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ASTRONOMIA I 1

Historia de la Astronomía
Introducción

La astronomía o ley de las estrellas, es la ciencia que se ocupa del estudio de los astros. Estudia sus movimientos,
tanto reales como aparentes, y las leyes que rigen estos movimientos; sus formas, dimensiones, masas y caracteres de
su superficie; su naturaleza, constitución y condiciones físicas; sus efectos sobre otros cuerpos, en virtud de sus atrac-
ciones mutuas y de sus radiaciones; sus orígenes probables y su desarrollo futuro.

Cuando contemplamos el cielo por la noche vemos en todas direcciones numerosas estrellas y notables cuerpos lumi -
nosos; análogos a ellas, aunque muy distintos en su naturaleza real, y dispersos entre estos astros algunos planetas.
Aquí y allá aparecen tenues nubes luminosas, la vía láctea, algunas nebulosas y, a veces, un cometa. El más destacado
de todos los astros, cuando se encuentra visible en aquellos momentos, es la luna, aunque realmente sea la más insig -
nificante de todos los que vemos. Durante el día solamente es visible el sol, por qué su luz ilumina la atmósfera y está
iluminación oculta los otros objetos cuando los miramos a simple vista, lo que no ocurre para todos si los miramos con
telescopio.

Los astros son los cuerpos celestes que vemos desde la tierra y pueblan el firmamento. El primer gran avance de la
ciencia moderna fue el reconocimiento de que la propia tierra debía incluirse entre todos ellos. La tierra, como la ma -
yor parte de los demás astros, es un cuerpo de forma casi esférica que gira alrededor de su eje, y que se mueve rápida -
mente a través del espacio, aunque los que estamos en su superficie no nos demos cuenta de estos movimientos a cau -
sa de su perfecta regularidad. La mayor parte de los astros están tan lejos de nosotros, que sus movimientos sólo puede
determinarse mediante observaciones de mucha precisión.

Los astros pueden clasificarse de la siguiente manera:

 En primer lugar encontramos el sistema solar, compuesto del sol, los planetas que giran alrededor de él, y los
satélites, que acompañan a los planetas en su movimiento, tal como la luna acompaña nuestra tierra. Los pla -
netas enanos, asteroides, cometas, gas y polvo. La distancia entre estos objetos es muy grande en comparación
con las dimensiones de la tierra. El sol, que se destaca entre todos, es un cuerpo de magnitudes gigantescas. El
sistema solar incluye también a los cometas y a los aerolitos, que se mueven en órbitas de forma direcciones
distintas de las órbitas planetarias y son cuerpos de diferente naturaleza.
 En segundo lugar vienen las estrellas, cuyas distancias de nosotros son inmensamente más grandes de las que
separan entre sí los planetas. Las estrellas son soles, es decir cuerpos análogos a nuestro sol en su naturaleza y
como él con luz propia, mientras que los planetas y sus satélites tan sólo se ven por la luz que reflejan del sol.
El telescopio nos descubre millones de estrellas invisibles a simple vista, y cada aumento notable en la poten-
cia de nuestros instrumentos nos hace conocer más millones de nuevas estrellas. Algunas veces las estrellas
están agrupadas formando cúmulos notables. Algunas de las estrellas más próximas están asociadas a compa -
ñeras más oscuras, que más se parecen a los planetas que a las estrellas ordinarias.
 En tercer lugar existen las nebulosas, que son masas del material en forma de nube y de un tamaño casi in-
concebible. La mayor parte de ellas son muy poco luminosas y algunas son oscuras, por lo que su existencia
se ha hecho evidente solamente porque ocultan o debilitan a las estrellas que están situadas detrás de ellas. Al-
gunas pertenecen a la misma región de las estrellas, pero recientemente se ha descubierto que muchas de ellas
son amplios cúmulos estelares a distancias tan grandes que la luz que nos envían requiere millones de años pa-
ra llegar a nosotros.
 En cuarto lugar se encuentran las galaxias, que son gigantescas regiones donde se encuentran todos los cuer-
pos anteriormente mencionados. Existen más mil millones en el universo, sin embargo se pueden clasificar en
cinco grupos principales: elípticas, espirales, espirales barradas, lenticulares e irregulares.

Todas estas clases de cuerpos celestes las podamos ver algunos a simple vista, y otros con la ayuda del telescopio y
otros instrumentos para descubrir el carácter real de la mayoría de ellos.

La astronomía es necesariamente una ciencia de observación más que de experimentación. Raras veces se presentan
oportunidades para las observaciones astronómicas de cierta clase, y cuando ocurren necesitamos entonces aprovechar
la oportunidad al máximo. Debe advertirse que el conocimiento de los astros se basa, casi exclusivamente, en los estu -
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dios que podamos realizar de la débil luz que de ellos llega a nosotros a través del espacio. La luz de las estrellas es,
pues, un material tan precioso que el astrónomo no economiza trabajo ni costo en idear los instrumentos que la recojan
y analicen. Estas observaciones cuantitativas han alcanzado tal precisión, tanto en las medidas directas como en el
descubrimiento de las causas de errores posibles, que raramente pueden ser igualadas en ninguna otra ciencia. En la
discusión e interpretación de sus observaciones el astrónomo emplea constantemente el análisis matemático, incluso
del tipo más avanzado, y utiliza los resultados y conclusiones de la física y la química.

No podemos señalar un límite bien delineado entre la astronomía y las otras ciencias físicas. Está tan íntimamente re-
lacionada con la física, que es casi imposible decir, en muchos casos, cuando un tipo de trabajo debe considerarse co -
mo perteneciente en mayor grado a una ciencia que a otra. Su relación con las matemáticas es íntima. En los proble -
mas referentes a la formación y constitución de la tierra, la astronomía invade el campo de la geología y en las cuestio-
nes referentes a la estructura de los átomos se compenetra con la química.

Los puntos de contacto con las ciencias naturales son débiles; pero en la discusión del tiempo durante el cual la tierra
ha sido habitable y en la posible habitabilidad en otros planetas, el astrónomo invade la biología, así como al conside -
rar los errores de observación, que son personales al observador, utiliza los principios de la fisiología y de la psicolo -
gía.

Se puede dividir a la astronomía en varias ramas:

1. La astronomía práctica, que se ocupa del dibujo y uso de los instrumentos astronómicos, los métodos de observa-
ción, la eliminación de errores y la deducción de los datos que se emplean en otras ramas de la astronomía. En gran
parte es más un arte que una ciencia;

2. La astronomía de posición o astrometría, se ocupa de las relaciones geométricas entre los cuerpos celestes, sus po-
siciones, distancias, dimensiones y detalles de sus superficies, así como de sus movimientos reales y aparentes. Una de
sus partes, la astronomía esférica, estudia las posiciones aparentes de los astros y sus movimientos sobre la esfera ce-
leste.

3. La mecánica celeste es la aplicación astronómica de los principios de la mecánica, que estudia los movimientos de
los cuerpos materiales bajo la acción de las fuerzas. Se ocupa principalmente de los movimientos de los planetas y de
la luna. A veces se la denomina astronomía gravitacional porque, salvo algunas excepciones, la gravitación es la única
fuerza sensible al que obedecen los astros en sus movimientos. La determinación de las órbitas de los astros y el cálcu -
lo de efemérides que predicen sus movimientos y sus posiciones, tal como se ven desde la tierra, obliga a utilizar los
recursos de las ramas anteriormente citadas.

4. La astrofísica estudia las características físicas de los astros, es decir, sus brillos y particularidades espectroscópi -
cas, sus temperaturas y radiaciones, la naturaleza y condición de sus atmósferas, sus superficies y sus números, y to -
dos los fenómenos que son indicio o dependen de su condición física. Por esto es la rama más activa de esta ciencia, a
pesar de ser la más joven, y promete sobrepasar en su desarrollo a todas las otras juntas. Entre sus subdivisiones prin -
cipales deben mencionarse la espectroscopia y la fotometría.

5. La cosmología, que trata del origen y evolución del universo, la de vida de las estrellas, del sol y de los planetas, in-
cluyendo la tierra.

