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Martín Vicente

Mercedes López Cantera


(coordinadores)

La Argentina y el
siglo del totalitarismo
Usos locales de un debate internacional
La Argentina y el siglo del totalitarismo : usos locales de un debate
internacional /
Martín Vicente ... [et al.] ; compilación de Martín Vicente ; Mercedes López
Cantera.- 1a ed.- Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Prometeo Libros,
2021.
376 p. ; 23 x 16 cm. - (Bicentenario)

ISBN 978-987-8451-64-0

1. Totalitarismo. 2. Historia Argentina. I. Vicente, Martín, comp. II. López


Cantera, Mercedes, comp.
CDD 320.5

Diseño: R&S
Armado: María Victoria Ramírez
Corrección: Liliana Stengele
Diseño de portada: Renato Tarditti

ISBN: 978-987-8451-64-0

© De esta edición, Prometeo Libros, 2021


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Prohibida su reproducción total o parcial.
Derechos reservados.
A la memoria de Olga Echeverría,
admirada colega y querida amiga.
Índice

Introducción
Martín Vicente y Mercedes López Cantera.......................................................... 11

Primera parte
Del antifascismo al antitotalitarismo

Antifascismo global y debates italianos sobre el totalitarismo: las ideas y los


ecos atlánticos del grupo Giustizia e Libertà, 1932-1944
Ricardo Pasolini.............................................................................................. 27

El “totalitarismo peronista”. Redes transnacionales y antiperonismo en las


décadas de 1940 y 1950
Jorge A. Nállim............................................................................................... 55

Apogeo y crisis del discurso antitotalitario. El Partido Socialista argentino


(1953-1956)
Ricardo Martínez Mazzola............................................................................... 81

El espejo que tiembla. Usos heterogéneos del totalitarismo en el liberal-


conservadurismo durante el primer posperonismo
Martín Vicente.............................................................................................. 105

Segunda parte
El mundo bipolar en la órbita argentina

Propaganda anticomunista en la Argentina durante la posguerra. Impacto del


nacionalismo eslovaco en el exilio sobre las relaciones entre la Argentina y
Checoslovaquia (1945-1961)
María Valeria Galván.................................................................................... 129

1956: comunismo, peronismo, totalitarismo. Notas sobre las lecturas argenti-


nas de la invasión soviética a Hungría
Adriana Petra............................................................................................... 147

Un escorzo sobre los usos del totalitarismo. Dos momentos en la ampliación


y transmutación del estigma: 1956 y 1959
María Celina Fares....................................................................................... 171
Tercera parte
Tramas del catolicismo

Entre el antisemitismo y la fundación del Estado de Israel. La cuestión judía en


la reflexión sobre el totalitarismo de Monseñor Gustavo Franceschi
Miranda Lida........................................................................................................201

Un aliado para la discordia. Anticomunistas católicos y nacionalistas frente


al ingreso de la URSS a la Segunda Guerra Mundial
Mercedes López Cantera................................................................................ 219

Democracia cristiana y totalitarismo. Dos trayectorias divergentes: Augusto


Durelli y Carlos Coll Benegas
José Zanca y Diego Mauro.............................................................................. 247

Cuarta parte
Las derechas y el mirador del siglo XX

Derroteros de un concepto: el totalitarismo en las retóricas y acciones de las


extremas derechas argentinas del siglo XX
Olga Echeverría............................................................................................ 275

Ni “religión democrática”, ni “mundo uno”. Inflexiones del totalitarismo en


las extremas derechas argentinas, 1980-1999
Boris Matías Grinchpun................................................................................. 303

La amenaza constante. En torno a las lecturas neoliberales del totalitarismo


en la Argentina tras el retorno de la democracia
Sergio D. Morresi.......................................................................................... 325

Bibliografía general................................................................................... 349

Sobre los autores:...................................................................................... 377


El espejo que tiembla.
Usos heterogéneos del totalitarismo en el
liberal-conservadurismo durante el primer
posperonismo
Martín Vicente

Dentro del universo liberal-conservador argentino fue central la idea


de que el peronismo representó un trastocamiento del sistema liberal
constitucional que pudo ser narrado como una versión local de los tota-
litarismos europeos, una reversión del rosismo decimonónico, un caso
análogo a modelos como el varguismo brasileño o una iteración del popu-
lismo yrigoyenista. El posicionamiento antipopulista de los intelectuales
de este espacio operó como clave de unificación del antifascismo propio
de las décadas de 1930 y 1940 con el posterior anticomunismo que ganó
centralidad a medida que la segunda posguerra devenía Guerra Fría y que,
con el giro marxista-leninista de la revolución cubana, se colocó como
eje de sus debates. Esas posiciones conformaron un antitotalitarismo
compuesto por diversos rostros unificados bajo la lectura de que frente a
la democracia liberal se alzaban no solo órdenes políticos antidemocrá-
ticos, sino que en la propia democracia anidaban gérmenes totalitarios.
Sin embargo, esta lectura, que sería de gran impacto en la historia del
liberalismo local como recepción de los debates internacionales, no adaptó
en el inmediato posperonismo esas construcciones político-intelectuales
en el mismo sentido que acabó siendo dominante a fines de la década
de 1950. Una mirada atenta a lo que sucedió tras el golpe de Estado de
1955 muestra que se trató de una conceptualización que apareció, en ese
momento, de modo inestable, surcando espacios diversos y asumiendo
inflexiones heterogéneas.

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Martín Vicente - Mercedes López Cantera (coordinadores)

En trabajos previos hemos analizado el rol que el concepto de totali-


tarismo jugó en el universo liberal-conservador argentino luego de 1955,
que permitió que en este espacio la experiencia peronista fuera releída en
vínculo con otros fenómenos políticos locales e internacionales. Como
señalamos, el antitotalitarismo liberal-conservador permitió poner en
una cadena de equivalentes al fascismo, al populismo y al comunismo,
y por ende a las posiciones antifascistas de las décadas de 1930 y 1940,
el propio antiperonismo de los años 40 y 50 y el anticomunismo que se
reformularía con el ascenso de la Guerra Fría en los últimos años de la
década de 1950.1 Ese proceso no fue lineal, en tanto tuvo diversos mo-
mentos determinados. Los debates políticos, las construcciones intelec-
tuales o las apelaciones terminológico-conceptuales, fueron desiguales y
expresaron rostros que, leídos a la distancia, se muestran coyunturales.
Eso ocurrió con el caso de los usos político-intelectuales del totalitarismo
en el inmediato posperonismo.
Este artículo propone un análisis sobre los usos del totalitarismo en
la Argentina del inmediato posperonismo a fin de relevar las inflexiones
heterogéneas que el término tuvo en espacios desiguales: una mirada
transversal a través de la gran revista referente de la alta cultura liberal,
Sur; una lectura “desde arriba” por medio de la voz oficial que dio lugar
al Libro negro de la segunda tiranía; una perspectiva “desde abajo” a través
de las denuncias recolectadas por las comisiones investigadoras creadas
por la llamada Revolución libertadora. La hipótesis que el texto sostiene
es que tras el golpe septembrino los usos del totalitarismo experimentaron
un proceso de inestabilidad ligado a la propia historia del antiperonismo
y de los debates internacionales sobre la cuestión totalitaria, antes de
normalizarse años después. Para ello, el trabajo aborda primero, breve-
mente, la constitución del antiperonismo liberal; luego, el desarrollo de
las principales polémicas de corte internacional en torno al totalitarismo;
en tercer lugar, los casos mencionados.

