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Unidad IV:

Bibliografía obligatoria:
• Fernández Lorenzo, M., “Periodización de la Historia en Fichte y Marx”,
en: El Basilisco. Número 10, pp. 22-40.
• López, M. (2017) Comte. Madrid, RBA. pp. 22-46.
• Hegel, G.W.F. (1997), Enciclopedia de las ciencias filosóficas.
Introducción, traducción y notas de Ramón Valls Plana. Madrid, Alianza
Editorial, pp. 182-185 (§§ 79-83).
• Innerarity, D., Hegel y el romanticismo. Madrid, Tecnos, 1993, pp. 83-84,
90-103, 169-186.
EL BASILISCO, número 10, mayo-octubre 1980, www.fgbueno.es EL BASILISCO, número 10, mayo-octubre 1980, www.fgbueno.es

De ahí la importancia de desentrañar esta parte fich- mouvement. Avec Novalis, avec Tieck, avec les Schlegel,
teana de Marx, ya que, sin perjuicio de que él mismo sous l'influence du physicien Ritter et par le retour a J.
haya dado pie en sus primeros escritos para que fuese Boehme, le romantisme évoluait vers un naturalisme spi-
entendida su filosofía de la historia como una «metafísica ritualiste, spirite méme, o i la théosophie, la magie, l'al-
de la historia» al aceptar la tesis de una meta futura hacia chijnie s'alliaient au mysticisme pour aboutir a une apo-
AKriCULOS la que se encamina la historia, entendida como una uto- logie de la chrétienté du Moyen Age et a la restauration
pía más de las ya conocidas, un «sueño de visionario», d'un nouveau catholicisme» (4).
sin perjuicio de todo ello, nosotros intentaremos aquí
reivindicar la racionalidad de" tal «utopía» como «idea N o se trata, por supuesto, de reducir el significado
orientadora», «idea reguladora»» en el sentido de un pre- de dicha obra a una confrontación con los «errores del
supuesto axiológico fundamental, con lo que la «utopía» romanticismo». Porque, aún habiendo admitido esto,

PERIODIZACION quedaría suficientemente atada y bien atada.

Así mismo intentaremos, en la contrastación de las


«en todo caso no deja de llamar la atención el hecho de
que el pensador considerado en general como el padre
del romanticismo tenga que enfrentase aquí, con un

DE LA HISTORIA EN respectivas concepciones del proceso histórico por Fichte


y Marx, de sus metodologías históricas, trazar una de-
marcación lo suficientemente precisa que nos permita
afirmar con cierto fundamento aquello de que con Marx
aprendiz de hechicero, con los espíritus que él habría
concitado» (5).

FICHTE Y MARX la Historia empieza a vislumbrar seriamente la posibili-


dad de su constitución como ciencia, en el sentido fuerte
del término.
N o es nuestra intención, por tanto, incurrir en tal
reducción, aunque no sea más que porque en la citada
obra de Fichte, además de una polémica con el movi-
miento romántico, hay también un claro rechazo del ra-
cionalismo abstracto de la Ilustración portador de una
MANUEL FERNANDEZ LORENZO En este trabajo nos centraremos en la exposición de moral individualista y hedonista, abundantemente critica-
Oviedo la construcción de los períodos históricos llevada a cabo do por Fichte al caracterizar la Tercera Edad como la
por. ambos pensadores en base a criterios diferentes, y época en que tiene lugar la revolución negativa: «Cepen-
en una serie de consideraciones metodológicas que cree- dant, quelque ardeur qu'ait mise Fichte dans les Traits
mos pertinentes. caracteristiques du temps présent, á poursuivre la lutte con-
tre la Philosophie de la Nature, il reconnait neanmoins
Dejaremos para otra ocasión la verificación de la co- que cette philosophie a, sinon sa justification, du moins
La segunda, la teoría de los Modos de Producción rrespondencia existente entre cada edad fichteana y el son excuse. Elle est san doute une des aberrations du
Introducción de Marx, se encuentra desparramada a lo largo de su período ocupado por el modo(s) de producción consi- siécle, mais c'est una aberration genérense. Elle est une
obra, aunque recurriremos fundamentalmente a sus guiente del esquema marxista. Esperamos con ello que réaction contre un des vices du temps, ce «plat ratio-
«obras de madurez» tales como los Grundrisse, El Capi- nuestro análisis arroje alguna luz sobre el tipo deperio- nalisme» que Fichte, aprés A.-B. Schlegel, denonce en
tal, la Crítica del Programa de Gotha, etc., sin que por dización histórica ejercido por ambos autores y sobre sus termes cinglants» (6).
ontribuir en lo posible a esclarecer un
ello dejemos ocasionalmente de referirnos a las llamadas implicaciones metodológicas. En nuestro ánimo está pre-
poco más ese «ajuste de cuentas» que en
«obras de juventud».. sentar estas cuestiones de la manera más clara y distinta, Pero es que además, y esto es lo que aquí nos inte-
su día Marx pretendió realizar con la Fi-
aunque sin afán de simplificarlas, sino, al contrario, mos- resa sobre todo, la concepción global de la historia esbo-
losofía del Idealismo Alemán, su propia
A menudo se ha insistido mucho sobre la influencia trando su tremenda complejidad.
conciencia filosófica anterior, y que se
materializaría en el posterior desarrollo de la Filosofía deja Historia hegeliana en la gestación de (4) X. León, Fichte et son temps, Librairie Armand Colín, 103 Boule-
que Hegel ofrece, por primera vez, una síntesis de los vard Saint Michel, París, 1958, Tome II, Premiere Partie, pág. 395.
de su ingente actividad tanto teórica
como práctica, constituye nuestra intención de partida. fenómenos históricos mediante una visión totalizadora I. La Teoría de las Cinco Edades de Fichte (5) Así opina Hans-Christian Lucas en su Introducción a los Discursos a
que adscribe la historia concreta de los pueblos a unos la Nación Alemana de Fichte, edición preparada por M^ Jesús Várela y
períodos deducidos A PRIORI. Luis Acosta y publicada en la Editora Nacional, Madrid, 1977, pág. 44
Para ello, la parte de la «herencia» de la Filosofía y nota 56.
alemana que analizaremos en Marx se refiere a un pro- 1. Antes de entrar en la exposición de la Teoría de (6) X. León, op. cit., ibidem, pág. 458. Señala este autor la estrecha
blema central en su concepción de la historia en cuanto Pero ya en la obra de Fichte tenemos prefigurado las Cinco Edades de Fichte, tal como explícitamente apa- relación de la obra de Fichte en cuanto réplica contundente a las lec-
Historia Universal: la determinación de las fases o perío- «el esquema que más adelante desarrollará con gran rece en sus Grundzüge des gegenwártigen Zeitalters es pre- ciones que A.G. Schlegel dio en Berlín en 1802-1803 que comenzaban
dos en que se divide la historia del hombre sobre la tie- amplitud Hegel», si bien con los mismos defectos: «for- ciso señalar algunas coordenadas que fijen y hagan más por una reseña general del estado en que se encontraba la literatura
rra. Se trata de contraponer la Teoría de las Cinco Eda- zar la rica y variada realidad histórica en los moldes de alemana (Allgemeine llehersicht des gegenwártigen Zustandes der deutschen
compresible dicha obra. Una de las que nos parece fun- literatur), pero sobre todo como réplica a Schelling que había expuesto
des de Fichte con la Teoría de los Modos de Producción esta apriorística construcción conceptual» (2). Sin em- damental es la relación que los contenidos de dicha obra su concepción sobre la historia en sus Lecciones sobre el Método de los
de Marx. bargo, a diferencia de Fichte, la Historia en Hegel culmi- puedan guardar con el movimiento romanticista alemán, Estudios Académicos (Vorlesungen über die methode des akademischen'
naba en su época y concretamente en el Estado Prusiano, respecto al cual Fichte, aunque en un principio fue uno studimus) dadas en Jena durante 1802, aunque ya en 1800 había tra-
La primera, la doctrina fichteana de las edades histó- lo cual entraba en contradicción con el hecho de que, a de sus fundadores, posteriormente tomaría sus distancias
tado el tema en su «Sistema del Idealismo Trascendental» (System des
pesar de ello, no se divisaba la reconciliación entre «el transcendentalen Idealismus). También apunta X. León hacia el telón de
ricas se halla expuesta en una obra que desarrolla abun- críticas condenándolo en aquellos excesos que le pare- fondo que subyace a este enfrentamiento: la polémica sostenida por
dantemente su opiniones filosóficas sobre la Historia y cielo y la tierra», por ninguna parte. cían producto del error, de la confusión e incluso del de- Kant y Herder a raíz de una reseña publicada por el primero en el dia-
en ella nos basaremos fundamentalmente, pues como lirio y que le condujo finalmente a aliarse con las posi- rio de Jena Allgemeine literatur-Zeitung en 1785 en torno a la obra del
opina John Bury, «la filosofía de la historia de Fichte se Por ello y para evitar «el pesimismo hegeliaoo na- ciones más reaccionarias de su época. En este sentido segundo Ideas para una Filosofía de la Historia de la Humanidad
cido de la contradicción entre su convicción racional de (Ver sobre esto Kant, Gesammelte Schriften, hgg. von der kóniglich
encuentra en Die Grundzüge des gegenwártigen Zeitalters afirma Xavier León, conocido y documentado biógrafo Prenssischen Akademie der Wissenschaften, Erste Abth., Werke, VIH,
(1806), conferencias dadas en Berlín en 1804-5» (1). No plenitud actual, presente y la experiencia prerracional de de Fichte, que «pour expliquer le sens et la portee des B.d. «Recensionen von J. G. Herder. Ideen zur Philosophie der Ges-
obstante utilizaremos otras obras que guardan alguna afi- que tal plenitud no se ha logrado», e í marxismo, «en úl- Traits caracteristiques du temps présent (Grundzüge des Ge- chichte der Menschheit, 1785, Tehil 1-2, p. 45-46. Hay traducción
nidad con el tema^_ como sqapjeBestimmung des Mens- tima instancia, preferirá soluciones futuristas o incluso genwártigen Zeitalters), il faut rappeler ici l'orientation ge- castellana de Editorial Nova. Buenos Aires, 1964, pág. 58-117. De la
chen y Einige Vorlesungen über die Bestímmung des Gelehr- utópicas que van a significar la resurrección del «deber obra de Herder Ideen zur Philosophie der Geschichte der Menschheit tam-
nérale qu'avait rapidement prise ce grand et puissant bién hay traducción al castellano en la editorial Losada, Buenos Aires,
ten (1794). Reden an diei deutsche Nation (1808). ser» y del moralismo fíchteano» (3). 1959). Según X. León, mientras Schelling tomaba sus puntos de vista
sobre la Historia de Herder fundamentalmente, Fichte intenta revita-
(3) J.M. Artola, Hegel. La filosofía como retorno, ed. G. del Toro, Ma- lizar la posición mantenida por Kant sobre el mismo tema. Ver X.
(1) J. Bury, La Idea de Progreso, Alianza Editorial, Madrid, 1971, nota 4 (2) Francisco Alvarez González, Vichte y las raíces de la filosofía contem-
drid, 1972, pág. 345. León, ibidem, cap. X, pág. 394-463.
de la pág. 226. poránea. Universidad de Costa Rica, 1972, pág. 72.

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EL BASILISCO, número 10, mayo-octubre 1980, www.fgbueno.es EL BASILISCO, número 10, mayo-octubre 1980, www.fgbueno.es

Porque esta manera de elaborar una teoría, en este las distancias que haya que salvar, con lo que puede ser
caso la Teoría de las Cinco Edades, se realiza de forma la figura de un científico que siga más bien un «paradig-
tal que los contenidos históricos, los materiales que ma kepleriano» que un «paradigma baconiano», más
aporta la historia, se toman como algo que está unido ar- próximo éste último a la caracterización fíchteana del
mónicamente a las estructuras construidas con las que se «historiador empírico». Como dice Emmon Bach, «si el
va a operar. intento baconiano insiste en la prudencia, en la necesi-
dad de atenerse estrictamente a los hechos, en desconfiar
Por ello Fichte contrapone dos partes de la Historia de las teorías y de la hipótesis (...) el intento kepleriano
que aunque están «íntimamente fundidas», dibujan, sin ve, sobre todo, en el invento científico, la manifestación
embargo, dos tareas distintas: la tarea del «filósofo de la de una actividad creadora que de un salto se eleva a las
historia» y la tarea del «historiador empírico». La parte hipótesis generales —con frecuencia de índole matemáti-
de la historia que corresponde al «filósofo» es algo que ca— cuyo valor se mide en función de su fecundidad, su
existe a priori como una especie de Plan del Universo que •simplicidad y su elegancia...» (12).
lleva a la Humanidad a través de las Cinco Edades. Aquí
se sitúa la tarea del «filósofo de la Historia», ya que «sin Fichte, en efecto, lleva a cabo la construcción de las
ningún adoctrinamiento- histórico puede el pensador Cinco Edades de una forma geométrica (13), siguiendo
saber que estas épocas (...) tienen que seguir una a otra; un esquema propio de una teoría político-cinemática,
lo mismo que sabe caracterizar, en general, realmente en el sentido de que las Edades, en cuanto fases, van
también aquéllas que hasta ahora no han entrado todavía brotando unas de otras, de una manera regresiva, por la
fácticamente en la historia» (10). La otra parte, que co- presión que ejercen dos cotas o topes, máxima y mínima
rresponde al «historiador empírico» o «colector de los (14). D e esta manera, establece primero los dos topes
meros hechos», está justificada porque «esta evolución máximo y mínimo que sirven para acotar el campo
de la especie humana no se produce exactamente como histórico, el espacio en que se desenvuelve la historia de
el filósofo la describe en una sola ojeada, sino que se la Humanidad. Estas dos cotas, inicial y final son, res-
produce paulatinamente perturbada por fuerzas extrañas pectivamente, el Instinto y, su negación, la Libertad, las
a ella, en ciertos tiempos, en ciertos lugares, en ciertas cuales sirven para definir la Primera y la Quinta Edad:
circunstancias particulares. Estas particulares circunstán^ «se divide ante todo, la vida de la especie humana sobre
cias no brotan en modo alguno del concepto de aquél la tierra en dos capitales, épocas y edades: la una, en que
zada por Fichte, rebasa su gropia época logrando que estableciendo su quehacer en cuanto «filósofo de la his- plan del universo. Son lo que hay en él de inconcebido la especie vive y es, sin haber organizado todavía con
algunos de sus aspectos esenciales pasen, a través de toria» y delimitando a la vez esta tarea de la del «histo- plan de universo. Son lo que hay en él de inconcebido libertad y según la razón sus relaciones, y la otra en que
Hegel, a formar parte de la concepción de la historia ela- riador empírico»; en general,, Y aquí es donde entra en acción la pura lleva a cabo con libertad esta organización conforme a la
borada por Marx, aunque debidamente desposeídos de experiencia de la historia, o el <z posteriori de ésta, la ver- razón» (15).
sus adherencias idealistas. «Ante todo, si el filósofo ha de derivar de la unidad dadera historia en su forma propia» (10).
de su concepto anticipado los fenómenos posibles de la
Hechas estas precisiones previas, cuya indagación experiencia para realizar su tarea, y que meramente Esta parte a posteriori es la que corresponde al «his- (12) Cit., apud G. Bueno, Idea de ciencia desde la teoría del cierre cate-
detallada escapa a nuestras posibilidades y a los límites como filósofo, y manteniéndose rigurosamente dentro de toriador empírico» cuya tarea no es, en modo alguna, de gorial, ed. Universidad Internacional «Menéndez Pelayo», Santander,
de este trabajo, trataremos de mostrar en lo que sigue, sus límites, sin atender a ninguna experiencia, y pura y 1976, pág. 25.
escaso valor, como lo subraya el propio Fichte, pero que
cómo tanto Fichte, en su doctrina de las Cinco Edades, simplemente a priori, como ellos llaman esto con su no tiene otra guía que la sucesión externa de los años y (13) Según Alexis Philonenko «todos los argumentos de Fichte se de-
como Marx, en su Teoría de los Modos de Produccción expresión técnica, y, con referencia a nuestro objeto, ha siglos, sin consideración alguna a su contenido interno, sarrollan —ya desde 1974— en cinco puntos. El esquema general es el
históricos, realizan una división del tiempo histórico en de poder describir a priori la totalidad del tiempo y to- estando obligado a señalar todo lo que en una de estas siguiente: I determina a III; II determina a IV; III y IV se determinan
una serie de períodos, fases o estadios, que no obedecen das las posibles épocas de él» (8). recíprocamente y de ellos resulta V. Se obtiene, pues, el siguiente
épocas del tiempo es posible descubrir históricamente. • esquema: I III V IV — II. Este esquema tiene valor
simplemente a criterios empíricos o meramente cronoló- para los detalles, para la constitución de importantes partes de una obra
gicos, sino que estos períodos son más bien momentos Su metodología histórica, tiene pues, un carácter Fichte expresa esto mismo, usando terminología (por ejemplo, la primera parte del largo párrafo 4 de los ^fundamentos
resultantes de la aplicación de unos criterios sistemáticos. claramente apriorístico que nosotros calificaríamos de kantiana, al decir que el «filósofo» establecería las condi- de 1794, dividido eij A, B, C, D, E), para la visión de conjunto de una
«constructivista» por contraposición a una metodología obra (como la Teoría de la Ciencia de 1804, en cuya conclusión insiste
ciones de posibilidad de una historia en general, mien- Fichte en la quintuplicidad), para la división misma del sistema. Del
2. Fichte, en su Teoría de las Cinco Edades, reduce «descripcionista», ya que, para él, inventar una teoría, tras que el «historiador empírico» tendría por misión se- mismo modo distinguirá, en 1805, cinco momentos en la historia del
las diferentes fases o períodos de la historia a cinco épo- como más adelante veremos, consiste en elaborar o cons- ñalar las determinaciones fácticas ulteriores del existir mundo y, en 1806, determinará en la Advertencia para la vida beata
cas fundamentales que él mismo enuncia someramente truir «deductivamente» una estructura que posterior- (Die Anweisung zum seligen leben) cinco visiones del mundo. Por la apli-
empírico (11). cación de este tipo de síntesis, Fichte se inscribe en la tradición lógi-
así; «aquélla en que domina la razón como instinto cie- mente sea capaz de proporcionar una serie de aplicacio- co-matemátíca de Spinoza y Leibniz; sin embargo, puede afirmarse que
go, aquélla en que este instinto se transforma en una nes. En otro lugar señala claramente el carácter apriorís- Deliberadamente hemos entrecomillado los térmi- su método de análisis es pcx:o habitual en las obras filosóficas. En 1804
autoridad exteriormente imperativa, aquélla en que se tico, geométrico del método filosófico: «El filósofo cons- nos «filósofo» e. «historiador empírico» al exponer la Fichte intentó justificar deductivamente la quintuplicidad como estruc-
destruye el dominio de esta autoridad y con él el de la truye tranquilamente sus principios, sin ocuparse en lo tura del ser y del pensamiento (.,.). La complejidad de la síntesis quín-
metodología de la historia de Fichte. Pero si nos situa- tupie que, al transigir consigo misma, da lugar a desarrollos en veinti-
razón misma, aquélla en que la razón y sus leyes se con- más mínimo, durante su trabajo, del estado de cosas que mos en la perspectiva de las corrientes actuales que cinco momentos, pudo inducir a Fichte a confundir el virtuosismo com-
ciben con clara conciencia y, finalmente, aquélla en que le rodea, ni necesitar para nada de su recuerdo para pro- imperan en la Filosofía de la Ciencia (por ejemplo, la re- binatorio con la profiandidad filosófica». Alexis Philomenlco, artículo
con acabado arte se ordenan y regulan todas las relacio- seguir sus investigaciones; del mismo modo que el geó- presentada por Popper, Kuhn, Laicatos, Feyerabend, etc.) «Fichte» de la Histoire de la Philosophie Z. Encyclopédie de la Pleiade, di-
nes de la especie según esas leyes de la razón» (7). metra traza sus figuras sin preocuparse de si la imperfec- rigida por Yvon Belaval y tr,aducida al castellano por Siglo XXI, volu-
podemos constatar que la tarea del científico es enten- men 7, Historia de la Filosofía, Madrid, 1977, pág. 312-313.
ción de sus instrumentos puede dar idea cabal de sus pu- dida en general, por estas corrientes, no como una mera
Pero antes de entrar en la exposición de la Teoría ras intuiciones» (9). recolección de hechos sino más bien como una actividad (14) Tal es la interpretación sugerida por G. Bueno en el artículo
de las Cinco Edades serán necesarias algunas considera- en la que la elaboración de teorías juega un papel funda- «Sobre el significado de los Grundrisse en la interpretación del marxis-
ciones previas sobre la metodología empleada en el tra- mental. Por ello la figura del «filósofo de la historia», tal mo», publicado en el n° 2 de la revista Sistema, mayo de 1973.
tamiento de la historia por el propio Fichte. El mismo :í(8) Ibidem, pág. 22. como la dibuja Fichte, la entenderíamos aquí de una ma- (15) Fichte, hos Caracteres de la Edad Contemporánea, ibid., pág. 24.
nos señala de qué modo se debe investigar la. historia (9) Ueher das Wesen des Gelehrten, und seine Erscheinungen ira Gebiete der nera que se corresponde en gran parte, aunque salvando Fichte distingue entre los términos «época» y «edad», siendo el prime-
Freiheit, Sammtliche Werke, t. VI, Berlín, 1846. Citamos por la traduc- ro el concepto del segundo, que se refiere a un dato temporal. En este
(7) Die Grundzüge des gegenwdrtigen Zeitalters, Sammüiche Werke, t. VII, ción al castellano de Eduardo Ovejero y Maury en Destino del hombre y (10) Fichte, Los Caracteres de la Edad Contemporánea, ibid., pág. 125. sentido afirma que «cada una de las épocas de la totalidad del tiempo
Berlín, 1846. Citamos por la traducción de José Gaos, Los caracteres de Destino del sabio, Librería General de Victoriano Suárez, Madrid, 1913, de que hablábamos ahora mismo, es el concepto fundamental de una
la Edad Contemporánea, Revista de Occidente, Madrid, 1976-, p. 32. pág. 313. (11) Ibidem, pág. 119. edad determinada»; ibidem, pág. 22.

