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Revisión epistémica

La psicoterapia como producto de consumo en las sociedades capitalistas


Jhoan Sebastián Narváez Alfonso 1524508
Rosa Elena Bejarano Rosero 143123
Nicole Andrea Pérez 1534559

"Toda sociedad tiene su régimen de verdad, su "política general" acerca de la verdad, es decir,
los tipos de discurso que acepta y hace funcionar como verdad"
Michel Foucault

El perenne interés del hombre por encontrar la cura para los sufrimientos del alma, ha generado
una proliferación de psicoterapias, estas se transmiten desde las bases de lo que fue el psicoanálisis de
Freud (Sampson, 2001), e incorporan diferentes características del contexto en el que se desarrollan,
otros autores y otras ideologías. Defendemos la idea de Foucault (1979) con respecto a que los
conceptos, no surgen en el vacío, pues son un armado de sus precursores y la extrapolamos hasta las
psicoterapias. El conflicto se establece cuando esta búsqueda se inscribe en intereses políticos,
económicos o individuales, en el presente ensayo abogamos por una exhaustiva revisión de estas
jóvenes terapias, antes de desecharlas, por lo que pretendemos realizar un acercamiento genealógico a
una terapia reciente, que ha tenido una importante acogida en diferentes países, para comprender su
lógica interna, sus fundamentos, las pericias que han dado lugar a su nacimiento y cómo toman lugar en
la práctica. Sin embargo realizar una genealogía es un empresa muy ambiciosa, puesto que la naturaleza
integrativa que tienen este tipo de terapias, no permite que se alcancen a abarcar todas las posibilidades
de discurso teniendo en cuenta las particularidades del presente escrito y tampoco se agotan dentro del
mismo escritor.

La terapia regresiva reconstructiva, que desde ahora será llamada como TRR, es una forma de
intervención terapéutica, que surge a mediados de los años 80, su creador es un psicólogo clínico
español llamado Luis Antonio Martínez Pérez, partimos de su libro “Terapia Regresiva reconstructiva.
Una luz en el laberinto”, de la página oficial y de una entrevista con un terapeuta cuya experiencia en la
práctica de esta terapia data de 10 años, para permitirnos entender sus fundamentos y cómo se
estructuran en la práctica. A partir de lo cual hicimos una reconstrucción: El punto de partida de la TRR,
para nosotros se instaura en retomar uno de los principios del psicoanálisis freudiano, puesto que en el
discurso se habla de hacer consciente lo inconsciente, sin embargo la forma de lograrlo difiere
considerablemente, puesto que implementan una serie de discursos y quehaceres de otras disciplinas, los
cuales vamos a revisar uno a uno.

El requisito para poder llegar al contenido del inconsciente es estar en un estado de relajación
profunda, este supuesto permite entrever por un lado los esbozos de la medicina china tradicional, -
disciplina en la que el “creador” tiene un doctorado-, donde se habla de una circulación energética del
Qi, considerada como la energía que recorre todo el cuerpo, de forma interior o exterior, sus áreas de
trabajo se centran en la acupuntura, la moxibustión, la fitoterapia, el Masaje o Tuira (Giralt, 2002), entre
otros, elementos que usan para explicar el rol “pro-activo” que debe tener un paciente que acude a esta
terapia, y por otro lado los fundamentos de la psicología transpersonal, asumida como una rama de la
psicología que se enfoca en aspectos profundos del ser, y que se centra en el estudio de la conciencia y
los estados óptimos del bienestar, donde se reconoce el significado de las dimensiones espirituales de la
psique y de la existencia, (Duque & Lasso, 2011, p. 175), para cumplir dicho objetivo, se han acuñado
diferentes técnicas entre las que encontramos la meditación, los diferentes tipos de respiración, el ayuno,
la danza y la ingestión de substancias psicoactivas. Estas técnicas permiten el acceso a los estados
alterados de consciencia, uno de los objetos de estudio de esta corriente, y concepto fundamental re-
interpretado por la TRR como estados ampliados de consciencia en donde se le da la posibilidad al
sujeto de ampliar su horizonte de análisis.