6. La astronomía descriptiva es simplemente la narración ordenada de los hechos astronómicos y de los principios.

7. La astronomía náutica comprende tanto la astronomía esférica como la práctica, que son necesarias para la navega-
ción.

La astronomía es la más antigua de todas las ciencias. Los fenómenos más notables, como la salida y puesta del sol y
de la luna y las fases de esta última tuvieron que ser reconocidos como fenómenos de orden natural desde la infancia
de la humanidad.

Algunos de los primeros documentos que existen relatan ya asuntos astronómicos, tales como los eclipses y las posi -
ciones de los planetas; y ellos son con frecuencia de gran valor para el historiador, puesto que sus fechas pueden ser
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calculadas con precisión. Los nombres de los planetas, de los días de la semana y de las constelaciones, han conserva-
do hasta hoy el recuerdo de una antigua mitología.

Incluso en los tiempos modernos se han creído que los acontecimientos humanos de toda clase, el porvenir de las na-
ciones y la historia de la vida de los individuos, están controlados, o al menos predestinados, por el movimiento de las
estrellas y de los planetas; y que el estudio de los astros era posible predecir el futuro. La seudociencia de la astrolo -
gía, basada en esta idea, dio motivos para realizar algunas de las observaciones de los antiguos. Y así como la alqui -
mia fue el origen de la química moderna, así la astrología nació con la astronomía; y es notable que persistan aún estas
viejas supersticiones en las gentes.

Historia de la Astronomía

La Astronomía en la antigüedad.

La curiosidad humana con respecto al día y la noche, al Sol, la Luna y las estrellas, llevó a los hombres primitivos a la
conclusión de que los cuerpos celestes parecen moverse de forma regular. La primera utilidad de esta observación fue,
por lo tanto, la de definir el tiempo y orientarse.

La astronomía solucionó los problemas inmediatos de las primeras civilizaciones: la necesidad de establecer con pre -
cisión las épocas adecuadas para sembrar y recoger las cosechas y para las celebraciones, y la de orientarse en los des -
plazamientos y viajes.

Para los pueblos primitivos el cielo mostraba una conducta muy regular. El Sol que separaba el día de la noche salía
todas las mañanas desde una dirección, el Este, se movía uniformemente durante el día y se ponía en la dirección
opuesta, el Oeste. Por la noche se podían ver miles de estrellas que seguían una trayectoria similar.

En las zonas templadas, comprobaron que el día y la noche no duraban lo mismo a lo largo del año. En los días largos,
el Sol salía más al Norte y ascendía más alto en el cielo al mediodía. En los días con noches más largas el Sol salía
más al Sur y no ascendía tanto.

Pronto, el conocimiento de los movimientos cíclicos del Sol, la Luna y las estrellas mostraron su utilidad para la pre -
dicción de fenómenos como el ciclo de las estaciones, de cuyo conocimiento dependía la supervivencia de cualquier
grupo humano. Cuando la actividad principal era la caza, era trascendental predecir el instante el que se producía la
migración estacional de los animales que les servían de alimento y, posteriormente, cuando nacieron las primeras co-
munidades agrícolas, era fundamental conocer el momento oportuno para sembrar y recoger las cosechas.

La alternancia del día y la noche debe haber sido un hecho explicado de manera obvia desde un principio por la pre-
sencia o ausencia del Sol en el cielo y el día fue seguramente la primera unidad de tiempo universalmente utilizada.

Debió de ser importante también desde un principio el hecho de que la calidad de la luz nocturna dependiera de la fase
de la Luna, y el ciclo de veintinueve a treinta días ofrece una manera cómoda de medir el tiempo. De esta forma los
calendarios primitivos casi siempre se basaban en el ciclo de las fases de la Luna. En cuanto a las estrellas, para cual-
quier observador debió de ser obvio que las estrellas son puntos brillantes que conservan un esquema fijo noche tras
noche.

Los primitivos, naturalmente, creían que las estrellas estaban fijas en una especie de bóveda sobre la Tierra. Pero el
Sol y la Luna no deberían estar incluidos en ella.

Del Megalítico se conservan grabados en piedra de las figuras de ciertas constelaciones: la Osa Mayor, la Osa Menor y
las Pléyades. En ellos cada estrella está representada por un alvéolo circular excavado en la piedra.

Del final del Neolítico nos han llegado menhires y alineamientos de piedras, la mayor parte de ellos orientados hacia
el sol naciente, aunque no de manera exacta sino siempre con una desviación de algunos grados hacia la derecha. Este
hecho hace suponer que suponían fija la Estrella Polar e ignoraban la precesión de los equinoccios.
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La Astronomía en la Europa Antigua

Los antiguos pueblos que habitaron Europa tuvieron conocimientos avanzados de los movimientos de los astros, mate-
mática y geometría. Realizaron grandes construcciones para la práctica de la astronomía observacional, determinaron
los solsticios y equinoccios y pudieron predecir los eclipses.

Los astrónomos de las culturas megalíticas tuvieron unos conocimientos realmente sorprendentes de los movimientos
de los astros y de la geometría práctica. Nos demuestran que poseyeron ese gran saber los grupos de grandes piedras
erectas (megalitos, algunos de más de 25 toneladas de peso), dispuestas de acuerdo con esquemas geométricos regula-
res, hallados en muchas partes del mundo.

Algunos de esos círculos de piedras fueron erigidos de modo que señalasen la salida y la puesta del Sol y de la Luna
en momentos específicos del año; señalan especialmente las ocho posiciones extremas de la Luna en sus cambios de
declinación del ciclo de 21 días que media entre una luna llena y la siguiente.

Varios de estos observatorios se han preservado hasta la actualidad siendo los más famosos los de Stonehenge en In-
glaterra y Carnac en Francia.

Stonehenge ha sido uno de los más extensamente estudiados. Se construyó en varias fases entre los años 2200 y 1600
a.C. Su utilización como instrumento astronómico permitió al hombre del megalítico realizar un calendario bastante
preciso y predecir eventos celestes como eclipses lunares y solares.

Stonehenge fue erigido a 51º de latitud norte y se tuvo en cuenta el hecho de que el ángulo existente entre el punto de
salida del Sol en el solsticio de verano y el punto más meridional de salida de la Luna es un ángulo recto. El círculo de
piedras, que se dividía en 56 segmentos, podía utilizarse para determinar la posición de la Luna a lo largo del año. Y
también para averiguar las fechas de los solsticios de verano e invierno y para predecir los eclipses solares.

Los círculos de piedras le dieron al hombre del megalítico en Europa un calendario bastante seguro, requisito esencial
para su asentamiento en comunidades organizadas agrícolas tras el último periodo glacial, unos 10.000 años a.C.

Pero, aunque el europeo primitivo aprendió a servirse del firmamento para regular su vida, siguió adorando los astros,
considerados como residencia o incluso como manifestación de poderosos dioses que lo controlaban todo.

La Astronomía en el antiguo Egipto.

Los egipcios observaron que las estrellas realizan un giro completo en poco más de 365 días. Además este ciclo de
365 días del Sol concuerda con el de las estaciones, y ya antes del 2500 a.C. los egipcios usaban un calendario basado
en ese ciclo, por lo que cabe suponer que utilizaban la observación astronómica de manera sistemática desde el cuarto
milenio.

El año civil egipcio tenía 12 meses de 30 días, más 5 días llamados epagómenos. La diferencia, pues, era de ¼ de día
respecto al año solar. No utilizaban años bisiestos: 120 años después se adelantaba un mes, de tal forma que 1456 años
después el año civil y el astronómico volvían a coincidir de nuevo.

El Nilo empezaba su crecida más o menos en el momento en que la estrella Sothis, nuestro Sirio, (el Sepedet de los
egipcios), tras haber sido mucho tiempo invisible bajo el horizonte, podía verse de nuevo poco antes de salir el Sol.

El calendario egipcio tenía tres estaciones de cuatro meses cada una:


-Inundación o Akhet.

-Invierno o Peret, es decir, "salida" de las tierras fuera del agua.

