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DIVERSIDAD SEXUAL

AUTOR: Carlos de Jesús Castillo Orozco

Introducción:

La homosexualidad se ha considerado como conducta normal y

aceptable en algunas culturas, como un delito y un crimen en otras,

como enfermedad mental hasta tiempos recientes en nuestra cultura

judeo-cristina y como un estilo de vida o una opción de vida en

nuestros días.

Objetivo:

Presentar un análisis del comportamiento homosexual desde la

perspectiva de la ciencia.
Resultados:

Se indican las posibles causas de la homosexualidad, incluyendo la

explicación basada en la teoría psicoanalítica, la explicación que se

fundamenta en la teoría del aprendizaje y la teoría genética. Las

terapias tradicionales para la homosexualidad se basaron en el

psicoanálisis o en la teoría del aprendizaje (terapia del

comportamiento). Los psicólogos clínicos y psiquiatras de nuestros

días utilizan un nuevo enfoque llamado terapia afirmativa para los

homosexuales y lesbianas. En este enfoque la homosexualidad se

considera como una opción de vida válida, que no debe intentar

cambiarse, y no como una enfermedad mental. Se toman en

consideración el contexto social, la familia, el ciclo vital, la auto

aceptación, identificación, los problemas asociados con tener una

pareja estable homosexual, etc. Conclusión: La terapia afirmativa se


considera como el enfoque más apropiado para los homosexuales,

tanto mujeres como varones.

Un ejemplo vivencial

Carta de un hijo gay a sus padres: “Pasé 20 años viviendo sin vivir”

A los 43 años, Diego Cash decidió asumir su homosexualidad


frente a sus padres con una carta que les dejó adentro de una caja
de empanadas. Luego, esa declaración se convirtió en el prólogo
de su libro, “Vida Vivida”, que escribió con la intención de ayudar
a quienes pasan por una situación similar.

Diego Cash nació el 25 de diciembre de 1968 en Buenos Aires y


compartió a sus padres con cinco hermanos (tres varones y dos
mujeres). “Nací con dos ojos, dos orejas, boca y nariz, par de brazos
con sus manos y par de piernas con sus pies, gordito y saludable
como cualquier bebé sano”, narra en su libro, Vida Vivida. Practicó
equitación, aprendió piano (con cierta predilección por la música
clásica) y también probó con el skate. Ya más grande, se interesó por
el mundo gastronómico.
A los 11 años, comenzó a explorar, a entender su sexualidad y sintió
miedo, vergüenza, dolor. “En ese entonces no pude conciliar mis
ideas, tampoco podía imaginar cómo sería crecer proyectando una
vida feliz, porque sentía que una vida feliz no era posible para mí”,
recuerda Diego.

“Mucho tiempo busqué responsables y no los encontré, porque no


había a quién responsabilizar, era simplemente la vida que me tocaba
vivir. Me dejé llevar por los prejuicios y opiniones erradas: yo había
nacido errado y me las tendría que arreglar para tapar todo esto”,
cuenta. Incluso pensó armar una vida paralela para ocultar sus
sentimientos: “sólo” necesitaba conseguir alguna chica que se hiciera
pasar por su novia y quizás, incluso, algún día quiera casarse.

Con el tiempo y la ayuda de un psiquiatra se permitió pensar en su


condición homosexual sin teñirla de sentimientos negativos. Fue
recién a los 27 años cuando comenzó a transitar este proceso. Siete
años después, a su regreso de un viaje a Costa Rica, “volví con una
fortaleza que no tenía, con una entereza que jamás imaginé tener y
con la firme convicción de que quiero, puedo y merezco ser feliz. Que
no soy ni más ni menos que nadie, que a quien le guste bien y al que
no… También”.

Pasaron algunos años más y sintió que era el momento de contárselo


a sus padres. Y lo hizo de una manera muy particular: en mayo de
2012 Diego vivía en Azul, provincia de Buenos Aires, y tenía una
pizzería y 43 años de edad. Como sus padres viven en el campo, a 30
km. de donde él estaba, todas las semanas les mandaba empanadas.
Así que decidió poner dos cartas idénticas, una para cada uno, dentro
de la caja de empanadas. Según cuenta, fue muy bien tomada por
ellos. “Esta carta se trata de respetarnos y de sincerarnos un poco
más, de que me conozcan tal como soy, nada más ni nada menos que
el que siempre fui”, finaliza el texto.
Esta carta se convirtió en el prólogo del libro en el que cuenta su
historia, Vida Vivida. “Con este relato, quiero ayudar a quienes pasen
por lo que yo pasé y concientizar a quienes no saben mucho sobre el
tema. Ojalá pueda ser útil”. Diego vive en Costa Rica, es cocinero y
trabaja como chef privado. A continuación, la carta completa.

“Queridos Papá y Mamá:

Les escribo esta carta para que sepan que estoy muy bien, agradecido
por la vida que tengo, orgulloso de vivirla. Quería hacerles saber a los
dos que son lo más importante que tengo y que, a pesar de las veces
que estuvimos enojados, siempre prevalece y perdura el amor
incondicional de padres a hijo y viceversa.

