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POEMAS DE JUAN GONZALO ROSÈ

PRIMERA CANCIÓN
No he inventado ninguna melodía.
Los que amaron dirán:
"Conozco esta canción...
y me había olvidado de lo hermosa que era..."
Y habrá de parecerles
la primera
canción con que soñaron.
CADENA DE LUZ
No debiera hablarte de estas cosas.
Debería decirte:
La mañana es bella.
La tarde es bella.
La noche es bella.
Y al escucharme,
tú sonreirías;
y al verte sonreír,
mi propio corazón sonreiría.
Y al vernos sonreír,
acaso hasta la vida también sonreiría...
SEGUNDA CANCIÓN
Antes de morirme quiero
regar con sal y amargura
la entrada de nuestro huerto.
Pues si otro sembrar ansía,
derrame sangre en su suelo;
que a mí me costó la mía
la rosa que yo me llevo.
MARISEL
Yo recuerdo que tú eras
como la primavera trizada de las rosas,
o como las palabras que los niños musitan
sonriendo en sus sueños.
Yo recuerdo que tú eras
como el agua que beben silenciosos los ciegos,
o como la saliva de las aves
uando el amor las tumba de gozo en los aleros.
En la última arena de la tarde tendías
agobiado de gracia tu cuerpo de gacela
y la noche arribaba a tu pecho desnudo
como aborda la luna los navíos de vela.
Y ahora, Marisel, la vida pasa
sin que ningún instante nos traiga la alegría...
Ha debido morirse con nosotros el tiempo,
o has debido quererme como yo te quería.
TERCERA CANCIÓN
Se me pasea el alma.
Los días ya no saben
si buscarme
al pie de mis rodillas,
o en tu lecho.
Se me pasea el alma
por tu cuerpo.
ÉGLOGA TARDA
Me he acostumbrado a ti
como los ríos al color del cielo.
Odio lo que se pierde en cada paso;
el tiempo de mi espera, sin esperanzas lleno.
Me he acostumbrado a ti
como la luz del mundo a las ventanas.
Obscurece y no llegas.
Será para mañana.
Doblo amorosamente mi flor para mañana
pues las rosas ya saben esperarte conmigo.
LETANÍA DEL SOLITARIO
Cada tarde te pierdo,
como se pierde el tiempo
o la esperanza.
Cada tarde,
definitivamente,
te pierdo
como se pierde la paciencia.
Cada tarde
dices no.
Mueves la cabeza y dices no.
Mueves la tierra y dices no.
No mueves los labios y tu silencio dice no.
Infatigablemente,
cada tarde,
mi café solitario obscurece el planeta.
CUARTA CANCIÓN
Ya me ahogo de cielo.
Mi corazón se inclina
y las islas no llegan.
Dame tu mano entonces:
quiero morir tocando
el extremo más dulce de la tierra...
GEOGRAFÍA IMPLACABLE
Mi corazón limita con el mar,
por las noches;
con tu amor,
por mi cuerpo.
Entre islas fragantes y tus manos pequeñas
mi distancia se extiende.
A veces en los vientos marineros me pierdo,
a veces en los actos de tu vida
me encuentro.
A veces yo confundo tus brazos en la sombra
con un blanco archipiélago,
a veces en tus ojos diviso el mar abierto.
Si me ausento no vayan
a las altas montañas:
buscadme entre las algas de la mar más cercana,
o en los bosques de sombra que derrama su pelo.
Si me muero, buscadme
en las altas montañas.
Cual un ave sombría
me hallaréis en la nieve
largamente dormido.
Sin saber si me han muerto de la mar las nostalgias,
o la gran marejada que desata su olvido.
COMO EL MANSO JUMENTO
Como el manso jumento
cuyos ojos demoran
la ternura del cielo:
nací para la yerba,
a su prado confío
mi amoroso secreto:
las hormigas que saben
su hacendosa dulzura
a mis labios acuden
en silente concierto:
y entre siglos de yerba
me topo con la luna
persiguiendo su cara;
grumete que extraviado
de noche en la pradera,
la espuma de los mares
que anhelara
con sombras de azucenas
confundiera.
QUINTA CANCIÓN
Por tu ventana dormida
entra una rama de cielo;
en esa rama hay un trino;
en ese trino, un secreto.
Si te lo digo despiertas.
Y si despiertas, no puedo,
por tu ventana dormida
entra mi rama de cielo...
YARAVÍ
A solas con mi alma
me es tan fácil decirlo...
Pero puedo morirme sin decírtelo.
Y yo voy a morirme sin decírtelo.
Una tarde,
cuando mi mano busque entre la yedra
- búsqueda vana -
celestial rocío;
entre otras palabras de mi vida,
encontrarás este poema extraño...
Y has de decir:
¿a quién amaba así? ¿a quién amaba?
Y si al errar en la respuesta sientes
ensangrentarte por cuantioso celo,
no lo digas, amor,
no, no lo digas,
que entre la yedra
moriré
de nuevo.
EXACTA DIMENSIÓN
Me gustas porque tienes el color de los patios
de las casas tranquilas...
y más precisamente:
me gustas porque tienes el color de los patios
de las casas tranquilas
cuando llega el verano...
y más precisamente:
me gustas porque tienes el color de los patios
de las casas tranquilas en las tardes de enero
cuando llega el verano...
y más precisamente:
me gustas porque te amo.
SEXTA CANCIÓN
Aquí sepulturera, aquí;
éste es mi pecho:
el de la roja orquídea
y el de los palomares.
No te tiemble la mano.
Ya no vaciles, corta
el hilo de mi sangre:
que cortarás en vano;
pues toda la agonía
la puse en mis cantares,
y hoy día mis cantares,
se van...
de mano en mano.
CARTA A MARIA TERESA
Para ti debo ser, pequeña hermana,
el hombre malo que hace llorar a mamá.
Yo me interrogo ahora
¿por qué no he amado sólo
las rosas repentinas,
las mareas de junio,
las lunas sobre el mar?
¿Por qué he debido amar
la rosa y la justicia
el mar y la justicia,
la justicia y la luz?
Fui un niño como todos.
