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Pentecostés

TIEMPOS DE
COSECHA

LUIS ZABALETA
Pentecostés

TIEMPOS DE
COSECHA
LUIS ZABALETA
© Luis Zabaleta

Este libro digital está disponible para el uso en las iglesias


locales. Úselo y distribúyalo de manera gratuita.

Luis Zabaleta
IDEC, Ixcán
Pentecostés, 28 de mayo de 2023
“…Pues yo os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos,
porque ya están listos para la siega.” Juan 4:35
PRÓLOGO
Las fiestas tienen propósitos importantes para
cualquier comunidad que desea prevalecer con el
paso de los años. Por ejemplo, la fiesta de
Pentecostés recordaba al pueblo judío que Dios
había dado una cosecha abundante. Esto reflejaba
los cuidados divinos, a través de su provisión
alimenticia.
Las cosechas son motivos de fiesta, de
celebración. Es la meta que recompensa el trabajo
duro. Las familias y comunidades alrededor de la
cosecha fortalecían sus lazos de identidad. La
cosecha es importante para la iglesia de hoy,
seguimos en pentecostés, es tiempo de cosecha.
En este análisis bíblico de algunas narraciones
del libro de Los Hechos, se describe el significado de
Pentecostés en tiempos antiguos y actuales. En el
sentido espiritual, es el llamado de la iglesia a
levantar la cosecha. Es un recordatorio de lo que
realmente importa, la Misión. Muchos obreros,
actividad angélica, el Espíritu Santo en acción y una
iglesia empoderada movilizándose en un mismo
propósito.
INTRODUCCIÓN
Este libro virtual contiene algunos sermones
predicados dentro de la comunidad de fe en los
últimos años. Es en la comunidad de fe, donde se
abre y lee la Sagrada Escritura; es allí donde el
Espíritu permite una correcta interpretación de la
misma. Los pentecostales van haciendo una teología
en el camino, mientras avanzan en la misión.
Es así como en las narraciones lucanas se
construyó la fe pentecostal, esa doctrina importante
para la iglesia de hoy. En los siguientes capítulos se
abordan interesantes temas del libro de los Hechos
de los Apóstoles; los cuales despertarán interés por
la lectura doctrinal de estas fascinantes narraciones.
El acercamiento al libro de los Hechos debe
motivar en la iglesia actual un deseo a volver a sus
raíces originales de la iglesia primera; aquella que
era cristiana. Por lo tanto, analizar el significado de
Pentecostés ayudará a avanzar en el análisis de los
temas posteriores.
El desafío es que, en vísperas de la celebración
del Día de Pentecostés, podamos disfrutar de nuestra
fe y vivirla de nuevo. Recordando que los campos
están listos, los obreros son pocos y el Señor viene
pronto por su iglesia. En sentido de premura, lea
cada capítulo con entusiasmo por ser Lleno de
nuevo.
CAPÍTULO 1

LA FIESTA DE PENTECOSTÉS

“Cuando llegó el día de Pentecostés, todos ellos estaban


juntos y en el mismo lugar” (Hechos 2:1).

La fiesta de pentecostés es una celebración


cristiana que tiene sus bases en hechos históricos,
bíblicos y doctrinales. Cuando analizamos estos
hechos, encontramos fundamentos a nuestra
identidad; se refuerza nuestra fe y dependencia del
Espíritu Santo para hacer la misión en estos tiempos
oportunos para la misión.

Pentecostés en las narraciones bíblicas


El trasfondo histórico y cultural de la fiesta de
Pentecostés, permite hacer la comparación entre el
pueblo de Israel y la Iglesia de Dios. Esta fiesta
identifica la realidad de un pueblo escogido que
avanza en el Poder del Espíritu Santo hacia una
misión universal.
Pentecostés fue una de las fiestas importantes
en la tradición judía del Antiguo Testamento (Éxodo
23:14-17). Llamada en el Antiguo Testamento como
la Fiesta de las Siete Semanas. Esta era una fiesta
agrícola; que iniciaba el primer domingo después de
la Pascua, con una celebración llamada Fiesta de Las
Primicias (ambas fiestas eran parte de una misma
fiesta). Donde se recogía la primicia de la cosecha;
cincuenta días después se presentaba el fruto de la
cosecha. Así que, la Fiesta de las Siete Semanas
consistía en la celebración de la recolección de la
cosecha de trigo u otro cultivo, era un día de
regocijo y de acción de gracias en el que se ofrecía el
producto de la tierra en el día cincuenta.
En el Nuevo Testamento estas sombras antiguas
(como lo describe Hebreos 8:5), tendrían su
cumplimiento final. Aquella fiesta llamada de Las
Siete Semanas, era conocida en el tiempo de Jesús
por su palabra griega Pentecostés (quincuagésimo).
El advenimiento o llegada del Espíritu Santo
fue en un día de Pentecostés; cincuenta días después
de la Pascua, evento en el que tuvo lugar la
crucifixión y muerte de Jesús (Mateo 26:1-2).
Evento seguido a la muerte de Jesús; su gloriosa
Resurrección, que tuvo lugar el primer domingo
después de la Pascua en la Fiesta de las primicias,
indicando que Jesús es la primicia de los resucitados
(1 Corintios 15:20).
A partir de allí, aquella fiesta agrícola antigua,
donde recogían los granos básicos como trigo y
cebada, tomaría un significado misional. Durante
todos esos días el Cristo Resucitado apareció a sus
discípulos y a muchos de sus seguidores (1 Corintios
15:3). Su ascenso al cielo sucedió 40 días luego de
haber resucitado. Para que, en ese Aposento Alto, los
discípulos estuvieran expectantes a la Promesa del
Padre, la cual Jesús les había anunciado en Hechos
1:8. En el día cincuenta, el día de Pentecostés, los
discípulos fueron llenos del Espíritu Santos (Hechos
2.1-13).
Como un símbolo, el día de Pentecostés
representa el Kairós de Dios. Fue el día escogido por
Dios para afirmar que el tiempo de la cosecha había
llegado. El día de Pentecostés no ha terminado,
hasta que Cristo regrese por su iglesia. Estamos en el
tiempo de la cosecha, estamos en una fiesta que nos
recuerda que Dios nos ha permitido salvar los
campos.
La fiesta de pentecostés en la narración bíblica
ha tenido un profundo significado. Para la iglesia ha
sido el inicio de su expansión en todo el mundo y el
progreso de su misión; es el tiempo del Israel de
Dios (Gálatas 6:16), la iglesia de Cristo.

La narración doctrinal del Pentecostés


Para el lector pentecostal, en la fiesta de
Pentecostés se cumple la promesa del Padre: El
Espíritu Santo fue derramado sobre toda carne (Joel
2:28; Ezequiel 39:28-29, Hechos 1:4). Fueron llenos
todos los que estaban reunidos en aquella casa; de
esto Pedro dirá que, dicha Promesa de Dios es para
todos los que creen (Hechos 2:39).
Cuando sobre los creyentes vino La Promesa,
todos recibieron capacidades sobrenaturales para
hacer inteligible el mensaje del Evangelio. El Espíritu
Santo les dio capacidad de hablar en otros idiomas
las maravillas de Dios y en todas partes (Hechos 2:4,
Hechos 1:8). No es simplemente hablar un lenguaje
extraño; sino ser capacitados con el poder
kerigmático. La gente llena de ese poder, no puede
dejar de testificar de Cristo.
Así fue como aquellos discípulos que recibieron
el Espíritu Santo, recibieron poder para realizar la
misión (Hechos 2:8-11). El poder de Dios derramado
sobre sus vidas, fue necesario interpretarlo como
aquel mismo poder que reposó en Moisés, Elías,
Eliseo, David. Por supuesto, el mismo poder con el
que Jesús ministró durante su ministerio terrenal.
Ese era el poder que descendió sobre la primera
iglesia y sobre los demás que se fueron agregando.
De esta manera inicio la expansión de la iglesia
por todo el mundo (Marcos 16:19-20, Hechos 2:11).
La Promesa del Padre fue dada también a las nuevas
iglesias; en Samaria (Hechos 8), le fue dado a ex
perseguidores de la iglesia, como Pablo (Hechos 9);
entre los gentiles, como Cornelio y su casa (Hechos
10). Hasta llegar a lo último de la tierra, como Éfeso
(Hechos 19); y, Guatemala en 1932.
Las narraciones de la fiesta de Pentecostés, nos
recuerdan que el Espíritu Santo ha estado
acompañando a su iglesia. En estos tiempos de
grandes oportunidades para la misión, sigue
acompañándola dándole poder y capacidades para
seguir haciendo la misión a través de milagros y
señales, recogiendo la cosecha de personas.
Hoy más que nunca, Pentecostés tiene mucho
significado para la iglesia contemporánea. El
pentecostalismo, es el movimiento que nació y se
desarrolló en el seno de la iglesia cristiana; el cual
ha interpretado la doctrina del Bautismo con el
Espíritu Santo como una experiencia distinta y
posterior a la conversión y santificación. Dicha
experiencia tiene como propósito de investir de
poder a los creyentes para hacer la obra de Cristo en
el mundo, con la evidencia de hablar en otras
lenguas (glosolalia o xenolalia) como el Espíritu
dirija a la persona; para ser Testigos de Cristo
predicando el Evangelio de poder en todas las
naciones.
CAPÍTULO 2

LA PROMESA DEL PADRE

“Sabed que yo os enviaré la promesa de mi Padre, pero


quedaos en Jerusalén hasta que seáis investidos del
poder que viene desde lo alto” (Lucas 24:49).

