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TROTSKY, León, Stalin y Sus Crimenes
TROTSKY, León, Stalin y Sus Crimenes
in
rímene
N O S
EDITORIAL
STALTN Y SUS CRIMENES
LEO N TR O TSKY
S T A L IN
y s us
CRIMENES
(T R A D U C C IO N D IR E C T A D E L R U S O )
P R O LO G O Y N O TAS DE
Gráficas Valera.-Libertad, 20.-Madrid
PROLOGO
* * *
T rotsky, que para Bernard Shan ' es “ el rey de los polem istas”^ ha
podido introducirse, em bozado en su capa anti-staliana, en los m edios más
amurallados contra el com unism o, para encender allí la llama com unista.
M A U RIC IO C AR L A V IL L A 9
rusos. P ero no; Stalin, apoyado en esto por el fe r o z D zersjin sky , se lan
zó a fo rja r un centralismo estricto, radical, y a él se debe, sin duda, que
en el país de la autoseparación no haya habido hasta hoy más qu£ ane
xion es. ..
Su, prim er choque con T rotsky fu é m otivado por la política relativa a
las nacionalidades. T ro tsk y , al parecer, consiguió en un principio el apoyo
de L en in , y n os da a conocer en su libro “ L a R evolu ción, d esfigurada ”
varias cartas y notas del mism o. N o es cosa de traerlas aquí com o d o cu
m entación; basten estas líneas:
“ E s evidente que debe hacerse políticam ente responsables a Stalin
y a D z e rsjin sk y de toda esta cam paña de verd ad ero nacionalismo ru so .”
(Carta de L en in a T rotsky del 3 1 de diciem bre de 1922.)
E s de advertir que lo s nom bres de M ediván i, Makaradzé,, de K a m e
nev y el de T ro tsk y, adversarios en la cuestión de Stalin, que figuran en
la correspondencia de L en in referen te al asunto, han sido suprim idos por
el “ nacionalista” .
N o debe despistar el apoyo circunstancial de L en in a T ro tsk y en la
cuestión de las nacionalidades. L en in profesaba en un principio una teo
ría que se llamó entonces de “ liberalism o nacional” , que le aproxim ó en
la circunstancia a la/ tesis del entonces tan poderoso T ro tsk y, en detri
m ento del m odesto S ta lin ; pero debe suponerse que L en in no debió apo
yar a T rotsk y y a K a m enev a ultranza, porque, de haber sido así, m uy
otro sería el mapa de la U . R . S . S ., ya q u e Stalin carecía de poder , en
aquella fech a para triunfar sobre la trinidad om nipotente de L en in ,
T rotsky, K am enev. T óm ense las palabras de L en in como antecedente so
bre el “ nacionalismo ru so ” de S ta lin . Y a la lu z de tal idea, verem os con
m ucha claridad su trayectoria política ulterior.
F ren te al unitarismo y centralismo staliniano, he aquí la idea de
Trotsky, expuesta en su polémica contra Stalin:
“ O rg a n iza r el socialism o en un solo país es un procedim iento social-
p a triota.”
Com o vem os, de ahí a llamar a Stalin “ na ciona lsocialista ” no d is
ta nada.
Y T ro tsk y afirm a seguidam ente:
“ C on relación al E stad o de los S oviets, el patriotism o es un <leber
revolucionario, en tanto que hacia el E stado b u rgu és constituye una tr a i
c ió n ...” “ E l patriotism o de los revolucionarios no puede tener m ás que
un carácter de clase. Com ienza po r ser el patriotism o del P artid o y de!
Sindicato y se eleva hasta convertirse en patriotism o de E stado, cuando
PROLOGO
P A R T E IN T E G R A N T E D E L A IN T E R N A C IO N A L R E V O L U C IO N A R IA .”
pero para que el socialismo' triu n fe defin itivam en te... son precisos los
esfuerzos de los proletarios de los países ava n za d o s.’ "' (S ta lin : ‘ ‘ S o bre
L e n in y el leninism o” . E d icion es del E sta d o. S ecció n de M o sca , 1924,:
páginas 40-41.)
“ N osotros vivim os, no en una isla, sino rodeados de un sistem a de
E stados que, en n úm ero considerable, son hostiles al país del socialism o
y constituyen un p eligro de in terven ció n ... N osotros decim os abierta y
honestam ente que la victo ria del socialism o en nuestro país no es defini
tiva. E ste problem a no está resuelto y es necesario r e s o lv e rlo ...; pero
nosotros no podem os resolverlo por nuestras propias fu erzas. S ó lo po
drem os resolverlo uniendo los esfu erzo s del proletariado m undial a los
esfu erzo s del pueblo so v iético .” (Carta al K o m som ol Ivanov, 15-2-938.)
L a teoría llamada de la “ revolución perm anente” de T r o tsk y fren te
a la del “ socialism o en un solo p aís” , de Stalin, abandonaron a trotskis
tas y stalinistas. P ero■sólo fu ero n un pretexto doctrinal, enmascarando
m óviles y fin es auténticos. F u é una necesidad propia de la lucha. E n ella,
cuando su m otivación es inconfesable, los comunistas, como los que no lo
son, recurren a una “ escolástica” de cualquier género.
N o se nos pedirá el paralelo doctrinal ni el de las biografías de am
bos antagonistas. A l m enos docum entado ha de bastar la claridad y elo
cuencia de las citas precedentes como confirm ación de nuestras palabras
de 1934: “ A Stalin y a T r o ts k y no les separa en la política com unista
ninguna d iferen cia d octrin al.”
Q ueda mostrada y demostrada la identidad d e ideas entre T ro tsk y y
Stalin. Y , naturalmente, surge la interrogación: ¿ E n qué disienten y por
qué luchan?
H e aquí nuestra respuesta:
Stalin , ruso, quiere la Internacional al servicio de R usia.
T r o ts k y , ju d ío, quiere R u sia ai servicio de la Internacional.
E l orden de factores S í altera el residtado.
L o desea así T ro tsk y, porque sólo a través d e la Internacional, él,
ju d ío, y a través de él, su secreta secta ju d ía neom esianista, que com
prende a una sorprendente selección de ju d ío s, que integra desde ban
queros a terroristas, podría instaurar su, dom inio mundial.
T a l es la entraña intrahistórica del drama llamado trotskista. E s intra-
histórica porque ambos antagonistas jam ás aludieron directamente a este
hecho decisivo y fenom enal. P ero , aunque jam ás lo aludieron coy. sus
palabras, probaron su existencia con los hechos. Una cadena de ellos so:-,
los procesos que T rotsky analiza en este volume-n. T rotsky desr,:c;::<cj ;
pulveriza uno por uno todos los m otivos en que V ichin sky fur.i.z-,y.-:r.:-z
«4 PROLOGO
triunfo fin al, esa misma voluntad revolucionaria, ¿no ha d¡e hallarse pre
sente en todo el proceso del suicidio capitalista, ya que él es prem isa ab
solutam ente necesaria del triu nfo com u n ista?...
A q u í el m arxism o calla; calla el m arxism o y ccdlan sospechosam ente
los más agudos filó s o fo s y econom istas del Capitalism o.
M as, por excepción, tcner.ws a mano un cita preciosa; cuando un
sectario, como T ro tsk y o D isra eli, es a la v ez literato, su vanidad retó
rica le suele hacer ven d erse...
“ L o s m agnates de los tru sts am ericanos, los grandes plantadores, los
petroleros, los exp lotad ores, los m ultim illonarios, cum plen irresistiblem en
te, aunque involuntariam ente, su m isión revo lu cion aria.”
“ La Internacional Com unista es actualm ente una institución casi
conservadora, com parada con la form idable B olsa de N u e v a Y o r k .”
(T r o ts k y .)
¿ In con scien tem en te? ¿ Inconscientes tod.os esos hom bres que han de
mostrado inteligencia m aravillosa en la epopeya de su s v id a s? ...
¡ A h , s í ! ... M a r x les acusa por padecer el “ despotism o de la gan an
cia com o fin ú n ico ” .
E xactam en te, ahí se halla el centro vital de ese suicidio capitalista; de
su contradicción, prem isa del infalible triu nfo comunista.
¿ P e ro es ello fatal y n a tu ra l?... ¿ P o r qué la gan aiicia fin ún ico es
hoy suprem a y universal le y ?
