Está en la página 1de 35

De cosas urbanas

Manuel de Sola-Morales
m PREFACIO Kenneth Frampton 7

m URBANIDAD Hanslbelings 10
INDICE

M DE COSAS URBANAS Manuelde Sola-Morales 17

E PARA CREAR LUGAR (COSAS INVENTADAS) 31


-

Saint-Nazaire, Ville Port (1996-200) | 3 periferia histórica 32

Trieste, Porto Vecchio (9992000 La estrategia de la frontalidad — 42

Oporto, Passeio Atlántico (999200) Topografía marítima como estructura

civica 46

Génova, Cantieri Navali (998-1999) Sotto Corso 58

Groningen, Winschoterkade 1994199 La medida no eslaescala 62


La Haya, Scheveningen (20022004) Secciones desplegadas 66

LA MIRADA ESTRATÉGICA 72

E LA FORMA CONDENSADA (COSAS SUPERPUESTAS) 81


Alcoy, La Sang (9882002) El casco antiguo como categoría de proyecto — 82
Lovaina, Stationsplein (996200) El orden trastocado 90
Barcelona, Sant Andreu (2°°5) La vivienda pública como proyecto urbano
Arnhem, Rijnboog (20012005) Coherencia por diferencia 104

LA MIRADA COMPULSIVA 108


E LA ACUMULACIÓN HETEROGENEA (COSAS EN CONFLICTO) 115
Berlín, Alexanderplatz
(999) La ciudad abstracta 116
Róterdam, Alexanderpolder ™0 La distancia interesante 120
Amberes, Eijlande (99099) Nuevo distrito portuario 124
Amberes, Operaplein 20%) Nudo urbano 128

Terrassa, Torressana 20%) Contralos límites urbanos 132


Barcelona, Poble Nou 2097 Continuidad, promiscuidad, incoherencia 136
Tesalónica, Frente marítimo (991999 Frente marítimo, frente urbano — 140

LA MIRADA ANSIOSA 142

m TEXTOS SELECCIONADOS 145


2005 Parauna urbanidad material — 146

2000 Contrala metrópoli universal 154

1995 Territorios sin modelo 166

1994 Ciudades cortadas 174


1992 Espacios públicos/espacios colectivos 184
1992 La periferia como proyecto 192

1987 Otratradición moderna 200


7 MIRADAS SOBRE LA CIUDAD

Manuel de Sola-Morales
Miradas diversas sobre la ciudad: eso son los proyectos que aquí se reúnen. No son

< aquellas mani sulla citta, del film de Francesco Rosi. No son tampoco los golden

pencils dibujando la ciudad que quisieron ser los del urban design del Harvard de la

z década de 1970, o los del projet urbain franceses de la década de 1990. Este resu-

<
men de mi trabajo habría de reflejar, sobre todo, el esfuerzo por entender y servira

m
las ciudades a través de una mirada devota y aficionada. También, la dificultad de

hacerlo así.

£
Son trabajos que tienen en común una aproximación cautelosa y atenta a la

riqueza de los lugares urbanos. La riqueza existente y, sobre todo, la riqueza posi-

-
ble. En este mirar solicito está el arranque de las respuestas, tan distintas en cada
caso, pero siempre preocupadas por la ciudad que está más allá.

7
La narrativa, encadenando los temas en secuencias, es la manera de hacerse
de estos proyectos. Y también la manera en que quisieran ser usados y observados.

< No es extraño, pues, que, como tantas veces repito, la sección sea el instrumento

v
básico en la concepción del proyecto. Porque pone en relación partes muy distintas

contoda exactitud: la larga distancia horizontal y la minúscula variación vertical. Los

o) niveles y los usos. Lo interior y lo exterior. Nada como la sección urbana larga expli-

calastripas de la ciudad, su anatomía.

U Establecer la continuidad de las diferencias valorando sus tamaños, moverse


en la simultaneidad de las escalas (el kilómetro y el centímetro vistos a la vez), apre-

Lu ciar las intersecciones como puntos vitales y las longitudes como atributos adjetivos

son prácticas imprescindibles del proyecto urbano

o ¿Acupuntura o prótesis? Ambas qui á. Desde luego un entendimiento sisté-


mico que espera de cualquier intervención los efectos más interesantes, precisa-

mente a través del haz de nervios y arterias que relacionan cada punto de la ciudad
con sus vecinos y con sus alejados. La elección del punto de vista contiene aquí,

CP
como en la fotografía y el cine, la mitad del resultado. Mirada como interpretación,

proyecto como idea.


Los proyectos aquí presentados no son efímeros en sí mismos, ni menos aún

diseño de objetos, de conjuntos o de espacios como tales. Tampoco son paisajes,


con la connotación integradora, combinatoria de ese término. Quieren ser verda-

deras reinterpretaciones de cada ciudad y convencidas propuestas de su transfor-

mación.
Todos ellos son proyectos en el límite. Los temas afrontados son singulares y

revelan una atención a cuestiones ajenas a la práctica profesional común y, por su


compromiso práctico, también ajenas al alcance puramente verbal de tantos discur-
£<
sos de críticos y arquitectos. La frontera de la urbanidad está en estos temas. Y,
también, en este sentido, estos proyectos son inseparables de mi propia actividad
como estudioso y enseñante de las ciudades. Y como combatiente contra la verbo-
rrea con la que lo urbano, lo urbanístico, la ciudad y la metrópoli son banalizados
continuamente.

Hay, pues, en lo profundo, un hálito de optimismo, de ingenua confianza en la


riqueza de los hechos urbanos (urbanos en sentido genérico, sin acepción de

modelos por supuesto). Una confianza que nace seguramente de la misma mirada
fervorosa con la que el sabio astrónomo escudriña el firmamento.

T
Ey
1 Trieste, 1990. LA PIEL DE LAS CIUDADES
2 Lovaina, 1995.
Mi trabajo se sitúa sobre la piel de las ciudades. Su epidermis es lo que estudio, lo
3 Saint-Nazaire, 1990.
4 Oporto, 1980, que disfruto y lo que me permite abordar sus estructuras más profundas. Y esa
5 Barcelona, 2000.
arquitectura de tejidos epidérmicos es, al mismo tiempo, la materia prima con que
6 Santo Domingo, 1960.
7 Amberes, 2000. se constituyen mis proyectos urbanos.
8 Arnhem, 2000.
La piel de las ciudades está hecha de construcciones, texturas, contrastes. De
9 Scheveningen, 1950.
10 Berlín, 1989. calles y espacios libres, de jardines y muros, de perfiles y vacios. Brick and mortar
eran, para el sabio geógrafo Max Sorre, la definición de ciudad. También movi-
mientos y encrucijadas, vehículos y fachadas, sótanos y conductos subterráneos.

Tiendas, oficinas, solares, apartamentos, museos, teatros y todo tipo de locales


vacíos. Bordillos y aceras, almacenes y depósitos, fábricas y mercados, monumen-

tos y ruinas, estaciones, estadios, estudios, etc. Es precisamente el contacto entre


nuestros cuerpos y esa materia física lo que hace la experiencia urbana. Flesh and

Stone titula Richard Sennett uno de sus más hermosos textos sobre la ciudad. Por
ello son tan importantes las rampas y las escaleras, los portales y las esquinas, porque

en ellos sentimos, con nuestro peso, las medidas y la forma de la ciudad.

Me interesa la urbanidad de lo material, la urbanidad hecha de tacto y de


visión, de sensaciones y de sugerencias. Es otra cosa que la idea de “estructura
urbana" sobre la que se ha organizado tanta planificación, o que la noción de "siste-

ma urbano", que atiende sobre todo a la interdependencia de actividades y posicio-


nes, o que el término "áreas funcionales", usado para la clasificación y asignación de

espacios. Enfoques todos ellos que han monopolizado gran parte de los estudios
urbanos del último medio siglo. Intentando descubrir, bajo las apariencias, estruc-

turas internas supuestamente más importantes, han propuesto jerarquías de con-

ceptos para interpretar lo urbano desde un pensamiento estructuralista


o formalista
o economicista, o todos a la vez.
Parece que hoy, cambiando las palabras y llamando flujo, conexién o red a lo
que antes se llamó comunicación, canal o malla, se repite a menudo, como nove-

dad, poco más que la vieja reducción semántica que impuso el estructuralismo sis-

témico a la ciudad física en la década de 1960.