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A partir de aquí las restantes fases o edades, las va autoridad exteriormente imperativa y mantenida en vigor damentos, y por esta causa no logra convencer, pero a rastreo filológico basado en investigaciones de solventes
introduciendo Fichte en un sentido regresivo, partiendo con medios coactivos, por obra de los individuos más cambio apetecen imponerse por la fuerza y exigen fe cie- y reconocidos marxólogos.
de la Primera y la Quinta, y última Edad, que represen- enérgicos de la especie, en los cuales, precisamente por ga y obediencia incondicional: El estado del pecado inci-
tamos aquí p o r - a y Ctí respectivamente, porque, como ello, se expresa este instinto del modo más puro y más piente. 3. La época de la liberación, directamente del Ya en La Ideología Alemana, Marx y Engels,
afirma un conocedor de Fichte, «al fin encontramos lo amplio, y entonces despierta en los restantes la razón, imperio de la autoridad, indirectamente de la servidum- habían descrito tres estadios distintos del desarrollo de la
mismo que al comienzo. Recordamos las viejas senten- ante todo en su forma de impulso de la libertad per- bre del instinto racional y de la razón en todas sus for- división del trabajo que correspondían a otras tantas for-
cias griegas: Alpha kai omega, arsékai telos. Sólo que al sonal, que no se rebela nunca contra la dulce violencia mas: la edad de la absoluta indiferencia hacia toda verdad mas de propiedad: «la propiedad tribal», «la propiedad
final lo que poníamos como fundamento en el origen, del propio instinto, por él amada, pero sí contra la intro- y del completo desenfreno sin guía ni dirección alguna: de la comunidad primitiva y del Estado», que se
sabe de sí, ha adquirido conciencia de sí mismo» (16). Y misión de un instinto extraño que usurpa sus derechos; y El Estado de la acabada pecaminosidad. 4. La época de la caracteriza por el advenimiento de la propiedad privada
las edades se van construyendo según una forma sustrac- en este despertar rompe las cadenas, no del instinto ra- ciencia racional: la edad en que la verdad es reconocida y de una gran difusión de la esclavitud, y finalmente, «la
tiva que ilustramos con el siguiennte esquema: cional en sí, sino del instinto racional de individuos ex- como lo más alto que existe y es amada del modo propiedad feudal o de los estamentos» (23).
traños transformado en una institución de coacción exte- también más alto: El estado de la justificación incipiente.
O),..., (O - 1 , (o) - 1) - 1 , [((O - 1) - 1], ..., a rior. Y así es la transformación del instinto racional indi- 5. La época del arte racional: la edad en que la Humani- El Manifiesto Comunista, dos años después, y en esa
vidual en una autoridad coactiva el. miembro intermedio dad, con mano segura e infalible, se edifica a sí misma, misma dirección, delinea rápidamente la historia de la
que surge entre el dominio del instinto racional y la libe- hasta ser la imagen exacta de la razón: El estado de la lucha de clases en el mundo greco-romano, en el ger-
Porque Fichte comienza suponiendo que la historia acabada justificación y salvación^) (20).
llegará a su final (co), ya que, como él mismo observa, ración de este dominio» (19). mano-feudal y en el burgués-moderno (24). Pero como
«los grandes acontecimientos universales sólo con extre- afirma Gianni Sofri, que ha estudiado estos problemas a
mada lentitud se desarrollan y se revelan en sus conse- Aquí no nos interesa tanto la caracterización que la búsqueda del polémico «modo de producción asiáti-
Finalmente establece Fichte una última cota situada co», «prácticamente no se habla en estas dos obras de
cuencias. El historiador que en un asunto semejante no entre la cota final y la que anteriormente había deno- Fichte hace de cada época, con criterios jurídicos, mo-
rales, religiosos, metafísicos, etc., cuanto el modo como los pueblos orientales ni de sus características históri-
sabe adelantarse incluso a la experiencia y reemplazar lo minado como la de la Ciencia Racional: es la del Arte
establece estas diversas épocas y su coordinación con las co-sociales (...). La ideología alemana, nos dá, como máxi-
que aún falta con una precisión fundada en las leyes de Racional, que habrá de ser practicado y aplicado a todas
edades. Esto es lo que, a continuación, vamos a compa- mo, la descripción de aquellas formas de propiedad que
la evolución humana en general, sólo tiene en sus manos las relaciones de la Humanidad hasta que se consiga la
rar con la periodización de la historia realizada por Marx. Marx y Engels creían que se habían sucedido histórica-
fragmentos desgarrados dé sus conexiones los cuales identidad entre la especie y el arquetipo ideal, con lo mente 'en Europa^ y presentan, además, un carácter
jamás concebirá, falto de un concepto del todo orgánico que se habría alcanzado el fin de la vida terrena, lle- universal a un nivel más bien lógico que histórico. Pero
al que pertenecen » (17). gando la historia, así, a su término (19)- las tres formas, en el propósito de los autores, no podían
II. La Teoría de los Modos de Producción agotar en sí toda la Historia Universal, ni presentarse
A partir de la situación final se van sacando conse- Podemos representar gráficamente el procedimiento Históricos de Marx como etapas necesarias inevitables y exclusivas en la his-
cuencias en un sentido sustractivo, como si fuésemos seguido por Fichte y comprobar cómo las Edades quedan toria de cada pueblo. Todo esto expresa la ausencia de
diciendo: «antes de llegar a co, la historia tuvo que haber automáticamente configuradas como los espacios com- Asia tanto de La Ideología Alemana como del Manifiesto,
llegado a ü) - 1, antes de co - 1 a (co - 1) - 1, y así sucesi- prendidos entre las cotas que resultan de dividir el conti- 1. Marx establece una periodización de la Historia donde, por otra parte, es difícil encontrar algo más que
vamente. El peligro de una recurrencia «ad infínitum» nuo histórico. Simbolizando las cotas por números ára- humana basada en la concepción de unos períodos o una ejemplarificación histórica, sacada de la historia
en que se puede incurrir al seguir este procedimiento, bes, según el orden de su aparición en la construcción, y estadios históricos, de unas formaciones históricas que se europea, destinada a adornar el enunciado según el cual
queda eliminado al establecer una coordinación con el las Edades correspondientes por números romanos, obte- obtienen por coordinación con unos determinados y la historia de toda la sociedad es la historia de la lucha
material histórico real ya dado, un material finito, que en nemos el siguiente resultado: sucesivos Modos de Producción, parcial o totalmente de clases» (25).
Fichte está representado por Ideas, no por trascendenta- dominantes en cada formación social. En este sentido
les menos históricas, como son el Instinto, la Libertad, la «Marx distinguió cuatro modos de producción: asiático, En el Prefacio a la Contribución a la crítica de la Eco-
Conciencia, la Autoridad Externa, etc., aunque Fichte
piense que son eternas o que pueden ser «deducidas». [- II III IV V •] antiguo, feudal y burgués-moderno. Al ser dispuestos en
el orden de su aparición histórica los modos de
nomía Política de 1959, habla Marx de cuatro modos de
producción en un célebre párrafo de tres líneas que,
producción ofrecen también un instrumento para la como dice Gianni Sofri, «han sido el centro de innume-
Fijadas entonces la cota inicial, el Instinto, y la final, periodización de la historia» (21). rables discusiones, y que han hecho verter ríos de tinta a
la Libertad, Fichte introduce entre ellas una nueva cota: Tenemos que puntualizar que la longitud de los segmen- los estudiosos del modo de producción asiático» (26).
la Razón. tos resultantes no tiene ninguna relevancia para determi- La idea de los períodos o estadios históricos, no es Estas famosas líneas rezan así:
nar la mayor o menor duración temporal de una u otra una aportación radicalmente nueva de Marx. Algunos,
«...entre ambos, el dominio de la razón por medio Edad. Es importante señalar esto porque la división no entre nosotros, piensan que «debe ser, más bien, alle- «Esbozados a grandes rasgos, los modos de produc-
del mero instinto y el dominio de la misma razón por es cronológica, sino estrictamente lógica, sin perjuicio de gado a una de las corrientes del pensamiento que con- ción asiático, antiguo, feudal y burgués moderno pueden
medio de la libertad, se inserta todavía un miembro para que se puedan establecer posteriormente corresponden- fluyen en el marxismo. Y no precisamente la hegeliana, ser designados como otras tantas épocas progresivas de
nosotros ahora único: La conciencia o la ciencia de la razón cias temporales. Para decirlo brevemente, el problema sino la conocida con el rótulo de 'escuela histórica esco- la formación social económica» (27).
(18). que quiere resolver Fichte es fundamentalmente el cesa' (de Smith a Robertson)» (22). Nosotros reivindica-
número de períodos o Edades históricas y no su duración ríamos aquí, sin perjuicio de dicha opinión, la filiación Debemos excluir una interpretación «unilateral» y
A continuación repite la misma operación, pero temporal, tarea más propia de lo que él mismo denomina fichteana, tamizada posteriormente por Hegel, de esta esquemática de este importante párrafo, del tipo de que
el «historiador empírico». componente de la obra de Marx. la historia «de todos los pueblos» ha pasado «necesaria-
ahora entre la nueva cota obtenida, la Razón, y la cota
inicial, el Instinto: mente» a través de «cuatro» fases (cuatro, ni una-má§,,qi.
Por todo ello, y como consecuencia de lo expuesto,
concluye Fichte que hay Cinco Edades o Épocas funda- Pasamos a exponer a continuación una síntesis apre-
«El Instinto, como inipulso ciego, excluye la ciencia.
mentales én el desarrollo de la vida sobre la tierra: tada de la elaboración por Marx de su Teoría de los Mo- (23) K. Marx-F. Engels, La Ideolopa Alemana, ed. Pueblos Unidos-Gri-
Por tanto, la génesis de la ciencia supone como ya acon-
dos de Producción históricos, para lo cual haremos un jalbo, 4^ edición, Barcelona 1972, págs. 20-24.
tecida la liberación frente al influjo apremiante del ins-
tinto y una vez más este miembro intermedio se produce, «1. La época del dominio incondicional de la razón (24) Marx-Engeis Manifiesto Comunista, editorial Grijalbo, OME-9,
así: los resultados del instinto racional pasan a ser de un por medio del instinto: El estado de inocencia de la especie (20) Ibidem, pág. 27. edición dirigida por Manuel Sacristán, Barcelona, 1978, pág. 137.
apetito tan natural como fugaz de elevar así la especie humana. 2. La época en que el instinto racional se ha
(21) Lawrence Krader, «Cuando Marx estudiaba los primitivos», art. (25) Gianni Sofri, El modo de producción asiático, ed. Península, Barce-
entera, o más bien de erigirse a sí mismo en especie, una convertido en una autoridad exteriormente coactiva: la publicado en la revista Materiales, n° 12, Noviembre-Diciembre 1978, lona, 1971, págs. 18 y 20.
edad de los sistemas positivos de la teoría y de la vida, Barcelona, págs. 83-84.
(16) Francisco Alvarez González, op. cit., pág. 70. que en ninguna parte se remonta hasta los últimos fun- (26) Ibidem, pág. 51.
(22) Jacobo Muñoz en el artículo «Filosofía de la praxis y teoría ge-
(17) Fichte, ibid., pág. 163. neral del método», recogido y publicado en Lecturas de filosofía contem- (27) K. Marx, Contribución a la Crítica de la Economía Política, ed. Co-
poránea, ed. Materiales, Barcelona, 1978, pág. 206. municación, Madrid, 1970, pág. 38.
(18) Ibidem, pág. 25. (19) Ibidem, pág. 26.
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crítica de la economía política, escrito poco después y que En esta etapa del desarrollo de su pensamiento, está ejerciendo también un esquema regresivo , más bien
rnuestra el materialismo histórico en su aspecto más fér- Marx tendía a usar casi indiferentemente los términos de «estático», similar al que, como vimos, utiliza Fichte en
til» (29). Porque hay aquí, en el capítulo sobre las propiedad comunal y de propiedad asiática o hindú. Más su deducción de las épocas históricas, pero que, además,
formaciones económicas precapitalistas, un desbloqueo tarde, después de la publicación del Primer libro de El y aquí radica la diferencia fundamental que lo separaría,
del pretendido fínalismo monista exigido por la postula- Capital (1867), Marx se centrará de forma abrumadora según la tesis que aquí defendemos, de la «filosofía de la
da necesidad apriorística de que toda formación econó- en el estudio del «comunismo primitivo», pues como historia» fichteana, además, decimos, Marx añade al
mico-social está obligada, en su desarrollo, a «quemar- dice G. Sofri «el estudio de las obras de historiadores «esquema regresivo» un esquema progresivo •, «dinámico»,
todas - las - etapas», en el sentido de un mayor del derecho y etnólogos, como Georg Ludwig von Mau- por el cual intenta demostrar cómo unos períodos histó-
pluralismo ya que «hay ahora tres o cuatro caminos rer, Lewis H. Morgan, Markim Kovalevsky, además de ricos brotan internamente de otros, de una manera «pro-
alternativos a partir del sistema comunal primitivo, cada una amplia literatura sobre la historia y las condiciones gresiva» que los justifica según una causalidad histórica-
uno de los cuales representa una forma de la división sociales de Rusia, le reafirmó ulteriormente en la idea mente efectiva.
social del trabajo ya existente o implícita en el: el orien- (por otra parte ya presente en sus escritos anteriores) de
tal (30), el antiguo, el germánico (aunque Marx, por su- que la comunidad agraria era una forma primordial de Hablamos aquí de «esquemas», y no por ejemplo
puesto, no lo limita a un sólo pueblo) y el eslavo, forma organización social existente en los inicios de todos los de modelos, formas, etc., porque para evitar la dualidad
una menos), cada una de las cuales ha salido y se ha un poco confusa que no se examina más, pero que tiene pueblos: una forma de la que algunos pueblos (por ejem- forma-materia en que incurren muchas corrientes meto-
desarrollado en el seno de la precedente, interpretación afinidades con la oriental» (31). Además, afirmar, ahora, plo, los asiáticos) se habían alejado, en el curso de la dológicas actuales, reivindicamos la solución kantiana de
que el propio Marx rechaza explícitamente en una carta que las formaciones asiática, antigua, feudal y burguesa Historia, menos que los del Occidente europeo. Más los «esquemas trascendentales». En este sentido Lupori-
dirigida a la redacción rusa de los «Otecestvennye Zapis- son «progresivas» no tiene porqué significar «ninguna tarde Marx empleó mucho menos los términos «asiáti- ni, planteándose el problema de cómo se relacionan los
ki», en la que afirma, refiriéndose al escritor populista visión lineal simple de la historia, ni el sencillo punto de co», «oriental», «hindú» y habló mucho más de comuni- dos aspectos del método histórico marxista, el aspecto
Nikolaj Konstantinovic Michajlovsky, que «Mi crítico vista de que toda la historia es progreso. Simplemente dad agrícola primitiva, sin abandonar por ello, sin embar- «estático» y el «dinámico», señala que este tipo de rela-
(...) siente la irresistible necesidad de metamorfosear mi dice: que cada uno de estos sistemas se aparta cada vez go, la idea de una peculiaridad histórico-social de Asia» ción es «un problema del tipo del que Kant ha debido
. esquema de la génesis del capitalismo en Europa occi- más, en aspectos cruciales de la situación originaria del (33). resolver en la Crítica de la Razón Pura con la doctrina
dental en una teoría histórico-fílosófica de la marcha ge- hombre» (32). del esquematismo trascendental (no por casualidad Marx
neral impuesta fatalmente a todos los pueblos, en cual- Y es precisamente el Marx de la madurez el que, habla en el Posfacio a la segunda edición de El Capital
quier situación en que estos se encuentren, para alcanzar (29) Eric Hobsbawm en su importante Introducción al capítulo de las
«Formaciones económicas precapitalistas» de Marx, publicado aparte para decirlo de alguna manera, «añadirá» dos estadios de la apariencia de una construcción a priori» (35). No
finalmente la forma económica que con la mayor canti- de los Grudrisse, y de la que damos aquí la versión castellana de Cua- históricos más a la lista de los enunciados en el famoso quedan por ello libres, ni Kant, ni Fichte de la acusación
dad de poder productivo del trabajo social, asegure el dernos de Pasado y Presente, Argentina, 1971, pág. 6. Prefacio a la Contribución a la Crítica de la Economía Po- de «esquematismo abstracto» que el joven Marx les
desarrollo más integral del hombre. Pero le pido excu- lítica de 1859: el estadio o período originario del Comu- haría y que en el desarrollo de sus investigaciones iría
(30) Debemos aclarar que Marx adopta el adjetivo de «Oriental» por
sas: es hacerme a la vez demasiado honor y demasiada un lado como sinónimo de «primitiva propiedad comunal», y por otro nismo Primitivo, que, si no estaba ausente en los escritos fundamentando más firmemente. Ya en la época de sus
ofensa» (28). para indicar algunos caracteres peculiares de la sociedad asiática (y ello anteriores, ahora adquiere estatus de fase histórica fun- primeros estudios sobre el Derecho «los sistemas de
en un sentido más precisamente histórico-geogrffico, aunque no esté li- Kant y de Fichte, que sirvieron de inspiración para sus
mitado propiamente a Asia, se refiere al Egipto antiguo, a los etruscos, damental. Y por otra parte, añade el período último del
Por ello es preciso acudir al importante capítulo so- a México, al Perú, etc.)». G. Sofri, op. cit,, pág. 80. Comunismo Futuro o final, al que se le atribuye gran propias ideas en ese tiempo, eran vulnerables a esta ob-
bre las formaciones económicas precapitalistas del importancia en un pequeño folleto, de gran contenido jeción: constituían sistemas abstractos que, como la geo-
manuscrito redactado por Marx entre 1857-58 y publica- Dos críticas recientes a la validez del concepto de m.p. asiático, crítico sobre todo contra ciertas tendencias procUves a metría, pasaban de los axiomas a las conclusiones. En
do con el título de Grundrisse der Kritik der Politischen aunque hechas desde perspectivas diferentes, que señalamos aquí por eliminar esta última fase como carente de sentido y utó- contraste, 'en la expresión práctica del mundo vivo de
OkonomJe en'Moscú por los años 1939-41, aunque por parécernos paradigmáticas, son, por una parte el libro de B. Hindess &
P.Q. Hirst Los modos de producción precapitalistas, Península, Barcelona pica: nos referimos al escrito conocido como la Crítica ideas, en que el derecho, el estado, la naturaleza y la to-
cirqupstancias. diversas la obra; fue virmalmente descono- 1919 y por otfa parte el de Perry Anderson, El Estado absolutista, Si^o del programa de Gotha, publicada en 1891 (34). talidad de la Filosofía consisten, el propio objeto debe
cida hasta 1952 en que se publicaba dicho capítulo como X X I , Madrid 1979, en el que se incluye una extensa nota sobre el ser estudiado en su desarrollo mismo y no deben intro-
folleto en Berlín, no reeditándose los Grundrisse M.P.A.; los primeros, influidos por las concepciones althusserianas, ducirse divisiones arbitrarias'» (36).
niegan la existencia del m.p. asiático por ser imposible su construcción 2. A continuación intentaremos exponer la cons-
completos hasta 1953 en la misma ciudad.
teórica dentro de la problemática del materialismo histórico; no serían trucción realizada por Marx de los distintos períodos
cuestiones empíricas de correspondencia o no del concepto con deter- históricos que delimitan los diversos modos de produc- Comenzaremos exponiendo la construcción regresi-
El retirase en la publicación de estos manuscritos ha minadas sociedades las decisivas, sino de coherencia interna, formal, de
obstaculizado notablemente la interpretación de la obra la teoría. Esta concepción de la ciencia, más bien formalista, nos parece
ción reseñados anteriormente. La tesis que trataremos de va, el «regressus» histórico que Marx lleva a cabo,
de Marx en su conjunto, y, particularmente, su teoría de que incurre en una inteipretación de los conceptos como construccio- defender es la de que Marx en su periodización histórica aunque no se deje atraer por la posibilidad o por la
la periodización histórica. El capítulo de las formaciones nes «a priori» en una línea próxima a Fichte pero que no satisface en- necesidad de una presentación abstracta y apriorística de
teramente los planteamientos de Marx, como intentamos señalar. Para su Teoría de los Modos de Producción, como ocurre con
económicas precapitaHstas (formen die der kapitalistischen , P. Anderson el concepto de m.p. asiático queda invalidado, al contra-
produktion vorhergehen) de los Grundrisse constituye, en rio, por ser demasiado abstracto y no dar cuenta de la riqueza empírica (32) Ibidem, pág. 27. Fichte y similarmente con Hegel al que Marx critica en
palabras de Eric Hobsbawm, «su intento más sistemático aportada por las investigaciones posteriores a Marx pero, además por el apartado dedicado al método de la Economía Política
(33) G. Sofri, op. cit., pág. 62. Para una valoración de El origen de la
ser contradictorio al intentar unir lo que está separado: las comuriida- de la Introducción de 1957: «He aquí porqué Hegel
de abordar el problema de la evolución histórica y el des aldeanas autosuficientes y cerradas frente al Estado intervencionis- familia, de la propiedad privada y del Estado, y del Anti-Dühring de F.
Engels en lo relativo a las sociedades primitivas se puede consultar el cayó en la ilusión de concebir lo real como resultado del
complemento indispensable de su magnífico Prefacio de la ta. Esta contradicción formal (¿cómo relacionar lo que está separado.')
corroboraría la falsedad empírica de la imagen que Marx se hacía de las citado libro de G. Sofri en las págs. 64-65, donde afirma que «una
comunas autosuficientes. Pero esta contradicción es insuperable para cierta tendencia a la simplificación, a hacer más mecánico (a veces en
(28) Apud G. Sofri, op. cit., pág. 71. Esta consideración no es trivial forma trivial) el más complejo pensamiento marxista sobre estos pro-
puesto que el peso de la interpretación de las famosas tres líneas por el quien maneja una metodología que se detiene ante las contradicciones (35) Cesare Luporini en el artículo «Marx secondo Marx», publicado
: lógicas sin esforzarse por comprender la lógica de esas contradicciones. blemas, está presente sin duda en esta obra (se refiere al Anti-Dühring) en Crítica marxista, Roma, anno 10, n° 2-3 (marzo-giugno di 1972).
propio Stalin, cuando describe que «la historia reconoce cinco tipos así como (de un modo más decisivo) en la siguiente obra de Engels
fundamentales de relación de producción: el comunismo primitivo la Una metodología de la ciencia que se conforma con tipologías clasifica- Hay traducción al castellano en el colectivo El concepto de «formación eco-
tonas (P. Anderson propone utilizar, en vez del «inconsistente» con- sobre El Origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado». nómico-social», Cuadernos de Pasado y Presente 139, Córdoba, 2^ edi-
esclavitud, el feudalismo, el capitalismo y el socialismo» (Cuestiones del
leninismo, ed. Lenguas Extranjeras, Moscú, 1946, pág. 546), ha pesado cepto de m.p.a., el más genérico de «civilización» —suponemos que en ción, 1976, pág. 120-121. Entre nosotros, G. Bueno ha señalado un
como un férreo corsé sobre la historiografía soviética de la antigüedad la tradición de la f^ de la historia anglosajona: Toynbee, etc.—, como Hacemos esta referencia a Engels porque estas dos obras suyas es- modo de desarrollar en una filosofía materialista la perspectiva trascen-
representada por Kuczinski, Stnive, Kajdan, Kovaliov, Mishulin, como un andamiaje provisional) abstraídas de la realidad nos parece ajena al tán basadas en las noventa y ocho páginas de apuntes que Marx extrac- dental inaugurada por Kant: las construcciones «a priori» son trascen-
señala Guillermo Fatás en su artículo «Interpretación dogmático-mar- marxismo que, al entender, como hace Engels, estas comunas autosufi- tó en el invierno de 1880-1881, después de leer Ancient Society de dentales no porque sean «eternas», sino porque relacionan términos
xista de la historia de la antigüedad», publicado en la revista «Sistema», cientes de forma tal que tienen «intereses idénticos, pero en modo Lewis H. Morgan, y que fueron publicados en ruso en 1941. Lawrence que están vinculados a los propios cuerpos, y no a una «conciencia pu-
n 22, Madrid, 1978. Incluso se pueden rastrear las razones políticas alguno comunes» (cit. por el propio Anderson en p. 497), está ejer- Krader, etnólogo norteamericano y profesor actualmente de la ra», a escala de la subjetividad cognoscente. (Idea de ciencia desde la teo-
que Stalin pudo tener para rechazar el inquietante modo de producción citando una figura lógica que podríamos formular como una «oposición Universidad Libre de Berlín (Oeste) ha sistematizado y publicado los ría del cierre categorial, pags. 51-52). Asimismo entiende por esquemas
asiático en que «no hay que infravalorar el hecho de que una interpre- de identidades»: lo que las une (el ser autosuficientes), las separa. Aun- «Apuntes Etnológicos» (The Ethnological Notebooks, Amsterdam, 1974), aquellas construcciones que son internas al propio campo de una ciencia
tación «asiática» de la historia rusa se prestaba demasiado bien a ser que reconozcamos el aspecto erudito y, en este sentido, crítico de la recogiendo las mencionadas reflexiones y anotaciones de Marx sobre mientras que los modelos, aunque de gran valor heurísticos, constituyen
transferida a las formas que el poder soviético iba adoptando gradual- obra de Anderson, no nos parece que el marxismo pueda ser heredero las sociedades primitivas. un instrumento exterior al propio campo (ibid., p. 76).
mente a partir de la muerte de Lenin», como afirma G. Sofri, op. cit., de la Lógica de Hegel en vano.
pag. 111. Recientemente Rudolf Bahro insiste en esta dirección en La (34) Hay una reciente versión al castellano de este escrito con tra- (36) David Me. LeUan, Karl Marx. Su vida y sus ideas, ed. Grijalbo,
Alternativa, Barcelona 1979. ducción e introducción de Güstau Muñoz, en la Editorial Materiales, Barcelona, 1977, pág. 36. El entrecomillado del texto es de una carta
(31) Eric Hobsbawm, op. cit., pág. 23. Barcelona, 1977. de Marx a Heinrich Marx, su padre.
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realizándose así el Individuo libre que vuelve a recon- sociedad capitalista, es decir, condicionada aún en todos cesión lógico-histórica entre la sociedad esclavista y la
pensamiento que, partiendo de sí mismo, se concentra
los aspectos ^-económico, espiritual— por la matriz de ^que está fundamentada en relaciones de servidumbre»
en sí mismo, profundiza en sí mismo y se mueve por sí ciliarse con la Naturaleza y con los medios de produc-
la vieja sociedad de cuyo seno acaba de salir» (42). Con (46).
mismo, mientras que el método que consiste en elevarse ción que se le habían enajenado.
el desarrollo de este período queda delimitada la última
de lo abstracto a lo concreto es para el pensamiento sólo cota, 8, que da inicio a la sociedad comunista, fruto de la
la manera de apropiarse de lo concreto, de reproducirlo Entre estas dos cotas, que numeraremos como 1 y anterior: «Entre la sociedad capitalista y la sociedad co- El propio Marx declara abiertamente las limita-
como un concreto espiritual» (37). Método, este último 2, introduce Marx una tercera, 3, en la que alcanza su munista se sitúa el período de la transformación revolu- ciones de cualquier deducción abstracta de los períodos
utilizado por Marx y que en el caso de la economía grado máximo la separación entre el trabajador y los me- cionaria de la una en la otra» (43). Con ello comienza la históricos del tipo de lo que denominamos nosotros «es-
política, consistía en partir de conceptos teóricos simples dios de producción, aquella que se consigue con el «fase superior de la sociedad comunista» en la que se quema regresivo»:
tale como valor y trabajo, para pasar desde ellos a enti- obrero de la industria fabril que únicamente es propie- realizará el verdadero Individuo libre expresado por el
dades de mayor complejidad, aunque observables, como tario de su fuerza de trabajo, pues como escribe Marx en joven Marx, un tanto metafísicamente, con la idea del «...se trata solamente de grandes rasgos característicos
la población o las clases. El Capital, refiriéndose al modo de producción capitalis- «hombre total». generales, pues las épocas de la historia de la sociedad
ta, «en el caso presente, el divorcio entre el obrero libre están tan poco separadas por fronteras abstractamente
Con estas cautelas metodológicas va a proceder y sus medios de producción constituye el punto de parti- rigurosas como pueden estarlo las épocas de la historia
Podemos representar en un gráfico, como ya hici-
«abstractamente», regresivamente, estableciendo, dentro da dado» (40). de la Tierra» (47).
mos en el caso de Fichte, este «esquema regresivo» que
del continuo histórico, ciertas discontinuidades de las ejercita Marx, observando como quedan configurados los
que resultan los períodos históricos. Pues como dice Entre las cotas 1 y 3, se sitúan las sociedades pre- períodos históricos fundamentales, distinguidos de esta Según Emilio Serení, esta insistencia de Marx sobre
Cesare Luporini, «aquél continuum considerado como capitalistas que constituyen la «prehistoria» del capital y forma y caracterizados según el modo de producción do- la «imposibilidad de demarcar a las formaciones sociales
hipótesis en el Prólogo de 1859, entre los modos de en las que la separación entre el trabajador y los medios minante (44). entre sí con líneas divisorias abstractamente rigurosas»,
producción allí nombrados y enumerados (...) se distribu- de producción no es tajante. Aparece aquí una cuarta se debe a su «caracterización de toda formación social
ye en la zona de la factualidad empírica (y en ella debe cota, 4, al dividir Marx las formas de producción pre- 3 7 8 como un proceso» (4&).
ser verificado), mientras que la discontinuidad se distri- capitalistas en dos grandes grupos, según que la relación I \ \ 1
buye en la zona de los modos de producción y de las con los medios de producción adquiera formas de de- 'MPCP MPA MPE MPF MFC MPS MPC Si Marx se quedase en el «esquema regresivo», «es-
formaciones sociales correspondientes (que deben ser pendencia personal (esclavitud, servidumbre) o formas MPG tático», su exphcación del paso de un modo de produc-
construidas conceptualmente, teoréticamente, con el de dependencia impersonales, comunales (41). El primer ción a otro quedaría reducida a una especie de alquimia
único instrumento de la «capacidad de abstracción», grupo caracterizado por las relaciones de dependencia que consistiría en la distinta combinación y variación for-
Pero en Marx, y en esto se diferencia fundamen- mal de las relaciones consideradas «invariantes», pero sin
como recuerda Marx en el Prólogo de la primera edición personal se subdivide, por medio de otra distinción, 5, talmente de la metodología fichteana de la historia, la que se diese una explicación efectiva que mostrara las
de El Capital)» (38). en dos, ya fuesen dichas relaciones de esclavitud, en las construcción debe volver a recorrerse en un sentido
que el trabajador no era siquiera considerado como específicas leyes del desarrollo. Porque acudir a «causali-
«progresivo», inverso al «regresivo», una vez que éste dades estructurales» o a las «contradicciones internas»,
Primeramente considera Marx los términos que, al hombre, sino simple «ganado parlante», o fuesen rela- h% alcanzado sus límites, evitando el «regressus ad infi-
ciones de servidumbre. El segundo grupo es en el que así en abstracto, para explicar el movimiento histórico
ser relacionados entre sí, permitirán realizar las divisio- nitum», límites que impone el propio material histórico, que se produce en el surgimiento de un modo de pro-
nes en el continuo histórico triturando su aparente ho- incluye las formas más primitivas de las sociedades his- que es finito. Esta forma de explicar las causas del paso
mogeneidad. Lo que para Fichte eran el Instinto, la Ra- tóricas, que, aunque ya muy diferenciadas entre sí «están de un modo dé producción a- otro, y, por extensión, de
zón, la Libertad, etc., que permitían establecer las diver- aún caracterizadas en algunos modos por la persistencia un período histórico a otro, rectificando dialécticamente,
sas épocas mediante las relaciones que se daban entre de la comunidad primitiva. Estas son la asiática y sus va- «dinámicamente», la abstracción y el «estatismo» del
ellos, ahora son para Marx los «invariantes» de todo riantes (eslava, celta, etc.), la forma primitiva y la germá- «esquema regresivo» y evitando así los riesgos de inter-
modo de producción. Así afirma en El Capital que: nica» (41). pretación lineal y apodíctica, es lo que denominamos
«esquema progresivo». En este sentido se puede decir
Entre la cota inicial, 1, y la cota 4, que separaba los que el «unilinearismo» o «unilateralismo» es compensa-
«Sean cuales fueren las formas sociales de la producción,
modos de producción basados en la dependencia perso- do en Marx por la noción de «desarrollo desigual». Por
sus factores son siempre los trabajadores y los medios de ello rehuye las «deducciones» de carácter general sobre
producción. Pero unos y otros sólo lo son potencialmen- nal, de los basados en la dependencia impersonal, se
introduce otra nueva, 6, al diferenciar la «comunidad la sucesión de las formas económicas. Sobre esto afirma
te si están separados. Para que se produzca, en general, G. Sofri que «no hay ningún punto del que se pueda
deben combinarse. La forma especial en la que se lleva a primitiva» de los modos de producción asiático y ger-
mánico, ya que en estos últimos, gracias a la agricultura, deducir que Marx creyera que el feudalismo fuera la úni-
cabo esta combinación distingue las diferentes épocas ca sociedad capaz de generar el capitalismo. Por el con-
económicas de la estructura social» (39). aparece un excedente regular y, además, la segunda gran
división del trabajo en agricultura y artesanado. trario, Marx manifiesta una gran cautela ante este tipo de
generalizaciones y un sentido profundo de la compleji-
Marx establece, entonces, los dos límites, inicial y dad de los fenómenos históricos» (45). Y por lo que res-
final, de la historia: el Comunismo Primitivo y el Comu- Por último, entre las cotas 2 y 3, introduce Marx
otra más, 7, que señala el punto en el que el trabajador pecta a la transición entre la sociedad primitiva y la es-
nismo Futuro, cuya característica principal es que son los clavitud, o entre esta y la servidumbre, opina que «aun-
únicos períodos históricos en que no existe una separa- «libre en abstracto» del capitalismo, alcanza su libertad
que Marx no sea completamente claro en este punto, se
ción del trabajador y de sus medios de producción, y por concreta al suprimirse la separación entre él y los medios
puede pensar que la esclavitud se ha desarrollado en el (46) Ibidem, pág. 51. Marx toma distancias críticas respecto de las con-
tanto no hay ni división ni lucha de clases. Estos comu- de producción. Es el período denominado por Marx en seno de la forma primitiva y las relaciones de servidum- cepciones de la evolución histórica como un proceso homogéneo y
nismos primitivo y final se configuran dialécticamente en la Crítica del programa de Gotha como «primera fase de la bre en la germánica. Ningún indicio autoriza, por el con- progresivo propias de la Ilustración francesa que se trocarán en el
tanto que en el primero el trabajador está inmediata- sociedad comunista» que se corresponde a lo que sería trario, a creer que según Marx existe una relación de su- deismo de los románticos alemanes para culminar en la borrachera del
mente unido a la Naturaleza de una manera ciega, y por la sociedad socialista, «tal como surge precisamente de la progresismo histórico joven-hegeliano. En este sentido, separándose de
Fichte y de Hegel, recoge la influencia del viejo Sch'elling, crítico feroz
tanto no libre, mientras que en el segundo el trabajador del sistema hegeliano, como recientemente ha señalado G. Albiac en su
se emancipa de esta Naturaleza por medio de la Cultura, (40) Ibidem. El criterio de «separación» entre el trabajador y sus me- (42) K. Marx, Crítica del Programa de Gotha, edición citada, pág. 92. libro üe la añoranza del poder o consolación de la filosofía, Hiperión,
dios de producción como algo ligado necesariamente al m.p. capitalista Madrid 1979, págs. 61 y ss.
debe ser relativizado, como señala Camilo J. Cela Conde. en su (43) Ibidem, pág. 112.
(37) K. Marx, Grundrisse der Kritik der politischen Skonomie (Rohen- Capitalismo y campesinado en la isla de Mallorca, S. XXI, Madrid 1979, (47) K. Marx, El Capital, Grijalbo, L I, V. 2, p. 1, Barcelona, 1976.
twurt) 1857-1858, Dietz Verlag, Berlín, 1953. Utilizamos la versión al (sobre todo en la Introducción metodológica), ya que esta separación • (44) M.P.C.P. = Modo de Producción comunista primitivo; M.P.A. =
castellano de la editorial siglo XXI, 2^ edición, Madrid, 1972, tomo I, pudo ser una condición necesaria para el desarrollo del capitalismo en M.P. asiático; M.P.G. = M.P. germánico; M.P.E. = M.P. esclavista; (48) E. Serení, «Da Marx a Lenin: la categoría di «formazione econó-
pág. 21-22. las formaciones centrales durante la acumulación primitiva, pero no lo M.P.F. = M.P. feudal; M.P.C. = M.P. capitalista; M.P.S. = M.P. socia- mico-social» en Crítica marxista-Quaderni, Roma, 1970. Traducido al
es respecto a su funcionamiento actual en régimen colonial, según de- lista; M.P.C.F. = M.P. comunista futuro. castellano en el colectivo El concepto de «formación económico-social»,
(38) C. Luporini, an. cit., pág. 109-110. duce el autor del análisis pormenorizado de la estructura social de la Cuadernos de Pasado y Presente 139, Córdoba, 2* edición, 1976, pág.
isla de Mallorca. (45) G. Sofri, op. cit., pág. 55. 65.
(39) K. Marx, El Capital, Siglo XXI, L. II, V. 4, pag. 43, Madrid,
1976. (41) Ver G. Sofri, op. cit., pág. 51. EL BASILISCO 31

