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Alejo Santa-María. "Marcel Proust. Cien años". El Universal (Caracas), Año LXII, N° 22.

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(domingo 4 de julio de 1971), sección "Índice Cultural", p. 2-9.

Francia conmemora el primer centenario del nacimiento de Marcel Proust, una de las
figuras más relevantes de la literatura contemporánea cuya obra fundamental "A la Busca
del Tiempo perdido" se la disputan actualmente los directores de cine por varios millones
de dólares.
La obra de Proust, como La Comedia Humana de Honorato de Balzac, es una sola
que se resuelve en varios volúmenes con perfecta unidad estilística y temática continuada,
introspectiva en el caso de Marcel Proust. El autor no le interesó sino la indagación
psicológica, el análisis, las experiencias y el proceso de su propia vida confrontándola con
el mundo donde actuó. "A la sombra de las muchachas en flor", El Camino de Swann y
otras en que se divide la obra monumental de Proust, definen los estados anímicos de
este inválido que permanece en la cama por 20 años aislado del mundo y únicamente
atento a su obra, inhalando el polvo de Legrás para aplacar sus violentos ataques de asma.
Cuando lo visita nuestro Pedro Emilio Coll en su reclusión por intermedio de otro amigo
venezolano de Proust, el célebre músico Reinaldo Hahn cuenta Pedro Emilio la
sobrevino un ataque de asma. Se transformaba, su rostro adquiría lividez cadavérica y era
presa de grandes temores, pero en sus estados serenos solía escribir durante la noche y
era en las horas diurnas cuando descansaba. Una vida como él mismo decía aislada
totalmente y cuando deseaba ver un amigo lo solicitaba telefónicamente haciéndole
advertencias y recomendaciones por intermedio de su fiel ama de llaves. Por ejemplo, no
debería ir acompañado de señoras que usen perfumes fuertes, polvos ni ninguna
sustancia que pudiese provocar su mal.
Era la vida de Proust muy triste, pero al mismo tiempo iluminada por una fe
interior gracias a su prodigiosa inteligencia reconocida en aquellos años que procedieron a
su muerte acaecida en 1922 por un reducido grupo de intelectuales franceses. Cuando a
André Gide integrante del equipo editor de "La Nouvelle Revue Francaise" le presentaron
los originales de El camino de Swann los rechazó porque no le gustaron, la excusa fue que
allí no se editaban obras elaboradas por dandies ociosos, que escribían desde la cama;
más tarde se arrepentiría y reconocería que uno de sus más grandes errores de su vida
literaria fue rechazar una de las obras fundamentales de la literatura francesa
contemporánea. En las conversaciones con sus amigos, años más tarde de la muerte de
Proust, confesó Gide que nunca llegó a sospechar que aquel escritor de cuentos eróticos
en su juventud llegaría a ser el precursor de la novela contemporánea la que años después
tuvo su mayor auge en Inglaterra y los Estados Unidos.
Si Marcel Proust tenía perfecta conciencia de que sus libros eran distintos y con
razón pensaba que no serían olvidados, no escribió sin embargo, como en el caso de
Balzac espoleado por sus editores ávidos quienes sabían de las debilidades gastronómicas
del autor de La Comedia Humana. Tenía Proust bienes de fortuna y para él la literatura fue
la mejor medicina para su mal incurable, ya que jamás aceptó los médicos y a su hermano
Roberto cuando anunciaba visita le advertía: "__Si vienes como médico doy órdenes que
no te dejen entrar". Esta repulsión la justificaba el escritor diciendo que su mal no tenía
curación y los médicos seguramente lo aliviarían pero disminuían sus facultades con
anestésicos y soporíferos que lo atontaban sin necesidad.
Las biografías que se han escrito después de la muerte del más destacado novelista
francés del presente siglo señalan su austeridad, apenas tomaba café con leche en las
noches y algún panecillo. Fue diferente a Balzac que por las noches cuando no trabajaba
comía pantagruélicamente en los restoranes de París. La vida de ambos refleja dos
estados anímicos y ambos a su vez dos frases definidas de la vida.
Cuando ha pasado ya casi medio siglo de la muerte de Marcel Proust y ahora en
este julio se cumple el primer centenario de su nacimiento, el mundo del cine descubre su
obra que es la aventura más extraordinaria del espíritu que escritor alguno haya realizado.
Las editoriales francesas han lanzado un lujoso volumen de "A la busca del tiempo
perdido" para que el mundo de las letras redescubra al hombre que nació con la más pura
y desinteresada vocación de escritor.
Caracas, julio de 1971.

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