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A vueltas con el bien jurídico

en el delito de blanqueo de capitales1

Miguel Bustos Rubio*

1. El peso del bien jurídico en la legitimación del tipo penal


de blanqueo de capitales

En este trabajo va a abordarse una de las cuestiones más discutidas en los últimos tiem-
pos en relación con el delito de blanqueo de capitales del art. 301 del Código Penal
español2, cual es la del bien jurídico protegido. En efecto, como se podrá comprobar en

* Dr Miguel Bustos Rubio, Profesor Titular de Derecho Penal, ORCID 0000-0003-0686-649X,


Universidad Internacional de La Rioja (España).
1
Este trabajo ha sido publicado previamente en España, como capítulo en la obra colectiva:
M. Bustos Rubio, F. Rodríguez Almirón (eds); N. Bueno, S. Cámara (coords), AA.VV., El sistema
socioeconómico desde el prisma del Derecho Penal y la Criminología, Navarra 2019, pp. 27–49,
bajo el título “Del ‘blanqueo del blanqueo’ a la libertad de competencia: la sempiterna cuestión
del bien jurídico en el delito de blanqueo de capitales”. Confiamos en que su publicación ahora
en esta obra pueda servir para aportar al debate argumentos de peso sobre tan delicada cuestión
en el ámbito del sistema penal polaco. Y, por supuesto, rendimos merecido homenaje a la Facultad
de Derecho y Administración de la Universidad de Lazarski con motivo de su 25º aniversario.
2
Reza el precepto lo siguiente: “1. El que adquiera, posea, utilice, convierta, o transmita bie-
nes, sabiendo que éstos tienen su origen en una actividad delictiva, cometida por él o por
cualquiera tercera persona, o realice cualquier otro acto para ocultar o encubrir su origen
ilícito, o para ayudar a la persona que haya participado en la infracción o infracciones a eludir
las consecuencias legales de sus actos, será castigado con la pena de prisión de seis meses
a seis años y multa del tanto al triplo del valor de los bienes. En estos casos, los jueces o tribu-
nales, atendiendo a la gravedad del hecho y a las circunstancias personales del delincuente,
podrán imponer también a éste la pena de inhabilitación especial para el ejercicio de su pro-
fesión o industria por tiempo de uno a tres años, y acordar la medida de clausura temporal
o definitiva del establecimiento o local. Si la clausura fuese temporal, su duración no podrá
exceder de cinco años. La pena se impondrá en su mitad superior cuando los bienes tengan
su origen en alguno de los delitos relacionados con el tráfico de drogas tóxicas, estupefacien-
tes o sustancias psicotrópicas descritos en los artículos 368 a 372 de este Código. En estos
supuestos se aplicarán las disposiciones contenidas en el artículo 374 de este Código. También
se impondrá la pena en su mitad superior cuando los bienes tengan su origen en alguno de los
delitos comprendidos en los Capítulos V, VI, VII, VIII, IX y X del Título XIX o en alguno de los
delitos del Capítulo I del Título XVI. 2. Con las mismas penas se sancionará, según los casos, la
ocultación o encubrimiento de la verdadera naturaleza, origen, ubicación, destino, movimiento

DOI 10.26399/978-83-66723-45-0/m.bustos-rubio
308 Miguel Bustos Rubio

las páginas que siguen, la discusión sobre el interés jurídicopenalmente tutelado en esta
modalidad delictiva no solo no se ha rebajado sino que en los últimos años ha tendido
a acrecentarse, alejándose de los distintos puntos de encuentro consensuados años atrás.
Debe advertirse al lector de que, aunque las consideraciones e interpretaciones que
aquí se mantienen se realizan al albur del tipo penal español, muchas de estas ideas se
pueden extraer para el debate sobre homólogas figuras en otros Ordenamientos jurídicos
próximos, como pueda ser el caso de Polonia.
Desde nuestra asunción del principio de exclusiva protección de bienes jurídicos,
entendemos que el Derecho penal tiene por función principal la tutela de los bienes jurídi-
cos más importantes ante los ataques más intolerables. El principio de lesividad implica que
el Derecho penal sólo debe intervenir si existe una amenaza de lesión o de peligro para un
determinado bien jurídico. En un sentido negativo, con apoyo en este principio no estaría
permitido elevar a la categoría de delito una mera desobediencia o infracción formal, ni inte-
reses del funcionamiento del sistema que no incidan de algún modo en la vida en sociedad3.
A pesar de las críticas que se han llevado a cabo contra este principio4, así como
de la discusión sobre su encuadramiento social o constitucional5, la mayoría de nuestra

o derechos sobre los bienes o propiedad de los mismos, a sabiendas de que proceden de
alguno de los delitos expresados en el apartado anterior o de un acto de participación en ellos.
3. Si los hechos se realizasen por imprudencia grave, la pena será de prisión de seis meses
a dos años y multa del tanto al triplo. 4. El culpable será igualmente castigado aunque el delito
del que provinieren los bienes, o los actos penados en los apartados anteriores hubiesen sido
cometidos, total o parcialmente, en el extranjero. 5. Si el culpable hubiera obtenido ganancias,
serán decomisadas conforme a las reglas del artículo 127 de este Código”.
3
I. Berdugo Gómez de la Torre (ed.), A.I. Pérez Cepeda, L. Zúñiga Rodríguez, Lecciones y mate-
riales para el estudio del Derecho Penal. Introducción al Derecho Penal, t. I, Madrid 20152, p. 90.
4
Así, por ejemplo, desde el funcionalismo sistémico de Luhmann. Recientemente, como es de sobra
conocido, Jakobs reduce la función del Derecho penal al simple restablecimieto de la vigencia de la
norma, desde la teoría de la infracción del deber y la infidelidad del sujeto, o su insubordinación, al
ordenamiento jurídico. Sin embargo, como bien ha expresado Gimbernat: “el Derecho penal pre-
tende, naturalmente, confirmar la validez de la norma, pero esa confirmación de la validez de la norma
como tal no nos dice nada sobre cuál es (o, al menos, debería ser) el contenido de ésta cuando de
lo que se trata es de normas jurídico – penales: si se quiere atribuir al Derecho penal algo más que
una tarea estrictamente formal y fantasmagórica, es decir: algo más que una tarea incolora, inodora
e insípida, si se quiere saber cuál es (o debería ser) en un Estado del Derecho pluralista su contenido,
entonces tiene que ser definida como la rama del ordenamiento jurídico que pretende confirmar la
validez de las normas (aspecto formal) que castigan la puesta en peligro o lesión de los bienes jurídicos
más importantes mediante comportamientos típicos, antijurídicos y culpables (aspecto material)”; cfr.
E. Gimbernat, prólogo a R. Alcácer Guirao, ¿Lesión de bien jurídico o lesión de deber?, Barcelona 2003,
pp. 12–13. Compartimos plenamente la reflexión de Gimbernat: la norma no es ni puede ser un fin en
sí mismo, pues en el caso del Derecho penal son siempre un “mal necesario” al que acudir cuando no
existe otro remedio menos lesivo, y cuando dicha protección resulta eficaz, necesaria y proporcionada.
5
Vid. ampliamente: F.J. Álvarez García, Bien jurídico y Constitución, “Cuadernos de Política Cri-
minal” 43/1991, pp. 5 y ss.
A vueltas con el bien jurídico en el delito de blanqueo de capitales 309

doctrina asume el mismo como base y fundamento de nuestro ius puniendi. Es cierto,
sin embargo, que a la hora de decidir el legislador qué intereses pretende tutelar en el
ámbito penal cuenta con cierto margen de libertad en virtud de la política criminal que
considere más oportuno llevar a cabo. De ahí que en los últimos años la tendencia a la
expansión del Derecho penal haya alumbrado nuevos tipos penales, o reconstruido los
ya existentes, configurando bienes jurídicos de carácter colectivo o intereses difusos,
como puede ocurrir en el caso del blanqueo de capitales.
Del planteamiento anterior se deriva la idea de que la creación de un determinado
tipo penal debe dirigirse siempre a lograr la tutela o intangibilidad de un bien jurídico,
describiéndose en el tipo comportamientos que sean capaces de generar, al menos, un
peligro para los mismos6.
Indagar en cuál es o debe ser entendido como bien jurídico tutelado en el delito
de blanqueo de capitales constituye, a nuestro modo de ver, el camino esencial e inelu-
dible si lo que pretendemos es fundamentar un tipo penal que, como ocurre en el caso
del blanqueo de capitales, se ha manifestado ya como una de las figuras delictivas que
más dudas plantea desde el punto de vista de su legitimidad. El criterio del bien jurídico
permitirá en su caso acreditar la existencia de una exégesis última que en este género de
conductas deban obtener respuesta en el sistema penal, permitiendo a su vez dar una
interpretación teleológica al contenido del tipo penal.

