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SI SU SEÑORÍA, SOY UN METIROSO - © Raúl Lelli

Caminaba por calle Sarmiento casi esquina Belcher, cuando de pronto seis
sujetos de civil, pero armados me encierran el paso.
El más petizo tomó la palabra y dijo: Está usted detenido, se lo acusa de
mentiroso, su causa la tiene el Juez Zúñiga Alberti y puede guardar silencio
ya que todo lo que diga podrá ser usado en su contra y si no puede
designar a un letrado, el estado le proveerá uno de oficio. Seguidamente
me esposaron y dos me agarraron de los brazos y me subieron a un
vehículo sentándome en el asiento trasero con un policía uniformado a
cada lado.
Por un lado estaba muy nervioso y por el otro me mataba de risa, así que
alternaba entre la seriedad y las carcajadas y comencé a aplicar el sentido
común llegando a la conclusión que o todo era una broma o un estúpido
error, porque la mentira no es un delito, ni tan sólo una falta, para ser
observada solamente por la ética o moral de las personas, a menos que
sea bajo juramento en una declaración testimonial y yo nunca había
declarado nada bajo esos términos.
El vehículo se detuvo en tribunales y me llevaron al Juzgado 21 del Juez
Zúñiga Alberti, quien visiblemente enojado o nervioso se paseaba por su
despacho y antes de que su señoría se diera vuelta para mirarme ya me
habían sacado las esposas.
Dio tres vueltas a mi alrededor mirándome minuciosamente, buscando
algo que sus ojos hurgaban en mi ser y se detuvo frente a mí con sus
manos en los bolsillos y dijo: - ¡así que usted es el mentiroso! Y me dio la
espalda para sentarse en su enorme sillón de cuero. Cruzó los dedos de las
manos y en un movimiento casi circense quebró el silencio moviéndolas
como un abanico, luego sacó una pipa de un cajón de su escritorio, la
cargó con tabaco y al encenderla, el ambiente se llenó de aroma a
chocolate caliente.
Sobre el escritorio había un expediente abierto, acomodó sus lentes y leyó
en voz alta: - la denunciante, la Doctora Isolina Larragueta Burrendanga de
Iraola Martínez Diez le ha formulado una denuncia por estafa intelectual,
o sea por haberle mentido y si bien la mentira no está tipificada como
delito, bien puedo yo como Juez Federal sentar jurisprudencia y declarar
la mentira un delito y si yo hiciese eso ¿usted que diría? Me dijo esto con
llamas en los ojos.
Sin dejarme contestar agregó: - ¿sabía usted que la mentira en una dama
puede hacer mucho daño? Si yo le preguntase bajo juramento de ley si
usted ha mentido, ¿Qué contestaría?
- Si su señoría soy de profesión mentiroso.
- ¿y lo dice usted así sin siquiera sonrojarse?
- vivo de la mentira su Señoría; la fantasía es mi alimento y he llegado a la
conclusión que no puedo vivir sin mentir.
¿acaso usted es un barracato que sólo sabe mentir para vivir… es eso lo
que intenta decirme?
Verá usted Señor Juez, si bien soy autodidacta, he estudiado para ser sino
el mejor, un buen mentiroso.
Lo que no me cierra mucho, es que a la Doctora Isolina Larragueta
Burrendanga de Iraola Martínez Diez, sólo la vi una vez en la Feria de Libro
de Munich en alemania hace tres años, oportunidad en que ella adquirió
un compilado de mis obras en edición de lujo, que me aclaró que tras
leerla descansaría en su inmensa biblioteca de nogal turco de su palacio
en Bordeos, oportunidad en que requirió un teléfono de contacto siendo
proporcionado por mi esposa y secretaria Patricia Argüello.
O sea, dijo retomando la palabra el Juez, usted mismo se reconoce un
mentiroso.
- Si su Señoría – refuté con cierto orgullo, de no ser por mi imaginación, tal
vez hoy no sería escritor, ni crearía cuentos, leyendas, obras de teatro o
poemas y sería un simple mortal, tal vez un Juez aburrido con una vida
oscura y chata como la del Juez Buonadeo de Baltimore en la Isla más
pequeña que se limitaba a amonestar a pastores porque sus rebaños
hacían caca en la vía pública o ese otro que andaba con un silbato en la
mano y que terminó en un manicomio.
Y verá usted Señor Juez, que en uso y atributo de mi facultad de mentir,
siempre que usted lo permita, claro está, he de escribir la fecha de su
muerte junto a la descripción de aquel momento con cada detalle que
usted ni imagina.
¡De ninguna manera! Mi propósito señor Lelli, era ponerlo sobre aviso de
que la Doctora Isolina Larragueta Burrendanga de Iraola Martínez Diez,
esta muy triste debido a varios cuentos que le llenaron de amor el alma,
para caer en la cuenta de que no fueron historias reales… pero claro el
deber de un escritor es como dice usted, crear realidades mentirosas.
Mire señor Lelli, he de pedirle que haga de cuenta que nada ha sucedido y
lo espero esta noche en el club social de Puerto Madero, donde le
brindaré una cena de honor por tanta molestia ocasionada.
Verá usted señor Magistrado, pero me será imposible ni tan siquiera
considerar su invitación ya que tengo unas partidas de pocker con mis
amigos de la Suprema Corte a quienes interiorizaré de lo acontecido hoy.
Ya en libertad y en mi casa, alcanzo a escuchar esa música insoportable
del canal Crónica tv donde se anunciaba una desgracia y el locutor
diciendo: el Juez Federal Zúñiga Alberti se debate entre la vida y la muerte
tras intentar suicidarse.
Mientras me hacía el nudo de la corbata, sólo pude pensar: - si me van a
creer todo lo que digo… mañana es 12 de Abril y Javier Milei renuncia.

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