-Verano o Shemú, es decir, "falta de agua".


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La apertura del año egipcio ocurría el primer día del primer mes de la Inundación, aproximadamente cuando la estrella
Sirio comenzaba de nuevo a observarse un poco antes de la salida del Sol.

De finales de la época egipcia (144 d.C.) son los llamados papiros de Carlsberg, donde se recoge un método para de-
terminar las fases de la Luna, procedente de fuentes muy antiguas. En ellos se establece un ciclo de 309 lunaciones por
cada 25 años egipcios, de tal forma que estos 9.125 días se disponen en grupos de meses lunares de 29 y 30 días. El
conocimiento de este ciclo permite a los sacerdotes egipcios situar en el calendario civil las fiestas móviles lunares.

La orientación de templos y pirámides es otra prueba del tipo de conocimientos astronómicos de los egipcios: las caras
de Se construyeron pirámides como la de Gizeh, alineada con la estrella polar, con la que les era posible determinar el
inicio de las estaciones usando para ello la posición de la sombra de la pirámide. También utilizaron las estrellas para
guiar la navegación.

El legado de la astronomía egipcia llega hasta nuestros días bajo la forma del calendario. Heródoto, en sus Historias
dice: "los egipcios fueron los primeros de todos los hombres que descubrieron el año, y decían que lo hallaron a partir
de los astros".

La perspicaz observación del movimiento estelar y planetario permitió a los egipcios la elaboración de dos calenda-
rios, uno lunar y otro civil. El calendario Juliano y, más tarde, el Gregoriano - el que usamos actualmente -, no son
más que una modificación del calendario civil egipcio.

Astronomía en Babilonia.

Los babilonios estudiaron los movimientos del Sol y de la Luna para perfeccionar su calendario. Solían designar como
comienzo de cada mes el día siguiente a la luna nueva, cuando aparece el primer cuarto lunar. Al principio este día se
determinaba mediante la observación, pero después los babilonios trataron de calcularlo anticipadamente.

Las primeras actividades astronómicas que se conocen de los Babilonios datan del siglo VIII a.C. Se conoce que mi-
dieron con precisión el mes y la revolución de los planetas.

La observación más antigua de un eclipse solar procede también de los Babilonios y se remonta al 15 de junio del 763
a.C. Los babilonios calcularon la periodicidad de los eclipses, describiendo el ciclo de Saros, el cual aun hoy se utiliza.
Construyeron un calendario lunar y dividieron el día en 24 horas. Finalmente nos legaron muchas de las descripciones
y nombres de las constelaciones.

Hacia el 400 a.C. comprobaron que los movimientos aparentes del Sol y la Luna de Oeste a Este alrededor del zodíaco
no tienen una velocidad constante. Parece que estos cuerpos se mueven con velocidad creciente durante la primera mi-
tad de cada revolución hasta un máximo absoluto y entonces su velocidad disminuye hasta el mínimo originario. Los
babilonios intentaron representar este ciclo aritméticamente dando por ejemplo a la Luna una velocidad fija para su
movimiento durante la mitad de su ciclo y una velocidad fija diferente para la otra mitad.

Perfeccionaron además el método matemático representando la velocidad de la Luna como un factor que aumenta li-
nealmente del mínimo al máximo durante la mitad de su revolución y entonces desciende al mínimo al final del ciclo.
Con estos cálculos los astrónomos babilonios podían predecir la luna nueva y el día en que comenzaría el nuevo mes.
Como consecuencia, conocían las posiciones de la Luna y del Sol todos los días del mes.

De forma parecida calculaban las posiciones planetarias, tanto en su movimiento hacia el Este como en su movimiento
retrógrado. Los arqueólogos han desenterrado tablillas cuneiformes que muestran estos cálculos. Algunas de estas ta-
blillas, que tienen su origen en las ciudades de Babilonia y Uruk, a las orillas del río Éufrates, llevan el nombre de Na-
buriannu (hacia 491 a.C.) o Kidinnu (hacia 379 a.C.), astrólogos que debieron ser los inventores de los sistemas de
cálculo.

Astronomía en la antigua Grecia.

En Grecia comenzó a desarrollarse lo que ahora conocemos como astronomía occidental. En los primeros tiempos de
la historia de Grecia se consideraba que la tierra era un disco en cuyo centro se hallaba el Olimpo y en torno suyo el
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Okeanos, el mar universal. Las observaciones astronómicas tenían como fin primordial servir como guía para los agri -
cultores por lo que se trabajó intensamente en el diseño de un calendario que fuera útil para estas actividades.

La Odisea de Homero ya se refiere a constelaciones como la Osa Mayor y Orión, y describe cómo las estrellas pueden
servir de guía en la navegación. La obra "Los trabajos y los días" de Hesíodo informa sobre las constelaciones que sa -
len antes del amanecer en diferentes épocas del año, para indicar el momento oportuna para arar, sembrar y recolectar.

Las aportaciones científicas griegas más importantes se asocian con los nombres de los filósofos Tales de Mileto y Pi -
tágoras, pero no se conserva ninguno de sus escritos. La leyenda de que Tales predijo un eclipse total de Sol el 28 de
mayo de 585 a.C., parece ser apócrifa.

Hacia el año 450 a.C., los griegos comenzaron un fructífero estudio de los movimientos planetarios. Filolao (siglo V
a.C.), discípulo de Pitágoras, creía que la Tierra, el Sol, la Luna y los planetas giraban todos alrededor de un fuego
central oculto por una ‘contratierra’ interpuesta. De acuerdo con su teoría, la revolución de la Tierra alrededor del fue -
go cada 24 horas explicaba los movimientos diarios del Sol y de las estrellas.

El más original de los antiguos observadores de los cielos fue otro griego, Aristarco de Samos. Creía que los movi -
mientos celestes se podían explicar mediante la hipótesis de que la Tierra gira sobre su eje una vez cada 24 horas y que
junto con los demás planetas gira en torno al Sol.

Esta explicación fue rechazada por la mayoría de los filósofos griegos que contemplaban a la Tierra como un globo in-
móvil alrededor del cual giran los ligeros objetos celestes. Esta teoría, conocida como sistema geocéntrico, permane -
ció inalterada unos 2.000 años. Sus bases eran:

 Los Planetas, el Sol, la Luna y las Estrellas se mueven en orbitas circulares perfectas.
 La velocidad de los Planetas, el Sol, la Luna y las estrellas son perfectamente uniformes.

 La Tierra se encuentra en el centro exacto del movimiento de los cuerpos celestes.

Bajo estos principios Eudoxo (408 - 355 a.C) fue el primero en concebir el universo como un conjunto de 27 esferas
concéntricas que rodean la tierra, la cual a su vez también era una esfera. Platón y uno de sus mas adelantados alum -
nos Aristóteles (384 - 322 a.C.) mantuvieron el sistema ideado por Eudoxo agregándole no menos de cincuenta y cin-
co esferas en cuyo centro se encontraba la Tierra inmóvil. Pero el centro de la vida intelectual y científica se trasladó
de Atenas a Alejandría, ciudad fundada por Alejandro Magno u y modelada según el ideal griego.

La Astronomía en Alejandría

En el siglo II d.C. los griegos combinaban sus teorías celestes con observaciones trasladadas a planos. Los astrónomos
Hiparco de Nicea y Tolomeo determinaron las posiciones de unas 1.000 estrellas brillantes y utilizaron este mapa este-
lar como base para medir los movimientos planetarios.

Al sustituir las esferas de Eudoxo por un sistema más flexible de círculos, Claudio Ptolomeo planteo una serie de cír-
culos excéntricos, con la Tierra cerca de un centro común (modelo geocéntrico) para representar los movimientos ge-
nerales hacia el Este alrededor del zodíaco a diferentes velocidades del Sol, la Luna y los planetas.