La Promesa del Padre, es un concepto bíblico-


teológico que describe la conexión de la iglesia con
Dios, por medio del Espíritu Santo. Es el Espíritu
quien lidera a la iglesia, la empodera y envía a
cumplir con el propósito salvífico del Señor.
Fue Lucas, quien inspirado por el Espíritu Santo
aportó una obra narrativa-doctrinal de alto valor.
Para entender hoy el maravilloso ministerio del
Espíritu Santo como guía de su Iglesia. Es
importante hablar algunos detalles de Lucas como
autor sagrado.
Lucas utilizó las narraciones, como una técnica
didáctica o doctrinal. Así lo hizo Jesús y los
hagiógrafos (escritores sagrados) del Antiguo
Testamento.
Este escritor sagrado, llegó a la categoría de
teólogo por el peso de sus contribuciones al
entendimiento de la iglesia y su misión. Su obra no
es un subproducto adicional a los escritos paulinos.
Con un estilo y método distinto al de Pablo, Juan o
Pedro, su obra es fuente de doctrina cristiana;
fundamental para la fe pentecostal.
La literatura Lucana (Lucas y Hechos) es base
para la pneumatología cristiana. Es aquí donde nos
conectamos con el concepto de “Promesa del Padre”;
es decir, la doctrina del Bautismo en el Espíritu
Santo, que hoy día hemos afinado y analizado de
mejor manera.
La Promesa del Padre es real, necesaria y
posible para la iglesia contemporánea. Consideremos
la narración de Hechos 1:1-11, para extraer un
significado simple y profundo de la Promesa del
Padre.

La Promesa del Padre es una investidura


Lucas se maravillaba del carisma con el que los
líderes antiguos del pueblo israelita habían servido a
Dios. Recordaba a Moisés, a David, a Elías; pero
ahora no puede evitar mirar en Jesús al Ungido; y, a
su iglesia como la ungida.
Así, utiliza el término “investidura”, para
señalar aquella distinción que representaba ser
portador de la unción poderosa de Dios. Lucas
recuerda las Palabras de Jesús, quien dijo: “He aquí,
yo enviaré la Promesa del Padre sobre vosotros; pero
quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que
seáis investidos de poder desde lo alto” (Luc. 24:49).
La Promesa del Padre está asociada con la
investidura de poder, que vendría después sobre
aquellos creyentes testigos del Cristo Resucitado. Por
supuesto, que la misma promesa es para todos los
creyentes de todos los tiempos y de todos los
lugares. Esta promesa es el poder de Dios: “… pero
recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el
Espíritu Santo…” (Hech. 1:8).
Ciertamente, el dunamis (término griego que
significa poder) de Dios vendría sobre los discípulos,
quienes tendrían el mismo poder de Cristo para
predicar, enseñar, hacer milagros y liberar con
autoridad (Hech. 1:1). Una vez los discípulos
recibieron esta promesa del Padre, pudieron predicar
el Evangelio de modo poderoso, la gente se
convertía y la iglesia prosperaba en su crecimiento
numérico (un efecto de este poder). La autoridad de
Dios en su iglesia, hace que ella sea respetada y
reconocida por la sociedad. Lucas señala un
resultado de este poder: “Entonces las iglesias tenían
paz por toda Judea, Galilea y Samaria; y eran
edificadas, andando en el temor del Señor, y se
acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo”
(Hech. 9:31).
Como ejemplo, la Iglesia de Dios Evangelio
Completo de Guatemala, es reconocida por su
crecimiento significativo en Guatemala y el mundo.
Solo en Guatemala, cuenta con más de 5 mil
ministros, 3,500 iglesias organizadas y más de 500
iglesias en proceso de consolidación. Esto representa
la marca de respaldo del Espíritu que la ha
empoderado. Pasados más de 91 años de historia,
cuando por primera vez se derramó el Espíritu Santo
en nuestras tierras, seguimos avanzando impulsados
por la Promesa del Padre que nos da la seguridad de
éxito ante toda adversidad.

La Promesa del Padre enfoca a la iglesia a


ser cristocéntrica
El mensaje de Lucas en su obra (Lucas-Hechos)
se puede resumir en: El Señor Jesús y su poderosa
Iglesia. Dos libros que enfatizan a Jesús lleno del
Espíritu Santo, quien cumplió con su misión
redentora. Conectado a este mensaje, Lucas agrega
la historia de una Iglesia llena de Poder que
proclamó en el mundo el Evangelio de Jesucristo.
Aquella confusión nacionalista del pueblo de Israel,
de un gobierno local, fue sustituido por la historia de
una iglesia poderosa que incursionó en todas las
esferas de la sociedad: arte, economía, política,
familia, religión, educación y las fiestas populares.
Siendo la literatura lucana, un pilar importante
de la fe pentecostal, encontramos en dicha literatura
un énfasis cristológico, que se puede resumir en la
Doctrina del Evangelio Completo. Esta doctrina
cristológica, enseña que: Jesús es el Salvador (Luc.
1:31-33; Hechos 2:38). Jesús es el Sanador (Luc.
5:20; Hechos 3:1-10). Jesús es el Santificador (Lc.
24:32; Hech. 5:1; 19:1). Jesús es el Bautizador (Lc.
3:16; Hech. 2:33). Jesús es el Rey que viene pronto
(Hech. 1:11).
Jesús dijo a sus discípulos que cuando
recibieran el poder de Dios prometido por el Padre,
ellos se convertirían en sus “testigos”. Es obvio en el
sermón cristológico de Pedro proclamado en Hechos
2:14-36; la oración cristológica de la iglesia narrada
en Hechos 4:23-31; la motivación poderosa de
Esteban expuesta en Hechos 7:56, etc.
La Iglesia de Dios Evangelio Completo de
Guatemala, luego de 91 años de ministerio,
seguimos proclamando el mensaje sencillo del
Evangelio de Jesucristo. Un mensaje que transforma
al individuo y a la sociedad. Este mensaje nos hace
una iglesia paramoderna que nunca pasa de moda.
Una iglesia que proclama el evangelio a todos.
Dios cumplió su promesa aquí, el 13 de abril de
1932. Desde entonces la iglesia pentecostal, fue
investida para proclamar a Jesús como el Señor. Se
ha convertido en el movimiento con más avance
misionero y en inspiración para muchas otras
congregaciones de otras confesiones.

La Promesa del Padre hace a la iglesia la


fuerza misionera
A diferencia de lo que muchos críticos piensan;
el movimiento pentecostal es la fuerza misionera. El
propósito de la unción es la misión. La misión es un
mandato del Señor, no es opcional; la Promesa del
Padre se hace necesaria para ser obedientes a Dios.
Jesús dijo: “… y me seréis testigos en Jerusalén,
en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la
tierra” (1:8). La iglesia Pentecostal ha recibido la
Promesa para ser testigos. La iglesia estaría en
peligro de desobedecer, si no fuera por el poder de
Dios que la ha capacitado.
Ser testigos, es ser “mártires”. Un mártir es
aquel que está dispuesto a compartir el Evangelio
hasta las últimas consecuencias. Las amenazas de
muerte, las pandemias, las guerras, son vientos que
avivan el fervor misionero de la iglesia llena del
poder de Dios. Nada detiene a una iglesia llena del
poder de lo alto; pues la unción inspira la misión.
El programa que presenta Lucas como
paradigma, indica esa fuerza centrípeta, que impulsa
a la iglesia hacia afuera. Una iglesia ensimismada, es
el resultado de apagar el fuego del Espíritu. Así,
Jesús establece el programa misionero diciendo:
• En Jerusalén (Hech. 1-7)
• En Judea (Hech. 5:16; 8:1)
• En Samaria (8:5-25)
• Hasta lo último de la tierra (Hech. 8:26-40…)

Este es el programa de la iglesia. Dios la aviva


con su Espíritu para iniciar una obra poderosa que
será base para su alcance global.
Por ejemplo, como Iglesia de Dios E. C. de
Guatemala, nacimos en Totonicapán; desde allí
crecimos a todo el país. Luego salimos para los
países vecinos. Hoy tenemos misioneros en muchos
lugares y soñamos con tener en todos los
continentes habitables, enviados desde Guatemala,
con dinero guatemalteco. Cada mes, celebramos un
culto misionero donde ofrendamos y oramos por los
que se han ido al campo misionero. Nos proponemos
seguir plantando iglesias donde no hay un centro de
predicación y oración. Afectamos a múltiples
generaciones de niños, adolescentes, jóvenes y
adultos. Somos una iglesia que siempre se está
renovando y no carecemos de relevos en el
liderazgo, el cual está siempre capacitándose.
La Promesa del Padre es real. Jesús dijo que
esta Promesa, era un Don que nos llenaría de poder.
Dios cumple sus promesas. Una iglesia llena del
Espíritu, es fácil reconocerla por su investidura de
poder.
Cuando hemos recibido la promesa, tenemos un
enfoque Cristocéntrico. Cristo está en todo lo que
creemos y hacemos. Una iglesia que tiene la
promesa del Padre, proclama que Jesús es Salvador,
Sanador, Santificador, Bautizador y el Rey que viene
pronto; Jesús es todo.
Así que, al recibir la Promesa del Padre nos
concentramos en obedecer el mandato misionero de
Cristo. Tendremos ánimo por llevar el mensaje de
salvación a todo el mundo, sabiendo que este
mensaje es para todas las personas y para toda la
persona. Nuestro dinero tendrá un uso correcto en la
misión; nuestras prácticas tendrán el propósito de
adorar a Dios con nuestra obediencia misionera.
Cada creyente, puede ser “Lleno del Espíritu” hoy;
porque es la promesa del Padre; y, Dios cumple sus
promesas.
CAPÍTULO 3

LA IGLESIA PENTECOSTAL

“De repente vino del cielo un estruendo, como el de un


viento recio, y llenó toda la casa donde estaban
reunidos” (Hechos 2:2).

