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El uranio se encuentra en rocas, agua de mar y dulce y en el cuerpo humano (ver Tabla…). El
uranio (U) es un elemento natural con una abundancia promedio en la corteza terrestre de
aproximadamente 2 mg/kg (rango de 0,1 a 20 mg/kg). Es más abundante que la plata o el oro. Por
ejemplo, Alloway (1995) ha citado una concentración promedio y un rango en rocas típicas de la
corteza de 2,5 mg/kg y de 0,05 mg/kg a 5 mg/kg, respectivamente, aunque comúnmente existen
concentraciones más altas en algunos ambientes mineralizados.
Según (el reporte de Fuentes de uranio empobrecido, exposición y efectos sobre la salud, 2001 de
la OMS), los niveles de uranio en suelos generalmente no asociados con fuentes conocidas de
contaminación antropogénica o áreas obvias de mineralización indican concentraciones medianas
del orden de 1 a 2 mg/kg. Sin embargo, las variaciones pueden depender mucho del espacio y
pueden reflejar no solo fuentes geológicas de uranio elevado, sino también zonas de dispersión
asociadas con el transporte de sedimentos fluviales. Con frecuencia se encuentran concentraciones
de hasta 4 mg/kg en suelos lejos de cualquier actividad antropogénica obvia y se ha sugerido que
representan el nivel de referencia superior para el uranio. Sin embargo, se pueden encontrar
concentraciones de uranio aún más altas en suelos asociados con ambientes mineralizados, como los
que se encuentran en las proximidades de depósitos de fosfato o en depósitos superficiales de
mineral de uranio. Tales depósitos son comunes en todo el mundo. Por ejemplo, los niveles medidos
de uranio en suelos superficiales asociados con fosforita en el norte de África y Oriente Medio
pueden alcanzar los del fosfato primario, es decir, aproximadamente 200 mg/kg. En entornos
industrializados, el uranio también se puede encontrar asociado con plantas de procesamiento de
uranio (p. ej., British Geological Survey, 1992), relaves mineros y flujos de desechos de procesos
(p. ej., Ledvina et al., 1996; McConnell et al., 1998) y entornos agrícolas en qué fertilizantes de
fosfato ricos en uranio se han utilizado (por ejemplo, Zielinski et al., 1997).
Según (Anke et, al. 2009) la transferencia de uranio a la cadena alimentaria de los seres humanos se
ve significativamente afectada por el origen geológico de los suelos y la cuenca de agua
subterránea, así como por la zona de vida de la flora y el depósito de agua potable. De acuerdo con
su presencia en el suelo, el uranio ingresa a la flora y se almacena de manera integral en las plantas
jóvenes. El contenido de uranio/kg de materia seca se diluye con los asimilados a medida que
aumenta la edad. En comparación con los alimentos vegetales, los alimentos animales aportan
menos uranio a la nutrición humana, aunque los huevos de gallina, los riñones y el hígado pueden
acumular relativamente mucho uranio.
Según (Wrenn et al. 1985) recomiendan una limitación de la ingesta de uranio de los seres humanos
a 187 mg/día o 2,6 mg/kg de peso corporal y día. Se supone que un aumento a 420 mg U/L
intensifica el riesgo de cáncer (Anónimo, 1991).
CADMIO
El cadmio y sus compuestos pueden movilizarse a través del suelo, pero su movilidad depende de
varios factores tales como el pH y la cantidad de materia orgánica, los que varían según el ambiente
local. Generalmente, el cadmio se adhiere fuertemente a la materia orgánica en la cual permanece
inmóvil en el suelo y puede ser incorporado por plantas, entrando así a la cadena alimentaria
Los niveles aceptables de Vanadio en suelos para la producción de alimentos sanos según Kabata-
Pendias y Pendias 1991 es de 0.53 mg/Kg.
Las principales vias de ingreso de cadmio al ser humano definidas por la (ATSDR) son por
inhalación cerca de 5–50% del cadmio ingresa a través de los pulmones. Mientras que por ingestión
una cantidad pequeña de cadmio en los alimentos y el agua (cerca de 1–10%) entrará al cuerpo a
través del tubo digestivo.
En los Estados Unidos, la fuente principal de exposición al cadmio para personas que no fuman es
la dieta. En general, las hojas de hortalizas tales como lechuga y espinaca, patatas y cereales,
cacahuetes, soja, y semillas de girasol contienen niveles de cadmio más elevados, aproximadamente
0.05–0.12 mg/cadmio/kg.
Los efectos tras consumir alimentos con niveles de cadmio muy altos según la (ATSDR) son
irritación grave del estómago, lo que produce vómitos y diarrea y en ciertas ocasiones la muerte. La
ingesta de niveles de cadmio más bajos durante un período prolongado puede producir acumulación
de cadmio en los riñones. Si se alcanza un nivel suficientemente alto, se producirá daño del riñón.
Los efectos observados en animales de laboratorio que ingirieron cadmio son efectos sobre el riñón
y los huesos. Anemia, enfermedad del hígado, y alteraciones de los nervios y el cerebro.