Para explicar las variaciones periódicas en la velocidad del Sol y la Luna y los retrocesos de los planetas, decían que
cada uno de estos cuerpos giraba uniformemente alrededor de un segundo círculo, llamado epiciclo, cuyo centro esta-
ba situado en el primero. Mediante la elección adecuada de los diámetros y las velocidades de los dos movimientos
circulares atribuidos a cada cuerpo se podía representar su movimiento observado. En algunos casos se necesitaba un
tercer cuerpo.

Ptolomeo compiló el saber astronómico de su época en los trece tomos del «Almagesto». Expuso un sistema en donde
la Tierra, en el centro, estaba rodeada por esferas de cristal de los otros 6 astros conocidos. La tierra no ocupaba exac -
tamente el centro de las esferas y los planetas tenían un epiciclo (sistema creado por Apolonio de Pergamo y perfec -
cionado por Hiparco) cuyo eje era la línea de la órbita que giraba alrededor de la tierra llamada deferente.
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Como el planeta gira alrededor de su epiciclo se aproxima y se aleja de la tierra mostrando a veces un movimiento re -
trogrado. Este sistema permitía realizar predicciones de los movimientos planetarios, aunque tenía una precisión muy
pobre. A a pesar de esto fue popularizado y aceptado más que como modelo verdadero como una ficción matemática
útil. Se calcula que el universo ptolemaico solo media 80 millones de kilómetros.

Otra pensadora que, como Tolomeo, mantuvo viva la tradición de la astronomía griega en Alejandría en los primeros
siglos de la era cristiana, fue Hipatía, discípula de Platón. Escribió comentarios sobre temas matemáticos y astronómi-
cos y está considerada como la primera científica y filósofa de Occidente.

Otros logros de la Astronomía en Alejandría fueron el cálculo de la circunferencia de la tierra por Eratóstenes y las
primeras mediciones de las distancias al Sol y la Luna. Se diseñaron catálogos estelares como los de Hiparco de Nicea
y el descubrimiento de la precesión de los equinoccios.

La Astronomía en Roma

El imperio Romano, tanto en sus épocas paganas como cristiana, dio poco o ningún impulso al estudio de las ciencias.
Roma era una sociedad práctica que respetaba la técnica pero consideraba la ciencia tan poco útil como la pintura y la
poesía.

Los conocimientos astronómicos durante este período son los que ya se conocían en época helena, es decir, algunas
teorías geocéntricas (Aristóteles) y la existencia de los planetas visibles a simple vista Venus, Marte, Júpiter y Saturno,
con especial mención a nuestro satélite natural, la Luna conocida desde siempre y considerada como un Dios.

No podemos dejar de mencionar al filósofo romano Lucrecio, del siglo I a.C., y su famosa obra De Rerum Natura, en
la que encontramos una concepción del Universo muy cercana a la moderna, en algunos sentidos, y extrañamente re -
trógrada, en otros.

Según Lucrecio, la materia estaba constituida de átomos imperecederos. Éstos se encuentran eternamente en movi-
miento, se unen y se separan constantemente, formando y deshaciendo tierras y soles, en una sucesión sin fin. Nuestro
mundo es sólo uno entre un infinito de mundos coexistentes; la Tierra fue creada por la unión casual de innumerables
átomos y no está lejano su fin, cuando los átomos que la forman se disgreguen.

Pero Lucrecio no podía aceptar que la Tierra fuera redonda. En realidad, cuando Lucrecio hablaba de un número infi-
nito de mundos se refería a sistemas semejantes al que creía era el nuestro: una tierra plana contenida en una esfera ce-
leste. Pero indudablemente, a pesar de sus desaciertos, la visión cósmica de Lucrecio no deja de ser curiosamente pro-
fética.

Se cree que los cristianos fanáticos destruyeron la Biblioteca de Alejandría en donde se concentraba el saber de la hu -
manidad hasta ese momento, la academia de Platón fue cerrada, el Serapetum de Alejandría, centro del saber, fue des -
truido y fueron asesinados muchos de los sabios que se encontraban en sus campos.

Los estudiosos huyeron de Alejandría y Roma hacia Bizancio y la ciencia tuvo una nueva etapa de desarrollo en el ám-
bito del Islam.

La Astronomía Árabe.

Los Árabes fueron quienes después de la decadencia de los estudios Griegos y la entrada de occidente en una fase de
oscurantismo durante los siglos X a XV, continuaron con las investigaciones en astronomía dejando un importante le-
gado: tradujeron el Almagesto y catalogaron muchas estrellas con los nombres que se utilizan aun en la actualidad, co-
mo Aldebarán, Rigel y Deneb.

Entre los astrónomos árabes mas destacados se encuentran Al Batani, Al Sufi y Al Farghani, una autoridad en el siste-
ma solar que calculó que la distancia a Saturno era de 130 millones de kilómetros (su distancia es 10 veces mayor).

Los omeyas, una de las tribus fronterizas árabes, que habían servido como soldados auxiliares romanos y se habían he-
lenizado, constituyen la punta de lanza para la introducción de la actividad científica en el mundo árabe.
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En el año 700 los Omeyas fundaron en Damasco un observatorio astronómico. En 773 Al-Mansur mandó traducir las
obras astronómicas hindúes, los Siddhantas.

En el año 829 Al-Mamúm fundó el observatorio astronómico de Bagdad, en donde se desarrollaron estudios sobre la
oblicuidad de la Eclíptica. Por su parte, Al-Farghani confecciona, poco después, "El libro de reunión de las estrellas",
un extraordinario catálogo con medidas muy precisas de las estrellas.

Al-Battani, uno de los genios astronómicos de la época, trabajó en su observatorio Ar-Raqqa, a orillas del río Éufrates
para determinar y corregir las principales constantes astronómicas. Sus mediciones sobre la oblicuidad de la Eclíptica
y Precesión de los Equinoccios, fueron más exactas que las de Claudio Ptolomeo.

En 995 Al-Hakin fundó en la ciudad de El Cairo, la "Casa de la Ciencia" y, poco después, alrededor del año 1000, Ibn
Yunis recopiló las observaciones astronómicas de los últimos 200 años y publicó las "Tablas Hakenitas", llamadas así
por su protector, Al-Hakin. Al mismo tiempo, Avicena o Ibn Sina elaboró su "Compendio del Almagesto" y un ensayo
sobre "la inutilidad de la adivinación astrológica".

En 1080 Azarquiel elaboró las "Tablas Toledanas", utilizadas durante más de un siglo para establecer el movimiento
de los planetas.

Los astrónomos árabes comenzaron a rechazar la concepción de los Epiciclos de Ptolomeo mucho antes del renaci-
miento en Europa, ya que según sus estudios, los planetas debían girar alrededor de un cuerpo central y no en torno a
un punto. En esta concepción jugaron especial papel Averroes, Abúqueber y Alpetragio.

En 1262 Nasir al-Din al-Tusi (Mohammed Ibn Hassan), asistido con astrónomos chinos, culminó con éxito la cons-
trucción del observatorio de Maragheh. Modificó el modelo de Ptolomeo, realizando trazados de gran precisión de los
movimientos de los planetas.

La Astronomía en la Edad Media

La astronomía griega se transmitió hacia el Este a los sirios, indios y árabes después de la caída del Imperio Romano.
Los astrónomos árabes recopilaron nuevos catálogos de estrellas en los siglos IX y X y desarrollaron tablas del movi-
miento planetario. El astrónomo árabe Azarquiel, máxima figura de la escuela astronómica de Toledo del siglo XI, fue
el responsable de las Tablas toledanas, que influyeron notablemente en Europa.

En 1085, año de la conquista de la ciudad de Toledo por el rey Alfonso VI, se inició un movimiento de traducción del
árabe al latín, que despertó el interés por la astronomía (entre otras ciencias) en toda Europa.

En la Escuela de traductores de Toledo se tradujeron las Tablas toledanas y el Almagesto de Tolomeo y, en 1272, se
elaboraron las Tablas alfonsíes bajo el patrocinio de Alfonso X el Sabio; estas tablas sustituyeron a las de Azarquiel en
los centros científicos europeos.