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ducción o en su desarrollo y derrumbe, es acudir a un Porque la Historia además del aspecto de su «dis- rango e influencia, y cuyas relaciones por lo tanto asig- Fichte coincide con Marx en que ninguno de los dos
«deus ex machina», a un concepto formal que, por su continuidad» tiene el de la «continuidad», por más idea- nan a todas las otras el rango y la influencia. Es una ilu- organiza su exposición de los períodos históricos siguien-
generalidad tan desproporcionada, no sirve para usos di- lista que ello le parezca a la escuela althusseriana en minación general en la que se bañan todos los colores y do meramente un orden cronológico ya que ni los Mo-
ferenciales y explicativos. En esta línea se mueve Etienne cuyos planteamientos, según piensa E. Serení, parece ser que modifica las particularidades de éstos. Es como un dos de Producción ni las Edades fichteanas aparecen in-
Balibar en su interpretación estructuralista del desarrollo que «con el agua sucia de la concepción hegeliaga del éter particular que determina el peso específico de todas tencionalmente representadas como figuras que se su-
histórico cuando sostiene.que la distinción marxista entre tiempo histórico —es decir, con su carácter idealista— las formas de existencia que allí toman relieve» (55). ceden unas a otras de una manera arbitraria , sino como
los modos de producción se funda «en la de las re- Althusser termina por tirar también al niño, es decir, el figuras que pretenden ser construidas unas a partir de las
laciones de un pequeño número de elementos, siempre concepto de la unidad dialéctica entre continuidad y dis- Respecto a la «universalidad» de los modos de pro- otras, según una «deducción» rigurosa en base a prin-
los mismos», que tienen cada uno una historia distinta e continuidad del tiempo y del proceso histórico: que es el ele- ducción, nos basamos en la opinión de L Krader, para el cipios simples. Así, con respecto a Marx, afirma Alfred
independiente, con lo que no se comprende la unidad y mento integrante de una categoría, como es la de «for- cual «dos de los cuatros modos de producción antes Smidt que «en la indagación de la propiedad inmueble
la continuidad del proceso Jhistórico (49). mación económica-social», y que está en la base de la enumerados (se refiere al asiático, antiguo, feudal y bur- Marx procede confrontando entre sí una serie de tipos
teoría marxiana y leninista de la periodización historiográ- gués-moderno) son limitados en su alcance histórico, geográficamente dispares, como el oriental, el sudameri-
Que por el motor de la contradicción, así en abs- fica» (53). mientras que otros dos son globales. Son limitados el cano, el eslavo, el germánico y el antiguo, y relegando
tracto, no sé mueve nada, lo muestra con un ejemplo modo de producción greco-romano y el medieval-feudal, así a último plano la cuestión de la sucesión temporal»
histórico Eric Hobsbawm cuando afirma que «la esclavi- Y esta «unid'ad dialéctica» entre la con.inuidad y la esto es, respectivamente, el esclavista y el servil, porque (60).'
tud es la principal característica del sistema antiguo, pero discontinuidad histórica la traducimos metodológicamen- se hayan vinculados a las condiciones de los procesos de
la opinión de Marx sobre su contradicción interna básica te, por la unidad entre el «esquema regresivo» y el «es- producción en la Europa antigua y medieval. Estas cate- Explícitamente señala C. Luporini esta característica
es más compleja que el simple punto de vista de que la quema progresivo». Es por la reconstrucción sintética de gorías históricas pueden ser ampliadas a otras partes del de los modelos de periodización histórica de Marx y
esclavitud impone limitaciones a una mayor evolución la continuidad histórica que lleva a cabo el «esquema mundo sólo desde un punto de vista historiográfico Fichte, e incluso de Vico: «...característica esencial del
económica y produce, de esta forma, su propio derrum- progresivo», complementaria dialécticamente de la re- eurocéntrico (...). La sociedad «asiática» no es un fenó- modelo marxista de formación económico-social, es su
be», porque el derrumbe del modo antiguo no implica ducción o trituracitin previa de la continuidad histórica meno solamente oriental sino global (...), el moderno capacidad de periodización en sentido historiográfico.
«ninguna razón lógica por la cual deba conducir inevita- en discontinuidad, ejercitada por el «esquema regresi- modo de producción burgués no sólo ha llegado a domi- N o en el sentido de que el modelo contenga en sí
blemente al feudalismo, como diferente de otras «nuevas vo», por lo que el modelo marxista de periodización nar el mundo sino también a difundirse a escala global» mismo una determinada cronología o calendario, sino en el
formas, combinaciones de trabajo» que posibilitarían una puede aplicarse a la Historia para producir, a diferencia (56). sentido de que ubicado en el análisis histórico (histórico
productividad más alta» (50). Es esta complejidad de las del modelo exclusivamente regresivo de Fichte, que social) concreto, permite establecer períodos o épocas co-
contradicciones internas la que debe ser explicada. Pero, obvia el trámite crítico del progresus constructivo susti- rrespondientes: permite afirmar, por ejemplo, que el
tuyéndolo por una «descripción» histórica, una gran Es entonces, para Marx la sociedad burguesa,
según G. Sofri, «Balibar no ve el carácter dialéctico de modo de producción capitalista comienza a desarrollarse
riqueza y originalidad de resultados, no quedándose en aquella que empieza a realizar realmente el concepto de
las definiciones marxistas de los distintos modos de pro- en el país X en los años Y , etc. Y en esto no existe
una mera combinación formal que se arroja, como una Sociedad Universal.
ducción, entendidos y descritos como procesos contra- nada de apriorístico o de platonizante, por cuanto los
dictorios, y no como estadios distintos» (51). red, sobre un material de hechos históricos externos a la elementos constitutivos del modelo son extraídos de la
propia construcción formal. Pero estas figuras máximas, las Edades y los Modos
de Producción, son construidas seriadamente y van experiencia. O, si se quiere, se trata de la verificación en
Este carácter dialéctico que atribuímos al «esquema apareciendo, de hecho, sucesivamente, lo que no impide un ámbito determinado de lo real, de la cuota de exigencia
progresivo» lo es en tanto en cuanto rectifica las divisio- que subsistan a la vez modos de producción o edades científica que estaba en la base del platonismo. Las ideas
nes «estáticas» del «esquema regresivo», corrigiendo su objetivas de Platón eran también extraídas de la expe-
III. Las Edades y los Modos de Producción anteriores, en cuanto a su origen lógico e histórico, con
riencia, y muchas veces en el pensamiento moderno una
carácter abstracto al hacer ver como «aparente» y falsa la otros posteriores, ya que en una formación histórica pue-
necesaria división- tajante del continuo histórico, para lle- como criterios de periodización exigencia semejante (...).se ha presentado no por azar re-
den coexistir modos de producción o edades que se ex-
gar a reconstruir la unidad del proceso histórico, dando tinguen junto a otros que están en proceso de incuba- ferida justamente al mundo humano, histórico social,
explicaciones efectivas de cómo se relacionan los dis- ción. En el marxismo esto ha sido reconocido, por ejem- aunque bajo un disfraz especulativo: de la scienza nuova
tintos períodos, no ya negativamente, sino de manera A pesar de las profundas y decisivas diferencias me- plo, por Lenin cuando en su artículo sobre «El impuesto de Vico a los Grunzüge unseren Zeitalters de Fichte» (61).
positiva. Y aquí las investigaciones empíricas pueden ser todológicas entre Marx y Fichte, constatadas en el apar- en especies» (57), analiza la formación social rusa como Lo que tratamos de precisar es hasta dónde llega ese
esenciales, pues como dice E. Hobsbawm, «la lista y tado anterior, existen entre ambos algunas afinidades una combinación de diferentes modos de producción «disfraz especulativo», para poder así determinar las
buena parte del análisis de los Formen que la fundamen- comunes. Así, ios dos coinciden en la forma de caracte- que corresponderían a diferentes períodos históricos, deudas contraídas por Marx con dicha tradición historio-
ta, son el resultado no de la teoría, sino de la obser- rizar el concepto de período como unidad de la Historia, como la economía campesina patriarcal, la pequeña pro- gráfica y en dicha línea pretende moverse este trabajo.
vación. La teoría geneal del materialismo histórico exige correspondiendo en Fichte esta unidad a la Edad y en ducción mercantil, el capitalismo privado, el capitalismo
sólo que haya una sucesión de modos de producción, no Marx al Modo de Producción. de Estado, y el socialismo. Otros autores insisten en afirmar que el método his-
necesariamente de cualquier modo en particular, y quizá tórico de Marx no opera con criterios simplemente cro-
no en un orden predeterminado en especial (en la nota 6 En Fichte, las Edades son figuras máximas en tanto nológicos. Así G. Sofri dice que «para Marx épocas que
afirma Hobsbawm que «existen ciertos límites: es Por su parte Fichte afirma, también en esta línea,
que cada una de ellas tiende a abarcar y penetrar a toda que las Edades «se entrecruzarán en apariencia y en par- marcan el progreso de la formación económica de la
improbable que una formación económico-social basada, la Humanidad: «toda edad posible tiende a abarcar y pe- sociedad no quiere decir épocas que se suceden cronno-
digamos, en un nivel tecnológico que exige máquinas de te correrán paralelas» (58).
netrar la especie entera; y sólo en cuanto esto le ha sido lógicamente, sino cuyas estructuras se encuentran en re-
vapor, pueda darse antes de una que no las necesita»). dado, se ha presentado como una edad, pues en otro lación de mayor o menor proximidad al capital» (62).
Observando el material histórico existente, Marx pensó Además, «en una misma edad pueden coexistir y
caso se hubiera _quedado meramente en el particular entremezclarse partes integrantes de las más diversas Este «partir del presente», de la sociedad burguesa, del
poder distinguir un cierto número de formaciones eco- modo de ser de determinados individuos» (54). capital, en el análisis histórico, también es compartido
nómico-sociales y en una cierta sucesión. Pero si se hu- edades», porque «si hay en la misma edad otros elemen-
tos todavía, serán estos reliquias de una edad pasada, o por Fichte, como veremos en el siguiente apartado. La
biera equivocado en sus observaciones, o si estas estu- En Marx, estas figuras máximas que definen un Pe-
vieran basadas en una información parcial y, por lo tanto, anticipaciones de una futura» (59).
ríodo histórico cuando llegan a ser dominantes en una
equívoca, la teoría general del materialismo histórico formación social dada son los Modos de Producción: «en
permanecería incólume» (52). (60) A. Smidth, El concepto de naturaleza en Marx, siglo XXI, 2^ edi-
todas las formas de sociedad existe una determinada pro- ción, Madrid, 1977, pág. 207.
ducción que asigna a todas las otras su correspondiente (55) K. Marx, Grundrisse..., ed. siglo XXI, tomo I, págs. 27-28.
(49) Louis Althusser y Etienne Balibar en Vara leer El Capital, s. XXI, (61) Cesare Luporini, artículo «Realta e storicita: economía e dialettica
6^ edición, Madrid, 1973, pág. 246. En el mismo sentido navega el li- (56) Art. cit., pág. 85. nel marxismo», en Crítica marxista, Roma anno 4, n° 1 (gennaio-te-
bro de E. Fioravanti E/ concepto de modo de producción, ed. Península, 2^ bbraio di 1966). Traducido' al castellano con el título «Dialéctica mar-
edición, Barcelona, 1974, ver págs. 27 y ss. (52) E. Hobsbawm, Introd. pág. 13. (57) V.I. Lenin, Obras Escogidas, Progreso, Moscú 1977, t. XII. xista e historicismo» en el colectivo sobre El concepto de «formación eco-
nómico-social» de cuadernos de Pasado y Presente, n° 39, Córdoba,
(30) Introducción citada, págs. 27-29. (53) E. Sereni, artículo citado, nota 75 de la p. 83. (58) Op. cit., pág. 26. 1973, págs. 16-17.
(51) Op. cit., pág. 78. (54) Los Caracteres de la Edad Contemporánea, pág. 79. (59) Ibidem, pág. 93. (62) Op. cit., pág. 52.

32 : EL BASILISCO EL BASILISCO 33
EL BASILISCO, número 10, mayo-octubre 1980, www.fgbueno.es EL BASILISCO, número 10, mayo-octubre 1980, www.fgbueno.es

periodización del futuro, su predicción, tampoco es me- cuando afirma que aún aceptando en general lo dicho fácil recurso de ampliar el esquema tradicional añadién- cesarlo suponer como anterior a este acto la existencia
ramente cronológica, cómo ya sabía Antonio Labriola por éste, «queda el hecho que no se puede ocultar u dole externamente nuevos modos de producción, de la especie en un momento en el cual aún no lo había
cuando afirmaba, interpretando a Marx, que «la previ- oscurecer de que, tanto en Marx como en la realidad porque, como ya vimos, no es una cuestión «puramente hecho» (71). Esta especie humana, que es depositarla de
sión, que el Manifiesto por primera vez señalaba no era histórica —una vez aceptado que el modo de producción numérica» lo que en el fondo se está debatiendo; esto la razón, aparece bajo la forma de un «pueblo normal»,
cronológica, de preanuncio o de promesa, sino que era, llamado «antiguo» (o esclavista) y el «feudal», con todas es, si hay 4, 6, 7 o más modos de producción básicos un pueblo elegido que, aunque encuentra resonancias bí-
para decirlo en una palabra, que a mí parecer expresa sus variedades, subdivisiones y confluencias internas/ex- que determinen otros tantos períodos históricos. En el blicas en el pueblo de Moisés (72), sin embargo es más
todo brevemente, morfológica» (63). ternas, constituyen los principales sistemas antecedentes debate abierto actualmente sobre estas cuestiones hay, bien un transformado de este pueblo mítico-religioso, ya
(en ese orden) del burgués capitalista- estos tres grandes como señala G. Sofri, estudioso y erudito en el tema, que, en Fichte, el «pueblo normal» juega formalmente,
E. Hobsbawm también se manifiesta en este sentido sistemas consituyen una «evolución» no puramente «ge- «una confusión de las lenguas, que es una confusión de en el orden interno de su construcción de la Historia, el
al decir dé la metodología histórica de Marx que «su neral» o «analítica» —en tanto estos dos,términos se las ideas» {69)- papel de un postulado filosófico o de una hipótesis me-
marco de referencia es cronológico sólo en el sentido contraponen a «cronológica»— uno exactamente cronoló- todológica: «nos encontramos impulsados a admitir un
más amplío, y problemas tales como la transición de una gica para esa parte del mundo que pasa a presentarse pueblo primitivo y normal, que por medio de su mero
fase a la otra no son su preocupación fundamental, ex- como el eje central de la evolución histórica humana, no existir, sin ciencia ni arte, se encontró en el estado de la
debido a una subjetiva opción pseudo axiológica o euro-
IV. Dialéctica de los Períodos Históricos: perfecta cultura de la razón» (7 3). Frente a este «pueblo
cepto en tanto puedan arrojar luz sobre las transforma-
ción de largo plazo» (64). Y matizando más la cuestión céntrica, sino porque el último de esos sistemas, el bur- Presente, Pasado y Futuro normal» se presenta su antítesis: los salvajes de su entor-
observa que, aunque en el conocido prefacio de la Con- gués-capitalista, ha involucrado por sí, con el mercado no, «al mismo tiempo, diseminados sobre toda la tierra,
tribución a la Crítica de la Economía Política se presentan mundial, a la totalidad del género humano (y, de hecho, han vivido medrosos y rudos salvajes autóctonos, sin
las diferentes formas de la división social del trabajo, lo ha involucrado violentamente). Se trata por lo tanto, Trataremos de esbozar, en lo que sigue, la interco- ninguna cultura, fuera de la miseria necesaria a la posibi-
de un proceso histórico unitario que de parcial (histórica nexión dialéctica, que consideramos tan importante para lidad de la conservación de su existencia sensible» (73).
aparentemente, como estadios históricos sucesivos «en
y geográficamente) ha llegado a ser total (y como tal entender la metodología histórica tanto fíchteana como Al entrar estos salvajes en relación con el «pueblo nor-
sentido literal, esto es directamente falso, puesto que, no
constituye la premisa de la universalización de la revolu- marxista, que se establece entre la situación originaria (la mal», por la guerra, se generará una síntesis dialéctica
sólo el modo asiático coexiste con todos los demás, sino
ción comunista. Cualquiera sea el estadio de evolución o Edad Primera o el Comunismo Primitivo), la situación iniciándose así el curso histórico.
que tampoco se puede encontrar en la argumentación de
los formen, ni en parte alguna, ninguna sugerencia de que involución en que se encuentren los procesos históri- presente (la Edad Contemporánea, el Capitalismo) y la
el modo antiguo se haya desarrollado a partir de él. co-sociales de otros pueblos y de otras partes del mun- situación futura (la Quinta Edad, el Comunismo Futuro). Esta situación inicial, así configurada, no es un sim-
Debemos, por lo tanto, entender que Marx se refiere no do). En este aspecto, cabalmente cronológico, la posición ple dato empírico, sino el resultado de la transformación
expresada por Marx en el Prólogo de 1859 (salvo siem- Observamos que Fichte, como Marx, presupone un de un material previo, bien sea un mito o bien sean re-
a una sucesión cronológica y ni siquera a la evolución de
pre el modo de producción asiático) es justa y responde punto de partida, un primer estadio, parecido a lo que sultados de investigaciones empíricas. Contra el ataque
un sistema a partir de su predecesor (aunque este es ob-
a la realidad histórica» (67). sería el término cero de una serie numérica, mediante el que le podría hacer una historiografía excesivamente
viamente el caso del capitalismo y el feudalismo) sino a
la evolución en un sentido más general» (65). razonamiento de que si «de nada no sale nada y la falta empirista, Fichte estaba sobre aviso: «razonamientos par-
Para Luporini esto no excluye el que continúen de razón no puede llegar nunca a ser razón», entonces se tiendo de los mitos que se encuentran fácticamente y
Por tanto, tampoco el método histórico de Marx es abiertos a la investigación los problemas de la evolución sigue que «el estado de la racionalidad absoluta tiene que, por tanto, se convierten ellos mismos en un hecho,
meramente «evolucionista», como ya lo señaló en su interna y de la transición de un período histórico a otro, que haber existido en alguna parte» (70). serán recibidos con toda gratitud, en particular si son
tiempo K. Korsch cuando escribía que en Marx se «eli- que cada vez podrán ser mejor dilucidadas al aumentar conformes a la lógica. Sépase tan sólo que son razona-
mina todo el encanto de la ingenua metafísica evolucio- el conocimiento del material histórico, ya que el proceso Se postula de esta manera la existencia de la Razón mientos, pero en modo alguno historia; y no se nos inti-
nista y el «desarrollo» se convierte de axioma válido a histórico es «un proceso fundamentalmente {in grossen «previamente» al comienzo de la Historia, en un sentido mide, si por acaso examinamos con detalle la forma de
priori en un principio de investigación que en cada caso Umpissen) unilateral de hecho que no excluye las alternati-» más bien lógico que cronológico, de una manera similar razonamiento, una vez más con la palabra terrible: es un
se tiene que verificar empíricamente (...). Marx no trata vas posibles di. nivel del análisis sistemático; y las alternati- a como en el estudio de los procesos físicos se presupo- hecho, atrás» (74). .
como meros «estadios previos» las pasadas épocas histó- vas que de hecho, es decir realiter se han presentado, ne la existencia «previa» de un quantum de energía in-
ricas de la formación social económica, la sociedad asiá- pero han sido interrumpidas, excluidas o superadas por deducible, sin el cual no se podrían iniciar dichos proce- Porque los «hechos» presuponen «teorías», tal
tica, la antigua, la feudal y aún menos la sociedad origi- el proceso histórico efectivamente cumplido» (67). sos. Esta «razón originaria» aparece en la especie hu- como actualmente nos lo recuerdan los «filósofos de la
naria anterior a la historia escrita consideradas en su to- mana, que existe antes que la propia Historia ya que ciencia» desde Popper, cosa que Fichte ya sabía: «las de-
talidad, son formaciones sustantivas que se tienen que Porque Hobsbawm enmascara el problema al conci- «para que la Humanidad, como especie, haya hecho algo terminaciones más detalladas, deducidas.por su esencia
entender por sus propias categorías» (66). liar armónicamente, el capítulo sobre las formaciones y aparezca como habiéndolo hecho, es absolutamente ne- sólo en general, no podrían fijarse en esta su particular
económicas precapitalistas y el Prólogo de 1859, cuando naturaleza sino como hechos sin ninguna explicación ge-
Sin embargo, si la metodología marxista no recae en el verdadero problema es esta relación no armónica, sino (69) G. Sofri, op. cit., pág. 193. Reproducimos la nota 39 de esta mis- nética, si no.se derivaban además de otros fundamentos
el idealismo de la intemporalidad de tipo fichteanO, dialéctica, de partes en gran medida inconmesurables. ma página que nos proporciona una visión rápida de lo enjundioso del necesariamente escondidos para la historia» (75); enten-
aunque tenga que pasar por un trámite «lógico-trascen- De este problema, continúa Luporini, «se deriva que asunto: «Godeiier distingue siete «formaciones económíco-sociaies» diendo por historia, según Fichte, la mera historia empí-
(...). Según Chesnaux, la sformas antigua y germánica son formas de rica, porque para él «la historia es mera experiencia: sólo
dental» de elaboración de las construcciones a priori, Hobsbawm —^mientras con valentía (contra las actuales propiedad, que no se pueden- situar en el mismo plano de las forma-
episodio que constituye una parte ineludible, necesaria más refinadas ideologías burguesas), interpretando a ciones de base, mientras que el modo de producción asiático es un hechos ha de suministrar, y todas sus pruebas sólo fácti-
aunque no suficiente, si a pesar de ésto no hay recaída Marx, señala al «progreso» como 'contenido de la historia «modo de producción», por las mismas razones que la esclavitud, el camente pueden darse» (76).
en su aspecto más general' (pero permanece bastante feudalismo, el capitalismo o el socialismo; lo que significa que no pue-
especulativa, ello es porque el método histórico de Marx de ser definido sino es a partir de los principios generales, que ponen
recoge también, como algo que le está vinculado esen- impreciso qué significa 'historia en su aspecto más gene- en evidencia el papel fundamental de las relaciones de producción en la Y volviendo sobre los mitos que se sitúan en el orí-
cialmente, el dato histórico-cronológico, que al principio, r a l ' ) ^ no arriesgue a dar una definición satisfactoria del evolución histórica. Tokei afirma que el modo de producción asiático gen de la Historia y que pretenden ser esgrimidos como
faparentemente, se presenta como algo arbitrario. En este mismo, aunque fuese virtualmente, de modo tal qué afe- no es una «formación de base», pero considera justificado el uso de la «hechos», piensa que «su contenido no es historia sino
rré, sea en nuce, la compleja problemática del progreso categoría de modo de producción asiático y sus oposiciones a los mo- un fílosofema que a nadie obliga más que en tanto resul-
sentido nos parece que se mueve la contundente réplica dos de producción esclavista o feudal. Según el historiador vietnamita
de Cesare Luporini a las opiniones de E. Hobswam, presente o latente en el marxismo...» (68). Nguyen Long Bich, el modo de producción asiático no se puede poner
en el mismo plano con el feudalismo o el esclavismo, no es una forma
Lo que sí podemos afirmar claramente aquí, es que social peculiar de Asia, ni una forma de la sociedad primitiva (o la últi-
ma etapa de ésta), ni una forma oriental de la sociedad feudal, o de la (72) Ibidem, pág. 124.
(63) A. Labriola, In memoria del Manifiesto dei comunisti, apud E. Sere- la solución del problema no se encontrará mediante el esclavista: es más bien un «régimen social». Otros (por ejemplo Rodin-
ní, art. citado, en op. cit., pág. 83. son, Balibar, Parain, Suret Canale) emplean estos términos en otra for- (73) Ibidem, pág. 121.
ma distinta». P. Anderson y Hindess & Hirst rechazan el m.p.a. como
(64) Introducción citada, pág. 9. ya indicamos antes.
(67) C. Luporini, en «Nota a Marx según Marx. La noción de «forma- (74) Ibidem, pág. 122.
(65) Ibidem, pág. 25-26. ción económica de la sociedad» y la introducción de Eric Hobsbawm a
las Formen», recogido en el colectivo ya citado, págs. 164-165. (70) Los Caracteres de la Edad Contemporánea, págs. 120-121. (75) Ibidem, pág. 123.
(66) K. Korsch, Karl Marx, ed. Ariel, Barcelona, 1975, traducción de
Manuel Sacristán, págs. Aü-A^. (68) Ibidem, pág. 166. (71) Ibidem, pág. 24. (76) Ibidem, pág. 123.

34 EL BASILISCO EL BASILISCO 35
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es la refiguración, en una forma superior, de un tipo ras razones empíricas. Si se quita importancia a la fase de Para Fichte, hay que «recoger pura e íntegramente la si-
arcaico de sociedad, está pensando que la crisis social un Comunismo Primitivo en la elaboración de una meto- tuación fáctica del momento presente, en particular en
contemporánea sólo puede concluir con el retorno a la dología marxista de la Historia, reduciendo su importan- cuanto pueda conducir a Hechos anteriores, y pensar
propiedad comunitaria «arcaica»; y no se deja asustar cia historiográfica incluso (82), se suprime entonces tam- rigurosa y precisamente bajo condición de qué únicos
por el uso del término "arcaico"» (79). bién la posibilidad de entender los contenidos funda- hechos anteriores puede entenderse» (87), y su investi-
mentales que deben ser recuperados dialécticamente en gación ha recorrido el curso de la historia «partiendo de
Frente a esta posición, otros marxistas, como K. el «comunismo futuro» como pueden ser aquellas reglas la época en que vivimos como de su punto más lumino-
Korsch, recaen en el empirismo al disociar de una sociales de conducta de la sociedad primitiva que van so» (88).
manera tajante lo ideal y lo real, la teoría y los hechos, encaminadas a la protección de la vida, del honor, de la
integridad física y de los bienes de consumo, las relacio- En Marx el pasado histórico es analizado a partir del
con lo que, al entender por real lo puramente empírico,
nes de paternidad, etc., y que actualmente subsisten presente, un presente capitalista que al ser el tipo de
el «comunismo futuro» aparecerá como algo «irreal» y
mezcladas con otras reglas jurídicas propias de un dere- formación social más complejo y universal proporciona
que no tiene porqué tener el más mínimo parecido con
cho clasista. Creemos que este proceder metodológico esta posibilidad en el mismo sentido en que «la anatomía
el «comunismo primitivo» del principio. del hombre es una clave para la anatomía del mono».
que denunciamos incurre en Una sobrevaloración de los
«datos» en detrimento de las hipótesis teóricas más difí- Así pues «las categorías que expresan sus condiciones y
Así, el conocimiento de la protohistoria «pone la so- la comprensión de su organización permiten al mismo
ciedad comunista de un modo ya visible, sin duda como cilmente «verifícables», lo que conlleva un deslizamiento
hacia posiciones metodológicas empiristas, de cuya ino- tiempo comprender la organización y las relaciones de
una época lejana, pero ya determinada, fechada, por así_ producción de todas las formas de sociedad pasadas,
decirlo, del desarrollo futuro de la humanidad, del cencia o «neutralidad» dudamos, aunque sólo sea por los
trágicos efectos políticos que arrastraron en otras oca- sobre cuyas ruinas y elementos ella fue edificada y cuyos
mismo modo que aquéllos estadios primitivos anteriores
siones. Como caso eminente de lo que decimos citaría- vestigios, aún no superados, continúa arrastrando, a la
a todas las formas burguesas de vida están, sin duda muy
vez que meros indicios previos han desarrollado en ella
lejanos en el tiempo, pero no se encuentran más allá de mos a Bernstein: «confieso abiertamente tener muy esca-
su significación plena, etc..» (89).
la historia real de la humanidad. Pero, a parte de eso, la so interés y preocupación por lo que suele llamarse 'el
sociedad comunista del futuro no tiene por qué tener ni el objetivo final del socialismo'. Esta meta, cualquiera
menor parecido con aquéllas situaciones protohistóricas que sea, no es nada para mí, mientras que el movimiento Marx expresa esta determinación esencial del pasa-
(...). El contenido real y las formas reales de la futura lo es todo. Y por movimiento entiendo el movimiento do, y también del futuro, por el presente de la siguiente
sociedad comunista no se pueden determinar por nin- general de la sociedad, o sea, el progreso social, la agi- manera: «nuestro método pone de manifiesto los puntos
guna analogía, sino, como cualquier otra realidad, sólo tación y la organización económica y política para la en los que tiene que introducirse el análisis histórico, o
empíricamente, lo cual, en este caso, quiere decir por el realización del progreso» (83). en los cuales la economía burguesa como mera forma
desarrollo histórico y la acción humana social» (80). Para histórica del proceso de producción apunta más allá de sí
Korsch parece tener un significado meramente metafóri- misma a los precedentes modos de producción históri-
En Fichte también podemos constatar la interrela-
co la influencia del diseño de la sociedad primitiva en el cos. Para analizar las leyes de la economía burguesa no
ción dialéctica que existe entre la Primera y la Quinta
comunismo futuro y así interpreta la conocida frase de es necesario, pues escribir la historia real de las relaciones
edad. Así define la Quinta Edad fundamentalmente me-
Marx de que todas las excentricidades sobre el estado de de producción. Pero la correcta concepción y deducción
diante dos componentes: uno es la Libertad que se con-
naturaleza de los hombres tienen algo de verdad en el de las mismas, en cuanto relaciones originadas histórica-
figura frente al Instinto en el comienzo de la construc-
mismo sentido en que «las situaciones rudas son inge- mente, conduce siempre a primeras ecuaciones —como
ción de las fases históricas: «el instinto es ciego. La Li-
nuos cuadros flamencos de las situaciones verdaderas» los números empíricos por ejemplo en las ciencias natu-
bertad, su contrario, tendrá que ser, por ende, vidente»
(81). rales— que apuntan a un pasado que yace por detrás de
(84). La «situación inicial» configura inmediatamente,
este sistema. Tales indicios, conjuntamente con la
aunque sólo parcialmente, a la «situación final». El otro
concepción certera del presente, brindan también la cla-
Nosotros pensamos que ese algo de verdad que hay componente es el Arte Racional que toma forma al final
ve para la comprensión del pasado; un trabajo aparte,
es más que metafórico en tanto en cuanto es un episodio de la construcción frente a la Ciencia Racional, que a su
que confiamos en poder abordar alguna vez. Este análisis
fundamental de la metodología marxista de la Historia el vez había sido prefigurada por la inicial Razón Instintiva,
ta confirmado por su propio filosofar» (77): En este correcto lleva así mismo a puntos en los cuales, prefigu-
fijar estos dos topes máximo y mínimo, comunismo futu- con lo que podemos afirmar que, en este caso, la «situa-
sentido Fichte critica aquél empirismo que recomienda rando el movimientp naciente del futuro, se insinúa la
ro y primitivo, y no de cualquier manera, sino dialéctica- ción inicial» está influyendo, no ya inmediatamente, sino
atenerse a los «hechos», cualesquiera que sean, propug- abolición de la forrna presente de las relaciones de
mente, explicándose uno como negación-superación mediatamente sobre la «situación final». Quizás a esto se
nando como alternativa una selección de estos «hechos» producción. Si por un lado las fases preburguesas se pre-
(aufbeb-ung) del otro. Por ello sostenemos aquí que esta refiere Fichte cuando, parodiando la imagen bíblica, dice
de acuerdo con las necesidades de la teoría, para la que sentan como supuestos puramente históricos, o sea aboli-
«ampliación» realizada por Marx del número de que la Humanidad «se edifica su propio Paraíso según el
sólo algunos hechos son pertinentes frente a otros que dos, por el otro las condiciones actuales de la producción
períodos históricos al añadir el comunismo primitivo y el modelo del perdido» (85).
no dicen nada o dicen demasiado: «el filósofo se sirve de se presentan como aboliéndose a sí mismas y por tanto
futuro obedece más a motivos metodológicos que a me-
la historia, en rigor, exclusivamente en tanto sirve a su como poniendo los supuestos históricos para un nuevo
propio fin, e ignora todo lo demás que no sirve a este. Pero la configuración de la situación inicial y final, ordenamiento de la sociedad» (90).
Y anuncio francamente que sí me serviré yo de ella en tanto en Fichte como en Marx, se hace desde la perspec-
(79) L. Krader, art. cit., pág. 80. tiva del presente, desde la Edad Contemporánea, desde
las siguientes investigaciones » (78). Esto mismo es señalado por Alfred Smidt al inter-
(80) K. Korsch, Karl Marx, ed. cit., págs. 65-66. el Capitalismo. El presente es ahora la vía para llegar a
reconstruir el pasado mediante un análisis gnoseológico. pretar el método histórico marxista cuando dice que «a
D e cómo se dibuje esta «situación inicial» de que la formación social burguesa le corresponde en el raate-
arranca la Historia y a partir de la cual se realiza la (81) K. Marx, «Das philosophische Manifest der historischen Rechtss- De ahí su gran importancia en la construcción de una
chule» en Reinische Zeitung, suplemento n° 221, 1842, Megfi, I, 1, 1, Historia que discrimina el entender el pasado como un
construcción teórica, depende en gran medida la predic- pág. 251 {Mew, vol. 1, pág. 78), citado apud K. Korsch, op. cit., pág. (86) Ver G. Bueno, art. «Reliquias y relatos» en El Basilisco, a° 1,
ción de la «situación final», en cuanto ella es sobre todo 45, nota 6. mundo sustancial, subsistente por sí mismo y al que se 1978, pág. 6. Para G. Bueno los contenidos positivos del presente que
resultado de dicha construcción. La importancia que podría «visitar», para decirlo de alguna manera (86). analiza la Historia son las reliquias, y en este sentido la fórmula «la
tiene en Marx la situación primitiva en cuanto configura- (82) Es lo que parece sugerir Bartolomé Clavero cuando escribe que Historia se hace desde el presente», se entenderá como «la Historia se
«dejando al margen lo que ha de considerarse más «prehistoria» presu- hace desde las reliquias».
dora de la situación futura de la humanidad, es subrayada mible que «historia» factible (aunque todavía puedan orientar en la ma-
por Lawrence Krader: «cuando Marx defiende que el teria las diversas obras de Gordon Childe traducidas al castellano), no (83) Cit., apud V. Lidtke, «Las premisas teóricas del socialismo en (87) Fichte, op. cit., pág. 113.
nuevo sistema hacia el cual tiende la sociedad moderna nos ocupamos de la vida historiográfícamente bien precaria de la idea Bernstein», en Historia del marxismo contemporáneo, t. I, ed. Avance,
de un «comunismo primitivo», que todavía hoy algunos consideran pág. 242. (88) Ibidem, pág. 209.
extrañamente necesaria para legitimar la idea de un comunismo futu-
(77) Ibidem, pág. 124. Tomado de una amplia reseña bibliográfica sobre el «materialismo (84) Los caracteres de la Edad Contemporánea, pág. 69. (89) K. Marx, Grundrisse..., ed. Siglo XXI, pág. 26, 1.1.
histórico» aparecida en el n" 9 de la revista Materiales, Barcelona,
(78) Ibidem, pág. 126. 1978, pág. 139. (85) Ibidem, pág. 27. (90) Ihidem, pág. 422.