VANADIO
Según Crans & Tracey (1998) y El-Moselhy (2006), el vanadio es un metal traza que se encuentra
de manera natural en suelo y agua; es el mineral que ocupa el puesto 22 de abundancia, con una
concentración media de 150 mg/kg.
Aunque la función del vanadio en mamíferos aún no es totalmente conocida, hay evidencias
considerables que sugieren que el vanadio es un elemento esencial. En pollos y ratas su deficiencia
produce retardo en el crecimiento, problemas de reproducción, alteraciones del metabolismo
lipídico. En otros animales tales como las cabras el déficit de V provoca abortos y disminución de
producción de leche, anormalidades físicas y esqueléticas en los miembros y aumento de los niveles
de glucosa sanguínea
En ratas los compuestos del V regulan los niveles de hormona tiroidea en sangre y afectan el
metabolismo de la glucosa y los lípidos, además tienen un efecto diurético y natriurético e inhiben
la actividad de la Na+/K+ATPasa en riñón, cerebro y corazón. También se determinó que una
variedad de enzimas importantes son inhibidas por el V: ATP fosfohidrolasa, ribonucleasa,
adenilatoquinasa, fosfofructoquinasa y glucosa 6 fosfatasa.
Es más probable que la población en general esté expuesta al vanadio a través del consumo de
alimentos contaminados. La exposición ocupacional al vanadio generalmente resulta de la
inhalación de polvo de V2 O5 durante la producción de FeV y acero. La exposición a altas dosis
orales de vanadio puede provocar náuseas, diarrea, calambres estomacales, disminución del
número de glóbulos rojos y aumento de la presión arterial. La inhalación de V2 O5 puede causar
tos prolongada y se sospecha que causa cáncer.
ZINC
Tabla 2. Concentración de Zinc en mg/kg en diferentes tipos de suelo según Kabata-Pendias, 1999
& 2001
El zinc, al igual que los demás micronutrientes, puede afectar el crecimiento cuando su contenido
es menor o mayor a un nivel crítico debido a problemas de deficiencia y/o toxicidad,
respectivamente. El contenido crítico más bajo de toda la planta es de 15 mg Zn/kg en arroz
(Srivastava, 1996), y de 15 a 22 mg Zn/kg en maíz y 22 mg Zn/kg en maní.
Estudios revelaron que los alimentos de origen vegetal son fuentes importantes de Zn para los
humanos (Welch, 2004). Se estima que el 17,3% de las personas en todo el mundo corren el
riesgo de una ingesta inadecuada de Zn (Wessells, 2012) y la deficiencia de Zn conduce a la
muerte anual estimada de 433 000 niños menores de cinco años (OMS). La deficiencia de Zn en
humanos puede causar disminución de la pérdida de apetito, anemia, retraso del crecimiento,
hipogonadismo con deterioro de la capacidad reproductiva, depresión de la función mental y, en
ciertos casos, deterioro de la queratosis y efectos teratogénicos (Frossard, 2000)Otras
complicaciones de salud graves (sistema inmunitario defectuoso, capacidades de aprendizaje,
riesgo de infecciones, daño al ADN y cáncer) también se relacionan con las deficiencias de Zn
(Gibson, 2006). Los bebés y los niños en edad preescolar han reducido la incidencia de diarrea e
infecciones respiratorias con un mayor crecimiento en la suplementación con Zn (Rivera, 1998),
mientras que se encontró que los niveles bajos de Zn en el suelo están relacionados con la
deficiencia de Zn en humanos (Cakmak, 2009). También puede tener efectos tóxicos directos
cuando se encuentra en exceso causando problemas gastrointestinales e inmunológicos.
Cantidades elevadas de Zn también pueden inhibir la absorción de Cu y provocar síntomas de
deficiencia de Cu. A través de la cadena alimenticia, el Zn se bioacumula, lo que da como
resultado un mayor contenido en la carne en comparación con las verduras y las frutas (ATDSR,
2007)
Valores de concentración entre 15-22 mg/Kg en plantas de maiz son considerados como
deficiencia lo cual afecta al crecimiento adecuado de la planta, los valores de suficiencia están
entre 20-70 mg/Kg (Rosen, 1992). Los niveles aceptables de Zinc en suelos para la producción de
alimentos sanos según Kabata-Pendias y Pendias 1991 es de 110 mg/Kg.
La ingestión de cantidades mayores (200 a 800 mg/día), por lo general a causa de consumir
alimentos o bebidas ácidas contenidos en un envase galvanizado (revestido de cinc), puede
provocar anorexia, vómitos y diarrea. La intoxicación crónica puede causar deficiencia de cobre y
daño nervioso.