Resultaría muy complejo definir con justicia a


la Iglesia Pentecostal; pero una descripción simple
puede ayudar a identificar su significado. La Iglesia
Pe n t e c o s t a l , e s u n m o v i m i e n t o e s p i r i t u a l
“paramoderno”; que siempre tendrá el mensaje
fresco del Evangelio en cada época, en cada
generación. Así, una iglesia pentecostal siempre está
a la moda, pues, su mensaje siempre es pertinente.
Es una iglesia trans histórica y trans generacional.
Refiriendo algunos datos históricos del
movimiento Pentecostal moderno; las sociedades
humanas siempre han sufrido las crisis de la
injusticia generalizada, consecuencia de la condición
humana que busca independizarse de Dios y ser su
propio “dios”. A finales del siglo XIX, la condición
humana había llegado a sus límites de secularidad,
producto del modernismo filosófico generalizado en
la sociedad dominante del primer mundo. La iglesia
reaccionó ante esta crisis, lo cual llevó a formar
comunidades que buscaban aferrarse a su fe
heredada de los grandes movimientos reformados;
surgieron los grandes movimientos de santidad y de
sanidad, en los siglos XVIII y XIX, así como el
movimiento fundamentalista.
Ante estos esfuerzos humanos de la iglesia,
Dios tuvo misericordia de ella; y le dio una
investidura de poder que la avivó, para continuar
con sus fines establecidos. Así fue como surgieron
los grandes movimientos del Espíritu en todo el
mundo, de manera simultánea. Centroamérica,
Sudamérica, Norteamérica, África, Asia y en todos
los confines de la tierra, se inició un boom espiritual
que volvió a posicionar a la iglesia en sus
fundamentos correctos.
Para entender esta explosión espiritual,
necesitamos tener un acercamiento bíblico al
conjunto de condiciones que permiten un mover del
Espíritu libre dentro de la iglesia. Siendo el
movimiento pentecostal el grupo mayoritario dentro
del cristianismo actual, llegando a ser en la
actualidad más de 600 millones en todo el mundo y
teniendo una proyección para el 2025 de llegar a ser
casi los mil millones, el movimiento pentecostal
debe ser escuchado por toda la iglesia evangélica
que busca una renovación dentro de sus estructuras
eclesiásticas.
El Dr. Roger Stronstad, en su libro La Teología
Carismática de Lucas, hace un análisis cuidadoso de
los escritos de San Lucas, El Evangelio de Lucas y el
Libro de Los Hechos de los Apóstoles. Sus
conclusiones son que Lucas, siendo un teólogo
inspirado por el Espíritu, al nivel de Pablo y otros,
escribió narraciones que deben ser tomadas por la
iglesia como doctrinas para el funcionamiento
óptimo de la iglesia actual.
Pero, ya desde mucho antes que el Dr. Stronstad
llegara a estas conclusiones, los pentecostales habían
tenido fascinación por la literatura lucana, la cual
nos parece complementaria a toda la doctrina
paulina, juanina o pedrina. Encontramos en la
intención de Lucas, narraciones “episódicas”, que se
vuelven “paradigmáticas, programáticas y
tipológicas” (como señala Stronstad); las cuales
pueden dar sentido a las experiencias de Dios que
vivió la iglesia en todos los tiempos.

Las condiciones previas a los fenómenos de


Pentecostés (Hechos 1).
En la descripción lucana de aquel momento de
espera de la Promesa, encontramos en la narración
algunos detalles interesantes.
Primero, está presente una comunidad de
testigos de la resurrección de Cristo. Así hasta
nuestros días, el Espíritu se mueve en medio de
aquellos que han tenido un encuentro con el Cristo
Resucitado (vv. 4-9).
Segundo, aquella comunidad fueron testigos
del anuncio angélico. El mensaje anunciaba una
noticia esperanzadora; un segundo retorno de
Jesucristo a la tierra (vv. 10-11). Asimismo, hoy la
iglesia llena del Espíritu trabaja viendo el horizonte
misionero y esperando la venida de Jesucristo.
Tercero, la narración describe a unos discípulos
que están aprendiendo a caminar en unidad. Eran
una comunidad de testigos que aprendían a caminar
en actitud inclusiva al practicar sus disciplinas y vida
de iglesia. Mujeres y hombres pertenecían a la
comunidad que tomaba decisiones, participaba en la
vida activa de la iglesia y mucho más (vv. 12-14).
Por último, encontramos en la narración a una
comunidad que se organiza mientras está expectante
a lo que Dios hará y les dará (vv.15-26). Alguien
debía sustituir a Judas el discípulo traidor; los
candidatos eran Barsabás el Justo y un tal Matías. El
Espíritu tomó la misteriosa decisión de escoger a
Matías. Indicando que así es su accionar, escoge a los
que no tienen nombres tan grandes.
Los fenómenos de Pentecostés. (Hechos 2:
1-4)
Llegando a la emocionante narración de Hechos
2, es necesario observar los fenómenos
paradigmáticos del Pentecostés; esta observación nos
deja grandes enseñanzas.
Primero, es importante ver el énfasis que Lucas
da al Kairos de Dios. Los fenómenos sucedieron en
una época simbólica que está conectada a toda una
enseñanza bíblica; Dios no deja cabos sueltos. La
fiesta de Pentecostés, representaba la celebración de
la cosecha, como se ha mencionado antes. Dicha
fiesta está en sintonía con el propósito del
derramamiento del Espíritu Santo: “cosechar los
campos que están listos” (v. 1a).
Segundo, Lucas enfatiza la unanimidad de la
iglesia. Esta es una condición espiritual, de aquellos
que están experimentando el amor del Cristo
Resucitado. Es el paso previo para ser investidos de
poder, y, poder llevar ese mensaje de esperanza y
amor a todo el mundo (v. 1b).
Tercero, aquella expectativa humana fue
interrumpida por la intervención divina (vv. 2-3).
Tomemos con cuidado las palabras que utiliza Lucas,
guiado por el Espíritu:
• Lo primero, “vino del cielo”, esto no es
producto de la manipulación o del esfuerzo
humano; es un evento que viene de otra
dimensión.
• Luego dice, “un estruendo como de un viento
recio que soplaba”, la representación del Espíritu
de Dios, en forma de viento, siendo perceptible por
los sentidos humanos. Este fenómeno no es solo
para la iglesia, es un anuncio que retumba en toda
la sociedad; cuando Dios interviene, el pueblo lo
sabe también.
• Sigue diciendo, “el cual llenó toda la casa
donde estaban sentados”, el ambiente de ese
humilde recinto fue lleno de la gloria de Dios,. La
atmósfera se transformó y ese espacio se convirtió
en un lugar santo, un ambiente para un Dios santo
con su gente santa. Dios interrumpió el programa
de la iglesia. Estaban todos sentados, esto nos da
la idea de que estaban en un tiempo de estudio y
reflexión. Dios alteró el programa para llevarlos al
propósito.
• Agrega Lucas, “y se les aparecieron lenguas
repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada
uno de ellos”. Lucas sigue usando lenguaje
retórico, debido a los hechos supra racionales que
no tenían un leguaje humano para explicarse.
Pequeñas flamas como de fuego se colocaron sobre
las cabezas de los discípulos, otro símbolo del
Espíritu, el fuego: que alumbra, que quema, que
calienta, que da vida. Lucas sabía muy bien el
valor del fuego, ese símbolo quiso usar el Espíritu
para manifestarse.
Cuarto, Lucas describe la experiencia de los
discípulos, que expresaron de modo conductual, el
éxtasis humano (v. 4). Aquí nos lleva Lucas a la
experiencia extática de todos los discípulos reunidos;
no era un éxtasis inducido por manipulación de la
psique personal, sino porque habían sido “llenos del
Espíritu Santo”, llenos de Dios. La expresión natural
de una persona que recibe el peso de Dios, es lo que
conocemos como la “ortokinesis”, una respuesta
corporal incomprensible: “comenzaron a hablar en
otras lenguas, según el Espíritu les daba que
hablasen”. No era un hablar por hablar, era un
hablar capacitado y guiado por el Espíritu.

Los efectos de Pentecostés (Hechos 2:


5-41).
En la narración de Hechos 2, se señala un
programa que va haciendo el Espíritu y su
comunidad de fe. La iglesia reúne condiciones; Dios
interviene y entonces se produce un cambio. Estos
cambios pueden describirse desde la narración
lucana.
Primero, un efecto positivo en la proclamación
del Evangelio de Jesucristo. Se anunció el mensaje
de Dios en un idioma entendible por los oyentes (vv.
5-11). El fenómeno auditivo, el estruendo como de
un viento recio, fue escuchado por la multitud de
visitantes y habitantes de la ciudad. Este estruendo
los atrajo, para que pudieran escuchar en sus
propios idiomas “las maravillas de Dios”. Eran más
de 16 idiomas. Esto nos hace recordar el llamado de
hablar los idiomas de la gente en este tiempo,
idiomas digitales, idiomas globales e idiomas de las
nuevas generaciones. El Espíritu sigue atrayendo la
atención del mundo, sigue provocando asombro en
las conciencias apáticas.
Segundo, cada intervención del Espíritu trae
certidumbre a la iglesia y una comprensión clara de
la experiencia. Esto queda demostrado en la
interpretación correcta de la profecía bíblica y de la
experiencia (vv. 12-21). El mundo no puede
entender a Dios; la iglesia sí puede hacerlo, cuando
es guiada por el Espíritu Santo (ortodoxia). Los
discípulos aclararon a los oyentes las dudas que les
tenían confundidos: “¿Qué quiere decir esto?”. Otros
se burlaban diciendo: “Están llenos de mosto”, están
borrachos, son ridículos. Los discípulos no pueden
quedarse con las dudas o simplemente atesorar las
burlas de la gente, el mundo debe saber. Los
teólogos deben saber, la sociedad debe saber por qué
es que los pentecostales son diferentes, por qué
prosperan, por qué van transformándose
generacionalmente y tienen otra calidad de vida.
En aquella mañana de Pentecostés, Pedro lleno
del Espíritu aclaró lo que ellos no entendían.
Primero, la conducta de los discípulos, aunque
parecía el efecto del licor, se debía a que Dios los
había visitado a través del Espíritu. Lo más natural
en un humano, era tener una reacción corporal ante
semejante presencia (ortokinesis). Segundo, esta
experiencia había sido anunciada desde mucho antes
por los profetas carismáticos como Joel. Así que, era
una experiencia donde se cumplía la profecía; y no
simples expresiones folclóricas. Tercero, hay un
efecto emotivo, un cambio del miedo a la valentía
(ortopatis). Ahora los discípulos experimentaban
valentía para exponer el Evangelio de Jesucristo (vv.
22-36).
Una vez aclarado el fenómeno; se da paso a lo
que realmente importa del fenómeno: presentar el
Evangelio de Jesucristo. Utilizando una cristología
básica, Pedro expone sistemáticamente el mensaje
de salvación. Hasta nuestros días, el discurso de
Pedro es la base cristológica sobre la que se
construye dicha doctrina. El discurso presenta el
siguiente contenido teológico:
• Jesús siendo justo, fue crucificado
injustamente; habiéndolo permitido Dios, para sus
propósitos salvíficos.
• A Él, Jesucristo, Dios lo resucitó… “por
cuanto era imposible que fuese retenido por ella
[la muerte]”. Todo esto ya había sido anunciado
por sus grandes líderes de antaño, como el rey
David.
• Ya estaba anunciado que Jesús, el Señor y
Cristo, sería exaltado a la diestra de Dios, para ver
la justicia divina.
Por último, sucedió un efecto positivo en el
crecimiento de la iglesia. De los más de 500 testigos
del Cristo resucitado, ya solo quedaban 120 en el
Aposento Alto. La iglesia estaba perdiendo adeptos.
Pero el poder de Dios trajo un crecimiento
multiplicador. De 120 pasaron a ser miles. El
arrepentimiento del pueblo que es testigo de la
presencia divina, fue el efecto esperado (v. 37-39).
La exposición del mensaje del Evangelio trae un
cambio de mente (gr. metanoia). Este cambio inicia
con la aceptación de la condición humana de
pecado, la gente preguntó “¿Qué haremos?” (Hech.
2:37). Los oyentes no pueden responder esta
pregunta, a menos que la iglesia les responda qué
hacer: “arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros
en el nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros
hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos
el Señor nuestro Dios llamare” (Hech. 2:38-39).
Las iglesias pentecostales, no debemos caer en
el error de querer atraer personas sin conducirlas al
arrepentimiento. El humo, el show y los ambientes
hedonistas, nos hacen creer que ese es el camino
para que las personas reciban a Cristo. Los
pentecostales buscamos el cambio de mente, y eso
solo se logra por la exposición del Evangelio, de
modo claro y completo, acompañado de señales y
maravillas que afirman la veracidad del mensaje.
El movimiento pentecostal es el grupo cristiano
con mayor crecimiento en el mundo entero. Por eso,
teniendo ya una comprensión más clara de nuestra
experiencia de Dios, estamos en una posición de
responsabilidad ante nuestros hermanos evangélicos.
Somos responsables de explicar lógica y
bíblicamente el porqué de nuestro éxito eclesial.
Por otro lado, cada iglesia pentecostal es
responsable de hacer los ajustes para que los
carismas no se vuelvan sus enemigos principales. Por
eso, aunque disfrutamos de los carismas, somos
bíblicos y Cristocéntricos.
Con más de 100 años de historia de ser un
movimiento pentecostal moderno, nos corresponde
ser fieles a los ideales de los primeros pentecostales.
Estos ideales encontrarán formas modernas para
expresarse en nuestro contexto actual, sin perder su
esencia original de la iglesia primera.
CAPÍTULO 4

EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU
SANTO

“Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre


vosotros el Espíritu Santo y seréis mis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo
último de la tierra” (Hechos 1:8).

Una de las doctrinas relevantes para el


cumplimiento de la misión es el Bautismo con el
Espíritu Santo. Esta expresión doctrinal (bautismo)
es utilizada para indicar aquel evento espiritual
donde el discípulo es capacitado con el poder de
Dios para participar efectivamente en la Misión.
Varios términos son utilizados para referirse a esta
experiencia, por ejemplo:
• Investidura (Lucas 24:49).
• Bautismo (Hechos 1:5).
• Llenura (Hechos 2:4).
• Entre otros (Descender, Hechos 8:16; Recibir,
8:17; Caer, 10:44; Venir, 19:6).
Cinco casos aparecen en la narración del libro
de Los Hechos, que son paradigmáticos de lo que es
esta experiencia espiritual para la iglesia. Estos casos
señalan la realidad de avanzar con poder, en cada
avance de la iglesia se hacía necesario seguir siendo
investida de poder, para que mantuviera su
efectividad y relevancia en la misión.
• El primero es el de Hechos 2:1-4. Este es el
caso de los 120 discípulos que estaban en el
Aposento Alto en Jerusalén. Sucedió solo diez días
después del ascenso de Jesús al cielo. Fue el
bautismo de los discípulos testigos de la
resurrección de Cristo. La evidencia común fue el
hablar en otras lenguas.
• El segundo caso se encuentra en 4:23-31.
Aquí los discípulos volvieron a ser Llenos del
Espíritu. Luego de que clamaran al Padre pidiendo
valentía para seguir predicando el Evangelio de
Jesucristo. En este caso, al ser llenos del Espíritu
tuvieron la evidencia de “hablar con valentía” la
palabra de Dios. Aquella casa tembló y fueron
afirmados para la misión.
• El tercero 8:14-17 el caso de Samaria,
presenta la forma en que se ministraba el
Bautismo en el Espíritu Santo por medio de la
imposición de manos (Hech. 8:17). Lo relevante es
que ahora el Espíritu se derramó entre
samaritanos. La narración no indica la
manifestación de alguna evidencia vocal. Pero
señala que fue necesaria la presencia de Pedro y
Juan, para ministrar dicha bendición. Aquí se
rompería el paradigma de exclusividad de las
bendiciones de Dios. El bautismo en el Espíritu,
era una promesa para todos los que creen.
• El cuarto 10:44-48, ahora el Espíritu sería
derramado sobre gentiles propiamente, en la casa
de Cornelio. Este era un prosélito del judaísmo,
con evidencias de piedad. La familia de Cornelio,
recibió la palabra de Dios, por medio de la
predicación de Pedro. Luego cayó sobre ellos el
Espíritu. Allí hablaron en otras lenguas y
glorificaron a Dios, como en el Aposento Alto.
• El quinto caso en 19:1-7, Pablo encuentra a
unos discípulos en Éfeso. Ellos no sabían nada del
Bautismo en el Espíritu, ni sabían que existía
Espíritu Santo. Siguieron el proceso de salvación:
Creyeron en Jesús, se bautizaron en su nombre y
luego Pablo los ministró para que viniera el
Espíritu sobre ellos. Ellos hablaron en lenguas y
profetizaron. La evidencia kerigmática está
presente siempre que hay unción. Los discípulos
hablan las maravillas de Dios con poder.

Dejaremos el caso de la conversión de Pablo y


su bautismo en el Espíritu Santo como una
experiencia implícita.
De estos casos podemos abstraer algunas
enseñanzas comunes que ayudan a la construcción
de una doctrina sana.

Es un Don prometido para los creyentes.


Esta es una diferencia interpretativa de la
teología pentecostal y la reformada. Los
pentecostales creemos que al recibir a Cristo el
Espíritu nos bautiza en el cuerpo de Cristo (1 Cor.
12:12-13). Luego Cristo bautiza en el Espíritu al
discípulo para capacitarlo a la misión.
Recordando la Escritura que dice: “Pedro les
dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros
en el nombre de Jesucristo para perdón de pecados;
y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para
vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para
todos los que están lejos; para cuantos el Señor
nuestro Dios llamare” (Hch. 2:38-39).
Cada creyente en Jesús, puede ser lleno de su
Poder. Dicha verdad, sigue vigente para nuestro
tiempo y lugar.

Es una investidura de poder.


Nuestro Señor Jesucristo inició su ministerio
terrenal, luego de haber sido lleno del Espíritu
Santo. Esta investidura trajo la voz del Padre quien
desde el cielo dijo: este es mi Hijo amado, en quien
tengo complacencia. Esta investidura le dio
autoridad para vencer la tentación en el desierto.
Esta investidura, veían los demonios y temblaban.
Las tormentas le obedecían, la muerte se humillaba
y su palabra de autoridad resonaba en cada corazón.
Jesús antes de ascender al cielo les dijo a sus
discípulos: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi
Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la
ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de
poder desde lo alto” (Lucas 24:49).
Luego les volvió a afirmar: “… pero recibiréis
poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda
Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.”
(Hch. 1:8). La iglesia necesita del poder de Cristo,
necesita ser bautizada en Espíritu Santo y fuego.

Es para cumplir la misión.


Analicemos del versículo anterior la oración
complementaria del texto: “… y me seréis
testigos…”. Testigo es uno que ha presenciado un
hecho. Por eso el mensaje pentecostal incluye
experiencias vividas con Dios. Solo el que vive
convencido de la verdad del Evangelio y
comprometido con esa verdad, es un testigo fiel.
Dice la Biblia: “Cuando hubieron orado, el
lugar en que estaban congregados tembló; y todos
fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con
denuedo la palabra de Dios” (Hechos 4:31).
El mundo necesita a Dios, necesitan conocer a
Jesús; esa es la vida eterna (Juan 17:3). Solo la
iglesia tiene ese mensaje, solo una iglesia
empoderada desea compartir dicho mensaje. No hay
misión sin unción; el poder de Dios nos mueve a la
acción misionera.