F u é necesaria la R evolu ción religiosa (R e fo r m a ) para escindir a los
hom bres en el conocim iento de D io s, provocando su fundam ental disen
tim iento. E lla dió a la conciencia y ciencia humana categoría para con
ceder o condicionar el V alor In fin ito , D ios, incurriendo en la prim era y
capital inversión del O rden de Valores, por esa subordinación de lo in
fin ito y absoluto a lo fin ito y limitado.
Y roto el orden del sistema deo-céntrico, lo centrífugo se inicia en lo
religioso, político y social.
L a R evolu ción política estalla, como primera consecuencia. L a nation
es deificada, como suprem a R azón. M as no acaba de triunfar cuando ya
se inicia la tercera revolución: la R evolu ción social.
D iríase que la R evolu ción , al igual que los cuerpos, para lograr ple
nitud, realidad, ha de llegar a ser tridimensional. A s í, en su negación ra
dical y total ha de tener las tres: la dim ensión religiosa, política y eco
nóm ico-social.
En esquem a infinitesim al hem os encerrado el todo revolucionario.
P er o fu era queda lo que para nosotros es, en el m om en to, lo principal.
P o rq u e, sin discurrir más, la R evolución parecería un hecho energético.
M A U RIC IO C A R L A V IL L A «7
D O C U M E N T O D E L S E R V IC IO SECRETO A M E R IC A N O
(1) M. K a r l : E l enemigo.
M A U RIC IO C A R L A V IL L A >3
(1) De E l E n e m ig o .
24 PROLOGO
A S E S I N A T O - P R O 1'O C A C I O N .
A sesin ato y provocación fu é la m uerte de Calvo S o telo . A q u e l crimen
por S ta lin planeado con un "arte" no soñado por Q uincey, f u é cometido
con la intención de que él fu era un S arajevo-1936.
S e olvida por los más que los nacionales no elegim os el m omento de
la guerra. L a guerra estalló por una provocación. S o y testigo excepcional.
D e doce a una del día 13 de ju lio , hablaba yo al general S a n ju rjo
M AU RICIO C AR LA V IL L A 35
vando así los m otivos para un choque franco-alem án. P er o cuando vió
Stalin que la guerra europea, aunque amenazaba, no estallaba, y que
producía un largo equilibrio, preñado de peligros y tensiones, impidiendo
al O ccidente toda posible intervención en Rusia, se lanzó al asesinato de
m illones. Y a la vez, vuelca en la zona roja enormes cantidades de material
y hom bres, que galvanizan a las fu erza s ro ja s derrotadas. A s í, conseguía
prolongar el período de tensión entre fascistas y demócratas y, a la vez,
tomaba sigilosam ente posiciones políticas y estratégicas en España. Y
consiguió tan absoluto dominio del supuesto E stado republicano, que si
la guerra europea estalla por un hipotético dom inio alemán de España,
ingleses y alemanes hubieran su frid o la sorpresa de ver a Stalin perm ane
cer neutral en la contienda entre ellas y alzarse con la presa de la pen
ínsula Ibérica... C on imaginar el fa cto r ibérico en poder de Stalin cuan
do, en el 39, la guerra estalla, se puede apreciar perfectam ente cuál hu
biera sido el panorama estratégico para las democracias... C onven
cido de que la guerra m undial no estallaba por España, S ta lin se re
tira, y con ello nuestra guerra terminó. Y no estalló la guerra, europea
y m undial, porque Inglaterra, sorprendida y confusa en lo s prim eros
tiem pos de la nuestra, fu é convencida por las purgas y procesos, y tam
bién por el creciente poder staliniano en la zona roja , de que el peligro
alemán sobre el E strech o era más lejano e hipotético que el peligro so
viético: Y no se engañó, como se ha v isto ; España fu é neutral y no un
feu d o alemán.
Con pesar, debemos caminar a saltos, sin poder detenernos en aconte
cim ientos interm edios. L o s cuatro procesos, el de Z in o v iev -K a m en ev , agos
to del 36 ; el de Rad.ek y Piatakov, feb rero del 3 7 ; el de T u ja ch esk y y
los generales, ju n io1 del 37, y el de Jagoda, B u ja rin , R ik o v , en m arzo de
1938, son los cuatro m om entos apoteósicos de la inmensa torm enta del
T error. Cada ejecución de Un nuevo grupo de je f e s de la oposición abre
profundas fisuras en el F ren te P opular y agrieta las alianzas y pactos
antifascistas en toda el área internacional. B a jo las co n feren cia s,'discursos
V frases que provoca la guerra española, con creciente vigor, late la co
lisión entre la Secta y Stalin. D e nada sirve que él acuse a los trotskistas
fusilados de agentes del fascism o alemán. L o s enem igos del fascism o,
m asones y socialistas, defienden a los ” espías” de H itler y el M ikado...
¡ Y a es fenom enal p aradoja!...
T a l f u é la confu sión de la Secta, o su deseo de vengar a sus m ejores
hom bres, que, por un m om ento, la creim os en trance de ser in fie l a su
designio secular. S u s hechos parecieron enderezados a destrozar a Stalin,
M AU RICIO C A R L A V IL L A 39
personal, la guerra universal. Y así fulm inar sobre O ccidente el rayo hit
leriano que a él estaba destinado.
S in el providencial suicidio m ilitar de H itle r y Alem ania atacando a
la U. R . S . S . ¡q u é pan oram a!... L a guerra duraría todavía y el O cci
dente agonizaría. P er o Stalin, que acabaría por ahora su quinto plan quin
quenal, seguiría neutral. C on aquella neutralidad que le perm itió adue
ñarse pacíficam ente de lo que quiso de Finlandia, de media P olonia, de
E stonia, L ituania, L etonia y Besarabia. N eutralidad que al m ism o ritmo
le hubiera puesto en el G o lfo P érsico , en Constantinopía, en Ceilán y, sin
duda, en Alasita...
Y , una v ez más, preguntamos. ¿ P o r qué? ¿ P o r qué no se devolvió
a Stalin el rayo de la guerra en agosto del 39, cuando él lo dirigió con
tra Francia e Inglaterra?... ¿ P o r qué., preguntam os una y otra vez, se
sacrificó a E uropa entera para que H itler y Stalin mutuam ente no se des
truyeran?
¿ P o r qué?
Sabem os los m uchos que podrían responder.
¿ P o r qué calla n?... ¿ Q u ié n les im pone sile n c io ? ...
E s la S ecta, como nunca poderosa. S u indom able y secular designio
tiene hoy acatamiento u n iv ersa l..., con la excep ció n de Stalin y su mun
do oriental.
L a dualidad providencial continúa en vigor. N o se articulan por nin
gún hom bre-eje Capitalism o y Com unism o. L a pugna sigue. A h í está hoy,
con la evidencia m áxim a.
£j? m undo se pregunta con angustia in fin ita si no es inm inente una¡.
nueva guerra. N o ; no habrá guerra. N o habrá guerra contra Stalin en
tanto la S ecta no halle la solución que busca durante tantos años a
problem a... A l problema, de destronar y matar a S ta lin , conservando y
heredando el E stado comunista.
C on todo su ingenio y sus recursos fabulosos, creem os que la Secta
no halló aún la solución. S e le im pone ahora de nuevo la necesidad de
“ contener” a Stalin y contra él conspirar. L a guerra, que fatal seria para
Stalin ahora, no será declarada. L a derrota en los campos de batalla sería
el fin del com unism o...
Stalin sabe que la Secta lo intentará todo; pero lo decisivo, la guerra,
iw le será declarada. L e conoce su secreto' a la Secta y lo explota con su
chantage universal. Q u e sólo eso es su política actual, un chantage. U n
chantage colosal.
