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El sermón del monte

y
el sermón del templo
9/8/2021 Bienaventurados los pobres en espíritu

Bienaventurados los pobres en espíritu


Por el élder Claude R. Gamiette
De los Setenta

Vivimos en una época fascinante, de grandes desafíos y oportunidades. Vivimos en


un tiempo en que se ha restaurado el Evangelio de Jesucristo y éste está avanzando;
un tiempo en que han descendido ángeles y han restaurado llaves del sacerdocio, y
Dios mismo ha dado inicio a la dispensación del cumplimiento de los tiempos.

Me bauticé cuando tenía 21 años, en Guadalupe. Conforme a las enseñanzas que


recibí, traté sinceramente de arrepentirme de mis pecados para poder recibir el
Espíritu Santo. Me hice miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días y experimenté un cambio de corazón, sólo deseaba el Evangelio.
Pero, aún después de bautizado, tuve que luchar con aspectos de mi vida y de mi
carácter que no estaban bien.

A menudo me preguntaba cómo podría ser perdonado y cómo podría cambiar mi


corazón completamente. Con frecuencia, me sentía igual que Nefi y exclamaba:
“¡Oh, miserable hombre que soy! Sí, mi corazón se entristece a causa de mi carne.
Mi alma se aflige a causa de mis iniquidades” (2 Nefi 4:17).

Desde el día en que me bauticé, he guardado todos los mandamientos que vienen
con esta ordenanza: he pagado un diezmo íntegro, he honrado el día de reposo, he
vivido la palabra de sabiduría, he guardado la ley de castidad, etc…

No obstante, luchaba con algunos aspectos de mi vida. Batallé con eso por años,
dudando en ocasiones si algún día podría llegar a superarlo. Acudía a menudo a la
Santa Cena suplicando ayuda.

Un día, mientras me esforzaba por obtener la remisión de mis pecados y suplicaba


dicha ayuda, ocurrió algo singular. Mientras escuchaba un discurso, el Espíritu de
Dios descansó sobre mí. Mis ojos fueron abiertos para ver la realidad de lo grave
que eran mis pecados ante Dios, lo terriblemente avergonzado que me sentiría si yo
fuera llevado a Su presencia y lo mucho que temería ese día. Literalmente se
encendió un fuego en mi alma y me consideré menos que el polvo de la tierra. Me
lamenté por mis pecados y lloré amargamente, al tiempo que reconocía que había
estado rogando durante muchos años por eso que estaba sucediendo en ese
momento. Podía ver mis debilidades en una forma muy tangible (Éter 12:27) y
sabía que el Salvador no me dejaría sufrir por mis pecados, sino que acudiría a
rescatarme, por lo que supliqué Su ayuda. Entonces, comprendí mejor al pueblo
del rey Benjamín:

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“Y ahora bien, aconteció que cuando el rey Benjamín hubo concluido de hablar las
palabras que le habían sido comunicadas por el ángel del Señor, miró a su
alrededor hacia la multitud, y he aquí, habían caído a tierra, porque el temor del
Señor había venido sobre ellos.

“Y se habían visto a sí mismos en su propio estado carnal, aún menos que el polvo
de la tierra. Y todos a una voz clamaron, diciendo: ¡Oh, ten misericordia, y aplica
la sangre expiatoria de Cristo para que recibamos el perdón de nuestros pecados, y
sean purificados nuestros corazones; porque creemos en Jesucristo, el Hijo de Dios,
que creó el cielo y la tierra y todas las cosas; el cual bajará entre los hijos de los
hombres!

“Y aconteció que después de que hubieron hablado estas palabras, el Espíritu del
Señor descendió sobre ellos, y fueron llenos de gozo, habiendo recibido la remisión
de sus pecados, y teniendo paz de conciencia a causa de la gran fe que tenían en
Jesucristo que había de venir, según las palabras que el rey Benjamín les había
hablado” (Mosíah 4:1–3).

No sé decirles cuándo llegó la paz, mas en los días siguientes supe que mi culpa
había sido expurgada y no había más temor. Ya no sentía deseos de las cosas del
pasado y había experimentado otro cambio de corazón, más profundo aún que el
de mi bautismo. Reconocía la bendición de la Santa Cena en mi vida para recibir
paz y consuelo del Señor. Deseaba guardar mejor los mandamientos y ser más
diligente en mi servicio.

Un sermón muy conocido del Salvador adquirió un nuevo significado para mí:

“Bienaventurados los pobres en espíritu (que vienen a mí), porque de ellos es el


reino de los cielos.

“Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.

“Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra como heredad.

“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán
saciados.

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.

“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.

“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque


de ellos es el reino de los cielos” (Mateo 5:3–10).

Yo había sido pobre en espíritu; había llorado por mis pecados y había recibido
consolación, trayendo como consecuencia que la mansedumbre había ido creciendo
en mí. Había tenido hambre y sed de guardar los mandamientos. Me había dado
cuenta de que, junto con mi deseo de una mayor rectitud, vino el peligro de
juzgarme a mí mismo y a los demás con dureza, por lo que necesitaba ser

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misericordioso hacia mí mismo y los demás, tal como el Señor lo había sido
conmigo durante muchos años, y aún lo es.

Anhelo que en mi vida ocurra la siguiente bendición prometida, deseo ser un


pacificador. Oro para recibir la valentía para poder sufrir las aflicciones que vienen
al predicar el Evangelio con gozo en el Señor Jesucristo.

Él vive. Él es nuestro Redentor, nuestro Salvador.

Éste es el momento en que Él nos llama a venir a Él y, al avanzar hacia Él, veremos
nuestras debilidades, seremos consolados, seremos santificados. Nuestra luz
irradiará más brillantemente a medida que el Señor nos refine, mediante Su
glorioso Evangelio.

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9/8/2021 El divino don del arrepentimiento

El divino don del arrepentimiento


D. Todd Christofferson
Del Quórum de los Doce Apóstoles

Sólo mediante el arrepentimiento obtenemos acceso a la gracia expiatoria de


Jesucristo.

El Libro de Mormón contiene el relato de un hombre llamado Nehor. Es fácil


entender por qué Mormón, al compendiar mil años de registros nefitas, pensara
que era importante incluir algo acerca de este hombre y la influencia perdurable de
su doctrina. Mormón estaba tratando de advertirnos, sabiendo que esa filosofía
volvería a surgir en nuestros días.

Nehor aparece en escena unos noventa años antes del nacimiento de Cristo. Él
enseñó “que todo el género humano se salvaría en el postrer día… porque el Señor
había creado a todos los hombres, y también los había redimido a todos; y al fin
todos los hombres tendrían vida eterna” (Alma 1:4).

Unos 15 años después, Korihor vino entre los nefitas predicando y amplió la
doctrina de Nehor. El Libro de Mormón registra que “era un anticristo, porque
empezó a predicar al pueblo contra las profecías… concernientes a la venida de
Cristo” (Alma 30:6). Korihor predicaba “que no se podía hacer ninguna expiación
por los pecados de los hombres, sino que en esta vida a cada uno le tocaba de
acuerdo con su habilidad; por tanto, todo hombre prosperaba según su genio, todo
hombre conquistaba según su fuerza; y no era ningún crimen el que un hombre
hiciese cosa cualquiera” (Alma 30:17). Esos falsos profetas y sus seguidores “no
creían en el arrepentimiento de sus pecados” (Alma 15:15).

Al igual que en los días de Nehor y Korihor, vivimos en una época no muy lejana al
advenimiento de Jesucristo; en nuestro caso, el tiempo de preparación para Su
segunda venida. Y de manera similar, el mensaje del arrepentimiento con
frecuencia no es bien recibido. Algunos profesan que si hay un Dios, Él no nos
impone exigencias reales (véase Alma 18:5). Otros sostienen que un Dios amoroso
perdona todo pecado en base a una simple confesión; o que si realmente hay un
castigo por pecar, “Dios nos dará algunos azotes, y al fin nos salvaremos en el reino
de Dios” (2 Nefi 28:8). Otras personas, al igual que Korihor, niegan la existencia
misma de Cristo y del pecado. Su doctrina es que los valores, las normas e incluso
la verdad son relativos; por tanto, lo que sea que uno considere correcto para sí
mismo, los demás no pueden juzgarlo erróneo ni pecaminoso.

En la superficie, esas filosofías parecen atractivas porque nos autorizan a satisfacer


cualquier apetito o deseo sin preocuparnos por las consecuencias. Al usar las

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enseñanzas de Nehor y Korihor, podemos racionalizar y justificar cualquier cosa.


Cuando los profetas predican el arrepentimiento, parecen “arruinar la fiesta”; pero
en realidad, el llamado profético se debería recibir con gozo. Sin el arrepentimiento
no hay verdadero progreso ni mejoramiento en la vida. Pretender que no hay
pecado no disminuye la carga y sufrimiento que produce. En sí mismo, sufrir a
causa del pecado no cambia nada para mejor. Únicamente el arrepentimiento
conduce a las soleadas elevaciones de una vida mejor; y, por supuesto, sólo
mediante el arrepentimiento obtenemos acceso a la gracia expiatoria de Jesucristo y
a la salvación. El arrepentimiento es un don divino y deberíamos sonreír al hablar
de él, puesto que nos conduce a la libertad, la confianza y la paz; en lugar de
interrumpir la celebración, el don del arrepentimiento es la causa de la verdadera
celebración.

El arrepentimiento existe como una opción únicamente debido a la expiación de


Jesucristo. Es Su sacrificio infinito que “[provee] a los hombres la manera de tener
fe para arrepentimiento” (Alma 34:15). El arrepentimiento es la condición
necesaria, y la gracia de Cristo es el poder por el que “la misericordia satisface las
exigencias de la justicia (Alma 34:16). Nosotros testificamos que:

“…sabemos que la justificación por la gracia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo


es justa y verdadera;

“y también sabemos que la santificación por la gracia de nuestro Señor y Salvador


Jesucristo es justa y verdadera, para con todos los que aman y sirven a Dios con
toda su alma, mente y fuerza” (D. y C. 20:30–31).

El arrepentimiento es un tema extenso, pero hoy quisiera mencionar sólo cinco


aspectos de este principio fundamental del Evangelio que espero sean de ayuda.

Primero: La invitación al arrepentimiento es una expresión de amor. Cuando el


Salvador “comenzó… a predicar y a decir: ¡Arrepentíos, porque el reino de los
cielos se ha acercado!” (Mateo 4:17), era un mensaje de amor, invitando a todo el
que estuviera dispuesto, a calificar para unirse a Él “y [gozar] de las palabras de
vida eterna en este mundo, y la vida eterna en el mundo venidero” (Moisés 6:59). Si
no invitamos a otras personas a cambiar o si no nos exigimos a nosotros mismos el
arrepentimiento, no cumplimos un deber fundamental que tenemos el uno hacia el
otro y hacia nosotros mismos. Un padre condescendiente, un amigo indulgente, un
líder de la Iglesia temeroso están más preocupados por sí mismos que por el
bienestar y la felicidad de aquellos a quienes podrían ayudar. Sí, el llamado al
arrepentimiento a veces se considera intolerante u ofensivo, e incluso puede
resentirse, pero cuando es inducido por el Espíritu, en realidad es un acto de
genuino interés (véase D. y C. 121:43–44).

Segundo: El arrepentirse significa esforzarse para cambiar. Sería una burla al


sufrimiento del Salvador por nosotros en el Jardín de Getsemaní y en la cruz
esperar que Él nos transformase en seres angelicales sin ningún esfuerzo de nuestra
parte. Más bien, buscamos Su gracia para complementar y premiar nuestro
máximo y diligente esfuerzo (véase 2 Nefi 25:23). Tal vez deberíamos rogar por el
tiempo y la oportunidad de trabajar, luchar y superar, del mismo modo que oramos

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por misericordia. Con seguridad el Señor se complace con aquel que desea
presentarse ante el juicio dignamente, quien con resolución trabaja día a día para
reemplazar la debilidad con la fortaleza. El verdadero arrepentimiento, el
verdadero cambio quizás requiera repetidos esfuerzos, pero hay algo refinador y
santo en ello. El perdón y la sanación divinos fluyen naturalmente a esa alma, pues
“la virtud ama a la virtud; la luz se allega a la luz; [y] la misericordia tiene
compasión de la misericordia y reclama lo suyo” (D. y C. 88:40).

Mediante el arrepentimiento podemos mejorar de forma constante nuestra


habilidad para vivir la ley celestial, pues reconocemos que “el que no es capaz de
obedecer la ley de un reino celestial, no puede soportar una gloria celestial” (D. y
C. 88:22).

Tercero: Arrepentirse significa no sólo abandonar el pecado, sino comprometerse a


obedecer. En el Diccionario Bíblico en inglés dice: “El arrepentimiento significa
entregar el corazón y la voluntad a Dios, [así como] renunciar al pecado al que, por
naturaleza, tenemos inclinación” 1. Uno de los muchos ejemplos de esta enseñanza
del Libro de Mormón se encuentra en las palabras de Alma a uno de sus hijos:

“Por tanto, hijo mío, te mando, en el temor de Dios, que te abstengas de tus
iniquidades;

“que te vuelvas al Señor con toda tu mente, poder y fuerza” (Alma 39:12–13; véase
también Mosíah 7:33; 3 Nefi 20:26; Mormón 9:6).

