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Introducción
Abordar el humanismo no es tarea nada fácil; por el contario, es un asunto
complejo, nada pacífico y, por ende, de mucho debate entre los académicos y
defensores de cada una de las múltiples posturas que sobre el humanismo se han
planteado. Por ello, el propósito de este ensayo es mostrar la complejidad del
debate que se ha venido dando sobre el humanismo centrándonos en cuatro
aspectos que considero fundamentales para ampliar y agrandar los interrogantes
que actualmente se plantean. En este sentido se mostrarán los fundamentos
básicos de la naturaleza humana, definiendo su origen, la naturaleza biológica y
cultural, la construcción de colectividades y la identidad grupal, así como los
1
Fernando Díaz Colorado: Psicólogo de la Universidad Católica de Colombia.
Especialista en Administración Pública. Especialista en Derecho Penal y Ciencias
Forenses. Magister en Filosofía Latinoamericana. Master en Psicoterapia en base
antropológica de la Universidad de Salamanca, España. Profesor de las
Facultades de Derecho y Psicología en las Universidades: Pontificia Universidad
Javeriana de Bogotá, Universidad Católica, Instituto de Mediación de México.
Instituto Humani Mundial de Guanajuato, México. Miembro fundador de la
Asociación Latinoamericana de Psicología Jurídica y Forense. Miembro fundador
de la organización Opción Vida, Justicia y Paz. Miembro de la Sociedad Mundial
de Victimología. Ex funcionario del Programa de Protección y Asistencia a
Víctimas y Testigos de la Fiscalía General de la Naciónde Colombia.
Conferenciante nacional e internacional en temas relacionados con Victimología,
Criminología, Seguridad Ciudadana, Justicia Restaurativa, jurisprudencia
terapéutica y Psicología Jurídica y Forense. Fundador del primer programa de
posgrado en psicología jurídica en Colombia. Asesor en temas de seguridad
pública y privada. Magistrado del Tribunal Nacional de Ética y Deontología del
Colegio Colombiano de Psicología. Mediador en el campo de la familia. Autor de
los libros: El Sindrome de Estocolmo en situación de Toma de Rehenes y
Secuestro en Colombia. Psicología y Ley. Conflicto Mediación y Conciliación
desde una perspectiva Psicojurídica. Metis en el Análisis de Situación; y, La
Justicia desde las Víctimas.
sustentos de la confrontación entre la moral, la irracionalidad y la racionalidad de
los seres humanos.
Así mismo, la historia nos señala que solo fue hasta hace cerca de 500 años que
el hombre comenzó a cuestionar el mito y la creencia para centrarse en la ciencia.
Es desde ese momento que el ser humanos comienza a debatir el concepto de
humanismo. La comprensión de la idea de humanismo parece ser clara y
adecuadamente entendida para muchos de los filósofos, historiadores, juristas y
en general para todos aquellos que se dedican al estudio de las ciencias sociales;
sin embargo, no hay en estos momentos de la historia una idea compartida y
absolutamente ajena al debate que nos permita decir con absoluta certeza como
podríamos definir el humanismo, ya que es un concepto que tiene muchos
significados y que a su vez posee muchas aplicaciones en los distintos campos de
la actividad humana como la ciencia, las artes, las creencias, la política, la
economía, la antropología, la psicología, la historia, así como en el campo de la
filosofía y los valores humanos.
Pero, sí bien hay corrientes religiosas que sustentan su credo en una postura
humanista, existen corrientes del pensamiento que señalan que el humanismo
implica un compromiso con la búsqueda de la verdad y de la ética por medios
humanos, en particular las ciencias, como el medio más idóneo para alcanzar los
fines humanistas. Esta postura del humanismo rechaza la validez de las
justificaciones trascendentales, por considerarlas dependientes de lo mítico y de
las creencias, cuya verdad se centra en los libros sagrados como la Biblia, el
Corán, la Torá, el Talmud, Upanishad, Brahma Sanhita, etc.
