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HUMANISMO, RAZÓN Y CIENCIA

Una reflexión sobre el ser humano y su naturaleza

Fernando Díaz Colorado1

Introducción
Abordar el humanismo no es tarea nada fácil; por el contario, es un asunto
complejo, nada pacífico y, por ende, de mucho debate entre los académicos y
defensores de cada una de las múltiples posturas que sobre el humanismo se han
planteado. Por ello, el propósito de este ensayo es mostrar la complejidad del
debate que se ha venido dando sobre el humanismo centrándonos en cuatro
aspectos que considero fundamentales para ampliar y agrandar los interrogantes
que actualmente se plantean. En este sentido se mostrarán los fundamentos
básicos de la naturaleza humana, definiendo su origen, la naturaleza biológica y
cultural, la construcción de colectividades y la identidad grupal, así como los

1
Fernando Díaz Colorado: Psicólogo de la Universidad Católica de Colombia.
Especialista en Administración Pública. Especialista en Derecho Penal y Ciencias
Forenses. Magister en Filosofía Latinoamericana. Master en Psicoterapia en base
antropológica de la Universidad de Salamanca, España. Profesor de las
Facultades de Derecho y Psicología en las Universidades: Pontificia Universidad
Javeriana de Bogotá, Universidad Católica, Instituto de Mediación de México.
Instituto Humani Mundial de Guanajuato, México. Miembro fundador de la
Asociación Latinoamericana de Psicología Jurídica y Forense. Miembro fundador
de la organización Opción Vida, Justicia y Paz. Miembro de la Sociedad Mundial
de Victimología. Ex funcionario del Programa de Protección y Asistencia a
Víctimas y Testigos de la Fiscalía General de la Naciónde Colombia.
Conferenciante nacional e internacional en temas relacionados con Victimología,
Criminología, Seguridad Ciudadana, Justicia Restaurativa, jurisprudencia
terapéutica y Psicología Jurídica y Forense. Fundador del primer programa de
posgrado en psicología jurídica en Colombia. Asesor en temas de seguridad
pública y privada. Magistrado del Tribunal Nacional de Ética y Deontología del
Colegio Colombiano de Psicología. Mediador en el campo de la familia. Autor de
los libros: El Sindrome de Estocolmo en situación de Toma de Rehenes y
Secuestro en Colombia. Psicología y Ley. Conflicto Mediación y Conciliación
desde una perspectiva Psicojurídica. Metis en el Análisis de Situación; y, La
Justicia desde las Víctimas.
sustentos de la confrontación entre la moral, la irracionalidad y la racionalidad de
los seres humanos.

Orígenes de la especie Homo


Desde que el big bang aconteció hace ya 13.500 millones de años, se empezó a
originar el universo, pero solo fue hasta hace cerca de 70.000 años que emergió la
especie homo sapiens y por consiguiente las culturas que hoy en día conocemos.
El género Homo evolucionó en África hace 2, 5 millones de años a partir de un
género de simios llamados los australopithecus, el desplazamiento de esta
especie dio origen al Homo Neanderthalensis y en las regiones de Asia se
asentaron los Homo erectus. En la isla de Java e Indonesia vivió el Homo
Soloensis, que más tarde evolucionó hacia el Homo floresiensis. De igual manera,
la historia nos dice que existieron en otros lugares del mundo otras especies tales
como el Homo denisova, el Homo ergaster, el Homo rudolfensis y finalmente el
Homo sapiens. La historia nos señala que esta aparición de diferentes especies de
Homos, no se dio de manera descendente y directa, sino que desde hace 2
millones de años hasta hace aproximadamente 10.000 años, el mundo fue el lugar
de la presencia de varias especies de Homos a la vez (Gibbons, 2007).

En este transcurrir de la emergencia de la especie Homos en el universo el


historiador N.Y. Harari (2019), ha podido establecer tres momentos o mejor
revoluciones claves que se constituyen en los ejes sobre el cual el Homo sapiens
ha venido evolucionando: 1. la revolución cognitiva (construcción de una realidad
imaginada), 2. La revolución agrícola (manipulación de las especies animales y
plantas: agricultura y pastoreo) y, 3. La revolución científica (surgimiento de la
ciencia y la tecnología). Pero lo que es clave señalar es que el Homo sapiens se
constituyó en la especie más evolucionada hasta el momento debido
fundamentalmente a la cooperación y a la construcción de mitos colectivos. Esto
es lo que ha dado origen a los relatos inventados que sustentan la existencia de la
religión, las naciones, el dinero, los derechos humanos, las leyes, la justicia, etc.
Desde la revolución cognitiva el ser humano ha vivido en una realidad dual, entre
la realidad objetiva de la naturaleza y la realidad imaginada, pero es ésta última la
que ha permitido el avance cultural de la humanidad pues es la que ha permitido
generar la cooperación y la realización de las más grandes empresas humanas:
naciones, tecnología, corporaciones, etc. (Harari, 2019).

Así mismo, la historia nos señala que solo fue hasta hace cerca de 500 años que
el hombre comenzó a cuestionar el mito y la creencia para centrarse en la ciencia.
Es desde ese momento que el ser humanos comienza a debatir el concepto de
humanismo. La comprensión de la idea de humanismo parece ser clara y
adecuadamente entendida para muchos de los filósofos, historiadores, juristas y
en general para todos aquellos que se dedican al estudio de las ciencias sociales;
sin embargo, no hay en estos momentos de la historia una idea compartida y
absolutamente ajena al debate que nos permita decir con absoluta certeza como
podríamos definir el humanismo, ya que es un concepto que tiene muchos
significados y que a su vez posee muchas aplicaciones en los distintos campos de
la actividad humana como la ciencia, las artes, las creencias, la política, la
economía, la antropología, la psicología, la historia, así como en el campo de la
filosofía y los valores humanos.

Postura filosófica y humanismo

El término Humanismo fue acuñado en 1808, por el teólogo alemán Friedrich


Immanuel Niethammer (Kristeller,1982), para referirse a las enseñanzas centradas
en el estudio de los clásicos griegos y latinos. El humanismo originalmente parte
de la idea de que el hombre está en posesión de capacidades intelectuales
potencialmente ilimitadas por lo que la búsqueda del saber y el dominio de
diversas disciplinas se constituye en una condición necesaria para el buen uso de
estas facultades. En este sentido, el humanismo se centra en establecer que el ser
humano es un ser libre, autónomo y plenamente responsable de sus actos. De allí,
que las nociones de libertad, libre albedrío, igualdad, independencia, tolerancia,
cooperación, dignidad humana, etc., están muy ligadas al origen del humanismo
El concepto de humanista está muy enfocado a todo pensamiento que pone en el
primer plano de sus preocupaciones el desarrollo de las cualidades esenciales del
ser humano y el interés por los valores humanos y, en consecuencia, una enorme
variedad de pensadores tanto religiosos, como laícos o ateos, científicos o
anticientíficos, se atribuyen desde cada una de su perspectiva lo que se entiende
por humanismo. Sin duda alguna uno de los aspectos que generan consenso
sobre el concepto de humanismo es que todos se centran en que el objetivo del
humanismo es el de maximizar la prosperidad y el florecimiento de la vida, la
salud, la felicidad, la libertad, el conocimiento, el amor, la riqueza, el bienestar, la
paz y la tranquilidad de los seres humanos.