Para que nuestra entrega al Señor sea total, debe incluir nada menor que un
convenio de obediencia a Él. A menudo hablamos de este convenio como el
convenio bautismal, puesto que se ratifica al ser bautizados en el agua (véase
Mosíah 18:10). El mismo bautismo del Salvador, que dio el ejemplo, confirmó Su
convenio de obediencia hacia el Padre: “Mas no obstante que era santo, él muestra
a los hijos de los hombres que, según la carne, él se humilla ante el Padre, y testifica
al Padre que le sería obediente al observar sus mandamientos” (2 Nefi 31:7). Sin
este convenio, el arrepentimiento queda incompleto y no se obtiene la remisión de
los pecados 2. En las memorables palabras del profesor Noel Reynolds: “La
decisión de arrepentirse es decidir cerrar las puertas en todas direcciones [con la
determinación] de seguir para siempre sólo un camino, el único camino que
conduce a la vida eterna” 3.

Cuarto: El arrepentimiento requiere un serio propósito y el deseo de perseverar


aun en medio del dolor. Tratar de crear una lista de pasos específicos para el
arrepentimiento puede ser útil para algunos, pero también puede conducir a
cumplir esos pasos de forma mecánica para eliminarlos de la lista, sin que haya
verdadero sentimiento ni se produzca un cambio; el arrepentimiento sincero no es
superficial. El Señor especifica dos requisitos fundamentales: “Por esto sabréis si
un hombre se arrepiente de sus pecados: He aquí, los confesará y los abandonará”
(D. y C. 58:43).

Confesar y abandonar son conceptos poderosos. Son mucho más que un “tienes
razón, lo siento” superficial. Confesar es un reconocimiento profundo, y a veces

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angustiante, del error y la ofensa a Dios y a la persona. A menudo, dolor, pesar y


lágrimas amargas acompañan la confesión, en especial cuando los actos cometidos
le causan dolor a alguien, o aún peor, han conducido a otras personas a cometer un
pecado. Es esa angustia profunda, el ver las cosas como realmente son, lo que
conduce a alguien como Alma a exclamar: “¡Oh Jesús, Hijo de Dios, ten
misericordia de mí que estoy en la hiel de amargura, y ceñido con las eternas
cadenas de la muerte!” (Alma 36:18).

Con fe en el misericordioso Redentor y en Su poder, lo que puede ser desconsuelo


se convierte en esperanza. El corazón y los deseos de la persona cambian y el
pecado, que antes era atractivo, es cada vez más abominable; una resolución de
abandonar y renunciar al pecado y de rectificar, en la medida de lo posible, el daño
que se ha causado, nace en ese nuevo corazón. Esa resolución pronto llega a ser un
convenio de obediencia a Dios. Al hacer este convenio, el Espíritu Santo, el
mensajero de la gracia divina, traerá alivio y perdón. y se sentirá el impulso de
declarar, una vez más como Alma: “Y ¡oh qué gozo, y qué luz tan maravillosa fue la
que vi! Sí, mi alma se llenó de un gozo tan profundo como lo había sido mi dolor”
(Alma 36:20).

Cualquier dolor que implique el arrepentimiento siempre será mucho menos que el
sufrimiento que se requiere para satisfacer la justicia por una transgresión que no
se haya resuelto. El Salvador dijo muy poco acerca de lo que sufrió para satisfacer
las demandas de la justicia y expiar nuestros pecados, pero sí hizo esta reveladora
declaración:

“Porque he aquí, yo, Dios, he padecido estas cosas por todos, para que no
padezcan, si se arrepienten;

“mas si no se arrepienten, tendrán que padecer así como yo;

“padecimiento que hizo que yo, Dios, el mayor de todos, temblara a causa del
dolor y sangrara por cada poro y padeciera, tanto en el cuerpo como en el espíritu,
y deseara no tener que beber la amarga copa…” (D. y C. 19:16–18).

Quinto: Sea cual sea el costo del arrepentimiento, se consume en el gozo del
perdón. En un discurso de una conferencia general titulado “La luminosa mañana
del perdón”, el presidente Boyd K. Packer estableció esta analogía:

“En abril de 1847, Brigham Young guió a la primera compañía de pioneros que
partió de Winter Quarters. Al mismo tiempo, dos mil seiscientos kilómetros hacia
el oeste, los patéticos sobrevivientes del grupo de Donner poco a poco iban
bajando por las laderas de las montañas de la Sierra Nevada hacia el valle de
Sacramento.

“Habían pasado el crudo invierno atrapados en los ventisqueros al pie de la cima.


Es casi imposible de creer que alguien haya sobrevivido los días, las semanas y los
meses que pasaron expuestos al hambre y a un sufrimiento indescriptible.

“Entre ellos se encontraba John Breen, que tenía quince años y que en la noche del
24 de abril llegó a la hacienda de los Johnson. Años más tarde, él mismo escribió:

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“‘Hacía mucho que había anochecido cuando llegamos a la hacienda de los


Johnson, así que, la primera vez que la vi fue en las horas tempranas de la mañana.
Era un bonito día, el suelo estaba cubierto de césped verde, los pájaros cantaban
en las ramas de los árboles y nuestro viaje había concluido. Me parecía mentira que
estuviera vivo.

“‘La vista de esa mañana permanece grabada en mi mente. Me he olvidado de la


mayor parte de lo que sucedió, pero aquel campamento junto a la hacienda de los
Johnson jamás se borrará de mi memoria’”.

El presidente Packer dijo: “Al principio me sentí sumamente desconcertado por su


declaración de haber ‘olvidado la mayor parte de lo que sucedió’. ¿Cómo podía
haber olvidado los largos meses de intenso sufrimiento? ¿Cómo era posible que
una mañana luminosa reemplazara aquel brutal y tenebroso invierno?

“Después de reflexionarlo más, decidí que en realidad no era tan asombroso; he


visto algo semejante sucederle a gente que conozco. He visto a alguien que ha
pasado un largo invierno de remordimiento y hambre espiritual despertar a la
mañana del perdón. “Al llegar la mañana, aprendieron lo siguiente:

“‘He aquí, quien se ha arrepentido de sus pecados es perdonado; y yo, el Señor, no


los recuerdo más’” (D. y C. 58:42) 4.

Con agradecimiento reconozco y testifico que los incomprensibles sufrimiento,


muerte y resurrección de nuestro Señor “…[llevan] a efecto la condición del
arrepentimiento” (Helamán 14:18). El divino don del arrepentimiento es la clave de
la felicidad aquí y en el mundo venidero. Citando las palabras del Salvador y con
gran humildad y amor, invito a todos a “[arrepentirse], porque el reino de los cielos
se ha acercado” (Mateo 4:17). Sé que al aceptar esta invitación, encontrarán gozo
tanto ahora como por la eternidad. En el nombre de Jesucristo. Amén.

1. 1. Diccionario bíblico en inglés, “Repentance” (arrepentimiento).

2. 2. En el Libro de Mormón se habla repetidamente de “ser bautizado para


arrepentimiento” (véase Mosíah 26:22; Alma 5:62; 6:2; 7:14; 8:10; 9:27;
48:19; 49:30; Helamán 3:24; 5:17, 19; 3 Nefi 1:23; 7:24–26; Moroni 8:11).
Juan el Bautista utilizó las mismas palabras (véase Mateo 3:11), y Pablo
habló del “bautismo de arrepentimiento” (Hechos 19:4). La frase
también aparece en Doctrina y Convenios (véase D. y C. 35:5; 107:20).
“Bautismo de o para arrepentimiento” simplemente se refiere al hecho
de que el bautismo junto con su convenio de obediencia es la piedra de
coronamiento del arrepentimiento. Con un arrepentimiento total,
incluyendo el bautismo, se es digno de recibir la imposición de manos
para que se le confiera el don del Espíritu Santo; y es por medio del
Espíritu Santo que uno recibe el bautismo del Espíritu (véase Juan 3:5) y
el perdón de los pecados: “Porque la puerta por la cual debéis entrar es
el arrepentimiento y el bautismo en el agua; y entonces viene una
remisión de vuestros pecados por fuego y por el Espíritu Santo” (2 Nefi
31:17).

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3. 3. Noel B. Reynolds, “The True Points of My Doctrine,” Journal of Book of


Mormon Studies, tomo V, Nº 2, otoño de 1996, pág. 35; cursiva agregada.

4. 4. Véase Boyd K. Packer, “La luminosa mañana del perdón”, Liahona,


enero de 1996, págs. 20–21.

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9/8/2021 Mansos y humildes de corazón

Mansos y humildes de corazón


Por el élder David A. Bednar
Del Cuórum de los Doce Apóstoles

La mansedumbre es un atributo que caracteriza al Redentor y se distingue por una


justa receptividad, una sumisión voluntaria y un firme autocontrol.

Me regocijo en la sagrada oportunidad de sostener a los líderes de nuestra Iglesia;


y de todo corazón doy la bienvenida al élder Gong y al élder Soares al Cuórum de
los Doce Apóstoles. El ministerio de estos hombres fieles bendecirá a las personas y
a las familias de todo el mundo, y estoy ansioso por servir con ellos, y aprender de
ellos.

Ruego que el Espíritu Santo nos enseñe e ilumine al aprender juntos acerca de un
aspecto vital de la naturaleza divina del Salvador 1 que cada uno de nosotros
debería esforzarse por emular.

Presentaré varios ejemplos que destacan esa cualidad de Cristo antes de determinar
el atributo específico más adelante en mi mensaje. Por favor presten atención a
cada ejemplo y consideren junto conmigo las posibles respuestas a las preguntas
que plantearé.

Ejemplo nro.1. El joven rico y Amulek


En el Nuevo Testamento, aprendemos acerca de un joven rico que le preguntó a
Jesús: “Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?” 2. El Salvador le
mandó primeramente que guardara los mandamientos. Enseguida, el Maestro dio
al joven un requisito adicional que se adaptaba a sus necesidades y circunstancias
específicas.

“Le dijo Jesús: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes y da a los pobres, y
tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.

“Y al oír el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones” 3.

Comparen la respuesta del joven rico con la experiencia de Amulek, tal como se
describe en el Libro de Mormón. Amulek era un hombre trabajador y próspero que
tenía muchos parientes y amigos 4. Se describió a sí mismo como un hombre que
fue llamado muchas veces y no quiso oír; un hombre que sabía acerca de las cosas
de Dios mas no quiso saber 5. Siendo un hombre básicamente bueno, a Amulek lo
distraían las preocupaciones mundanas, al igual que al joven rico que se describe
en el Nuevo Testamento.
https://www.churchofjesuschrist.org/study/general-conference/2018/04/meek-and-lowly-of-heart?lang=spa 1/7
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Aunque previamente había endurecido el corazón, Amulek obedeció la voz de un


ángel, recibió al profeta Alma en su casa y le proporcionó alimento. Despertó
espiritualmente durante la visita de Alma y fue llamado a predicar el Evangelio.
Amulek abandonó “todo su oro, su plata y sus objetos preciosos… por la palabra
de Dios; y [fue] rechazado por los que antes eran sus amigos, y también por su
padre y sus parientes” 6.

¿A qué se debe la diferencia entre las respuestas del joven rico y la de Amulek?

Ejemplo nro. 2. Pahorán


Durante un peligroso periodo de guerra que se describe en el Libro de Mormón, se
produjo un intercambio de epístolas entre Moroni, el capitán de los ejércitos
nefitas, y Pahorán, el juez superior y gobernador de la tierra. Moroni, cuyo ejército
padecía a causa del apoyo deficiente del gobierno, le escribió a Pahorán “por vía de
reprobación” 7 y lo acusó a él y a los otros líderes de desidia, pereza, negligencia e
incluso de ser traidores 8.

Pahorán fácilmente podría haberse molestado con Moroni por sus acusaciones
incorrectas, pero no lo hizo. Respondió compasivamente y describió una rebelión
contra el gobierno acerca de la cual Moroni no estaba al tanto; y luego Pahorán
declaró:

He aquí, Moroni, te digo que no me regocijo por vuestras grandes aflicciones, sí,
ello contrista mi alma.

“… me has censurado en tu epístola, pero no importa; no estoy enojado, antes bien,


me regocijo en la grandeza de tu corazón” 9.

¿A qué se debe la respuesta mesurada de Pahorán a las acusaciones de Moroni?

Ejemplo nro. 3. El presidente Russell M. Nelson y el


presidente Henry B. Eyring
En la conferencia general hace seis meses, el presidente Russell M. Nelson
describió su respuesta a la invitación del presidente Thomas S. Monson de estudiar,
reflexionar y aplicar las verdades que se hallan en el Libro de Mormón. Dijo lo
siguiente: “… he procurado seguir su consejo. Entre otras cosas, he hecho listas de
lo que es el Libro de Mormón, lo que afirma, lo que refuta, lo que cumple, lo que
aclara y lo que revela. ¡Contemplar el Libro de Mormón a través de esas lentes ha
sido un ejercicio esclarecedor e inspirador! Se lo recomiendo a cada uno de
ustedes” 10.