2. ¿Es el blanqueo de capitales una conducta inocua? ¿Es positiva?


La amnistía fiscal como ejemplo de la licitud temporal de lo
generalmente prohibido

Desde antiguo muchos autores han mantenido que en realidad no puede encontrarse
una justificación suficiente al momento de mantener como delito el fenómeno del blan-
queo de capitales7. Más aún, dependiendo de a qué autor acudamos, podemos encon-
trar incluso justificaciones tendentes a blanquear el propio blanqueo de dinero, enten-
diéndose que los poderes públicos deberían mantener y promocionar las conductas de
blanqueo por resultar positivas para el sistema económico del país.
En cierta medida esta tesis puede parecer correcta apriorísticamente, pues es obvio
que todo proceso de blanqueo acaba por incorporar al mercado legal dinero inicialmente

6
I. Berdugo Gómez de la Torre (ed.), A.I. Pérez Cepeda, L. Zúñiga Rodríguez, op. cit., p. 91. Esto es
lo que históricamente ha permitido destipificar de nuestros Códigos Penales los delitos de homo-
sexualidad, adulterio o blasfemia, por ejemplo, o poner en tela de juicio los supuestos de tentativa
irreal o de delitos de peligro configurados exclusivamente en torno a la desobediencia (v. gr.,
el delito de negativa al sometimiento a prueba alcoholimétrica).
7
Cfr. F. Molina Fernández, ¿Qué se protege en el delito de blanqueo de capitales?, “Derecho Penal
Contemporáneo, Revista Internacional” 26/2009, p. 5 y ss.
310 Miguel Bustos Rubio

sustraído a todo control o fiscalización estatal, que pasa ahora a estar nuevamente con-
trolado por el Erario Público y a resultar, por ello, gravado de impuestos, con los distintos
beneficios que en términos estrictamente económicos se derivan de tal proceso de blan-
queo. O en definitiva: incorporando los bienes al mercado lícito y fiscalizado se produce
un incremento en los ingresos del Estado8.
Desde esta perspectiva puede decirse que la doctrina no encuentra bien jurídico
alguno digno de tutela penal en el proceso de blanqueo de capitales. Pero no solo es este
el punto de encuentro, pues, tal y como ha defendido Bajo Fernández, desde el entendi-
miento señalado las conductas de blanqueo más que resultar inocuas para esa puesta en
peligro o destrucción efectiva de un interés jurídico realmente deben ser reconducidas al
ámbito de la legalidad por los beneficiosos efectos que se derivan de dicho proceso. Bajo
Fernández reconoce que existe una importante utilidad en el ámbito procesal, desde el
punto de vista de la prueba, en la persecución del blanqueo, pues efectivamente permite
sacar a la luz los delitos previos de los que proceden los bienes ilícitos que ahora son
objeto de blanqueo. Pero entiende que esta situación podría seguir resultando positiva,
y evitarse todo contraefecto, si se mantiene como forma de arrepentimiento el hecho de
sacarlos a la luz9.
Como bien ha puesto de manifiesto Calderón Tello “hoy la idea de un espacio
de juridicidad temporal de lo prohibido por la ley penal no parece tan descabellada y
poco sugerente, al constatar que en España ha regido la regulación del Real Decreto Ley
12/2012, de 30 de marzo, por el que se introducen diversas medidas tributarias y admi-
nistrativas dirigidas a la reducción del déficit público”10.
En efecto, la Disposición Adicional Primera de la citada normativa expresaba la
posibilidad de regularizar extemporáneamente todas las rentas no declaradas en período
ordinario o capitales que, en definitiva, se encontraban fuera de todo control o fiscaliza-
ción estatal, y bajo la rúbrica de “Declaración tributaria especial” señalaba expresamente
lo siguiente:

1. Los contribuyentes del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, Impuesto
sobre Sociedades o Impuesto sobre la Renta de no Residentes que sean titulares de bie-
nes o derechos que no se correspondan con las rentas declaradas en dichos impuestos,
podrán presentar la declaración prevista en esta disposición con el objeto de regularizar
su situación tributaria, siempre que hubieran sido titulares de tales bienes o derechos con
anterioridad a la finalización del último período impositivo cuyo plazo de declaración

8
C. Suárez González, Blanqueo de capitales y merecimiento de pena: consideraciones críticas a la
luz de la legislación española, “Cuadernos de Política Criminal” 58/1996, p. 142.
9
M. Bajo Fernández,Derecho penal económico: desarrollo económico, protección penal y cues-
tiones político-criminales, [en:] AA.VV., Hacia un Derecho Penal Económico Europeo. Jornadas en
honor del Profesor Klaus Tiedemann, Madrid 1995, p. 74.
10
L.F. Calderón Tello, El delito de blanqueo de capitales: problemas en torno a la imprudencia y la
receptación, Navarra 2016, p. 289.
A vueltas con el bien jurídico en el delito de blanqueo de capitales 311

hubiera finalizado antes de la entrada en vigor de esta disposición. 2. Las personas y enti-
dades previstas en el apartado 1 anterior deberán presentar una declaración e ingresar la
cuantía resultante de aplicar al importe o valor de adquisición de los bienes o derechos
a que se refiere el párrafo anterior, el porcentaje del 10 por ciento. El cumplimiento de
lo dispuesto en el párrafo anterior determinará la no exigibilidad de sanciones, intereses
ni recargos. Junto con esta declaración deberá incorporarse la información necesaria que
permita identificar los citados bienes y derechos. 3. El importe declarado por el contribu-
yente tendrá la consideración de renta declarada a los efectos previstos en el artículo 39 de
la Ley 35/2006, de 28 de noviembre, del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas
y de modificación parcial de las leyes de los Impuestos sobre Sociedades, sobre la Renta
de no Residentes y sobre el Patrimonio, y en el artículo 134 del texto refundido de la Ley
del Impuesto sobre Sociedades, aprobado por el Real Decreto Legislativo 4/2004, de 5 de
marzo. 4. No resultará de aplicación lo establecido en esta disposición en relación con los
impuestos y períodos impositivos respecto de los cuales la declaración e ingreso se hubiera
producido después de que se hubiera notificado por la Administración tributaria la inicia-
ción de procedimientos de comprobación o investigación tendentes a la determinación de
las deudas tributarias correspondiente a los mismos. 5. El Ministro de Hacienda y Adminis-
traciones Públicas aprobará el modelo de declaración, lugar de presentación e ingreso de
la misma, así como cuantas otras medidas sean necesarias para el cumplimiento de esta
disposición. El plazo para la presentación de las declaraciones y su ingreso finalizará el
30 de noviembre de 2012.

