Está en la página 1de 11

Arquidiócesis de San Juan de Cuyo

24 de Marzo de 2022 | Colegio Don Bosco


Oración para el Sínodo
Adsumus Sancte Spiritus

Estamos ante ti, Espíritu Santo,


reunidos en tu nombre.
Tú que eres nuestro verdadero consejero:
ven a nosotros, apóyanos,
entra en nuestros corazones.
Enséñanos el camino,
muéstranos cómo alcanzar la meta.
Impide que perdamos el rumbo
como personas débiles y pecadoras.
No permitas que la ignorancia
nos lleve por falsos caminos.
Concédenos el don del discernimiento,
para que no dejemos que nuestras acciones
se guíen por perjuicios y falsas consideraciones.
Condúcenos a la unidad en ti,
para que no nos desviemos del camino
de la verdad y la justicia,
sino que en nuestro peregrinaje terrenal
nos esforcemos por alcanzar la vida eterna.
Esto te lo pedimos a ti,
que obras en todo tiempo y lugar,
en comunión con el Padre y el Hijo
por los siglos de los siglos.
Amén.
¡A TENER EN CUENTA!
✓ Durante toda la jornada será obligatorio el uso de barbijo.
✓ A las 09:00 hs. es la convocatoria para los asambleístas inscriptos. Se
ruega puntualidad.
✓ El ingreso para la acreditación es por la entrada al Colegio de calle 9 de
Julio (mitad de cuadra).
✓ En el caso de Parroquias, Movimientos y Pastorales sólo se acredita el
delegado/responsable. En el caso de Vida Consagrada y Coordinadores
de Grupo, la acreditación es individual.
✓ El almuerzo es a la canasta. Para ese momento dispondrán de mesas y
sillas, y también estará funcionando el buffet del Colegio.
✓ Durante la siesta distintas editoriales y librerías estarán exponiendo y
ofreciendo sus productos.
✓ Invitamos a las Parroquias, Movimientos y Pastorales que lleven sus
carteles o banderas identificatorias para decorar el patio del Colegio.
✓ Con la colaboración de los asambleístas en el momento de colecta de la
Santa Misa se cubrirán los gastos de esta Asamblea Arquidiocesana, les
pedimos generosidad.

ORDEN DEL DÍA


❖ 09:00 hs.: ACREDITACIONES
❖ 09:30 hs.: BIENVENIDA / ANIMACIÓN
❖ 10:00 hs.: ORACIÓN INICIAL / ADORACIÓN EUCARÍSTICA
❖ 10:30 hs.: ILUMINACIÓN
❖ 11:00 hs.: 1° TRABAJO GRUPAL
❖ 12:30 hs.: MOMENTO MARIANO
❖ 13:00 hs.: ALMUERZO A LA CANASTA
❖ 13:45 hs.: EXPO TALENTOS
❖ 15:00 hs.: INTERVENCIÓN ARTÍSTICA
❖ 15:30 hs.: 2° TRABAJO GRUPAL
❖ 16:45 hs.: SÍNTESIS DE LA JORNADA
❖ 17:00 hs.: SANTA MISA
1° TRABAJO GRUPAL
1° CONSIGNA:
¿Qué experiencias de sinodalidad has podido vivir y en qué te ha edificado?

2° CONSIGNA:
Leer, revisar y enriquecer la Síntesis Arquidiocesana para el Sínodo

¿Qué nos impide ser activos en la misión? ¿Qué áreas de la misión estamos descuidando?

