Está en la página 1de 2

El perdón silencioso

Juliana Andrea Melo Guerrero

En mi vida, convivir con mi padre dejó una huella muy marcada por sentir su ausencia
sin razón desde mis 5 años. Esta experiencia, a tan corta edad, me llevó a desarrollar
resentimientos y desilusiones hacia él. En este texto, argumentaré que esta decisión se
basa en la teoría de elección racional, más específicamente en la rama de la teoría de
la decisión donde se prioriza el beneficio personal y se conduce al mejor resultado
según las preferencias. Además, enfatizaré en la intención y conciencia que tuve al
elegir la decisión.
Para contextualizar, desde muy pequeña tengo el recuerdo de haber tenido una
conexión emocional con mi padre. Creé una imagen muy idealizada de sentirlo como
un héroe para mí y de quien sentía cariño correspondido. A medida que fui creciendo,
las cosas fueron cambiando, para mal en su momento, en donde enfrenté cosas como
ver a mis padres discutiendo por temas económicos o hasta la cosa más simple, ya que
no se soportaban. También sentir un desprecio y la falta de una figura paterna.
Para entender más la importancia de esta historia, mencionaré algunos aspectos que
en su momento me hicieron crear un odio silencioso hacia mi padre. Uso la palabra
“silencioso”, porque era algo interno. Yo no le deseaba el mal a él, simplemente estaba
herida por sus acciones (Cabe aclarar que nunca hice algo en contra de él).
Entre tantas cosas que recuerdo, tengo presente lo mucho que sufrió mi madre para
mantenerme a mí y a mi hermana, soportando humillaciones y pidiendo dinero prestado
para todos los posibles gastos en el hogar. Además de eso, sentía como un
desconocido a mi padre, por no ocupar ese lugar de “Papá” y también estaba en
desacuerdo con sus actitudes de desprecio, de desagradecimiento y de que el dinero
fuera lo principal para él.
Después, a mitad del 2020, a mis 14 años, quise dejar el odio y rencor atrás,
demostrando que no sería igual que él, basándome en mis pensamientos y desarrollo
personal. No fue algo que tuve que aceptar con el paso de los años, realmente algo
que yo ya había aceptado era que él no iba a ocupar el lugar de un padre en todo
sentido y tenía muy claro que la decisión que tomara no cambiaría su manera de ser,
ya que era algo interno que solo guardaría para mí, fue algo que yo decidí y que desee
hacer por voluntad propia.
A diferencia de cuando a temprana edad, empecé a sentir resentimiento hacia mi
padre. No deseé ni tuve la intención de desarrollar ese sentimiento hacia él,
simplemente se dio con el paso del tiempo, es decir, yo no estaba consciente de haber
querido sentir eso por él.
En ese instante, influyó la entrada a la adolescencia y el foco que quería para mi vida,
reflexionando acerca de los sentimientos que tenía hacia mi progenitor y dándome
cuenta por el entorno a mi alrededor, que no valía la pena mantener esos sentimientos
en mi vida, sabía las consecuencias que podría traerme y que la única afectada sería
yo y sin darme cuenta le estaba devolviendo a mi padre parte de lo que él sembró en
mí y no precisamente algo bueno.
Para este punto, a mis 14 años, aplique la teoría de la decisión al examinar los riesgos
y posibles resultados al tomar esa decisión o no. Esto implicó un análisis estricto de las
posibles opciones para esta situación, Entre ellas podía estar, demandar por alimentos,
donde probablemente podía pasar que enviaran a mi padre a la cárcel, ya que él no
tenía trabajo y no tenía un medio para responder por mí. Esta opción la descarté
completamente, porque no quería verlo así. Además, tenía la sospecha de que cuando
saliera de la cárcel, saldría posiblemente con rabia y rencor en contra de mi madre, mi
hermana y yo. Así que tomé la decisión que consideré mejor para mí.
A mi parecer, este fue un paso importante en mi vida, un antes y un después. En el
momento en el que me cuestioné de si realmente me veía con ese sentimiento hacia mi
padre toda la vida y si valía la pena, fue cuando supe que debía optar por trabajar en
mi salud mental y bienestar emocional. Cuando tome una decisión.
En resumen, lo que al principio parecía circunstancias fuera de mi control, fueron
decisiones conscientes que me llevaron a un lugar de paz y reconciliación con mi
padre. Esta elección trajo beneficios mutuos, al poner en primer plano mi bienestar
emocional y otorgar espacio al perdón, lo que a su vez fomentó el crecimiento personal
y la madurez.
Mientras también abrí la puerta para una nueva fase en nuestra relación. Al tomar la
decisión de dejar atrás el odio y el rencor, elegí un camino de perdón y comprensión,
reconociendo que mantener esos sentimientos solo me lastimaría a mí misma en última
instancia.
Esta decisión fue un acto de madurez y desarrollo personal, donde reconocí mi
capacidad para tomar decisiones conscientes y constructivas para mi vida.

También podría gustarte