Su evidencia inicial es “hablar” en otros


lenguajes.
En los casos referidos de Hechos sobre el
Bautismo en el Espíritu Santo, explícita o
implícitamente, los discípulos hablaron las
maravillas de Dios.
Teniendo esta fe, afirmamos que cada creyente
tendrá su experiencia de Dios, saborearán a Dios
cuando venga el Espíritu sobre ellos. La Biblia dice
en los casos explícitos: “Y fueron todos llenos del
Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras
lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”
(2:4, 11). “… hablaban con denuedo la palabra de
Dios” (4:31). “… se quedaron atónitos de que
también sobre los gentiles se derramase el don del
Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en
lenguas, y que magnificaban a Dios.” (10:45-46). “Y
habiendo impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos
el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y
profetizaban.” (19:6).
El bautismo en el Espíritu Santo no es una
experiencia caduca, o exclusiva para la iglesia
primitiva. Es para todos los cristianos de todas las
épocas y lugares.
No debemos confundir esta experiencia con la
experiencia de conversión. Los textos son claros,
primero se es discípulo y luego se es lleno del
Espíritu para cumplir la misión. Bien podríamos
llamar al libro de los Hechos el Libro de los Hechos
de los Discípulos Apostólicos; las historias de
aquellos que vivieron y murieron en la misión.
La Gran Comisión, no es una opción; es un
mandato divino. Es una tarea tan complicada, que
sería imposible realizarla con simples recursos
humanos, títulos académicos o sabiduría de este
mundo. Cumplirla requiere el poder del Espíritu
Santo, derramado en la iglesia. Es tiempo de
cosecha, los campos están listos, necesitamos más
obreros llenos del Poder de Dios.
CAPÍTULO 5

LA VIDA COMUNITARIA
PENTECOSTAL

“Se mantenían fieles a las enseñanzas de los apóstoles


y en la comunión, en el partimiento del pan y en las
oraciones” (Hechos 2:42).

La descripción lucana en Hechos, sobre lo que


sucedió el día de pentecostés, nos provee de un
programa y un paradigma, tipológico para lo que
debe ser el movimiento pentecostal moderno. Ahora,
se hace necesario describir bíblicamente loa rasgos
característicos más importantes de la comunidad
pentecostal, alrededor del cual surgen sus grandes
énfasis doctrinales y prácticos: La vida comunitaria.
La vida comunitaria de la iglesia primitiva y de
los pentecostales actuales, ha sido un tema que ha
fascinado a filósofos como Karl Marx, pedagogos
como Paulo Freire, entre otros. Pero, aunque ellos
abstrajeron algunos principios que fundamentaron
sus teorías e ideales; están muy lejos de ser la
expresión real de la comunidad pentecostal. En este
capítulo se describen esos rasgos característicos de la
vida comunitaria. Esta descripción ayuda a hacer un
autoexamen de nuestros énfasis actuales. Es así
como podríamos aceptar cuán lejos o cerca estamos
de este modelo de vida y proponer algunos cambios
en la praxis de la iglesia.
Utilizaremos como base la narración bíblica del
capítulo 2 del libro de Los Hechos. Principalmente
en el corolario de ese capítulo, esas conclusiones
lógicas que presenta Lucas al final del capítulo.
Refrescando un poco lo que ha sucedido antes
de la narración de Hechos 2:40-47; se resume
brevemente lo que se expone en los versículos
previos:
• Primero, la comunidad de discípulos fomentó
algunas condiciones que permitieron el ambiente
correcto para la manifestación del Espíritu,
reducido todo a expectación, inclusión y
organización (Hechos 1).
• Segundo, sucedió una intervención divina
desde otra dimensión, lo cual ocasionó una serie
de fenómenos que siguen repitiéndose en la
actualidad (Hechos 2:1-4).
• Tercero, esta experiencia de Dios tuvo efectos
en la comunidad de discípulos y en la comunidad
externa; los primeros entendieron su experiencia a
la luz de la Palabra y los otros entendieron los
fenómenos y su condición actual lejos de Dios,
provocándose el arrepentimiento (fe y
conversión).
Ahora, veamos los efectos permanentes en la
comunidad, luego de los fenómenos. La comunidad
pentecostal disfruta los fenómenos, pero está
comprometida con la misión comunitaria que va más
allá de las celebraciones cúlticas. Su misión se
extiende a la transformación social y global.

Los que recibieron la Palabra (Hechos 2:


40-41).
Lucas usa una expresión retórica para referirse
al verdadero cambio de mente; este se da por:
“recibir la Palabra”, lo cual implica aceptar la
voluntad explícita de Dios, respecto a una vida
distinta, agradable a Él.
Los discípulos líderes, haciendo uso del
ministerio de la Palabra, no solo contaban lo que
habían aprendido directamente de Jesucristo, sino
que también les explicaban a los nuevos convertidos,
cuán distante están los valores del Reino de Dios de
los valores de este mundo: “Sed salvos de esta
perversa generación” decían a los nuevos en la fe.
Aparece un elemento importante en la tarea de
“hacer comunidad”, el bautismo en agua. Un
símbolo externo de una gracia interna. Todos los que
se identifican con Cristo y con su iglesia, deben
pasar por el ritual cristiano del bautismo en agua; el
cual es símbolo de nuestra identificación con la
muerte, sepultura y resurrección de Cristo (Rom.
6:1-9). Así la comunidad de discípulos crecía a pasos
agigantados, con personas genuinamente
convertidas e identificadas con esa comunidad.

El énfasis comunitario (Hechos 2:42).


San Lucas, ahora usará un término:
Perseveraban. Esto señala una actitud devota a, una
condición de acuerdo común, un gusto personal por
estar, asistir, participar voluntariamente. Esto se
debía al impulso espiritual que poseían la
comunidad de discípulos.
Cuatro devociones manifestaban los discípulos
de la primera comunidad.
• Una devoción al estudio de la doctrina de los
apóstoles. Teniendo necesidad de conservar el
evangelio puro de Jesucristo, los discípulos
conservaron ese mensaje puro por medio de la
tradición oral. Alrededor de la mesa o una fogata,
la comunidad escuchaba las enseñanzas,
anécdotas, experiencias personales de los
discípulos. Los apóstoles contaban a los otros
creyentes, lo que “era desde el principio, lo que
habían oído, lo que habían visto con sus ojos, lo
que contemplaron y tocaron con sus manos
respecto al Verbo de vida (1 Juan 1:1).
• Una devoción a la vida en comunidad. La
misión une a la iglesia; siendo esta fundamental,
no hay espacio para discusiones secundarias. Lo
común nos une, la misión es el vínculo espiritual
que nos une en amor.
• Una devoción en su identificación con Cristo
en la Cena del Señor. Partían el pan juntos, como
lo hicieron en la última cena con el Señor Jesús.
Eso les recordaba quiénes era: hermanos
miembros del mismo cuerpo. Reconocían quién era
su Señor: Cristo Jesús. Y podían recordar, quiénes
eran ellos: redimidos.
• Una devoción en una de las principales
disciplinas espirituales, la oración. Orar es hablar
con Dios; desde la comprensión de quién es Él y
quiénes somos nosotros. Oraban juntos, como lo
enseñó Jesús; la fuerza de la misión está en la
oración. Así los pentecostales, en todo oran; y,
siempre que oran suceden cosas sorprendentes.
Esas devociones, expresan en contraposición las
grandes búsquedas de la sociedad actual y que no
pueden alcanzarse a menos que sea en una
comunidad espiritual. La gente necesita escuchar la
verdad, también necesita satisfacer el deseo de
pertenencia, necesitan identificarse con una causa
justa, necesitan cultivar su trascendencia espiritual.

Los efectos sociales (Hechos 2: 43-47).


Al observar los versículos 43 al 47 llegamos a
conclusiones asombrosas de cómo era la vida natural
de aquella primera comunidad de fe o Iglesia. Nació
perfecta. ¿Qué tan cerca estamos de aquel diseño
original? Observemos los rasgos naturales que vivía
aquella comunidad de fe primitiva (primera).
• El respeto y alta estima que el pueblo tenía
hacia la comunidad de discípulos (v. 43a).
• El respaldo carismático de la comunidad de
discípulos que afirmaba su mensaje (v. 43b).
• La unidad de espíritu y propósito de la
comunidad de discípulos, todo en común (v. 44a).
• La igualdad de derechos, beneficios y
responsabilidades de la comunidad de discípulos
(v. 44b).
• La solidaridad económica de la comunidad de
discípulos (v. 45).
• La motivación de la comunidad, estaba
provocada por el estímulo del Espíritu, que les
llenaba de alegría y de humildad para vivir juntos,
lo cual hace la verdadera condición para la
convivencia pacífica (v. 46).
• El reconocimiento y agradecimiento
comunitario que hacía posible su vida placentera,
Dios era el motivo de la celebración, la razón de su
horizontalidad (v. 47a).
• Dios era quien añadía a la comunidad a los
nuevos convertidos. Esto era un crecimiento
constante, diario, permanente. Una salvación
universal, pero que es efectiva en aquellos que
responsablemente responden positivamente al
llamado de Dios para salvación (v. 47b).
Para concluir, el movimiento pentecostal
responde a la necesidad humana, individual y social.
Le da al individuo un espacio para su libre y sano
desarrollo; eso es posible solo en comunidad.
Asimismo, la comunidad de discípulos pentecostales
se afirma por sus grandes devociones comunitarias:
aprendemos juntos, nos desarrollamos juntos,
sufrimos juntos y nos fortalecemos juntos.
El modelo de vida comunitario que expresan las
comunidades de fe llenas de la presencia del
Espíritu; vienen a ser el modelo o paradigma que la
sociedad está buscando. Un modelo que todos
admiren y respeten, que tenga el testimonio
coherente entre discurso y práctica. Un modelo de
unidad e igualdad social, de solidaridad con el
necesitado para que haya dignidad para todos. Un
modelo de convivencia pacífica. Un modelo
teocéntrico, que reconoce a Un Creador y
Sustentador en todas las esferas de la vida, que tiene
el respaldo divino y esto atrae a nuevos
simpatizantes que se comprometen con la noble
causa.
CAPÍTULO 6

LA ORACIÓN PENTECOSTAL

“Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la


tierra, el mar y todo lo que en ellos hay...” (Hechos
4:24).

