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Gabriela Modesto Castro

El romanticismo en El Matadero de Esteban Echeverría: de la metáfora al dualismo moral y otras reflexiones.

Si bien la obra de Echeverría goza de muchas ramas de análisis, este breve ensayo está enfocado

únicamente a analizar la estética de El Matadero a través del movimiento romántico: por un

lado, desde el recurso metafórico desde la delimitación física del matadero y por el otro, desde

un dualismo religioso que permea el relato, lo enmarca y mucho tiene que ver con el

pensamiento romanticista. Cabe recordar que El Matadero se escribió entre 1838 y 1840 y

veinte años después fue publicado, en el auge del romanticismo literario.

En primer lugar, hablaré sobre el matadero como una metáfora, en el sentido del lugar

material donde la historia se desarrolla. Es importante detenerse a pensar porqué el autor eligió

este escenario principal en específico. Después, habría que pensar porqué elegir la época de

cuaresma si el negocio de la carne, al igual que muchos otros oficios que se trabajan desde el

siglo XVIII, son fruto del esfuerzo diario de familias y asalariados.

Pues bien, el relato se desarrolla en el matadero de la Convalecencia al sur de la ciudad,

que se puso en funcionamiento debido a que los dueños de los estómagos acostumbrados a la

carne corrían el riesgo de caer en síncope por falta de su plato fuerte. En el matadero se matan

reces brutalmente, se pintan las paredes de sangre y se tiñe el suelo de rojo; un escenario

bastante grotesco y frío, donde claramente el destino mortuorio de los animales está pactado

por el juez, amigo de la iglesia.

El Matadero se desarrolla a las afueras de la ciudad, un lugar lleno de corrales,

podredumbre, repugnancia, malos olores y sin duda grotesco, donde iban a parar los ganados.

De este modo, el título del relato y su espacio de acción en la historia son una alusión directa

al gobierno federalista, al mando de “El Restaurador”, el gran caudillo porteño, a quien

identificamos por “el juez” en la historia. Pero, ¿por qué usar un matadero para referirse al

1
gobierno de Rosas? Quizás, porque Echeverría quiso conceptualizar la violencia latente de

Buenos Aires a través de estas cuantas hectáreas. Las ideas detrás del concepto “el matadero”

son una alegoría al estado de la cuestión con el primer gobierno de Juan Manuel de Rosas en

1829.

Sin más, los detalles del relato en forma de violencia simbólica, encarnan

probablemente en la sociedad porteña del siglo XIX. ¿Para qué necesitó Echeverría ser tan

detallado en la descripción del lugar, además de estar influenciado por el romanticismo literario

europeo? ¿de qué servía contar las hazañas para matar a los animales? “Cuarenta y nueve reces

estaban tendidas sobre sus cueros”1 en el suelo, mujeres africanas peleando por las entrañas de

un animal, los carniceros descuartizando a golpe de hacha.

Ahora bien, me encargaré de explicar lo que significa dualismo moral2 en El matadero.

Me parece excusa por parte de Echeverría -que bien podría llamar “estrategia”- el hecho de

contextualizar el relato en la época de cuaresma, pues ello reforzaría la ideología bastante

conservadora del siglo XIX y aún más, respaldaría las acciones cuestionables del buen juez;

por ejemplo, no abstenerse de carne “siendo tan buen observador de las leyes, tan buen católico

y tan acérrimo protector de la religión”3 y ¡cómo no! Incluso el narrador, refiere al Restaurador

como buen amigo del asado.

De este modo, el dualismo moral al que refiero en El Matadero está ligado con la idea

anterior sobre el espacio donde se efectuaba la matanza de animales por los carniceros

degolladores, por orden del Restaurador, un “hombre decente y de corazón bien puesto”4 para

1
p. 8.
2
Se llama dualismo a la doctrina que afirma la existencia de dos principios supremos, increados, coeternos,
independientes, irreductibles y antagónicos, uno del bien y otro del mal, por cuya acción se explica el origen y
evolución del mundo; y también, en un sentido más amplio, a las doctrinas que afirman dos órdenes de ser
esencialmente distintos, con más o menos radicalismo.
3
p. 7.
4
p. 19.

1
referir a lo que el gobierno de Rosas hacía con el pueblo: mucha represión que se tradujo en

una cacería de ideologías opuestas. Buenos Aires estaba convertido en un sanguinario campo

de batalla y Echeverría encontró en un matadero, una metáfora ideal para hablar de lo que no

se puede hablar explícitamente, quizás primordialmente para preservar su integridad y seguir

produciendo reflexiones a manera de texto.

