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Contingencia y necesidad

en la razón política
moderna
CarIo Galli
Traducción de Carlo R. Molinari Marotto
y Heber Cardoso

Amorrortu editores
Buenos Aires - Madrid

2019
1. ¿El rostro demoníaco del poder?
Momentos y problemas de la fortuna
continental de Maquiavelo

Una reflexión sobre Maquiavelo no puede dejar de ex-


tenderse a una argumentación acerca del origen de la po-
lítica, la Edad Moderna, el Estado, lo «político»; acaso sea
oste el motivo por el cual Maquiavelo atrae constante-
mente la atención de los especialistas. 1

1. El interrogante
En el siglo xx, la imagen de Maquiavelo se complejiza
notablemente en relación con las que nos legaron las lí-
neas prevalecientes de la interpretación histórica. El «ros-
tro demoníaco del poder» retoma el título del libro de Rit-
ter,2 donde «demoníaco» ---en verdad, «demónico»-- signi-
fica «irracional», algo que derriba a la razón, que no se de-
ja justificar por ella. Por lo demás, sólo a título de ejemplo,
Althusser, en un breve texto, habla a este respecto de Un-
heimlichkeit (con referencia a lo «ominoso» de Freud);
Voegelin utiliza el término Unruhe (inquietud), y ya Croce
se refería a un «interrogante Maquiavelo».3 Desde distin-

1 No es este el lugar para proporcionar una bibliografía de los textos


significativos de reciente aparición en el ámbito de los estudios maquia-
velianos, mas cabe destacar, por su marcada relevancia en relación con
las argumentaciones que se desarrollan en el presente ensayo: M. E.
Vatter, Between form and event: Machiavelli's theory of political free-
dom, Dordrecht: Kluwer, 2000; F. Del Lucchese, L. Sartorello y S. Visen-
tin (al cuidado de), Machiavelli: immaginazione e contingenza, Pisa: Ets,
2006; G. Inglese, Per Machiavelli. L'arte dello Stato, la cognizione delle
storie, Roma: Carocci, 2006; G. M. Barbuto, Antinomie della politica.
Saggio su Machiavelli, Nápoles: Liguori, 2007.
2 G. Ritter, n volto demoniaco del potere, Bolonia: Il Mulino, 1997.(ed.
orig., 1940).
3 E. Voegelin, Niccolo Machiavelli. Thomas Morus, Múnich: Fink,

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tas perspectivas, da la impresión de que el siglo pasado, ria del pensamiento político moderno- salta a la vista un
angustiado e inseguro, tuvo tendencia a captar en Ma- hilo conductor de verdadero exorcismo en relación con su
quiavelo algo desconcertante, que nos interroga. Tígura.DeTaSTeCtUra:s~é'ñ:-~r;;;~~;;T~t~t~lica, que hacen de
Cierto es que la imagen de Maquiavelo tampoco fue 61 un científico capaz de describir la tipología del mal
«clara» en los siglos anteriores: entonces, incluso más que principado sin comprometerse en él, 5 se pasó con rapidez
ahora, su pensamiento ofendió a los idola de cada momen- 11 adosar a Maquiavelo la imagen del malvado consejero
to. No obstante, hay una diferencia esencial entre la «os- de los príncipes; hubo así un antimaquiavelismo católico
curidad» novecentista y la del pasado: la tradición moder- moralizante (en 1552, sus obras fueron incluidas en el ín-
na entendía como oscuridad de Maquiavelo su adhesión a dice de libros prohibidos), y uno protestante (las Vindiciae
la realidad delEstado-al «bien» o al «m;l;pQntico que contra tyrannos, de 1579,6 precedidas en 1576 por el Dis-
f eii"esté's-e-qüísieraver~, mientras qu~~~~lQ XX, Y. cours contre Machiavel de Gentillet), pilares sobre los cua-

i~~~~~{~Y~I~_~~~!i~I:1~:fi:~i@it@~i~~i!~¡!1i~
les se erigió el edificio de la demonización de Maquiavelo.
mntre sus documentos hay que recordar, al menos, el pró-
al menos pone en duda sus orígenes
~"'--.>_~2.·.•" •.. ... y resultados
.........,--.__ .. __ mos-
, ....._ ,.> • ,_,_ ...·,.... _w¿-".~~,···.-·,···~7",~.- ~".~."., ,_~,~ .~~;,.
logo de Thejew of Malta de Marlowe (donde el diablo tiene
trando que ella
posee un laqQ,,!lQj!!§tific~hle'i'aCio--ñ~l1men- el aspecto de Maquiavelo) y los Protocolos de los sabios de
~ En definitiva, quien era un autor «negr~» pero fácil- Sión, que constituyen la adaptación, a cargo de la policía
mente identificable con una doctrina, por reprensible que zarista, del libelo de Joly (1864) en contra de Napoleón
fuera, parece convertirse ahora en un autor inquietante, JII, Dialogue aux enfers entre Machiavel et Montesquieu,7
difícil de encuadrar y formalizar; un autor que dice algu- donde el primero representa el mal y la tiranía, y el se-
na otra cosa acerca de la política moderna, y esa «otra co- gundo, la civilización liberal. En esta línea se sitúa tam-
sa» tiene, oscuramente, algo que ver con esa política y sus bién Leo Strauss, que considera a Maquiavelo -al menos
formas. Lo que se ha de descifrar es, precisamente, la cua- en una primera lectura- como maestro y nuevo profeta,
lidad de esa «otra cosa» y esa «oscuridad». del mal, Anticrísto que propugna fundar la política en la
inmoralidad. 8
Cierto es que la mala fama de Maquiavelo no carecía
de eficacia práctica (el antimaquiavelismo negaba a Ma-
2. Maquiavelo y la Modernidad quiavelo, pero a menudo aceptaba en los hechos su doctri-
na como instrumentum regni, acaso atribuyéndola a Táci-
Ante todo, hay que mencionar algunas de las principa- to),9 de modo que el maestro del mal se transformaba en
les líneas de la interpretación histórica de Maqulavelo. un oculto mal consejero de los príncipes, por íntima adhe-
sión a su poder, o -según la interpretación «oblicua»-
2.1. Maquiavelo «central». Al considerar la fortuna de para denunciar sus arcana, como dijo primeramente Albe-
Maquiavel0 4 -que no es posible recapitular aquí siquiera
sumariamente, pues coincide en gran medida con la histo- anticúada tesis de un Maquiavelo «burgués»); R. Esposito, Ordine e con-
flitto. Machiavelli e la letteratura politica del Rinascimento, Nápoles: Li-
guori, 1984.
1995, pág. 92; B. Croce, lndagini su Hegel e schiarimenti filosofici, Bari: 5 A. Nifo, De regnandi peritia, 1532.
Laterza, 1952, págs. 164-76; L. Althusser, «Solitudine di Machiavelli», 6 Stephanus Junius Brutus, Vindiciae contra tyrannos, Turín: La Ro-
Marx Centouno, 4, 1991, págs. 88-98, especialmente pág. 90. sa,1994.
4 G. Procacci, Machiavelli nella cultura europea dell'eta moderna, 7 Véase S. Romano, 1 falsi protocolli: il /(complotto)) ebraico dalla Rus-
Roma-Bari: Laterza, 1995; E. Faul, Der Moderne Machiavellismus, Co- sia di Nicola II a oggi, Milán: Corbaccio, 1992.
lonia-Berlín: Kiepenheuer & Witsch, 1961; J. Macek, Machiavelli e il 8 L. Strauss, Pensieri su Machiavelli, Milán: Giuffre, 1970 (ed. orig.,
machiavellismo, Florencia: La Nuova Italia, 1980 (resulta de utilidad la 1958) [Pensamientos sobre Maquiavelo, Buenos Aires: Amórrortu, 2017].
parte que trata acerca del maquiavelismo, aun cuando está inserta en la 9 F. Chabod, Scritti su Machiavelli, Turín: Einaudi, 1974, pág. 233.

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rico Gentili y luego se repitió pn 111 úpoca i hlHt.rada. lOMas
hubo también, indudablemente, una fort.\lna de Maquia- Así pues, el filomaquiavelismo idealista y luego historicis-
velo como buen consejero del pueblo (cpnLrndn en los Dis- t.a, aunque diferenciado en su interior, no deja de aplastar
cursos y en el balance of propcrt.y q\W (~tl (dIos se quiso a Maquiavelo sobre el Estado y las lógicas de la Moderni-
ver), difundida por el republicaniHl1lo (!P HarringLon.1 1 dad, e incluso lo critica por no haber sabido comprender-
Sin embargo, las diversas fortunas --l~n es¡wcial, la pri- las por entero, aun habiendo sido el primero en captarlas.
mera- no implican en verdad una real consonancia (sea Se puede, así, leer acerca de un Maquiavelo teórico de la
positiva o negativa) entre Maquiavelo y el núcleo del pen- política como técnica del poder (Dilthey), pero demasiado
samiento político moderno: a los intérpretes más agudos, italiano y renacentista como para alcanzar el necesario
como Annamaria Battista, no les pasó inadvertido que la cumplimiento en el Estado de la política cuya sustancia y
gran difusión de Maquiavelo en Francia, a fines del siglo formas entrevé. Es esta una línea «alemana», propia tam-
XVI -dejando a un lado su repercusión en el ámbito de !lié.n de Fichte: Hegel y ~.~~p.e~kE:l:. este último, en especial,
las teorizaciones de la razón de Estado, conjunto de doctri- ubIca a Maqmavelo en línea con la razón de Estado, y a
nas ciertamente modernizadoras de hecho, pero no mo- esta, con el moderno pensamiento del Estado; y si bien la
dernas en cuanto a su estructura categorial-, no significa ·í primera parte de su tesis es sIn duda correcta, la segunda,
en absoluto que él hubiera ejercido influencia en las co- en cambio, es muy discutible, a tal punto que el propio
1 Meinecke debe presentar a Maquiavelo como un precur-
rrientes verdaderamente innovadoras del pensamiento ¡
político, en particular el escepticismo libertino dentro del sor de algo cuya realización le es ajena. 13 Se puede leer
:1 también acerca de un Maquiavelo peligrosamente orien-
cual, según Battista, incuba primeramente cierta subjeti-
vidad que, originada en una posición inicial defensiva an-
.¡ tado hacia el Estado autoritario (De Sanctis, cuyo libera-
te el poder, más tarde, con Hobbes, se tornará moderna y lismo se atemoriza un poco ante la ardiente pasión civil y
racionalmente constructivista. 12 la escasa atención del florentino a los derechos individua-
Aunque con un dramático vuelco de los juicios de valor, les, lo revaloriza, empero, entusiastamente con un «gloria
quienes redescubren el pensamiento de Maquiavelo en el a Maquiavelo» que recuerda el «gloria a Lutero» de Hei-
siglo XIX lo interpretan como coherente con la Moder- ne); o demasiado naturalista como para comprender ple-
nidad política y filosófica, incluso central para ella (o al
menos como su iniciador), y proponen una nueva y entu- 13 J. G. Fichte y K. von Clausewitz, Sul «Principell di Machiavelli, Fe-
siasta relectura, como reflexión original del Estado y acer- lTara: Gallio, 1990 (ed. orig., 1807); G. W. F. Hegel, La costituzione della
ca del Estado, como teoría que capta la realidad de la na- Germania, en Scritti politici (1798·1831), Turín: Einaudi, 1972, en espe-
cial págs. 104-5 (ed. orig., 1803); W. Dilthey, L'analisi dell'uomo e l'intui·
turaleza humana y la seriedad -más aún, el carácter trá- zione della natura, Florencia: La Nuova Italia, 1974, pág. 30 (ed. orig.,
gico- de la política, la autonomía de esta respecto de la 1891·1892); F. Meinecke, L'idea della ragion di Stato nella storia mo-
moral tradicional, su constitución como fin independiente derna, Florencia: Sansoni, 1970, págs. 29 y sigs. (ed. orig., 1924). Según
(dotado, por tanto, de moralidad intrínseca), ora como pa- Meinecke, Maquiavelo es un pagano que cumple el cometido de fundar
triotismo, ora como espíritu de poder, y también como con- la razón de Estado en los ejemplos antiguos; no se pronuncia acerca del
fin último del Estado, ni acerca de la relación entre la nueva esfera ética
junto de instrumentos técnicos adecuados para esos fines. de la virtud y la moral tradicional; el suyo es un monismo primitivo, en
el que todo es fuerza natural, incluso la virtud y la suerte; la política y la
10 G. Procacci, Machiavelli nella cultura europea deil'eta moderna, op.
virtud están inmersas en la contingencia; Maquiavelo ignoraba el abso-
cit., págs. 260 y sigs. lutismo nivelador de la razón de Estado, aun siendo su precursor; sólo la
11 J. G. A. Pocock, JI momento machiavelliano. JI pensiero polilieo [io-
razón de Estado le otorga carácter sistemático. Battista, en Politica e
rentino e la tradizione repubblicana anglosassone, 2 voIH., Bolonia: Il morale nella Francia del/'eta moderna, op. cit., págs. 110-1, destaca que
Mulino, 1980, en especial págs. 624 y sigs. (ed. orig., 1975). la tesis de Meinecke es aceptable, al menos porque indica que la fortuna
12 A. M. Battista, Politica e morale nella Francia dell'etú mor/"n/.ll, Gé·
de Maquiavelo se orienta a la razón de Estado, y no a la verdadera nove-
nova: Name, 1998. dad del pensamiento político moderno, es decir, los libertinos y su subje-
tivismo.

