaría. Aterrorizada y
débil. Trato de cerrar los ojos para dormir, pero incluso eso se rehúsa a
salvarme. Después de múltiples intentos fallidos, finalmente me rindo ante
mi debilidad. Las lágrimas que he estado forzando a retroceder ahora caen
libremente por mi rostro.

Desde que Marty volvió a mi vida, hice todo lo posible para mantenerlo a
distancia. Quería mi independencia. Me convencí a mí misma de que no
necesitaba un hombre. Tampoco lo precisaba a él ni a nadie más. Daría
cualquier cosa por sentir sus brazos a mi alrededor. Para salvarme. Y para
protegerme.

Claro, podría ser fuerte por mi cuenta. Pero en momentos como éste, lo
necesito. Siempre lo haré. Algunas batallas son suyas para que las pelee.
257
Hay cosas que él puede hacer y que yo nunca seré capaz de hacer. A veces
una chica necesita que la cuiden y la hagan sentir segura. Un hombre de
verdad protege lo que es suyo. Marty es un hombre de verdad. Y yo soy
suya.

Pero también es un parche de los Devil’s Renegades. Él es de ellos. Su club


le importa, es lo más importante para él. No se arriesgará para salvarme.
No los abandonará aunque mis necesidades sean mayores que las de ellos.
No sólo lo ha dicho, sino que lo ha demostrado una y mil veces. Y no quiero
creerlo, pero en el fondo sé...

Esta vez no será diferente.

Un dolor abrumador en la parte inferior de mi estómago me despierta. Mi


vejiga estaba a punto de estallar antes de quedarme dormida, pero me las
arreglé para aguantar. Ahora, el dolor es casi insoportable.

Otro escalofrío me atraviesa causando que mi cuerpo se sacuda tan fuerte


que casi pierdo la batalla con mi vejiga. De alguna manera, me las arreglo
para aguantar. Es la única lucha que me queda. Puede parecer inútil, pero
la voluntad de aferrarme a la poca dignidad que me queda es lo único que
me impide ceder. Sólo me queda el poder de controlarlo. Pero se me está
escurriendo.

Respiro profundamente por la nariz, y un extraño olor me golpea cuando lo


hago. Es limpio, masculino y familiar. Mis ojos se abren en busca de la
fuente, y encuentro sus fríos y oscuros ojos mirándome fijamente.

William.

—Buenos días, —dice. Su encantadora sonrisa se extiende por su hermoso


rostro, pero es más fría que el aire en la habitación—. Te ves un poco...
azul. —Se ríe de su propia broma. Si tuviera la energía, le mostraría el
dedo.

258
—Necesito ir al baño, —tartamudeo, me muerdo el interior de la mejilla
para que mis dientes no castañeen.

Agita su mano en el aire. —Ve.

Mis ojos caen a mis brazos. Por un momento, pensé que podría ser libre.
Me equivoqué. Todavía estoy encadenada. Y me hincharé como un globo
antes de darle la satisfacción de verme orinar encima.

Cuando ve la determinación en mis ojos, simplemente se encoge de


hombros. —Como quieras. —Se inclina hacia adelante en su asiento,
apoyando sus codos en sus rodillas mientras me molesta con una mirada
que se abre paso por cada centímetro de mi cuerpo desnudo. —Entonces,
¿cuál era exactamente tu plan... Maddie?

Vaya. Sabe mi nombre. Si quiere impresionarme, tendrá que hacerlo mejor


que eso. —Matarte.

Su sonrisa cae, y aparece esa mirada demoníaca que transmite momentos


antes de que le haga algo terrible a Claire, reclamando su propio rostro. —
Mira a dónde te llevó eso. —De pie, se quita la chaqueta perfectamente
planchada de los hombros—. He pensado mucho en qué hacerte —
comienza, subiendo las mangas de su blanca y fresca camisa—. Matarte
sería demasiado fácil. Así que voy a mantenerte aquí. Te daré suficiente
comida y agua para mantenerte con vida.