La superficie de la ciudad, la piel urbana, se considera así "superficial”. Es decir,
ligera, inconsistente, insignificante, incapaz de albergar contenidos de interés serio.

Reducida a ser portadora sólo de valores "sobreestructurales”, “estéticos” o


“ambientales”, la piel de la ciudad es para los neoestructuralistas de hoy una conse-
cuencia más que un sujeto, un fenómeno más que una materia.

Y, sin embargo, en la materia urbana, en la superficie de la ciudad experimen-
tada en su materialidad concreta, en sus sensaciones físicas y en sus sugerencias,

están el origen y la forma de cualquier urbanidad. Es la materia urbana la que nos


transmite, tanto en sus puntos más sensibles como en sus zonas más neutrales, la
energía cualitativa que acumula el carácter colectivo sobre ciertos espacios, cargán-
dolos de significación compleja y de referencias culturales, y haciendo de ellos
materia semántica, construcción de memoria intersubjetiva, social.
Es la materia de la epidermis urbana la que nos enseña sus características y sus
diferencias, su peso, forma, textura y formato. Su morfología y su tectónica. Pero
hay que mirarlas con insistencia, con suficiente atención para que nos revelen,

como ya explicaba Jacques Derrida, sus respuestas escondidas, sus cavernas.

¿ACUPUNTURA URBANA?
La piel de la ciudad no es un envoltorio plano. Es en sí misma y, en tanto que piel,
una red cualitativa, una membrana de diferencias sobre la que caben intervencio-

nes y estrategias, matices y brusquedades.


Según la antigua medicina oriental, la acupuntura entiende la piel del cuerpo
i
humano como el principal sistema portador de energía. Los 361 puntos sensibles,
distribuidos por la superficie del cuerpo, transmiten, a través de 12 meridianos o
vasos, sus impresiones al resto del organismo (exterior e interior). También la piel

urbana —"la epidermis de la tierra" que estudiaba Jean Tricart— canaliza energía
cualitativa. Y, si en la acupuntura se habla de energía “fria" y "caliente", también
las cualidades en la epidermis urbana son sordas o agudas, mentales o sensoriales.
Como en la acupuntura terapéutica, la localización del punto sensible es el primer
paso para el tratamiento estratégico de la piel urbana. El acierto en la identificación del
lugary de los canales de influencia
en el tejido permitirá aportar una cualidad nueva, aña-
dirla energía adecuada, fría o caliente, potenciar la urbanidad en sus diversos modos.
La acupuntura proyectual no tiene que ver tanto con lo pequeño, lo minucioso
o lo delicado, como con lo estratégico, sistémico e interdependiente. Actuando
sobre la oreja, dicen los sabios chinos, se curará el pulmón o la rodilla. La acupuntu-
ratiene que ver sobre todo con una apreciación muy superior de la epidermis como
membrana rica, compleja y enormemente influyente. En la piel de la ciudad, nues-
tros instrumentos de arquitectos, nuestra experiencia de ciudadanos y nuestras
sensaciones corporales son la materia real de trabajo, útiles y sustanciales en sí
mismas, incluso para las relaciones causa-efecto de naturaleza más abstracta. Inter-
venir enla piel de la ciudad tiene, así, cierta analogía con la acción de la acupuntura.
No por el uso de las agujas o incisiones de pequeño tamaño, sino por entender la

naturaleza sistémica de la epidermis.


Para los expertos de la acupuntura, la piel no es la cobertura del interior, sino la
estructura principal del organismo, su naturaleza más expresa. Actuar con puncio-

.
nes, presiones e inyecciones es distribuir energía a través de la piel. La epidermis de
los tejidos urbanos nos permite transformar metabolismos interiores del organismo

que, en abstracto, otros expresan en términos socioeconómicos, simbólico-cultura-


les, infraestructurales o histórico-políticos.

La analogía de la acupuntura —agujas y puntos— puede trivializarse si se


reduce a acciones menores de costura local de tejidos urbanos o reformas de míni-
mo coste. A la inversa, algunas veces esta analogía se extrapola a la escala de lo
político y lo social utilizando este mismo término —acupuntura urbana—y refirién-
dolo atácticas políticas que, siendo puntuales, transforman el funcionamiento glo-
bal de la ciudad (sobre el transporte, sobre la vivienda, sobre los residuos). Pienso

que ésta es una analogía mucho más genérica. Ando buscando en algunos de mis
trabajos una acupuntura urbana como propuesta proyectual concreta, y como acti-

tud metodológica de un urbanismo físico, hasta fisiocrático quizá.


Hay que observar la piel de las ciudades al detalle en sus arrugas y en su apa-
rente inconexión, con la atención del detective que escudriña los menores indicios.

Los maestros de la novela negra nos enseñan el arte de la descripción reveladora,


siempre intrigante aunque inconexa. Es precisamente de la aparente casualidad de
los datos de donde se extraen los hilos del interés narrativo. Con la fuerza enume-
rativa con que, por ejemplo, el comisario Wallander de las novelas de Henning

Mankell nos hace ver objetosy situaciones, mezclando con la sorpresa del asesina-
to su colada para la lavandería, el averiado motor de arranque del coche, o el repe-

tido bocadillo en la cafeteria de paso. Quisiéramos fijarnos en cualquier fragmento


de ciudad o de proyecto, sin saber si aquel incidente topográfico o tal secuencia de
muros van a ser decisivos para la resolución de nuestros enigmas: porque la sorpre-

sa y la intuición son tan importantes en el proyecto urbano como la coherencia y la


búsqueda en profundidad. No es sólo el conjunto de relaciones que encadena
la complejidad de los pasos, sino la atención simultánea a las cosas, su aprecio sin-

gular una por una, porque ya en si mismas son hermosas piezas totales de realidad.
Sentir en la ciudad /amore delle cose que quisieron expresar Felice Casorati y los
pintores de la Nueva Objetividad.
26 La atención a las cosas, el respeto a la cultura material, el filósofo Michel
Foucaulto el cineasta Víctor Erice nos dicen que el reclamo a las cosas no es sólo la
reivindicación de lo físico puro, sino de nuestra mirada sobre la materia, nuestra

preocupación y nuestro entendimiento, nuestro amor por las cosas.


Proyectar en la ciudad se inscribe para mí en este acto de atención. Operar en
la epidermis urbana es un continuo atender a cómo están las cosas. Y a cuáles aña-
dir, quitar o cambiar, y a cómo disponerlas mejor. No hay otra elección u otra inven-
tiva que la incidencia en la estrategia de las cosas, de las cosas urbanas.

LA CIUDAD ES CUESTIÓN DE COSAS


La ciudad contemporánea no es más fea cada día: es cada día más rica. La pérdida 1 Georges Braque, El pequeño provenzal, 1913.
2 Joan Miró, L'addition, 1925.
de imaginación que tanto se lamenta, quizá no sea limitación objetiva, sino conse- 3 Alexander Calder, Un universo, 1934.
cuencia de un gran defecto de información. Si para interpretar la forma de la ciudad 4 Kasimir Malevich, Composición
suprematista, 1915-1916.
contemporánea pretendemos reinventar un nuevo catálogo de espacios, los proto-

tipos que creemos descubrir desaparecen al día siguiente. La cohesión formal pro-
pia de los buenos espacios convencionales o la relación biunivoca entre forma y
materiales se produce hoy cada vez menos. Esto hace repetir a muchos que la ciu-
dad se aleja, que es ya un artefacto agotado históricamente. Y, a veces, se llega a
decir que se ha convertido en territorio virtual, informático y dinámico, pero sin “En clerta enciclopedia china" está escrito que
“los animales se dividen en a) pertenecientes al
lugar.
Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados,
Al contrario: cada día hay más lugares. La extensión y la ocupación crecen d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros
sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se
exponencialmente.
agitan como locos, ) innumerables, k) dibujados
También hay cada vez más contactos. Y cada vez más actividades, usos, cons- conun pincel finísimo de pelo de camello,
1) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón,
trucciones, movimientos, áreas e imágenes urbanas. El número de objetos urbanos
) que de lejos parecen moscas".*
se multiplica y acostumbrarnos a esta multiplicidad exige abrir otras perspectivas.
1 BORGES, Jorge Luis, "El idioma analítico de
Si los méviles de Alexander Calder pudieron ser metáfora del espacio como
John Wilkins", en Otras inquisiciones, Alianza
sistema de interdependencias en movimiento (la ciudad como sistema), y los colla- Editorial, Madrid, 1997, pág. 158.

ges de Georges Braque anticiparon las figuras de la ciudad hecha por superposición
y yuxtaposición de fragmentos (mosaicos), Kasimir Malevich y, sobre todo, Joan
Miró reconocieron el espacio como constelación de objetos, como campo de for-

mas libres, como mesa llena de cosas.