N o ¡negamos la posibilidad actual de que se rom pa el equilibrio. P u e
de algún día la Secta creer que halló la solución a su problema. Y también
42 PROLOGO
* * *
con los medios gubernam entales. Casi no tuve contacto con los
militantes, para que no pareciese de ningún modo que me
mezclaba en la política local. Vivíamos mi m u jer y yo en un
aislamiento extremo. Relaciones m uy amistosas se habían es
tablecido con los Knudsen, siendo la política, por un acuerdo
tácito, excluida de nuestras conversaciones. Trabajaba, en los
instantes de tregua que me dejó mi enferm edad, en la “ Re
volución traicio n a d a” , esforzándome en hacer resaltar las cau
sas de la victoria de la burocracia soviética sobre el Partido,
los Soviets y el pueblo, y de bosquejar las perspectivas del
desenvolvimiento ulterior de la U. R. S. S. Enviaba el 5 de
agosto de 1936 los prim eros ejem plares del m anuscrito ter
minado a los traductores am ericanos y franceses. El mismo día
partimos, con Konrad Knudsen y su m u jer, para el mediodía
de Noruega, donde debíamos pasar dos semanas a la orilla del
mar. Pero, a la m añana siguiente, oímos en el camino que los
fascistas habían entrado por la fuerza en mi habitación para
robar los archivos. E sto 'n o era difícil; la casa no estaba vigi
lada. los arm arios estaban aún a b ie rto s ...; los noruegos están
tan acostum brados al ritmo pacífico de su existencia que no
habíamos logrado obtener de nuestros amigos que tom asen las
precauciones más elementales. Los fascistas llegaron a media
noche, enseñaron insignias falsas de la Policía y pretendieron
empezar inm ediatam ente la “ pesq uisa” . La hija de nuestros
huéspedes encontró aquello sospechoso; no perdió su pre
sencia de espíritu y se puso, con los brazos extendidos, delante
de la pu erta de mi cuarto, declarando que ella no dejaría
pasar a nadie Cinco fascistas — sin experiencia aún en este ofi
cio de impostores— se sintieron com pletam ente aturdidos ante
el valor de aquella joven. Su herm ano m enor dió entretanto
la alarma. Vecinos a medio vestir llegaron. Los agresores, ho
rrorizados, huyeron, llevándose algunos documentos cogidos
al azar de la m esa más próxima. Al día siguiente se estableció
sin dificultad su identidad. Pareció que nuestra vida iba a vol
ver a recobrar su calma. Pero al continuar nuestro viaje hacia
el Sur, notamos que un automóvil, en el cual iban cuatro fas
cistas, mandados por el ingeniero N., su director de propagan
da nos seguía. No conseguimos deshacernos de nuestros per
seguidores más que al final del viaje, impidiendo que su coche
pasase al transbordador que a nosotros nos llevaba al otro lado
del “ fio rd ” . Pasamos diez días bastante tranquilos alojados en
una casa de pescadores construida en la mitad de las rocas de
la pequeña isla.
Las elecciones del Storking se acercaban. Los periódicos
gubernam entales (Noruega no tiene más que tres millones de
habitantes; el Partido Obrero, a pesar de ello, publica 35 pe
riódicos diarios y una docena de semanarios) comenzaron una
cam paña antifascista de vuelos m uy moderados. La Prensa de
L E O N T R O T S K Y 47
derechas respondió con una cam paña extrem adam ente violen
ta contra mí y contra el Gobierno que me había concedido el
visado de entrada.
La agresión de la Prensa fascista había suscitado en las
masas obreras la más viva indignación. "Estam os obligados a
v erter aceite sobre las olas— decían los líderes social-demó-
cratas, con aire profundo— . ¿Y para qué? P ara que los fas
cistas no sean hechos p e d a z o s ...”
Nubes mucho más amenazadoras se acum ulaban en Orien
te. Se disponían a hacer saber al mundo que yo trabajaba para
derribar a los Soviets de acuerdo con los nazis.
El atentado de W eksal y la vehem ente cam paña de la P ren
sa fascista contrariaban las intenciones de Moscú. ¿Podía uno
despreciar sin más ni más sem ejantes m inucias? Muy al con
trario, pues los acontecimientos de Noruega habían acelerado
la puesta en escena del proceso de Moscú. Es inútil decir que
la Legación de 1a. U. R. S. S. en Oslo no perdía su tiempo.
El 13 de agosto llegó en avión el jefe de la Policía Criminal
de Oslo, M. Swen. Venía a interrogarm e, en calidad de testigo,
sobre el “ r a id ” de los fascistas. Este interrogatorio, tan apre
surado, efectuado por orden del ministro de Justicia, no an un
ciaba nada bueno. Swen me mostró una carta de un contenido
com pletam ente anodino, dirigida por mí a uno de mis amigos
en París y publicada por la Prensa noruega; me rogó explicara
mi actividad en Noruega. El funcionario de la Seguridad fundó
sus preguntas, inform ándom e que mis agresores se inculpaban
arguyendo sobre el carácter criminal de mis actividades. La
actitud del señor Swen fué particularm ente correcta. A conti
nuación de mis largas declaraciones, el señor Swen declaró a
!a Prensa que no encontraba en mis actos nada contrario a las
leyes o los intereses de Noruega. Pudimos nuevam ente pen
sar que el “ incidente había t e r m i n a d o P e r o no había hecho
más que empezar. El m inistro de Justicia, h asta hacía poco
tiempo miembro de la Internacional Comunista, no tenía la
m enor simpatía por el liberalismo del jefe de la Policía Cri
minal.
La agencia soviética Tass publicó el 14 de agosto el descu
brim iento de un complot terrorista de trotskistas y zinovie-
tistas. Nuestro huésped, Konrad Knudsen, fué el primero que
lo oyó por radio. Pero en la isla no había electricidad, las an
tenas eran muy primitivas y, para colmo, el aparato no fu n
cionaba aquella tarde. “|Grupos trotskistas-zinovietistas..., ac
tividad co n tra -rev o lu cio n aria...” Knudsen no pudo coger más.
— ¿Qué significa eso?— me preguntó.
— Alguna m arran ad a de Moscú— respondí.
Al am anecer, llegó un periodista que se había enterado del
comunicado de la agencia Tass. Aun estando dispuesto todo,
no podían creer mis ojos tal conjunto de vilezas. “El terroris-
48 STALIN Y SUS CRIM ENES
(3) “ El crimen más grande que la historia conoce." Espanta más aún que el
crimen el “ estado” del alma de Trotsky, Este hombre, que horrorizó al primer
Consejo de Comisarios bolcheviques con el terror que ce=ató y hubo de usar de
toda la autoridad de Lenin para poder seguir segando vidas inocentes a millares,
de lo cual en este y en sus escritos anteriores se ufana tantas veces...: este hom
bre, ahora, le llama el “ crimen más grande de la historia” a la ejecución de Zi
noviev, Kamenev y demás trotskistas. Para él, sólo crimen es el cometido en estes
hombres, ni uno solo de los cuales no estaba ensangrentado por infiinitos críme
nes, cometidos por ellos cuando tenían el poder. Sólo es crimen, y el mayor, el
cometido por Stalin cuando es tan criminal como los criminales. No era ni es cri
men el asesinar a millones de víctimas mermes, sin más delito que haber nacido es
otra “clase”.
Ni una vez en sus largos escritos Trotsky se conduele ni se arrepiente de la
exterminación de hombres y mujeres de la llamada burguesía. Sólo se contorsiona
y grita cuando mueren los suyos. Se diría que para él, como para todo marxista,
el que no lo es carece de calidad humana. Y así se explica que matar a la “clase”
no marxista no sea para ellos crimen, sino una necesidad fisiológica...
S¿L p u e r ta c e rra d a
EL PROCESO DE MOSCU
(Después de la suspensión de la audiencia por una media
hora, el abogado W. hace al testigo una p regunta concernien
te al “ Proceso de los Dieciséis '. El P rocurador estima que la
cuestión es extraña a la causa, tanto más que el “ r a id ” de los
fascistas sobre la m orada de Trotsky tuvo lugar antes de que
el proceso de Moscú fuese anunciado. El Presidente opina en
el mismo sentido.)
— Insisto con todas mis fuerzas ante el Tribunal para que
al señor abogado se le perm itan form ular todas las preguntas
que le parezcan útiles en lo referente al proceso de Moscú,
Es verdad que este proceso tuvo lugar después de la agresión
de que he sido objeto. Pero es posible que la agresión no fuera
más que un episodio de la preparación del “ Proceso de los Die
ciséis” , lo mismo que el robo de mis papeles en París forma
parte de la preparación para el nuevo proceso (contra Radek,
Piatakow, etc.).
El Presidente.— Estando el testigo dispuesto a responder a
las preguntas, el Tribunal no se opone.
El abogado W .— ¿Qué puede decir el testigo sobre las cau
sas de este proceso?