Junto a la obra histórica y jurídica, Alfonso X fomentó la traducción de libros astronómicos y astrológicos, en especial
de procedencia árabe y judía, traducidos por lo general al latín y de esta lengua al castellano. Entre éstos pueden citar-
se los Libros del saber de astronomía. La crítica ha aceptado que su labor se redujo, en la mayoría de las ocasiones, a
la de organizador, director e inspirador del trabajo.

Los trabajos de investigación y traducción de esta admirable escuela permitieron que obras fundamentales de la anti -
gua cultura griega fueran rescatadas del olvido y transmitidas a la Europa medieval a través de España. A partir de es -
tas versiones, y gracias a las mismas, España transmitió a Europa todos aquellos saberes que cubrían campos como la
geografía, la astronomía, la cartografía, la filosofía, la teología, la medicina, la aritmética, la astrología o la botánica,
entre otros. Esta escuela fue el origen y la base del renacer científico y filosófico de las famosas escuelas de Chartres
y, más tarde, de la Sorbona.
ASTRONOMIA I 9

Durante este periodo en Europa dominaron las teorías geocentristas promulgadas por Ptolomeo y no se presentó nin -
gún desarrollo importante de la astronomía. Solamente Johannes Müller (llamado Regiomontanus) comenzó a realizar
y reunir nuevas mediciones y observaciones.

En el siglo XV comenzaron a surgir dudas sobre la teoría de Tolomeo: el filósofo y matemático alemán Nicolás de Cu-
sa y el artista y científico italiano Leonardo da Vinci cuestionaron los supuestos básicos de la posición central y la in -
movilidad de la Tierra. Había empezado el Renacimiento.

La Astronomía en el Renacimiento

En 1492 se descubrió América y se amplió de gran forma la navegación, lo que empezó a requerir mejores instrumen-
tos navales, así como una mejoría en las técnicas de cartografía terrestre y estelar, lo que significó un importante estí-
mulo para el estudio de la geografía, la astronomía y las matemáticas.

El siglo XVI supuso un giro drástico en todas las áreas del conocimiento, la literatura y el arte. Después de un milenio
oscuro y bastante inculto, Europa volvió su mirada hacia los clásicos, sobre todo, de la antigua Grecia. Es el Renaci-
miento.

En astronomía, las aportaciones de Nicolás Copérnico supusieron un cambio radical y un nuevo impulso para una
ciencia que estaba dormida. Copérnico analizó críticamente la teoría de Tolomeo de un Universo geocéntrico y demos-
tró que los movimientos planetarios se pueden explicar mejor atribuyendo una posición central al Sol, (modelo helio-
céntrico) más que a la Tierra.

En principio no se prestó mucha atención al sistema de Copérnico (heliocéntrico) hasta que Galileo descubrió pruebas
sobre el movimiento de la Tierra cuando se inventó el telescopio en Holanda. En 1609 construyó un pequeño telesco-
pio de refracción, lo dirigió hacia el cielo y descubrió las fases de Venus, lo que indicaba que este planeta gira alrede -
dor del Sol. También descubrió cuatro lunas girando alrededor de Júpiter.

Convencido de que estos planetas no giraban alrededor de la Tierra, comenzó a defender el sistema de Copérnico, lo
que le llevó ante un tribunal eclesiástico. Aunque se le obligó a renegar de sus creencias y de sus escritos, esta teoría
no pudo ser suprimida.

Desde el punto de vista científico la teoría de Copérnico sólo era una adaptación de las órbitas planetarias, tal como
las concebía Tolomeo. La antigua teoría griega de que los planetas giraban en círculos a velocidades fijas se mantuvo
en el sistema de Copérnico.

El observador más importante del siglo XVI fue Ticho Brahe, quien tenía el don de la observación y el dinero para
construir los equipos mas avanzados y precisos de su época. Desde 1580 hasta 1597, Tycho observó el Sol, la Luna y
los planetas en su observatorio situado en una isla cercana a Copenhague y después en Alemania.

Sus observaciones, que eran las más exactas disponibles, darían después de fallecido las herramientas para que se pu -
dieran determinar las leyes del movimiento celeste, dadas por su ayudante y uno de los más grandes científicos de la
historia: Johannes Kepler.

Pero el hecho más trascendente del Renacimiento no fueron estos descubrimientos, sino el cambio de actitud y menta-
lidad en los científicos. La experimentación empezó a hacerse filosóficamente respetable en Europa, y fue Galileo Ga-
lilei quien acabó con la teoría de los griegos y efectuó la revolución.

Galileo era un lógico convincente y genial publicista. Describía sus experimentos y sus puntos de vista de forma tan
clara y espectacular, que conquistó a la comunidad erudita europea. Y sus métodos fueron aceptados, junto con sus re-
sultados.

Galileo fue el primero en realizar experimentos cronometrados y en utilizar la medición de una forma sistemática. Su
revolución consistió en situar la inducción por encima de la deducción, como el método lógico de la Ciencia. Galileo
puede considerarse, por tanto, el padre de las ciencias modernas ya que sus ideas se basaban en experimentos.
ASTRONOMIA I 10

La astronomía moderna.

Utilizando los datos recopilados por Brahe, su ayudante, Johannes Kepler, formuló las leyes del movimiento planeta-
rio, afirmando que los planetas giran alrededor del Sol y no en órbitas circulares con movimiento uniforme, sino en ór-
bitas elípticas a diferentes velocidades, y que sus distancias relativas con respecto al Sol están relacionadas con sus pe-
riodos de revolución.

Kepler trabajó durante muchos años tratando de encontrar un modelo que permitiese explicar los movimientos plane-
tarios utilizando para tal efecto los pensamientos neoplatónicos y el sistema heliocéntrico de Copérnico.

Después de probar, sin éxito, con infinidad de formas geométricas "perfectas", lo intentó con variaciones del círculo:
las elipses, con las cuales concordaban exactamente los datos obtenidos durante las observaciones. Esto contradecía
uno de los paradigmas pitagóricos que seguían siendo considerados como ciertos después de 2000 años.

Las leyes de Kepler se pueden resumir así:

1.- Los planetas giran alrededor del Sol en orbitas elípticas estando este en uno de sus focos.

2.- Una línea dibujada entre un planeta y el sol barre áreas iguales en tiempos iguales.

3.- El cubo de la distancia media de cada planeta al Sol es proporcional al cuadrado del tiempo que tarda en comple-
tar una órbita.

Pero la victoria de la Ciencia moderna no fue completa hasta que se estableció un principio más esencial: el intercam-
bio de información libre y cooperador entre los científicos. A pesar de que esta necesidad nos parece ahora evidente,
no lo era tanto para los filósofos de la Antigüedad y para los de los tiempos medievales.

Uno de los primeros grupos en representar tal comunidad científica fue la «Royal Society of London for Improving
Natural Knowledge» (Real Sociedad de Londres para el Desarrollo del Conocimiento Natural), conocida en todo el
mundo, simplemente, por «Royal Society». Nació, hacia 1645, a partir de reuniones informales de un grupo de caba-
lleros interesados en los nuevos métodos científicos introducidos por Galileo. En 1660, la «Society» fue reconocida
formalmente por el rey Carlos II de Inglaterra. Sin embargo, todavía no gozaba de prestigio entre los eruditos de la
época.

Esta mentalidad cambió gracias a la obra de Isaac Newton, el cual fue nombrado miembro de la «Society». A partir de
las observaciones y conclusiones de Galileo, Tycho Brahe y Kepler, Newton llegó, por inducción, a sus tres leyes sim-
ples del movimiento y a su mayor generalización fundamental: la ley de la gravitación universal.

El mundo erudito quedó tan impresionado por este descubrimiento, que Newton fue idolatrado, casi deificado, ya en
vida. Este nuevo y majestuoso Universo, construido sobre la base de unas pocas y simples presunciones, hacía palide-
cer ahora a los filósofos griegos. La revolución que iniciara Galileo a principios del siglo XVII, fue completada, es -
pectacularmente, por Newton, a finales del mismo siglo.

