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En el vasto lienzo de la tierra danzante,

donde el sol acaricia y la luna canta,


se teje un cuento de cambio constante,
un eco urgente que la naturaleza canta.

Bajo el manto azul del cielo en agonía,


susurra el viento con un triste lamento,
testigo del cambio que la madre día a día,
llora en susurros, en cada aliento.

Los bosques antiguos, sus hojas caídas,


testimonios mudos de un tiempo ido,
se yerguen como tumbas, en despedida,
la danza verde ha perdido su sentido.

Los glaciares, guardianes de la pureza,


derriten lágrimas en silente clamor,
sus lágrimas caen con triste certeza,
despidiendo el hielo, cambiando el ardor.

En el mar danzante, la ballena canta,


una canción triste de aguas contaminadas,
la melodía rota, la esperanza quebranta,
la sinfonía perdida en olas desgastadas.

Las aves migratorias, confundidas, perdidas,


buscan refugio en cielos despojados,
sus alas cansadas, alas heridas,
testigos alados de sueños ahogados.

En el corazón del cambio climático,


la tierra gime, su pulso titubea,
nuestra tarea es ser su amparo auténtico,
tejamos un futuro donde el cambio sea.

Unamos nuestras manos como hojas al viento,


cultivemos esperanza con cada gesto,
cambiemos el rumbo, sin miedo ni tormento,
seamos guardianes del planeta en este tiempo.

Que la poesía del cambio resuene alto,


en cada corazón, en cada rincón,
y que el amor por la tierra, como un pacto,
nos guíe hacia un nuevo amanecer, sin distorsión.

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