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BOLILLA 11 – LIBERTAD DE EXPRESIÓN, REUNIÓN Y

PETICIÓN. Dº A LA INFORMACIÓN
El derecho a la libertad de expresión e información en la
jurisprudencia internacional - Santiago Felgueras
ARTÍCULO 13 DE LA CADH: protege la libertad de expresión del siguiente modo:
1. Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión . Este derecho
comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin
consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística o por cualquier
otro procedimiento de su elección.
2. El ejercicio del derecho previsto en el inciso precedente no puede estar sujeto a previa
censura, sino a responsabilidades ulteriores, las que deben estar expresamente fijadas por la ley y ser
necesarias para asegurar:
A. El respeto de los derechos o la reputación de los demás, o
B. la protección de la seguridad nacional, el orden público, o la salud o la moral públicas.
3. No se pude restringir el derecho de expresión por vías o medios indirectos, tales como el
abuso de controles oficiales o particulares de papel para periódicos, de frecuencias radioeléctricas, o
de enseres y aparatos usados en la difusión de información o por cualesquiera otros medios
encaminados a impedir la comunicación y la circulación de ideas y opiniones.
4. Los espectáculos públicos pueden ser sometidos por la ley a censura previa con el exclusivo
objeto de regular el acceso a ellos para la protección moral de la infancia y la adolescencia, sin
perjuicio de lo establecido en el inciso 2.
5. Estará prohibida por la ley toda propaganda en favor de la guerra y toda apología del odio
nacional, racial o religioso que constituyan incitaciones a la violencia o cualquier otra acción ilegal
similar contra cualquier persona o grupo de personas, por ningún motivo, inclusive los de raza, color,
religión, idioma u origen nacional”

La Corte Interamericana de Derechos Humanos sostuvo al respecto: “La libertad de expresión es un


elemento fundamental sobre el cual se basa la existencia de una sociedad democrática. Resulta
indispensable para la formación de la opinión pública. También constituye una conditio sine qua non
para el desarrollo de los partidos políticos, los gremios, las sociedades científicas y culturales y, en
general, todos los que desean influir al público. En resumen, representa la forma de permitir que la
comunidad, en el ejercicio de sus opciones, esté suficientemente informada. En consecuencia, puede
decirse que una sociedad que no está bien informada no es verdaderamente libre”.
Debido a esta función primordial que la libertad de expresión cumple en las sociedades
democráticas, la protección que se le otorga es, en líneas generales, más generosa que la de
otros derechos.
La libertad de expresión es vista como una condición necesaria para la existencia de un debate público
sobre asuntos políticos o de interés general, debate que es esencial para la existencia misma de la
sociedad democrática. Por lo tanto, el nivel de protección del derecho dependerá en forma
directamente proporcional a la vinculación que el caso tenga con el debate de asuntos de interés
público.
 Es así que aquellas expresiones referidas a temas esencialmente políticos recibirán un nivel de
protección muy importante, como consecuencia directa de su contenido.
 En cuanto a las expresiones referidas a temas de interés general –aunque no específicamente
“políticos”–, gozan también de una importante protección, a punto tal que, según veremos, se
consideran incluidas en una misma categoría que las expresiones políticas. Sin embargo, a medida que
el interés de quien se expresa o, fundamentalmente, del público receptor, se aleja de las cuestiones
fundamentales para el funcionamiento de la democracia y la vida en sociedad, la protección acordada
es menor. Lo mismo rige para las expresiones comerciales, que en tanto no incluyan información de
interés general gozan de una protección atenuada.
II. Expresiones prima facie protegidas : Mientras que la Corte Interamericana no ha
tenido oportunidad de pronunciarse sobre casos contenciosos que versaran sobre la libertad de
expresión, la Corte Europea ha interpretado este derecho en numerosas ocasiones. En estos casos, la
Corte Europea ha procedido a establecer, en primer término, si la expresión en cuestión se encuentra
protegida por el art. 10.1. del Pacto de Roma (donde se establece la protección al derecho de libertad
de expresión ). Sólo una vez establecido pasa a examinar si la interferencia fue legítima de acuerdo
con lo dispuesto por el segundo párrafo de dicho artículo (donde se establecen las restricciones
permitidas).
 Una primera discusión se presentó con la inclusión de las EXPRESIONES ARTÍSTICAS dentro
del ámbito del artículo 10.1
La Corte Europea, al tratar el tema, aceptó que las expresiones artísticas se encuentran incluidas en
el artículo 10, y que la libertad de expresión permite participar en el debate público con expresiones “de
toda índole”. Sin embargo, fue mucho menos explícita al reconocer una relación directa entre la
expresión artística y la efectiva participación en el debate público.
En el ámbito americano y en el ámbito universal esta cuestión aparece resuelta en los respectivos
textos de los tratados, que mencionan expresamente a las expresiones artísticas. Al respecto, ha
sostenido la Comisión Interamericana que cuando se vulnera el derecho a la libertad de expresión
“… no sólo se afecta el pensamiento y la actividad política de los pueblos; también sufre el desarrollo
cultural; se restringe la libertad artística y expresiones culturales tan importantes como el teatro, las
producciones literarias que muestran la idiosincrasia de los países con sus virtudes y defectos, no
encuentran un medio favorable para laborar con libertad y así progresar”.
“La censura previa a la prensa, a los libros, a las producciones artísticas en ge-neral y el veto en
ocasiones a escritores y artistas son manifestaciones más propias de sociedades totalitarias que deben
ser desterradas de nuestro hemisferio”.
 Otro grupo de expresiones sometidas a discusión fueron las EXPRESIONES REFERIDAS A
TEMAS COMERCIALES.
 La Corte Europea: En el caso “Barthold vs. República Federal Alemana”, se examinaban
expresiones que, según alegaba el gobierno, eran de carácter puramente comercial. La Corte Europea
decidió que se había violado el artículo 10, sobre la base de que las expresiones en cuestión
involucraban primariamente un asunto de interés público, y agregó: “el tribunal constata, en
consecuencia, la aplicabilidad del art. 10, sin necesidad de indagar en este caso si la publicidad, en
cuanto tal, se beneficia o no de la garantía que aquél asegura”.