La lista de las cosas urbanas podría quizá resultar tan diversa como, por lo
menos, la de Borges. Pero si nos fijamos con atención, con devoción incluso, las
escenas de la ciudad contemporánea sin coherencia visual ni significado aparente
son conjuntos fortuitos que, por la fuerza de su realidad material, adquieren inter-

de
dependencia. Como en los bodegones pictóricos que disponen sobre una mesa

P a
cosas ajenas (una manzana, un jarro, un periódico, una tela), las cosas urbanas esta-
blecen entre sí relaciones directas, inmediatas. La ciudad es la mesa que las soporta

T
y presenta esas cosas en su pura materialidad, como realidades identificables en

T
sus diferencias, su posición relativay sus mutuos reflejos. Reflejos que las refieren

p
a un campo exterior, inmenso, polisémico.

Un pavimento, una fachada de cristal, un muro, una rampa o una perspectiva lejana
interrumpida por obstáculos, un perfil contra el cielo en un patio cerrado, calles por
terminar y descampados ocupados a medias por trastos provisionales, etc. Todas

las gamas de situaciones banales, de tarjetas postales insignificantes, de repetidos


espacios "periféricos”, "inconexos" o “informales” son bodegones urbanos si los
miramos con los ojos del pintor de caballete o del naturalista ensimismado. Son

sintagmas del lenguaje de los lugares urbanos. El respeto por las cosas urbanas
comporta el aprecio de rincones y vacíos, de ambientes, voladizos, barandillas,
garajes, sótanos
y tribunas, pórticos y almacenes, rampas y barandillas, pasajes, jar-
dines y rejas, no como anécdotas de un paisaje, sino como formas urbanas que la
arquitectura actual produce con frenesí aunque todavía sin nombre... Y quizá sea
1
esta debilidad taxonómica la que impide reconocerlas en su materialidad, en su
inquietante presencia.

Cruces y esquinas como lugares de referenciay de intercambio, rampas y hue-


cos que combinan niveles distintos, incidencias intermitentes de túneles, puentes y
vías férreas —componentes rígidos de la fluidez—, intervalos de aceras y paseos
como soporte primario, o hileras de árboles o de coches aparcados sugieren una
lógica de la ciudad física que opera por elementos diferenciados. Sin dejar de incluir
los trazados regulares ni las continuidades de fachadas y los largos ejes de circula-
ción, son los episodios truncados, los elementos dislocados, los espacios ambiguos
y los objetos amontonados, y su transitoriedad en el espacio y en el tiempo, las
caracteristicas formales que hacen de nuestras ciudades territorios de cosas, cam-
pos de elementos.
La atención a las cosas urbanas es la que nos permite hacer de la "cantidad”
urbana traducida en variedad el principal adjetivo del territorio metropolitano;
masas de casas y edificios, barrios de oficinas, ilimitadas zonas de viviendas unifa-

miliares, ensanches abiertos sin programa, litorales marítimos en algarabía, parques


industriales, centros comerciales, ciudades de vacaciones, grandes aparcamientos
"—
»m

y estaciones son sumas de cosas. Cosas urbanas en las que reconocer la energia de
la urbanidad actual.

Que la ciudad esté hecha de cosas parece una afirmación menos útil ante la
evidencia de la creciente interdependencia de las actividades y de los paisajes.
Nada de ello es negado: al contrario. No obstante, mi trabajo suele enseñarme, pre-
cisamente, que son las cosas en la ciudad las que contienen las relaciones. Y que
una visión de la ciudad en sus elementos es hoy particularmente integradora de la
complejidad urbana (para sobreponer a la esquelética lógica postestructuralista de
los flujos y los sistemas).
La Nueva Objetividad buscó hacer de los objetos inmediatos presencias obje-
tivas en sí mismas. Una fruta, un jarro o un retrato se convierten en realidades abso-
lutas. Un bodegón de elementos cualesquiera compone un espacio y una materia.
Es el "Zu den Sachen selbst" husserliano: ¡hay que ir a las cosas mismas!

Poreso, el proyecto urbano contemporáneo tiene que pelear por este recono-
cimiento, por hacerde esas cosas urbanas también la materia de su propio trabajo y
el contenido de sus propuestas. Ahí está la posibilidad de diferencia, aun en el inte-
rior de la uniformidad impuesta por los sistemas funcionales y económicos de las
ciudades modernas. Y diferencia es calidad. Acaso.
21 de octubre de 2006
George Brecht, Valoche, 1975.
Hay que buscar la urbanidad en las cosas.
Hablar de urbanidad en la ciudad contemporánea puede parecer una referen-
MATERIAL’
cia anticuada, ya que se trata de un término de la ciudad física transferido al com-
portamiento social, individual o colectivo. Pero es todo lo contrario, si pensamos en
la urbanidad como en un contenido de lo material, como una condición de las cosas
urbanas.
Se solia hablar de urbanidad como de una cualidad social de las personas,
como de un código de buenas costumbres que configuran un comportamiento civi-
lizado. Hay también una urbanidad de los lugares de la que hablan sociólogos y
geografos: el carácter urbano de ciertos ambientes que resultan reconocibles a la
URBANIDAD

hora de representar la vida en común. Para la sociología, desde Georg Simmel a


Francois Ascher, el caracter urbano reside en aquellos espacios artificiales y públi-

cos, que resultan especialmente propicios para las prácticas sociales colectivas
Sin embargo, no hablamos aquí de esas urbanidades. Esas son urbanidades

tangentes, metafóricas en realidad. Queremos hablar de las cualidades urbanas de


las cosas, de la urbanidad de las cosas urbanas. De por qué y cómo lo urbano es
urbano. Y aceptamos el desafío de los que menosprecian a veces los valores del
espacio físico con el fin de dar primacía a los comportamientos, sin recordar que

éstos vienen de modelos que, en su urbanidad, son espaciales, dimensionales y


UNA

físicos. De ahí podríamos aproximarnos a la clásica cuestión: ¿qué es “hacer ciu-

dad"?, o alano menos intrigante pregunta: ¿hay también urbanidad en la ciudad no


hecha o mal hecha?
PARA

Simultaneidad, temporalidad, diversidad son atributos de la ciudad. Para hacer

ciudad, pues, hay que conseguir esto. Y hacer ciudad es el objetivo de todo proyec-
to urbano, a cualquier escala, en cualquier país, con cualquier programa: es verdad
que pocas veces se consigue. Hay mucha confusión y excesivo verbalismo sobre

lo que es urbano. "Arquitectura urbana" dicen hacer, muchos arquitectos, proyec-

tando edificios complicados sin destreza. Extrañeza y complicación son confundi-


2005

dos con la supuesta complejidad urbana. El pepino de Jean Nouvel en una esquina

del ensanche barcelonés es un edificio elemental, autista y autoferente. El casi idén-


tico pepino de Norman Foster entre la City londinense establece tal riqueza en su

compleja relación con el contexto, que bien puede decirse que es arquitectura
urbana de primer orden. El tan entredicho crecimiento terciario en el Pudong de

Shanghái organiza el uso de los espacios libres en relación a un proyecto metropo-


litano que le confiere una moderna y muy cívica condición de nueva urbanidad,
opuesta a la extraña sociedad emergente en la China social-capitalista; lo contrario
1 Conferencia impartida en la UQAM (Université del lacónico Canary Wharf londinense, puro almacén de edificios y empleos pos-
du Québec á Montreal), Montreal, septiembre de
modernos sin la menor temporalidad o simultaneidad urbanas. La ausencia de sub-
2005.
jetivismo en la Tate Modern es urbana, los recientes proyectos barceloneses ane-

cdéticos de Toyo Ito o David Chipperfield, nada de nada. Los Ángeles es urbano,
Berlín 2000, ¡qué lástima!, etc.