1
Martín Vicente, Una opción, en lugar de un eco. Los intelectuales liberal-conservadores
en la Argentina, 1955-1983. Tesis de Doctorado en Ciencias Sociales, FSOC-UBA, 2014;
Sergio Morresi y Martín Vicente, “El enemigo íntimo. Usos liberal-conservadores
del totalitarismo en la Argentina entre dos peronismos (1955-1973)”, Quinto Sol,
vol. 21 n.° 1 (2017); Martín Vicente, “El antitotalitarismo como clave antiperonista.
Una geografía de los intelectuales liberal-conservadores en el posperonismo”, en
Valeria Galván y Florencia Osuna (comps.), (2018) La “revolución libertadora” en el
marco de la Guerra Fría. La Argentina y el mundo durante las presidencias de Lonardi
y Aramburu. Rosario: Prohistoria.

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La Argentina y el siglo del totalitarismo

Antiperonistas antes de Perón


El tipo de oposición que diversos sectores ejercieron frente al pero-
nismo se ligó a una reversión de los sentidos antifascistas que coaligaron
a gran parte de los opositores desde la segunda mitad de la década de
1930, que se reformuló con el impacto temático y conceptual de los
debates internacionales sobre la cuestión totalitaria. Esa recepción, sin
embargo, atravesó una breve etapa donde los sentidos de los diversos
antiperonismos, los de la tradición liberal y los de las polémicas sobre el
totalitarismo, se imbricaron sin llegar a constituir el tipo de trama definida
que se mostró clara sobre el final de los años 50.
A principios de 1946, el universo liberal argentino se vio sorprendido
–y sacudido– por el triunfo de la fórmula Juan Domingo Perón-Hortensio
Quijano en las elecciones presidenciales.2 La campaña electoral previa
había estado marcada por la adhesión de intelectuales, políticos, militantes
y otros actores visibles del universo del liberalismo local a la Unión De-
mocrática, que recogía en una expresión electoral las posiciones críticas
de este espacio hacia el proceso abierto por el golpe de Estado de 1943.
Para los cultores de posiciones liberales, con el gobierno de facto se abría
un proceso dictatorial que, según lo mentase cada crítico, podía remitir
a la dictadura del general José Félix Uriburu en 1930, a los procesos
fascistas europeos, a los nacionalismos regionales o a una combinación
de estos fenómenos. El carácter fuertemente castrense del golpe y del
gobierno posterior subrayaron los sentidos que, para las interpretaciones
liberales, vinculaban el proceso con los casos mentados para comparar y
criticar al régimen: autoritarismo, nacionalismo o (sospechosa) prescin-
dencia ante el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial, signaron para
estos observadores comprometidos, las equivalencias de la dictadura
con aquellas experiencias con las cuales se la parangonaba, del rosismo
al fascismo europeo.
Juan Manuel de Rosas, Getulio Vargas, Francisco Franco, Benito
Mussolini, Adolf Hitler, el mencionado Uriburu e incluso dictadores de
la antigüedad y la modernidad europea, eran convocados como actores
equiparables a los dictadores argentinos por medio de diversos esquemas
comparativos, de modo directo o soterrado, con gramáticas de mayor o
menor densidad conceptual. La trama ideológica liberal y las redes cons-
2
Un estudio exhaustivo de las esas elecciones clave en Samuel Amaral, (2019) Perón
presidente. Las elecciones de 1946. Tres de Febrero: UNTREF.

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Martín Vicente - Mercedes López Cantera (coordinadores)

truidas en torno a este ideario se habían reforzado luego de las sucesivas


crisis que el liberalismo argentino experimentó desde “el ocaso de la
república oligárquica”, como llamó Martín Castro al proceso que llevó
a la lenta desaparición del régimen inaugurado a finales del siglo XIX
y a la llegada del radicalismo al poder en 1916.3 En efecto, los debates
reformistas del Centenario, los gobiernos radicales, el golpe de Estado
de setiembre de 1930 y el complejo período abierto en esa década, ha-
bían golpeado y trastocado al universo liberal argentino, inserto además
en el proceso de crisis internacional del liberalismo.4 No obstante, en
el corazón de aquella década, el ascenso de los fascismos en diversos
países de Europa y el inicio de la Guerra Civil Española consolidaron un
antifascismo argentino que se miró en el espejo de los movimientos del
mismo tipo en el viejo continente y comenzó a leer la realidad local con
las lentes de la situación europea.
En esa dinámica, y como ha mostrado Jorge Nállim, el antifascismo
argentino utilizó al liberalismo como una suerte de paraguas ideológico
que podía cobijar a actores tan disímiles como intelectuales comunistas,
políticos conservadores, militantes democristianos, académicos socia-
listas, ensayistas liberales de larga trayectoria e incluso marxistas.5 El
conflicto abierto en la península ibérica enfatizó las posiciones del anti-
fascismo argentino, hizo más densas sus posturas y más fuerte su perfil
en el mapa político e intelectual, al tiempo que en la década casi exacta
que pasó entre el alzamiento de Franco en España y el triunfo de Perón
en las urnas locales fue mutando en antiperonismo.6 Las categorías de
análisis que los antifascistas argentinos habían adaptado a través de los
debates europeos, se habían entroncado en diferentes sentidos propios
de las conceptualizaciones liberales, y fueron el basamento central para

3
Martín Castro, (2012) El ocaso de la república oligárquica. Poder, política y reforma
electoral, 1898-1912. Buenos Aires: Edhasa.
4
Eric Hobsbawm, (2003) Historia del siglo XX. Madrid: Debate.
5
Jorge Nallim, (2014) Transformación y crisis del liberalismo. Su desarrollo en la
Argentina en el período 1930-1955. Buenos Aires: Gedisa; Ricardo Pasolini, (2013)
Los marxistas liberales. Antifascismo y cultura comunista en la Argentina del siglo XX.
Buenos Aires: Sudamericana.
6
Marcela García Sebastiani, (2006) Fascismo y antifascismo, peronismo y antiperonis-
mo. Conflictos políticos e ideológicos en la Argentina (1930-1955). Frankfurt-Madrid:
Iberoamericana. Ver Ignacio A. López, (2018) La república del fraude y su crisis.
Política y poder en tiempos de Roberto M. Ortíz y Ramón S. Castillo: Argentina, 1938-
1943. Rosario: Prohistoria.

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La Argentina y el siglo del totalitarismo

la erección de ese primer antiperonismo que se leyó con los esquemas


del antifascismo. Dicho de otra manera, el antiperonismo se adelantó al
peronismo, prefigurándolo, y el mismo peronismo buscó desafiar muchos
de los sentidos presentes entre estos opositores explotando las críticas con
sentido agonal y rupturista.7 Sin embargo, la dinámica populista propia de
la discursividad y la acción peronista marcaba un límite claro en esa opo-
sición, que fue más poroso en las interpretaciones de los antiperonistas.
Diversos analistas han marcado que el liberalismo argentino perdió sus
facetas más progresistas y reformistas entre 1930 y 1955, enfatizando sus
sentidos más conservadores, y en ello debe considerarse la dinámica que
estamos señalando como un eje explicativo, sobre el cual la bibliografía
aquí citada se ha detenido de modo atento. Menos explorados han sido
otros dos factores de importancia: en primer lugar, qué claves de esa di-
námica ya aparecían en las posiciones reactivas del liberalismo ante los
gobiernos radicales, especialmente los de Hipólito Yrigoyen, y en qué
medida muchas de ellas sobrepasaban a los propios sectores liberales; en
segundo término, los sentidos de un eje que atravesó a diversos grupos e
ideologías, pero se hizo muy presente en el universo liberal: el elitismo.8
Estas tres pautas fueron determinantes sobre cómo los sectores liberales
experimentaron el peronismo y de qué manera, para 1955, dentro de una
constelación liberal que se encogía hacia su flanco derecho, ascendió una