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namente (aun cuando su gonio lo tlprmdmo u (\110) que renunciar al prestigio y la legitimación de semejante pre-
también la política, cierta mento uutónomu, 08, III i"uul que cursor.
la moral, un momento del Espíritu, y no tun sólo do la na-
turaleza (Croce); o demasiado osquomático, con HU Ilutro- 2.2. Maquiavelo «lateral». También at~ibuyen gran im-
pología que no se abre a una concepción ¡lobul del hombre portancia a la figura de Maquiavelo quienes sustentan
en el cosmos (Scheler); o, pese a todo, muy poco roalista al una visión de la Modernidad, cuando menos, marcada-
describir la naturaleza humana como inmutable y cnronte mente crítica. Los autores que, aun con presupuestos muy
de condicionamientos sociales -es decir, portador de una alejados entre sí, comparten esta posición ofrecen, cier-
pretensión burguesa de dominio que procura descalifi- tamente, una interpretación negativa de Maquiavelo,
car por ilusoria toda política emancipadora (Horkhei- pero tienden a considerarlo portador de una política «la-
mer)-.14 Un Maquiavelo, pues, como genio iniciador de teral», es decir, no coincidente con la política estatalizada
un pensamiento que se sistematiza después de él, de una que fue hegemónica en la Edad Moderna. En definitiva,
historia política que se desvela después de él, en el bien y para quien verdaderamente pretende deconstruir la Mo-
en el maL Un Maquiavelo aplastado sobre problemas y di- dernidad, Maquiavelo no es el blanco polémico central,
lemas que no son en realidad suyos, o no lo son por com- por lo cual necesita comprender con exactitud su origen,
pleto, tales como los lazos entre orden y desorden, técnica sus lógicas y sus dinámicas.
y política, individuo y Estado, libertad y dominio, política A este respecto, no sólo brinda un ejemplo el ya citado
y moral, autonomía y heteronomía de la política, natura- Strauss (quien considera a Maquiavelo un maestro del
leza y Espíritu, antropología e historia, burguesía y prole- mal, y a la vez convierte a Hobbes en verdadero iniciador
tariado. de la Edad Moderna, por haber sustituido como objeti-
vo de la política al sumo bien por la evitación del sumo
Aunque la cuestión es complicada -puesto que nunca
mal),16 sino también Voegelin, quien atribuye a Maquia-
se planteó sólo en términos de una relación entre Maquia-
velo una suerte de «tribalismo» apocalíptico, es decir, un
velo y la Modernidad estatal, sino que la Reforma y el Re-
intento de restaurar una política pagana para la cual el
nacimiento también fueron incluidos en la valoración, con
resguardo del individuo depende enteramente del poder y
distintas afirmaciones de continuidad o de discontinui-
la gloria de la «ciudad». Más allá del componente apoca-
dad-,15 cabe destacar que, en términos generales, los au-
líptico (que para Voegelin significa una consonancia de
tores que juzgan de manera favorable la política estatali- Maquiavelo con la herejía gnóstica que estructura toda la
zada, o al menos la aceptan como «necesidad», tienden a Modernidad), es notable precisamente la «lateralidad» de
considerar a Maquiavelo, aun con reservas y límites, ini- este compromiso con la Edad Moderna y con su gnosis des-
ciador de la política moderna, como si no les fuera posible plegada. Desde esta óptica, Voegelin capta hechos impor-
tantes: que Maquiavelo es extraño a la civilización cris-
14 F. de Sanctis, «Machiavelli», en Storia della letteratura italiana, tiana y a su concepción de la historia (ya sea correctamen-
Milán: Mondadori, 1995, págs. 486 y 491·2; B. Croce, Etica e politica, te agustiniana o gnósticamente escatológica); que el suyo
Bari: Laterza, 1956, págs. 256-61, e Indagini su Hegel, op. cit.; M. Sche- no es el clasicismo literario de los humanistas, sino una
ler, Politik und Moral, Bonn: Bouvier, 1990, págs. 26-35 (ed. orig., 1926- imagen de praxis concreta (aunque muy alejada de la po-
1928); M. Horkheimer, Gli inizi della filosofia borghese della storia, Tu-
rÍn: Einaudi, 1978, pág. 21 (ed. orig., 1930). Sostiene Horkheimer que lis, cara a Voegelin), y que la política de Maquiavelo se cen-
Maquiavelo juzga erróneamente como inmutable la antropología en la tra enteramente en las dimensiones del heroísmo, de la
que funda su pensamiento, cuando en realidad ella está histórica y so·
cialmente determinada.
15 Para una reseña razonada de las posiciones al respecto, cf. G. M. 16 L. Strauss, Che cos'e la filosofia política?, Urbino: Argalia, 1977,
Barbp.to, «Introduzione)}, en A. Oriani, Niccoló Macchiavelli (sic), Ná- págs. 151 y 329 (ed. orig., 1936); cf. C. Galli, Lo sguardo di Giano. Saggi
poles: Guida, 1997, págs. 5:i!7. su Carl Schmitt, Bolonia: Il Mulino, 2008, cap. 4.

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que él no haya sabido diferenciar entre el poder y la vio-
gloria y del honor, ciortamento inmanentes (cerradas a la
lencia, esto es, el gesto moderno destructor-ordenador
tensión con In trIlBcondoncill), pero en todo caso muy dis-
Arendt asocia a Maquiavelo con una linea de pensamient~
tantes do lila linoas IlUle8t;r~)8 de la Edad Moderna. 17
-romana y, a través de Harrington, también «america-
~1'1llt1bUm Stornbtlrger considera que la política ma-
na», y por ende no estatal ni continental- para la cual la
quiuvolhmu os una de las tres raíces de la política -preci- política es la acción colectiva del «dar inicio», más que la
Sllmento la «demoníaca», distinta de la «politológica» de
consecución racional de la verdad y de lo Absoluto. 21 Exis-
Aristóteles y de la «escatológica» de Agustín-; Maquiave-
te, pues, para Arendt, un «momento maquiaveliano», late-
lo representa, para Sternberger, una poderosa figura del
ral y distinto del momento hobbesiano-rousseauniano que
«dominio», la política tiránica, apartada de toda morali-
dominó la historia moderna en Europa: un momento en
dad en su ansia despótica. Y se diferencia de la política mo-
que el vínculo entre política, poder, libertad, acción, plu-
derna -dominio técnico que pretende autojustificarse
ralidad e inicio es aún vital y no se ha transformado en téc-
moralmente-- en cuanto no presenta tendencia alguna a
nica y en dominio.
la forma ya la autojustificación. En defInitiva, el hecho de
que Maquiavelo no confunda política y moral, de que no
2.3. Maquiavelo «originario». Por último, más allá de
sea ideológico, signifIca para Sternberger, a un tiempo,
los filomaquiavélicos que creen en la ecuación entre Mo-
su «inocencia» y -una vez más- su «lateralidad» respec-
dernidad y pensamiento maquiaveliano, y más allá de los
to de la Edad Moderna. 18 Análoga postura es, finalmente
críticos de la Modernidad que ven a Maquiavelo implicado
-para cerrar esta sumaria ejemplificación-, la de Faul,
en sus aporías, aunque de manera lateral, debemos exa-
quien capta en Maquiavelo una diferente noción cristiana
minar a una serie de autores del siglo XX para quienes el
de historia y de su moderna secularización en el progreso,
pensamiento del florentino constituye el origen de la mo-
pero considera que el pensamiento del florentino está
derna política estatalizada: un origen poderoso, que el ar-
aplastado sobre una totale Kampfsituation que él intenta-
co histórico e ideológico de la Modernidad ocultó y sólo se -
ría dominar con una política tecnifIcada, según un topos
torna visible en su crisis contemporánea.
de la critica alemana. 19
Así, a diferencia de Sternberger, que percibe en el pen-
Con mayor claridad aún, Maquiavelo resulta lateral
samiento de Maquiavelo sólo una de las raíces de la po-
respecto de la política moderna según la reflexión marca-
lítica, Ritter ve en él la verdad originaria de esta, ese ün-
damente crítica de Hannah Arendt, quien lo encuadra en
pulso total, y cerrado en sí mismo, hacia el poder al que
un tertium genus en relación con los dos extremos de ltl po-
Moro y la cultura marítima anglosajona recubren al con-
lítica moderna: el dominio (entendido como Herrschaft) y . '
trano, de moralismo, y que tampoco en el continente -ni
la autoconservación de la vida individual; concé}>to clave
siquiera en la pietista Alemania- adquirió nunca una
de la política, según Maquiavelo, no es el poder, y tampoco
f la seguridad, sino el corajE:), esto es, la acci6n abiorttl y li-
forma pura (el redescubrimiento de Maquiavelo por los
histori~dores alemanes de fines del siglo XIX tiene lugar,
bre, en un espacio plural, para el poder y la rrloriu. 2o Aun-
I l!I paraRItter, desde una óptica de política exterior, no de
adopción de lo «demónico» en el ámbito de la política inte-
17 E. Voegelin, Niccolo Machiavelli. Thomas MOru,B, op. IItt., p61J1!I. SO y
sigs. - .-
154 (el libro compila fragmentos póstumos); la crítica de la Edad Moder-
18 D. 8ternberger, Le tre radici dellapolitica, Bolonio: I1MUUIlO, 2001, na es central en H. Arendt, Vita activa, Milán: Bompiani, 1988 (ed~ orig.
págs. 119-202 (ed. orig., 1978), y Machiauellis IIPrinfllpII¡¡ und lllll' llllNl'iff 1958). '
des Politischen, en Schriften, vol. m, Fráncfort: Iniiéll, lD80,llt'jll'l. :.l1J· 21 H. Arendt, Sulla rivoluzione, Milán: Edizioni di Comunita 1983
111 (ed. orig., 1974). págs. 32-7, 226-7, 238-9 (ed. orig., 1963); cf. M. E. Vatter, «Lafondazion~
19 E. Faul, Der Moderne MachiauelliBTlw8. op. cit., PAM.llI. della liberta», en S. Forti (al cuidado de), Hannah Arendt, Milán: Bruno
20 H. Arendt, «Documenti sul progetto por unn "lntit'UdllltOflO Idlll poli· Mondadori, 1999, págs. 107-35, en especial pág. 116.
tica"», en Che cos'e la politica?, Milán: gdl."lol11 di Omfiul\U;A, 1006, II(I/{.