PLOMO
Distribución de Pb en el medioambiente
La acumulación en suelo puede causar daños graves al ecosistema del suelo debido a su movilidad y
biodisponibilidad; sin embargo, su movilidad y especiación depende de su unión con diversos
compuestos del suelo (minerales de arcilla, óxidos de hierro, aluminio y manganeso, sustancias
húmicas, carbonatos, fosfatos, etc.), superficies reactivas o sitios de unión externos o internos con
diferentes energías de unión, también se ve afectado por la modificación de los parámetros
fisicoquímicos del suelo que favorezcan su retención en el suelo o incrementen la movilidad del
metal, los cuales se indican en ambas casos en la Tabla 4 (Schreck, 2012); por consecuencia, existe
el riesgo de transferencia y acumulación a las partes aéreas (frutos) de cultivos agrícolas que tras ser
ingeridos representan un riesgo a su salud humana (Ye et al, 2018).
Los niveles aceptables de Plomo en suelos para la producción de alimentos sanos según Kabata-
Pendias y Pendias 1991 es de 20 mg/Kg
NIQUEL
El níquel (Ni) es un elemento potencialmente tóxico que se encuentra comúnmente en los sistemas
de suelo y agua. Es un metal de transición con alta densidad (8,9 g/cm 3), punto de fusión (1455 ◦C)
y punto de ebullición (2730 ◦C) (Gonnelli y Renella, 2013; Tsadilas y Rinklebe, 2018). El níquel
tiene un peso atómico promedio de 58,69, pertenece al Grupo X de la tabla periódica ya la familia
del hierro, junto con el Fe y el Co (Kabata-Pendias, 2011). El níquel tiene cuatro estados de
oxidación (+1, +2, +3 y +4), mientras que su principal estado de oxidación es +2. El Ni(II) está
fácilmente disponible y es más tóxico en forma catiónica que sus complejos (Albanese et al. , 2015;
Desfiles-Aguilar et al., 2021).
El níquel muestra afinidad con el Fe y el S metálicos; por lo tanto, se forman minerales de Ni-Fe y
Ni-S como pentlandita (Fe, Ni)9S8, ullmannita (NiSbS), millerita (NiS) y gersdorffita (NiAsS)
(Albanese et al., 2015; Hooda, 2010) en el medio ambiente del suelo. El níquel también se
encuentra en otros minerales como la kullerudita (NiSe2), la niccolita (NiAs) y los minerales
ferromagnesianos (Hooda, 2010)
El níquel se puede movilizar durante la meteorización de los minerales del suelo que contienen Ni a
través de diferentes procesos de formación del suelo y volverse soluble en las soluciones del suelo,
lo que permite su translocación a lo largo del perfil del suelo (Kabata-Pendias, 2011). La movilidad
del Ni en los suelos podría representar un riesgo para la salud, ya que puede moverse hacia la zona
de raíces y ser absorbido por las plantas como Ni (H2O)6 2+ (Palansooriya et al., 2020). La
concentración máxima permisible de Ni en suelos agrícolas oscila entre 20 y 60 mg kg−1, mientras
que el umbral para requerir remediación oscila entre 75 y 150 mg kg−1 (Kabata-Pendias, 2011).
Estos valores se basan en una variedad de estudios y parecen ser cuestionables debido a su amplio
rango; sin embargo, son realistas considerando la variación en las propiedades del suelo y las
formas de Ni.
Mielke (1979) reporta valores de Ni en rocas ígneas como: ultramáfico 2000 mg/kg; basáltica 130
mg/kg; granítica 4.5-15 mg/kg, y una abundancia cortical de 99 mg/kg. El níquel, al igual que el Co,
es un elemento siderófilo, pero en la corteza terrestre también presenta características calcófilas y
litófilas. La abundancia de Ni en las rocas ígneas, por lo tanto, generalmente se correlaciona con las
de Mg, Cr y Co. También está presente en cantidades apreciables en los minerales de sulfuro
comunes, como la pirita y la calcopirita, y a menudo se correlaciona bien con el Cu en rocas ricas
en sulfuro. (Wedepohl 1978)
La erosión del suelo y la escorrentía superficial pueden provocar la transferencia de Ni del suelo a
los ecosistemas acuáticos y contribuir a la contaminación del agua. La lixiviación de Ni puede
ocurrir, en particular, en suelos ácidos y de textura gruesa debido a la débil unión entre el Ni y los
coloides del suelo (Palansooriya et al., 2020). Por lo tanto, el comportamiento biogeoquímico del Ni
determina su especiación, movilidad y fitotoxicidad en el suelo, bioacumulación por las plantas y
transferencia al sistema hídrico. Comprender el comportamiento biogeoquímico del Ni es esencial
para evaluar adecuadamente los posibles riesgos ambientales y para la salud de la contaminación
por Ni
Los criterios de calidad, son valores de fondo aproximados o límites analíticos de detección para un
contaminante en el suelo. Para los propósitos de esta Norma, los valores de fondo se refieren a los
niveles ambientales representativos para un contaminante en el suelo. Los valores pueden reflejar
las variaciones geológicas naturales de áreas no desarrolladas o libres de la influencia de actividades
industriales o urbanas generalizadas. Los criterios de calidad de un suelo se presentan a
continuación:
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