— La cuestión está planeada en térm inos muy oscuros. Es
tamos ante un Tribunal. El abogado es un jurista. El no encara
las causas. La p regun ta debe ser form ulada con precisión: ¿Las
acusaciones hechas contra mí en el proceso de Moscú son
verdaderas? Yo respondo: ¡No, .son m entiras! ¡No contienen
ninguna palabra de verdad! Y no se trata de un error judicial,
sino de una im postura consciente. La G. P. U. ha preparado
este proceso durante diez años por lo menos. Es decir, ella
empezó la preparación mucho antes de que fuera asesinado
Kirov, hecho que sólo fué un “ ac c id e n te ” en el curso de esa
preparación. Yo he tomado la mism a parte en el asesinato de
Kirov que cualquier persona aquí presente. ¡Más aún, señores
L E O N T R O T S K Y 65
Pero ahora que es su adversario Stalin quien manda como tirano y un terror
igual impone, siendo el Zar con más poder que Rusia conoció jamás y su buro
cracia es infinitamente más grande que la exterminada aristocracia, chocando así
la realidad con el i d e a l . . . , el bien posible que se podría obtener de la ejemplaridad
staliniana, es lo que la Secta y Trotsky quieren frustrar... Muchos, millones de
sinceros comunistas, viendo la realidad monstruosa del Estado Soviético, “ su con
tradicción flagrante con el ideal ”, hubieran regresado a su Dios y a su Patria,
convencidos de que la única realización posible de la “utopía anarco-comunista del
marxismo” es la de Stalin, que si ha instaurado el terror integral ejercido por un
Estado-policía totalitario ha sido por una necesidad absoluta. El Comunismo es
en esencia en absoluto antinatural. El hombre no lo acepta, por ser antitético a
su s e r y e s t a d o individual y social. Imponer el Comunismo, aunque sea embriona
rio y hasta mentido, como es el comunismo staliniano, sólo es posible por la vio
lencia y el Terror. Ante esa evidencia tan abrumadora, frente a la tiranía, el te
rror y la arbitrariedad, retrocederían millones de ilusos y engañados... Pero ahí
está Trotsky, ahí está su Secta, cerrándoles el paso en la huida... para gritarles
que el c o m u n is m o s ta lin ia n o e s m a lo por no ser c o m u n is m o ...; que e l id e a l so ñ a d o
será el tr o ts k is m o Y así lo hacen, porque mientras la utopía ideal
q u ie n lo r e a l i c e .
realizable crean esos hombres, podrán ser mandados y obedecerán ciegamente.
Esperarán que un día su “ ideal” lo podrán realizar. Nada importa que Trotsky
fuera tan malvado como Stalin cuando tenía el mando... Ni, desde luego, impor
tará que si Trotsky volviera de nuevo al poder su dictadura, también por nece
sidad, sería tan feroz como la actual... Esto tampoco importaría, porque, ya en
el poder, el engañado que quiera puede intentar retroceder, que la pistola en su
nuca le dictará cuál es el auténtico “ ideal”...
L E O N T R O T S K Y 67
(1) Efectivamente, este Trotsky, plañidera doliente hoy del Terror staliniano,
cuando cae sobre sus gentes, fué quien proyectó antes que nadie la “ colectiviza
ción de la agricultura”. Esa palabra, de apariencia tan inofensiva, representa la
matanza y la exterminación más grande que registra la historia. Stalin arrancó a
millones y millones de campesinos de sus aldeas y sus tierras. Deportó, trasplantó
70 STALIN Y SUS CRIMENES
F leta rem o s vuestros barcos, com prarem os vuestro arenque, pero con
una condición: que u sted es nos vendan a T r o ts k y ...
i
S^Ltlántico
C1) Realmente, resu'ta deliciosa y plácida la vida de los jefes bolcheviques. Las
hienas, al menos, duermen tranquilas cuando están entre hienas.
L E O N T R O T S K Y 8i
« L a R o te F a h n e■
— decía en él— ha p u blica do que se prepara u n a ten
tado contra T r o stk y . E l G obiern o soviético ha reco n o cid o , p u es, que
está inform ado. C o m o , seg ú n el en trefilet p u b lica d o , los p lanes del g e
neral T u r k u l reposaban en la mala organización de las m edidas de seg u
ridad adoptada s' por las autoridades turcas, e>l m en saje de N a v ille-F ra n k
hacía responsable, por a nticipado, al G obiern o so v iético , y ex ig ía que
intervin iera p rácticam ente.
(i) L o esencial era vencer. Una vez dueños, del Poder absoluto, eso y más
sería posible. T rotsky mismo alude muchas veces a las “ falsificaciones históricas”
que comete Stalin constantemente, suprimiendo ce los libros hasta palabras suyas
pronunciadas antaño en elcigio de sus enemigos... ¿P o r qué no podían los jefes
de la Oposición cambian er. - • su; insultos contra su jefe T ro tsk y ? ... Si ia
contraindicación de '.as p í'i':n =s desvirtúa su valor, ¿por qué Stalin hace que to
dos los hombres de la O pcsicirn e canten un himno de alabanzas al borde del
sepulcro ya?...
L Si
inoviev y IVamenev
manidad entera, que desde hace diez años no han hecho más
que calum niarse a sí mismos?
Smirnov ha intentado desm entir en la audiencia sus “ con
fesiones del sumario. En seguida se le opuso el testimonio de
su m ujer. Tengamos tam bién en cuenta la hostilidad de la sala.
Los telegram as y los relatos de periodistas complacientes dan
la im presión de “un debate público” . En realidad, la sala está
llena de agentes de la G. P. U., que se echan a reír en los
mom entos más dramáticos y aplauden las salidas más necias
del Fiscal. ¿Los e x tra n je ro s ? ... Son diplomáticos indiferentes
que ignoran esta astucia, o periodistas del género Duranty,
llegados allí con una opinión ya formada. Un corresponsal
francés nos mostró a Zinoviev echando una m irada ávida so
bre el auditorio, y al no ver ninguna m u estra de simpatía, bajó
la cabeza resignado. Debemos añadir que los taquígrafos son
de la G. P. U.; que el Presidente puede interru m pir la audien
cia en cualquier momento. Todo está previsto. Los papeles
están bien estudiados. El acusado, que en la instrucción se ha
resignado a su tarea deshonrosa, no ve ninguna razón para
cam biar de actitud en la audiencia: esto sólo sería perder su
última probabilidad de salvación.
❖ * $
(i) Nos parece que la palabra "totalitario” ha sido escrita por, T rotsky en
páginas anteriores. El "r?:ado totalitario” de Stalin es el mismo que heredó. Tan
“ totalitario” era cuando lo g b e m a b a Lenin y T rotsky como ahora. Sólo quere
mos subrayar que el tipo de "estado totalitario” aparece en 1917 ccn los bolche
viques. No cuando Hi:!en o Musoslini se adueñan del poder... Diríase que la gue
rra se hizo para que todo; respetáramos el “ privilegio de invención” de los co
munistas, ya.q u e la “ patente” del “ estado totalitario” era de exclusiva propiedad
suya. De su propiedad, aunque sean comunistas...
« (Ja s e d d e l p o d e r »
:
100 STA LIN Y SUS CRIMENES
(i) T rotsky, sin recordarlo, incurre en un argumento ya rebatido por él. S'i
cuando Stalin hizo correr la noticia de que se preparaba un atentado contra T rotsky
en Turquía, ello significaba sólo una “ coartada” o “ diversión” para eludir la
culpabilidad del atentado que en realidad preparaba, el anunciar T rotsky atentados
de la G. P. U. para inculpar a los trotskistas también puede creerse “ coartada”
y “ diversión” . Es delicioso presenciar el duelo entre dos bandas criminales de la
misma “ escuela” ...
Cu IfLéjico
(i) Por las mismas razones que dimos al tratar de la palabra “ inquisición” ,
dejamos aquí el nombre de César Borgia. Es otro tópico de la “ leyenda negra”
contra un papado, por papado y por español; pero quede aquí ahora que suscita
una idea auténtica de crueldad, intriga y crimen contra Stalin.