De igual manera, el humanismo considera que el ser humano es un ser digno


capaz de tomar decisiones morales y éticas mediante el uso de la racionalidad.
Esto último ha sido recientemente cuestionado por las ciencias como la psicología
y la neurociencia debido a que el sustrato de la razón es fundamentalmente
emocional, hoy en día sabemos que los seres humanos no somos en esencia
recionales como lo señalaban los clásicos del derecho, sino que por el contrario
somos seres emocionales y que es ésta condición sobre la cual se edifica el
pensamiento y la reflexión a la que denominamos racionalidad.

Pero, sí bien hay corrientes religiosas que sustentan su credo en una postura
humanista, existen corrientes del pensamiento que señalan que el humanismo
implica un compromiso con la búsqueda de la verdad y de la ética por medios
humanos, en particular las ciencias, como el medio más idóneo para alcanzar los
fines humanistas. Esta postura del humanismo rechaza la validez de las
justificaciones trascendentales, por considerarlas dependientes de lo mítico y de
las creencias, cuya verdad se centra en los libros sagrados como la Biblia, el
Corán, la Torá, el Talmud, Upanishad, Brahma Sanhita, etc.

Estos textos son presentados como de origen divino y, por lo tanto, no son
susceptibles de comprobación científica y tampoco se pueden asumir que son
propiamente construcciones provenientes de los seres humanos, lo que se opone
a la concepción de la perspectiva humanista que se centra en la maximización de
las cualidades humanas y no en las concepciones divinas. Es más o menos lo que
el capellan de Harvard Greg Epstein denomino la búsqueda del bien sin Dios
(Epstein, 2009). Para algunos estudiosos del humanismo la creencia en Dios
impide al ser humano realizarse plenamente, obnubila la conciencia personal y las
estructuras sociales, y lo convierten en un obstáculo que se debe eliminar para
conseguir que el ser humano ocupe el lugar que le corresponde. Sin embargo,
para el creyente, sin Dios es imposible ser plenamente humano.

Es claro que el debate sobre el humanismos está sustentado por ambas posturas
que históricamente se han manifestado frente a su definición: las provenientes de
la religión y las provenientes de una postura científica, no confesional y/o atea. En
este sentido Feuerbach (1804-1872), señalaba que "El hombre crea a Dios a su
imagen". En su opinión, las cualidades que la humanidad ha atribuido a Dios
desde los tiempos más remotos: un ser sabio, omnipotente, moralmente perfecto,
en posesión de la plenitud del amor, etc., son tan solo las cualidades que debería
tener el propio ser humano, pero que no tiene; algo así como lo planteado por S.
Freud (1980), cuando hablaba de la catexia en el amor; es decir, el ser que ama
pone en el ser amado, que es el objeto de deseo, las cualidades que él desea, que
nacen de él y no ciertamente las que el objeto posee. La pretensión de Feuerbach
era señalar que el hombre se aliena en Dios, se enajena y anula su humanidad en
un ser que se le contrapone y al que obedientemente se somete.

Algo muy parecido expresaba K. Marx (1986), para él toda sociedad se explica y
se sostiene sobre una estructura básica compuesta de dos elementos: la base
económica: cómo se organiza la generación, producción y reparto de los
productos y la superestructura, que es el conjunto de leyes, ideas y costumbres (la
cultura), que surge de dicha forma de producción. La base económica y la
superestructura se influyen una y otra, mantienen una relación dialéctica; es
decir, cuando se cae en la cuenta de que la base económica, la estructura, es
injusta y anula al ser al ser humano que trabaja, la superestructura genera un
mecanismo de defensa al que Marx llama ideología. La ideología es una falsa
conciencia, un conjunto de ideas, que justifica y busca mantener la realidad tal y
como es haciendo que los individuos formen teorías falsas sobre sí mismos y
sobre el mundo, de manera que el ser humano vive desrealizado, alienado.

Una parte importante de esa ideología que aliena al ser humano la conforma la
religión. Se produce, según Marx (1986), una alienación religiosa cuando el
hombre pone en Dios, un ser inventado, aquello que él mismo podría llegar a ser
buscando así consuelo para su vida y no cambiando el mundo. La religión nace
por la necesidad de la ideología de enmascarar las injusticias; incluso para
justificar las desigualdades y opresiones e impedir la rebelión de las clases
explotadas. Su famosa respuesta está en la Crítica de la filosofía del derecho de
Hegel: la religión "es el opio del pueblo". El humanismo marxista, para afirmar la
existencia plena del ser humano, niega a Dios y desenmascara el papel de las
ideologías como creadoras y cómplices de un sistema económico que consagra la
desigualdad entre seres humanos. El comunismo ha supuesto un desafío para el
cristianismo a la hora de expresar su compromiso con los más necesitados, pero
difieren en que el cristianismo afirma que el Dios que se revela en Jesús de
Nazaret es un Dios liberador que no anula al ser humano, y en la relación entre
medios y fines no acepta la violencia como praxis para revertir el orden social.

Otro de los representantes de esta postura laica y no religiosa es Friedrich


Nietzsche, quien sostenía que tal como lo señaló el evolucionismo de Darwin, el
hombre sigue también en la moral un proceso evolutivo. Para él, la cultura de
Occidente ha estado marcada por la metafísica y la moral cristiana. Se trata de
una moral de los esclavos donde lo fundamental es la resignación, la humillación,
el dolor y el rechazo al disfrute de la vida. Al estar fundada en la idea de un único
Dios ha transmitido la idea de que solo existe una verdad, un único modo de
comportarse, y la idea de que esta vida ha de sacrificarse, de sufrirse en aras a
una vida futura. Esa moral es, para Nietzsche, antinatural, y es la que está
impidiendo el surgimiento de un nuevo modelo de ser humano, el superhombre,
destructor del modo de vida anterior y marcado por otros valores que le harán
fuerte, instintivo, creador constante que acepta lo trágico de la vida, lo dionisíaco,
su devenir, multiplicidad y sus diversas perspectivas.
Frente a la voluntad de verdad del hombre anterior apolíneo se impondrá la
voluntad de poder que caracteriza al superhombre dionisíaco. Para llegar al
superhombre, para afirmar la vida como valor absoluto, es necesario anunciar la
muerte de Dios. Con la muerte de Dios desaparecerán los valores tradicionales,
serán nada, de manera que Nietzsche anuncia una nueva época: el nihilismo. El
nihilismo es el tiempo de destrucción de lo que ha sido y de la transmutación de
los valores para facilitar el surgimiento del superhombre. Nietzsche nunca se
preocupó de demostrar teóricamente la inexistencia de Dios. "Es nuestro gusto el
que decide contra el cristianismo; no son ya los argumentos" (La gaya ciencia). El
superhombre añorado no conoce ninguna esperanza supraterrena. Para cerrar de
una vez por todas las puertas del más allá, Nietzsche enunció, en La gaya ciencia,
la doctrina del "eterno retorno de lo mismo". De ahí la exhortación: "¡Os insto,
hermanos, a que permanezcáis fieles a la tierra y no creáis a los que os hablan de
esperanzas supra-terrenales!" (pág. 43).