En casos posteriores, la Corte dejó en claro que las expresiones de contenido comercial se
encontraban protegidas por el artículo 10.1 del pacto, aunque con una mayor libertad de acción de los
Estados en cuanto a las restricciones permitidas19.
En alguna decisión la Corte ha afirmado que el artículo 10.1 aplica, en principio, a toda clase de
expresiones, sin perjuicio del distinto criterio de revisión que se aplicará luego a las restricciones según
la importancia de la expresión en cuestión.
Sin embargo, algunos autores sostienen que la protección del artículo 10.1 está determinada por la
relación que la expresión en cuestión mantiene con los asuntos públicos, y se ha llegado a afirmar que
“por supuesto, las expresiones puramente privadas se encuentran enteramente excluidas del ámbito
del artículo 10”.
El examen de la casuística del Tribunal Europeo permite concluir que mientras existen varios
pronunciamientos en los que la Corte tangencialmente extendió la protección del artículo 10.1 a toda
clase de expresiones, no se advierten casos en los cuales se haya pronunciado en sentido contrario.
Sin embargo, la actitud de los Estados y las opiniones de algunos autores sugieren que la discusión no
puede considerarse superada.
En el Sistema Interamericano: tanto el texto de la convención (idéntico en estos aspectos al del
pacto universal) como la opinión consultiva nº 5 de la Corte Interamericana parecen resolver la cuestión
a la que nos venimos refiriendo en el sentido de que toda expresión se encuentra dentro del ámbito del
art. 13.1, cualquiera sea su contenido o su conexión con un asunto de interés público.
El texto expresamente establece un criterio de no distinción de las ideas o informaciones por su
contenido, al mismo tiempo que tampoco permite la distinción sobre la base de la forma en que se
expresan.
 En el caso “Goodwin vs. Reino Unido”, la Corte Europea entendió que el derecho a la libertad de
expresión incluía el DERECHO DEL PERIODISTA A RESGUARDAR LA IDENTIDAD DE
SUS FUENTES INFORMATIVAS.
De hecho, le otorgó a este derecho una importancia notable. Ese tribunal sostuvo que la protección de
las fuentes informativas de los periodistas es una de las condiciones básicas de la libertad de
expresión. Sin esta protección las fuentes podrían temer dar ayuda a la prensa para informar al público
sobre asuntos de interés general. Como resultado de ello, tanto la función vital de la prensa como
“perro guardián público” como su capacidad para comunicar información confiable y veraz podrían ser
afectadas. En consecuencia, estimó la Corte, dicho derecho sólo debía ceder ante un interés general
prioritario. Para agregar luego que las limitaciones a este derecho requerían el más cuidadoso
escrutinio por parte de la Corte. Dado que la protección a la libertad de expresión es reconocidamente
más amplia en el ámbito americano que en el Europeo, esta interpretación del derecho a la libertad de
expresión, naturalmente, también es aplicable en el ámbito americano.
 Por otra parte, también tuvo la Corte Europea oportunidad de pronunciarse sobre aspectos
específicos de la regulación de la labor y la responsabilidad periodística. En el caso “Jersild” la Corte se
ocupó del SUPUESTO DE UN PERIODISTA QUE PUBLICÓ EXPRESIONES DE UNA
TERCERA PERSONA.
Se trataba de un caso en el que un conductor de televisión puso al aire expresiones de contenido
racista hechas por un grupo de jóvenes de extrema derecha, junto con una serie de reflexiones
respecto de estos grupos. Tras analizar el caso desde el punto de vista de la neutralidad con la que el
periodista había enfocado el tema, la Corte estableció criterios generales. Sostuvo que “… la crónica de
noticias basadas en entrevistas, ya sean editadas o no editadas, constituye uno de los más importantes
medios a través de los cuales la prensa es capaz de cumplir su vital función de “perro guardián público”
La penalización de un periodista por ayudar en la difusión de afirmaciones hechas por otra persona en
una entrevista entorpecería seriamente la contribución a la discusión de los asuntos de interés público
de la prensa, y debe ser evitada a menos que existieran razones particularmente importantes para
hacerlo”.
En el ámbito americano, un precedente relativamente antiguo había establecido un sano criterio
constitucional.: “… el tribunal considera que tiene base constitucional el principio con-forme al cual la
persona que publica un diario, no puede ni debe ser sancionada penalmente, por la sola circunstancia
de que siéndole posible optar entre difundir o no una publicación que reviste interés público, elige lo
primero por entender que sirve mejor e imparcialmente la función que corresponde a la prensa libre,
como vehículo de información y de opinión de la comunidad”34.
 Un último grupo de casos que trataremos en este trabajo tratan el DERECHO A RECIBIR
INFORMACIÓN, contemplado tanto en la Convención Europea como en la Convención Americana.
En el caso “Observer y Guardian vs. Reino Unido” la Corte le asignó a la prensa el papel de “perro
guardián público”, mientras que en el caso “Lingens” ya había señalado que a la prensa: “le incumbe,
sin embargo, publicar informaciones e ideas sobre las cuestiones que se discuten en el terreno político
y en otros sectores de interés público. Si su misión es difundirlas, el público tiene el derecho de
recibirlas…”.
Si bien se ha señalado que estos derechos no son dos caras de una misma moneda, sino dos
derechos autónomos.
La Corte ha afirmado que el derecho a recibir información consiste en una prohibición para el Estado
de interferir entre una persona que desea brindar información y otra que desea recibirla (sujeto, claro
está, a restricciones), pero no implica, en principio, un derecho a exigir información de alguien, incluido
el gobierno, que no desea brindarla. Sin embargo, algunas salvedades formuladas por la Corte en
estos casos han permitido alentar esperanzas de que este derecho podría expandirse en aquellos
casos en los que la información requerida al Estado fuese de interés público.
Estas consideraciones no son directamente aplicables al ámbito americano, en el cual además del
derecho de “recibir información” se encuentra consagrado también el derecho de “buscar información”.