Los discípulos descubrieron en Jesús su


secreto: la oración. En la Biblia se registra una
solicitud de los discípulos hacia Jesús: “Señor,
enséñanos a orar” (Lucas 11:1). La iglesia primitiva
había entendido que la oración sería la clave para su
éxito en la empresa misionera. Perseveraban en la
oración como una disciplina (Hechos 2:42). Luego
de muchos años, Pablo seguía instruyendo a la
iglesia diciéndole: “Orad sin cesar” (1 Tes. 5:17).
Hoy día, los cristianos instruidos en la fe saben
que orar es la mejor inversión del tiempo; porque
allí es el encuentro con Dios. Por otro lado, el que no
ora, obstruye el fluir del poder de Dios en su vida.
Aquella persona que no se ejercita en la oración,
perderá el rumbo cuando llegue la prueba. La
medida de nuestra oración, es nuestra medida
espiritual. Por supuesto que, muchas veces nuestras
oraciones parecen más una lista de mercado, que
una conversación contemplativa con nuestro Padre.
Es importante regresar a las narraciones de
oración de la primera comunidad pentecostal. En
esas narraciones podremos evaluar el contenido
actual de esta noble disciplina y corregir si es
necesario. Como aquellos discípulos primeros,
necesitamos afirmar que cuando oramos Dios nos
escucha. Entendiendo que Dios escucha todo tipo de
oración, pero responde aquellas que se hacen según
su voluntad. Por eso, analicemos la oración primitiva
y construyamos un modelo de oración pentecostal.
Se toma como ejemplo el modelo de oración descrito
en Hechos 4:24-30.
Describiendo el marco escénico de esta oración,
la narración nos ubica en una casa donde estaban
reunidos algunos discípulos. Dos de sus líderes,
Pedro y Juan, habían estado detenidos en prisión y
juicio por las autoridades civiles de la ciudad. Todo
se había originado por la curación de un cojo en la
puerta del templo; quien hizo un gran escándalo que
atrajo la atención de todos los feligreses.
La gente curiosa de lo que sucedía, escuchó el
mensaje que estaban dando los dos discípulos. Las
autoridades los aprehendieron para silenciarlos. Los
condujeron a la cárcel, para callarlos; pero la
Palabra no podía ser silenciada. Más de 5 mil
personas, solo contando a los hombres, habían
creído en aquel mensaje poderoso afirmado por la
curación del cojo.
En el juicio, Pedro y Juan estaban listos para
hacer su defensa llenos del Espíritu Santo. Como es
lógico, su defensa era de nuevo una cristología bien
trazada. Este mensaje poderoso, dicho por gente del
vulgo; acompañado de aquel cojo que ya no cojeaba
y que ahora danzaba, eran hechos válidos en el
diálogo racional usados en defensa de aquel juicio.
Cárcel y amenazas era el método inicial, para
silenciar aquel mensaje. Pero eso no sería suficiente.
Puestos en libertad, Pedro y Juan necesitaban
responder sus preguntas; necesitaban orar. Por qué
la curación de aquel cojo, les trajo a ellos graves
consecuencias. Por qué si iban a la oración ellos
terminaron en la cárcel y en juicio amenazante.
Estas y otras preguntas más necesitaban respuestas
en el altar del Señor. Por eso, para la comunidad
pentecostal la oración es muy importante, mientras
avanza en los desafíos de la misión. ¡Trabajad y
orad!

La oración pentecostal enfoca la visión de la


iglesia
La Biblia describe el marco escénico, donde los
discípulos recurrieron a la oración, para cambiar sus
miedos y enfocarse en su visión. “Y puestos en
libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que
los principales sacerdotes y los ancianos les habían
dicho. Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la
voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios
que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que
en ellos hay” (Hechos 4:23-24).
Los problemas pueden causar temor. Las
tormentas de la vida, nos desenfocan; las olas nos
atemorizan y dejamos de mirar a Dios quien siempre
está presente. Pedro sabía que al caminar en las
aguas milagrosas, se genera una tormenta con olas
más bravas, las cuales pueden hundir los pies del
misionero que quiere proclamar a Cristo.
Pero orar, nos permite volver nuestra mirada a
Dios y desenfocarnos del problema. No es ser
inconsciente de los problemas; sino enfocarnos en el
Dios que es más grande que nuestros problemas.
Siempre que oremos bien, Dios nos escuchará.

La oración pentecostal afirma las


convicciones de la comunidad de fe
En esa oración modelo de discípulos
atribulados, necesitaban hablar su fe; decir y
recordar lo que habían creído mientras recordaban
las palabras de Jesús, alrededor de la mesa o la
fogata. Juntos dijeron: “Tú, por medio del Espíritu
Santo, le hablaste al rey David, nuestro antepasado.
Por medio de David, que estaba a tu servicio, dijiste:
“¿Por qué se rebelan contra Dios las naciones y los
pueblos? ¿Por qué estudian la manera de luchar
contra Dios y contra el Mesías que él escogió?
¡Inútiles son los planes de los reyes de este mundo!”
(Hechos 4:25-28 TLA)
Una necesidad que tenemos al orar, es entender
la voluntad de Dios escrita en su Palabra. Para orar
bien, necesitamos estar llenos de la Palabra de Dios.
Solo así, alineamos nuestras palabras con la Palabra.
Nuestros oídos necesitan escuchar la Palabra de
Dios. La fe viene por oír la Palabra (Ro. 10:17). Era
fácil renunciar en aquellos momentos de tensión y
miedo; la comunidad pentecostal necesitaba el
poder de Dios que fluye después de orar con fe.
Así, cuando oramos y recordamos en nuestra
oración lo que dice la Biblia, estaremos afirmando
nuestra fe. Entonces con más entusiasmo oraremos,
sabiendo que Dios ha dado promesa, ha establecido
un plan bueno y nos ha dado propósito. Siempre que
oremos bien, Dios nos escuchará.

La oración pentecostal empodera a la


iglesia y ahuyenta el temor.
La iglesia primitiva nos enseña a orar bien.
Cuántas veces dejamos de actuar por miedo;
abandonamos la misión por el temor a sufrir. La
iglesia resolvió su tormento mental orando. Elevaron
la voz con más fuerza y dijeron: “Y ahora, Señor,
mira sus amenazas, y concede a tus siervos que con
todo denuedo hablen tu palabra, mientras extiendes
tu mano para que se hagan sanidades y señales y
prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo
Jesús” (Hech. 4:29-30). Estaban resueltos, no
querían tener miedo, habían aprendido de Jesús a
levantar el rostro y enfrentar sus miedos. Así sucede,
una iglesia pentecostal es atrevida, audaz y avanza a
pesar de que las condiciones sean adversas.
Se plantan iglesias donde es imposible, se
mandan misioneros aún cuando no hay vientos
favorables, se siembran recursos y se actúa con fe;
no porque seamos una comunidad trastornada, sino
porque confiamos en Dios después de orar
recordando sus palabras.
Así la narración de esta oración concluye con
una respuesta divina inmediata. El texto dice:
“Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban
congregados tembló; y todos fueron llenos del
Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra
de Dios” (Hechos 4:29-31).
Vea usted el desenlace de esta escena. Inició
con una situación problemática y tuvo un cierre
espectacular. Así deseamos terminar después de orar
al Señor. Venimos llenos de problemas y afligidos;
pero después de orar, nuestras fuerzas vuelven. Este
beneficio no significa que la oración es la que nos
llena del Espíritu Santo; ya antes Lucas nos ha
aclarado que, quien nos llena del Espíritu es
Jesucristo. Pero, cuando oramos descansamos y
somos despojados del peso de la aflicción.
Aun así, estando ya sin peso; Dios enviará de su
Santo Espíritu para darnos el poder que nos impulse
a cumplir la misión en medio de circunstancias
difíciles. Los discípulos estaban seguros en su fe, que
no podían callar, no era tiempo de rendirse; así que
le pidieron a Dios fuerzas para predicar y respaldo
para ese mensaje. Dios les concedió la petición:
“fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con
denuedo la Palabra de Dios”. Siempre que oremos
bien, Dios nos escuchará.
Aquellas amenazas del sistema opresor, no
tuvieron resultados. El Espíritu puso más valentía en
aquella comunidad libre de las cadenas opresoras.
Contra viento y marea, la oración daba vigor a
aquella minoría lista para causar revolución.
Que narración más emocionante, esta es solo
una entre muchas otras que explican el secreto del
éxito de la comunidad pentecostal. Debemos orar
siempre, pero oramos mejor en la prueba. Siempre
que oremos bien, Dios nos escuchará. Cuando
oramos nos enfocamos en Dios, afirmamos nuestra
fe y somos llenos de poder.
CAPÍTULO 7

LA ALABANZA PENTECOSTAL

“... alababan a Dios y tenían el aprecio de todo el


pueblo. Y cada día el Señor añadía a la iglesia a
quienes habían de ser salvos” (Hechos 2:47).