La Iglesia existe para evangelizar, y cuando perdemos de vista esto, no somos conscientes de
la misión que tenemos como bautizados. No miramos nuestra vida a la Luz del Evangelio: nuestra
vida cotidiana no refleja nuestra vida religiosa. Caemos en la indiferencia, la falta de empatía con
los demás, el no reconocer al otro como un hermano, la soberbia y la falta de amor al prójimo.
Encontramos escaso compromiso por parte de algunos curas. La comunidad por comodidad, no
se interioriza ni tiene el suficiente conocimiento, esperando una iniciativa, un motivador, “alguien
que comience”, argumentando falta de tiempo, miedo a salir de la zona de confort, falta de
motivación interior. El no escuchar al otro y de ser escuchado, el quedarnos en las estructuras
porque ya se hacía así..., de compartir, falta creatividad en la oración, la pereza (consecuencia
del tiempo de pandemia).
Así hemos olvidado el ejemplo de las primeras comunidades cristianas, descuidado a los
enfermos, abuelos, chicos en situación de calle, barrios carenciados, personas solas,
matrimonios en dificultades, jóvenes “sin rumbo” interés y cercanía por quienes pasaron por la
comunidad y hoy son nuestra periferia, etc. Muchos de nuestros jóvenes no encuentran
respuestas ni cabida en nuestra Iglesia. “No siempre damos espacio” al hermano, generamos
competencia, ganas de hacer “carrera”, desconfianza y envidias, pero nos quejamos de que
somos pocos. No somos compasivos entre nosotros.
No hay pertenencia activa, involucrada al grupo, institución, movimiento, lo que nos lleva a tener
una actitud pasiva, estancados, esperando que “alguien” nos sugiera que hacer. A veces las
cuestiones personales influyen en demasía, la falta de sinceridad, poca capacidad de dialogo, la
autorreferencialidad: nos sentirnos solitarios en el compromiso. O somos muy entusiastas al
principio, pero luego declinamos, fallamos, porque nuestro compromiso es con nosotros mismos,
y dejamos de lado a Dios. No tenemos caridad en las observaciones y correcciones necesarias
para el crecimiento espiritual comunitario. El estar muy enfocados en lo propio, en el ambiente
de la familia, de los problemas laborales, económicos, etc. Hay un desánimo, producido o
influenciado por la crisis y falta de testimonio de los pastores.
Una exagerada búsqueda de seguridad en los conocimientos que fundamenten nuestra fe puede
paralizarnos porque nunca nos sentimos preparados para salir a compartir la vida que hemos
recibido. Y carecemos de una adecuada formación litúrgica para celebrar armoniosamente en
comunidad.
Encontramos personas con baja autoestima, espacios súper controlados y vigilados por las
mismas autoridades que llevan años en el poder y no dejan que sean reemplazadas,
creyéndonos que nos lo sabemos todo, nos impide ser activos y generar espacios para replantear
los paradigmas de la misión.
También reconocemos la inconstancia en las obras de caridad, en la participación de las
actividades grupales, y el conformismo. Estamos descuidando el compromiso para el cual hemos
sido llamados. Como Iglesia nos hemos cerrado mucho, primando el egoísmo, el ocupar los
primeros asientos, el aislamiento, el no ser abiertos para que participen todos, la falta de interés,
el poco sentido de pertenencia de los vecinos, docentes del colegio, y el clericalismo (tener
sacerdote pero no contar con ellos por la falta de tiempo, porque se apropian de los templos y
no dejan una sana libertad a los fieles y por no confiar en la comunidad), son cosas que nos
impiden ser activos en la misión. Hay desgano, desinterés, desilusión, enojos de maltratos
pasados.
Otra cosa que entorpece es hacer de la Institución el propio “kiosquito”, o caer en un
aburguesamiento. Las estructuras mentales, los prejuicios ideológicos, la dureza de corazón, el
no ocuparnos por las familias que nos rodean, con sus jóvenes y niños, en sus realidades más
diversas, con nuestra ayuda material, legal, promoción social, tiempo, contactos, conocimientos,
etc.
Las áreas que se están descuidando son: el testimonio, la formación espiritual, el
acompañamiento espiritual. Sino existe un encuentro personal con Jesús vivo y amigo, la misión
se convierte en un compromiso, en un “deber” y no es fruto de un deseo de comunicar la alegría.
Hemos perdido la capacidad para leer los signos de los tiempos, discernir el camino para una
pastoral encarnada. Nuestro lenguaje no deja sentir un Dios Misericordioso, cercano, y nuestros
gestos carecen de actitudes fraternas.
Advertimos falta de claridad en los objetivos de la Iglesia. Y ello se traduce en una ausente
proyección social de la parroquia en áreas de vulnerabilidad: suicidio, consumo de sustancias,
por ejemplo. Constatamos también que no contamos con los recursos económicos suficientes,
que impiden cubrir las grandes extensiones territoriales de las parroquias, con el tiempo y
movilidad adecuados. La asistencia a los más necesitados se la dejamos al estado y reciben muy
poco de la Iglesia. No disponemos de medios y conocimiento para las necesidades que van
emergiendo en los diferentes contextos (ayudar a las víctimas de violencia, adicciones, género,
diversidad sexual, trabajadores golondrinas hermanos con discapacidad mental y/o física, con
pobreza material o falta de trabajo, etc. Existe una brecha generacional por la cual muchas veces
los miembros de las comunidades se auto excluyen y no se crean nuevos espacios. Es necesario
una conversión pastoral.
Respecto a la Interculturalidad: No hay un claro lineamiento pastoral que nos promueva un
acercamiento y reconocimiento de hermanos de otras culturas que comparten la jurisdicción
parroquial. “La fe se hace cultura y agrega nuevos rostros a la familia de los hijos de Dios”
(Monseñor Jorge Lozano).
¿Qué facilita e impide la escucha, el expresarnos libremente y dialogar en nuestra iglesia?