No es esta la única ocasión en que nuestro país ha aprobado algún tipo de las
denominadas amnistías fiscales. Anteriormente se aprobaron similares medidas por Ley
50/1977, sobre medidas urgentes de reforma fiscal; por Ley 14/1985, regulándose la
llamada “deuda pública especial”; o por Ley 6/1995, de 29 de junio, también mediante
disposición adicional11.
Se ha criticado muy duramente el uso de ese tipo de recursos en nuestro sistema, por
considerarlos generalmente contrarios a los principios de equidad, justicia, progresividad
y proporcionalidad, pues en efecto se termina por dar mejor trato a quien ha defraudado
y termina blanqueando activos que a quien desde el inicio viene cumpliendo con sus
obligaciones tributarias. Como ha señalado Manjón-Cabeza Olmeda

basta una rápida lectura de la Disposición adicional primera para entender una de las crí-
ticas que ha recibido: el incumplidor es exonerado de responsabilidad si paga el 10% del
valor de los bienes escondidos y luego aflorados; además elude los intereses de demora y
el recargo y no sufre consecuencias penales por el posible delito fiscal; por lo contrario, el
que declaró y pagó en su momento lo hizo por una cantidad considerablemente superior
a ese 10%. Y si este 10% parece muy poco, resulta que la praxis puede conducir a pagar
cantidades menores en algunos supuestos […] Por otro lado, una regularización de este

11
J. Monedero Arandilla, [en:] AA.VV., La amnistía fiscal, Valencia 2012, p. 17 y ss.
312 Miguel Bustos Rubio

tipo acaba apareciendo como una invitación o inducción al blanqueo de capitales que
estaban ocultos y por cuya procedencia parece no se quiere saber nada12.

El Tribunal Constitucional, en su sentencia dictada al albur del recurso de inconsti-


tucionalidad núm. 3856-2012, promovido por 105 Diputados del Grupo Parlamentario
Socialista en el Congreso de los Diputados contra la disposición adicional primera del
Real Decreto-ley 12/2012, de 30 de marzo, como era de esperar, consideró que con la
medida de 2012 se estaba vulnerando el Título I de la Constitución Española que recoge
el deber de todos los españoles de contribuir al sostenimiento de los gastos públicos: “en
lugar de servir a la lucha contra el fraude fiscal, se aprovechan del mismo so pretexto de
la obtención de unos ingresos”, terminándose por legitimar “como una opción válida la
conducta de quienes, de forma insolidaria, incumplieron su deber de tributar”.
Más allá de la, a nuestro juicio, indudable inconstitucionalidad de la disposición,
que parece desconocer la proscripción en nuestro sistema jurídico de los indultos gene-
rales y la amnistía13, lo cierto es que, como se ha comprobado, no resultan en absoluto
extrañas este tipo de normas que, en efecto, “blanquean el blanqueo” permitiendo jus-
tificar el retorno a la legalidad con apoyo en consideraciones o finalidades más o menos
discutibles. O en otras palabras, disposiciones en las que el fin justifica el empleo de
cualquier tipo de medio.
Precisamente por ello, consideramos que cuando se habla de blanqueo de capita-
les es del todo posible discutir sobre la existencia o no de uno u otros bienes jurídicos
directa o mediatamente tutelados por la norma. Sin embargo, la pretensión realizada
por algunos sectores en el sentido no solo de naturalizar sino incluso de legitimar las
bondades del blanqueo para con el sistema económico, vinculando la razón de la nece-
saria atipicidad de tales conductas a esas bondades, nos parece del todo rechazable. En
nuestro Estado de Derecho el fin no justifica el empleo de cualesquiera medios, sino solo
de medios lícitos. La operatividad en el lícito mercado por parte de todos los agentes
que interactúan en él debe ceñirse a las estrictas reglas legales que configuran y definen
nuestro modelo de Estado. La economía estatal, la macroeconomía, no es solo un proce-
dimiento identificado sintéticamente en el crecimiento económico independientemente
de las reglas del juego, ni un ideal apoyado en maximizar hasta los límites más amplios el
proceso de producción, sino que todas sus actuaciones deben enmarcarse en el plano de
lo jurídicamente admisible, combinando la intangibilidad del orden socioeconómico y
la producción de la riqueza lícita con la persecución y en su caso sanción de actividades
eminentemente delictivas. Amén del hecho de que las opiniones sustentadas por este
sector doctrinal parecen desconocer muchos de los innegables aspectos negativos que

12
A. Manjón-Cabeza Olmeda, Las excusas absolutorias en Derecho español. Doctrina y jurispru-
dencia, Valencia 2014, p. 144.
13
Sobre lo discutible que resulta el empleo del término “amnistía” para referirnos a este tipo de
normas, véase: J.C. Ferré Olivé, Tratado de los delitos contra la Hacienda Pública y contra la Segu-
ridad Social, Valencia 2018, pp. 334–335.
A vueltas con el bien jurídico en el delito de blanqueo de capitales 313

dimanan del proceso de blanqueo de capitales. O como ilustrativamente expresa Calde-


rón Tello: “son posturas miopes”14.
No constituye nuestra opinión una petitio principii en ningún caso: es del todo
objetivo que cuando se habla de conductas de blanqueo se trata de incorporar al tráfico
lícito ciertos bienes obtenidos de manera delictiva. A sensu contrario, lo que persigue,
o debiera perseguir, el delito de blanqueo de capitales es precisamente la evitación de
que esos bienes de ilícita procedencia accedan de algún modo a los canales lícitos de la
economía estatal fiscalizada, controlada, o en definitiva, legal. Solo así evitamos el efecto
contaminante para con la economía legal, e impedimos, como más adelante trataremos
de argumentar, efectos perniciosos para el sistema de libre competencia en el mercado,
lo que hace necesario ese mantenimiento de la incolumnidad e indemnidad del lícito y
correcto tráfico de bienes.
A mayor abundamiento, la propia lectura del texto constitucional, y en concreto
de su artículo 38, permite concebir con facilidad el concreto modelo económico por el
que ha optado nuestro sistema constitucional, protegiéndose el sistema de libre mercado
y libertad de empresa, y estableciéndose un concreto sistema de mercado legal. Como
señala la doctrina a nuestro juicio más acertada,

la economía de mercado constitucionalizada es la fuente y límites de las pautas que rigen


los comportamientos de los actores económicos y de las restricciones admisibles respecto
de aquellos comportamientos. Una de esas pautas directoras de los comportamientos eco-
nómicos de los ciudadanos lo constituye el delito de blanqueo de capitales […] Las con-
ductas de blanqueo de capitales suponen una intromisión ilegítima respecto del ejercicio
de la libertad económica y de empresa y condicionan la estabilidad y correcto funcio-
namiento de la economía de mercado constitucionalizada. Porque la introducción en el
tráfico de aquellos bienes de procedencia delictiva representa la generación de ingresos
y el enriquecimiento por vías ajenas a las establecidas en las reglas para el ejercicio del
comportamiento económico lícito15.

3. Las diferentes posturas en relación al bien jurídico penalmente


tutelado por el delito de blanqueo de capitales

Desechadas las iniciales posturas que consideran (a) o bien la inexistencia de interés
alguno objeto de tutela en este delito, o bien (b) la necesidad de revestir de licitud al
proceso de blanqueo dadas las bondades estrictamente económicas que se derivan de
tal proceso, en adelante se exponen sintéticamente las diferentes posturas doctrinales
(debidamente condensadas y agrupadas, dado que la amalgama de interpretaciones

14
L.F. Calderón Tello, op. cit., p. 292.
15
Ibid., p. 322.
314 Miguel Bustos Rubio

desbordaría por completo el objeto directo de esta contribución), así como las principa-
les críticas al respecto.
Por un lado, existen autores y sectores en nuestra jurisprudencia (así, v. gr.: STS
642/2018, de 13 de diciembre) que conciben al delito de blanqueo de capitales como
un delito contra el correcto funcionamiento del orden socioeconómico, dado que con el
proceso de blanqueo se ataca al normal funcionamiento del sistema financiero del país,
a su correcto control y desenvolvimiento fiscal, al estarse introduciendo bienes de proce-
dencia ilícita en el circuito financiero legal del país, dando a aquellos una apariencia de
efectiva legalidad. Como señala Martín Sagrado

las razones y finalidad que llevaron a tipificar el blanqueo de capitales aparecen íntima-
mente ligados con la búsqueda por evitar que los bienes de origen ilícito sean incorporados
al tráfico económico legal desde una doble perspectiva. De una parte, para impedir las
repercusiones que el referido hecho pudiera tener en la propia economía y, de otra, para
dificultar el aprovechamiento económico por el autor de la conducta delictiva previa o de
un tercero de esos bienes ilícitos16.