Desde otra orilla Sigmund Freud (1980), planteó que las ideas religiosas son una
ilusión. Como todos los demás fenómenos psíquicos, su origen se encuentra en
las profundidades del aparato psíquico. De hecho, afirma Freud, que todos los
seres humanos experimentamos deseos de trascendencia, de inmortalidad, pero
la realidad frustra esos deseos. Frente a esta situación se desatan ciertos
mecanismos defensivos: la religión como consuelo, como narcótico. Las oraciones
y ritos religiosos solo persiguen calmar la ansiedad. Para Freud la necesidad
psicológica de sentir que vivimos en un mundo protegido, seguro, nos lleva a crear
la imagen de una figura paterna: Dios. La crítica que hace Freud se ubica contra
los infantilismos con los que, en ocasiones, se vive la fe: refugiarse en ella para no
tener que afrontar la maduración personal o las dificultades de la vida. También
desenmascara falsas imágenes de Dios: un dios autoritario y represor de los
deseos humanos, que oprime a las personas con normas y castigos. Esta idea de
Dios no se corresponde en absoluto con el Padre que presenta Jesús en el
evangelio.
Como vemos el humanismo ha estado ligado a la concepción del ideal humano,
unos desde una perspectiva trascendental y otros desde una perspectiva
materialista y/o realista; por ello, no es posible lograr un consenso sobre su
definición y podría decirse entonces que hay múltiples concepciones del mismo:
Humanismo social, científico, cristiano, existencialista, liberal, comunista, etc. Sin
embargo, el humanismo no renuncia a la verdad, ni por supuesto a la realidad,
sólo pretende que sea más precisa, por eso niega que los conceptos y leyes sean
meras duplicaciones de la realidad. El humanismo se esfuerza por saber lo que se
alcance a saber, es una perspectiva filosófica y no una tesis susceptible de
demostración (Ferrater Mora, 1999). Podríamos aceptar entonces la afirmación de
Heidegger (1946), cuando precisó que “el humanismo es meditar y cuidarse de
que el hombre sea humano en lugar de no humano, inhumano, esto es, ajeno a su
esencia” (pág. 34)

Hablar del humanismos implica resolver otra serie de conceptos e interrogantes


que se inician desde la pregunta por el ser humano. Veamos entonces algunas de
estas posibles respuestas. Según la biología los seres humanos no fuimos
creados, sino que somos el resultado de un proceso evolutivo. Este proceso
evolutivo no se surte con la prestensión de igualdad, esta concepción corresponde
a una postura religiosa muy relacionada con la idea de la creación (todos somos
hijos de Dios). La evolución se basa en la diferencia y no en la igualdad. Cada
persona posee un código genético diferente, y desde su nacimiento se halla
expuesta a diferentes influencias ambientales, lo que conduce al desarrollo de
cualidades diferentes que llevan consigo diferentes probabilidades de
supervivencia, esto indica que evolucionamos de manera distinta. El proceso
evolutivo no tiene un propósito, es por el contario ciego pero que conduce al
nacimiento de los individuos. Hoy sabemos que la división de la sociedad entre
superiores e inferiores es una invención de la imaginación. Pero la idea de que
todos los seres humanos somos iguales también es un mito. Lo que podemos
decir es que somos distintos, no iguales y con aspiraciones de realización que
defienden la igualdad de oportunidades.
Así mismo los derechos no existen en biología, sólo hay órganos características y
capacidades. Estas características no son inalienables pues muchas de ellas
experimentan mutaciones constantes que pueden perderse por completo en el
tiempo. Por eso la libertad no existe como objeto de estudio en la biología, al igual
que la igualdad, los derechos, las sociedades, la libertad es una invención que
solo existe en la imaginación; igual ocurre con la felicidad pues la investigación
biológica no ha conseguido obtener una definición clara de ella ni una manera de
medirla objetivamente. En este sentido la biología sólo reconoce la existencia del
placer, por ello se habla de la búsqueda del placer y no de la búsqueda de la
felicidad.

Orden imaginado como construcción de la realidad del ser humano

Por esta razón los que abogan por la libertad y los derechos humanos pueden no
sentirse representados o no compartir esta postura de la biología. Los seres
humanos tenemos una particularidad como especie y es que creemos en un orden
particular no porque sea objetivamente cierto, sino porque creer en él nos permite
cooperar de manera efectiva y forjar una sociedad mejor, es lo que Harari (2019),
denomina el orden o los órdenes imaginados que el ser humano construye.
Sabemos por biología que los seres humanos no somos iguales, pero si creemos
que los son nos puede ayudar a crear una sociedad estable y duradera. No cabe
duda entonces, que los derechos humanos son un mito, solo existen en la
imaginación, no tienen existencia natural o real concreta. Esto no quiere decir que
no sean útiles o que no deban ser respetados, por supuesto este es otro asunto.

Pero ¿qué entendemos por órdenes imaginados? Uno de los más célebres
exponentes de este concepto es el del historiador Noah Yuvak Harari (2019),
quién sostiene que los órdenes imaginados más destacados son: El cristianismo,
la democracia y el capitalismo. El órden imaginado se constituye en la
incorporación de principios desde el nacimiento y la educación y que están
inmersos en el entretejido del desarrollo de la vida de las personas en una
deterrminada sociedad. Para este historiador existen tres factores centrales que
impiden que la gente se dé cuenta de que el orden que organiza su vida existe
únicamente en su imaginación y no tiene existencia concreta.