Estos textos son presentados como de origen divino y, por lo tanto, no son
susceptibles de comprobación científica y tampoco se pueden asumir que son
propiamente construcciones provenientes de los seres humanos, lo que se opone
a la concepción de la perspectiva humanista que se centra en la maximización de
las cualidades humanas y no en las concepciones divinas. Es más o menos lo que
el capellan de Harvard Greg Epstein denomino la búsqueda del bien sin Dios
(Epstein, 2009). Para algunos estudiosos del humanismo la creencia en Dios
impide al ser humano realizarse plenamente, obnubila la conciencia personal y las
estructuras sociales, y lo convierten en un obstáculo que se debe eliminar para
conseguir que el ser humano ocupe el lugar que le corresponde. Sin embargo,
para el creyente, sin Dios es imposible ser plenamente humano.
Es claro que el debate sobre el humanismos está sustentado por ambas posturas
que históricamente se han manifestado frente a su definición: las provenientes de
la religión y las provenientes de una postura científica, no confesional y/o atea. En
este sentido Feuerbach (1804-1872), señalaba que "El hombre crea a Dios a su
imagen". En su opinión, las cualidades que la humanidad ha atribuido a Dios
desde los tiempos más remotos: un ser sabio, omnipotente, moralmente perfecto,
en posesión de la plenitud del amor, etc., son tan solo las cualidades que debería
tener el propio ser humano, pero que no tiene; algo así como lo planteado por S.
Freud (1980), cuando hablaba de la catexia en el amor; es decir, el ser que ama
pone en el ser amado, que es el objeto de deseo, las cualidades que él desea, que
nacen de él y no ciertamente las que el objeto posee. La pretensión de Feuerbach
era señalar que el hombre se aliena en Dios, se enajena y anula su humanidad en
un ser que se le contrapone y al que obedientemente se somete.
Algo muy parecido expresaba K. Marx (1986), para él toda sociedad se explica y
se sostiene sobre una estructura básica compuesta de dos elementos: la base
económica: cómo se organiza la generación, producción y reparto de los
productos y la superestructura, que es el conjunto de leyes, ideas y costumbres (la
cultura), que surge de dicha forma de producción. La base económica y la
superestructura se influyen una y otra, mantienen una relación dialéctica; es
decir, cuando se cae en la cuenta de que la base económica, la estructura, es
injusta y anula al ser al ser humano que trabaja, la superestructura genera un
mecanismo de defensa al que Marx llama ideología. La ideología es una falsa
conciencia, un conjunto de ideas, que justifica y busca mantener la realidad tal y
como es haciendo que los individuos formen teorías falsas sobre sí mismos y
sobre el mundo, de manera que el ser humano vive desrealizado, alienado.
Una parte importante de esa ideología que aliena al ser humano la conforma la
religión. Se produce, según Marx (1986), una alienación religiosa cuando el
hombre pone en Dios, un ser inventado, aquello que él mismo podría llegar a ser
buscando así consuelo para su vida y no cambiando el mundo. La religión nace
por la necesidad de la ideología de enmascarar las injusticias; incluso para
justificar las desigualdades y opresiones e impedir la rebelión de las clases
explotadas. Su famosa respuesta está en la Crítica de la filosofía del derecho de
Hegel: la religión "es el opio del pueblo". El humanismo marxista, para afirmar la
existencia plena del ser humano, niega a Dios y desenmascara el papel de las
ideologías como creadoras y cómplices de un sistema económico que consagra la
desigualdad entre seres humanos. El comunismo ha supuesto un desafío para el
cristianismo a la hora de expresar su compromiso con los más necesitados, pero
difieren en que el cristianismo afirma que el Dios que se revela en Jesús de
Nazaret es un Dios liberador que no anula al ser humano, y en la relación entre
medios y fines no acepta la violencia como praxis para revertir el orden social.