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23
rior). Según Ritter, tampoco tll fUtl4iMmO {¡II!I vtlrdndm'nmen-
te «demónico», sino m{lE! bien «I:Ultániccm, Jnlt!~ protonde del florentino, aplastándolo, en clave católica, sobre la
justificar, otorgándole una connotu(li6n en tilf pOhiitivu, el moderna tecnrncación de la política. 24 Posteriormente, en
pode:- que Maquiavelo se limita ti. dCllilcl.lbrir. len todo caso, un artículo de periódico -en un ámbito más celebratorio
preCIsamente la experiencia nazi le mU0Htrn 11 HiUor la que científico--, Schmitt asocia a Maquiavelo con la con-
nece~idad de que lo demónico Se recompongu Clon una ins-
dición concreta de lo «político», entendido sin moralismos;
tancIa moral: una recomposición s610 prRct:ica, sin ombar- pero es una observación extrínseca y, a fin de cuentas, no
go, y no teórica, que no pretenda resolver el dilemn de la productiva (como lo es también la que expuso en «El con-
relación entre política y moral, insoluble en cuanto conna- cepto de lo "político"», exacta por lo demás: que Maquiave-
tural a la insuficiencia de la condición humana. 22 lo no era un maquiavélico). Más significativa es, en cam-
Más allá de la ausencia de radicalismo en sus conclu- bio, la tardía anotación de Glossarium en que Schmitt re-
siones -por lo demás, explicablemente sobrevenida en conoce que Maquiavelo no logra pensar más allá del poder
las e?iciones de posguerra-, cabe señalar la dependencia informal y, por tanto, no es «barroco» como lo es, al contra-
de Rltter respecto de Schmitt, no sólo por la dicotomía en- rio, Hobbes (o sea, preocupado tanto por la forma política
tre tierra y mar, sino también por la definición misma de como por la Nad,a a la que ella está expuesta).25
lo «demónico» maquiaveliano, conceptualmente construi- En definitiva, Schmitt parece intuir en Maquiavelo un
do de manera muy próxima a la categoría schmittiana de pensamiento del origen de la política, e intenta incorpo-
«político» como relación amigo-enemigo. 23 En definitiva rarlo, para retraerse'!uegó al coiiij)render que ese.pensa-
la estrategia argumentativa de Ritter (especialmente e~ miento no va al encuentro del suyo propio, precisamente
la primera versión de ese libro palimpsesto) se orienta a en lo que concierne a la cuestión de la forma. Esta cues-
presentar a Maquiavelo como el pensador originario de tión, ausente en Maquiavelo, constituye el horizonte mis-
mo en que se inscribe el pensamiento schmittiano de lo
1 una Edad Moderna que después de él nunca volvió a ser
consciente de sí, hasta el momento en"que Schmitt volvió «político»; ciertamente, es la raíz no racional de la política,.
a pensar el origen de la política moderna, y encontró el pero captada desde el punto de vista de su moldeado re-
p.ensamiento «demónico» de Maquiavelo, es decir, la polí- presentativo por vía decisionista. En Schmitt, la decisión
tIca como amoral técnica del poder. es el tormento, el movimiento de inflexión/creación de la
Sin embargo, Schmitt no se ocupa mucho de Maquiave- forma; no es el libre despliegue del poder, ni la pasión ci-
lo: su autor es preferentemente Hobbes, cuyo pensamien- vil, presentes ambos en Maquiavelo, los cuales, por su in-
to, aunque muy diferente del schmittiano, se centra como forme arritmia y trágica excesividad, pueden ocasionar
este en la lógica binaria desorden/orden. Es más: en un pri- efectos hiperpolíticos, pueden acceder a lógicas extremis-
mer momento, Schmitt brinda una lectura convencional tas que imponen la disyuntiva entre amigo y enemigo,26

22 G. Ritt:r, 11 uolto demoniaco del potere, op. cit., págs. 174 y 179-94. 24 En este sentido, cf. C. Schmitt, La Dittatura, op. cit., págs. 20-1, co-
Acerca de Rltter y otras cuestiones, cf. M. Cau, «Tra potere demoniaco e mo también Cattolicesimo romano e forma politica, Milán: Giuffre,
virtu democratica. Letture machiavelliane nella cultura tedesca tra le 1986, pág. 45 (ed. orig., 1923).
dU:e guerre», en P. Carta y X. Tabet (al cuidado de), Machiauelli nel XIX 25 C. Schmitt, artículo del 2 de junio de 1927 en Kolnische Volkszeit-
e::X secolo. Machiauel aux XIXe et XXe siecle, Padua: Cedam, 2007, ung; cf. también «11 concetto di "politico"», en Le categorie delllpolitico)),
pags.145-84. Bolonia: 11 Mulino, 1972, págs. 87-208, en especial págs. 146, 149, 152
23 lb'd '
L ., pags. 33, 38, 46-8 (para el concepto de «político»); en las págs. (ed. orig., 1932), y Glossario. Annotazioni 1947-1951, Milán: Giuffre,
116.y 218, una declaración de dependencia respecto de C. Schmitt, «Il 2001, págs. 57-8 (ed. orig., 1991; 12 de noviembre de 1947); ibid., pág. 71
LeuLatano nella doctrina dello Stato di Thomas Hobbes», en Scritti su (24 de noviembre de 1947); cf. C. Galli, Genealogia dellapolitica. Carl
1!t0m~ Ho.bbes, Milán: Giuffre, 1986 (ed. orig., 1938); en la pág. 205, un Schmitt e la crisi del pensiero politico moderno, Bolonia: 11 Mulino, 1996,
d~stanclamlen:o de C. S~hInitt, La Dittatura, Roma-Bari: Laterza, 1975, págs. 270-71, 577 Y 772, como también Lo sguardo di Giano, op. cit., cap. 3.
pago 20 (ed. ong., 1921; mterpretación demasiado «pesimista»). 26 N. Machiavelli, Principe, en Tutte le opere, Florencia: Sansoni,
1971, págs. 255-98, cap. 21, pág. 291; cf. también Paro le da dirle sopra la

l'
I1 24
brillante teorización althusseriana de la «soledad» de Ma-
ptH'O no puotlCUl sor Ioldolil ni on la olavo jurídico-formal, quiavelo, en sí aceptable, finalmente lo integra -si bien
aunqutl doCormidlíl, ni modiantt lA l6gioa pos-oat;fltnl (por de manera original, a la vez fundacional y desestructura-
ji/mijO, nun Blinda nI Estado) tlpicae de Schmitt. Mílquia-
dora- en la trama del Estado moderno.
velo. on suma, no os 01 inicio de (lSU Edud Model'll(l cuyo fi-
nal Schmitt de alglÍn modo ratifica, aunque sin superarla:
como se verá, son diferentes las «autonomías de la políti-
ca» a las que, con todo, ambos arriban.
Con mayor convencimiento que Schmitt, otros autores, 3. La tesis
co~o Gramsci y:Uthusser, aun recorriendo caminos muy
ale~a~os ~ntre SI, leen a Maquiavelo como un pensador A diferencia de la última postura mencionada, sosten-
«OrIgmarlO». Gramsci recurre a este para infundir nueva dremos aquí que lo más apropiado no es encontrar en Ma-
energía política a la mala estatalidad italiana y dirigir su quiavelo una reserva de energía para encaminar en sen-
transformación en sentido democrático. En Maquiavelo tido democrático la maquinaria del Estado, ni considerar-
encuentra el «Estado de pueblo», y también el partido co- lo como la verdad originaria del Estado; es posible leer a
mo «príncipe nuevo», tan capaz de ejercer la fuerza como Maquiavelo «según sus propios ~rincir>ios~ y entrever aSí
de obtener el consenso; y así, pese a la marcada torsión j?~~~1~~~_p2!ff!~iÜigE:;i~~iít~igi}Jii9}!ii~~~2gYIi,{{~i:~i,i;
dialéctica que imprime al pensamiento maquiaveliano se en hegemónicos gracias a la política estatalizada; proble-
.
aprOXIma a De Sanctis, al convertir a Maquiavelo en el
' ·maspara-los-éuales:p'ór'Io'·a:emá.s;'-ér1i'i'll6'soiu~rónes que
teórico de la (re)fundación democrática de un moderno Es- no sólo diferían de las clásicas del Estado, sino también de
tado naciona1. 27 Althusser utiliza a Maquiavelo para des- las soluciones democráticas y revolucionarias (Gramsci),
cubrir ~a violencia originariamente inherente a la política las decisionistas y extremistas (Schmitt), las compromiso-
estatalizada, y lo considera un «solitario» en cuanto es el rias y resignadas (Ritter), las fundacionales y «violentas»
único autor político que no piensa el «hecho cumplido» de (Althusser), que el siglo XX propuso para resolver la crisis
las monarquías nacionales, sino el «hecho que ha de cum- del Estado.
plirse» de la fundación de un Estado nacional en condicio- En Maquiavelo aparece otra raíz, otro origen, de una
nes extraordinarias de ausencia de forma política. Para política distinta de la del Estado, porque en él están la

.,~[¡~!i~:!~~i~!~,:f2~t~~~~~1!t~:~;ffi~~~~j2l:~~r
Althusser, Maquiavelo -extraño a toda legitimidad tra-
dicio~al (teológica) y a toda legitimidad moderna (iusna-
turalista)- muestra el nihilismo y la aleatoriedad del Es- ,~>~i!yj.l!~. Una inmediatez política extraña a las 1ogÍcas'
tado, y es uno de los pocos en teorizar acerca de la «acu- políticas de la mediación moderna que se desarrollaron en
mulación política primitiva», la fundación del Estado. Ma- la realidad histórica y anteriormente en la teoría: las lógi-
quia~elo es un utopista -su Estado no tiene lugar, puede cas que insisten en el trayecto que va de los derechos indi-
surgIr dondequiera- y, al mismo tiempo, un realista de- viduales a la construcción del derecho público; que tienen
mocrático, que incluso cuando escribe acerca del príncipe que plantearse el problema del conflicto entre poder y li-
se sitúa desde el punto de vista de los muchos,del pueblo bertad, entre la forma del dominio racional, el Estado, y el
en lucha contra los magnates. 28 Como vemos, también la individuo que pretende haberlo creado, merced al contra-
to, a imagen suya y a su servicio; y que tratan de resolver-
pro~i~i.one del danaio, en ibid., pág. 12 Oa política es determinada por la
lo mediante la distinción, siempre oscilante, entre lo pú-
posIbilidad real del enemigo mortal). blico y lo privado. Las lógicas de la política como orden.
27 A. Gramsci, Quaderno 13. Noterelle sulla politica del Machiavelli
al cuidado de C. Donzelli, Turín: Einaudi, 1981. '
29 Acerca de la mediación, cf. C. Galli, Genealogia della politica, op.
28 L. Althusser, «8olitudine di Machiavelli», op. cit., págs. 90, 92, 94 Y
98. cit., parte 1.