EL PRINCIPIO DE MÁXIMA DIVULGACIÓN EN EL ACCESO A LA INFORMACIÓN
PÚBLICA. - CASO CLAUDE REYES Y OTROS VS. CHILE - POR PABLO CAMUÑA
Como se sabe, la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), como
última intérprete de la Convención Americana de Derechos Humanos (CADH) es de aplicación
obligatoria para los tribunales argentinos. Así lo ha señalado la CSJN (entre otros, en el conocido caso
Giroldi) y es la correcta interpretación del Artículo 75 inc. 22 que señala la constitucionalización de la
CADH –y otros tratados- “en las condiciones de su vigencia”.
EL DERECHO A ACCEDER A LA INFORMACIÓN PÚBLICA . En la sentencia que
analizaremos, dictada en el caso Claude Reyes y Otros vs. Chile (19 de septiembre de 2006, Serie C.
Nº 151) la Corte IDH tuvo la primera oportunidad en su historia de pronunciarse sobre el acceso a la
información pública.
hechos. A mediados de 1998 Marcel Claude Reyes y otras personas presentaron un pedido de
información al Comité de Inversiones Extranjeras (CIE), un organismo público descentralizado del
Estado chileno, encargado de aprobar la entrada a ese país de capitales extranjeros. La información
solicitada apuntaba a un proyecto de industrialización forestal (“Río Cóndor”) concesionado a dos
empresas, una extranjera y otra chilena, que podía modificar el estatus ambiental y social de la zona de
ejecución. De los 7 puntos que incluía el pedido, el CIE sólo respondió 4, por lo que los peticionarios
comenzaron acciones judiciales a fin de obtener la información restante. Agotadas las vías de la
jurisdicción interna sin resultados positivos, acudieron al sistema interamericano de protección de
derechos humanos y en última instancia, accedieron a un fallo de la Corte IDH.
Consideraciones de la Corte. En su sentencia la Corte comienza por ubicar el tema de su
decisión en el marco del derecho a la libre expresión.
Para la Corte la libertad de expresión “es un elemento fundamental sobre el cual se basa la existencia
de una sociedad democrática” y ese nexo esencial es el eje de todos sus análisis en la materia.
En Claude Reyes avanza en este sentido para señalar que el acceso a la información pública forma
parte del derecho a buscar y recibir informaciones e ideas de toda índole, comprendido en el Artículo
13 de la CADH. Este precepto, señala la Corte, “protege el derecho que tiene toda persona a solicitar
el acceso a la información bajo el control del Estado” “y la obligación positiva del Estado de
suministrarla, de forma tal que la persona pueda tener acceso a conocer esa información o reciba una
respuesta fundamentada cuando por algún motivo permitido por la Convención el Estado pueda limitar
el acceso a la misma para el caso concreto”.
“El actuar del Estado –señala- debe encontrarse regido por los principios de publicidad y transparencia
en la gestión pública, lo que hace posible que las personas que se encuentran bajo su jurisdicción
ejerzan el control democrático de las gestiones estatales, de forma tal que puedan cuestionar, indagar
y considerar si se está dando un adecuado cumplimiento de las funciones públicas”. Y completa
diciendo que “para que las personas puedan ejercer el control democrático es esencial que el Estado
garantice el acceso a la información de interés público bajo su control, [pues así] se fomenta una
mayor participación de las personas en los intereses de la sociedad”.
Los nuevos estándares en el acceso a la información pública . Esta crucial importancia
con que la Corte interpreta el acceso a la información sienta las bases para construir un sistema de
estándares mínimos, que sintéticamente son los que siguen.
1. En primer lugar señala que rige en la materia el “Principio de Máxima Divulgación”. Ello significa
que existe la presunción de que toda información pública es accesible, a menos que el Estado
demuestre que para el caso concreto existe una restricción que cumple con los requisitos exigidos por
la CADH. Esto es, que la restricción está fijada por ley formal, que tiende a un objetivo permitido por la
propia CADH (como el respeto de los derechos o la reputación de los demás o la protección de la
seguridad nacional o el orden o salud públicas), y finalmente que sean necesarias en una sociedad
democrática.
2. En segundo lugar la Corte señala concordantemente con el análisis de la doble dimensión de este
derecho que cualquier persona puede solicitar información “sin necesidad de acreditar un interés
directo para su obtención o una afectación personal”. De esta manera el tribunal establece una
legitimación amplísima. En este sentido, a la persona le basta con probar que requirió información y
que esa información tiene el carácter de pública para hacer nacer la obligación del Estado de
suministrarla o, en su caso, de demostrar que existe para el caso una restricción válida.
3. Por último, la Corte IDH remarca la obligación de los Estados Parte de la CADH de adoptar todas
las medidas necesarias para garantizar los derechos contenidos en ella (Artículo 2). Para el caso esto
implica que “la normativa que regule restricciones al acceso a la información bajo el control del
Estado debe cumplir con los parámetros convencionales y sólo pueden realizarse restricciones
por las razones permitidas por la Convención lo cual es también aplicable a las decisiones que
adopten los órganos internos en dicha materia..
CONCLUSIÓN. En el caso la Corte concluyó que el Estado chileno era responsable por la violación
de los Artículos 1,2, 13, 8 y 25 de la CADH. Los estándares mínimos sentados en este fallo, sin
embargo, lo trascienden para dar un significativo impulso a la vigencia de este derecho en toda
América.
Aplicados a nuestra realidad provincial, sin embargo, ponen en evidencia un enorme atraso. La
inexistencia de una ley provincial de acceso a la información pública hace que cualquier negativa a
suministrar información por parte del Estado tucumano sea contraria a la CADH (e inconstitucional en
el ámbito interno) por lo que urge avanzar en una adaptación legislativa coherente con estos principios.
Al mismo tiempo, la existencia de prácticas profundamente arraigadas en la administración pública de
negar información sin mayores fundamentos marca otro escenario en el que urgen cambios. Se halla
en juego, en definitiva, la responsabilidad internacional del Estado Argentino por violación de derechos
humanos.