7
Federico Neiburg, (1998) Los intelectuales y la invención del peronismo. Buenos
Aires: Alianza; Flavia Fiorucci, (2011) Intelectuales y peronismo, 1945-1955. Buenos
Aires: Biblos.
8
Entre otros, ver sobre las oposiciones al radicalismo desde nacionalistas, socialistas
y reformistas, respectivamente, Olga Echeverría, (2009) Las voces del miedo. Los in-
telectuales autoritarios argentinos durante las primeras décadas del siglo XX. Rosario:
Prohistoria; Martínez Mazzola, Ricardo, “Socialismo y populismo, los comienzos de
una relación conflictiva. La mirada del socialismo argentino sobre la Unión Cívica
Radical (1890-1930)”. Anuario del Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A.
Segreti”, vol. 10 (2010); Roldán Darío (ed.), (2006) Crear la democracia. La Revista
Argentina de Ciencias Políticas y el debate sobre la República Verdadera. Buenos Aires:
Fondo de Cultura Económica. El elitismo alcanzó expresiones en diversos estratos
sociales, ver Ezequiel Adamovsky, (2009) Historia de la clase media argentina. El
ocaso de una ilusión, 1880-2003. Buenos Aires: Planeta; Omar Acha, (2014) Crónica
sentimental de la Argentina peronista. Sexo, inconsciente e ideología, 1945-1955. Buenos
Aires: Prometeo; Natalia Milanesio, (2014) Cuando los trabajadores salieron de com-
pras. Nuevos consumidores, publicidad y cambio cultural durante el primer peronismo.
Buenos Aires: Siglo XXI.

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Martín Vicente - Mercedes López Cantera (coordinadores)

renovadora vertiente liberal-conservadora que hegemonizó primero al


ideario liberal y luego al espacio de las derechas locales.9
La cuestión del totalitarismo había sido recibida como una problemá-
tica de peso para los antifascistas argentinos desde la segunda mitad de
la década de 1930, así como operado en tanto clave para un vocabulario
propio y hacer fuertes los posicionamientos frente a una serie de adver-
sarios a los que se colocaba en el campo totalitario.10 El impacto de los
debates europeos de aquel momento llevó a que el mote se dirigiese a
los simpatizantes del fascismo, a quienes podían tener vínculos con las
posiciones más radicales dentro del nacionalismo o el catolicismo político
integrista, pero también a aquellos que promovían opciones corporativis-
tas o la prescindencia ante las posiciones de la Guerra Civil en España y
luego ante la nueva guerra mundial. ¿Se trataba de un estiramiento con-
ceptual peculiar en el espacio antifascista argentino, o de una recepción
específica de las polémicas europeas?

Del antifascismo a la renovación internacional de las derechas


En la década de 1920, el periodista y político italiano Giovanni
Amendola comenzó a utilizar la idea de totalitarismo para describir –y
denunciar– al fascismo recién llegado al poder tras la “marcha sobre
Roma”. Para este liberal progresista, la ideología y las políticas lideradas
por Mussolini implicaban una reversión del absolutismo de siglos an-
teriores y la erección de un nuevo Leviatán, que se comprobaba en las
palabras desafiantes de los fascistas que recogían gustosamente el término
“totalitarismo” para sí mismos, como hicieron primero el mismo Duce
y luego su propia pluma junto con la de Giovani Gentile. A la par de
Amendola, el socialista Lelio Basso y el católico humanista Luigi Sturzo,
sindicaron como totalitaria a la ideología fascista, pero en general primó
una crítica basada en un criterio liberal clásico, la idea de que se trataba
de una tiranía. Si tal sentido era el gran articulador de las posiciones de
los críticos del fascismo, se debía –en lo que aquí nos interesa– a dos
9
Martín Vicente, Una opción, en lugar de un eco. Los intelectuales liberal-conservadores
en la Argentina, 1955-1983. Tesis de Doctorado en Ciencias Sociales, FSOC-UBA
(2014).
10
Andrés Bisso, (2005) Acción Argentina. Un antifascismo nacional en tiempos de guerra
mundial. Buenos Aires: Prometeo; Ricardo Pasolini, “La internacional del espíritu. La
cultura antifascista y las redes de solidaridad intelectual en la Argentina de los años
treinta”, en García Sebastiani, Fascismo…; José Zanca, Cristianos…, ob. cit

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La Argentina y el siglo del totalitarismo

grandes pautas: primero, a la extensión del vocabulario de raíz liberal


a lo ancho de los universos político-intelectuales de Italia; segundo, a
la postura de oposición plena de los fascistas al liberalismo.11 La crítica
enfática que los fascistas realizaban al liberalismo y las diversas pautas
que le enfrentaban, subrayaban la idea de que el totalitarismo se erigía
contra el liberalismo, como su plena oposición. De ahí que, desde ese
momento, diversas voces liberales señalaron al fascismo, y por ende al
totalitarismo, como una reacción originada contra el liberalismo. Esto se
subrayó especialmente cuando comenzó a signarse al comunismo como la
versión roja del totalitarismo, ante la original negra fascista, y se reforzó
desde la perspectiva de la connivencia antiliberal de ambos fenómenos
con el pacto Ribbentrop-Molotov en 1939.12
Entre las primeras intervenciones de Amendola y el escándalo pro-
vocado por el tratado de no agresión alemán-soviético, el viejo mundo
había comenzado a temblar.13 Fue en esa coyuntura que el concepto de
totalitarismo se amplió paulatina pero decididamente hacia el nazismo,
los nacionalismos de cierta radicalidad y los fenómenos autoritarios
y corporativos.14 A ojos de los críticos del fascismo, diversos factores
unían al admirador alemán de Mussolini, al Estado Novo portugués, al
giro desde el catolicismo social, a la autocracia de Engelbert Dollfuss en
Austria, o al alzamiento de Franco contra la república española. Pero,
centralmente, nacionalismo, autoritarismo, corporativismo se vinculaban
en su antiliberalismo. El hilo común que los antifascistas trazaron entre
esas experiencias aparecía sobredeterminado por el caso italiano y por
críticas centradas en el fascismo como fenómeno estatal. Desde allí se
articularon las líneas troncales de estas primeras ideas sobre el totalita-
rismo que fueron dominantes en el mapa europeo hasta el comienzo de
la Segunda Guerra Mundial.
11
Enzo Traverso, (2001) El totalitarismo. Historia de un debate. Buenos Aires: Eudeba.
12
Los católicos democráticos de Orden Cristiano indicaban esta coincidencia, pero
elegían subrayar otras facetas de fascistas y comunistas. Para una perspectiva dife-
rente a la aquí presentada, ver el texto de Mercedes López Cantera en este libro (N.
de los C.).
13
Ver el artículo de Ricardo Pasolini en este libro (N. de los C.).
14
Este gesto tendría su más notoria inflexión en las revistas antifascistas militantes,
que en el caso argentino cruzaban el mapa ideológico del antifascismo, como Acción
Argentina y su continuación …Antinazi o la católica Orden Cristiano. Ver Martín
Vicente, “La cuestión del liberalismo en Orden Cristiano: entre las posiciones anti-
fascistas y la problemática identitaria (1941-1948)”, Pasado Abierto, n.° 2 (2015).