También mi infancia
la atravezaba un río
y tenía una hora misteriosa
en la cual las palomas
a mi alma obedecían.
Pero me preguntaba
¿por qué en mi calle
la alegría es un viento
fugaz e inesperado?,
¿Por qué no siembran trigo
también sobre mi pecho,
si aquí en mi corazón,
todas las noches
se desbordan los ríos?
Por eso fue la noche
el rostro de mi madre,
astro de cera y llanto
en el cielo apagado de mi celda;
por eso me negaron
el Perú en mi desvelo,
y vanamente grito:
devolvedme mi patria,
devolvedme mi escuela de palomas,
mi casa frente al mar,
devolvedme su calle más pequeña;
su lámpara más rota,
su más ciego lugar.
A pesar de todo esto,
para ti debo ser, pequeña hermana,
el fantasma que vuelca
la sal sobre la mesa,
el mal hado que rompe
las puntas de los días:
y es que a ti te hace daño
ver llorar a mamá.
Mas una tarde, hermana,
te han de herir en la calle
los juguetes ajenos;
la risa de los pobres
ceñirá tu cintura
y andando de puntillas
llegará tu perdón.
Cuando esa hora suene
es que amarás las rosas,
las mareas de junio,
el jardín de diciembre
donde los niños van;
es que amarás mis sueños
y mis cosas,
¡Sabrás por qué se rompe
fácilmente
por la mitad el pan!
Cuando esa hora suene
y se empadrine en mi padre mi orfandad,
iremos de la mano
por las calles de Lima,
en trinidad de gozo:
la risa de mamá.
LAS CARTAS SECUESTRADAS
Tengo en el alma una baranda en sombra.
A ella, diariamente me asomo, matutino,
a preguntar si no ha llegado carta;
y cuantas veces
la tristeza celebra con mi rostro
sus óperas de nada.
Una carta.
Que me escriba una carta la que me hizo
los ojos negros y la letra gótica,
que me escriba una carta aquella amiga
analfabeta de pasión cristiana;
duraznos de mi tierra: que me escriban,
y redacte una carta pequeñita
mi hermana abecedaria y pensativa.
Muertos los de mi infancia
que se fueron
dormidos entre el humo de las flores,
novias que se marcharon
bajo un farol diciendo eternidades,
amigos hasta el vino torturado:
¿No hay una carta para Juan Gonzalo?
Si no fuera poeta, expresidiario,
extranjero hasta el colmo de la gracia,
descubridor de calles en la noche,
coleccionista de apellidos pálidos:
quisiera ser cartero de los tristes
para que ellos bendigan mis zapatos.
Que los cojos me narren su muleta,
y el enfermo me cuente de su almohada,
y me pidan prestada mi sonrisa,
pero en carta de amor certificada.
El día que me muera: ¿en una piedra?
el día que me duerma: ¿en una cama?
que me llenen de cartas la camisa
para asfixiarme de palomas blancas.
También de palomar se muere un hombre,
cuando sabe vivir por una carta.
ESCRIBANO EN LA BALANZA
Y después de servirte
e informarte,
de transitar a mula tus ministerios grises,
los plácemes del sol, las gargantúas de las soledades;
después del recorrido
y de los testimonios
escritos en papeles y tijuanas
se cumplirá tu ley, Rey
Severísimo: muerto seré:
ni siquiera pichón de cacatúa,
coraza de ostras, cachivache ardiendo:
sensatamente un muerto.
Un hombre muerto.
¿Y la frase pensada subido
en un camello? ¿Y el poema
que dije conversando con Walter,
y mis leyes de Niza, y mi ópera
al sacarme la corbata?
¿Quién habrá de escucharlos, Rey
Artero,
cuando las horas huecas
alarguen a mis pencas sus hocicos?
Nadie.
Nadie.
Pero entre los aperos de tus largos veranos,
¡oh Rey del exterminio!, seguirás,
encontrando mis mensajes:
este es mi oficio.
Y esta fugacidad:
todo mi reino.
EL VASO
Roto ha de estar, supongo,
el vaso cojo de mi antigua casa.
¡Cómo ha podido contener, él solo,
el agua toda que bebí en mi infancia!
Alguna mano familiar y amiga
debió romperlo —una tarde acaso—
y toda el agua de mi infancia rota
cayó en mi alma, viuda de ese vaso.
No lo neguéis (mamá, no ha sido adrede)
desde aquí estoy viendo,
parado y solo en terraplén extraño,
el agua de mi infancia derramada.
Así como yo cuido mi corazón, cuidadme
los amados objetos de este reino
que edifiqué con risa ya llorada.
Ayer —no me lo dijo nadie, lo he sabido
como se advierte el dolor del llanto
en la cama de hotel que nos cobija—
alguien ha roto el vaso donde un niño
supo peinar la sed de lo jugado.
Por eso insisto:
guardad las cosas del que está lejano,
defendedlas de los vuelos terribles de la mano.
Estar ausente tantos años hace
sentirse un muerto al vivo más presente
y por eso perdono (yo al culpable)
tanto naufragio,
tanta rotura de alma impunemente.
Pero el vaso, no, el vaso nunca:
otros vasos habrá, pero ninguno
que conserve los versos de la fuente.
GASTRONOMIA
Para comerse un hombre en el Perú
hay que sacarle antes las espinas,
las visceras heridas,
los residuos de llanto y de tabaco.
Purificarlo a fuego lento,
cortarlo a pedacitos
y servirlo en la mesa con los ojos cerrados,
mientras se va pensando
que nuestro buen gobierno nos protege.
Luego:
afirmar que los poetas exageran.
Y como buen final:
tomarse un trago.
TOCATA Y FUGA
Te busco, muerte. Te busco
y no te encuentro.
Entre la nada te busco
y te busco
entre la gente.
Y no te encuentro.
Peru cuando tú
me busques...
todo será diferente.
MACHU PICCHU
Machu Picchu, dos veces
Me senté en tu ladera
para mirar mi vida.
Para mirar mi vida
Y no por contemplarte,
Porque necesitamos
Menos belleza, Padre,
Y más sabiduría.