Desde otra orilla Sigmund Freud (1980), planteó que las ideas religiosas son una
ilusión. Como todos los demás fenómenos psíquicos, su origen se encuentra en
las profundidades del aparato psíquico. De hecho, afirma Freud, que todos los
seres humanos experimentamos deseos de trascendencia, de inmortalidad, pero
la realidad frustra esos deseos. Frente a esta situación se desatan ciertos
mecanismos defensivos: la religión como consuelo, como narcótico. Las oraciones
y ritos religiosos solo persiguen calmar la ansiedad. Para Freud la necesidad
psicológica de sentir que vivimos en un mundo protegido, seguro, nos lleva a crear
la imagen de una figura paterna: Dios. La crítica que hace Freud se ubica contra
los infantilismos con los que, en ocasiones, se vive la fe: refugiarse en ella para no
tener que afrontar la maduración personal o las dificultades de la vida. También
desenmascara falsas imágenes de Dios: un dios autoritario y represor de los
deseos humanos, que oprime a las personas con normas y castigos. Esta idea de
Dios no se corresponde en absoluto con el Padre que presenta Jesús en el
evangelio.
Como vemos el humanismo ha estado ligado a la concepción del ideal humano,
unos desde una perspectiva trascendental y otros desde una perspectiva
materialista y/o realista; por ello, no es posible lograr un consenso sobre su
definición y podría decirse entonces que hay múltiples concepciones del mismo:
Humanismo social, científico, cristiano, existencialista, liberal, comunista, etc. Sin
embargo, el humanismo no renuncia a la verdad, ni por supuesto a la realidad,
sólo pretende que sea más precisa, por eso niega que los conceptos y leyes sean
meras duplicaciones de la realidad. El humanismo se esfuerza por saber lo que se
alcance a saber, es una perspectiva filosófica y no una tesis susceptible de
demostración (Ferrater Mora, 1999). Podríamos aceptar entonces la afirmación de
Heidegger (1946), cuando precisó que “el humanismo es meditar y cuidarse de
que el hombre sea humano en lugar de no humano, inhumano, esto es, ajeno a su
esencia” (pág. 34)
Por esta razón los que abogan por la libertad y los derechos humanos pueden no
sentirse representados o no compartir esta postura de la biología. Los seres
humanos tenemos una particularidad como especie y es que creemos en un orden
particular no porque sea objetivamente cierto, sino porque creer en él nos permite
cooperar de manera efectiva y forjar una sociedad mejor, es lo que Harari (2019),
denomina el orden o los órdenes imaginados que el ser humano construye.
Sabemos por biología que los seres humanos no somos iguales, pero si creemos
que los son nos puede ayudar a crear una sociedad estable y duradera. No cabe
duda entonces, que los derechos humanos son un mito, solo existen en la
imaginación, no tienen existencia natural o real concreta. Esto no quiere decir que
no sean útiles o que no deban ser respetados, por supuesto este es otro asunto.
Pero ¿qué entendemos por órdenes imaginados? Uno de los más célebres
exponentes de este concepto es el del historiador Noah Yuvak Harari (2019),
quién sostiene que los órdenes imaginados más destacados son: El cristianismo,
la democracia y el capitalismo. El órden imaginado se constituye en la
incorporación de principios desde el nacimiento y la educación y que están
inmersos en el entretejido del desarrollo de la vida de las personas en una
deterrminada sociedad. Para este historiador existen tres factores centrales que
impiden que la gente se dé cuenta de que el orden que organiza su vida existe
únicamente en su imaginación y no tiene existencia concreta.
El segundo factor que nos menciona Harari (2019), es que el orden imaginado
modela nuestros deseos. Todas las personas nacemos en un orden imaginado
preexistente y, por lo tanto, los deseos están modelados desde el nacimiento, por
lo que los deseos se convierten en la defensa más importante de ese orden
imaginado. Podemos ver que los deseos más apreciados por el mundo occidental
estan ubicados en los mitos románticos, nacionalistas, capitalistas y humanistas.
Hoy en día por ejemplo, muchas personas gastan inmensas cantidades de dinero
en vacaciones en el extranjero porque creen firmemente en los mitos del
consumismo romántico que se ha construido sobre lo maravilloso que es viajar y lo
poco feliz que es no hacerlo. De igual manera, creemos que el consumismo nos
hace felices y que por lo tanto, hemos de consumir tantos productos y servicios
como sea posible, el no poder alcanzar todo lo que se ofrece en el mercado nos
hace infelices y nos genera todo tipo de satisfaciones o de frustraciones.