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Martín Vicente - Mercedes López Cantera (coordinadores)

Del otro lado del Atlántico, George Sabine publicó en la misma etapa
su voluminosa Historia de la teoría política, donde colocaba decididamente
al caso soviético dentro de los regímenes totalitarios, adelantándose, en
1937, a la interpretación que se haría dominante en Europa desde 1939.
El gesto del teórico de Cornell, cuya obra se tradujo al castellano en
1945, abrió una línea que devendría dominante, alineando al fascismo y
al comunismo, que llegaría a su versión más célebre con el también volu-
minoso análisis de Hanna Arendt en 1951, aunque este recién se tradujo
al castellano en 1974 y tuvo escaso impacto en el universo liberal argen-
tino hasta la recuperación democrática posterior a 1983.15 Sin embargo,
entre el texto de Sabine y el estudio de Arendt, aparecieron dos libros que
marcaron al universo liberal con un impacto diferente al de los trabajos
académicos del estadounidense y la alemana, sobre el cierre de la propia
Segunda Guerra Mundial. En 1944, en efecto, Camino de servidumbre,
del austríaco Friedrich von Hayek daría un ligero –pero central– giro a
la identificación del comunismo y el fascismo como totalitarismos, otor-
gando primacía al argumento legal-económico como parte de las claves
explicativas ético-políticas e ideológicas prevalecientes. El ensayo de
Hayek, que se tradujo de inmediato al castellano, poseía una voluntad
polémica como desde un primer momento habían tenido las intervencio-
nes críticas del totalitarismo y mostraba el eje que la corriente neoliberal
proponía en su lectura de los regímenes políticos contemporáneos y sus
diferencias con el liberalismo moderno.16 El mismo año, en La sociedad
abierta y sus enemigos, Karl Popper trazaba un recorrido prolongado y
erudito, tan polémico como el de Hayek, centrado en marcar una línea
histórico-teórica, desde la antigüedad hasta el siglo XX, de autores cuya
propuesta estaba en crear sociedades reguladas que no hacían sino coro-
nar lógicas absolutas y cerradas.17 El libro se editaría en la Argentina en
1957 en pleno gobierno dictatorial –la Revolución Libertadora– durante
el que Hayek y Mises habían visitado el país invitados por el economista
liberal-conservador Alberto Benegas Lynch.18
15
George Sabine, (1963) Historia de la teoría política. México: Fondo de Cultura
Económica; Hanna Arendt, (1998) Los orígenes del totalitarismo. Madrid: Alianza.
16
Friedrich von Hayek, (1945) Road to Serfdom. Londres: Routhledge. El mentor
de Hayek, Ludwig von Mises, también se ocupó del totalitarismo con un enfoque
similar, pero sin el impacto popular del trabajo de su discípulo.
17
Karl Popper, (1992) La sociedad abierta y sus enemigos. Madrid: Paidós.
18
Ver Martín Vicente, Una opción….

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La Argentina y el siglo del totalitarismo

Hayek y Popper compartían una serie de rasgos, como su nacimiento


en la Viena del borde del siglo, formación en la universidad de la ciudad,
un pasado de simpatías socialistas juveniles y haber emigrado luego a
Inglaterra ya volcados claramente a un tipo de liberalismo que se sepa-
raba de los ejes más progresistas del ideario. El impacto diferencial pero
convergente de ambos trabajos fue notable y excedió el ámbito acadé-
mico y las redes liberales donde circulaban estos vieneses, aunque en
lo fundamental terminó de acentuar un movimiento mayor: el del paso
del concepto de totalitarismo desde posiciones progresistas a un tipo de
liberalismo ubicado sin duda en la derecha, que con el fin de la guerra
se preocupó básicamente por el socialismo-comunismo –vistos como
diversas gradaciones de la misma cosmovisión– como eje del totalitaris-
mo, y que por ello retomaba y adensaba aquella pauta nacida en Italia: la
lectura del totalitarismo –antes el fascismo, ahora el comunismo– como
el “otro” radical del liberalismo.19
Esa dinámica fue paralela a otros tres movimientos: por un lado, otra
basta producción sobre el totalitarismo de parte de intelectuales europeos
emigrados a Inglaterra y en especial a Estados Unidos se mantuvo en
los marcos de la vida académica. Allí eran dominantes los autores con
posiciones de izquierda, donde el exilio protagonizado por las sucesivas
camadas de la Escuela de Frankfurt fue el caso más saliente.20 Por otro
lado, tras la guerra se hizo más visible una corriente de textos que marca-
ban, como experiencia de primera mano o mediante diversos análisis, el
sentido dictatorial y represivo del régimen soviético. Esta línea presentó
una complejidad pública que no tuvieron los debates más estrictamente
ligados a la academia: en una gran cantidad de casos, quienes exponían las
facetas más crudas del mundo comunista eran intelectuales, periodistas
o militantes de izquierda, que no titubearon en execrar la experiencia
rusa, separarla de la “verdadera izquierda” al equipararla con los fascis-
mos o, incluso, renegar de sus antiguas convicciones al ver la distancia
19
Estos autores habían enfocado directamente al socialismo, tempranamente Mises,
en el momento analizado Popper y sobre el final de su vida Hayek. Ver Ludwig von
Mises, (2011) El socialismo. Aspectos económicos y sociológicos. Madrid: Unión Edi-
torial (original, 1921); Karl Popper, (1981) Miseria del historicismo. Madrid: Alianza
(original, 1944); Friedrich von Hayek, (2011) La fatal arrogancia. Los errores del
socialismo. Madrid: Unión Editorial (original, 1988). Sobre el neoliberalismo, ver el
texto de Sergio Morresi en este libro (N. de los C.).
20
Martin Jay, (1989) La imaginación dialéctica. Una historia de la Escuela de Frankfurt.
Madrid: Taurus.

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Martín Vicente - Mercedes López Cantera (coordinadores)

entre discurso y experiencia en el caso soviético.21 Si este punto impactó


en el universo liberal, el tercer eje fue central en las transformaciones
del liberalismo internacional, en tanto los debates sobre el totalitarismo
fueron llevando las argumentaciones de corte liberal hacia la derecha e
identificando a diversas líneas de la izquierda con el totalitarismo sovié-
tico, con lo cual los liberales de posiciones progresistas comenzaron a
estar en franca minoría. El lamento crepuscular de un referente liberal
como Isaiah Berlin –por no poder dar con una teorización que pudiera
exponer una lectura a la vez antitotalitaria, pluralista y progresista del
liberalismo– acaso ilustre cómo este último eje impactó sobre un sector
que, por su propia producción crítica del totalitarismo, fue asimilado de
manera genérica a la renovación internacional de las derechas liberales.22
Las ideas de Berlin precisamente fueron centrales para comprender
el tipo de posicionamiento que comenzaron a expresar los liberal-
conservadores argentinos, junto con el tipo de lectura que promovió el
polaco Yaacob Talmon. Tanto el autor oriundo de Riga como Talmon,
coincidieron en un punto central: el totalitarismo no era un fenómeno
exclusivo de los órdenes dictatoriales, sino que podía expresarse en un tipo
de democracia cuyo origen moderno estaba en las ideas de Jean-Jacques
Rousseau.23 Si para Berlin el ginebrino era un nombre central de la ca-
dena de liberticidas, para Talmon en la reflexión rousseauniana estaba el
germen del terror desplegado por la revolución francesa. El “totalitarismo
democrático”, que resumía el conjunto de lo social-político a lo colectivo,
tenía su eje en lo que denominaba “política mesiánica”, un tipo de visión
racionalista, con eje en el iluminismo francés y alemán, que buscaba un
diseño social absoluto, perfecto. A esta tendencia, le oponía un tipo de
democracia basado en el empirismo filosófico inglés, “moderantista” y
pragmática. El texto de Talmon, de 1952 y que se editó en la Argentina
en 1956, también en contexto de la “Revolución Libertadora”, adelantaba
algunas de las inquietudes que dieron forma a los posteriores trabajos
de Berlin, de mucho mayor repercusión, como el discurso de 1958 sobre
21
Tony Judt, (2009) Pasado imperfecto. Los intelectuales franceses, 1945-1956. Ma-
drid: Taurus.
22
Isaiah Berlin entrevistado por Guy Sorman, en Guy Sorman, (1989) Los verdaderos
pensadores del siglo XX. Buenos Aires: Atlántida.
23
Isaiah Berlin, (2009) La traición de la libertad. Seis enemigos de la libertad humana.
México: Fondo de Cultura Económica; Isaiah Berlin, “Dos conceptos de libertad”,
en (1993) Cuatro ensayos sobre la libertad. Madrid: Alianza; Yaacob Talmon, (1956)
Los orígenes de la democracia totalitaria. Buenos Aires: Aguilar.