8
114 STALIN Y SUS CRIMENES
*5
* ■
!*
trata de ateos, de hombres sin creencia en otra vida; posiblemente, sin capacidad
ya de arrepentimiento, pues el procedimiento les impele a ser suicidas. Diríase
que sólo un satanismo ha podido inspirar a los verdugos, pues nos hallamos ante
un caso sin precedente histórico, ya que el asesinato físico y temporal va unido al
asesinato espiritual y eterno, suerte reservada al suicida.
Algo de trascendencia suma nos trae a la pluma este caso inaudito de los “ reos
suicidas”. Estos ex-hombres, hechos verdaderos guiñapos morales, que calumniar,
a otros y se calumnian a sí mismos, para terminar cantando un himno a su ver
dugo, tan sólo por morir y acabar de sufrir. Comparados con el mártir cristiar.:
que busca el martirio para cantar, no al tirano, sino a su Dios, resistiendo to r
mentos inauditos sin la quiebra moral, ofrecen tal contraste que, una vez -r.a;. --
demuestra que al mártir le asiste una fuerza sobrenatural que al reo ates y sui
cida se le niega.
Si Trotsky puede afirmar que su experiencia personal le muestra que "la ca
pacidad de resistencia de los nervios del hombre es limitada”, es porque ¡ i'.: a
hombres de carne ha martirizado. iLos emperadores, pretores de ¡a ar.: eü-ecad y.
en tantos casos, los verdugos de las checas españolas, han presencial: ;ue '.a re
sistencia de los nervios del tnártir es infinita, como Infinito es ¿ D::= :u-r :or.-
fiesan.
124 STALIN Y SUS CRIMENES
Sería absurdo explicar una lucha tan vasta por motivos perso
nales. No se trata tan sólo de diferentes programas, sino de
intereses sociales opuestos que chocan cada vez más duraf
mente.
* * *
(1) Ni por lo uno ni por lo otro. El régimen de Stalin es él mismo una “con
trarrevolución capitalista ” para instaurar en el mundo el comunismo; es decir,
el esclavismo. En cuanto a eso de la “democracia obrera” si es democracia, no
es obrera y si es obrera no es democracia; naturalmente, sino se convierten en
obreros todos los ciudadanos. Y no fué, ni es, ni será jamás ese el resultado de
ninguna revolución humana. Todas, y la comunista más que ninguna, han produ
cido una aristocracia... ¿Qué otra cosa es eso que Trotsky llama burocracia?...
(2) Trotsky acertó. Stalin ha pasado sobre sus huesos.
a in v e stig a c ió n p r e lim in a r en C-oyoacan
En la época de los prim eros “ procesos Kirov” , la aproxi
mación entre París y Moscú se hallaba ya en buen camino. La
disciplina “ n acion al” de la Prensa francesa es demasiado co
nocida. Los representantes de la Prensa extranjera, la am e
ricana notablem ente, no podían encontrarm e a causa de mi
“ incó gnito” . Estaba, pues, aislado. En el prim er proceso Zino-
viev-Kámenev respondía por medio de un breve folleto, publi
cado y repartido en tirada restringida. Moscú inició el aparato
escénico del futuro gran proceso, cuya preparación iba a re
querir todavía dieciocho meses. En el curso de este lapso de
tiempo, la amistad de Stalin con los partidos del F rente Popu
lar se afianzó hasta el punto de que la G. P. U. tuvo la segu
ridad de poder contar con la neutralidad benévola no sola
mente de los radicales, sino también de los socialistas. En
efecto, “ Le P op ulaire” cerró com pletam ente sus columnas a
las revelaciones relativas a la actividad de la G. P. U. en Rusia
y hasta en Francia (1 ). La fusión de los “ Sindicatos r o jo s ”
con los reform istas impuso el silencio en los labios de la Con
federación General del Trabajo. Si León Blum difiere de Tho-
rez, León Juhaux se esfuerza en vivir en buenas relaciones con
uno y otro. El Secretario de la II Internacional. Frederic Adler,
hizo cuanto pudo en favor de la verdad; pero poco después, Ifij
Internacional Socialista boicoteó a su propio Secretario. Una
vez más en la Historia, las organizaciones sé convirtieron en
instrum entos de una maquinación contra los intereses de la
masa obrera. Acaso nunca un complot fué tan cínico. Stalin
pudo creer, por tanto, que podía ju g a r con todas las ventajas.
Se engañó. Una resistencia sorda, no siempre m uy inteli
gible, surgió en el seno de las masas. Estas no podían adm itir
tranquilam ente que el viejo Estado Mayor bolchevique fuese
de repente acusado de alianza con el fascismo y exterminado.
En esto se reveló la im portancia de los grupos colocados bajo
la égida de la IV Internacional. No forman, no pueden formar,
en el período de reacción porque atravesamos organizaciones
de masas. Son los cuadros los ferm entos del porvenir. Se han
constituido en la lucha contra los partidos obreros dirigentes
en u na época de descenso. Ninguna fracción en la historia del
rpovimiento obrero ha sido perseguida con tanto encarniza
miento, ab rum ada bajo tantas calumnias empozoñadas como
(i) Aún esperaba Blum que Stalin hiciera la guerra contra Alemania.
L E O N T R O T S K Y 127
(1) Los capítulos que siguen, incluido «El por qué de estos procesos»,
fueron leídos por el autor ante la comisión de investigación sobre los pro
cesos de Moscú. Constituyen su discurso final ante esta comisión, después que
ésta le hubo interrogado durante varias jornadas. El relato taquigráfico de
este interogatorio ha aparecido en Nueva York: «The Case of León Trotsky.
Report of Hearings on the charges againts him in the Moscow triáis, by the
Preliminary Comision of Inquiry, Harper & Brothers».
ecesidacl cíe u n a in v e stig a c ió n
(1) “'L a más alta encarnación de la m oral”... Lenin; el hombre que r.r:- : " - =
carta en blanco para el Terror. ¡Esto es “m oral’'!
(2) ¿Con qué autoridad puede dolerse Trotsky de que Stalin use C‘ r. é' 7
suyos de una crueldad que asustó a Stalin y a otros bolcheviques — -
hermanas de la ‘Caridad precisamente— cuando ejercia él un terror í
Adviértase con qué orgullo exhibe Trotsky este documento, que es ¿;. - ¿e
su criminalidad. Y obsérvese la “justificación” del T error: “ su r.-e:e; i -
ca ” y estar “puesto al servicio del progreso”..., exactamente '.a ir.:; —¿ j : ;
que Stalin expone para atormentar y fusilar a los trotskis:'.;.
148 STALIN Y SUS CRIMENES
.(i) Esta “democracia" de Trotsky era la democracia del Terror, como docu
mentalmente se prueba. Era el fusilamiento de los rehenes, la deportación y la mi
litarización de las masas campeonas y obreras...; toda una “democracia obrera”.
(2) Efectivamente, así es. ;P ero esa infalibilidad no la tenia también Lenin en
vida? ¿No hubiera sido infalible Trotsky si se adueña del Poder? Necesariamente.
El Terror sólo puede ter.er como fundamento una infalibilidad. Ese derecho de un
dictador a matar, sin juicio ni apelación, sólo puede nacer de la infalibilidad; por
que morir es algo definitivo y sin “ rectificación” posible. Para los miles y miles
que mandó matar Trotsky, su infalibilidad fué prácticamente absoluta. Suponemos
que les dará ya igual que diga que se equivocó, por no ser infalible.
Lo que Trotsky reprocha a Stalin es algo «fatal en todo régimen “antinatural”.
Si Dios, la moral y la conciencia se niegan, se impone la existencia de un punto
de referencia, que sólo puede ser la voluntad de un hom bre: el dictador.
L E O N T R O T S K Y
(1) Compréndanse bien las palabras de T rotsky. En ellas está contenida esa
actitud, aparentemente contradictoria, de tantos países y de la Masonería universal,
inspirada por la Secta. Defender la U. R. S. S.. aunque se salve Stalin, como
posibilidad que ella es de hacer triunfar el Comunismo. L a eliminación de Stalin,
pero a condición de que el Comunismo no desaparezca.
(2) '“¡H itler no habría vencido sin la política de S ta lin !” Magnífica decla
ración.