36 — EL BASILISCO EL BASILISCO 37
EL BASILISCO, número 10, mayo-octubre 1980, www.fgbueno.es EL BASILISCO, número 10, mayo-octubre 1980, www.fgbueno.es

tialismo dialéctico un papel metodológicamente decisivo,


en cuanto a partir de ella se revelan tanto el pasado j
como las posibilidades del futuro. Marx no es de ningu-
na manera un simple evolucionista. Todo momento his-
tóricamente superior se funda sobre el inferior, pero la
alteridad cualitativa del inferior respecto al superior que
de él surge sólo puede comprenderse cuando se desplie-
ga totalmente este momento superior, y se transforma en
objeto de una crítica inmanente» (91).

También E. Hobsbawm señala que «Marx concentró


sus energías en el estudio del capitalismo, y se ocupó del
resto de la historia con diversos grados de detalle, pero
principalmente en la medida en que se vinculaban con
los orígenes y el desarrollo del capitalismo», ya que «no .
le preocupa la dinámica interna de los sistemas precapita-
listas excepto en tanto explique los pre-requisitos del titución del «mercado mundial» como presupuesto fac-
capitalismo» (92). tual y el llamamiento a la unidad dirigido a los prole-
tarios de todo el mundo. Es esto lo que Marx expresaba
Y Luporini subraya que «en el planteo crítico sintéticamente, con Hegel y contra Hegel, en el con-
marxiano qué es historia se sabe después y no antes; y la cepto de que la historia universal, la Weltgeschichte, es
determinación de los modos de producción y de las co- sólo un resultado, pero un resultado al fin presente. La
rrespondientes formaciones sociales como «estadios» fun- «necesidad» del pasaje de la sociedad burguesa a la so-
damentales de un «desarrollo histórico» requiere precisa- cialista no tiene entonces nada de místico» (95).
mente la determinación de su especificidad social, que es
producida por un análisis crítico-sistemático diferencial (a Pero el diseño del presente, del que se parte, puede
partir de la sociedad actual), y no de la historiografía, hacer desde perspectivas muy dispares: puede ser enten-
aunque naturalmente se elabora sobre datos en sentido dido más bien desde conceptos jurídicos o religiosos que
lato (y clásico) históricos (o descriptivos)» (93). exclusivamente desde conceptos económicos o tecnológi-
cos y a la inversa. Fichte describe el presente desde con-
El conocimiento histórico, desde esta perspectiva, es ceptos jurídicos, religiosos, morales, etc., mientras que
metaléptico (94) en el sentido de que opera una transpo- Marx, en parte como reacción contra el idealismo impe-
sición de consecuentes y antecedentes, con lo que la po- rante en las concepciones de la historia vigentes en su
sibilidad de una Historia científica sólo se hace real época, carga las tintas en resaltar la base material de la
desde un presente «civilizado», universal. En esta direc- sociedad, la base económica. En este sentido y con res-
ción interpretamos a Marx cuando sostiene que sola- pecto a las sociedades «asiáticas» afirma G. Sofri que «es
mente la producción capitalista de mercancías se convier- interesante señalar que en relación con una larga tradi-
te en un modo de explotación que caracteriza una época ción que se resumía en las lecciones de Hegel, en Marx
dejando enormemente atrás todas las épocas preceden- existe un cambio de acento y de interés, del vértice de la
tes. Porque la Idea de un Presente Universal es muy an- pirámide (el «despotismo oriental») a su base (la comu-
terior a su realización efectiva, lo mismo que la Idea de nidad primitiva)» (96).
una Historia Universal, pues «cOn anterioridad a este
«presente universal», o independientemente de él (por Se puede también intentar entender el presente des-
abstracción), las Historias nacionales —en realidad cróni- de la totalidad de los conceptos económicos, jurídicos,
cas o anales— sólo podrán tener de historia lo que de políticos, etc., que constituyen las diversas ciencias en su
Astronomía pudieran tener las cuidadosas y pacientes interconexión dialéctica. En este sentido afirma Serení
observaciones sobre Venus o Marte del colegio sacerdo- que «es necesario reconocer sin embargo que en Lenin
tal babilonio» (94). Y los «signos» por los que Marx (y en Antonio Labriola) subrayar la unidad y totalidad
sabía que con el capitalismo empezaba a realizarse la del proceso histórico —y por esto mismo la apelación analítica, y, por lo tanto, sociológica— la que ahora emer- consiguen, sin embargo, eliminar el sustancialismo que
Idea de una Socieda Universal que implicaba un Presen- continua a una categoría como la de «formación econó- ge a un primer plano es una formulación sintética, totali- subyace a este modo de concebir la totalidad social es-
te Universal, eran bien patentes: la aparición de un mer- mico-social»— asume, aún más que en Engels, el signi- zante, y por lo tanto más propiamente histórica de la no- cindida en estructuras o esferas. Como afirma C. Lupori-
cado mundial. ficado no sólo de una rectificación de las simplificaciones ción de "formación económico-social"» (97). ni «el marxismo posterior a partir de Engeis {post mortem
y deformaciones positivistas o de otro tipo, de la concep- de Marx), se limitó a hablar de acción recíproca entre las
En esta dirección comenta Luporini que «el sentido ción marxiana de la historia, sino también el de una Ahora bien, la verdadera dialéctica que rige una for- partes del sistema social, y de determinación «en última
del estrechamiento de los tiempos históricos con el adve- explicitación y profundización de uno de sus temas cen- mación social debe ser entendida pensando las relaciones instancia» por la «economía». La primera indicación es
nimiento de la sociedad burguesa, unido al sentido de la trales, que ahora asume nuevamente todo el poder arro- entre las diversas partes de esta totalidad según un es- probablemente justa, pero es también totalmente
ampliación y unificación del campo de actividad: la cons- Uador de las más vigorosas formulaciones de Marx (...). quema matricial del tipo de lo que Platón ya denominaba genérica y superficial; la segunda, además de ser ambi-
Frente a una afirmación como la de Engels, relativa al simploké de los géneros (98), según la cual no todas las gua, no expresa una solución, sino en el mejor de los
«juego de acciones y reacciones» —^preferentemente partes tienen que estar separadas de todas las otras casos aquello cuyos modos deben ser esclarecidos, o sea.
(91) A. Smidth, op. cit., pág. 207. {pluralismo) ni todas relacionadas con todas (monismo),
(92) Introducción citada, págs. 13 y 31 respectivamente.
sino que algunas de entre ellas lo están con algunas
otras, evitándose así las hipostasis. Hay ciertas versiones (97) E. Serení, art. «La categoría de formación económico-social», co-
(93) C. Luporini, art. «Marx según Marx», op. cit., pág. 147. (95) C. Luporini, art. «Dialéctica marxista e historicismo», en colectivo francesas del estructuralismo que hablan de la «autono- lectivo citado, págs. 76-77.
citado, pág. 31. mía relativa» de las «instancias» económicas, jurídicas y
(94) Ver G. Bueno, Etnología y Utopía, ed. Azanca, Valencia, 1971, (98) Ver la voz «Symploké» de Diccionario de filosofía contemporánea di-
pág. 15 y n. 36. (96) Op. cit., pág. 81. políticas, pero que aunque postulen su interrelación, no rigido por M.A. Quintanilla, ediciones Sigúeme, Salamanca, 1976.

38 EL BASILISCO EL BASILISCO . 39
EL BASILISCO, número 10, mayo-octubre 1980, www.fgbueno.es

expresa el objeto mismo del problema (...)• No es pre- sentido comparar el programa revolucionario esbozado
cisamente la «acción recíproca» lo que preocupa a por Marx, con sus posibles realizaciones o desviaciones
Marx, sino un problema más profundo: lo que él llama el ocurridas sobre todo a raíz de la Revolución de 1917 en
«desarrollo desigual de la producción material» respecto Rusia, sería la única forma de evaluar dicho programa e
al desarrollo de otras actividades humanas. Le preocupa incluso de «superarlo» asumiendo sus supuestos funda-
la eventual 'desproporción (ejemplificable por la historia) mentales.
entre los diferentes planos del edificio social', y en par-
ticular con respecto a la «base económica». Se trata de Cuando el presente lo proyectamos sobre un futuro
su posible «desarrollo desigual», que pone en cuestión representado, de tal forma que las partes del presente se
hasta la noción de progreso, excluyendo su acepción nos aparezcan en ese futuro como cambiadas o suprimi-
común (es decir, tal como es concebido 'de la manera das, es entonces cuando el propio presente, con sus
abstracta habitual')» (99). partes, aparece como contingente, como algo que tam-
bién es un producto histórico. Así, Fichte interpreta el
Por otra parte, el análisis del presente de acuerdo presente por medio de Ideas como Instinto, Libertad,
con unos determinados conceptos solamente es posible Razón, etc., y concibe que la Idea de Razón Instintiva,
en Ja medida en que se conciban estos conceptos, o sus que caracteriza a la Primera Edad, es contingente, puesto
determinaciones, como perecederos, como históricos, que en la Quinta Edad ya no hay lugar para este tipo de
anticipando así la posibilidad de su desaparición en el Razón Instintiva, que será sustituida, superada, llegando
futuro, que se configura entonces como parcialmente di- a extinguirse mediante determinados trámites históricos.
ferente del presente. El presente, por tanto, es concebi-
do desde el futuro. Fichte parece apuntar esto cuando En Marx el futuro representado, que es un futuro
dice, hablando de la Edad Contemporánea, que «nadie . práctico en cuanto que sirve para remover y superar al
que no se haya remontado sobre ella puede caracterizarla presente, es un futuro revolucionario, en el sentido de
o comprender una característica de ella» (100). Aquí el que va mucho más allá que donde llega Fichte, al fijar
presente se proyecta finalísticamente en una especie de unos vértices inaccesibles para la sociedad burguesa,
operación por la cual los términos factores quedan de- unos puntos de no retorno, pero fijados de una manera
terminados por la intervención del resultado, del fin pro- crítica y no metafísica. Porque Marx considera eli-
puesto. Esta capacidad de proyectar finalísticamente, de minables muchas instituciones como la familia y el
«contemplar» el presente desde el futuro, es algo que estado, que en Fichte no aparecen tan claramente elimi-
diferencia fundamentalmente la actividad del hombre de nables, e incluso otros contenidos como la religión, la fi-
la de los animales, según Marx: «una araña ejecuta ope- losofía, la ciencia, el arte, etc., también son suprimibles
raciones semejantes a las del tejedor, y una abeja aver- en tanto en cuanto sean «superestructuras» de la socie-
güenza, por la construcción de sus celdillas de cera, a dad burguesa.
más de un arquitecto humano. Pero lo que ya por anti-
cipado distingue al peor arquitecto de la abeja mejor es Y si el proyecto marxista de una sociedad futura,
que el arquitecto construye la celdilla en su cabeza antes comunista, que supere a la actual, no es meramente utó-
de construirla con cera. Al final del proceso de trabajo pico, en el sentido peyorativo del término, ello es sobre
sale un resultado que ya estaba presente al principio del todo porque no olvida que existen efectivamente en la
mismo en la representación del trabajador, o sea, ideal- sociedad burguesa actual y como culminación del proce-
mente. N o es solo que el trabajador obre una alteración so civilizatorio, unos componentes básicos que rebasan
de forma de la naturaleza; es que al mismo tiempo reali- las limitaciones propias de una sociedad de clases (104).
za en lo natural su finalidad, la cual es conocida por él,
determina como ley el modo de su hacer y tiene subor- El problema consiste en determinar si una institu-
dinada su voluntad» (101). ción, como por ejemplo la familia o el estado etc., en el
paso a otro período histórico futuro, es «fundamental»,
Con el fin de no incurrir en un «mentalismo» al es «arcaica» o es «antigua». Habría que determinarlo en
interpretar este finalismo, esta «causalidad trastocada», cada caso específicamente. En general sólo podemos
como la llama CoUetti (102), y para separar los con- afirmar que sabemos algo, aunque sea algo negativo: que
ceptos teleológicos tales como «planos», «programas», hay unas limitaciones internas en el cambio revoluciona-
etc., de los contextos mentalistas en los que se los con- rio de una sociedad, por lo cual «no todo está permi-
cibe normalrnente, y puesto que con atribuirlos a una tido».
mente no aumenta nuestro conocimiento, nos parece'
que «conocer los planes de una mente (...) no sería otra
cosa sino comparar los planos fisicalistas efectivamente (103) G. Bueno, art. «En torno al concepto de ciencias humanas», rev.
dados y la realización de esos planos (retrospectivamen- El Basilisco, n° 2, 1978, págs. 36-37.
te) a través de una conciencia operatoria» (103). En este
(104) G. Bueno denomina componentes «básales» o «fundamentales»
(99) C Luporini, art. «Dialéctica marxista e historicismo», colectivo de la Civilización, frente a los componentes «arcaicos» y «antiguos», a
citado, pág. 50. «las formaciones culturales que se dan en la barbarie y que han sido in-
corporadas —como el quiasma óptico de los protolemures en los hom-
(100) Los Caracteres..., pág. 37. bres— a las formas civilizadas, de suerte que, hoy por hoy, es imposi-
ble pensar siquiera en segregar estas formaciones sin que la propia civi-
(101) K. Marx, El Capital, Grijalbo, L. I, V. I, p. 194. Ver también lización se desplome.
Manuscritos: economía y filosofía, párrafo 24, Alianza Editorial, Madrid,
1972, págs. 111 y 112. Por así decir, estas formaciones están «trascendentalmente» arti-
culadas a nuestro cogito. Valga como ejemplo la misma rueda, no ya en
(102) L. CoUetti, Ideología y Sociedad, ed. Fontanella, Barcelona, 1975, la forma de rueda de carro, sino de rueda de turbina o de rueda de hé-
págs. 51 y 101. lice» (Etnología y Utopía, ed. Azanca, 1971, págs. 119-120).

40 EL BASILISCO
Comte
El estudio científico de los problemas
sociales y morales permitirá crear una nueva
sociedad basada en el orden y el progreso

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A los nueve años, Comte ingresó en el liceo de su ciudad
natal, donde no tardó mucho en destacar por su extraordi­
naria inteligencia y sus innegables dotes para las matemáti­
cas, así como por su disciplina. Virtudes estas que le permi­
tieron superar en 1814 el exigente examen de admisión de la
Escuela Politécnica de París, una prestigiosa institución que
contaba entre sus profesores con los mejores científicos de
Francia. Entrar en ella aseguraba una brillante carrera y así,
y a pesar de algunos problemas iniciales de adaptación a la
estricta rutina de la escuela, Comte se volcó en los estudios
con tal intensidad que empezó a ser conocido entre sus com­
pañeros de promoción como «el filósofo». No solo le atraían
las materias que estudiaba, sino también los ideales republi­
canos de libertad, igualdad y fraternidad que se respiraban
Isidore Marie Auguste François Xavier Comte, que este era en las aulas. No obstante, ese mismo año de 1814 la situa­
el nombre con que fue bautizado el padre del positivismo, ción política de Francia dio un vuelco radical: Napoleón
nació en la ciudad de Montpellier el 19 de enero de 1798. Bonaparte (1769-1821), el hombre que había convertido la
Lo hizo en el seno de una familia de profundas convicciones república surgida de la revolución en un imperio, fue derro­
católicas y monárquicas, y por tanto opuesta a los ideales tado por una coalición de las grandes monarquías europeas
seculares y republicanos que, nueve años antes, habían pro­ (Reino Unido, Rusia, Austria o Prusia), que restauraron en
piciado la Revolución francesa y, con ella, el fin del llamado el trono galo al hermano del finado Luis XVI, Luis XVIII
Antiguo Régimen, esto es, el sistema político de la monar­ (1755-1824), «el Deseado», como lo llamaban sus partida­
quía absoluta. Su último rey, Luis XVI, fue guillotinado el rios. Y aunque el depuesto emperador logró escapar de la isla
21 de enero de 1793. Comte, sin embargo, dio cuenta desde de Elba en la que fue recluido entonces y hacerse de nuevo
edad temprana de no participar ni de la fe religiosa ni del con el poder, su aventura duró poco tiempo: el 18 de junio de
ideario político realista y conservador de su padre Louis y 1815, en los campos belgas de Waterloo, el sueño imperial
de su madre Rosalie Boyer. Lo que le atraía era precisamente napoleónico fue aniquilado definitivamente y, por segunda
aquello de lo que sus mayores abjuraban. Como él mismo vez, Luis XV III recuperó la corona.
señaló en el prefacio al sexto volumen de una de sus grandes La nueva situación política tuvo repercusiones en la E s­
obras, Curso de filosofía positiva, publicado en 1842, a los cuela Politécnica. Aunque la monarquía borbónica preservó
catorce años ya había «pasado a través de todos los estadios algunos de los derechos civiles adquiridos a raíz de la revo­
esenciales del espíritu revolucionario» y no dudaba en de­ lución de 1789, y permitió también un limitado gobierno
clararse republicano y librepensador. representativo, el poder volvía a estar en las manos de la no­

Los TRFS FSTADOS OFI D FSA R RO IIO DF 1 A INTFI IfíFN H A HUMANA V)


LA FRAN CIA DE NAPOLEÓN
bleza y la iglesia como en los tiempos del Antiguo Régimen.
Durante toda su vida Comte sintió una admiración incondicional
Para Comte eso era algo inadmisible. Querido y respetado
por Napoleón Bonaparte. Pensaba que era una figura esencial y ne­
por muchos de sus compañeros por su carácter enérgico y su
cesaria en la evolución social, tanto como lo podían haber sido los
privilegiado intelecto, se convirtió en un líder estudiantil y,
filósofos de la Ilustración en el campo del pensamiento. En el fondo
como tal, protagonizó diversos revuelos que quebrantaban es lógico que pensara así: su infancia coincidió con el momento en
la estricta disciplina que regía en la institución. A raíz de que el corso convirtió la república surgida de la revolución de 1789
estos episodios, fue deteriorándose la reputación del otrora en un imperio que llevó el ideario de «libertad, igualdad y fraterni­
modélico estudiante, quien, a pesar de las reprimendas y ad­ dad» por todos los confines de Europa, aunque muchos también
vertencias recibidas, no cambió un ápice su comportamien­ consideraran que el solo hecho de coronarse emperador suponía
to, ni siquiera cuando fue amenazado con la expulsión del una traición a esos principios revolucionarios. Fue en el año 1804
centro. Pero lo que precipitó esta fue un incidente con uno cuando Napoleón dio el paso y se pro­
de sus profesores de matemáticas, Louis Lefébure de Four- clamó emperador. La respuesta de las
cy (1787-1869), quien se había labrado cierta fama por sus grandes monarquías absolutistas euro­
peas (principalmente Austria, Rusia y
desagradables modos a la hora de dirigirse a sus alumnos,
Prusia, a las que se sumó la parlamenta­
Comte entre ellos. Un día, este no aguantó más y, ante una
ria del Reino Unido) fue la de coaligarse
pregunta del profesor, respondió poniendo los pies sobre la
y emprender una serie de guerras que
mesa. Y cuando Lefébure le inquirió sobre tal impertinencia, en un primer momento se saldaron
el joven contestó: «Señor, no hago más que seguir vuestro a favor del nuevo Imperio francés. La
ejemplo». Esto, unido a una carta a la dirección que Comte victoria lograda el 2 de diciembre de
escribió y que firmaron varios de sus condiscípulos queján­ 1805 en la batalla de Austerlitz frente
dose del profesor y solicitando su expulsión, fue la gota que al Ejército del zar Alejandro I de Rusia
colmó el vaso: el 13 de abril de 1816, los expulsados fueron y del emperador Francisco II de Austria
Comte y los firmantes de la carta. La Escuela Politécnica fue demostró a estos que Napoleón no era
así purgada del espíritu republicano y subversivo que, a ojos un simple aventurero, sino un estratega
de genio al que no sería fácil vencer.
del nuevo régimen monárquico, la invadía. Poco después,
esa «lim pieza» se hizo extensiva a la Universidad de París.
El ocaso del Imperio
Con su prometedora carrera truncada, Comte se vio obli­
Con posterioridad a esa victoria, el Ejér­
gado a regresar a Montpellier. Pero la huella de su paso por
cito francés ocupó España, buena parte
la Escuela Politécnica fue indeleble y marcó toda su obra. de Italia, Bélgica u Holanda, además de
El hecho de educarse, ni que fueran dos años escasos, en varios territorios del norte de Alemania.
un entorno como aquel en el que se ensalzaban los valores La suerte de Napoleón solo empezó a
republicanos no hizo más que acrecentar la temprana preo­ cambiaren 1812, cuando la invasión de
cupación del joven por el bienestar social y el progreso de la Rusia acabó en un completo fracaso y

LO S TRES ESTADOS DEL DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA HUMANA 53


humanidad. Por otro lado, el conocimiento de las ciencias
adquirido en la escuela le convenció de que estas podrían ser
hubo de retir;»se con su Ejército diezmado. No fue el único revés, la clave para mejorar la condición humana. Esta idea consti­
pues en 1813 los franceses fueron también expulsados de España.
tuye el núcleo de su proyecto posi­
Aun así, Napoleón consiguió resistir a una coalición internacional
La iniciación matemática tivista, por el cual la reforma de la
cada vez más fuerte hasta su derrota, cerca de la ciudad alemana
de Leipzig, en la batalla de las Naciones del 16 de octubre de 1813. en la Escuela Politécnica sociedad solo puede llevarse a cabo
Napoleón consiguió replegarse hasta París, pero apenas unos me­ me hizo presentir que solo a partir de un estudio de la misma
ses más tarde, en marzo de 1814, la capital francesa fue ocupada y el la vía intelectual conduciría desde una perspectiva científica.
emperador, forzado a abdicar. Cuando ese mismo año Comte llegó a la renovación. Más específicamente, la Escue­
a París para estudiar en la Escuela Politécnica, la aventura imperial
Curso de filosofía positiva la Politécnica de París fue la res­
ya había acabado.
ponsable de alimentar en el joven
Comte la creencia de que la respuesta a todos los problemas
m sociales, políticos y religiosos se hallaba en el razonamien­
to y los aspectos metodológicos propios de la ciencia, tales
como el valor de la observación, la recolección de datos y la
•iiyj Bretaña y ( formulación de leyes generales para explicar y predecir los
■i Irianda
IO DE PRUSIA J Imperio fenómenos. En definitiva, que si el estudio de lo social debe
M)NÍ)RES#S ruso seguir el camino de la ciencia, estos aspectos metodológicos
Gran
^ |1U<AIX> M también tendrán que ser parte esencial de sus procedimien­
CONÍEf»
PARÍS .
tos. Precisamente este optimismo en la ciencia como antí­
doto a los males de la sociedad es lo que condujo a Comte
r a l
Imperio VIENA a acuñar el término «positivismo» para referirse a la necesi­
FRANCÉS . S uiza Imperio de dad de adoptar de forma general una actitud científica para
Austria
R eino afrontar la comprensión de toda realidad.
DEp'

Imperio LA CIENCIA SOCIAL Y LA IDEA DE PROGRESO


turco EST/
(CONSTA
SAPOlU*?
Una vez de regreso en su ciudad natal, Comte juzgó que era
necesario ampliar la educación recibida en la Escuela Poli­
V1AK MEDITEKKANKO técnica, por lo que ingresó en la Universidad de Montpellier
para estudiar fisiología y anatomía. Fundada en 1289, esa
universidad era desde sus orígenes toda una referencia en

I O S TRES FST A n nc n f l n c c íD o n i m n t u l u m i r n m i
26
los campos de la medicina y el derecho. Pero Comte no duró Las etapas de la historia humana
mucho aquí. En julio de ese mismo año de 1816 decidió vol­
ver a París, donde se hallaba el centro político, intelectual y Mayor fue la influencia de Condorcet, quien se erigió en todo
científico del país. Gracias a la ayuda de sus padres y a las cla­ un modelo para el de Montpellier puesto que en su persona
ses particulares de matemáticas que impartía, el joven pudo se combinaban el interés por la ciencia y el objetivo de re­
sostenerse económicamente. Cuando no trabajaba, su tiempo forma social. La lectura de su obra Bosquejo de un cuadro
lo dedicaba a familiarizarse con el pensamiento de los gran­ histórico del progreso del espíritu humano (1793) fue clave en
des filósofos de la Dustración francesa, especialmente Char­ este período de gestación del pensamiento de Comte por la
les Louis de Secondat (1969-1755), barón de Montesquieu, y idea de progreso que se desprende de sus páginas, así como
Marie-Jean-Antoine Nicolás de Caritat (1743-1794), marqués por el análisis histórico de los diferentes estados por los
de Condorcet. Su influencia, sobre todo la de este último, fue que pasa la inteligencia humana. Al igual que Montesquieu,
determinante para el desarrollo intelectual de Comte. Condorcet planteaba la necesidad de extender el método y
En obras como E l espíritu de las leyes (1748), Montes­ el espíritu científico al estudio de la realidad social, pero su
quieu expresaba su confianza en que las investigaciones y planteamiento surgió básicamente de la convicción de que
los descubrimientos científicos ayudarían a mejorar la vida esto permitiría no solo conocer, sino también mejorar algu­
de los hombres. Las relaciones sociales y las conexiones en­ nos aspectos de la vida de los hombres. Según él, si a través
tre el individuo y la sociedad eran algunas de las cuestiones de la ciencia había sido posible liberarse de las restricciones
concretas que interesaban al barón. Para él, si los fenómenos que impone el mundo físico al ser humano, el conocimiento
naturales pueden explicarse a través de las leyes naturales, científico de la realidad social debería permitir construir una
otro tanto debía ser posible en el ámbito de los fenómenos sociedad más libre y más racional, idea que Comte hizo suya.
sociales y políticos: estos no pueden ser fruto del azar, sino En el Bosquejo, Condorcet defendió la idea de ese pro­
que tienen que estar sujetos a un orden racional que se pue­ greso e intentó trazar su historia. De este modo, dividió la
de expresar mediante leyes. Unas leyes que se pueden des­ historia humana en diez etapas, nueve de las cuales ya han
cubrir a través de la observación empírica de los diferentes acontecido, mientras que la décima y última se sitúa en una
sistemas de organización social que se han sucedido a lo lar­ época futura en la que el filósofo ilustrado preveía, con el op­
go de la historia. Para Montesquieu, en definitiva, el objetivo timismo propio del devoto del progreso, que se alcanzarían
de una ciencia que estudiase las relaciones sociales y las co­ las más altas cotas de perfeccionamiento moral e intelectual
nexiones entre el individuo y la sociedad no era el de hallar de la humanidad. De cada una de las etapas del pasado (o
la esencia de la sociedad, sino el descubrimiento de las leyes del presente, pues incluía aquella en la que vivía), Condorcet
que regulaban el comportamiento social. Estas ideas del filó­ describió el estado de las ciencias, las artes, la política, la
sofo ilustrado atrajeron de inmediato la atención de Comte, moralidad y la sociedad, todo con el propósito de demostrar
quien se propuso hallar la forma de abordar el estudio de la que cada una de ellas constituía la superación de la anterior.
realidad social desde una perspectiva científica. Así, si la etapa inicial corresponde al momento en el que se

LO S TRES ESTADOS DEL DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA HUMANA *sr\


formaron las primeras comunidades y surgió el lenguaje, la y, de esta forma, llegar a ellas más rápidamente. Esta suge­
quinta, por ejemplo, es la que se extiende desde la especia- rencia de que el estudio de la historia permitiría descubrir la
lización de las ciencias en la Grecia ley del progreso de la humanidad es el punto de partida de
clásica hasta su decadencia a causa El progreso se convierte en las reflexiones de Comte, quien se propuso dar con esta ley
de la consolidación del cristianis- el fin necesario del orden, a través del análisis del desarrollo histórico de la inteligencia
mo, mientras que la sexta marca la Discurso de filosofía positiva humana. El de Montpellier, no obstante, aunque adoptó la
consolidación del feudalismo, un concepción de la historia como un todo orgánico propuesta
período caracterizado por el dominio de las ideas teológi­ por Condorcet, redujo las diez etapas de este a solo tres en la
cas, las supersticiones, la intolerancia religiosa, la tiranía y que sería el pilar fundamental de la nueva ciencia sociológi­
el despotismo, elementos negativos que propiciaron, sobre ca: la ley de los tres estados. No obstante, antes de entrar en
todo en el occidente europeo, la marginadón de la razón ella conviene detenerse en otro autor cuya influencia puede
y el triunfo de la ignorancia. La novena y penúltima etapa decirse que fue incluso más trascendental para Comte que la
antes de que se alcance la cima del progreso, se extiende de Montesquieu y Condorcet. Se trata de Claude-Henri de
desde los tiempos del francés René Descartes (1596-1650), Rouvroy (1760-1825), conde de Saint-Simon.
considerado el padre la filosofía moderna, hasta la forma­
ción de la primera república gala a raíz de la revolución de
1789. Condorcet describe esta etapa como aquella en la que Saint-Simon, el maestro
la humanidad completa su emancipación, puesto que en ella
se consolida un amplio régimen de libertades y de derechos. Filósofo y teórico político, Saint-Simon ha sido descrito
En el sistema de este pensador, todos los aspectos de la rea­ como «el último de los gentilhombres y el primero de los
lidad humana tomados en consideración para describir las socialistas». Nacido en el seno de una familia aristocrática,
distintas épocas del progreso están estrechamente vincula­ tuvo una juventud marcada por la lucha por la libertad, ya
dos, de forma que cualquier cambio que afecte a uno de fuera en América del Norte al lado de las colonias que bus­
ellos tiene consecuencias sobre los demás. Asimismo, a la caban independizarse del Reino Unido, ya fuera en su país
hora de trazar la historia del progreso, el pensador juzgó natal, Francia, entre los revolucionarios que en 1789 acaba­
que era preciso tener en cuenta a la mayoría de los hombres, ron con el Antiguo Régimen. Su entrega a la causa, así como
que es la que conforma propiamente la humanidad, y no a gestos tan notorios como la renuncia a su título nobiliario,
una selecta minoría de personajes históricamente relevantes. no impidieron que en 1793 fuera encarcelado por las sospe­
El objetivo último de Condorcet a la hora de trazar la his­ chas generadas por el éxito de sus negocios. Al salir de pri­
toria del progreso de la humanidad era el de descubrir una sión abandonó estos y fue entonces cuando inició su carrera
ley que diera cuenta de él. A partir de esa historia creía que como pensador político.
se podrían hacer predicciones futuras sobre qué elementos Comte conoció a Saint-Simon en 1817, en París. Para en­
son necesarios para alcanzar cotas más altas de perfección tonces, el antiguo revolucionario era ya uno de los referentes
LA OPTIM ISTA FE EN EL PRO G RESO del socialismo utópico, un concepto con el que se designa al
En el siglo xvtii, y fruto de le) confianza que despertaron entre la inte­ conjunto de corrientes y doctrinas que pretendían dar res­
lectualidad los avances científicos y técnicos de la época, surgió la puesta a los problemas sociales provocados por la Revolu­
noción de progreso, concebido como un proceso constante e ilimi­ ción industrial, pero cuyo carácter irrealizable e incluso fan­
tado que impulsa a la humanidad a desarrollarse y mejorar. Se trata
tasioso contrastaba con el socialismo científico de Karl Marx
de una visión optimista de la capacidad humana para entender y
(1818-1883) y Friedrich Engels (1820-1895), este basado en
controlar el mundo, cuyas bases pusieron filósofos de la Ilustración
un análisis sistemático del contexto social, político y eco­
como Condorcet y que el positivismo de Comte hizo suya. En su
intento de ofrecer una explicación causal de este proceso, ambos nómico. Más en concreto, la ideología defendida por Saint-
autores distinguieron distintas etapas históricas, cuyo análisis les Simon puede definirse bajo la etiqueta de «industrialismo»,
permitió aislar los que a su parecer eran los elementos clave que tal como expuso en una obra escrita en 1823, Catecismo de
habían conducido a la humanidad al estadio de desarrollo actual y los industriales (1823). Sus páginas, en las que se exigía un
que le permitirían seguir en esta senda de progreso. Para Condor­ mayor poder social para los industriales, sirvieron de inspi­
cet, esos elementos son la libertad política, el fin de las religiones ración a movimientos tan diferentes como el socialismo, el
clásicas y el desarrollo intelectual y científico, mientras que Comte
liberalismo e, incluso, el anarquismo.
coincide en este último punto (aportando a él el valor del cambio
Además de su admiración por Montesquieu y Condorcet,
en el tipo de explicaciones que la inteligencia humana ofrece para
entender el mundo) y le suma la separación de poderes y el pro­
Saint-Simon y Comte compartían el entusiasmo por las cien­
greso moral. cias naturales, así como la voluntad de extender el método
científico más allá del estudio de los fenómenos naturales y
aplicarlo al estudio de la realidad social. En este sentido, el
objetivo de ambos era usar las ciencias para promover un
cambio social, idea esta que se refleja ya en la primera obra
importante de Saint-Simon, Carta de un residente en Gine­
bra a sus contemporáneos (1803), en la que se aboga por una
sociedad dirigida por una élite de científicos y artistas es­
cogidos, si bien en posteriores trabajos el autor rebajaría el
papel de estos en favor de los industriales, no así Comte,
para quien son los científicos quienes han de guiar la socie­
dad positiva. El interés por la educación y la creencia de que
esta era uno de los pilares más importantes para impulsar el
cambio social era otro punto que unía a maestro y discípulo.
Y por si todo eso fuera poco para probar su afinidad, ambos
habían renunciado a su fe católica ya en su adolescencia.
Puede hablarse, pues, de una comunión total, y es por ello