114
La Argentina y el siglo del totalitarismo

los dos conceptos de libertad. Berlin promovía una lectura binaria de la


democracia y acusaba al ímpetu racionalista del avance de las posiciones
totalitarias incluso por la vía democrática, a la cual llamaba a expresar
un rostro pluralista y alejarse del determinismo. Esta fue la clave que
movilizó a las derechas liberales argentinas en su posicionamiento anti-
totalitario a partir de 1955, pero sin las inflexiones aperturistas del autor
nacido en Riga.24
En los casos que hemos relevado aparece una coincidencia central
que fue clave en la renovación internacional de las derechas liberales: la
libertad negativa como eje. Ello redundaba en la promoción de un tipo
de democracia que se miraba ya no solo ante el espejo negativo de las
dictaduras sino frente al de un tipo de democracia que no era de talante
liberal y, justamente por ello, amenazaba arrasar, finalmente, con el fuero
personalísimo de los sujetos. Por ello, las democracias liberales debían ser
protegidas de las tendencias totalitarias en su interior tanto como de las
amenazas externas. Sobre los últimos años ’50 y ante los primeros tiempos
de los ’60, en la Argentina estas pautas pasaron a estar en el corazón del
debate dentro del espacio liberal, y la experiencia peronista operó como el
eje que articuló el modo de leer e imbricar el debate internacional sobre la
cuestión totalitaria. Como veremos, se trató de un tipo de recepción que
en los meses que siguieron al golpe septembrino, enfocó las posiciones de
los debates internacionales y la coyuntura argentina de modos diferentes al
tipo de imbricaciones que se desplegaron a partir de finales de la década.

El totalitarismo en el espejo peronista


En la Argentina, los usos del término totalitarismo se hicieron fre-
cuentes en el universo antifascista a medida que ese concepto pasaba
a denominar un adversario que incluía al fascismo, pero iba más allá:
corporativistas, autoritarios de diverso signo y especialmente naciona-
listas de diferentes posiciones, eran señalados por políticos, militantes
e intelectuales del antifascismo, como adelantamos. No obstante, esos
señalamientos no se resumían solo contra esos rostros de las derechas,
sino que ciertas expresiones de la izquierda aparecían marcadas por la
misma acusación. Si bien esta última fue una polémica que se restringió
a usos muy específicos en sectores claramente identificables, como las

24
Sergio Morresi y Martín Vicente, “El enemigo íntimo…”.

115
Martín Vicente - Mercedes López Cantera (coordinadores)

pujas de los socialistas o los católicos democráticos con los comunistas,


el arco común de todos dentro del antifascismo implicó una visibilidad
menor en algunos casos y la anteposición de un modus vivendi en otros.
Como ha marcado Jorge Nallim, los grupos político-intelectuales que
formaban el antifascismo argentino utilizaron de forma casi unánime al
liberalismo para sustentar sus posturas. Suerte de paraguas ideológico
al que aludimos previamente, las pautas liberales de este espacio podían
ser tanto de un liberalismo tácito y flexible como de concepciones doc-
trinarias e identitarias. Ello no impidió que distintos referentes hicieran
selecciones o usos dispares de conceptos, elementos o sentidos dentro
de los posibles en una tradición de tamaña historia y tan amplias ramifi-
caciones, sino que esta dinámica colaboró tanto en hacer del liberalismo
un eje amplio como aportó, por ello mismo, a su crisis.25 Tanto para
el mundo de la alta cultura liberal representado por Sur, como para los
católicos en diálogo con el universo liberal representados en el grupo de
la revista Orden Cristiano, o para los políticos socialistas o los militantes
antifascistas sin identificación partidaria, la Segunda Guerra implicó po-
tenciar las posiciones prevalecientes ante el momento de ascenso de los
fascismos en Europa y la Guerra Civil Española, leídos como impactos
directos en suelo local. Durante la guerra mundial y de modo paralelo a
lo ocurrido en Europa, la voz de alerta sobre el régimen italiano y alemán
fue articulando categorías cada vez más amplias de fascismo y de totalita-
rismo, hasta abarcar a los fenómenos ligados al comunismo y, por la vía
de la crítica a los nacionalismos de masas, a los populismos, esta última
una inflexión propiamente regional.26
Tras el derrocamiento de Perón, el espacio antiperonista celebró el final
de lo que entendió como una dictadura totalitaria. El autoritarismo que
había signado al gobierno peronista, el origen de la popularidad del propio
Perón en un gobierno dictatorial como el iniciado por el golpe de 1943 y
las influencias o relaciones del justicialismo con diversos fenómenos que
para el universo antifascista y luego antiperonista eran parte del borda-
do totalitario –el fascismo italiano, el franquismo español, el varguismo
brasileño– no hacían, para esos observadores críticos, sino confirmar
25
Nallim, Transformación y crisis….
26
Trabajos académicos recientes privilegian un enfoque similar: Alberto Spekto-
rowski, (2013) Autoritarios y populistas. Los orígenes del fascismo en la Argentina.
Buenos Aires: Lumiere; Federico Finchelstein, (2018) Del fascismo al populismo en
la historia. Buenos Aires: Taurus.

