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Las universidades se han visto obligadas a repensar y rediseñar su rol dentro de las
cadenas de innovación
Oct 5, 2021
En la era del conocimiento en la que nos encontramos, el desempeño de las organizaciones está
estrechamente ligado al dominio del conocimiento, el análisis y procesamiento de grandes
cantidades de datos y la adquisición de habilidades de alto nivel. La creación de valor impulsado
por el conocimiento se ha vuelto cada vez más difícil debido al impacto de nuestro entorno VUCAH,
es decir, volátil, incierto, complejo, ambiguo e hipercompetitivo (por sus siglas en inglés). Ante esta
situación, la innovación ya no puede ser llevada a cabo de forma aislada, sino requiere de un
esfuerzo conjunto entre los diferentes actores que conforman lo que llamamos la cuádruple
hélice—la industria, el gobierno, la academia, y la sociedad civil—. Las universidades se han visto
obligadas a repensar y rediseñar su rol dentro de estas cadenas de innovación con el propósito de
maximizar su impacto en la sociedad a través del conocimiento científico y tecnológico. La travesía
hacia los nuevos conocimientos está plagada de desafíos múltiples, los cuáles impactan
directamente las actividades de investigación y desarrollo (I+D) de las universidades (ver figura 1).
Coevolución del conocimiento y la ciencia, tecnología e innovación (CTI)
El presente análisis parte de la suposición de que el conocimiento se encuentra incorporado en
cualquier actividad de CTI; esto es, ambos aspectos coevolucionan. Por lo tanto, una forma de
entender el cambio en la CTI es a través del estudio de la creación, evolución y diseminación del
conocimiento.
Tipos de conocimiento
La base científica y tecnológica está conformada por una serie de bloques elementales de
conocimiento (ver figura 2), incluyendo átomos y qubits, bits y bytes, algoritmos, genes, y neuronas.
Como lo describe Roco (2020), alrededor de cada uno de estos bloques fundamentales se han
desarrollado campos científicos y tecnológicos (CyT): nano-escala, bio, información, cognitivos e
inteligencia artificial.
Aunque cada campo científico y tecnológico sigue sus propias trayectorias de desarrollo, la esencia
de los avances modernos se basa en las recombinaciones entre campos de CyT. Ejemplos son la
nanobioinformática, interfaces cerebro-máquina, computación cuántica, nanobiomedicina, biología
sintética, y las simulaciones del cerebro. Ante este escenario, las universidades se enfrentan al reto
de definir, a través de sus actividades de I+D, las áreas objetivo a investigar dentro del paisaje
global de ciencia y tecnología.
Tipos de investigación
Las actividades de I+D varían la forma en la que las universidades exploran los campos de CyT. Por
décadas, la I+D ha sido dominada por la dicotomía investigación básica y aplicada (ver figura 3).
Mientras que la investigación básica (à la Niels Bohr) busca un entendimiento básico sin
consideraciones del uso, la investigación aplicada (à la Thomas A. Edison), se enfoca en el uso
dejando el entendimiento básico en un segundo plano. Es importante recalcar que existen muchas
voces que critican esta simplificación excesiva de la ciencia y tecnología por lo cual se han
propuesto diferentes opciones que se describen a continuación.
Por ejemplo, Narayanamurti y Odumosu (2016) recomiendan una visión del desarrollo de ciencia y
tecnología como ciclos de descubrimiento e invención. En otro caso, Donald E. Stokes (1997)
propuso la inclusión de un tercer cuadrante, el cual llamó “Cuadrante de Pasteur”, para describir
aquella investigación básica inspirada en el uso. Extendiendo este pensamiento, Roco &
Bainbridge (2013) destacan la necesidad de ver más a largo plazo con el propósito de desarrollar
CyT revolucionaria, en lo que ellos llaman la investigación básica inspirada en visión.
Estos tipos de investigación híbrida, básica-aplicada, han tomado relevancia en el contexto de los
desafíos retadores como los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidos y los
problemas globales del Millenium Project. En este sentido, un reto para las universidades es el
desarrollo de un portafolio plural y de vanguardia que incluya conocimientos impulsados por la mera
curiosidad—la base de la ciencia, aquellos impulsados por una misión específica, e investigación
híbrida—.
La antidisciplinaridad es definida por Joichi Ito, anterior director del instituto de investigación
Media Lab del MIT, como aquellas actividades localizadas en espacios fuera de las disciplinas
académicas tradicionales (Ito, 2018). Una analogía comúnmente utilizada por Joichi Ito es la del uso
de una hoja de papel para representar toda la ciencia. Las disciplinas son pequeños puntos negros
en este papel. Los grandes espacios blancos entre los puntos negros representan el espacio
antidisciplinario.
Asimismo, Philip Sharp y Robert Langer, profesores del MIT, han utilizado el concepto
de convergencia, la cual definen como la integración de más de dos disciplinas― las ciencias de la
vida y salud, físicas, matemáticas, computacionales, ingeniería, y las ciencias sociales y
humanidades―para la solución de retos o problemas globales encarados por la sociedad (NRC,
2014)—. Comparado con otros conceptos, la convergencia enfatiza un modelo de investigación
basado en problemas o retos, alineado a las ideas de George Whitesides, químico emérito de la
Universidad de Harvard (Whitesides, 2010). Para las universidades, un reto importante es el
mantener la convivencia entre los silos creados alrededor de las disciplinas tradicionales y la
“alquimia” generada por la integración del conocimiento.
Las visualizaciones sistémicas obtenidas de estos métodos permiten, entre otros aspectos, el
monitoreo, la evaluación de tendencias y oportunidades, la planeación estratégica de la I+D, así
como el análisis de la diversidad y sinergias en el conocimiento. Desde esta perspectiva, las
universidades tienen el reto de no solo generar, usar, y difundir el conocimiento, sino también el de
buscar formas de gestión de estos conocimientos, así como el monitoreo del paisaje de
conocimiento global.
Con el propósito de balancear estas diferencias, existen una serie de enfoques orientados a la
‘alfabetización’ del emprendimiento entre el personal científico: desde el proceso Lean Launchpad,
el método Spark, o el de Disciplined Entrepreneurship. Asimismo, a lo largo de los años, se han
desarrollado decenas de mecanismos orientados el fomento de la traslación del conocimiento en
las universidades, incluyendo la trasferencia de tecnología, capital de riesgo, incubadoras y
aceleradoras, mentoreo y coaching en emprendimiento, y programas de colaboración industria-
universidad y de escuelas de negocios e ingeniería/ciencia, entre otros. Un reto claro para las
universidades es la definición de la batería de políticas y estrategias para la facilitación de la
traslación del conocimiento generado.
Ecosistema de innovación
La innovación no se realiza de forma aislada, sino que es un proceso que involucra la formación de
un ecosistema; es decir, el grupo de actores e instituciones, y sus interacciones, que hacen posible
la innovación. Dentro de esta perspectiva, los flujos e interacciones de conocimiento entre estos
actores principales, más que el desempeño individual de sus componentes, toma mayor relevancia.
Existen diversas formas de visualizar ecosistemas, una de ellas son las redes
tecnoeconómicas propuesto por Callon hace décadas. Esta perspectiva visualiza un sistema o
ecosistema de innovación como un conjunto de polos― ciencia, tecnología, mercado, finanzas y
regulación―a través de los cuales se llevan a cabo el uso, desarrollo y difusión de innovaciones
(Bell & Callon et al., 1994), como se muestra en la figura 4.