ACCESO A LA INFORMACION PUBLICA- Decreto 1172/2003


El mismo tiene como objetivo fundamental la reglamentación de cinco mecanismos que aseguran el
acceso “igualitario” de los ciudadanos a la información estatal y la consiguiente participación en las
decisiones de los asuntos públicos para los casos que corresponda según lo determina la propia
norma.
La argumentación más importante que surge de los propios considerandos, gira en torno de la
necesidad de fortalecer la relación entre el Estado y la Sociedad Civil, imprescindible para concretar las
reformas institucionales necesarias para desarrollar una democracia legítima, transparente y eficiente.
Dentro de estas reformas, se hace necesario el saneamiento de las instituciones, debiendo otorgarse
un lugar primordial a los mecanismos que incrementan la transparencia de los actos de gobierno, a los
que permiten el libre acceso a la información y a los que amplían la participación de la sociedad en los
procesos decisorios de la administración.
Los mecanismos contemplados por la norma de acceso y participación son los siguientes; 1)
Las Audiencias Públicas, 2) La publicidad de la Gestión de Intereses -“lobby”- 3) La Elaboración
Participativa de Normas, 4) El derecho de Acceso a la Información Pública en el área del Poder
Ejecutivo Nacional y 5) Las Reuniones Abiertas de los Entes Reguladores de los Servicios Públicos
La norma tiene, dos fines genéricos;
1. el primero, es institucionalizar los mecanismos que hacen posible el acceso a la información estatal
en las áreas que dependen del Poder Ejecutivo Nacional, estableciendo en relación a cada uno de
estos instrumentos, un procedimiento común al universo de organismos, entidades, empresas,
sociedades, dependencias y todo otro ente que funcione en la jurisdicción de este poder del Estado;
2. el segundo, es establecer el acceso libre y gratuito vía Internet a la edición diaria de la totalidad de
las secciones del Boletín Oficial, durante el día hábil administrativo de su publicación gráfica.
En todos los supuestos de participación, salvo para el caso de las Reuniones Abiertas de los Entes
Reguladores de los Servicios Públicos, se prevé que la autoridad de aplicación será el órgano de
mayor jerarquía dentro de esa repartición estatal dependiente del Poder Ejecutivo.
Para los cinco institutos se garantiza el respeto de los principios de igualdad, publicidad, informalidad y
gratuidad. Se establece como principio general en la normativa que aquellos funcionarios que
incumplan con las obligaciones estipuladas en cada uno de los casos previstos en los distintos
mecanismos, incurrirán en falta grave, sin perjuicio de las responsabilidades que pudieran caberles
conforme lo previsto en los Códigos Civil y Penal de la Nación.
Jurisprudencia
Prohibición de restricciones indirectas
Corte IDH, Op. C. n° 5/85 “La colegiación obligatoria de periodistas”.
En Costa Rica, se dictó una ley que establecía que aquellos que no se habían colegiado o que no se
colegiaran en Colegio de Periodistas, no podrían ejercer dicha profesión.
El Gobierno -a pedido de la SIP (Soc. Interamericana de Prensa)- sometió a la CIDH una opinión
consultiva p/determinar si dicha ley era acorde o estaba en pugna con:
 Art. 13 Convención Americana s/DH.- Libertad de pensamiento y expresión
 Art. 29 Convención Americana s/DH.- Normas de interpretación
La Corte dijo:
 La libertad de pensamiento y expresión consagrada en la Convención comprende 2 dimensiones:
1. Dimensión Individual, está dada por el Dº de c/uno de manifestar su propio pensamiento, unido
indivisible// al Dº de utilizar cualquier medio apropiado p/difundirlo y hacerlo llegar al mayor Nº de
destinatarios
2. Dimensión Social, consiste en el Dº colectivo a recibir cualquier información y a conocer la
expresión del pensamiento ajeno.
Ambas dimensiones deben ser garantizadas simultánea//.
 La necesidad y la legalidad de las restricciones a la libertad de expresión, dependerá de que estén
orientadas a satisfacer un interés público imperativo y que entre varias opciones p/alcanzar ese
objetivo debe escogerse aquella que restrinja en menor escala el Dº protegido.
 La restricción debe ser proporcionada al interés que la justifica y ajustarse estrecha// al logro de ese
legítimo objetivo.
 Las restricciones permitidas por la CADH en relación a este Dº, deben ser las “necesarias
p/asegurar” la obtención de ciertos fines legítimos, es decir, no basta que la restricción sea útil p/la
obtención de ese fin.
 La colegiación obligatoria de periodistas, en cuanto impida el acceso de cualquier persona al uso
pleno de los medios de comunicación social como vehículo p/expresarse o p/transmitir información, es
incompatible con el art. 13 de la CADH.

Corte IDH  Caso: “Ivher Bronstein vs. Perú (2001)


Los hechos del presente caso se centran en Baruch Ivcher Bronstein, quien era el propietario
mayoritario de un canal de televisión desde 1986. El señor Ivcher nació en Israel posteriormente
adquirió la ciudadanía peruana por naturalización.
Uno de los programas de dicho canal empezó a transmitir reportajes relacionados con el gobierno del
entonces Presidente Alberto Fujimori. Es así como el 23 de mayo de 1997 el Poder Ejecutivo del Perú
expidió el Decreto Supremo No. 004-97-IN, que reglamentó la Ley de Nacionalidad No. 26574, y
estableció la posibilidad de cancelar la nacionalidad a los peruanos naturalizados. En julio de 1997 se
dejó sin efecto legal el título de nacionalidad peruana del señor Ivcher. Debido a ello, se le suspendió
como accionista mayoritario del canal televisivo. Los recursos presentados para cuestionar estas
decisiones fueron desestimados.
La Corte dijo:
 Dº a la Nacionalidad (art. 20): se privó de la misma a un ciudadano por naturalización mediante
resolución administrativa sin observar el procedimiento previsto en la legislación interna p/anular dicho
título.