Es obvio que con la tipificación de este delito se protegen intereses de carácter y


contenido económico, o socioeconómico. Por ello este delito se agrupa junto con aque-
llos otros que conforman ese sector del Derecho penal que llamamos “penal económi-
co”17. Pero decir, sin mayores añadiduras, que el blanqueo de capitales protege, a modo
de bien jurídico, el correcto funcionamiento del orden socioeconómico, no sirve a los
objetivos que le son asignados a esta institución: habrá de adivinarse, dentro de ese com-
plejo conjunto que supone el “orden socioeconómico” qué concreto sector o parcela
está protegiéndose con la implementación, en el Código Penal, de esta figura delictiva. Y
en este sentido hay múltiples matices que de inmediato analizaremos.
Por otro lado, ya de forma algo más concreta, se defiende que el delito de blanqueo
de capitales es un delito que afecta a las funciones de averiguación e investigación de la
Administración de Justicia, y por tanto a su normal funcionamiento, dado que realmente
con la ejecución de ese tipo penal se está encubriendo el origen ilícito de los bienes,
dificultándose la averiguación y conocimiento de su procedencia, así como la existencia
del delito previo18. En este sentido se apunta gráficamente que

16
O. Martín Sagrado, La determinación del bien jurídico protegido por el delito de blanqueo de
capitales y el autoblanqueo. Un debate que no cesa, “Boletín del Ministerio de Justicia” 2206/2018,
p. 8.
17
E. Mestre Delgado, Delitos contra el patrimonio y el orden socioeconómico, [en:] C. Lamarca
Pérez (ed.), AA.VV., Delitos, la parte especial del Derecho penal, Madrid 2016, pp. 532–533.
18
F. Muñoz Conde, Derecho penal, parte especial, Valencia 201721, p. 480; M. Abel Souto, El delito
de blanqueo en el Código Penal español, Barcelona 2005, p. 28.
A vueltas con el bien jurídico en el delito de blanqueo de capitales 315

como nuestra manera esencial de protección de bienes es la prevención que procura la


efectiva sanción de los atentados a los mismos –protegemos la vida penando los homici-
dios–, y como esta sanción requiere de una investigación que determine cómo sucedieron
los hechos lesivos –quién y cómo atentó contra el bien jurídico–, contribuiremos con este
modo de administración de la justicia penal si sancionamos a los que ocultan el rastro del
delito: a los que alejan el negro beneficio del autor del delito y lo pintan de blanco19.

Esta línea interpretativa aproximaría la figura del blanqueo de capitales al delito de encu-
brimiento, convirtiéndose así en una modalidad sui generis de favorecimiento del delito
previo, como en seguida veremos20.
En efecto, tal como escribe Calderón Tello

el verdadero sentido y finalidad de este tipo de actividades […] es hacer posible el apro-
vechamiento de los bienes que un tercero hubiera conseguido mediante la comisión de
alguna actividad delictiva. Para lo cual, se llevan a cabo una serie de operaciones que en la
circunstancia de que el delito del que proceden esos bienes aún no haya sido descubierto,
dificultarán notablemente su conocimiento por parte de la autoridad y permitirán el apro-
vechamiento y disfrute de tales bienes21.

Hay que exponer cómo algunos autores rechazan esta tesis que transita por la idea
de lesión de intereses de la propia Administración de Justicia, en los términos siguientes:

no se castiga con el delito de blanqueo de capitales el ocultamiento de los bienes para


dificultar la persecución de la conducta delictiva antecedente, sino para impedir su inte-
gración en el sistema económico. El ocultamiento o encubrimiento es un elemento del tipo
que por sí solo no representa protección alguna pues la mera ocultación no está tipificada
en el art. 301 del CP. Por tanto, a nuestro parecer, carece de sustento afirmar que el bien
jurídico protegido por el blanqueo de capitales es la Administración de Justicia cuando ésta
solo se ve afectada por una parte de la acción típica que no tiene relevancia penal si no se
desarrolla el resto del hecho punible22.

No obstante, parece claro que cuanto menos el tipo penal está realmente sancio-
nando dos tipos de conductas, y si bien es cierto que aquella primera parte del art. 301
CP. que sanciona a quien adquiera, posea, utilice, convierta o transmita bienes a sabien-
das de la procedencia delictiva de los mismos no tiene porqué lesionar ningún interés

19
J.A. Lascurain Sánchez, Blanqueo de capitales, [en:] AA.VV., Derecho penal económico y de la
empresa, Madrid 2018, p. 499.
20
P. Gómez Pavón, El bien jurídico protegido en la receptación, blanqueo de dinero y encubri-
miento, “Cuadernos de Derecho Judicial” 1994, p. 210.
21
L.F. Calderón Tello, op. cit., p. 312.
22
O. Martín Sagrado, op. cit., p. 11.
316 Miguel Bustos Rubio

propio de la Administración de Justicia, no es menos cierto que la segunda parte del


precepto habla de “o realice cualquier otro acto para ocultar o encubrir su origen ilícito
[…]”, conductas que, en su amplitud, de modo efectivo vienen a confrontar con dichos
intereses. Esta razón hace que, como de inmediato comprobaremos, un importante sec-
tor de la doctrina defienda hoy que nos encontramos ante un delito pluriofensivo23.
En tercer lugar, en la que ha venido a denominarse teoría del mantenimiento, exis-
ten autores que consideran que el bien jurídico protegido en el blanqueo de capitales
es exactamente el mismo que se protege con el delito previo del que procede el dinero
blanqueado24. En línea similar se ha pronunciado la jurisprudencia en alguna ocasión
más o menos aislada (así, v. gr.: STS 1293/2001, de 28 de julio). Según esta línea de
entendimiento, con el blanqueo de capitales se estaría añadiendo un desvalor adicional
al hecho delictivo anterior del que derivan los bienes que ahora son objeto de blanqueo,
de tal manera que existiría una lesión añadida al bien dañado con anterioridad; “se
trata […] de fundamentar el desvalor en el mantenimiento de la situación antijurídica
creada”25.
El principal problema de esta última línea interpretativa es, como sus propios defen-
sores reconocen, el hecho de que en un Derecho penal que todavía podríamos consi-
derar “garantista” un delito que proteja exactamente el mismo bien jurídico lesionado
por el delito precedente del que provienen los bienes no solo podría aproximar la figura
a una clara conculcación del principio ne bis in idem, sino que además nunca debería
prever una consecuencia jurídica mayor que la prevista para este último delito prece-
dente. Esto es, siendo consecuentes, el delito de blanqueo de capitales debiera prever
idéntica pena que el delito anterior, si es que ambos tutelan el mismo interés. Tampoco
casa esta concepción con el hecho de que el blanqueo de capitales sancione el llamado
“autoblanqueo” entre sus posibles conductas típicas26.
Si a todo esto sumamos la ubicación sistemática en que el legislador español ha que-
rido situar el delito de blanqueo, entre los delitos contra el patrimonio y el orden socioe-
conómico, cabe cuanto menos cuestionarse cómo es posible que se tutelen esos intereses
económicos en un delito que directamente viene a proteger idéntico bien jurídico que
el delito precedente27. Pero es que, además, si examinamos el conjunto de delitos de los
que se desprenden posteriormente actos de blanqueo de capitales no parece posible
sostener que con este último delito se viene a menoscabar el mismo bien jurídico que el
que protege el delito precedente. Piénsese verbigracia en el delito de tráfico de drogas,