1(3) i Pero quién lo sacó de aquel cam po?... La acusación, en lo esencial, era
verdadera en absoluto: que T ro tsky preparaba el derrocamiento de! Gobierno pro
visional y la paz separada se demostró bien pronto. Que no fuera de acuerdo con
el Estado M ayor alemán es un detalle sin importancia. El hecho es que, sabiéndo
lo, fué puesto en libertad Trotsky, el derrotista. Y fué libertado por las naciones
a quienes la “ paz separada” les costaría centenares de miles de vidas... ¿ A qué
prodigiosa influencia se debió tal prodigio?... T rotsky calla.
L E O N T R O T S K Y
Radek
(i) K irov, miembro del Politburó v jefe del Partido en Leningrado, la se
gunda ciudad de la U. R. S . S., era, sin duda, una personalidad soviética de pri
mer rango. A hora bien, es posible que no lo asesinasen por orden de los jefes de
la conspiración trotskista y que su asesino recibiera la orden de la G. P. U.. que
falsificaría el mandato, fingiendo que procedía del centro director. Esto es. técni
camente fácil en una conspiración y está dentro de las posibilidades de la "pro
vocación” . Se sabe que fué precisamente K iro v quien se opuso a Stalin er. e":
Bureau cuando propuso que se aplicase la sentencia de muerte a los miembros
de la “ V ieja guardia” bolchevique, desacatando así el mandato de Lenin. que pro
hibía la pena de muerte para los “ je f e s ” , tratando a.sí de evitar que. com: en '-a
francesa, la Revolución se devorase a sí misma. La técnica criminal de Sta'.in le
debió aconsejar el asesinato del que se opuso, pues ninguna muerte justiñrana
m ejor la vulneración de la orden de Lenin y el fusilamiento de Ioí antigües jefes
que la muerte, atribuida a ellos, del que la hizo respetar en fav cr ' - "asesi
n os” ... ¿Q ué vale una vida humana para un marxista frente a '.i r.iscsidad dia
léctica?... Menos que nada.
1 66 STALIN Y SUS CRIMENES
(i) No lo mataron porque. primero, hacía falta que tuvieran valor personal y
fueran capaces de inmolar su vida en el atentado, pues Stalin no deja nunca de
estar rodeado de su policía personal, y quien quiera matarlo sabe que ha de morir.
No fueron capaces los “ je fe s ” de tan “ heroico” acto; eso lo dejan para esos
tipos sugestionados por ellos con un arte y un refinamiento acabado. Además, no
lo mataron porque sabían que no podían en el momento heredarlo.
L E O N T R O T S K Y
* * *
La guerra, nos dicen, crea situaciones revolucionarias. ¿Es
que hemos carecido de estas situaciones desde 1917?
1918-1919, situación revolucionaria en Alemania.
Situación revolucionaria en Austria y Hungría.
1923, situaoión revolucionaria en A lemania (ocupación
del R u h r ) .
1925-1927, situación revolucionaria en China, no precedi
da directam ente por la guerra.
1926, convulsiones sociales en Polonia.
1931-1933, situación revolucionaria en Alemania.
1931-1937, revolución en España.
Desde 1934. situación pre-revolucioriaria en Francia.
Situación pre-revolucionaria en Bélgica.
A pesar de las num erosas situaciones revolucionarias, los
obreros no han logrado ning una victoria. ¿De qué adolecieron?
De falta de un Partido capaz de aprovecharse de las circuns
tancias.
Las guerras pueden term inarse no por una revolución vic
toriosa, sino por el hundim iento de la civilización. (2 ). Es
preciso carecer de ojos para no verlo.
Guerras y revoluciones son los fenómenos más trágicos de
la Historia. No se debe ju g a r con ellas. Xo toleran el diletan
tismo. Sus relaciones m utuas deben ser claram ente concebi
das. Y también las relaciones de interdependencia que existan
entre los factores objetivos de la revolución, que no se p^ieden
suscitar a su grado, y los factores subjetivos que resaltan ante
la vanguardia consciente del proletariado, ante su Partido.
(i) Una vez más afirma T ro tsky la distinción entre, comunismo y stalinismo y
la necesidad absc'uta ce ceíer.der la U. R. S. S. La tesis esencial de la Secta tiene
copiosos testimonios. Sólo comprendiendo perfectamente esa cuestión capital po
drá explicarse el rr.ur.do .as extrañas actitudes políticas de naciones, partidos y
políticos frente a Stalin.
nficigue
Lenin observó:
Q uiero hacer notar aquí que el camarada R a d ek ha llegado a decir,
involuntariam en te, una frase seria...
Y después:
H a su ced id o esta vez que R a d ek ha pronunciado una frase co m p le
tam ente seria.
* * #
Fué “ en la prim era m itad de dic iem b re” de i 9 í55 cuando
Piatakov hizo su pretendido viaje a Oslo. Boukhartsev, corres
ponsal de los “ Izvestia” en Berlín, sirvió de interm ediario
para la organización de este viaje, así como V. Romm, corres
ponsal de los “ Izvestia” en W ashington, sirvió de interm edia
rio entre Radek y yo. El órgano oficial del Estado designaba
— cosa extraña— para corresponsales en las capitales más im
portantes a los agentes de enlace “ trotskistas” . ¿No sería más
razonable suponer que designara m e jo r agentes de la G. P. U.?
La afirm ación de Piatakov, según la cual “ Boukhartsev estaba
en relaciones con T ro tsk y ” , es p ura invención. De Boukhart-
L E O N T R O T S K Y 207
I I
11 I
E
I V
S 'í n i o r a l i s n i o m a r x i s t a y v e r d a d e s e t e r n a s
la “ teología natural” . Los cielos son la única posición fortificada desde donde se
puede combatir el materialismo dialéctico.
E l idealismo clásico en filosofía, en 1a medida que él tendía a secularizar la
moral, es decir, a emanciparla de la sanción religiosa, fué un inmenso progre
so (i) (Hegel). Pero, desprendida de los cielos, la moral tenía necesidad de raíces
terrestres. E l descubrimiento de tales raíces fué una de las tareas del materialis
mo. Después de Shaftesbury vinieron Darwin, Hegel y M arx. Invocar en nuestros
días las “ verdades eternas” de la moral es intentar hacer retroceder el pensamien
to. E l idealismo filosófico sólo es una etapa: de la religión al materialismo o, al
contrario, del materialismo a la religión.
“ E L F IN J U S T I F I C A L O S M E D I O S ”
(1) ¿Progreso?... ¿H acia dónde?... Hacia la lucha: guerra civil, guerra de clases, gue
rra internacional permanente, total y general. Sin la moral de Cristo, la moral, cuyo principio
y ñr, es el Amor, la gravitación histórica e individual se centra en el Odio. Tal es la reali
dad implacable. Aún más infame, por revestirse de la hipocresía filosófica. Trotsky, al llegar
a a últimas consecuencias en su negación de toda moral trascendente, evidencia paladina
mente que la lucha fratricida entre' es, y debe ser, la norma de toda moral. I.legando á
tai monstruosidad sincera y llanamente, da una lección saludable a quien tenga en su fon
do siquiera un rescoldo de amor y de humanidad. N o asi tantos y tatitos filósofos, que,
como él, niegan también la moral dictada por Dios, cuya hipocresía disimula su lógica y
necesaria consecuencia: el Odio, elevado a Energía y razón única universal.
L a moral, para serlo, ha de ser invariable, eterna..., y repitamos con T ro tsky: la moral
eterna no puede prescindir de Dios.
(2) Para Trotsky, los bolcheviques son e’los, los trotskistas. JUa comparación literaria
de T rotsky entre jesuítas y bolcheviques, asignando a éstos las virtudes políticas similares
a las virtudes religiosas de aquéllos, tiene un origen lejano. El odio de los antecesores po
líticos de T rotsky — el más -lejano e identiíicable es el judío Weighaupt— no les impedía
sentir una profunda admiración por sus enemigos, los hijos de San Ignacio. Siempre envi
diaron su virtud heroica, porque deseaban poseerla e’los, pero al servicio de distintos fines;
al servicio del mal. T al estado psicológico — de pura raíz satánica— tuvo elocuente ’ cons
tancia en la “ formación ” de los Iluminados, dada por W eishaupt; también en expresiones
literarias de D israeli... Las de T ro tsky unían perfectamente con las de sus dos ilustres
hermanos de raza.
L E O N T R O T S K Y *53
dos, los “ perros rabiosos” . E l doctor M artín . consideraba visiblemente que el fin-
justifica los medios, antes que esta regla fuera atribuida a los Jesuítas.