La oración nos adentra en la comunión con el Padre, aquel que está siempre dispuesto a
escucharnos y entrar en diálogo con nosotros sin ninguna condición. Como Iglesia de San Juan
estamos convencidos de que la oración es crucial, ya que estar en comunión con el Padre, nos
lleva a estar con el hermano.
Jesús, transcurre su vida escuchando y aprendiendo de la gente de su pueblo, no juzga
situaciones de vida, pero sí invita a la conversión de los pecadores con un lenguaje sencillo.
Tomando como modelo a Jesús e invocando al Espíritu Santo para que nos asista con su luz y
con su fuerza, reflexionamos sobre los tres puntos de esta pregunta:

Escucha
La actitud para la escucha de los sacerdotes y laicos comprometidos es muy importante para dar
testimonio y ser fuentes de acogida de aquellas personas más alejadas de la Iglesia. La escucha
debe derivar consecuentemente en una acción: si luego de la escucha no hay una acción
adecuada, los efectos pueden ser aún más nocivos.
Facilita la escucha, la disposición a través del silencio, prudencia, acompañamiento y
comprensión. Es necesario ser empáticos y humildes, reconocer la existencia del otro,
interesarnos por sus inquietudes, necesidades, alegrías, tristezas; estar atentos a lo que tiene
para decir. Jesús nos habla a través de nuestros hermanos, por eso nuestra actitud debe ser de
apertura de corazón ante las necesidades de aquél que tenemos al lado. Poner en oración y
guardar como un tesoro aquello que se nos confió.
El egoísmo, la soberbia, la falta de empatía, nos hacen creer los “dueños de la verdad absoluta”
impidiendo a otros emitir su opinión. Esta actitud cierra espacios para abrazar, contener y hacer
nuestro el sufrimiento y necesidades de las minorías, de los excluidos. El etiquetado basado en
los prejuicios y estereotipos, empuja al hermano hacia un abismo de soledad y marginalidad
creando un resentimiento difícil de sobrellevar.
Por otro lado, debemos conocer la realidad de los hermanos, y no dar por supuesto que la misma
está bien, esto nos lleva a salir de nuestra zona de confort, y, por consiguiente, dedicar tiempo y
esfuerzo para, en primer lugar, propiciar espacios de escucha y luego atender dicha realidad. En
muchos casos, se priorizan espacios personales en lugar del hermano con un falso discurso de
que nos importa el otro, pero en realidad no. Este tiempo de vuelta a la presencialidad es un
ámbito propicio para disponerse con alegría al hermano que está deseoso de ser escuchado,
luego de tanto aislamiento.
Es necesario acercarnos independientemente de si existen diferencias en los pensamientos y
opiniones, siendo tolerantes, sin juzgar más allá de la situación o lógica de vida que esté llevando
la otra persona. Además, aceptar que siempre podemos aprender algo de ella. Estamos tan
acostumbrados y abrumados por un mundo donde predomina el ruido, que muchas veces es
difícil hacer silencio y escuchar nuestra propia voz interior.
Expresarnos libremente
Actualmente, es un fuerte desafío para los cristianos poder expresarnos libremente en un mundo
claramente secularizado, que desacredita constantemente lo religioso. Ante esto, no debemos
temer proclamar la Verdad del Evangelio.
Tanto en ámbitos de la Iglesia como fuera de ella surge como una barrera el temor al “qué dirán”
o la comodidad de “dejar las cosas como están”, ya sea por desconfianza en nosotros mismos,
prejuicios que se le cargan al otro o por la cerrazón de quienes están del otro lado.