116
La Argentina y el siglo del totalitarismo

sus posiciones. Este estiramiento conceptual, fruto del largo proceso de


transformaciones que la idea de totalitarismo experimentó desde los años
’30, vinculó las lecturas de los sectores liberales con dos vertientes propias
de la academia internacional. Por un lado, aquella que de la mano de los
neoliberales hacía eje en el rol del Estado y vinculaba al fascismo ya no
con comunismo, sino con socialismo o intervencionismo bienestarista,
como en la línea de Mises y Hayek o “sociedad cerrada”, en términos de
Popper. Por el otro, con la vertiente que advertía sobre los peligros del
liderazgo centralizado y la invasión a las libertades negativas mediante
la hiperpolitización social, es decir los tipos “antiguos”, “egipcios” –tal
la clásica perspectiva de Benjamin Constant–, redivivos en el siglo XX,
como en las ideas de Berlin y Talmon.
Que gran parte del nacionalismo argentino se viese seducida por el
peronismo, y que diversos políticos e intelectuales provenientes del radi-
calismo de tonos yrigoyenistas se sumaran a la experiencia justicialista,
subrayó la cercanía que para los analistas liberales poseía con el nacionalis-
mo argentino y el populismo radical. Si bien describieron como totalitario
al justicialismo, endilgaron al yrigoyenismo otra serie de calificaciones
que no llegaban a esta, desatendiendo los tonos más inflamados de los
críticos “antipeludistas”.27 Si bien antes y luego del golpe septembrino
aparecieron diversas inflexiones que ligaron como una cadena a los popu-
lismos yrigoyenista y peronista con el nacionalismo, el debate abierto en
1955 enfatizó la problemática del totalitarismo antes que otras categorías
utilizadas para caracterizar y vituperar a ambas experiencias. Si, en efecto,
al radicalismo se lo acusó de sostener prácticas autoritarias, tendencias
hegemónicas, vocación unanimista, culto a la personalidad o manipula-
ción de instituciones y seguidores,28 esas mismas referencias aparecieron
en las críticas contra Perón, su movimiento y su gestión, trazando una
serie de contactos entre los opositores a ambas experiencias, entre las

27
Más desapercibida pasó, en la etapa, la cercanía al peronismo de intelectuales de
perfil comunista, incluso dentro de las filas del mismo PC, en general obturada por
la identificación peronismo-fascismo: Omar Acha, (2006) La nación futura. Rodolfo
Puiggrós en las encrucijadas argentinas del siglo XX. Buenos Aires: EUDEBA; Guillermo
Korn, (2017) Hijos del pueblo. Intelectuales peronistas, de la Internacional a la Marcha.
Buenos Aires: Las Cuarenta; Adriana Petra, (2017) Intelectuales y cultura comunista.
Itinerarios, problemas y debates en la Argentina de posguerra. Buenos Aires: Fondo de
Cultura Económica.
28
María Inés Tato, (2004) Viento de fronda. Liberalismo, conservadurismo y democracia
en la Argentina, 1911-1932. Buenos Aires: Siglo XXI.

117
Martín Vicente - Mercedes López Cantera (coordinadores)

derechas liberales y las nacionalistas, y entre opositores de izquierda y


derecha. Pero, sin embargo, luego del golpe de septiembre se produjo un
giro fundamental: es el concepto de totalitarismo el que implicó repensar
a la misma democracia a la luz de la experiencia peronista.
El contexto internacional marcado por ascenso de la problemática tota-
litaria y la dinámica del orden mundial donde la Guerra Fría entraba en su
segunda década, colocó a las reflexiones liberal-conservadoras argentinas
en el centro de la dinámica que transformó al universo liberal local y al
espacio de las derechas. La democracia, para este sector, ya no significó lo
mismo que para los liberales de décadas previas: no era ya necesariamente
la contracara de las dictaduras, pero tampoco era solamente reductible
a un horizonte decimonónico trunco. La democracia fue, desde 1955, el
otro del totalitarismo. Sin embargo, lo fue en un sentido determinado, en
tanto fuese entendida como un proyecto liberal-republicano, subrayándose
sus diferencias con aquel otro formato democrático de corte populista,
en tanto sobre este último el liberal-conservadurismo argentino colocó
la idea de democracia totalitaria.
Si bien la mayoría de las categorizaciones antiperonistas –fuesen notas
analíticas, inflexiones políticas o denuestos ideológicos– señaló que el
proceso peronista había consistido en una dictadura, el cariz totalitario
fue subrayado tanto por estas voces como por las que señalaban su na-
turaleza democrático-totalitaria.
La revista Sur, que pasó del antifascismo al antiperonismo enfatizando
una lectura cosmopolita de la cultura y democrática de la política, puede
verse como un ejemplo clave: tras el derrocamiento del peronismo, la
publicación dirigida por Victoria Ocampo efectuó su evaluación de la
década justicialista. Rodeada de publicidades de otras revistas represen-
tantes de la intelectualidad del antifascismo antiperonista, como Liberalis
y los Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, la nota edi-
torial de Ocampo filiaba a la revista en la tradición iluminista y recogía
los conflictos que habían surcado su lugar público durante la recepción
del conflicto español casi veinte años antes, así como con el posterior
inicio de la Segunda Guerra Mundial. Entre citas y referencias a Paul
Valéry, Jacques Maritain y Mahatma Gandhi, la directora delineaba una
lectura donde la experiencia justicialista se sobreimprimía a las viven-
cias del grupo Sur y a su propio derrotero personal. Así, su paso por la
cárcel durante veintiocho días en 1953 le había mostrado, subrayaba, el

118
La Argentina y el siglo del totalitarismo

verdadero rostro de “la dictadura”,29 ese que para Jorge Luis Borges en el
mismo número estaba compuesto de “cárceles, torturas, prostituciones,
robos, muertes e incendios”. Esta historia “de índole criminal”, enfatiza-
ba el autor de Ficciones, era el bajo continuo de la faceta propagandista,
escenográfica, del peronismo.30 En ese número de la revista dirigida por
Ocampo, además de los citados y de nombres como José Bianco y Ezequiel
Martínez Estrada –quien poco después, en 1956, editó algunas de las más
vitriólicas páginas antiperonistas, en Qué es esto–,31 aparecían las firmas
de dos jóvenes intelectuales que, a diferencia del grueso del plantel de la
publicación bimensual, tenían formación académica y representaban dos
rostros diferentes del liberalismo: el progresista en el caso del historiador
Tulio Halperín Donghi y el conservador en la intervención del filósofo
Víctor Massuh.
Los textos de Halperín Donghi y Massuh mostraban dos formas
diversas de entender la década peronista impactadas por los debates
internacionales. Por un lado, el historiador interpretaba los años del
peronismo como un paréntesis en la historia argentina: en su lectura
se había tratado de un fenómeno acotado que operó como un corte en
el proceso histórico iniciado en el siglo XIX, que debía retomarse en el
momento posperonista. La propuesta de Halperín Donghi se basaba en
el mismo tipo de interpretaciones que, desde el antifascismo político al
mundo académico, se habían hecho dominantes entre los intérpretes de
los fascismos europeos, y que todavía eran centrales una década luego
del final de la guerra mundial.32 El tipo de “desperonización” oficial se
basaba en una lectura de igual talante. El texto del filósofo, en cambio,
entendía que el peronismo antes que un paréntesis había sido un síntoma:
para Massuh, la democracia era el eje a captar en la historia nacional,
forma política que se deformaba, se bifurcaba y debía corregirse una y
otra vez, siempre amenazada, como en autores como Berlin y Talmon.
En la pluma del tucumano, debían aceptarse esa indefinición e imper-
fección propias de la democracia y rechazarse las ideas absolutas: “Con
el señuelo del estado perfecto trabaja el totalitarismo; bien sabemos que

29
Victoria Ocampo, “La hora de la verdad”, Sur, n.° 237 (1955).
30
Jorge Luis Borges, “L´illusion comique”, Sur, n. ° 237 (1955).
31
Ezequiel Martínez Estrada, (2005) Qué es esto. Catilinaria. Buenos Aires: Biblio-
teca Nacional.
32
Emilio Gentile, (2004) El fascismo. Historia e interpretación. Madrid: Alianza.

