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Honor-Vergueenza. Lectura de Pasajes Selectos de Lc. 9.2012
Honor-Vergueenza. Lectura de Pasajes Selectos de Lc. 9.2012
Podemos definir el “Honor”, como “el mérito, el valor, el prestigio y la reputación que
un individuo reclama y que le son reconocidos por los otros”2. Por eso el honor, es un
valor social, que solo se experimenta, de cara a la sociedad. El honor, puede ser
heredado, si se nace un una familia “honorable”, también por la posesión de la
riqueza, o adquirido por los propios méritos o hazañas. El honor puede acrecentarse o
disminuirse. Por eso las sociedades que valoran mucho el honor, son muy
competitivas, y desarrollan gran sensibilidad a la “Envidia”, ya que consideran que el
honor de otro, es en demérito del propio. La gente en estas sociedades tiene en gran
valor el honor, y lo busca por todos los medios, lo mismo que busca desafiar el honor
ajeno.
1
Cf. Neyrey, Jerome H., Honor y Vergüenza. Lectura cultural del Evangelio de Mateo. Ed. Sígueme,
Salamanca, 2005.
2
Op. Cit. Pg. 32.
1
Esta naturaleza “pública” del honor, hace que todos tengan gran cuidado en
conformarse a los códigos sociales de comportamiento esperados por el grupo.
A las personas “honorables”, ricas y con poder, se les reconoce este honor, con
unciones y coronaciones en la cabeza. También se consideraban partes honorables, el
brazo y la mano derecha, portadoras de las armas ofensivas. “Los pies, por regla
general, no eran considerados honorables, a menos que pertenecieran a una persona
de tal estatus que otros cayeran al suelo ante ellos, lavándolos o ungiéndolos” 3. Una
forma de afrentar a alguien, era desnudándole o dejando al descubierto sus nalgas, lo
mismo que negándole las muestras de respeto que merece su honor.
En las sociedades antiguas, las personas tomaban su identidad básica, del grupo o clan.
Los intereses de la familia y/o la nación, se ponen por encima de los intereses o deseos
individuales. Las personas en estas sociedades nacen para la comunidad, y desde
pequeños aprenden lo que los demás esperan de ellos, y tratan de acomodarse a estas
expectativas. Un individuo que se salga de estas expectativas sociales, deshonra al
grupo al que pertenece.
Así como los varones eran los responsables de cuidar el “Honor” de la familia o clan, de
las mujeres se esperaba que valoraran la “Vergüenza”, no haciendo cosas que
contribuyeran al deshonor y a la censura pública. De los varones se espera que
compitan por el honor en público, mientras que de las mujeres se espera más bien que
defiendan el honor de la familia mediante la virtud de la castidad, con un
comportamiento recatado y reducido a los espacios domésticos privados. Las mujeres
son “honorables y virtuosas” cuando manifiestan este tipo de “Vergüenza” y “son
juzgadas positivamente en el tribunal de la reputación, cuando cumplen las
expectativas codificadas en el estereotipo de género”4.
3
Op. Cit. Pg. 47.
4
Op. Cit. Pg. 58.
1
Sanación del siervo del Centurión (Lc. 7,1-10).
En esta narración de Lucas, hay varios
elementos interesantes que podemos resaltar,
con respecto al tema que nos ocupa. El
Centurión le reconoce a Jesús un honor
privilegiado. Lo expresa cuando dice que
“aunque soy un hombre sometido a poderes…”
(Lc. 7,8), haciendo alusión a que es un simple
ser humano, bajo los poderes de los espíritus
superiores (Cf. Col. 1,13-16), algunos malos,
como el que aqueja a su siervo, “sin embargo tengo personas que están sometidas a
mí”. Pero en Jesús reconoce la presencia de un Espíritu más fuerte que cualquiera de
esos poderes superiores, y por lo tanto, no necesita acercarse a la casa del Centurión
para sanar al enfermo, sino que su poder lo puede ejercer desde lejos, ya que es un
poder más elevado. El honor que el Centurión le reconoce a Jesús, sería lo que en la
cultura judía se entendía como el de un profeta o enviado de Dios.
1
Desde el punto de vista de los patrones de conducta sociales de Honor – Vergüenza,
vemos cómo María de Betania, se sale de lo esperado socialmente para su género, al
introducirse en el espacio de los varones, y asumir una conducta de discípula, tarea
también reservada a los varones. Marta, la hermana de María, salta en defensa de los
valores tradicionales: el espacio asignado a María, como mujer, es la cocina. No tiene
nada que hacer en la sala del banquete, escuchando las conversaciones de los varones.