De igual modo, el presidente Henry B. Eyring hizo hincapié en la importancia que


la solicitud del presidente Monson tenía en su vida. Él observó:

https://www.churchofjesuschrist.org/study/general-conference/2018/04/meek-and-lowly-of-heart?lang=spa 2/7
9/8/2021 Mansos y humildes de corazón

“… he leído el Libro de Mormón todos los días durante más de 50 años, por lo que
hubiera sido razonable pensar que las palabras del presidente Monson iban
dirigidas a otra persona. Sin embargo, al igual que muchos de ustedes, sentí que la
exhortación y la promesa del profeta me invitaban a hacer un esfuerzo mayor…

“El feliz resultado para mí, y para muchos de ustedes, ha sido lo que el profeta
prometió” 11.

¿A qué se deben las respuestas inmediatas y sinceras de esos dos líderes de la


Iglesia del Señor a la invitación del presidente Monson?

No estoy sugiriendo que las respuestas espiritualmente potentes de Amulek, de


Pahorán, del presidente Nelson y del presidente Eyring se deban a una sola
cualidad de Cristo. Ciertamente, muchos atributos y experiencias interrelacionados
condujeron a la madurez espiritual que se manifiesta en la vida de esos cuatro
nobles siervos. No obstante, el Salvador y Sus profetas han destacado una cualidad
esencial que todos nosotros necesitamos comprender más plenamente y esforzarnos
por incorporar en nuestras vidas.

La mansedumbre
Fíjense por favor en la característica que el Señor utilizó para describirse a Sí
mismo en el siguiente pasaje de las Escrituras: ‘, que soy manso y humilde de
corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas: “Llevad mi yugo sobre vosotros
y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para
vuestras almas” 12.

Es esclarecedor el hecho de que el Salvador eligió recalcar la mansedumbre entre


todos los atributos y virtudes que potencialmente podría haber seleccionado.

Se percibe un modelo similar en una revelación que recibió el profeta José Smith
en 1829. El Señor declaró: “Aprende de mí y escucha mis palabras; camina en la
mansedumbre de mi Espíritu, y en mí tendrás paz” 13.

La mansedumbre es un atributo que caracteriza al Redentor y se distingue por una


justa receptividad, una sumisión voluntaria y un firme autocontrol. Esa cualidad
nos sirve para comprender más plenamente las reacciones respectivas de Amulek,
de Pahorán, del presidente Nelson y del presidente Eyring.

Por ejemplo, el presidente Nelson y el presidente Eyring respondieron de manera


justa y rápida a la invitación del presidente Monson de leer y estudiar el Libro de
Mormón. Aunque ambos hombres servían en puestos importantes y visibles de la
Iglesia y habían estudiado las Escrituras extensamente durante décadas,
demostraron por sus respuestas que no vacilaban ni tenían un sentimiento de su
propia importancia personal.

Amulek se sometió voluntariamente a la voluntad de Dios, aceptó el llamado de


predicar el Evangelio y dejó atrás sus cómodas circunstancias y relaciones
familiares. Y Pahorán fue bendecido con perspectiva y un firme autocontrol para
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9/8/2021 Mansos y humildes de corazón

actuar en lugar de reaccionar mientras explicaba a Moroni los desafíos que surgían
de una rebelión contra el gobierno.

En el mundo contemporáneo se suele malentender la cualidad de la mansedumbre


que Cristo posee. La mansedumbre es fuerte, no débil; es activa, no pasiva; es
valiente, no tímida; es controlada, no excesiva; es modesta, no engrandecida a sí
misma; y es benévola, no jactanciosa. Una persona mansa no se ofende fácilmente,
no es presumida ni dominante y reconoce fácilmente los logros de los demás.

Si bien la humildad generalmente denota dependencia en Dios y la constante


necesidad de Su guía y apoyo, una característica distintiva de la mansedumbre es la
receptividad espiritual particular para aprender del Espíritu Santo, así como de las
personas que puedan parecer menos capaces, experimentadas o educadas, o que
quizás no ocupen puestos importantes, o que de alguna manera no parezcan tener
mucho que aportar. Recordarán cómo Naamán, capitán del ejército del rey de
Siria, venció su orgullo y aceptó con mansedumbre el consejo de sus siervos de
obedecer al profeta Eliseo y lavarse en el río Jordán siete veces 14. La mansedumbre
es la protección principal contra la orgullosa ceguera que suele surgir de la
prominencia, de la posición, del poder, de la riqueza y de la adulación.

La mansedumbre, un atributo y un don espiritual de


Cristo
La mansedumbre es un atributo que se logra mediante el deseo, el justo ejercicio
del albedrío moral, y el constante esfuerzo por retener la remisión de nuestros
pecados 15. Es además un don espiritual el cual podemos apropiadamente buscar 16.
Sin embargo, debemos recordar los propósitos por los que se otorga tal bendición,
o sea, para beneficiar y servir a los hijos de Dios 17.

A medida que venimos al Salvador y le seguimos, cada vez estaremos más y más
capacitados para llegar a ser más como Él. El Espíritu nos inviste de poder para
tener un autocontrol disciplinado y una actitud firme y apacible. Por lo tanto,
llegamos a ser mansos como discípulos del Maestro y no es solo algo que hacemos.

“Moisés fue instruido… en toda la sabiduría de los egipcios, y era poderoso en sus
palabras y hechos” 18, No obstante, “era muy manso, más que todos los hombres
que había sobre la tierra” 19. Su conocimiento y capacidad podrían haberlo llenado
de orgullo, pero en vez de ello, el atributo y el don espiritual de la mansedumbre
con la que fue bendecido aminoraron la arrogancia en su vida y lo engrandecieron
como un instrumento para lograr los propósitos de Dios.

El Maestro como un ejemplo de mansedumbre


Los ejemplos más majestuosos y significativos de la mansedumbre se encuentran en
la vida del Salvador mismo.

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9/8/2021 Mansos y humildes de corazón

El Grandioso Redentor, aquel que “descendió debajo de todo” 20 y sufrió, sangró y


falleció para “limpiarnos de toda maldad” 21, tiernamente lavó los pies polvorientos
de Sus discípulos 22. Tal mansedumbre es una característica distintiva del Señor
como siervo y líder.

Jesús proporciona el máximo ejemplo de receptividad justa y de sumisión


voluntaria al sufrir intensa agonía en Getsemaní.

“Y cuando llegó a aquel lugar, les dijo [a Sus discípulos]: Orad para que no entréis
en tentación.

“y puesto de rodillas oró,

“diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad,


sino la tuya” 23.

La mansedumbre del Salvador en esa experiencia eternamente esencial y


sumamente dolorosa nos demuestra a cada uno la importancia de poner la
sabiduría de Dios por encima de nuestra propia sabiduría.

La constancia de la sumisión voluntaria del Señor y el firme autocontrol son


inspiradores e instructivos para todos nosotros. Cuando una compañía armada de
guardias del templo y soldados romanos llegaron a Getsemaní para capturar y
arrestar a Jesús, Pedro sacó su espada y le cortó la oreja derecha al siervo del sumo
sacerdote 24. El Salvador tocó entonces la oreja del siervo y lo sanó 25. Tengan en
cuenta que Él brindó ayuda y bendijo al hombre que lo había capturado y que
utilizó el mismo poder celestial que podría haber evitado que fuese capturado y
crucificado.

Consideren también cómo el Maestro fue acusado y condenado ante Pilato para ser
crucificado 26. Cuando fue entregado, Jesús declaró: “¿Acaso piensas que no puedo
orar a mi Padre ahora, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?” 27.
Sin embargo, el “Juez Eterno de vivos y muertos” 28 paradójicamente fue juzgado
ante un político suplente provisional. “Pero Jesús no le respondió ni una palabra,
de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho” 29. La mansedumbre del
Salvador se manifiesta en Su respuesta disciplinada, en Su firme autocontrol y al no
estar dispuesto a ejercer Su poder infinito para beneficio personal.

Promesa y testimonio
Mormón menciona que la mansedumbre es el fundamento del cual surgen todas las
aptitudes y los dones espirituales.

“De manera que si un hombre tiene fe, es necesario que tenga esperanza; porque
sin fe no puede haber esperanza.

“Y además, he aquí os digo que el hombre no puede tener fe ni esperanza, a menos


que sea manso y humilde de corazón.

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9/8/2021 Mansos y humildes de corazón

“Porque si no, su fe y su esperanza son vanas, porque nadie es aceptable a Dios


sino los mansos y humildes de corazón; y si un hombre es manso y humilde de
corazón, y confiesa por el poder del Espíritu Santo que Jesús es el Cristo, es
menester que tenga caridad; porque si no tiene caridad, no es nada; por tanto, es
necesario que tenga caridad” 30.

El Salvador declaró: “Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra


como heredad” 31. La mansedumbre es un aspecto esencial de la naturaleza divina y
lo podemos recibir y cultivar en nuestras vidas a causa de la expiación del Salvador
y mediante ella.

Testifico que Jesucristo es nuestro Redentor resucitado y viviente; y prometo que Él


nos guiará, nos protegerá y fortalecerá a medida que caminemos en la
mansedumbre de Su espíritu. Declaro mi testimonio firme de esas verdades y
promesas en el sagrado nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Notas
1. 1. Véase 2 Pedro 1:4.

2. 2. Mateo 19:16.

3. 3. Mateo 19:21–22.

4. 4. Véase Alma 10:4.

5. 5. Véase Alma 10:5–6.

6. 6. Alma 15:16.

7. 7. Alma 60:2.

8. 8. Véase Alma 60:5–33.

9. 9. Alma 61:2, 9.

10. 10. Russell M. Nelson, “El Libro de Mormón: ¿Cómo sería su vida sin él?”,
Liahona, noviembre de 2017, pág. 61.

11. 11. Henry B. Eyring, “No tengáis miedo de hacer lo bueno” Liahona,
noviembre de 2017, pág. 100.

12. 12. Mateo 11:29; cursiva agregada.

13. 13. Doctrina y Convenios 19:23; cursiva agregada.

14. 14. Véase 2 Reyes 5:1–17.

15. 15. Véase Mosíah 4:12, 26; Moroni 8:25–26.

16. 16. Véase Doctrina y Convenios 46:8.

17. 17. Véase Doctrina y Convenios 46:8–9, 26.

18. 18. Hechos 7:22.

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9/8/2021 Mansos y humildes de corazón

19. 19. Números 12:3.

20. 20. Doctrina y Convenios 88:6.

21. 21. 1 Juan 1:9; cursiva agregada.

22. 22. Véase Juan 13:4–5.

23. 23. Lucas 22:40–42.

24. 24. Véase Juan 18:10.

25. 25. Véase Lucas 22:51.

26. 26. Véase Mateo 27:2, 11–26.

27. 27. Mateo 26:53.

28. 28. Moroni 10:34.

29. 29. Mateo 27:14.

30. 30. Moroni 7:42–44.

31. 31. Mateo 5:5.

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9/8/2021 Conocer la voluntad del Señor con respecto a ustedes

Conocer la voluntad del Señor con respecto a


ustedes
Anne C. Pingree
Second Counselor in the Relief Society General Presidency

Que el Señor las bendiga en su búsqueda personal para conocer Su voluntad para
con ustedes, y sometan su voluntad a la de Él.

El llegar a serun instrumento en las manos de Dios es un gran privilegio y una


responsabilidad sagrada. Dondequiera que vivamos, cualesquiera sean nuestras
circunstancias, no importa nuestro estado civil o nuestra edad, el Señor necesita
que cada una de nosotras cumpla su función única en la edificación de Su reino en
esta última dispensación. Testifico que podemos saber lo que el Señor desea que
hagamos, y que podemos sentir “la bendición que se ha conferido sobre nosotros,
que hemos sido hechos instrumentos en las manos de Dios para realizar esta gran
obra” 1. Esta noche quisiera compartir una porción de mi trayectoria sumamente
personal de llegar a comprender cómollegamos a ser esa clase de instrumentos.

Comienzo donde terminó mi trayectoria, en esta sublime verdad que enseñó el


élder Neal A. Maxwell: “…la sumisión de nuestra voluntad es la única cosa
exclusivamente personal que tenemos para colocar sobre el altar de Dios; todo lo
demás que le ‘damos’ es, en realidad, lo que Él nos ha dado o prestado a nosotros.
Pero cuando nos sometemos dejando que nuestra voluntad sea absorbida en la
voluntad de Dios, entonces, verdaderamente le estamos dando algo. ¡Es la sola
posesión exclusivamente nuestra que podemos dar!” 2.

Testifico, mis amadas hermanas, que a fin de que seamos en verdad instrumentos en
las manos de Dios, a fin de que esa bendición se confiera plenamente sobre
nosotros en “el día de esta vida” en el que ejecutamos nuestra obra 3, debemos, como
dice el élder Maxwell, someter “nuestra voluntad” 4 al Señor.

