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Quirino Cristiani fue un humorista gráfico, pintor, guionista y director de cine.

En el año 1917 produjo el primer largometraje de animación de la historia, "El


Apóstol", 20 años antes que Walt Disney estrenara su primera película.

Quirino Cristiani llegó a Argentina en el año 1900, con 4 años, luego de haber nacido en la
provincia italiana de Pavía. Desde pequeño demostró ser un talentoso dibujante, una de las
razones que lo llevaron a completar sus estudios en la Academia de Bellas Artes

Su primer acercamiento a la animación profesional fue cuando comenzó a trabajar junto al


productor cinematográfico Federico Valle. El aporte de Cristiani consistió en una pequeña
secuencia animada que ilustraba uno de los noticiarios de Valle, muy populares por aquel
entonces. Para ello, Cristiani estudió cintas del pionero francés de la animación Émile Cohl,
a quien se le acredita la autoría del primer cortometraje totalmente animado.”La
Intervención en la Provincia de Buenos Aires”, se llamaba el segmento que ocupaba
Cristiani y poseía un marcado carácter de sátira política, centrándose en el conflicto entre el
presidente Hipólito Yrigoyen, y el por entonces gobernador de Buenos Aires, Marcelino
Ugarte. El corto fue todo un éxito, y aunque ni Cristiani ni Valle estaban particularmente
interesados en la política, descubrieron que el pueblo argentino se sentía atraído por el
humor político, por lo que Valle propuso realizar una sátira animada sobre el presidente.A
Cristiani le llevó un año realizar “El Apóstol” trabajando él solo en la animación de los
58.000 cuadros (14 cuadros por segundo) que contuvo el film. Para lograrlo construyó una
máquina con manivelas, pedales, poleas y una cámara fotográfica colocada de manera
cenital, que luego patentó

“El Apóstol” tuvo su estreno el 9 de noviembre de 1917, con un éxito impactante y


permaneció casi un año en cartel. Trataba del presidente Hipólito Yrigoyen ascendiendo a
los cielos en busca de los truenos de Jupiter, el dios mitológico, con el fin de limpiar a
Buenos Aires de toda inmoralidad y corrupción. Como resultado de esta travesía la ciudad
queda en cenizas

Al año siguiente, en 1918, Cristiani realiza el segundo largometraje de animación de la


historia del cine. Trataba sobre el hundimiento de la goleta Monte Protegido por parte de los
alemanes, suceso que había provocado manifestaciones del pueblo argentino pidiendo
abandonar la neutralidad por el apoyo a los aliados, durante el desarrollo de la primer guerra
mundial. El film duró solo un día en cartelera, la prensa no mencionó su existencia y fue
confiscado por el Ministerio de Relaciones Exteriores para evitar una situación diplomática
adversa con Alemania. Irónicamente, el segundo largometraje animado de la historia
desapareció y curiosamente a esta realización le tocaría acabar como su mismo nombre lo
indicaba “Sin Dejar Rastros“.

Tras el fracaso de este segundo largometraje, Quirino Cristiani decide abandonar la


animación. La inversión económica y laboral lo había dejado en una situación muy precaria
y necesitaba dinero rápido, entonces vuelve a su trabajo como caricaturista en periódicos y
pone en marcha una idea inédita en el Buenos Aires de la época: el Public Cine.

Recorría los barrios de la capital porteña en los que no había cines y proyectaba películas al
aire libre. La idea funcionó de tal manera que la policía le prohibió realizar semejante
actividad porque la cantidad de personas que se juntaban obstruían las calles y provocaban
problemas de orden público.

Con el tiempo regresaría a la animación, haciendo cortos en los que explicaba cómo realizar
intervenciones quirúrgicas (Rinoplastia y Gastrotomia, ambos de 1925) y, a medida que su
economía mejoraba con contratos como el que la Metro Goldwin Mayer le ofreció como
director de publicidad de su filial en Buenos Aires, aumentaban sus ganas de emprender un
nuevo reto de animación.