Aunque la crítica está dirigida a su hermana, veladamente Marta también critica a
Jesús, que no hace respetar los códigos sociales, permitiéndole a María “salirse del
guacal”.
Esta perícopa, y la siguiente, que narra la unción de Jesús por una mujer, plantean un
mismo interrogante: ¿cuál es el lugar de la mujer en la sociedad y en la comunidad de
la Iglesia? Según las costumbres del Honor-Vergüenza, el lugar de la mujer es la casa, el
área privada, no los espacios públicos, que están reservados a los varones.
Los evangelistas presentan a Jesús como estimulando a las mujeres a saltarse estos
tabúes sociales, y a actuar en libertad, en igualdad a los varones. La queja de Marta en
esta escena es que María no está actuando en público según los cánones de
comportamiento “vergonzoso”, propios de la mujer, y por eso también critica a Jesús,
ya que él es el que fomenta ese tipo de actitudes.
1
Estando las cosas así, entra en escena una mujer del pueblo, que Lucas no identifica,
más que con la caracterización de “pecadora”, sin especificar por qué la llama así.
Nosotros no sabemos si el evangelista también la considera tal, o simplemente se hace
eco de lo que piensan de la mujer y sus acciones, el anfitrión, y los invitados. Por el
evangelio de Juan, sabemos que esta mujer es la hermana de Lázaro, llamada María
(Jn. 12,3), (aunque algunos especialistas no aceptan esta identificación, ya que no es
posible establecer con total certeza que ambas narraciones se refieren al mismo
acontecimiento). En mi opinión, a la luz de los criterios de Honor – Vergüenza de la
antigüedad, podemos concluir, que las acciones escandalosas que hace la mujer en
esta ocasión, son las que le merecen el apelativo de “desvergonzada” o “pecadora”,
que para el caso significaría lo mismo.
Las costumbres relacionadas con la pureza, hacían impropio que una mujer tocara a un
varón, ya que a la mujer se la consideraba un ser impuro, por su menstruación. Así
pues, los gestos de María de tocar, besar, ungir y secar con su cabellos los pies de
Jesús, son una auténtica provocación en público a estas costumbres. Más que como
parte de los roles de género atribuidos a la mujer, se esperaba que manifestara el
“honor” de la familia, presentándose en público con la cabeza cubierta en señal de
sumisión. María ostensiblemente exhibe su cabellera suelta, y con ella en un gesto
1
profundamente atrevido y a la vez misteriosamente femenino, unge los pies de Jesús,
diciendo claramente: “Jesús tiene el máximo honor posible”, y a la vez “me muero si no
grito esto en público”. “La gente me llamará desvergonzada, atrevida, pecadora, pero
yo necesito decirlo. Desde mi yo más íntimo, y delante de Dios, lo que yo hago, está
bien. Yo honro a Jesús con mi agradecimiento, y él me honra con su amor, y su
comprensión”.
Por eso Jesús, responde finalmente al reto a su honor, con la parábola de los dos
deudores, reconociendo a su vez, la honorabilidad de la mujer. Por supuesto que es un
profeta. El más grande de los profetas. María lo reconoce en su agradecimiento por la
sanación de su hermano Lázaro, y por ponerla a ella mujer, de pie, en medio de la
sociedad. En cambio el Fariseo, el leproso –aunque no nos explica el evangelista el
sentido de este título, obviamente, si fuera leproso todavía, no podría estar en el
banquete -, no muestra ningún agradecimiento. Se cree merecedor de lo que Dios le
ha regalado: su salud.
Por eso Jesús concluye afirmando, dirigiéndose a la mujer que es su fe, la que la ha
sanado-salvado, y le ha dado la paz y la libertad ante los tabúes sociales. Su confianza
en el honor real de Jesús como profeta enviado por Dios, le ha permitido saltarse las
barreras culturales que le impedían desarrollarse totalmente como mujer y como ser
humano. Su madurez, y la profundidad de su persona, ella la ha manifestado –en
público-, con la audacia de su amor.
En el texto paralelo de Marcos (Mc. 14, 9), Jesús afirma que estos gestos de la mujer,
serán para siempre proclamados como evangelio, Buena Noticia para los pobres y
liberación para las mujeres y los varones de los estereotipos culturales que esclavizan y
marginan a las personas.
El amor agradecido y solidario es el que nos pone en pie como seres humanos dignos,
con el honor de hijos de Dios. Jesús enseña con sus palabras y actitudes, que para Dios
son iguales en dignidad los varones y las mujeres. El amor es el que cuenta al final: el
que nos da la paz, y la vida.
1
Guatemala, 24 de Octubre del 2008 (Rev. Set. 2011).