27
"

telectual de su pensamiento,31 pero, por cierto, intrínse-


camente ~ en cuanto a la eficacia que puede re-
que poco bene vestir para las categorías de la Modernidad política.
on (lüml5lo~-éOñ
mucnoñu1s vÓÍ- 3.1. La historia, la contingencia, la ciencia. El maquia-
, , 81 honor y la veliano «pensamiento de la contingencia» se muestra «mo-
tU antropología derno», en cuanto su horizonte es el irreparable y catas-
1'I(11)1)1!8. In contra de lo trófico final de las seguridades religiosas tradicionales,
que pensabAn 108 t'rBnctorteses y pienlllan muchos autores las fundaciones sustanciales de la política, las mediacio-
del ámbito anglonorteamericano, So engafiados por la con- nes pontificales entre cielo y tierra, las salvaciones provi-
traposición, en realidad extrínseca, entre realismo e idea- denciales; pero su modo de estar en esta crisis, de asumir-
lismo- expresa con extrema radicalidad tanto la insensa- la como desafío, no es el de la posterior ciencia política
tez de la historia y de la condición humana, alejada de cual- hobbesiana, orientada a la ruptura con el pasado y a la
quier garantía dada o por alcanzar, como la contingencia construcción racional del futuro, ni el del pensamiento hu-
de la política, alejada de cualquier pretensión de necesi- manístico, orientado a recuperar la continuidad con el pa-
dad. Que el núcleo de su pensamiento es 10 concreto y no la sado clásico en un eterno presente de valores éticos y es-
abstracción, no es la política como seguridad y forma sino téticos, presuntamente perennes, de los cuales, en reali-
como poder y gloria, y por ende como polimorfismo; que el dad -según Maquiavelo-, sólo sabe obtener un goce in-
actor de la política no es el Leviatán sino el Centauro, que .
telectual e inefectivo, en un «amb'lCI0S0
. . 32
OCIO».
su fin no es la neutralización sino el conflicto de los diver- Por el contrario, Maquiavelo teoriza la posibilidad, e
sos «humores» de la ciudad. incluso el deber, no de gozar del clasicismo, sino de imi-
En definitiva, un Maquiavelo moderno y, por tanto, tarlo operativamente, conjugar en un nuevo saber «la ex-
apartado de la tradición aristotélica, a la cual cabe ads- periencia de las cosas modernas y la permanente lección
cribirlo sólo en nombre del destino político del hombre de las antiguas»; y valida la posibilidad de la imitación, al
que ciertamente él profesa (pero ya sin inscribir ese des- asumir la invariancÍa ael.3.lliitúráTeia~huiñana'y-aerpro­
tino - y esto es absolutamente decisivo- dentro de nin- brema' po!ítfco:-ti'nlfínvarÍancíatransepocarqu-e1elmpe-
guna teoría del bie _de la justicia, pues para él es impen- dla peñ;;¡~'q;;''8 «el cielo, el sol, los elementos, los hombres,
sable toda posibiliaa )e descubrir, in re, alguna univer- hubieran variado su movimiento, orden y poder, en rela-
salidad de la experient: ,alguna trama,de sentido garan- ción con lo que eran antiguamente».33 En definitiva, exis-
tizada); un Maquiavelo apll!!ado~-ªmbién de pretendidas tirían regularidades objetivas de la naturaleza y de la his-
regularidades transepocales de la política «científicamen- toria que la ciencia política puede captar, tanto hoy, in re,
te» comprensibles; y, sin embargo, en la Modernidad, ni
central, ni lateral, ni originario, sino alternativo a la for- 31 J. G. A. Pocock, Il momento machiavelliano. Il pensiero politico {io-
m~~stad.2.Y a su hegemonía secular, y, por consiguiente, rentino e la tradizione repubblicana anglosassone, op. cit., vol. 1, págs.
referible al Renacimiento en, cuanto a la ambientación in- 319-411 (en especial págs. 360-1); para una más clara percepción de la
oposición entre Maquiavelo y el humanismo florentino, que es el trasfon-
do crítico de su pensaIniento, cf. Q. Skinner, Le origini del pensiero poli-
30 M. Horkheimer y T. W. Adorno, Dialettica dell'flluminismo, Turín: tico moderno, Bolonia: Il Mulino, 1989, vol. 1, págs. 230-44 (ed. orig.,
Einaudi, 1997, págs. 96 y 123 (ed. orig., 1944; Maquiavelo y Hobbes co- 1978).
mo «autores negros» de la burguesía); acerca del habitual paralelo an- 32 N. Machiavelli, Discorsi sopra la prima Deca di Tito Livio, en Tutte
,glonorteamericano entre Hobbes y Maquiavelo, cr. P. R. Viotti, «L'in- le opere, op. cit., págs. 73-254, en especial el proemio del primer libro,
fluenza del pensiero di Machiavelli nella scienza politica americana», en pág.76.
R. Caporali (al cuidado de), La varia natura, le molte cagioni. Studi su 33 La primera cita proviene de Principe, op. cit., «Dedica», pág. 257; la
Machiavelli, Cesena: Il Ponte Vecchio, 2007, págs. 151-64. segunda, de Discorsi, op. cit., proeInio del primer libro, pág. 76.

