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Jacob
Isaac se casó con una mujer llamada Rebeca con la que tuvo dos
mellizos: Esaú y Jacob. El primero nació pelirrojo y “velludo” y
seguidamente, el segundo salió del vientre de su madre agarrado al
tobillo de su hermano.
Esaú vende sus derechos de primogenitura Gn. 25
Isaac tenía predilección por Esaú, porque era un buen cazador y se encargaba de llevar el
alimento. En cambio, Jacob era el preferido de Rebeca, pues era un pastor apacible,
amante del hogar y del estudio. Un día, mientras Esaú estaba cazando, Jacob preparó unas
deliciosas lentejas. Esaú volvió muerto de hambre y le dijo a su hermano: "Dame un
poco de esas lentejas". Jacob le contestó: "Puedes comer un poco de mi plato si
me dejas que yo sea el primogénito en tu lugar". Esaú accedió y así vendió su
primogenitura a su hermano.
Jacob engaña a Esaú Gn. 27,
Isaac siendo viejo y ciego, llamó a Esaú y le dijo que fuera a
buscar algo de caza, matara un cordero y lo guisara para después
darle la bendición para obtener los derechos de
primogenitura. Su mujer, Rebeca oyó la conversación y se
apresuró a preparar todo para que la bendición se la diera a su
hijo Jacob. Éste se hizo pasar por su hermano Esaú cubriéndose
las manos y el cuello con la piel de un cabrito para imitar la
vellosidad. Después se puso la ropa de su hermano para que su
padre no tuviera duda de que era Esaú. Al terminar de cenar,
Isaac dio la bendición a Jacob pensando que era Esaú y de esta
manera obtuvo los derechos de primogenitura convirtiéndose en
el patriarca.
Jacob se casó con Raquel con la que tuvo doce hijos, junto con su hermana Lía y con las
esclavas de sus mujeres: Zilpa y Bilhá. Sus hijos serán conocidos como las 12 tribus de
Israel y son los siguientes: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Diná, Dan,
Naftalí, Gad, Aser, José y Benjamín (estos dos últimos hijos de Raquel). Según la Biblia,
cada hijo de Jacob fue antepasado de una de las tribus que poblaron Canaán, llamado a
partir de ahora Israel.
José, hijo de Jacob. Jacob tuvo doce hijos, entre los cuales estaba José. Su padre lo
quería más que a los otros por ser éste el más pequeño. Por esto, sus hermanos le tenían envidia.
El odio creció después que les hubo contado el siguiente sueño: sus hermanos tenían alpacas y
todas ellas se inclinaban ante la alpaca que tenía José que se mantenía levantada.
José, vendido por sus hermanos. Jacob mandó a José al campo donde estaban sus
hermanos pastando las ovejas. Apenas lo vieron a lo lejos, dijeron: "Ahí viene el soñador;
matémoslo y echémoslo a un pozo. Diremos después que una fiera lo devoró”. Pero Rubén,
que era el primogénito, tratando de disuadir a sus hermanos de tan atroz delito, les dijo: "No le
quitéis la vida, ni manchéis vuestras manos en su sangre; echadlo en un pozo." Y eso hicieron,
lo arrojaron a un pozo. Pero, pasando por allí unos mercaderes, que iban a Egipto, concertaron
con ellos su venta y, sacando a José del pozo, lo entregaron por veinte monedas de plata.
José en prisión. José fue vendido por los mercaderes a un rico egipcio, llamado Putifar, el
cual, habiendo conocido sus virtudes, le confió el gobierno de su casa y de todas sus cosas.
Poco tiempo desempeñó José este cargo, pues fue acusado falsamente de un delito. La mujer
de Putifar se sentía atraída por el guapo joven José, e intentó seducirlo. Pero José rechazó sus
avances y como venganza ella lo acusó falsamente de intentar violarla. Cuando Putifar la
escuchó, encarceló a José. Se encontraban en la misma cárcel dos ministros del Faraón, el gran
copero y el panadero mayor. El primero soñó con una vid con tres sarmientos de cuyas uvas
llenaba una copa de vino para el faraón. El segundo soñó que llevaba tres canastas de pan y
unos cuervos se comían el pan. José interpretó: “dentro de tres días, el copero quedará libre y el
panadero será condenado”.
Los sueños del faraón. Dos años después, el Faraón tuvo dos sueños, que ninguno de
los adivinos de Egipto supo interpretar. En el primer sueño, vio salir del Nilo siete vacas
hermosas y gordas, que se ponían a pastar y otras siete vacas delgadas y demacradas que
devoraban a las primeras. En el segundo sueño, vio que de un tallo de trigo nacían siete espigas
llenas y muy hermosas que eran devoradas por siete espigas raquíticas. Entonces el gran copero
se acordó de José, habló de él al faraón y éste le hizo venir a su presencia. José, informado de
los sueños, predijo que tendría Egipto siete años de mucha abundancia, y después otros siete de
miseria. El faraón nombró a José primer ministro para que recogiese en graneros parte de
las cosechas y las reservara para la próxima época de hambre.