Los TRES ESTADOS DEL DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA HUMANA 31 77


la razón, mientras que las etapas críticas pueden definirse
que en 1818, Saint Simón hizo de Comte su secretario, una
como períodos de desorientación en los que la acción del
vez que el anterior, el historiador Augustin Thierry (1795-
hombre está desorganizada y se ve abocada a la revolución.
1856), dejara el puesto por sus cada vez mayores discrepan­
Otra idea que tiene su origen en Saint-Simon es la importan­
cias con el pensador.
cia de la religión como elemento de cohesión social, de tal
La colaboración profesional con un intelectual de la talla
modo que toda propuesta de reforma social debería tener
de Saint-Simon permitió a Comte entrar en contacto directo
en cuenta la existencia de un poder espiritual que sustitu­
con la escena política y publicar algunos artículos en revistas
yera las formas religiosas tradicionales. N o se trata, pues,
de amplia difusión. El más importante de esos textos, el Plan
de eliminar cualquier forma de vida religiosa, sino de erigir
de trabajos científicos necesarios para reorganizar la sociedad,
una nueva religión secular que promueva el espíritu positi­
fue escrito en 1822 por encargo de Saint-Simon, según la
vo. Esta idea Comte la reflejará en dos de sus grandes obras
idea de este de que «la filosofía del último siglo ha sido revo­
publicadas entre 1851 y 1854, Sistema de política positiva y
lucionaria; la del siglo xix ha de ser reorganizadora». Fue el
Catecismo de la religión positiva.
principio del fin de la relación entre el joven secretario y su
afamado patrón: el artículo debía aparecer en el Catecismo
de los industriales, una de las revistas que Saint-Simon diri­
Un matrimonio desafortunado
gía. Dado que Comte no había conseguido acabar a tiempo
la redacción de la que debía ser la segunda parte del artícu­
lo, el editor, que ya había anunciado la difusión inminente En 1825, Comte se casó por lo civil con Caroline Massin
del trabajo, le propuso publicar solo la primera parte, pero (1802-1877), una joven a la que había conocido en 1821 en
omitiendo su nombre y con una introducción escrita por una librería en París y que, según insinuaría el pensador años
el mismo Saint-Simon, a lo que el de Montpellier se opuso más tarde en su testamento, se dedicaba por entonces a la
enérgicamente. Al final, el Plan de trabajos vio la luz con su prostitución. No obstante, la cuestión sobre la profesión de
firma, pero el episodio dejó muy maltrecha la relación entre la que fue su esposa no está tan clara. Hay voces autorizadas,
Saint-Simon y Comte, quien acusaba a su patrón de querer entre ellas la de Émile Littré (1801-1881), discípulo y biógrafo
aprovecharse de su talento en beneficio propio. L a ruptura del de Montpellier, que apuntan a que la pareja se conoció
definitiva entre ambos se confirmó poco tiempo después, a través de Antonie Cerclet, un abogado liberal seguidor de
en 1824. Saint-Simon, y que ella trabajaba efectivamente en una libre­
A pesar de este tormentoso desenlace, la relación con ría. Después de algunos encuentros esporádicos, en 1823, y a
Saint-Simon fue fructífera para Comte. Una de las ideas que petición de la joven, Comte empezó a impartirle clases de ma­
este tomó de aquel fue la concepción de la historia de la temáticas. Fue así como su relación se fue estrechando hasta
humanidad como una sucesión de etapas orgánicas y etapas desembocar, dos años más tarde, en matrimonio.
críticas. Según Comte, las etapas orgánicas son aquellos pe­ Encontrar remedio a la soledad propia de la vida inte­
ríodos de equilibrio en los que la sociedad está dirigida por lectual, soledad acentuada en su caso por un carácter poco

I m TRF<1 FC T A IY K OFI DF^ARROI m n t I A IKITFI V tFM riA U i IMANA 34


sociable, fue una tic las razones que empujaron a Comte de nuestra organización, sea sobre las verificaciones históri­
a contraer matrimonio con Massin; otra, tener una excusa cas resultado de un atento examen del pasado. Esta ley con­
para romper definitivamente con sus padres, quienes nun­ siste en que cada una de nuestras concepciones principales,
ca aprobaron este matrimonio con una mujer sin recursos cada rama de nuestros conocimientos, pasa sucesivamente
(y de reputación dudosa y reprobable, caso de ser cierto el por tres estados teóricos diferentes: estado teológico o ficti­
oficio que se le atribuye). Aunque en un primer momen­ cio; estado metafísico o abstracto; estado científico o positi­
to la vida marital supuso cierta estabilidad emocional para vo. En otras palabras, el espíritu humano, por su naturaleza,
Comte, pronto las constantes peleas entre los cónyuges hi­ emplea sucesivamente en cada una de sus investigaciones
cieron de la convivencia un infierno y llevaron al pensa­ tres métodos de filosofar, en el que el carácter es esencial­
dor a afirmar que casarse con Caroline fue un gran error. mente diferente y también radicalmente opuesto [...]. De
Finalmente, en 1842, tras diecisiete años de unión, ella lo ello se siguen tres clases de filosofía, o sistemas generales
abandonó. de concepciones sobre el conjunto de los fenómenos, que
El mismo año de su boda, Comte publicó Consideraciones se excluyen mutuamente: la primera es el punto de partida
filosóficas sobre la ciencia y los sabios, un texto que aumentó necesario de la inteligencia humana; la tercera, su estado fijo
el prestigio que había adquirido gracias al Plan de trabajos. (final) y definitivo; la segunda está únicamente destinada a
En ambos escritos se encuentran ya las primeras formulacio­ servir de transición.
nes de lo que serán los dos pilares del proyecto positivista
comtiano: la ley de los tres estados y la clasificación de las He aquí la exposición fundamental de la ley de los tres es­
ciencias. tados, el teológico, el metafísico y el científico o positivo, cada
uno de los cuales supone una superación del anterior. Con­
viene no confundir aquí estos tres estados con otras tantas
LA BASE DE LA INTELIGENCIA HUMANA etapas históricas como puedan ser la Edad Antigua o la Edad
Media; para Comte, se trata de estados referidos al espíritu
Con su característico estilo denso y barroco, que avanza o a la inteligencia humana, de modo que cada uno de ellos
como a trompicones, Comte escribió en su Curso de filosofía se corresponde con una perspectiva distinta a través de la
positiva (1830): cual el hombre se aproxima o trata de explicar los fenómenos
de la naturaleza. En sus propias palabras, son «métodos de
Estudiando el desarrollo total de la inteligencia humana en filosofar cuyo proceder es esencialmente diferente y opuesto
las diversas esferas de actividad, desde sus comienzos hasta uno de otro», entendiendo por «método filosófico» las dife­
nuestros días, creo haber descubierto una gran ley funda­ rentes formas de explicar el mundo y de aproximarse o de
mental, a la cual aquella está sujeta con una necesidad inva­ tratar de entender la realidad. Puesto que la inteligencia rige
riable, y que parece poder ser sólidamente establecida, sea toda actividad humana, también cabe distinguir estos tres es­
sobre las pruebas racionales ofrecidas por el conocimiento tados en lo relativo al progreso de las ciencias y en lo tocante

Los TRES ESTADOS OEL DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA HUMANA 35


36
en la juventud y físico en la madurez? Esta constatación es
al desarrollo de los distintos sistemas de organización social.
fácil hoy día para todos los hombres en cualquier altura de
Así, Ja ley de los tres estados permitió al filósofo unificar la
su vida», escribía el filósofo en su Curso de filosofía positiva.
explicación del desarrollo humano en todas sus vertientes.
Si esto es así en lo que se refiere a la inteligencia individual,
No obstante, el método de filosofar no es lo único que dis­
es presumible pensar que el pensamiento de la humanidad,
tingue un estado de otro: hay que tener en cuenta también el
como suma histórica de las inteligencias individuales, también
tipo de explicaciones que se plantean para dar cuenta de los
recorre estos tres estados. Para Comte no hay duda alguna al
fenómenos, que en los estados teológico y metafísico se remi­
respecto: el progreso de las ciencias y del espíritu humano
ten a cuáles podrían ser sus causas últimas, mientras que en el
se desarrolla necesariamente conforme a lo que establece su
estado positivo el objetivo es descubrir los principios o leyes
ley de los tres estados, una ley universal con capacidad para
por los que se rigen. Si en los dos primeros estados la imagi­
nación juega un papel sustancial, con un atisbo de deducción unificar todas las ciencias y acciones humanas, y en la que
racional en el segundo, en el tercero la investigación se basa cada paso supone un progreso real que lleva hacia la verdad.
en la observación, la experiencia y la razón. Porque la meta no es otra que el estado positivo, del cual los
otros dos no son sino una preparación, como señala el filóso­
fo en su Discurso sobre el espíritu positivo de 1844:
Una ley basada en la historia de la ciencia
Aunque indispensable en todos los aspectos, el primer esta­
Para Comte, hay dos elementos que vienen a confirmar que do debe considerarse siempre, desde ahora, como provisio­
la de los tres estados es, ciertamente, una ley. El primero de nal y preparatorio; el segundo, que no constituye en realidad
ellos es la propia historia de las ciencias. Basta acercarse a más que una modificación disolvente de aquel, no supone
ella para apreciar que todas las disciplinas científicas pasan nunca más que un simple destino transitorio, a fin de condu­
sucesivamente por un primer estadio teológico, un segundo cir gradualmente al tercero, el único plenamente normal, el
metafísico y un tercero positivo. Y puesto que parece indis­ régimen definitivo de la razón humana.
cutible que la evolución de la ciencia va ligada a la evolución
de la inteligencia humana, es plausible pensar que esta, en su Pero la ley de los tres estados no se queda únicamente
evolución, también pasa progresivamente por estos mismos en el ámbito del espíritu, sino que es aplicable también a
estados. Por lo que hace el segundo elemento, Comte señala la organización social, puesto que esta no es más que una
que cabe observar que el pensamiento de cada individuo par­ creación del pensamiento. Así, la ley describe las diferentes
ticular, desde la infancia a la madurez, también recorre estos etapas del desarrollo de los sistemas sociales, desde los ine­
tres estados, el teológico, el metafísico y el positivo: «Ahora ficaces e inestables basados en las ideas teológicas y metafí­
bien, cada uno de nosotros, contemplando su propia histo­ sicas hasta la plenitud y perfección de los correspondientes
ria, ¿no se acuerda de que fue sucesivamente, en cuanto a sus al estado positivo que deberán ser concebidos en base a re­
nociones más importantes, teólogo en su infancia, metafísico flexiones de carácter científico.

LOS TRES ESTADOS DEL DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA HUMANA 37 38


DE LA VOLUNTAD DE LOS ELEM EN TO S A L DIOS ÚNICO
El sueño de Coime tic mejorar la sociedad a través de la
Para Comte, el estado teológico no es un bloque homogéneo,
ciencia halla así, ni que sea teóricamente, su realización.
sino que se divide en tres fases: fetichista, politeísta y monoteísta.
En la primera, y dado que el único poder causal con el que los
hombres primitivos estaban familiarizados era su propia voluntad,
El estado teológico
se atribuyó una vida superior a los elementos de la naturaleza. Ello
supuso una primera forma de especulación, aunque insatisfacto­
Comte describe el estado teológico como aquel en el que los ria, pues implicaba presuponer la existencia de un poder arbitrario
seres humanos se preguntan el porqué de ciertos fenómenos al que los seres humanos se veían sometidos. Por consiguiente,
del mundo que les rodean, fenómenos que consideran so­ toda perspectiva de operar sobre el entorno resultaba nula. Las
brecogedores y difícilmente comprensibles, como terremo­ limitaciones de esta fase fueron superadas por la politeísta. En ella,
tos, eclipses o epidemias: la capacidad de imaginar empezó a jugar un papel primordial a la
hora de articular las explicaciones sobre las causas últimas de los
En su primer despliegue, necesariamente teológico, todas fenómenos. La creencia de que los eclipses o las erupciones res­
nuestras especulaciones muestran espontáneamente una pre­ ponden a la voluntad arbitraria de astros o volcanes cedía ahora su
dilección por las cuestiones más insolubles, por los temas más lugar a la fe en la acción de varios dioses invisibles, como pueden
radicalmente inaccesibles a toda investigación decisiva. Por un ser el dios del sol o el del fuego. Las posibilidades del hombre de
contraste que, en nuestros días, debe parecer al pronto inexpli­ operar en la naturaleza en esta fase se veían incrementadas, aun­
que solo sea porque estos seres divinos están hechos a imagen y
cable, pero que, en el fondo, está en plena armonía por la situa­
ción inicial de nuestra inteligencia, en una época que el espíritu
humano está aún bajo los problemas científicos más sencillos,
se busca ávidamente y de un modo casi exclusivo el origen de
todas las causas esenciales, sean primeras, sean finales, de los
diversos fenómenos que le extrañan, y su modo fundamental
de producción; en una palabra, los conocimientos absolutos.
El mundo se explica fruto
de la acción de seres
Lo que esos primeros hombres buscan son las causas últi­ sobrenaturales
mas de los fenómenos de la naturaleza, que ellos atribuyen a
unos poderes o seres sobrenaturales. Según Comte escribió La voluntad de dichos seres
se considera la causa última
en su Curso de filosofía positiva: que explica los fenómenos
naturales

En el estado teológico, el espíritu humano, dirigiendo esen­


cialmente sus investigaciones hacia la naturaleza íntima de
los seres, a las causas primeras y finales de todos los efectos

Los TRES ESTADOS DEL DESARROLLO DE LA INTELIGENCIA HUMANA


que le chocan, en una palabra hacia los conocimientos abso­
lutos, se representa los fenómenos como producidos por la
semejanza de los humanos y, por ello, las operaciones de su vo­ acción directa y continua de agentes sobrenaturales, más o
luntad son más comprensibles. No obstante, al ser creaciones de menos numerosos, en que la intervención arbitraria explica
la imaginación carecen de consistencia.
todas las anomalías del universo.
La decadencia del estado teológico
Surgió así la fase monoteísta, en la que, sin perder peso la imagina­ Como puede leerse en el Plan de trabajos: «L o s hechos ob­
ción, adquirió un relieve nuevo la razón. Lo que en la fase politeísta servados son explicados, es decir, vistos a priori, según hechos
son varios dioses, cada uno de ellos asociado a un fenómeno natu­ inventados. Este estado es necesariamente el de toda ciencia
ral, aquí se ve reducido a un único dios creador del cosmos y que no en mantillas». Pero aunque sea imperfecto e insatisfactorio,
actúa caprichosamente, sino a partir de unas leyes que regulan los
este conocimiento es el único posible en esa época primi­
diferentes fenómenos y que él ha fijado. Lejos de describir positiva­
mente el monoteísmo como la culminación del estado teológico, genia de la inteligencia humana y, por ello mismo, un paso
Comte lo consideraba el inicio de su decadencia. Y ello porque, a previo y primordial para su desarrollo posterior. Hay que
pesar de que en esta fase se propuso la existencia de unas leyes tener en cuenta que los primeros hombres no tenían a su dis­
rectoras, estas estaban dictadas por un dios cuya voluntad es, en posición ni teorías para dar cuenta de los fenómenos que les
el fondo, inescrutable. Por tanto, y dado que era imposible conocer
preocupaban ni datos empíricos u observacionales a partir
las razones últimas de la intención de esta divinidad, no es posible
de los cuales erigir dichas teorías. Aun así, el estado teológi­
disponer de una explicación de la causa final de los fenómenos.
co hizo un primer intento de establecer una explicación y es
t- ahí donde radica su valor, pues de ese modo se pusieron las
bases para el progreso posterior de la inteligencia humana.
F e t ic h is m o

La causa de los fenómenos responde a


Dicho de otro modo, este estado preparó al hombre para la
la voluntad que se atribuye a todo objeto observación, condición básica para la elaboración de teorías
y explicaciones, y le permitió tomar conciencia de algunas de
sus capacidades, como la voluntad, la imaginación y la razón,
P o l it e ís m o y del papel de estas a la hora de adquirir conocimiento. Es
La causa de los fenómenos responde a
la voluntad de varios dioses cierto, ninguna de las explicaciones dadas resultó satisfacto­
ria, pero ello no impide que esta primera tentativa de expli­
car ciertos fenómenos que resultaban incomprensibles tenga
M o n o t e ís m o
una importancia fundamental en la evolución humana.
La causa de los fenómenos responde a Pero el estado teológico no es un todo homogéneo. En
la voluntad de un único dios
él pueden distinguirse tres momentos o fases que siguen
un orden cronológico y comparten la atribución de los fe­
nómenos físicos a entidades sobrenaturales. Esas fases son

I n s t rp s PSTAnns n n o p s a r b o i i n nc i a iwtci ir.pwriA u ii m a m a


estado teológico y el científico o positivo, o como él lo lla­
las de fetichismo, politeísmo y monoteísmo. En la primera ma, «una como filosofía intermedia, esencialmente limitada
de ellas, la causa de los fenómenos responde a la voluntad a este menester transitorio». Así, en una obra tan temprana
que se atribuye al objeto o fenómeno, sea este una erup­ como el Plan de trabajos se lee:
ción volcánica, una tormenta o una inundación. La fase
del politeísmo va más allá, y atribuye esos hechos no ya a
El segundo estado tiene por único destino el servir de medio
unos elementos naturales desatados e incontrolables, sino
de transición del primero [el teológico] al tercero [el cientí­
a la voluntad de varios dioses que se identifican con ellos.
fico o positivo]. Su carácter es híbrido: liga los hechos según
Toda esa panoplia de seres sobrenaturales se ve reducida
ideas que no son ya en absoluto sobrenaturales por entero.
a uno solo, si bien omnipotente, en la tercera fase, la del
En una palabra, estas ideas son abstracciones personificadas,
monoteísmo: todo lo que ocurre en el mundo, y por tanto
en las que el espíritu puede ver a su voluntad o el nombre
a los hombres, obedece única y exclusivamente a su vo­
luntad.
místico de una causa sobrenatural o la enunciación abstracta
Dado que, de acuerdo con Comte, todo estado de la in­ de una simple serie de fenómenos, según esté más cerca del
teligencia está relacionado con una forma de organización estado teológico o del estado científico. Este estado metafísi-
social, los dioses a los que se apela para dar cuenta de los co supone que los hechos, cada vez más numerosos, han sido
fenómenos en este estado teológico constituyen, a su vez, aproximados al mismo tiempo de acuerdo con las analogías
la fuente de la moral. Así, pues, la aparición de una mo­ antedichas.
ral compartida dio lugar a la sociabilidad. Si antes la vida
de los hombres estaba regida únicamente por sus intereses En el Curso de filosofía positiva, Comte ahonda en esta
individuales, en el estado teológico esta se empieza a verte­ explicación:
brar en torno a una comunidad que comparte los mismos
valores. En el estado metafísico, que en el fondo no es más que una
modificación del primero [el teológico], los agentes sobre­
naturales son reemplazados por fuerzas abstractas, verda­
El estado metafísico deras entidades (abstracciones personificadas) inherentes a
los diversos seres del mundo y concebidas como capaces de
A medida que crecía la insatisfacción ante las explicacio­ engendrar por sí mismas todos los fenómenos observados,
nes teológicas, la inteligencia humana consideró oportuno por lo que la explicación consiste en asignar a cada uno la
abandonar esta vía y trató de buscar la respuesta en otro entidad correspondiente.
tipo de explicaciones. Se inauguró así un nuevo estado, el
metafísico. Aunque en realidad, y según lo que se desprende L a idea que se desprende de todo esto es que, efectiva­
de los textos del propio Comte, este estado metafísico debe mente, el estado metafísico supone un progreso respecto al
ser considerado más bien un período de transición entre el estado anterior sobre todo porque lo que antes era atribui­

I f \ C TO C C C C T A IV X C r t c i necA onm i a m i » ia it m
44
do a una divinidad o un ser sobrenatural ahora lo es a una nos, en el positivo el objetivo se restringe a la observación de
idea abstracta fruto de una cierta racionalización por parte fenómenos concretos y, a partir de ahí, a la formulación
del hombre, como es el caso de la noción de Naturaleza, de leyes que permiten determinar las relaciones constantes
considerada como la fuente única de todos los fenómenos, a los que están sujetos. Es decir, la pregunta por las causas,
«el débil equivalente metafísico de la vaga conexión uni­ de imposible respuesta fuera del ámbito de la imaginación,
versal que resultaba del monoteísmo». Esto significa que ha sido sustituida por el cómo se dan esos fenómenos. Es,
por primera vez en la historia humana se da un intento de en palabras del filósofo, un objetivo en cierto sentido «m o­
especulación teórica basada en la razón. Com o afirma el desto», dado que el ser humano ha aprendido que no es
propio Comte: «Y a no es entonces la imaginación la que posible conocer las causas últimas de los fenómenos, sino
domina, y todavía no es la verdadera observación; pero el como máximo los principios que los rigen. Esta modestia,
razonamiento adquiere aquí mucha extensión y se prepa­ no obstante, revela que el estado positivo constituye una
ra confusamente al ejercicio verdaderamente científico». etapa de madurez plena. Así lo explica Comte en el Vían
Dicho de otro modo, en el estado metafísico se empieza de trabajos:
a ejercitar la que será la facultad o capacidad indispensa­
ble para el pensamiento positivo: la razón. N o obstante, se Los dos primeros estados no estaban destinados más que a
trata todavía de un progreso escaso o insuficiente, porque preparar gradualmente el estado positivo. Los hechos están
la imaginación (el elemento básico de las especulaciones ligados de acuerdo con ideas o leyes generales de un orden
teológicas) sigue ocupando un lugar primordial en todo el enteramente positivo, sugeridos o confirmados por los he­
proceso. Es por ello que Com te insiste en que el metafísico chos mismos, y con frecuencia no son sino simples hechos lo
es un período de transición y no un estado propiamente bastante generales como para convertirse en principios. Se
dicho, pues en realidad es poco más que una modificación procura reducirlas siempre al menor número posible, pero
del estado teológico. sin instituir ninguna hipótesis que no sea de una naturaleza
comprobable algún día por la observación, y no considerán­
dolas más que como un medio de exposición general de los
El estado positivo o científico fenómenos.

Para Comte, que el metafísico sea un estado transitorio no Mientras que la mente infantil (y de igual manera, la de los
le resta valor en absoluto, pues sin él no sería posible alcan­ hombres de los dos primeros estados) se siente atraída por
zar el estado científico. E s una etapa preparatoria y nece­ cuestiones inaccesibles, la mente adulta toma conciencia de
saria. L a diferencia básica entre los dos primeros estados y sus limitaciones y renuncia a aquellas empresas que sabe in­
el tercero estriba en el tipo de cuestiones que ocupan la in­ alcanzables, limitándose a la formulación de leyes. Cualquier
teligencia humana. Mientras que en los estados teológico y intento de ir más allá (que no es sino un volver atrás, a los
metafísico se pretende hallar la causa últim a de los fenóme­ parámetros de los estados teológico y metafísico) no supone

Los TRES FSTADOS DPI nFSARMTI I n rw l A ikitpi in cu ria u iim u > A ti


182 Primera parte. La ciencia de la lógica

GEORG WILHELM FRIEDRICH HEGEL §97

La oposición entre una inmediatez autosuficiente del contenido y del


saber, [por un lado], y una mediación igualmente autosuficiente que no
sea asociable con la inmediatez [por otro], hay que apartarla, en primer
ENCICLOPEDIA término, porque es una mera presuposición y una aseveración arbitraria.
Igualmente todas las otras presuposiciones y prejuicios han de ser aban-

DE LAS CIENCIAS donados cuando se ingresa en la ciencia, sean ellos tomados de la repre-
sentación o del pensamiento, pues dentro de la ciencia es donde deben ser
precisamente investigadas todas las determinaciones de esta clase y donde
FILOSÓFICAS se debe conocer qué es lo que hay en ellas y en sus contraposiciones.

EN COMPENDIO El escepticismo, en cuanto ciencia negativa llevada a término a través de todas


las formas del conocer, podría ofrecerse como introducción [a la lógica], en la cual
introducción se pondría en evidencia la nulidad de tales presuposiciones. Pero éste
Para uso de sus clases sería no sólo un camino insatisfactorio, sino también y por lo mismo, un camino
superfluo, ya que lo dialéctico mismo es un momento esencial de la ciencia afir-
mativa, como en seguida se indicará244. Por lo demás, [este camino] debería tam-
Edición, introducción y notas bién hallar las formas finitas como algo dado de manera empírica y acientífica. La
de Ramón Valls Plana exigencia de un tal escepticismo consumado es la misma que pide que la ciencia
parta de la duda universal, esto es, de una carencia total de presuposiciones. Esta
exigencia se lleva a cabo propiamente en la decisión de querer pensar con toda
pureza, decisión que lleva a cabo la libertad 245, la cual abstrae de todo y com-
prende su propia y pura abstracción, es decir, la simplicidad del pensar.

CONCEPTO MÁS P R Ó X I M O Y DIVISIÓN DE LA LÓGICA

§79

Lo lógico, según la forma, tiene tres lados: a) el abstracto o propio del


entendimiento; fi) el dialéctico o racional-negativo; y) el especulativo o
racional-positivo.

§ 78 N. En el § siguiente (BL).
244
§ 78 N. Se ratifica aquí el resultado de la introducción (§ 17): El comienzo subjetivo
245
de la filosofía es el acto libre de quien se decide a pensar sin presupuestos ni prejuicios. La
raigambre kantiana («¡atrévete a pensar!») y, sobre todo, fichteana de la postura de Hegel la
subraya Werder, Karl, Logik. Commentar und Erganzung zu Hegels Wissenschaft der Logik,
Alianza Editorial cap. I. Berlín, 1841. Reimpreso en Hildesheim, 1977 (VA).
Concepto previo 183 184 Primera parte. La ciencia de la lógica

Estos tres lados no constituyen tres partes de la lógica, sino que son tres mino un rebasar la determinidad aislada y un referirla de tal modo que, puesta en
momentos de todo lo lógico-real, es decir, de todo concepto o de todo lo verda- relación, se mantiene por lo demás en su valor separado. La dialéctica, por el con-
dero en general. Pueden ponerse en conjunto bajo el primer momento, es decir, trario, es este rebasar inmanente en el cual se expone la unilateralidad y limitación
bajo el entendimiento, y así mantenerlos separados, pero de este modo no son de las determinaciones del entendimiento tal como es, a saber, como su propia
tratados con [arreglo a] su verdad propia 24é .—La indicación que aquí se hace negación. Todo lo finito es este superarse a sí mismo. Por ello, lo dialéctico cons-
sobre las determinaciones de lo lógico, como también sobre su división, debe tituye el alma móvil del proceder científico hacia adelante y es el único principio
tomarse en cualquier caso como una indicación de carácter histórico y como que confiere conexión inmanente y necesidad al contenido de la ciencia, del mismo
anticipo. modo que en él reside en general la verdadera y no extrínseca elevación sobre lo
finito.

§ 80
§82
a) El pensamiento en cuanto entendimiento se queda parado en la
determinidad fija y en la distintividad de ella frente a otra; un tal abstrac- y ) Lo especulativo o racional-positivo aprehende la unidad de las deter-
to [así] delimitado vale para el entendimiento como siendo de suyo y minaciones en su oposición, lo afirmativo que se contiene en la disolución
como subsistente. de ellas y en su pasar.

1) La dialéctica tiene un resultado positivo porque tiene un contenido deter-


§81 minado o [lo que es lo mismo], porque su resultado no es verdaderamente la
nada abstracta y vacía, sino la negación de determinaciones [sabidas como] ciertas,
las cuales se conservan en el resultado, precisamente porque éste no es una nada
$) El momento dialéctico es el propio superar de tales determinaciones inmediata, sino un resultado. 2) Este [resultado] racional, por consiguiente, aun-
finitas y su pasar a sus opuestas. que sea algo pensado e incluso abstracto, es a la vez algo concreto porque no es una
unidad simple, formal, sino unidad de determinaciones distintas. Con meras abs-
1) Lo dialéctico, tomado por el entendimiento como algo separado de por sí, tracciones o pensamientos formales la filosofía nada tiene que ver en absoluto, sino
especialmente cuando se hace patente en los conceptos científicos, constituye el solamente con pensamientos concretos. 3) En la lógica especulativa se contiene la
escepticismo; éste contiene la mera negación como resultado de lo dialéctico. 2) La mera lógica del entendimiento y ésta se puede construir igualmente desde aquélla;
dialéctica se considera habitualmente como una habilidad extrínseca que puede para ello no se requiere otra cosa que omitir lo dialéctico y racional; de esta
producir arbitrariamente una confusión en determinados conceptos y una mera manera [la lógica especulativa] se convierte en la lógica usual, una historia [o
apariencia de contradicción en ellos, de modo que [según este modo de ver] lo nulo enumeración] de varias determinaciones del pensamiento colocadas juntas y que
no serían aquellas determinaciones, sino la apariencia [de contradicción], y lo en su finitud valen como algo infinito.
que el entendimiento capta, por el contrario, sería más bien lo verdadero.
Frecuentemente la dialéctica se considera como algo que no va más allá de un sis-
tema subjetivo para columpiar raciocinios que van de acá para allá y de allá para
acá. En ellos falta la riqueza de contenido, y su vaciedad se recubre con ese inge- §83
nio que aquel modo de raciocinar engendra.—Pero en su determinidad propia, la
dialéctica es más bien la propia y verdadera naturaleza de las determinaciones del L a lógica se divide en tres partes:
entendimiento, de las cosas y de lo finito en general. La reflexión es en primer tér-
I. La doctrina del ser.
246§ 79 N. En el original de ENC C se lee «no son tratados en verdad». Preferimos, con II. La doctrina de la esencia.
NP, «en su verdad», tal como se lee en ENC A y ENC B (VA). III. La doctrina del concepto y de la idea.
Concepto previo 185

Es decir, la lógica se divide en la doctrina del pensamiento:

I. en s u inmediatez o d o c t r i n a d e l concepto en sí;


II. en su reflexión y mediación o d o c t r i n a del ser-para-sí y aparencia
del concepto.
III. en su haber regresado a sí y en su ser-cabe-sí desarrollado 247

o doctrina del concepto en y para sí.