28 29
I
(lomo modiallto el estudio y la imitación de las acciones de
Aquellos ~los antiguos- que antes las captaron. Y una do dar forma y desarrollo a la experiencia práctica, los mo-
V()z comprendidas por la ciencia, ora el príncipe, ora el dos puros de la política son «pestíferos, por la brevedad de
pueblo, podrían aplicarlas en la praxis. ln vida de los tres buenos y por la malignidad de los tres
Pues bien: atendiendo precisamente a este punto me- malvados».35
todológico decisivo se ha de releer el texto maquiaveliano. Para Maquiavelo, la historia política no es cíclica -es-
La presunta trama racional de la ciencia política de Ma- to es, racional de alguna manera, aunque no antropocén-
quiavelo estaría dada por la referencia a la anaciclosis de trica- como parece, e incluso él excluye una fuerte re-
Polibio, el «círculo en torno al cual todas las repúblicas se lación entre historia y ciencia, o entre ciencia y política.
han gobernado y se gobiernan», esto es, el modelo de pen- Antes bien, para el florentino, la historia es una insensa-
samiento que reconoce como central, en la clasificación es- tez no regida por leyes ciertas de progreso, ni de decaden-
tática de las formas políticas puras, el número de los go- cia (como se pone de manifiesto a propósito de la relación
bernantes y su calidad, buena o mala, y que confía la indi- entre virtud y fortuna). Las regularidades, las constantes,
viduación de su dinámica, es decir, de su constitución y no son nada objetivo: la historia no es la permanencia ni el
deconstrucción, a una suerte de providencial automatis- desarrollo de ninguna sustancia fundacional, y no cabe re-
mo, por el cual las formas «buenas» fácilmente se deslizan conducirla a ley o esencia universal alguna, a ningún dise-
hacia las «malas», en tanto que a partir de estas, por nece- ño de persona alguna. ~a ver~~lª-ridª,5i~l~~,~~;
sidad, se generan nuevas formas buenas. 34 Se trata de un periencia histórica,(')!ܺ<l(),~i<;.lmpo..:-la regularidad de la
esquema de ciencia política que se funda en el relieve de qUinJaqulaveIo'haceme~~í6ncon'ímágenes provenientes
caracteres racionalmente reconocibles in re y en el su- de la inexorabilidad de las leyes físicas-::~...~~l~ltl!8d~,

~~~~~:~~;~t{f!~~~~~~!!;;~¡t~~jJii¡~iiS:~t~r~i~~,
puesto de la previsibilidad de sus transformaciones. Y,
por ende, de una política capaz de dar formas. racionales a
la experiencia, y de una historia política dotada de senti- gencia absoluta, el acaso con su paradójica necesidad. La
do, esto es, conocible y reconocible, aunque no antropocén- necesidad no es la respuesta humana a la contingencia,
trica ni cristianamente orientada a la trascendencia. Lo sino la inexorabilidad de la contingencia misma. Y <<nece-
que se debe subrayar es que Maquiavelo, pocas líneas des- , sida ro> es la palabra clave en El príncipe, donde aparece
pués, en realidad, niega precisamente esta regularidad como la verdadera y única «ley» de la historia y de la pra-
científica, al sostener que las repúblicas, para completar xis' es decir, el «acaso» que dicta ley a la virtud humana,
el ciclo y dar vida así a una configuración histórica y mor- como la «malignidad de los tiempos»36 que puede volver a
fológica reconocible, carecen siempre de «consejo y fuer- presentarse para cualquiera en cualquier momento: en
zas», de manera que el resultado de sus degeneraciones no definitiva, la historia es una estructura laberíntica en la
es una regeneración, menos aún automática, previsible o que no hay ningún hilo de Ariadna, ninguna salvación
programable de algún modo, sino una deriva entrópica prefigurada ni garantizada. La falta de diferenciación en-
que las lleva a sucumbir ante el más fuerte=faesaparecef':' tre antiguos y modernos, esto es, el uso indistinto e inter-
El modelo ideal de la política, tanto estática como dinámi- cambiable de la experiencia de las cosas modernas y la
ca, es vencido inexorablemente por la insuperable contin- lección de las antiguas, no es, pues, una comparación, ni
gencia de la facticidad: en verdad, no hay, a disposición de la aprehensión de leyes inmutables de la política, ni mu-
una ciencia política operativa, ni un entramado racional cho menos una referencia humanística a una edad de oro
de lo real, ni una taxonomía suya practicable: incapaces

35 Discorsi, op. cit., 1, 2, pág. 80.


34 La primera cita proviene de Discorsi, op. cit., 1, 2, pág. 80; la segun. 36 Acerca de la «malignidad}), cf. Discorsi, op. cit., proemio del primer
da, de ibid., pág. 7 9 . " libro, pág. 76; cf. también Principe, op. cit., «Dedica», pág. 257 (referida a
sí mismo), y VII, pág. 266 (referida a Valentino).

30
dü la humnnidnd. Ant:oH bion, In uhiHtórica sincronía le es lile tendencia entrópica de la historia política -la degra-
pOHibltl n Muquiuvolo, jUHtamonto, porque para él no hay dnción de la virtud antigua, en especial la virtud romana-
un diHOño t;ol{)o16gico ruciol1ul y previfoJible, ni de progreso hnsta nuestros días constituye una dramática evidencia
ni do rogroHión (como hHlgo nclararomos) de la historia; pnra Maquiavelo,38 pero no como una «ley» o una regu-
porque Maquiuvelo sabe quo compurtc con los antiguos el lnridad politológica, sino más bien como un curso natural- 1
mismo espacio y el mismo tiempo, insensato como el de mente insensato de la vicisitud humana, un natural mal
ellos, expuesto como el de ellos a la contingencia absoluta; URO de la energía del hombre, una natural estructura con-
expuesto a la fortuna. tingente de la historia, frente a la cual, precisamente en
Sin duda alguna, los antiguos fueron -en ocasiones- (manto en verdad contingente, cabe siempre el intento de
marcadamente conscientes de esta informe estructura del oponer resistencia mediante la «virtud», ella también
tiempo histórico y de la experiencia práctica, y crearon es- «natural», esto es, puesta en el mismo plano que la fortuna
tructuras políticas aptas para hacerle frente; los moder- y, por tanto, sin nada que la garantice ni justifique.
nos, en gran parte, no tuvieron esa conciencia, a causa de En definitiva, si la «fortuna» siempre hace que falten
un estilo de pensamiento y una conducta de vida -a me- «consejo y fuerzas», si hace que no cuadre la hipotética
nudo definidos COmo «ignavia»--· signados por el descono- unaciclosis, si torna frágiles y precarias las realidades
cimiento estético-literario de la realidad efectiva y de la políticas, entonces cabe definir la fortuna de Maquiavelo
trágica seriedad de la política, que son responsables, junto como un «concreto no sustancia!», trascendente respecto
con la política de la Iglesia y los efectos de la religión cris- de las fuerzas humanas y a lavez-únieo horizonte de es-
tiana, de las catástrofes de 1494 y de haber «conducido a tas, que en ella están del todo inmersas. Y la virtud no es
Italia a la esclavitud y al envilecimiento».37 la clave metodológica que permite trascender y dominar V; r~
Más allá de esta polémica de Maquiavelo contra aque- la fortuna, sino una energía humana/natural en sí misma,
llos a quienes weberianamente cabe designar «los litera- que sólo momentáneamente puede ser más fuerte que las
tos», la visión de la historia como fortuna y como absoluta «cosas del mundo».
contjngencia le permite pensar que -aunque sea muy Así pues, hay en Maquiavelo una co-implicación«natu-
difícil transitarlo- subsiste un espacio de acción política; r~~..~E!~F~.Y.ktléª..x,f9It~t!.fJ:~~Y con;;tanieñr;-~e-~;írifiesTa
un espacio para la virtud, esto es, para el esfuerzo de otor- también una fundamental desconexión entre acción y ex-
gar una precaria y provisional configuración verdadera~ ~EillQi.a.•~En·efecto, si para Maqw.aveÍoeTproñIem.a pOil-
mente humana y política (es decir, en«2rgética, como vere- tico permanente estriba en encauzar la fortuna mediante
mos) a una materia ya sea natural, ya'histórico-práctica, la virtud, también es verdad que la primera no es la natu-
que elude, en teoría, toda tentativa de m~~eado. En defi- raleza que se ha de dominar, el objeto cuya clave concep-
nitiva, la posibilidad de la virtud depende d~a~mir radi- tual posee el sujeto, lo Otro cuya esencia permite al Sí
calmente la fortuna como contingencia absoluta, CO-lllO ne- Mismo aprehenderlo, hacerlo suyo, reducirlo alo Idéntico.
gación de toda línea de desarrollo de la historia d~toda El núcleo teórico del capítulo XXV de El príncipe reside,
ley universal metahistórica, de toda ciencia pOlltica qu.e precisamente, en destacar la discordancia entre la for-
pretenda captarlas y aplicarlas en la realidad. La innega- tuna y la acción virtuosa, la casualidad y la contingencia
de la que depende la feliz «concordancia» entre «el modo
de obrar» del príncipe y «la calidad de los tiempos». De he-
37 Respecto del afio 1494, ef. N. Machiavelli, Dell'arte della guerra, en
~tte le ,opere, ~p. ~it., págs. 299-398 (en especial libro VII, pág. 388); la cho, incluso donde hay «virtud ordenada para resistirla»,
cita esta en Pnn:~pe, op. cit., XII, pág. 277; cf. también XXIV y XXVI; incluso donde hay «diques y defensas para contenerla», la
acerca de la polítlca de la Iglesia, cf. Discorsi, op. cit., 1, 12, págs. 95-6;
sobr~ el rol antipolítico de la religión cristiana, cf. Dell'arte della guerra,
38 ef., por ejemplo, Discorsi, op. cit., proemio del primer libro, pág. 76;
op. at., 11, pág. 332, Ytambién Discorsi, op. cit., proemio del primer libro
pág. 76, Y1, 11, pág. 94, sobre la religión pagana. ' Dell'arte della guerra, op. cit., 11, págs. 332-3.

33
I
lortuDA -como lo cm80ftu 1fl peripecia de Valentino- es orientados a revitalizar lo antiguo, los principios origina-
.ltm¡u'Otmpl'ov!iiblo, l1un cuando se observe la más vir- ríos de las realidades políticas, su antigua «bondad» ya co-
tuo.lpl'udoncla. OD En oualquier caso, respecto de esta rrompida. 41 Y esa «bondad» para cuya revitalización me-
prudonoia, Maquilvllo no intenta. siquiera elaborar una cliante las «buenas órdenes» y los «buenos hombres» tra-
tli)ofÍl '1\10 PUOdlllplictlri0 d0sde afuera a la política: ta- baja la política virtuosa no es, claro está, un bien que exis-
rea imposible como la cuadratura del circulo. La célebre ta objetivamente in re; por el contrario, esa bondad es la
llfirmaci6n de que (da fortuna es árbitro de la mitad de concreción de una síntesis política, o sea, la energía que
nuestras acciones, pero también nos deja gobernar la otra permitió la instauración de la ciudad y que -precisamen-
mitad» no ha de entenderse literalmente, como una «tesis te en cuanto energía capaz de devolver la vida a situacio-
del cincuenta por ciento», una tesis de equilibrio o de sen- nes ya degradadas- es el objeto de la investigación de
tido común: esa afirmación significa, más bien, la imposi- Maquiavelo: es sinónimo de virtud, de política en sentido
bilidad fundamental de ordenar completamente la reali- activo.
dad, mas al mismo tiempo indica la opción de intentarlo Así pues, el príncipe nuevo y la república popular son
de todos modos: la opción por completo «voluntarista» de formas políticas que expresan una energía, la cual provie-
ser «impetuosos», y no «respetuosos».40 La «fortuna», de- ne de la naturaleza humana, esto es, tiene que ver con la
safío permanentemente abierto, destinado siempre a la antropología. Sin embargo, a diferencia de la que adoptará
ruina en el mediano plazo por obra de la humana virtud, Hobbes, la antropología de Maquiavelo no es un mero ori-
es en suma una naturaleza vista como ocasión -como gen de la política, un pretexto lógico y retórico para de-
kairós- no para un orden político artificial, sino para otro mostrar que es necesario el ingreso del hombre al Estado
fin: la gloria política. artificial: la naturaleza humana no está destinada a la
mediación, ni encaminada a la superación de las pasiones
3.2. La política, su naturalidad, su destino glorioso. La naturales gracias al contrato racional y el miedo a la
solución de las aporías de la anaciclosis --es decir, la con- muerte. La naturaleza humana, para Maquiavelo, es polí-
tingencia, la imprevisibilidad de la fortuna- es, para Ma- tica. En definitiva, la suya es una antropología «social», no
quiavelo, el «Estado mixto» en los Discursos, o bien el «geométrica»; es decir, para él, la sociedad «política» es
príncipe virtuoso, el principado civil nuevo, en El prínci- verdaderamente natural. Pero esto no se afirma en sen-
pe. En ambos casos, aunque difieran entre sí, se trata de tido aristotélico, como si existiese un natural telas político