No le miro el rostro. En cambio, mantengo mis ojos en sus rodillas. Él no


vale la poca energía que me queda. Y se necesitaría cada gramo de ella para
levantar mi cabeza. —Entonces, cuando tenga un mal día, voy a venir aquí,
y liberar todas mis frustraciones en ti.

Por alguna razón, sus palabras causan una especie de fuego dentro de mí.
Al menos no sería con Claire. —Qué varonil eres... golpeando a una mujer
que no puede defenderse. ¿Cuál es la c-cuestión, William? ¿Demasiado
grande para elegir a alguien de tu tamaño? —Lo escucho resoplar. Me

259
cabrea. Peleo como un demonio para asegurarme de no tartamudear mi
próxima línea.

—Eres un cobarde sin carácter. Pero supongo que venir de un hogar con
una puta como madre y un padre que ni siquiera conoces puede hacerte
eso. —Un golpe fuerte me hace girar la cabeza tan a la izquierda, que por
un momento me temo que me ha roto el cuello.

—Sigue hablando, perra, —escupe—. Necesito algo que me ayude a


motivarme. —Cuando no hablo, porque todavía estoy tambaleándome por
el último golpe, me da de nuevo en el mismo lugar, lo que hace que mi
visión se desdibuje.

Agarrando mi barbilla en su mano, me obliga a levantar la cabeza hasta


que me encuentre con sus ojos. He visto esa mirada antes. El padre de
Logan la tenía poco antes de que casi me matara a golpes. No hay forma de
detener la crueldad de la que este hombre es capaz. Debí haber mantenido
la boca cerrada. No debí haberme burlado de él. Aunque sé que no es mi
culpa, una parte de mí sabía que no debía presionarlo tanto.

—Te voy a romper, Maddie. No me importa si toma semanas... meses...


años... —Me arrastra la lengua por la mandíbula hasta la oreja. Lucho
contra la bilis que sube por mi garganta—. A partir de hoy, te haré rogar
por tu muerte. Y tal vez un día, te conceda ese deseo.

Se aparta, soltándome mientras lo hace. Dejo caer mi cabeza mientras me


da patadas a los pies, separando mis rodillas. Estoy muy débil para luchar
contra él. No tengo la energía o la voluntad. Mientras está de pie frente a
mí, lleva sus manos, que son las que me llevarán a la muerte, a desabrochar
sus pantalones, y entonces pienso en Claire. En todas las veces que ha
soportado esto.

Sacrificio.
Lealtad.
Mi palabra.

260
Eso es lo que le estoy dando. Es lo que se merece. Y aunque la tortura que
me espera será definitivamente brutal e implacable, la agonía valdrá la
pena. Porque mientras esté aquí conmigo, estará lejos de ella.

He aceptado mi destino. Estoy lista para devolver el favor. Esto va a


suceder. Lloraré. Gritaré. Suplicaré. Me quebraré. Pero me aferraré a la
esperanza de que ella encuentre la fuerza para dejarlo. Una esperanza...
para Claire. Es todo lo que me queda.

Pero algo no está bien. El aire en la habitación parece casi eléctrico. Hay
una corriente muy dinámica que me rodea, alimentada por una fuerza que
conozco muy bien. Me alimento de ella. Despierta. La llama dentro de mí
se enciende una vez más. Levanto la cabeza y me encuentro con los ojos del
hombre que pensó que podría quebrarme. El que rompió a Claire. Aquel
que no merece vivir. El que pronto morirá.

—Voy a borrar esa sonrisa de tu rostro, —dice. Está impulsado por el poder.
Obsesionado por sus efectos. Golpear a las mujeres es la forma en que se
excita. Inmovilizándolas y debilitándolas las hace fáciles de vencer. Estoy
completamente indefensa frente a él. Aun así, sonrío.

Mi desafío lo hace enojar. Sus dedos se envuelven alrededor de mi


garganta. Se retira. Sé lo que se avecina. Espero con anticipación, mis ojos
fijos en los de William porque no quiero perderme el peor momento de su
vida, y el mejor momento de la mía.

Y entonces, finalmente lo escucho.


Por debajo.
Mortal.
Familiar.

—No lo hagas.