El primer factor es que el orden imaginado está incrustado en el mundo material,


debido a que se entreteje en la realidad material que nos rodea. Por ejemplo, en
occidente la mayoría de los habitantes creen en el individualismo y se piensa que
cada ser humano es un individuo cuyo valor no depende de lo que otras personas
creean de él o ella. Este es un orden imaginado en el cual casi todo occidente cree
y defiende, transmite y legisla. En la época medieval por el contrario no se creía
en el individualismo, el valor de alguien estaba determinado por el lugar que
ocupaba en la jerarquía social y por lo que las otras personas decían de ellos. De
allí nace por ejemplo, la defensa del buen nombre y la razón de los duelos por la
defensa del honor, cosa que hoy en día no es de importancia (Harari, 2019).

El segundo factor que nos menciona Harari (2019), es que el orden imaginado
modela nuestros deseos. Todas las personas nacemos en un orden imaginado
preexistente y, por lo tanto, los deseos están modelados desde el nacimiento, por
lo que los deseos se convierten en la defensa más importante de ese orden
imaginado. Podemos ver que los deseos más apreciados por el mundo occidental
estan ubicados en los mitos románticos, nacionalistas, capitalistas y humanistas.
Hoy en día por ejemplo, muchas personas gastan inmensas cantidades de dinero
en vacaciones en el extranjero porque creen firmemente en los mitos del
consumismo romántico que se ha construido sobre lo maravilloso que es viajar y lo
poco feliz que es no hacerlo. De igual manera, creemos que el consumismo nos
hace felices y que por lo tanto, hemos de consumir tantos productos y servicios
como sea posible, el no poder alcanzar todo lo que se ofrece en el mercado nos
hace infelices y nos genera todo tipo de satisfaciones o de frustraciones.

El tercer factor se refiere a que el orden imaginado es intersubjetivo, ya que en


este orden no existe solamente en la mente de un individuo, existe en la mente de
muchos individuos con quienes lo comparte, de millones de extraños que creen lo
mismo. Lo intersubjetivo se refiere a que es algo que existe en el seno de una red
de comunicación que conecta la conciencia subjetiva individual de las personas.
Por ello, el dinero, los dioses y las naciones, por ejemplo se constituyen en
ordenes imaginados en los que creen millones de personas. El dólar los derechos
humanos y los países existen en la imaginación compartida de millones de
personas, y no hay un solo individuo que pueda amenazar su existencia. De
manera que para cambiar un orden imaginado no basta con que unos pocos
individuos lo rechacen o lo nieguen sino que hay que cambiar de manera
simultánea la conciencia de todos esos millones de personas, asunto que como se
ve no es nada fácil. El cambio solo es posible con la ayuda de una organización
compleja, como un partido político, un movimiento nacionalista o religioso o
ideológico fuerte. Como bien lo señala Harari (2019) “no hay manera de salir del
orden imaginado. Cuando echamos abajo los muros de nuestra prisión y corremos
hacia la libertad, en realidad corremos hacia el patio de recreo más espacioso de
una prisión mayor” (p, 137).

¿Pero como se constituyeron estos órdenes imaginados? Pues la razón es que los
seres humanos diseñaron o mejor inventaron los relatos y la escritura, dos
instrumentos poderosos. Estos ordenes imaginados fueron o mejor han venido
cambiando a lo largo de la historia de la humanidad en la medida en que el
hombre ha venido evolucionando en todo sentido. Por ejemplo, el orden imaginado
sobre que los seres humanos somos iguales no siempre corresponde a lo que en
la actualidad se afirma. Durante muchos años, los seres humanos dividieron a las
personas en jerarquías superiores e inferiores, los unos dominaban y los otros
eran discriminados. La Constitución Americana de 1776 hizo lo mismo, también
establecía una jerarquía entre los hombres que se beneficiaban de ella y las
mujeres a las que no se les reconocia la autoridad, reconocía la libertad de los
blancos, pero no reconocía la igualdad de los negros y los indios pues eran
considerados inferiores y por ende, no podían tener los mismos derechos (Harari,
2019).
Todas estas distinciones se fundamentan en ficciones que se sustentaban en
afirmaciones que nadie discutía, por ejemplo, Aristóteles (2000), sostenía que que
los esclavos tenían una naturaleza servil y por ende su nivel en la sociedad era
simplemente un reflejo de esa naturaleza innata servil. De allí que hoy en día
muchas personas afirmen que su jerarquía social es natural y justa mientras que
las de otras sociedades son ridículas y falsas. Esto explica el porqué de la
existencia de clasificaciónes de las personas en categorías imaginadas: pobres y
ricos, plebeyos y esclavos, blancos y negros, patricios y siervos, brahmanes y
shudrás, blancos e indios, etc. Es tan poderosa la fortaleza de los ordenes
imaginados que se convierten en ejercicios sin discusión o crítica, como se
ejemplifica en el caso de finales del siglo XIX, cuando el joven negro Clennon King
intentó matricularse en la Universidad de Mississippi en 1958 y que le valió ser
internado en un sanatorio para enfermos mentales, ya que el juez que presidia el
hecho denunciado dictaminó con toda seguridad que una persona negra tenía que
estar loca sí pensaba que podría ser admitida en la Universidad (Harari, 2019).

Esto explica el porqué hoy en día se mantienen comportamientos discriminatorios


y abusivos contra las mujeres. Esto tiene un largo y constante mantenimiento de
un orden imaginado fuertemente sostenido durante millones de años. En muchas
sociedades las mujeres eran propiedad de los hombres, de sus maridos, padres o
hermanos. El estupro, la violación y el abuso sexual en muchos sistemas legales
eran considerados como actos contra la propiedad; es decir, el acto ilegal era
contra el propietario y no contra la mujer como víctima. En la biblia por ejemplo se
señala: sí un hombre encuentra a una joven virgen no desposada, la agarra y yace
con ella y fueren sorprendidos, el hombre que yació con ella dará al padre de la
joven cincuenta ciclos de plata y ella será su mujer (Deuteronomio, 22, 28-29). En
tiempos actuales, en el año 2006 todavía había 53 países en los que el marido no
podía ser juzgado por la violación de su esposa. Incluso en Alemania, las leyes
sobre el estupro no se corrigieron hasta 1997 para crear una categoría legal de
violación marital (Harari, 2019). Esto explica la fortaleza del orden imaginado
sobre la mujer en la mayoría de países del mundo. La división entre hombres y
mujeres no es más que una ficción creada por los seres humanos que es
compartida y por ende enseñada y consolidada por la educación y la cultura.

