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Clase 1 -Tema: SENSIBILIZACION

CLASE 1: Vamos a ir acercándonos a algunos términos y conceptos que


nos ayuden a comprender las violencias contra las mujeres.
Antes de adentrarnos a la teoría específica, vamos a pensar este
concepto, que tiene que ver con el DIMENSIONAR E HISTORIZAR los
temas que vamos a trabajar en este primer
módulo. La SENSIBILIZACIÓN
La sensibilización es uno de los pilares básicos en los que se incide y se pone
énfasis desde la política y la educación para el abordaje integral contra las
violencias de género. Se habla a menudo de cómo actuar en el momento,
también de cuáles son los recursos para las víctimas y las consecuencias para
los agresores. Pero ¿hay algo que podamos hacer o decir antes que los hechos
ocurran?
Tomemos la siguiente definición de sensibilización: “concienciación e influencia
sobre una persona para que recapacite y perciba el valor o la importancia de
algo”

Abordar cuestiones como la violencia, la sexualidad o las adicciones por


ejemplo, implica tener presente que existe la singularidad de la vivencia de
cada un@ y que más allá que se intente mostrar “la buena manera” o “la
buena práctica”, cada cual tendrá que revisarse sus propias experiencias con
la internalización de las violencias en su subjetividad, con los otros y con los
objetos de consumo de su cotidiano.
La carencia de concienciación
Ver, participar de un taller o conocer la teoría del fenómeno no
aseguran persé la concienciación ni que la persona reflexiones críticamente,
ni que perciban la importancia de la problemática, o de aquellas prácticas que
VULNERAN derechos de otras personas.
Se hacen talleres en diversos lugares y/o instituciones, reciben un bombardeo
de informaciones y noticias a través de las redes sociales, somos espectadores
de los excesos que retransmiten en los medios de comunicación sobre estos
temas, entre muchas otras cosas.
¿Porque ocurrirá esto?
En el link de la nota, una joven comentaba, al finalizar un grupo, que había
hecho un sinfín de talleres sobre sexualidad pero no le servían, no respondían
a sus preguntas y dudas particulares. Otra, participante de un taller de
prevención de violencia, se extrañaba de que a pesar de estar concienciada y
compartir ciertos ideales del feminismo, su elección amorosa siempre apuntaba
al mismo tipo de jóvenes y se culpabilizaba por ello.
La gran mayoría de los jóvenes siguen siendo machistas, porque VIVIMOS EN
UN SISTEMA PATRIARCAL, que se está desocultando y eso genera
RESISTENCIAS, pero también QUIEBRES del órden instituido.
La SENSIBILIZACION, tiene que ver
con un PROCESO INTERNO y subjetivo,
no sólo individual, sino forma parte de
un acontecimiento colectivo.
El objetivo es posibilite y habilita las
transformaciones necesarias en la
sociedad y que esta habilite CAMBIOS
CULTURALES desde la PERSPECTIVA DE
DERECHOS.

Protocolo ROL DE ACOMPAÑANTE


Repensando el Acompañamiento
territorial a mujeres en situación
de violencia familiar y de género
desde una perspectiva feminista
decolonial.
Las raíces históricas y estructurales de
la co-constitución de opresiones y
violencias se remontan a tiempos tanto
ancestrales como coloniales, en este sentido, las dimensiones/sistemas de
opresión se erigen desde el tronco de instituciones que impuso el estado
nación colonial sobre los territorios de Abya Yaya, y sus efectos son los que
siguen sufriendo hasta el día de hoy mujeres subordinadas en todo el
continente. Existen en nuestra cotidianidad cuerpos, pensamientos y territorios
colonizados, de allí que es importante la reivindicación de formas de
pensamiento otros, de saberes otros, para poder hacer teoría para la
liberación, fracturando lo que el pensamiento occidental ha pregonado
históricamente, y partir desde las experiencias y saberes situados, desde las
experiencias vividas y cotidianas, y las miradas plurales de nuestra realidad.
Se conocen los problemas para denunciar, procesar y punir en los casos, lo
complejo que es nominar la violencia, y lo casi imposible que es desentrañarla
de los hábitos arraigados de la vida comunitaria y familiar de todos los pueblos
del mundo (Segato, 2003).