23
Así v. gr.: I. Blanco Cordero, El delito de blanqueo de capitales, op. cit., p. 310 y ss.
24
E. Mestre Delgado, op. cit., p. 533; J.A. Lascurain Sánchez, op. cit., p. 498; J.C. Ferré Olivé,
op. cit., p. 363.
25
J.A. Lascurain Sánchez, op. cit., p. 499.
26
Cfr. M. Bustos Rubio, El delito de blanqueo de capitales, [en:] P. Gómez Pavón, M. Bustos
Rubio, D. Pavón Herradón, Delitos económicos. Análisis doctrinal y jurisprudencial, Madrid 2019,
p. 327 y ss.
27
J.A. Lascurain Sánchez, op. cit., p. 500.
A vueltas con el bien jurídico en el delito de blanqueo de capitales 317

en que según la inmensa mayoría de la doctrina se tutelan intereses globales identifica-


dos en la “salud pública”. ¿Es posible, de este modo, mantener en nuestro ejemplo que
con los actos posteriores de blanqueo se está afectando, nuevamente y de igual manera,
a ese interés identificado en la “salud pública”?28.
O quizá aún más claro, en las exactas palabras de Martín Sagrado:

es indudable que el blanqueo de capitales es un delito autónomo e independiente. Que


éste confluya con la fase de agotamiento del ilícito penal previo no implica que el blanqueo
de capitales carezca de injusto propio. Es patente que el blanqueo de capitales requiere
de una actividad delictiva previa que dote a los bienes del carácter ilícito requerido. Pero,
en ese punto, finaliza la relación entre la actividad delictiva antecedente y el blanqueo de
capitales. Lo que penaliza el blanqueo de capitales es pretender dar apariencia legal a los
bienes ilícitos, con independencia de cuál sea el delito previo. Confundir ambas conductas
delictivas y el bien jurídico que protege cada una de ellas, lleva a situaciones extrava-
gantes e inasumibles como afirmar que el blanqueo de capitales protege el bien jurídico
vida. Podría sostenerse que la utilización de los bienes por el sicario que ha cobrado una
cantidad por cometer un asesinato afecta al bien jurídico vida puesto que ocasiona que
el asesinato haya resultado rentable. Sin embargo, dicha tesis resulta equivocada pues la
tipificación del asesinato ya castiga ese hecho. El blanqueo de capitales trata de evitar el
aprovechamiento de esos bienes y su incorporación al mercado legal. Para la aplicación
del delito de blanqueo de capitales, conforme a la finalidad por la que fue incorporada al
CP, es indiferente la actividad delictiva concreta de la que proceden los bienes –más allá
de que pudiera llevar aparejada la aplicación del tipo agravado–, pues lo trascendente es
que tengan carácter ilícito29.

Por estos motivos, y por el hecho de que esta postura más bien parece confundir
una pretendida finalidad del legislador en el no-mantenimiento de una situación ya de
por sí antijurídica (la ratio legis, que no es equiparable automáticamente al concepto de
bien jurídico), no se puede compartir en estas páginas tal línea de fundamentación sobre
el interés tutelado en esta compleja figura delictiva.
Precisamente por este conjunto de razones, ya en cuarto lugar, entendiendo que
más allá de todo lo anterior debe existir algún tipo de “daño real” para prever el blan-
queo en los términos en que está actualmente previsto, advierte la doctrina mayoritaria
que dentro del orden económico hay que centrar la atención en el correcto funciona-
miento del mercado y la circulación de capitales, bajo el poder tributario del Estado30.
Otros autores señalan, más en concreto, que

28
L.F. Calderón Tello, op. cit., p. 298.
29
O. Martín Sagrado, op. cit., p. 9.
30
F. Muñoz Conde, op. cit., p. 480.
318 Miguel Bustos Rubio

el más intuitivo de los efectos nocivos del blanqueo sobre la economía es su daño a la
competencia leal, con los bien conocidos efectos de desaliento o imitación (se renuncia
a competir con el tramposo o se iguala la competición con trampas). Quien tiene recursos
financieros gratuitos o baratos competirá deslealmente con quien tiene que procurárselos
lícitamente. De hecho es desleal “prevalerse en el mercado de una ventaja competitiva
adquirida mediante la infracción de las leyes” (art. 15.1 de la Ley 3/1991, de Competencia
Desleal)31.

En otra línea de matizaciones, pero también en el ámbito propio del sistema eco-
nómico, se apunta que

las actividades de comercio, es decir el intercambio de mercancías y dinero que se realiza


en el mercado de bienes, así como la prestación de servicios […] son el sitio privilegiado
[…] para la realización de las conductas de blanqueo de capitales. Dentro del sector tercia-
rio o de servicios encontramos también los servicios financieros, es decir el mercado finan-
ciero al que entendemos como un conjunto de entidades que canalizan los recursos finan-
cieros desde y hacia los agentes económicos, incluido aquí el mercado de dinero. Desde
esta perspectiva, el delito de blanqueo de capitales es una figura jurídica que pretende
evitar que accedan a los canales ordinarios de la economía legal, capitales obtenidos de
manera delictiva con el fin de que no llegue a contaminarse esa economía y se produzcan
efectos indeseables para la libre competencia, la competencia leal, el mercado financiero,
etc. Se trata por tanto de mantener incólume el tráfico de bienes, porque solo garantizando
la circulación de capitales cuyas fuentes sean legítimas, puede mantenerse el modelo de
sistema económico impuesto constitucionalmente32.

En concreto, entendiendo que con el delito en examen se desestabiliza la compe-


tencia y el sistema de mercado, también se ha pronunciado la jurisprudencia en sus SSTS
1113/2004, de 9 de octubre, y 266/2005, de 1 de marzo, entre otras muchas.
Como consecuencia de todo lo anterior, en una concepción intermedia o mixta, la
doctrina mayoritaria tiende a afirmar que en el delito de blanqueo se están protegiendo
todos estos aspectos, o con matices algunos de ellos, concibiendo generalmente a este
tipo penal como un delito pluriofensivo33.
Es esta última interpretación en la que nos debemos posicionar en este momento.
Pero debemos concretar34. Por las razones aludidas en las líneas anteriores, parece que
aunque apriorísticamente el blanqueo de capitales pueda suponer, según algún autor,