La racionalidad o la irrracionalidad de la naturaleza humana

Pero no debemos dejar de lado otro de los aspectos que incumben cuando de
hablar de humanismo se trata. Es aquello que tiene que ver con la preocupación
por definir la naturaleza humana, asunto que ha generado durante muchos años y
que desde la ilustración ha sido fuente de muchos debates y confrontaciones de
distinto orden. Para S. Pinker (2018), la naturaleza humana puede ser abordada
estudiando los temores que este problema genera y que el resume en cuatro
formas: 1. Sí las personas son diferentes de forma innata, se justificarían la
opresión y la discriminación 2. Sí las personas son inmorales de forma innata,
serían vanas las esperanzas de mejorar la condición humana. 3. Sí las personas
son productos de la biología, el libre albedrío sería un mito y ya no se podría
responsabilizar a las personas de sus actos. 4. Sí las personas son producto de la
biologia, la vida ya no tendría un sentido y un propósito superiores.

Para Pinker (2018), el miedo a aceptar la noción biológica de la desigualdad está


centrada en que para algunos pensadores el ser humano al nacer es una tabla
raza, un papel en blanco sobre la cual la cultura puede escribir y construir al sujeto
dadas las condiciones de existencia, por lo que las diferencias genéticas y
biológicas en general no importan. El miedo resulta de saber que para las ciencias
naturales los seres humanos no somos una tabla rasa al nacer y que somos
diferentes y tenemos potencialidades y talentos que vienen en el momento de
nacer, lo que conduce a pensar que podría ser racional la discriminación de los
miembros de algunos grupos. De esta manera, sí las diferencias entre los
individuos son de naturaleza innata, entonces no se podrían achacar a la
discriminación, lo cuál facilita que se culpe a la víctima y se tolere la desigualdad.
Sí las personas difieren bilogicamente de una forma que las otras personas
valoran o desprecian, éstas se verían impulsadas a intervenir biologicamente para
mejorar la sociedad mediante la eugenesia o la eliminación de estos grupos. Este
temor para reconocer las diferencias innatas que existen entre los seres humanos
es el que sustenta el negar su existencia, incluso para negar la existencia de una
naturaleza humana.

La biología ha encontrado que los seres humanos no somos tabla rasa y que
existen diferencias importantes al momento de nacer. En este sentido se sabe que
hay diferencias entre los sexos y las razas por ejemplo. Todos los seres humanos
somos muy parecidos pero no somos clones, poseemos diferentes capacidades.
Todos somos geneticamente únicos. Las diferencias en el coeficiente intelectual
entre blancos y negros se han evidenciado indicando que son más norma que
excepción. De igual manera, es claro que existe una diferencia entre hombres y
mujeres debido a que por ejemplo poseen organos reproductivos distintos y por
ende existen diferencias en los sistemas neuronales que controlan la forma de
comportarse esos organos. Lo que hoy podemos decir es que con independencia
de la fuerza física, el coeficiente intelectual o cualquier otro rasgo que pueda variar
todos los seres humanos tenemos ciertos rasgos en común. Por eso la postura
sobre la igualdad es una postura moral, política o religiosa pero que no se
corresponde con los acertos de la biología, la antropología y en general la postura
evolucionista (Hararí, 2018). El discurso sobre los derechos humanos es una
construcción narrativa que petende eliminar la discriminación, la humillación y el
desprecio de unos hombres sobre otros, pero no está sustentada en una
afirmación de naturaleza biológica que la respalde.

Pero sí abordamos desde ésta perspectiva el problema del libre albedrío por
ejemplo, podríamos decir que está estrechamente unido al de responsabilidad. En
el campo del derecho se culpa a una persona por la ejecución de un delito sólo sí
existió intrencionalidad de hacerlo pudiendo haber escogido otra acción. Es decir,
que asumimos que los seres humanos tomamos decisiones de manera racional,
por lo que en términos biológicos podemos decir que si hay una afectación en el
cerebro de la persona no cabe duda que sería inocente; es decir, que sí
encontramos una explicación biológica del comportamiento de la persona y
aplicamos el determinismo se supondría que no habrá que castigar y por lo tanto
su comportamiento sería excusable. La biología puede mostrar que todos los
seres humanos somos inocentes dado que no somos conscientes de la carga
genética y de la evolución padecida desde nuestros ancestros. Se suele afirmar
entonces que el acto de violación de un hombre a una mujer es el resuiltado de la
influencia de un gen que predispone a los varones a sufrir ataques de cólera que
está presente en la familia del violador y por lo tanto su comportamiento no está
mediado por el uso pleno de su libertad (Pinker, 2018).

En este sentido D. Dennett (1984), plantea que lo último que queremos es un alma
libre que nos permita hacer lo que queremos, si la conducta la decidiera un alma
completamente libre, entonces no podríamos responsabilizar a las personas de
sus actos, porqué un ser así no se detendría ante la amenaza del castigo, ni se
avergonzaría ante la perspectiva de la ignominia, ni sentiría culpa y los códigos
penales o morales no lo detendrían porque se hallaría en un plano distinto al de la
causa y efecto. El castigo al delincuente sería una maldad, ya que no tendría
ningún efecto sobre ese sujeto. Pero sí condicionamos y el alma deja de ser
verdaderamente libre, entonces la veguenza y el castigo que poseería la persona
estaría sometida a respertar tales contingencias y su acto no sería plenamente
libre, sino movido por el prejuicio, la vergüenza, la culpa y la violación a la norma.
Como dijo Hume, o bien nuestros actos están determinados, en cuyo caso no
somos responsables de ellos, o bien son el resultado de suscesos aleatorios, en
cuyo caso no somos responsables de ello (Pinker, 2018).

La lógica de ésta afirmación está centrada en que sí alguien intenta explicar un


acto como resultado de una causa, lo que está diciendo es que el acto no se eligió
libremente y que no se puede responsabilizar a quien lo cometió. Lo que éste
razonamiento implica es una confusión entre la explicación y la exculpación. La
mayoría de los filósofos incluidos Kant, Hume, Sartre, Arendt, etc., consideran que
a menos que estemos en una condición de amenaza externa que me impida
decidir, debemos considerar que sus actos se han elgido libremente aunque
estuvieran causados por unos sucesos que se produjeran en el interior de su
cerebro. Acá lo que importa es analizar el contenido de lo que entendemos por
responsabilidad nos dice Pinker (2018), pues la responsabilidad tiene una función
eminentemente práctica que no es otra que la de disuadir la conducta ilegal. Por
ello, el debate sobre la libertad deja de tener sentido, ya que se centra el análisis
en establver criterios de responsabilidad como factor de disuación a la sociedad
en general para evitar la consumación de delitos.