247 § 83. in seinem entwickeltem Bei-sich-sein. Para la traducción de bei sich véase la ne 101.
Entwickeln (desarrollar), como también Reflexión y Schein en II (traducido este último por
«aparencia», véase ne 295) son tecnicismos que aquí se anticipan. Su sentido preciso se expon-
drá luego (SS 112-114, 161 y 240). Obsérvese que la «o» en cada una de las tres partes en que
el texto divide la lógica (un guión en el original) explícita y desarrolla por adelantado la equi-
valencia entre ser y concepto solamente en sí con la que se abre el § siguiente (VA).
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el romanticismo

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HEGEl. Y EL ROMANTICISMO 83 84 D A N IE L 1N N ER AR ITY

responsabilidad social izadora, hasta el punto de convertirlo en un instru­ ción con el dominio de sí, el deseo con la dignidad, donación y autonomía?
mento de reproducción del poder político. La doctrina luterana de la no La teoría kantiana del amor patológico se encuadra dentro de una antropo­
imputación de la culpa no tiene solamente a Dios como sujeto, sino también logía que ha ampliado el inventarío de las enfermedades humanas hasta
al Estado: lo irracional es permitido con la condición de que actúe de una incluir todos los movimientos del alma que no son deducibles de un prin­
manera socialmente constructiva. cipio de libre autodeterminación. En su origen, el amor es algo pasivo, sen­
Nos encontramos en pleno proceso de conformación de una ética de la sible. carente de lógica, no libre. Kant registra así un lugar común en la
obligación —tan ardientemente combatida después por los jóvenes idealis­ mentalidad de la época: su originalidad consiste en habérselo planteado
tas— que viene a sustituir a una ética de la virtud. Es el tránsito de la ética como un problema y, sobre todo, en haber ensayado una solución exterior
entendida como realización de la naturaleza a una ética montada sobre las exi­ la racionalización jurídica de una realidad que por naturaleza es patológica.
gencias de una racionalidad que. de hecho, viene definida por el orden institu­ Así pues, la intención de Kant consiste en encontrar un estatuto jurí­
cional. El puritanismo predica unas exigencias cuya eficacia socializadora es dico que dignifique lo que, de no ser así. supondría una consagración de
manifiesta: la lucha contra la naturaleza desordenada, autocontrol e indepen­ la animalidad. La cuestión es cómo puede el hombre ser a la vez un obje­
dencia afectiva, resistencia a la inclinación... El matrimonio sólo puede ser to disponible y una personalidad. Pues bien, la posesión del otro como
una institución no-natural, es decir, estrictamente hablando, sociopolítica. una cuasicosa sólo puede justificarse bajo la condición de una comu­
Sobre esta polarización de una racionalidad moralizante y una cor­ nidad recíproca y previamente presupuesta. De este modo, con ayuda de
poralidad animal, está basada la teoría kantiana del matrimonio como con­ un modelo mecanicista de bilateralidad y reciprocidad se mantiene el
trato legal, tal como es formulado en la Metafísica de las costumbres del dualismo entre lo natural y lo racional, en un campo en el que parecía
año 1787. El amor se encuentra ante una rígida alternativa: o está regido naufragar. El derecho se ha desvinculado así de toda ordenación natural
desde la animalidad natural o se somete a la ley3. Y Kant se decide por la ideológica. La consecuencia es el triunfo de la escisión entre el reino de
segunda consideración, sobre el modelo de la relación contractual de un la naturaleza y el reino de la libertad.
derecho de posesión y uso recíproco, según el derecho civil de la época. La La filosofía kantiana no permitía otra posibilidad. Si no hay alma, si el
reciprocidad salva, en una última instancia, la dignidad perdida. hombre es una conciencia que dispone de una máquina, el amor sólo es posi­
El dualismo se encuentra con graves dificultades a la hora de pensar el ble como contrato de propiedad. Esto se debe a que para Kant la dimensión
amor humano. Prueba de ello son los problemas en que se queda atrapado corporal del amor no forma parte de la libertad. De este modo, aun cuando
Kant cuando trata de ofrecer una explicación que no contradiga los supues­ Kant se haya esforzado por aducir argumentos contra la poligamia, poco o
tos del sistema crítico. Por lo pronto, el amor no vincula a dos sujetos nada puede decir frente al protagonista de la novela Wokiemar, a quien Jacobi
trascendentales de la apercepción, ni mucho menos es el género humano el había asignado dos mujeres, una para el cuerpo y otra para el alma5. El ma­
destinatario del enamoramiento. La concreción desborda así el principio de trimonio es un contrato civil de propiedad, en el que la libertad no se ve com­
generalidad. Por otro lado, vistas las cosas desde la perspectiva de una idea prometida. La conciencia libre hace aso de la corporalidad propia y ajena, sin
de dignidad entendida como autodominio, racionalización y afirmación del que en ello se contradiga el principio de autonomía, pues el yo se ha refugiado
yo, una fenomenología del amor tendría que concluir con una afirmación de en una cláusula contractual. La libertad no es afectada por la corporalidad, ya
incompatibilidad: lo que aquí aparece es más bien una pérdida de la razón, que ésta es solamente un instrumento de la razón. El amor no compromete la
un deseo de entrega incondicional, un descenlramiento de la subjetividad, autonomía de la subjetividad. La existencia de algo así como un contrato de
en resumen: una patología. Como tal se lo plantea Kant. Considerado en su donación integral atentaría, en cambio, contra la autonomía del espíritu. En el
naturalidad, el commercium sexuale tiene un aire de familia con el ca­ amor no cabe hablar de donación completa, sino tan sólo de cesión del cuer­
nibalismo: uso y abuso son indiscernibles, por lo que hay en todo ello algo po. Si la donación fuera total, el hombre se convertiría en objeto y perdería su
que lesiona la dignidad humana4. ¿Es posible entonces conciliar la inclina­ dignidad personal. La única manera de salvar la dignidad es hacer de este
derecho una prestación parcial recíproca. Y, así. lo que de suyo es pasión natu-
5 Cfr. Metaphysik der Sitien. Ak., VI. $ 24, pp. 277 $s.
4 Cfr. Ak.. XIX, p. 481 (Reflexión 7662) y p. 540 (Reflexión 7865). 5 Cfr. Werke, ed. G. Fleischcr. Leipzig. 1812-1825, L V.
90 DANIEL INNERARITY HEGEL V EL ROMANTICISMO 9 1

una aspiración infinita en forma de carencia, de una indigencia que obedece en un tema especialmente polémico. Se trata de la novela Lucinde, publica­
a su deseo de plenitud. Lo específicamente humano escapa a cualquier in­ da por Friedrich Schlegel en 179923. Uno de los aspectos de esta obra que
tento de afirmar de modo unilateral su riqueza o su pobreza. Infinitud e indi­ explican la polémica por ella desatada es su carácter autobiográfico24 y la
gencia son los dos rasgos que definen el rostro del hombre. Esta dualidad se singular mezcla de géneros literarios con la que su autor desafía también los
hace especialmente visible en el amor. «Nosotros tendríamos que perecer en parámetros estéticos al uso: lo épico coexiste con lo dramático y lo lírico, el
la lucha de esos reñidos impulsos. Pero el amor los reúne. El amor aspira y empleo de la primera persona con el de la tercera, cartas y diálogos con
se esfuerza por lograr lo más alto y lo mejor, pues su padre es la abundan­ narraciones y fantasías... Pero tras la forma se esconde también un núcleo
cia. Sin embargo, no niega a su madre, la indigencia»21. de afirmaciones filosóficas cuya intención provocativa no dejaron de ad­
El amor romántico no logra objetivar la infinitud. Su rebeldía no consi­ vertir sus contemporáneos. El trasfondo es una rebelión contra la concep­
gue hacerse objetiva, quedando así como la otra posibilidad de pensar el ción burguesa del matrimonio. El amor sólo se puede entender desde una
amor desde la idea moderna de libertad subjetiva. Empédocles —el perso­ perspectiva religiosa: es un vínculo sagrado. El amor devuelve al hombre al
naje de una obra de Holderlin, en el que se compendia el drama de esta estado de naturaleza: «cuando se ama como nosotros, también la naturaleza
contradicción— abandona a su familia y se arroja el cráter del Etna para que hay en el hombre retoma a su divinidad original»25.
huir de la finitud y unirse con el todo. La infinitud a la que aspira el La trama se configura a partir del conflicto —tantas veces tematizado
romanticismo lleva en sus entrañas un impulso de muerte, una contradición por los románticos— entre el yo privado y el yo público, entre la vivencia
que la vida no está en condiciones de resolver, como tampoco la muerte, subjetiva y su formulación objetiva. El propósito de Schlegel es liberar al
pero ésta puede aliviar el dolor que produce. Así lo entiende Empédocles, amor de toda suerte de artificialidad, recuperar su originalidad26. A este fin
«dispuesto ya después de mucho tiempo, por su carácter y su filosofía, al se dirige su exaltación de la libertad de prejuicios y su crítica del orden social
odio de la cultura, al desprecio de toda actividad demasiado determinada, de (de uno de los personajes se dice que llevaba un comportamiento exterior
todo interés orientado hacia los objetos diversos, enemigo mortal de toda conforme al orden social, por el que era considerado un hombre razonable,
existencia unívoca y, por esta razón, insatisfecho en el seno mismo de situa­ mientras se desgarraba en su interior), o su ridiculización de la opinión públi­
ciones realmente bellas, indeciso, sufriendo porque sólo hay situaciones ca y su apología del ocio («único fragmento de semejanza con los dioses que
particulares, las cuales no le satisfacen plenamente, porque no se hallan uni­ nos quedó del Paraíso»27; «la diligencia y el provecho son los ángeles de la
das en un gran acuerdo con todo lo viviente, únicamente porque en ellas él muerte que con espada de fuego impiden al hombre volver al Paraíso»28).
no puede vivir y amar como un dios [...I»22. La contradición del alma Schlegel pretende hacer objetivo el amor, encontrar una forma de expresión
romántica radica en la imposibilidad de conciliar el amor y la vida, producto de la intimidad, «dar forma a la cruda casualidad y transformaría en objeti­
de una pasión infinita que no se concreta en una esfera de reconocimiento. vo»; pero para ello hay que «aniquilar lo que llamamos orden»2930.Esta novela
La pasión es un instante desmesurado y, como tal, enemiga mortal del tiem­ constituye una de las cumbres del proceso de interiorización del amor que el
po. Lo sublime resulta inconmensurable con la monotonía de la vida real; romanticismo radicaliza. El amor viene a ser entendido como una pasión tan
no hay mediación ni compromiso posible con lo trivial. extraña a la lógica social que incluso la ceremonia civil del matrimonio — la
Hay otro documento de la época que resulta imprescindible para enten­ «odiosa ceremonia»*1— es considerada como una mera formalidad exterior.
der el alcance de las discusiones que en tomo a 1800 convirtieron el amor
U KA.V.
24 Schlegel conoció por aquellas fechas a la que más larde serta su mujer. DonHhea
21 «Die metrische Fassung». SlA, III, p. 194. Hóldciiin recoge aquf un lugar clásico de Mendelssohn. hija del judio ilustrado Moses Mendelssohn y a quien éste había casado por
la mitología griega: Eros. hijo de Poros y Penia. En el siglo ll los pensadores cristianos conveniencia a la edad de diecinueve años con un banquero berlinés.
sustituyeron Eros por Ágape para poder predicar de Dios el amor creador sin que ello 25 Lucinde, p. 67.
suponga una atribución de indigencia, sino una donación sin necesidad que confiere al des­ 26 Cfr. Philosophische Lehrjahre. KA. XVIII. Fragmento n.® 114. p. 572.
tinatario una existencia gratuita. Pienso que la critica de Hegel a Hólderlin se mueve en este 27 Lucinde, p. 25.
contexto: su entusiasmo por el espíritu griego no le impide ver la superioridad — y mayor 28 id., p. 27.
problematicidad— de esta segunda concepción. 29 íd.. p. 9.
22 SlA, IV, p. 145. 30 Cfr. CaroKne. Briefr aus der Frühmmantik, ed. E. Schmidt, Leipzig. 1913,1. p. 478.
92 DANIEL INNERARITY HEGEL Y EL ROMANTICISMO 93

contraría a la intimidad del amor. La fidelidad procede del amor mismo, cualquier caso, la provocación había surtido efecto y se había puesto en mar­
cuando éste es verdadero, y no de vínculos jurídicos exteriores. Declarar que cha el proceso de autonomización del amor.
el amor es lo sustancial significa para Schlegel que su lógica secreta no re­ Con independencia de la postura que se adoptara en dicha discusión, la
quiere de esa falta de buen gusto que es el reconocimiento de la opinión propia literatura romántica había representado en sus personajes la inviabili­
pública. La crítica de la sociedad buiguesa es la puerta de acceso al descubri­ dad de esta comprensión del hombre. En las Lecciones sobre estética, Hegel
miento de la espiritualidad del amor. describe con agudeza la comprensión del amor que se trasluce en las diversas
La novela de Schlegel desató una fuerte polémica. Las discusiones se obras de la literatura universal y llama la atención sobre su parcialidad. «En la
centran en tomo a la concepción romántica del amor como pasión. Nos poesía de los bardos alemanes el amor se muestra lleno de sensibilidad, tierno,
encontramos en el otro extremo de la dialéctica provocada por el puritanismo sin la riqueza de la fantasía, travieso, melancólico, monótono; entre los espa­
racionalista. Lo que se discute ya no es si la ceremonia jurídica forma parte ñoles, fantasioso en su expresión, caballeresco, susceptibles con frecuencia en
del matrimonio, sino la posibilidad misma de traducir el amor en una existen­ la búsqueda y defensa de sus derechos y deberes, como cuestiones de honor
cia finita. La discusión atañe a un punto tan central para la autocomprensión personal, y también quiméricos en su más elevado esplendor. En los franceses
que el hombre tiene de sí mismo en tomo a este cambio de siglo, que todos actuales el amor deviene más galante, volcado hacia la vanidad, un senti­
los literatos y pensadores de la época se sienten en la obligación de tomar par­ miento convertido en poesía y a menudo con aigucias ingeniosas, unas veces
tido. Algunos, como Schiller, lo hacen con una implacable crítica. En una placer sensual sin pasión, otras pasión sin goce, un sentimiento y una sensibi­
carta dirigida a Goethe parece advertir en el rechazo de los convencionalismos lidad sublimados y llenos de reflexión»3435.La imposibilidad ante la que se rin­
sociales propugnado por Schlegel una sustitución de la hipocresía por el ci­ den Werther. Lucinda, Hiperíón o María Estuardo no es sólo el drama de un
nismo31. Escritos anónimos y denuncias varías contribuyen a avivar la po­ personaje literario; es también la agonía de un ideal de humanidad que no per­
lémica, poniendo de manifiesto hasta qué punto los convencimientos de mite una expresión real de la libertad. «Cuando el desacuerdo de la desdicha
Schlegel chocaban con las maneras y los modos de una época32. Decidida­ resuena en su vida —comenta Hegel a propósito de algunos personajes litera­
mente a su favor se pronuncian Fichte y Schleiermacher, entre otros33. En rios del romanticismo—, el ánimo permanece expuesto a la cruel contradición
de no tener ni aptitud ni puente para mediar entre su corazón y la realidad»".
Por eso, más allá de la abstracta contraposición entre lo sublime y lo me­
31 Schlegel «construye una pasión ardiente c infinita, a la que va unida una espantosa
frivolidad que, a partir de aquí, se permite cualquier cosa y declara como diosa propia a la diocre, tiene que haber una expresión concreta del amor que no rompa al
desfachatez» (carta a Goethe. Jena. 19 de julio de 1799. SW. 30. pp. 72-73). hombre en la tensión de dos fuerzas irreductibles. Ha de ser posible reconci­
32 A los pocos meses apareció un escrito anónimo titulado Drei Briefr an rin humanes liar lo infinito con lo ordinario, descubrir la belleza en lo vulgar. El ideal de
Berliner Freudenmadchen üher Lucinde van Schlegel (Francfort y Leipzig) y dos artículos crí­ infinitud que el romanticismo había pretendido no se alcanza desde sus pro­
ticos de L. F. Huher en el Jenaische Allgemeine Uteraturzeitung (7 de mayo y 25 de diciembre
de 1800), el segundo contra la defensa que de la novela acababa de escribir Schleiermacher.
pias premisas, pues éstas coinciden, en última instancia con las de aquella
Otros escritos de carácter satírico y despectivo contribuyeron a crear la atmosfera propicia para subjetividad que había sido objeto de sus críticas.
que los enemigos que Schlegel se habla ganado anteriormente por diversos motivos -Schiller. En polémica directa con las tesis mantenidas en Lucinde, Hegel pre­
Wieland. Jacobi. entre otros— adoptaran también una postura critica a este respecto. Todavía tende sacar al matrimonio de la esfera privada y subrayar su carácter
en 1810 fue denunciado ante la policía y la Zensur-llofstette de Viena al ser nombrado secreta­
público. La exigencia de una ceremonia vendría justificada por su ca­
rio de la legación austríaca en el parlamento de Francfort.
33 En una carta a su mujer del 8 septiembre de 1799 declara Fichte su entusiasmo por esta rácter de signo36. Pero Hegel no entendió el núcleo de lo que Schlegel
obra, que ha leído ya tres veces —había salido a la luz el mes de mayo— (cfr. Fiches Brief-
wechset. cd. H. Schulz. Leipzig. 1925. p. 158). Su juicio favorable se debió, sin duda, al hecho
de haber reconocido en Schlegel su propia influencia, especialmente la tesis de la compleción 1846. Ul, I. pp. 421-506) y en el que llama la atención sobre la alabanza de la religiosidad del
del matrimonio y su autónoma (rente al Estado: «el matrimonio no tiene ningún fin fuera de sí amor, fíente a las acusaciones de inmoralidad. El mismo año J. B. Vermehien salió también en
mismo: él es su propio luí |...|. Es una relación necesaria y plenamente determinada en su vín­ su favor en Jena con su escrito Briefe üher F. Schlegeb Lucinde zur richtigen Wünligung der-
culo por la naturaleza y por la razón» (cfr. Grundlage des Naturrechts.... FW, 111, §§ 8 y 9. pp. sclben y, posteriormente. F. Asi en su System der Kumtlehre. Leipzig. 1805.
315 ss.). La defensa más directa de la novela de Schlegel fue llevada a cabo por su amigo Sch­ 34 Áslh.. XIV, pp. 185-186.
leiermacher en el escrito que publicó anónimamente en 1800 bajo el título Vertraute Briefe 35 íd.. XIV. p. 207.
üher F. Schlegeb Lucinde (Friedrich ScUeiermacher's sdmtliche Werke. G. Rcimer. Berlín. 36 Cfr. Rechtsphil.. VII. § 164. p. 315.
94 DANIEL INNERARITY HEGEL Y EL ROMANTICISMO 95

quería decir, porque nunca se tomó demasiado en serio los argumentos trato civil3*. Por este motivo, el amor proporciona un campo de reflexión
del romanticismo. Muy probablemente la interiorización romántica del a partir del cual es posible superar la ética kantiana de la obligación — la
amor acabe siendo indiscernible de la pasión subjetiva, pero hay en ella sustitución de la virtud por una razón que decreta normas— y la escisión
una intención crítica contra la reducción del matrimonio a un protocolo romántica de una libertad sin objeto ni cueipo. Holderlin había expresado
civil que no puede ser pasada por alto. Schlegel no pretende justificar a la infelicidad romántica bajo la forma de la siguiente paradoja: «¿Cómo
los seductores, aunque quizá les haya proporcionado algún argumento. es que el hombre quiere tanto?»*39. Hegel interpreta este querer más de lo
Pero el sentido de lo que los románticos reivindicaron — la interioridad y que se puede como una mala infinitud. El alma bella — figura de la
sacralidad del amor, su independencia frente al orden social— no puede Fenomenología en la que se compendia el espíritu romántico— no supo­
ser despachado como una apología de la arbitrariedad. ne un exceso de infinitud, sino una incapacidad de expresar y objetivar la
En el fondo de toda esta polémica no se discute una mera cuestión jurí­ infinitud. «De ahí procede la infelicidad y la contradición. Por un lado, el
dica, lo cual no dejaría de ser importante (a quien opine que el derecho y el sujeto quiere entrar en la verdad y desea vivamente objetividad. Por otro
amor no tienen nada en común se le habría de recordar que nunca se ha legis­ lado, no puede quitarse de encima esa soledad y retraimiento, ni arrancar
lado tanto sobre él como cuando se le ha declarado libre de toda expresión esa interioridad insatisfecha y abstracta; y así se cae en el anhelo [...]. La
jurídica). El fondo del problema radica en saber si la libertad puede vincu­ insatisfacción de este estancamiento e impotencia origina la enfermiza
larse seriamente, si el hombre está en condiciones de reivindicar el derecho a alma bella y el anhelo ansioso»40. El amor romántico no es otra cosa que
prometer y comprometerse, si la libertad puede estar engarzada con exigen­ la azarosa y fugaz pasión entre sujetos a los que no vincula todavía la
cia naturales finalizadas o es una simple determinación (autónoma o jurídi­ relación moral del matrimonio y la familia; es la efusividad de un senti­
ca). La consideración del amor como pasión parece olvidar que el hombre miento interior (/nnigkeit), la pasión incapaz de darse a sí misma ninguna
necesita que el orden exterior colabore al cumplimiento de los compromisos obligación. En la pasión, el amor no ha alcanzado todavía su concepto.
libremente adquiridos. Y la deducción de la naturaleza del amor desde la ló­ Hegel intenta reconciliar en una síntesis superadora la unilateralidad de
gica social desconoce que el derecho es expresión y no remedio frente a una la teoría racionalista del contrato y de la concepción romántica del amor.
carencia de interioridad y vinculación. Estos dos puntos de vista responden a una aplicación irreflexiva del princi­
pio de subjetividad que caracteriza al mundo moderno. El contrato y la
pasión son las dos maneras posibles de entender el amor desde la emancipa­
3. EL AMOR COMO PARADIGMA ción, es decir, parcial y desftguradamente. La parcialidad del romanticismo
DE LA DIALÉCTICA HEGELIANA consiste en no haber entendido que el amor sólo es auténtico cuando surge
desde un compromiso verbal que objetiva y vincula las voluntades. Lo que
Las consideraciones de Hegel acerca del amor están dirigidas pre­
diferencia el concubinato del matrimonio —señala Hegel— es el uso de la
cisamente contra la unilateralidad de una conciencia sin mundo, tal como
palabra. Si bien su «punto de partida subjetivo es estar enamorado»41
aparece tanto en la Ilustración como en el romanticismo, las dos grandes
—como reivindica con justicia el principio de subjetividad del mundo
posibilidades que se le ofrecen al «amante moderno»37. Por un lado, el
moderno—, es el libre compromiso de formar un vínculo lo que distingue al
matrimonio como contrato, del que fácilmente se puede apoderar un amor del sentimiento o la pasión. Su arranque subjetivo puede ser la incli­
motivo de conveniencia económica o psicológica, y cuyo objeto resulta
nación afectiva o cualquier otra circunstancia casual, pero su objetividad
ser una cosa exterior individual, susceptible de ser enajenada, es decir,
consiste en el libre asentimiento «para formar una persona»42. Esta autoli-
una cuestión de interés sin interioridad. Por otro lado, la reivindicación mitación de la subjetividad, en la medida en que permite obtener una con­
de los «derechos del corazón», el sentimiento interior sin objetividad, sin
lazos jurídicos vinculantes. La relación ética del amor no pertenece al
34 Cfr. Pluin.. III. pp. 330 ss.
campo de la sensibilidad inmediata, ni se puede entender como un con­ 39 SM, III. p. 41.
40 Ásth.. XIII, p. 96; cfr. Phün.. 111. pp. 464 ss.
41 Cfr. Ásth., XIV, pp. 172 y 188; RechtsphU., VII. § 167, p. 320.
37 Cfr. Ásth., XIV, p. 184. 42 RechtsphU., VII. § 162, p. 310; cfr. Niirn-HeidSchr., IV, § 51, p. 265.
96 DANIEL INNERARITY H EG EL Y EL ROMANTICISMO 97

ciencia sustancial, es una verdadera liberación. Con palabras de una elegía como algo afirmativo. El amor crea y resuelve al mismo tiempo dicha con­
de Goethe: «el corazón se siente más libre en tan queridos límites»43. tradición: la soluciona en tanto que es una unificación moral»4546.
La concepción hegeliana del amor surge a partir de una reflexión moti­ La aparición del problema del amor constituye un momento de cambio
vada por las dificultades que dicha realidad ofrece para ser pensada desde los de dirección en el desarrollo del pensamiento hegeliano y una ruptura con la
supuestos de la filosofía de su época. ¿Cómo es posible conciliar el amor con filosofía de la época, de modo especial con la teología que se había elabora­
la idea de subjetividad autónoma, en la que reposa toda la legitimidad de la do siguiendo a Kant y que había sido el núcleo de su formación durante su
libertad moderna? ¿Es posible amar y seguir siendo un Yo? Sin duda, al acto estancia en Tubinga y Berna. Como un decidido kantiano aparece Hegel en
de darse a sí mismo contradice cualquier programa de emancipación, lo Francfort para ejercer el trabajo de preceptor que su amigo Hólderlin le
desconcierta y amenaza con detenerlo. Ni siquiera resulta fácil encontrarle un había conseguido. Pero el manuscrito del año 1797 titulado Moralidad,
lugar en la filosofía de la conciencia. Parece incluso contradecirse a sí amor, religión*** contiene un cambio brusco y significativo. Mientras que en
mismo, en tanto que acción de un sujeto que renuncia a serlo. Schelling la primera mitad del texto desarrolla una argumentación típicamente kantia­
había advenido esta paradoja y había tratado de encajarla con una afirmación na, la segunda mitad toma una orientación muy distinta. Aquí comienza a
poco comprometida: la esencia del amor es un misterio, pues presupone lo oponer a la libertad subjetiva de la razón práctica el amor, cuya más alta
contrarío de sí mismo, es decir, la separación y el desorden a partir del cual libertad consiste en unirse con su objeto. Este ideal de unificación parece
se producen la reunificación y la armonía44. Hegel intenta aclarar esta apoda poner punto final a la estrategia de separación que ha guiado a la conciencia
apelando a una instancia de consideración que no se detenga en las contradi­ a lo largo de la filosofía moderna. Con esta nueva consideración de la liber­
ciones. «El primer momento del amor consiste en que yo no quiero ser una tad, Hegel se sitúa en el contexto de una tradición de pensamiento distinta,
persona autosuflcicnte para mí y, si lo fuera, me sentiría indigente e incom­ ignorada por Kant, cuando no combatida fuertemente. La contraposición
pleto [...1. El amor es por eso una tremenda contradición que el entendi­ entre libertad subjetiva y objetividad, que había constituido el eje de la críti­
miento no puede resolver, pues no hay nada más duro que esa puntualidad de ca de Hegel en Berna, es sustituida por un ideal de unificación en virtud del
la autoconciencia que es negada, pero que ha de considerar esto, no obstante, cual la verdadera contraposición estaría definida por una objetividad muerta
y una objetividad vivificada. Este singular cambio de perspectiva supone
una renuncia al rígido planteamiento kantiano y la formulación de un nuevo
43 Goelhes Werke, 9, p. 163. horizonte para la acción humana: la ampliación de la subjetividad mediante
44 Cfr. Über das Wesen der menschlichen Freiheit, pp. 99-100 (ed. W. Schutlz, Suhr- la vivificación de la objetividad. Como ha sostenido Henrich4748,este repenti­
kamp, Frankfutt. 1975). Jacob Bóhme y todo el pensamiento cosmogónico y teosófico del no cambio no se explica más que por una modificación de las circunstancias
siglo xvill intentaron superar esta paradoja rehabilitando el mito platónico del andrógeno
(Banquete 189a- I93d). Mediante este recurso, el amor queda explicado a partir de una indi­
en las que Hegel se encuentra, especialmente su nueva relación con el círcu­
gencia ontológica — la perfección humana sólo sería alcanzable en la complemcntación del lo de filósofos que se había formado en Francfort en tomo a Hólderlin. y en
hombre y la mujer— pero de este modo quedaba desacreditada la noción de subjetividad. el que también era apreciable la influencia de Schiller y Jacobi. Sin duda,
Esto sería tanto como resolver una oposición anulado uno de sus términos. El plantea­ fue Hólderlin el primero que. después de haber sido discípulo de Fichte en
miento del romanticismo se puede entender como una crítica a esta solución inmediata en
Jena, dirigió una crítica implacable a la idea del yo absoluto como principio
que consiste la renuncia al principio de subjetividad. Así se puede interpretar, a mi juicio,
aquella idea de Hólderlin de que los que se aman están «en cumbres separadas» (cfr.«Pat- de la filosofía. En el amor se hace patente una pobreza y necesidad radical
mos». SiA, II. p. 165). La objeción de Schelling dice así: «si cada uno no fuera un todo, sino del yo. El éxtasis del amor muestra que el hombre no puede alcanzar su pro­
una mera pane de un todo, no existiría el amor. Pero existe el amor porque cada uno es un pia identidad a través de un proceso de introspección. «Nosotros no somos
todo y. a pesar de ello, quiere al otro y lo busca» (System der gesammten Philosophie und nada; aquello que buscamos es todo»4*. La reflexión es una operación que
der Naturphilosophie inshesondere. SW, 1/7, p. 409). La idea del amor como un misterio se
encuentra también en Novalis (Werke. ed. Minor. Jcna. 1907, IV, p. 202) y en Fran/. von
Baader ( Über ¡Jebe. Ehe und Kunst. Aus den Schrifien. Briefen und Tagebüchem. ed. H.
Grassl, M&nchen, 1935. p. 107). F. Schlegel te había dado otro nombre: ironía. «La ver­ 45 Rei htsphU., VII, § 158 Z. p. 308.
dadera ironía es la ironía del amor. Surge a partir del sentimiento de la ftnitud, de la propia 46 FrühSchr., 1. pp. 239-243 (Nohl, pp. 374-377).
limitación, y de la aparente contradición de este sentimiento con la idea de infinitud que 47 Cfr. Hegel im Kontext, Suhrkamp. Frankfurt, 1967, p. 63.
lleva consigo todo amor verdadero» (KA. X, p. 357). 48 Cfr. «Fragmenl von Hyperion», SlA, III, p. 184.
98 DANIEL INNERARITY HEGEL Y EL R O M A N T IC ISM O 99