ACOMPAÑANTE EN RED
La figura del/a acompañante
está contemplada en la ley
nacional 26.485, art. 25: En el
ámbito nacional, expresa que:
“En toda instancia del proceso
se admitirá la presencia de
un/a acompañante como ayuda
protectora ad honórem,
siempre que la mujer que
padece violencia lo solicite y
con el único objeto de
preservar la salud física y
psicológica de la misma”. Este
artículo es también aplicable en
el ámbito de la provincia de
Buenos Aires a partir de la
reforma de la ley 12.569 de
protección contra la violencia
familiar mediante el art 6 ter
de la ley 14.509.
Del artículo, surgen algunas
notas distintivas: Cuando
expresa la frase: “en toda
instancia del proceso”, denota
la amplia y activa participación
del acompañante, desde la admisión, interposición de la denuncia en el
órgano receptor, resolución con la adopción o rechazo de las medidas de
protección, las diligencias necesarias para el cumplimiento de las mismas, la
atención en los recursos psicológicos y/o jurídicos, etc.
Otra de los notas es que la participación del acompañante es ad honorem, es
decir gratuita. Con este requerimiento, se evita la comercialización de la
relación entre parte y acompañante. Asimismo se postula que la intervención
del acompañante será cuando la mujer lo solicite, es decir que es a pedido de
parte y no de oficio. Esto se relaciona con la capacidad de la parte de decidir
tener un acompañante, designarlo, removerlo si es necesario, etc. Por último
se menciona cual es el objetivo de esta figura, que es el de preservar la
salud física y psicológica de la persona en situación de violencia.
Repensando el Acompañamiento territorial a mujeres en situación de
violencia familiar y de género desde una perspectiva feminista

"No incurráis en el error de buscar en la ley escrita el remedio de un


mal que está en los hábitos, porque vuestro trabajo será inútil”
(Carlos Pellegrini)
A pesar de la apariencia de igualdad jurídica y social entre los sexos, aún
perduran enormes diferencias que obstaculizan la libertad de las mujeres y, en
muchos casos afectan a nuestra dignidad.
En consecuencia, debemos replantearnos cómo podemos suprimir la
dominación sexista y los obstáculos que limitan la consecución de la igualdad y
de la libertad plena y efectiva de todas las personas.
El punto de partida, como han señalado las teóricas feministas, es el
redescubrimiento de la historia de las mujeres, de nuestra situación, de
nuestras reivindicaciones y de nuestros logros porque para erradicar el sistema
de subordinación que nos subyuga, el primer paso es tomar conciencia de
cómo se produce y cómo nos afecta para, posteriormente, definir una
estrategia de actuación. Por eso, porque es parte del proceso de
concienciación, es preciso tener presente el pensamiento feminista.

Además, en palabras de Alda Facio y


Lorena Fries, “el feminismo es un rico
instrumento para llenar de contenidos más
democráticos los valores que podríamos
querer preservar. Es decir, conociendo el
pensamiento feminista, podríamos
mantener –dándoles otro contenido– los
principios e instituciones que el mismo
Derecho nos ha enseñado a valorar para
así poder lograr más justicia y armonía en
nuestras sociedades”
Partimos del Protocolo de provincia de
Buenos Aires, como modelo para
nuestras prácticas, pero además
pensando en que aportes nuevos y
transformaciones podemos darle al
mismo, desde nuestros espacios y
disciplinas.
Todo PROTOCOLO es pasible y posible
de modificaciones que se adecuen al
contexto y a las necesidades de
validar nuestros derechos como
personas.
El Sistema Integrado Provincial de prevención y atención de las
mujeres en situación de violencia de género, está basado en la
construcción de políticas que coordinen el trabajo de diversas áreas
para lograr un objetivo común, garantizar el acceso a una vida libre
de violencias.
El SIP parte de la base que toda persona que vive una situación de
violencia pertenece a una red formal (instituciones como escuela,
trabajo, clubes, Centro de Salud y otros) e informal (redes vinculares
como amigos, familia y vecinos) de relaciones personales y sociales
que se desarrollan en un determinado territorio. La figura de la
acompañante está reconocida en la Ley Provincial nº 14509
modificatoria de la 12569, en su artículo 6 ter que destaca que

