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Daniel 11 13
Frente a un Egipto tan debilitado, el seléucida Antíoco III se había propuesto restaurar el poder que por
herencia le correspondía. En primer lugar, se dirigió contra su primo Aqueo, que, tras haber sido fiel a la
dinastía y reconquistado, al servicio del rey, los territorios indebidamente ocupados por Atalo de
Pérgamo, había ceñido la diadema por su propia decisión. A comienzos del año 216, Antíoco inició las
operaciones contra él. Ayudado por Atalo, pudo encerrarlo en Sardes, su capital, y, después de un asedio
de dos años, le hizo prisionero y le dio muerte entre suplicios. Era un primer fracaso para Egipto, que
apoyaba oficialmente a Aqueo, aunque no había podido enviarle ayuda a tiempo. La muerte de Aqueo
implicó el final del Reino seléucida disidente de Asia Menor, donde no quedan ya, frente a Antíoco, más
que el reino de Pérgamo y, más al norte, el de Bitinia donde reina Prusias.
Pero, mientras Pérgamo se mantiene en la amistad de Antíoco, Prusias es tradicionalmente hostil a los
Atálidas y dirige sus miradas hacia Macedonia.
Historia universal siglo XXI volumen 7
El Mundo Mediterráneo en la Edad Antigua 3 La formación del imperio romano.
Se restablecía así la autoridad seléucida en Asia Menor, si bien era ésta de alcance limitado, pues no
tenía ya la extensión de antaño. En cualquier caso, carecía de salidas al mar, en manos éstas de Egipto,
Pérgamo y Rodas.
Posteriormente Antioco III emprendió una expedición Anábasis hasta la India desde el año 212 al 205
a.c. donde consiguió botín y elefantes.
Su retorno a la parte occidental del Imperio fue aprovechada por Antíoco III para reestructurar la
administración, con objeto de ejercer un control más férreo sobre ella. Una de las medidas más notorias
en este terreno fue la división de las satrapías en unidades provinciales más pequeñas.
Consecuentemente se suprimieron los sátrapas, sustituidos por strategoi, cuyas competencias, de
acuerdo con su propia nominación, eran fundamentalmente militares. Se pretendía, en efecto, controlar
más eficazmente los distritos donde se efectuaban las levas de soldados, reforzando, así, la
centralización. También a esta misma tendencia obedece otra de las medidas dictadas por el monarca: la
institucionalización a nivel nacional del culto al soberano, organizado desde el propio Estado y no sólo de
manera voluntaria, como hasta entonces sucedía, por aquellas comunidades que querían libremente
atribuírselo.
El mundo helenístico, Arminda Lozano Velilla
207 a.c.
CONTINUÁN LAS REVUELTAS EN EGIPTO
En el 207 a.c., todo el Alto Egipto estaba ya en armas, y las obras que se realizaban en Edfú por encargo
de Ptolomeo IV se paralizaron: como dice la propia inscripción jeroglífica del templo, la entrada principal
fue terminada, junto a las puertas dobles de su sala ancha, en el año 10 de su Majestad. Entonces estalló
una revuelta, y ocurrió que bandas de insurgentes se escondieron en el interior del templo (citado por E.
Bevan).
El rey, reducido al Delta, muere en (205 ó) 204 a.c., dejando todo su reino en un estado calamitoso.
Incluso Filipo V de Macedonia y Antíoco III pensaron en repartirse sus territorios... aunque no llegarán a
tanto...
Cuadernos historia 16, El Egipto ptolemaico, Miguel Ángel Elvira.
A finales del 205 a.c.
Agatocles y Sosibio consiguieron ocultar la muerte de Ptolomeo IV Filopátor durante el tiempo necesario
para hacer asesinar a la reina Arsínoe, que era muy popular, y falsificar el testamento del rey. Mientras
tanto, muerto Sosibio, se hizo cargo de la regencia Agatocles, en nombre del hijo de Filopátor, todavía
menor de edad (Ptolomeo V tenía 5 años de edad).
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Egipto, muy pronto privado de Sosibio, se convertía en una presa fácil, que codiciaban simultáneamente
Antíoco y Filipo (Justino, Epítome de las historias filípicas, libro XXX, 2, 6; Polibio de Megalópolis, Historia
universal bajo la República romana, libro XV, 3).
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Agatocles, durante su regencia, enviaba una embajada al Seléucida para recordarle los tratados
existentes entre sus países. Al mismo tiempo, hacía pedir, a Filipo la mano de su hija para desposarla con
el joven Ptolomeo V. Pero estas precauciones eran muy insuficientes.
