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Nos atrevemos a lanzar esta afirmación refiriéndonos a los informes de que disponemos en
cuanto a los trabajos e investigaciones realizados aquí y en el extranjero.
¿A qué se debe?
Cada film no es nada más que un esqueleto literario envuelto en una cine-piel.
En el mejor de los casos, bajo esta piel crece cine-grasa y cine-carne. Pero nunca vemos una
cine-osamenta. Nuestro film no es otra cosa que el famoso «trozo sin hueso» pinchado en una
estaca de madera de álamo, sobre una pluma de ganso de hombre de letras.
Resumo lo que acabo de decir: no hay obras cinematográficas. Hay concubinato de las cine-
ilustraciones con el teatro, la literatura, la música, con quien y lo que se quiera, cuando y
durante todo el tiempo que se quiera.
Entiéndanme bien. De todo corazón saludaríamos la utilización del cine en beneficio de todas
las ramas del saber humano. Pero definimos esas posibilidades del cine como funciones
anexas e ilustrativas. Ni por un instante olvidamos que la silla está hecha con madera y no con
la laca que la recubre. Sabemos perfectamente que la bota está hecha de cuero y no con la
pomada que la hace relucir.
En nombre del autor de la Kinopravda, tengo el honor de declarar que está muy halagado de
esa apreciación sin reservas referente a la primera obra zapatera de la cinematografía rusa.
Al diablo el lustre. Al diablo las botas lustradas. Que nos den botas de cuero, Alinéense con los
kinoks, primeros cine-zapateros rusos.
Pero lo muy poquito que prácticamente realizamos de todos modos es más que su nada,
producto de tantos años.
Fuimos los primeros que hicimos films con nuestras manos desnudas, films quizá torpes,
toscos, sin brillo, films quizás un poco defectuosos, pero en todo caso films necesarios,
indispensables, films orientados a la vida y exigidos por la vida.
Indudablemente, no impedimos ni podemos impedir que los pintores pinten sus cuadros, los
músicos compongan para el piano y los poetas compongan para las señoras. Dejémosles,
pues, divertirse...
Pero se trata de juguetes (incluso si son fabricados con talento) y no de un asunto serio.
Una de las principales acusaciones que nos hacen es no ser accesibles a las masas.
Admitiendo siquiera que algunos de nuestros trabajos sean difíciles de comprender, ¿debe
deducirse de esto que ya no debemos hacer el menor trabajo serio, la menor investigación?
Si las masas necesitan fáciles folletos de agitación, ¿debe deducirse de esto que no tienen
nada que hacer con los artículos serios de Engels y Lenin? Quizá tengan hoy entre ustedes a
un Lenin del cinematógrafo ruso y no le dejan trabajar bajo pretexto de que los productos de
su actividad son nuevos e incomprensibles...
Pero las cosas no han llegado a ese punto en lo que respecta a nuestros trabajos. De hecho,
no hicimos nada que sea más inaccesible a las masas que cualquier cine-drama. Por el
contrario, estableciendo un lazo visual bien preciso entre los temas, disminuimos
considerablemente la importancia de los intertítulos y al mismo tiempo acercamos a la
pantalla de cine a espectadores poco instruidos, lo que es de una importancia particular en
este mundo.
Y como para tomar a la chacota a sus nodrizas literarias, hete aquí que obreros y campesinos
se muestran más inteligentes que sus amas de leche poco calificadas...
El primero es el de los kinoks que se fijaron como objetivo la organización de la vida real.
Todos los capitales estatales y privados, todos los medios técnicos y materiales hoy son
arrojados equivocadamente en el segundo plato de la balanza, en el platillo "artístico-
propagandístico".
Por lo que a nosotros se refiere, como antes, nos entregamos a la labor con las manos
desnudas y esperamos con confianza que llegue nuestro turno de apoderarnos de la
producción y lograr la victoria.