Marty.

261
Capítulo 23
Marty

Después de una caminata de diez kilómetros por el bosque, me escabullí


por la puerta trasera del pequeño remolque de mierda escondido en el Delta
del Mississippi. Había intentado mentalmente prepararme para lo que me
esperaba, pero era imposible estar preparado para lo que encontré.

Maddie estaba acostada desnuda, temblando y encadenada como un perro.


Incapaz de detenerme, fui a verla. Mi linterna se deslizó rápidamente por
su cuerpo. Estaba cubierta de moretones y rasguños, pero no tenía heridas
graves.

Quería abrazarla. Besarla. Decirle que estaba a salvo. Sacarla de aquí.


Pero no pude. Sin estar seguro de cómo reaccionaría, no podía arriesgarme
a que supiera que estaba aquí. Así que desaparecí detrás de la desgastada
cortina y esperé. Hacerlo casi me hizo arrodillarme por la culpa. Después
de todo, este era mi plan, uno que me dejará marcado para siempre por lo
que he permitido que le pase a ella.

Sólo había una manera de terminar esto. Matar a William. Pero había dos
problemas. El primero era la constante seguridad de William que lo seguía
a todas partes. Tenía que hacerlo solo. Así que le di un cebo como Maddie
sabiendo que vendría por ella si se acercaba a Claire. Queriendo mantener
a Maddie fuera del plan, la drogué. Hice que le enviara un mensaje a
Claire. Y esperé en las sombras a que vinieran los matones de William.
Cuando lo hicieron, los seguí.

El segundo problema era que tenía que conseguir el permiso de la mafia


para sacar a William. Lo hice pidiendo ese otro favor a Demopolis. Me
aseguró que pronto tendría luz verde. Pero no había previsto esperar tanto
tiempo. O que Maddie fuera sometida a tal tormento en tan poco tiempo. Y
262
entonces apareció William y las cosas empeoraron, tal y como temía que
sucederían.

Me han disparado, apuñalado, golpeado, atropellado y abandonado para


que muera. Esa mierda no fue tan dolorosa como ver a un hijo de puta
ponerle las manos encima a la mujer que amo. O escucharla decir mi
nombre mientras dormía. El chasquido de una mano en su rostro. Sus
gemidos de dolor. Nunca olvidaré los sonidos mientras viva. Jamás me
perdonaré a mí mismo por permitir que suceda. Pero si hubiese intervenido
antes de que me dieran el visto bueno, sólo para recibir una llamada que
me informase de que la mafia necesitaba más tiempo, entonces las
cicatrices sobre el alma de Maddie después de esto no significarían ninguna
gloria. No servirían para nada. Y todavía le debo un favor a la mayor
familia de la mafia de los Estados Unidos, por nada.

Maddie dijo que podía soportar una lamida. Estaba dispuesto a confiar en
ella en eso. No sé de dónde vino la voluntad, pero la tenía. Pero supe, en el
momento en que se colocó entre sus piernas, que mataría a ese hijo de puta
y dejaría que la mafia me matara a su vez antes de permitirle que la
violara.

Sin un momento de sobra, mi teléfono se encendió en mi mano. Solo se


dijeron una palabra.

—Hazlo.

Ahora, lo haré.

El sonido de mi voz hace que todo el cuerpo de William se contraiga de


miedo. Si no es temor lo que siente en este momento, me aseguraré de
infundírselo muy pronto. Su mano se ha cerrado en un puño en su costado,
el mismo puño que estaba preparado para romper la mandíbula de mi
Maddie. Quiero dispararle en sus dedos.

Levanta las manos en señal de rendición y se vuelve lentamente hacia mí.


Lleva una fría sonrisa, a pesar de que tenga un arma apuntándole a la

263
cabeza. Mis ojos se posan sobre Maddie rápidamente, empezando por sus
pies. Cuando veo su ojo izquierdo hinchado completamente cerrado, me
odio un poco más. Como no tengo tiempo para el autodesprecio, descarto
mis frustraciones con William.