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Un tratado secreto, concertado entre Filipo y Antíoco, repartía de antemano los despojos de Egipto. Al
parecer, Antíoco obtenía, además de la Celesiria, el propio Egipto; Filipo se hacía prometer las
posesiones exteriores en el Egeo, así como Cirene, considerada tradicionalmente una extensión de la
Grecia insular hacia el Occidente
(Polibio de Megalópolis, Historia universal bajo la República romana, libro XV, 3; Apiano, Historia
romana, Macedonia, IV, 2; Justino, Epítome de las historias filípicas, libro XXX, 2, 8).
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203 a.c.
La regencia (de Agatocles) no duró mucho tiempo. El gobernador de Pelusa, Tlepólemo, muy querido de
sus soldados, logró, con el concurso de éstos, derribar a Agatocles y tomar el poder (en Alejandría).
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Como si hubiesen expiado la vergüenza del reino con la muerte del rey (Agatocles) y con el suplicio de
sus rameras, los alejandrinos enviaron embajadores a los romanos, pidiéndoles que aceptaran la tutela
del huérfano, Ptolomeo V Epífanes, y protegieran el reino de Egipto, que, según decían, ya se habían
dividido Filipo y Antíoco, después de haber hecho un pacto entre ellos.
202 a.c.
Grata fue esta embajada para los romanos, que buscaban causas de guerra contra Filipo, quien había
estado intrigando en tiempos de la guerra púnica. A esto se añadía que, vencidos los púnicos y Aníbal (En
la batalla de Zama del 202 a.C.), no quedaba nadie cuyas armas temieran más, recordando cuán grande
era el terror que había provocado Pirro en Italia con un pequeño ejército de macedonios y cuán grandes
habían sido las empresas llevadas a cabo por los macedonios en Oriente. Por tanto se envían
embajadores para advertir a Filipo y Antíoco que se mantengan alejados del reino de Egipto. También
Marco Lépido es enviado a Egipto, para administrar el reino del huérfano en calidad de tutor (En nota al
texto SANTI AMANTINI dice que Egipto fue abandonado a su suerte y que esta intervención de Emilio
Lépido no es más que una leyenda para la autoglorificación de la familia Emilia).
(Justino, Epítome de las historias filípicas, libro XXX, 2, 6 - 7; Polibio de Megalópolis, Historia universal
bajo la República romana, libro XV, 12; Historia de Israel: 3ra parte. En tiempo de los imperios, Damien
Noël).
Apenas Antíoco III había elevado el poder seléucida a su mayor altura cuando, sobreestimándose a sí
mismo, se atrevió a medir sus fuerzas con Roma. Justamente entonces acababa Roma de aplastar para
siempre a Cartago en Zama (202), y el general cartaginés Aníbal había huido a la corte seléucida,
esperando continuar desde allí la lucha lo mejor que pudiera. En parte estimulado por Aníbal, en parte
impulsado por sus propias ambiciones (se consideraba a sí mismo como el árbitro de los asuntos griegos
tanto en Asia como en Europa), Antíoco avanzó dentro de Grecia.
La historia de Israel de John Bright
El hijo, de Ptolomeo IV Filopátor, Ptolomeo V Epífanes (203-181) no tenía más que cinco años cuando

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ocupó el trono de Egipto.


Historia de Israel: 3ra parte. En tiempo de los imperios, Damien Noël.
QUINTA GUERRA SIRIA
201 a.c.
Muerto Tolomeo Filopátor, rey de Egipto, Antíoco, rey de Siria, menospreciando la edad de su hijo
(Ptolomeo V), un niño pequeño, que estaba a la espera de reinar y que era presa incluso de los
cortesanos, decidió apoderarse de Egipto. Por tanto, cuando invadió Fenicia y las otras ciudades de Siria
que estaban bajo la jurisdicción de Egipto, el senado le envió una embajada para conminarlo a
mantenerse lejos del reino de su pupilo, que había sido confiado a su lealtad por los últimos ruegos del
padre.
Justino, Epítome de las historias filípicas, libro XXXI, 1 - 2
Pues lo que hacía terrible la guerra contra Antíoco era el nombre de Aníbal, a quien sus rivales a través
de acusaciones secretas ante los romanos inculpaban de haber concluido una alianza con Antíoco; y
añadían que, acostumbrado al mando y al libertinaje desenfrenado de la vida militar, no vivía tranquilo
bajo las leyes y siempre, hastiado de su inactividad en la ciudad, estaba al acecho de nuevos motivos de
guerra. Aunque estas informaciones hubieran sido falsas, sin embargo quienes sentían miedo las tenían
por verdaderas.
Justino, Epítome de las historias filípicas, libro XXXI, 7 - 8
En tales condiciones, en un reino egipcio donde todo dependía directamente del soberano, no era
posible mantener una política firme y, sobre todo, defender las posesiones lejanas, como Lisimaquia, en
la Tracia, Tera, Samos, las ciudades aliadas del Asia Menor o de Caria. El destino de la propia Celesiria
podía ser replanteado.
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