Diálogo
Es necesario generar espacios de diálogo, tanto a nivel de comunidad eclesial, en sus diferentes
dimensiones (grupal, diocesana, episcopal, etc.), como con aquellos que no forman parte de ella.
Dialogar, organizar y acordar son las claves para trabajar juntos. Para entrar en diálogo, en
primer lugar, es necesario que adoptemos una actitud de escucha activa y respetuosa.
Es muy importante utilizar un lenguaje claro y sencillo con un espíritu fraterno, al modo de Jesús.
El lenguaje del amor señala el pecado, pero abraza al pecador. La inmediatez en la que estamos
sumergidos, no debe influirnos al momento de destinar el tiempo que sea necesario a estos
espacios de conversación, sin que esto signifique entrar en redundancias innecesarias.
El diálogo se empobrece con la falta de empatía al entrar en contacto con el otro, cuando
prevalece el individualismo y los prejuicios. Se hace casi imposible cuando hay confrontación, el
llevar “la contra” constantemente y la búsqueda de intentar convencer al otro. Se hace muy
necesaria la humildad para escucharnos, reconocer nuestros errores, aceptar el intercambio de
ideas, y más aún cuando no coincidimos.
Hemos observado algunos desencuentros generacionales, envidias y celos que entorpecen la
fluidez del diálogo. La ausencia de espacios de encuentro vivenciales trae consigo la falta de
sentido de pertenencia, y nos hace caer en la crítica. Todo ello dificulta involucrarnos con los
demás. Es necesario sentirnos comunidad para trabajar en equipo.
El clericalismo propiamente de los sacerdotes, así como de laicos que ocupamos cargos
jerárquicos, impide o desmotiva al resto de la comunidad, que queda relegada muchas veces
para solo acatar decisiones y ejecutarlas. Asimismo, es necesario ser dóciles a las sugerencias
y guía de nuestros líderes. Advertimos que, algunos de los que llevan más tiempo, muestran más
resistencia y miedo al cambio, lo que requiere nuevas estructuras de pensamiento.
La formación permanente en temas teológicos y humanos es un desafío a tener en cuenta por
todos los cristianos para tener un verdadero “intercambio de pensamientos”. En este sentido, hoy
dentro de la misma Iglesia existen diferentes opiniones respecto de temas esenciales en los que
deberíamos coincidir.
Los medios de comunicación y las redes sociales aparecen como facilitadores de la interacción
entre las personas. Sin embargo, limitarnos a ellos es perjudicial para personas de edad
avanzada y aquellos que por algún motivo no tienen acceso a internet y se corre el riesgo de
dejarlos fuera. El desafío es pasar del individualismo de las redes sociales a la comunidad
eclesial. En este contexto de pandemia, el miedo a juntarnos dificultó entablar diálogos
profundos.
¿Qué métodos y procedimientos utilizamos para la toma de decisiones a la luz del
Evangelio?

Una decisión se toma en base a información: el mejor método es dar a conocer a Cristo por
medio del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia.
En la vida diaria de los fieles, pocas decisiones se toman a la luz de La Palabra. Debemos
esforzarnos y mejorar en meditar con el Evangelio de modo personal, familiar y comunitario.
Algo estratégico y simple es preguntarnos: ¿Qué haría Jesús hoy en nuestro lugar y con los
recursos de esta época?
En los encuentros y actividades de las parroquias, movimientos, y grupos de la Iglesia diocesana,
buscamos discernir con oración, adoración, meditación de la Palabra, diálogo, escucha, para
luego decidir.
Una forma de trabajo que se ha instalado en los últimos años y se está consolidando, es el trabajo
en forma horizontal, en equipos o comisiones que se relacionan, articulan y sostienen entre sí,
lo que resulta más flexible y facilita la adaptación de las estructuras a la realidad. En este marco
de “trabajo horizontal” se fomenta la integración de más miembros de la Iglesia y de la sociedad
en general, pudiendo todos aportar sin necesidad de estar específicamente comprometidos con
una labor concreta.
Muchas veces, la toma de decisiones las realizamos a través de procesos racionales,
planificados, estratégicos, perdiendo de vista el aspecto espiritual. Es preciso buscar más
espacios de profunda oración y encuentro con el Señor que nos permitan involucrarnos
plenamente en el Misterio y, desde la pausa y el silencio, escuchar la voz de Dios.
Decidimos y planificamos pensando en lo mejor para la Iglesia, sin escuchar la voz de Dios en la
voz del pueblo. Participamos de actividades y espacios diocesanos como pastorales, asambleas,
encuentros para abordar temas específicos o acciones concretas. Nos falta la escucha de lo que
nuestra Iglesia está necesitando. Como diría Mons. Angelelli: Tener un oído en el pueblo y otro
en el evangelio.
Poner a Dios en primer lugar obrando según sus enseñanzas por difícil que sea la situación. Para
esto es necesaria la confianza en Dios y en el Evangelio. Orar con su Palabra, adorarlo en el
Santísimo Sacramento, pedir a nuestra Madre en el Santo Rosario. Encontrarnos con el Señor
sobre todo en los más necesitados y acompañar al sacerdote en la toma de decisiones más
convenientes para nuestra comunidad.
Es cierto que a veces las decisiones son tomadas por las mismas personas y por lo tanto no hay
apertura ni sinodalidad. También es una realidad que hay estructuras caducas que no cumplen
la función como corresponde, no utilizan ningún método ni procedimiento, ni se pide la opinión,
ni visión de la realidad eclesial.
Por eso es necesario que trabajemos para construir un diálogo fraterno, sin malicia ni
resentimientos. Estimular la participación, respetando el bagaje cultural, familiar y de
conocimientos que trae cada uno.
El hacer silencio en el corazón y en la vida permite escuchar aquellos que más nos necesitan,
que necesitan expresar su dolor, su angustia y sobre todo expresar su verdad. La luz del
Evangelio siempre tiene que ser una ayuda diaria en nuestra vida cotidiana, tiene que ser nuestro
sostén. La Buena Nueva de Jesús, nos da la fortaleza necesaria para poder llegar a aquellas
personas que más nos necesitan; su escucha, su entrega diaria y sobre todo su amor
incondicional tiene que ser nuestro método y procedimiento para poder llegar a todos, para poder
llegar a ser “la sal y la luz del mundo” que tantos anhelamos y necesitamos.
El encuentro, nos permite escucharnos, mirarnos, dialogar, lograr el entendimiento. Muchos
grupos se reúnen, plantean la situación y deciden según el parecer común de sus miembros;
cada uno expresa lo que piensa y se busca un consenso. La toma de decisiones varía de acuerdo
a las temáticas en torno a las cuáles se toman dichas decisiones. La vida parroquial, en general,
tiene las características de una comunidad que trabaja de modo integrado entre el párroco y los
miembros de dicha comunidad; es decir, los grupos tienen autonomía en su gestión interna, a la
vez ésta que se encuentra ligada a las metas y objetivos tanto particulares, propio de su carisma,
como general en virtud del funcionamiento parroquial.
Se consulta todo con el sacerdote ya que se depende mucho de ellos. En muchas comunidades
se trata de vivir la corrección fraterna como nos enseña Jesús en la Palabra y acudir al Santísimo
para interceder por las decisiones que debemos tomar. Sin subestimar cada paso y sobre todo
con paciencia frente a las respuestas y los tiempos de Dios.
La pandemia y el aislamiento nos llevaron a reinventarnos en los métodos de Evangelización, el
uso de la tecnología fue una red virtual que mantuvo nuestra Iglesia en oración.
2° TRABAJO GRUPAL
CONSIGNA:
Después de la experiencia de pandemia, y teniendo en cuenta el espíritu
sinodal, ¿cómo abordar y aplicar estas líneas en nuestras comunidades?