“En cualquier instancia del proceso se admitirá la presencia de un/a


acompañante como ayuda protectora de la mujer, siempre que quien
padece violencia lo solicite y con el único objeto de preservar la salud
física y psicológica de la misma.”
Concebimos la construcción de redes como espacios tendientes a
articular las diferentes instancias institucionales y sociales vinculadas
a la problemática, como modo de efectivizar las respuestas y
consolidar en planos formales los mecanismos de prevención,
atención, derivación, asistencia y asesoría. La red de trabajo se
establece sobre la base de acuerdos de colaboración. El trabajo en
red preserva a la mujer de una doble victimización, ya que los
diferentes integrantes del sistema construirán una visión compartida
sobre el tema, lo que redundará en respuestas coherentes y
pertinentes ante la demanda. Esta visión deberá tener en cuenta a
las mujeres como sujetas de derecho, y por lo tanto sujetas de
decisión frente a su problema. Las personas que acompañan serán
respaldadas desde la mesa local de trabajo integrándose como parte
de una red que contiene, en su funcionamiento a cada integrante.
Asimismo se le brindara capacitación necesaria para llevar adelante
esta función.
En relación al reconocimiento de su tarea, se otorgaran certificados
que avalen su experiencia con el objetivo de que los mismos puedan
ser presentados ante posibles ofertas laborales.
Qué es ser acompañante a mujer en situación de violencia
familiar y de género
• Ser acompañante no es trabajar en soledad, individualmente, sino
que las acciones de prevención deben realizarse a través de una
organización grupal, en el barrio o en la localidad. /
• Ser acompañante no es hacer por la persona/s sino ayudarla a
tomar decisiones y generar defensas para su protección.
Acompañar con la conciencia de que la protagonista principal es la
persona que está atravesando una situación de violencia.
• Siempre deben respetarse los sentimientos de la mujer. Cada
persona tiene sus propios tiempos, apresurar acciones en esta
problemática, puede llevar al fracaso de las mismas, reforzando el
sentimiento de frustración.
• El/la acompañante deberá conocer el funcionamiento institucional,
en especial de las instituciones que atienden la problemática de
violencia de género. A fin de articular su accionar con los otros
componentes del SIP deberá vincularse con la mesa local
intersectorial y en la medida de sus posibilidades participar del
espacio local o contactarse con el área que la coordina.
• El/la acompañante facilitará y orientará a la persona afectada a los
centros de atención y otras instituciones según el caso lo requiera
(comisaría, juzgados, fiscalías, etc.) • Ofrecerá un espacio de
escucha, donde quien sufre pueda expresarse.
• Ser acompañante, es alentar a la mujer en situación de violencia a
recuperar su autoestima, su desarrollo personal, la salida de la
situación de violencia. Dicho proceso conlleva el pasaje de ser objeto
de violencia a ser sujeto de derecho. Transmitirle que no está sola y
que siempre hay a quienes recurrir para encontrar ayuda.
¿Qué actitudes deberá tener quien asuma el rol de
acompañante?
• Deben poseer reconocimiento en su comunidad (liderazgo
positivo).
• Perfil solidario y participativo, a la vez que reservado, que la
información circule sólo entre las personas comprometidas con el
caso, por las características propias de la problemática.
• Trabajar en derribar mitos y prejuicios sobre la problemática, ser
comprensivos/vas, brindar confianza a la persona en sí misma y en
relación a la resolución del problema. • Es necesario que reflexionen
sobre su tarea, manteniendo siempre una actitud de escucha abierta