separa, rompe y distancia hasta crear auténticos abismos. El yo que pretende En este punto desempeña un papel fundamental la ¡dea de espíritu
ser absoluto por medio de una reflexión que domine los objetos, se empo­ (Geist). Su formulación y desarrollo caracterizan el pensamiento de Hegel y
brece. Dado que el sujeto sólo puede ser pensado con relación a un objeto, permiten hacerse caigo de su originalidad fíente al contexto filosófico en el
la idea de un yo absoluto se convierte en algo sin sentido. El sujeto y el ob­ que recibió su primera formación. Este concepto resume la pretensión de
jeto sólo se pueden reconocer en su recíproca limitación. Esta unidad se re­ reconciliar las conlradiciones entre razón y sensibilidad, libertad y natu­
fleja, según Hólderlin. en la naturaleza; obtiene su representación en la raleza, amor e ¡pseidad, lo que había sido ya intentado por Herder, Schilier y
belleza y se alcanza en el amor. Hólderlin, sin demasiado éxito por cierto. La expresión espíritu caracteriza
Hegel recoge este ideal de una filosofía de la reconciliación y pone en a una realidad que está más allá de la subjetividad autoconsciente y que ten­
marcha su programa de liquidación del primado moderno de la reflexión. La dría la capacidad de reconciliar los antagonismos por ella producidos. Como
filosofía de la reflexión se ha caracterizado por producir cada vez más oposi­ categoría mitológica. el espíritu designa la capacidad de ser un sí mismo en
ciones, comenzando con una abstracta oposición entre el hombre y el mundo, la alteridad (bei-sich-selbst in Anderssein; Selbstsein ¡n einem fremdem). El
y acabando por interiorizar esa oposición que amenaza romper al hombre amor es un retomo reconciliado (die versiihnte Rückker) a sí mismo a partir
mismo. El amor y la vida impugnan esa dinámica de separación. «El amor de un otro53. Aquí se pone en juego una de las intuiciones fundamentales de
cancela la reflexión en una ausencia completa de objetividades, quitándole a Hegel: la relación consigo mismo debe pensarse de tal manera que incluya
lo opuesto todo su carácter ajeno (...]. En el amor lo separado subsiste todavía, al mismo tiempo el pensamiento de una relación con lo otro, y a la inversa.
pero ya no como separado, sino como unido»4950. El amor es, pues, un poder Esta intuición se ilumina tan pronto como tratamos de pensar la vida, la ver­
unificador que vincula de tal modo naturaleza y libertad, sujeto y objeto, que dad y el amor, en tanto representaciones del espíritu. En ellas se supera la
cada uno de ellos mantiene su especificidad a la vez que se encuentra relacio­ categoría lógica de oposición. «La verdad es algo libre, que no dominamos
nado con el otro en una unidad inseparable. «Aquello que amamos no es para ni nos domina („.|. Aquello de lo que se depende no puede tener la forma de
nosotros algo opuesto, sino que está unido a nuestro ser, sólo nos vemos en él, una verdad»54. Esto es precisamente lo que acontece en el amor. No es una*34
pero es algo diferente de nosotros: un milagro que no llegamos a compren­
d en ^1. Hegel encuentra así la tan buscada síntesis entre el aumento de libertad 53 Cfr. M ili., XIV. p. 155; SystSin.. p. 25.
y la superación de una objetividad legal extraña. «La ley no puede reconciliar, 34 FriiliSchr., I. p. 288. Esta misma libertad del espíritu se expresa en la vida y en el
pues domina siempre con su terrible majestad y no se deja abordar por el conocimiento verdadero. La constitución moderna de la subjetividad, para la cual entender
amor»51. Frente a una ética de la obligación, el amor se sitúa por encima de la significa dominar, hizo irreconocibles estos ámbitos de la realidad o, al aplicar sus categorías,
contribuyó a hacer imposibles determinadas experiencias. Esto es precisamente lo que Hegel
abstracta contraposición entre la heteronomía y el solipsismo. El amor es la
—bajo la influencia de Jacobi, con toda probabilidad— intenta evitan el espíritu consistirá
virtud sin sumisión ni dominio; escapa a la férrea aplicación de dichas catego­ para él en el carácter no reducible a la subjetividad de las relaciones vitales, interpersonalcs y
rías y se sitúa en un espacio que no viene definido por ellas. En él son supera­ cognoscitivas. La modernidad —al igual que ocurrió con el amor— ludria probletnatizado la
das todas las antinomias kantianas. Querer supone la liquidación de las vida Un modo de pensar asentado sobre la oposición es incapaz de hacerse cargo de la uni­
oposiciones. El amor «excluye todas las oposiciones; no es entendimiento, cu­ dad. Una praxis autoafirmativa contiene una fuerza desgarradora que conduce a la muerte. La
vida presupone ciertamente oposiciones y diferencias, pero los elementos de la oposición
yas relaciones siempre toleran que la multiplicidad siga siendo multiplicidad,
deben ser entendidos a partir de un lodo. Ésta es una idea clave para entender el pensamiento
y cuyas uniones son oposiciones. No es razón, que opone sin más su de­ hegel ¡ano. Lu vida sólo resulta comprensible cuando la oposición de los seres vivos entre sí y
terminar a lo determinado; no es nada limitador, nada limitado, nada finito»52. la unidad orgánica en cada uno de ellos son pensadas desde una totalidad orgánica que. a su
El amor recupera aquella infinitud que la autodeterminación parecía prometer, vez, carece de existencia propia fuera del proceso de los seres vivos (cfr. D. Henrich. Hegel
pero que de hecho hacía inalcanzable. im Kontext, p. 36). La vida es para Hegel unidad y pluralidad, reconciliación de las oposicio­
nes. Vivir es un poder establecer relaciones {ách verhallen kiinnen) y no una mera afirmación
de identidad en un contexto variable. La vida —se dice en el Systemfragment de 1800— es
49 Nohl. p. 379. unidad de la unidad y de la no-unidad (cfr. FrüliSchr., I, p. 422). Es una representación del
50 FrühSchr., I. p. 244. espíritu en la medida en que logra la unidad de lo distimo; ni mera yuxtaposición, ni aniquila­
51 Nohl. p. 392. ción de realidades autónomas. Este nuevo punto de vista tiene una especial significación
52 íd.. p. 379; cfr. id., p. 388. Citado según la reconstrucción de las dos versiones exis­ como presupuesto para una renovada consideración de la libertad, que exige superar el mode­
tentes del manuscrito por Ch. Jamme en Hegel Siudien, 17 (1982), pp. 9-23. lo de la autoafirmación. La plena unidad de sujeto y objeto es una condición de la libertad.
1(K) DANIEL INNERAR1TY HEGEL Y EL ROMANTICISMO 10 1

casualidad que Hegel ponga en relación estas dos experiencias. La filosofía En él, «lo separado subsiste aún, pero ya no como separado, sino como
moderna había perdido de vista aquella similitud antigua —de raíz bíbli­ unido». Unilateralidad significaría en este contexto acción controlada y dirí­
ca— entre amar y conocer. Tal coincidencia ya no resulta plausible cuando gida a la afirmación personal. Pero el amor no es un contrato de alquiler ni
conocer es equivalente a objetivar. En un escrito del año 1775 Herder pare­ un acto de benevolencia, como tampoco un espacio de juego para el encuen­
ce exigir su recuperación: «el amor es el conocimiento más noble»*55. «No tro ocasional de dos personalidades autónomas. Dicha reciprocidad no es el
se conoce sino lo que se quiere», advierte también un conocido aforismo de resultado de un intercambio, sino el presupuesto para la constitución de una
Goethe. Y en esta misma línea discurre la reflexión de Hólderlin en el frag­ subjetividad: el nuevo sujeto que surge de una superación de la propia volun­
mento Über Urtheil uncí Seyn: «allí donde sujeto y objeto están sencilla­ tad. Ahora es posible hacerse cargo de por qué el amor no puede consistir en
mente unidos, y no sólo en parte, unidos hasta el punto de que no se puede un contrato civil ni en un mero sentimiento. «Sólo en el amor se es uno con
practicar división alguna sin herir la esencia de aquello que debe ser separa­ el objeto, ni se domina ni se es dominado»5*. El poder del amor es el poder
do, allí y sólo allí puede hablarse de un ser en sentido propio, como es el de la unificación. Esto no se puede comprender desde la filosofía de la con­
caso de la intuición intelectual»56. Desde esta perspectiva se puede in­ ciencia, para la que está prohibido el abandono de la propia subjetividad.
terpretar el sentido del escrito hegeliano acerca de la Differenz y la crítica de Pero el amor supera cualquier reciprocidad de prestaciones, que es la re­
la concepción del conocer como un separan la realidad del conocimiento es lación más estable que una conciencia emancipada está en condiciones de
una relación, no existe ninguna verdad de la reflexión aislada57. Pero no constituir. La voluntad de poder es ciega ante la verdadera experiencia del
basta con apelar vagamente a una etimología, ni postular el valor de una amor. Sólo puede construir simulacros, obrar «como si». El amor está conde­
realidad perdida: hay que fundamentar los supuestos a partir de los cuales nado a desaparecer cuando el único vínculo que establece es la satisfacción
sea posible entender las relaciones del hombre con el mundo de una manera recíproca de necesidades* 59. El amor no es una relación entre soberanos ni
no dominaliva. Precisamente la concepción hegeliana del amor intenta abrir una división de poderes. «De tal modo que quien ama no existe para sí. no
un marco de intersubjetividad donde la entrega, la gratitud y la donación vive para sí ni se preocupa de sí mismo, sino que encuentra la rafe de su exis­
obtengan un sentido que no contradiga la realización del yo. Mas para ello tencia en otro y, no obstante, en ese otro encuentra completamente su propio
debe ser revisado el principio de autonomía. goce; es aquí donde se expresa la infinitud del amor»60. En esta considera­
La característica distintiva del amor es la reciprocidad, la entrega mutua. ción completa del otro se alcanza verdaderamente aquella riqueza que la
El amor no hace nada unilateral. «El amor es un recíproco tomar y dar» que Ilustración esperaba como resultado de un proceso de autodeterminación y
«excluye todas las oposiciones» y «cancela la reflexión en una ausencia que el romanticismo había fijado en la aspiración por la infinitud y en la in­
completa de objetividades, quitándole a lo opuesto todo su carácter ajeno». terioridad subjetiva.
Todo lo anterior nos permite comprender un poco mejor qué es lo que
Sólo et hombre tiene la capacidad de transformar las relaciones objetivas en instrumentos para Hegel quiere decir al subsumir el amor bajo la categoría del espíritu. Esto
su determinación subjetiva. En relación con la vida, el concepto de espíritu remite al hecho de significa que el amor sólo se constituye como tal en el matrimonio y la fami­
que la unidad de la vida es tarea de una acción libre y no resultado de una ciega necesidad
lia, donde acontece la transformación plena de la persona para-sí en miembro
natural. Pero esta libre unidad no es alcanzable por medio del dominio unilateral. «En la rela­
ción vital, sólo existe libertad en la medida en que se tiene la posibilidad de superar la mera de una comunidad moral61. El amor supone la donación de la temporalidad.
relación a sf mismo y establecer vínculos con otros. Esto significa abandonar la concepción de
la libertad como un factor ideal, como indeterminación» (JenSrhr., II. p. 83). El ser vivo se
caracteriza por ser capaz de mantenerse como unidad en unas condiciones objetivas. Peto esa 5* íd.. I, p. 242. Hegel utilizará en las Lecciones sobre estético de los aílos veinte las
unidad es el resultado de un proceso de mediación entre el medio y el sujeto. Por ello puede expresiones *Verlorensein des BewufStseins*. « Uneigennützigkeit», «Selhstlosigkeit» y
decir Hegel que la vida es la primera representación de la libertad. «Vergessenheit» para designar el requisito que exige la constitución del sujeto del amor (cfr.
55 Vom Erkennen itnd Empfinden der menschlichen Serle, en J. G. Herder. Sámtliche Asth., XIV, p. 183). «La verdadera esencia del amor consiste en superar la conciencia de sf
Werke, ed. B. Suphan, Berlín, I88S. VIH, p. 200. «El amor es la más alta razón» (id., p. mismo, olvidarse en otro yo y, no obstante, sólo en ese perderse y olvidarse, tenerse a sf
202). La ¡dea de una analogía entre la razón y el amor es un pensamiento que aparece muy mismo y poseerse» (fd.. p. 155).
tempranamente en Hegel (cfr. F rü hS ch r I. p. 30). 59 Cfr. Rechtsphil.. V il. § 33 Z. p. 91; SystSitt.. p. 43.
^ S rA . IV, p. 216. 60 Ásth.. XIV. p. 183.
57 Cfr. FrühSchr., I. pp. 30 y 95. 61 Cfr. Rechtsphil., VII, $ 158. p. 307; Nürn-HeidSchr., IV. § 49. p. 264.
1 0 2 DANIEL INNERARITY HEGEL Y EL R O M A N T IC ISM O 103

la entrega de toda la diversidad y variedad del alma (alie Mannigfaltigkeit funda que la libertad sin memoria de la pasión, tan encendida como fugaz.
der Seele). Se trata de un regalo recíproco del tiempo y del azar, como Sólo quien no se haya rendido a la pobreza de una libertad inmediata puede
corresponde a la condición temporal del hombre. El don más valioso que ver en el compromiso y en el tiempo enemigos de la libertad.
cabe ofrecer es la entrega del propio futuro. El amor es una historia, no un Pero la subordinación de la pasión al amor es entendida por Hegel
acontecimiento. Todo compromiso entre personas incluye el regalo de lo como un desiderátum, en la medida en que su contingencia no puede ser del
imprevisible que el tiempo lleva consigo y la confianza mutua de que es todo superada. «El matrimonio debe ser indisoluble, pero también ha de
posible mantener la subordinación del tiempo a la libertad de una decisión. quedarse únicamente en este deber ser»66. En última instancia lo único real­
«Confianza es identidad de la persona, de la voluntad, del ideal, en la contin­ mente indisoluble es el Estado, y todo lo que no está mediado por él es
gencia del azar (bei Verschiedenheit der ZitfalligkeiílP1. Lo que accede al casual y contingente. Esta ambigüedad refleja una cierta vuelta a la concep­
amor es un carácter, una individualidad viva, no una sustancia completa o ción de la familia como instrumento de socialización. Esta subordinación
una personalidad lograda; los que se aman son un silogismo incompleto6 263. Ni resulta lógicamente inevitable cuando se sostiene que el Estado es la me­
Kant ni los románticos habían conseguido deducir del amor ninguna obliga­ diación por antonomasia, es decir, que sólo en él encuentran su plenitud los
ción. La configuración jurídica del matrimonio estaba pensada desde la precarios vínculos que forman el tejido de la sociedad civil.
categoría de la subjetividad. Por eso resultaba imposible integrar el cuerpo y
el espíritu en un compromiso. Para Kant, el amor resultaba demasiado ex­
terno al yo; para los románticos, demasiado interior. En ambos casos, incapaz 4. AMOR Y SOCIEDAD MODERNA
de configurar una biografía, es decir, de extender la libertad en el tiempo.
Goethe describió así esta imposibilidad de abarcar el tiempo que padece el | En términos generales, la filosofía moderna se había originado a partir
amor entendido como pasión: de una serie de experiencias de la conciencia que tienen en común un movi­
miento de separación, autoafirmación, reclusión y distanciamiento: el domi­
¡Ah, (c conozco. Amor, como cualquiera! nio científico-técnico sobre la naturaleza, la experiencia del conflicto social,
Tu anlorcha que en la oscuridad nos ilumina.
la búsqueda de una certeza subjetiva en un contexto de cambio y oscuridad,
Mas pronto nos llevas por intrincadas sendas:
entonces es cuando necesitaríamos tu antorcha y, la afirmación de la propia identidad frente al caos exterior... Toda su estrate­
¡ay!, la muy falsa se apaga646
.
5 gia estaba orientada a salvaguardar, proteger y afirmar un núcleo subjetivo
inamovible frente a una corriente exterior (el mecanismo natural, las co­
Hegel adopta un punto de vista diferente. El derecho del amor consiste nexiones históricas, la subordinación política), que solamente ofrece un ros­
en garantizar la sustancialidad de la familia, su unidad frente a las contingen­ tro amenazante, hostil e inhóspito. La conciencia moderna sólo se pudo
cias externas. Contra ella no se pueden hacer valer derechos, como el de una formar a partir de una victoria El gran mérito de Hegel consiste en haber
cláusula restrictiva o el azar de la pasión. El matrimonio ha de ser indisoluble llamado la atención sobre la necesidad de recoger la otra dimensión de la li­
porque persigue un fin sustancial «en la comunidad de toda la existencia bertad: aquella que se pone de manifiesto en la experiencia del perdón, en el
individual»63. De esta manera concluye Hegel su intento de armonizar el sentimiento de pertenencia en la necesidad de arropamiento o en la nos­
derecho y la pasión, a través de la idea de un deber que surge desde la liber­ talgia por arraigar en un espacio objetivo. El amor y la amistad son el cami­
tad. Se trata de una libertad capaz de extenderse en el tiempo, más humana no de acceso —prohibido por la filosofía de la conciencia— a este lugar del
que la memoria sin libertad que caracteriza al derecho positivo, y más pro- sentido y la significación. La libertad de la que se disfruta en esta tierra
prometida contiene un momento de descentramiento de la subjetividad,
inconcebible para un proyecto emancipador. La más alta libertad exige la
62 h'rúhSchr I. p. 254; cfr. JenSysl., III. p. 2 4 1.
63 Cfr. JenSysl.. III. p. 218. superación de la particularidad. La reconciliación del amor no es la li­
M VenezUmische Epigramme. 5. p. 392. beración que se alcanza sometiendo todo aquello que pudiera ser un motivo
65 Rechnphil., VII, § 163, p. 313. Sobre la indisolubilidad del matrimonio cfr.
FrühSchr:. I. p. 329; Nürn HeidSchr., § 49, p. 264; R ethuphil., V il, $ 159, p. 308: § 163 Z.
pp. 314-313; § 180. p. 336; £nz.. X. § 319. pp. 320 y 329. 66 Rechtsphil., Vil, § 176. Z. p. 330.
HEGEL Y EL ROMANTICISMO 16 9 1 7 0 D A N IE L IN N E R A R IT Y

se refugian los valores que han sido expulsados de la sociedad civil. Pero la quívoca significación. En el decenio posterior a 1789, el régimen salido de
crítica de la ¿poca no hacía sino despertar las expectativas de una futura «era la revolución desplegó todas las posibilidades de acción que se ofrecen de
dorada» en la que habrían de reconciliarse lo finito y lo infinito. manera inmediata a la subjetividad moderna y ensayó todos los modelos
Algunos de estos términos aparecen precisamente en los primeros esenciales de democracia, principalmente dos: la revolución en favor de un
escritos de Hegel. Schelling y Holderlin. Es cierto que Hegel se dis­ Estado constitucional (1789-1791) y la revolución contra el Estado constitu­
tinguía de sus compañeros por carecer de influjo pietista. Para un hijo de cional (1792-1794). La aparición del terror tiene una significación ambigua:
funcionario de la capital podría incluso resultar incomprensible lo que por un lado, aparece como una falsificación del impulso revolucionario de
formaba parte de las convicciones religiosas de los provenientes de abolir la arbitrariedad y configurar las relaciones políticas desde el primado
pequeñas aldeas del campo. Pero la idea de libertad como Versdhnung del derecho; por otro lado, parecía ejercerse con buena conciencia, como
debe más a la aspiración religiosa de reconciliación que al ideal moderno desarrollo de la idea de soberanía, y en estricta continuidad con el impulso
de subjetividad autónoma. Y, aunque la posterior evolución del pensa­ de subversión contra toda formalidad. Si desconcertante era que la revo­
miento hegeliano parezca alejarse de estos ideales, ¿no cabría interpretar lución devorara como Saturno a sus propios hijos, no menos insatisfactoria
la síntesis dialéctica de la libertad —el gnosticismo político de su con­ resultada la exigencia de detener un proceso de afirmación de la soberanía
cepción del Estado como realización de la libertad— como una teoría del humana sobre toda objetividad. Que constitucionalistas y jacobinos invoca­
cumplimiento ¡ntramundano de aquellas expectativas escatológicas? ran la misma legitimidad era una señal de la ambivalencia de la idea de
En la comprensión idealista de la revolución se advierten la grandeza y revolución y de la necesidad de configurar el orden postrcvolucionario a
la ambivalencia de la idea de libertad que alienta los primeros pasos del partir de otros principios.
pensamiento de Hegel. Schelling y Holderlin. El proyecto de rectificar sus­ La decepción de las expectativas de emancipación es la experiencia
tancialmente la mera emancipación es una empresa cuya necesidad histórica clave que pone en marcha una nueva orientación en el pensamiento polí­
y valor filosófico están fuera de toda duda. Pero la valiosa intuición de que tico e impulsa la exploración de otras fórmulas de organización social. El
la libertad sólo es posible si su contexto también lo es —si el espíritu objeti­ terror es el núcleo de esta experiencia que marca una auténtica cesura en
vo es obra sólo de la libertad— llevará al idealismo a una acentuación de la la filosofía del idealismo alemán. No es ninguna exageración decir que la
exterioridad de la libertad que resulta insatisfactoria. El idealismo alemán aporía de una emancipación insatisfecha está en el origen de una noción
no se detuvo ante los límites de toda teología política. No quiso resignarse a tan esencial para el idealismo como la de mediación, en tomo a la cual se
que el espíritu objetivo se mostrara difícilmente penetrable en todos sus ex­ articula una crítica de la idea moderna de subjetividad y de la libertad en­
tremos por la libertad. Pero la realización política de la libertad participa tendida como autodeterminación.
siempre de la fínitud de todo proyecto histórico. Y, mientras la libertad total Como es lógico, la derivación de la revolución hacia el terror obligaba a
sea un valor que no se compadece con ninguna concreción finita, todavía pensar las cosas de otra manera. En Alemania se extendió una actitud de
tendrá sentido mantener una cierta reserva de la libertad subjetiva frente al repulsa, confirmación para unos de que la revolución como tal era un
todo social, hacer imposible la satisfacción absoluta con un estado de error, preocupación para quienes veían en ello una dificultad más para que
hechos y dar cauce a la rebelión y la protesta. Gracias a que toda realización los ideales revolucionarios prendieran a este lado del Rin. En uno y otro
de la libertad es finita, puede mantenerse la diferencia entre exterioridad y caso, la revolución como tal quedaba seriamente dañada, su realización
autodeterminación que la hace posible. Y, en último caso, su infinitud con­ práctica desacreditada y el concepto de libertad que le servía de apoyo se
siste en la resistencia a aceptar como definitiva una de sus expresiones. problematizaba. La alternativa ya no consistía en estar en contra o a favor
(esto último mucho menos, desde luego), sino en pensar una forma de
libertad que no conduzca a su propia destrucción. Para la idea de libertad
2. LA LIBERTAD ABSOLUTA O EL TERROR como elevación y unificación esbozada por el primer idealismo el terror
La recepción subjetiva de la revolución no es unívoca, sino que depen­ resulta inaceptable. El problema que se plantea es si el movimiento mismo
de de la trama de expectativas e intereses desde la que se contempla. Pero es de emancipación puede conducir a la constitución de una totalidad moral
que tampoco la revolución fue un acto único, acotable en el tiempo y de ine- y armónica, si la armonía originaria puede ser establecida por nosotros
HEGEL Y EL ROMANTICISMO 171 1 7 2 DANIEL INNERARITY

mismos, sin que por ello se imponga «la parte peligrosa, omnívora, despó­ ción contra toda forma de autonomía ajena, en una intransigencia fanática
tica del hombre»41. ante cualquier alteridad. El sujeto que ha alcanzado de este modo lo que
La noticia del terror causó en la filosofía alemana una profunda de­ considera una liberación no soporta sustancias a su alrededor y hostiga toda
cepción. Adquirió la forma de una indignación ante los acontecimientos sin forma de resistencia a la asimilación: «cancela toda diferencia y todo subsis­
que ello pusiera en cuestión los ideales traicionados. «Hubiera podido llegar tir de la diferencia»50. «Sólo le queda el obrar negativo; no es más que la
a ser algo grande y nuevo!...)»44, recuerda F. Schlegel con un acento de nos­ furia del desaparecer»51, «la furia de la destrucción»52. El terrorismo político
talgia en el que se advierte una esperanza que los hechos no han conseguido resulta así la otra cara del nihilismo teórico.
borrar por completo. Hegel no se ahorra calificativos para despreciar estos La dialéctica de la revolución consiste en que el sujeto que busca su
procedimientos y habla de la «vileza de los robespierristas»45. Hólderlin cali­ identidad despojando a lo real de cualquier sentido inmanente termina entre­
fica a Marat de «vil tirano»46 y aprueba como justa la ejecución de Robespie- gado a la mas cruda irrealidad. ¿Qué puede haber más ficticio que una
rre47. Pero, entre los idealistas, este desencanto no arrojó ninguna sombra de voluntad general, una vanguardia o un sujeto revolucionarios? A la destruc­
duda sobre la reivindicación de libertad; contribuyó, eso sí, a perfilar el ción de la ontología le acompaña la caída del sujeto en el reino de la ficción;
nuevo principio de libertad como unificación y reconocimiento que había de a la aniquilación de todo sentido exterior sigue la pérdida del sentido inte­
sustituir a la ya desacreditada libertad que se suponía resultado de un movi­ rior. El propio Hegel pone en conexión la locura y la exasperación revolu­
miento de desvinculación. cionaria en tanto que formas de obrar negativo53. La destrucción revo­
La fenomenología hegeliana del terror gravita sobre dos ejes: la ra­ lucionaria de cualquier género de relación tiene en común con la locura el
cionalidad abstracta y el desierto ontológico. Hegel rastrea las causas que desvarío de un sujeto que no es capaz de verse reflejado —de re-conocer­
han contribuido a la constitución de este sujeto absoluto en la filosofía se— en nada real. Ambas son una forma de escisión entre el yo y lo real,
moderna y advierte en ella una conciencia de la libertad pura que no es más que trata de recomponerse volviéndose rabiosamente contra la realidad. La
que el resultado de un proceso de desvinculación. La libertad subjetiva ha subjetividad, elevada al Comité du salta public universel, es ciega ante su
sido dialécticamente alcanzada en virtud de un proceso de destrucción de propia enfermedad. El enloquecimiento furioso de la individualidad se debe
todo lo fijo. «La puré raison», «la seule raison» de Mirabeau sólo es un pro­ a una incapacidad de reconocerse en lo presente que impulsa la evasión en
ducto negativo, y esta negatividad esencial forma también parte de su acción el futuro o en el pasado. Futurismo revolucionario y tradicionalismo son las
exterior. El terror es la esencia negativa de esta libertad. Nos encontramos dos patologías que suigen con la pérdida del sentido de lo contemporáneo.
ante la más profunda rebelión contra todo lo que pretende hacerse valer La tesis de Hegel es que la realidad de una existencia histórica desgarrada
como poder extraño a la conciencia. La razón no ha problematizado aún esta no puede ser reconducida a la unidad por una racionalidad abstracta. Cuan­
capacidad de destrucción48. «Esta sustancia indivisa de la libertad absoluta do lo unilateral —ya sea el sujeto o el objeto aislados, el futuro o el pasado,
asciende al trono del mundo sin que poder alguno le pueda oponer resisten­ la emancipación o el orden— se concibe como absoluto, el intento de reali­
cia»49. El terror es un vaciamiento ontológico consistente en someter la reali­ zar la unidad sólo puede tener la forma de una constricción. A esto se debe
dad a las normas de la razón y consagrar así su dominio sobre la alteridad el que tanto el progresismo revolucionario como el tradicionalismo restaura-
natural e histórica. La libertad absoluta del yo se convirtió en una conspira- cionista adopten necesariamente una praxis política autoritaria. Ninguno de
ambos está en condiciones de configurar un entramado político que asegure
lo que gracias a la revolución ha entrado en la historia.
45 Hólderlin, «Fragmenl von Hyperion», SiA. III. p. 163.
La acción que surge de esta ruptura es el fanatismo, la destrucción de
44 KA, XIX. p. 14.
45 Carta a Schelling del 24 de diciembre de 1794. Cfr. JenSchr., II, p. 546: Rechlsphil.,
Vil, S I IR, p. 219: PhilGesch., XII. pp. 332,431. 507,533; PhilRel., XVI, p. 246.
46 Cfr. SlA, VI, p. 28. x Id., p. 437.
47 Cfr. id., p. 132. 51 íd.,pp. 435-436.
48 «[...] sie ist mil ihrer Zerstórung gewifi» (GeschPhil., XX, p. 291). Cfr. la crítica de 52 Rtchtsphil., VII. § 5. p. 50.
Jacobi a este concepto de razón pura en Werke, II. p. 519. 53 Cfr. £>12.. XX, p. 177. También Kunt había visto una forma de locura en el empleo con
49 Pitan., III, p. 433. vistas a fines buenos de medios que les son completamente opuestos (cfr. Ak., VIII, p. 336).
HEGEL Y EL ROMANTICISMO 173 1 7 4 DANIEL INNERARITY

lo concreto en nombre de una abstracción54. La libertad abstracta es de­ fruto porque estará solo, como nosotros, que... ¡oh. sacad a vuestros hijos de
solación y violencia contenida. Hegel vio las consecuencias totalitarias la cuna y arrojarlos al río, al menos para sustraerlos a vuestra vergüenza!”
de una voluntad pura que se constituye como principio de acción. Para el [...] “¡No, no! ¡No se pregunta si queréis! ¡Vosotros, esclavos y bárbaros, no
moralista la realidad carece de significado moral. Se encuentra ante una queréis nunca! Tampoco se pretende mejoraros, ¡no tendría sentido!; sólo
facticidad sin sentido y toma partido por el sentido contra la realidad. El pretendemos ocupamos de que no impidáis la marcha triunfal de la humani­
fanatismo es una declaración de guerra contra la realidad en nombre de dad. ¡Oh. que me enciendan una antorcha, que quiero quemar las malas
lo que debe ser. El que exista algún valor es algo que depende exclusiva­ hierbas del monte! ¡Que me prepare alguien la azada, que voy a arrancar de
mente de su acción y por eso no encuentra ningún límite moral en la con­ la tierra las cepas inútiles! (,..| Mi alegría está en el futuro.”» Otro personaje
secución de su objetivo: pues ese objetivo es, precisamente, constituir la revolucionario añade: «“Si nadie quiere habitar lo que nosotros construi­
moral. Su fracaso sería el peor de los males, dado que el mundo, tal como mos. no es culpa nuestra, ni nos molesta. Hemos hecho lo que teníamos que
es, es el peor de los mundos posibles. El terror se encuentra por tanto hacer.”» Hiperión es seducido por el cuadro de intenciones y no exige argu­
como una posibilidad contenida en la realidad alienada del mundo mo­ mentos; se compromete en tan generosa empresa e inicia la marcha. Su esta­
derno, acompañando a la irresuelta escisión entre el ser y el deber. Es una do de ánimo podría resistir cualquier desaliento que la turbia realidad le
de las formas del «ateísmo del mundo moral» que despoja a la realidad sugiera al oído, como una tentación de traicionar los ideales. «“¡Oh cielos y
de todo vestigio divino. La categoría hegel iana de mediación apunta a tierra —exclamé—, esto es alegría! Estas son otros tiempos, éste no es el
resolver esta polarización entre la realidad y el sentido, denominador tono de mi siglo pueril, éste no es el suelo donde el corazón del hombre
común de toda una patología de la subjetividad que engloba tanto al cíni­ jadea bajo la fusta de su arriero. ¡Sí! ¡Sí, con tu alma magnífica de hombre,
co que se rinde ante el poder de los hechos, como al fanático del deber tú y yo salvaremos a la patria!.”» Pero su entusiasmo no es tan ciego como
abstracto que no alcanza nunca su objeto. para impedir un pavoroso descubrimiento: el discurso que le había seducido
Hay un bello pasaje de Hyperion en el que Hólderlin describe su en­ no estaba exento de rencor. «Había un profundo despreció en sus labios. Se
cuentro con el fanatismo55. Se narra la trama de una conspiración para cam­ notaba que aquel hombre no podía ocuparse de nada de poca importancia»
biar el mundo. Alabanda personifica la figura del revolucionario de seguras La sublimidad de un ideal no puede estar en función de su aislamiento de la
convicciones y conciencia intachable. Con encendida palabra expone toda finitud. Hay una trampa escondida en un valor cuya sublimidad procede de
una serie de nobles intenciones: se trata de una conjuración para mejorar al la difamación de toda existencia limitada. Pues, si la realidad no tiene senti­
mundo, salvar a la patria de la decadencia, hacer del Estado una escuela de do, tampoco el sentido tiene realidad. Los ideales forjados por oposición a
moralidad, edificar una nueva iglesia... Alabanda —comenta Hiperión— es lo real no pueden lamentar su falta de realidad. La decepción adquiere tonos
«un acusador ardiente, el más severo y terrible» cuando habla de «los peca­ patéticos: «me sentí como una novia que se entera de que su amado vive en
dos del siglo. ¡Cómo despertaba entonces mi espíritu desde sus profundida­ secreto con una prostituta». Pero la desilusión se convierte en experiencia y
des! ¡Cómo se me venían a los labios las palabras como truenos de justicia aviso. «El hombre ha hecho del Estado un infierno siempre que lo ha queri­
inplacable! Como mensajeros de la Némesis recorrían nuestros pensamien­ do convertir en su cielo.» Hiperión se da cuenta de que la indignación ante
tos la tierra y la limpiaban hasta que no quedaba sobre ella rastro alguno de la injusticia puede reproducir el mal que tan fogosamente dice combatir. Por
maldición. También convocábamos al pasado ante nuestro tribunal.» Ala- eso reprocha al fanático revolucionario: «“Me parece que concedes dema­
banda no ahorra calificativos para describir el objeto de su severa crítica. siado poder al Estado.”» En esta figura, el poeta critica el subjetivismo de
«“Cuando contemplo a un niño, —exclamó— pienso lo ignominioso y co­ Kant y de Fichte que opone sin más el ser al deber, por lo que no escapa a la
rruptor del yugo que ha de llevar y que vivirá en la indigencia, como noso­ trágica conversión de las intenciones abstractas en realidades perversas. El
tros, que buscará a hombres de verdad, como nosotros, que preguntará, mundo poético de Holderlin formula de este modo la aspiración de superar
como nosotros, por lo bello y lo verdadero, que acabará por pasar sin dar la ruptura entre el ser y el deber como la nueva tarea que los hombres tienen
que resolver en el futuro.
En todo fanatismo hay algo de lo que Jacobi había llamado el terro­
54 Cfr. PhilGesch., XII, p. 43\\GeschPhil., XX. pp. 331-332. rismo del imperativo categórico, una deducción inmediata de la idea de
55 StA, III, pp. 27-35.
HEGEL Y EL ROMANTICISMO 175
1 7 6 DANIEL INNERAR1TY