Dejo caer mi codo y aprieto el gatillo. William llora cuando cae al suelo y se
acuna su destrozado tobillo. Para no perder mi mierda, evito mirar a
Maddie de nuevo. Ella está respirando. Alerta. Sonriendo. Es suficiente
para mí, por ahora.

—¡Estás cometiendo un error! —William grita, su rostro retorcido por el


dolor mientras se hunde en la agonía—. ¡Conozco gente! Si me matas,
ellos...

—Encontrarán tu cuerpo aquí mismo en este pequeño remolque de mierda


donde lo dejaré. —Parece que quiere discutir. Me explico antes de que lo
haga—. Ruzzio te llamó para una reunión hace unas horas, ¿verdad? —
Asiente con la cabeza. Le ofrezco la misma fría sonrisa que me dio hace
treinta segundos cuando veo cómo crece el pánico en sus ojos—. Consiguió
lo que quería de ti. Ahora, ya no te necesita.

—Por favor... puedo pagarte.

—Vas a tener que hacerlo mejor que eso. —Escucho el ruido de las cadenas
mientras Maddie lucha contra ellas. Suelta un gruñido de desaprobación.
La negociación no debe estar en su agenda. Ella lo quiere muerto. Ahora...
Tenemos que tener paciencia, nena.

—Te diré todo lo que quieras saber sobre Ruzzio —Se pasa los dedos por el
pelo. Tratando frenéticamente de encontrar algo lo suficientemente valioso
para salvar su vida. No hay nada, pero la información podría ser el pago
perfecto para mi deuda—. Él... está haciendo negocios con los federales.
Collins. Marcus Collins es su contacto. Le da los horarios de los envíos de
los traficantes que entregan a diferentes bandas y familias. A su vez,
Collins pasa por alto la parte de Ruzzio en el comercio.

264
Una rata. Esto es mejor que el dinero. Mucho más interesante que matar.
Mejor que cualquier trabajo que Demopolis me pida que haga algún día.
Maddie está a salvo. Mi deuda será pagada tan pronto como haga la
llamada. Puedo matar a William ahora, pero aún queda una cosa por hacer.

—¿Dónde está tu teléfono? —Le pregunto, sabiendo que tendré que hacer
esto rápido antes de que se desmaye. Sus labios se están volviendo blancos,
haciendo juego con su pálido rostro.

—En mi chaqueta.

Lo saco del bolsillo delantero antes de arrojárselo. —Llama a Claire. —


Cuando menciono su nombre, la ira se enciende en sus ojos. Mira entre
Maddie y yo, lentamente juntando las piezas. ¿Pensó que yo estaba aquí
por alguna otra razón?

—No la metas en esto, —gruñe, sorprendiéndome con la lucha que sostiene


en su voz. Por un momento, me pregunto si tal vez una parte de él
realmente la ama y se preocupa por ella—. Ella es mía. Y no se va a ir a
ninguna parte. —Maldito enfermo y posesivo. Supongo que piensa que lo
voy a dejar vivir.

Me encojo de hombros, fingiendo indiferencia. —No la quiero. Pero ella no


necesita quedar atrapada en el fuego cruzado. Dile que la dejas. Que has
encontrado a otra persona. Rompe su corazón... lo que sea. —Maddie
cambia de posición otra vez. No está contenta con el rumbo que está
tomando esto. Pero al menos no dice nada—. Si la conexión de Collins y
Ruzzio se comprueba, te dejaré ir, —miento, suavemente—. Puedes ir a
casa, rogar por perdón, y tal vez ella te acepte de nuevo. Hasta entonces, te
quedarás aquí. Y dile que se vaya para que no comience a llamar por ahí
buscándote.

—No. —Sacude la cabeza con fuerza—. No hay trato. Como dije, ella me
pertenece. Si tiene la oportunidad de ser una puta, entonces eso es
exactamente en lo que se convertirá. El entrenamiento de esa perra ha
llevado años. No voy a tirar todo eso por la borda sólo porque no me creas.

265
—Marty... —La advertencia ronca viene de una temblorosa Maddie.
Necesito abrigarla. Fuera de aquí. En mis brazos. Pero esa mirada
suplicante en sus azules ojos llenos de lágrimas me pide algo más.