¿Pero como se constituyeron estos órdenes imaginados? Pues la razón es que los
seres humanos diseñaron o mejor inventaron los relatos y la escritura, dos
instrumentos poderosos. Estos ordenes imaginados fueron o mejor han venido
cambiando a lo largo de la historia de la humanidad en la medida en que el
hombre ha venido evolucionando en todo sentido. Por ejemplo, el orden imaginado
sobre que los seres humanos somos iguales no siempre corresponde a lo que en
la actualidad se afirma. Durante muchos años, los seres humanos dividieron a las
personas en jerarquías superiores e inferiores, los unos dominaban y los otros
eran discriminados. La Constitución Americana de 1776 hizo lo mismo, también
establecía una jerarquía entre los hombres que se beneficiaban de ella y las
mujeres a las que no se les reconocia la autoridad, reconocía la libertad de los
blancos, pero no reconocía la igualdad de los negros y los indios pues eran
considerados inferiores y por ende, no podían tener los mismos derechos (Harari,
2019).
Todas estas distinciones se fundamentan en ficciones que se sustentaban en
afirmaciones que nadie discutía, por ejemplo, Aristóteles (2000), sostenía que que
los esclavos tenían una naturaleza servil y por ende su nivel en la sociedad era
simplemente un reflejo de esa naturaleza innata servil. De allí que hoy en día
muchas personas afirmen que su jerarquía social es natural y justa mientras que
las de otras sociedades son ridículas y falsas. Esto explica el porqué de la
existencia de clasificaciónes de las personas en categorías imaginadas: pobres y
ricos, plebeyos y esclavos, blancos y negros, patricios y siervos, brahmanes y
shudrás, blancos e indios, etc. Es tan poderosa la fortaleza de los ordenes
imaginados que se convierten en ejercicios sin discusión o crítica, como se
ejemplifica en el caso de finales del siglo XIX, cuando el joven negro Clennon King
intentó matricularse en la Universidad de Mississippi en 1958 y que le valió ser
internado en un sanatorio para enfermos mentales, ya que el juez que presidia el
hecho denunciado dictaminó con toda seguridad que una persona negra tenía que
estar loca sí pensaba que podría ser admitida en la Universidad (Harari, 2019).
Pero no debemos dejar de lado otro de los aspectos que incumben cuando de
hablar de humanismo se trata. Es aquello que tiene que ver con la preocupación
por definir la naturaleza humana, asunto que ha generado durante muchos años y
que desde la ilustración ha sido fuente de muchos debates y confrontaciones de
distinto orden. Para S. Pinker (2018), la naturaleza humana puede ser abordada
estudiando los temores que este problema genera y que el resume en cuatro
formas: 1. Sí las personas son diferentes de forma innata, se justificarían la
opresión y la discriminación 2. Sí las personas son inmorales de forma innata,
serían vanas las esperanzas de mejorar la condición humana. 3. Sí las personas
son productos de la biología, el libre albedrío sería un mito y ya no se podría
responsabilizar a las personas de sus actos. 4. Sí las personas son producto de la
biologia, la vida ya no tendría un sentido y un propósito superiores.
La biología ha encontrado que los seres humanos no somos tabla rasa y que
existen diferencias importantes al momento de nacer. En este sentido se sabe que
hay diferencias entre los sexos y las razas por ejemplo. Todos los seres humanos
somos muy parecidos pero no somos clones, poseemos diferentes capacidades.