deber que en lugar de recoger y unificar las aspiraciones nobles — la ape­ mera casualidad. Una voluntad avasalladora no puede soportar ni crear
lación de sentido que se esconde en toda realidad— las sojuzga en una nada con existencia independiente, pues entonces dicho objeto se opon­
orden ciega y sorda. Todo vestigio finito de sentido enmudece ante las ra­ dría a la autoconciencia. La Nation convertida en sujeto se constituye
zones de lo que se presenta como incondicional. El término «virtud» como vigilancia continua para impedir que surgan objetos autónomos.
había adquirido en la época del terror una connotación amenazante por­ Pero el efecto social del miedo es la atomización, la pérdida de confianza
que la pureza de la intención se había convertido en una praxis de depu­ que se enquista en una búsqueda de seguridad al margen del todo social.
ración. Cuando Hegel califica a la muerte sembrada por el terror La paradoja de este fenómeno consiste en que el poder revolucionario no
revolucionario como «la muerte más fría, más insulsa, sin más significa­ soporta que los sujetos aislados se constituyan al margen del todo, pero a
ción que la de cortar una cabeza de col o la de beber un sorbo de agua»56, la vez provoca un dinamismo de privatización. El significado dialéctico
está llamando la atención sobre la inmediatez con la que se despliega el del terror estriba precisamente en la furia con la que se revuelve contra la
deber sobre la finitud. El asesinato resulta trivial, es decir, no problemá­ particularidad que él mismo ha desarticulado.
tico, porque su necesidad se deduce directa e inmediatamente de un valor El fracaso de la emancipación revolucionaria consiste en su incapaci­
absoluto. Lo banal es que esa derivación no sea entendida como algo pro­ dad de superar la negatividad. Una afirmación puramente especulativa de
blemático, discutible y necesitado de una justificación. La evidencia y el la libertad está condenada a carecer de realidad. El prejuicio de que todo
convencimiento se ahorran todo tipo de formalidad. Y ésta es precisa­ contenido es una restricción de la libertad conduce a la paradoja de una
mente la esencia del terror: la imposibilidad de saber a qué atenerse, el libertad vacía y sin sustancia, compatible con el imperio de la más abso­
exceso de convicciones y la falta de convenciones, el vacío de mediación luta necesidad. El problema que había pretendido resolver la revolución
entre la teoría y la praxis. era el de la penetración de la sustancia (la realidad espiritual en forma
La furia destructiva que revela el fracaso de la libertad absoluta ha alcan­ objetiva) y la autoconciencia59, pero el hecho es que ha agudizado esta
zado su negatividad más sofisticada en la loi des suspeas. Si bien es cierto separación. El sujeto sigue careciendo de contexto objetivo en el que
que la coite de cualquier tirano ha presenciado la ejecución de personas bajo reconocerse. La revuelta de la subjetividad contra lo objetivo era tan sólo
sospecha, el gobierno revolucionario ha llegado más lejos, castigando a la el momento de la rebelión contra lo que le resultaba extraño y opaco,
voluntad refractaría o. simplemente, a la voluntad tibia, como proponía Saint como paso necesario para posibilitar que la libertad configurara un ámbi­
Just en su célebre discurso del 10 de octubre de 1793. El gobierno, converti­ to en el que poder expresarse, no el cumplimiento de la revolución. La
do en facción, ha hecho de la inactividad un motivo de sospecha. Una volun­ emancipación verdadera sólo se puede alcanzar mediatamente. No es un
tad general falsificada —pues su generalidad es abstracta, no real— tiende a regalo inmerecido ni el resultado de un decreto de la voluntad: la con­
ver en toda diferencia una contraposición. Donde sólo hay intención —es ciencia debe alienarse, recoger en sí el desarrollo de las oposiciones, si es
decir, «voluntad irreal»57— imagina una conspiración real: la sospecha uni­ que quiere obtener una libertad real, es decir, una libertad capaz de confi­
versal es la política que corresponde a la desamortización ortológica. La gurar un espacio de acción.
mala conciencia de una voluntad general particularizada se revuelve contra De este modo, lo que parecía acabar con las esperanzas inmediatas se
todo lo que tenga apariencia de particularidad. Peto con ello persigue un convierte en un estímulo para insistir en la idea de libertad que está en el ori­
pecado por ella cometido. Paradójicamente, una voluntad que no admite gen del idealismo alemán. ¿Qué otra cosa podía parecerle más opuesta a la
diferencias declara la guerra a la indiferencia real. Vereimgimsphilosophie que la guillotina como símbolo de la fría separación?
La fenomenología hegeliana de la voluntad revolucionaría concluye Por este motivo, las aporras de la libertad absoluta no cuestionan el valor de
con la tesis de que en la incapacidad de la revolución francesa para confi­ la revolución como tal. También en el ímpetu desordenado y vehemente, dirá
gurar una democracia58 hay una necesidad lógica. No se deriva de una Hegel, «brilla a menudo una chispa clara de la razón»60. Las reivindicaciones

tophün., III. p. 436.


59 Cfr. i. Hyppolile, Genése el struclure de la Phénoménologie de Vesprit de Hegel,
57 Cfr. id., p. 437.
Aubier, París. 1956. pp. 443-444.
5* Cfr. PhilGesch., XII, p. 312.
*°FrühSihr.. I.p . 190.
1 7 8 DANIEL 1NNERARITY
HEGEL Y EL ROMANTICISMO 177

experimento similar a este lado del Rin. e incluso daba cierta credibilidad a
revolucionarías son un indicio de esta lucidez, a lo que ha de añadirse ahora
los que rechazaban cualquier tipo de reformas. Con su Contribución quiso
la reflexión acerca de las condiciones de su realización histórica. El eje de
Fichte intervenir en una discusión que parecía a punto de saldarse con el
esta reflexión discurrirá en adelante sobre una nueva articulación entre lo real
descrédito de la idea de revolución, especialmente desde el 10 de agosto de
y lo ideal. Su rígida contraposición está en el origen de todos los desvarios
1792, en que comienza el terror. El libro de Fichte sobre la revolución está
que han llevado a entender la libertad como un valor irreal, Schelling descon­
escrito entre el invierno de 1792 y el verano de 1793. Su estilo apasionado y
fiará muy pn>nto de que el Estado pueda cumplir esta-función, mientras que
polémico corresponde a un escritor a quien no le gustan especialmente los
para Hegel la realización de la libertad no puede tener lugar en otro contexto
«en cierto modo» y toda la familia de expresiones similares6263, pero sobre
que no sea la totalidad ética de un pueblo, lo que a partir de Jena comenzará
todo a unas circunstancias políticas, sociales y culturales cada vez más dis­
a pensar como Estado. La construcción del Estado es la culminación genuina
tanciadas de los principios revolucionarios. Fichte anunció una segunda
de la revolución. Por eso la cuestión de si Hegel acertó a resolver las contra­
parte relativa a cuestiones concretas acerca de la revolución que nunca llegó
diciones de la revolución remite al juicio que merezca su teoría del Estado.
a ser escrita. Es posible que ello se debiera a su cambio de posición, tras
conseguir la cátedra de Jena. Pero tampoco es necesario recurrir a este tipo
3. EL PROBLEMA DE LA EMANCIPACIÓN POLÍTICA: de explicaciones que podríamos llamar políticas para interpretar el abando­
FICHTE Y HEGEL no del proyecto a medio camino: una manera de pensar como la de Fichte
difícilmente podría hacer de la revolución un tema prudencial, práctico, y
Son escasas las ocasiones en que Hegel se refiere a Fichte para criticar valorar las circunstancias concretas que la justifiquen o desaconsejen. Fichte
sus ideas políticas. La confrontación es más radical y atañe al fondo de la se encontraba mucho más a gusto, sin duda, en el reino de los principios que
idea de libertad sobre la que se levantan los cimientos de la comunidad polí­ en el de los medios y las circunstancias.
tica; quizás por eso no necesitara dirigir sus críticas sobre lo que tiene más La Revolución francesa no interesa a Fichte en su facticidad. Su pro­
bien el carácter de una derivación a partir de los principios fundamentales. yecto de legitimar la revolución no es la apología de ningún suceso histórico
Lo que separa a ambos es una muy diferente concepción de la libertad determinado. Lo que atrae su interés es la nueva situación a la que el hom­
humana. Para Fichte la emancipación se destaca como un principio de evi­ bre se ha elevado una vez que ha subvertido las antiguas estructuras de la
dencia inmediata; para Hegel es un problema que hay que resolver y cuyas realidad social y ha reivindicado el derecho de la libertad a penetrar en
condiciones de realización no se deducen inmediatamente de su mera rei­ todos los ámbitos de la realidad. La Revolución francesa es «importante
vindicación. Un acontecimiento histórico separa ambas concepciones: la para toda la humanidad»6*precisamente en este sentido. El derecho de revo­
problematicidad que se apodera de la idea moderna de libertad tras el fraca­ lución es una dimensión más del desarrollo del yo como sujeto autónomo.
so de la Revolución francesa. El propio Fichte llama la atención en una carta de 1795 sobre el nexo que
Desde 1790 eraría por Alemania un vendaval de literatura anture­ vincula a un mismo principio las expresiones teórica y práctica de la liber­
volucionaria61. El surgimiento del terror en Francia no había hecho sino tad humana. «Mi sistema es el primer sistema de la libertad. Lo mismo que
proporcionar más argumentos a quienes se oponían a la realización de un esta nación [Francia] ha roto las cadenas políticas del hombre, mi sistema
libera al hombre en la teoría de las cadenas de la cosa-en-sí y de su influen­
61 Los escritos críticos de mayor influencia fueron los de Emst Brandes. Poiitische
cia [...] y le confiere un sublime impulso, la fuerza de desasirse también en
Betrachiungen üher die franzósische Revoiutinn (1790). Oher einige bischerige Fotgen der la praxis. Esto surgió en los años en los que dicha nación luchaba con una
franzosischen Remltaion ¡n Rücksicht auf Deulzchland (1792) y el de Augusi Wilhelm Reh- nueva fuerza interior contra los viejos prejuicios arraigados; la visión de
berg. Uruersuchungen üher die Franzósische RevoUdüm nehst kritischen Nachrichlen von den aquella fuerza me dio la energía que necesitaba para ello, y mientras investi­
meriavürdigsten Srhriften welche darñber in Franbeich erschienen sind (1793). Rehberg era
secretario de la Cancillería de Hannover, — por aquel entonces protectorado británico—, discí­
pulo de Justus Moser y, como Brandes, amigo de Burke y admirador de las instituciones políti­
62 Cfr. Beilrag tu r Beríchtigung der Urteile des Publikums über die franzosische
cas inglesas. Las Refleclions on the revoiutUm in France habían salido a la luz en Londres el I
Revoltuion. Ersie Teil. Zur Beurteilung ihrer Rechtmáfiigkeit. FW, VI. p. 83.
de noviembre de 1790. La primera traducción alemana es de febrero de 1791. En 1793 aparece
63 Cfr. id., p. 39.
la traducción de F. Gentz. cuya segunda edición es del año siguiente.
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gaba y defendía los principios sobre los que se había apoyado la Revolución la razón. El éxito o la vigencia no son factores de valoración moral porque
francesa suigieron con claridad los primeros principios de mi sistema»64. pertenecen al plano de los hechos. Fichte dirige toda su capacidad polémica
Así pues, el propio Fichte concedió una importancia decisiva a esta obra, contra el relativismo, la disolución de la verdad en la opinión mayoritaria,
que le pondría en camino de la concepción del yo como lo absoluto, tal del bien moral en el bienestar físico, del derecho en un prejuicio: «vosotros
como es formulada en la Wissenschaftslehre de 1794. compráis de segunda mano; nosotros conseguimos el género de primera
El destinatario inmediato de la polémica de Fichte es Rehberg, quien mano»67. El derecho de la razón a regir el mundo de los hechos, tal y como
había elaborado una crítica de la revolución derivada de Burke. Los ar­ Fichte lo entiende, se basa en un estricto dualismo al que no está dispuesto a
gumentos de carácter político separan dos concepciones enfrentadas desde renunciar. La soberanía del individuo es tal que éste no se encuentra nunca
un principio. Si Burke consideraba innecesaria la revolución para Inglate­ vinculado a determinados presupuestos históricos cuando obra moralmente.
rra, no lo apoyaba solamente en motivos políticos, sino en una crítica más Cuando los críticos del racionalismo apelan a una mediación o hablan de
radical de la abstracta racionalidad moderna cuya realización práctica unas determinadas condiciones de realizabilidad, anteponen el poder al
adquiría necesariamente la forma de una imposición política, una disolu­ deber y, con ello, el conformismo a las exigencias de la actividad moral. «El
ción del sentido para lo institucional y una ruptura de la continuidad histó­ hombre puede lo que debe; y cuando dice que no puede es que no quiere»6*.
rica. Como es evidente, en la Alemania recelosa de las nuevas libertades Querer significa aquí saberse no determinado por la historia pasada y atre­
políticas estos argumentos tenían un efecto favorable hacia la conservación verse a actuar sobre el futuro haciendo él mismo la historia. El supuesto
del marco político. Pero el fondo de la cuestión gravita sobre la idea de condicionamiento histórico es una poltrona de la razón. La ascética revo­
racionalidad. Burke y Rehberg se negaban a establecer una oposición radi­ lucionaría de Fichte se sabe en continuidad con el programa crítico kantiano
cal entre la historia y la razón, y buscaban elementos de enlace para salvar que apela al valor del hombre para hacer uso de su razón e instaurar desde
el dualismo a que la filosofía moderna conducía inexorablemente. La ella el sentido en lo real.
«enfermedad de la política especulativa»65 les parecía una manifestación El abismo que existe entre los hechos y los valores es de tal naturaleza
más de la euforia de una razón que instaura el sentido y no reconoce nada que sólo puede transitarse en la dirección de éstos hacia aquéllos, pero no a
fuera de sí. la inversa. La deducción abre únicamente un camino de descenso, señala
La réplica de Fichte suige desde la resistencia a suavizar un dualismo cómo las cosas deben ser, pero la realidad no puede interpelar al deber, ni
que aparece como condición de posibilidad de la libertad. El ser y el deber éste buscar un compromiso con aquélla. «Lo único verdadero es lo si­
han de continuar en oposición, si es que todavía queremos pensar en la dig­ guiente: que existe una pluralidad infinita que no es ni buena ni mala, sino
nidad humana. Por este motivo, todo argumento contra el derecho del hom­ que sólo por la utilización que de ella hace un ser racional se convierte en
bre a la revolución —a decretar la supremacía de la razón sobre la inercia de buena o mala, y que no será de hecho mejor hasta que nosotros no seamos
la historia—, esgrimido desde el plano de los hechos, carece de validez. «La mejores»69. Los ideales no se dejan representar acabadamente en la reali­
cuestión de los derechos no pertenece en absoluto al tribunal de la histo­ dad. pero la realidad debe ser juzgada de acuerdo con ellos y modificada
ria»66. La historia no es un argumento; lo único que puede ser invocado son con la fuerza que de ellos resulta. La historia es el desarrollo de esta ten­
las leyes de la razón, de carácter supraempíríco y universal. La historia es sión infinita que nunca descansa en una estructura en la que nos sea lícito
una acumulación de prejuicos. Todo lo que en ella tiene un valor es porque detenemos para siempre. La imposibilidad de deducir el deber de un ser
el hombre lo ha hecho valer en ella. El derecho consiste precisamente en la condena al hombre a una aventura perpetua para encontrar su identidad en
capacidad de detener su curso inconsciente y someterla a una implacable el futuro abierto por su propia actividad. Sólo cabe entender la naturaleza
revisión, escapar de la lógica inercial del tiempo y decretar la soberanía de del hombre como aspiración insatisfecha, nunca como una forma de-

64 GA. III. 2. p. 300. 67 íd.. p. 65.


65 Cfr. A. W. Rehberg, Uniersuchungen über die Franzosische Revoluüon,.., cd. C. 68 «Dcr Mcnsch kann, was e r solí: und wenn e r sagt: ¡ch kann nichl. so will er nichl*
Ritscher, Hannover, 1973,1, p. SS. (fd.. p. 73).
66 FW, VI. p. 58. « í d ..p .6 7 .
HEGEL Y EL ROMANTICISMO 181 1 8 2 D A N IE L IN N ERAR 1TY

finitivamente adquirida, pues la forma originaria del hombre es el deber. Por un lado, reflejaba una soberanía política del hombre al entender la
No tiene ningún sentido hablar de lo que el hombre es; «yo hablo siempre sociedad como un artefacto resultante del libre acuerdo de vivir en comu­
de lo que él debe»70. A la pasividad del ser y del tener opone Fichte la acti­ nidad. Los sujetos autónomos no quedaban vinculados más que por aque­
vidad de la cultura como perfeccionamiento al infinito, la inagotable pro­ llos lazos que habían decidido instaurar. La artificialidad de lo social
ductividad de la libertad. subrayaba la autonomía de una subjetividad no vinculada a nada «por
De este modo, la libertad produce una perpetua insatisfacción que se tra­ naturaleza». Mas, por otro lado, el absolutismo había entendido este con­
duce en un deseo de acción. El primado de la razón practica ya no se centra trato —de acuerdo con la Filosofía política de Hobbes— como una renun­
en el yo trascendental de Kant como sujeto, sino en la acción misma en tanto cia del individuo a hacer valer en el futuro su soberanía originaria en
que pura libertad. El concepto de una Kuliur zur Freiheii, la ecuación entre orden a conservar la paz. La inmovilidad del consenso social era el pre­
naturaleza y cultura, confiere al hombre una soberanía interior que se vierte supuesto de una política que gravitaba sobre el principio de conservación
en actividad pura. «Cultura significa el ejercicio de todas las fuerzas en orden del poder. El orden social transformábase en una servidumbre cuyo único
a la plena libertad, la completa independencia de todo aquello que no sea momento de libertad se encontraba en el acto originario de su estableci­
nuestro propio yo. nosotros mismos»71. La adquisición de cultura no es miento. La única libertad de la que el hombre podía hacer uso consistía
pasividad, sufrimiento o cultivo, sino tensión interior, esfuerzo, inquietud, en la libre entrada en una sociedad que le exigía en adelante un compro­
acción. En esto coasiste el carácter esencialmente revolucionario de la filoso­ miso de no resistencia. Me parece muy importante destacar este telón de
fía fíchteana. Frente a la tendencia a describir «lo que debemos llegar a ser fondo sobre el que surge la Filosofía política de Fichte y valorar adecua­
como algo que ya hemos sido y lo que tenemos que conseguir como algo damente su tono radical, su crítica del «equilibrio europeo» y su con­
perdido», propone un cambio radical de perspectiva: «ante nosotros está lo cepción del poder como una fuerza que aspira al monopolio exterior y a
que Rousseau con el nombre de estado de naturaleza y los poetas como edad la expansión exterior. Desde Hobbes y Kant, toda alteración de las cir­
de oro pusieron detrás de nosotros»7?. cunstancias políticas tenía que adoptar una forma subversiva. No había
Con esta peculiar primacía del deber, la soberanía del hombre adquiere otra manera de recuperar la libertad política en un modelo de conFigura-
una nueva legitimación. El individualismo se fortalece bajo el principio de ción del poder que bloqueaba el cambio social por la alternativa entre un
que ningún hombre puede ser vinculado sino por sí mismo. Esto no signifi­ poder inmóvil y la reforma como ruptura. El carácter revolucionario de
ca que el ideal de existencia humana sea el absoluto solipsismo. Los hom­ una libertad que no renuncia relativizar cualquier orden social estriba en
bres pueden configurar una vida común por medio de contratos, mediante la subordinación de todas las instancias de poder al tribunal de la razón.
los que renuncian a determinadas posibilidades de acción. Pero, si estos Para Fichte, el contrato no puede exigir ningún género de renuncia a los
contratos no quieren contradecir la dignidad del hombre, deben contener la contratantes por lo que se reFiere a los derechos «inalienables» (unveráufier-
posibilidad de su modificación: la libertad original no puede ser nunca eli­ lich), entre los que figura el derecho de resistencia al Estado. Esta apelación a
minada. De la tensión siempre insatisfecha de la libertad surge así una con­ la soberanía inalienable del individuo responde al deseo de no restringir la
traposición entre las aspiraciones y los estados de hecho que resulta el libertad de la institución originaria del pacto social sino como principio que
dinamismo de la historia y una fuerza explosiva para cualquier tipo de puede y debe renovarse constantemente. De aquí se deriva inmediatamente
vínculo suprapersonal. Esto se debe, en última instancia, a que el hombre el derecho a la revolución: todo individuo puede en cualquier momento
mismo es una «cadena de revoluciones»73, según la fórmula con la que F. disolver el contrato de fundación del Estado para su persona, sin tener que
Schlegel sintetizó este movimiento de la libertad. abandonar por ello el territorio estatal, o constituir nuevas unidades políticas
La idea moderna de contrato social contenía una grave ambigüedad. soberanas (como fue el caso de la efímera república de Maguncia). En este
punto el destinatario directo de la polémica es Rehberg, quien había señalado
que la sociedad no puede ser disuelta como si fuese una empresa mercantil74,
70 Id., p. 130: cfr. Id., p. 59. pero también una manera de entender la soberanía que privaba al individuo
71 fd.,pp. 86-87.
72 GA. III, p. 63.
73 Cfr.K A. XVIII, pp. 82-83. 74 Cfr. Untersuchungen üher die Franzdsische Revolution.... I, p. 50.
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como tal de capacidad de decisión. Evidentemente, Fichte está muy lejos del de la razón que no reconoce fronteras en la naturaleza física o en la comuni­
totalismo de la nación defendido por los jacobinos bajo la apelación a la dad política. Esta privación de relevancia pública a la acción libre consagra
voluntad general como titular del derecho a la revolución o del ardor con el la escisión del hombre y el ciudadano que Rousseau había establecido: la
que las mantagnards defendían la unidad de Francia frente a los girondinos, polarización del sujeto en una intimidad absuelta y una exterioridad que
a los que acusaban de querer disolver la unidad de la nación en particularis­ funciona mecánicamente. Fichte ha pagado el precio de la liberación subje­
mos localistas. Aun cuando Rousseau es el único pensador moderno citado tiva con la renuncia a vivificar un espacio objetivo.
en la Contribución, no comparte en absoluto su teoría de la aliénation totale. Esta dialéctica arroja una sombra de perplejidad sobre el verdadero
Su concepción del contrato es más bien una radicalización del pathos de la alcance de la libertad humana. La libertad inmediata queda problemati-
libertad propio de la tradición liberal que arranca de Locke y rechaza el zada. La filosofía de Fichte concibe ingenuamente la libertad, como si se
momento sintético de una totalidad social constituida como sujeto colectivo tratara de un dato incontrovertible y como si su realización fuera inme­
único o como delegación de la libertad. diata. Para ser libre bastaría con querer serlo. Éste es uno de los puntos en
Más tarde reconocerá Fichte que el tono de su polémica con Rehberg que había polemizado Rehbeig con los filósofos de la Revolución francesa,
no había sido adecuado73. El hecho de que nunca se decidiera a escribir la para los que tanto la idea de libertad como su realización histórica no pre­
segunda parte que había prometido puede ser un indicio de que estos prin­ sentaban ningún problema práctico o técnico. Rehberg ofreció el lado polé­
cipios no ofrecían un camino transitable para la configuración de una autén­ mico de la libertad, su problematicidad práctica y la pericia técnica que su
tica comunidad política. De hecho, su filosofía política discurrirá en ade­ realización exige77. Fichte, en cambio, interpreta esta problematización
lante por senderos bien distintos. Es posible que también hicieran mella en como una falta de voluntad. En el conocer y en el querer se encuentra ya la
él las críticas de Reinhold y Bagessen, quienes le acusaron de no haber capacidad. La emancipación adquiere un tono meramente declarativo: «ya
defendido correctamente la causa de la revolución. De hecho, la teoría fich- es hora de dar a conocer al pueblo su libertad, que él mismo encontrará en
teana del contrato es jurídicamente inservible. Si la última instancia es la cuanto la conozca»78. Esta inmediatez del conocimiento de la libertad y la
mera conciencia individual, tampoco hay manera de vincular al gobernante. suposición de que su puesta en práctica no requiere ningún género de con­
Schelling ya advirtió la paradoja de que un contrato infinitamente revisable diciones. es precisamente lo que la dialéctica de la revolución convierte en
se convierte en un obstáculo para la autonomía del yo. La contingentización un problema. La crítica de Hegel al inmediatismo de la libertad discurre en
universal, la relativización de toda forma histórica pueden conducir a que esta dirección. Toda libertad abstracta está condenada a carecer de realidad,
también los supuestos sobre los que esta libertad se basa caigan en el flujo en el exilio donde habitan la queja y el lamento, la protesta y la rei­
del tiempo. ¿Qué sentido puede tener una soberanía del yo sobre toda forma vindicación, el ensueño y la locura.
política si el yo también está sometido a la historización? Fichte puede Hegel se dio cuenta de la escasa capacidad emancipadora de una
intentar la última y desesperada estrategia de inmunizar al yo frente al cam­ mera exaltación subjetiva de la libertad. El entusiasmo que su evocación
bio histórico, pero su contrapartida inevitable es la configuración de un despierta suele esconder un fracaso de hecho, una verdadera patología a
curso histórico en el que el yo nunca puede penetrar. cuya curación en nada contribuye la evasión en la literatura apasionada
La dialéctica de esta peculiar emancipación hace de Fichte un filósofo del Sturm und Drang, su predicación en los frentes de batalla al modo de
de la necesidad. Por eso podrá calificar Hegel al Estado de Fichte como algo Fichte o su cultivo individualista, tal como venía siendo practicado por
Geistesloses, como una falta de espíritu debida a que la libertad sólo tiene las figuras más célebres de la época. El drama que Hegel diagnostica en
en él la forma de lo individual. «La prisión, los vínculos, son cada vez el espíritu de su tiempo es la renuncia de la libertad a configurar espacios
mayores, en lugar de concebir el Estado como la realización de la liber­ de juego, el pacto tácito con la falta de libertad, en una sociedad que co­
tad»75
76. Las normas que el sujeto se da a sí mismo no configuran una etici- mienza a acostumbrarse a la convivencia de la libertad interior con la ser­
dad real, encamada vivamente en la polis, pues proceden de una afirmación vidumbre exterior, a la escisión entre la libertad privada y la necesidad

75 Cfr. su carta a Reinhold del 13 de noviembre de 1793 (GA, III. 2, p. 12). 77 Cfir. Vntersuchungen über die Franzósische Revolulion.... I, p. 34.
76 GeschPhil., XX, p .4 !3 . 78 FW. VI. p. 40.
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pública, y cada vez más satisfecha con una emancipación imaginaría. La ción objetiva, la oposición de subjetividad pura y objetividad irracional
libertad moderna está lastrada por el desgarramiento. Todas las contradi­ alcanza en el idealismo subjetivo su más elevada expresión. Cualquier
ciones de la sociedad burguesa tienen su origen en el hecho de que la unidad decretada en detrimento de uno de estos extremos se convierte en
soberanía del hombre está formulada como principio meramente formal, una desgracia absoluta. Lo que Hegel pretende impugnar es aquella ten­
mientras que el contenido del espíritu está fuera de sí. dencia de la época a configurar un campo de batalla entre una libertad sin
La rectificación de esta ¡dea abstracta de libertad responde a una ne­ condiciones y unas condiciones sin libertad.
cesidad cuya evidencia aumenta con las paradojas de la emancipación.
Hegel recoge en esta crítica una intuición que va ganando terreno en el pen­
samiento postrevolucionarío: la libertad debe inherír en un contexto que
sustituya la dinámica de desvinculación por la del reconocimiento. A este
objetivo responde el ideal estético-educativo de Schiller, formulado precisa­
mente tras la experiencia de la revolución: el interés de compensar la movi­
lidad histórica con un continuo cultural en el que sedimenten las trans­
formaciones políticas. Lo mismo cabe decir de la crítica de Schelling a la
revolución. Si la sociedad no se puede construir a partir del yo fichteano es
porque la emancipación sólo es capaz de producir identidades aparentes y
forzadas. El sujeto únicamente realiza su identidad en una eticidad real pre­
sidida por el principio del reconocimiento y la cooperación.
La crítica de Hegel a Fichte debe entenderse a partir del propósito
básico de su filosofía: alcanzar la unidad frente a una subjetividad abso­
luta desgarradora. La revolución es, efectivamente, la conversión del
hombre en sujeto, pero no es la plenitud de la subjetividad. Fichte se ha
detenido en la absolutez de la conciencia y ha consagrado así la escisión
entre el yo y lo real. La identidad del yo ha renunciado a superar esta
ruptura y adquiere la forma de una exigencia absoluta del deber. El prin­
cipio de que el yo es el todo se transforma en el deber de tender a la tota­
lidad, en un esfuerzo infinito y sin término. Entre la identidad de la
autoconciencia y lo opuesto a ella hay un camino sin fin que, no obstante,
debe ser emprendido. El deber abstracto conduce a una lucha trágica con­
tra la contingencia objetiva. Hegel vio en este planteamiento la aporía
específica de la revolución y, aunque nunca vinculó a Fichte con el terror,
sí que habló de una aniquilación que resulta de la reflexión aislada, del
pensar puro79. Y entendió la destrucción de toda diferencia, que no
soporta la presencia de un objeto libre, como resultado propio de aquella
conciencia marcada por la insociabilidad (Unvertráglichkeit), incapaz de
arribar mediante contratos a leyes e instituciones universales de la li­
bertad80. Con el ideal de una emancipación respecto de toda configura­

19 Cfr., JenSchr., II, p. 30.


80 Cfr.. Rhán., III, p. 434: Rechtsphil., VII. § 5 Z, p. 52.

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