31
J.A. Lascurain Sánchez, op. cit., p. 501.
32
L.F. Calderón Tello, op. cit., p. 309. En el mismo sentido: J.M. Palma Herrera, Los delitos de
blanqueo de capitales, Madrid 1999, p. 278.
33
C. Aránguez Sánchez, El delito de blanqueo de capitales, Madrid 2002, p. 91; M. Abel Souto,
El delito de blanqueo en el Código Penal español, op. cit., 83.
34
M. Bustos Rubio, op. cit., p. 322 y ss.
A vueltas con el bien jurídico en el delito de blanqueo de capitales 319

una prolongación del estado antijurídico provocado mediante la comisión del delito pre-
vio (entiéndase “prolongación” no en el sentido de convertir la figura en una especie de
delito permanente, sino en el de perpetuar ese estado de las cosas) ello no deja de ser,
a lo sumo, una de las razones de la incriminación de estas conductas (la ratio legis) que,
junto con los motivos garantistas ya señalados más arriba (y sin ánimo de reiteración nos
remitimos expresamente a ese lugar para su contraste), nos conducen a situar esta idea
extramuros del ámbito propio de lo tutelado penalmente, a modo de bien jurídico, en
este delito. A lo que además hay que sumar el límite, ya apuntado supra, que supone
el principio ne bis in idem en un Derecho penal de garantías como el que defendemos.
Sin embargo, sí es evidente que esta modalidad de comportamientos añade algún
tipo de dificultad práctica en la averiguación de los hechos delictivos perpetrados, por
lo que efectivamente existe un componente de desvalor derivado de la quiebra que se
produce respecto del normal funcionamiento de la Administración de Justicia (en sus
funciones de averiguación y resolución). A esta postura se puede perfectamente objetar
que con la misma quedaría sin sentido y vacía de contenido la figura autónoma del encu-
brimiento. Ni siquiera avalaría ese posicionamiento la ubicación capitular sistemática del
delito en examen. No obstante, y a pesar de esas objeciones, lo cierto es que a la luz de
la configuración del delito de blanqueo se derivan estos efectos dañosos respecto de la
Administración de Justicia y su correcto funcionamiento en la averiguación del delito,
que efectivamente se dificulta con la ejecución de ese tipo de comportamientos35. En
efecto, el tipo penal utiliza expresiones como “realice cualquier otro acto para ocul-
tar o encubrir su origen ilícito, o para ayudar a la persona que haya participado en la
infracción o infracciones a eludir las consecuencias legales de sus actos” (art. 301,1 CP.),
sancionando esta conducta además de la del art. 301, 2 CP.

la ocultación o encubrimiento de la verdadera naturaleza, origen, ubicación, destino,


movimiento o derechos sobre los bienes o propiedad de los mismos, a sabiendas de que
proceden de alguno de los delitos expresados en el apartado anterior o de un acto de
participación en ellos.

Pero, en último término, y esto es lo realmente importante, es también evidente


que con la ejecución de esta tipología delictiva se ocasiona algún tipo de perjuicio en
determinados intereses que se enmarcan dentro del orden socioeconómico, siendo el
más evidente el relativo a la competencia leal en el mercado por las razones acabadas de
señalar supra. Es evidente que coexisten en este ámbito de la economía múltiples intere-
ses del Estado en lograr un circuito económico legal y depurado, con una circulación de
capitales controlada, lo que puede decaer con la ejecución de actos de blanqueo que, al
margen de la legalidad (y por ello del control estatal) suponen efectivamente, y más en
concreto, una quiebra del sistema de competencia leal en el mercado por parte del blan-
queador frente al no-blanqueador o ciudadano que opera dentro del circuito económico

35
L.F. Calderón Tello, op. cit., pp. 312–313.
320 Miguel Bustos Rubio

legal estipulado, lo que en su conjunto acaba por afectar al correcto funcionamiento del
sistema de circulación lícita de capitales en el sistema económico legal que nos hemos
dado. O en palabras de Bottke

el dinero que procede de delitos no es conveniente para la libertad general, puesto que
existe una realización parcial de la demanda. Cuando se acumula obstaculiza el inicio, las
posibilidades y las necesidades de una competencia limpia del libre mercado. El blanqueo
de capitales posibilita acumular dinero procedente de delitos y reinvertirlo en el mercado.
El dinero blanqueado dota de mayor poder social poco limpio. Es útil para facilitar las ven-
tajas del juego sucio en la competencia36.

Como ha expresado recientemente Martín Sagrado

el equilibrio económico se sustenta en el principio de libre competencia, de tal modo,


que este queda corrompido cuando un competidor accede o se mantiene en el mercado
mediante la utilización de bienes de origen delictivo que no han estado sometidos a las
exigencias legales establecidas en nuestro ordenamiento jurídico37.

Según este último entendimiento, y como fácilmente podrá colegirse por el lector,
realmente se trata de tipificar conductas que vienen a lesionar el sistema de libre compe-
tencia, con reflejo constitucional, y que son el reverso de aquellas primeras posturas que,
como vimos, entendían justamente que el proceso de blanqueo podría resultar positivo
para la economía nacional (el “blanqueo del blanqueo”, como dijimos). Por supuesto
que puede resultar positivo para la economía del país que los bienes y su circulación
estén controlados y fiscalizados por aquél, pero el enfoque es justamente el contrario: las
conductas que consisten en sustraer los capitales a ese control estatal y en su caso inten-
tan lavarlo para poder operar lícitamente con el mismo (con “apariencia de legalidad”
por tanto) son las que precisamente merecen el reproche penal por resultar lesivas a esa
competencia leal que, como regla máxima, ha de operar en el sistema actual.

4. Una breve cuestión: el blanqueo de capitales como “delito


acumulativo”

Sin profundizar en demasía en la cuestión, que ya abordamos en una monografía de


nuestra autoría38, queremos dejar expuesto en este punto cómo la concepción sostenida

36
W. Bottke, Mercado, criminalidad organizada y blanqueo de dinero en Alemania, “Revista Penal”
2/1998.
37
O. Martín Sagrado, op. cit., p. 16.
38
M. Bustos Rubio, Delitos acumulativos, Valencia 2017.
A vueltas con el bien jurídico en el delito de blanqueo de capitales 321

respecto del bien jurídico tutelado en el delito de blanqueo de capitales convierte a esta
tipología delictiva en uno de los llamados delitos acumulativos.
Como ya expusimos en ese lugar, la figura de la acumulación es propia del Derecho
penal de las sociedades postindustriales, y proviene de la idea, ampliamente asumida,
de la posible lesividad global derivada de un cúmulo de conductas, o de acumulaciones
o repeticiones, si bien este modo de proceder del legislador se ha desarrollado propia-
mente en el seno del Derecho administrativo39.
Cuando se habla de “delitos acumulativos” se nos presenta a un nuevo protagonista,
el actor colectivo, ya no meramente individual, pues se establece como potencial des-
tructor de un bien jurídico valioso para la vida en sociedad a un conjunto de esa misma
sociedad, o a la sociedad en su conjunto, lo que proyecta una responsabilidad colectiva
o vicarial, en que se pretende atribuir la responsabilidad por los grandes riesgos globa-
les reorientados a acciones que podríamos denominar “mínimas” (en principio), dado
que tales daños de conjunto se producen como causa de una suma o acumulación de
varios actos individuales (per se de dudosa capacidad lesiva)40. Partimos, pues, de una
idea básica: la tendencia a lo global, dejando a un lado la estricta lesividad individual
a que nos tiene acostumbrado el Derecho penal tradicional (sea como injusto efectiva-
mente lesivo o de peligro), sosteniéndose que lo determinante es la visión macroeconó-
mica o macrosocial más allá de la imputabilidad personal de un sujeto por su actuación
individual.
Entendemos, pues, que el delito acumulativo es aquella conducta individual acom-
pañada de sanción penal que, aún no poseyendo capacidad lesiva ni per se efectiva-
mente peligrosa (real) respecto a un bien jurídico41, se apoya en la posibilidad de que
dicha conducta sea a su vez realizada, a futuro, por otros sujetos individuales, con lo que
el conjunto de comportamientos, valorado en efecto sumativo, sí termina lesionando
o menoscabando de forma efectiva el bien jurídico42. Son, en definitiva, supuestos en
que la conducta considerada desde una perspectiva meramente individual no muestra