y atenta.
• Deberá trabajar con las potencialidades de la persona que sufre, lo
que ella puede hacer remarcando sus aspectos más valiosos.
• Nunca exponerse a situaciones riesgosas, y resguardar también a
su entorno.
• El trabajar en equipo preserva a quien se compromete con la
tarea, de los sentimientos que la misma podría movilizar:
impotencia, angustia, miedo, frustración, omnipotencia, etc. Aquellas
personas que han vivido situaciones de violencia de género y
desempeñen la función de acompañante deberán especialmente
apoyarse en el grupo de trabajo ya que a los sentimientos que esta
problemática despierta se suma su historia personal lo que puede
obstaculizar la tarea.
Recordar que el papel de acompañante es muy importante
pero no puede sustituir a los centros especializados de
atención.
¿CUÁLES SON LAS ACCIONES QUE DEBERÁN LLEVAR A CABO
LAS ACOMPAÑANTES EN LOS CASOS DONDE LA PERSONA
CORRE RIESGO DE VIDA?
Frente a los casos con riesgo de vida, que requieran la salida del
hogar de las víctimas, hay diferentes tipos de respuestas
dependiendo de la posibilidad o no de planificar acciones: Acciones
planificadas: • Vincularse con un equipo que trabaje la problemática
de Violencia de género y de género, para asesoramiento y
planificación de las acciones o comunicarse con la línea 144
dependiente de la Subsecretaría de Género y Diversidad Sexual.
• Aconsejar a la persona que prepare documentación de importancia
(DNI., títulos de algún bien que posea, libretas sanitarias, etc.) Tener
preparada una muda de ropa, la cual servirá hasta poder iniciarlas
acciones legales necesarias para recuperar sus pertenencias. •
Indagar sobre quién puede albergarla transitoriamente. Subestimar
este aspecto, tomar decisiones apresuradas, en ocasiones, expone a
quien padece a una doble victimización.
• Una vez que se encuentre a resguardo, avisar a la comisaría más
cercana sobre su situación por si debiera recurrir ante una
emergencia. Siempre tener en cuenta la línea telefónica 911 de
emergencias policiales.
• Recurrir, si se contara a nivel local, con un equipo especializado en
Violencia de género y/o de Género, para continuar planificando
acciones (aspectos legales, acompañamiento psicológico, recursos
sociales, etc.).
• De no contar con equipos que trabajen específicamente la
problemática, dirigirse a: Dirección de Acción Social Municipal,
Servicio de Salud Mental de hospitales, ONG, Comisaría de la Mujer,
Centro de Asistencia a la Víctima, Casas de Justicia, etc. Acciones no
planificadas, emergencias:
• Generalmente son situaciones donde la persona huye del hogar
para preservar su propia vida y/o la de sus hijos. • Dirigirse al
hospital cuando la persona está lastimada como producto del ataque.
Informar la causa de sus lesiones. Solicitar que el hospital aplique el
protocolo de atención específico para estos casos (Resolución
304/07). • Si se encuentra en buen estado físico, acompañarla a la
comisaría a que efectúe la denuncia correspondiente; quien la
atienda deberá recepcionar obligatoriamente la misma aunque no
haya lesiones visibles.
• Si el agresor iniciara una persecución de la víctima hasta el
domicilio que la cobija, permanecer a resguardo y llamar a la línea
911 de emergencias policiales. • Cuando la persona ingresa a una
Casa Refugio, quien acompaña seguirá cumpliendo su función junto
con los diferentes componentes del Sistema Integrado que participan
en la resolución del caso. Respetando siempre las normas de
funcionamiento del dispositivo de alojamiento.
Todas las acciones deben llevarse a cabo con la total conformidad de
la mujer, respetando su autonomía, decisión y opinión. La misma