DISCURSO DE LA CLARIDAD
Fuego en el fuego.
Luz en el agua,
Amor en el corazón:
Jamáis me abandonéis.
Cisterna que la luna rebalsara,
Poderío extasiado de la nieve:
Resplandeced en mí.
Tonada de los bosques
Acompasad, por siempre, mi alegría.
Y que sea mi muerte el espejo trizado
Donde sigan ardiendo las arenas del día.
(Informe al rey y otros libros secretos, Lima 1967)
YA ESTOY PURIFICADO, POESÍA
Ya estoy purificado, poesía.
Ya podemos mirarnos a los ojos
Como en la tarde de la luz aquella:
Yo jugaba la ronda entre chiquillos,
Y tus manos, temblando, me eligieron.
LUCIÉRNAGAS Y VERSOS
Pues caso estimable es el del bicho
Que más alumbra
Cuanto más se muere.
Y no el del hombre
Que se opaca a pocos
Y es mucho más oscuro
Cuando dura.
RELOJ DE BOLSILLO
Las horas no transcurren
cuelgan inmóviles
de un alambre invisible.
Mi cuerpo se hace piedra
varada por el mar
en una playa hueca
sin siquiera el consuelo
de un salino cantar
Piedra que mira quieta
la habitación vacía
el mismo muro blanco
como fecha sin dia.
¿Dónde te fuiste tiempo
que antes correteabas
entre mis pies de yeso?
las horas no acumulan
su forraje de hiedra
los minutos no avanzas
hacia el pie de la estatua
reloj de bolsillo.
El sol se hace una mancha
atrapada en el agua.
El tiempo se hace eterno
y deben ser las 4
pajareando mi casa.
LOS MALOS POEMAS
No los destruyas.
No los eches
al pozo de los cielos.
Tal vez ellos retornen
después que la belleza
se haya ido.
Cuando la soledad
camine libremente
de la cama hasta el patio
y mi casa parezca
-al ojo del infante-
algún enorme erizo.
Entonces,
quizás entre sus líneas
descubras un instante
inadvertido;
la palabra extraviada
en domingos zoológicos;
algo más verdadero que lo hermoso.
Nadie sabe.
Consérvalos.
Cambia tu piel. También
la piel del mundo.
Pero el poema queda
guardando su misterio.
Tal vez no hay en tu cuerpo
-todavía-
esa única lámpara
con la que puedes verlo.
SI UN ROSAL SE MUERE
Si un rosal se muere
herido de aromas,
y se hunde en el polvo
su rosa mejor
el jardín recoge
aquel mismo aroma
y sobre el olvido
dibuja otra flor.
Si un amor nos quita
la luz de la vida,
y en la despedida
nos ciega el dolor
la vida recoge
la luz de esa herida
y en la despedida
renace otro amor.
Así tu corazón dejó
nubes de invierno
en el cielo
doliente del adiós
más traerá el estío
su costumbre de rosas
y la más hermosa
me dará su amor.