No obstante, el juego de valores intrincados parece derivar de los valores moralmente

representativos –aunque no propios- de la iglesia católica, los cuales no conocen matices. En

otras palabras, el dualismo moral es el extremo de lo “bueno” y lo “malo”; en este contexto, de

la sociedad porteña. Siendo así, el dualismo moral se personifica en el rostro de los personajes.

Aunque el narrador lo retrata irónicamente, el Restaurador de las leyes parece ser el mejor

amigo de la iglesia católica y sus leyes. Es el todopoderoso de la sociedad porteña que puede

convertir la hambruna de cuaresma en alimento magro para los débiles de abstención.

Bajo la premisa del dualismo moral, existe igualmente una óptica religiosa bastante dual

con connotaciones necesariamente contrarias, que acompaña El matadero: de los pecadores y

los libres de pecado, los buenos y los malos, virtuosos y los defectuosos, ricos y pobres de

espíritu; el hombre y la mujer, el hombre y el animal, los seguidores fieles y los traicioneros.

De este modo, en El matadero, Echeverría lo hace bastante bien e incluso aunque el relato no

lo explicite, encuentro una clara atmósfera dualista –propia del dualismo moral- que permea a

la narración, por la manera irónica que tiene el narrador y su estratégica narrativa que no hace

más que crear el dualismo entre los dos bandos: los unitarios y los federales. Un ejemplo de

ello son los letreros rojos colgantes de los corrales, los cuales anuncian “Viva la Federación”,

“Viva el Restaurador y la heroína doña Encarnación Ezcurra”, “Mueran los salvajes

unitarios.”5

5
p. 7-8.

1
El texto nos revela, entre muchas cosas, el juego de poder entre los unitarios y los

federales, su lucha ideológica y el desacreditamiento de uno contra el otro. Podemos encontrar

en frases tales como: “libertinos, incrédulos, es decir, los unitarios”6 que “se mofaban de la

iglesia y de los santos.”7 el zeitgeist de la Argentina en aquel momento. Por otro lado, se

encuentra una inevitable relación entre el toro restante del corral a quien dictaron sentencia y

el joven unitario que murió por sí solo. Los parelelismos entre ambos se explicitan en el relato.

En el intento del toro para salir del barro, las voces no se limitaban a pronunciar cosas como

“es emperrado y arisco como un unitario –y al oír esta mágica palabra todos a una voz

exclamaron: -¡Mueran los salvajes unitarios!”8

Otra reflexión en torno a El Matadero refiere a la voluntad e instinto de supervivencia

propias del toro y el joven unitario. Esta facultad, propia de cualquier ser vivo, difícilmente se

ve afectada en el relato, donde a pesar de ser tratados como si perteneciesen a la misma especie

–animales, ellos buscan sobrevivir. Este instinto traspasa ideologías, conciencias, facultades,

estatutos. En el relato se forma una conciencia y lucha por la vida que, indiscutiblemente, tanto

el toro como el joven unitario poseían. De este modo, vemos cómo la voluntad inerte de los

seres vivos traspasa cualquier dualismo moral, adjudicación de sentimientos y valores o

actitudes negativas de los federales hacia el toro y el joven unitario.

Creí pertinente mencionar los recursos metafóricos espacio-tiempo y el dualismo moral

como uno de tantos aspectos esenciales que configuran El matadero como un relato que dice

insertarse en el Romanticismo literario; pues quizá, al enunciar que pertenece a dicha corriente,

es posible encontrar más de un sentido y lecturas de las que pudieran leerse en una capa

superficial. Asimismo, es innegable que la mano de Echeverría se carga de un romanticismo

6
p. 4
7
Op. Cit.
8
p. 11.

1
literario desbordante a lo largo del texto: de la descripción a detalle de la atmósfera criminal

de animales y los órganos vitales del unitario muerto, el furor de los espectadores del

espectáculo en el matadero, la aceptación el discurso nacional e institucionalizado en el relato

por parte de la iglesia y el juez, el inevitable destino fatal de los personajes antagonistas o la

pasión del joven unitario que prefirió morir por él mismo antes de ser muerto por los enemigos.

A pesar de que en los distintos aspectos románticos que acabo de mencionar se puede

leer con mayor recurrencia el dualismo moral, el relato en sí debería ser interpretado sin mayor

problema como una alegoría a la sociedad de la época de Echeverría, la época de riñas entre

unitarios y conservadores. Puede leerse que las vidas estaban en juego, la ideología de los

unitarios era inaceptable y se vivía en una riña por el poder que sólo generaba más poder por

parte de la iglesia.

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