participará como protagonista en la resolución de la crisis que
atraviesa, entendiendo que toda persona es capaz de reorganizar su
propia vida. Como excepción a lo anteriormente expresado, se
plantearán los casos de mujeres adultas en situación de violencia que
no han tomado conciencia del riesgo que corren exponiéndose a sí
mismas y/o a sus hijos/hijas a daños físicos y/o psíquicos. La/el
acompañante podrá en éstos casos, asesoramiento de por medio,
realizar acciones legales. Lugares donde se puede recurrir para
orientación y/o atención:
• Servicios Telefónicos de Atención las 24 hs Línea 144 o llamar al
911. • Dirección de políticas de Género, Areas de Género o Mujer.
Programas especializados en Violencia de Género. • Servicios de
Psicología o Salud Mental de los Hospitales. • Centros de Atención
Primaria de la salud. • Equipos de Orientación Escolar. • Servicios
Locales de Protección y Promoción de Derechos de Niñas, Niños y
Adolecentes • Tribunal o Juzgado de Familia. • Tribunal de Menores. •
Juzgados de Paz. • Defensorías oficiales. • Colegios de Abogados. •
Organizaciones Sociales
A TENER EN CUENTA: Cada lugar del territorio argentino tiene sus
propias características de funcionamiento institucional y cada uno de
ellos tiene su propia red.
Las referencias a siglas, nombres, y denominaciones cambian según
el lugar, provincia y el país donde se desarrollen dichas instituciones.
• PEDAGOGÍA
FEMINISTA
A partir del cuestionamiento de las feministas acerca de la vida
privada y la implicancia que para las mujeres tiene la separación de
lo público y lo privado, se arribó al cuestionamiento del modelo de
familia tradicional, a la problematización de la apropiación del cuerpo
de las mujeres y a la denuncia de las violencias perpetradas hacia las
mismas. Hasta ese momento las explicaciones de los malos tratos
hacia las mujeres habían sido de corte biologicista, psicológico e
individual.
La conceptualización e investigación de la violencia, que más tarde
accedió al ámbito académico, surgió inicialmente de la preocupación
de las activistas por atender a las víctimas, por evidenciar la
importancia social y política de la problematización y por generar
marcos políticos y jurídicos adecuados.
Los estudios realizados sobre violencia desde el feminismo y aquellos
con perspectiva de género consideran la violencia como un fenómeno
social enmarcado por la constitución de las identidades y las
desigualdades de género, así como por la devaluación de lo
femenino, resaltando el hecho de que la violencia hacia las mujeres
está complejamente imbricada en las formas de organización y
relaciones sociales que sirven de escenario a situaciones y hechos
violentos específicos sufridos por las mujeres sólo por el hecho de
serlo.5 Por lo tanto, en lo que a la violencia de género se refiere, fue
el movimiento de mujeres el que puso en cuestión un fenómeno
naturalizado por siglos (no sólo de hecho sino también de derecho).
Ello supuso la intervención en varios planos al mismo tiempo: a nivel
de los sistemas de valores imperantes, en las instituciones de la
sociedad civil y en los aparatos jurídicos de Estado. Las
organizaciones de mujeres que lideraron ese proceso, no sólo
salieron a buscar asistencia sino que forjaron sus propias estrategias
de intervención haciendo necesaria la revisión de enfoques
disciplinarios y teóricos, y se transformaron en actores políticos a los
que el Estado debió escuchar, e incluso consultar e incorporar para el
diseño de acciones y políticas en la materia.6
En el contexto actual de neoliberalismo y desde la década de
1990, el Estado, en congruencia con lo sucedido en todos los
ámbitos, tercerizó la gestión de la asistencia