Una característica de la iglesia pentecostal es


que confiesa su fe cantando. Nuestros cultos tienen
el canto al Señor como un punto primordial.
Tenemos una fe cantada.
Así hemos aprendido a enfrentar las crisis,
cantando. No escapamos de la realidad, sino que la
enfrentamos alabando a Dios en medio de cualquier
circunstancia dura. Dios continuamente alentaba a
los líderes y al pueblo a que le alabaran cuando
sintieran temor o angustia. Alabar es elogiar,
convencido de las cualidades de Dios.
La Escritura nos recuerda: “… hablando entre
vosotros con salmos, con himnos y cánticos
espirituales, cantando y alabando al Señor en
vuestros corazones; dando siempre gracias por todo
al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo” (Ef. 5:19-20). También nos dice: “¿Está
alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está
alguno alegre? Cante alabanzas (San. 5:13).
Así leemos en el libro de los Salmos la poesía
musical, de un David totalmente afectado por las
circunstancia y angustiado ante sus enemigos,
elevando las más lindas alabanzas a Dios. En el
Salmo 8:2 dice David: “De la boca de los niños y de
los que maman, fundaste la fortaleza, a causa de tus
enemigos, para hacer callar al enemigo y al
vengativo”. Misma referencia que usó Jesús cuando
aquellos muchachos le alababan en el templo
diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David!. Los
representantes del sistema que se oponía a Jesús le
recriminaban diciendo: “¿Oyes lo que éstos dicen? Y
Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis: De la boca de los
niños y de los que maman perfeccionaste la
alabanza?” (Mateo 21:15-16).
El rey Josafat estaba atemorizado, ante el
peligro inminente de sus enemigos. Hizo una
oración a Dios en 2 Crónicas 20. Una oración
angustiada que en vez de afirmar su fe, diciendo
“Amén”, terminó la oración diciendo: “no sabemos
qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos” (v. 12). La
estrategia que Dios le dio para vencer a todos sus
enemigos fue, quitar a todos los militares y hombres
fuertes del frente de batalla. En cambio, debían
poner a los hijos de Asaf llenos del Espíritu Santo en
medio de la reunión (v. 14). La batalla contra los
enemigos amonitas y moabitas, la ganaron
entonando alabanzas al Señor. Los enemigos se
destruyeron a sí mismos; dejando un gran botín para
el pueblo de Dios, que tardaron tres días para
recogerlo (la alabanza los condujo a Beraca, La
Bendición de Dios).
Dicho lo anterior, es preciso resaltar por qué es
importante el canto de alabanza en la fe pentecostal.
Es de conocimiento general el poder que tienen las
canciones a nivel neuronal, se graban en nuestra
mente. La música produce emociones (a través de la
liberación de dopamina) y, cuando la música
contiene letra esto afirma conceptos en nuestra
mente.
Hay himnos de guerra entonados por los
ejércitos, otras son canciones que encienden a los
fanáticos de un equipo deportivo, y otras canciones
nos identifican con nuestro pueblo y nos remontan a
momentos felices. Canciones de ciertas épocas del
año que marcaron nuestra vida en un momento
emotivo.
En pedagogía se afirma que lo que se canta no
se olvida. Así, nuestra himnología en la iglesia ha
sido muy rica y siempre tuvo ese fin, no solo de
adorar y alabar a Dios, sino ayudarnos a retener la
fe. Libros como Apocalipsis, contienen himnos que
invitan al lector a alabar a Dios, por la liberación de
su iglesia.
Por eso, cuando esos cánticos están llenos de
verdades de Dios, nos llenan de fe el corazón. Una
canción que contenga una letra poderosa de
alabanza a Dios sencillamente provocará una
explosión en nuestro interior que romperá cualquier
prisión de miedo o cadenas de angustia con que nos
haya atado la crisis que vivamos. Orar y alabar, son
grandes disciplinas que nos ayudan a estar
conectados al poder de Dios. Consideremos desde la
narración bíblica de Hechos, algunos efectos de la
alabanza pentecostal. Aclarando que el énfasis en
decir alabanza pentecostal, es para indicar que es
una alabanza que surge de las vidas guiadas por el
Espíritu de Dios.
En el contexto de Hechos 16, Pablo y Silas
habían llegado a la ciudad de Filipos, por obediencia
al Espíritu de Dios. Estaban teniendo éxito en la
predicación del Evangelio, liberando personas del
poder del demonio. Esto los llevó a la prisión
(característico de aquellos que se dejan llevar por el
impulso divino); lugar donde podrían ser testigos de
la gloria de Dios y la salvación de personas que
serían buenos aliados de la misión.
Estando en prisión, luego de haber sido
torturados con vara y colocados en la cárcel más
profunda con los pies en el cepo, desahogaron su
alma alabando a Dios.

La alabanza rompe las puertas y las


cadenas del miedo (vv. 25-26)
Pablo y Silas no podían dormir. Habían tenido
un día difícil, donde les rasgaron las vestiduras, los
azotaron con varas, estaban heridos y
ensangrentados, los habían colocado en el calabozo
de más adentro y les aseguraron los pies en el cepo.
Cuando un cristiano se aflige, ora a Dios; y, cuando
esa oración produce fe, entonces el corazón se
alegra y es allí donde podemos cantar con alegría las
maravillas del Señor. Los pentecostales no cantamos
con tristeza, sino con corazón alegre.
Aquellos discípulos afligidos ahora, empezaron
a cantar. Y esa canción de fe, liberó su esperanza de
manera violenta. Un terremoto penetró en ese
calabozo de más adentro y abrió las puertas y los
liberó de sus cadenas. Que poderosa es una alabanza
pentecostal, destruye las prisiones.
Cuando el cristiano pentecostal se encuentra en
el calabozo de más adentro, golpeado y atado, el
Espíritu le motivará a cantar alabanzas, himnos que
afirmen su fe. Canciones de poder que le recuerden
a un Dios poderoso que le acompaña en todas sus
luchas y le da la victoria siempre. La alabanza libera
su esperanza. Por eso, es característico escuchar a un
pentecostal cantar alabanzas con gozo y poder.

La alabanza nos conecta con los perdidos


(vv. 27-32)
Aquella alabanza era escuchada por los presos
como testimonio. Se puede estar aprisionado
físicamente, pero tener libre el espíritu y la
esperanza. Muchos conversos, tuvieron el impacto
en su espíritu, al escuchar una alabanza.
Según la narración de Hechos, luego de aquel
terremoto, el carcelero se llenó de temor al ver las
puertas abiertas. Ese temor le llevó a idear su
escape, suicidarse. Este carcelero tenía una fe puesta
en las circunstancias de la vida. Pero la fe genuina
no es circunstancial, sino una posesión que se lleva
en los momentos felices y difíciles. Aquel carcelero
no tenía fe, aun creyéndose libre.
Pero por la alabanza, ahora el carcelero tendría
la oportunidad de conectarse con la verdad que
afirma el corazón. ¡Cuántas personas han sido
inspiradas a creer por una alabanza! Muchas
canciones contienen letra que inspira la fe. Aquel
hombre sin fe, creyó en Jesucristo junto con toda su
casa.
La alabanza transforma nuestra realidad
(vv. 33-34).
A media noche, Pablo y Silas estaban en el
calabozo. Unos minutos después, su realidad había
cambiado. El carcelero ya no era el enemigo, sino su
aliado que curaba sus heridas.
Esa madrugada fueron llevados a casa del
carcelero, les sirvió comida en la mesa y se llenaron
de alegría por haber creído en Dios. Este es el poder
liberador de la alabanza. Transforma un día gris en
uno lleno de vida. Alegra el rostro y el corazón,
afirmando la fe que gobierna los pensamientos.
Cuando estamos afligidos, el Espíritu nos invita
a orar a Dios y alabar su santidad. Luego de poner
nuestras cargas en el Señor, llenamos nuestra boca
de alabanzas. Es allí cuando cantamos al Señor
porque ha venido a liberarnos, lo creemos y
entonces sucede nuestra liberación. La alabanza es
fe puesta en acción, cantamos lo que creemos. Esto
es práctico, por eso asegúrese que su canción está
llena de elogios a las cualidades de Dios. La
alabanza da esperanza.

La alabanza nos llena de valor y autoridad


(vv. 35-39).
Esta historia tiene un desenlace estupendo. Un
Pablo y Silas llenos de una arrogancia santa.
Diciéndole a sus problemas: “Ya viste con quién te
metiste”; “¿qué creías, que podrías contra mí?”.
Esa mañana los magistrados resolvieron
liberarlos. Enviaron alguaciles a dar la orden de su
salida de prisión. El carcelero, contento, quizá, les
comunica la buena noticia: “han mandado a decir
que se os suelte; así que ahora salid, y marchaos en
paz.” (v. 36). Pero Pablo no se iría así tan fácil.
Pidió que fueran los magistrados, en persona,
los que llegaran a sacarlos de prisión. Aquellos
magistrados llegaron atemorizados “les rogaron; y
sacándolos, les pidieron que salieran de la ciudad”
(v. 39).
Ya puestos en libertad; Pablo y Silas no salieron
de la ciudad, sino que fueron a visitar a sus amigos
en casa de Lidia. Note usted lo que ocasiona la
alabanza. Razón tenía el salmista al decir: “fundaste
la fortaleza”. Cuando alabamos a Dios, también nos
fortalecemos a nosotros mismos. Entonces se
termina el llanto, la queja y la aflicción. Los gigantes
son derribados y los vemos destruidos.
No fue la única vez que Pablo estuvo en una
prisión. Unos años más adelante, les escribiría a los
hermanos de esa iglesia que fundó en Filipos la carta
del gozo; mientras él se encontraba nuevamente en
un calabozo y encadenado como aquella vez. Su fe
era más fuerte; su esperanza nunca había vuelto a
estar aprisionada. Su esperanza se alimentaba de la
alabanza a Dios.
Lo que sucede durante y después de la alabanza
será un testimonio para animar a los que hoy sufren.
“Entonces, saliendo de la cárcel, entraron en casa de
Lidia, y habiendo visto a los hermanos, los
consolaron, y se fueron” (v. 40). Así es como la
alabanza pentecostal, mantiene a la iglesia en un
estado de ánimo muy alto y positivo.
La alabanza a Dios genera un poder
extraordinario que libera nuestra esperanza. Cuando
vemos que todo está perdido; pero empezamos a
alabar a Dios, entonces viene la certeza que todo
estará bien. Cantamos al otro lado del mar,
afirmando nuestra victoria sobre los enemigos.
Una iglesia pentecostal, sabe enfrentarse a las
crisis con alabanza. Alabemos al Señor siempre. La
alabanza romperá las cadenas del miedo, nos
conectará con los perdidos que sufren, transformará
nuestra realidad y, nos llenará de valor y autoridad.
Cantemos alabanzas con mucho gozo.
CAPÍTULO 8

EL PROGRESO DE LA IGLESIA
PENTECOSTAL

“Entonces las iglesias gozaban de paz por toda Judea,


Galilea y Samaria, e impulsadas por el Espíritu Santo
y plenamente fieles al Señor, iban consolidándose y
extendiéndose cada vez más” (Hechos 9:31).