Es chocante que el buen sentido del filisteo anglosajón llegue a indignarse ante
el principio “ jesuítico” , en tanto que él se inspira en el utilitarismo, tan caracte
rístico en la filosofía británica. Porque el criterio de Bentham y John Mili, “ el
mayor bien, para el mayor núm ero” , significa que los ¡medios que sirven al bien
común, fin supremo, son morales. De suerte que la fórmula filosófica del utilita
rismo anglosajón coincide de hecho con el principio, apelado “ jesuítico” , de que
el fin justifica los medios.
Herbert Spencer, cuyo empirismo se había beneficiado de la vacuna evolucio
nista de Darwin, enseñaba que la evolución de la moral nace de las “ sensaciones”
y alcanza a las ideas. Las sensaciones imponen el criterio de una satisfacción fu
tura más durable y más elevada. E l criterio moral es en él todavía el del “ placer”
o el de la “ felicidad” . Pero el contenido ha sido ampliado y profundizado por el
grado de evolución. Herbert Spencer muestra, de tal suerte, por el método de su
utilitarismo evolucionista, que el principio de que el fin justifica los medios no
tiene nada de inmoral.
Sería estúpido esperar que se hiciera luz sobre la cuestión práctica siguiente:
¿qué se puede y qué no-se puede hacer? El fin que justifica los medios suscita,
además, esta cuestión: ¿y qué justifica el fin? En la vida práctica, y también en
el movimiento de la historia, el fin y los medios cambian sin cesar de sitio. L a
democracia es en ciertas épocas el fin perseguido por la lucha de clases, para
convertirse seguidamente en medio.
Sin tener nada de inmoral, el principio atribuido a los Jesuítas no resuelve el
problema moral. La moral sólo es una de las funciones ideológicas de la lucha de
clases. L a moral tiene, más que ninguna otra forma ideológica, un carácter de
clase. La guerra civil, forma culminante de la lucha de clases anula violentamente
todos los lazos morales entre las clases enemigas. Los hombres tienen un senti
miento mucho más inmediato y más profundo de pertenecer a una clase social
<jue a la “ sociedad” . Las normas de moral, “ obligatorias para todos” , reciben, en
realidad, un contenido de clases, es decir, antagónico. La norma moral es .tanto
más categórica cuanto menos “ obligatoria es para todos” . L a solidaridad obrera,
sobre todo en las huelgas o en las barricadas, es infinitamente más categórica que
la solidaridad humana en genera':. Hagamos notar que los más sinceros, y tam
bién los más limitados de los rr. p alistas pequeños burgueses, viven hoy día de
un recuerdo idealista de ayer y de la esperanza de un retorno a este ayer. Ellos
no comprenden que la moral es función de la lucha de clases; que la moral de
mocrática resj>ondía a las necesidades del capitalismo liberal y progresivo; que la
lucha de clases encarnizada que domina la nueva época ha destruido esta moral
definitivamente, irrevocablemente; que la mora! del fascismo, de una parte, y de
otra, la moral de la revolución proletaria, la sustituyen en dos sentidos opuestos.
¿ c n v en en ó S ta lin a £ e n in ?
En los últimos días de febrero de 1923, celebrábamos una sesión del Politburó.
Presentes Zinoviev, Kamenev y yo, cuando quedamos solos los cuatro, nos dijo
que Lenin le había llamado repentinamente para pedirle un veneno. Que Lenin
se consideraba en situación desesperada y en trance de volver a perder el uso de
la palabra y ya no confiaba er. los médicos, cuyas contradicciones había percibido.
Las palabras de Stalin nos dejaron estupefactos.
Lenin se me había mostrado pocas horas antes con un deseo inmenso de vivir.
H e recordado siempre la enigmática faz de Stalin en aquella circunstancia e x
traordinaria. La situación debía ser para todos nosotros la más trágica, pero una
sonrisa indefinida contraía permanentemente el rostro de Stalin. El contraste era
enorme entre sus palabras y la expresión de su faz. Su recuerdo aún se me hace
insufrible.
Zinoviev y Kamenev estaban pálidos y perplejos. Dudo que conociesen con an
terioridad la noticia qu« nos fraia Stalin. Y o contesté:
—'Naturalmente que r.o podemos acceder a esa petición. Los médicos no han
perdido la esperanza y Lenin puede todavía vivir.
— Se lo he dicho— contestó Stalin, y una sombra de malestar pasó por su
cara— ; pero no quiso escuchar mis razones. El V ie jo sufre. Quiere tener un ve
neno a mano..., para tomárselo cuando se considere perdido.
— Eso es disparatado— insistí— . Lenin podría envenenarse en cualquier acceso
de dolor, y ello sería irreparable.
Creo que Zinoviev me apoyó con parecidas palabras.
— El V iejo sufre— repitió Stalin, desviando su mirada de la nuestra. Parecía
como si en su cerebro reinase una idea distinta a la conversación.
Este episodio dejó en mí una huella imborrable hasta hoy.
Cuando volví a mi casa, participé a mi esposa la noticia, describiéndole el com
portamiento de Stalin y su actitud extraña y siniestra.
He de confesar que pasaron muchos años antes de que relacionase estos he
chos y gestos con algo cuya idea me anonadaba.
Sólo cuando se iniciaron los procesos y vi cómo Stalin acusaba y hacía con
fesar a los reos crímenes por él mismo cometidos, se perfiló en mi mente la sos
pecha definida. Pero reiteradamente la rechacé, por su tremenda y horrible mons
truosidad.
H a sido necesario que tenga a la vista las llamadas actas taquigráficas del
proceso último, el celebrado en marzo de este año (1938), y darme cuenta del
tremendo forcejeo habido en las sesiones entre Vichinski y Bujarin para obligad
le a declarar que ya en 1918 había pretendido asesinar a Lenin y, naturalmente,
también a Stalin.
Conocía perfectamente el amor de Bujarin hacia Lenin. Sólo un loco o un mal
vado hubiera podido creerle capaz de atentar contra la vida de Lenin.
L E O N T R O T S K Y 255
La interrogación que durante tantos años estuvo adormecida en mi, y que lue
go, poco a poco, fué perfilándose hasta tomar proporciones gigantescas, me vi
precisado a contestármela. No pude afirmarme a mí mismo que Stalin había en
venenado a Lenin. No tenía pruebas, y una honestidad elemental me impide acu
sarle rotundamente. Pero la interrogación principal engendra otra: ¿qué preten
día Stalin al inculpar a' Bujarin de propósitos de asesinar a Lenin?... Esto sí
puede contestarse: Stalin pretendía encubrir algo, desviar contra otros algo que
tenía contra él. Indudablemente, temía que en el extranjero surgiese algún do
cumento acusador o alguna declaración descubriendo que él había envenenado a
Lenin. Es más; debía temer que alguno de los procesados, el mismo Bujarin aca
so, enterado de aquélla pretendida petición de Lenin a Stalin, en un arranque de
desesperación o de lucidez, le acusase. Por lo tanto, el acusar a Bujarin era una
coartada defensiva, capaz de desvirtuar el peligro.
Es todo. Todo para quien no tenga en la imaginación, como yo. aquella son
risa de Stalin cuando nos consultaba la desesperada petición de Ler.in. No tengo
artes mágicas para revelar en la imaginación de los hombres aquel rostro de Sta
lin. Si pudiera, creo que sólo viéndolo el mundo formularia un juicio fatal para
este Caín (1).
' Stalin es demasiado brutal, y este defecto, plenamente soportable en las rela
ciones entre nosotros, comunistas, se torna intolerable dentro de las funciones del
secretario general. Es por ello que propongo a '.os camaradas reflexionar sobre el
medio de desplazar a Stalin de ese puesto y nombrar en su lugar a un hombre
que, en todos los aspectos, se diferencie del camarada Stalin por una superioridad;
es decir, que sea más paciente, más leal, más educado, que tenga mayores aten
ciones con sus camaradas, sea menos caprichoso, etc., etc. Esta circunstancia pue
de parecer una bagateia insignificante, per: y: pienso que para evitar la escisión,
y desde el punto de vista que yo he expuesto antes respecto a las' relaciones mu
tuas entre Stalin y Trotsky. elk> no es una bagatela, a menos que Una bagatela
pueda adquirir una importancia capital.
