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Esta es una historia Zen dirigida a aquellos que no se sienten satisfechos con sus
vidas y creen que los demás son más felices que ellos.
En tiempos lejanos un cuervo se sentía muy apenado por su vida, sus lágrimas
caían profusamente desde lo alto de un árbol, salpicando el maestro Sun Tzu, que
descansaba bajo su sombra. El maestro al ver al cuervo con esa tristeza, le
pregunta con amabilidad, las razones de esa actitud.
El cuervo le expresa su descontento con la vida, diciéndole que siente que nadie
le ama, porque todos se alejan con desdén, que nadie comparte comida con él y
todos lo perciben con odio.
El cuervo se queda petrificado con ese relato del pavo real y le pregunta la razón
de haber llegado a esa conclusión. El pavo real le dice que el cuervo es la única
ave que no está encerada en una jaula, las personas no tratan de atraparte, ni lo
mantienen prisionero. Por lo que si él fuera un cuervo pudiera volar libremente por
todas partes, tú tienes la libertad que yo he perdido le dice el pavo real al cuervo
con tristeza.
El cuervo al oír este relato, se sintió iluminado y voló lejos, por primera vez en
mucho tiempo experimentó una sensación de felicidad por ser simplemente un
cuervo. Regresó con el maestro Sun Tzu y declaró con sabiduría, no deseo ser
nada más que lo que soy, un cuervo, estoy contento con mi ser.
Al examinar nuestra propia vida podemos reconocer que este también podría ser
nuestro dilema, ya que las comparaciones con los demás, nos llevan a la tristeza y
nos producen infelicidad.
Aquel que está satisfecho con lo que tiene, siempre será un gran afortunado,
porque siempre, en cada momento de la vida, debemos recordar que no
necesitamos lo que otros tienen para ser felices.