Todos somos geneticamente únicos. Las diferencias en el coeficiente intelectual
entre blancos y negros se han evidenciado indicando que son más norma que
excepción. De igual manera, es claro que existe una diferencia entre hombres y
mujeres debido a que por ejemplo poseen organos reproductivos distintos y por
ende existen diferencias en los sistemas neuronales que controlan la forma de
comportarse esos organos. Lo que hoy podemos decir es que con independencia
de la fuerza física, el coeficiente intelectual o cualquier otro rasgo que pueda variar
todos los seres humanos tenemos ciertos rasgos en común. Por eso la postura
sobre la igualdad es una postura moral, política o religiosa pero que no se
corresponde con los acertos de la biología, la antropología y en general la postura
evolucionista (Hararí, 2018). El discurso sobre los derechos humanos es una
construcción narrativa que petende eliminar la discriminación, la humillación y el
desprecio de unos hombres sobre otros, pero no está sustentada en una
afirmación de naturaleza biológica que la respalde.
Pero sí abordamos desde ésta perspectiva el problema del libre albedrío por
ejemplo, podríamos decir que está estrechamente unido al de responsabilidad. En
el campo del derecho se culpa a una persona por la ejecución de un delito sólo sí
existió intrencionalidad de hacerlo pudiendo haber escogido otra acción. Es decir,
que asumimos que los seres humanos tomamos decisiones de manera racional,
por lo que en términos biológicos podemos decir que si hay una afectación en el
cerebro de la persona no cabe duda que sería inocente; es decir, que sí
encontramos una explicación biológica del comportamiento de la persona y
aplicamos el determinismo se supondría que no habrá que castigar y por lo tanto
su comportamiento sería excusable. La biología puede mostrar que todos los
seres humanos somos inocentes dado que no somos conscientes de la carga
genética y de la evolución padecida desde nuestros ancestros. Se suele afirmar
entonces que el acto de violación de un hombre a una mujer es el resuiltado de la
influencia de un gen que predispone a los varones a sufrir ataques de cólera que
está presente en la familia del violador y por lo tanto su comportamiento no está
mediado por el uso pleno de su libertad (Pinker, 2018).
En este sentido D. Dennett (1984), plantea que lo último que queremos es un alma
libre que nos permita hacer lo que queremos, si la conducta la decidiera un alma
completamente libre, entonces no podríamos responsabilizar a las personas de
sus actos, porqué un ser así no se detendría ante la amenaza del castigo, ni se
avergonzaría ante la perspectiva de la ignominia, ni sentiría culpa y los códigos
penales o morales no lo detendrían porque se hallaría en un plano distinto al de la
causa y efecto. El castigo al delincuente sería una maldad, ya que no tendría
ningún efecto sobre ese sujeto. Pero sí condicionamos y el alma deja de ser
verdaderamente libre, entonces la veguenza y el castigo que poseería la persona
estaría sometida a respertar tales contingencias y su acto no sería plenamente
libre, sino movido por el prejuicio, la vergüenza, la culpa y la violación a la norma.
Como dijo Hume, o bien nuestros actos están determinados, en cuyo caso no
somos responsables de ellos, o bien son el resultado de suscesos aleatorios, en
cuyo caso no somos responsables de ello (Pinker, 2018).
Lo que hoy podemos decir es que desde los postulados de la ciencia psicológica
todos los actos humanos son producto de los sistemas cognitivo y emocional
ubicados en el cerebro, de modo que los actos despreciables serían el resultado
de un sistema cerebral dañado y el comportamiento sería el resultado de esa
enfermedad cerebral. Esto implica muchos interrogantes, como por ejemplo ¿sí se
sabe que un delincuente posee un sistema defectuoso de la compasión, que le
hace más dificil que pueda apreciar el sufrimiento de las víctimas, se debería
entonces disminuir o eliminar el castigo atendiendo a su incapacidad disminuida?
¿Porqué razón las instituciones de justicia consideran que sí le es dificil
controlarse, se le debe castigar con más indulgencia? O se debería castigar de
todas maneras en aras de defender a la sociedad y no perjudique a los demás? Lo
que es claro para Pinker (2018), es que no necesitamos solucionar el problema del
libre albedrío y sólo debemos preservar la responsabilidad personal ante la
comprensión cada vez mayor de las causas de la conducta. Esto lo que nos indica
es que no debemos acudir a las explicaciones deterministas de la biología para
exculpar al delincuente sino que por el contrario se debe estimular la creación de
la disuación como el ingrediente activo de la responsabilidad.