39
K. Seelman, Verantwortungszuweisung, Gefahrensteuerung und Verteilungsgerechtigkeit.
Zielkonflikte bei der Akzessorietät des Strafrechts gegenüber anderen Rechtsgebieten, [en:] G. Orsi,
K. Seelman, S. Smid, U. Steinworth (eds), Gerechtigkeit, Frankfurt 1993, p. 109 y ss. Cfr. igual-
mente: S. Fernández Illanes, Las acciones preventivas por daños cumulativos en el Derecho inter-
nacional público, “Ars Boni et Aequi“ 6(2)/2010, p. 17 y ss., señalando este autor cómo la idea de
acumulación, extraña y de difícil encuadre en el Derecho penal tradicional, data de antiguo, y sin
presentar problemas, en el ámbito del Derecho internacional público.
40
R. Alcácer Guirao, La protección del futuro y los daños cumulativos, “Revista Electrónica de
Ciencia Penal y Criminología” 4/2002, p. 8.
41
Sobre la distinción, a veces poco nítida, entre los delitos por acumulación y los delitos de peli-
gro abstracto puede verse: M. Bustos Rubio, Delitos acumulativos y delitos de peligro abstracto: el
paradigma de la acumulación en derecho penal, “Anuario de Derecho Penal y Ciencias Penales”
LXX/2017, p. 293 y ss.
42
L. Kuhlen, Umweltstrafrecht auf der Suche nach einer neuen Dogmatik, „Zeitschrift für die
gesamte Strafrechtswissenschaft“ 105/1993, p. 697 y ss.
322 Miguel Bustos Rubio

por sí misma un riesgo relevante (es harmless), mientras que, de otro lado, se admite que
general performance would be harmful, con lo que la realización de ese mismo acto por
un conjunto de sujetos no viene a constituir simplemente una hipótesis remota sino una
realidad más o menos inminente43.
En este caso, y sin dejar de lado el hecho (importante) de que existen múltiples
modalidades de blanqueo de capitales, a mayor o menor escala, en los supuestos de
graves afecciones al sector de la libre competencia en el orden económico que se trate,
efectivamente podríamos estar hablando de un delito acumulativo, pues parece evidente
que un solo acto de blanqueo, individualmente considerado, no puede dañar, destruir
ni poner en peligro real o efectivo esa libre competencia concebida como interés eco-
nómico supraindividual, siendo realmente el efecto repetitivo, a futuro, de este tipo de
conductas lo que podría acabar por menoscabar este sector del orden socioeconómico44.

5. Lejos de hacer un alto en el camino: el deleite internacional por


desbordar (aún más) el blanqueo de capitales

El bien jurídico en el delito de blanqueo ha constituido y constituye todavía, como se


ha comprobado, una de las cuestiones más discutidas que orbitan en sede doctrinal y
también jurisprudencial sobre esta modalidad delictiva. Sin embargo no es la única, pues
la tendencia a la ampliación del blanqueo en los últimos años (se habla ya de “actividad
delictiva” y no se limitan los posibles delitos fuente; se pune el autoblanqueo; se da
cabida a la modalidad imprudente; etc.) deviene ya en una política-criminal expansiva
de la figura, en la mayor parte de las ocasiones auspiciada por parte de organismos
internacionales o de la Unión Europea. Lejos de hacerse un parón para repensar cómo
ha evolucionado el fenómeno y la respuesta penal ante el mismo, el empuje a la figura
como respuesta a todos los males que se derivan del blanqueo avanza cada vez con
mayor fuerza.
Efectivamente, el delito de blanqueo de capitales se ha situado en los últimos años
en el epicentro del llamado Derecho penal económico, convergiendo como una autén-
tica “figura estrella”, pues es común que en la práctica aparezca unido, en concurso de
delitos, con otros de contenido económico o patrimonial. No en vano se ha afirmado
recientemente por la doctrina que “el blanqueo de capitales es, junto con los delitos de
corrupción, el tema penal de moda”, pues “no hay imputación de delito económico –o,
en general, de delito que genere beneficios importantes– que no venga acompañada por
la atribución de un delito de blanqueo”45.

43
En estos términos: J.M. Silva Sánchez,: La expansión del Derecho Penal. Aspectos de la política
criminal en las sociedades postindustriales, Madrid 20113, p. 144.
44
M. Bustos Rubio, Delitos acumulativos, op. cit., pp. 84–85.
45
J.A. Lascurain Sánchez, op. cit., p. 495.
A vueltas con el bien jurídico en el delito de blanqueo de capitales 323

El fenómeno criminal del blanqueo de capitales ha dejado hace ya algún tiempo


de ser precisamente eso, un mero fenómeno delictivo complejo, para pasar a ser en
la actualidad un delito de una amplitud completamente desmesurada, en lo que se ha
venido a denominar el “desbordamiento” del delito de blanqueo de capitales. Se trata de
un tipo penal que inicialmente apareció en nuestro Ordenamiento Jurídico de la mano
de una regulación bastante limitada, de la mano del tráfico de drogas y de sustancias
psicotrópicas o estupefacientes, pues lo que se intentaba en sus orígenes era impedir
a los narcotraficantes el disfrute de los bienes o efectos derivados de su actividad delic-
tiva. Sin embargo, como venimos advirtiendo, en los últimos años ha sufrido una intensa
evolución, tanto desde el punto de vista cuantitativo como, sobre todo, cualitativo, desde
aquella primera aparición en nuestro sistema penal. Gráficamente se apunta en la doc-
trina cómo “así como el universo se creó, según se dice, con el Big Bang y desde enton-
ces se está expandiendo constantemente así también los tipos penales del blanqueo de
dinero desde su aparición se vienen ampliando incesantemente”46.
El llamado “blanqueo de capitales” se dirige, principalmente y en la práctica, a la
lucha contra la delincuencia organizada. Es el campo de operaciones de los llamados
“paraísos fiscales” (actualmente hay más de 60 contabilizados; a título ejemplificativo
cabe destacar cómo las Islas Caimán, probablemente el más famoso paraíso fiscal, con
una extensión de 250 km2 y poco más de 50 000 habitantes, tiene más del doble del PIB
de España en depósitos bancarios, 40 000 compañías registradas, y 600 bancos distintos,
lo que la convierte en la 5º sede mundial bancaria)47.
Con anterioridad a la introducción del delito de blanqueo de capitales en nuestro
sistema penal (vía LO 1/1988, de 24 de marzo), no existía un delito específico que casti-
gara esta conducta. En aquél entonces los casos que se presentaban se remitían a la figura
de la receptación, que no estudiamos en este momento. No obstante, frente a esa limi-
tada intervención penal en el fenómeno de blanqueamiento de capitales, la evolución
sufrida por esta figura en los últimos años ha sido abrumadora, como ya advertíamos más
arriba, y (también como dijimos) con toda seguridad ha venido incentivada por políticas
internacionales y europeas. Ante un modelo que se consideró como “limitado” o “insu-
ficiente” de receptación, y una vez tipificado primariamente el fenómeno del blanqueo
como delito en nuestro sistema penal, la evolución de la figura ha estado ligada a las
directivas europeas sobre la materia. Como se dijo,

si bien la ocultación de las ganancias procedentes de actividades ilícitas es algo que ha exis-
tido siempre, lo cierto del caso es que la gran dimensión que ha adquirido el blanqueo de
capitales se remonta a la década de los 80, momento en el que aparece (indisolublemente)
ligado al tráfico de drogas. Es a partir de este momento cuando el fenómeno adquiere una
relevancia extraordinaria y de ahí que empiece a surgir una mayor preocupación por parte

46
M. Abel Souto, Las reformas penales de 2015 sobre el blanqueo de dinero, “Revista Electrónica
de Ciencia Penal y Criminología” 19/2017, p. 1.
47
M. Bustos Rubio, El delito de blanqueo de capitales, op. cit., p. 318.
324 Miguel Bustos Rubio

de las autoridades, lo que se ha traducido en continuos esfuerzos legislativos para tratar de


acabar con él48.