 Dº a las gtías judiciales (art. 8): no se le permitió al ciudadano al cual se lo privó de nacionalidad,
acceder al expediente administrativo, no se le comunicaron los cargos formulados, no se le permitió
presentar terstigos y fue juzgado por tribunales q fueron creados e integrados en forma sobreviniente a
los hechos, por lo q se violó el Dº de ser juzgado por jueces independientes e imparciales.
 Dº a tutela judicial rápida y sencilla frente a actos estatales violatorios de DH (art. 25): la falta
de independencia e imparcialidad, la excesiva demora en emitir resolución, la sustanciación de
denuncias civiles y penales contra el accionante con fines intimidatorios, importaron una denegación de
justicia.
 Dº a la libertad de expresión (art. 13): se lo acusó de conducir una campaña difamatoria contra las
Fuerzas Armadas, se lo privó arbitraria// de su ciudadanía, de la presidencia de la empresa. Todo ello
tiende a limitar de un modo indirecto la libertad de circulación de noticias, ideas y opiniones y el Dº a
recibir información.
 Dº de propiedad privada (art. 21): una medida cautelar privó al socio mayoritario de su
participación accionaria, se le impidió asistir a la asamblea q lo removió de la presidencia del directorio,
transferir sus acciones, recibir dividendos y ejercer los demás Dºs derivados de su condición, no
mediando razones de utilidad pública ni indemnización compensatoria.
Prohibición de censura previa
Corte IDH  Caso: “La última tentación de Cristo”
Los hechos del presente caso ocurrieron el 29 de noviembre de 1988 cuando el Consejo de
Calificación Cinematográfica rechazó la exhibición de la película “La Última Tentación de Cristo”. Esta
decisión fue posteriormente ratificada por la Corte Suprema de Justicia.
El 17 de noviembre de 1999 la Cámara de Diputados aprobó un proyecto de reforma constitucional
tendiente a eliminar la censura previa en la exhibición y publicidad de la producción cinematográfica.
Sin embargo, dos años después, no se habían completado los trámites necesarios para su aprobación.
A raíz de ellos la Asociación de Abogados por las Libertades Públicas formuló denuncia ante la CIDH,
la cual resolvió q existían violaciones de DH y formuló las recomendaciones pertinentes. Incumplidas
éstas, elevó el caso a la Corte IDH:
La Corte decide que,
- El Estado debe modificar su ordenamiento jurídico interno, en un plazo razonable, con el fin de
suprimir la censura previa para permitir la exhibición de la película “La Última Tentación de Cristo”, y
debe rendir a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, dentro de un plazo de seis meses a partir
de la notificación de la presente Sentencia, un informe sobre las medidas tomadas a ese respecto.
- El Estado debe pagar la suma de US$ 4.290 (cuatro mil doscientos noventa dólares de los Estados
Unidos de América), como reintegro de gastos generados por las gestiones realizadas por las víctimas
y sus representantes en los procesos internos y en el proceso internacional ante el sistema
interamericano de protección. Esta suma se pagará por conducto de la Comisión Interamericana de
Derechos Humanos.
- Supervisará el cumplimiento de esta Sentencia y sólo después dará por concluido el caso.
La Corte declara que,
- El Estado violó el derecho a la libertad de pensamiento y de expresión consagrado en el artículo 13
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.
- El Estado incumplió los deberes generales de los artículos 1.1 y 2 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos en conexión con la violación del derecho a la libertad de pensamiento y de
expresión.
Responsabilidad ulterior
Corte IDH  Caso: “Herrera Ulloa vs. Costa Rica” (2001)
Los hechos del presente caso se refieren a Mauricio Herrera Ulloa, periodista que trabajaba en el
periódico “La Nación”, y a Fernán Vargas Rohrmoser, quien era el presidente de la Junta Directiva y
representante legal de “La Nación”. Los días 19, 20 y 21 de mayo de 1995 el periódico “La Nación”
publicó un un grupo de artículos en los cuales Mauricio Herrera Ulloa se vinculaba al señor Félix
Przedborski, entonces delegado de Costa Rica ante la Organización Internacional de Energía Atómica,
con diversas conductas ilícitas. El 25 de mayo de 1995 el señor Félix Przedborski publicó en el
periódico “La Nación” un artículo en el cual daba su versión de los hechos.
El señor Félix Przedborski interpuso dos querellas contra el periodista por los delitos de difamación,
calumnias y publicación de ofensas, a raíz de la publicación de los artículos mencionados. Asimismo,
ejerció una acción civil resarcitoria contra el señor Mauricio Herrera Ulloa y contra el periódico “La
Nación”.
-El 29 de mayo de 1998 se emitió una sentencia que absolvió al señor Mauricio Herrera Ulloa por
ausencia del dolo requerido para la configuración de los tipos penales de los delitos. El abogado del
señor Przedborski interpuso un recurso de casación. El 7 de mayo de 1999 la Sala Tercera de la Corte
Suprema de Justicia de Costa Rica anuló la sentencia casada. El 12 de noviembre de 1999 se emitió
una sentencia condenatoria en contra del señor Herrera Ulloa. Asimismo condenó a “La Nación” como
medio informativo en el que se publicaron los artículos difamantes, en carácter de responsable civil
solidario. El 3 de diciembre de 1999 el defensor del querellado y apoderado del periódico “La Nación”,
interpuso un recurso de casación contra la sentencia condenatoria. Asimismo el señor Herrera Ulloa
interpuso otro recurso de casación. Ambos fueron declarados sin lugar el 24 de enero de 2001.
La Corte resolvió q se violaron los siguientes Dºs:
 Dº a la libertad de pensamiento y expresión (art. 13): por la condena penal a un periodista q
reprodujo información, desestimándose la “exceptio veritatis” opuesta por el condenado con base en q
éste no había probado la veracidad de los hechos de q daban cuenta sus fuentes, exigencia q entraña
una limitación excesiva a la libertad de expresión al producir un efecto disuasivo, atemorizador e
inhibidor s/los periodistas.