Esto no indica de ninguna manera que la ciencia esté erosionando la idea del libre
albedrío o que sea enemiga de esta afirmación y por consiguiente afectando la
defensa de la responsabilidad que como seres humanos tenemos frente a los
hechos que realizamos. Sí sabemos hoy en día que no podemos afirmar con
absoluta certeza que un comportamiento puede ser predeterminado en un 99%
debido a factores biológicos o físicos, debemos contemplar también que ese 1%
restante de probabilidad de que la persona se comportara de otra manera podría
incidir en la consideración de declarar a esa persona como responsable, ya que de
por sí no hay ningún valor de probabilidad que permita establecer de esta manera
la responsabilidad. Los porcentajes de probabilidad varían de acuerdo a la
persona, a su condición ambiental, por ende siempre habrá una razón para llevar
a cabo la conducta como de no haberla realizado de esa manera, por lo que lo
único valioso de ejercicio racional es asumir que lo válido no es establecer el
grado de libertad, sino la responsabilidad que le atañe por el daño producido.
Lo que Hauser (2008), nos plantea es que los seres humanos tenemos unos
instintos morales que se caracterizan por la emergencia de unos principios
universales de reglas comunes a todos los seres humanos en las que cada cultura
introduce determinadas excepciones que generan las diversas formas morales
que cada cultura define. Esta postura es compartida por J. Haidt (2007), quien
sostiene que los seres humanos estamos equipados con cuatro familias de
emociones morales: 1. Heterocondenatorias: desprecio, ira y repugnancia. 2.
Autoconscientes: vergüenza, embarazo y sentimiento de culpa. 3. Simpatizadoras:
compasión y 4. Heteroencomiásticas: gratitud y enaltecimiento. Estas emociones
morales son las que mueven todo el proceso, son el arco iris que permite la
conformación de la moral humana, son las que nos proporcionan las intuiciones
sobre lo que está bien o está mal y sobre lo que debemos hacer o no hacer. Esto
nos indica una separación absoluta entre los evolucionistas y los que creen que
sin la guía de la luz divina proveniente de Dios, el ser humano no pude obtener
orientación moral.
Identidad y cultura
Sin embargo, lo que hemos visto desde el punto de vista antropológico es que hay
dos corrientes claramente definidas en el estudio de este polémico asunto: los que
afirman la existencia de una indiferencia hacia la identidad que niegan la influencia
de cualquier sentido de identidad con los demás, respecto de cómo nos
comportamos y como nos valoramos; esto sostiene por ejemplo muchas de las
teorías económicas actuales al precisar que los motivos humanos no dependen de
la cultura o de identidad alguna, pues solo actuamos por la lógica racional de
costo-beneficio. Por otro lado, nos encontramos con la postura contraria que
plantea la filiación singular, que señala que cualquier persona pertenece
especialmente y para todos los propósitos, a una sola colectividad, que le da un
sentido de filiación y de lealtad. Esto sustenta el pensamiento de los
comunitaristas y de los teóricos de la política cultural; por ende, las complejidades
de los grupos plurales y las múltiple lealtades desaparecen al ver a cada persona
firmemente incorporada en una sola afiliación, reemplazando la riqueza de llevar
una vida humana abundante al situarla en un grupo orgánico singular (Sen, 2007).
Para A. Sen (2008), muchas teorías comunitaristas defienden la idea de que los
seres humanos no son seres con identidades diversas, sino fundamentalmente
como miembros de un particular grupo social o comunidad. Estas teorias
defienden la idea de una identidad por el hecho de ser humano, basada en la
pertenencia a una comunidad, subestimando todas las otras filiaciones que hacen
de los seres humanos las complejas e intrincadas personas que somos. Por ello,
toda categorización conceptual que aparentemente apoye esa visión reduccionista
de cualquier cultura o grupo social tiende a buscar reivindicaciones que sustentan
la violencia como medio legítimo de reforzar la identidad. De allí la afirmación de
que es imposible que en un futuro inmediato se pueda constituir un Estado global
democrático. Hoy existe una imperiosa necesidad de formular preguntas no sólo a
cerca de la economía y la política de la globalización, sino también acerca de los
valores, la ética y el sentido de pertenencia que dan forma a nuestra concepción
de un mundo global. Debemos algún día comprender que no hay universo sino
multiverso y que no somos nacinales de éste u otro país, sino que somo algo más
valioso ciudadanos del mundo.