La urbanidad estará, pues, en aquellas construcciones materiales capaces de

transmitir a los ciudadanos la comprensión de esos atributos. ¿Cómo, por medio


de edificios, horizontes, suelos, circulaciones, signos de actividad o visiones, se pro-

duce el entendimiento, aunque fragmentario, de la ciudad total? ¿Podemos aceptar

sin reparos la naturaleza teatral de la urbanidad, en cuanto capacidad de representar

y resumir y reproducir acciones y pensamientos y conductas?¿Es un lugar muy

intenso porque la relación entre lo que ocurre y lo que sugiere (o recuerda) es fuerte
y evidente, tanto si el lugar es denso y activo como si es vacío, informe, marginal?

La temporalidad esta sobre todo en los muros y los suelos. En la ciudad conso-
lidada, los muros hablan con los suelos. Sus texturas y diferencias matizan la unifor-

midad de los espacios y crean intersección y conflicto. En la relación suelo-pared se

consigue la exhibición o el énfasis. Atender a los muros como materia del espacio
urbano es reconocer el protagonismo indiscutible de las plantas bajas, allí donde se

produce la disolución del limite privado-público, la diversidad espacial de las circu-

laciones, los modos en que se interpenetran interiory exterior, en portales, aparca-

mientos, terrazas, comercios, etc.

La urbanidad resulta de la articulación de cosas urbanas, que no depende de

las funciones o la actividad, sino de la materia de murosy esquinas, en desnivelesy


fachadas, en calzadas, aceras, ventanas, portales y vitrinas, en rampas y semáforos,

en alineaciones y retranqueos, en gálibos y voladizos, en siluetas y anuncios, en

plataformas y vacios, huecos y descampados. No como los detalles de townscape,

sino como materia continua del espacio construido.

Porque, atención: como hemos dicho, la urbanidad es un concepto que hay


que rescatar de su habitual interpretación reductiva, como sinónimo de corrección,

de convencionalismo, de urbanismo tradicional, asociado a la ciudad compacta,

densa, central, europea. Para nada. Interesa un nuevo concepto de urbanidad,

como algo que, precisamente, para la urbanización contemporánea (global, territo-

rial, híbriday dispersa), es su mayor riqueza. Es la urbanidad nueva de las distancias


y los silencios de las periferias incipientes, de los destellos internos en las intersec-

ciones en los descampados, de las presencias sordas de la construcción industriali-


zada y de la arquitectura banal.
48 Esta urbanidad de la materia está hoy en la periferia extensiva, vacía y disconti- 1 Roberto Collova, Palermo, 1987.
2 Miguel Morán, La Coruña, 2003.
nua, al igual que en la ciudad densa y compacta. Y también en los centros comercia-
3 Rosa Feliu, Passeio Atlántico, 2002.
les o en los polígonos de viviendas, así como en los márgenes de las infraestructuras 4 Cino Zucchi, Via Brasso, Milán, 2000.

solitarias o de los hub intensivos.


La urbanidad contemporánea que no está hecha sólo de convivialidad, de ejes
comerciales y centros históricos, de parques diseñados, de cafés simpáticos y de

edificios públicos prestigiosos, sino de la nueva complejidad material de los territo-


rios (complejidad de estructuras, usos, vacíos, niveles, tamaños, referencias). Pro-

yectar para esta urbanidad material supone, por lo pronto, hacer de la confusión

claridad; de la opacidad, lenguaje. Marcharen dirección contraria a la del recurso,


a la complicación, escondite miope en tantos proyectos urbanos, y en consecuencia

clarificar y expresar la superposición conceptual, característica de la ciudad con-


i
temporánea, en verdaderos diagramas materiales de esa complejidad. Ev

Para la urbanidad intensa importa la diversidad, la densidad cualitativa, más


que la cuantitativa. La densidad cualitativa que alude a la variedad y el número de
referencias superpuestas en un lugar, edificio o zona. No cualquier densificación

garantiza una intensidad mejor, sino, a veces, simplemente congestión o confusión.

En la coexistencia de diferencias es donde surge la energía cualitativa urbana. La


mixity más que la density puede caracterizar la urbanidad contemporánea, espe-

cialmente ausente en las periferias especulativas o en los espacios turísticos, tema-

tizados ad nauseam por promotores y arquitectos.


Al reivindicar la urbanidad "material" estoy, pues, tomando toda la distancia
posible de laidea, convencional y mórbida, de la urbanidad como calidad vaporosa,

idealizada y simpática que casi se identifica con el reclamo turístico, en la cual el


shopping, el chic y la animation serían la versión actual del “discreto encanto de la
burguesía" que caracterizó muchos de los centros urbanos bienestantes de los
siglos xx y xx en Europa y EE UU. Esa fantasía ideológica tiene bien poco de material

en su origen, y demasiado de wishfull thinking sociológico y de atentado a la verda-

dera expresión de la urbanidad moderna.


El proyecto urbano no está en la unidad formal del conjunto, ni en la pura con-
gestión ni en el respeto al contexto por sí mismo, sino en los elementos y episo-

dios concretos que relacionan las personas con las cosas. Y, para determinado pro-

yecto o tratamiento, hay que ejercitarse en l'attention aux choses, en su sentido

más concreto. Como en el realismo crítico de las narraciones de Raymond Carver,


o en los trasfondos filmados de algunos pasajes de Jim Jarmusch o Michael Win-
terbottom. Por esto dibujamos los proyectos urbanos al detalle, y el realismo minu-
cioso no es ingenuidad sino encono, denuncia de vaguedades y exposición clara de
la materia, para que ésta comunique su fuerza. Es el respeto a la materia lo que sub-
yace a cierto nuevo realismo crítico. ¿Nueva Objetividad?
La urbanidad material es también función del “valor de uso", viejo concepto
marxista tomado aquí en su acepción más directa. Es el uso de los lugares lo que les
confiere significación colectiva y, por tanto, no sólo el emplazamiento, sino la utili-
zacion real (frecuencia, diversidad, recorrido, contribución, coste, publicidad) de
los usuarios es parte importante del carácter, las referencias, el significado y la car-
ga semántica que, como antedicho, son notas de la urbanidad material.

La urbanidad intensiva tiene siempre que ver con la simultaneidad entre los
dominios de lo privado y de lo público. Muchas veces he insistido en ello. La ciu-
dad, tradicionalmente, ha sido un mecanismo de adecuación entre ambos, con ven-

taja oscilante entre una y otra parte en los distintos tiempos y lugares. Pero, si los
espacios públicos son la imagen social de la ciudad y las casas privadas el privilegio
del ciudadano individual, donde aparece la urbanidad contemporánea en su grado
máximo es en los que definimos como “espacios colectivos", espacios hibridos, a la
vez públicos y privados, donde la fuerza de lo urbano como mecanismo mediador
en lo espacial de las diferencias de lo social se hace concreta, material, conflictiva a
menudo.