Sin embargo en busca de cientificidad en cuanto a estos estado de relajación la TRR recurre al
discurso de la neurofisiología, quienes exponen a partir de mediciones realizadas por
electroencefalogramas, los cuatro tipos de ondas cerebrales posibles: beta, alpha, theta y delta. En este
tipo de terapia se parte de la posibilidad de regular la actividad cerebral del paciente, conduciendola a un
estado de ondas Theta, que son las terceras en orden jerárquico de frecuencia. (Puente, 2007). Este
discurso neurológico es interpretado en la TRR exponiendo que el flujo neuronal permite entrar en un
estado de inspiración creadora y emotividad, potenciando la capacidad de aprendizaje y la vivencia de
hechos pasados (regresión); cuya explicación cientificista es que un flujo eléctrico bajo permite la
inhibición parcial del hemisferio cerebral izquierdo (racional), potenciando la actividad del hemisferio
derecho (emocional), lo cual haría posible la libre asociación del inconsciente.
La anterior división del cerebro respecto a sus funciones, surge del discurso neurocientífico
elaborado por Rogert Sperry (citado por Puente, 2007), quien proponía la segmentación hemisférica
basándose en estudios sobre la regeneración nerviosa y la afinidad química exclusiva de cada
hemisferio, realizando la salvedad de que las funciones cerebrales tanto simples como elaboradas
requieren de conexión y cooperación interhemisférica. En la TRR la teoría de la división cerebral se
sostiene por la errónea transpolación de lo estructural enunciado por Sperry al plano de lo funcional.

Estos estados de relajación que permiten la libre asociación del inconsciente por parte del
hemisferio cerebral derecho, se plantean como preámbulo para la introducción al método de las
narraciones arquetípicas, lo cual se concibe como un elemento esencial en la fundamentación de la TRR
que parte los constructos principales de Jung (2002); el inconsciente colectivo que “a diferencia de la
psique personal, tiene contenidos y formas de comportamiento que son iguales en todas partes y en
todos los individuos” (p.4) y los arquetipos, definidos como “elementos simbólicos vacíos en sí mismos
[contenidos del inconsciente colectivo], formales, que no son más que una posibilidad a priori de la
forma de representación… que determina su contenido [relativo a la subjetividad] cuando son
conscientes, y por lo tanto han sido rellenados de material de la experiencia consciente” (p.77).
Constructos que permiten en la práctica medir las emociones suscitadas por cada uno de sus elementos
simbólicos, mediante movimientos gestuales y corporales.

La concepción planteada por Freud sobre el síntoma como una manifestación del inconsciente es
retomada por la TRR, sin embargo se traduce en términos de la conexión que existe entre la mente y el
soma, para explicar cómo los sentimientos dolorosos o la emociones reprimidas, se ubican en diferentes
partes del cuerpo, para la TRR las emociones se quedan bloqueadas y archivadas en la memoria celular
del sistema neuronal. Esta acepción que tienen para definir los hechos traumáticos difiere del discurso
de Freud, puesto que este expone la imposibilidad de hablar de hechos o situaciones traumáticas, debido
a que las vivencias no poseen este carácter per se, sino que depende del impacto psíquico y la
significación subjetiva, que conllevan a la dificultad de domeñar la experiencia en el plano psíquico, y
en segundo lugar, en este no se pretendía localizar una zona corpórea en donde se ubícase lo que la TRR
denomina un núcleo traumático. Y en esta línea de ideas, se hace una interpretación del psicoanálisis,
para exponer que los malestares de la actualidad son causa de vivencias traumáticas que se localizan en
un contexto entre la etapa prenatal y máximo hasta los primeros 7 años de vida.
Los discursos anteriormente planteados permiten la confluencia de procedimientos para hacer
efectivas las regresiones, término acuñado por la TRR, a partir de diversos autores, entre los que el autor
menciona, a Raymon Moody, quien realizó diferente trabajos con regresiones en los años 60, que
trataban experiencias de muerte y nuevos caminos posterior a ella y el psiquiatra Brain Weiss, quien se
centraba por completo en la experiencia de las vidas pasadas, en este punto se exalta que pese a las
fuertes críticas por parte de la comunidad científica, Weiss logró otorgar una gran fama a las regresiones
como método terapéutico. Adicionalmente hay una lista interminable de autores, los cuales resalta como
precursores de la terapia regresiva y los estados ampliados de conciencia.