Como lo afirma S. Pinker(2018), el humanismo puede definirse como “el objetivo
de maximizar la prosperidad y el floreciemiento humanos, la vida, la salud, la
felicidad, la libertad, el conocimiento, al amor, la riqueza de la experiencia” (pág.
499). El humanismo entendido así es más que un enunciado es un anhelo, un
propósito un deber ser necesario para el progreso de la humanidad y de lo
humano. Sin embargo, es importante precisar acá que este anhelo está
sustentado en el conocimiento científico y no en el mito o la creencia, por ello el
manifiesto humanista III de 20032, establece que. 1. El conocimiento del mundo
deriva de la observación, la experimentación y el análisis racional. 2. Los humanos
somos una parte integral de la naturaleza, el resultado de un cambio evolutivo no
guiado. 3.los valores éticos derivan de la necesidad y el interés humano
contrastados con la experiencia. 4. La realización vital surge de la participación
individual al servicio de los ideales humanos. 5. Los humanos somos seres
sociales por naturaleza y hallamos sentido en las relaciones. 6. El trabajo para
beneficiar a la sociedad maximiza la felicidad individual.
2
Manifiesto emanado de la Academia Internacional de Humanismo de los Estados Unidos del
Norte de América, y publicado en la revista Free Inquiry, Otoño de 1999, vol. 19, nº 4, páginas 4-
20. Versión en español de Alberto Hidalgo Tuñón.
Conclusión
Podríamos decir para cerrar este ensayo que la idea de definir que es lo que
entendemos por humanismo esta atravezada por la consideración del
cuestionamiento sobre la igualdad de los seres humanos, su capacidad racional,
su naturaleza moral y la construcción cultural diversa. La ciencia nos ha dicho que
los seres humanos somos biológicamente únicos y distintos, que existen
sentimientos morales innatos, que no somos racionales sino que aspiramos a
constituirnos como seres racionales y, que además, somos seres que vivimos en
una dualidad permanente entre la que nos proporciona el mundo objetivo físico y
material en el cual vivimos y el mundo imaginado construido por nosotros y que
permite la creación de ordenes que explican la existencia de todo aquello que los
seres humanos consideramos inmutables o ciertos pero que solo son imaginarios
como el dinero, las empresas, la libertad, la religión, el éxito, la felicidad, etc. Se
podría decir entonces que lo humano no es necesariamente bueno como muchos
lo señalan como tampoco malo; pero lo que sí vale la pena ayudar a construir es
justamente un universo más humano que contemple tanto lo biológico de la
naturaleza humana, como las construcciones de los distintos ordenes imaginados
que nos faciliten vivir en entornos de paz, de aceptación de la diferencia y del
respeto por el “Otro” que si bien es diferente a mí, tiene el mismo derecho que yo
a existir. El ser humano es propenso a creer en los mitos y la fantasía y a rechazar
la ciencia y la objetividad, justamente por los ordenes imaginados hasta ahora
construidos, pero lo cierto es que la ciencia es la base de la ilustración y el camino
menos errado para avanzar en ese proceso llamado civilización.
Bibliografía
Gibbons, A. (2007). Food for Thought: ¿Did the first Cooked Meals Help Fuel the
Dramatic Evolutionary Expansion of the human Brain? Science, 316, 5831, pp.
1.558-1.560
Haidt, J. (2007). The new synthesis in moral psychology. Science, 316, 998-1002.
doi: 10.1126/science.1137651.
Kaplan, J. (1973). Criminal justice: Introductory cases and materials, Mineola: N.Y,
Times Press