El proceso purificador que me llevó a adquirir un testimonio de este principio


empezó de repente, cuando recibí mi bendición patriarcal a los treinta y tantos
años de edad. Me había preparado mediante el ayuno y la oración, y me
preguntaba en mi corazón: “¿Qué es lo que el Señor desea que yo haga?”. Ante la
feliz expectativa, y acompañados de nuestros cuatro hijitos, mi esposo y yo nos
dirigimos a casa del anciano patriarca. En la bendición que me dio se recalcaba
una y otra vez la obra misional.

Aunque me disguste admitirlo, me sentía desilusionada y acongojada. Hasta ese


momento de mi vida, apenas había leído el Libro de Mormón de principio a fin.
Indudablemente, no estaba preparada para servir en una misión, de modo que
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9/8/2021 Conocer la voluntad del Señor con respecto a ustedes

guardé mi bendición patriarcal en un cajón; sin embargo, lo que hice fue comenzar
un serio plan de estudio de las Escrituras cada día mientras me concentraba en
criar a mis hijos.

Pasaron los años, y mi esposo y yo nos concentramos en preparar a nuestros hijos


para servir en misiones. Al enviarlos a distintos países, yo honradamente pensé que
había cumplido mi responsabilidad misional.

Entonces mi esposo fue llamado a ser presidente de misión en un país inestable y


caótico en vías de desarrollo, a 16.000 km de distancia de nuestro hogar, y
totalmente diferente de la cultura y del idioma que yo conocía. Pero en el momento
de recibir mi llamamiento como misionera de tiempo completo, me sentí un poco
como Alma y los hijos de Mosíah, de que era llamada para ser un “[instrumento] en
las manos de Dios para realizar esta gran obra” 5. También sentí algo que estoy
segura que ellos no sintieron: ¡un terrible temor!

A los pocos días, saqué mi bendición patriarcal y la leí una y otra vez, en busca de
un entendimiento más profundo. A pesar de que sabía que cumpliría una promesa
que había recibido de un patriarca hacía varias décadas, eso no aminoró mis
preocupaciones. ¿Podría dejar atrás a mis hijos casados y a los solteros, y a mi
padre y a mi suegra ancianos? ¿Sabría qué decir y hacer? ¿Qué comeríamos mi
esposo y yo? ¿Estaríamos seguros en un país políticamente inestable y peligroso?
Me sentía inepta en todo sentido.

En busca de paz, redoblé mis esfuerzos para asistir al templo, tiempo en el que
medité en el significado de mis convenios como nunca antes lo había hecho. Para
mí, en ese momento crucial de mi vida, mis convenios del templo fueron como un
cimiento y un estímulo. Sí, tenía miedo, pero me di cuenta de que había elegido
contraer compromisos personales, válidos y sagrados que me proponía cumplir. Al
final de cuentas, ésa no era tarea de otra persona; era mi llamamiento misional, y
tomé la determinación de servir.

El padre de José Smith pronunció esta bendición sobre la cabeza de su hijo: “El
Señor Tu Dios te ha llamado por tu nombre desde los cielos. Has sido llamado… a
la gran obra del Señor, para realizar una obra en esta generación que nadie… la
haría como tú en todas las cosas, de acuerdo con la voluntad del Señor” 6. El
profeta José fue llamado a su parte singular de “la gran obra del Señor”, y a pesar
de lo abrumada y falta de preparación que yo me consideraba, ciertamente también
fui llamada a realizar mi porción de la obra. Esa perspectiva me infundió ayuda y
valor.

En mis oraciones constantes, yo seguía preguntando: “Padre, ¿cómo puedo hacer


lo que me has llamado a hacer?”. Una mañana, poco antes de salir a la misión, dos
amigas me llevaron un regalo: era un pequeño himnario para que lo llevara
conmigo. Más tarde ese mismo día, la respuesta a mis meses de constantes súplicas
provino de ese himnario. Al buscar solaz en un lugar tranquilo, acudieron con
claridad a mi mente estas palabras:

“Pues ya no temáis, y escudo seré,

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9/8/2021 Conocer la voluntad del Señor con respecto a ustedes

que soy vuestro Dios y socorro tendréis;


y fuerza y vida y paz os daré,
y salvos de males, vosotros seréis” 7.

El darme cuenta de una manera muy personal que el Señor estaría conmigo y me
ayudaría fue sólo el comienzo. Tenía mucho más que aprender en cuanto a llegar a
ser un instrumento en las manos de Dios.

Lejos de nuestro hogar, en un país extraño, mi esposo y yo iniciamos nuestro


servicio, a semejanza de los pioneros, con fe en cada paso. La mayor parte del
tiempo estábamos literalmente solos, buscando el camino en una cultura que no
comprendíamos, expresada en docenas de idiomas que no podíamos hablar. El
mismo sentimiento que tuvo Sarah Cleveland, una de las primeras hermanas líderes
de la Sociedad de Socorro en Nauvoo, describía lo que nosotros sentíamos: “Nos
hemos embarcado en esta obra en el nombre del Señor. Marchemos adelante con
valor” 8.

Mi primera lección en el proceso de llegar a ser un instrumento en la mano de Dios


había sido escudriñar las Escrituras, ayunar, orar, asistir al templo y vivir fiel a los
convenios que había hecho en la casa del Señor. Mi segunda lección fue que a fin
de marchar “adelante con valor”, tenía que confiar plenamente en el Señor y buscar
con fervor la revelación personal. A fin de recibirla, tendría que vivir de manera
digna para tener la compañía constante del Espíritu Santo.

Mi última lección fue precisamente lo que el élder Maxwell explicó. Incluso en los
detalles más pequeños de cada día, cedí mi voluntad a la del Señor, ya que
necesitaba tanto Su ayuda y guía y Su protección. Al hacerlo, la relación que tenía
con mi Padre Celestial cambió gradualmente, de maneras profundas, que
continúan siendo una bendición para mí y para mi familia.

La jornada de mi vida es diferente de la de ustedes. Cada una podría enseñarme


mucho de las experiencias que ha tenido al entregar su voluntad al Señor a medida
que se esfuerza por conocer la voluntad de Él respecto a ustedes. Podemos
regocijarnos juntas en el Evangelio restaurado de Jesucristo, reconociendo con
agradecimiento la bendición de tener un testimonio del Salvador y de Su Expiación
por todas nosotras. De una cosa estoy segura… nuestros esfuerzos personales para
llegar a ser instrumentos en las manos de Dios no han sido fáciles y nos han
ayudado a crecer espiritualmente, enriqueciendo nuestras jornadas terrenales de la
forma más personal y maravillosa.

Estimadas hermanas, que el Señor las bendiga en su búsqueda personal para


conocer Su voluntad para con ustedes, y sometan su voluntad a la de Él. Testifico que
nuestra voluntad personal “es la sola posesión exclusivamente nuestra que podemos
dar” 9. En el nombre de Jesucristo. Amén.

1. 1. Alma 26:3.

2. 2. Neal A. Maxwell, “…absorbida en la voluntad del Padre”, Liahona,


enero de 1996, pág. 25; énfasis agregado.

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9/8/2021 Conocer la voluntad del Señor con respecto a ustedes

3. 3. Alma 34:32.

4. 4. Liahona, enero de 1996, pág. 25.

5. 5. Alma 26:3.

6. 6. In Gracia N. Jones, Emma’s Glory and Sacrifice: A Testimony (1987), págs.


43–44.

7. 7. “Qué firmes cimientos”, Himnos, Nº 40.

8. 8. Relief Society Minutes, 30 de marzo de 1842, Archivos de La Iglesia de


Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pág. 24.

9. 9. Liahona, enero de 1996, pág. 25, énfasis agregado.

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9/8/2021 “Bienaventurados los misericordiosos…”

“Bienaventurados los misericordiosos…”


Gordon B. Hinckley
First Counselor in the First Presidency

“La misericordia constituye la esencia misma del Evangelio de Jesucristo. El grado al


cual la manifestemos reflejará si somos realmente discípulos de nuestro Señor y
Maestro.”

Mis hermanos y hermanas, comprendo la Imponente responsabilidad de dirigiros


la palabra en esta gran conferencia. Decenas de miles de vosotros estáis escuchando
con gran expectación tanto aquí en el Tabernáculo como en vuestra casa y en mas
de dos mil edificios de la Iglesia. Quisiera decir para comenzar que os amo como
mis hermanos y hermanas de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos
Días. Os amo por vuestra fe y por vuestra fidelidad. Os amo por vuestra integridad.
Os amo por vuestro anhelo de vivir como el Señor desea que viváis y por el
esfuerzo que hacéis por lograrlo.

Se que muchos de vosotros sobrelleváis cargas muy pesadas. Se que muchos de


vosotros vivís bajo extremados apremios y tensión. Se que estáis deseosos de hacer
lo bueno y que oráis y os esforzáis por hacerlo. También se que ninguno de
nosotros ha alcanzado la perfección que se nos ha amonestado a buscar; por lo
tanto, y sólo con el deseo de animar, me tomo la libertad de tratar un tema que me
parece se aplica a todos nosotros; proviene del sermón que Jesús dio a la multitud
congregada en el monte: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
alcanzaran misericordia” (Mateo 5:7).

Vivimos en un mundo donde reinan la aspereza y el rigor. Vivimos en un mundo


lleno de hostilidad, mal genio y maldad. Por la naturaleza humana, muchísimos se
inclinan a actuar con absoluto egoísmo sin importarles el daño que causen a los
demás.

Un día conversé con una joven madre a la que su marido había abandonado. Con
muy poca preparación, procuraba ganarse la vida para mantener a sus hijos.
Angustiada y desalentada, con lagrimas en los ojos, me dijo: “El mundo laboral es
muy cruel; en el, no se conoce la misericordia”.

¡Que divina cualidad es la misericordia! Esta no puede disponerse por la ley, ya


que debe salir del corazón; tiene que brotar del alma. La misericordia es parte de lo
que hemos recibido como hijos de Dios y partícipes del linaje divino. Suplico que
todos nos esforcemos mucho mas por dar mas amplia expresión y extensión a ese
instinto que poseemos. Estoy convencido de que llegara la ocasión, quizá muchas
ocasiones, en que tendremos que clamar pidiendo misericordia a otras personas.

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9/8/2021 “Bienaventurados los misericordiosos…”

¿Cómo podremos esperar recibirla si nosotros mismos no hemos sido


misericordiosos?

Una parábola del Maestro me viene a la memoria:

“Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacia cada día.
banquete con esplendidez.

“Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de


aquel, lleno de llagas,

“y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico …

“Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de
Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado.

“Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a


Lázaro en su seno.

“Entonces el, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mi, y envía a
Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque
estoy atormentado en esta llama.

“Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro
también males; pero ahora este es consolado aquí, y tu atormentado.

“Además de todo esto, una gran sima esta puesta entre nosotros y vosotros, de
manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá para
acá.” (Lucas 1ó:19-2ó.)

Suplico que tengamos un mayor espíritu de compasión en todas nuestras relaciones


personales, que tengamos mas misericordia, puesto que la promesa es cierta de que
si somos misericordiosos recibiremos misericordia.

Junto con vosotros, he observado en los pasados meses el cambio asombroso y casi
increíble que se ha verificado en algunas naciones de la tierra. Dictadores han caído
y la voz del pueblo se oye otra vez con un nuevo canto de libertad.

Vi en televisión el juicio sumario que se aplicó a uno que había sido un déspota
despiadado y que al verse en peligro deseó que sus acusadores tuvieran
misericordia con el. No se nada del sistema judicial bajo el cual el y su esposa
fueron procesados; sólo se que el juicio fue breve, la sentencia, muerte y la
ejecución rápida. El no había tenido ninguna clemencia a lo largo de años de
opresión cruel e implacable, y en esos momentos cruciales ninguna misericordia se
tuvo para con el.

La misericordia constituye la esencia misma del Evangelio de Jesucristo. El grado al


cual la manifestemos reflejara si somos realmente discípulos de nuestro Señor y
Maestro.

Os recuerdo que El dijo: “… a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha,


vuélvele también la otra …” (Mateo 5:39).

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9/8/2021 “Bienaventurados los misericordiosos…”

El dijo: “… y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la


capa” (Mateo 5:40).

E1 dijo: “… y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con el
dos” (Mateo 5:41).

El dijo: “Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehuses”
(Mateo 5:42).

El dijo a la mujer sorprendida en pecado:

“… ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? …

“Ni yo te condeno; vete, y no peques mas.” ( Juan 8:10-11.)

El, cuando colgaba en la cruz en espantosa agonía, clamó: “Padre, perdónalos,


porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

El, el Hijo del Padre sempiterno, fue el mas grandioso ejemplo de la misericordia.
Su ministerio se caracterizó por su compasión para con

los pobres, los enfermos, los oprimidos, las víctimas de la injusticia y de la crueldad
del hombre. Su sacrificio en la cruz fue un acto de misericordia sin parangón en
bien de toda la humanidad.

