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Arduos y pesados han sido los días que preceden a la Resurrección: días
de la Pasión y Muerte del Señor. Días de dolor, de pena, de angustia.
Días que no tienen sentido para los cristianos, si no se ven de cara a la
Resurrección.
Pues, ¿para qué tanto sufrimiento, tanto dolor, tantos actos de amor?
No tienen sentido, no sirven para nada, si la Resurrección del Señor no
está presente. La vida del cristiano ha de estar orientada hacia la vida
eterna, hacia el encuentro amoroso con Dios, con Jesucristo. Cristo vino
al mundo para abrirnos las puertas del Cielo, para devolvernos la
amistad con Dios.