Cuando se responsabiliza a alguien de un delito, lo que se espera es que sea el


mismo el que se imponga el castigo, que indenmice a la víctima, la aceptación de
la humillación, de las penas, o la expresión de un arrepentimiento sincero y nos
reservamos el derecho de aplicarle un castigo. Por lo tanto, la responsabilidad
tiene como fin disuadir a la persona de cometer delitos y de esta manera disuadir
a otros de que realicen esos mismos actos. En esta perspectiva el castigo es una
política disuasoria. Por esta razón, para muchos investigadores de hoy el castigo o
mejor la prisión no es algo obsoleto por considerar que es la única solución
independientemente de los efectos inmediatos que ello ocasione, lo que importa
es que el acto de justicia se constituye en un principio de obligatorio cumplimiento.
De allí, que si un condenado a muerte intenta suicidarse se le aplican todos los
recursos médicos para salvarlo y luego se le traslada al lugar de su ejecución. El
jurista victoriano James Stephen, citado por Kaplan (1973), decía que: “la ley
penal tiene con el deseo de venganza la misma relación que el matrimonio tiene
con el deseo sexual” (pag. 29).

Lo que hoy podemos decir es que desde los postulados de la ciencia psicológica
todos los actos humanos son producto de los sistemas cognitivo y emocional
ubicados en el cerebro, de modo que los actos despreciables serían el resultado
de un sistema cerebral dañado y el comportamiento sería el resultado de esa
enfermedad cerebral. Esto implica muchos interrogantes, como por ejemplo ¿sí se
sabe que un delincuente posee un sistema defectuoso de la compasión, que le
hace más dificil que pueda apreciar el sufrimiento de las víctimas, se debería
entonces disminuir o eliminar el castigo atendiendo a su incapacidad disminuida?
¿Porqué razón las instituciones de justicia consideran que sí le es dificil
controlarse, se le debe castigar con más indulgencia? O se debería castigar de
todas maneras en aras de defender a la sociedad y no perjudique a los demás? Lo
que es claro para Pinker (2018), es que no necesitamos solucionar el problema del
libre albedrío y sólo debemos preservar la responsabilidad personal ante la
comprensión cada vez mayor de las causas de la conducta. Esto lo que nos indica
es que no debemos acudir a las explicaciones deterministas de la biología para
exculpar al delincuente sino que por el contrario se debe estimular la creación de
la disuación como el ingrediente activo de la responsabilidad.

Esto no indica de ninguna manera que la ciencia esté erosionando la idea del libre
albedrío o que sea enemiga de esta afirmación y por consiguiente afectando la
defensa de la responsabilidad que como seres humanos tenemos frente a los
hechos que realizamos. Sí sabemos hoy en día que no podemos afirmar con
absoluta certeza que un comportamiento puede ser predeterminado en un 99%
debido a factores biológicos o físicos, debemos contemplar también que ese 1%
restante de probabilidad de que la persona se comportara de otra manera podría
incidir en la consideración de declarar a esa persona como responsable, ya que de
por sí no hay ningún valor de probabilidad que permita establecer de esta manera
la responsabilidad. Los porcentajes de probabilidad varían de acuerdo a la
persona, a su condición ambiental, por ende siempre habrá una razón para llevar
a cabo la conducta como de no haberla realizado de esa manera, por lo que lo
único valioso de ejercicio racional es asumir que lo válido no es establecer el
grado de libertad, sino la responsabilidad que le atañe por el daño producido.

La naturaleza de la moral humana

De igual manera, podemos afirmar que el cerebro es una estructura de materia


organizada (sistema neuronal), de tal forma que da origen a un organismo
sensible con capacidad para sentir placer y dolor; esto es a su vez, el marco que
permite la emergencia de la moral, por lo que es el resultado de un proceso
evolutivo como lo señala M. Hauser (2008), cuando afirma “que ese matrimonio
entre moral y religión no sólo es forzado sino innecesario, por lo que esta pidiendo
a gritos el divorcio” (pág. 20). Las emociones desencadenan juicios morales, la
razón va a remolque de esta dinámica, es la que nos permite pensar en la relación
entre medios y fines, pero núnca puede motivar nuestras elecciones o
preferencias. Nuestro sentido moral nos proporciona respuestas emotivas que
motivan la acción, haciendo posibles los juicios sobre lo que está bien y lo que
está mal, lo permitido y lo prohibido. Nuestro sentido moral es un resultado
inevitable del crecimiento normal, nada diferente al crecimiento de un brazo o de
cualquier parte del cuerpo. Como lo señaló D. Humme, “la belleza no es cualidad
del objeto, sino un cierto sentimiento del espectador, de modo que la virtud y el
vicio no son cualidades de las personas a las que el lenguaje se los atribuye, sino
sentimientos del espectador” (pág. ..).

Lo que Hauser (2008), nos plantea es que los seres humanos tenemos unos
instintos morales que se caracterizan por la emergencia de unos principios
universales de reglas comunes a todos los seres humanos en las que cada cultura
introduce determinadas excepciones que generan las diversas formas morales
que cada cultura define. Esta postura es compartida por J. Haidt (2007), quien
sostiene que los seres humanos estamos equipados con cuatro familias de
emociones morales: 1. Heterocondenatorias: desprecio, ira y repugnancia. 2.
Autoconscientes: vergüenza, embarazo y sentimiento de culpa. 3. Simpatizadoras:
compasión y 4. Heteroencomiásticas: gratitud y enaltecimiento. Estas emociones
morales son las que mueven todo el proceso, son el arco iris que permite la
conformación de la moral humana, son las que nos proporcionan las intuiciones
sobre lo que está bien o está mal y sobre lo que debemos hacer o no hacer. Esto
nos indica una separación absoluta entre los evolucionistas y los que creen que
sin la guía de la luz divina proveniente de Dios, el ser humano no pude obtener
orientación moral.

Sin embargo, los que se oponen a la concepción evolutiva y de base biológica de


la moral se sustentan en tres creencias que se han sostenido durante mucho
tiempo:1. Que los planteamientos biológicos son intrinsecamente malos, puesto
que dan resultados predeterminados, con lo que eliminan el libre albedrío. Esto no
es cierto, ya que como acá lo hemos mencionado, como Dennett, Pinker y Egner,
para sólo mencionar estos tres, no hay nada en un planteamiento evolutivo que
conduzca inexorablemente a la noción de un conjunto indeterminado fijo o
inmutable de juicios o creencias. La biología establece es una gama de
comportamientos posibles debido a que la biología interactúa con el ambiente y
los entornos cambian. Sí bien es cierto que hay una gramática moral universal, los
principios son fijos, pero la gama o variedad potencial de los sitemas morales no lo
es. 2. Que sí un planteamiento biológico de la moral es verdadero, entonces los
principios morales han de estar codificados en el ADN humano. Esto no es cierto
ya que el decir que estamos equipados con una gramática moral universal es decir
que hemos desarrollado principos generales pero abstractos para decidir que
acciones están prohibidas, o son lícitas u obligatorias. Por ello, cada niño genera
un sistema moral distinto dependiendo del contexto y el origen cultural que haya
tenido. La existencia de principios morales innatos le permiten al niño construir
una gama amplia, pero finita de sistemas morales distintos.