 Dº a las gtías judiciales (art. 8): se violó el Dº a recurrir del fallo ante un juez o tribunal superior,
porq el recurso de casación interpuesto contra la sentencia condenatoria en sede penal no permite al
tribunal superior realizar un análisis comprensivo e integral de todas las cuestiones debatidas y
analizadas por el tribunal inferior. Como así también, se violó el Dº a ser oído por un juez o tribunal
imparcial.

Corte IDH  Caso: “Ricardo Canese vs. Paraguay” (2004)


Los hechos del presente caso se iniciaron en agosto de 1992, durante el debate de la contienda
electoral para las elecciones presidenciales del Paraguay de 1993. El señor Ricardo Canese, quien era
candidato presidencial, declaró en contra de Juan Carlos Wasmosy, también candidato, por presuntas
acciones ilícitas cuando era el presidente de un consorcio.
El 23 de octubre de 1992, los directores del consorcio presentaron una querella criminal ante el
Juzgado de Primera Instancia en lo Criminal en contra del señor Ricardo Canese, por los delitos de
difamación e injuria. El 22 de marzo de 1994, fue condenado en primera instancia, y el 4 de noviembre
de 1997 fue condenado en segunda instancia a una pena de dos meses de pena privativa de la libertad
y a una multa de 2,909,000 guaraníes.
Como consecuencia del proceso penal en su contra, el señor Canese fue sometido a una restricción
permanente para salir del país. El 11 de diciembre de 2002, la Sala Penal de la Corte Suprema de
Justicia del Paraguay anuló las sentencias condenatorias contra el señor Canese dictadas en 1994 y
1997.
La Corte resolvió q se violaron los siguientes Dºs:
 Dº a la libertad de expresión: en el debate político q precede a las elecciones, es indispensable la
protección de la libertad de pensamiento y expresión.
Las expresiones relativas a asuntos de interés público, deben gozar de un margen de apertura a un
debate amplio, dado q ello resulta esencial p/el funcionamiento de un sistema verdadera// democrático.
Por ello configura violación de la libertad de pensamiento y expresión la sustanciación de un proceso
penal por más de 8 años contra un candidato electoral al q se había querellado por injuria y difamación
en virtud de opiniones vertidas durante la campaña contra otro candidato, con prohibición de salir del
país durante todo ese lapso, pues todo ello constituyó una sanción innecesaria y excesiva sin q
mediara un interés social imperativo q la justificase.
 Dº de circulación (art. 23): fue violado porq se dictó una medida cautelar prohibiendo la salida del
país durante más de 8 años, pese a no existir peligro de fuga u obstaculización de la investigación.
 Dº a las garantías judiciales (art. 8): se violó el Dº a un plazo razonable del proceso puesto q
demoró más de 8 años, cuando el mismo no revestía complejidad. Se violó el Dº a la presunción de
inocencia, puesto q tomando como pto de partida las declaraciones querelladas, se presumió el dolo
del imputado y en consecuencia se le exigió q desvirtuase la existencia de su intención dolosa.
Caso Kimel Vs. Argentina
Los hechos del presente caso se iniciaron en noviembre de 1989 con la publicación de un libro titulado
“La masacre de San Patricio”. Este libro analizaba el asesinato de cinco religiosos pertenecientes a la
orden palotina, ocurrido en Argentina el 4 de julio de 1976, durante la última dictadura militar.
Asimismo, se criticaba la actuación de las autoridades encargadas de la investigación de los
homicidios, entre ellas la de un juez en particular.
El autor del libro es Eduardo Kimel, el cual se desempeñaba como periodista, escritor e investigador
histórico. En octubre de 1991, el juez mencionado por el señor Kimel en su libro entabló una acción
penal en contra de él por el delito de calumnia. Luego de concluido el proceso penal seguido en su
contra, se resolvió que el señor Kimel fuese condenado a un año de prisión y al pago de una multa de
veinte mil pesos por el delito de calumnia.
Análisis de fondo. En torno a estos hechos las partes presentaron diversos alegatos en los que
subyace un conflicto entre el derecho a la libertad de expresión en temas de interés público y la
protección de la honra de los funcionarios públicos. La Corte reconoce que tanto la libertad de
expresión como el derecho a la honra, acogidos por la Convención, revisten suma importancia. Es
necesario garantizar el ejercicio de ambos. En este sentido, la prevalencia de alguno en determinado
caso dependerá de la ponderación que se haga a través de un juicio de proporcionalidad. La solución
del conflicto que se presenta entre ciertos derechos requiere el examen de cada caso, conforme a sus
características y circunstancias, para apreciar la existencia e intensidad de los elementos en que se
sustenta dicho juicio.
Respecto al contenido de la libertad de pensamiento y de expresión, la Corte ha señalado que
quienes están bajo la protección de la Convención tienen el derecho de buscar, recibir y difundir ideas
e informaciones de toda índole, así como también el de recibir y conocer las informaciones e ideas
difundidas por los demás. Es por ello que la libertad de expresión tiene una dimensión individual y una
dimensión social; ésta requiere, por un lado, que nadie sea arbitrariamente menoscabado o impedido
de manifestar su propio pensamiento y representa, por tanto, un derecho de cada individuo; pero
implica también, por otro lado, un derecho colectivo a recibir cualquier información y a conocer la
expresión del pensamiento ajeno.
Sin embargo, la libertad de expresión no es un derecho absoluto. El artículo 13.2 de la
Convención, que prohíbe la censura previa, también prevé la posibilidad de exigir responsabilidades
ulteriores por el ejercicio abusivo de este derecho. Estas restricciones tienen carácter excepcional y
no deben limitar, más allá de lo estrictamente necesario, el pleno ejercicio de la libertad de expresión y
convertirse en un mecanismo directo o indirecto de censura previa.
Por su parte, el artículo 11 de la Convención establece que toda persona tiene derecho al
respeto de su honra y al reconocimiento de su dignidad. Esto implica límites a las injerencias de
los particulares y del Estado. Por ello, es legítimo que quien se considere afectado en su honor recurra
a los medios judiciales que el Estado disponga para su protección.
