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Actividad 3.

Un día en la vida de Aï
Leslie Alessandra Garcia Plata
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En donde yo vivo es en un pequeño y deteriorado barrio de una ciudad olvidada por el


progreso. Aquí, rodeado de la asfixiante pobreza, trato de mantener a mi familia a
duras penas. Cada día es una lucha constante contra la adversidad, tratando de
encontrar una chispa de esperanza en medio de la oscuridad que nos rodea. Mi hogar
es una humilde choza hecha con pedazos de madera y cartón. Sus paredes desnudas no
pueden protegernos adecuadamente del frío y la lluvia que se cuelan sin piedad. No
hay electricidad, ni agua corriente. Nuestra única fuente de calor es una pequeña
fogata que enciendo al amanecer, con la esperanza de que el humo despeje las
penurias de la noche anterior.

En este rincón de pobreza, vivo con mi esposa y nuestros tres hijos. Cada uno de ellos
es un reflejo de la resilencia y la inocencia que aún prevalece a pesar de las
dificultades. Mi hijo mayor, Juan, tiene 10 años y es responsable y valiente. Mi hija,
María, de 7 años, posee una chispa en sus ojos que no se apaga, a pesar de la
desolación que nos rodea. El más pequeño, Luis, con tan solo 4 años, nos recuerda
constantemente la necesidad de encontrar fuerzas para seguir adelante.

El desayuno, la comida y la cena son una incógnita en nuestras vidas diarias. No


siempre podemos permitirnos una comida completa, y en muchas ocasiones debemos
recurrir a la generosidad de otros para sobrevivir. Algunos días, el desayuno consiste
en un puñado de arroz o un pedazo de pan duro que hemos recibido como donación.
En ocasiones, logramos encontrar algún trabajo temporal, lo que nos permite comprar
algunos vegetales para acompañar nuestras escasas raciones de arroz.

Nuestro día comienza temprano, al amanecer. Me levanto a las 5:00 am con la


esperanza de encontrar algún trabajo ocasional. Después de despertar a mi familia,
encender la fogata para calentar el agua y preparar una taza de café que comparto con
mi esposa. No hay tiempo para lamentarse, el día ya está en marcha y cada minuto
cuenta.
A medida que el sol asoma por el horizonte, salgo a buscar trabajo en la construcción,
en los campos o en cualquier otro lugar que necesite manos dispuestas a trabajar por
un salario mínimo. En muchas ocasiones, vuelvo con las manos vacías, enfrentando el
cruel recordatorio de nuestra realidad económica.
A pesar de todo, mantengo una lucha constante por mantener viva la esperanza en el
corazón de mi familia. A veces, ahorro algunos centavos para comprar dulces baratos
y ver una sonrisa en el rostro de mis hijos. A pesar de la pobreza extrema, la
educación sigue siendo una prioridad, y cada noche trato de enseñarles a leer y
escribir, con la esperanza de que puedan tener un futuro mejor.
La vida en la pobreza extrema es una batalla constante contra la desesperación y la
adversidad. Cada día es un desafío para encontrar alimentos suficientes para
mantenernos vivos

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