Newton además modificó los telescopios creando los telescopios reflectores Newtonianos que permitieron la observa-
ción mas claras de objetos muy tenues. El desarrollo de este y otros sistemas ópticos, dieron a la astronomía un vuelco
fundamental y se comenzaron a descubrir, describir y catalogar miles de objetos celestes nunca observados.

En el Siglo XVII esta gran revolución dio a conocer a grandes astrónomos que fueron construyendo la astronomía mo -
derna y actual: Simon Marius (detectó de la Nebulosa de Andrómeda en 1612), Christoph Scheiner (Estudió las las
manchas solares 1630), Johannes Hevelius (Realizó precisas observaciones de la luna y cometas desde su observatorio
en Dantzing), Christian Huygens (descubrió el anillo de Saturno y su satélite Titán), Giovanni Domenico Cassini (des -
cubridor de 4 satélites de Saturno), Olaus Römer (determinó la velocidad de la luz a partir de los eclipses de los satéli -
tes de Júpiter en 1676) y John Flamsteed (fundó el Observatorio de Greenwich en 1675 y realizó un gran catálogo ce -
leste).
ASTRONOMIA I 11

La Astronomía en el siglo XVIII.

Tras la época de Isaac Newton, la astronomía se ramificó en diversas direcciones. Con la ley de la gravitación univer-
sal, el viejo problema del movimiento planetario se volvió a estudiar como mecánica celeste. El perfeccionamiento del
telescopio permitió la exploración de las superficies de los planetas, el descubrimiento de muchas estrellas débiles y la
medición de distancias estelares.

El sistema de medición mas adecuado era el de triangulación o paralaje, que consiste en realizar dos observaciones del
mismo objeto en lugares diferentes y a la misma hora. El objeto observado parecerá desplazarse con respecto al fondo
estrellado de acuerdo a su distancia. Al calcular el ángulo de desplazamiento y conociendo la distancia que separa los
dos puntos de observación se puede encontrar la distancia al objeto.

La realización del paralaje requirió la utilización de sistemas de medida de tiempo precisas, así como de medición
exacta de las distancias geográficas, esto solo se logró cuando las necesidades principalmente navieras llevaron al de-
sarrollo de cronómetros mas exactos y de la ciencia de la cartografía.

En 1718 el astrónomo inglés Edmund Halley (que ya había calculado la órbita elíptica de "su" cometa, en 1682), des-
cubrió que tres de las estrellas más brillantes - Sirio, Proción y Arturo - no se hallaban en la posición registrada por los
astrónomos griegos. Halley llegó a la conclusión de que las estrellas no se hallaban fijas en el firmamento, sino que se
movían de una forma independiente. El movimiento es muy lento y tan imperceptible que, hasta que pudo usarse el te-
lescopio, parecían encontrarse fijas.

En 1785, Herschel sugirió que las estrellas se hallaban dispuestas de forma lenticular en el firmamento. Si contempla -
mos la Vía Láctea, vemos un enorme número de estrellas; pero cuando miramos el cielo en ángulos rectos a esta rue -
da, divisamos relativamente menor número de ellas. Herschel dedujo de ello que los cuerpos celestes formaban un sis -
tema achatado, con el eje longitudinal en dirección a la Vía Láctea. Hoy sabemos que, dentro de ciertos límites, esta
idea es correcta, y llamamos a nuestro sistema estelar Galaxia, otro término utilizado para designar la Vía Láctea (ga -
laxia, en griego, significa «leche»).

Herschel intentó valorar el tamaño de la Galaxia. El recuento de muestras de estrellas en diferentes puntos de la Vía
Láctea permitió a Herschel estimar que debían de existir unos 100 millones de estrellas en toda la Galaxia. Y por los
valores de su brillo decidió que el diámetro de la Galaxia era de unas 850 veces la distancia a la brillante estrella Sirio,
mientras que su espesor correspondía a 155 veces aquella distancia.

Por su parte, el matemático y astrónomo francés Joseph Louis Lagrange dirige la comisión para el establecimiento de
un nuevo sistema de pesos y medidas, el Sistema métrico decimal). En 1788 publica "Mecánica analítica", que servirá
de base para futuras investigaciones astronómicas. Entre sus investigaciones en astronomía también destacan los cál-
culos de la libración de la Luna y los movimientos de los planetas.

También durante este siglo, Charles Messier publica el valioso catálogo de objetos celestes con aspecto nebuloso que
recopiló desde 1758 hasta 1784. Kant atribuye en 1755 la génesis del sistema solar a un proceso mecánico. Lagrange
estudia en 1788 el conocido problema de los tres cuerpos y algunos casos especiales con solución. Laplace publica en
1799 su Mecánica Celeste y descubre la invariabilidad del eje mayor de las órbitas planetarias

La Astronomía del siglo XIX.

Giuseppe Piazza descubrió en la noche de fin de año 1800/1801, en el espacio entre Marte y Júpiter, el primer pequeño
planeta bautizado con el nombre de Ceres. Numerosos pequeños planetas (asteroides, planetoides) se descubrieron a
continuación.

Se realizaron los paralajes de los planetas exteriores y de los interiores durante los tránsitos y posteriormente se reali -
zaron los paralajes de las primeras estrellas como fue 61 del Cisne por Fiedrich Bessel en el año de 1838, dando como
resultado una distancia de 11 años luz. Después se estudió Alfa Centauro desde el hemisferio sur, con una distancia de
4.3 años luz. De esta manera el tamaño del universo se extendió hasta el infinito.
ASTRONOMIA I 12

El interés de los astrónomos por los cometas y al cálculo de sus órbitas aumenta con el regreso, entre otros, del famoso
cometa de Halley y en el año 1835. Schiaparelli, en Milán, descubre la conexión entre los enjambres meteoríticos y los
cometas. Así, avanzan paso a paso la comprensión de nuestro sistema planetario y de las estrellas fijas.

Friedrich Bessel consigue medir por primera vez la distancia de una estrella fija, 61 Cygni, en la constelación del Cis-
ne. Bessel calcula una distancia de 9,3 años luz lo que se acerca a la realidad. Con ello se consigue poco a poco una
imagen de la distancia de las estrellas fijas. Bessel deduce en 1844, por las perturbaciones del movimiento propio de
Sirio, la existencia de su compañera desconocida, que efectivamente es observada en 1862.

Friedrich Argelander, director del observatorio de Bonn, elabora el «Bonner Durchmusterung», un meritorio inventa-
rio estelar del hemisferio norte (con Atlas) y da a la investigación de las estrellas variables una base científica.

Leverrier y Adams predicen la existencia de Neptuno por las perturbaciones que sufre Urano y el planeta es descubier-
to en 1846 en el Observatorio de Berlín.

Joseph Fraunhofer, vidriero de mucha inteligencia y de gran agudeza visual, llegó a fabricar los espejos de telescopios
más perfectos para su época. Hacia 1814 en experimentos dirigidos a corregir las aberraciones cromáticas de sus teles-
copios utilizó las líneas espectrales de la luz y pronto se sintió fascinado por ellas. Detectó centenares de rayas vertica-
les en el espectro del Sol e idénticas irregularidades en los espectros de la Luna y los Planetas.

También, la técnica instrumental maduró en el siglo XIX, lo mismo que las técnicas y métodos de medida experimen-
tan un avance continuo. Con las investigaciones sobre el espectro solar y las rayas oscuras, con la creación del análisis
espectral y con la introducción de los métodos de fotografía y los fotómetros en la segunda mitad del siglo XIX, se
funda la astrofísica.

La Astronomía en el siglo XX.

Los avances en astronomía (en realidad, en todas las ciencias) durante el siglo XX superan con creces las de todos los
siglos anteriores. Se construyeron telescopios de reflexión cada vez mayores. Los estudios realizados con estos instru-
mentos revelaron la estructura de enormes y distantes agrupamientos de estrellas, denominados galaxias, y de cúmulos
de galaxias.

Al llegar a este siglo varias de las creencias precopernicanas habían resurgido al hablar de las galaxias, se consideraba
que el Sol se encontraba cerca del centro de la Vía Láctea, que constituía el universo entero. Más allá de los confines
de la galaxia se consideraba que no existía nada mas que un vacío infinito.