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de
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puede considerarse un ejemplo más de la nueva racionalidad política y de las
tecnologías de gobierno propias de una sociedad global en la que "el Estado
está obligado a economizar su propio ejercicio de poder a partir de la
movilización permanente de su conocimiento sobre los individuos, captando a
través de la vigilancia a distancia y de la observación mediante el despliegue
de fuerzas que operan también desde cierto alejamiento"

El feminismo, como teoría y


como movimiento social ha
recorrido un largo camino
repleto de dificultades hasta
llegar a redefinir la violencia contra las mujeres como un problema social y
político. Y es que la visión tradicional, es decir, patriarcal, de este tipo de
violencia ha oscilado y oscila entre su consideración como algo normal y
necesario en el sentido de natural, anclado en la naturaleza diferente de los
sexos y en sus relaciones personales, a su consideración como problema
patológico en los casos más graves

inicios de un nuevo marco: la violencia contra las mujeres en los


clásicos del feminismo.
Si nos interesa reconstruir la historia de la violencia no es tanto para sopesar
sus cifras como para buscar la línea que une los cambios en la situación y la
percepción social de las mujeres con los diferentes grados de sensibilidad e
intolerancia ante su persistencia. El ya citado Vigarello relaciona este cambio
con la evolución del Sujeto.
Efectivamente, sólo un sujeto a quien se reconoce plena autonomía puede ser
golpeado y violado “contra su voluntad”, contra su consentimiento.
Comenzamos pues nuestra reconstrucción por el momento en que las mujeres
inician su lucha colectiva por ser sujetos, los albores de la Ilustración. La
Ilustración supone también el primer momento histórico en que al hilo del
desarrollo de una teoría crítica, capaz de deslegitimar el discurso dominante
sobre la condición femenina, se forjó un movimiento activista capaz de
desencadenar la lógica de las vindicaciones en el espacio público (Amorós,
1997). Estas reivindicaciones giraron en torno a los derechos en el espacio
público: derecho a la educación, al trabajo asalariado, a la ciudadanía [3]. Será
en el siglo diecinueve cuando comiencen las primeras denuncias del
matrimonio como un espacio peligroso para las mujeres. En 1825 aparece una
obra titulada La demanda de la mitad de la raza humana, las mujeres, en la
que se compara sistemáticamente la situación de las mujeres con la de
esclavitud. Para sus autores, los cooperativistas William Thompson y Anna
Wheeler, las esposas viven aisladas en lo que denominan "establecimientos
aislados de crianza" por lo que su estado es de absoluta indefensión, en todo
caso cuentan con la misma protección legal que los esclavos: la defensa frente
a los casos extremos de violencia y abuso. En realidad la situación de las
esposas es peor que la de las esclavas ya que éstas últimas no tienen que
doblegar también su alma al amo. Las esposas por ley, educación y opinión
pública están obligadas a someterse a la voluntad del esposo hasta en los más
nimios actos de la vida cotidiana si éste así lo desea.