El libro de los Hechos, es uno de los libros


bíblicos más importantes para desarrollar una
teología eclesiástica saludable. Pues no podríamos
entender cómo fue la vida de la iglesia primera, si
no fuera por este registro histórico-doctrinal. Al
conmemorar cada año el Día de Pentecostés,
deseamos afirmar nuestra identidad y nuestro
propósito en nuestra época actual.
La iglesia pentecostal tiene una experiencia
común: El Bautismo en el Espíritu Santo, distinto y
después de la conversión; del cual ya se habló en el
capítulo 4. Al hacer un análisis bíblico de la doctrina
del Bautismo en el Espíritu Santo, resaltan algunas
enseñanzas importantes: el Bautismo es para todos
los creyentes de todos los tiempos, con el propósito
de llenarlos de poder y con el fin de que ellos
puedan cumplir la misión de llevar el mensaje de
salvación a todo el mundo. Asimismo, encontramos
que esta experiencia tiene una evidencia: la
glosolalia o xenolalia (hablar las maravillas de Dios
en un lenguaje angélico o terreno desconocido).
Es preciso una vez más decir que necesitamos
observar en la narrativa de Hechos, la relación de la
presencia del Espíritu Santo en la iglesia y el
progreso de ella en el mundo. Para poder evaluar, en
cuanto a la praxis de la iglesia ¿Mi iglesia está
creciendo o no? Quizá tenga que ver por la
indiferencia a la presencia y poder del Espíritu para
que fluya en la vida de la iglesia. Pero veamos
algunas narraciones que nos presenta el libro de Los
Hechos, en cuanto al progreso constante de la
iglesia.
Podríamos dividir el libro de Hechos en seis
grandes narraciones desde Jerusalén hasta Roma. En
cada una de éstas, observamos el progreso de la
Iglesia relacionado directamente con la presencia del
Espíritu en ella. Así encontramos las siguientes
declaraciones:
• La iglesia progresó en Jerusalén: “Y crecía la
Palabra del Señor, y el número de los discípulos se
multiplicaba grandemente en Jerusalén; también
muchos sacerdotes obedecían a la fe.” (Hechos 6:7).
• La Iglesia progresó en toda Palestina y
Samaria: “Entonces las iglesias tenían paz por toda
Judea, Galilea y Samaria; y eran edificadas,
andando en el temor del Señor, y se acrecentaban
fortalecidas por el Espíritu Santo.” (Hch. 9:31).
• La iglesia progresó entre los gentiles: “Pero la
palabra del Señor crecía y se multiplicaba” (Hch.
12:24)
• La iglesia progresó en Asia Menor: “Así que las
iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en
número cada día” (Hch. 16:5).
• La iglesia progresó en Europa: “Así crecía y
prevalecía poderosamente la palabra del Señor”
(Hch. 19:20).
• La iglesia progresó en el Imperio Romano: “Y
Pablo permaneció dos años enteros en una casa
alquilada, y recibía a todos los que a él venían,
predicando el reino de Dios y enseñando acerca del
Señor Jesucristo, abiertamente y sin impedimento”
(Hch. 28:30-31).
Desde su nacimiento, hasta su llegada a Roma,
la iglesia progresó poderosamente. Después de ser
una centena de hombres y mujeres, pasados unos 30
años, la iglesia estaba ya en la capital del Imperio,
haciendo una presencia relevante. Lo que parecía
una misión imposible, se hizo realidad con el Poder
del Espíritu. Una constante hasta nuestros días, la
iglesia tiene garantizado el éxito cuando avanza
guiada y en obediencia al Espíritu Santo.
Mientras la iglesia esté llena del Poder de Dios,
sin duda progresará. Se debe aclarar que, no basta
con que la iglesia esté dirigida por uno o dos
“ungidos”; la iglesia toda, debe estar ungida.
Tomando el caso de Hechos 9:31, veamos tres
evidencias del progreso de la iglesia.

Las iglesias tenían paz


Después de años de luchas, persecución y
martirio, tuvieron un tiempo de bonanza y paz. (Paz,
gr. Eirene, regalo de Dios que consiste en unir todas
las partes esenciales, integridad). Habían entrado al
shalom de Dios, que es un bienestar integral de la
iglesia. Por ejemplo, la persecución dirigida
estratégicamente por Saulo, había terminado
milagrosamente.
La fuerza poderosa que emanaba de la
presencia del Espíritu en la iglesia, le hacía una
comunidad relevante y poderosa en la sociedad. La
Biblia declara en varias ocasiones: “Y sobrevino
temor a toda persona…” (2:43); “… y se llenaron de
asombro y espanto por lo que había sucedido.” (3:10);
hablando de Esteban, “… no podían resistir a la
sabiduría y al Espíritu con que hablaba” (6:10).
La iglesia entendió rápidamente la garantía de
su éxito misionero, la presencia del Espíritu en ella.
Los enemigos eran callados y la iglesia tenía paz.
Después de soportar la persecución, tenía paz. Así la
comunidad pentecostal moderna avanza; pues, su
progreso se debe a estar llena del Espíritu Santo.

Las iglesias eran edificadas, andando en el


temor del Señor.
En el interior de la iglesia se vivía una segunda
bendición; las iglesias eran edificadas. Esto permitía
que la iglesia se construyera temiendo al Señor
(Temor, gr. Eulábeia, “precaución sagrada” “tomar
posesión de aquello que Dios dice que es bueno”). Las
manifestaciones del poder de Dios, permitía que la
comunidad de fe entendiera que estaba en el lugar
correcto; por lo tanto, un aire de respeto y
reverencia se respiraba en el interior de la iglesia.
Entonces inspiraban ese respeto a los de afuera.
La lucha de poderes era innecesaria; se
respetaba el liderazgo que ganaba su derecho a
influir por el ejemplo sacrificial. Se amaba a Dios y
al prójimo, con amor ágape tal y como Cristo había
enseñado y dado ejemplo.
Es así como se nos demuestra hoy que el
progreso de la iglesia, no se mide en su fuerza
económica o política; sino en el respeto y
admiración de los de afuera y la devoción de los de
adentro. La iglesia formada por hombres y mujeres
lavados con la Sangre de Cristo, evidencia (por el
poder del Espíritu) un ambiente de respeto por Dios,
obediencia y fidelidad radical. La iglesia no busca
democracia, sino construye una teocracia, donde
Dios manda y su pueblo obedece. Es así como, el
poder de pentecostés nos hace progresar.

Las iglesias se acrecentaban fortalecidas por


el Espíritu Santo.
La sociedad tenía en alta estima a la iglesia, le
temía reverentemente. La iglesia edificaba a todos
sus miembros; esto inspiraba a muchos a desear ser
parte de ella. Pero, no era solo querer, era cumplir
las demandas del Reino. Por eso, cada persona
experimentaba arrepentimiento y luego era
empoderada para servir. El método de Jesús era
practicado por la iglesia: conversión, discipulado y
envío de nuevos obreros.
El crecimiento de la iglesia se daba de manera
exponencial, de miles en miles. Generaciones servían
y nuevas generaciones surgían. Las iglesias que
permiten ser guiadas por el Espíritu, naturalmente
crecerán. No hay excusa para eso; o bien, se tiene al
Espíritu y crecemos; o bien, ignoramos al Espíritu y
nos estancamos y morimos. La iglesia profesó
empoderada por el Espíritu; es esta la clave del
crecimiento exponencial de la iglesia pentecostal en
nuestros días.
Estamos ante el desafío de llevar a nuestra
iglesia a un nuevo nivel de impacto social; no
podemos estancarnos en el pasado, necesitamos
construir el futuro. En esta nueva década, la visión
de la Iglesia de Dios Evangelio Completo de
Guatemala, es CONEXIÓN 2030. Esta visión nos
invita a avanzar y multiplicarnos, siendo una iglesia
saludable.
Es necesario que cada miembro del cuerpo de
Cristo se sostenga en la palabra de Cristo Jesús,
quién nos dijo: “Y yo también te digo, que tú eres
Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las
puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mat.
16:18).
La Iglesia de Cristo está destinada para triunfar.
Esto se debe a la presencia activa del Espíritu Santo,
quien la empodera y la lleva en un progreso glorioso
en el mundo. Así fue desde el comienzo, de eso
somos testigos en este tiempo.
Revise las evidencias de una iglesia que
progresa: tiene paz, está siendo edificada temiendo
al Señor, crece integralmente. Estas son algunas
evidencias de afirman nuestra obediencia al Espíritu,
quién nos guía en la Palabra hacia el verdadero
camino. Recuerde que el poder de pentecostés nos
hace progresar.
ACERCA DEL AUTOR

Luis Zabaleta, DMin es Obispo Ordenado de


la Iglesia de Dios Evangelio Completo de
Guatemala. Actualmente sirve como Obispo
Administrador del Territorio Ixcán en
Guatemala. Fue lleno del Espíritu Santo por
primera vez a los 21 años de edad, mientras
descubría su llamado al ministerio
cristiano. Vocacionalmente sirve como
maestro en SBP-SEBIPCA y coordina el área
de Cuidado y Desarrollo Ministerial para la
Iglesia de Dios de Latinoamérica.

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