El estudio bajo espectroscopia de las nebulosas elípticas a principios de siglo, demostró que no tenían características
de ser nubes de gases sino más bien características estelares, lo que señaló que al menos algunas nebulosas espirales
estaban constituidas por estrellas.

El estudio de estrellas variables por parte de Harlow Shapley lo llevo a descubrir variables cefeidas, estrellas que pul -
san cambiando de brillo. El ciclo de variación de brillo de las cefeidas esta dilectamente relacionado con su brillo in-
trínseco, descubrimiento realizado por Henretta Swan Leavitt. Esta propiedad de las cefeidas permitió conocer su
magnitud absoluta.

Shapley al estudiar las variables de los cúmulos globulares se dio cuenta que su distancia era mucho mayor de la que
se creía y que se hallaban hacia el centro de la galaxia, al calcular su distancia al Sol, este debería estar localizado en
la periferia de la Vía Láctea. De esta manera se desplazó el Sol del centro del universo conocido a una periferia de el.

Aunque varios astrónomos defendían la teoría de los Universos Islas expuesta por Kant y seguida por Herschel, no se
tenía pruebas confirmatorias del hecho. Esta prueba provendría de las observaciones de Edwin Hubble, quien el 19 de
Febrero de 1924 escribió a Shapley: "Seguramente le interesará saber que he hallado una variable cefeida en la nebu-
losa de Andrómeda". De esta manera se reabatió la idea de Shapley de una única galaxia, la nuestra, como constitu -
yente del universo entero y reveló la presencia de otras galaxias en el espacio.
ASTRONOMIA I 13

En trabajos independientes a principios del siglo XX Albert Einstein propuso su Teoría de la Relatividad General en la
que se deduce que el universo no debe ser estático sino que se encuentra en expansión, sin embargo, esto no coincidía
con lo que se creía era realmente un universo estático, de esta manera Einstein introdujo en su formula la constante
cosmológica para adecuarla a las teorías vigentes.

Vesto Slipher, miembro del observatorio Lowell bajo las ordenes del celebre Percival Lowell, fue encargado de estu -
diar el movimiento circular de las nubes de gas durante la formación de estrellas, teoría que era defendida por su jefe.
Encontró aparte de la rotación de dichas nebulosas un corrimiento al rojo persistente en sus espectros, este hallazgo se
debió a que el efecto Doppler indica que las longitudes de onda emitidas por un objeto que se aleja del observador, se
alargan corriéndose hacia el rojo en el espectro estudiado. Sin embargo Slipher no encontró la explicación a su hallaz -
go.

Fue nuevamente Hubble quien al medir las distancias de 25 galaxias encontró una correlación directa entre su distan-
cia y el grado de corrimiento o en otras palabras la velocidad en que se alejan. Acababa de descubrir la expansión del
Universo.

El Hombre que unió los hallazgos de Slipher, Hubble y Einstein fue un matemático sacerdote llamado Georges Lemai-
tre, quien en 1927 publicó un artículo donde desarrollaba la relación del corrimiento al rojo con un universo en expan -
sión.

Posteriormente cuando su artículo se promulgo entre la comunidad científica se comenzó a pensar que si el universo
se encuentra en expansión alguna vez todo debió estar unido en un punto de luz al cual llamó singularidad o "átomo
primordial" y su expansión "Gran Ruido". Mas tarde el astrónomo Fred Hoyle, quien era opuesto a esta propuesta, la
llamo despectivamente "Big Bang". Así es como se conoce a la teoría mas aceptada actualmente como origen del uni -
verso.

En la segunda mitad del siglo XX los progresos en física proporcionaron nuevos tipos de instrumentos astronómicos,
algunos de los cuales se han emplazado en los satélites que se utilizan como observatorios en la órbita de la Tierra. Es -
tos instrumentos son sensibles a una amplia variedad de longitudes de onda de radiación, incluidos los rayos gamma,
los rayos X, los ultravioletas, los infrarrojos y las regiones de radio del espectro electromagnético.

Los astrónomos no sólo estudian planetas, estrellas y galaxias, sino también plasmas (gases ionizados calientes) que
rodean a las estrellas dobles, regiones interestelares que son los lugares de nacimiento de nuevas estrellas, granos de
polvo frío invisibles en las regiones ópticas, núcleos energéticos que pueden contener agujeros negros y radiación de
fondo de microondas, que puede aportar información sobre las fases iniciales de la historia del Universo.

En la actualidad reconocemos que vivimos en un sistema solar localizado en la periferia de la vía Láctea compuesta
por miles de millones de soles, la cual hace parte de un conjunto galáctico llamado grupo local, el cual, a su vez, se lo -
caliza en un supercúmulo de galaxias distribuidas por un universo de mas de 15 mil millones de años luz que se en -
cuentra en expansión.

Comienza a tener fuerza la divulgación astronómica, con revistas, documentales y series televisivas como la famosa
“COSMOS” de Carl Sagan, publicada por primera vez en la década del 80 en Estados Unidos y viéndose luego por
mas de 200 millones de personas en todo el mundo.

Astronomía en el siglo XXI.

Los astrónomos han utilizaron Internet desde sus orígenes, mucho antes de que llegara al gran público, cuando era una
forma rudimentaria de comunicación, hace más de veinte años. Posteriormente, con la explosión de la "web", se ha
potenciado y extendido su uso en esta y en todas las ciencias.

Generalmente, los observatorios astronómicos están situados en lugares remotos, por lo que la comunicación es esen-
cial. Por otro lado, los elevados costes de los proyectos requieren la colaboración de varios países, y los medios pro-
porcionados por Internet lo hacen posible. Además, el elevado número de imágenes digitales tomadas por telescopios
terrestres y espaciales, ha permitido la creación de archivos accesibles a través de la red, especialmente, el contenido
proporcionado por las agencias espaciales NASA y ESA.
ASTRONOMIA I 14

La divulgación de imágenes y datos astronómicos se justifica plenamente por la curiosidad que suscita la astronomía.
Además, la calidad de las fotos contribuye de forma decisiva a su popularidad. Por ejemplo, la campaña de observa-
ciones que tuvo lugar en julio de 1994, con motivo del impacto del cometa Shoemaker-Levy con Júpiter fue impresio-
nante. Nunca un acontecimiento astronómico había sido divulgado de forma tan rápida y eficaz.

Después, la distribución de imágenes de Marte proporcionadas por la misión Pathfinder saturó ciertos servidores de
información por el elevado número de accesos.

Los aficionados, en solitario o formando grupos y asociaciones, han sido siempre muy relevantes en Astronomía. As -
trónomos aficionados han descubierto multitud de nuevos objetos estelares, como novas y supernovas, y continuamen-
te proporcionan observaciones de estrellas variables. Internet es importante para estos grupos de aficionados, ya que
permite la coordinación de campañas de observación, así como el intercambio de ideas, proyectos, datos, y programas
astronómicos.

Por otra parte, hay unos 12.000 científicos y técnicos especializados, localizados fundamentalmente en centros de in-
vestigación y universidades de Europa, Estados Unidos y Japón.

Prácticamente todos los observatorios tienen sistemas de información sobre Internet. En ellos es posible encontrar una
descripción detallada de los instrumentos, los planes de observación y las observaciones realizadas. Se está investigan -
do sobre nuevas formas de observación remota, que permitan cierta interacción con el telescopio en tiempo real.

Con todos los datos circulando por Internet se han llenado muchos archivos y bases de datos astronómicas que son he -
rramientas fundamentales de investigación. Las técnicas de almacenamiento masivo, junto con el desarrollo actual de
Internet, hacen posible su realización a bajo coste. Temas actuales de investigación son los nuevos métodos de análisis
estadístico para aplicación en cosmología, evolución estelar, o clasificación de objetos.

También las principales revistas astronómicas, tanto profesionales como de divulgación, publican los artículos de for -
ma electrónica en el red. Además, existen multitud de "sitios", más o menos independientes, que ofrecen información
detallada sobre aspectos concretos o bien organizan esta información de distintas formas y en todos los idiomas.