Y, por último, 3. Que si la biología contribuye en algo a nuestra psicología moral,


sólo la fe religiosa y las directrices legales pueden evitar la decadencia moral de la
humanidad. Esto supone dos cosas que son igualmente erradas, la primera que
de ser así entonces las personas ateas o agnósticas no tienen noción del bien y
del mal o de la moral en general o que las personas creyentes son más virtuosas
que las agnósticas. Estas afirmaciones carecen de validez científica por supuesto
y lo que se sabe es que no hay diferencias entre los que siguen una religión y los
que no siguen ninguna cuando de resolver dilemas morales se trata. Además, está
demostrado que la instrucción moral de los padres a los hijos sólo puede explicar
una pequeña fracción del conocimiento del niño, pues la razón principal de ello es
que muchos de los principios que subyacen a nuestros juicios morales son
inaccesibles a la reflexión consciente. Los adultos utilizan el hecho de que los
daños intencionados son peores que los simplemente previstos, pero no son
plenamente conscientes de estar usando esta distinción, los padres no pueden
enseñar lo que no saben,así de sencillo. Por tal razón las intuiciones morales
entran en conflicto con la norma, la ley y la religión.
Lo que podemos decir en estos momentos es que la exploración del
comportamiento moral esta aún muy joven y que no tenemos respuesta para las
muchas preguntas que este tema plantea. Sin embargo, podemos decir como lo
señala M. Hauser (2008), que los seres humanos estamos dotados de un instinto
moral, una facultad de la mente humana que guía inconscientemente a nuestros
juicios acerca de lo correcto o lo incorrecto, estableciendo un abanico de de
sistemas morales susceptibles de aprendizaje cada uno de ellos con sus
particularidades y sellos únicos y compartidos, lo que permite plantear una postura
plurarista de la moral en contra de una postura única y universal y que a pesar de
ello esto nos permite un entendimiento entre las distintas culturas humanas.

Identidad y cultura

Veamos ahora otro de los aspectos esenciales en la comprensión del


comportamiento humano así como en la complejización del concepto de
humanismo que tiene que ver con la categoría de identidad cultural y su estrecha
relación con fenómenos de violencia. Muchos problemas de la actualidad se crean
en respuesta a reclamaciones o posturas de identidad distintas que o no son
reconocidas o buscan ser reconocidas. Incialmente podemos partir de la idea de
que la división de la población mundial por civilizaciones, por razas o por religiones
produce un enfoque singularista de la identidad humana, según la cual los serers
humanos nos ubicamos en grupos y nos caracterizamos por esa condicion de
pertenencia grupal que nos hace iguales a todos los del grupo pero distintos a
todos aquellos que no son del mismo grupo. Es decir, esta singularización de la
pertenencia grupal elimina toda posibilidad de diversidad individual. Hoy en día
sabemos que esto no es totalmente cierto, ya que una persona puede ser negra,
haber nacido en europa y vivir en América Latina, estar casado con una mujer
indígena y profesar la religión musulmana. Esa mezcla de identidades lo hacen un
ser singular e imposible de ubicar en un categoría o identidad particular. Somos en
muchas ocasiones el resultado de una suma o mezcla de muchas aparentes
identidades. La violencia surge cuando afirmamos que tenemos una identidad
única, inevitable, con frecuencia beligerante, que aparentemente nos exige mucho
y facilita el enfrentamiento sectario (Sen, 2007).

Un mundo dividido por por identidades totalmente separadas y nada relacionadas


o mezcladas es un mundo disgregado y conflictivo, que se opone al mundo de
categorías plurares y diversas que es el que realmente vivimos en estos
momentos de la historia, pues no solo va en contra de la afirmación universal de
que todos somos iguales, sino contra el concepto menos debatido que cobra hoy
total vigencia que señala que somos seres humanos diversamente diferentes. La
esperanza de generar una armonía mundial esta centrada en una mayor
comprensión de las pluraridades de la identidad humana y en el reconocimiento de
que dichas identidades se superponen y actúan en contra de una separación
estricta e impenetrable que impide la diversidad. No es descabellado decir
entonces, que el único derecho de absoluta verdad es el que proclama el derecho
que tenemos todos y cada uno de los seres humanos a ser diferentes, a ser
distintos, a reclamar nuestra singularidad. La concepción de la postura humanista
nos indica que el tener derecho a la diferencia implica respetar el plan o proyecto
de vida de cada ser humano. Por ello, tenemos derecho a ser católicos,
musulmanes, ateos, heterosexuales, homosexuales, bisexuales, izquierdistas,
conservadores, materialistas, socialistas, etc. Es decir, no hay un universo sino un
multiverso.

Sin embargo, lo que hemos visto desde el punto de vista antropológico es que hay
dos corrientes claramente definidas en el estudio de este polémico asunto: los que
afirman la existencia de una indiferencia hacia la identidad que niegan la influencia
de cualquier sentido de identidad con los demás, respecto de cómo nos
comportamos y como nos valoramos; esto sostiene por ejemplo muchas de las
teorías económicas actuales al precisar que los motivos humanos no dependen de
la cultura o de identidad alguna, pues solo actuamos por la lógica racional de
costo-beneficio. Por otro lado, nos encontramos con la postura contraria que
plantea la filiación singular, que señala que cualquier persona pertenece
especialmente y para todos los propósitos, a una sola colectividad, que le da un
sentido de filiación y de lealtad. Esto sustenta el pensamiento de los
comunitaristas y de los teóricos de la política cultural; por ende, las complejidades
de los grupos plurales y las múltiple lealtades desaparecen al ver a cada persona
firmemente incorporada en una sola afiliación, reemplazando la riqueza de llevar
una vida humana abundante al situarla en un grupo orgánico singular (Sen, 2007).

Lo que se puede afirmar en términos de la ciencia es que la tesis de que los


humanos tenemos un imperativo innato de identificarse con un Estado, una
religión o una nación es negada por la psicología evolucionista. Los seres
humanos sentimos solidaridad con nuestra tribu, no cabe duda que los seres
humanos nos vemos a sí mismos como pertenecientes a muchas tribus que se
superponen: su clan, su familia, su país natal, su colegio, su religión, su raza, su
círculo social, etc. No hay nada en la naturaleza humana que impida que una
persona sienta orgullo al mismo tiempo de ser francesa, europea y ciudadana del
mundo. Esta es la razón por la cual despues de 1945, los líderes mundiales
empezaron a restarle importancia al nacionalismo a favor de los derechos
humanos universales, las leyes internacionales y las organizaciones
transnacionales y cuyo resultado no es otro que el avance de la paz y la
prosperidad en la mayor parte del mundo.