—Dime lo que quieres, nena. No importa lo que sea, lo haré. Sólo asegúrate
de que puedes vivir con ello.

Puedo hacerlo sufrir. También matarlo de hambre. Encadenarlo y


torturarlo como él hizo con ella. Cubriré al hijo de puta con mantequilla de
maní y lo enterraré en un hormiguero si así lo quiere.
—Quiero que mates a ese hijo de puta. Ahora. —O quizás no.

No tiene sentido preguntar si está segura. No dejó lugar a dudas. Esto es


importante para ella, por lo tanto, también lo es para mí. Así que, hago lo
que prometí que haría la última vez que hice esta mierda.

Un disparo entre los ojos de William termina instantáneamente con su


vida. Pero con su muerte llegan muchos nuevos comienzos. Libera a Claire.
Le devuelve el favor de Maddie. Y me dio esa oportunidad que había estado
esperando. En la que finalmente puedo demostrarle a Maddie que ella es
lo más importante en mi vida. Siempre lo será.

Soy un Devil’s Renegade. Y soy su hombre. Durante años, han estado


separados. Pero ahora sé que ella los une. Me hace sentir completo.

Hace que me enamore como un demonio.

Y luchar como un maldito renegado.

266
Capítulo 24
Maddie

Está muerto.
Se acabó.
Marty está aquí.
Estoy a salvo.
Debería sentir alivio.
Entonces, ¿por qué estoy llorando?

Usando una llave encontrada en el bolsillo de William, Marty me


desencadena rápidamente. Entonces su sudadera con capucha está fuera
de sus hombros, sobre mi cabeza y estoy en sus brazos. Mis sollozos son
ásperos y distorsionados contra su pecho. Su gran y poderoso cuerpo está
caliente. Es reconfortante. Se siente como estar en casa.

Lloro más fuerte.

—Shhh...—me tranquiliza, llevándome al cuarto de atrás. Sentado en la


cama, me acurruca más fuerte contra él. Presionando besos en mi pelo.
Frotándome toda para que vuelva a tener vida en mis hombros. Bajando
por mis brazos. En mis manos. Los tobillos. Y los pies. Cada caricia es suave
y cuidadosa. Tierna pero posesiva.

El crujido de la grava debajo de los neumáticos hace que mi corazón se


derrumbe.

—Estás conmigo, —dice Marty, colocando mis piernas alrededor de su


cintura y los brazos alrededor de su cuello antes de ponerse de pie. Sus
manos juntas debajo de mi trasero mientras me sostiene contra su pecho.

267
Como si fuese una niña. Es como si le importara de verdad. Como si su
único trabajo en el mundo fuese abrazarme.

—Sácanos de aquí, —le ordena Marty a alguien mientras se desliza en la


parte trasera de un vehículo. Incluso con mi nariz enterrada en su cuello,
puedo sentir el rico olor del cuero.

Cuando el auto comienza a moverse, alguien cuya voz no reconozco habla.


—¿Tienes algo para mí? —Me pongo rígida, pero el confortable apretón de
Marty en mi muslo desnudo, junto con la caricia de sus pulgares contra mi
piel, hace que me relaje.

—¿Tienes algo para mí? —Marty replica, la amenaza es evidente en su


tono.

—Claire Deets está en un avión a Chicago mientras hablamos. Su hermana


la está esperando allí. He hecho algunos arreglos para que reciba la mejor
ayuda psiquiátrica que el dinero pueda comprar. Te aseguro que será bien
atendida. Física, mental y financieramente.

Otro sollozo se me escapa. Pero éste está lleno de alivio, no de tristeza. No


conozco a este hombre, pero por su tono, sé que es un hombre de palabra.
La mano de Marty acuna el dorso de mi mano mientras me da un beso en
el pelo. Luego saca algo de su bolsillo y siento que su brazo se sacude
mientras se lo lanza al hombre. El clic de un botón suena y puedo escuchar
las palabras de William de antes. Sólo un segundo antes de que Marty
hable de nuevo.

