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Quinta palabra de Jesús en la cruz: "Tengo sed”.

Puede ser vista como una expresión de su sed de


amor y de su deseo de unión con Dios Padre. Jesús
había dedicado su vida a enseñar sobre el amor de
Dios y a mostrar a la humanidad el camino hacia una
vida plena en Él. En la cruz, Jesús estaba
experimentando el dolor y la separación de la
humanidad y, en ese momento de necesidad,
anhelaba la presencia de su Padre celestial. La sed
de Jesús es inmensa, es una sed física, a casusa de
los padecimientos, de la sangre perdida, de la fiebre
que le abrasa, del hambre y la incomodidad de la
cruz. Para calmar su sed, los soldados le dieron
vinagre; aquel que convirtió el agua en vino en las
bodas de Caná, recibe hoy vinagre para calmar su
sed.

Cuentes veces, le damos a Cristo vinagre pare


calmar la sed que Él tiene de salvarmos, Él nos
llama y no le oímos, Él nos busca y nosotros nos
escondemos de Él, Él nos dice: "No hagas esto", y
nosotros lo hacemos. ¡Francamente tenemos una
conducta tan extraña y contradictoria con Dios!

Hermanos, la sed de Cristo no era solo física, sobre


todo esta sed espiritual que Jesús experimentó en la
cruz, es un llamado a la refiexión y a la acción en
nuestra propia vida espiritual. Jesús tiene sed de ti
especialmente. Hermanos, como seres humanos,
también podemos sentir una sed profunda por amor
y unión con Dios. A menudo buscamos saciar esta
sed a través de nuestras relaciones, nuestros logros y
nuestras posesiones, pero estas cosas solo pueden
brindar una satisfacción temporal y limitada. Al
igual que Jesús, necesitamos reconocer nuestra sed
espiritual y buscar la fuente de agua viva que solo
puede venir de Dios. Él es el único que puede
satisfacer nuestras necesidades espirituales y saciar
nuestra sed de amor y de unión con Él. Jesús nos
enseñó este camino a través de su vida y su
sacrificio en la cruz. También, nos recuerda que el
sufrimiento y la sed pueden ser una fuente de
purificación y transformación en nuestra vida
espiritual. A través de nuestras pruebas y
tribulaciones, podemos acercarnos más a Dios y
crecer en nuestra fe y en nuestra capacidad de amar.

No olvidemos finalmente, que, al terminar nuestra


vida, en el momento de la muerte, como en el juicio
universal, Dios nos examinará según el amor que le
habremos manifestado y entre esas formas de amor
sincero está el haber saciado la sed de nuestros
hermanos y por lo tanto la sed de Cristo. Él nos dirá:
"Ven y entra al reino de mi Padre, porque tuve sed y
me diste de beber". Saciemos la sed de Cristo, esa
sed que es sobre todo el ansia que Él tiene de nuestra
propia salvación, para la cual nos exige responder
fielmente a sus designios y al cumplimiento de sus
mandamientos divinos.
Amado Dios, hoy que conmemoramos una vez más
tu pasión y muerte, te pedimos perdón por no saciar
tu sed en el amor, la solidaridad, la comprensión, el
respeto y la ayuda mutua para con el prójimo; así,
como te damos la espalda cuando solo acudimos a ti
por conveniencia. Hemos dejado de lado esa
vocación cristiana que nos caracterizaba. Hoy, tienes
sed de que nos amemos los unos a los otros, sed de
fe y de oración.

Queridos hermanos, este es el momento en el que


aún podemos ponernos en paz con Dios Padre y con
los demás, no esperemos un mañana que es incierto
y aprovechemos cada día como una oportunidad de
conversión. Hoy, sácienos la sed de Cristo y
compensemos la entrega que Él hizo por el bien de
la humanidad.

Amén…

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