MODERNIDAD Y URBANIDAD
La idea de urbanidad que presidió la primera modernidad —la del movimiento
moderno de las décadas de 1920 y 1930— tenía que ver con la regularidad y la repe-
tición. Ideas ambas que, en su base estética, repetian con nuevas formas principios

de orden y de visión de conjunto que la urbanística clásica —desde el renacimien-


to, el barroco y el neoclasicismo sobre todo— había adoptado como propios. Las
tesis metropolitanas de Ludwig Hilberseimer, los proyectos residenciales de Ernst
May o de Walter Gropius, tanto como el racionalismo formal de Le Corbusier fue-
ron manifiestos de un orden funcional que el ciudadano respiraria como oxigeno de
una urbanidad superior, de una civilización urbana hecha de espacio libre, de racio-
nalidad técnica y de justicia social. Luego los arquitectos del CIAM desarrollaron,
desde principios análogos, formas de ciudad que, con todos sus defectos y desvia-
ciones, han dado lugar en todas las ciudades del mundo al mayor volumen de nue-
va construcción urbana que la historia jamás haya contemplado
Mimmo Jodice, Boston, 2000.
Maarten Laupman, La Haya, 7 Lijnen, 2003.
Gabriele Basilico, Valencia, 2001.
Paolo Rosselli, Beijing, 2005.
e
[EEE
El

"NEA
MR 1O EEO
52 Éste fue el paradigma de la mayoritaria urbanidad moderna, la de la primera

modernidad. Polígonos y edificios aislados, suelos libres continuos, vías segrega-


das con espacios separadores y acompañadas de coches aparcados, ausencia de
patios interiores, exposición total a primera vista. La regulación (expresada en un

sentimiento de espacio controlado por la autoridad, por la norma, por laidea) fue la
nota importante de esta urbanidad: reglas que son a la vez políticas y sociales, tanto
como técnicas y geométricas. Regularidad y regulación, pues, como instrumentos

del orden espacial, y repetición como mecanismo de respuesta al gran número, a


las cantidades que la metrópoli debe atender. Conciencia explícita, por tanto, del
gran tamaño de la ciudad moderna, declinada hasta el objeto arquitectónico sin

mediación de referencias o escalas intermedias.


Lafuerzade esta propuesta era incontestable. La claridad semántica del men-
saje universal, socializante y emancipador de aquel urbanismo no podrá nunca

subestimarse. Las reacciones nostálgicas del historicismo romántico o del ambien-


talismo populista —los espacios públicos, las calles peatonales, el pequeño comer-
cio, la continuidad tipológica, etc.—, pueden tener su parte de razón, casi siempre

mal usada. Pero la urbanidad está también en la higiene de los espacios domésti-
cos, convertida en racionalidad colectiva por su expresión exterior y por la partici-
pación visual de los espacios libres comunes. Las perspectivas de Le Corbusier o

de Peter y Alison Smithson, con terrazas para contemplar el verde público en la


distancia —la ciudad jardín vertical—, mostraban la forma efectiva de un nuevo
civismo.

Con todo, la ciudad entendida siempre como un hecho de grandes números


concentró la preocupación de los modernos sólo en la cantidad, su urbanidad erala
de la Grosstadt, y su desafío el asentamiento de las grandes masas populares. ¿La

cantidad por delante de la calidad? Es probable que esta disyuntiva esté en el ori-
gen del urbanismo estructural, funcionalista y cuantitativo, dominante por más de
medio siglo.

Pero la segunda modernidad —¿supermodernidad?— se interesa hoy por la


urbanidad de lo complejo, de las energías y los flujos, de la tectónica y de lo senso-
rial, del vacío y de la dispersión. La gran metrópoli ha sido desbordaday los territo-
rios se presentan como escenarios de interés a todas las escalas y tamaños. En este

sentido, la urbanidad del proyecto contemporáneo no será la de la simple densidad


como acumulación de cantidades, ni de la bigness como exageración de los tama-
ños, ni mucho menos la del formalismo de conjunto del new urbanism, o la del urban

design funcionalista.
El proyecto urbano ahora puede estar más en lo estratégico y lo material, en

intenciones acupunturales sobre la piel urbana para afectar al organismo entero. Pro-

yecto urbano que para ser efectivo es concentrado y puntual, limitado en su tiempo y
espacio de intervención, pero abierto y extenso en su influencia más allá de sí mismo

Con la exigencia técnica, presupuestaria, infraestructural y arquitectónica del proyec-

to constructivo. Con la superposición de funciones y la mezcla de usos, privados y


públicos, y la caducidad de un programa ejecutivo. El nuevo proyecto de la moderni-

dad quiere dejar atrás tanto el esquematismo del diseño estructural como las reduc-

ciones del contextualismo, para confiar en cambio a la riqueza de las materias la capa-
cidad de construir la urbanidad contemporánea.
1
UNIVERSAL
METROPOLI
LA
CONTRA
2000

1 Publicado originalmente en AV, Arquitectes


en el paisatge, Colegi d'Arquitectes de
Catalunya, Demarcióde Girona, Girona, 2000.
Barcelona sale de un periodo en el cual, como ciudad fisica, ha experimentado una

fase de intensas actuaciones sobre importantes aspectos parciales: los espacios

públicos, algunos edificios de equipamientos y de servicio, el sistema de comuni-

cación general. Pero también, al mismo tiempo, ha experimentado transformacio-

nes de otra envergadura, difusas y multiplicadas sobre todo el tejido urbano, de


grandísima eficacia: pequeños parques o reformas viarias de menor escala, acon-

dicionamiento de fachadas, restauración de edificios, etc. Acciones de dimensión


micro que, efectivamente, son importantísimas para conseguir la sensación de ciu-

dad que los usuarios —y sobre todo los visitantes— pueden tener cuando pasean

por sus calles. Hay que advertir que estas cuestiones no son adjetivas, ni tampoco

una afirmación simple de lo pequeño o lo local en detrimento de lo grande, sino

cuestiones que están relacionadas con un modelo de ciudad y de metrópoli, que

tiene interés abordar.

En este momento, en la ciudad de Barcelona se está produciendo un cambio

de etapa en el cual, después de esta serie de intervenciones, en su mayoría

sobre el tejido central de la ciudad, se empiezan a plantear temas de escala


metropolitana, asuntos que afectan la manera de entender la periferia y las

posibles políticas para organizarla; y que pasan por la discusión de proyectos y

planes estructurales que reflejan algunas alternativas relevantes, desde el pun-

to de vista de la morfología y la cultura, en la discusión del urbanismo de las


ciudades.

En la actualidad, en Barcelona se habla mucho de infraestructuras, de grandes sis-

temas y de los problemas de la gran escala derivados de la llegada del tren de alta

velocidad, de las nuevas instalaciones aeroportuarias, de los sistemas logísticos.


Los arquitectos explican que Barcelona tiene el caché de la ciudad compacta del

siglo xix, pero que también es cada vez más semejante a Tokio y a Los Ángeles. Se

dice que, dado el peso que tienen en la forma de la ciudad y del territorio, estas

nuevas estructuras urbanas deberían ser diseñadas con tanto cuidado como las
plazas decimonónicas o los paseos de comienzos del siglo xx. Es justo, aunque

quizá las analogías no sean tan justas... Las ciudades, por el hecho de tener auto-

pistas, no son todas necesariamente iguales que Tokio o que Los Ángeles o que

cualquier otro modelo reductivo. La importancia de esta innovación (la realización


de grandes infraestructuras) no tiene por qué suprimir las diferencias; del mismo

modo que, con la aparición de los teléfonos hace cien años, las ciudades tampoco
dejaron de ser como eran. Al fin y al cabo, habría que ver dónde estan los hechos
significativos en la forma de las ciudades.

Hay ahí un punto interesante, y la experiencia que quisiéramos llevar a cabo en los

próximos años en Barcelona puede aportar algunos elementos de interés. La realiza-


ción de operaciones de una escala desconocida hasta ahora en Barcelona, como los
elementos de comunicación y las infraestructuras, presenta otros componentes sus-

tanciales que no se pueden dejar de considerar. A veces se reflexiona de forma sim-


plista cuando se cree que todo se resuelve diciendo, por ejemplo, que pensar la infra-
estructura ya implicatener en cuenta el entorno; a veces se habla, por ejemplo, de que

la infraestructura debe tener en cuenta el entorno, cuando quizá el entorno de la infra-


estructura sea a menudo más importante y más difícil que la infraestructura misma.