Para algunos la humanidad ha estado dividida en varias civilizaciones cuyos


miembros entienden el mundo de maneras distintas e irreconciliables. Es lo que se
ha denominado el choque de civilizaciones cuyos efectos políticos son
trascendentales. Sin embargo, vemos que la analogía entre historia y biología no
respalda la tesis de la lucha de civilizaciones. Los grupos humanos pueden tener
sistemas sociales distintos, pero no están determinados por la genética y rara vez
duran más de unos pocos siglos. Por ende, lo que ha sucedido y seguirá
sucediendo es que es probable que sigan ocurriendo confrontaciones pero no
entre civilizaciones sino una lucha fraterna el seno de una única civilización global
(Harari, 2019)
Sin embargo, durante los últimos años hemos asistido a la reafirmación de la
identidad como motivo de violencia. La violencia sectaria se ha extrendido por todo
el mundo y es uno de los componentes de los conflictos más sangrientos: Israel y
Palestina, Islamistas y Americanos, Utus y Tutsis, Paramilitares y guerrileros. La
idea que sustenta la violencia es establecer la identidad como factor de distinción
con la entidad rival. Es decir, el criterio de pertenencia está centrado en identificar
la identidad de ese otro para reafirmar su propia identidad. En el caso de
Colombia, lo importante de ser paramilitar, de tener esa identidad de autodefensa
era ver a los guerrilleros como otros distintos a ellos y por ende susceptibles de
eliminar, pues la idea está enmarcada en el odio por el otro. Lo que ocurre es que
se explota la identidad singular que es útil para el ejercicio violento y que
materiliza ese reduccionismo bastante bien explotado por quienes tienen su
motivación en ejercer violencia. La idea es anular las demás identidades y
exacerbar la violencia através de anular la libertad de pensamiento y la capacidad
de razonamiento.

Para A. Sen (2008), muchas teorías comunitaristas defienden la idea de que los
seres humanos no son seres con identidades diversas, sino fundamentalmente
como miembros de un particular grupo social o comunidad. Estas teorias
defienden la idea de una identidad por el hecho de ser humano, basada en la
pertenencia a una comunidad, subestimando todas las otras filiaciones que hacen
de los seres humanos las complejas e intrincadas personas que somos. Por ello,
toda categorización conceptual que aparentemente apoye esa visión reduccionista
de cualquier cultura o grupo social tiende a buscar reivindicaciones que sustentan
la violencia como medio legítimo de reforzar la identidad. De allí la afirmación de
que es imposible que en un futuro inmediato se pueda constituir un Estado global
democrático. Hoy existe una imperiosa necesidad de formular preguntas no sólo a
cerca de la economía y la política de la globalización, sino también acerca de los
valores, la ética y el sentido de pertenencia que dan forma a nuestra concepción
de un mundo global. Debemos algún día comprender que no hay universo sino
multiverso y que no somos nacinales de éste u otro país, sino que somo algo más
valioso ciudadanos del mundo.
Como lo afirma S. Pinker(2018), el humanismo puede definirse como “el objetivo
de maximizar la prosperidad y el floreciemiento humanos, la vida, la salud, la
felicidad, la libertad, el conocimiento, al amor, la riqueza de la experiencia” (pág.
499). El humanismo entendido así es más que un enunciado es un anhelo, un
propósito un deber ser necesario para el progreso de la humanidad y de lo
humano. Sin embargo, es importante precisar acá que este anhelo está
sustentado en el conocimiento científico y no en el mito o la creencia, por ello el
manifiesto humanista III de 20032, establece que. 1. El conocimiento del mundo
deriva de la observación, la experimentación y el análisis racional. 2. Los humanos
somos una parte integral de la naturaleza, el resultado de un cambio evolutivo no
guiado. 3.los valores éticos derivan de la necesidad y el interés humano
contrastados con la experiencia. 4. La realización vital surge de la participación
individual al servicio de los ideales humanos. 5. Los humanos somos seres
sociales por naturaleza y hallamos sentido en las relaciones. 6. El trabajo para
beneficiar a la sociedad maximiza la felicidad individual.

En el mundo actual donde todo está interconectado, el imperativo moral supremo


se convierte en el imperativo de saber. Los mayores crimenes de la historia
moderna fueron resultado del odio y de la codicia, pero también de la ignorancia y
la indiferencia. La mayoría de las injusticias del mundo contemporáneo surgen de
sesgos culturales a gran escala más que de prejuicios individuales, y nuestro
cerebro de cazadores-recolectores no ha evolucionado para detectar sesgos
culturales. Todos somos complices de al menos de algunos sesgos. El mundo
actual es demasiado complcado y nadie comprende bien lo que ocurre en éste
planeta, por lo tanto nadie es capaz de encontrar la solución a todos los problemas
que se nos presentan, tal vez porque todas las tribus humanas existentes se
hallan absortas en promover sus intereses particulares y no entender la verdad
global (Harari, 2019).

2
Manifiesto emanado de la Academia Internacional de Humanismo de los Estados Unidos del
Norte de América, y publicado en la revista Free Inquiry, Otoño de 1999, vol. 19, nº 4, páginas 4-
20. Versión en español de Alberto Hidalgo Tuñón.
Conclusión

Podríamos decir para cerrar este ensayo que la idea de definir que es lo que
entendemos por humanismo esta atravezada por la consideración del
cuestionamiento sobre la igualdad de los seres humanos, su capacidad racional,
su naturaleza moral y la construcción cultural diversa. La ciencia nos ha dicho que
los seres humanos somos biológicamente únicos y distintos, que existen
sentimientos morales innatos, que no somos racionales sino que aspiramos a
constituirnos como seres racionales y, que además, somos seres que vivimos en
una dualidad permanente entre la que nos proporciona el mundo objetivo físico y
material en el cual vivimos y el mundo imaginado construido por nosotros y que
permite la creación de ordenes que explican la existencia de todo aquello que los
seres humanos consideramos inmutables o ciertos pero que solo son imaginarios
como el dinero, las empresas, la libertad, la religión, el éxito, la felicidad, etc. Se
podría decir entonces que lo humano no es necesariamente bueno como muchos
lo señalan como tampoco malo; pero lo que sí vale la pena ayudar a construir es
justamente un universo más humano que contemple tanto lo biológico de la
naturaleza humana, como las construcciones de los distintos ordenes imaginados
que nos faciliten vivir en entornos de paz, de aceptación de la diferencia y del
respeto por el “Otro” que si bien es diferente a mí, tiene el mismo derecho que yo
a existir. El ser humano es propenso a creer en los mitos y la fantasía y a rechazar
la ciencia y la objetividad, justamente por los ordenes imaginados hasta ahora
construidos, pero lo cierto es que la ciencia es la base de la ilustración y el camino
menos errado para avanzar en ese proceso llamado civilización.

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