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ACTIVIDAD
Introducción
Haremos una jornada de cuenta cuentos, donde le pediremos a los asistentes que nos cuenten su historia más
triste. La ambientaremos con una música de fondo como esta: https://youtu.be/ITswHbJPHhQ. Al final, podremos
votar por la historia más triste y “premiarla”.
Discusión
Ítem #1: Preguntaremos: ¿Por qué estas historias que acabamos de oír son tristes? ¿Qué es la tristeza y cómo la
reconocen cuando la sienten? ¿Qué los hace entristecer en la vida?
Ítem #2: Leeremos Mateo 26:38a NTV: “Mi alma está destrozada de tanta tristeza”. ¿Sabían que Jesús sintió
tristeza? No leamos todo el versículo porque, por hacer énfasis en la depresión, le restamos importancia a un
sentimiento con el cual todos luchamos: la tristeza.
Tema
Todos sentimos tristeza por cosas de la vida diaria como un partido de fútbol perdido, la despedida de alguien
que se fue a otra nación, un examen perdido, el fin de un noviazgo o de una relación, el fallecimiento de un ser
querido, una pérdida financiera, ser echados del trabajo, problemas en casa, una desilusión, canciones que nos
recuerdan eventos del pasado, la indiferencia de la gente hacia Dios. Pero no perdamos de vista lo que dice
Hebreos 2:18 NTV: “Debido a que él mismo (Jesús) ha pasado por sufrimientos y pruebas, puede ayudarnos cuando
pasamos por pruebas”.
En Getsemaní, Jesús “comenzó a sentirse triste y afligido” y dijo: “Mi alma está destrozada de tanta tristeza”. Jesús
sentía tristeza porque sus amigos lo iban a abandonar, Judas lo iba a traicionar, iba a ser rechazado por los que
vino a salvar, y había llegado la hora para dejar el mundo. Juan 13:1 NTV dice: “Jesús sabía que había llegado su
momento para dejar este mundo y regresar a su Padre. Había amado a sus discípulos durante el ministerio que realizó
en la tierra y ahora los amó hasta el final”. Hubo otros momentos en los cuales Jesús sintió tristeza: Cuando murió
su amigo Lázaro: “Al ver llorar a María, Jesús se turbó y se conmovió profundamente... Jesús lloró”. (Juan 11:33,35 NVI).
Cuando los fariseos le dijeron que se fuera de Jerusalén porque Herodes lo quería matar, por eso Jesús dijo:
“¡Oh, Jerusalén, Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas y apedrea a los mensajeros de Dios! Cuántas veces quise
juntar a tus hijos como la gallina protege a sus pollitos debajo de sus alas, pero no me dejaste”. (Lucas 13:34 NTV)
El pecado entristece. Pablo le causó tristeza a la iglesia en Corinto con una carta que les mandó, en otra carta les
dijo: “No lamento haberles enviado esa carta tan severa, aunque al principio sí me lamenté porque sé que les
causó dolor durante un tiempo. Ahora me alegro haberla enviado, no porque los haya lastimado, sino porque el
dolor hizo que se arrepintieran y cambiaran su conducta. Fue la clase de tristeza que Dios quiere que su pueblo
tenga (…) Pues la clase de tristeza que Dios desea que suframos nos aleja del pecado y trae como resultado
salvación. No hay que lamentarse por esa clase de tristeza; pero la tristeza del mundo, al cual le falta
arrepentimiento, resulta en muerte espiritual. (2 Corintios 7:8-10 NTV)
Cuando pecamos podemos sentir dos clases de tristeza: La tristeza del mundo que trae remordimiento,
culpabilidad y muerte. El remordimiento es la tristeza que sentimos cuando nuestro pecado sale a la luz.
Culpabilidad es lo que el enemigo nos hace sentir para que no podamos dejar de pecar, pero la Biblia dice:
“Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús”. (Romanos 8:1 RVR). Muerte espiritual. Una
persona que no logra superar la culpa sigue pecando hasta que deja de creer en Dios y se aleja de él. Y también
La tristeza de Dios que trae convicción de pecado, quebrantamiento y arrepentimiento. Ese fue el resultado que
produjo “la tristeza de Dios” en la iglesia en Corinto, Pablo les dice: “¡Tan solo miren lo que produjo en ustedes
esa tristeza que proviene de Dios! Tal fervor, tal ansiedad por limpiar su nombre, tal indignación, tal
preocupación, tal deseo de verme, tal celo y tal disposición para castigar lo malo. Ustedes demostraron haber
hecho todo lo necesario para corregir la situación”. (2 Corintios 7:11 NTV).
El Espíritu Santo se entristece cuando hacemos algo que no es de su agrado: Cuando pecamos. Cuando estamos
con alguien o en un lugar en donde somos tentados a pecar. Cuando criticamos o nos creemos mejores que
otros. Cuando vemos una película, una serie o cualquier cosa que no es del agrado de Dios. Sentimientos como
el enojo, la rabia, la nostalgia, el aburrimiento, la lástima, el desánimo, la soledad, el orgullo herido también
pueden hacernos sentir tristeza.
Cierre y ministración
Perdonar la persona y la situación que nos causó esa tristeza.
Traer a Jesús a ese cuadro de dolor. ¡No estoy solo en mi tristeza, tú estás conmigo! Jesús puede
sanarnos porque el verdadero gozo viene de él.
Ser llenos del Espíritu Santo. “Anímense unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales.
Canten y alaben al Señor con el corazón”. (Efesios 5:19 NVI)
Reemplazar los pensamientos de culpa y remordimiento por lo que somos en Cristo.
Dejar de pensar en la persona que nos dejó o se fue de la iglesia. En vez de pensar que estamos
solos pensemos en lo que Dios prometió: “Mi presencia irá contigo y te daré descanso (...) Cuentas
con mi favor y te considero mi amigo”. Éxodo 33:14,17
Entregar nuestra tristeza a Dios y creer que esos sentimientos de tristeza pronto se irán.
Dejar de pensar en nuestro dolor y enfocar nuestra atención en las necesidades de otros.