Hay que reconocer en la experiencia de nuestras ciudades —no sólo de las medite-
rráneas, sino también de las ciudades europeas densas, es decir, de las del sur de

Europa— unas características relativamente comunes que pueden hacer pensar en

un modelo de metrópoli para ellas, con aspectos propios, diferenciales. No por un


afán de identidad excesiva, sino por el reconocimiento de unos valores de urbani-
dad que en otras regiones no se presentan o se presentan de otro modo. Me refiero
concretamente a la manera de entender la calidad de la vida urbana, y dónde y con
qué imaginamos que se construye esa calidad de vida. Es cierto que al visitar Barce-

lona la gente aprecia una suma de circunstancias. Aprecia la novedad de las opera-
ciones realizadas, y aprecia también el resultado global de esa novedad, que es,
efectivamente, una calidad de vida, una calidad urbana que proviene de una suma
de aspectos más complejos. No se trata solamente de los aspectos históricos, ya
que muchos de ellos son nuevos, algunos evolucionados, otros híbridos, pero, al fin

y al cabo, aspectos más complejos que la transformación en sí misma, como esfuer-


zo de construcción o de diseño

Las rondas de Barcelona son un ejemplo de ello. Son admirables, en un cierto sen-
tido, como bien se ha dicho, por su efecto sobre la agilización del tráfico. Son admi-
rables también, en un sentido ya más profesional, proyectual, por la habilidad con

que ciertos problemas de diseño, de cómo encajar en el tejido pequeño de un


barrio denso un elemento grueso, se han resuelto bien. Pero es evidente que, si las
rondas de Barcelona no pasaran por el tipo de barrios que pasan y por las zonas y
ciudades que cruzan, no despertarían este interés. Ciudades con rondas hay
muchas. Rondas que funcionan, también, y, sin embargo, no llaman la atención

SOLXIL
como la solución de Barcelona.

<OAYNOI22313S
La fisiología es vital, pero una ciudad, y también una metrópoli, es importante por

su anatomía, es importante por las partes que contiene, es importante por su riñón,

por su hígado, por su pulmón. No hay duda de que el sistema que los alimenta es

imprescindible. Pero la calidad de la ciudad proviene de sus parques, de la calidad

71
de sus tejidos, incluso de sus elementos extraños, del límite de sus edificios, y, tam-

bién y sobre todo, de cómo estos edifi los se combinan. No todo es fisiología.

Ahora hay, efectivamente, una recuperacion, a veces ingenua, del argot funciona-

lista estructural de la década de 1960 que puede resultar útil para la discusión de la
escala de las nuevas infraestructuras. Se hablade flujos y de nudos, y de una idea
estructural de la ciudad, de las grandes infraestructuras. No sólo veo en esto una
recuperación polémicay "retro", y, en algún caso, hasta una actitud que hace sos-

pechar de un descubrimiento tardío de la pólvora. Pero hoy estamos en condicio-


nes de pensar —no siempre de ejecutar pero, por lo menos, sí de pensar— que la
complejidad de la situación metropolitana de nuestras ciudades puede componer-
se de una mayor combinación de elementos que los de la gran infraestructura. Pien-

so que esta visión infraestructural nos llevará, esperemos, a diseñar estos elemen-

tos con más cuidado, con mucho más cuidado de lo que habían sido diseñados en
otras épocas. Espero que se produzcan objetos arquitectónicos, paisajísticos o

estructurales mucho más interesantes. Pero esto no debiera hacernos olvidar la

estima y el protagonismo de las formas del tejido metropolitano.

Es esencial, hoy, pensar en el contenido de nuestras ciudades, en la composición


de nuestras ciudades densas y promiscuas del sur del arco mediterráneo.

Por de pronto, tenemos que pensar en un tejido metropolitano que tiene unas con-

diciones de densidad y de promiscuidad mucho más elevadas que ninguna otra


metrópoli construida con sistemas de ocupación más simples y recientes: por ejem-
plo, las metrópolis americanas, las metrópolis del Sudeste Asiático o las metrópolis
japonesas. Es un tópico que se confirma. Podríamos dedicar muchas horas a justifi-

car estas condiciones de densidad y promiscuidad. En todo caso, es un hecho —ya


sea debido al clima, las formas culturales o las características de lo que se entiende
como calidad de vida— que las ciudades en el sur de Europa se organizan en una
58 forma de metrópoli bastante original. La densidad no es sólo cuestión de acumula- 2 Congreso de la Unión Internacional de
ción de usos, sino que también una cuestión de la variedad de estos usos. Y esa
Arquitectos, celebrado en Barcelona en 1996, en el
marco del cual fue impartida la conferencia que
promiscuidad provoca, precisamente, no sólo usos mezclados continuamente, sino aquí se reproduce.
la aparición continua de excepciones. Es la continua intromisión de elementos dis-
cordantes en la homogeneidad lo que, de alguna manera, caracteriza la condición
promiscua de estas ciudades.

Es muy importante, en el mundo globalizado, aprender a leer las diferencias. La


globalización no siempre comporta necesariamente la anulación de las diferencias,
y, a veces, en ellas radican precisamente sus posibilidades. Tenemos una visión
demasiado tópica del conocimiento crítico del urbanismo, del conocimiento de las

ciudades. La capacidad crítica, la reflexión intelectual, es bastante pobre. Conoce-

mos las ciudades por los clichés culturales, por los libros, las diapositivas, por los

viajes turístico-arquitecturales. Criticamos o apoyamos unos esquemas de ciudad o


de urbanismo basándonos en clasificaciones críticas, a veces simplemente gráficas,
muy limitadas. Conocemos menos la experiencia de las ciudades, conocemos poco
las ciudades por haberlas recorrido a pie, por cómo se viven o cómo han sido
hechas. Esta limitación produce verdaderas carencias en nuestra capacidad común
de leer las ciudades actuales o, mas concretamente, de leer la parte actual de nues-
tras ciudades. Esta dificultad de discernimiento me parece una de las limitaciones
culturales genéricas que la cultura arquitectónica, incluso la cultura en general, tie-
ne en estos momentos. Me parece que éste sí que es un problema a la escala de
este congreso.? Saber leer las ciudades actuales no es tan evidente. Hace cincuenta
años, los geógrafos urbanos describían las ciudades. Existía una disciplina, la geo-
grafía urbana, que leía y explicaba cómo eran las partes de la ciudad y de qué
se componían. Hoy día esto no existe. Los geógrafos se dedican a otras cosas. Se
dedican al análisis del sistema de ciudades, pero no al análisis de la ciudad en si. Las

partes de las periferias, o las partes de relación de las periferias con el centro, hoy
nos parecen lo mismo. No sabemos distinguir porque no tenemos los conceptos, la
taxonomía, las palabras para hacerlo. En este sentido, nos faltan las palabras más
descriptivas, las más reales y, quizá para generalizar, abusamos de los términos fun-

cionales o de las palabras mecanicistas escondiendo así nuestra imprecisión.

Surgen dudas. Algún arquitecto importantísimo y conocedor de las ciudades ha


escrito, por ejemplo, que hoy día las ciudades son todas como Atlanta, Singapur y
Los Ángeles. Aunque, entre Atlanta, Singapur y Los Ángeles hay enormes diferen-
cias, estas ciudades, a poco que uno las conozca, no se parecen en nada. Seria

1
v
bueno comprobar su experiencia sobre estas ciudades. Yo, sin conocerlas mucho,

M
las conozco lo suficiente como para ver que realmente, a pesar de que todas han

CAAVAAINAITIIC
experimentado un boom edificatorio tremendo durante los últimos años y una
explosión de autopistas, y que tienen todas ellas un sistema espacial fragmentado y
descompuesto, no se puede afirmar que son iguales. Porque, con este criterio, tam-

bién cabria decir que todas las ciudades del pasado eran idénticas porque todas se

£c
componían de calles y edificios, de plazasy de paseos. En resumen, no matizar algo
más sobre estas cosas puede llevar a simplificaciones peligrosas y a perder la noción
de lo que nuestro oficio pueda aportar al futuro de las ciudades.