LÍNEAS DE ACCIÓN PASTORAL


Desde la Asamblea Arquidiocesana de Pastoral 2021

1º Eje Pastoral - NUESTRO ENCUENTRO CON JESUCRISTO VIVO

1º Organizar la formación de los agentes pastorales en cada comunidad.


2º Crecer en nuestra vida espiritual en comunidad.
3º Conocer y celebrar a Jesucristo escuchando su Palabra en comunidad.
4º Promover espacios de Adoración personal y comunitaria.
5º Reconocer que la comunidad es el lugar del encuentro con Jesucristo.

2º Eje Pastoral - NUESTRA COMUNIÓN DIOCESANA Y COMUNITARIA


1º Estar abiertos a la participación de todos, caminar juntos.
2º Transformar los espacios eclesiales en lugares de escucha y apoyo.
3º Tener conciencia de misión, en sintonía con la realidad diocesana.
4º Estar atentos para acompañar en situaciones de dolor.
5º Ser signos creíbles del Reino de Dios.

3º Eje Pastoral - UNA IGLESIA CERCANA Y MISIONERA


1º Ser una Iglesia en salida para que Jesús llegue a todos.
2º Proponer creativamente nuevas ideas y formas de evangelizar.
3º Realizar acciones pastorales que fortalezcan la vida de Iglesia en el hogar.
4º Convertirnos pastoralmente: reinventarnos para servir.
5º Buscar, recibir e integrar las periferias territoriales y existenciales.
Oración al Espíritu Santo
Propuesta por el Papa Francisco pidiendo por el Sínodo

Ven, Espíritu Santo.


Tú que suscitas lenguas nuevas
y pones en los labios palabras de vida,
líbranos de convertirnos
en una Iglesia de museo,
hermosa pero muda,
con mucho pasado y poco futuro.
Ven en medio nuestro,
para que en la experiencia sinodal
no nos dejemos abrumar por el desencanto,
no diluyamos la profecía,
no terminemos por reducirlo todo
a discusiones estériles.
Ven, Espíritu de amor,
dispón nuestros corazones a la escucha.
Ven, Espíritu de santidad,
renueva al santo Pueblo de Dios.
Ven, Espíritu creador,
renueva la faz de la tierra.
Amén.

Consejo Pastoral Arquidiocesano


consejopastoralsj@gmail.com

También podría gustarte