De nuevo, vemos que se retoman planteamientos psicoanalíticos freudianos, puesto que para
identificar el mecanismo de defensa que utiliza el paciente durante el momento que está vivenciando en
la regresión, la TRR adopta terminología como la represión, la proyección, la negación, etc. que son
asumidos como patrones de conducta “de supervivencia”, se propicia que el paciente haga un
reconocimiento de estos, ya que poseen una connotación traumática, es decir, el único medio a través del
cual se puede sobrevivir a una situación que atenta contra el bienestar, el ideal por conseguir en cambio,
son los patrones “de vivencia”, en los cuales se elimina la noción de patología; a partir de este cambio,
de manera contingente, en el cuerpo ocurre una transformación de los canales neuroquímicos, que
difiere completamente de la disposición que se estableció en la primera experiencia, favoreciendo el
resultado de estados físicos y emocionales placenteros, que se repiten hasta crear modelos de respuesta.
Lo anterior responde a una dinámica de intervención, en la cual se defiende el uso de afirmaciones e
imágenes, puesto que como ya se ha dicho, trabajar con los dos hemisferios es de vital importancia, esto
se realiza gracias a la tan anhelada reconstrucción neuroquímica, la cual se sustenta en que no existe una
diferencia en las reacciones, cuando ocurre un hecho fáctico o una alucinación.

Las condiciones particulares de posibilidad de la TRR relacionan dos dimensiones principales: su


creador, Luis Antonio Martínez Pérez; y el contexto histórico contexto histórico, social, político y
económico español, como reciente Estado democrático tras la caída del régimen dictatorial franquista.
España en la década de 1980 se ve agitada por la entrada de diferentes corrientes de pensamiento
después de 40 años de permanecer estancada y azotada por la dictadura. En tal clima se desarrollan e
implantan teorías sobre salud y enfermedad mental, con lo cual se establecen roles y organizaciones con
relación a la psicoterapia y se empieza a discutir su práctica. (Duro, 1993). Que será semillero de
posibilidades para estrategias de aproximación y tratamiento de las nuevas elaboraciones frente a la
enfermedad mental y los modelos que la circunscriben, entre ellas la TRR que aprovecha el acervo
teórico y de prestigio elaborado por las distintas organizaciones para integrarlos en su propuesta y
economizar recorrido.

Los enfoques que principalmente teorizan sobre la salud y la enfermedad mental en la España
postfranquista según lo referido por Duro en 1993, son la orientación psicoanalítica (psicodinámica), la
conductual y la sistémica y desde éstos surgen otros que optan por la libre circulación terapéutica
posibilitada por la liberación de la época. De tal suerte, la orientación psicoanalítica pese a tener
acogida inicial antes del triunfo de Franco, se ve perseguida por exponer ideas contra el orden científico
establecido por la dictadura desde una concepción espiritual y de la herencia biológica, y por tanto,
empieza a usarse para mediar las posiciones progresistas de algunos profesionales y pensar los
problemas prácticos de la sociedad post-régimen, inscribiéndose en el imaginario social como un
discurso opositor de los órdenes dictatoriales. Mientras tanto, en la década entre los años 1970 y 1980, la
orientación conductual desde la escuela norteamericana de Skinner entra a conferirle cientificidad a la
psicología que se hallaba desprestigiada por su fundamentación sensible provista por las ideas de Tomás
de Aquino, así, se rechaza el término psicoterapia y se acuña el de modificación de conducta hasta que
el ingreso de las teorías cognitivistas reivindican la práctica como terapia cognitivo conductual ejercida
exclusivamente por psicólogos. Además, la orientación sistémica recoge los postulados de la teoría
general de sistemas para pensar los problemas de salud mental, una concepción norteamericana que
además es usada en otros países europeos para tratar problemas familiares y de infancia por su visión de
la familia como sistema, y que hallan fuerte sustento en el trabajo con otros sistemas similares como
organizaciones y comunidades. (Duro, 1993).

Es de esta manera, como lo revisa Duro en 1993, que según los distintos enfoques de práctica
psicoterapéutica se especifican unos roles para los profesionales, así quienes se ocupan de la orientación
psicoanalítica son los psicoanalistas, en especial, bajo la línea lacaniana y se organizan en Asociaciones
y Federaciones que regulan su ejercicio y les brindan legitimidad en el nuevo orden social español; por
otra parte, los psiquiatras se ocupan principalmente de la orientación cognitivo – conductual aunque
suelen hacer uso del sincretismo e integrar otros enfoques o estrategias de diversos enfoques y se
organizan en Colegios, Asociaciones y Sociedades; finalmente, los psicólogos que se organizan en el
Colegio oficial de psicólogos, encargándose de psicodiagnóstico y las estrategias terapéuticas en
psicología clínica como la terapia familiar o sistémica. Por su parte, la TRR tomando como modelo la
organización de dichos enfoques se congrega en dos asociaciones: La OMTRRA (Organización Mundial
de Terapias Regresivas y Reconstructivas Aplicadas) y la AETRA (Asociación Española de Terapias
Regresivas Aplicadas) con la cual pretende regular las formaciones a profesionales y terapeutas en sus
técnicas específicas.