soluciones que eluden la taxonomía de las formas puras y de la acción humana; antes bien, significa un nexo, inme-
de los principios políticos simples, y su variación y mezcla diato -no basado en la contraposición hobbesiana entre
cuantitativa; se trata de formas mixtas en sentido cualita- naturaleza desordenada y por ende no política, por una
tivo, formas «abiertas», no determinadas rígidamente o, parte, y política mediada, ordenada y por ende artificial,
por mejor decir, formas cuya determinación proviene del por la otra- entre la naturaleza humana y una política
único fin al que están dirigidas: hallar el modo de dar privada de toda lógica constructivista. Desordenada (con-
«consejo y fuerzas», de pasar de la corrupción a la virtud. tra Aristóteles) e inmediata (contra Hobbes), la naturale-
Ni el príncipe nuevo ni la república popular son figuras za política del hombre, o, mejor, la naturalidad de la polí-
estáticas enmarcables en «regularidades» politológicas tica, significa para Maquiavelo, en suma, que la política
dadas de antemano, sino que son momentos políticos di- es expresión de la inmediatez y concreción de la accion hu-
námicos orientados a lo «nuevo». 0, lo que es lo mismo, mana, pero no de su orden (inexistente). Y que consiste a
su vez, en el caso más habitual, en el mal uso de la energía
de la acción humana, de las pasiones, principalmente re-
39 Las citas provienen de Principe, op. cit, XXV, págs. 295-6; acerca de
Valentino, cf. VII y passim.
40 Principe, op. cit., XXV, págs. 295-6. 41 Discorsi, op. cit., III, 1, pág. 195.

34 35
prollltlntndf\iil cumo Clllvftriuh,,, y volunt.nd do dominio; esto que socavaron a la república romana. Empero, si la vic-
O/i!, (loJnO una ltbtclo p(),hUiOfJItlJnout;o dirigida al objeto, a la toria de un solo humor, lejos de realizar la pureza de la
lH)l'lofllón do 111 ((001111», nl r~mU1(n'j (j nl dominio instrumental ciudad, ocasiona su máximo desequilibrio, no se ha de
y deHpótico dol otro, ]Un oliÍt¡tll'lont~id() ~=qUll concierne al ob- pensar que la de Maquiavelo sea una teoría del equilibrio
jeto de las pasiones y no t'omU:e l\ uno t;ooríu del pecado-, y la moderación. En la lógica maquiaveliana, la teoriza-
quien quiera hacer polit;i()1l ()on sol'.iodl1d debo presuponer ción de un sistema «cuantitativo» de pesos y contrapesos
que los hombres son «reos».12 entre los «humores» terminaría siendo algo inerte. Si de
La política virtuosa, por su parte, consiste esencial- pesos y contrapesos se quiere hablar, hay que subrayar su
mente en la redirección (radicalmente distinta de la mo- aspecto «cualitativo»; esto es, para Maquiavelo, ambos
derna mediación racional) de esta natural libido, la trans- humores deben jugarse uno contra el otro, debe actuar su
formación de la posesión de objeto en la posesión inma- dinamismo conflictivo, gracias a una institución -el tri-
terial, en la búsqueda de la gloria común de la ciudad, o en bunado de la plebe- que complica las formas políticas
la capacidad política, ella también orientada a la gloria, fundadas en un único principio y no nace de un proyecto
del príncipe y de sus súbditos; la conversión del conflicto abstracto, sino que se la encuentra y escoge en el vórtice
económico (frecuente pero destructivo, como lo muestra la de la emergencia, en el apremiante requerimiento de
historia de Florencia) en conflicto político (energético y afrontar una «necesidad» contingente y constrictiva. 45
virtuoso). Y esta conversión -posible aunque rara- de la El tribunado es una institución «cálida», más partici-
avaricia en virtud, del amor a tener en amor a la gloria, no pativa que representativa, que no despolitiza a la ciudad,
tiene nada del modo hobbesiano de abordar las pasiones, y hasta permite la persistencia de un intenso conflicto en-
un modo centrado en la alienación y la represión legal-ra- tre ambos humores: un conflicto, incluso un «tumulto»,46
cional. Antes bien, se trata de una transformación provi- producido por el poder político, porque no separa entre sí
soria de la naturaleza humana, posibilitada por las insti- los humores, sino que los vincula, los une conflictivamen- .
tuciones. No obstante, para comprender el peculiar signi- te tanto en la lealtad común a la ciudad, a la que el propio
ficado de estas últimas es necesario bosquejar la teoría tribunado torna libre, como en la dedicación competitiva
maquiaveliana de los «humores». para su gloria. La política no nace del pacto entre los indi-
Esta teoría contempla, por una parte, al pueblo, cuyo viduos que ceden su propia libertad natural en el «mons-
humor (tendencia temperamental) consiste, ante todo, en truo frío» del Estado artificial, sino de la institución «cáli-
no querer ser dominado, y, por otra parte, a los nobles, que da» (el tribunado); la libertad y el poder de la ciudad na-
quieren dominar. 43 Y prevé especialmente que a los fines cieron juntos (y no contrapuestos entre sí como en la polí-
de la «salud» de la ciudad no se permita la victoria de uno tica moderna), porque nació una posibilidad de conflicto
solo de estos humores: Maquiavelo permanece siempre entre sus componentes. Un conflicto redirigido, no des-
ajeno a una política pensada como una dimensión de pure- tructivo, no sólo para las cosas o el dominio, sino para con-
za, perfectamente describible mediante un único «princi- servar la libertad, esto es, el libre desarrollo de la energía
pio». En efecto, el pueblo también quiere dominar, quiere de cada humor, y de la ciudad «tumultuosa» en pleno.
«arrasar», proponiéndose a sí mismo como único principio Así pues, la pluralidad interior, y no el orden monista,
de la ciudad, como demuestra la trayectoria del líder po- realiza el poder y la libertad política: y esta última no es el
pular Mario,44 origen de las desastrosas guerras civiles moderno derecho natural del individuo, sino que es liber-
tad pública (o sea, precisamente, poder), conflictiva emu-
42 Discorsi, op. cit., 1, 3, pág. 81, Y Principe, op. cit., XVII, pág. 282; lación y competencia política, en un contexto político-ins-
acerca de la mediocridad humana incluso en el mal, cf. Discorsi, op. cit.,
1, 27, pág. 110.
43 Principe, op. cit., IX, pág. 271; Discorsi, op. cit., 1, 5, pág. 83. 45 Discorsi, op. cit., 1, 3, pág. 82.
44 Discorsi, op. cit., 1, 5, pág. 84. 46 Discorsi, op. cit., 1, 4, pág. 82.

36 ~7
titucional al que todos hacen objeto de lealtad, porque a nera, consiste en que el primero es menos institucionali-
todos deja espacio político concreto, y búsqueda de la glo- zado que la segunda. El príncipe es el individuo de extra-
ria y la conquista, búsqueda del poder, en el exterior; en ordinaria virtud que tiene que buscar a toda costa el con-
efecto, el conflicto interior se orienta a la guerra exterior senso del puebl050 e intenta provocar una aceleración, en
-o, en todo caso, tal es su desahogo inevitable- por el tiempos de crisis gravísima y excepcional, del proceso his-
«honor del mundo»,47 por la gloria, por la empresa común tórico accidentado y de la sedimentación de las «costum-
de la ciudad dividida, y por tanto libre y poderosa. En su- bres» virtuosas que dan nacimiento a la república. Por lo
ma, el libre poder interior se convierte, de manera inme- demás, los intercambios previstos entre una forma y la
diata, en poder hacia el exterior: el nexo entre actitud con- otra -por ejemplo, la regeneración de una república co-
flictiva interior y capacidad de sostener un eficaz y glorio- rrupta requiere casi siempre la virtud extraordinaria, la
so conflicto exterior es esencial para regenerar la virtud; «extrema fuerza», de un individuo-,51 lejos de testimo-
el ejército popular permanente, el constante ejercicio de la niar los presuntos automatismos de la anaciclosis, mues-
guerra, es en sí mismo una reserva de virtud, cuando me- tran que para Maquiavelo importa más la energía de la
nos porque la eficiencia militar de por sí requiere que el virtud, comoquiera que se la represente, que la forma polí-
ejército se ordene según lógicas de auténtico y merecido tica que ella adopte.
prestigio.48
De hecho, sin la guerra -sostiene Maquiavelo en los 3.3. El significado de la política maquiaveliana. Las
Discursos-, la virtud, a despecho de cualquier institución consecuencias y la originalidad de este planteamiento del
«cálida», tendería a desaparecer dentro de la ciudad, so- problema político y de esta solución se evidencian clara-
focada por la continua y reiterada presencia de la bajeza mente si se compara el pensamiento maquiaveliano con el
del conflicto por avaricia, la «envidia» y las «calumnias»;49 modelo político racionalista moderno.
también en El príncipe la virtud está siempre amenazada,
y en última instancia resulta derrotada, por la fortuna. Se 3.3.1. Si en Maquiavelo el conflicto no es el origen de la
confirma, entonces, que avaricia y fortuna constituyen la política -que se debe neutralizar soberanamente-- sino
naturaleza (humana y no humana) en cuanto renuente a su finalidad, pues sólo el conflicto posibilita acciones glo-
la plena valorización política. Y la política (la virtud) se riosas, monumentales, esto es, dignas de recuerdo y capa-
confirma como una variante, una reorientación (institu- ces de constituir puntos fijos y luminosos de poder libre y
cional y participativa), de esa misma naturaleza; una reo- glorioso en la insensata andadura de la historia humana,
rientación de la energía insensata de la naturaleza hacia entonces la duración de la síntesis política, muy presente
un sentido, una dirección, enteramente mundanos (la glo- en la reflexión de Maquiavelo, tanto en los Discursos como
ria); una reorientación enérgica y poderosa, y simultánea- en El príncipe, nunca fue buscada por sí misma, sino por
mente frágil e incierta. Sin más, contingente. la libertad y la gloria de la ciudad. 52 Incluso existen Esta-
Institución «cálida», conflicto, libertad, poder, guerra, dos estables y duraderos fundados en el ansia de posesión
gloria, potencia (todo ello en el horizonte de la contingen- y en la conservación, como Venecia y Esparta, los cuales,
cia, la fortuna): esta es, en definitiva, la secuencia de la re- cerrados en sus «breves términos», no son ciertamente ob-
orientación de la avaricia hacia la virtud, de la energía de
objeto hacia la energía virtuosa. Y la distancia entre el 50 Principe, op. cit., IX, págs. 271-2, y XVII (el príncipe debe ser temi-
príncipe nuevo y la república, cada, cual virtuoso a su ma- do, no odiado).
51 Discorsi, op. cit., 1, 17, pág. 102; cf. también 1, 18, pág. 104, acerca
47 Discorsi, op. cit:, II, 2, pág. 149 (y todo el capítulo); este pasaje es de la república «reducida al estado regio»; la necesidad de que un hom-
remarcado por E. Voegelin, Niccolo Machiavelli. Thomas Morus, op. cit. bre solo sea quien funde y renueve aparece también en 1, 9, págs. 90-l.
48 Discorsi, op. cit., III, 16, págs. 222-3. 52 Discorsi, op. cit., 1, 23, pág. 107 (el objetivo es que la ciudad viva

49 Acerca de las calumnias, cf. Discorsi, op. cit., 1, 8, págs. 88-90. «largamente libre»).

39
jeto de admiración por Maquiavelo;53 a ellos les está veda- lítica, para la productividad política del trabajo: la virtud
do -precisamente por su constitución no mixta sino pura reside en la guerra más que en el oro, y el mutuo vínculo
(en este caso, aristocrática)- engrandecerse gloriosa- entre pobreza y guerra le parece políticamente más pro~
mente, como también mantener y aumentar sus propios .
ductivo que el que hay entre rIqueza y paz,) 56 ru. a t raves
'
dominios, a diferencia de la república virtuosa del pueblo del contrato, la construcción de la soberanía y su funcio-
en armas. De la política del racionalismo moderno, defen- namiento a través de la legalidad neutralizadora. Incluso
siva y ordenadora, orientada a la protección de la posesión el término «ley» significa en Maquiavelo la «constitución
individual y colectiva, nada hay en Maquiavelo. Sobre to- formal» que debe tener correspondencia en los «órdenes}),
do, no está la despolitización a la que apunta la categoría las libres instituciones históricas (en parte, por tanto,
fundamental de la política moderna: la soberanía. Es más: «constitución material}»), y sobretodo en las «costumbres}),
I no sólo la república virtuosa está intrínsecamente arma- esto es en lo que no es racionalista «volición de lo univer-
da, sino que también el príncipe nuevo arma a los ciuda- sal}), si~o un «hábito de amor por la patria libre}).
danos. 54 De modo que, en general, coinciden en la política