Dada la importancia de la libertad de expresión en una sociedad democrática y la elevada
responsabilidad que ello entraña para quienes ejercen profesionalmente labores de comunicación
social, el Estado no sólo debe minimizar las restricciones a la circulación de la información sino
también equilibrar, en la mayor medida de lo posible, la participación de las distintas informaciones en
el debate público, impulsando el pluralismo informativo. En consecuencia, la equidad debe regir el flujo
informativo. En estos términos puede explicarse la protección de los derechos humanos de quien
enfrenta el poder de los medios y el intento por asegurar condiciones estructurales que permitan la
expresión equitativa de las ideas.
Teniendo en cuenta lo anterior, para resolver el caso concreto la Corte i) verificará si la
tipificación de los delitos de injurias y calumnia afectó la legalidad estricta que es preciso observar al
restringir la libertad de expresión por la vía penal; ii) estudiará si la protección de la reputación de los
jueces sirve una finalidad legítima de acuerdo con la Convención y determinará, en su caso, la
idoneidad de la sanción penal para lograr la finalidad perseguida; iii) evaluará la necesidad de tal
medida, y iv) analizará la estricta proporcionalidad de la medida, esto es, si la sanción impuesta al
señor Kimel garantizó en forma amplia el derecho a la reputación del funcionario público mencionado
por el autor del libro, sin hacer nugatorio el derecho de éste a manifestar su opinión.
2.1 Estricta formulación de la norma que consagra la limitación o restricción (legalidad penal).
La Corte ha señalado que “es la ley la que debe establecer las restricciones a la libertad de
información”. En este sentido, cualquier limitación o restricción debe estar prevista en la ley, tanto en
sentido formal como material. Ahora bien, si la restricción o limitación proviene del derecho penal, es
preciso observar los estrictos requerimientos característicos de la tipificación penal para satisfacer en
este ámbito el principio de legalidad. Así, deben formularse en forma expresa, precisa, taxativa y
previa. El marco legal debe brindar seguridad jurídica al ciudadano.
Como quedó establecido anteriormente, el señor Kimel fue condenado en primera instancia por el
delito de injurias.
Posteriormente, la Corte Suprema de Justicia se apartó de la calificación originaria del delito y decidió
que los hechos imputados al señor Kimel configuraban el ilícito [de calumnia] (…).
La Corte resalta que en el presente caso el Estado indicó que “la falta de precisiones suficientes en el
marco de la normativa penal que sanciona las calumnias y las injurias que impidan que se afecte la
libertad de expresión, importa el incumplimiento de la obligación de adoptar medidas contempladas en
el artículo 2 de la Convención Americana” (…).
En razón de lo anterior y teniendo en cuenta las manifestaciones formuladas por el Estado acerca de
la deficiente regulación penal de esta materia, la Corte considera que la tipificación penal
correspondiente contraviene los artículos 9 y 13.1 de la Convención, en relación con los artículos 1.1 y
2 de la misma.
2.2. Idoneidad y finalidad de la restricción. Como quedó establecido (…), los jueces, al igual que
cualquier otra persona, están amparados por la protección que les brinda el artículo 11 convencional
que consagra el derecho a la honra. Por otra parte, el artículo 13.2.a) de la Convención establece que
la “reputación de los demás” puede ser motivo para fijar responsabilidades ulteriores en el ejercicio de
la libertad de expresión. En consecuencia, la protección de la honra y reputación de toda persona es
un fin legítimo acorde con la Convención. Asimismo, el instrumento penal es idóneo porque sirve el fin
de salvaguardar, a través de la conminación de pena, el bien jurídico que se quiere proteger, es decir,
podría estar en capacidad de contribuir a la realización de dicho objetivo. Sin embargo, la Corte
advierte que esto no significa que, en la especie que se analiza, la vía penal sea necesaria y
proporcional, como se verá infra.
2.3. Necesidad de la medida utilizada. El ejercicio de cada derecho fundamental tiene que hacerse
con respeto y salvaguarda de los demás derechos fundamentales. En ese proceso de armonización le
cabe un papel medular al Estado buscando establecer las responsabilidades y sanciones que fueren
necesarias para obtener tal propósito. (…).
La Corte ha señalado que el Derecho Penal es el medio más restrictivo y severo para establecer
responsabilidades respecto de una conducta ilícita. La tipificación amplia de delitos de calumnia e
injurias puede resultar contraria al principio de intervención mínima y de ultima ratio del derecho penal.
En una sociedad democrática el poder punitivo sólo se ejerce en la medida estrictamente necesaria
para proteger los bienes jurídicos fundamentales de los ataques más graves que los dañen o pongan
en peligro. (…)
La Corte no estima contraria a la Convención cualquier medida penal a propósito de la expresión de
informaciones u opiniones, pero esta posibilidad se debe analizar con especial cautela, ponderando al
respecto la extrema gravedad de la conducta desplegada por el emisor de aquéllas, el dolo con que
actuó, las características del daño injustamente causado y otros datos que pongan de manifiesto la
absoluta necesidad de utilizar, en forma verdaderamente excepcional, medidas penales. En todo
momento la carga de la prueba debe recaer en quien formula la acusación. (…)
De otro lado, en el marco de la libertad de información, el Tribunal considera que existe un deber del
periodista de constatar en forma razonable, aunque no necesariamente exhaustiva, los hechos en que
fundamenta sus opiniones. Es decir, resulta válido reclamar equidad y diligencia en la confrontación de
las fuentes y la búsqueda de información. Esto implica el derecho de las personas a no recibir una
versión manipulada de los hechos. En consecuencia, los periodistas tienen el deber de tomar alguna
distancia crítica respecto a sus fuentes y contrastarlas con otros datos relevantes.
En lo que corresponde al presente caso, es notorio el abuso en el ejercicio del poder punitivo (…)
tomando en cuenta los hechos imputados al señor Kimel, su repercusión sobre los bienes jurídicos del
querellante y la naturaleza de la sanción –privación de libertad- aplicada al periodista.