—Ahora no. —Cuando le solicita, lo que supongo que es una grabadora, se


detiene. Pero el daño está hecho. El sonido de la voz de William hace que
un violento temblor me atraviese. Y por mi vida, no puedo controlarlo.

Un sonido, algo entre un lamento y un grito, sale de mi boca. A pesar de lo


mal que arde, siento alivio, así que lo hago de nuevo. Y otra vez. Hasta que
siento que las llamas se abren paso hasta mi garganta.

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—Cálmate, nena. No pasa nada. Estoy aquí mismo. Se acabó.

¿Por qué pensé que no necesitaba a Marty? Es mi fuerza permanente. Mi


roca. Me dijo que saltara. Y lo hice. Me atrapó. Tal como dijo que lo haría.
De todos los hombres de mi vida, Luke, mi padrastro, mis hermanos del
club, es el único que tiene el poder de hacerme sentir que todo va a salir
bien.

—Enviaré a mi médico, —dice el hombre, con un dejo de tristeza en su voz.


Sacudo la cabeza, incluso cuando Marty le da las gracias.

—No te dejaré, —promete Marty, mientras el auto se detiene—. Gracias.


—El tono tranquilizador que usa conmigo no se parece en nada al tono
cortante que usa para agradecerle al hombre.

Con pasos largos y fluidos, Marty nos lleva a través de una serie de puertas.
Creo que estamos en el vestíbulo de un hotel, pero mantengo mi rostro
enterrado en su pecho. Queriendo evitar ver a alguien o que cualquiera me
vea. Para sofocar mis gritos. Esto. Sólo. No lo hará. Detenerse.

Estoy agradecida por la sudadera que cubre mi desnudo cuerpo. Los brazos
que me sostienen. Los labios que me besan. Las palabras susurradas que
me aseguran que todo estará bien. Me aferro a esa promesa, a ese toque, a
esos brazos como si fueran un salvavidas.

La siguiente serie de eventos ocurren en un borrón. Mi mente está


demasiado abrumada con todo lo que ha pasado para procesar todo por
completo. Mis piernas se alejan de Marty. Mi rostro está acunado. Sus
labios me besan. Mi cuerpo es desnudado. Y sumergido en agua caliente
que constantemente se escurre y se llena, un poco más caliente cada vez.

La suciedad es suavemente frotada de mí. Me quedo mirando aturdida


mientras me lava de pies a cabeza. El cuerpo en un ángulo, las
extremidades separadas, un paño suave en las fuertes pero suaves manos,
cuidando de que no quede ningún lugar sin tocar o contaminado. Ni sucio.

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Me seca igual de bien, e imposiblemente más amable. Entonces me pongo
su camiseta. Estoy sentada en una cama. Alguien está tomando mis signos
vitales. Dando unas píldoras a Marty. Diciéndole que estoy bien. Que
necesito descansar. Quiero decir que todo lo que necesito es a Marty. Pero
de alguna manera, creo que él ya lo sabe.

Cuando estamos solos otra vez, finalmente encuentro esos dolorosos y


verdes ojos que estudian mi rostro. —Lo siento mucho, nena.

Su disculpa es aleccionadora. Sacándome de mi estado mental y


recordándome lo que he hecho. Lo que le rogué. Todo lo que hizo por mí. Y
hasta este momento, sin saber de la angustia que podría sentir por ello.

Ya sabiendo la respuesta, no le pregunto si el hecho de que me tomaran era


parte de su plan. Si hizo esto, si permitió que me lastimaran, fue porque
era la única opción que tenía. Algunos pueden pensar que eso es una
mierda, pero yo lo amo más ahora que antes. Permitir que otro hombre me
ponga las manos encima, no lo hizo débil. Al contrario, lo hizo la persona
más fuerte que conozco. Tragar su orgullo e ira requería mucha más fuerza
que apretar el gatillo.

Quiero darle las gracias, pero mi voz se me queda trabada. Cuando lo


intento de nuevo, me corta. —No digas nada, Maddie. —Su voz decae. Su
rostro retorcido por la confusión—. Por favor, sólo... no.