La práctica de las distintas psicoterapias en España suele ser mayormente privada puesto que
existen pocas plazas de trabajo en las diferentes instituciones de salud, aunque con ciertas dificultades
para los psicólogos clínicos quienes deben pagar aranceles por su ejercicio - lo cual podría obligar a
estos profesionales a hacerse de una formación extra que les permita justificar los honorarios
establecidos por sus servicios - aunque con la promulgación de la Ley general de 1986 y el documento
para la reforma psiquiátrica se establecen cambios para la práctica y regulación de la misma en cuanto a
la salud mental que abre espacios de actuación a los psicoterapeutas en los ámbitos públicos. (Duro,
1993).

En cuanto a Luis Antonio Martínez poco es lo que puede hallarse de él y su formación, pues no
se encuentra referenciado en la literatura científica, de la cual parece valerse para sustentar el discurso
de la TRR, ni en la literatura psicoanalítica de la que también toma postulados; la incipiente información
relativa a su persona proviene de la dirección electrónica de la terapia misma. Es de notarse que en sus
60 años de vida ha recogido estrategias de interrelación con otros que pueden inscribirse dentro del
discurso terapéutico cognitivo – conductual al estar cercano a los paradigmas médicos y empresariales
pues estudió medicina tradicional china, psicología clínica, maestría en dirección estratégica de
empresas y recursos humanos, además de un doctorado en medicina psicosomática, sin embargo, de
tales titulaciones no ha podido constatarse su origen.

La revisión que se realizó de los fundamentos que sustenta la TRR, revela una mixtura de teorías
planteadas desde diferentes disciplinas, cuya complementariedad debe estar sujeta a discusión, puesto
que se observaron una serie de discontinuidades, producto del deseo de encontrar un sustento, mediante
un método de cura rápido, es decir, se adopta cualquier tipo medida que dé resultados, por lo cual
observamos que el criterio de selección de estas teorías se inscribe en el reconocimiento que tengan,
dejando de lado aspectos cruciales como la coherencia en la articulación de los discursos y la
comprensión de los planteamientos del autor, para no quebrantar su idiosincrasia, la apropiación que
realizan, se plantea de manera simplificada, acuñando versiones de las distintas definiciones, que son
difundidas en la psicología popular. Es de esta manera como se defiende la idea de que hay una
búsqueda por la cantidad que responde a un sentido estrictamente pragmático. Se tomarán las
discontinuidades de mayor aliciente a continuación, las cuales hacen parte de esta dinámica sincrética,
precisamente por la adhesión de esta terapia al capitalismo.

En primer lugar presenciamos en la actualidad una tendencia en la que el discurso científico ha