En esta carta solo pretendo que me conozcan un poco más y, si bien


pensé un montón de veces en hablar, nunca supe encontrar el
momento ni las palabras para hacerlo en persona. Durante un tiempo
dudé si hacerlo o no, si valía la pena. Llegué a la conclusión de que sí
y éste me pareció el mejor modo de hacerlo, para evitar interrupciones
que en un diálogo habría inevitablemente y para poder dejar bien claro
todo. Se trata de aclarar dudas que muchas veces deben haber tenido.
Cuando era muy chico (aproximadamente 11 años) supe cómo iba a
ser mi vida y sinceramente, no me gustó. Tuve miedo, vergüenza,
dolor y un montón de cosas pero no lindas. No pude en ese entonces
conciliar mis ideas y tampoco podía imaginar como sería crecer
proyectando una vida feliz porque sentía que una vida feliz no era
posible para mí.

Pensé muchas veces en el porqué, le pregunté a Dios por qué me


tocaba eso en mi vida y llegué a pensar que era un castigo divino,
pero sin saber el motivo de semejante castigo. Así crecí y a medida
que esto sucedía veía que cada vez era más intenso: en lugar de
desaparecer de mi vida (como todas las noches pedía), se iba
incrementando más y más. Busqué a quien contarle, alguien con quien
hablar pero no supe encontrarlo. Crecí espantado y temeroso tratando
de evitar a toda costa la vida que me tocaba vivir, busqué evadir la
realidad y elegí una vida vertiginosa y autodestructiva. Lo que siempre
me rescató fue el haber tenido una infancia muy feliz y eso se lo debo
a ustedes.

Mucho tiempo busqué responsables y no los encontré, porque no


había a quién responsabilizar, era simplemente la vida que me tocaba
vivir. Me dejé llevar por los prejuicios y opiniones erradas, al punto de
no dudar de su validez, yo había nacido errado y me las tendría que
arreglar para tapar todo esto. En ese plan, estaba el de armar una vida
paralela que tapara la verdadera, y para eso necesitaba conseguir
alguna chica que hiciera de novia y que capaz se casara algún día
conmigo, entonces estaba todo solucionado. Bueno, no pude elegir a
nadie para darle una vida tan miserable, no iba de ninguna manera a
usar a nadie de ese modo, lo único que hubiera logrado hubiese sido
multiplicar mi infelicidad.

Fui muy afortunado al dar con Roberto (psiquiatra) y él pudo poner en


orden mi cabeza y mis ideas, también supo eliminar de mi mente todas
esas ideas equivocas respecto a mi vida, la vida que me tocó vivir. Me
enseñó que valía, y mucho, que no era ni más ni menos que nadie y
que ni en pedo había nacido errado. La homosexualidad no es una
enfermedad, ni una patología, solo es una condición, que no se
elige (algunos dicen que sí, pero no fue mi caso). Hubo mucho
tiempo que, si bien a veces parece como perdido, para mí fue tiempo
ganado porque logré fortalecerme muchísimo con todo lo que tuve que
superar. Lo más destacable fue dejar de vivir la vida que los demás
dicen que es lo que uno tiene que vivir y vivir mi vida tal cual es.

Todo esto recién lo pude asimilar o, mejor dicho, empezar a asimilar a


mis 27 años y lo terminé de hacer a los 34, a mi vuelta de Costa Rica.
Volví con una fortaleza que no tenía, con una entereza que jamás
imaginé tener y con la firme convicción de que quiero, puedo y
merezco ser feliz. Que no soy ni más ni menos que nadie, que a quien
le guste bien y al que no… También.

Pasé 20 años viviendo sin vivir, esperando a que la magia se


hiciera realidad y mi condición fuera otra, que todo desapareciera
porque hay gente que habla sin saber y condena sin pensar y yo
estaba dedicándole mi vida entera a eso, ¡20 años! ¡Una locura!
Muchas veces esperé a que me pregunten, pero no fue así y no lo
reprocho, simplemente no sucedió. También sentí que respetaron mi
silencio pero no tengo forma de saberlo si no lo hablo con ustedes.
Quiero que sepan que lo último que desearía es que se enteren por
terceros.

Que quizás les haga falta tiempo para poder asimilar todo esto que les
cuento de mi vida y que lo voy a saber respetar, pero tampoco quiero
que sea visto como algo trágico ni para ustedes ni para mí,
simplemente porque no lo es. Como les dije antes, uno puede ser
sumamente feliz, y lo mejor, puede ver lo infelices que son
quienes intentan decirnos cómo vivir la vida, cómo deberíamos
esconder nuestra esencia, disfrazar nuestra realidad, sin tener en
cuenta que todas esas cosas van a incidir en la vida de muchas
otras (una mujer que no será amada, hijos que tendrán que convivir
con esa situación y, sobre todo, el engaño como eje central en la vida
de uno). Esta carta se trata de respetarnos y de sincerarnos un
poco más, de que me conozcan tal como soy, entre otras cosas,
nada más ni nada menos que el que siempre fui”.

Diego acercó su historia, movilizado por la publicación de


una carta de un padre a su hijo gay: "Lo supe desde que naciste y
siempre te amé".

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