Pero tengo que hacerlo. Tengo que decir esto. Necesita escucharlo. Porque
encadenada a ese futon, sola y con miedo, es la única cosa que me mantuvo
viva aparte de tener esperanza para Claire.

—Te amo, —digo, y las lágrimas llenan mis ojos otra vez.

Los dedos parecen una especie de sombras en mi rostro hinchado.—Eres


mi todo, Maddie, —susurra—. La mujer más fuerte que conozco. El amor
de mi vida. La única cosa que sé que no puedo vivir sin ella.

—¿Lo dices en serio?

270
Sus labios se curvan en un lado.—Sabes que sí.

—¿Porque mataste por mí? ¿Dos veces? —Añado, haciendo lo mejor que
puedo para igualar su sonrisa.

Sacude la cabeza. Su mirada es sombría. Sus ojos arden con reverencia.


Compasión. Promesa.—Porque incluso cuando pensé que lo tenía todo, me
di cuenta de que no tenía nada debido a que te había perdido. No volveré a
cometer ese error.

Se arrodilla delante de mí y toma mi mano en las suyas. —Cásate conmigo,


Maddie Pittman.

—¿Qué?

Me besa los dedos. —Quiero crear un infierno contigo. Hijos. Discutir


contigo. Hacer el amor. Matar a los hijos de puta que han cometido un error
contigo. Usa mi anillo. Mi parche. Cásate conmigo.

Mi corazón comienza a correr muy rápido. El alma se alegra. Hace unos


momentos estaba rota, ahora me siento completa. William está muerto.
Claire está a salvo. Mi misión está terminada. La deuda está pagada. No
hay necesidad de ser alguien que ya no soy. Whitney fue una vez alguien
que pensé que quería ser.

Pero la verdad es que ella ha sido parte de mí todo este tiempo. Ha estado
escondida durante años de dolor y sufrimiento. Miedo y debilidad. No fue
necesario que Marty se fuera para que me diera cuenta de lo fuerte que
soy. Sólo cuando él regresó pude experimentar plenamente lo que implica
ser fuerte.

Me salvó. No sólo de William. Sino de mí misma. De una oscuridad que sólo


existía cuando no tenía su luz. De una vida insuficiente que me hacía
despertar cada día sintiendo que algo me faltaba. Entonces encontré a ese

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algo. En él. Si tenía alguna duda de que no era el indicado, sólo eso
demostraría que lo es.

Así que tomé la decisión de aceptar su propuesta. Ser su esposa. Su


propiedad. La que roba carteras y empieza peleas en los bares. Con la que
hace el amor. Tiene sus niños. Lleva su anillo. Su parche. El que le
pertenecerá para siempre. Porque no hay nada que pueda ganar en esta
vida, que sea más grande que lo que él me ofrece:

El amor de un demonio.

272
Epílogo
Marty

Hoy es el día en que me caso con el amor de mi vida. La hermosa,


exasperante, alborotadora, ladrona de carteras, complicada, loca de mierda
de Maddie Pittman. Voy a poner un anillo en su dedo. Un parche en su
espalda. Mi polla en su boca si sigue dándome órdenes por el radio del
organizador de la boda.

La única razón por la que acepté esta maldita boda es porque... bueno,
porque soy un cobarde. Cuando dijo que quería una gran boda, le dije, —
Entonces eso es lo que tendrás. —Luego sonrió. Y nada más importaba
realmente.

Cuando la mierda empezó a ponerse ridícula y perdí la paciencia con las


pruebas de sabor del puto aderezo para ensaladas y el olfato de las flores,
su felicidad creció. Le encantaba cabrearme. También disfrutaba de tener
sexo furioso conmigo. El problema era que a mí también me encantaba. Así
que la dejé seguir dándome órdenes y tratándome como a una marioneta.
Sólo para poder seguir sacando mi ira follando con ella hasta que se
quedara flácida en mis brazos.

Parezco tranquilo cuando paso por la puerta lateral de la iglesia y me dirijo


al altar. Pero por dentro, estoy nervioso. Ansioso.