119
Martín Vicente - Mercedes López Cantera (coordinadores)

esas exigencias paradisíacas son las trampas de la indignidad social”.33 El


realismo propio del ideario liberal-conservador aparecía en Massuh como
una forma de aceptar un orden consciente tanto de sus peligros como de
sus limitaciones, y de pensar en las formas en que este podía regularse
desde una perspectiva historicista.
Si las voces presentes en la publicación dirigida por Ocampo mostra-
ban cómo los problemas de la democracia iban más allá de la oposición
con la “dictadura”, al tiempo que celebraban el golpe septembrino como
una revolución que venía a quebrar el oprobio, recreando tanto el final
de la experiencia rosista como el de la Segunda Guerra Mundial, la tra-
ma amplia del liberalismo argentino exponía similares inflexiones. Un
problema que latía en lo propuesto por Massuh cruzaba al liberalismo
argentino: la democracia era un orden imperfecto y debía protegérselo de
las deformaciones. De allí que en este espacio circularan intervenciones
signadas por la necesidad de encontrar mecanismos de todo tipo –inte-
lectuales, formales, institucionales– para formar a la ciudadanía en los
sentidos de la democracia.34 Como marcó Flavia Fiorucci, el peronismo
buscó educar al soberano como lo habían propuesto los liberales deci-
monónicos, ahora en un sentido populista en lugar que liberal.35 Contra
esa pedagogía se alzaron, entonces, las propuestas y protestas dentro del
liberalismo local. El reticulado legal producido por la Revolución Liber-
tadora para la “educación democrática”, fue la institucionalización de
una problemática clave en el mundo liberal, una centralidad ausente en
otros espacios que formaron parte de la acordada “libertadora”, como los
nacionalistas que no habían adherido al peronismo o los antiperonistas
moderados o pragmáticos.36
En ese sentido, una obra como El libro negro de la segunda tiranía
presentó una visión sugerente: por un lado, representaba la voz de los
“libertadores” con una narración plagada de usos y giros propios del dis-
curso político propio de la tradición liberal y del antiperonismo, así como
de modos ensayísticos y polémicos. El texto, fruto del decreto ley 14.988
33
Víctor Massuh, “Restitución de la verdad”, Sur, n.° 237 (1955).
34
María Estela Spinelli, (2005) Los vencedores vencidos. El antiperonismo y la “revo-
lución libertadora”. Buenos Aires, Biblos.
35
Flavia Fiorucci, Intelectuales y peronismo….
36
Valeria Galván, (2013) El nacionalismo de derecha en la Argentina posperonista.
La revista Azul y Blanco (1955-1966). Rosario: Prohistoria; Spinelli, Los vencedores
vencidos….

120
La Argentina y el siglo del totalitarismo

de agosto de 1956 –que en su carácter de documento oficial se presenta-


ba como el resultado de la investigación sobre el decenio peronista y se
proponía como una reflexión política de tono cívico– buscó equilibrar,
no sin problemas, una serie de ejes de gran importancia tras el golpe de
Estado en la alianza antiperonista. Entre ellos, la relectura del peronismo
como un fenómeno totalitario ajeno a las mejores tradiciones históricas
argentinas, la postulación de la sociedad como pasiva por culpa del en-
gaño o la represión justicialista, y la pretensión de mostrar que además
del comportamiento totalitario el gobierno de Perón se caracterizó por
una faceta delincuencial.37
Nacido de la pluma del escritor liberal Julio Noé, quien se hizo cargo
del prólogo del texto, y con la colaboración de Julián Duprat, Joaquín
Otero y Juan Tomas, El libro negro también buscaba en su crítica al justi-
cialismo crear una pedagogía cívica. Noé, además de abogado y escritor era
militante del Partido Demócrata Progresista e industrial, editor de diversas
colecciones en la editorial Estrada. En la década de 1920 había sido el
joven director de Nosotros y Política: representaba el tipo de intelectual
de múltiples espacios que signó a la generación liberal-conservadora que
ascendió desde 1955. Si bien, como en los textos de Sur, la idea central
del texto era entender al peronismo como una dictadura, la concepción
totalitaria del justicialismo se denunciaba de modo explícito. Sin embar-
go, a diferencia de una lectura como la de Massuh, El libro negro buscaba
mostrar un peronismo que violentaba a la democracia, a la sociedad y
a la historia, sin preguntarse por la densidad de la cultura democrática
y su relación con el totalitarismo. En un sentido, la concepción que
expresaban las páginas coordinadas por Noé mostraba una forma del
antitotalitarismo más antigua que las propias de su contexto, acaso por
eso mismo más efectiva para hablarle a un público más amplio que el que
leía Sur u otras revistas intelectuales y, si bien se editó en 1958, el perfil
del texto muestra los tonos y gramáticas propios de 1955, pero también
una concepción sobre el totalitarismo que no era la que anotamos en las
primeras páginas de nuestro análisis.38

37
Libro negro de la segunda tiranía. Buenos Aires, Comisión Nacional de Investiga-
ciones, 1958.
38
Ver Patricia Berrotarán y Alejandro Kaufman, “La construcción de la tiranía: El
libro negro”, en María Teresa Bonet y Carlos María Ciappina (comps.), (2014) Re-
presentaciones, discurso y comunicación: el peronismo, 1945-1973. La Plata: EDULP.

121
Martín Vicente - Mercedes López Cantera (coordinadores)

No solo las voces de la gran prensa liberal como La Nación y La Prensa


o las de los políticos e intelectuales antiperonistas se hacían eco de los
problemas que el momento posperonista había abierto en lo atinente a
las relaciones democracia-dictadura, república-totalitarismo, peronismo-
antiperonismo u otras que surcaban el espacio público. Muchas de las
lógicas que aparecían crudamente expresadas por el antiperonismo más
duro surcaron a la sociedad en ámbitos disímiles y se expresaron en con-
sonancia. Si la voz gubernamental plasmada en proyectos como El libro
negro expresaba una concepción que vinculaba el antiperonismo con el
antitotalitarismo “desde arriba”, y los intelectuales y políticos interesados
en el ensayismo lo hacían de modo más transversal, diferentes conflictos,
denuncias y delaciones expresaron cómo estos tópicos poseían una diná-
mica “desde abajo”, como adelantamos. En ese sentido, los informes de
las comisiones investigadoras instauradas también por decreto-ley, son
reveladoras: en ellas, como ha subrayado Silvana Ferreyra, se trazó un
perfil del peronismo como enemigo totalitario de la democracia.39 Allí, las
referencias a las dictaduras europeas eran recurrentes, pero a diferencia
de las voces de Sur o de las palabras de El libro negro se puede apreciar
cómo ciudadanos del común se apropiaron y circularon inflexiones
nacidas en el mundo del antiperonismo intelectual y político, donde el
liberal-conservadurismo era eje. Un tono antiperonista genérico podía, así,
converger con pautas sobre la democracia, ideas en torno a la dictadura
o lecturas sobre los totalitarismos, en una interpretación por momentos
epocal y por otros más estrictamente coyuntural, pero atravesadas por
modos de intervención o tópicos que no eran, sin embargo, nuevos.
Aquí el problema de la corrupción, presente en diversos momentos
de la historia argentina para estigmatizar un gobierno existente o inme-
diatamente pasado, adquirió por primera vez un sentido que la vinculaba
con un tipo de crítica ligada a la amenaza totalitaria sobre la democracia.
No solo los debates sobre las características que hacían al totalitarismo
un fenómeno que podía identificar las experiencias europeas con el pe-
ronismo habían impactado en nuestro contexto: las comisiones apelaron
al derecho internacional, conmovido tras la segunda guerra, incluso para
calificar el accionar represivo del justicialismo como “genocidio”, otro
tópico que remitía a las experiencias totalitarias europeas, especialmente

39
Silvana Ferreyra, (2019) El peronismo denunciado. Antiperonismo, corrupción y
comisiones investigadoras durante el golpe de 1955. Mar del Plata: EUDEM-GEU.