virtuosa las «leyes}) y las «armas}), las instituciones y el 3.3.3. En lo que concierne al Estado, la palabra -ya
conflicto (el conflicto exterior, posibilitado por la virtud desde el íncipit de El príncípe- aparece en Maquiavelo,
conflictiva interior, o al menos por l?-lealtad hacia el prín- incluso en la acepción moderna de «síntesis política}); pero
cipe), en un nexo entre guerra y política de inaudita po- no figura el concepto del Estado moderno, es decir, el do-
. tencia y que, expresando una continuidad no dialéctica minio soberano, representativo, impersonal, de la ley,
entre la una y la otra, es casi un unicum en la historia del creado mediante contrato racional por una sociedad de
pensamiento político. 55 iguales a fin de despolitizar a la propia sociedad y prote-
ger las vidas y propiedades de los individuos. Hay incluso
3.3.2. La distancia de Maquiavelo respecto de la políti- en Maquiavelo una explícita desconfianza hacia el Estado
ca del racionalismo moderno se ha de tener presente tam- moderno: sus grandes dimensiones lo tornan un espacio
bién con relación a la inversión de esa política, de defensi- despolitizado y tendencialmente pacificado, y reducen a
va (como se la proclama) en opresiva (como termina sien- unos pocos el número de los actores en la escena política
do a menudo, por necesidad más que por caso) del indivi- europea. De hecho, en la Modernidad, la guerra adquiere,
duo: Maquiavelo no teoriza el Estado que destruye al indi- en parte gracias a la radical reelaboración estatalista de
viduo, el Estado de poder y no de derecho, porque en su
la tradición cristiana del bellum iustum, al menos una
pensamiento, en rigor, la política no se construye sobre
relativa racionalización y moderación: los Estados son
ninguna de esas dos categorías, ni sobre la relación entre
demasiado grandes como para que los destruya una gue-
ellas. En Maquiavelo, el nexo entre lo público y lo privado
rra, y las ciudades más pequeñas no ponen en peligro su
no es conceptualmente central (pues lo sustituye el de la
propia existencia, pues prefieren aliarse a las potencias
avaricia con la virtud), y sobre todo no se produce el pasa-
mayores desde posiciones subalternas. En tiempos de la
je de lo privado a lo público, ni a través del interés econó-
república romana, en cambio, para las pequeñas síntesis
mico (no hay espacio en Maquiavelo para la economía po-
políticas de esa época, la guerra era una cuestión de vida o
muerte, lo cual servía de estímulo para la conducta vir-
53 Discorsi, op. cit., 1, 6, págs. 84 y sigs. tuosa, favoreciendo el ejercicio de las armas y un belicoso
54 Por ejemplo, Discorsi, op. cit., 1,3-6, págs. 81-7; 1,11, págs. 93-5; 111,
16, págs. 222-3; Principe, op. cit., XX, pág. 289.
55 Principe, op. cit., XII, pág. 275 (<<las buenas leyes y las buenas ar- 56 Sobre la relación entre la guerra y el oro, cf. Discorsi, op. cit., 11, 10
mas»); N. Machiavelli, La cagione dell'ordinanza, en Tutte le opere, op. (los soldados encuentran el oro, no a la inversa); acerca de la relación en-
cit., pág. 38 (<<iustitia et armi»); Dell'arte dellaguerra, op. cit., 1, pág. 311 tre pobreza y guerra, cf. Discorsi, op. cit., 111, 16, pág. 222 (<<mantener a
(<<armas a sus ciudadanos o súbditos, dadas por las leyes y el ordeID». los ciudadanos pobres»):

40 41
amor a la patria. 57 La Modernidad y la forma-Estado son, punto de vista, una política existencial: se hace política
en suma, portadoras de una política no virtuosa, tenden- para existir; y existir significa, en el sentido más elevado,
cialmente orientada a la conveniencia económica y a la perdurar en el recuerdo, dejar una marca que legue a la
paz, o a una guerra conducida con medios económicos y posteridad un recuerdo, un monumento que resplandezca
para fines predominantemente económicos (claro está que como un faro en la insensatez del tiempo. La política es la
Maquiavelo nada sabe de los más de cien años de guerra valorización subjetiva -frágil y circunscripta- de un
civil que ensangrentaron a Europa hasta mediados del tiempo que objetivamente no tiene sentido alguno. Así
siglo XVII, los cuales generaron los para.digmas indivi- pues, que no se exista sin una patria políticamente glorio-
dualistas, defensivistas y posteriormente constructivistas sa no significa que la política sea el telos natural y ordena-
de la política moderna). do del hombre (suele repetirse que entre el aristotelismo y
En todo caso, el interés de Maquiavelo no se dirige a la Maquiavelo se interpone la catástrofe del orden tradicio-
estática del Estado, sino a su dinámica, esto es, su energía nal): significa que la política de Maquiavelo es el primer
de acción (la virtud) y su origen (el «principio»); está ob- gran ejemplo de hiperpoliticismo.
sesionado acaso por la transformación activa, lo «nuevo» y Por hiperpoliticismo entendemos aquí que Maquiavelo
la virtud, la energía requerida, sobre todo, por los Estados realiza una forma extraordinariamente intensa de auto-
nuevos (en realidad, la aparente taxonomía de los primeros justificación de la política, y también de politización de
once capítulos de El príncipe se centra por entero en el prin- ámbitos en apariencia no políticos; basta con pensar que
cipado nuevo de los capítulos VI-VIII y, especialmente, en en El príncipé 1 se examinan en clave político-militar la
el principado civil del capítulo IX, máxime en su variante historia y la geografía: excluyendo todo enfoque humanis-
popular), o por la obra de renovación de la república corrup- ta y erudito, espacio y tiempo obtienen sentido sólo por ser
ta, la acción de «retrotraerla al principio»,58 restablecer la políticos, esto es, por la mirada estratégica, orientada a la
virtud que dio inicio a las instituciones libres. Poder cons- guerra, del príncipe virtuoso. Esta autojustificación de la
tituyente que nunca se extingue del todo en el poder cons- política --en cuanto actividad que obtiene de sí misma su
tituido,59 la virtud política (sobre todo la republicana; pe- propio impulso y es ella misma su propio telos~ implica,
ro recuérdese que también el príncipe nuevo arma a sus obviamente, que ella no admite moralización, ni según la
propios ciudadanos) se nutre de la participación tumul- moral tradicional, ni según la moral moderna que en Hob-
tuaria, del conflicto entre las partes: es militante y faccio- bes, y posteriormente en Locke y en Rousseau, y tenden-
sa;60 no es arcana, sino abierta y desplegada, en un espa- cialmente también en Kant, la convierte en obediencia a
cio público no artificial y nunca enteramente institucionali- un imperativo moral de la paz y el orden (autoconserva-
zado. En este sentido, Maquiavelo es «democrático». ción del sujeto compatible con la de todos los sujetos), o a
las leyes de la naturaleza, o a un impulso hacia la trans-
3.3.4. La política de Maquiavelo -que consiste en dar parencia plena y recíproca entre ciudadano y soberanía.
sentido a lo insensato de maneras y con categorías dife- La Modernidad, en su mainstream, se contrapone a la
rentes de las de orden/desorden y privado/público- es fundación de la política en la moral tradicional (en lo sus-
sinónimo de existencia colectiva activa. Es, desde todo tancial, se contrapone a la auctoritas), al proponer una po-
lítica que incorpore, realizando sus imperativos, la moral
(la cual difiere de la moral tradicional, sobre todo porque
57 Acerca de las vicisitudes histórico-políticas de la virtud, cf. Dell'arte
la tuerce en sentido subjetivista).
della guerra, op. cit., II, págs. 332-3.
58 Discorsi, op. cit., III, 1, págs. 195-7.
En cuanto a la tradicional fundación de la política en la
59 Cf. A. Negri, Il potere costituente. Saggio sulle alternative del moral (cristiana), en cambio, no cabe afirmar que Maquia-
moderno, Milán: SugarCo, 1992.
60 H.C. Mansfield, Machiavelli's virtue, Chicago-Londres: UniversiJ¡y
of Chicago Press, 1996. . 61 Principe, op. cit., XIV, pág. 278.

43
1I velo la invierta simplemente, o que extienda a la moral el 11111 vación del cuerpo (lo contrario del nexo entre salvación
poder de la política, y esta invada y borre aquella. Antes .v p()lítica en Hobbes).63

I
bien, Maquiavelo diferencia la virtud moral de la virtud Sólo en la medida en que es hacer frente a la necesidad,
política, los imperativos de aquella de los imperativos de d('sde el interior de la necesidad, la política se da ley a sí
esta -los primeros, dictados por la religión; los segundos, IlIisma: en Maquiavelo se puede hablar, entonces, de «au-
por la necesidad-, mas entre esos ámbitos distintos -ya 1(lllomía de la política» sólo a condición de que se efectúen
Croce lo destacaba- no hay relación: el lazo entre política I'Ir~lI rosas distinciones lógicas y conceptuales. En primer

i~
't
y moral es un drama trágico, no una dialéctica. No hay en
Maquiavelo una verdadera contraposición entre príncipe
hlgar, hay que señalar que la cuestión de la autonomía de
In política concierne a la línea fundamental del pensa-
«bueno» y «no bueno», y tampoco una dificultad para deci- 1\1 i('nto político moderno, el cual, en cuanto orientado pri-

dir entre bien y mal, ni una voluntad de adecuar lo máxi- 1\I;¡riamente a la búsqueda del orden y la forma, pretende
mo posible la praxis política a la ley moral, o elegir el mal s('r «autónomo», esto es, autojustificado según leyes racio-
menor. Pero sí la conciencia de una recíproca ajenidad en- lIales propias. En realidad, el orden racional (el Estado) se
tre moral tradicional y política, conciencia del valor espi- halla determinado tanto por la opacidad del interés condi-
ritual de la primera y de su posible (y probable) ineficacia cionado del individuo como por la transparencia del impe-
práctica; y especularmente, la conciencia de otra moral, rativo moral incondicionado; por lo demás, esta co-impli-
otro deber, que se origina en la dramática urgencia de las cación no es perfecta: revela grietas y fracturas, verdade-
circunstancias políticas, la exigencia de que la acción polí- ras aporías, que muestran que esa co-implicación es a la
tica se adecue a la «necesidad», esto es, a la contingencia, vez una desconexión fundamental. De hecho, la autono-
a la variación de la fortuna. Sólo esta necesidad dicta ley, Illía de la política tal como la piensa el racionalismo mo-
tanto a un republicano que debe amar desesperadamente derno puede encontrar su propia verdad en la schmittiana
la patria, en el bien y en el mal, porque sin ella él no existe autonomía de lo «político», esto es, en la insuperabilidad
políticamente, como al príncipe; y este no está desgarrado de la co-implicación en negativo, y al mismo tiempo la des-
entre moral y política: sólo está concentrado en decidir conexión epocal, entre forma política y experiencia; la au-
cuándo actuar políticamente como «bueno» (sin violar la tonomía de lo político es la verdad y la negación de la au-
moral tradicional) y cuándo como «no bueno», entrando tonomía racional de la política. 64
-por el bien del Estado- en el mal, según la necesidad En tanto que la desconexión fundamental, y a la vez la
contingente de la cual él es el único intérprete. En defini- co-implicación, entre forma jurídica y experiencia, esto es,
tiva, hay un deber intrínseco de la política maquiavelia- lo «político» schmittiano, denota la forma racional defor-
na, lo cual -repitámoslo- no significa que la política mada, según origen y lógicas no racionales, por el con-
subsuma a la moral tradicional: esta permanece separada
trario, la desconexión fundamental y la co-implicación de
de aquella, porque su subsistente objetividad no es políti-
virtud y fortuna que hemos visto en Maquiavelo constitu-
camente vinculante. 62 Que en Maquiavelo el hiperpoliti-
yen un natural abordaje de la contingencia de la experien-
cismo triunfe sin determinar una moralización de la polí-
cia, en un ámbito preestatal, y no tienen que ver con la for-
tica significa, precisamente, que para él la política es exis-
ma sino con la naturalidad del nexo entre virtud y fortu-
tencial: de ella depende la existencia, no la salvación; en
na.' En suma, si la moderna autonomía de la política y la
la política no hay salvación; en ella y por ella se arriesga
schmittiana autonomía de lo «político» obtienen sentido a
todo, incluso la salvación del alma, sin garantía alguna de
partir de la cuestión de la forma política, su querer y no
62 Principe, op. cit., XV, pág. 280, Y XVIII, págs. 283-4; Discorsi, op.
cit., III, 41, pág. 249 (acerca del amor a la patria); cf. G. Sasso, Niccoló 63Cf. infra., cap. 2.