En esta ocasión fue un largometraje sonoro -con la banda grabada en discos, no en la


película- que llevaría el título de Peludópolis y que retomaba la figura del presidente
Hipólito Yrigoyen para hacer una crítica a la corrupción y situación política que vivía el
país.

A fines de los años treinta, Constancio Vigil contrató a Quirino para producir unos cortos de
animación en base a una serie de fábulas que él había publicado. La primera de ellas fue
“El mono relojero“. El film era en blanco y negro y esta vez Cristiani abandonó la técnica
de los recortes y se inclinó por la técnica del acetato empleada por los estudios Disney. Se
estrenó en 1938. A pesar de la gran aceptación del público y de que fue premiada, Vigil no
quiso continuar el proyecto, por lo que la serie terminó en esta primera entrega. En 1941,
Cristiani realiza un corto llamado “Entre Pitos y Flautas” abordando el tema del fútbol. Su
último film fue “Carbonada” realizado en 1943 y fue premiada por la Municipalidad de
Buenos Aires.

Desgraciadamente, dos incendios, uno en 1957 y otro en 1961 destruyeron la mayor parte
de su obra. Muchos originales, como los negativos de sus películas pioneras en el cine de
animación, se perdieron quedando solo algunos de los recortes utilizados para la filmación.
Cristiani se alejó del mundo del cine y vivió en el olvido de la gente, por un largo período.

En 1981 fue invitado a su tierra natal y galardonado por ser el “Precursor italiano del cine
animado mundial”. También fue invitado a su pueblo natal, donde fue homenajeado y se
lanzó el libro “Due Volte l`Oceano (Vita de Quirino Cristiani)”, que fue editado aquí por
Ediciones de la Flor.

En 1982 el Gobierno Argentino le concede una pensión vitalicia y en 1983 es homenajeado


en una muestra realizada por la Escuela Panamericana de Arte, donde se le entrega una
plaqueta recordatoria y se proyecta “El Mono Relojero” (único trabajo que se salvó de lo
incendios) y un documental donde Cristiani cuenta su técnica de animación. El 2 de agosto
de 1984 fallece en su casa de Bernal.

Trabajaba en un altillo en la calle Rivadavia, entre Florida y


Maipú. Para El Apóstol el dibujante armó no sólo las figuras
sino además una escenografía de Buenos Aires, con algunos
edificios públicos emblemáticos. Colocó una filmadora
enfocando una mesa donde desplegaba las figuras, a las que iba
dotando de movimiento en cada cuadro. La película, que
demoró un año en hacerla, le demandó 58.000 dibujos, a 16
cuadros por segundo. Tenía un mérito adicional: la hizo él
solo.

En 1941 Walt Disney, quien recién en 1928 saldría con su


primer dibujo animado, el Ratón Mickey, visitó Argentina para
promocionar Fantasía, una película musical. Fue a su estudio a
conocerlo, y no salió de su asombro cuando Cristiani le contó
que él sólo hacía cada una de sus películas, mientras que el
norteamericano armaba numerosos equipos de dibujantes para
cada trabajo.

Disney lo invitó a sumarse a su staff en Estados Unidos, pero


se negó. Nunca había tenido un jefe y además ya tenía un
negocio funcionando. Él mismo propuso el nombre
de Florencio Molina Campos, un dibujante y pintor que se
hizo famoso por las obras sobre motivos del campo

Resta un enorme desafío. Ubicar alguna de las películas


perdidas, ya que únicamente se conserva El mono relojero, de
1938, perteneciente a una zaga de cuentos que el
empresario Constancio Vigil le había encargado.
Lo esperanzador es que de cada una de ellas se hicieron varias
copias que se comercializaban en cines de todo el país. Hace un
tiempo, sorprendentemente, en la ciudad de Ushuaia se hallaron
ocho rollos del noticiero de Valle, y dos de ellos pertenecían a
material elaborado por Cristiani. Qué mejor rescatar los
primeros dibujos animados que el mundo conoció.

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