122
La Argentina y el siglo del totalitarismo

al nazismo.40 Si puede resultar sorprendente que personas del común


denunciaran a un vecino o compañero de trabajo como “totalitario”,
menos impactante debería ser que ello se produjese en ese momento.
Allí, libertad, democracia, totalitarismo, dictadura o república eran con-
ceptos que circulaban de manera reiterada en medios de comunicación,
en discursos políticos, en apuestas intelectuales y por ende conformaban
un tipo de vocabulario político propio del ciclo “libertador”, con diversos
niveles de densidad o elaboración, con pautas propiamente intelectuales
tanto como con usos expandidos socialmente y más laxos.
En ese contexto específico, que al mismo tiempo marcó una diferencia
entre las posiciones del primer momento de la Revolución Libertadora,
liderado por Eduardo Lonardi y el ciclo en que Pedro Eugenio Aramburu
se hizo cargo de la presidencia de la dictadura, el término totalitarismo
quiso decir muchas cosas que, sin embargo, esencialmente referían al
peronismo, fuera por su remisión al rosismo decimonónico, a las lógicas
dictatoriales, a un tipo amenazante de democracia totalitaria o al genocidio
nazi, y se tratara de las voces de intelectuales, de las posiciones de una
narración oficial o de las denuncias de ciudadanos. La posterior norma-
lización conceptual ocurrida a partir de los últimos años de la década,
en cierto sentido ocluyó la gran malla de intervenciones, significados y
lecturas de este momento inmediatamente posterior al golpe de Estado de
1955, donde el término atravesó de modo dispar diferentes expresiones
como las que hemos recuperado.

Conclusiones
La autodenominada “Revolución Libertadora” derrocó a Perón en 1955,
mientras internacionalmente el debate sobre el totalitarismo se desarrolla-
ba de un modo que llevaba desde las iniciales pautas nacidas en ámbitos
progresistas hacia una inscripción clara en el espacio de las derechas. La
recepción local de esas pautas estuvo marcada por las características del
antifascismo argentino, que en sus líneas centrales giró al antiperonismo e
interpretó la década justicialista con el bagaje político-conceptual antito-
talitario. El liberal-conservadurismo argentino fue un actor central de ese
proceso, y en sus diversas expresiones permite captar las distintas zonas e
inflexiones de circulación de la lectura del peronismo como totalitarismo.

40
Ferreyra, El peronismo denunciado….

123
Martín Vicente - Mercedes López Cantera (coordinadores)

En la alta cultura liberal representada por Sur podían convivir miradas


heterogéneas, desde la liberal-progresista de Halperín Donghi a la liberal-
conservadora de Massuh, con centralidad de lecturas entroncadas en el
antifascismo de los años ’30 y el posterior antiperonismo, como la que
también se expresó –a su modo– en El libro negro de la segunda tiranía.
Este, por su parte, implicó la construcción oficial-estatal de una lectura
sobre el justicialismo en clave, valga la redundancia, de leyenda negra.41
Como vimos, una pluma como la de Noé dio al escrito un tono vinculado
a las críticas que el liberalismo había motorizado contra el justicialismo
durante sus gobiernos. Las comisiones investigadoras, por su parte, ex-
presaron a ras de suelo las inquietudes que El libro negro planteaba como
lectura de la historia nacional. En estas interpretaciones, el concepto de
totalitarismo fue amplio y flexible, pero básicamente sirvió para oponer
al peronismo con la democracia liberal. Sin embargo, como vimos desde
Massuh, entre la joven generación de intelectuales liberal-conservadores
apareció una lectura más compleja que las anteriores. El filósofo tucu-
mano fue el primero de este espacio que mostró que la democracia podía
contener en su seno al totalitarismo y negar su fisonomía liberal- republi-
cana, una idea que fue ganando fuerza sobre el final de los años ’50, de la
mano del impacto de la renovación liberal internacional, donde el tópico
del totalitarismo fue central. En esas diversas acepciones, sin embargo,
este amplio espacio liberal fue el que terminó de hilvanar la lectura del
peronismo con la de los totalitarismos como una concepción fuerte, idea
que marcaría la historia político-intelectual del país en diálogo con las
inquietudes que surcaban los debates internacionales.
En el universo liberal argentino, entonces, los usos de la idea de tota-
litarismo aparecieron marcados por tres factores principales. En primer
lugar, la atención a los debates que en el mapa internacional complejizaron
y ampliaron el concepto, por lo que su aplicación local fue impactada
por ese proceso. En segundo término, esa traducción local fue adaptada
a un criterio dominante, el de una concepción binaria de la democracia,
centralmente sobre una de corte liberal-republicano y otra de sentido
populista, si bien como vimos las voces oficiales preferían trazar el lími-

41
Por ello valdría la pena, en futuras investigaciones, detenerse en el impacto de esa
mirada en décadas posteriores. Por ejemplo, El libro negro se reeditó sobre el final de
la “Revolución Argentina” en 1973 y durante la última dictadura, en 1980, es decir
en dos contextos declaradamente antiperonistas y donde el término totalitarismo fue
un eje de diversos debates. Ver Vicente, Una opción en lugar de un eco….

124
La Argentina y el siglo del totalitarismo

te entre democracia y dictadura, con el totalitarismo como una versión


extrema de esta última dinámica. Tercero, la amplitud de sentidos que
fue ganando el término totalitarismo desde sus orígenes, y el modo en
que fue protagonista de la renovación internacional de las derechas en
el desarrollo de la Guerra Fría, permitió al mismo tiempo que estas in-
terpretaciones se anclasen en aquella tradición y fuesen más allá de ella,
desmarcándose de las posiciones de izquierda y, por el mismo movimiento
inicial, del nacionalismo dentro del universo derechista, un movimiento
que aquí estaba aún en ciernes.
En los sentidos expuestos, la problemática del totalitarismo fue central
en la erección de la hegemonía liberal dentro de las derechas internaciona-
les y argentinas en la etapa de la Guerra Fría, que sin embargo en nuestro
ámbito no fue considerada con la centralidad y el detalle que lo ha sido
en otras latitudes. Ello marca una problemática clave: el primer contexto
inmediato abierto por el golpe de septiembre vio cruzarse diversas in-
terpretaciones sobre la cuestión totalitaria, desde las concepciones laxas
a la traslación de los debates internacionales, de las polémicas de corte
historicista a los usos de la denuncia pública. Ese período agitado fue
correspondido por interpretaciones y usos también porosos, en tanto los
primeros meses posteriores a septiembre de 1955 vieron un concepto en
ebullición por diversos motivos clave: el atractivo de su presencia a nivel
mundial en el eje de polémicas político-intelectuales, revisiones concep-
tuales y transformaciones ideológicas; las diversas pragmáticas asociadas
a su puesta en juego; su aparente capacidad por explicar una realidad
que había impactado a los antiperonistas desde 1946. La normalización
conceptual que acompañó el derrotero del concepto sobre finales de la
década fue, por ello, tanto tributaria como replicante de este momento. En
él, el universo liberal-conservador apeló al totalitarismo como categoría
que sirvió para mirar la realidad internacional buscando la imagen local
en un espejo que, por las propias características del proceso histórico
abierto, reflejaba imágenes en movimiento, no asentadas: aún temblaba.

125

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