Machiavelli, Bolonia: Il Mulino, 1993, vol. I, págs. 454-72, para un desa- 64 Cf. C. Galli, Genealogia della politica. Carl Schmitt e la crisi del
rrollo de la relación entre ética y política ampliamente aceptable. pensiero politico moderno, op. cit., especialmente cap. XIV.
,
poder ser perfecta y racional (autónoma), la política de El pensamiento de Maquiavelo no es luctuoso, sino trá-
Maquiavelo, ajena a estos problemas, más que autónoma gico, o, aún mejor, dramático: es el pensamiento de la ac-
es una inmediatez, una radical ajenidad respecto de la ción política concreta que no está garantizada por técnica
forma (ciertamente, no la misma inmediatez de lo «políti- alguna, es el pensamiento de la contingencia en la contin-
co», que es comprensible sólo a partir de la mediación de la gencia. Desde este punto de vista, el verdadero centro de
forma moderna, cuya imposible autojustificación descu- gravedad, incluso lógico, de El príncipe reside en su últi-
bre e implica). Si el pensamiento moderno es pensamiento mo capítulo, nada retórico; acerca de los «casos» de Italia,
de la forma y de la norma, si el schmittiano es pensamien- las desgraciadas contingencias que está atravesando la
to de la excepción, el de Maquiavelo -diferente de am- patria. Dramático pero no luctuoso, el pensamiento de Ma-
bos- es plenamente pensamiento de la contingencia. quiavelo no es nihilista en sentido moderno, no incorpora
en sí la Nada, no la muestra ni la oculta. Antes bien, la en-
3.3.5. Así, las peculiares relaciones que el pensamiento frenta, pero no como Nada, sino como «concreto no sus-
de Maquiavelo establece entre virtud y fortuna, poder y li- tancial», como naturaleza no antropomorfa, indiferente:
bertad, orden y conflicto, instituciones y participación, le- como fortuna.
yes y armas, política y gloria, revelan una política poli- En última instancia, la no-moderna Modernidad de
morfa, ajena a la moderna unicidad de la forma. Dado que Maquiavelo está determinada por la falta de una teoría de
no existe un único algoritmo científico para transformar la secularización qúe, al contrario, constituye -en Hob-
el desorden en orden, y dado que a la contingencia de la bes, en el racionalismo político posterior y, aunque expre-
fortuna se resiste sólo con una acción igualmente contin- sada de manera muy distinta, también en Hegel- el mar-
gente, que a la variabilidad de aquella intente oponer co categorial y el horizonte intelectual e histórico de la
idéntica variabilidad, la política de Maquiavelo es poli- Modernidad filosófico-política. Teoría de la ausencia de
morfa. En lo que concierne a la república, que por su plu- Dios como sustancia fundacional de la política, pero de su .
ralidad y multiplicidad «tiene más larga vida y más pro- presencia como trascendental y como imperativo de or-
longada buena fortuna que un principado, porque puede den, o bien teoría de la creciente comprensión fIlosófica y
acomodarse mejor que un príncipe a la diversidad de los no teológica de Dios como Absoluto en el mundo, la lógica
temporales, por la diversidad de ciudadanos que en ella de la secularización, es decir, la moderna teología política,
residen»,65 y también en lo que concierne al príncipe, que está ausente en Maquiavelo; se lo puede adscribir a un pa-
por su parte, aun no pudiendo, con su naturaleza indivi- ganismo que, desde el punto de vista político, es un radi-
dual, por más virtuosa y prudente que sea, adaptarse a los cal «acosmismo». De distinta manera que en Hobbes, la
tiempos siempre variables,66 deberá al menos mostrar el historia, en Maquiavelo, no está quebrada por la ausencia
máximo polimorfismo de que sea capaz. Así pues, el come- de Dios en cuanto fundamento -una ausencia que inau-
tido.de la política.de Maquiavelo es el Centauro,67 una gura, precisamente, la Modernidad- y, al mismo tiempo,
imagen de no menor importancia que el Leviatán y que no recompuesta por Su «presencia ausente» en cuanto tras-
obstante es la verdadera alternativa de este: su «compleja cendental del orden, como imperativo racional a la paz; no
naturaleza» renacentista es lo más lejano concebible del es elaboración más o menos perfecta del duelo, no es re-
emblema barroco hobbesiano, que en su uniformidad exhi- presentación escénica, en el Estado, de la ausencia de
be su origen de «pérdida», su propio duelo. 68 Dios. Así se explica por qué falta en Maquiavelo un pensa-

65 Discorsi, op. cit., III, 9, pág. 213.


.. miento de la representatividad política: que el individuo
se represente en la institución pública -el núcleo tran-
66 Acerca de Principe, XXV, cr. supra, nota 37.
quilizador del pensamiento político moderno- es posible
67 Principe, op. cit., XVIII, pág. 283.
68 W. Benjamín, n dramma barocco tedesco, Turín: Einaudi, 1999 (ed.
por la inscripción de esa representatividad en el paradig-
orig., 1928). ma más general de la representación, esto es, la necesidad

46 47
de representar (tornar presente) en la forma política la lítica en ausencia del fundamento divino, en Maquiavelo
trascendencia (el orden tradicional), ausente ya en cuanto hay un finito que se justifica sin elaborar la ausencia de
fundamento de la política. La ajenidad deMaquiavelo a Dios y sin sustituirlo funcionalmente. Un finito que es,
esta lógica de la representación, la teología política, es simplemente, «concreto».
precisamente su ajenidad al duelo moderno, la moderna y así su capacidad de inquietar surge del hecho de que
elaboración de la pérdida de Dios: la secularización. Para él habla de una política paralela a la política moderna, con
Maquiavelo, la historia es un tiempo no geocéntrico que algunos rasgos semejantes pero alternativa, de todos mo-
no es posible secularizar en tiempo antropocéntrico: es dos, en cuanto a la formulación de los problemas y las so-
esencialmente fortuna, a duras penas marcada por algu- luciones. Nos interroga y nos cuestiona porque habla de
na lábil huella de la virtud humana. Y en este tiempo ex- una política nunca plenamente experimentada, más dra-
traño a Dios, la religión cristiana carece de toda eficacia mática, más activa y más libre, incluso más llPorética (o
política positiva, directa o indirecta: en Maquiavelo hay aporética de distinto modo) que la nuestra. El examen del
lugar para la religión civil (que no puede ser cristiana, nexo entre contingencia, poder, libertad y potencia, den-
sino sólo pagana), no para el cristianismo, ni tradicional- tro de categorías ni individualistas ni estatalistas, ubica a
mente fundacional, ni transformado en religión-orden, en Maquiavelo más allá de la mediación moderna, y hace que
teología política. 69 Por consiguiente, para él, la política no en su pensamiento se trasluzca, más que el rostro demo-
está orientada al katékhon -a individualizar el «freno» níaco del poder, o su originaria irracionalidad, otro modo
(el Estado) al proceso entrópico (unilineal) de seculariza- de pensar la política, como actividad libre, que precisa-
ción-, sino a la acción que se opone, no en nombre del or- mente en cuanto carente de un montaje racionalista elude
den (la forma) sino de la virtud, a la ceguera (plurilineal y la dicotomía moderna racional/irracional.
polimorfa) de la fortuna. Al aceptar la contingencia con tanta radicalidad fuera
de un esquema formal, al juntar poder y libertad, el pen- .
samiento de Maquiavelo se muestra hasta cierto punto
inactual: tuvo, ciertamente, varias apariciones fuertes,
4. Conclusiones como poder constituyente y como «virtud republicana», en
las revoluciones modernas, pero fue inevitablemente ab-
Acaso sea imposible desentrañar la inquietud de Ma- sorbido por las lógicas de la estatalidad y la representati-
quiavelo, resolver el enigmático interrogante de su sole- vidad. Así, en la época moderna, era obligatorio declarar-
dad. No obstante, a esta altura, cabe al menos enumerar se antihobbesiano, mientras en el continente triunfaba el
algunas de las razones de su ser inquietante y solitario .. paradigma monista-representativo del Leviatán. Y, por el
Su soledad reside en que elude la lógica de establecer contrario, se consideraba que la Modernidad política era
un origen puntual de la política (las pasiones y los intere- maquiaveliana (en el bien y en el mal), cuando en verdad
ses individuales) y deducir de allí, obedeciendo a un de- lo era en escasa medida (lo cual no significa negar la in-
ber, una construcción artificial. La política de Maquiavelo mensa y poderosa circulación del maquiavelismo en la
no es reducible a un origen puntual; por tanto, no es con- cultura europea).
ducible a un fin racional: no es teleológica, sino existen- Sólo en esta etapa histórica, cuando la Modernidad pa-
cial. Tampoco es teológica en modo alguno: sI la Moderni- rece estar consumiendo sus propias razones y su propia
dad es la autojustificación de lo finito, esto es, teología po- ., eficacia, se puede hablar de un retorno a la actualidad de
un Maquiavelo no reducido a una suerte de suplemento de
alma para las categorías e instituciones políticas moder-
69 Acerca de la religión, cf. Discorsi; op. cit., 1, 11·15, págs. 93·8; sobre
nas, a un reforzamiento del montaje político subjetivo/es-
la secularización, cf. C. Galli, Genealogía della politica. Carl Schmitt e la
crisi del pensiero politico moderno, op. cit., cap. IX. tatalista. El núcleo de su pensamiento político -en el

48 49
cual es central el papel de las virtudes cívicas republica-
nas, pero más aún lo es el rechazo de las lógicas de la polí-
2. Orden y contingencia
tica como orden- fue ensombrecido por la luz del Estado Líneas de lectura del Leviatán
cuando este se hallaba en su cénit; para llegar a ser ver-
daderamente actual espera que se lo sustraiga de la larga
sombra que el Leviatán arroja en el ocaso de su propia
época. 7o

El Leviatán de Thomas Hobbes es una obra enigmáti-


ca, cuando menos si atendemos a que la extensa literatura
crítica la definió alternadamente como contractualista o
decisionista, iusnaturalista o artificialista, liberal o tota-
litaria, atea o teológico-política. En ella se ha visto el ma-
nifiesto del absolutismo y también el incunable del libera-
lismo; se identificó como su motivo conductor y dominante
ora el cientificismo mecanicista, ora la función trascen-
dental de la moral, ora el realismo político, ora la abstrac-
ción y construcción de la soberanía como imagen; se cele-
bró su enfoque científico de la política y, de manera con-
trapuesta, se destacó su insuperable carácter ideológico
(considerado a veces deliberado, a veces inconsciente); se
la juzgó una obra maestra ora de lógica, ora de retórica,
ora el modelo del poder representativo, ora la apología del
poder de hecho, ora el paradigma del Estado de derecho,
ora la celebración del arbitrio; se vislumbró en ella tanto
la conservación como la revolución, tanto la continuidad
como la discontinuidad entre naturaleza moral y política. 1
El título bíblico, la imagen de la portada (el magnus
homo), las escasas citas del Libro de Job incluidas en el
texto, sólo nos hablan de la analogía que Hobbes quiso es-

1 El aspecto «laberíntico» de la literatura crítica hobbesiana -que


aquí no podemos siquiera mencionar, y para la cual remitimos al clásico
B. Willms, Der Weg des Leviathan. Die Hobbes-Forschung von 1968-
1978, «Beihefte zu "Der Staat"», 3, Berlín: Duncker & Humblot, 1979-
es señalado también por N. Matteucci, Alla ricerca dell'ordine politico.
70 No es casual que hoy florezcan lecturas que vinculan a Maquiavelo Da Machiavelli a Tocqueville, Bolonia: Il Mulino, 1984, págs. 109-39. G.
con Spinoza: v. Morfino, n tempo e l'occasione. L'incontro Spinoza-Ma- Sorgi (al cuidado de), Thomas Hobbes e la fondazione della politica mo-
chiavelli, Milán: Led, 2002; F. Del Lucchese, Tumulti e /(indignatio)). derna, Milán: Giuffre, 1999, brinda una idea del número de solicitudes
Conflitto, diritto e moltitudine in Machiavelli e Spinoza, Milán: Ghibli, que cabe "efectuar a Hobbes. Rosiciones alejadas de las que expondremos
2004; É. Balibar, «"La verita effettuale della cosa". Spinoza et Machia- aquí, pero bien argumentadas y sostenidas por una gran idoneidad bi-
vel», en D. Bostrenghi y C. Santinelli (al cuidado de), Spinoza. Ricerche e bliográfica, se hallan en F. Izzo, Forme della modernita. Antropologia,
prospettive, Nápoles: Bibliopolis, 2007, págs. 189-209. politica e teologia in Thomas Hobbes, Roma-Bari: Laterza, 2005.

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