“Al dejarnos, camarada Ler.in. nos mandaste tener alta y pura la gran voca
ción de miembro del Partido. Juramos ante ti. camarada Lenin, honrar tu mandato.
”A 1 dejarnos, camarada Lenin. nos mandaste cuidar la unidad de nuestro Par
tido como a las niñas de nuestros ojos. Juramos ante ti, camarada Lenin, honrar
tu mandato.
”A 1 dejarnos, camarada Lenin, nos mandaste mantener y reforzar la dictadura
del proletariado. Juramos ante ti, camarada Lenin, poner todas nuestras fuerzas
en honrar tu mandato.
Al dejarnos, camarada Lenin, nos ordenaste reforzar y extender la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas. Juramos ante ti, camarada Lenin, honrar tu
mandato.
”A 1 dejarnos, camarada ¡Lenin, nos ordenaste permanecer fieles a la Internacio
nal Comunista. Juramos ante ti, camarada Lenin, consagrar todas nuestras vidas
al engrandecimiento y refuerzo de la unión de obreros de todo el mundo : la Inter
nacional Comunista. ”
£/ a s e s in a to d e ^ L ro tsfiy
Aáí, las órdenes de exterminar a T rotsky deben ser tajantes en estos momen
tos. H ay una tentativa de asalto a la casa de T ro tsky, que dirige el “ coronel”
del ejercito rojo español A lfa ro Siqueiros, que fracasa, pero cuesta la vida al
portero, que se opone a los asesinos.
Pero hay un agente de la G. P. U., bajo los nombres de Morton, Jackson o
Mornard, que desarrolla un plan finísimo desde hace meses.
Sin duda, la “ posición” que el chekista ha logrado alcanzar en las proxim i
dades de T ro tsky y la confianza que éste le dispensa le hubieran permitido asesi
narlo con impunidad. Pero la urgencia de Stalin debía ser enorme. Por una vez,
y acaso única en el futuro, Stalin rompe con las más elementales reglas de su
técnica policíaco-criminal. E l ejecutor, que, según ellas, debe desaparecer, en evi
tación de que pueda hablar o su persona y móviles demostrar que el asesinato es
ordenado por el señor del Kremlin, en este asesinato singular de T rotsky la re
regla es desechada. Para ceñirse a ella, hubiera sido necesario esperar ocasión más
propicia, para que la huida del asesino estuviese asegurada. Sólo la prisa de Stalin
pudo ser causa eficiente para que el asesino de T rotsky cometiese el hecho con la
seguridad de ser cogido. A caso Stalin esperase que fuera muerto en el acto por
la guardia de pistoleros que constantemente rodeaba a T rotsky. Pero no acostum
bra Stalin a fiar aspecto técnico tan esencial, como es la desaparición de sus eje
cutores, a la iniciativa extraña.
Todo induce a creer en la urgencia de Stalin. La labor de T ro tsky en aquellos
instantes sobre las masas comunistas del mundo la determinaban. Pasados meses,
y ya enroladas las masas en la I V Internacional, la muerte de T ro tsky hubiera
perdido casi toda su eficacia.
E L EJECU TO R
H asta este hecho, no había caído en manos de la justicia ningún ejecutor, con
victo y confeso, de Stalin. Nos referimos, naturalmente, a los ejecutores directos;
ao a los pistoleros que actúan en todo el mundo a las órdenes de jefes intermedios.
Este caso insólito permite estudiar este raro tipo psicopatológico.
N o es mucho, en realidad, lo que la policía y la justicia mejicana pueden pro
fundizar en él. É l “ clim a” de la política mejicana no era propicio a una inquisi
ción a fondo.
Pero los hechos son tan característicos que nos permiten siquiera sea siluetar
a este hombre.
Patria de origen, muy dudosa. A l fin. parece ser nacido en B é lg ica ; pero es
por decirlo él, y no porque su acento así lo delate. Borrado el punto de partida de
su vida, la investigación carece de lugar de arranque para reconstruir la vida de
este hombre.
La técnica que usa para penetrar et: el círculo íntimo de T rotsky, tan hermé
tico por razón del peligro, es muy singular. Para poder consumar su crimen usa
del amor. Enamora a una secretaria de Trotsky, que, por judía y trotskista, goza
de la intimidad del je fe y su familia. La enamora al mismo tiempo que finge él
ser paulatinamente captado por la doctrina trotskista. Además, como hace el pa
pel de potentado, sus donaciones a la I V Internacional tocan esa fibra tan sensible
de todo judío que es el dinero, aun cuando el judío sea comunista.
Cuando consuma el atentado aun no ha logrado confianza suficiente para ver
a T rotsky fuera de su fortín amurallado de Coyoacán. Pero ya entraba y salía
de la casa sin ser registrado por la guardia exterior, constituida por policías me
jicanos, ni por la interior, compuesta por pistoleros fanáticos de T rotsky. Si el
golpe que da a T rotsky lo mata en el acto, indudablemente hubiera podido salir
de la casa sin ser molestado.
En prevención de ser detenido, llevaba ese extraordinario documento que la
policía le encuentra sobre sí. Para cualquier policía ordinaria, e.1 documento hu
biera sido suficiente como declaración de móviles. Pero allí estaban los secretarios
de T rotsky para desvirtuarlo. La coartada del documento había ya sido utilizada
por Stalin en París algún tiempo antes. U n secretario de T rotsky, asesinado por
la G. P. U., llevaba sobre sí un documento acusador contra T rotsky, por el cual
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358 STALIN y SUS CRIMENES
Diligencia de identificación
luego salir sin ser detenido por nadie y escaparse en esa forma.
Por eso empleó el “ p io let” y no la pistola, que hubiera hecho
demasiado ruido Tam bién es notorio que Jackson aceptó la
consigna de suicidarse, por más que si no lo hizo es porque
después será asesinado, como ha acontencido en casos simi
lares. No sé si Jackson tend rá familiares presos en Rusia o
en territorio ocupado por los alemanes o rusos; pero sé que
dijo cuando era atacado por los guardias de Trotsky: “ ¡Lo hice
porque tengo a mi m adre presa en R u sia!” , y sé que ése es el
procedimiento favorito de la G. P. Ú. p ara obligar inexorable
m ente a sus agentes a cum plir las órdenes. Trotsky, por lo
demás, había ya escapado a otros atentados, como uno que
trató de realizarse en París, evitado gracias a un espía que
estaba cerca. Esta serie sangrienta se inició cuando Reis ro m
pió con el stalinismo y se proclamó trotskista o, más bien
dicho, de la IV Internacional y fué asesinado en Berna; des
pués vinieron más crímenes, como el cometido en la persona
del hijo de Trotsky, León Sedov: la desaparición de Sergio
Sedov, el asesinato de Kamenev, cuya viuda, herm ana de T rots
ky, está en Siberia, si es que aun vive.”
Nos dijo, finalmente, que no sabe si Silvia Agelov o sus
familiares tienen algunas ligaciones con Stalin. En cuanto a
que Jackson fuera amigo de Bob Sheldon Harte, asesinado a
raíz del anterior atentado, dice que no tiene conocimiento
sino de que eran conocidos. Esto a propósito de la idea que se
tiene de que Jackson fué el que hizo abrir la p u erta el 24 de
mayo a Bob Sheldon. que estaba de guardia, y en esa forma
entraron los asaltantes a las órdenes de David Alfaro Siqueiros.
a sesin o m u y v ig ila d o
mó, pues era una cosa para mí soñadat y acepté con todo mi
corazón. Este cam arada me facilitó todos los medios, gastos
de viaje, papeles, etc. No hay que olvidar que con mis papeles
me hubiera sido imposible m archarm e, a causa de la movili
zación.
Antes de irme, con las múltiples conversaciones que^ tuve
con este cam arada me hizo com prender que esperaban de mí
algo más que de un simple militante del partido, pero nada se
me precisó. Yo hice el viaje prim ero a los Estados Unidos y
luego a México.
Recién llegado aquí, me dijeron que debía estar algo ale
jado de la casa de Coyoacán, para no llam ar la atención sobre
mí, y solamente unos meses después empezaba a frecuentar
dicha casa más a menudo, por indicación de León Trostky,
quien comenzó a darme poco a poco algunas precisiones sobre
lo que esperaban de mí.
Espectáculo siniestro
El cadáver se contorsionó
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