2.4. Estricta proporcionalidad de la medida. En este último paso del análisis se considera si la
restricción resulta estrictamente proporcional, de tal forma que el sacrificio inherente a aquella no
resulte exagerado o desmedido frente a las ventajas que se obtienen mediante tal limitación. La Corte
ha hecho suyo este método al señalar que: para que sean compatibles con la Convención las
restricciones deben justificarse según objetivos colectivos que, por su importancia, preponderen
claramente sobre la necesidad social del pleno goce del derecho que el artículo 13 de la Convención
garantiza y no limiten más de lo estrictamente necesario el derecho proclamado en dicho artículo. Es
decir, la restricción debe ser proporcional al interés que la justifica y ajustarse estrechamente al logro
de ese legítimo objetivo, interfiriendo en la menor medida posible en el efectivo ejercicio del derecho a
la libertad de expresión.
Para el caso que nos ocupa, la restricción tendría que lograr una importante satisfacción del derecho a
la reputación sin hacer nugatorio el derecho a la libre crítica contra la actuación de los funcionarios
públicos. Para efectuar esta ponderación se debe analizar i) el grado de afectación de uno de los
bienes en juego, determinando si la intensidad de dicha afectación fue grave, intermedia o moderada;
ii) la importancia de la satisfacción del bien contrario, y iii) si la satisfacción de éste justifica la
restricción del otro. En algunos casos la balanza se inclinará hacia la libertad de expresión y en otros a
la salvaguarda del derecho a la honra.
Respecto al grado de afectación de la libertad de expresión, la Corte considera que las consecuencias
del proceso penal en sí mismo, la imposición de la sanción, la inscripción en el registro de
antecedentes penales, el riesgo latente de posible pérdida de la libertad personal y el efecto
estigmatizador de la condena penal impuesta al señor Kimel demuestran que las responsabilidades
ulteriores establecidas en este caso fueron graves. Incluso la multa constituye, por sí misma, una
afectación grave de la libertad de expresión, dada su alta cuantía respecto a los ingresos del
beneficiario.
Respecto al derecho a la honra, las expresiones concernientes a la idoneidad de una persona para el
desempeño de un cargo público o a los actos realizados por funcionarios públicos en el desempeño de
sus labores gozan de mayor protección, de manera tal que se propicie el debate democrático. La Corte
ha señalado que en una sociedad democrática los funcionarios públicos están más expuestos al
escrutinio y la crítica del público. Este diferente umbral de protección se explica porque se han
expuesto voluntariamente a un escrutinio más exigente. Sus actividades salen del dominio de la esfera
privada para insertarse en la esfera del debate público. Este umbral no se asienta en la calidad del
sujeto, sino en el interés público de las actividades que realiza, como sucede cuando un juez investiga
una masacre en el contexto de una dictadura militar, como ocurrió en el presente caso.
El control democrático a través de la opinión pública fomenta la transparencia de las actividades
estatales y promueve la responsabilidad de los funcionarios sobre su gestión pública. De ahí la mayor
tolerancia frente a afirmaciones y apreciaciones vertidas por los ciudadanos en ejercicio de dicho
control democrático. Tales son las demandas del pluralismo propio de una sociedad democrática, que
requiere la mayor circulación de informes y opiniones sobre asuntos de interés público.
En la arena del debate sobre temas de alto interés público, no sólo se protege la emisión de
expresiones inofensivas o bien recibidas por la opinión pública, sino también la de aquellas que
chocan, irritan o inquietan a los funcionarios públicos o a un sector cualquiera de la población. En una
sociedad democrática, la prensa debe informar ampliamente sobre cuestiones de interés público, que
afectan bienes sociales, y los funcionarios rendir cuentas de su actuación en el ejercicio de sus tareas
públicas.
La crítica realizada por el señor Kimel estaba relacionada con temas de notorio interés público
El señor Kimel emitió una opinión que no tenía relación con la vida personal del Juez querellante ni le
imputaba una conducta ilícita, sino que se relacionaba con la causa judicial a su cargo.
Las opiniones vertidas por el señor Kimel no pueden considerarse ni verdaderas ni falsas. Como tal, la
opinión no puede ser objeto de sanción, más aún cuando se trata de un juicio de valor sobre un acto
oficial de un funcionario público en el desempeño de su cargo. En principio, la verdad o falsedad se
predica sólo respecto a hechos. De allí que no puede ser sometida a requisitos de veracidad la prueba
respecto de juicios de valor.
Teniendo en cuenta lo anterior, la Corte concluye que la afectación a la libertad de expresión del
señor Kimel fue manifiestamente desproporcionada, por excesiva, en relación con la alegada
afectación del derecho a la honra en el presente caso.
En razón de todo lo expuesto en el presente capítulo y teniendo en cuenta la confesión de hechos y el
allanamiento del Estado, el Tribunal considera que éste violó el derecho a la libertad de expresión
consagrado en el artículo 13.1 y 13.2 de la Convención Americana, en relación con la obligación
general contemplada en el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio del señor Kimel.
II. Art. 8 (Garantías Judiciales) en relación con el artículo 1.1 (Ob. de Respetar los Derechos) de
la Convención Americana . Teniendo en cuenta los hechos acreditados, el allanamiento del Estado y
los criterios establecidos por este Tribunal respecto del principio del plazo razonable, la Corte estima
que la duración del proceso penal instaurado en contra del señor Kimel excedió los límites de lo
razonable. Del mismo modo, el Tribunal considera, conforme a su jurisprudencia, que el Estado no
justificó esa duración tan prolongada. En consecuencia, declara que el Estado violó el artículo 8.1 de la
Convención Americana, en relación con el artículo 1.1 de la misma, en perjuicio del señor Kimel.
Reparaciones. La Corte decide que,
- El Estado debe dejar sin efecto la condena penal impuesta al señor Kimel Y debe eliminar
inmediatamente el nombre del señor Kimel de los registros públicos en los que aparezca con
antecedentes penales relacionados con el presente caso.
- El Estado debe realizar un acto público de reconocimiento de su responsabilidad,
- El Estado debe adecuar en un plazo razonable su derecho interno a la CADH, de tal forma que las
imprecisiones reconocidas por el Estado se corrijan.

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