¡Que gran virtud es la clemencia! Las mas de las veces es silenciosa y modesta, y no
se pregona. Es la antítesis de la venganza y del odio, de la codicia y del detestable
egotismo. Como lo dice Porcia en El mercader de Venecia, de Shakespeare:

“La propiedad de la clemencia es que no sea forzada; cae como la dulce lluvia del
cielo sobre el llano que esta por debajo de ella; es dos veces bendita. bendice al que
la concede y al que la recibe … sienta mejor que la corona al monarca sobre su
trono. El cetro puede mostrar bien la fuerza del poder temporal … Pero la
clemencia esta por encima de esa autoridad del cetro; tiene su trono en los
corazones de los reyes; es un atributo de Dios mismo …” (acto cuarto, escena
primera, Obras completas, Madrid: Aguilar, 1967).

Si todas las personas la cultivaran, se daría fin a las atrocidades de la guerra. Desde
hace ya muchos años hemos visto el conflicto que existe en el norte de Irlanda. Sin
duda, los que lo han vivido y que han sufrido sus consecuencias deben de estar
hartos de todo eso. Una efusión de clemencia de ambas partes pondría fin al
destructivo odio que ha reinado y crecido durante tanto tiempo. Ya es hora de que
cada lado actúe con mas compasión para con el otro. Se que si eso ocurre, los que
muestren misericordia hallaran la misericordia que tanto anhelan.

De todas las guerras que ha habido en los Estados Unidos, ninguna ha producido
tanto sufrimiento ni tanta muerte, ni ha estado tan impregnada de encono y de
odio como la guerra civil. En las paginas de la historia, hay pocas escenas tan
conmovedoras como la del 9 de abril de 18ó5 en Appomattox, estado de Virginia,
cuando el general Robert E. Lee se rindió ante el general Ulysses S. Grant. El
general Grant escribió un breve informe de las condiciones bajo las cuales los

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9/8/2021 “Bienaventurados los misericordiosos…”

soldados del sur quedaban libres de volver a sus hogares con sus armas personales,
sus caballos y sus pertrechos respectivos.

No hubo recriminación alguna, ni exigencia de reparaciones, ni se requirieron


excusas ni se impusieron castigos. Eso ha pasado a las crónicas de la guerra como
un gran y magnifico acto de clemencia.

En la historia de nuestra propia gente, se destaca el ejemplo de la actitud de


Brigham Young para con los indios. El que haya dicho: “Es preferible alimentarles
a pelear con ellos” pone en evidencia no sólo la innata misericordia de su alma,
sino la mayor sabiduría inherente a la compasión para con el menos afortunado.

Espero me disculpéis por emplear un ejemplo de esa actitud que he sacado de la


historia de mi propia familia. Mi abuelo, Ira Nathaniel Hinckley, recibió en 18ó7 el
llamamiento de Brigham Young de construir un fuerte en Cove Creek, en el camino
al sur de Utah, para que allí se protegiera de los indios a los viajeros. Pero nunca
hubo dificultades con los indios de trascendencia alguna a causa de la norma de
tratamiento clemente hacia ellos que siguió mi abuelo durante los años en que
estuvo a cargo de ese solitario fuerte.

Hay en nuestra sociedad tanta contención y conflictos civiles que podrían mejorar
con un poco de clemencia. Gran parte de eso ha llegado al punto de que la ley
mosaica de ojo por ojo y diente por diente se ha agrandado hasta exigir tres ojos
por un ojo y tres dientes por un diente. Muchas víctimas, atormentadas y
angustiadas, claman en vano pidiendo un poco de bondad.

Vemos violentas disensiones entre empleadores y trabajadores. Si cada lado


estuviera mas dispuesto a contemplar con mas clemencia los problemas del otro, la
mayor parte del conflicto se evitaría.

Hace poco se nos ha hecho saber que en los Estados Unidos todavía persiste, pese
a la protección de la ley, una despiadada explotación de niños en ciertas industrias.

Y todavía hay personas, y no son pocas, que sin compasión “[muelen] las caras de
los pobres” (Isaías 3:15).

Hay actualmente críticos en los medios de difusión que creen realizar una tarea
excelente y muy ingeniosa al atacar sin misericordia a hombres y a mujeres que
ocupan puestos públicos y otros cargos directivos. Toman una línea o un párrafo
fuera de contexto y persiguen a su víctima como un enjambre de abejas asesinas.
Atacan ferozmente con injuriosas y sarcásticas insinuaciones a los que no tienen
modo de defenderse y a los que, con el espíritu de las enseñanzas del Maestro,
prefieren volver la otra mejilla y seguir adelante.

En muchos lugares del mundo, los gobiernos están combatiendo en contra de las
drogas ilegales. Cabe subrayar que no hablo negativamente de los esfuerzos de los
funcionarios gubernamentales por detener el funesto trafico de las drogas; pero, en
lo que a esto respecta, hace falta mostrar compasión hacia muchas de las víctimas
de las drogas. Cada vez que ayudemos a alguien a cambiar de vida, nuestro

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9/8/2021 “Bienaventurados los misericordiosos…”

esfuerzo será un acto de misericordia seguido de agradecimiento en lugar de un


acto de castigo seguido de resentimiento.

La triste situación de los que no tienen hogar niega públicamente la grandeza de


los Estados Unidos. Elogio con la mayor efusión a los que, impulsados por el
espíritu de la bondad, extienden una mano de ayuda a los afligidos, no importa
quienes sean, y les alimentan, les visten y les bendicen. Se que a esas personas
misericordiosas el Dios del cielo las bendecirá y a sus descendientes después de
ellas, con Su divina misericordia. Creo firmemente que a los que dan tan
generosamente no les faltara lo necesario en la vida y que tendrán alimento en la
mesa y un techo sobre su cabeza. No es posible ser misericordioso con los demás
sin recibir una cosecha de misericordia a cambio.

Y esto me lleva a mencionar otro lugar donde hace mucha falta esa misericordia
que habla de paciencia, bondad, clemencia, compasión. Me refiero al hogar de la
gente.

Todo niño, con unas pocas excepciones, es el producto de un hogar, sea este
bueno, malo o indiferente. Al ir creciendo los niños a lo largo de los años, llegan a
ser. en gran medida, una extensión y un reflejo de las enseñanzas de su familia. Si
hay aspereza, maltrato, ira descontrolada, deslealtad, los frutos se discernirán
fácilmente y, con toda

probabilidad, se repetirán en la generación que sigue. Si, por otro lado, hay
tolerancia, perdón, respeto, consideración, bondad, misericordia y compasión, del
mismo modo, los frutos serán equiparables y eternamente satisfactorios; serán
buenos, gratos y magníficos. Si los padres son misericordiosos, la misericordia se
repetirá en los actos de los de la siguiente generación.

Suplico a los padres y a las madres de todas partes que desechemos la aspereza, que
dominemos la ira, que bajemos el tono de la voz y que nos tratemos con clemencia,
amor y respeto mutuos en nuestros hogares.

Como el élder James E. Talmage lo escribió: “Religión sin moralidad, profesar


santidad sin caridad, ser miembro de una iglesia sin responsabilidad adecuada, en
lo que atañe a la conducta individual en la vida diaria, son como metal que resuena
y címbalo que retiñe … ‘La religión pura y sin mácula delante de Dios y Padre es
esta: Visitar los huérfanos y las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha
de este mundo.’ La sinceridad de propósito, la integridad del alma, la pureza
individual, la libertad de conciencia, el deseo de hacer bien a todos los hombres,
aun a los enemigos, la benevolencia pura, estas cosas son algunos de los frutos que
distinguen la religión de Cristo; y sobrepujan en importancia y valor la
promulgación de dogmas y la declaración de teorías.” (Los Artículos de Fe, págs.
471-472.)

En cuanto a ese mismo tema, el Señor, por medio de la revelación moderna, nos ha
mandado: “… socorre a los débiles, levanta las manos caídas y fortalece las rodillas
desfallecidas” (D. y C. 81:5).

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9/8/2021 “Bienaventurados los misericordiosos…”

Y además: “Por tanto, fortalece a tus hermanos en toda tu conducta, en todas tus
oraciones, en todas tus exhortaciones y en todos tus hechos” (D. y C. 108:7).

En los Estados Unidos, hemos oído hablar mucho en los meses recién pasados de
“una nación mas bondadosa y mas benigna”.

Para que eso se haga realidad, debe cristalizarse por medio de la expresión
espontanea de millones de seres humanos mas bondadosos, mas benignos.

Seamos mas clementes. Abandonemos la arrogancia, la vanidad, el egotismo.


Seamos mas compasivos, mas benignos, llenos de tolerancia y de paciencia y de
mayor respeto de unos para con otros. Al hacerlo, nuestro solo ejemplo llevara a
otras personas a ser mas clementes y nosotros mismos podremos pedir con un
motivo mas firme la misericordia de Dios, que en su amor será generoso con
nosotros.

“Pues he aquí, ¿no somos todos mendigos? ¿No dependemos todos del mismo Ser.
si, de Dios, por todos los bienes que tenemos; por alimento y vestido; y por oro y
plata y por las riquezas de toda especie que poseemos?

“Y ahora, si Dios, que os ha creado, de quien dependéis por vuestras vidas y por
todo lo que tenéis y sois, os concede cuanta cosa justa le pedís … ¡oh cómo debíais
impartiros el uno al otro de vuestros bienes!” (Mosíah 4:19, 21.)

Así habló el rey Benjamin, a lo cual añado que el poder del Maestro es cierto y su
palabra segura. El cumplirá su promesa para con los que sean compasivos.
“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzaran misericordia”
(Mateo 5:7).

Se que a todos nos llegara la hora en que, ya sea por enfermedad o por achaques de
la edad, por pobreza o angustia, por opresión en contra de nosotros del hombre o
de la naturaleza, anhelaremos misericordia. Y si, a lo largo de nuestra vida, hemos
sido misericordiosos para con los demás, también nosotros recibiremos
misericordia.

“Porque así dice el Señor- Yo, el Señor, soy misericordioso y benigno para con los
que me temen, y me deleito en honrar a los que me sirven en justicia y en verdad
hasta el fin.

“Grande será su galardón y eterna será su gloria.” (D. y C. 76:5-6; cursiva


agregada.)

De estas cosas doy fe y testifico que Dios nuestro Padre Eterno vive, que E1 es un
Dios misericordioso, y que su Hijo dio su vida en su gran y misericordiosa
expiación por todos nosotros, y ruego que recibamos esa misericordia por haber
sido misericordiosos con nuestros semejantes, en el nombre de Jesucristo. Amen.

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9/8/2021 Bienaventurados son todos los de corazón puro

Bienaventurados son todos los de corazón


puro
Élder L. Whitney Clayton
De los Setenta

Que Dios bendiga nuestros sinceros esfuerzos por ser puros de corazón y mente,
para “que la virtud engalane [nuestros] pensamientos incesantemente”.

Hace unos años, al caminar por una playa del Caribe, en una mañana soleada, mi
esposa y yo vimos varios pequeños botes de pescadores que habían sido arrastrados
a la arena. Cuando nos detuvimos para verlos, aprendí algo acerca de la pesca que
nunca he olvidado. En lugar de utilizar redes, sedal o anzuelos, los pescadores
locales usaban trampas hechas de malla metálica. Cada trampa tenía la forma de
caja en la que los pescadores cortaban aberturas verticales de unos veinte
centímetros de largo a cada lado y después doblaban hacia adentro los alambres
cortados, creando así ranuras angostas por donde los peces podían entrar.

Ya se habrán dado cuenta de cómo funcionaba la trampa. Los pescadores llevaban


una trampa con carnada al mar y la bajaban al fondo. Cuando un pez lo
suficientemente grande se acercaba a la trampa y percibía la carnada, encontraba
una abertura en el costado de la trampa y se metía, pasando muy apenas por entre
los alambres cortados. Luego, cuando el pez atrapado trataba de salir, descubría
que una cosa era pasar muy apenas por los alambres cortados y otra muy diferente
era tratar de nadar contra las puntas afiladas del alambre para salir… y se quedaba
atrapado. Cuando los pescadores regresaban, sacaban la trampa del agua y el
pescado se convertía en una deliciosa cena.

En el Antiguo Testamento hay un relato de una persona que fue presa de una
trampa semejante. Ese hombre era el poderoso rey David, y lo que sucedió es uno
de los relatos más tristes de las Escrituras.

“Aconteció… en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y
con él a sus siervos y a todo Israel, y [peleó contra] los amonitas…; pero David se
quedó en Jerusalén.

“Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba


sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba
bañando, la cual era muy hermosa” (2 Samuel 11:1–2).

