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SERIE DE SERMONES BASADO EN LA CARTA A LOS TESALONICENSES

UNA IGLESIA EJEMPLAR PARA NUESTRA CIUDAD


SERMON 10: UNA VIDA SANTA PARA LA VIDA DE LA IGLESIA
EN COMUNIDAD
Jorge Betancur

En esta tarde, estamos concluyendo después de siete meses nuestra serie de sermones “Una Iglesia
Ejemplar para Nuestra Ciudad” basada en la primera carta del apóstol Pablo a la iglesia en tesalónica.

Pablo elaboró esta carta con el fin de desarrollar tres temas teológicos principales: la venida de Jesús,
preparación, y persecución.

(1) Venida: Pablo hace hincapié en que la principal meta a la que toda la historia apunta es el retorno de
Cristo.

(2) Preparación: Como resultado de este evento apocalíptico y escatológico culminante, la primera
prioridad de cada individuo es vivir para prepararse para el regreso de Cristo.

(3) Persecución: Cada cristiano debe esperar persecución y debe mantenerse firme en su fe hasta la venida
de Cristo.

1 Tesalonicenses iba dirigida, en su mayor parte, a nuevos conversos al cristianismo que habían crecido
en un entorno cultural griego y, por tanto, estaban profundamente socializados en dicho entorno. Uno de
los principales desafíos de Pablo consistía en la resocialización: ayudar a que estos creyentes aprendieran,
entendieran y vivieran según el código social y ético diferente de los principios del cristianismo.

En la carta. Hemos aprendido que la mayor conducta cristiana son las llamadas virtudes teologales; las
cuales son: amor, fe y esperanza.

(1) La fe como creer en Dios y confiar en su revelación. Como acto de confianza en la verdad revelada, la
fe anima a actuar concretamente de acuerdo a los principios espirituales inspirados por Dios y motiva a
profesarla abiertamente, esto es, dar testimonio de ella y difundirla.

(2) La esperanza es la espera confiante en el cumplimiento de un determinado horizonte que, en el caso


de la teología cristiana, se refiere al cumplimiento de las promesas de Jesús: el reino de los cielos y la vida
eterna, en función de lo cual el cristiano se conduce espiritualmente.

(3) El amor es el centro del corazón cristiano. En ella se expresa plenamente la fe y la esperanza y, por
ende, ordena y articula todas las virtudes. El amor se define como la virtud que permite a las personas
amar a Dios por sobre todas las cosas y, en nombre de este vínculo, amar al prójimo como a sí mismo. Sus
frutos son el gozo, la paz y la misericordia.

Con esto en mente, el ultimo sermón lleva por título “Una vida Santa para la vida de la Iglesia en
Comunidad”

1 Tesalonicenses 5:23-24 “ 23 Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser,
espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 24 Fiel es
el que os llama, el cual también lo hará.
Desde los inicios de la iglesia, la relación entre el poder de Dios y la responsabilidad del creyente de llevar
la vida cristiana ha sido motivo de discusión, esto nos lleva a realizarnos una pregunta que es necesario
responder.

¿Es la vida cristiana un asunto de confianza pasiva o de obediencia activa?

Responder a la luz de la Palabra de Dios esta pregunta nos llevara a entender de forma clara el papel del
Dios y del hombre en nuestra santificación.

En este pasaje el autor apunta hacia la fuente de poder para el creyente. Es como si quisiera decir, con
vuestra propia fuerza vosotros no podéis cumplir los preceptos que os acabo de ordenar. Necesitáis a
Dios, el Dios de, una paz establecida por la cruz.

La santificación es la continuación de la obra de Dios en el creyente, haciendo que sea realmente santo.
Por “santo” entendemos a “que se asemeja realmente a Dios”. El apóstol Pedro lo expresa de forma clara
en:

1 Pedro 1:14-16 “14 como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en
vuestra ignorancia; 15 sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda
vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.”

La santificación es una continuación de los que Dios comenzó con la regeneración, cuando una nueva vida
se confirió y fue infundida al creyente.