tenido una caída importante como ideal de verdad, en tal sentido, las disciplinas que tradicionalmente
“portaban” el conocimiento, han cedido terreno a otras que antes no se concebían en la construcción de
la narrativa científica, es decir, un contexto de desprestigio de dicho conocimiento, asumiéndolo -en
palabras de Feyerabend (1975)- como una más de las ideologías que impulsan a la sociedad, lo que se
puede traducir en la acogida que han tenido las diferentes medicinas alternativas, cuyo lugar, como nos
dice Peña & Paco (2007) “en el sistema de salud no es, pues, marginal; por ello, es imperativo su estudio
y análisis”, en este punto es importante hacer hincapié en la aparición de la TRR, que se enmarca en
una dinámica de aprovechamiento, nos encontramos entonces, ante una joven terapia, cuya reflexión y
crítica a esta hermética visión del mundo le permite abrirse, o al menos así lo concibe, un espacio, entre
la amalgama de psicoterapias consideradas aceptables ante la opinión general.
Martínez promulga una visión amplia al respecto, nos dice: “permitamos […] que caiga el muro
del cerramiento y la tozudez del orgullo, del ego, que todo lo acapara, nos ciega y nos hace creer estar en
la posesión de la verdad” (2009, p. 43), lo cual da cuenta por un lado de una postura en contra de
atribuirle las propiedades de autenticidad a los conocimientos científicos, que podría dictaminarse como
“anti-ciencia”(Thuillier, 1988), pero al mismo tiempo persiste la idea de la ciencia como el fin último, lo
cual se puede evidenciar en los fundamentos en los que basa su método, puesto que se inscribe en una
constante búsqueda por la aceptación científica, que la lleva a basar sus dinámicas de intervención en la
pretensión de resultados, generando así, una perspectiva reduccionista al nivel del orden biológico,
puesto que se les permite una cuantificación de las tan anheladas modificaciones que se produce tras la
terapia en aspectos como los neurotransmisores y la conducta.
En segundo lugar la búsqueda de reconocimiento científico la TRR ha decidido sentar las bases
de su objetividad mediante el establecimiento de una neurociencia completa, lo cual es reconocido por
Churchland (1981) como materialismo eliminativo. Esto conduce a que los postulados de dicha terapia
sitúen en el marco de las funciones y estructuras cerebrales constructos procedentes del discurso
psicológico, especialmente del psicoanálisis freudiano. Lo anterior se sustenta en primer lugar, en la
reducción de las emociones, los qualia, las vivencias puras (Churchland, 1981), y el inconsciente -al ser
la instancia promotora de dicha afectividad - a la actividad del hemisferio cerebral derecho; lo anterior
deriva a que se entienda la actividad emocional en términos como memoria celular, bloqueo, flujo y
sistema neuronal. En segundo lugar, en la línea discursiva de la TRR, la racionalidad se encuentra
restringida a la actividad del hemisferio cerebral izquierdo, y por último, los mecanismos de defensa
propuestos por Freud se reducen a canales neuroquímicos que se expresan en patrones de conducta,
observables y modificables. Se puede concluir que en este afán de la TRR por adquirir un sustento
científico se niega la disparidad epistemológica de dos discursos; por un lado, el psicoanalítico que
construye un saber que no tiene pretensiones de adquirir un estatuto científico y por el otro, el de las
neurociencias que se instaura en el positivismo.

Con el advenimiento de la democracia en las sociedades modernas, al igual que sucedió en


España luego de la dictadura de Franco, las libertades y sus posibilidades económicas posibilitan lo que
Vicente Verdú (citado por Ramos, 2004) llama “capitalismo de ficción”, que es un discurso mediático
para el consumo cuyo motor es mercantilista e inmediatista y por ende, produce una subjetivación
intolerante ante la posposición de gratificaciones.

La misma salud ha recibido en esta lógica discursiva el estatus de bien de consumo, pues la
ciencia se ha hecho experta en identificar con prontitud dificultades en el ser humano que se nominan
para su visualización y promoción social con el fin de generar el producto que elimine dicha molestia a
nivel individual. Una vez establecido el rótulo e implantado en los consumidores, la maquinaria
mercantilista genera los productos de consumo, entre ellos las psicoterapias de pronto resultado
(congnitivo-conductual) que satisfagan la demanda del mercado.

Se excluye, por tanto, toda simbolización de la vivencia del sufrimiento, teorizada por saberes
"no científicos” y se sustituyen por productos que reaccionan con prontitud a la demanda, prestos a salir
al mercado definidos en una nominación determinada y codificada. Las singularidades no tienen cabida
donde la respuesta está masificada eficazmente, con estos conceptualizadores el mercado controla las
significaciones de las cosas promoviendo un reduccionismo organicista y mecanicista.

En este contexto político la TRR logra situarse en el mercado gracias a la adopción del discurso
psicoanalítico que empezaba a ser difundido en el contexto español debido a las libertades brindadas por
la democracia, y porque al plantear una modificación conductual mediante la intervención en un estado
de relajación similar a la hipnosis, se propició en los pacientes la impresión de una cura enmarcada en la
inmediatez, que tanto era demandada por los sujetos. Partiendo de los resultados alcanzados, la TRR
plantea en su discurso que poseen un status superior respecto a las demás terapias, lo que se puede ver
con su establecimiento como la psicoterapia acabada, lo cual se critica desde Feyerabend (1975) quien
expone la idea de que las diferentes disciplinas al mostrar resultados no pueden ponerse unas sobre
otras, y sólo les es posible situarse en el plano ideológico. Por ende, tanto la terapia regresiva
reconstructiva como la ciencia no son más que ideologías puestas en escenas según configuraciones del
contexto.
Referencias bibliográficas

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