David averiguó que la mujer se llamaba Betsabé. Urías, el esposo, se encontraba


lejos peleando contra los amonitas con el resto del ejército, donde David, su rey,
debería haber estado. David mandó que llevaran a Betsabé al palacio; cometieron

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9/8/2021 Bienaventurados son todos los de corazón puro

adulterio, ella quedó embarazada, y David tuvo miedo de que el adulterio se


descubriera. Con la intención de cubrir su pecado, David ordenó que Urías
regresara a Jerusalén. Éste regresó, pero por principio, se negó a ir a su casa a
visitar a Betsabé. Entonces, David hizo los arreglos para que a Urías lo mataran en
el campo de batalla (véase 2 Samuel 11:3–17). Esa serie de terribles decisiones
ocasionó la muerte a Urías y sufrimiento a David, a Betsabé y, finalmente, a todo el
reino. Con gran eufemismo, en la Biblia dice: “…esto que David había hecho, fue
desagradable ante los ojos de Jehová” (2 Samuel 11:27).

¿Se dan cuenta de cómo David cayó en esta trampa? Él estaba en la terraza de su
palacio y al mirar hacia abajo, vio en el patio de una casa vecina algo que no debió
haber visto. Esa fue la carnada del adversario. Por modestia, castidad y buen juicio,
David tendría que haberse dado vuelta inmediatamente y no mirar, pero no hizo
ninguna de las dos cosas; en vez de ello, permitió que las fantasías prohibidas
ocuparan su mente, esos pensamientos llevaron a las acciones y muy pronto las
cosas comenzaron a ir cuesta abajo: de mal, a peor, a desastroso. David estaba
atrapado y las consecuencias para él fueron eternas.

En la actualidad existe una trampa espiritual que se llama pornografía, y muchos,


atraídos por sus mensajes provocativos, entran en esa trampa mortal. Como
cualquier trampa, es fácil entrar pero difícil escapar. Algunas personas se
convencen de que pueden ver pornografía con toda tranquilidad sin sufrir sus
efectos negativos. Al principio dicen: “No es tan malo” o “¿A quién le importa?, no
hará diferencia” o “Es pura curiosidad”. Pero están equivocados. El Señor ha
advertido: “Y el que mirare a una mujer para codiciarla negará la fe, y no tendrá el
Espíritu; y si no se arrepiente, será expulsado” (D. y C. 42:23). Eso es exactamente
lo que le pasó a David: él miró a Betsabé, la codició y perdió el Espíritu. ¡Qué
diferente habría sido el resto de la vida de David si tan sólo hubiera apartado la
vista!

Además de perder el Espíritu, quienes miran pornografía también pierden la


perspectiva y el buen juicio. Al igual que el rey David, tratan de ocultar su pecado,
olvidando que al Señor no se le puede ocultar nada (véase 2 Nefi 27:27). Las
verdaderas consecuencias comienzan a acumularse a medida que disminuye el
autorrespeto, las relaciones afectuosas se deterioran, los matrimonios se marchitan
y las víctimas inocentes empiezan a aumentar. Al descubrir que lo que ven ya no los
satisface, experimentan con imágenes más explícitas. Lentamente se convierten en
adictos, aunque no se den cuenta de ello o lo nieguen, y al igual que David, su
comportamiento se deteriora al desintegrarse sus normas morales.

Al decaer la cultura popular por todo el mundo, la indecencia satura cada vez más
los medios de comunicación, el mundo del espectáculo, los avisos publicitarios e
internet. Pero la popularidad, según las normas del mundo, es una escala muy
peligrosa para determinar lo que está bien o aún lo que no es peligroso. Una
película o un programa de televisión pueden ser muy conocidos y gustarles a
millones de espectadores y, sin embargo, representar imágenes y una conducta que
son pornográficas. Si algo en una película “no está tan mal”, eso automáticamente
significa que tampoco es muy bueno. Por tanto, el hecho de que otros vean

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9/8/2021 Bienaventurados son todos los de corazón puro

películas o abran sitios web que no sean apropiados no es excusa para nosotros. La
vida de los poseedores del sacerdocio debe emular las normas del Salvador y de Su
Iglesia, no las normas del mundo.

El Salvador enseñó: “Y bienaventurados son todos los de corazón puro, porque


ellos verán a Dios” (3 Nefi 12:8). Las promesas del Evangelio son edificantes y
ennoblecedoras, e incluso exaltadoras. Recibimos esas promesas mediante
convenios con la condición de que llevemos vidas puras y morales. Cuando vivimos
rectamente y procuramos purificar nuestro corazón, nos acercamos más a Dios y al
Espíritu. La condición de nuestro corazón determina cuánta evidencia de lo divino
vemos en el mundo ahora y nos habilita para el cumplimiento final de la promesa
de que los puros “verán a Dios”. La nuestra es una búsqueda de la pureza; por esa
razón, el apóstol Juan escribió:

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de


ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le
veremos tal como él es.

“Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es
puro” (1 Juan 3:2–3).

Si ya están atrapados en la trampa de la pornografía, ahora es el momento de


liberarse con la ayuda del Salvador. Hay una salida, pero necesitarán Su ayuda
para escapar. Su completa recuperación dependerá de su total arrepentimiento.
Vayan a ver a su obispo inmediatamente; busquen su guía inspirada. Él los ayudará
a establecer un plan de arrepentimiento que les restaurará su propia estimación y
traerá al Espíritu de nuevo a su vida. El poder sanador de la expiación del Señor
Jesucristo comprende toda aflicción, aun ésta. Si acuden al Señor con todo su
corazón y siguen el consejo de su obispo, encontrarán la cura que necesitan. El
Salvador los ayudará a encontrar la fortaleza para resistir la tentación y el poder
para vencer la adicción. Como Moroni enseñó:

“…[venid] a Cristo, y [procurad] toda buena dádiva; y que no [toquéis] el don


malo, ni la cosa impura.

“Sí, venid a Cristo, y perfeccionaos en él, y absteneos de toda impiedad, y si os


abstenéis de toda impiedad, y amáis a Dios con toda vuestra alma, mente y fuerza,
entonces su gracia os es suficiente, para que por su gracia seáis perfectos en Cristo”
(Moroni 10:30, 32).

Que Dios bendiga nuestros sinceros esfuerzos por ser puros de corazón y mente,
para “que la virtud engalane [nuestros] pensamientos incesantemente” (D. y C.
121:45). Testifico del amor redentor del Salvador y del poder purificador de Su
expiación, en el nombre de Jesucristo. Amén.

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9/8/2021 “Bienaventurados los pacificadores”

“Bienaventurados los pacificadores”


Russell M. Nelson
Of the Quorum of the Twelve Apostles

La paz es una virtud de importancia fundamental que debemos procurar alcanzar.

Entre los viajes más memorables de todos los que he hecho con mi familia,
destacan nuestras peregrinaciones a la Tierra Santa. Las visitas que hemos hecho a
esa parte del mundo nos han cambiado la vida. Pero ahora, la Tierra Santa es una
caldera que hierve de agitación, y de acceso prohibido para los que quisieran ir allí
en busca de alimento espiritual. Prácticamente todas las partes del mundo están
plagadas de actos de terror que antes eran desconocidos. La confusión sobreviene a
muchas personas que mientras ruegan por la paz encaran con temor a los que se
valen de la violencia para lograr sus fines.

La paz y la contención
En las Escrituras se han profetizado los tiempos peligrosos en los que vivimos. Se
ha previsto nuestra época como una etapa de “fuegos, y tempestades, y vapores de
humo en países extranjeros… guerras, rumores de guerras y terremotos en diversos
lugares… en que habrá grandes contaminaciones sobre la superficie de la tierra… y
toda clase de abominaciones” 1.

Esa profecía hace eco al relato de las Escrituras de la segunda generación de la vida
humana 2 sobre la tierra: “Y en aquellos días Satanás ejercía gran dominio entre los
hombres y agitaba sus corazones a la ira; y desde entonces hubo guerras y
derramamiento de sangre; y buscando poder, el hombre levantaba su mano en
contra de su propio hermano…” 3. Desde los tiempos de Caín y Abel 4, de Esaú y
Jacob 5, y de José que fue vendido para Egipto 6, las enemistades familiares han
alimentado las llamas de la hostilidad.

El odio entre hermanos y vecinos ha llegado en la actualidad a reducir ciudades


sagradas a urbes de dolor. Cuando pienso en la difícil situación de esos lugares,
acude a mi memoria el proverbio: “Los hombres escarnecedores ponen la ciudad en
llamas; mas los sabios apartan la ira” 7.

Punto de vista doctrinal

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9/8/2021 “Bienaventurados los pacificadores”

Las Escrituras dan luz tanto sobre la causa como sobre el remedio de la
enfermedad del odio humano: “…el hombre natural es enemigo de Dios, y lo ha
sido desde la caída de Adán, y lo será para siempre jamás, a menos que se someta al
influjo del Santo Espíritu, y se despoje del hombre natural, y se haga santo por la
expiación de Cristo…” 8.

La paz prevalece sólo si se sustituye esa inclinación natural a contender con la


autodeterminación de vivir a un nivel más elevado. El venir a Jesucristo que es el
“Príncipe de paz” 9 es el camino que conduce a la paz en la tierra y a la buena
voluntad entre los hombres 10. Él nos ha hecho la promesa: “Bienaventurados los
pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios” 11.

Jesús enseñó a las personas el modo de vivir unas con otras. Él proclamó los dos
grandes mandamientos; primero: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y
con toda tu alma, y con toda tu mente” 12, y el segundo: “y a tu prójimo como a ti
mismo” 13.

En seguida, añadió: “Amad a vuestros enemigos, [y] bendecid a los que os


maldicen” 14.

Él enseñó la Regla de Oro: “…todas las cosas que queráis que los hombres hagan
con vosotros, así también haced vosotros con ellos…” 15. Este principio se
encuentra en casi todas las religiones principales. Otras personas, como por
ejemplo, Confucio y Aristóteles, también lo enseñaron 16. Después de todo, el
Evangelio no comenzó con el Niño de Belén. Es sempiterno. Fue proclamado en el
principio a Adán y Eva. Partes del Evangelio se han conservado en diversas
culturas. Aun las mitologías paganas se han engrandecido con fragmentos de la
verdad de dispensaciones anteriores.

Esté donde esté y se exprese como se exprese, la Regla de Oro contiene el código
moral del reino de Dios. Prohíbe el que una persona se inmiscuya en los derechos
de otra. Es igualmente válida con respecto a las naciones, a las asociaciones y a las
personas en forma individual. Con compasión y tolerancia, ella reemplaza el deseo
de venganza del “ojo por ojo, y diente por diente” 17. Si permaneciéramos en ese
viejo y infructuoso camino, estaríamos todos ciegos y sin dientes 18.

Ese concepto de tratar a los demás como nos gustaría que nos trataran a nosotros
es fácil de comprender y lleva implícitos los valiosos atributos de cada hijo e hija de
Dios 19. La Escritura pide a los padres que no consientan que sus hijos “contiendan
y riñan unos con otros y sirvan al diablo, que es el maestro del pecado”, sino, dice:
“les enseñaréis a amarse mutuamente y a servirse el uno al otro” 20.

Jesús enseñó la importancia de la reconciliación y de la resolución de las


discrepancias entre las personas. Él dijo:

“…cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio…

“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene
algo contra ti,

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9/8/2021 “Bienaventurados los pacificadores”

“deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano,
y entonces ven y presenta tu ofrenda” 21.

El Maestro de maestros nos enseñó: “perdonad, si tenéis algo contra alguno, para
que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras
ofensas.

“Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os
perdonará vuestras ofensas” 22.

Jesús dijo que llegaría el día del juicio y que todas las personas darán cuenta de su
vida mortal y de cómo habrán tratado a las demás personas 23.

Obligaciones cívicas
Los mandamientos de amar a Dios y al prójimo están vinculados. No podemos
amar plenamente a Dios si no amamos a nuestros semejantes. No podemos amar
plenamente a nuestros semejantes si no amamos a Dios. Los hombres son en verdad
hermanos porque Dios es en verdad nuestro Padre. Sin embargo, las Escrituras
están salpicadas de relatos de contención y combates; condenan enérgicamente los
actos bélicos de agresión, pero sustentan la obligación de los ciudadanos de
defender sus familias y su libertad 24. Por motivo de que “creemos en estar sujetos a
los reyes, presidentes, gobernantes y magistrados; en obedecer, honrar y sostener la
ley” 25, los miembros de esta Iglesia serán llamados al servicio militar de diversas
naciones. “Creemos que Dios instituyó los gobiernos para el beneficio del hombre,
y que él hace a los hombres responsables de sus hechos con relación a dichos
gobiernos, tanto en la formulación de leyes como en la administración de éstas,
para el bien y la protección de la sociedad” 26.

Durante la segunda guerra mundial, cuando los miembros de la Iglesia se vieron


obligados a luchar en bandos opuestos, la Primera Presidencia afirmó que “el
gobierno es responsable del control civil de sus ciudadanos o súbditos, así como
del bienestar político de ellos y del llevar a cabo tácticas políticas, interiores y
exteriores… Pero la Iglesia en sí, como tal, no tiene responsabilidad de esas
tácticas, [ni de otra cosa] que no sea exhortar a sus miembros a dar toda su…
lealtad a su país” 27.