Como he repetido en otras muchas ocasiones, para ver bien la Barcelona actual se
puede subir a una de las colinas que hay junto al Llobregat, la colina de Sant Ramón
olacolina de Sant Pere Mártir, y, desde allá, contemplar la composición de la metró-
poli, la riqueza formal de la periferia, en ese multiplicarse en partes y componentes,

en tejidos, en las pequeñas relaciones que la hacen. Se aprecia un espectáculo, por


de pronto, de inmensa belleza, de una belleza que articula en unidades de orden
superior muchísimos elementos. Es algo que no tiene que ver, desde luego, con
otros tipos de ciudad. Y ciertamente muy poco con las periferias norteamericanas o
del Sudeste Asiático. Tampoco con las holandesas, las inglesas o las alemanas. En
cambio, el tipo de mezcla sí es comparable al de otras ciudades, pero todas perte-
necen a esta misma área de las ciudades del sur de Europa. Ello es debido a un
modelo de características que intentaré definir y que tiene que ver con la recomen-

dación de leer con cuidado las metrópolis contemporáneas.

Para leer Barcelona, también se puede subir al Carmelo, ese monte ingrato situado
al final de los ensanches —de la trama Cerda, de Grácia, de Hortay las casas jardin
de Nou Barris y las Trinidades y los Montbaus que hay detrás— y observar cómo se
presenta la articulación de todas esas piezas distintas en la ciudad. Por de pronto, es
un espectáculo estético, sí, pero desde luego es también un espectáculo urbanísti-

CO, y es una lección que enseña a mirar las formas de las ciudades con más afecto y
también con mayor capacidad de reconocer sus actuales diferencias.

¿Cuáles son las características de este tipo de metrópoli del sur de Europa? Obvia-
mente se diferencian de las metrópolis sudamericanas, que suelen explicarse a par-
tir de su fundación colonial como trazados, aunque otras veces lo hagan en térmi-
160 nos de infraestructura generativa, que soportan usos derivados indiferentes.
¿Cómo son de distintas las grandes ciudades del norte de Europa? La relación
generativa entre infraestructura y uso existe siempre, es verdad, pero producida de

modos bastante distintos. Encontramos tamaños muy desiguales, con unos grados
de promiscuidad, de densidad o de adaptación al territorio muy variables. Y eso es lo
que da la forma a las ciudades. Y eso es lo que determina cómo se vivirán y, por
lo tanto, las distintas calidades de vida que ofrecerán

Es evidente y bien sabida la comprensión estructural del crecimiento entendida


como aquello que se genera desde el flujo de los sistemas generales, como lo que

posibilitan las infraestructuras. Pero hay muchas otras lógicas en la metrópoli del
sur de Europa, más complejas y aleatorias, tal vez menos deterministas, aunque
tienden más a seguir comportamientos posibilistas de aprovechamiento de oportu-

nidades que a ser consecuencias deterministas generalizables. Nuestras ciudades,


en gran medida, crecen gracias a acciones ocasionales que aprovechan oportunida-
des de suelo y de emplazamiento, de novedad o de residuo, de publicidad o de
escondite, de vecindario o de aislamiento. Y las nuevas operaciones no siempre

están relacionadas con el sistema


de infraestructuras —como ocurre, por ejemplo,
en los llanos del Midwest americano o, a lo mejor, en las metrópolis asiaticas—. La
forma de nuestras metropolis sigue más un modelo “de aprovechamiento de opor-

tunidades fragmentarias” que el esquema determinista del funcionalismo estructu-


ral. Aquí hay mucho de aprovechamiento de condiciones especiales del lugar, que
vienen dadas, por ejemplo, por la topografía, o por las ventajas sobre todo de vecin-

dario. Estas relaciones de contacto perimétrico entre las piezas urbanas, esta lógica
de mosaico como principio de crecimiento de la ciudad y la idea de crecimiento por
lateralidad, no sólo por creación de infraestructuras, son importantísimas en nues-
tras ciudades.

En este sentido —y ésta sería la primera tesis polémica que aquí se plantea, por lo
menos en los términos tradicionales de los especialistas—, quiero romper una lanza

en favor de una forma urbana difamada y maldecida, la llamada "mancha de aceite".


Se ha alertado contra el fenómeno de la mancha de aceite, se ha dicho que las gran-
des ciudades crecen como manchas de aceite, que eso es intolerable, lo peor que
puede pasar, la imagen del desastre, del caos. Pues bien, encuentro la "mancha de

aceite" bastante interesante, y quisiera recalcar sus ventajas, aun a riesgo de ser un
poco esquemático en su defensa. No pretendo elogiar la falta de control, ni justifi-
carlafalta de infraestructura. Sostengo que, aparte del control y de la infraestructu-

SOLXL
ra, hay una condición geográfica de yuxtaposición de los elementos metropolita-
nos, de continuidad, en cómo se colocan vacíos y llenos, en cómo se engancha un

SOdYNOILI3135
barrio de viviendas al lado de un casco antiguo, o un pequeño parque al lado de un
centro de servicios, una condición de contacto que tiene mucho que ver en cémo

un centro comercial se adapta a unas viejas industrias, o en cómo una zona turística
explota e ignora a la vez el paisaje. Las dificultades y los conflictos que se derivan no

LOL
son accidentales ni extraños al modelo, son el precio del oportunismo con que se
van distribuyendo las cosas, según logicas que, naturalmente, necesitan del control
y de la infraestructura, pero que muestran la preponderancia de laidea de contigúi-
dad en nuestras ciudades. Creo que esta importancia tenderá a aumentar porque
forma parte de las condiciones de la calidad de vida, a las cuales nuestra cultura no

quiere renunciar. Por tanto, una primera tesis —que hay que atender en toda su

relatividad— es el interés positivo por esta disposición de mancha, más o menos


aparentemente descontrolada. Y no por descontrolada atractiva, sino por su valor,
más allá de controles abstractos o de factores infraestructurales, de respuesta a
oportunidades y ventajas más inmediatas. La "mancha de aceite" es importantísima

en el entendimiento y el tratamiento de la metrópoli del sur de Europa.

El segundo aspecto que es muy revelante en nuestras metrópolis es el gran peso


generador de la topografía: aquí la topografía no es un factor de contexto, no es un
factor de marco, sino un elemento sustancial de las ciudades. En Barcelona, por

ejemplo, es de suma importancia observar lo que un colega y amigo, el arquitecto

Oriol Clos, decía al ver tantas plazas rediseñadas como tableros horizontales salidos
del paralex del delineante: "Ull! Que Barcelona fa baixada!" ("¡Ojo!, ¡que Barcelona
hace bajada!"), Barcelona baja, "fa baixada", que es decir algo más: Barcelona es
bajante. El fondo de la cuestion es esa relacion esencial de la ciudad con la topogra-

fía. Efectivamente, siempre, y de una manera bastante clara, al movernos por Bar-
celona tenemos la conciencia, no sólo de la orientación cardinal, sino del sentido
topográfico que toma la ciudad: de las calles del Ensanche hacia el mar, o la orienta-
ción hacia los ríos en las áreas del Llobregat y del Besos, donde la topografía es

igualmente básica y fundamental. Esta condición topográfica de las zonas urbanas


es característica de ciertas ciudades, y muy importante en las áreas del sur de Euro-
pa, porque ya han establecido desde su origen un juego de interacción con la oro-
grafía. No sólo se trata de las condiciones globales de la topografía, sino también de
sus formas parciales, menores, de cómo se aprovechan los rincones, de las bolsas
162 que se forman, de la creación de microclimas o de enclaves (por ejemplo, de buena
residencia junto a otras de residencia barata para poder conseguir un lugar espe-
cialmente privilegiado en cuanto al clima, las vistas o la vegetación). Para estos
enclaves privilegiados, incómodas vecindades aceptadas, que permiten un aprove-
chamiento oportunista y una concepción de la ciudad como un hecho básico de
topografía. Y es esa interacción la que produce una escala de promiscuidad en las
diversas partes de la ciudad espacialmente distinta de la que se da en otro tipo de
metrópoli