Del marco teórico a las reivindicaciones políticas: el debate en torno al


derecho penal
El avance hacia sociedades más igualitarias junto con la progresiva aceptación
de los marcos de interpretación desarrollados por el movimiento feminista
explican, en buena medida, la deslegitimación de la violencia contra las
mujeres y su reconceptualización como un problema social. Sin embargo, este
proceso no estaría completo sin concretarse en unas políticas reivindicativas
para su erradicación. Políticas que en general se han centrado tanto en
medidas preventivas como punitivas. En este apartado trataremos cómo la
demanda de justicia penal ha necesitado también de la elaboración de un
marco positivo de denuncia pública y criminalización de lo que tanto tiempo se
consideró una conducta propia de la “esfera privada”. Este proceso, en lo que
conlleva de criminalización y condena pública de los agresores y visibilización,
atención y apoyo a las víctimas se encuadra en un proceso más general de
redefinición de la violencia, la desviación y el papel social del derecho penal.
Haciendo algo de historia
En los años sesenta había surgido, de la mano del interaccionismo simbólico,
un nuevo y radical enfoque de la desviación, la teoría del etiquetaje. Esta
teoría supuso una inversión de la imagen positivista del desviado, que pasaba
de ser el peligro social número x, a considerarse una “creación” y víctima del
control social. Frente al enfoque correccional se imponía una nueva actitud:
escuchar, comprender sus razones, “simpatizar” con el desviado. El posterior
desarrollo de estos planteamientos en los contraculturales años sesenta
insistirá en la imagen del desviado como un rebelde político, lo sepa o no,
transgresor del orden capitalista y la moral burguesa. En este contexto
“descriminalizador”, en que se reivindica la abolición de cárceles y manicomios,
en que se vivía y escribía con la sensación de que el fin del Sistema estaba al
alcance de la mano era prácticamente imposible que el movimiento feminista
reivindicara un uso ejemplar del derecho penal.
La lenta pero progresiva irrupción de las mujeres como sujetos en todas las
esferas de la vida pública ha supuesto un revulsivo a aquella visión romántica y
antisistema de la violencia y la desviación. Efectivamente, el análisis de género
ha planteado con inusitada dureza la condición de víctimas de las mujeres en
la sociedad patriarcal: ¿son acaso progresistas los malos tratos o el acoso
sexual?, ¿qué significado profundamente contracultural pueden tener pintadas
del tipo “si la violación es inevitable, relájate y disfruta?”, ¿qué dosis de
transgresión, romanticismo y alegría de vivir -tan bien y tan machaconamente
fundamentadas por reconocidos pensadores, literatos y cineastas- podemos
encontrar en el ejercicio de la prostitución? Si bien las mujeres no fueron las
únicas en centrarse en las olvidadas víctimas, sus análisis fueron
especialmente valiosos a la hora de establecer la relación entre las víctimas y
una estructura de poder determinada, en este caso, la estructura patriarcal. El
descubrimiento de la relación entre la sociedad patriarcal y la victimización de
las mujeres supuso la aparición del debate en torno al uso del derecho penal
como instrumento de cambio social progresista y feminista. Tanto el castigo a
los agresores como la aplicación más dura de las leyes existentes.
Este renovado debate tiene entre sus protagonistas al movimiento feminista,
pero puede también contextualizarse en el marco más amplio de una nueva
concepción del derecho penal por parte de los nuevos movimientos sociales.

La criminología crítica había etiquetado el derecho penal como un instrumento


de clase al servicio del poder. Sin embargo, de esta posición podían seguirse
dos posturas contrapuestas por parte de quienes impugnan dicho poder: o bien
rechazar el derecho penal, o bien reivindicar una aplicación más igualitaria del
mismo. Pues bien, esta segunda opción parece haber logrado, no sin fuertes
tensiones, cierta hegemonía en la década de los ochenta. Así lo relata Larrauri:
“A partir de entonces lo que se observa con desmayo es la facilidad con que los
movimientos progresistas recurren al derecho penal. Grupos de derechos
humanos, de antirracistas, de ecologistas, de mujeres, de trabajadores,
reclamaban la introducción de nuevos tipos penales” (Larrauri, 1991: 217). La
contradicción salta a la vista.
Los mismos movimientos que en los años sesenta habían combatido la bondad
del derecho penal y la cárcel como instrumento de resocialización y
moralización públicas reclaman ahora su valor simbólico y “penas ejemplares”.
No es éste el lugar adecuado para sintetizar un debate realmente complejo,
pero sí para terminar con alguna reflexión al respecto.
En primer lugar el feminismo, precisamente por ser un movimiento social, se
caracteriza por una más que notable heterogeneidad de posturas y estrategias.
Dentro de la gama de posturas, un extremo es el adoptado por algunos grupos
de feministas de la diferencia, que rechazan acudir a la ley, ley que
consideran hecha “por y para varones”. Sin embargo, dejando de lado
esta postura extrema, y matizando que ningún grupo confía en la mera
represión vía derecho penal como única solución, sí parece haberse dado cierto
consenso sobre la necesidad de ampliar y endurecer los tipos penales y exigir
una contundente y severa aplicación de la ley. Entre otras razones, por el
ejemplar valor simbólico del castigo, ya que aquellas conductas que no están
penadas no parecen especialmente graves. En segundo lugar, es cierto que
esta actitud encierra contradicciones, ya que son bien conocidas las
deficiencias del sistema penal y carcelario como agentes de rehabilitación y
reinserción social, pero, en todo caso supone la asunción una jerarquía de
valores y actuaciones en que el peligro y la protección de las víctimas, es decir
de las mujeres, se ha situado, finalmente, en el primer lugar de la misma.

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