La paz sí es posible
Por motivo de la larga historia de las hostilidades que ha habido sobre la tierra,
muchas personas consideran que la paz no se puede conseguir. No estoy de
acuerdo con eso; la paz sí es posible. Podemos aprender a amar a nuestros
semejantes de todo el mundo. Sean judíos, musulmanes o correligionarios
cristianos, o sean hinduistas, budistas u otros, sí podemos vivir juntos con
admiración y respeto mutuos, sin renunciar a nuestras convicciones religiosas. Las
cosas que tenemos en común son de mayor envergadura que nuestras diferencias.

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9/8/2021 “Bienaventurados los pacificadores”

La paz es una virtud de importancia fundamental que debemos procurar alcanzar.


Los profetas del Antiguo Testamento creyeron que era posible y nosotros también
debemos creerlo. El salmista dijo: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro
pronto auxilio en las tribulaciones” 28, “…hace cesar las guerras hasta los fines de la
tierra” 29.

Al padre Abraham se le llamó singularmente “amigo de Dios” 30. La paz tuvo para
Abraham una prioridad absoluta; él deseó ser “un príncipe de paz” 31. Su influencia
podría cobrar mucha importancia en nuestra actual búsqueda de la paz. Sus hijos,
Ismael e Isaac, aunque de madres diferentes, superaron sus desacuerdos cuando se
ocuparon en una causa común. Cuando su progenitor hubo muerto, juntos
sepultaron los restos de su exaltado padre 32. Sus descendientes bien podrían seguir
ese ejemplo.

La posteridad de Abraham tiene un potencial que ha sido divinamente decretado.


El Señor dijo que haría de Ismael una gran nación 33 y que en la descendencia de
Abraham, de Isaac y de Jacob serían benditas todas las naciones de la tierra 34.

De manera que los descendientes de Abraham —a quienes se han hecho grandes


promesas de influencia infinita— se encuentran en una posición de importancia
fundamental para surgir como pacificadores. Habiendo sido escogidos por el
Todopoderoso, son capaces de dirigir el rumbo de su poderoso potencial hacia la
paz.

Para que se solucionen las dificultades políticas actuales harán falta mucha
paciencia y numerosas negociaciones. El procedimiento se realzaría en gran medida
si se siguiera con oración.

Isaías profetizó de buenas posibilidades para nuestra época. Al hablar de la


congregación de Israel y de la restauración de la Iglesia por conducto del profeta
José Smith, Isaías escribió:

“…acontecerá en aquel tiempo, que Jehová alzará otra vez su mano para recobrar el
remanente de su pueblo…

“Y levantará pendón a las naciones, y juntará los desterrados de Israel, y reunirá


los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra” 35.

Esas profecías de esperanza podrían concretarse si tanto los líderes como los
ciudadanos de las naciones aplicaran las enseñanzas de Jesucristo. La nuestra
podría ser entonces una etapa de paz y de progreso incomparables. La crueldad del
pasado quedaría sepultada. La guerra y sus horrores quedarían relegados a un vago
rincón de la memoria. Las naciones se sustentarían mutuamente en sus
aspiraciones. Los pacificadores podrían dirigir el arbitraje, prestar ayuda a los
necesitados e infundir esperanza a los que tienen temor. A esos patriotas los
alabarían las futuras generaciones y los glorificaría nuestro Dios Eterno.

La esperanza del mundo es el Príncipe de Paz: nuestro Creador, Salvador, Jehová y


Juez. Él nos ofrece la vida buena, la vida en abundancia y la vida eterna. La vida

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9/8/2021 “Bienaventurados los pacificadores”

tranquila y la prosperidad están al alcance de los que cumplan Sus preceptos 36 y


sigan Su sendero que conduce a la paz. Esto testifico a todo el mundo.

Los miembros de la Iglesia


Ahora bien, con respecto a los miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos
de los Últimos Días, ¿qué espera el Señor de nosotros? Como Iglesia, debemos
“renuncia[r] a la guerra y proclama[r] la paz” 37. Como personas, debemos seguir
“lo que contribuye a la paz” 38, ser pacificadores y vivir en paz, como matrimonios,
familias y vecinos. Debemos vivir la Regla de Oro. Tenemos los escritos de los
descendientes de Judá que ya se han unido con los escritos de los descendientes de
Efraín 39. Debemos emplearlos y ensanchar nuestro círculo de amor para abarcar a
toda la familia humana. Debemos llevar el amor divino y las doctrinas reveladas de
la religión restaurada a nuestros vecinos y amigos. Debemos estar al servicio de
ellos en la medida de nuestras posibilidades y oportunidades. Debemos conservar
nuestros principios en un nivel elevado y defender lo recto. Debemos continuar
congregando al Israel disperso por los cuatro cabos de la tierra y ofrecerle las
ordenanzas y los convenios que sellan a las familias para siempre. Hemos de llevar
esas bendiciones a las personas de todas las naciones.

Si vivimos de ese modo, nuestro Maestro nos bendecirá, pues nos ha hecho esta
promesa: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios
que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi
justicia” 40.

La nuestra es la causa celestial del Señor. La nuestra es la causa de la gloria eterna


para todo el género humano. Y, en calidad de pacificadores, seremos llamados los
hijos de Dios. De ello testifico, en el nombre de Jesucristo. Amén.

1. 1. Mormón 8:29–31; véase también 2 Timoteo 3:1–7, 12–13; D. y C. 45:26–


27.

2. 2. Se remonta a la época de Set, hijo de Adán y Eva.

3. 3. Moisés 6:15.

4. 4. Véase Génesis 4:8–10.

5. 5. Véase Génesis 27:41.

6. 6. Véase Génesis 37:28.

7. 7. Proverbios 29:8.

8. 8. Mosíah 3:19.

9. 9. Isaías 9:6.

10. 10. Véase Lucas 2:14.

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9/8/2021 “Bienaventurados los pacificadores”

11. 11. Mateo 5:9; véase también 3 Nefi 12:9; Joseph Smith Translation, Mateo
5:11.

12. 12. Mateo 22:37.

13. 13. Mateo 22:39; véase también Lucas 10:27; D. y C. 59:5–6.

14. 14. Mateo 5:44.

15. 15. Mateo 7:12; véase también Lucas 6:31; 3 Nefi 14:12.

16. 16. Véase B. H. Roberts, New Witnesses for God, 3 tomos, 1909–1911, tomo
III, págs. 492–493.

17. 17. Mateo 5:38; véase también Éxodo 21:24–27; Levítico 24:20.

18. 18. Véase Joseph Stein, Un violinista sobre el tejado, 1964, pág. 142.

19. 19. Véase Mateo 25:40; D. y C. 18:10.

20. 20. Mosíah 4:14–15.

21. 21. Mateo 5:22–24; véase también 3 Nefi 12:22–24; Joseph Smith
Translation, Mateo 5:24–26.

22. 22. Marcos 11:25–26; véase también Joseph Smith Translation, Marcos
11:27–28.

23. 23. Véase Mateo 12:36; Romanos 14:10–12; 1 Juan 4:16–21; Alma 41:3; 3
Nefi 27:16–22.

24. 24. Véase Alma 43:45–47; 46:11–12, 19–20; 48:11–16.

25. 25. Artículos de Fe 1:12.

26. 26. D. y C. 134:1.

27. 27. En James R. Clark, Messages of the First Presidency of The Church of
Jesus Christ of Latter-day Saints, 6 tomos, 1965–1975, tomo VI, págs.
155–156.

28. 28. Salmos 46:1.

29. 29. Salmos 46:9.

30. 30. Santiago 2:23; véase también 2 Crónicas 20:7; Isaías 41:8. Hace largo
tiempo, nuestro Creador hizo un convenio con Abraham, el cual había
de aplicarse a “mil generaciones” (Deuteronomio 7:9; véase también 1
Crónicas 16:15; Salmos 105:8). Ha de cumplirse en los últimos días
(véase 1 Nefi 15:13, 18; D. y C. 124:58; 132:30).

31. 31. Abraham 1:2.

32. 32. Véase Génesis 25:9. Abram, el nombre original de Abraham, significa
“padre exaltado” (véase el Bible Dictionary, “Abraham”, pág. 601).

https://www.churchofjesuschrist.org/study/general-conference/2002/10/blessed-are-the-peacemakers?lang=spa 6/7
9/8/2021 “Bienaventurados los pacificadores”

33. 33. Véase Génesis 21:13, 18.

34. 34. Véase Génesis 17:19; 21:12; 22:18; 28:13–14; 35:9–12; Éxodo 32:13;
Deuteronomio 9:5; Abraham 2:11; Joseph Smith Translation, Génesis
17:25.

35. 35. Isaías 11:11–12; véase también Romanos 15:12.

36. 36. Véase 2 Crónicas 20:20; Mateo 6:24–33; Juan 10:10; 1 Nefi 2:20; 4:14; 2
Nefi 1:9, 20; 4:4; Jarom 1:9; Mosíah 1:7; 2:22, 31; Alma 9:13; 36:1, 30;
37:13; 38:1; 48:25; 50:20; Helamán 3:20; D. y C. 64:34.

37. 37. D. y C. 98:16.

38. 38. Romanos 14:19.

39. 39. Véase Ezequiel 37:16–19; 2 Nefi 3:12.

40. 40. Isaías 41:10.

https://www.churchofjesuschrist.org/study/general-conference/2002/10/blessed-are-the-peacemakers?lang=spa 7/7
10/8/2021 “He Aquí Tenemos Por Bienaventurados a los Que Sufren”

“He Aquí Tenemos Por Bienaventurados a los


Que Sufren”
D. Hales

“No podemos esperar que habremos de aprender o ser perseverantes en años


venideros si hoy en día estamos desarrollando el hábito de darnos por vencidos
cuando las cosas se tornan difíciles”.

Las Escrituras nos dicen que es esencial perseverar hasta el fin. “Por tanto, si sois
obedientes a los mandamientos, y perseveráis hasta el fin, seréis salvos en el postrer
<:lía. Y así es” (I Nefi 22:31).

“Sé paciente en las aflicciones, porque tendrás muchas; pero sopórtalas, pues he
aquí, estoy contigo hasta el fin de tus días” (D. y C. 24:8).

“He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren” (Santiago 5:11).

Los profetas de todas las épocas nos enseñan verdaderos ejemplos de fe al


demostrar su valentía mientras soportan problemas y tribulaciones para poder
cumplir la voluntad de Dios. El ejemplo más grande proviene de la vida de nuestro
Salvador y Redentor, Jesucristo. Mientras sufría en la cruz sobre el Calvario, sintió
la soledad del albedrío cuando suplicó a Su Padre Celestial: “¿Por qué me has
desamparado?” (Mateo 27:46). El Salvador del mundo fue dejado solo por Su
Padre para que llevara a cabo, por propia voluntad y decisión, un acto de albedrío
que le permitió completar Su misión expiatoria.

Jesús sabía bien quién era Él: el Hijo de Dios; sabía cuál era su propósito: llevar a
cabo la voluntad del Padre mediante la Expiación; su perspectiva era eterna:
“llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39).

El Señor bien podría haber llamado a legiones de ángeles para que lo rescataran de
la cruz, pero con fidelidad perseveró hasta el fin y completó el propósito para el
cual había sido enviado a la tierra, confiriendo así bendiciones eternas a todos
aquellos que habrían de experimentar la vida terrenal.

Me emociona profundamente que, cada vez que el Padre presentaba a Su Hijo a los
profetas de todas las dispensaciones, declaraba: “Este es mi hijo amado, en el cual
tengo complacencia” (2 Pedro 1:17), o “He aquí a mi hijo amado … en quien he
glorificado mi nombre” (3 Nefi 11:7)

En nuestra dispensación, el profeta José Smith soportó toda clase de oposición y


aflicciones para llevar a cabo el deseo de nuestro Padre Celestial: la restauración de
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. José fue atormentado y

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10/8/2021 “He Aquí Tenemos Por Bienaventurados a los Que Sufren”

perseguido por multitudes enfurecidas; con paciencia soportó la pobreza, las


acusaciones ofensivas y los actos desconsiderados; su gente fue forzada a escapar
de una población a otra y de un estado a otro; lo cubrieron de brea y de plumas; lo
acusaron falsamente y lo encarcelaron.

Hallándose en la prisión de Liberty, en Misuri, abrumado con sentimientos de


profunda emoción al ver que sus propias tribulaciones y los problemas que sufrían
los santos parecían ser interminables, José oró diciendo: “Oh Dios, ¿en dónde
estás?. Sí, oh Señor, ¿hasta cuándo sufrirán estas injurias y opresiones ilícitas, antes
que tu corazón se ablande y tus entrañas se llenen de compasión por ellos?” (D y C
121:1, 3).

Y entonces le fue dicho: “Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no
serán más que por un breve momento” (D. y C. 121:7).

José sabía que si llegaba a detenerse en esta gran obra, sus tribulaciones terrenales
probablemente se calmarían; pero no podía hacer eso porque sabía bien quién era
él, sabia por que propósito había sido enviado a la tierra, y quería obedecer la
voluntad de Dios.