Es importante resaltar en este momento que el nacimiento de esta evolución de


blanqueo de capitales probablemente nace con la Declaración de Principios de Basilea
de 12 de diciembre de 1988, sobre prevención en la utilización del sistema bancario
para blanquear fondos de origen criminal, documento que fue adoptado por el acuerdo
de diferentes representantes de Bancos Centrales y distintas autoridades monetarias.
En el mismo año la Organización de Naciones Unidas aprobaría la “Convención
contra el tráfico ilícito de estupefacientes y sustancias psicotrópicas”, firmada en Viena
el 20 de diciembre de 1988, y ratificada después por la inmensa mayoría de los Estados,
entre ellos España
Ineludible en el estudio del blanqueo de dinero resulta el Grupo de Acción Finan-
ciera Internacional (conocido como GAFI) como grupo intergubernamental de trabajo
creado por los jefes de Estado y Gobierno del G7. Este grupo aprobaría su primer docu-
mento en el año 1990, en el que se dieron a conocer las famosas “40 recomendaciones”,
bajo un documento titulado “Estándares internacionales sobre la lucha contra el lavado
de activos y el financiamiento del terrorismo y la proliferación”, un conjunto de reglas
sin valor jurídico que estos países invitaban a incorporar a otros a sus Ordenamientos
internos49.
A partir de este momento, y ya en clave europea, aparece todo un conjunto de
Directivas que, como veremos, van a incidir en la regulación nacional del blanqueo de
capitales en nuestro país.
La primera Directiva de la Unión Europea es la 91/308/CEE, del Consejo de las
Comunidades Europeas, de 10 de junio de 1991, relativa a la prevención de la utiliza-
ción del sistema financiero para el blanqueo de dinero. Fue trascendental porque enten-
dió que el fenómeno del blanqueo debía ser combatido primordialmente con medidas
de carácter penal. Entre otras medidas, se fijaban por vez primera ciertas obligaciones
de de control e identificación de clientes, y la obligación de conservación de operacio-
nes financieras y transacciones por un mínimo de cinco años. Pero, con todo, lo más
importante es que es en este momento cuando el blanqueo deja de aparecer inextri-
cablemente unido al fenómeno del tráfico de drogas, de cuya mano, como dijimos,
nació originariamente. Por tanto, en este momento se pasa a concebir el blanqueo como
el “proceso en virtud del cual los bienes de origen delictivo se integran en el sistema

48
A.R. Flores Martín, F. González Botija, La lucha contra el blanqueo de capitales y la financiación
del terrorismo tras la adhesión de España a la UE, “Revista Universitaria Europea” 26/2017, p. 93.
49
J. Díaz-Maroto Villarejo, Recepción de las propuestas del GAFI y de las Directivas Europeas
sobre el blanqueo de capitales en el Derecho español, [en:] M. Bajo Fernández, S. Bacigalupo (eds),
Política Criminal y blanqueo de capitales, Madrid 2009, p. 21 y ss.
A vueltas con el bien jurídico en el delito de blanqueo de capitales 325

económico legal con la apariencia de haber sido obtenidos de forma lícita”, con inde-
pendencia del concreto delito del que traigan causa50.
Una década después aparecerá la segunda Directiva: 2001/97/CE, del Parlamento
Europeo y del Consejo, de 4 de diciembre de 2001, que vino a perfeccionar y ampliar
aquella primera Directiva analizada.
La Directiva 2005/60/CE, de 26 de octubre, sobre prevención de la utilización del
sistema financiero para el blanqueo de capitales y para la financiación del terrorismo,
es la conocida como Tercera Directiva. Fruto de esta normativa, que empujaba a los
Estados Miembros a la creación de Unidades de Inteligencia Financiera, se configuró
en España el Servicio Ejecutivo de la Comisión de Prevención del Blanqueo de Capitales
e Infracciones Monetarias, más conocido como SEPBLAC. Es después de la adopción de
este texto cuando España adopta, ya en el año 2010, la determinante ley 10/2010, de 28
de abril, de prevención del blanqueo de capitales y de la financiación del terrorismo, ley
que resulta, en definitiva, de la trasposición de esta Tercera Directiva a nuestro Ordena-
miento Jurídico interno.
La considerada Cuarta Directiva es la 2015/849, del Parlamento europeo y del Con-
sejo, de 20 de mayo de 2005. En su conjunto, este nuevo cuerpo normativo supuso la
adaptación al marco de la Unión Europea de las disposiciones más actuales del GAFI.,
dando importancia al hecho de que si bien la Unión de los distintos países miembros
supuso abrir un enorme abanico de libertades en la circulación de bienes y mercancías,
no es menos cierto que dicha apertura trajo consigo nuevas posibilidades para el blan-
queo de dinero.
La Quinta Directiva es la 2018/843, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 30
de mayo de 2018, por la que se modifica la anterior de 2015 en materia de preven-
ción de la utilización del sistema financiero para el blanqueo de capitales o la finan-
ciación del terrorismo. Esta Directiva se centra en las nuevas tecnologías como medio
de comisión del crimen en cualquier tipo de transacción monetaria o financiera, dado
el avance vertiginoso de los nuevos medios de comisión delictiva, tan diferente a los
tradicionales, si bien debemos señalar que el hecho de sucederse tantas Directivas
a nivel europeo y en tan corto espacio de tiempo puede generar un alto grado de
inseguridad jurídica.
Lo anterior lo ratificamos si tenemos en cuenta que recientemente fue aprobada
la ya considerada como Sexta Directiva: la 2018/1673 del Parlamento Europeo y del
Consejo, de 23 de octubre de 2018, relativa a la lucha contra el blanqueo de capitales
mediante el Derecho penal, con un conjunto de medidas esencialmente penales que,
aunque a priori pudieran prometer una especial incidencia en nuestra regulación penal
del blanqueo de capitales, realmente no supondrá grandes cambios, pues España ya
tiene implementadas la inmensa mayoría de esas medidas contenidas en la Directiva (así
por ejemplo, el mínimo de la pena, las circunstancias agravantes o la responsabilidad
penal de las personas jurídicas).

50
I. Blanco Cordero, El delito de blanqueo de capitales, op. cit., p. 142.
326 Miguel Bustos Rubio

Como se ha podido comprobar, tanto desde el punto de vista internacional (en los
últimos años sobre todo, a través del GAFI), y también en lo que atañe al caso español
desde la óptica de la Unión Europea, se ha querido impulsar una política criminal común
en materia de prevención y castigo (penal, aunque no solo penal) del fenómeno, tan
complejo, del blanqueo de capitales.
El impulso dado a la figura es fruto de una herencia que ha venido a superar el tra-
dicional ámbito anglosajón (sobretodo en Estados Unidos) desde donde se puede decir
que, siquiera sea indirectamente o de un modo que podríamos considerar como más
o menos “discreto”, se ha venido favoreciendo este tipo de regulación, en un origen
extraña al modelo jurídico y económico continental. Como hemos visto, ese discurso
ha sido asumido desde hace algún tiempo por la Unión Europea, cuyas directivas en los
últimos años han sido determinantes para la regulación y ampliación del blanqueo de
capitales en nuestro Código Penal español51.
No es de extrañar que los legisladores continentales, de muy diversos ámbitos, se
vean en cierto modo seducidos por técnicas legales o político-criminales que en prin-
cipio y tradicionalmente se han empleado extramuros de nuestro sistema (piénsese en
el todavía controvertido sistema de responsabilidad penal de las personas jurídicas). No
obstante, y a la luz de los resultados, convendría quizá hacer un alto en el camino, tam-
bién a todos los niveles, para contrastar si realmente la línea de actuación es correcta y
en qué términos, pues no por más normativa aprobada en consonancia con los criterios
europeos e internacionales se consiguen necesariamente mayores calidades en la perse-
cución y lucha contra este complejo fenómeno delictivo.

51
I. Blanco Cordero, La lucha contra el blanqueo de capitales procedentes de las actividades delic-
tivas en el marco de la Unión Europea, “Eguzkilore: Cuaderno del Instituto Vasco de Criminología”
15/2001.

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