Hay dos sentidos básicos en la palabra santificación.

Primero está la santidad como característica formal del creyente. Esta santidad está relacionada con la
separación de lo ordinario para un propósito. El adjetivo hebreo santo “qadosh” y griego “hagioi”
literalmente significa “separado”.

1 Pedro 2:9 “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios,
para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”

En segundo lugar, el sentido de santificación es la cualidad moral del creyente, no se trata solo de
entender mi condición de santo, sino que la iglesia debe estar activa en consagrarse a Dios, teniendo un
comportamiento acorde a su título de santo.

1 Corintios 1:2 “A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser
santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de
ellos y nuestro.”

Como último punto frente a la santificación, debemos entender que si bien tenemos una posición de ser
santos por medio de la justificación dada a nuestra vida por los méritos de Cristo, esta santificación es
progresiva, hasta que alcancemos nuestra santidad plena en la glorificación de nuestros cuerpos.

1 Tesalonicenses 5.23 “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu,
alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.”

Dios no sólo nos santifica por completo, sino que además guarda perfectos nuestro espíritu y cuerpo.

La expresión por completo es cuantitativa, mientras que la palabra irreprensibles es cualitativa.


Cuantitativamente, Dios nos santifica por completo, y cualitativamente, Él nos guarda perfectos; en otras
palabras, Él guarda perfectos nuestro espíritu y nuestro cuerpo.
Si hemos de llevar una vida santa para la vida de iglesia, debemos cooperar con la operación de Dios. Dios
mora ahora en nosotros.

El Dios Trino que mora en nosotros opera continuamente en nuestro interior. Ésta es la razón por la cual
no debemos apagar al Espíritu.

La expresión sean guardados puede considerarse en un sentido tanto activo como pasivo. Esto significa
que aunque somos nosotros quienes tomamos la iniciativa en ser guardados, Dios es quien guarda nuestro
espíritu, alma y cuerpo.

Por lo tanto, nosotros tomamos la iniciativa, y luego Dios realiza la obra de guardar todo nuestro ser. Por
consiguiente, debemos orar: “Señor, anhelo que mi espíritu, alma y cuerpo sean guardados; pero yo no
puedo hacer esto por mí mismo. Así que, yo tomo la iniciativa, Señor, en pedirte que lo hagas”.

Entonces, de una manera práctica, llevaremos una vida santa para la vida de iglesia. El objetivo de Pablo,
al escribir 1 Tesalonicenses, un libro dirigido a nuevos creyentes, era que ellos llevaran tal vida, una vida
santificada y santa para la vida de iglesia.

Esta santificación es real, plena y completa en Su Iglesia porque está fundamentada en la fidelidad de
Dios.

La primera pregunta que debemos responder es ¿Cuál es la naturaleza de la fidelidad de Dios?

El Diccionario Mundo Hispano define la fidelidad como:

“Un atributo o una calidad aplicada en la Biblia tanto a Dios como a los seres humanos. Dios es
constante y leal, fiel en guardar sus promesas e inmutable en su naturaleza ética. Generalmente se
asocia la fidelidad de Dios con sus promesas misericordiosas de salvación. Los hombres fieles son
aquellos de los cuales se puede depender para cumplir con sus responsabilidades y con su palabra.”

La palabra “fiel” proviene de la palabra hebrea “aman” y la palabra griega “pistós”. Las dos palabras
comunican la idea de certeza, estabilidad, soportar, permanecer, apoyar. Una buena ilustración sería una
columna fuerte que sostiene el gran peso de un edificio.

Cuando la palabra “fiel” se emplea con respecto a Dios, significa que Él es digno de absoluta confianza y
que Su pueblo puede depender de Él sin duda o reserva.

Es importante entender que Dios es fiel, no porque Él cumple todo deseo de Su pueblo, sino porque
cumple todo lo que Él ha prometido.

Es por ello, que la naturaleza de la fidelidad está estrechamente vinculada al carácter y atributo del Dios
Trino.

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