Excitado. Listo para verla caminar por el pasillo vestida de blanco.


Escuchar sus votos. Decir los míos. Ponerle un anillo en el dedo. Hacerla
mía oficialmente. En papel. Delante de Dios. Mis hermanos. Nuestra
familia.

Luke está a mi izquierda, siendo mi padrino de boda. Detrás de él están


ocho de mis hermanos. Todos vestidos con incómodos trajes. Odian las
bodas. Todos los hombres lo hacen. Como yo, han estado sujetos a la ira de
Maddie. Forzados a escuchar a sus esposas hablar de la mierda de la boda.

273
Y porque soy un imbécil, cuando probé los aderezos para ensaladas y olí las
flores, les obligué a hacerlo también.

Y lo hicieron.
Sin quejarse.
Por lealtad.

Puedo sentir su felicidad, para mí... y para Maddie, a pesar de sus


expresiones estáticas. Todos menos Regg, que le guiña el ojo a alguien de
la multitud. Pero cuando la música comienza y Red sale, Regg parece
olvidar que existe alguien más que él y la mujer que camina hacia nosotros.
No puedo evitar notar cómo la mira. Lo feliz que ella lo hace.

El amor.

Nadie podría sentirlo tanto como yo. Como dice el Salmo 23, Mi copa está
rebosando. Mi corazón está lleno.

Entonces la veo. Y de alguna manera, la amo más.

Pachelbel’s Canon en D mayor suena. Todos están de pie. Girando para


mirar. Viendo como Maddie camina por el pasillo. Vestida de blanco. El
velo que cubre su rostro no puede ocultar la sonrisa en sus labios. El brillo
de las lágrimas en sus ojos.

Mis rodillas se debilitan.

Esta chica tiene el poder de hacerme eso. Ponerme de rodillas.

El amor no es un término lo suficientemente fuerte. Lo que siento no puede


ser expresado en una sola palabra. No por ella. Y no para el joven que la
acompaña. Logan Pittman. Su hijo. Pronto será Logan Yates. Nuestro hijo.

Hoy es el día en que me entrega a su madre, y les daré a ambos mi apellido.


Tener a las dos personas que más amo en este mundo, aceptando mi
274
nombre con honor y llevándolo con orgullo, es un fuerte sentimiento de
mierda.

Uno que no se puede obtener con la motocicleta.

O del club.

Seiscientos ochenta días, me desperté como cualquier otro hombre. Luego


me coloqué el chaleco sobre mis hombros y me convertí en algo que sólo
unos pocos pueden proclamar como el Devil’s Renegade. Un hermano.
Protector. Ejecutor. Todavía soy y siempre seré todas esas cosas. Pero
ahora soy un hombre que tiene mucho más.

Más para vivir.


Para morir.
Y matar por ello.

Hoy cambié el chaleco por un esmoquin. Los parches por un anillo. La vida
de un hombre que lo perdió todo, por uno que lo tiene todo. Merece un
nuevo conteo. Después de todo, este es el primer día del resto de mi vida.
Y es exactamente lo que quiero ser.

Un hermano.
Un esposo.
Un padre.

Fin

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TAMBIÉN POR KIM JONES

The Saving Dallas Series:


Saving Dallas
Making the Cut
Forever

Standalone MC novels:
Red
The Devil
Devil’s Love

Sinner’s Creed Series:


Sinner’s Creed
Sinner’s Revenge
Coming Soon: Sinner’s Promise

The Whore Series:


Clubwhore
Patchwhore
Cutslut

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SOBRE EL AUTOR

Kim Jones es sólo una chica de un pequeño pueblo de Mississippi a la que


le encanta escribir, los perros, Merle Haggard, unas largas vacaciones y
nunca hacer la limpieza. Puedes estar al día con sus tontos y sin sentido
videos en Facebook. Síguela en Twitter, donde posiblemente encuentres un
tweet al mes. Instagram, donde publica fotos de su Bloodhound. Y su
página web que nunca actualiza porque es demasiado perezosa e ignorante.

277
Traducción

P.A.S

Corrección

Pal34

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