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Son hombres de fuerte personalidad y espiritualidad, intermediarios, siervos de Dios. Son hombres que,
bajo el impulso de Dios, comprenden lo que está sucediendo y transmiten al pueblo un continuo llamado
a la conversión, y su misión es discernir la voluntad de Dios sobre el presente del pueblo, para proyectarlo
a un futuro de esperanza y de salvación.
La misión de los profetas es tratar de salvar a la nación de su idolatría y maldad, volviéndolos a Dios;
fracasando en esto, anunciar que la nación sería destruida, pero no destruida del todo; un remanente sería
salvo. De en medio de este remanente vendría una influencia que se extendería por toda la tierra y traería
a Jehová todas las naciones. También tenían como misión recordar la Alianza; reprochar la infidelidad y
las consecuencias de esa infidelidad, si no se convierten: juicio y condena; la restauración, como
esperanza; el resto; el Mesianismo, es decir, la proyección de las promesas proféticas más allá del tiempo.
La predicación Social.
Muchos libros modernos a cerca de los profetas hacen gran énfasis en su mensaje social, su denunciación
de la corrupción política, de la opresión y de la podredumbre moral de la nación. Sin embargo, lo que más
preocupaba a los profetas era la “idolatría” de la nación; que erraba en su concepto de Dios. Para cumplir
su misión, los profetas recurrían a la propagación de un mensaje social, tratando que el pueblo los
escuchara y volvieran a dios, la predicación social de los profetas se fundamentaba en tres puntos:
La relación del ser humano con Dios
La condición pecadora del ser humano
La fidelidad a la Alianza.
La fidelidad a la Alianza:
Los profetas veían cada situación y cada hecho a la luz de Dios. Y eso es lo que les daba la libertad y la
valentía que demostraron ante los reyes y grandes del mundo. Los profetas se interesaron por la vida
política y social de Israel, porque en ella estaban comprometidos la fidelidad a la Alianza y el bien del
pueblo. Los profetas estaban persuadidos de que la seguridad de Israel dependía, no de los pactos
internacionales con las potencias extranjeras, sino de la fidelidad del pueblo y sus gobernantes a la
Alianza.
Está claro que hombres que hablaban con esta libertad debían tener un mal destino: la cárcel, la condena
y la muerte. En este sentido, los evangelios recogen unas palabras durísimas de Jesús: "Ay de vosotros,
maestros de la ley y fariseos hipócritas, edificáis los mausoleos de los justos, decís si hubiéramos vivido
en tiempos de nuestros antepasados, no habríamos colaborado en la muerte de los profetas. Pero lo que
atestiguáis es que sois hijos de los que mataron a los profetas".