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Poesías para el 23 de marzo – día del mar

Abaroa en el Topater
Benjamín Guzmán

Del mar ante el panorama

siempre fieles, siempre altivas

se alzan Cobija y Calama;

las irredentas cautivas.

Ruge el Ollague en su cráter

ruge en sus aguas el Loa,

y en el puente del Topáter;

¡Revancha!… clama Abaroa.

A Eduardo Abaroa
Gregorio Reynolds

Ensalcemos el épico gesto

del orgullo de un héroe, el desdén

el que, sólo, indomable y enhiesto,

por su tierra luchó contra cien.

Se tiñó la corriente del Loa

con la sangre del noble adalid,

del intrépido Eduardo Abaroa,

destrozado en homérica lid.

Lic. Javier Hernán Ugarte Aiza


Temeraria proeza del grande,

del insigne patriota que fue

tras la luz como el cóndor del Ande

solitario y bravío en su fe.

Lealtad y altivez tuvo el hombre

que esa fe nos legó al escribir

más allá de la muerte su nombre

y venganza clamó el porvenir.

Calama es la historia del bravo campeón

que impuso la gloria de nuestro pendón

sobre esa ribera, que fuera su hogar,

la invicta bandera veremos flamear.

El mar
María Teresa Solari O.

¡El mar es un himno, himno sagrado!

Himno de bendición y de cariño,

canción con que el viejo emocionado

¡Instruye en su deber al tierno niño!

¡El mar es un derecho! ¡Es reconquista!

Es una estrofa azul de nuestro canto.

Hoy como ayer y para siempre exista

Lic. Javier Hernán Ugarte Aiza


¡En todo corazón se recuerdo santo!

El mar es un ideal que nos fascina,

Acaso la oración con que se inclina

El alma patricia ante la historia.

Su grito repercute en la montaña

Y en las diáfanas sonrisas del mañana

Serán clarín marcial de nuestra gloria.

Antofagasta
María Teresa Solari O.

A orillas del pacífico, con su dolor a solas,

suscita sobre los hombros la blonda cabellera,

la cautiva contempla el vaivén de las olas

cual si en ellas dormido su corazón tuviera…

Hacia el norte sus ojos se vuelven febrilmente

velados por el llanto que en su prisión desgasta,

¡Bolivia, Madre Mía!, murmura tristemente,

cuando podrá estrecharte tu bella Antofagasta…

La madre que ha escuchado su honda melancolía

Mirando en sus destinos, oceánicos reflejos,

comprendo, le responde, tu tristeza, hija mía.

Y al verte encadenada en una tierra extranjera,

invoco a la justicia, su fallo no está lejos

y que su voz me dice: espera, espera, espera!...

Lic. Javier Hernán Ugarte Aiza


El niño y el mar
Raúl Otero Reiche

Madre, ¡quiero el mar!

¿Por qué no me dejas ver el mar?

Los niños colombianos y argentinos,

los paraguayos llevados por su rio,

todos mis condiscípulos de América,

pintan en sus cuadernos de colores,

historietas de mar.

Ellos se han tendido en sus playas,

se han hundido en sus revueltas olas,

han navegado por las rutas oceánicas

reviviendo las hazañas de sus lobos de mar;

ellos han sentido en sus labios

el grito amargo de la sal.

¡Ay, Madre! ¡Ay, Madre!,

¿Por qué sólo yo me siento atado

de pies y manos a tu vientre,

como antes de nacer adherido,

como el caracol a su espiral?

Madre, déjame partir,

desde la selva, el valle y la montaña,

Lic. Javier Hernán Ugarte Aiza


no llevaré ni piedra, ni honda,

ni los arcos de flechar.

¿Qué puede ocurrirme en el viaje

y allá que puedo yo temer

si he de encontrarme con otros niños

para jugar a piratear?

Déjame partir ahora,

madre, déjame llevar mis lápices

y mi guardapolvo de coral.

¡Cuánta sensación en la clase!

¡Cuánto orgullo del profesor!

su palabra me sigue sonando:

“Tienen que ir, niños, al mar

y no harán más que retornar,

porque ese mar es nuestro mar”.

¿Pero es que hubo quién dé su sangre por su azul?

¿Quién dé su vida por defender su inmensidad?

Madre, yo iré, déjame ir,

quiero ir al mar,

a su ser

ideal.

Lic Javier Hernán Ugarte Aiza

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