Los pioneros que abandonaron sus hogares en Nauvoo, Illinois y en otros lugares
para atravesar las grandes llanuras y establecerse en el Valle del Lago Salado,
sabían quiénes eran: eran miembros de la Iglesia del Señor recién restaurada en la
tierra. Sabían que su propósito y su objetivo no solamente era encontrar Sión sino
establecerla. Y porque lo sabían, estaban dispuestos a soportar toda clase de
dificultades para realizarlo.

Durante el año pasado me he sentido profundamente conmovido por aquellos que


comprenden esta doctrina. Con fe han sabido soportar en su vida contradicciones,
problemas y tribulaciones; y al hacerlo, no sólo fueron fortalecidos personalmente
por esa experiencia, sino que con su ejemplo fortalecieron a quienes les rodean.

Una joven mujer escribió acerca de las lecciones que ha podido aprender en su
lucha por recuperarse después de un accidente automovilístico que le causó graves
heridas en la cabeza.

“No sabía cuán fuerte era yo hasta llegada la primavera de 1996. Los incidentes de
cierta tarde cambiaron completamente mis esperanzas con respecto a mis estudios.
En un momento me hallaba encaminada hacia mi futuro como cualquier otra
alumna de secundaria, y al minuto siguiente mi vida ya no era normal. Me encontré
de pronto tratando de fortalecerme a mí misma de una manera que nunca había
imaginado … Estaba ahora en camino, no hacia el aprender, sino hacia el aprender
de nuevo … Tuve que aprender a comer de nuevo; el tragar la comida que tenía en
la boca era una ardua tarea que tuve que aprender de nuevo. De la cama pasé a una
silla de ruedas para luego ponerme de pie y aprender de nuevo a caminar; todo en
un período de cinco meses … Este año pasado he logrado aprender muchas
grandes verdades a raíz de mis varias dificultades. Las oraciones son realmente
contestadas; el ayuno es un verdadero poder en mi familia; el amor me ha
mantenido con vida … he aprendido cosas nuevas en cuanto a mi misma; he

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10/8/2021 “He Aquí Tenemos Por Bienaventurados a los Que Sufren”

aprendido a saber lo que puedo tolerar … A través de todo esto he aprendido que
soy mucho más fuerte de lo que suponía. He aprendido que, si uno necesita ayuda,
está bien que la pida; todos tenemos nuestras limitaciones, fortalezas y debilidades
… Todo conocimiento es provechoso para mí. Tal como un pichoncito que acaba
de salir del cascarón, estoy aprendiendo a volar de nuevo” (Carta de Elizabeth
Merkley).

Con frecuencia no sabemos lo que somos capaces de soportar hasta que no


pasamos la prueba de nuestra fe. El Señor también nos ha enseñado que jamás
seremos probados más de lo que podamos resistir (véase 1 Corintios 10:13).

En 1968, el corredor de maratón John Stephen Akhwari representó a Tanzania en


una competición internacional. “Poco después de una hora de que el [ganador]
hubo cruzado la meta, John Stephen Akhwari … se aproximó al estadio el último
en completar la jornada. [Aun sufriendo fatiga, calambres en las piernas,
deshidratado y desorientado], una voz le alentaba desde adentro para que siguiera,
y así lo hizo. Más tarde alguien escribió: ‘Hoy día hemos visto a un joven corredor
africano que simboliza lo mejor en espíritu humano, una actuación que le da
significado a la palabra valentía’. Para algunos la única recompensa es la personal.
[No hay medallas, sino sólo] el conocimiento de que terminaron lo que se habían
propuesto” (The Last African Runner, Olympiad Series, escrito, dirigido y
producido por Bud Greenspan, Cappy Productions, 1976, videocasete). Cuando le
preguntaron por qué había terminado una carrera que jamás podría ganar,
Akhwari respondió “Mi país no me envió a 5.000 millas de distancia para que
comenzara la carrera, sino para que la terminara”.

El sabía quién era: un atleta que representaba la nación de Tanzania, sabía cuál era
su propósito; completar la carrera. Sabía que tenía que perseverar hasta el fin para
poder regresar con honor a su tierra natal. Nuestra misión en la vida es muy
similar. No nos envió nuestro Padre sólo para nacer; se nos envió a perseverar y a
regresar a El con honor.

Nuestra residencia en el mundo es parte de nuestra prueba terrenal. El desafío está


en vivir en el mundo y no participar de sus tentaciones, las cuales nos alejarán de
nuestros objetivos espirituales. Cuando nos abandonamos y nos entregamos a las
artimañas del adversario, podemos perder mucho más que nuestra propia alma.
Nuestra rendición podría causar la pérdida de las almas que nos respetan en esta
generación. Nuestra capitulación a las tentaciones podría afectar a los hijos y a las
familias de futuras generaciones.

La Iglesia no se establece en una generación. El sólido progreso de la Iglesia se va


estableciendo a través de tres o cuatro generaciones de fieles santos. El traspaso de
la fortaleza

de la fe para perseverar hasta el fin de una generación a la otra es un don divino de


inmensurables bendiciones para nuestros descendientes. Asimismo, no podemos,
por nosotros mismos, perseverar hasta el fin. Es importante que nos ayudemos al
levantarnos y fortalecernos mutuamente.

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10/8/2021 “He Aquí Tenemos Por Bienaventurados a los Que Sufren”

Las Escrituras nos enseñan que es necesario que haya una oposición en todas las
cosas (véase 2 Nefi 2:11). No es cuestión de si estamos listos para las pruebas; sino
de cuándo habremos de estarlo. Debemos prepararnos para encarar las pruebas
que se nos presenten sin previo aviso.

Los requisitos básicos para perseverar hasta el fin incluyen el saber quiénes somos:
hijos de Dios con el deseo de regresar a Su presencia después de esta vida terrenal;
entender cuál es el propósito de la vida: perseverar hasta el fin y alcanzar la vida
eterna; y vivir en obediencia con el de se o y la de terminación de soportar todas las
cosas: tener una comprensión eterna. La comprensión de lo eterno nos permite
vencer toda oposición en nuestro estado temporal y, finalmente, obtener las
recompensas prometidas y las bendiciones de la vida eterna.

Si somos pacientes en nuestras aflicciones, las soportamos debidamente y


confiamos en el Señor para aprender las lecciones de la vida terrenal, el Señor
estará con nosotros para fortalecernos hasta el fin de nuestros días; “el que
persevere [fielmente] hasta el fin, éste será salvo” (Marcos 13;13) y regresara con
honor a nuestro Padre Celestial.

Aprendemos a perseverar hasta el fin al aprender a cumplir con nuestras


responsabilidades actuales, y simplemente al continuar haciéndolo por el resto de
nuestra vida. No podemos esperar que habremos de aprender a ser perseverantes
en años venideros si hoy en día estamos desarrollando el hábito de darnos por
vencidos cuando las cosas se tornan difíciles.

El perseverar hasta el no se relaciona con todos los mandamientos de Dios. El


Señor ha llamado a hombres jóvenes para que sean misioneros. A los misioneros no
se les envía sólo para que vayan a despedirlos sus amigos y sus familias; son
llamados a servir una misión honorable y entonces regresar con honor a sus
hogares. Para hacerlo, saben quiénes son: misioneros de la Iglesia del Señor;
conocen su propósito encontrar y enseñar a aquellos que han sido preparados para
recibir el Evangelio de Jesucristo y ayudar en el establecimiento de Su Iglesia;
desarrollan la paciencia al vencer los problemas y las tribulaciones que por seguro
les sobrevendrán; son suficientemente humildes para aprender nuevas aptitudes y
tienen la determinación de perseverar hasta el fin. No importa lo que un misionero
sacrifique para ir a una misión, debe ser obediente durante ella para recibir las
bendiciones que por derecho le corresponden.

Algunos podrán decir: “¿Cómo puedo ser misionero y perseverar hasta el fin? Soy
tímido por naturaleza, me pongo nervioso y tartamudeo cuando hablo con gente
extraña”, o “Tengo dificultades para aprender y las charles serán muy difíciles para
mí”. El Señor no promete que nos librará de nuestros impedimentos cuando
seamos misioneros, pero al hacer el esfuerzo adicional requerido, vamos
desarrollando nuestra capacidad para superar nuestras imperfecciones; y
necesitaremos esa capacidad a través de toda la vida en cuanto a nuestras relaciones
con los demás, en nuestro trabajo y con nuestras familias. Todos tenemos que
aprender a controlar algunas cosas; unas son más evidentes que otras.

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10/8/2021 “He Aquí Tenemos Por Bienaventurados a los Que Sufren”

Cuando servimos como misioneros y nos olvidamos de nosotros mismos para llevar
a cabo la obra del Señor y ayudar a los demás, se presenta la oportunidad de
progresar y madurar enormemente. Cuando un joven élder deja atrás la comodidad
de la familia y los amigos, y aprende a desempeñar sus aptitudes en el mundo, se
convierte en un hombre y cultiva una mayor fe en que el Señor ha de guiarlo.

Un misionero hace frente a muchos problemas que nunca tuvo que enfrentar
anteriormente. El rendir el mejor esfuerzo posible no será suficiente para cumplir
su llamamiento. Perseverar requiere que mañana nos esforcemos más de lo que lo
hicimos hoy al adquirir los dones adicionales que el Señor nos confiere. Es
necesario tener fe para escuchar al Señor y a los líderes de la misión a fin de
aprender a realizar todo aquello para lo cual se llama a los misioneros. Por
supuesto que es algo difícil. Es por tal razón que se trata de un don tan especial y
por que produce tan grandes recompensas. Debemos reconocer quiénes somos y
determinar cuál es nuestro propósito primordial. Entonces debemos decidir
superar cualquier obstáculo con la gran determinación de perseverar hasta el fin.

Cuando aceptamos un llamamiento, tenemos que pensar: “Aprenderé a llevar a


cabo esta tarea por todos los medios honorables y hacerlo a la manera del Señor.
Estudiaré, haré preguntas, investigaré y oraré. Tengo el potencial para seguir
aprendiendo. Y no habré cumplido hasta que haya completado mi asignación”. Eso
es perseverar hasta el fin: hacer las cosas hasta completarlas.

La perseverancia consiste en mucho más que simplemente sobrevivir y esperar


hasta el fin de nuestros días. Perseverar hasta el fin requiere tener mucha fe. En el
Jardín de Getsemaní, Jesús “se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre
mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú”
(Mateo 26:39).

Se requiere gran fe y valentía para orar a nuestro Padre Celestial, “no sea como yo
quiero, sino como tú”. La fe para creer en el Señor y perseverar hasta el fin produce
gran fortaleza. Algunos dicen que si tenemos suficiente fe a veces podemos cambiar
las circunstancias que provocan nuestros problemas y tribulaciones. ¿Debemos
acaso emplear nuestra fe para cambiar las circunstancias o más bien para
soportarlas? Las oraciones fervientes pueden ofrecerse para cambiar o atenuar los
acontecimientos en nuestra vida, pero no debemos

olvidar que, al finalizar cada una de nuestras oraciones, debemos hacerlo con el
entendimiento de “hágase tu voluntad” (Mateo 26:42). La fe en el Señor incluye
confianza en Él. La fe para perseverar se basa en aceptar la voluntad del Señor y en
las lecciones que aprendemos en cada uno de los acontecimientos de nuestra vida.

Al depositar nuestra fe en el Señor y centrar nuestra atención en la eternidad,


seremos bendecidos con la capacidad para aceptar toda prueba que se nos
presente, porque sabemos que la vida terrenal es solamente temporal; y si
perseveramos debidamente, el Señor nos ha prometido: “Y si guardas mis
mandamientos y perseveras hasta el fin, tendrás la vida eterna, que es el mayor de
todos los dones de Dios” (D. y C. 14:7) .

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10/8/2021 “He Aquí Tenemos Por Bienaventurados a los Que Sufren”

Como personas, no sabemos cuándo tendrá lugar el fin de la vida terrenal.


Necesitamos desarrollar la capacidad para perseverar y completar nuestras
responsabilidades actuales, no importa cuán difíciles sean los días futuros.

Ruego que podamos decir como Pablo dijo a Timoteo: “He peleado la buena
batalla, he acabado [mi] carrera, he guardado [mi] fe” (2 Timoteo 4:7).

“He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren” (Santiago 5:11).

No hay nada que tengamos que soportar que Jesús no comprenda y Él espera que
nos dirijamos a nuestro Padre Celestial en oración. Testifico que si somos
obedientes y diligentes, se dará respuesta a nuestras oraciones, nuestros problemas
disminuirán, nuestros temores se disiparán, seremos iluminados, se disiparán las
tinieblas de la desesperación y estaremos más cerca del Señor y sentiremos Su amor
y el consuelo del Espíritu Santo. Es mi oración que podamos encontrar la fe, el
valor y la fortaleza para perseverar hasta el fin, de modo que podamos sentir el
gozo de regresar con fidelidad a los brazos de nuestro Padre Celestial. En el
nombre de Jesucristo. Amén.

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