Existen otros servicios de información interesantes, como el canal de televisión de NASA, que proporciona continua -
mente imágenes de las misiones espaciales a través de Internet; los servicios de información de sociedades astronómi -
cas, desde la Unión Astronómica Internacional a las innumerables asociaciones amateurs; los relativos a Historia de la
Astronomía; y otros centros que almacenan y distribuyen imágenes para divulgación.

Para intentar poner un poco de orden, a mediados de la década de 1990 se creó AstroWeb, un consorcio que intenta
mantener una lista unificada. Sin embargo, el vertiginoso crecimiento de Internet hace que sea imposible mantenerla al
día. Hoy contiene unas 3.000 direcciones dedicadas a Astronomía, clasificadas de acuerdo con una o más categorías
temáticas.

Línea de tiempo de algunos de los personajes y eventos más notables en la historia de la


Astronomía:
ASTRONOMIA I 15

 2500 años a.C. Egipcios: Observación detallada de los astros. Empleo práctico de la Astronomía y creación de
un catálogo solar.
 2000 años a.C. Babilonios: Observación de los astros, regularidades y movimientos peculiares de los planetas
(vagabundos celestes). Acumulación de datos astronómicos. División del camino del Sol en doce partes, ins-
tauración del Zodíaco.
 500 años a.C. Griegos: Énfasis en el modelo geométrico del cosmos. Imaginan los elementos básicos que for-
man el universo. Dejan de lado en parte las explicaciones míticas sobre el cielo. Invento y desarrollo de varios
modelos cosmológicos.
 Siglo II. Claudio Ptolomeo: Realiza un catálogo de estrellas. Su obra, el Almagesto, define el rumbo de la as-
tronomía por los siguientes siglos hasta el advenimiento de las teorías heliocentristas. Efectúa una descripción
de los movimientos planetarios con epiciclos y deferentes, sin justificar sus causas, tan solo con la idea de ex-
plicar lo que se veía en el cielo.
 1543. Nicolás Copérnico: Publicación del “De revolutionibus orbium coelestium”, tratado fundamental en el
que con diversos argumentos se sugiere remover a la Tierra del centro del universo, y ubicar en ese lugar pri-
vilegiado al Sol (modelo heliocéntrico del universo).
 1572. Tycho Brahe: Descubrimiento de una supernova en la constelación de Casiopea. Se duda sobre la inmu-
tabilidad de los cielos, como los había escrito Aristóteles. La realidad física de las esferas cristalinas que se
pensaba arrastraba a los planetas en su órbita alrededor de la Tierra, pierden sustento. Tycho fue quizá el ob-
servador más importante del cielo de la época pre-telescopio.
 1584. Giordano Bruno: Publicación de “Sobre el Infinito Universo y los Mundos”. Esboza ideas sobre la no
centralidad de la Tierra en el cosmos y se convierte en uno de los mayores difusores de la doctrina copernica-
na. Sugiere que la Tierra no tiene por qué ser el único planeta de su tipo, ni el Sol la única estrella capaz de
sustentar la vida en el universo. Sugiere la pluralidad de los mundos habitados.
 1605. Johannes Kepler: Trabaja junto a Tycho Brahe y, a partir de las observaciones de éste último, calcula la
órbita elíptica del planeta Marte. Rompe así con el viejo axioma griego de la exclusividad de los movimientos
circulares y uniformes. Años más tarde, propone sus famosas leyes de los movimientos planetarios.
 1609. Galileo Galilei: Emplea el telescopio para estudiar el cielo. Observa la superficie irregular de la Luna.
Estudia Saturno, distinguiendo su forma extraña, no esférica, que sólo 50 años más tarde se habría de justifi-
car, al observarse los anillos. También apuntó su telescopio hacia Júpiter y descubrió cuatro de sus satélites
comprobando así que podría existir un pequeño universo dentro de otro mayor, y que no todo astro estaría
obligado a girar alrededor de la Tierra. Acumula múltiples evidencias en contra del universo aristotélico.
 1687. Isaac Newton: Publica su obra cumbre “Principia Matemática”, considerado uno de los libros de ma-
yor influencia de la historia de la ciencia. En este tratado Newton sienta las bases de la mecánica y describe la
fuerza de la gravitación universal. Muestra que el movimiento de los objetos en la Tierra y aquel de los astros
en el cielo obedecen las mismas leyes naturales. Demuestra la consistencia de las leyes de Kepler con la teoría
de la gravitación propuesta por el.
 Fines del Siglo XIX: Los astrónomos encuentran anomalías en la órbita de Mercurio. Su punto orbital más
cercano al Sol (perihelio) mostraba discrepancias entre las predicciones de la teoría newtoniana y las observa-
ciones astronómicas.
 1905. Albert Einstein: Publica su teoría de la relatividad especial, espacio y tiempo dejan de ser absolutos y se
amalgaman en una nueva entidad, el espacio-tiempo.
 1915. Albert Einstein: Publica su teoría de la relatividad general, en esta es la materia-energía la que curva el
espacio-tiempo y esta modificación en la geometría espacio-temporal hace las veces de la gravitación. Con es-
ta nueva teoría, Einstein resuelve el movimiento anómalo del perihelio de Mercurio y de su teoría surgen nue-
vas e insospechadas predicciones que, con el correr de los años, los experimentos han podido ratificar.
 1922. Aleksandr Friedmann: Emplea la relatividad general de Einstein para describir el universo. Sus dos tra-
bajos fundamentales datan de 1922 y 1924, y en ellos se describe la posibilidad de un universo dinámico, con-
trariamente a la idea de estaticidad que reinaba por la época.
 1927. Georges Le maître: Publica su trabajo sobre el universo en expansión y relaciona la teoría con las obser-
vaciones de galaxias lejanas.
 1929. Edwin Hubble: Publica sus observaciones de galaxias lejanas y la relación lineal entre la distancia y el
corrimiento espectral de la luz de las galaxias. Sus observaciones fueron, más tarde, interpretadas como la evi-
dencia de que nuestro universo se halla en un estado de expansión.
 1064. Arno Penzias y Robert Wilson: Descubren un débil fondo de radiación residual, la radiación cósmica de
fondo, que será un elemento clave para la cosmología. Este fondo de radiación demuestra que el pasado del
universo fue muy diferente a como es ahora. Confirma la idea de que un universo que evoluciona en el tiem-
ASTRONOMIA I 16

po. A su vez, el estudio de este fondo de radiación permite hoy entender el estado preciso del cosmos miles de
millones de años atrás. En 1978 Penzias y Wilson reciben el Premio Nobel de Física por este hallazgo.
 1965. Robert Dicke, James Peebles. Peter Roll y David Wilkinson: Interpretan correctamente el fondo de ra-
diación descubierto por Penzias y Wilson como un remanente del universo embrionario.
 1981. Alan Guth: Propone su modelo del universo inflacionario, como una solución posible para algunos de
los problemas que aquejan a los modelos del Big Bang.
 1992. Misión COBE de la NASA: Anuncia sus resultados que confirman que la radiación de fondo descubier-
ta por Penzias y Wilson posee muy pequeñas irregularidades en su intensidad. Estas son interpretadas como
debidas a las primeras concentraciones de materia que habrían dado origen a las estrellas y galaxias que hoy
vemos en el cielo.
 1998. Observaciones de Supernovas de un tipo particular. (Tipo Ia): Permiten a los astrónomos detectar la luz
emitida en dichas explosiones desde regiones del universo asombrosamente distantes. Para llegar hasta los te-
lescopios de la Tierra, la luz observada ha estado viajando por el espacio durante millones de años, y por lo
tanto ha debido recorrer millones de años luz a través del universo en expansión. A partir del estudio de la luz
de estas supernovas, cuya intensidad depende del tipo preciso de expansión del universo, se obtuvo evidencia
de que el cosmos se estaría expandiendo a una velocidad que aumenta con el tiempo. El mecanismo físico que
impulsaría dicha expansión acelerada aún es tema de debate entre los cosmólogos.

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