Untercer aspecto característico seria el "grano pequeño”. Barcelona es una ciudad


donde el grano pequeño es importante —"grano" como en la terminología clásica
de Kevin Lynch, donde este término hace referencia a la abundante variedad de
tamaños de los elementos, de las piezas urbanas—. En Barcelona, por ejemplo, no
hay grandes solares —el caso de la llla Diagonal, uno de los edificios completamen-
te fuera de grano de la ciudad, muy grande, es excepcional—. En Barcelona, un
solar de media hectárea es un solar muy grande. Y muy raro. Y de eso también
podemos dar explicaciones: la estructura mercantil de la ciudad, la división de la
propiedad, la inexistencia de una Casa Real o de un poder central en la ciudad que
se representara con grandes palacios o jardines, la ausencia de una aristocracia que
acumulara fincas y creara grandes piezas. Eso no ha existido en Barcelona. Por lo
tanto, el grano de las unidades de la ciudad es más bien pequeño, y eso provoca
una variedad muy alta en la interacción, y, en las zonas de contiguidad, situaciones
especialmente interesantes. Por ejemplo, una de las zonas más ricas de Barcelona
es la frontera entre el Ensanche y el casco antiguo. Es precisamente ese valor de
junta que aparece allí, las charnelas de la calle Fontanella y la plaza Urquinaona,
de la plaza Catalunya, de las dos caras de las rondas... También son de gran riqueza
las zonas donde se une Gracia con Sarriá, o con Horta... No sólo son esenciales las
piezas, sino cómo se tocan estas piezas, todas tan buenas, que el visitante de Barce-

lona reconoce cuando dice: "Hombre, es que Barcelona no es sólo bonita por las
Rambles. Es que, vayas donde vayas, te encuentras no sé qué, y no sé cuántos. Y
vas a Grácia, y vas al mar y vas a tantos otros sitios". Es importante llamar la atención
sobre esa articulación de las partes.

El grano pequeño, el hecho de que las cosas de menor envergadura se hagan con
meticulosidad, es también lo que ha hecho meritorias muchas de las recientes
actuaciones en la ciudad (y en otras ciudades próximas) donde, efectivamente, se
ha sabido ser sensible al mismo tiempo a las condiciones inmediatas del entorno y
del espacio que se quería crear y a la producción de objetos, de edificios, de espa-

cios públicos suficientemente adecuados a funciones urbanas genéricas.

Dice un anuncio de televisión de perfume masculino, a la hora de reforzar los atrac-

tivos de un galán que conquista a una estupenda señora: "En las distancias cortas es
donde se resuelven las grandes cuestiones”. Al llegar a las distancias cortas viene la

hora de la verdad. En nuestras metrópolis algo de eso ocurre. Es en las distancias


cortas donde nos jugamos no sólo las distancias pequeñas, sino también los princi-
pios generales. Un maestro de la arquitecturay uno de mis maestros de arquitectu-

ra y urbanismo es Johan Cruyff, ex entrenador del Barca. El emblemático futbolista


es una persona —otras actividades aparte— de una sabiduría extrema en el enten-
dimiento de lo que es una profesión como actividad creativa, y que, al igual que
otros grandes profesionales, ya sean pianistas o carpinteros de ribera, cuando expli-

can'su oficio hablan de principios que sirven para cualquier otro y desde luego para
la arquitectura. Decía Cruyff que el buen jugador tiene que manejar dos visiones a
la vez: en primer lugar, tener clara la posición en el campo; en segundo lugar y

sobre todo, en la distancia corta, decía, debe saber resolver con un gesto el doble
! de ideas de las que resuelve el contrario; tiene que saber desligar la mirada del jue-

go de piernas y pelota. Venía a decir que la jugada corta debía tener en cuenta al
mismo tiempo la jugada larga, aunque tan sólo el control de la posición no daba el
| partido y que al final erael talento del jugador el que lo resolvía. El jugador de vision
‘ general debía tener, también, la capacidad adicional de no fallar o "fallar poco"(¡!)

| enlajugada corta. Son afirmaciones aplicables a nuestro tipo de ciudad. En cambio,


tal vez no lo sean a otras metrópolis mundiales de enorme interés y contenido cívi-

co, Cultural y arquitectónico, pero cuyo mayor atractivo radica, precisamente, en


! que atienden a asuntos distintos. Hace falta arriesgar mucho si se quiere hablar de
la"gran escala", de "flujos" o de "terrenos vagos", o resultará en poco más que ver-
balismo de etiqueta. Y no vaya a ser que se imita a Valdano, cuando lo que hace

falta es que se imite a Cruyff.

El cuarto aspecto especifico de la metrópoli mediterránea, o del sur de Europa, es el

de la vialidad abierta, es decir, el hecho de estructurarse con sistemas de vialidad


abiertos. En estas metrópolis, los grandes sistemas, los sistemas viarios básicos, no
son sistemas urbanos, sino sistemas menores de naturaleza casi territorial. Esto ya

forma parte de la tradición de las centuriaciones, de los trazados de Jefferson y de


64 las fundaciones coloniales, pero también forma parte de una relacién imprecisa y
múltiple de la metrópoli con su territorio inmediato y con su territorio más lejano. Es
una relación de jerarquía, de continuidad, que no encontramos en las metrópolis
contemporáneas de Asia, Sudamérica o de la Europa transalpina. En el siglo xvi, a
muchas poblaciones interiores de Cataluña se les daba el nombre y tenían el título
jurídico de calles de Barcelona, a pesar de estar, a lo mejor, a dos días de camino.
Eso refleja una concepción del territorio extraordinariamente moderna, que está
muy relacionada con la idea de que la distancia o la separación no es lo único que
caracteriza la pertenencia. He descrito en los periódicos, por ejemplo, el eje del
Llobregat como un eje de suma importancia para Cataluña. Otros habría, no cabe
duda al respecto. El Maresme podría ser otro frente importante. En cualquier caso,
me refiero a una organización de los sistemas viarios urbanos que es de largo alcan-
ce, como se puede encontrar en Palermo, en París o en cualquiera de las ciudades
grandes del sur de Europa. Milán, por ejemplo, tiene un sistema de vialidad prima-
ria que llega hasta Suiza, un sistema que no incluye sólo la gran infraestructura, la
autovía o la carretera. Es un sistema de organización urbanay que, por tanto, tiene

continuidad en calles y tejidos, aunque éstos sean intermitentes. En ese sentido, las
rondas de Barcelona, que tantos méritos tienen en cuanto a su buena ejecución, al

esfuerzo invertido y a la inmediata solución de problemas de tráfico, son, en cam-


bio, una estructura en buena parte contradictoria con el sistema primario barcelo-
nés, y que en un futuro de quince años puede resultar limitadora para la organiza-
ción de una Barcelona más amplia. Esa idea anular de ciudad, en una ciudad que no
tiene nada de anular, sino que es tentacular y, de alguna manera, abierta hacia afue-
ra, no cerrada en sí misma, puede, una vez superado el primer efecto estimulador
de los cambios, resultar conflictiva por dar servicios viarios de forma más imprecisa
y extensa, menos optimizada y compacta, más intermitente pero menos introverti-

da. Sostengo la opinión de que nuestras ciudades, "nuestras”" en un sentido geográ-


fico algo vago, no debieran funcionar tanto con anillos. Son más apropiadas las
estructuras tentaculares, estructuras más lanzadas hacia el territorio, que son las que
definen la naturaleza imprecisa, un poco de magma, de mucha condensación y de

acumulación y de densidad, característica de nuestras ciudades.

Mancha de aceite, topografía, grano pequeño y vialidad abierta son para mí notas
características que hemos descrito para Barcelona, pero que tienen valor general
como definición de un modelo de metrópoli. Un modelo donde la contiguidad
es más importante que la continuidad, y el tejido pringoso y amorfo de ciudad es
un valor en sí mismo; donde los tamaños se mezclan a pequefias dosis; y donde la
vialidad es algo más que un dispositivo lógico de circulación hacia adentro para
ser trama de relaciones indefinidas. Un tipo de urbanización como forma cultural
no reducible a la función economicista de la gran infraestructura como expresión
uniformadora de la gran riqueza de diferencias de las grandes ciudades contem-
poráneas.

También podría gustarte