CÍRCULO
El poema más completo
es la unidad diferente:
la mitad de quien lo escribe,
la mitad de quien lo siente.
El círculo se cierra
donde me comenzaba:
niñón he de morir,
niñón de marras.

SALUTACIÓN
Año nuevo en la sangre de
los asesinados.
Año nuevo en la sala de torturas
y en el ojo del hombre prisionero
donde un tiempo sin sol hace
su nido.

HUAYNO DE URU
Ya no más mi paloma,
la que conmigo lloraba.
Ya no más mi gorrioncito
que se
asustaba.
Ya no serás mi lorochay,
mi lorochay con ojos de oro.
Ya no jalaré tu cordoncito.
Ya no tendré de tu fineza.
Ya no. Valicha cruel.
Ya no serás mi tordo lindo.
Triste no más he de seguir.
Soltero no más seré.
[...]
Ya para nunca, jamás
nunca, Valicha.

BÍO BÍO
Que bien estai
cabrita.
Por ti vale la pena
destruir nuestro idioma
envejecido
[... ]
Chita que triste que estoy.
Qué maca, caluya, palte
el haberte conocido.

TU VOZ»,
Está mi corazón
llorando su pasión,
su pena
y la antigua condena
escrita por los dos.
Afuera creo ver
tu sombra renacer
serena,
bajo el mismo sol
que un día se llevó
tu voz.
Tu voz, tu voz, tu voz,
tu voz existe;
anida en el jardín
de lo soñado,
inútil es decir
que te he olvidado.

NATA NATAL
Yo te perdono, Lima, el haberme parido
en un quieto verano
de abanicos y moscas.
Por varias veces fuime

Tu voz, tu voz,
tu voz,
tu voz existe;
anida en el
jardín
de lo
soñado,
inútil es
decir
que te he
olvidado.
lejos de tu pechuga y conocí avenidas
con el pelo rapado,
divanes consumidos por las pulgas
prendadas de mi cuero; pero también hamacas
colgadas de la luna.
Y en todas partes, Lima, te extrañaba.
Más que pasión
la mía, es tu mala costumbre de quererme
casi sin consultarme, de servirme en la cama
garrafas de agua viva
traídas por doncellas
y pajes malandrines.
Yo te perdono, antigua, tu chochera conmigo,
mi chochera contigo, nuestros ambos cariños
al pie de la mampara.
Tristes reliquias somos
de un hermoso país
que jamás conocimos.

III

¿En qué calle vive usted?


¿Le gustan Proust, Chaplin,
los platos fríos?
¿No se molesta
si le beso el hombro?

RECOMPENSA
El Estado no me ofrece
ni seguridad ni aventura:
estoy contra el Estado
Tú tampoco me ofreces
ni seguridad ni aventura.
Pero si me acuesto
con el Estado
no amanezco con un jardín en la cabeza.

ÚLTIMA ORDEN
Abrirá tu deseo
las manzanas
de este invierno suntuoso y desmayado:
y comerás su carne.
Cerrarás con el libro los cansancios,
la soledad, las noches

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